Herrería Luna Invernal [Herrería/Curtidería]

Al teletransportarme por tercera vez en mi vida, dejé atrás el frío del norte y volví a Lunargenta. Con sólo un paso, una distancia continental cubierta en un instante... No sé si maravillarme ante la idea, o amargarme por no tener acceso antes a tal servicio.

Lo cierto es que estaba allá y ahora estaba ahí, en la tienda mucho menos lujosa a la que había entrado para ir hasta allá, desde ahí...

Ya paro.

—¡Buenas! Mis disculpas por no comprar algo antes de... pasar al otro lugar. —señalé con un gesto flojo a la esquina con las marcas mágicas— Bonito arreglo, por cierto. —susurré cubriendo el lateral de mi boca con el dorso de la mano, para ocultar de terceros mis palabras.

Empecé a pasear por el relativamente limitado espacio de aquél local, deslizando mis ojos por cada uno de los productos mostrados. Pensé, muy profundamente, en todas mis aventuras hasta ese momento, y las cosas en común entre ellas. Había mucho caminar, mucho correr, mucho insultar al aire...

—¿Preparan cosas a pedido, cierto? —volví mi mirada al hombre de exquisita barba, y continué sin dejarle responder— Quier- No, necesito un arma. Un...

Mis ojos fueron desde las armaduras sólidas hasta las armas más poderosas, por el suelo, la puerta, hasta el círculo mágico, mis zapatos, y otra vez la barba del sujeto.

—Un cuchillo. Estrecho, sin guarda. Puntiagudo. —acompañé mi descripción dibujando en el aire con los dedos— Algo ligero, fácil de disimular y rápido de obtener, con una funda que cumpla el mismo propósito.

Tomé mi bolsita de aeros y la dejé en el mostrador. Seguí pensando en qué detalle se me escapaba, mientras seguía observando su barba. Tuve por fin la realización que buscaba, un detalle de suma importancia. Elevé mi mirada, clavándola en los ojos de aquél hombre de brazos firmes. La mantuve ahí mientras mis dudas daban lugar a una sonrisa algo pintoresca.

—...Que tenga estilo.


*Off:

Pido un arma de una mano (daga) de calidad superior.

¡Uso mi taller en este POST!

OBJETOS A CREAR		AEROS	ÉPICOS
Kit de Curtiduría Superior	[Limitado, Requiere ser Curtidor, 2 Usos] Set de cuchillos, agujas, telas y cueros que permiten llevar a cabo una Técnica de Curtiduría a nivel Experto.	150	0
Botas Silenciosas	[Botas] Hechas de cuero, están especialmente diseñadas para no producir ruido al caminar, fortaleciendo las habilidades de sigilo del usuario.	70	0
Arma Sombría	[Arma, se liga al Éter, 2 Usos] Puede ser cualquier arma de cuerpo a cuerpo de una mano. Otorga la habilidad => Gasto 1 Uso: Se materializan en el aire cinco armas iguales, las que puedo enviar contra un enemigo o lanzarlas en un abanico. Si atacan a un sólo objetivo, pueden ignorar la mitad de cualquier defensa, incluso mágica.	0	4
TOTAL		220	4

También hago la reconfección de un objeto superior por 100 aeros

Uso los tres épicos de mi taller más que el de Asher para mejorar a Recuerdo con Arma Sombría.

Le entrego a Asher 300 Aeros y los objetos pedidos a cambio del material.

Total creación: 320 (El mercado no me contaba la reconfección)

Balance final para mi: - 620 Aeros.

Me creo los siguientes objetos como se ve en el [ESTE POST]

OBJETOS A CREAR		AEROS	ÉPICOS
Kit de Herrería Superior	[Limitado, Requiere ser Herrero, 2 Usos] Set de herramientas y materiales diversos como martillo o trozos de metal que permiten llevar a cabo una Técnica de Herrería a nivel Superior.	150	0
TOTAL		150	0

- ¿Por qué corremos? La pregunta de Amy se vio medio tergiversada por el jadeo que portaba encima de tanto darle a la pata. Llevaban -mejor dicho, llevaba- una distancia considerable recorrida a sus espaldas, prácticamente desde las dos o tres praderas que habían dejado atrás a trote cochinero. ¿Estamos huyendo?

- No. Respondió Vadi, la chica-rata que descansaba de pie sobre uno de los hombros de la bio-cibernética, sujeta a su cuello para no caerse. Echó la cabeza hacia atrás, en un gesto que sólo podía significar una cosa: no entendía a qué venía la pregunta de Amy. Claro que no. Reafirmó, como si necesitase convencerse a sí misma también. No huían; perseguían, más bien.

Justo antes de volver a emprender un viaje sin rumbo (como todos los demás), les había llegado a los oídos las noticias, o quizás rumores, de un herrero ambulante que casualmente estaba de paso por la zona. Vaya casualidad más oportuna, oiga. Y es que las bocas de los habitantes no parecían cerrarse nunca, necesitando casi sacarse del pecho las bondades de aquel forjador errante, que no siempre había sido errante, al parecer.

Según dieron a entender, el hombre y su carromato-boutique habían partido de las cercanías del pueblo aledaño justo ni media hora antes de que llegasen Amy y sus compañeros arribasen al lugar. Otra casualidad más que sumar a la lista, pero si algo les había enseñado la vida es que las oportunidades había que cogerlas bien fuerte por el cuerno de abajo. La iniciativa de buscar los servicios del herrero la tuvo Vadi, quien no hacía más que preocuparse por el estado de su “amiga” metálica.

Por el estado de su chasis, claro está… si se encontraba contenta o tristona le daba un poco bastante más igual. “¿No has escuchado nunca la palabra “mantenimiento?” Le preguntó en su momento a Amy, quien tras pensarlo unos instantes tuvo que responder ”Sí.” Suponía que tenía que ver con las palabras manta y mentir, las cuales no le eran ajenas en significado. Sobra decir que su veredicto no consiguió convencer a la mujer-bestia que la acompañaba.

Así llegaron al sitio donde descansaba inerte el carrioche que con toda seguridad estaban buscando. “Herrería Luna Invernal” resultaba lo suficientemente esclarecedor para asegurarse de que no habían errado. Casi hubo anochecido después de tanta carrera por los prados, pero había merecido la pena, o eso querían pensar. Amy se paró por fin, descansando sus doloridas juntas de carne y metal, y Vadi se deslizó por su brazo hasta el suelo, fingiendo resoplar por el inexistente cansancio que sufría. Tener montura era una bendición, sobre todo cuando tus piernas eran tan cortas.

- ¿Hay alguien? Preguntó Amy, pero sin haber entrado siquiera todavía, girando la cabeza en dirección a la ratilla. Se veía luz, aunque no mucho movimiento. ¿Era hora de dormir ya?

- Supongo que sí. Le contestó Vadi tras meditarlo un par de segundos. No es tan tarde. Estará haciendo la cena. Supuso, levantando las cejas.

Sin embargo, la bio-cibernética ya no estaba a su lado. Tenía la oreja puesta en la puerta de madera, dando su máximo esfuerzo para escuchar algo en el interior de la tienda rodante. Un ruido extraño e inesperado la sobresaltó tan repentinamente que, dando un respingo hacia atrás, le hizo chocar contra una de las tablas de madera repletas de macetas, provocando que una de estas cayera al suelo. Vadi, que también quería asegurarse de que el viaje no había sido en vano, estaba (para su desgracia) demasiado cerca de Amy, y tuvo que hacer malabares para atrapar la maceta antes de que se hiciese añicos contra el piso. Una maniobra que le costó una buena punzada en los lumbares; demasiado esfuerzo para tan poco cuerpo.

Con la maceta en mano, se decidieron a entrar en plena luna del invierno, maravillándose con la disposición del taller-apartamento, apañado y acogedor a partes iguales, con ese aire desenfadado que casi podía olerse más que verse. Maravillada Amy, sobre todo, quien no podía cerrar la boca de la impresión. Desde fuera engañaba en las dimensiones, y ella nunca había estado en un sitio así. Un techo era casi un bien de lujo para la muchacha metálica. Moviéndose lentamente a través de mesas y más mesas, llegaron hasta donde había alguien. Alguien en quien casi no repararon por culpa de estar inspeccionando a conciencia las entrañas del carromato. A lo mejor era la persona a cargo, o simplemente trabaja allí, vaya usted a saber.

- Hola. Una sonrisa sincera, acompañada de unos ojos algo menos expresivos, saludaron a dicha persona. Me llamo Amy.

- Aquí hacéis armas, ¿no? Interpeló algo más directa Vadi, sin llegar a sonar borde, echando un vistazo al amplio abanico de herramientas y armatostes que proliferaban por doquier. Una colección envidiable para la pequeña mujer-bestia. ¿Algún día aspiraría a algo como aquello? Ya le gustaría, ya. Mejor se conformaba con unas tenazas y gracias. A las de mi compi les falta poco para caerse a pedazos. Resultaba increíble que Vadi se preocupase más por la integridad de los componentes de Amy que la propia bio-cibernética, pero así era. No era de extrañar que por culpa de ese comportamiento irresponsable hubiese acabado tan deteriorada. Déjaselas para que las vea. Susurró al oído de Amy, que no parecía reaccionar ante la situación.

Con cierta reticencia, Amy obedeció sin oponer mucha más resistencia que un fruncimiento temporal de ceño. ¿Cómo se las iba a “dejar” si las tenía unidas a los brazos? De repente cayó en la cuenta, era obvio. Llevó una de sus manos al bíceps contrario y, con un sonido metálico similar a un chasquido, desacopló el brazo y lo dejó sobre el mostrado como si se tratara de una ofrenda para un ritual robopagano.

- ¿De verdad? Inquirió Vadi a su compañera, siendo ella la que fruncía el ceño con fuerza. ¿Y ahora cómo te vas a quitar el otro, listilla? Sus labios compungidos ante la pregunta dejaban claro que la bio-cibernética no había pensado tan adelante en el futuro. No obstante, antes de que alguien tratara de convertirla en una doble manca o a la muchacha metálica se le ocurriese otra genial idea, la chica-rata optó por tomar la solución más cómoda y sencilla. Dejó la maceta finalmente en el suelo y trepó por el cuerpo de Amy, como si de un árbol se tratara, hasta que pudo llegar de un salto al mostrador.

Hizo que Amy volviese a “pegarse” el brazo y la alentó a desenvainar las cuchillas de manera habitual. Parecían armas aparatosas a simple vista, pero en realidad estaban pensadas con la utilidad en mente: eran retráctiles, extensibles, giraban y se articulaban de mil formas. Su construcción era por módulos y su esencia, al fin y al cabo, era como la de cualquier otra arma de filo. Así pues, como todo lo modular, podía desensamblarse y volver a ensamblase con suma facilidad, si se recordaba la posición de las piezas, cables y componentes… Seguro que el herrero del carro ambulante tenía buena memoria, o a lo mejor mataba su tiempo libre armando puzles. De no ser el caso tampoco era problema: con tiempo, paciencia, y mucha zarzabrasa, hasta Vadi conseguiría volver a dejar a Amy de una pieza si era necesario.

Las cuchillas se desencajaron hasta dejar su esqueleto cortante al desnudo. Casi todos los trozos que ahora descansaban encima del mostrador se podían reemplazar, probablemente, con mejores materiales… y falta les hacía, porque tenían el aspecto de haber vivido tiempos mejores. El buen ojo de cubero se atrevería a asegurar que soportaban más de cien años de vida útil, incluso.

Después de sentir la intimidad de su cuerpo vulnerada, y hasta profanada, Amy observaba con expresión de horror sus brazos abiertos y vacíos sin las cuchillas mantis que siempre hacían de relleno. Movía las muñecas en círculos, las cuales pendían de un amasijo de cables y metal, para distraerse, mientras que Vadi estudiaba atentamente cada pieza y mecanismo, con la ilusión de un niño que acababa de descubrir un nuevo sabor de helado favorito. Aun así, no le quitaba ojo al herrero.

Sabía que tarde o temprano les haría desembolsar una considerable suma de aeros cuando terminase el encargo, y quizás a Amy no le importase mucho el dinero, pero para la chica-rata era como despedirse de un viejo amigo. Le partía el corazón, aunque por alguna razón aquel hombre le daba buena espina, y si remataba el trabajo con la misma pericia con la que se recortaba la barba, no había que temer. Si todo salía bien incluso podía recomendar los servicios del herrero a sus amigos.

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Le pido al señor Tale mejorar las cuchillas mantis de Amy a calidad superior en su forja.

¿Qué tipo de persona se acercaba a una herrería a altas horas de la noche?

¿Borrachos que vuelven de fiesta?

¿Granjeros nocturnos?

La mujer de tez pálida a juego con su color de pelo era, evidentemente, una vampiresa. No había que ser un genio para adivinarlo. La recién llegada se movía sutilmente, casi de forma felina; había sido difícil escucharla acercarse siquiera. Igualmente, solo había hecho un pedido simple “una espada fina”.

Podía hacerla, de hecho, tenía los materiales necesarios para hacerlo dispuestos.

Había algo, no obstante, que le preocupaba en la mirada de la mujer. ¿Le veía como a una víctima? ¿Quería usarle por su sangre? No es como si temiese enfrentarse a ella, pero no le apetecía pelearse con nadie en aquel momento. Además, probablemente era su paranoia diciéndole que desconfiase de todo el mundo. Desde el Oblivion había sido más cínico y desconfiado de lo que recordaba.

De forma más automática que por pensarlo realmente, reunió todos los materiales para la espada y después dejó caer un pesado martillo, más una pesada almádena que uno realmente funcional, entre su cinturón y su cuerpo de forma que la cabeza del martillo quedó sujeta gracias a la correa de cuero.

Con aquello, si había problemas, reaccionaria de forma más rápida.

Lo siguiente que hizo fue fundir la aleación. A la mujer parecía gustarle el silencio y sus movimientos eran sutiles y ligeros, así que una espada que difícilmente reflejase la luz le serviría.

Una aleación de aceros de Baslodia con aceites de las tierras de los vampiros bastaría.

Media hora más tarde tenía la forma más básica del arma. Ligera, resistente y, sobre todo, letal. No tardó demasiado más en tener la empuñadura para la misma y también una vaina que le sirviese.

- Aquí tienes. – dijo, depositando el arma terminada sobre la mesa. – Es ligera pero no demasiado resistente. Las armaduras pesadas la mellaran con… facilidad. De todos modos, solo tienes que tratar de introducirla entre los huecos de las placas. Eso hará el trabajo. – Se limpió las manos con un trapo humedecido y esperó a que su clienta le diese el visto bueno.

OBJETOS A CREAR		AEROS	ÉPICOS
Espada Delgada Superior.	[Arma] Posee un agudo filo, lo que le permite cortar fácilmente a través de carne y objetos blandos, causando daños agravados comparada a una espada normal. Es inefectiva contra armaduras metálicas o al chocar contra otras armas, que mellan su filo. Puede ser de una o dos manos.	140	0
TOTAL		140	0

Cobro a Irinnil: 160 Aeros lo que me da un beneficio de 20 Aeros.