Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
No había días buenos. Allí todos eran malos: el aire apestaba a humedad, la comida escaseaba y el viento, aunque oliese a húmedo, era en realidad demasiado seco para su verdosa piel. A los vampiros les gustaba la niebla, el olor a humedad y el ambiente seco; a él no. Eso hacía que no pudiera haber buenos días en aquel bosque. Si acaso, podía diferenciar entre días mejores y días peores.
¿Ese que sería, uno de los mejores o uno de los peores? El sol ya hacía rato que había caído era la hora de poner nota al día que finalazaba. Nate Hallinan estaba modisqueando una libélula que acaba de cazar mientras meditaba todos los aspectos del día. La mitad de las horas de luz se las había pasado durmiendo y la otra mitad estuvo haciendo la siesta. La siesta no era lo mismo que dormir. Claro que no. Eran dos cosas sumamente distintas y cualquier que se lo preguntase recibiría una tesis magistral sobre el sueño y sus derivados. La cuestión es que, tanto en las horas que durmió como las que siesteó (siestear era una de muchas palabras que el erudito Nate se inventó), no se enteró de los males de aquel bosque.
-Un seis y medio- dijo Nate a la vez que se sacaba la libélula de la boca y la observaba como si ella fuera con quien tuviera que discutir la nota.- podría haber sido mejor-.
El hombre sapo, el cual de hombre solo tenía la inteligencia y sus palabras y todo lo demás era sapo, se tragó por completo la libélula y dio un brinco hasta el suelo. Una vez bajo, con un palo, rasgó el tronco del árbol para dibujar un 6,5. Una vez puesta la puntuación, dio otro brinco a una rama aun más alta de la que estaba en un principio y se puso cómodo de nuevo. Hora de siestear. Y que nadie dijera que estaba durmiendo, esa era una siesta.
No hizo ni diez minutos que cerró los ojos cuando algo le despertó. Un aroma curioso, el aroma de “yentes”. Ese era el nombre que el se inventó para definir a esa clase de personas. Eran yentes. Solo las yentes se atrevían a viajar al bosque del oeste. Era fácil distinguirlos. Los vampiros no olían a nada, los licántorpos (de vez en cuando venía alguno en busca de pelea) olían a perro mojada y las yentes olían a gente.
-Las yentes no son de mi agrado. Traen más problemas que piojos- dijo Nate hablando directo a la punta superior de su bastón, ésta tenía dibuja una cara sonriente con pintura negra.- Si solo trajeran piojos me fascinarían. Los piojos son deliciosos- se relamió los labios con su larga lengua rojiza- mas, desgraciadamente para un servidor amante del sueño y del buen comer, las yentes defienden sus liendres con trágicos problemas que no son para nada de nuestro convenio.- dejó unos segundos de silencio en los cuales miró de frente la cara sonriente del bastón y luego volvió a hablar.- Tendré que cambiar el seis y medio por un tres. Las yentes han hecho que el día suspenda-.
- Nate Halliman:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
_____________________
“Elen Calhoun”.
Una voz dulce a la par que severa suena en el interior de tu mente. No te la puedas quitar de la cabeza. Tampoco quieres hacerlo. Te gusta esa voz. Te recuerda a tu infancia, la parte buena de ella. Tus padres todavía no se habían marchado en busca del poblado de dragones. Están contigo y los puedes ver. Tu madre te abraza y tu padre de remueve el pelo para felicitarte una vez más por haber hecho una de las pociones más complicadas que él mismo enseñaba en la Academia de Alquimistas.
“Elen Calhoun”.
Cada vez que te llama la voz dulce y severa sientes una conexión más fuerte con el portador. Sientes que eres igual que él y que incluso vais al mismo lugar. Ese lugar es que siempre has estado buscando en tu interior. No es nada que puedas encontrar en un mapa ni ningún sitio donde haya tierra que pisar. Ese lugar es tuyo, siempre ha sido tuyo aunque nunca lo hayas tenido. Y ese lugar, ahora, también le pertenece al portador de la voz. Dejas que lo sea pues, como bien sabes, váis al mismo lugar.
“Elen Calhoun”.
No dices nada a nadie sobre la voz. No lo entenderán. Ellos no tienen ese lugar como el que tienes tú. Pueden tener otros, es muy posible que así sea, pero son más pequeños y menos importantes que el tuyo. Ellos no necesitan a nadie que les guié y les cuide hacia el lugar. Es tu voz y es tu lugar.
“Elen Calhoun”.
_____________________
* Ambas: Me pedistéis una quest hace un tiempo pero ambas estabais ocupadas por aquel entonces. Una ocupación que ocupado hasta el día de hoy. Pues bien, como os prometí en su día, empieza vuestra quest justo en el mismo momento en que dejasteis el tema [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Este es el que me pedistéis que continuase. Hay que acabar con el señor Vladimir
* Elen Calhoun: Mi querida señorita Calhoun, por ser compañera en el staff no creas que vas a tener un trato especial en la quest. Todo lo contrario pues ya ves que la acción empieza contigo. A medida que te acercas a Vladimir puedes sentirlo con mayor fuerza. Sé que lo has adivinado, él es quien te llama. Los poderes de un importante vampiro maestro de la manipulación de la mente combinan muy bien con los de un centinela; eres víctima de esos poderes. En este turno empiezas a sentir un vínculo hacia la voz. Tú, como usuaria, debes elegir si el personaje puede o no puede deducir que se trata de Vladimir. Pero, el vínculo lo sientes y te hace sentir bien.
* Huracán: Se dice que cuando alguien está en una atrapado es más consciente de lo que sucede a su alrededor. No sé si es cierto o falso pero de los cuatro es Huracán la única que ve algo extraño marcado en los árboles. A veces son números y a veces son caras sonriendo. Tuya es la decisión de que el grupo siga esa rara simbología de los árboles o seguir dando vueltas inútiles. Si decides lo primero, deberás convencer al grupo de que pueden llegar a ser algo importante para que las sigan.
* Ambas: Antes de finalizar quisiera aclarar una cosa. Ésta será una quest bastante larga. Una trama que tenga que ver con un centinela no es moco de pavo. Y no solo vamos a tener un Vladimir poderoso a quien enfrentarnos, hay otros personajes en la quest que he querido añadir para hacerlo más interesante. Hay enemigos que hacer frente, personas buenas que os pueden ayudar en vuestra causa y personas… dejémoslo solo en “personas” para esta última clase. Va a ser muy divertido y emocionante, al menos mi intención es que así lo sea, pero me temo que también puede pareceros largo. Por eso, como una pequeña excepción, si algún momento queréis pausar la quest para hacer un pequeño mastereado importante para vuestra trama (dejadme recalcar lo de “importante para vuestra trama”, sabéis que no me refiero a un simple trabajo para sumar puntos) podéis decírmelo y estaré gustoso de pausar la quest durante lo que dure dicho mastereado. Sin más dilación, que comience la quest.
Sigel
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Llevaba ya un buen tiempo por el bosque maniatada falsamente delante de Alister y comenzaba a sentir cierto cansancio en las muñecas. Hasta ahora me había dejado guiar por el dragón. Imaginaba que tanto Elen como Jules nos seguirían a nuestras espaldas, pero no lo podía saber a ciencia cierta. Estaba concentrada tratando de escuchar cualquier vampiro que estuviera a nuestro alrededor. ¿Estaríamos muy lejos de la guarida?
-¿Tienes alguna idea de a dónde vamos? – pregunté aborrecida al dragón. Con una cara de molestia que no me vería pues me encontraba a mi espalda.
-No lo sé. Lo cierto es que tengo la sensación de que ya hemos pasado por aquí. – contestó el hombre de larga gabardina.
Efectivamente. Ya habíamos pasado por ahí. Y no una, sino muchas veces. Un árbol, y otro, y otro, y otro… No había duda: Habíamos pasado por allí. O puede que por otro sitio. Porque no había nada distintivo que me llevara a pensar que fuésemos por otro lado. Comenzaba a anochecer y el peligro podía comenzar a cualquier momento. ¿De noche en la guarida de la Hermandad? No se me ocurriría peor sitio para ir a pasar una velada.
Pero había que mantener la calma, no teníamos que desesperarnos, ni entrar en precipitaciones desmesuradas. Me mantendría recta y calmada, como de costumbre. Sin miedo. Ya había hecho eso un montón de veces. No era más que otro día de caza. Está bien, era un vampiro supremo al que ya me había enfrentado y derrotado. Pero era un rival terrible. También era cierto que en aquella ocasión en las islas luchamos Níniel, Vincent, Jules, Isabella, Igraine y yo misma combinadamente para poder derrotarlo. Esta vez no teníamos tantos efectivos, y además, ahora era él quien “jugaba en casa”.
Había prometido a mi amiga que no le mataría si volvía a toparme con él. Después de que me explicara todo lo de los centinelas y la importancia que suponía para ella no podía hacerlo. Le había dado mi palabra y la cumpliría. Pero jamás le perdonaría a nivel general que hubiese boicoteado la fiesta y, a nivel más personal, que hubiese dejado inválido al maestro Dorian. Eso sí, si no se desvinculaba del poder de mi abuela no tendría más remedio que enfrentarme a él y destruirlo.
Debía de dejar de darle vueltas a la cabeza. No sabía si sería el cansancio o qué, pero comenzaba a vislumbrar símbolos, rostros, entre los árboles. Y siempre en determinados lugares. ¿El instinto de cazadora? Tal vez. Tenía un don peculiar para este tipo de circunstancias y hechos y para nada me asustaba. Aunque era la primera vez que veía caras sonrientes y números. No me inspiraba demasiada confianza, pero necesitábamos realizar un cambio de rumbo, ya que llevábamos horas caminando y no habíamos llegado a ningún sitio especial.
-Alister – lo llamé en voz baja. – Ve a la derecha. Hacia los árboles. - le pedí
-¿Por qué? ¿Qué has visto? – preguntó mirando hacia la espesura en la que nada podía apreciar el dragón.
-Hay algo por allí. – respondí.
-¿Cómo lo sabes? Yo no noto nada. – insistió.
-Soy rastreadora. – le dije. – Tengo un sexto sentido para estas cosas. – indiqué, con ciertos aires de mezquindad y prepotencia. Nada nuevo en mi carácter - Hazme caso y guíame hacia allí.
Sin demasiado convencimiento y con cierto temor de estar haciendo lo correcto, el dragón tiró de mí para hacerme girar disimuladamente en aquella dirección, en el interior del bosque, que nos hacía salirnos del ya de por sí pequeño camino por el que avanzábamos.
¿Qué habría allí dentro? No tenía ni idea. Yo también estaba nerviosa. A cualquier tiradora de larga distancia le incomodaría ir la primera. Pero lo habíamos decidido así ya que tal y como habíamos visto en las islas, Vladimir no tenía la intención de matarme, sino de capturarme. Presumiblemente para mi abuela. Confiaba que no hubiese cambiado de parecer. Fuera como fuera, sólo esperaba que Elen y Jules no nos hubiesen perdido el rastro y vinieran tras nosotros para apoyarnos en caso de que las cosas se pusiesen feas.
-¿Tienes alguna idea de a dónde vamos? – pregunté aborrecida al dragón. Con una cara de molestia que no me vería pues me encontraba a mi espalda.
-No lo sé. Lo cierto es que tengo la sensación de que ya hemos pasado por aquí. – contestó el hombre de larga gabardina.
Efectivamente. Ya habíamos pasado por ahí. Y no una, sino muchas veces. Un árbol, y otro, y otro, y otro… No había duda: Habíamos pasado por allí. O puede que por otro sitio. Porque no había nada distintivo que me llevara a pensar que fuésemos por otro lado. Comenzaba a anochecer y el peligro podía comenzar a cualquier momento. ¿De noche en la guarida de la Hermandad? No se me ocurriría peor sitio para ir a pasar una velada.
Pero había que mantener la calma, no teníamos que desesperarnos, ni entrar en precipitaciones desmesuradas. Me mantendría recta y calmada, como de costumbre. Sin miedo. Ya había hecho eso un montón de veces. No era más que otro día de caza. Está bien, era un vampiro supremo al que ya me había enfrentado y derrotado. Pero era un rival terrible. También era cierto que en aquella ocasión en las islas luchamos Níniel, Vincent, Jules, Isabella, Igraine y yo misma combinadamente para poder derrotarlo. Esta vez no teníamos tantos efectivos, y además, ahora era él quien “jugaba en casa”.
Había prometido a mi amiga que no le mataría si volvía a toparme con él. Después de que me explicara todo lo de los centinelas y la importancia que suponía para ella no podía hacerlo. Le había dado mi palabra y la cumpliría. Pero jamás le perdonaría a nivel general que hubiese boicoteado la fiesta y, a nivel más personal, que hubiese dejado inválido al maestro Dorian. Eso sí, si no se desvinculaba del poder de mi abuela no tendría más remedio que enfrentarme a él y destruirlo.
Debía de dejar de darle vueltas a la cabeza. No sabía si sería el cansancio o qué, pero comenzaba a vislumbrar símbolos, rostros, entre los árboles. Y siempre en determinados lugares. ¿El instinto de cazadora? Tal vez. Tenía un don peculiar para este tipo de circunstancias y hechos y para nada me asustaba. Aunque era la primera vez que veía caras sonrientes y números. No me inspiraba demasiada confianza, pero necesitábamos realizar un cambio de rumbo, ya que llevábamos horas caminando y no habíamos llegado a ningún sitio especial.
-Alister – lo llamé en voz baja. – Ve a la derecha. Hacia los árboles. - le pedí
-¿Por qué? ¿Qué has visto? – preguntó mirando hacia la espesura en la que nada podía apreciar el dragón.
-Hay algo por allí. – respondí.
-¿Cómo lo sabes? Yo no noto nada. – insistió.
-Soy rastreadora. – le dije. – Tengo un sexto sentido para estas cosas. – indiqué, con ciertos aires de mezquindad y prepotencia. Nada nuevo en mi carácter - Hazme caso y guíame hacia allí.
Sin demasiado convencimiento y con cierto temor de estar haciendo lo correcto, el dragón tiró de mí para hacerme girar disimuladamente en aquella dirección, en el interior del bosque, que nos hacía salirnos del ya de por sí pequeño camino por el que avanzábamos.
¿Qué habría allí dentro? No tenía ni idea. Yo también estaba nerviosa. A cualquier tiradora de larga distancia le incomodaría ir la primera. Pero lo habíamos decidido así ya que tal y como habíamos visto en las islas, Vladimir no tenía la intención de matarme, sino de capturarme. Presumiblemente para mi abuela. Confiaba que no hubiese cambiado de parecer. Fuera como fuera, sólo esperaba que Elen y Jules no nos hubiesen perdido el rastro y vinieran tras nosotros para apoyarnos en caso de que las cosas se pusiesen feas.
- OFF:
*Off: Tal y como te pregunté por privado y me permitiste he empezado escribiendo yo, ya que se supone que soy la que va delante del grupo para ir acorde con el tema anterior. Pero si hubiese algún problema, indicádmelo.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Desde una posición semi oculta entre los árboles, Jules y Elen siguieron con la mirada a sus respectivos compañeros mientras éstos llevaban a cabo la idea del dragón, que de momento estaba interpretando bien su papel, o al menos eso creía la hechicera, ya que no podía asegurar que hubiese otros ojos observando la escena. Ellos por su parte debían mantenerse fuera de la vista, pero eso no resultaría tan sencillo, sobre todo teniendo en cuenta que pretendían entrar en una guarida repleta de vampiros, con lo que ello significaba. El desarrollado sentido del oído que caracterizaba a aquella raza podría darles problemas, pero aun así debían seguir adelante, pues quizá no tuviese otra oportunidad de reunirse con el inmortal.
- Si Mortagglia no estuviese de por medio todo sería más fácil. - pensó la benjamina de los Calhoun, mientras comenzaba a desplazarse cuidadosamente por entre la vegetación, de modo que no perdiese nunca de vista ni al alado ni a Huracán. Jules la seguía de cerca, acariciando de vez en cuando la madera de su ballesta y escrutando con la mirada tanto el suelo como los arbustos de escasa altura por entre los que se movían, atento a cualquier sonido que pudiese delatar la presencia de algún enemigo. El plan era sin duda arriesgado, pero la joven confiaba plenamente en las habilidades del par de cazadores, que unidas a la fiereza del dragón y sus poderes tendrían que bastar para hacer frente a lo que les aguardase en el interior del bosque.
Para cuando el sol comenzó a ocultarse, amenazando con sumir la zona en aquella densa oscuridad que parecía adueñarse de gran parte de las tierras del oeste, el grupo todavía no había encontrado la entrada a la guarida de la Hermandad, hecho preocupante ya que se les acababa la ventaja de tener el día de su parte. - Esto no funciona, solo estamos dando vueltas sin rumbo. - se quejó el cazador, que no quitaba ojo a su compañera mientras la impaciencia se iba apoderando de él.
A Elen le habría gustado poder dedicarle unas palabras de ánimo, pero la realidad era que ella tampoco tenía idea de hacia dónde avanzaban, ni de si Alister o Huracán sabían la dirección que debían seguir. Cansada, y con la amenaza de que la noche se les echase encima, la centinela siguió moviéndose a través de los arbustos, agazapada y lista para afrontar una pelea en cualquier momento, ya que era algo bastante probable. Sin embargo, instantes después de haberse puesto en marcha una voz hizo que se detuviese en seco, alguien la estaba llamando.
No se trataba de Jules ni de ninguna persona conocida, pero por alguna extraña razón, aquella voz le resultaba agradable, la transportaba a tiempos mejores, cuando apenas era una niña y vivía en las islas, sin preocupaciones y ajena a todo el mal que vagaba por el mundo. Durante unos breves segundos, la hechicera pudo ver a aquella pequeña versión de sí misma en el interior de la casita familiar que no hacía mucho había terminado de reparar, pero parecía tan distinta, tan llena de alegría y tranquilidad. Yennefer la estrechaba entre sus brazos mientras Geralt le revolvía los cenicientos cabellos, que claramente había heredado de él.
¿Había pasado aquello de verdad alguna vez? Sí, ahora lo recordaba, ambos la felicitaban por haber conseguido elaborar una de las pociones que su padre utilizaba para enseñar a los aprendices de alquimia en la academia. De ahí había nacido su interés por las hierbas y sus distintas propiedades beneficiosas, pero tras tantos años su mente había dejado de lado aquel recuerdo, que de no ser por la extraña voz, habría seguido en el olvido. Resultaba comprensible después de haber padecido tanto en los últimos años, y teniendo en cuenta que el matrimonio Calhoun abandonó las islas cuando ella apenas tenía 10, la centinela no podía reprocharse el haber olvidado cosas como aquella, había pasado mucho tiempo.
Ni siquiera podía determinar con exactitud qué edad tenía en aquella imagen, pero pronto ésta se desvaneció, aunque por suerte, la voz siguió llamándola. Cada vez que escuchaba su nombre la agradable sensación que le transmitía se volvía más fuerte, tanto que empezó a sentir que tanto ella como el dueño de la voz compartían algo, un lugar dentro de ella, que no sabría describir. Aun así no dejaba de preguntarse… ¿de dónde provenía? O más bien, ¿quién era capaz de meterse en su cabeza de aquel modo?
Jules seguía en movimiento, lo cual indicaba que él no había escuchado nada, así que solo podía haber una explicación, Vladimir. ¿Habría notado su presencia o la habría estado observando como Amaterasu? Pronto lo descubriría, pues a juzgar por las señas del cazador, Huracán y Alister habían encontrado algo, quizá el camino hacia la entrada. Sin perder tiempo, la de ojos verdes se acercó al brujo y prestó atención al nuevo cambio de rumbo que iniciaba el dragón, esperando que la dulce voz del vampiro volviese a pronunciar su nombre.
¿A qué se debía aquella debilidad? De haberse encontrado en condiciones normales se habría enfadado consigo misma por dejarse manipular, pero la cautivante sensación que recorría su cuerpo le nublaba el juicio.
- Si Mortagglia no estuviese de por medio todo sería más fácil. - pensó la benjamina de los Calhoun, mientras comenzaba a desplazarse cuidadosamente por entre la vegetación, de modo que no perdiese nunca de vista ni al alado ni a Huracán. Jules la seguía de cerca, acariciando de vez en cuando la madera de su ballesta y escrutando con la mirada tanto el suelo como los arbustos de escasa altura por entre los que se movían, atento a cualquier sonido que pudiese delatar la presencia de algún enemigo. El plan era sin duda arriesgado, pero la joven confiaba plenamente en las habilidades del par de cazadores, que unidas a la fiereza del dragón y sus poderes tendrían que bastar para hacer frente a lo que les aguardase en el interior del bosque.
Para cuando el sol comenzó a ocultarse, amenazando con sumir la zona en aquella densa oscuridad que parecía adueñarse de gran parte de las tierras del oeste, el grupo todavía no había encontrado la entrada a la guarida de la Hermandad, hecho preocupante ya que se les acababa la ventaja de tener el día de su parte. - Esto no funciona, solo estamos dando vueltas sin rumbo. - se quejó el cazador, que no quitaba ojo a su compañera mientras la impaciencia se iba apoderando de él.
A Elen le habría gustado poder dedicarle unas palabras de ánimo, pero la realidad era que ella tampoco tenía idea de hacia dónde avanzaban, ni de si Alister o Huracán sabían la dirección que debían seguir. Cansada, y con la amenaza de que la noche se les echase encima, la centinela siguió moviéndose a través de los arbustos, agazapada y lista para afrontar una pelea en cualquier momento, ya que era algo bastante probable. Sin embargo, instantes después de haberse puesto en marcha una voz hizo que se detuviese en seco, alguien la estaba llamando.
No se trataba de Jules ni de ninguna persona conocida, pero por alguna extraña razón, aquella voz le resultaba agradable, la transportaba a tiempos mejores, cuando apenas era una niña y vivía en las islas, sin preocupaciones y ajena a todo el mal que vagaba por el mundo. Durante unos breves segundos, la hechicera pudo ver a aquella pequeña versión de sí misma en el interior de la casita familiar que no hacía mucho había terminado de reparar, pero parecía tan distinta, tan llena de alegría y tranquilidad. Yennefer la estrechaba entre sus brazos mientras Geralt le revolvía los cenicientos cabellos, que claramente había heredado de él.
¿Había pasado aquello de verdad alguna vez? Sí, ahora lo recordaba, ambos la felicitaban por haber conseguido elaborar una de las pociones que su padre utilizaba para enseñar a los aprendices de alquimia en la academia. De ahí había nacido su interés por las hierbas y sus distintas propiedades beneficiosas, pero tras tantos años su mente había dejado de lado aquel recuerdo, que de no ser por la extraña voz, habría seguido en el olvido. Resultaba comprensible después de haber padecido tanto en los últimos años, y teniendo en cuenta que el matrimonio Calhoun abandonó las islas cuando ella apenas tenía 10, la centinela no podía reprocharse el haber olvidado cosas como aquella, había pasado mucho tiempo.
Ni siquiera podía determinar con exactitud qué edad tenía en aquella imagen, pero pronto ésta se desvaneció, aunque por suerte, la voz siguió llamándola. Cada vez que escuchaba su nombre la agradable sensación que le transmitía se volvía más fuerte, tanto que empezó a sentir que tanto ella como el dueño de la voz compartían algo, un lugar dentro de ella, que no sabría describir. Aun así no dejaba de preguntarse… ¿de dónde provenía? O más bien, ¿quién era capaz de meterse en su cabeza de aquel modo?
Jules seguía en movimiento, lo cual indicaba que él no había escuchado nada, así que solo podía haber una explicación, Vladimir. ¿Habría notado su presencia o la habría estado observando como Amaterasu? Pronto lo descubriría, pues a juzgar por las señas del cazador, Huracán y Alister habían encontrado algo, quizá el camino hacia la entrada. Sin perder tiempo, la de ojos verdes se acercó al brujo y prestó atención al nuevo cambio de rumbo que iniciaba el dragón, esperando que la dulce voz del vampiro volviese a pronunciar su nombre.
¿A qué se debía aquella debilidad? De haberse encontrado en condiciones normales se habría enfadado consigo misma por dejarse manipular, pero la cautivante sensación que recorría su cuerpo le nublaba el juicio.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Las yentes se aproximaban. Si se concentraba, si prestaba el interés suficiente en ellos, podría ver cómo caminaban, sin prisas pero sin pausas, hacia donde el hombre anuro se hallaba. Sin prestar un instante a meditar sobre la difícil situación, Nate Halliman brincó de árbol a árbol buscando las ramas más frondosas; éstas le ocultarían mejor. Esa era su intención, al menos: esconderse de las yentes y de los problemas que ellos ocasionaban.
Quince árboles de diferencia entre el anuro y las yentes. Pocos árboles. Si no ideaba algo, tendría que pasar a la acción y para un reptil tan holgazan como él eso sería un inconveniente nuevo a sumar a los muchos otros que traerían las yentes.
Doce árboles. Por extraño que pareciese, las yentes avanzaban más rápido que él. ¿Cómo era posible eso? Esa era una pregunta digna a tener que ser respondida. Nate paró su avance para pensar sobre esta cuestión. No le costo encontrar la respuesta adecuada. Tras haberse detenido a pensar, el problema resultaba una broma. Y es que claro, las yentes caminan por bajo los árboles sin parar unos segundos a buscar lugares frondosos como Nate hacía. Esa era la respuesta a su pregunta y también el motivo por el cual ya quedaban tan solo seis árboles de distancia entre el hombre anuro y las yentes.
Rendido, pues habían más posibilidades de que le al cabo de unos minutos le encontrasen que a que pudiera pasar inadvertido, Nate Halliman se tumbó como si fuera a siestar (grandiosa palabra) en la rama del árbol donde estaba. Un sombrero de paja junto a una espiga de trigo en la boca serían los acompañantes perfectos para adornar la posición de siesteo. Lástima que, en ese momento, Nate no tuviera ninguna de esas dos cosas. De haberlas tenido, las yentes se hubieran quedado maravillado por su performance.
-Que desagradable- bramó Nate Halliman cuando el primer grupo de yentes (cuando estuvieron a cinco árboles de distancia observó que habían dos grupos muy bien diferenciados) nada más quedaron bajo la rama donde fingía siestear- las yentes desprendéis un aroma nauseabundo.- se asomó a ver las yentes y, con la parte de la cara sonriente de su vara, señaló hacia algún lugar del bosque- Justo en esa dirección hay un buen pantano; probad bañaros allí. Peor no vais a salir-.
En cuanto en cuanto creyó reconocerla, la señaló con la uña mugrosa de su dedo índice. ¿Era esa chica? ¡Sí, lo era! Una vez confirmado, guardó el catalejo (o el miralejos como lo bautizó el idiota verde) y volvió hacia el interior de la vieja cabaña de madera. El hogar, si aquello se lo podría llamar hogar, era una única habitación que servía de comedor, cocina y almacen de armas al mismo tiempo. Una mesa en el centro con dos sillas de madera, una chimenea en la que cocinar en la pared de en frente que daba a la puerta y, el resto, armarios y armarios repletos de ballestas, arcos, espadas, cuchillos (de los más grandes hasta los más pequeños), trampas para osos, cadenas y muchos otros artículos dedicados especialmente para la caza que preperaba. Que irónico, se preparaba para cazar a una cazadora.
* Ambos: Estáis en el bosque y veis a este… cuanto menos curioso personaje. Tendréis muchas preguntas que hacerle, eso seguro. Pues adelante. En este siguiente turno compartís las dos el mismo objetivo: “Deberéis usar vuestro don para la palabra para que el anuro os ayude a vuestra causa.”
* Huracán: Una cazadora de vampiros en la propia cuna de los chupasangre. Oh, claro que estas en peligro. Alguien te observa desde algún lugar del bosque y ese alguien no es Nate Halliman.
* Elen Calhoun: La encantadora voz sigue hablándote, sin embargo, y para evitar cometer el error del metarol, no la usaré en un post a no ser que sea sobre algo de vital importancia para nuestra trama. Que no la use no significa que esté muda. Es por eso que te permito usarla si es que deseas interiorizar más en tu personaje.
Quince árboles de diferencia entre el anuro y las yentes. Pocos árboles. Si no ideaba algo, tendría que pasar a la acción y para un reptil tan holgazan como él eso sería un inconveniente nuevo a sumar a los muchos otros que traerían las yentes.
Doce árboles. Por extraño que pareciese, las yentes avanzaban más rápido que él. ¿Cómo era posible eso? Esa era una pregunta digna a tener que ser respondida. Nate paró su avance para pensar sobre esta cuestión. No le costo encontrar la respuesta adecuada. Tras haberse detenido a pensar, el problema resultaba una broma. Y es que claro, las yentes caminan por bajo los árboles sin parar unos segundos a buscar lugares frondosos como Nate hacía. Esa era la respuesta a su pregunta y también el motivo por el cual ya quedaban tan solo seis árboles de distancia entre el hombre anuro y las yentes.
Rendido, pues habían más posibilidades de que le al cabo de unos minutos le encontrasen que a que pudiera pasar inadvertido, Nate Halliman se tumbó como si fuera a siestar (grandiosa palabra) en la rama del árbol donde estaba. Un sombrero de paja junto a una espiga de trigo en la boca serían los acompañantes perfectos para adornar la posición de siesteo. Lástima que, en ese momento, Nate no tuviera ninguna de esas dos cosas. De haberlas tenido, las yentes se hubieran quedado maravillado por su performance.
-Que desagradable- bramó Nate Halliman cuando el primer grupo de yentes (cuando estuvieron a cinco árboles de distancia observó que habían dos grupos muy bien diferenciados) nada más quedaron bajo la rama donde fingía siestear- las yentes desprendéis un aroma nauseabundo.- se asomó a ver las yentes y, con la parte de la cara sonriente de su vara, señaló hacia algún lugar del bosque- Justo en esa dirección hay un buen pantano; probad bañaros allí. Peor no vais a salir-.
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En cuanto en cuanto creyó reconocerla, la señaló con la uña mugrosa de su dedo índice. ¿Era esa chica? ¡Sí, lo era! Una vez confirmado, guardó el catalejo (o el miralejos como lo bautizó el idiota verde) y volvió hacia el interior de la vieja cabaña de madera. El hogar, si aquello se lo podría llamar hogar, era una única habitación que servía de comedor, cocina y almacen de armas al mismo tiempo. Una mesa en el centro con dos sillas de madera, una chimenea en la que cocinar en la pared de en frente que daba a la puerta y, el resto, armarios y armarios repletos de ballestas, arcos, espadas, cuchillos (de los más grandes hasta los más pequeños), trampas para osos, cadenas y muchos otros artículos dedicados especialmente para la caza que preperaba. Que irónico, se preparaba para cazar a una cazadora.
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* Ambos: Estáis en el bosque y veis a este… cuanto menos curioso personaje. Tendréis muchas preguntas que hacerle, eso seguro. Pues adelante. En este siguiente turno compartís las dos el mismo objetivo: “Deberéis usar vuestro don para la palabra para que el anuro os ayude a vuestra causa.”
* Huracán: Una cazadora de vampiros en la propia cuna de los chupasangre. Oh, claro que estas en peligro. Alguien te observa desde algún lugar del bosque y ese alguien no es Nate Halliman.
* Elen Calhoun: La encantadora voz sigue hablándote, sin embargo, y para evitar cometer el error del metarol, no la usaré en un post a no ser que sea sobre algo de vital importancia para nuestra trama. Que no la use no significa que esté muda. Es por eso que te permito usarla si es que deseas interiorizar más en tu personaje.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Cuanto más me adentraba en el bosque, peor espina me daba todo aquello. No estaba sintiéndome nada segura avanzando por aquellos matorrales sin poder desenfundar mi ballesta pesada para defenderme. Tenía bastante miedo, a decir verdad. La sensación de tener a alguien persiguiéndome no se me quitaba nunca.
¿Y si aquellos retratos tan extraños que veía sobre los árboles tenían algo que ver con Mortagglia? Sobre mi cabeza rondaba la alargada sombra de la Dama. Tenía su marca en el brazo. Y, de vez en cuando, se manifestaba en extrañas formas, como la palangana de agua cuando libramos a aquel estúpido y desagradecido llamado Neph de su pócima del amor. Por suerte, hasta el momento estas manifestaciones de la vampiresa jamás fueron físicas. Pero que tuviera la capacidad de saber dónde me encontraba no era de mi agrado, precisamente desde mi primer enfrentamiento con Vladimir, cuando quedé marcada por el mismísimo chupasangres.
Temía que mi abuela anduviese cerca y nos encontrara. Pero dada su condición de vampiresa esperaba que aún me quedasen unas cuantas horas antes de que esto ocurriera, al menos hasta que el sol se pusiera o accediéramos a la guarida.
En determinado instante, entre los árboles, escuchamos una voz curiosa. Refiriéndose a nosotros. Un tanto grave y repelente a la vez. Que provenía de la copa de un árbol. No parece una voz imponente sino más bien una calmada y tranquila. Miré hacia arriba para comprobar que aquellos sonidos no eran alucinaciones mías. Efectivamente. Un sapo en la copa de un árbol nos hablaba a nosotros. Aquel… ¿ser? Nos “invitaba” a meternos en el pantano para oler mejor.
“¿Qué es eso?” pensé en silencio, poniendo una cara extrañada. No había visto un ser igual en mi vida. Una especie de hombre sapo parlanchín. Para ser sincera, preferiría no hablar con semejante criatura, pero a fin de cuentas, había que dialogar con él. Ya que era el único ser vivo con capacidad de labia que nos habíamos cruzado. – Suéltame un poco – le dije muy secamente a Alister, cuya cuerda me empezaba a dañar las muñecas. El animal no parecía muy peligroso, así que podríamos hablar con él sin aparente problema. No obstante, me mantuve cerca del alado en forma humana para no levantar sospechas ante posibles ojos ajenos.
-Estamos buscando una guarida de vampiros. – dijo el dragón – ¿Sabrás dónde se encuentra? – preguntó cortésmente. Mucho más de lo que lo haría yo.
Esperamos a que el batracio decidiera dar su comentario al respecto. En el caso de que el tipo, que no lo parecía, mostrara agresividad, tenía mis muñecas listas para ser desaflojadas en cualquier momento. Además, Alister ya había demostrado que no era precisamente un mal luchador.
Yo no dejaba de mirar hacia todos lados, tenía el incesante presentimiento de sentirme acechada. De que algo, venía detrás de mí, pero no sabía qué era ni cuándo aparecería. La espesura de los bosques, aunque en el atardecer, me impedía mirar más allá y descubrir qué era lo que había.
-¿Conoces a Vladimir, el Inmortal? – le pregunté a la rana. – Estamos buscándolo. Cualquier información que nos puedas dar, será bienvenida. – confirmé con seriedad y sinceridad. Puede que aquel monstruo fuera un confidente de los vampiros, pero aquello no tenía por qué ser malo, en el caso de que decidiera delatarnos tampoco perderíamos nada, pues nuestra intención era, precisamente, encontrar al vampiro. Y cuanto más rápido fuese, mejor.
Seguía pensando si Elen y Jules estarían escuchando cualquier cosa que tuviese que decir la criatura, si bien Jules no sabía mucho del vampiro, Elen sí que podría interpretar cualquier información relacionada con Vlad. Daba por hecho que nos tenían bajo vista, de lo contrario, ya se habrían pronunciado.
¿Y si aquellos retratos tan extraños que veía sobre los árboles tenían algo que ver con Mortagglia? Sobre mi cabeza rondaba la alargada sombra de la Dama. Tenía su marca en el brazo. Y, de vez en cuando, se manifestaba en extrañas formas, como la palangana de agua cuando libramos a aquel estúpido y desagradecido llamado Neph de su pócima del amor. Por suerte, hasta el momento estas manifestaciones de la vampiresa jamás fueron físicas. Pero que tuviera la capacidad de saber dónde me encontraba no era de mi agrado, precisamente desde mi primer enfrentamiento con Vladimir, cuando quedé marcada por el mismísimo chupasangres.
Temía que mi abuela anduviese cerca y nos encontrara. Pero dada su condición de vampiresa esperaba que aún me quedasen unas cuantas horas antes de que esto ocurriera, al menos hasta que el sol se pusiera o accediéramos a la guarida.
En determinado instante, entre los árboles, escuchamos una voz curiosa. Refiriéndose a nosotros. Un tanto grave y repelente a la vez. Que provenía de la copa de un árbol. No parece una voz imponente sino más bien una calmada y tranquila. Miré hacia arriba para comprobar que aquellos sonidos no eran alucinaciones mías. Efectivamente. Un sapo en la copa de un árbol nos hablaba a nosotros. Aquel… ¿ser? Nos “invitaba” a meternos en el pantano para oler mejor.
“¿Qué es eso?” pensé en silencio, poniendo una cara extrañada. No había visto un ser igual en mi vida. Una especie de hombre sapo parlanchín. Para ser sincera, preferiría no hablar con semejante criatura, pero a fin de cuentas, había que dialogar con él. Ya que era el único ser vivo con capacidad de labia que nos habíamos cruzado. – Suéltame un poco – le dije muy secamente a Alister, cuya cuerda me empezaba a dañar las muñecas. El animal no parecía muy peligroso, así que podríamos hablar con él sin aparente problema. No obstante, me mantuve cerca del alado en forma humana para no levantar sospechas ante posibles ojos ajenos.
-Estamos buscando una guarida de vampiros. – dijo el dragón – ¿Sabrás dónde se encuentra? – preguntó cortésmente. Mucho más de lo que lo haría yo.
Esperamos a que el batracio decidiera dar su comentario al respecto. En el caso de que el tipo, que no lo parecía, mostrara agresividad, tenía mis muñecas listas para ser desaflojadas en cualquier momento. Además, Alister ya había demostrado que no era precisamente un mal luchador.
Yo no dejaba de mirar hacia todos lados, tenía el incesante presentimiento de sentirme acechada. De que algo, venía detrás de mí, pero no sabía qué era ni cuándo aparecería. La espesura de los bosques, aunque en el atardecer, me impedía mirar más allá y descubrir qué era lo que había.
-¿Conoces a Vladimir, el Inmortal? – le pregunté a la rana. – Estamos buscándolo. Cualquier información que nos puedas dar, será bienvenida. – confirmé con seriedad y sinceridad. Puede que aquel monstruo fuera un confidente de los vampiros, pero aquello no tenía por qué ser malo, en el caso de que decidiera delatarnos tampoco perderíamos nada, pues nuestra intención era, precisamente, encontrar al vampiro. Y cuanto más rápido fuese, mejor.
Seguía pensando si Elen y Jules estarían escuchando cualquier cosa que tuviese que decir la criatura, si bien Jules no sabía mucho del vampiro, Elen sí que podría interpretar cualquier información relacionada con Vlad. Daba por hecho que nos tenían bajo vista, de lo contrario, ya se habrían pronunciado.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Con su atención dividida entre seguir al resto del grupo sin hacer ruido y atender a la voz que resonaba dentro de su cabeza, Elen se mantuvo en todo momento detrás de Jules, que se mantenía muy atento a los movimientos de la cazadora y el dragón. No disponían de mucho tiempo para dar con la guarida de la Hermandad antes de que la noche cubriese el bosque con su manto, pero aquel repentino cambio de rumbo debía significar algo, o al menos en eso confiaba el brujo, que a pesar de mantenerse oculto entre la vegetación no dejaba de acariciar su ballesta.
Daban por hecho que alguien estaría observando desde algún lugar, quizá subido a lo alto de un árbol o escondido tras los arbustos, y eso no les permitía relajarse ni por un instante. La posibilidad de un encuentro fortuito con los guardianes de la Hermandad era bastante remota, ya que al encontrarse en su propio terreno sabrían aprovechar mejor la zona para mantenerse fuera de la vista, pero por esto mismo no se podía descartar que los descubriesen y decidiesen atacarlos, a fin de cuentas Mortagglia no quería con vida a ninguno de los dos, solo le interesaba su nieta. Lo único en que podía confiar ha de cabellos cenicientos era en que Vladimir mostrase algo de curiosidad por su persona, que no se limitase a observarla y meterse en su cabeza sino que también le diese la oportunidad de explicar el motivo por el que había ido a buscarlo.
En el más absoluto de los silencios, cazador y centinela continuaron avanzando lentamente por entre los árboles, hasta que de repente, una extraña voz comenzó a sonar no muy lejos de donde se encontraban. No le hizo falta levantar mucho la vista para encontrar al ser que acababa de hablar, y como si de un resorte se tratase, el cuerpo de la bruja se tensó instintivamente. ¿Amigo o enemigo? Esa fue la cuestión que tomó forma en su cabeza de inmediato, mientras su mirada recorría al pequeño hombre bestia sapo. No era la primera vez que se encontraba con una criatura semejante, pero a decir verdad, Hatzk se había mostrado mucho más amable que aquel extraño que los invitaba a bañarse en un pantano.
Ignorando el comentario del anuro, Alister trató de entablar conversación con él para sonsacarle información acerca de la guarida de los vampiros, pero Huracán fue mucho más directa, preguntando por el inmortal y revelando que lo estaban buscando. Aquello fue arriesgado, podía echar por tierra la treta que llevaban a cabo, pero teniendo en cuenta que su ventaja se esfumaba con el paso de los minutos, no quedaba más remedio que intentarlo. Elen y Jules debían mantener su posición y evitar ser vistos, pero desde la rama en que se encontraba el sapo era probable que ya los hubiese detectado, aunque de momento no lo daría por hecho.
“ Elen Calhoun ”
Otra vez, la voz volvía a llamarla con firmeza, trasladando a la tensai nuevamente al pasado. Seguía estando en la modesta casa familiar de las islas, pero ésta vez era algo más pequeña que en la anterior, apenas tendría alrededor de tres o cuatro años. Yennefer leía cómodamente sentada junto a la ventana, mientras la benjamina de la familia jugaba sobre la alfombra del salón con unas pequeñas figuras talladas en madera. No utilizaba las manos, pero una amplia sonrisa se dibujaba en su rostro cada vez que conseguía mover algo haciendo uso de la telequinesis, aunque de momento solo podía manipular cosas muy ligeras, cosa que con el tiempo cambiaría.
A veces se ayudaba con leves corrientes de aire, y fue así como descubrió la forma avanzada de su elemento, que se convertiría en su arma más efectiva. Unas pequeñas y brillantes centellas comenzaron a brotar de sus dedos, haciendo que el juego de mover figuras perdiese inmediatamente todo su interés. Los intensos ojos verdes de la niña quedaron maravillados ante aquella visión, y pronto no fue la única que observaba el vaivén de las centellas. - ¿Cómo lo has hecho? - preguntó su madre, que había abandonado su tomo de artes arcanas para situarse al lado de la pequeña.
- No lo sé. - respondió ella, sin poder apartar la mirada de sus manos. - Empiezas a manejar la electricidad antes de lo que había imaginado, mi pequeña Chispa. - dijo la morena, para acto seguido estrechar a su hija entre los brazos alegremente. Para cuando la centinela volvió al presente, el grupo seguía en el mismo lugar y el sapo aún no había tomado la palabra para responder a las preguntas que se le habían formulado, pero permitirse aquellas distracciones podría traerle problemas en mitad de una batalla, tenía que concentrarse en lo que estaban haciendo. Aun así no quería bloquear la voz que le traía los recuerdos, de hecho no sabía si podría, pero tampoco lo intentaría.
Centrando su atención tanto como le era posible, la de cabellos cenicientos aguardó las palabras del anuro, con la esperanza de que les diese alguna pista o información sobre la guarida de Mortagglia o Vladimir.
Off: De momento nos mantenemos escondidos para no echar por tierra la treta de Alister.
Daban por hecho que alguien estaría observando desde algún lugar, quizá subido a lo alto de un árbol o escondido tras los arbustos, y eso no les permitía relajarse ni por un instante. La posibilidad de un encuentro fortuito con los guardianes de la Hermandad era bastante remota, ya que al encontrarse en su propio terreno sabrían aprovechar mejor la zona para mantenerse fuera de la vista, pero por esto mismo no se podía descartar que los descubriesen y decidiesen atacarlos, a fin de cuentas Mortagglia no quería con vida a ninguno de los dos, solo le interesaba su nieta. Lo único en que podía confiar ha de cabellos cenicientos era en que Vladimir mostrase algo de curiosidad por su persona, que no se limitase a observarla y meterse en su cabeza sino que también le diese la oportunidad de explicar el motivo por el que había ido a buscarlo.
En el más absoluto de los silencios, cazador y centinela continuaron avanzando lentamente por entre los árboles, hasta que de repente, una extraña voz comenzó a sonar no muy lejos de donde se encontraban. No le hizo falta levantar mucho la vista para encontrar al ser que acababa de hablar, y como si de un resorte se tratase, el cuerpo de la bruja se tensó instintivamente. ¿Amigo o enemigo? Esa fue la cuestión que tomó forma en su cabeza de inmediato, mientras su mirada recorría al pequeño hombre bestia sapo. No era la primera vez que se encontraba con una criatura semejante, pero a decir verdad, Hatzk se había mostrado mucho más amable que aquel extraño que los invitaba a bañarse en un pantano.
Ignorando el comentario del anuro, Alister trató de entablar conversación con él para sonsacarle información acerca de la guarida de los vampiros, pero Huracán fue mucho más directa, preguntando por el inmortal y revelando que lo estaban buscando. Aquello fue arriesgado, podía echar por tierra la treta que llevaban a cabo, pero teniendo en cuenta que su ventaja se esfumaba con el paso de los minutos, no quedaba más remedio que intentarlo. Elen y Jules debían mantener su posición y evitar ser vistos, pero desde la rama en que se encontraba el sapo era probable que ya los hubiese detectado, aunque de momento no lo daría por hecho.
“ Elen Calhoun ”
Otra vez, la voz volvía a llamarla con firmeza, trasladando a la tensai nuevamente al pasado. Seguía estando en la modesta casa familiar de las islas, pero ésta vez era algo más pequeña que en la anterior, apenas tendría alrededor de tres o cuatro años. Yennefer leía cómodamente sentada junto a la ventana, mientras la benjamina de la familia jugaba sobre la alfombra del salón con unas pequeñas figuras talladas en madera. No utilizaba las manos, pero una amplia sonrisa se dibujaba en su rostro cada vez que conseguía mover algo haciendo uso de la telequinesis, aunque de momento solo podía manipular cosas muy ligeras, cosa que con el tiempo cambiaría.
A veces se ayudaba con leves corrientes de aire, y fue así como descubrió la forma avanzada de su elemento, que se convertiría en su arma más efectiva. Unas pequeñas y brillantes centellas comenzaron a brotar de sus dedos, haciendo que el juego de mover figuras perdiese inmediatamente todo su interés. Los intensos ojos verdes de la niña quedaron maravillados ante aquella visión, y pronto no fue la única que observaba el vaivén de las centellas. - ¿Cómo lo has hecho? - preguntó su madre, que había abandonado su tomo de artes arcanas para situarse al lado de la pequeña.
- No lo sé. - respondió ella, sin poder apartar la mirada de sus manos. - Empiezas a manejar la electricidad antes de lo que había imaginado, mi pequeña Chispa. - dijo la morena, para acto seguido estrechar a su hija entre los brazos alegremente. Para cuando la centinela volvió al presente, el grupo seguía en el mismo lugar y el sapo aún no había tomado la palabra para responder a las preguntas que se le habían formulado, pero permitirse aquellas distracciones podría traerle problemas en mitad de una batalla, tenía que concentrarse en lo que estaban haciendo. Aun así no quería bloquear la voz que le traía los recuerdos, de hecho no sabía si podría, pero tampoco lo intentaría.
Centrando su atención tanto como le era posible, la de cabellos cenicientos aguardó las palabras del anuro, con la esperanza de que les diese alguna pista o información sobre la guarida de Mortagglia o Vladimir.
Off: De momento nos mantenemos escondidos para no echar por tierra la treta de Alister.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Enarcó una ceja al escuchar la voz de uno de los machos de yente. Eso fue sumamente curioso. Después de la falta de respeto que había soltado, lo esperado sería que le respondiesen de malas maneras y con un vocabulario soez muy digno para especie de gente. Qué extraño que no hicieran nada de lo que el erudito de las siestas y el buen comer esperaba. Muy extraño. O no tanto. Si alguien estaba en busca de algo que le resultase de buena importancia no se molestaría en contestar mal a un residente de los bosques. Es más, lo trataría con cortesía y le diría halagos si con eso, ese alguien, pudiera conseguir la ayuda para encontrar aquello de que precisaba. Nate no obtuvo ni un solo halago por parte de las yentes, y croó como muestra de su desagrado ante ello, pero sí fue recibido con una sonrisa y unas buenas palabras corteses.
El anuro, antes de contestar al macho de las yentes, echó una ojeada a la sonrisa que se dibujaba en la punta de su báculo. Las respuestas adecuadas eran aquellas en las que uno paraba a meditar sobre la pregunta. “Vampiros”, en la cabeza de Nate, sonaba igual a “problemas”. Cierto era que eran las yentes quienes querían ir hacía ellos; no le importaba lo que hicieran las yentes si con ello, al día siguiente, podía seguir siesteando.
Se estaba rascando su perilla con las dos manos cuando, en ese mismo instante, una hembra yente, una que está atada, habló. Dijo un nombre tan atroz que, en cuanto Nate lo oyó, tuvo la necesidad de volver al árbol que había marcado con la nota de aquel día para disminuirla directamente a cero. Si los vampiros eran sinónimos de problemas, ESE vampiro en cuestión era EL problema.
- ¿Información, esa es vuestra ansiada búsqueda?- era obvio que no. La campaña de estas insensatas yentes iba más allá que obtener un par de anotaciones acerca de EL problema- Observad la vegetación- señaló con la punta de su báculo hacia uno de los más árboles más grandes de forma que la sonrisa dibujada miraba fijamente a otra sonrisa exactamente igual tallada en el tronco de ese mismo árbol- está llena de información. Yo mismo la anotado; dadme gracias por ello. Comprobad que no es labor que se pueda realizar en un solo día- la última palabra sonó como un croac más suave que el anterior; estaba presumiendo de su obra y hablar de ello le gustaba – Si soy inteligentes, os alejaréis de las malas calificaciones y de las caras más tristes; en pantano hay una hermosa cara dibujada- le guiñó un ojo a la hembra yente atada. Otro día, quizás, dibuje la linda cara de esa yente en un árbol- Pero como me temo que no lo sois, id hacia yi- quiso decir allí.- están las notas más bajas-.
Siguieran o no el camino de las malas calificaciones. Nate estaba dispuesto a seguir a las yentes. No les iba a sacar los ojos de encima. Sus siestas dependían de ello. Y, algo más importante que sus siestas; el recuerdo de la cara de la yente atada también dependía de EL problema. Aunque al final la acabaría dibujando con dos puntos en los ojos y un semicírculo en la boca, a Nate le gustaba pensar que esas malas rayas serían esa hermosa yente.
Las cuerdas eran buenas; sencillas pero eficaces. Aunque mejor serían las redes, más difíciles de esconder que las cuerdas pero podían abordar un área mayor en la captura de su presa. Si conocía bien quien era su enemigo, ni las cuerdas ni las redes serían unas trampas adecuadas para atraparla.
Cadenas y cepos de hierros dentados; sí, eso era otra cosa. Otra cosa mucho mejor de cualquier cuerda. Todo el camino que iba desde su cabaña de madera hasta el lugar donde ni por asomo iba a entrar estaba repleto de trampas que el mismo había confeccionado para la ocasión. Un mal paso por parte de la cazadora y, por fin, pagaría por los pecados que cometió. No fueron pocos y Wayne Overholser se los haría pagar todos de uno en uno. La Vieja Dama así lo dijo: “Fue ella; tráemela y te concederé el deseo que ansias.”
* Huracán: Al señor batracio le resultas atractiva. Ten por seguro que cuidará de tu cara bonita. No me culpes a mí, al no ver a Elen, Nate solo ha podido fijarse en ti. Este sórdido romance traerá consecuencias para el futuro de la quest.
* Elen Calhoun: Tu estrategia de esconderte de Nate Halliman ha funcionado. No ha expresado el menor interés en ti ni en Jules ya que estabais fuera de su rango de visión. Esta decisión tendrá consecuencias en un futuro.
* Ambos: Empieza la acción. Estáis de camino hacia el lugar donde se encuentra Vladimir. No hay tiempo para siestear (como diría Nate). En este turno deberéis describir el bosque dónde os encontráis incluido el rastro de dibujos y clasificaciones que hay sobre los troncos. Podéis usar imágenes de referencia si lo veis necesario. Al final, lanzaréis los dados. La voluntad de los Dioses serán quienes decidan si os encontráis con una de las trampas que Wayne Overholser ha preparado. Las trampas son individuales; podrán hacer separar vuestro grupo.
El anuro, antes de contestar al macho de las yentes, echó una ojeada a la sonrisa que se dibujaba en la punta de su báculo. Las respuestas adecuadas eran aquellas en las que uno paraba a meditar sobre la pregunta. “Vampiros”, en la cabeza de Nate, sonaba igual a “problemas”. Cierto era que eran las yentes quienes querían ir hacía ellos; no le importaba lo que hicieran las yentes si con ello, al día siguiente, podía seguir siesteando.
Se estaba rascando su perilla con las dos manos cuando, en ese mismo instante, una hembra yente, una que está atada, habló. Dijo un nombre tan atroz que, en cuanto Nate lo oyó, tuvo la necesidad de volver al árbol que había marcado con la nota de aquel día para disminuirla directamente a cero. Si los vampiros eran sinónimos de problemas, ESE vampiro en cuestión era EL problema.
- ¿Información, esa es vuestra ansiada búsqueda?- era obvio que no. La campaña de estas insensatas yentes iba más allá que obtener un par de anotaciones acerca de EL problema- Observad la vegetación- señaló con la punta de su báculo hacia uno de los más árboles más grandes de forma que la sonrisa dibujada miraba fijamente a otra sonrisa exactamente igual tallada en el tronco de ese mismo árbol- está llena de información. Yo mismo la anotado; dadme gracias por ello. Comprobad que no es labor que se pueda realizar en un solo día- la última palabra sonó como un croac más suave que el anterior; estaba presumiendo de su obra y hablar de ello le gustaba – Si soy inteligentes, os alejaréis de las malas calificaciones y de las caras más tristes; en pantano hay una hermosa cara dibujada- le guiñó un ojo a la hembra yente atada. Otro día, quizás, dibuje la linda cara de esa yente en un árbol- Pero como me temo que no lo sois, id hacia yi- quiso decir allí.- están las notas más bajas-.
Siguieran o no el camino de las malas calificaciones. Nate estaba dispuesto a seguir a las yentes. No les iba a sacar los ojos de encima. Sus siestas dependían de ello. Y, algo más importante que sus siestas; el recuerdo de la cara de la yente atada también dependía de EL problema. Aunque al final la acabaría dibujando con dos puntos en los ojos y un semicírculo en la boca, a Nate le gustaba pensar que esas malas rayas serían esa hermosa yente.
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Las cuerdas eran buenas; sencillas pero eficaces. Aunque mejor serían las redes, más difíciles de esconder que las cuerdas pero podían abordar un área mayor en la captura de su presa. Si conocía bien quien era su enemigo, ni las cuerdas ni las redes serían unas trampas adecuadas para atraparla.
Cadenas y cepos de hierros dentados; sí, eso era otra cosa. Otra cosa mucho mejor de cualquier cuerda. Todo el camino que iba desde su cabaña de madera hasta el lugar donde ni por asomo iba a entrar estaba repleto de trampas que el mismo había confeccionado para la ocasión. Un mal paso por parte de la cazadora y, por fin, pagaría por los pecados que cometió. No fueron pocos y Wayne Overholser se los haría pagar todos de uno en uno. La Vieja Dama así lo dijo: “Fue ella; tráemela y te concederé el deseo que ansias.”
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* Huracán: Al señor batracio le resultas atractiva. Ten por seguro que cuidará de tu cara bonita. No me culpes a mí, al no ver a Elen, Nate solo ha podido fijarse en ti. Este sórdido romance traerá consecuencias para el futuro de la quest.
* Elen Calhoun: Tu estrategia de esconderte de Nate Halliman ha funcionado. No ha expresado el menor interés en ti ni en Jules ya que estabais fuera de su rango de visión. Esta decisión tendrá consecuencias en un futuro.
* Ambos: Empieza la acción. Estáis de camino hacia el lugar donde se encuentra Vladimir. No hay tiempo para siestear (como diría Nate). En este turno deberéis describir el bosque dónde os encontráis incluido el rastro de dibujos y clasificaciones que hay sobre los troncos. Podéis usar imágenes de referencia si lo veis necesario. Al final, lanzaréis los dados. La voluntad de los Dioses serán quienes decidan si os encontráis con una de las trampas que Wayne Overholser ha preparado. Las trampas son individuales; podrán hacer separar vuestro grupo.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
No me fiaba un pelo de aquella especie de comemoscas parlanchín. Una criatura demasiado ridícula como para tomársela en serio. “¿Puedo pegarle un tiro?” pensé cruzándome de brazos indignada por el guiño que me había dedicado. Más le valía empezar a decir algo interesante en los próximos instantes. Por fortuna para él, más que para nosotros, decidió darnos la pista clave que nos llevaría a dar con la guarida de la Hermandad. ¿Seguir las caras tristes de los árboles para dar con Vladimir? Absurdo, pero práctico e intuitivo a la vez.
-Gracias. – dijo cortésmente Alister, menos mal que lo teníamos a él. Y comenzamos a caminar después de observar por última vez como aquel sapo no me quitaba el ojo de encima.
Caminamos hacia el pantano, siguiendo las marcas de los árboles en una cada vez más intensa oscuridad. El crepúsculo se acercaba, y con ella entrábamos en el peligroso dominio de los señores de la noche. Y aquella no me gustaba un pelo. La arboleda era densa, la vegetación estaba muerta en su mayoría. Resultaba irónico seguir el camino de las caras tristes y ver cómo el ambiente era cada vez más tétrico. Era como caminar hacia la muerte y, además, saber que te dirigías hacia ella.
Al ir por el camino menos transitado, comenzamos a caminar sobre hojas, mantos de hojas. Aquello me ponía casi más nerviosa que los vampiros, caminaba con cuidado, había bajado mi ritmo de avance.
-¿Qué ocurre? – preguntó Alister.
-Las hojas. – indiqué, mirando hacia el suelo y pisando con cuidado. – Es un lugar perfecto para poner trampas de red, o lo que es peor, cepos. – le expliqué sin dejar de mirar hacia el mismo.
-¿Crees que hay cazadores por estas tierras? – preguntó.
-Los vampiros también ponen trampas en ocasiones durante el día. – le expliqué, gracias a mis amplios conocimientos sobre los acechadores nocturnos – Si alguien cae en una de sus trampas durante el día, por la noche lo único que tiene que hacer es ir a recoger su trofeo. Una cena sin esfuerzo.
El dragón asintió con la cabeza y siguió mis precauciones. Verdaderamente no tenía ningún poder para detectarlas, más allá de levantar la hojarasca con corrientes de aire, pero aquello delataría nuestra posición y nuestro plan, y no era mi intención ni mucho menos.
La humedad comenzaba a ser más notoria conforme nos adentrábamos, y las caras ya no eran tristes, sino que además tenían dibujadas… figuras extrañas. Unas cuernos, otras colmillos. Macabro. Incluso creí ver una sombra moverse detrás de un árbol. Pero no supe distinguir si era alguna criatura, animal, o simplemente eran imaginaciones mías por la decisión. Lo que si notaba cada vez más caliente era mi brazo izquierdo, donde llevaba la marca de Mortagglia. La misma que el Centinela me había hecho, así que esperaba que él mismo pudiese quitármela, siempre que estuviese dispuesto a ello claro.
Más valía que pronto apareciese algo o terminaría volviéndome loca, pero mientras pisaba, tendría que tener cuidado no tropezarme con alguna trampa o confiar en que nada nos sorprendiera.
-Gracias. – dijo cortésmente Alister, menos mal que lo teníamos a él. Y comenzamos a caminar después de observar por última vez como aquel sapo no me quitaba el ojo de encima.
Caminamos hacia el pantano, siguiendo las marcas de los árboles en una cada vez más intensa oscuridad. El crepúsculo se acercaba, y con ella entrábamos en el peligroso dominio de los señores de la noche. Y aquella no me gustaba un pelo. La arboleda era densa, la vegetación estaba muerta en su mayoría. Resultaba irónico seguir el camino de las caras tristes y ver cómo el ambiente era cada vez más tétrico. Era como caminar hacia la muerte y, además, saber que te dirigías hacia ella.
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Al ir por el camino menos transitado, comenzamos a caminar sobre hojas, mantos de hojas. Aquello me ponía casi más nerviosa que los vampiros, caminaba con cuidado, había bajado mi ritmo de avance.
-¿Qué ocurre? – preguntó Alister.
-Las hojas. – indiqué, mirando hacia el suelo y pisando con cuidado. – Es un lugar perfecto para poner trampas de red, o lo que es peor, cepos. – le expliqué sin dejar de mirar hacia el mismo.
-¿Crees que hay cazadores por estas tierras? – preguntó.
-Los vampiros también ponen trampas en ocasiones durante el día. – le expliqué, gracias a mis amplios conocimientos sobre los acechadores nocturnos – Si alguien cae en una de sus trampas durante el día, por la noche lo único que tiene que hacer es ir a recoger su trofeo. Una cena sin esfuerzo.
El dragón asintió con la cabeza y siguió mis precauciones. Verdaderamente no tenía ningún poder para detectarlas, más allá de levantar la hojarasca con corrientes de aire, pero aquello delataría nuestra posición y nuestro plan, y no era mi intención ni mucho menos.
La humedad comenzaba a ser más notoria conforme nos adentrábamos, y las caras ya no eran tristes, sino que además tenían dibujadas… figuras extrañas. Unas cuernos, otras colmillos. Macabro. Incluso creí ver una sombra moverse detrás de un árbol. Pero no supe distinguir si era alguna criatura, animal, o simplemente eran imaginaciones mías por la decisión. Lo que si notaba cada vez más caliente era mi brazo izquierdo, donde llevaba la marca de Mortagglia. La misma que el Centinela me había hecho, así que esperaba que él mismo pudiese quitármela, siempre que estuviese dispuesto a ello claro.
Más valía que pronto apareciese algo o terminaría volviéndome loca, pero mientras pisaba, tendría que tener cuidado no tropezarme con alguna trampa o confiar en que nada nos sorprendiera.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El nombre del centinela causó un efecto inmediato en el sapo, que rápidamente cambió de árbol y modificó lo que había grabado en éste, para luego tomar la palabra y responder a las preguntas del dragón y la bruja. Al parecer, las extrañas marcas que había en los troncos y ramas de los árboles de la zona eran obra suya, y se podía seguir fácilmente el camino hacia donde tendría que estar la guarida de Mortagglia, solo debían centrarse en buscar el rastro de peores calificaciones.
Alister agradeció al pequeño hombre verde su información, y tras aquel breve gesto de cortesía volvió a ponerse en marcha, prestando mucha más atención a cuanto lo rodeaba, ya que ahora debían fijarse bien y no desviarse del camino que las caras tristes marcaban. Elen y Jules pudieron comprobar que el anuro no optaba por quedarse en su árbol, en vez de eso comenzó a seguir de cerca a sus compañeros, quizá para cerciorarse de que iban en la dirección correcta, o quizá para asegurarse de que se dirigían a la trampa que muy probablemente les estuviese esperando. No podían saber aún de qué bando estaba, pero tarde o temprano sus intenciones quedarían al descubierto, hasta entonces solo podían seguir avanzando con la mayor cautela posible para no delatar su posición.
Poco a poco la vegetación que encontraban a su paso fue cambiando, haciendo del bosque un lugar aún más tétrico, se estaban acercando. Los árboles parecían muertos y estaban algo más separados unos de otros, lo cual sería un problema para ellos, ya que debían mantenerse ocultos tanto tiempo como fuese posible. Con sumo cuidado, y evitando entrar en el camino, centinela y cazador siguieron avanzando sin perder de vista a sus compañeros, hasta que el terroso suelo se vio cubierto de hojas. Elen maldijo interiormente, ahora tendrían que moverse mucho más despacio para no hacer ruido, pero no solo eso, aquel terreno les impedía ver con claridad lo que había bajo el manto de hojarasca, y eso significaba que de haber una trampa, no la verían a tiempo de esquivarla.
Huracán también lo tuvo en cuenta, y redujo su velocidad al tiempo que explicaba la situación al dragón, para que estuviese atento. - Debemos tener cuidado. - susurró Jules, mientras recogía una pequeña rama del suelo. - Pisa donde yo lo haga. - añadió, antes de usar el delgado palo para comprobar el terreno que tenía por delante. Caer en un cepo era el peor escenario posible, pues no solo acabarían heridos y perderían el factor sorpresa, sino que además tendrían que cargar con alguien durante el resto del camino, cosa que los ralentizaría y limitaría bastante. Ante esa posibilidad, el cazador prefirió arriesgarse con el ruido y revisar un poco antes de continuar, removiendo las hojas lentamente para asegurarse de que no hubiese nada peligroso debajo esperándolos.
De ese modo continuaron avanzando, mientras los grabados de los árboles cambiaban hasta volverse mucho más negativos que los primeros. Las caras tristes dejaron paso a otras con grandes colmillos o largos cuernos, así que todo indicaba que la guarida de los vampiros debía estar cerca, pero ¿dónde? La entrada podía estar oculta o disimulada con el tétrico bosque, y teniendo en cuenta que cada vez disponían de menos luz, el grupo tendría que darse prisa en encontrarla y terminar con lo que habían ido a hacer allí, antes de que la noche diese ventaja al enemigo.
La de cabellos cenicientos no podía dejar de preguntarse qué pasaría cuando llegasen hasta el inmortal, ¿atendería a razones o se vería obligada a detener a Huracán para protegerlo? La verdad es que no quería plantearse la segunda opción, la bruja era casi su única amiga y no quería enfrentarse a ella. Mortagglia ya había intentado que peleasen entre ellas en la cueva del segundo pico, pero ni siquiera entonces, cuando gracias a sus poderes de manipulación consiguió volver a Anastasia contra ella, lo consiguió. Elen era consciente de lo complicada que se volvería la situación si Vladimir no cooperaba, pero llegado el momento tendría que buscar una manera de convencerlo, de no ser así se vería entre la espada y la pared.
Necesitaba al vampiro con vida, al menos hasta haber eliminado a los jinetes, pero esto podía resultar difícil y lo sabía. Manteniendo su atención centrada en los pasos del cazador, la de ojos verdes continuó avanzando con cautela, levantando la vista únicamente para comprobar que tanto Huracán como Alister estuviesen bien.
Alister agradeció al pequeño hombre verde su información, y tras aquel breve gesto de cortesía volvió a ponerse en marcha, prestando mucha más atención a cuanto lo rodeaba, ya que ahora debían fijarse bien y no desviarse del camino que las caras tristes marcaban. Elen y Jules pudieron comprobar que el anuro no optaba por quedarse en su árbol, en vez de eso comenzó a seguir de cerca a sus compañeros, quizá para cerciorarse de que iban en la dirección correcta, o quizá para asegurarse de que se dirigían a la trampa que muy probablemente les estuviese esperando. No podían saber aún de qué bando estaba, pero tarde o temprano sus intenciones quedarían al descubierto, hasta entonces solo podían seguir avanzando con la mayor cautela posible para no delatar su posición.
Poco a poco la vegetación que encontraban a su paso fue cambiando, haciendo del bosque un lugar aún más tétrico, se estaban acercando. Los árboles parecían muertos y estaban algo más separados unos de otros, lo cual sería un problema para ellos, ya que debían mantenerse ocultos tanto tiempo como fuese posible. Con sumo cuidado, y evitando entrar en el camino, centinela y cazador siguieron avanzando sin perder de vista a sus compañeros, hasta que el terroso suelo se vio cubierto de hojas. Elen maldijo interiormente, ahora tendrían que moverse mucho más despacio para no hacer ruido, pero no solo eso, aquel terreno les impedía ver con claridad lo que había bajo el manto de hojarasca, y eso significaba que de haber una trampa, no la verían a tiempo de esquivarla.
Huracán también lo tuvo en cuenta, y redujo su velocidad al tiempo que explicaba la situación al dragón, para que estuviese atento. - Debemos tener cuidado. - susurró Jules, mientras recogía una pequeña rama del suelo. - Pisa donde yo lo haga. - añadió, antes de usar el delgado palo para comprobar el terreno que tenía por delante. Caer en un cepo era el peor escenario posible, pues no solo acabarían heridos y perderían el factor sorpresa, sino que además tendrían que cargar con alguien durante el resto del camino, cosa que los ralentizaría y limitaría bastante. Ante esa posibilidad, el cazador prefirió arriesgarse con el ruido y revisar un poco antes de continuar, removiendo las hojas lentamente para asegurarse de que no hubiese nada peligroso debajo esperándolos.
De ese modo continuaron avanzando, mientras los grabados de los árboles cambiaban hasta volverse mucho más negativos que los primeros. Las caras tristes dejaron paso a otras con grandes colmillos o largos cuernos, así que todo indicaba que la guarida de los vampiros debía estar cerca, pero ¿dónde? La entrada podía estar oculta o disimulada con el tétrico bosque, y teniendo en cuenta que cada vez disponían de menos luz, el grupo tendría que darse prisa en encontrarla y terminar con lo que habían ido a hacer allí, antes de que la noche diese ventaja al enemigo.
La de cabellos cenicientos no podía dejar de preguntarse qué pasaría cuando llegasen hasta el inmortal, ¿atendería a razones o se vería obligada a detener a Huracán para protegerlo? La verdad es que no quería plantearse la segunda opción, la bruja era casi su única amiga y no quería enfrentarse a ella. Mortagglia ya había intentado que peleasen entre ellas en la cueva del segundo pico, pero ni siquiera entonces, cuando gracias a sus poderes de manipulación consiguió volver a Anastasia contra ella, lo consiguió. Elen era consciente de lo complicada que se volvería la situación si Vladimir no cooperaba, pero llegado el momento tendría que buscar una manera de convencerlo, de no ser así se vería entre la espada y la pared.
Necesitaba al vampiro con vida, al menos hasta haber eliminado a los jinetes, pero esto podía resultar difícil y lo sabía. Manteniendo su atención centrada en los pasos del cazador, la de ojos verdes continuó avanzando con cautela, levantando la vista únicamente para comprobar que tanto Huracán como Alister estuviesen bien.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Tyr
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
-Conseguiré la cura- dijo el cazador Wayne Overholser con una suave y delicada voz muy impropia de él- te lo juro.-
Una vez se despidió, se levantó del suelo. Miró a la criatura que estaba encadena con grilletes de hierro a la pared. La criatura pareció sonreír durante unos pocos segundos y luego gritó como el animal que era. Lo más seguro es que fuera obra de su imaginación pero, en el momento en el la bestia sonrió pudo ver lo poco de su hermana que quedaba en ella. Era hermosa, tenía un largo y sedoso cabello color azabache, una cintura envidiable por cualquiera aerandiana y unos pechos que todo hombre quisiera tocar al menos una para poder morir en paz. Al convertirse en vampiro, su atractivo no disminuyó. Aumentó y, por primera vez en su vida, Wayne se plateó practicar en incesto con la vampira que fue su hermano. ¡No! No tenía que pensar en eso. Ella, la vampira, era quien manipulaba la mente de Wayne para que pensase así. Era capaz de todo para conseguir una gota de sangre y librarse de los grilletes que la apresaban. Daba lástima. Incluso, se había intentado morder ella misma para beber su propia sangre.
Si por él fuera, la liberaría. En cierto modo, deseaba hacerlo. No podía ver a la pequeña parte que quedaba de Kalla sufrir. Pero, había una promesa que tenía que cumplir y saben los Dioses que pondría esa misma promesa por delante de todo, incluso su propia vida.
Cerró la puerta de metal que daba al improvisado calabozo de Kalla Overholser y la tapió con la librería para que no se oyeran los gritos de su hermana. Era mejor así, mejor para todos. Una vez acabase su misión y la Vieja Dama cumpliese su parte del trato, ya no haría falta más grilletes, ni más puertas de hierro ni siquiera esa estúpida librería.
Por último, antes de salir, cogió una ballesta, dos grandes cuchillos y una bolsa cargada de diferentes dardos. Hora de cazar, hora de salvar a Kalla Overholser.
Imposible no sudar. Imposible no ponerse nervioso. Las yentes iban hacia las peores caras. Las más feas y más horrendas que Nate Halliman dibujó jamás. Las de los días que se habían ganado a fuerza los números vijos; una serie de números que se tuvo que inventar por no encontrar números reales lo suficientemente bajos como para puntuar los días por aquellas zonas. Era fácil dibujar un número vijo. Solo tenía que dibujar un cero, dentro de éste la nota boca bajo puntuada como si fuera un buen día y no malo y, para acabar, otro cero más pequeño en medio de la nota inversa. Así eran los números vijos, los números que Nate no quería ver por nada del mundo.
-A ti tampoco te gustan los vijos- le dijo Nate a la sonrisa de su báculo- te comprendo muy bien amigo mío. Pero, son yentes. No saben lo que hacen. No saben la de problemas que vendrán por su culpa si siguen yendo por las caras feas y los número vijos. Si no vamos con ellos, se acabó el siestear para nosotros dos.- movió la punta de lado a lado como si la cabeza del báculo le estuviera diciendo: “no” - Esta bien, también es por la chica bonita.- ahora lo movió la punta con el movimiento de un “sí.
El sonido de un click[/i ]alertó al anuro mientras hablaba con la sonrisa dibujada. ¡Una trampa! Las inconscientes yentes no podían estar quietas. Tenían que caminar mientras activaban todo lo que hiciera ruido. Fue el primer macho yente del grupo, con un palo movía las hojas del suelo hasta que encontró la boca de hierro. Los dientes se cerraron en el palo destruyendo por completo. Nate tapó, inmediatamente, los ojos de la cara dibujada para que su amigo no viera como un hermano suyo moría en la boca de hierro.
-Las yentes no tienen corazón- le susurró a su amigo para tranquilizarlo.
Se escucharon muchos otros [i]clicks como el primero, por cada uno de ellos, otra rama fallecía. Lo que una rana tenía que ver por amor. La chica de la cara bonita ya le tenía que estar agradecida. Era posible que estuviera pensando en la recompensa que le daría a Nate por cuidar de ella. Las mejillas del erudito de las siestas y el buen comer e enrojecieron al imaginarse como la chica de la cara bonita le besaba, primero la frente y luego los labios. No se dio cuenta que, su poderosa imaginación, estaba haciendo que le sangrase la nariz.
Algo pero que la sangre azul del hombre rana goteando por su nariz estaba sucediendo y el anuro tampoco se dio ni cuenta, estaba demasiado concentrado en sus pensamientos para pensar en algo más. Un hombre, un cazador que Nate conocía muy bien, se había quedado de espaldas a la chica de la cara bonita y la apuntaba con su ballesta.
-Sé que es de mala educación quitarle la presas a unos compañeros cazadores, pero necesito llevármela- dijo Wayne Overholser al mismo tiempo que un shabbel de color negro, el compañero de caza de Wayne, saltaba a la escena y maulló como un gato antes de saltar a atacar- os lo ruego, seguid vuestro camino y no intentéis impedir que me la lleve. Es cuestión de vida o muerte-.
* Huracán: Los Dioses no han querido que caigas en ninguna trampa pero no que te han librado de que tengas un hombre anuro enamorado de ti ni que una ballesta te esté apuntando directamente a la nuca. Sinceramente, no sé qué de las dos cosas es peor. Encadenada como éstas es difícil luchar, intenta hablar con Wayne. No se le ve un mal tipo. Te aseguro que es mucho más educado que tú.
* Elen Calhoun: Tienes una difícil elección delante de ti y debes elegir: Seguir tu camino que te llevará hacia Vladimir dejando a Huracán atrás, camino que cada vez, dada a la voz del vampiro, te resulta más atractivo, o entretenerte con Wayner Overhoser. Si eliges lo segundo, tendrás que volver a elegir: ¿hablar o luchar? No es fácil, y más al ver cómo el virote de la ballesta de Overholser roza la nuca de Huracán.
* Ambos: Si os enfrentáis al shabbel negro o al cazador Overholser deberéis de lanzar la voluntad de los Dioses por saber lo eficaz que son vuestros golpes. Wayne es un hombre desesperado, os advierto, no quiere herir a nadie que no sea un vampiro pero lo hará si con ello puede salvar a su hermana. Nate Halliman, como es de esperar, está en el mundo que él mismo se imagina. No participará en la acción (charla o lucha, decisión vuestra) del siguiente turno.
Una vez se despidió, se levantó del suelo. Miró a la criatura que estaba encadena con grilletes de hierro a la pared. La criatura pareció sonreír durante unos pocos segundos y luego gritó como el animal que era. Lo más seguro es que fuera obra de su imaginación pero, en el momento en el la bestia sonrió pudo ver lo poco de su hermana que quedaba en ella. Era hermosa, tenía un largo y sedoso cabello color azabache, una cintura envidiable por cualquiera aerandiana y unos pechos que todo hombre quisiera tocar al menos una para poder morir en paz. Al convertirse en vampiro, su atractivo no disminuyó. Aumentó y, por primera vez en su vida, Wayne se plateó practicar en incesto con la vampira que fue su hermano. ¡No! No tenía que pensar en eso. Ella, la vampira, era quien manipulaba la mente de Wayne para que pensase así. Era capaz de todo para conseguir una gota de sangre y librarse de los grilletes que la apresaban. Daba lástima. Incluso, se había intentado morder ella misma para beber su propia sangre.
Si por él fuera, la liberaría. En cierto modo, deseaba hacerlo. No podía ver a la pequeña parte que quedaba de Kalla sufrir. Pero, había una promesa que tenía que cumplir y saben los Dioses que pondría esa misma promesa por delante de todo, incluso su propia vida.
Cerró la puerta de metal que daba al improvisado calabozo de Kalla Overholser y la tapió con la librería para que no se oyeran los gritos de su hermana. Era mejor así, mejor para todos. Una vez acabase su misión y la Vieja Dama cumpliese su parte del trato, ya no haría falta más grilletes, ni más puertas de hierro ni siquiera esa estúpida librería.
Por último, antes de salir, cogió una ballesta, dos grandes cuchillos y una bolsa cargada de diferentes dardos. Hora de cazar, hora de salvar a Kalla Overholser.
- Wayne Overholser:
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Imposible no sudar. Imposible no ponerse nervioso. Las yentes iban hacia las peores caras. Las más feas y más horrendas que Nate Halliman dibujó jamás. Las de los días que se habían ganado a fuerza los números vijos; una serie de números que se tuvo que inventar por no encontrar números reales lo suficientemente bajos como para puntuar los días por aquellas zonas. Era fácil dibujar un número vijo. Solo tenía que dibujar un cero, dentro de éste la nota boca bajo puntuada como si fuera un buen día y no malo y, para acabar, otro cero más pequeño en medio de la nota inversa. Así eran los números vijos, los números que Nate no quería ver por nada del mundo.
-A ti tampoco te gustan los vijos- le dijo Nate a la sonrisa de su báculo- te comprendo muy bien amigo mío. Pero, son yentes. No saben lo que hacen. No saben la de problemas que vendrán por su culpa si siguen yendo por las caras feas y los número vijos. Si no vamos con ellos, se acabó el siestear para nosotros dos.- movió la punta de lado a lado como si la cabeza del báculo le estuviera diciendo: “no” - Esta bien, también es por la chica bonita.- ahora lo movió la punta con el movimiento de un “sí.
El sonido de un click[/i ]alertó al anuro mientras hablaba con la sonrisa dibujada. ¡Una trampa! Las inconscientes yentes no podían estar quietas. Tenían que caminar mientras activaban todo lo que hiciera ruido. Fue el primer macho yente del grupo, con un palo movía las hojas del suelo hasta que encontró la boca de hierro. Los dientes se cerraron en el palo destruyendo por completo. Nate tapó, inmediatamente, los ojos de la cara dibujada para que su amigo no viera como un hermano suyo moría en la boca de hierro.
-Las yentes no tienen corazón- le susurró a su amigo para tranquilizarlo.
Se escucharon muchos otros [i]clicks como el primero, por cada uno de ellos, otra rama fallecía. Lo que una rana tenía que ver por amor. La chica de la cara bonita ya le tenía que estar agradecida. Era posible que estuviera pensando en la recompensa que le daría a Nate por cuidar de ella. Las mejillas del erudito de las siestas y el buen comer e enrojecieron al imaginarse como la chica de la cara bonita le besaba, primero la frente y luego los labios. No se dio cuenta que, su poderosa imaginación, estaba haciendo que le sangrase la nariz.
Algo pero que la sangre azul del hombre rana goteando por su nariz estaba sucediendo y el anuro tampoco se dio ni cuenta, estaba demasiado concentrado en sus pensamientos para pensar en algo más. Un hombre, un cazador que Nate conocía muy bien, se había quedado de espaldas a la chica de la cara bonita y la apuntaba con su ballesta.
-Sé que es de mala educación quitarle la presas a unos compañeros cazadores, pero necesito llevármela- dijo Wayne Overholser al mismo tiempo que un shabbel de color negro, el compañero de caza de Wayne, saltaba a la escena y maulló como un gato antes de saltar a atacar- os lo ruego, seguid vuestro camino y no intentéis impedir que me la lleve. Es cuestión de vida o muerte-.
- Shabbel:
- Podéis encontrar a la criatura en el bestiario del foro [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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* Huracán: Los Dioses no han querido que caigas en ninguna trampa pero no que te han librado de que tengas un hombre anuro enamorado de ti ni que una ballesta te esté apuntando directamente a la nuca. Sinceramente, no sé qué de las dos cosas es peor. Encadenada como éstas es difícil luchar, intenta hablar con Wayne. No se le ve un mal tipo. Te aseguro que es mucho más educado que tú.
* Elen Calhoun: Tienes una difícil elección delante de ti y debes elegir: Seguir tu camino que te llevará hacia Vladimir dejando a Huracán atrás, camino que cada vez, dada a la voz del vampiro, te resulta más atractivo, o entretenerte con Wayner Overhoser. Si eliges lo segundo, tendrás que volver a elegir: ¿hablar o luchar? No es fácil, y más al ver cómo el virote de la ballesta de Overholser roza la nuca de Huracán.
* Ambos: Si os enfrentáis al shabbel negro o al cazador Overholser deberéis de lanzar la voluntad de los Dioses por saber lo eficaz que son vuestros golpes. Wayne es un hombre desesperado, os advierto, no quiere herir a nadie que no sea un vampiro pero lo hará si con ello puede salvar a su hermana. Nate Halliman, como es de esperar, está en el mundo que él mismo se imagina. No participará en la acción (charla o lucha, decisión vuestra) del siguiente turno.
Sigel
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
La oscuridad era palpable en el ambiente, y mayor que se iba haciendo según iba anocheciendo. Aquello no era algo que especialmente me motivase a caminar por un bosque lleno de hojas secas que, seguramente, esconderían trampas. Trampas que alguien iba activando pues en el silencio absoluto del boque se escuchaba, entre otras cosas, unos sonidos “clic”, aunque no el consiguiente grito de susto o dolor que conllevaría a ello. Parece que, aquel que fuese activándolas, sabía donde se encontraban. Lo cual no me gustaba nada.
-¿Los escuchas? – le pregunté a Alister, quien tal vez siendo un dragón, tendría un oído incluso más fino que el mío.
-Sí. – asintió el de la gabardina. - ¿Quién es?
-No lo sé. – respondí sin decir mucho más. Cuanto menos ruido hiciésemos, mejor.
Como no me fiaba un pelo de nada, comencé a concentrarme y empezar a sentir el viento, mi mejor aliado, cerca de mí. Nunca sabía cuando podía terminar dándole uso, así que mejor que “estuviera ahí”. Él me acompañaba a todos los sitios. En realidad, lo hacía con todas las personas, pero gracias a mis habilidades y al maná, podía utilizarlo a mi voluntad dentro de mis límites. Siendo mestiza era consciente de que nunca podría llegar a la potencia de mi madre, bruja de sangre pura. A cambio, había perfeccionado mis habilidades de tiro y era una gran francotiradora, pero ser francotiradora implicaba tener una distancia, e ir la primera del grupo no ayudaba a ello.
Mis peores presagios sobre que aquella era una mala idea se confirmaron cuando noté como alguien golpeaba a Alister con un culatazo con una ballesta. Tiró de mi trenza, me revolvió y me agarró por el cuello, justo después de colocarme una ballesta a la altura de mi nuca. No era mi intención forcejear demasiado ya que tenía todas las de perder, y el dragón estaba en una tesitura complicada pues si intentaba un movimiento ofensivo, seguramente terminaría atravesándome la garganta. Sólo me llevé las manos al brazo con el que me agarraba por el cuello.
-¡Suéltala! – solicitó Alister. No sé por qué tenía la extraña sensación de que no le iba a hacer ni caso, como así fue.
En su lugar, el hombre se presentó con una intervención moderada y educada. Y posteriormente se disculpó de su acto y aseguró que no quería tener problemas ni dar batalla, tan sólo cumplir su misión, que era llevarme a mí. Él no actuaba como otro de los muchos sicarios psicópatas de mi abuela que me había ido encontrando en mis viajes, cuyo perfil psicológico tendía siempre a la demencia. Aquello me llevó a pensar que, tal vez, aún tuviese una opción de salir viva de la embarazosa situación mediante la palabra. Respiré profundo tratando de calmarme ante mi evidente estado de nerviosismo por la situación y accedía a seguir sus movimientos.
“El llevarme es cuestión de vida o muerte” pensé en voz baja lo que había dicho. Tendría que tratar de medir mis palabras y no ofenderle, no tenía muchas ganas de que apretara el gatillo. – Tranquilo. No dispares. – le pedí con relajación.
El hombre tiraba de mi cuello. Accedí a seguir sus movimientos y le miré de reojo para ver su rostro. Era un hombre pálido, pero no me parecía un vampiro. Su armamento tampoco indicaba que así lo fuera. No quería hacerme daño. Sólo retrocedía, dejando su espalda descubierta, manteniendo la mirada fija en Alister, que también estaba de cara a mí. En ese momento, de entre los árboles salió una criatura con apariencia de lince hizo acto de presencia y comenzó a amenazar al dragón, que pensaba una manera de actuar sin que yo recibiera daño alguno. Lo cual le iba a resultar complicado.
-Odias a los vampiros tanto o más que yo. No disfrutas haciendo esto, sino que lo haces por necesidad. Tú mismo lo has dicho. Tampoco eres un mercenario que trabaja por oro, el oro no es una cuestión de "vida o muerte". - lo cité de nuevo - Es algo más… profundo.– le dije con voz serena, tratando de psicoanalizarlo, esperaba que aquello no lo hiciera enfurecer aún más. – ¿Es cosa de Mortagglia o de sus vampiros, verdad? – le pregunté. Y es que estaba segura de que la Dama estaba detrás de aquello, ¿por qué si no iba a buscarme específicamente a mí? Planteé con cuidado la siguiente pregunta. - ¿Crees que cumplirán su parte del trato? ¿Confías plenamente en ellos? – le pregunté.
La expresión del hombre y su presentación “disculpándose” me habían hecho concluir todo lo que le había preguntado. Con mis palabras trataba de distraerle y comerle la cabeza. No solía ser algo útil con los vampiros psicópatas, pero aquel tipo aún parecía conservar la humanidad, o eso esperaba. En el peor de los casos, aún Elen o Jules podían sorprenderlo por su espalda mientras su mascota seguía centrándose en el dragón, que avanzaba despacio y con las manos extendidas, tratando de poner paz en aquel hombre de apesadumbrado rostro.
-¿Los escuchas? – le pregunté a Alister, quien tal vez siendo un dragón, tendría un oído incluso más fino que el mío.
-Sí. – asintió el de la gabardina. - ¿Quién es?
-No lo sé. – respondí sin decir mucho más. Cuanto menos ruido hiciésemos, mejor.
Como no me fiaba un pelo de nada, comencé a concentrarme y empezar a sentir el viento, mi mejor aliado, cerca de mí. Nunca sabía cuando podía terminar dándole uso, así que mejor que “estuviera ahí”. Él me acompañaba a todos los sitios. En realidad, lo hacía con todas las personas, pero gracias a mis habilidades y al maná, podía utilizarlo a mi voluntad dentro de mis límites. Siendo mestiza era consciente de que nunca podría llegar a la potencia de mi madre, bruja de sangre pura. A cambio, había perfeccionado mis habilidades de tiro y era una gran francotiradora, pero ser francotiradora implicaba tener una distancia, e ir la primera del grupo no ayudaba a ello.
Mis peores presagios sobre que aquella era una mala idea se confirmaron cuando noté como alguien golpeaba a Alister con un culatazo con una ballesta. Tiró de mi trenza, me revolvió y me agarró por el cuello, justo después de colocarme una ballesta a la altura de mi nuca. No era mi intención forcejear demasiado ya que tenía todas las de perder, y el dragón estaba en una tesitura complicada pues si intentaba un movimiento ofensivo, seguramente terminaría atravesándome la garganta. Sólo me llevé las manos al brazo con el que me agarraba por el cuello.
-¡Suéltala! – solicitó Alister. No sé por qué tenía la extraña sensación de que no le iba a hacer ni caso, como así fue.
En su lugar, el hombre se presentó con una intervención moderada y educada. Y posteriormente se disculpó de su acto y aseguró que no quería tener problemas ni dar batalla, tan sólo cumplir su misión, que era llevarme a mí. Él no actuaba como otro de los muchos sicarios psicópatas de mi abuela que me había ido encontrando en mis viajes, cuyo perfil psicológico tendía siempre a la demencia. Aquello me llevó a pensar que, tal vez, aún tuviese una opción de salir viva de la embarazosa situación mediante la palabra. Respiré profundo tratando de calmarme ante mi evidente estado de nerviosismo por la situación y accedía a seguir sus movimientos.
“El llevarme es cuestión de vida o muerte” pensé en voz baja lo que había dicho. Tendría que tratar de medir mis palabras y no ofenderle, no tenía muchas ganas de que apretara el gatillo. – Tranquilo. No dispares. – le pedí con relajación.
El hombre tiraba de mi cuello. Accedí a seguir sus movimientos y le miré de reojo para ver su rostro. Era un hombre pálido, pero no me parecía un vampiro. Su armamento tampoco indicaba que así lo fuera. No quería hacerme daño. Sólo retrocedía, dejando su espalda descubierta, manteniendo la mirada fija en Alister, que también estaba de cara a mí. En ese momento, de entre los árboles salió una criatura con apariencia de lince hizo acto de presencia y comenzó a amenazar al dragón, que pensaba una manera de actuar sin que yo recibiera daño alguno. Lo cual le iba a resultar complicado.
-Odias a los vampiros tanto o más que yo. No disfrutas haciendo esto, sino que lo haces por necesidad. Tú mismo lo has dicho. Tampoco eres un mercenario que trabaja por oro, el oro no es una cuestión de "vida o muerte". - lo cité de nuevo - Es algo más… profundo.– le dije con voz serena, tratando de psicoanalizarlo, esperaba que aquello no lo hiciera enfurecer aún más. – ¿Es cosa de Mortagglia o de sus vampiros, verdad? – le pregunté. Y es que estaba segura de que la Dama estaba detrás de aquello, ¿por qué si no iba a buscarme específicamente a mí? Planteé con cuidado la siguiente pregunta. - ¿Crees que cumplirán su parte del trato? ¿Confías plenamente en ellos? – le pregunté.
La expresión del hombre y su presentación “disculpándose” me habían hecho concluir todo lo que le había preguntado. Con mis palabras trataba de distraerle y comerle la cabeza. No solía ser algo útil con los vampiros psicópatas, pero aquel tipo aún parecía conservar la humanidad, o eso esperaba. En el peor de los casos, aún Elen o Jules podían sorprenderlo por su espalda mientras su mascota seguía centrándose en el dragón, que avanzaba despacio y con las manos extendidas, tratando de poner paz en aquel hombre de apesadumbrado rostro.
- Nota:
Has dicho que tirásemos runa en caso de ataque. La "comida de tarro" no la cuento como un ataque sino como diálogo, así que no he tirado runa. Así que master Sigel decide si se lo traga o no.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Gracias a las precauciones del cazador no tuvieron problemas para evitar las trampas de la zona, pero con cada paso que daban parecía que el tiempo se les acababa, la noche empezaba a caer y si no encontraban la guarida de Mortagglia antes de que eso sucediese perderían la poca ventaja que pudiesen tener. Los metálicos chasquidos delataban cepos por delante de ellos, pero por suerte ni Alister ni Huracán cayeron en ellos, aunque eso no los libró del hombre que los había puesto.
El extraño surgió repentinamente de entre la vegetación, y tras golpear al dragón para separarlo de su objetivo, sujetó con fuerza a Huracán por la trenza, mientras su ballesta apuntaba directamente a la nuca de la misma. Maldiciendo por lo bajo, Elen observó al individuo y comenzó a trazar un plan para atacarlo por la espalda, pero el cazador no venía solo, otra figura entró en escena para dirigirse hacia Alister, de modo que no pudiese acercarse más a su compañera. La silueta pertenecía a un animal, uno que la bruja no había visto antes, con rasgos felinos y completamente negro.
- ¿Puedes dispararle? - preguntó la de ojos verdes en un susurro apenas audible, acercándose ligeramente hacia Jules. - No tengo un tiro limpio, y ese imbécil podría apretar el gatillo en cualquier momento. - respondió el brujo, con el ceño fruncido. Eliminar al recién llegado no era una opción de momento, así que tendrían que pensar en otra cosa, aunque Huracán ya tenía su propia idea. La tensai comenzó a hablar con su atacante en un intento por tranquilizarlo y evitar que disparase el virote que ya tenía casi contra la piel, tratando de indagar sobre los motivos que lo llevaban a intentar atraparla.
Sin duda Mortagglia debía estar detrás de aquello, pero ¿qué le habría prometido a cambio? Dado su aspecto no parecía que se tratase de uno de sus vampiros, así que los banquetes de sangre como en Lunargenta quedaban descartados, debía ser algo diferente. - ¿Quién sería tan estúpido como para confiar en ella? - se preguntó mentalmente la hechicera, pero claro, no podía saber cuánto conocía aquel hombre a la Dama.
“Elen Calhoun”
Otra vez la voz en su cabeza, llamándola cada vez con más fuerza. Por unos instantes la centinela se vio nuevamente transportada a su hogar en las islas, ésta vez a una tarde cualquiera, en que sin preocupaciones, jugaba con su hermano en el jardín. La inocente risa de su propia imagen hizo que durante un momento sintiese pena por sí misma, pues toda aquella alegría e inocencia se había esfumado la noche en que la maldición de los jinetes llegó hasta ella. Desde entonces no había vuelto a reír de aquella manera, a decir verdad su vida había cambiado hasta transformarse en un mar de preocupaciones y problemas, con pocas cosas buenas que destacar.
Sí, ayudaba a la gente tanto como podía, pero eso solo le mostraba que el mal estaba siempre presente, acechando hasta poder alcanzar a otra víctima, y no solo las sombras eran culpables, muchas personas lo llevaban dentro, al igual que ella ahora. Por eso debía darse prisa y reunir al resto de centinelas, o si no acabaría convirtiéndose en un ser despreciable y egoísta como Amaterasu.
Volviendo al presente, Elen escuchó como su amiga intentaba sembrar la duda en su atacante, y aunque la voz seguía llamándola, tentándola a abandonar al grupo y seguir sola para encontrar al inmortal, ver a Huracán en aquella situación pesó más. - Bueno, hasta aquí el truco. - musitó, antes de levantarse y avanzar hacia la posición del extraño. - Créeme, confiar en Mortagglia es como firmar tu sentencia de muerte. - dijo con tono tranquilo, levantando las manos y mostrando las palmas vacías para que no se pusiese más nervioso de lo que ya estaba. Por supuesto, no le hacía falta blandir un arma para hacer daño, pero eso era algo que el cazador no tenía por qué saber.
- ¿Qué te han prometido? ¿Acaso se han llevado a tu familia y te chantajean con ello? Si es el caso abre los ojos, solo te utilizarán hasta que dejes de serles útil, luego te convertirás en su comida o peor, te transformarán para que seas uno de ellos. - continuó, intentando sonar convincente. - No van a ayudarte, pero si bajas esa ballesta y nos cuentas qué ha pasado puede que nosotros sí podamos hacerlo. - añadió, sin saber si Jules había optado por quedarse oculto para llegado el caso disparar o se encontraba tras ella. Convencer al cazador les daría ventaja, pues no solo conocía el terreno sino que podría guiarles hasta la guarida de la Hermandad de forma segura, esquivando las trampas que había dejado por todo el bosque.
Además, contar con un par de manos más en la lucha podía beneficiarlos, siempre y cuando pudiesen ganarse su confianza primero.
El extraño surgió repentinamente de entre la vegetación, y tras golpear al dragón para separarlo de su objetivo, sujetó con fuerza a Huracán por la trenza, mientras su ballesta apuntaba directamente a la nuca de la misma. Maldiciendo por lo bajo, Elen observó al individuo y comenzó a trazar un plan para atacarlo por la espalda, pero el cazador no venía solo, otra figura entró en escena para dirigirse hacia Alister, de modo que no pudiese acercarse más a su compañera. La silueta pertenecía a un animal, uno que la bruja no había visto antes, con rasgos felinos y completamente negro.
- ¿Puedes dispararle? - preguntó la de ojos verdes en un susurro apenas audible, acercándose ligeramente hacia Jules. - No tengo un tiro limpio, y ese imbécil podría apretar el gatillo en cualquier momento. - respondió el brujo, con el ceño fruncido. Eliminar al recién llegado no era una opción de momento, así que tendrían que pensar en otra cosa, aunque Huracán ya tenía su propia idea. La tensai comenzó a hablar con su atacante en un intento por tranquilizarlo y evitar que disparase el virote que ya tenía casi contra la piel, tratando de indagar sobre los motivos que lo llevaban a intentar atraparla.
Sin duda Mortagglia debía estar detrás de aquello, pero ¿qué le habría prometido a cambio? Dado su aspecto no parecía que se tratase de uno de sus vampiros, así que los banquetes de sangre como en Lunargenta quedaban descartados, debía ser algo diferente. - ¿Quién sería tan estúpido como para confiar en ella? - se preguntó mentalmente la hechicera, pero claro, no podía saber cuánto conocía aquel hombre a la Dama.
“Elen Calhoun”
Otra vez la voz en su cabeza, llamándola cada vez con más fuerza. Por unos instantes la centinela se vio nuevamente transportada a su hogar en las islas, ésta vez a una tarde cualquiera, en que sin preocupaciones, jugaba con su hermano en el jardín. La inocente risa de su propia imagen hizo que durante un momento sintiese pena por sí misma, pues toda aquella alegría e inocencia se había esfumado la noche en que la maldición de los jinetes llegó hasta ella. Desde entonces no había vuelto a reír de aquella manera, a decir verdad su vida había cambiado hasta transformarse en un mar de preocupaciones y problemas, con pocas cosas buenas que destacar.
Sí, ayudaba a la gente tanto como podía, pero eso solo le mostraba que el mal estaba siempre presente, acechando hasta poder alcanzar a otra víctima, y no solo las sombras eran culpables, muchas personas lo llevaban dentro, al igual que ella ahora. Por eso debía darse prisa y reunir al resto de centinelas, o si no acabaría convirtiéndose en un ser despreciable y egoísta como Amaterasu.
Volviendo al presente, Elen escuchó como su amiga intentaba sembrar la duda en su atacante, y aunque la voz seguía llamándola, tentándola a abandonar al grupo y seguir sola para encontrar al inmortal, ver a Huracán en aquella situación pesó más. - Bueno, hasta aquí el truco. - musitó, antes de levantarse y avanzar hacia la posición del extraño. - Créeme, confiar en Mortagglia es como firmar tu sentencia de muerte. - dijo con tono tranquilo, levantando las manos y mostrando las palmas vacías para que no se pusiese más nervioso de lo que ya estaba. Por supuesto, no le hacía falta blandir un arma para hacer daño, pero eso era algo que el cazador no tenía por qué saber.
- ¿Qué te han prometido? ¿Acaso se han llevado a tu familia y te chantajean con ello? Si es el caso abre los ojos, solo te utilizarán hasta que dejes de serles útil, luego te convertirás en su comida o peor, te transformarán para que seas uno de ellos. - continuó, intentando sonar convincente. - No van a ayudarte, pero si bajas esa ballesta y nos cuentas qué ha pasado puede que nosotros sí podamos hacerlo. - añadió, sin saber si Jules había optado por quedarse oculto para llegado el caso disparar o se encontraba tras ella. Convencer al cazador les daría ventaja, pues no solo conocía el terreno sino que podría guiarles hasta la guarida de la Hermandad de forma segura, esquivando las trampas que había dejado por todo el bosque.
Además, contar con un par de manos más en la lucha podía beneficiarlos, siempre y cuando pudiesen ganarse su confianza primero.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Primero habló la chica que a la cual vino a buscar, luego la de los ojos verdes y el largo cabello plateado. Las dos parecían saber tanto de su vida que Overholser se quedó mudo. Tenían razón, la Vieja Dama… No, ese no fue el nombre con el que se presentó la mujer, ese fue el nombre con la que la bautizó Kalla cuando le contó que había hecho un trato para sanarla: “No voy a dejar que una Puta y Vieja Dama me toque”. Al dejar atrás las groserías de su hermana maldita, el nombre que quedó fue Vieja Dama y, cada vez que hablaba con Kalla, aunque ella escupiera y suplicara un trago de sangre, Wayne se refería a la misteriosa mujer como la Vieja Dama. Mortagglia no era un nombre que le gustase pronunciar.
Agachó la cabeza con un gesto pesado mientras seguía meditando sobre las palabras de las dos chicas. ¡Dioses! ¿De verdad estaba pensando en confiar en ellas? Sería cambiar sus vidas por la de su hermana. Kalla podría estar bien y volver a ser humana… Si es que, como dijo la que era su presa, la Vieja Dama cumpliera con su parte del trato. ¿Lo haría, o…? No, no quería prestar atención a las cosas tan horrendas que decía la de los ojos verdes. No podía pensar en eso. Si lo hacía significaría que ya no habría salvación para Kalla y que algún día, como el cazador que es, tendría que matarla. Matar a su hermana… A Kalla… Por poco se echaba a llorar allí miso.
-No,- sentenció con tono severo- atendedme bien, esto no es el algo que me agrade pero he de hacerlo. No lo entenderéis, no podéis haceros una idea de lo que ocurrirá si no me la llevo,- volvió su vista enfrente, hacia la chica que tenía cogida- si no te llevo.- guardó unos segundos de silencio antes de dar media vuelta y comenzar a andar de nuevo hacia su cabaña.- Ruego que me disculpen.- Finalizó a la vez que apretaba con mayor fuerza la trenza de su presa con una mano y el gatillo de la ballesta con la otra.
Los besos de la hembra yente serían especiales. Le dejarían un inmundo aroma a yente en su piel, pero no le importaba. Se podía sacrificar por ella. Por la chica yente. Tan bella y tan guapa que, cualquier día con un beso suyo, tendría la máxima puntuación posible. Quizás, incluso, se tendría que inventar una nueva serie de números igual como lo hizo en su día con los números vijos. ¿Cómo serían? ¡Grandes! De eso estaba convencido. Los números de la hembra yente deberían ser lo más grandes posibles, igual que sus ojos. ¿Qué más? Nate Halliman se acariciaba la punta de su mentón pensando en la forma de los nuevos números sin darse cuenta de lo que sucedía bajo sus ancas. Prestó atención cuando ya fue demasiado tarde. El macho yente no habría tenido que recibir un golpe en la nuca y la hembra yente, la hermosa no la otra, no le dolería el cabello de los estirones de Overholser si anuro hubiera estado más en el mundo real que en su imaginación. Su bendita imaginación.
-Lo sé, lo sé- le dijo a la cara sonriente del báculo que él mismo movía como si le estuviera recriminando. –pero todavía podemos hacer algo bueno-.
Nate Halliman dio un brincó desde lo alto de la rama hacia el suelo en el mismo momento en que el iluso Overholser dio la espalda a los otros tres yentes. Si hubiera tardado un poco más en interrumpir la escena, uno de los machos yentes hubiera disparado su ballesta contra Overholser y el shabbel, en son de venganza, le hubiera arrancado una pierna de un mordisco por atacar a su amo.
-Calma viejo amigo- habló al cazador sin mirarlo directamente, Nate solo tenía ojos para la sonrisa pintada de su báculo y la hembra yente de la cual se había enamorado- esa hembra yente no te pertenece. ¿Nos vamos a casar lo sabías? Tendremos una boda preciosa en la ciénaga del oeste y nuestra luna de miel la celebraremos en los acantilados mohosos dos millas al sur de aquí-.
-No sé de lo que estás hablando.- El cazador estaba distraído y confundido. Eso era bueno.
-Te hablo de amor.- Nate hizo una señal a las otras yentes para que no se metieran en medio.- Si te la llevas iré contigo, y ellos también. Las otras yentes también son parte del khez.- Khez era otra palabra del diccionario inventado del erudito de las siestas y el buen comer. Khez era lo equivalente a familia sin haber lazos de sangre. Un grupo, unidos por un mismo objetivo era un khez. Nate, aunque no lo gustase admitirlo, después de la interrupción que había hecho para salvar a su amada, acababa de formar parte del khef de las yentes.
-¿Te gusta ser una vampira?- una voz anciana de mujer sonó por la misma puerta por la que solía entrar su hermano. –contesta, no te cortes querida-.
Kalla no respondió, a la mujer no le hizo falta escuchar ninguna respuesta, ya la sabía. Desde que Vlad la transformó, desde que la besó, había descubierto un sinfín de cosas que pensaba que no existían. Podía sentir su cuerpo más fuerte y también más ligero. Como si aquel cuerpo maldito fuera su verdadero cuerpo y, el anterior, solo una pesada carga fácil de desechar. Había amado a Vladimir como nunca antes había amado a nadie y había hecho que su hermano la mirase con ojos llenos de deseo. Los ojos de un hombre que ve un cuerpo perfecto de mujer. Sí, le gustaba ser una vampira. Si no fuera por esa terrible sed; el besó de Vlad fue lo mejor que le hubo pasado en toda su vida.
La mujer, aquella que mal llamó una vez Puta y Vieja Dama, cortó los grilletes de hierro que la ataban a la pared usando sus uñas. Kalla se cayó al suelo y le costó levantase. Una vez lo hizo, el resto, fue tarea fácil. Salió de la falsa habitación. La estantería estaba destrozada en mil y un añicos; obra de la Puta y Vieja Dama seguramente. ¡Qué importaba! Era el momento de buscar sangre. Era libre para beber de la sangre que quién quisiera y de vengarse de quién la aprisionó como una vulgar perra.
Otros vampiros, heraldos de la Puta y Vieja Dama, comenzaron a seguir los pasos de Kalla Overholser. Se habían armado con los cuchillos y ballestas que habían robado de la cabaña de su hermano. ¿Qué mejor arma para matar a un cazador que las suyas propias?
Los vientos anunciaban la batalla. Al ser los primeros en saber que en el bosque del Oeste iba la caer sangre, su deber era anunciar a los extranjeros que tuvieran cuidado. Mecieron con fuerza las ramas secas de los árboles un sonido que bien podía aparentar ser unos timbales y se llevaron la hojarasca de los caminos que crujía como las cuerdas de un viejo laúd. Avisaron a los extranjeros y prepararon el terreno para la batalla y la sangre que haría presencia.
* Huracán: Nate Halliman es todo un caballero. ¿Qué otro hombre te ha protegido tan bien como lo ha hecho él? Ni Jules en su mejor tiempo. Le tendrás que dar las gracias, pero será en otro turno. En éste tienes cosas más importantes que hacer. Por ejemplo, procurar que Wayne Overholser no te mate y seguir convenciéndole de que está equivocado.
* Elen Calhoun: Las cosas se complica y empieza el caos. Tú eres la primera en escuchar que algo se acerca a vuestra posición. Vampiros, sí, liderados por Kalla Overholser. Protege al grupo, al khez (como diría nuestro amigo anuro). Huracán está encadenada y Alister herido. Jules y tú sois los más indicados para la lucha del siguiente turno.
* Ambos: Llegó mi momento preferido de toda quest, el momento en que las cosas se ponen interesantes. A partir de aquí, los npcs que vaya colocando dependerán directa o indirectamente de vuestras decisiones on rol. Nate, Wayne y Kalla solo es un pequeño preámbulo de lo que os espera. Si jugáis bien con vuestras cartas, tal vez, saldréis de mi quest con más amigos que enemigos. No me importa que hagáis con el séquito de secuaces que sigue a Kalla Overholser, a ellos podéis matarlos de la manera más simple que os ocurra. Sin embargo, Kalla es más fuerte y está más desesperada que todos ellos. Si vais a atacarla deberéis usar la Voluntad de los Dioses por ver la efectividad de vuestro golpe. Wayne Overholser y Nate Halliman estarán, en el siguiente turno, a vuestro servicio, usadlos, será una buena ayuda para enfrentaros a los vampiros.
Antes de marcharme sabed que estos buenos días, algo referente a las Historias de los Juglares está surgiendo en el foro. Canciones, sí, la cosa va de canciones. La canción que os he puesto es la canción que da vida el viento del bosque para avisaros de lo que está por venir. Que la disfrutéis.
Agachó la cabeza con un gesto pesado mientras seguía meditando sobre las palabras de las dos chicas. ¡Dioses! ¿De verdad estaba pensando en confiar en ellas? Sería cambiar sus vidas por la de su hermana. Kalla podría estar bien y volver a ser humana… Si es que, como dijo la que era su presa, la Vieja Dama cumpliera con su parte del trato. ¿Lo haría, o…? No, no quería prestar atención a las cosas tan horrendas que decía la de los ojos verdes. No podía pensar en eso. Si lo hacía significaría que ya no habría salvación para Kalla y que algún día, como el cazador que es, tendría que matarla. Matar a su hermana… A Kalla… Por poco se echaba a llorar allí miso.
-No,- sentenció con tono severo- atendedme bien, esto no es el algo que me agrade pero he de hacerlo. No lo entenderéis, no podéis haceros una idea de lo que ocurrirá si no me la llevo,- volvió su vista enfrente, hacia la chica que tenía cogida- si no te llevo.- guardó unos segundos de silencio antes de dar media vuelta y comenzar a andar de nuevo hacia su cabaña.- Ruego que me disculpen.- Finalizó a la vez que apretaba con mayor fuerza la trenza de su presa con una mano y el gatillo de la ballesta con la otra.
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Los besos de la hembra yente serían especiales. Le dejarían un inmundo aroma a yente en su piel, pero no le importaba. Se podía sacrificar por ella. Por la chica yente. Tan bella y tan guapa que, cualquier día con un beso suyo, tendría la máxima puntuación posible. Quizás, incluso, se tendría que inventar una nueva serie de números igual como lo hizo en su día con los números vijos. ¿Cómo serían? ¡Grandes! De eso estaba convencido. Los números de la hembra yente deberían ser lo más grandes posibles, igual que sus ojos. ¿Qué más? Nate Halliman se acariciaba la punta de su mentón pensando en la forma de los nuevos números sin darse cuenta de lo que sucedía bajo sus ancas. Prestó atención cuando ya fue demasiado tarde. El macho yente no habría tenido que recibir un golpe en la nuca y la hembra yente, la hermosa no la otra, no le dolería el cabello de los estirones de Overholser si anuro hubiera estado más en el mundo real que en su imaginación. Su bendita imaginación.
-Lo sé, lo sé- le dijo a la cara sonriente del báculo que él mismo movía como si le estuviera recriminando. –pero todavía podemos hacer algo bueno-.
Nate Halliman dio un brincó desde lo alto de la rama hacia el suelo en el mismo momento en que el iluso Overholser dio la espalda a los otros tres yentes. Si hubiera tardado un poco más en interrumpir la escena, uno de los machos yentes hubiera disparado su ballesta contra Overholser y el shabbel, en son de venganza, le hubiera arrancado una pierna de un mordisco por atacar a su amo.
-Calma viejo amigo- habló al cazador sin mirarlo directamente, Nate solo tenía ojos para la sonrisa pintada de su báculo y la hembra yente de la cual se había enamorado- esa hembra yente no te pertenece. ¿Nos vamos a casar lo sabías? Tendremos una boda preciosa en la ciénaga del oeste y nuestra luna de miel la celebraremos en los acantilados mohosos dos millas al sur de aquí-.
-No sé de lo que estás hablando.- El cazador estaba distraído y confundido. Eso era bueno.
-Te hablo de amor.- Nate hizo una señal a las otras yentes para que no se metieran en medio.- Si te la llevas iré contigo, y ellos también. Las otras yentes también son parte del khez.- Khez era otra palabra del diccionario inventado del erudito de las siestas y el buen comer. Khez era lo equivalente a familia sin haber lazos de sangre. Un grupo, unidos por un mismo objetivo era un khez. Nate, aunque no lo gustase admitirlo, después de la interrupción que había hecho para salvar a su amada, acababa de formar parte del khef de las yentes.
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-¿Te gusta ser una vampira?- una voz anciana de mujer sonó por la misma puerta por la que solía entrar su hermano. –contesta, no te cortes querida-.
Kalla no respondió, a la mujer no le hizo falta escuchar ninguna respuesta, ya la sabía. Desde que Vlad la transformó, desde que la besó, había descubierto un sinfín de cosas que pensaba que no existían. Podía sentir su cuerpo más fuerte y también más ligero. Como si aquel cuerpo maldito fuera su verdadero cuerpo y, el anterior, solo una pesada carga fácil de desechar. Había amado a Vladimir como nunca antes había amado a nadie y había hecho que su hermano la mirase con ojos llenos de deseo. Los ojos de un hombre que ve un cuerpo perfecto de mujer. Sí, le gustaba ser una vampira. Si no fuera por esa terrible sed; el besó de Vlad fue lo mejor que le hubo pasado en toda su vida.
La mujer, aquella que mal llamó una vez Puta y Vieja Dama, cortó los grilletes de hierro que la ataban a la pared usando sus uñas. Kalla se cayó al suelo y le costó levantase. Una vez lo hizo, el resto, fue tarea fácil. Salió de la falsa habitación. La estantería estaba destrozada en mil y un añicos; obra de la Puta y Vieja Dama seguramente. ¡Qué importaba! Era el momento de buscar sangre. Era libre para beber de la sangre que quién quisiera y de vengarse de quién la aprisionó como una vulgar perra.
Otros vampiros, heraldos de la Puta y Vieja Dama, comenzaron a seguir los pasos de Kalla Overholser. Se habían armado con los cuchillos y ballestas que habían robado de la cabaña de su hermano. ¿Qué mejor arma para matar a un cazador que las suyas propias?
- Kalla Overholser:
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Los vientos anunciaban la batalla. Al ser los primeros en saber que en el bosque del Oeste iba la caer sangre, su deber era anunciar a los extranjeros que tuvieran cuidado. Mecieron con fuerza las ramas secas de los árboles un sonido que bien podía aparentar ser unos timbales y se llevaron la hojarasca de los caminos que crujía como las cuerdas de un viejo laúd. Avisaron a los extranjeros y prepararon el terreno para la batalla y la sangre que haría presencia.
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* Huracán: Nate Halliman es todo un caballero. ¿Qué otro hombre te ha protegido tan bien como lo ha hecho él? Ni Jules en su mejor tiempo. Le tendrás que dar las gracias, pero será en otro turno. En éste tienes cosas más importantes que hacer. Por ejemplo, procurar que Wayne Overholser no te mate y seguir convenciéndole de que está equivocado.
* Elen Calhoun: Las cosas se complica y empieza el caos. Tú eres la primera en escuchar que algo se acerca a vuestra posición. Vampiros, sí, liderados por Kalla Overholser. Protege al grupo, al khez (como diría nuestro amigo anuro). Huracán está encadenada y Alister herido. Jules y tú sois los más indicados para la lucha del siguiente turno.
* Ambos: Llegó mi momento preferido de toda quest, el momento en que las cosas se ponen interesantes. A partir de aquí, los npcs que vaya colocando dependerán directa o indirectamente de vuestras decisiones on rol. Nate, Wayne y Kalla solo es un pequeño preámbulo de lo que os espera. Si jugáis bien con vuestras cartas, tal vez, saldréis de mi quest con más amigos que enemigos. No me importa que hagáis con el séquito de secuaces que sigue a Kalla Overholser, a ellos podéis matarlos de la manera más simple que os ocurra. Sin embargo, Kalla es más fuerte y está más desesperada que todos ellos. Si vais a atacarla deberéis usar la Voluntad de los Dioses por ver la efectividad de vuestro golpe. Wayne Overholser y Nate Halliman estarán, en el siguiente turno, a vuestro servicio, usadlos, será una buena ayuda para enfrentaros a los vampiros.
Antes de marcharme sabed que estos buenos días, algo referente a las Historias de los Juglares está surgiendo en el foro. Canciones, sí, la cosa va de canciones. La canción que os he puesto es la canción que da vida el viento del bosque para avisaros de lo que está por venir. Que la disfrutéis.
Sigel
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Como era de esperar, pronto aparecieron en escena Jules y Elen para ayudar a convencer al cazador del grave error que estaba cometiendo. Optaron de nuevo por la estrategia más moderada: el diálogo. Poner nervioso al hombre, que seguía tirando de mí y haciéndome retroceder, podía implicar que me disparara, aunque si es cierto que trabaja para mi abuela, dispararme al cuello sería su sentencia de muerte. Para bien o para mal, la Dama tenía, según ella, “mejores planes” para mí, me necesitaba viva. En el fondo el tipo estaba tan acorralado como yo ahora mismo.
Y él lo sabía. Quedó patente en su nerviosismo. En el estado de dubitación que mostró cuando Elen mencionó el chantaje al que, hipotéticamente, se habría visto sometido, o en las probabilidades que tenía de salir vivo cuando me entregara a la Dama. En cualquier caso, había algo más profundo que se escapaba de nuestro conocimiento.
Aún así, el hombre siguió mostrando una voluntad férrea de llevarme con él. Me arrastraba hacia su cabaña, tirándome del pelo. Mis compañeros no le quitaban el ojo de encima. En un momento, tiró de mi trenza, haciéndome especial daño y arrastrándome hacia la cabaña. Aquello me hizo enfadar.
-No quisiera verme en tu piel. Valoremos tus opciones. – le dije poniendo una entonación reflexiva - Si aprietas el gatillo estás perdido: Mis amigos se enfrentarán a ti. Estás en inferioridad. – reí - Pero esa sería la mejor de tus suertes, pues como lo haga Mortagglia tu destino puede ser mucho peor. Ella me quiere viva. – le dije con cierta satisfacción, viendo su aparente debilidad. Estaba retándolo a disparar pero, si era inteligente, no lo haría. Él no quería hacerme daño a mí y yo tampoco quería hacérselo a él. Sólo era un cazador equivocado de bando, y tenía que hacérselo ver. - La segunda opción es entregarme, en ese caso, suponiendo que ella cumpliera su trato, algo poco probable, me bastará con recordarle el agradable afecto que me has dado. Me es tan fácil como decirle que accederé a sus peticiones si te decapita. Y eso es algo que le gusta especialmente. Equivale a pedirle pan a un panadero. No se lo pensaría dos veces por alguien que no le importa nada. – le expliqué. – Tu tercera opción es acceder a llegar a un acuerdo con tus compañeros cazadores y explicarnos lo que pasa. Los dos odiamos a los vampiros, lo veo en tus ojos, en tu expresión. Si me dejas libre, prometo que te ayudaré. – y en ese momento me callé. – Como ves, esta es tu única opción de salir con vida y, tal vez, salvar a los tuyos. Así que tú verás. - concluí para pasar la pelota a su tejado y cederle toda la presión.
Pero para sorpresa de todos, poco después de mi extensa intervención pacífica en la que intentaba de persuadir al hombre para que se retractara de su idea de llevarme con él, el hombre sapo que nos había indicado que debíamos seguir apareció dando un discurso en el cual parecía estar enamorado de mí. ¿Pero qué diantres decía? ¿Casarnos? ¿Amor?
-¡Já! Te salen pretendientes en todas partes, Huri. – dijo Jules desternillándose. No sabía ni como tenía ganas de bromear después de ver la situación en la que me encontraba.
Con aquello no contábamos ninguno. Pero por muy patética que fuera la intervención del hombre bestia, el mensaje final era el mismo: Liberarme. Quizás, con toda la presión mental que ejercíamos el tipo terminara por entrar en razón.
Y más valía que lo hiciera rápido pues, no sabía por qué, tenía un cierto cosquilleo en el estómago. Un extraño presentimiento de que algo gordo se venía encima, y aquello no me gustaba nada, y mucho menos encadenada. Si mis peores presagios se confirmaban, pronto, tendríamos que luchar.
Y él lo sabía. Quedó patente en su nerviosismo. En el estado de dubitación que mostró cuando Elen mencionó el chantaje al que, hipotéticamente, se habría visto sometido, o en las probabilidades que tenía de salir vivo cuando me entregara a la Dama. En cualquier caso, había algo más profundo que se escapaba de nuestro conocimiento.
Aún así, el hombre siguió mostrando una voluntad férrea de llevarme con él. Me arrastraba hacia su cabaña, tirándome del pelo. Mis compañeros no le quitaban el ojo de encima. En un momento, tiró de mi trenza, haciéndome especial daño y arrastrándome hacia la cabaña. Aquello me hizo enfadar.
-No quisiera verme en tu piel. Valoremos tus opciones. – le dije poniendo una entonación reflexiva - Si aprietas el gatillo estás perdido: Mis amigos se enfrentarán a ti. Estás en inferioridad. – reí - Pero esa sería la mejor de tus suertes, pues como lo haga Mortagglia tu destino puede ser mucho peor. Ella me quiere viva. – le dije con cierta satisfacción, viendo su aparente debilidad. Estaba retándolo a disparar pero, si era inteligente, no lo haría. Él no quería hacerme daño a mí y yo tampoco quería hacérselo a él. Sólo era un cazador equivocado de bando, y tenía que hacérselo ver. - La segunda opción es entregarme, en ese caso, suponiendo que ella cumpliera su trato, algo poco probable, me bastará con recordarle el agradable afecto que me has dado. Me es tan fácil como decirle que accederé a sus peticiones si te decapita. Y eso es algo que le gusta especialmente. Equivale a pedirle pan a un panadero. No se lo pensaría dos veces por alguien que no le importa nada. – le expliqué. – Tu tercera opción es acceder a llegar a un acuerdo con tus compañeros cazadores y explicarnos lo que pasa. Los dos odiamos a los vampiros, lo veo en tus ojos, en tu expresión. Si me dejas libre, prometo que te ayudaré. – y en ese momento me callé. – Como ves, esta es tu única opción de salir con vida y, tal vez, salvar a los tuyos. Así que tú verás. - concluí para pasar la pelota a su tejado y cederle toda la presión.
Pero para sorpresa de todos, poco después de mi extensa intervención pacífica en la que intentaba de persuadir al hombre para que se retractara de su idea de llevarme con él, el hombre sapo que nos había indicado que debíamos seguir apareció dando un discurso en el cual parecía estar enamorado de mí. ¿Pero qué diantres decía? ¿Casarnos? ¿Amor?
-¡Já! Te salen pretendientes en todas partes, Huri. – dijo Jules desternillándose. No sabía ni como tenía ganas de bromear después de ver la situación en la que me encontraba.
Con aquello no contábamos ninguno. Pero por muy patética que fuera la intervención del hombre bestia, el mensaje final era el mismo: Liberarme. Quizás, con toda la presión mental que ejercíamos el tipo terminara por entrar en razón.
Y más valía que lo hiciera rápido pues, no sabía por qué, tenía un cierto cosquilleo en el estómago. Un extraño presentimiento de que algo gordo se venía encima, y aquello no me gustaba nada, y mucho menos encadenada. Si mis peores presagios se confirmaban, pronto, tendríamos que luchar.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Las palabras del par de hechiceras parecieron surtir algo de efecto en su atacante, sembrando la semilla de la duda en su cabeza, pero esto no fue suficiente para que cejase en su empeño de llevarse a Huracán, lo que obligó a la cazadora a intervenir de nuevo, ésta vez para hacer ver a su captor que no tenía opciones de salir bien parado de aquella situación. Mortagglia la quería viva para que el centinela pudiese transformarla, así que cualquier desliz con el gatillo de la ballesta supondría una dolorosa muerte para el extraño, pero aunque eso no ocurriese, aunque consiguiese entregarla a la Hermandad, unas simples palabras de la tensai bastarían para que le arrebatasen la vida, eso si no lo hacían antes por simple diversión o para alimentarse de él.
Lo único que podía hacer para salvarse a aquellas alturas era colaborar con ellos, y de todos modos eso no le aseguraría el conseguirlo, solo tener la posibilidad de intentarlo. Ante tal panorama el hombre tendría que sopesar con rapidez las alternativas, pero de seguir adelante con su plan solo habría una explicación posible, Mortagglia debía haberle arrebatado algo muy importante. Quizá la teoría de Elen no estuviese tan alejada de la realidad, pero hasta que el propio cazador no se decidiese a cooperar no podrían saber con certeza qué estaba ocurriendo.
Antes de que pudiese pronunciarse, el pequeño hombre sapo decidió intervenir también en la conversación, dirigiéndose directamente al atacante y asegurando que Huracán no le pertenecía, ya que iba a convertirse en su esposa muy pronto. ¿Sería aquello una treta del anuro para ayudarlos y despistar al cazador? Por la forma en que hablaba parecía que no era el caso, o de serlo actuaba muy bien en su papel de enamorado. La confusión se apoderó momentáneamente del morador de los bosques, pero su interlocutor no se detuvo, tomó de nuevo la palabra y le dio un aviso, si se empeñaba en llevarse a la bruja él también iría con ellos, pero no solo, todo el grupo lo haría.
Puede que hubiesen ganado un nuevo aliado, y a pesar de no ser el típico compañero con el que solía contar, en aquel momento cualquier ayuda les vendría bien. Jules se tomó a broma los comentarios del sapo a pesar de la peliaguda situación en que se encontraban, actitud que a la de ojos verdes le recordó bastante a su hermano Vincent. El rubio siempre intentaba calmar los ánimos con ese tipo de comentarios, cosa que a ella le resultaría imposible hacer, sobre todo ahora que se debatía interiormente con la oscuridad que quería apoderarse de su persona.
- Basta. - dijo sin apenas elevar la voz, en cuanto un leve cambio en el viento la hizo que todo su cuerpo reaccionase de forma instintiva, poniéndose en guardia. - Alguien se acerca. - añadió casi al instante, cerrando los ojos. No solo pretendía aguzar el oído para determinar de qué dirección provenía el sonido, sino que también utilizó al mismo tiempo las habilidades que su madre le había ayudado a entrenar en Lunargenta meses atrás, para detectar formas de vida asociadas al maná. Unos segundos bastaron para averiguar que no se trataba de brujos, elfos ni dragones, y que se movían con la rapidez y agilidad por la que destacaban los seres de la noche.
- Mira esto cazador, Mortagglia ha decidido que ya no le sirves y envía a sus perros a terminar el trabajo. - indicó con tono frío, justo antes de atisbar las figuras de los vampiros avanzando entre los árboles a toda prisa hacia ellos. Aún herido y con el dolor punzante en la cabeza por el culatazo que le habían propinado, Alister trató de recomponerse e hizo amago de quitarse la gabardina para cambiar de forma, algo que su compañera no permitiría. - Alister no, no debemos mostrar todas nuestras cartas desde el principio, quédate atrás. - ordenó, sabiendo que sería su as en la manga para más adelante. - Abre los ojos o morirás estúpidamente. - advirtió al cazador con seriedad, al tiempo que se colocaba en una posición adelantada con respecto del grupo.
La electricidad envolvió visiblemente los brazos de la joven de inmediato, brillante y peligrosa, más ahora que la benjamina de los Calhoun no tenía miedo a perder el sentido de la vista durante un combate a causa de sus poderes, había entrenado mucho para ser igual de efectiva con o sin él. Jules cargó su ballesta y se colocó un par de metros por detrás de ella, preparado para disparar en cuanto sus objetivos estuviesen lo suficientemente cerca para asegurar el tiro. Wayne por su parte, confundido por el inesperado giro en los acontecimientos, soltó la trenza de la tensai y desvió su arma en dirección a los vampiros, acción que permitiría a Huracán liberarse con facilidad de sus ataduras y ayudar en el combate que estaba por comenzar.
Aquello no era parte del trato con la Vieja Dama, y si esos malnacidos le entregaban a la bruja en su lugar probablemente perdiese toda oportunidad de conseguir la cura para su hermana, pensó Overholser, segundos antes de comprobar que era la propia Kalla quién lideraba a los vampiros. ¿Qué pretendía? Alcanzó a preguntarse, aunque no había que pensar mucho para adivinar la respuesta, su expresión era suficiente para saberlo. Venían para saciar su sed y destrozar al grupo, pero ¿estaría él también dentro del mismo? ¿Acaso la peliblanca había acertado y ahora no era más que comida para su hermana?
Con el miedo invadiéndole el cuerpo ante la posibilidad de que así fuese, las manos de Wayne comenzaron a temblar ligeramente, detalle del que Elen se percató por el rabillo del ojo. - Si no eres capaz de utilizar eso será mejor que lo sueltes, podrías herirnos a nosotros. - indicó, para acto seguido concentrar sus poderes y disparar dos potentes descargas en cadena. Como resultado de su ataque tres de los vampiros quedaron aturdidos durante unos instantes, lo justo para que Jules derribase a dos de ellos gracias a su ballesta, acertándoles en el pecho. El tercero logró avanzar un par de pasos antes de que la afilada daga de la centinela le atravesase la garganta a gran velocidad, gracias a la combinación de viento y telequinesis que venía utilizando desde hacía bastante tiempo.
Mientras Jules seguía disparando para derribar al resto de enemigos, la de cabellos cenicientos centró su atención en la mujer que iba al frente del grupo, y tomándola por cabecilla del mismo, decidió ocuparse de ella. Alzó la mano en su dirección y soltó una ráfaga eléctrica, esperando que los tres rayos simultáneos la neutralizasen para poder acabar con ella.
Lo único que podía hacer para salvarse a aquellas alturas era colaborar con ellos, y de todos modos eso no le aseguraría el conseguirlo, solo tener la posibilidad de intentarlo. Ante tal panorama el hombre tendría que sopesar con rapidez las alternativas, pero de seguir adelante con su plan solo habría una explicación posible, Mortagglia debía haberle arrebatado algo muy importante. Quizá la teoría de Elen no estuviese tan alejada de la realidad, pero hasta que el propio cazador no se decidiese a cooperar no podrían saber con certeza qué estaba ocurriendo.
Antes de que pudiese pronunciarse, el pequeño hombre sapo decidió intervenir también en la conversación, dirigiéndose directamente al atacante y asegurando que Huracán no le pertenecía, ya que iba a convertirse en su esposa muy pronto. ¿Sería aquello una treta del anuro para ayudarlos y despistar al cazador? Por la forma en que hablaba parecía que no era el caso, o de serlo actuaba muy bien en su papel de enamorado. La confusión se apoderó momentáneamente del morador de los bosques, pero su interlocutor no se detuvo, tomó de nuevo la palabra y le dio un aviso, si se empeñaba en llevarse a la bruja él también iría con ellos, pero no solo, todo el grupo lo haría.
Puede que hubiesen ganado un nuevo aliado, y a pesar de no ser el típico compañero con el que solía contar, en aquel momento cualquier ayuda les vendría bien. Jules se tomó a broma los comentarios del sapo a pesar de la peliaguda situación en que se encontraban, actitud que a la de ojos verdes le recordó bastante a su hermano Vincent. El rubio siempre intentaba calmar los ánimos con ese tipo de comentarios, cosa que a ella le resultaría imposible hacer, sobre todo ahora que se debatía interiormente con la oscuridad que quería apoderarse de su persona.
- Basta. - dijo sin apenas elevar la voz, en cuanto un leve cambio en el viento la hizo que todo su cuerpo reaccionase de forma instintiva, poniéndose en guardia. - Alguien se acerca. - añadió casi al instante, cerrando los ojos. No solo pretendía aguzar el oído para determinar de qué dirección provenía el sonido, sino que también utilizó al mismo tiempo las habilidades que su madre le había ayudado a entrenar en Lunargenta meses atrás, para detectar formas de vida asociadas al maná. Unos segundos bastaron para averiguar que no se trataba de brujos, elfos ni dragones, y que se movían con la rapidez y agilidad por la que destacaban los seres de la noche.
- Mira esto cazador, Mortagglia ha decidido que ya no le sirves y envía a sus perros a terminar el trabajo. - indicó con tono frío, justo antes de atisbar las figuras de los vampiros avanzando entre los árboles a toda prisa hacia ellos. Aún herido y con el dolor punzante en la cabeza por el culatazo que le habían propinado, Alister trató de recomponerse e hizo amago de quitarse la gabardina para cambiar de forma, algo que su compañera no permitiría. - Alister no, no debemos mostrar todas nuestras cartas desde el principio, quédate atrás. - ordenó, sabiendo que sería su as en la manga para más adelante. - Abre los ojos o morirás estúpidamente. - advirtió al cazador con seriedad, al tiempo que se colocaba en una posición adelantada con respecto del grupo.
La electricidad envolvió visiblemente los brazos de la joven de inmediato, brillante y peligrosa, más ahora que la benjamina de los Calhoun no tenía miedo a perder el sentido de la vista durante un combate a causa de sus poderes, había entrenado mucho para ser igual de efectiva con o sin él. Jules cargó su ballesta y se colocó un par de metros por detrás de ella, preparado para disparar en cuanto sus objetivos estuviesen lo suficientemente cerca para asegurar el tiro. Wayne por su parte, confundido por el inesperado giro en los acontecimientos, soltó la trenza de la tensai y desvió su arma en dirección a los vampiros, acción que permitiría a Huracán liberarse con facilidad de sus ataduras y ayudar en el combate que estaba por comenzar.
Aquello no era parte del trato con la Vieja Dama, y si esos malnacidos le entregaban a la bruja en su lugar probablemente perdiese toda oportunidad de conseguir la cura para su hermana, pensó Overholser, segundos antes de comprobar que era la propia Kalla quién lideraba a los vampiros. ¿Qué pretendía? Alcanzó a preguntarse, aunque no había que pensar mucho para adivinar la respuesta, su expresión era suficiente para saberlo. Venían para saciar su sed y destrozar al grupo, pero ¿estaría él también dentro del mismo? ¿Acaso la peliblanca había acertado y ahora no era más que comida para su hermana?
Con el miedo invadiéndole el cuerpo ante la posibilidad de que así fuese, las manos de Wayne comenzaron a temblar ligeramente, detalle del que Elen se percató por el rabillo del ojo. - Si no eres capaz de utilizar eso será mejor que lo sueltes, podrías herirnos a nosotros. - indicó, para acto seguido concentrar sus poderes y disparar dos potentes descargas en cadena. Como resultado de su ataque tres de los vampiros quedaron aturdidos durante unos instantes, lo justo para que Jules derribase a dos de ellos gracias a su ballesta, acertándoles en el pecho. El tercero logró avanzar un par de pasos antes de que la afilada daga de la centinela le atravesase la garganta a gran velocidad, gracias a la combinación de viento y telequinesis que venía utilizando desde hacía bastante tiempo.
Mientras Jules seguía disparando para derribar al resto de enemigos, la de cabellos cenicientos centró su atención en la mujer que iba al frente del grupo, y tomándola por cabecilla del mismo, decidió ocuparse de ella. Alzó la mano en su dirección y soltó una ráfaga eléctrica, esperando que los tres rayos simultáneos la neutralizasen para poder acabar con ella.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Las yentes eran un khez y los vampiros otros khez diferente. Cuando llegaron, no sabía donde pertenecía. Nate Halliman siempre se había comportado como el único individuo, sin contar la sonrisa de su bastón, de su propio khez. Nada le importaban los gustos de los vampiros por la sangre ni los problemas de las yentes. Mientras pudiera dormir y siestear en la copa de un árbol sin que nadie le molestase y mascar, de vez en cuando, una de esas grandes y jugosas libélulas que abundaban por los bosques de los vampiros era feliz. Si es que se conformaba con poco. Con muy poco.
Y ese poco estaba en juego. Fuera quien fuera el ganador de la batalla entre el khez de las yentes y el khez de los vampiros; sus siestas y sus manjares terminarían. Todo por culpa de las yentes. No tendría que haberles seguido ni tendría que haberles dicho nada.
En mitad de la batalla, Halliman miró a la sonrisa que estaba dibujada en la punta de su bastón como si le estuviera pidiendo consejo. La respuesta de la sonrisa fue un bastonazo en la cabeza del anuro para luego señaló hacia la hermosa hembra yente. Eso no fue ningún consejo, la sonrisa del bastón le estaba culpando y tenía razón. Si se había metido en un problema entre dos khezs había sido por esa hembra yente. Ahora que había llegado tan lejos no podía quedarse de brazos cruzados.
Nate dio un brinco y golpeó por la parte de la sonrisa del bastón al primer vampiro que encontró. Un potingue de sangre, sesos y otras cosas asquerosas salió de la cabeza del vampiro. Cómo no, el hombre bestia puso un nombre para esa mezcla. La llamó narme. Un vampiro quiso atrapar al anuro por la espalda y éste le dio otro fuerte golpe en la cabeza con el bastón. El narme manchó la sonrisa y se tuvo que detener unos segundos a limpiar. No podía dejar que su amigo quedase sucio por la batalla.
-Formamos un buen khez- dijo Halliman a la hembra yente del pelo blanco- pronto dejaremos el todo el bosque recubierto de nerma-.
Esto lo dijo después de que la chica lanzase con sus manos las chispas del cielo para atacar a la líder de los vampiros, una chica que Halliman juraría haberla visto antes pero que no conseguía recordar. Aunque el impacto de las chispas no hizo expulsar el nerma de la jefa vampira, si le hizo mucho daño; su espalda chocó contra el árbol que tenía detrás. No murió, pero a punto de estuvo de hacerlo.
Nate contempló a la hembra yente del pelo blanco. Era más fuerte y poderosa que la otra. Igual de guapa y mucho más poderosa. Su armadura se ceñía a su cuerpo ofreciéndola un aspecto mucho más hermoso y poderoso que el que tal vez lo era. Luego de observarla de hito en hito, se miró así mismo y se avergonzó por llevar solo unos calzones.
La sonrisa del bastón, pronto apareció delante de su cabeza para comenzar con sus recriminaciones. Aunque Halliman fuera quien fingiese los movimientos como si estuviera hablando con un amigo invisible no pudo evitar sentirse ofendido por lo gesticulaba con la sonrisa del bastón. Se acababa de enamorar otra vez y de otra hembra yente. Unas gotas de sangre, y algo de nerma, salieron de su nariz a causa del nerviosismo de haberse dado cuenta de su nuevo amor.
-Eres preciosa- le dijo con un nervioso tartamudeo a la hembra yente del pelo blanco
-Kalla- susurró Overholser con mucho pesar al reconocer a su hembra en medio de aquel nefasto enjambre de chupasangres – ¿cómo a…?- no finalizó la pregunta. Sabía a la perfección cómo había escapo y quién la había ayudado. La chica que tenía cogida ya se lo advirtió. –es mi hermana- dijo a la chica con el mismo tono de voz leve y triste como si le estuviera dando explicaciones- lo era-.
Scör también reconoció a Kalla Overholser. En cuanto la vio, se puso firme, con el pelo erguido y enseñó todos sus dientes en un maullido de amenaza. Kalla le devolvió el gesto. Le enseñó sus blancos dientes, pero no lo hizo con un maullido sino con una sonrisa. Le hacía parecer tan bella como aterrador. Wayne odió esa sonrisa. Apretó el gatillo de la ballesta apuntando hacia su hermana, “no, ya no es mi hermana”. Incluso en los momentos de presión, Wayne podía presumir de su gran puntería. Si fallaba un disparo era porque quería fallarlo. Si el virote que disparó no atravesó la odiosa sonrisa de su ya-no-hermana era porque no quería que muriese.
-No puedo hacerlo- se lamentó por no ser más decido. Se lamentó por no poder matar a su ya-no-hermana.
Desenvainó su cuchillo de cazador, el mismo que había degollado tantas cabezas de vampiro, y cortó las ataduras de la chica. La cogió por el cuello, esta vez sin hacer ninguna clase de presión ni fuerza desmesurada que pudiera hacerle daño, y acercó sus labios a la oreja de la chica.
-Ruego que me disculpes por mis actos- empezar fue fácil, continuar le costó unos segundos. - Tenías razón. He sido víctima de un mal engaño. Me han utilizado para heriros. No merezco vuestro perdón pero, igualmente, te lo rogaré-.
Soltó a la chica y cargo un nuevo virote a su ballesta. Apuntó hacia otro vampiro que no fuera su hermana, disparó y éste sí murió.
-Hazme un favor y acaba con sus vidas- señaló la ruta que los cuatro extranjeros comenzaron a caminar- A unas pocas decenas de metros hay una capilla. Cristiana, supongo. No soy adepto a ninguna religión y eso no es lo que nos importa. Bajo la capilla, unos túneles llevan a una mansión subterránea. Si es ahí donde reside la Vieja Dama lo desconozco; lo que sé con total seguridad que fue allí donde mi hermana quedó infectada y que un vampiro de un nivel muy alto habita en ella- hizo un descanso de unos segundos, había hablado demasiado- ayúdame a vengarme de él. Mátalo- luego añadió-pero, salva a Kalla-
* Huracán: Casi toda la información que necesitabas para encontrar a Vlad ya la tienes. Wayne te la acaba de decir. Solo tú has podido escucharlo. Ahora has de elegir qué hacer con lo que sabes: primero luchar contra con el ejército de vampiros y luego ir hacia la capilla de la cual habla Wayne o huir de la confrontación para ir directos a lo importante. Recuerda que cada decisión tiene su consecuencia y, en ocasiones, las dos elecciones traerán consecuencias negativas.
* Elen Calhoun: No sabes nada de lo que ha dicho Wayne a Huracán. Estas concentrada luchando y no has podido escucharlo. Nate Halliman está luchando contigo, a tu lado y te ayuda en todo momento. Tan conectado se siente contigo que no ha podido evitar fijarse en ti. Eres el nuevo amor de Nate y eso traerá consecuencias. ¿Positivas o negativas? Lo veremos. Referente a la batalla, otro golpe similar al que acabas de hacer podrá acabar con la vida de Kalla. Tuya es la elección de matarla o dejarla libre, pero recuerda que siempre hay consecuencias.
* Ambos: Como Wayne Overholser, ruego que me disculpéis. He estado muy entretenida en el Megaevento. Siento parecer presumida, pero ha tenido mucha más aceptación de la que esperaba. Esta es la causa de que haya tardado tanto en contestar. No me fije. Por favor, si vuelve a ocurrir, mandadme un mp. En otro orden de cosas, Nate Halliman, Wayne Overholser y el shabbel Scör forman ahora parte de vuestro grupo. Irán donde vayáis y lucharán contra quienes luchéis.
Y ese poco estaba en juego. Fuera quien fuera el ganador de la batalla entre el khez de las yentes y el khez de los vampiros; sus siestas y sus manjares terminarían. Todo por culpa de las yentes. No tendría que haberles seguido ni tendría que haberles dicho nada.
En mitad de la batalla, Halliman miró a la sonrisa que estaba dibujada en la punta de su bastón como si le estuviera pidiendo consejo. La respuesta de la sonrisa fue un bastonazo en la cabeza del anuro para luego señaló hacia la hermosa hembra yente. Eso no fue ningún consejo, la sonrisa del bastón le estaba culpando y tenía razón. Si se había metido en un problema entre dos khezs había sido por esa hembra yente. Ahora que había llegado tan lejos no podía quedarse de brazos cruzados.
Nate dio un brinco y golpeó por la parte de la sonrisa del bastón al primer vampiro que encontró. Un potingue de sangre, sesos y otras cosas asquerosas salió de la cabeza del vampiro. Cómo no, el hombre bestia puso un nombre para esa mezcla. La llamó narme. Un vampiro quiso atrapar al anuro por la espalda y éste le dio otro fuerte golpe en la cabeza con el bastón. El narme manchó la sonrisa y se tuvo que detener unos segundos a limpiar. No podía dejar que su amigo quedase sucio por la batalla.
-Formamos un buen khez- dijo Halliman a la hembra yente del pelo blanco- pronto dejaremos el todo el bosque recubierto de nerma-.
Esto lo dijo después de que la chica lanzase con sus manos las chispas del cielo para atacar a la líder de los vampiros, una chica que Halliman juraría haberla visto antes pero que no conseguía recordar. Aunque el impacto de las chispas no hizo expulsar el nerma de la jefa vampira, si le hizo mucho daño; su espalda chocó contra el árbol que tenía detrás. No murió, pero a punto de estuvo de hacerlo.
Nate contempló a la hembra yente del pelo blanco. Era más fuerte y poderosa que la otra. Igual de guapa y mucho más poderosa. Su armadura se ceñía a su cuerpo ofreciéndola un aspecto mucho más hermoso y poderoso que el que tal vez lo era. Luego de observarla de hito en hito, se miró así mismo y se avergonzó por llevar solo unos calzones.
La sonrisa del bastón, pronto apareció delante de su cabeza para comenzar con sus recriminaciones. Aunque Halliman fuera quien fingiese los movimientos como si estuviera hablando con un amigo invisible no pudo evitar sentirse ofendido por lo gesticulaba con la sonrisa del bastón. Se acababa de enamorar otra vez y de otra hembra yente. Unas gotas de sangre, y algo de nerma, salieron de su nariz a causa del nerviosismo de haberse dado cuenta de su nuevo amor.
-Eres preciosa- le dijo con un nervioso tartamudeo a la hembra yente del pelo blanco
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-Kalla- susurró Overholser con mucho pesar al reconocer a su hembra en medio de aquel nefasto enjambre de chupasangres – ¿cómo a…?- no finalizó la pregunta. Sabía a la perfección cómo había escapo y quién la había ayudado. La chica que tenía cogida ya se lo advirtió. –es mi hermana- dijo a la chica con el mismo tono de voz leve y triste como si le estuviera dando explicaciones- lo era-.
Scör también reconoció a Kalla Overholser. En cuanto la vio, se puso firme, con el pelo erguido y enseñó todos sus dientes en un maullido de amenaza. Kalla le devolvió el gesto. Le enseñó sus blancos dientes, pero no lo hizo con un maullido sino con una sonrisa. Le hacía parecer tan bella como aterrador. Wayne odió esa sonrisa. Apretó el gatillo de la ballesta apuntando hacia su hermana, “no, ya no es mi hermana”. Incluso en los momentos de presión, Wayne podía presumir de su gran puntería. Si fallaba un disparo era porque quería fallarlo. Si el virote que disparó no atravesó la odiosa sonrisa de su ya-no-hermana era porque no quería que muriese.
-No puedo hacerlo- se lamentó por no ser más decido. Se lamentó por no poder matar a su ya-no-hermana.
Desenvainó su cuchillo de cazador, el mismo que había degollado tantas cabezas de vampiro, y cortó las ataduras de la chica. La cogió por el cuello, esta vez sin hacer ninguna clase de presión ni fuerza desmesurada que pudiera hacerle daño, y acercó sus labios a la oreja de la chica.
-Ruego que me disculpes por mis actos- empezar fue fácil, continuar le costó unos segundos. - Tenías razón. He sido víctima de un mal engaño. Me han utilizado para heriros. No merezco vuestro perdón pero, igualmente, te lo rogaré-.
Soltó a la chica y cargo un nuevo virote a su ballesta. Apuntó hacia otro vampiro que no fuera su hermana, disparó y éste sí murió.
-Hazme un favor y acaba con sus vidas- señaló la ruta que los cuatro extranjeros comenzaron a caminar- A unas pocas decenas de metros hay una capilla. Cristiana, supongo. No soy adepto a ninguna religión y eso no es lo que nos importa. Bajo la capilla, unos túneles llevan a una mansión subterránea. Si es ahí donde reside la Vieja Dama lo desconozco; lo que sé con total seguridad que fue allí donde mi hermana quedó infectada y que un vampiro de un nivel muy alto habita en ella- hizo un descanso de unos segundos, había hablado demasiado- ayúdame a vengarme de él. Mátalo- luego añadió-pero, salva a Kalla-
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* Huracán: Casi toda la información que necesitabas para encontrar a Vlad ya la tienes. Wayne te la acaba de decir. Solo tú has podido escucharlo. Ahora has de elegir qué hacer con lo que sabes: primero luchar contra con el ejército de vampiros y luego ir hacia la capilla de la cual habla Wayne o huir de la confrontación para ir directos a lo importante. Recuerda que cada decisión tiene su consecuencia y, en ocasiones, las dos elecciones traerán consecuencias negativas.
* Elen Calhoun: No sabes nada de lo que ha dicho Wayne a Huracán. Estas concentrada luchando y no has podido escucharlo. Nate Halliman está luchando contigo, a tu lado y te ayuda en todo momento. Tan conectado se siente contigo que no ha podido evitar fijarse en ti. Eres el nuevo amor de Nate y eso traerá consecuencias. ¿Positivas o negativas? Lo veremos. Referente a la batalla, otro golpe similar al que acabas de hacer podrá acabar con la vida de Kalla. Tuya es la elección de matarla o dejarla libre, pero recuerda que siempre hay consecuencias.
* Ambos: Como Wayne Overholser, ruego que me disculpéis. He estado muy entretenida en el Megaevento. Siento parecer presumida, pero ha tenido mucha más aceptación de la que esperaba. Esta es la causa de que haya tardado tanto en contestar. No me fije. Por favor, si vuelve a ocurrir, mandadme un mp. En otro orden de cosas, Nate Halliman, Wayne Overholser y el shabbel Scör forman ahora parte de vuestro grupo. Irán donde vayáis y lucharán contra quienes luchéis.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Noté como el cazador comenzaba a destensar su brazo. Ya me apretaba con menos fuerza. Mis palabras y las de Elen parecían hacerle entrar en razón. Parecía que la situación podía mejorar y esbocé una pícara sonrisa.
Sin embargo, la repentina aparición de un grupo de vampiros desató un caos en el bosque. El cazador volvió a tensar sus músculos sobre mi cuello. Elen le recordó al cazador lo “buena” que era la idea de hacer tratos con una mujer “de palabra” como Mortagglia, y esto no hizo sino incrementar sus dudas sobre si estaría haciendo lo correcto. Jules, Alister, el anuro y la propia bruja comenzaron a luchar. Mientras tanto el hombre volvió a tensar su mano sobre mi cuello. Observando la batalla, sin saber muy bien qué hacer, qué bando elegir.
Cuestión que quedaría resuelta al son de un nombre, “Kalla”, pronunciada por el cazador en relación a una bella mujer morena, con la piel excepcionalmente pálida, que dirigía el grupo de los vampiros. Era su hermana. Aquello me hizo entender el por qué de su comportamiento, probablemente Mortagglia le hubiese propuesto un intercambio. Pero la paciencia no era una de las virtudes de la Dama. Astutamente, Elen la identificó como la líder del grupo y decidió ir a por ella, propinándole una potente descarga que la impulsó violentamente contra un árbol.
El cazador tiró de mí hacia atrás y se disculpó por su error de una manera muy sincera. Tomó un cuchillo, rasgó las cuerdas y me liberó. Al oído me dijo que no demasiado lejos había una capilla con una entrada secreta a una mansión subterránea. ¿La guarida de la Hermandad? Parecía coincidir con lo que decía el libro que encontré junto a Ébano en la guarida de los trasgos. Sí. El libro mencionaba que la guarida estaba sepultada bajo los restos de una vieja iglesia abandonada. El cazador no mentía. Merecía un voto de confianza, y sería importante contar con aliados para entrar al lugar. Tan sólo me hizo una petición, que salvara a su hermana y le ayudara a matar a Vladimir.
Una petición tan lógica era para mí una tesitura muy complicada. Me pidió que le ayudara a matar a Vladimir. Cosa que, si bien coincidía con mis deseos, se contraponía con los de mi amiga, que quería dejarlo vivo y persuadirle para que se desvinculara de la Hermandad. Yo era partidaria de que alguien tan peligroso tendría que descansar en una tumba. Así se lo había prometido a mis familiares y amigos. ¿Y si le dejaba vivo y luego cometía un homicidio mayor? Era el segundo de la Hermandad, a fin de cuentas. Pero por otro lado, no podía traicionar mi palabra y fallarle a Elen.
No obstante, nuestro acuerdo tenía ciertas cláusulas. Si Vladimir no se mostraba cooperativo, acabaríamos con él, y si llegado el momento nos atacase, que en el fondo era lo que yo deseaba, sería buena idea contar con aliados, y Overholser y yo compartíamos motivaciones. Por mucho que Elen me dijera, jamás perdonaría al centinela que hubiese herido de gravedad al maestro Dorian y hubiese asesinado a decenas de inocentes en las islas. – No puedo prometerte que acabaremos con Vladimir... Por ahora. – dije con cierta mística, mirando hacia Elen, que combatía, luego volví a enviar una mirada franca al cazador de vampiros. - Pero haré lo que esté en mi mano. Tienes mi palabra. – le dije para no darle demasiadas esperanzas.
Pero primero tendríamos que acabar con los vampiros. Jules despachó a uno con la ballesta y yo hice lo propio con otro. Afortunadamente, había llenado el carcaj de flechas antes de partir hacia aquí y tenía de sobra, además de las tres flechas doradas que guardaba para un combate más complicado. Traté de no errar ningún tiro. Me había entrenado muy bien antes de venir. Gracias a los esfuerzos de los seis que luchábamos ahora, conseguimos reducir el número de enemigos considerablemente. Sin embargo, giré la vista hacia un lado y vi cómo Elen, extraordinaria luchadora, terminó teniendo a Kalla a su merced. Acabar con ella supondría el fin inmediato de aquel grupo de vampiros. Pero el cazador la quería viva, era su hermana, y había prometido ayudarle en lo que pudiera. Si Elen mataba a Kalla, nos ganaríamos no solo un aliado menos, sino un enemigo más.
-¡Elen! ¡No la mates! – le grité a la tensái, tal y como había prometido al hombre. – El cazador está con nosotros y dice que es su hermana. ¡Trata de dejarla inconsciente! – le recomendé, pero aquella sería su decisión. Tal vez ella preferiría ir quitándose enemigos peligrosos, y la entendería en cualquier caso. Kalla parecía una adversaria terrible.
El número de vampiros cada vez era menor. Y con corrientes de aire acompañadas de virotes pudimos ir terminando con su vida. Ellos eran más, pero no mejores y, con tiempo, conseguimos ir derrotándolos. – La guarida está bajo una capilla cercana. Tenemos que ir. – expliqué a mis compañeros cuando ya quedaban muy pocos enemigos, para que fuesen haciéndose a la idea de que, por fin, y casi al anochecer, íbamos a dar con la entrada del lugar. El objetivo cada vez estaba más cerca.
Sin embargo, la repentina aparición de un grupo de vampiros desató un caos en el bosque. El cazador volvió a tensar sus músculos sobre mi cuello. Elen le recordó al cazador lo “buena” que era la idea de hacer tratos con una mujer “de palabra” como Mortagglia, y esto no hizo sino incrementar sus dudas sobre si estaría haciendo lo correcto. Jules, Alister, el anuro y la propia bruja comenzaron a luchar. Mientras tanto el hombre volvió a tensar su mano sobre mi cuello. Observando la batalla, sin saber muy bien qué hacer, qué bando elegir.
Cuestión que quedaría resuelta al son de un nombre, “Kalla”, pronunciada por el cazador en relación a una bella mujer morena, con la piel excepcionalmente pálida, que dirigía el grupo de los vampiros. Era su hermana. Aquello me hizo entender el por qué de su comportamiento, probablemente Mortagglia le hubiese propuesto un intercambio. Pero la paciencia no era una de las virtudes de la Dama. Astutamente, Elen la identificó como la líder del grupo y decidió ir a por ella, propinándole una potente descarga que la impulsó violentamente contra un árbol.
El cazador tiró de mí hacia atrás y se disculpó por su error de una manera muy sincera. Tomó un cuchillo, rasgó las cuerdas y me liberó. Al oído me dijo que no demasiado lejos había una capilla con una entrada secreta a una mansión subterránea. ¿La guarida de la Hermandad? Parecía coincidir con lo que decía el libro que encontré junto a Ébano en la guarida de los trasgos. Sí. El libro mencionaba que la guarida estaba sepultada bajo los restos de una vieja iglesia abandonada. El cazador no mentía. Merecía un voto de confianza, y sería importante contar con aliados para entrar al lugar. Tan sólo me hizo una petición, que salvara a su hermana y le ayudara a matar a Vladimir.
Una petición tan lógica era para mí una tesitura muy complicada. Me pidió que le ayudara a matar a Vladimir. Cosa que, si bien coincidía con mis deseos, se contraponía con los de mi amiga, que quería dejarlo vivo y persuadirle para que se desvinculara de la Hermandad. Yo era partidaria de que alguien tan peligroso tendría que descansar en una tumba. Así se lo había prometido a mis familiares y amigos. ¿Y si le dejaba vivo y luego cometía un homicidio mayor? Era el segundo de la Hermandad, a fin de cuentas. Pero por otro lado, no podía traicionar mi palabra y fallarle a Elen.
No obstante, nuestro acuerdo tenía ciertas cláusulas. Si Vladimir no se mostraba cooperativo, acabaríamos con él, y si llegado el momento nos atacase, que en el fondo era lo que yo deseaba, sería buena idea contar con aliados, y Overholser y yo compartíamos motivaciones. Por mucho que Elen me dijera, jamás perdonaría al centinela que hubiese herido de gravedad al maestro Dorian y hubiese asesinado a decenas de inocentes en las islas. – No puedo prometerte que acabaremos con Vladimir... Por ahora. – dije con cierta mística, mirando hacia Elen, que combatía, luego volví a enviar una mirada franca al cazador de vampiros. - Pero haré lo que esté en mi mano. Tienes mi palabra. – le dije para no darle demasiadas esperanzas.
Pero primero tendríamos que acabar con los vampiros. Jules despachó a uno con la ballesta y yo hice lo propio con otro. Afortunadamente, había llenado el carcaj de flechas antes de partir hacia aquí y tenía de sobra, además de las tres flechas doradas que guardaba para un combate más complicado. Traté de no errar ningún tiro. Me había entrenado muy bien antes de venir. Gracias a los esfuerzos de los seis que luchábamos ahora, conseguimos reducir el número de enemigos considerablemente. Sin embargo, giré la vista hacia un lado y vi cómo Elen, extraordinaria luchadora, terminó teniendo a Kalla a su merced. Acabar con ella supondría el fin inmediato de aquel grupo de vampiros. Pero el cazador la quería viva, era su hermana, y había prometido ayudarle en lo que pudiera. Si Elen mataba a Kalla, nos ganaríamos no solo un aliado menos, sino un enemigo más.
-¡Elen! ¡No la mates! – le grité a la tensái, tal y como había prometido al hombre. – El cazador está con nosotros y dice que es su hermana. ¡Trata de dejarla inconsciente! – le recomendé, pero aquella sería su decisión. Tal vez ella preferiría ir quitándose enemigos peligrosos, y la entendería en cualquier caso. Kalla parecía una adversaria terrible.
El número de vampiros cada vez era menor. Y con corrientes de aire acompañadas de virotes pudimos ir terminando con su vida. Ellos eran más, pero no mejores y, con tiempo, conseguimos ir derrotándolos. – La guarida está bajo una capilla cercana. Tenemos que ir. – expliqué a mis compañeros cuando ya quedaban muy pocos enemigos, para que fuesen haciéndose a la idea de que, por fin, y casi al anochecer, íbamos a dar con la entrada del lugar. El objetivo cada vez estaba más cerca.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El anuro, que finalmente había decidido ayudarlos en la pelea contra el grupo de vampiros, se deshizo fácilmente de dos de aquellos seres golpeándolos con su báculo, para luego limpiar los restos de sangre que habían quedado en el mismo y aprovechar el momento para dedicar unas palabras a la de cabellos cenicientos. Elen no era partidaria de ponerse a hablar de más en mitad de un enfrentamiento, pero debía admitir que toda ayuda era bien recibida, sobre todo teniendo en cuenta que aquel problema no era nada en comparación con lo que les esperaría dentro de la guarida de la Hermandad.
- Así es. - confirmó la bruja, mirando por el rabillo del ojo a su peculiar compañero. Esto solo duró un par de segundos, luego volvió a concentrarse en lo que tenía delante, los vampiros seguían avanzando y también cayendo en combate, pero cortar la cabeza de la serpiente les daría una victoria mucho más rápida. Ignorando el siguiente comentario del pequeño hombre bestia, que al parecer también se había fijado en ella del mismo modo que en Huracán hacía unos minutos, la centinela comenzó a crear una gran esfera de energía entre sus manos, con la idea de rematar a la mujer que lideraba a sus enemigos sin darle tiempo a reponerse del impacto que acababa de recibir.
La voz de Anastasia consiguió detenerla en el último segundo, pues al parecer aquella vampira era la hermana del cazador y éste se había puesto de lado del grupo al ver el drástico cambio en la situación. - Ya entiendo. - musitó, antes de liberar la esfera contra otro de los enemigos, que sin duda alguna murió al instante. Elen había cargado de más el orbe para causar tanto daño como le fuese posible, pero ahora las cosas se complicaban un poco, no debía matar a la mujer sino neutralizarla como amenaza, lo que requeriría que se le acercase mucho. - Está bien, ¡cubridme! - pidió, antes de lanzarse a toda prisa en dirección a la vampira.
Matar resultaba mucho más sencillo, no tenía que limitarse ni contener la potencia de sus ataques, pero ahora no le quedaba más remedio que llegar hasta su objetivo y aplicarle la corriente de forma directa, solo así conseguiría dejarla inconsciente sin causarle demasiado daño. Sin dejar de moverse, la de ojos verdes aprovechó para recuperar su daga por el camino y se percató de que no avanzaba sola, el shabbel del cazador corría a su lado y gruñía guturalmente, dejando claro que no le agradaba la presencia de la vampira, a la cual por supuesto reconocía.
La mujer se había encargado de provocar al animal con sus gestos, pero el objetivo de la criatura no era llegar hasta ella o atacarla, acompañaba a la hechicera para ocuparse del resto de enemigos que aún seguían en pie, haciendo caso a la petición que la benjamina de los Calhoun acababa de hacer. Aquel shabbel era muy inteligente, y aunque no comprendiese las palabras sabía leer las intenciones, si la bruja no atacaba desde el lugar en que se encontraba era porque planeaba hacer algo, y viendo que su amo había decidido ayudarlos, él también lo haría.
Demostrando el instinto de lucha propio de su especie, Scör derribó a uno de los vampiros y le desgarró la yugular con sus garras, para luego pasar al siguiente sin detenerse a que su víctima terminase de morir. De esta forma cayeron varios de los sirvientes de Mortagglia, dejando el camino despejado para que la tensai se ocupase de la hermana de Overholser. Una descarga cruzó la distancia que las separaba, pero Kalla era ágil y consiguió esquivarla, aunque no tuvo la misma suerte con la siguiente. Aturdida y con el cuerpo momentáneamente entumecido por culpa de la electricidad, la vampira pudo ver de forma borrosa cómo su enemiga llegaba hasta ella, lo siguiente que sintió fue una mano en el cuello y el punzante dolor del eléctrico elemento recorriéndole el cuerpo, hasta que todo cesó, sumiéndola en la más profunda oscuridad.
El cuerpo de Kalla se desplomó junto a un árbol, y mientras los demás integrantes del grupo se encargaban de terminar con el resto de atacantes, Elen se detuvo a mirarla por unos instantes, intentando adivinar lo que había ocurrido. - Este era el motivo, la transformaron y probablemente engañaron al cazador prometiéndole que regresaría o volvería a verla. - supuso, aunque existían muchas más posibilidades. ¿Desearía él unirse a su hermana por medio de la conversión? No, no tenía sentido que así fuese, debía haber algo más que se le estaba escapando. Sin perder tiempo formulando más teorías, la de cabellos cenicientos comprobó que ya no hubiese peligro y rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con algo de cuerda, que utilizó para atar las muñecas de la vampira a la espalda.
Alister acudió a ayudarla tan pronto como pudo, y entre ambos consiguieron trasladar a la mujer hasta el lugar en que se encontraba el resto del grupo. - Aquí la tienes cazador, permanecerá inconsciente durante un rato pero sería mejor encerrarla o asegurarse de que no pueda seguirnos. - dijo con tono serio, mientras depositaban el cuerpo en el suelo. - Si Mortagglia le ha dado orden de atacarnos no se rendirá fácilmente. - añadió, para luego cerciorarse con un rápido vistazo de que todos sus compañeros, incluidos el anuro y el shabbel, se encontraban bien tras la pelea.
Off: Sigel, doy por hecho que no tenía que lanzar runas en esta ocasión, por eso he decidido lo que ocurre con Kalla, si hay algún problema avísame y lo cambio.
- Así es. - confirmó la bruja, mirando por el rabillo del ojo a su peculiar compañero. Esto solo duró un par de segundos, luego volvió a concentrarse en lo que tenía delante, los vampiros seguían avanzando y también cayendo en combate, pero cortar la cabeza de la serpiente les daría una victoria mucho más rápida. Ignorando el siguiente comentario del pequeño hombre bestia, que al parecer también se había fijado en ella del mismo modo que en Huracán hacía unos minutos, la centinela comenzó a crear una gran esfera de energía entre sus manos, con la idea de rematar a la mujer que lideraba a sus enemigos sin darle tiempo a reponerse del impacto que acababa de recibir.
La voz de Anastasia consiguió detenerla en el último segundo, pues al parecer aquella vampira era la hermana del cazador y éste se había puesto de lado del grupo al ver el drástico cambio en la situación. - Ya entiendo. - musitó, antes de liberar la esfera contra otro de los enemigos, que sin duda alguna murió al instante. Elen había cargado de más el orbe para causar tanto daño como le fuese posible, pero ahora las cosas se complicaban un poco, no debía matar a la mujer sino neutralizarla como amenaza, lo que requeriría que se le acercase mucho. - Está bien, ¡cubridme! - pidió, antes de lanzarse a toda prisa en dirección a la vampira.
Matar resultaba mucho más sencillo, no tenía que limitarse ni contener la potencia de sus ataques, pero ahora no le quedaba más remedio que llegar hasta su objetivo y aplicarle la corriente de forma directa, solo así conseguiría dejarla inconsciente sin causarle demasiado daño. Sin dejar de moverse, la de ojos verdes aprovechó para recuperar su daga por el camino y se percató de que no avanzaba sola, el shabbel del cazador corría a su lado y gruñía guturalmente, dejando claro que no le agradaba la presencia de la vampira, a la cual por supuesto reconocía.
La mujer se había encargado de provocar al animal con sus gestos, pero el objetivo de la criatura no era llegar hasta ella o atacarla, acompañaba a la hechicera para ocuparse del resto de enemigos que aún seguían en pie, haciendo caso a la petición que la benjamina de los Calhoun acababa de hacer. Aquel shabbel era muy inteligente, y aunque no comprendiese las palabras sabía leer las intenciones, si la bruja no atacaba desde el lugar en que se encontraba era porque planeaba hacer algo, y viendo que su amo había decidido ayudarlos, él también lo haría.
Demostrando el instinto de lucha propio de su especie, Scör derribó a uno de los vampiros y le desgarró la yugular con sus garras, para luego pasar al siguiente sin detenerse a que su víctima terminase de morir. De esta forma cayeron varios de los sirvientes de Mortagglia, dejando el camino despejado para que la tensai se ocupase de la hermana de Overholser. Una descarga cruzó la distancia que las separaba, pero Kalla era ágil y consiguió esquivarla, aunque no tuvo la misma suerte con la siguiente. Aturdida y con el cuerpo momentáneamente entumecido por culpa de la electricidad, la vampira pudo ver de forma borrosa cómo su enemiga llegaba hasta ella, lo siguiente que sintió fue una mano en el cuello y el punzante dolor del eléctrico elemento recorriéndole el cuerpo, hasta que todo cesó, sumiéndola en la más profunda oscuridad.
El cuerpo de Kalla se desplomó junto a un árbol, y mientras los demás integrantes del grupo se encargaban de terminar con el resto de atacantes, Elen se detuvo a mirarla por unos instantes, intentando adivinar lo que había ocurrido. - Este era el motivo, la transformaron y probablemente engañaron al cazador prometiéndole que regresaría o volvería a verla. - supuso, aunque existían muchas más posibilidades. ¿Desearía él unirse a su hermana por medio de la conversión? No, no tenía sentido que así fuese, debía haber algo más que se le estaba escapando. Sin perder tiempo formulando más teorías, la de cabellos cenicientos comprobó que ya no hubiese peligro y rebuscó en el interior de su bolsa hasta dar con algo de cuerda, que utilizó para atar las muñecas de la vampira a la espalda.
Alister acudió a ayudarla tan pronto como pudo, y entre ambos consiguieron trasladar a la mujer hasta el lugar en que se encontraba el resto del grupo. - Aquí la tienes cazador, permanecerá inconsciente durante un rato pero sería mejor encerrarla o asegurarse de que no pueda seguirnos. - dijo con tono serio, mientras depositaban el cuerpo en el suelo. - Si Mortagglia le ha dado orden de atacarnos no se rendirá fácilmente. - añadió, para luego cerciorarse con un rápido vistazo de que todos sus compañeros, incluidos el anuro y el shabbel, se encontraban bien tras la pelea.
Off: Sigel, doy por hecho que no tenía que lanzar runas en esta ocasión, por eso he decidido lo que ocurre con Kalla, si hay algún problema avísame y lo cambio.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Dos antorchas iluminaban la Capilla Clavario. El fuego entraba por dentro de las huecas de las calaveras que formaban las paredes, columnas y adornos varios del oratorio; daba la apariencia de que las calaveras tuvieran vidas y estuvieran mirando todas al final de la sala donde estaba el altar de huesos y, arriba de este, clavada en la pared, la cruz cristiana.
El Padre Donald Callahan tuvo la sensación de que los ojos se estaban burlando de él. Sabía que la capilla llevaba años construida, quizás más del doble que él tenía; pero ni eso le impidió imaginar que alguien, algún ser maligno al servicio de Satanás, había colocado especialmente esas calaveras para que se estuvieran riendo de él.
-¿¡Es que no conocéis misericordia!?- y luego de decir eso, gritó con todas sus fuerzas.
Sus manos las tenía clavadas en la cruz como si fuera la figura de Cristo que él tanto había dejado. Quienes le colgaron, esos demonios chupasangre, le dijeron que no se preocupasen, que lo tuviera como un ascenso, al fin y al cabo, sufría como sufrió su señor. ¡Cabrones de mierda! Las heridas de sus manos no dejaban de sangrar, dos cuencas estaban bajo de ellas para recoger toda la sangre que caía. Los demonios no iban a desaprovechar ni una gota de sangre.
-¡Jodeos!- haciendo uso de la poca fuerza que le quedaba, consiguió mover sus pierna con la suficiente fuerza como para tirar los dos cuencos de sangre de una patada.
Su victoria, su muy merecida victoria, se merecía una buena nota. Un ocho y medio estaría bien. Cuando se puso en calma y los vampiros dejaron de atacar, Nate, con una mano rascándose el mentón, pensó en la nota de la batalla. La puntuación la tenía clara, el ocho y medio era más que justificable. Lo que no tenía para nada claro y la causa que tuviera que pasar tanto tiempo pensando en la nota era el escenario que se presentaba a su alrededor. Una vampira inconsciente, cadáveres vampiros y un montón de árboles puntuados con los números vijos. Un ocho y medio, entre tantas notas bajas.
Al final, y después de tener que consultar varias veces con la sonrisa de su bastón, Nate decidió apuntar el ocho y medio en el suelo. En algún lado tenía que poner su puntuación y para nada iba a poner una nota tan alta en mitad de tantos números vijos; sería una incoherencia muy impropia de un erudito como él.
-Ha estado bien,- dijo a la vez que se ponía el bastón a la espalda para celebrar la victoria, siempre con la cara sonriente apuntando hacia el cielo. – deberíamos quedar más veces para celebrar un encuentro como éste-. Contra más quedase con alguna de las dos hembras yentes, más oportunidades tendría con ellas.
De repente, la sonrisa del bastón golpeó la cabeza del hombre anuro. Le renegaba por ser un inconsciente y no entender lo que pasaba. Overholser, con una tez más seria y firme de la que acostumbraba a tener, miraba el cuerpo de la hembra vampira que le sonaba familiar. La sonrisa miró de frente a Nate. El anuro también miró a los ojos de la sonrisa dibujada. Fue como si ésta se lo hubiera dicho. ¡Claro, como hubiera podido obviarlo! Esa hembra vampira era la hermana de Wayne Overholser. Se parecía, no en todo, pero se parecía mucho. A juzgar por la manera que el cazador la miraba, tenía que ser ella.
-Sigamos adelante,- dijo al final Wayne cargando al hombro a su hermana- no voy a dejarla aquí abandonada a merced de los demás vampiros y de la mujer que vosotras habéis llamado Mortagglia y vosotros, según me atrevo a prejuzgar, tenéis una misión que cumplir. Iremos con vosotros,- el gato negro gigante aulló como si estuviera asintiendo a su señor- os debemos un favor-.
“Elen Calhoun”.
Hay una puerta en frente de ti. Quieres entrar. Se siente bien dentro. Tú padre, con las piernas flexionadas y los brazos estirados preparados para cogerte y levantarte en un abrazo. A sus pies, hay una inmensa pila de libros, hablan de dragones, magia y pociones. No importa de lo que hablen los libros. Tú padre lo sabe que no importa. Por eso los tiró al suelo. Solo le importas tú. Él solo quiere abrazarte.
“Elen Calhoun”.
Entra, sé que quieres entrar.
“Elen Calhoun”.
* Ambas: Este turno es más tranquilo, deberéis ir a la Capilla de Clavario. Aprovechad para poneros al día para entre vosotras todo lo que tengáis que hablar. El objetivo de este turno y llegar a la capilla, describirla (podéis usar imágenes de referencia) y rescatar al padre Callahan.
El Padre Donald Callahan tuvo la sensación de que los ojos se estaban burlando de él. Sabía que la capilla llevaba años construida, quizás más del doble que él tenía; pero ni eso le impidió imaginar que alguien, algún ser maligno al servicio de Satanás, había colocado especialmente esas calaveras para que se estuvieran riendo de él.
-¿¡Es que no conocéis misericordia!?- y luego de decir eso, gritó con todas sus fuerzas.
Sus manos las tenía clavadas en la cruz como si fuera la figura de Cristo que él tanto había dejado. Quienes le colgaron, esos demonios chupasangre, le dijeron que no se preocupasen, que lo tuviera como un ascenso, al fin y al cabo, sufría como sufrió su señor. ¡Cabrones de mierda! Las heridas de sus manos no dejaban de sangrar, dos cuencas estaban bajo de ellas para recoger toda la sangre que caía. Los demonios no iban a desaprovechar ni una gota de sangre.
-¡Jodeos!- haciendo uso de la poca fuerza que le quedaba, consiguió mover sus pierna con la suficiente fuerza como para tirar los dos cuencos de sangre de una patada.
- Padre Donald Callahan:
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- Capilla de Clavario:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Su victoria, su muy merecida victoria, se merecía una buena nota. Un ocho y medio estaría bien. Cuando se puso en calma y los vampiros dejaron de atacar, Nate, con una mano rascándose el mentón, pensó en la nota de la batalla. La puntuación la tenía clara, el ocho y medio era más que justificable. Lo que no tenía para nada claro y la causa que tuviera que pasar tanto tiempo pensando en la nota era el escenario que se presentaba a su alrededor. Una vampira inconsciente, cadáveres vampiros y un montón de árboles puntuados con los números vijos. Un ocho y medio, entre tantas notas bajas.
Al final, y después de tener que consultar varias veces con la sonrisa de su bastón, Nate decidió apuntar el ocho y medio en el suelo. En algún lado tenía que poner su puntuación y para nada iba a poner una nota tan alta en mitad de tantos números vijos; sería una incoherencia muy impropia de un erudito como él.
-Ha estado bien,- dijo a la vez que se ponía el bastón a la espalda para celebrar la victoria, siempre con la cara sonriente apuntando hacia el cielo. – deberíamos quedar más veces para celebrar un encuentro como éste-. Contra más quedase con alguna de las dos hembras yentes, más oportunidades tendría con ellas.
De repente, la sonrisa del bastón golpeó la cabeza del hombre anuro. Le renegaba por ser un inconsciente y no entender lo que pasaba. Overholser, con una tez más seria y firme de la que acostumbraba a tener, miraba el cuerpo de la hembra vampira que le sonaba familiar. La sonrisa miró de frente a Nate. El anuro también miró a los ojos de la sonrisa dibujada. Fue como si ésta se lo hubiera dicho. ¡Claro, como hubiera podido obviarlo! Esa hembra vampira era la hermana de Wayne Overholser. Se parecía, no en todo, pero se parecía mucho. A juzgar por la manera que el cazador la miraba, tenía que ser ella.
-Sigamos adelante,- dijo al final Wayne cargando al hombro a su hermana- no voy a dejarla aquí abandonada a merced de los demás vampiros y de la mujer que vosotras habéis llamado Mortagglia y vosotros, según me atrevo a prejuzgar, tenéis una misión que cumplir. Iremos con vosotros,- el gato negro gigante aulló como si estuviera asintiendo a su señor- os debemos un favor-.
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“Elen Calhoun”.
Hay una puerta en frente de ti. Quieres entrar. Se siente bien dentro. Tú padre, con las piernas flexionadas y los brazos estirados preparados para cogerte y levantarte en un abrazo. A sus pies, hay una inmensa pila de libros, hablan de dragones, magia y pociones. No importa de lo que hablen los libros. Tú padre lo sabe que no importa. Por eso los tiró al suelo. Solo le importas tú. Él solo quiere abrazarte.
“Elen Calhoun”.
Entra, sé que quieres entrar.
“Elen Calhoun”.
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* Ambas: Este turno es más tranquilo, deberéis ir a la Capilla de Clavario. Aprovechad para poneros al día para entre vosotras todo lo que tengáis que hablar. El objetivo de este turno y llegar a la capilla, describirla (podéis usar imágenes de referencia) y rescatar al padre Callahan.
Sigel
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Yo me encargué de disparar al último de los chupasangres que quedaba vivo, una mujer que a duras penas había superado la mayoría de edad, pero que había perdido totalmente la cabeza, algo muy característico de los vampiros de la Hermandad. Consumida quién sabe si por su sed de sangre o por las fuerzas de Mortagglia o de Vladimir, se había lanzado a por nosotros con sonidos guturales como un animal. La joven llevaba un dije colgando de su cuello, ahora atravesado por mi virote, lo abrí por curiosidad, estaba oxidado, pero aún se podían leer unas palabras. “Llévalo contigo y siempre tendrás suerte. Tus padres”.
Pobre infeliz. Volví a erguirme y observé con lástima su rostro. Mi abuela pagaría por todos los crímenes que había cometido, por todas las familias que había destrozado, por todas las ilusiones que había arrebatado.
-Y que todavía pienses en entrar a tomar el té con ese vampiro... – ironizó Jules, que había visto la escena, para incrementar aún más mis dudas sobre si había hecho lo correcto al acordar la no agresión con Vladimir. El brujo nunca ocultó su disconformidad con aquel plan. – Ya puedes ir pensando cómo vas a decirle a las familias de los brujos que ha matado, a tu madre y, sobre todo, al maestro Dorian, que, llegado el momento, lo has dejado escapar porque creías que era “el Elegido” que traería el equilibrio al mundo. – realizó un resoplo satírico. – Espero que no sea algo de lo que te arrepientas más adelante. – Me apreté los labios, sin responder. El brujo se dio media vuelta y partió, para volver a girarse hacia mí. – Y vigila a tu amiga, antes la he notado un poco… ida.
Enfundé la ballesta de nuevo a mi espalda y volví con el grupo. Por lo visto, finalmente Elen me hizo caso y había dejado a Kalla inconsciente, así se lo hizo saber a su hermano, que ya cargaba con ella a hombros, al ritmo que indicó que debíamos ponernos en marcha hacia la capilla.
Me mostré ligeramente pensativa durante el camino, que era de ascenso, avanzando junto a Elen mientras Jules y Alister dialogaban más adelante, quería tomar algo de distancia para poder transmitirle mis pensamientos a mi amiga. – Elen, te considero mi amiga, y quiero dejar las cosas claras antes de entrar a la guarida. – le llamé seria, con educación, mirándola a los ojos, quería que me fuera honesta. – Llevo un rato pensando en nuestro “trato”. Sé sincera, ¿crees que Vladimir se pondrá de nuestro lado? Has visto el ataque que nos acaba de lanzar. El brutal ataque que realizó sobre las islas. Lo que ha hecho con la hermana del cazador. Lo que hace con todo el mundo. – le dije seria a Elen, en una invitación a que reflexionara. – ¿De verdad sigues viendo en él un héroe capaz de salvar al mundo? – La pregunta era muy exagerada, pero quería que se diera cuenta lo ridícula que me parecía la idea de considerar a Vladimir un mesías.
Me tomé una pausa mientras respondía, y miré a Overholser, comprobando que estaba lo suficiente distancia como para no escucharme. – Una vez dentro, sería conveniente que todos estuviésemos en el mismo bando. Y para empezar, el cazador me ha dicho que quiere matar a Vladimir, en venganza por lo que le ha hecho a su hermana. – le revelé para que supiera sus intenciones, pues si yo le pedía sinceridad, lo mínimo que podía hacer era corresponderla. Miré a mi compañero. – Jules tampoco es partidario de dejarle vivir. – y luego miré tímidamente hacia abajo. – Y yo… Yo me debo a la gente que puso esta misión en mis manos. - me tomé una pausa tras indicarle "el bando" en el que me encontraba yo, pero quería darle la oportunidad a rectificar y a convencerla de que matar a Vladimir sería la mejor opción. – Quiero creer que lo que dijiste en la posada es cierto, pero me resulta difícil. tú misma has visto lo malvado que es Vladimir. – miré a su pecho, donde supuestamente guardaba el medallón – Me dijiste que tenía efectos secundarios, que corrompía a las personas. Y Jules te nota un poco rara. Temo que te encuentres bajo la influencia del colgante. Quiero creerte pero… no puedo confirmar eso de ninguna manera. – maticé apesadumbrada. - Quizás sería mejor que te mantuvieses al margen cuando sea el momento de encontrarnos con él. Nosotros hablaremos y, si aún así no oculta su naturaleza violenta, entonces será merecedor de su destino. - le propuse como alternativa - Si nos enfrentamos entre nosotros con él de por medio, todos acabaremos muy mal. No le derrotaremos si no somos un equipo. - le advertí para que recapacitara.
Yo sabía lo testaruda que era mi amiga y también sabía que, seguramente, no aceptaría. Las dos lo éramos en realidad, yo lo único que quería era evitar un conflicto. Ya que ambas pensábamos distinto en esta ocasión.
Poco después de nuestra conversación, llegaríamos a la capilla, situada en lo alto de una colina junto a un enorme tejo, un árbol cuyos frutos eran mortales. Precisamente se plantaban junto a las iglesias para simbolizar el paso de la tierra al cielo, como creían los creyentes del cristianismo entre los que, por supuesto, no me encontraba.
-Hemos llegado. – indicó Overholser.
Se escuchaban ruidos en el interior, abrí la puerta con cuidado, colocando mi ballesta en ristre. Era el lugar más macabro que había visto en mi vida. Una iglesia muy pequeña cuyas “paredes” estaban adornadas por calaveras y huesos. Sin duda de las miles de víctimas que se cobraría la Hermandad.
Allí, al fondo, se encontraba un hombre crucificado, dando a la capilla la sensación de una especie de sala de tortura, la sangre de aquel tipo alimentaba unos cuencos de los que, seguramente, bebería algún vampiro a posteriori. Lo primero que hice fue correr a socorrer al tipo, sin advertir las dos calaveras de fuego que había en la sala y que miraban al hombre. – Menudo espectáculo dantesco. Bajemos al abuelo. – dijo Jules. Aquello no hacía sino incrementar mis ganas de acabar con Vladimir.
Entre Overholser, que había dejado a su hermana en una pared de la capilla, Jules y yo conseguimos bajar al tipo de su crucifixión, quitándole los clavos que le sostenían las manos.
-Tranquilícese. – le dije, seria. - ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién le ha hecho esto? – pregunté, apoyándolo en el suelo con delicadeza para que se recuperara.
Pobre infeliz. Volví a erguirme y observé con lástima su rostro. Mi abuela pagaría por todos los crímenes que había cometido, por todas las familias que había destrozado, por todas las ilusiones que había arrebatado.
-Y que todavía pienses en entrar a tomar el té con ese vampiro... – ironizó Jules, que había visto la escena, para incrementar aún más mis dudas sobre si había hecho lo correcto al acordar la no agresión con Vladimir. El brujo nunca ocultó su disconformidad con aquel plan. – Ya puedes ir pensando cómo vas a decirle a las familias de los brujos que ha matado, a tu madre y, sobre todo, al maestro Dorian, que, llegado el momento, lo has dejado escapar porque creías que era “el Elegido” que traería el equilibrio al mundo. – realizó un resoplo satírico. – Espero que no sea algo de lo que te arrepientas más adelante. – Me apreté los labios, sin responder. El brujo se dio media vuelta y partió, para volver a girarse hacia mí. – Y vigila a tu amiga, antes la he notado un poco… ida.
Enfundé la ballesta de nuevo a mi espalda y volví con el grupo. Por lo visto, finalmente Elen me hizo caso y había dejado a Kalla inconsciente, así se lo hizo saber a su hermano, que ya cargaba con ella a hombros, al ritmo que indicó que debíamos ponernos en marcha hacia la capilla.
Me mostré ligeramente pensativa durante el camino, que era de ascenso, avanzando junto a Elen mientras Jules y Alister dialogaban más adelante, quería tomar algo de distancia para poder transmitirle mis pensamientos a mi amiga. – Elen, te considero mi amiga, y quiero dejar las cosas claras antes de entrar a la guarida. – le llamé seria, con educación, mirándola a los ojos, quería que me fuera honesta. – Llevo un rato pensando en nuestro “trato”. Sé sincera, ¿crees que Vladimir se pondrá de nuestro lado? Has visto el ataque que nos acaba de lanzar. El brutal ataque que realizó sobre las islas. Lo que ha hecho con la hermana del cazador. Lo que hace con todo el mundo. – le dije seria a Elen, en una invitación a que reflexionara. – ¿De verdad sigues viendo en él un héroe capaz de salvar al mundo? – La pregunta era muy exagerada, pero quería que se diera cuenta lo ridícula que me parecía la idea de considerar a Vladimir un mesías.
Me tomé una pausa mientras respondía, y miré a Overholser, comprobando que estaba lo suficiente distancia como para no escucharme. – Una vez dentro, sería conveniente que todos estuviésemos en el mismo bando. Y para empezar, el cazador me ha dicho que quiere matar a Vladimir, en venganza por lo que le ha hecho a su hermana. – le revelé para que supiera sus intenciones, pues si yo le pedía sinceridad, lo mínimo que podía hacer era corresponderla. Miré a mi compañero. – Jules tampoco es partidario de dejarle vivir. – y luego miré tímidamente hacia abajo. – Y yo… Yo me debo a la gente que puso esta misión en mis manos. - me tomé una pausa tras indicarle "el bando" en el que me encontraba yo, pero quería darle la oportunidad a rectificar y a convencerla de que matar a Vladimir sería la mejor opción. – Quiero creer que lo que dijiste en la posada es cierto, pero me resulta difícil. tú misma has visto lo malvado que es Vladimir. – miré a su pecho, donde supuestamente guardaba el medallón – Me dijiste que tenía efectos secundarios, que corrompía a las personas. Y Jules te nota un poco rara. Temo que te encuentres bajo la influencia del colgante. Quiero creerte pero… no puedo confirmar eso de ninguna manera. – maticé apesadumbrada. - Quizás sería mejor que te mantuvieses al margen cuando sea el momento de encontrarnos con él. Nosotros hablaremos y, si aún así no oculta su naturaleza violenta, entonces será merecedor de su destino. - le propuse como alternativa - Si nos enfrentamos entre nosotros con él de por medio, todos acabaremos muy mal. No le derrotaremos si no somos un equipo. - le advertí para que recapacitara.
Yo sabía lo testaruda que era mi amiga y también sabía que, seguramente, no aceptaría. Las dos lo éramos en realidad, yo lo único que quería era evitar un conflicto. Ya que ambas pensábamos distinto en esta ocasión.
Poco después de nuestra conversación, llegaríamos a la capilla, situada en lo alto de una colina junto a un enorme tejo, un árbol cuyos frutos eran mortales. Precisamente se plantaban junto a las iglesias para simbolizar el paso de la tierra al cielo, como creían los creyentes del cristianismo entre los que, por supuesto, no me encontraba.
-Hemos llegado. – indicó Overholser.
Se escuchaban ruidos en el interior, abrí la puerta con cuidado, colocando mi ballesta en ristre. Era el lugar más macabro que había visto en mi vida. Una iglesia muy pequeña cuyas “paredes” estaban adornadas por calaveras y huesos. Sin duda de las miles de víctimas que se cobraría la Hermandad.
Allí, al fondo, se encontraba un hombre crucificado, dando a la capilla la sensación de una especie de sala de tortura, la sangre de aquel tipo alimentaba unos cuencos de los que, seguramente, bebería algún vampiro a posteriori. Lo primero que hice fue correr a socorrer al tipo, sin advertir las dos calaveras de fuego que había en la sala y que miraban al hombre. – Menudo espectáculo dantesco. Bajemos al abuelo. – dijo Jules. Aquello no hacía sino incrementar mis ganas de acabar con Vladimir.
Entre Overholser, que había dejado a su hermana en una pared de la capilla, Jules y yo conseguimos bajar al tipo de su crucifixión, quitándole los clavos que le sostenían las manos.
-Tranquilícese. – le dije, seria. - ¿Qué ha ocurrido? ¿Quién le ha hecho esto? – pregunté, apoyándolo en el suelo con delicadeza para que se recuperara.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Overholser recogió el cuerpo inconsciente de su hermana y se la echó al hombro antes de instar al resto del grupo a seguir adelante, aclarando que no estaba dispuesto a dejar atrás a la vampira, ni aunque su presencia supusiese una amenaza para el resto. Elen no podía apoyar aquella decisión, llevar consigo a una individua que sin duda intentaría atacarlos de nuevo en cuanto recuperarse el conocimiento era una completa imprudencia, pero teniendo en cuenta que la compañía del cazador les sería muy útil para moverse por el bosque con seguridad, prefirió guardar silencio de momento.
Todo se reducía a valorar los pros y contras de la decisión, y sumar dos miembros más a su bando pesaba más que el peligro de llevar a Kalla con ellos, siempre y cuando la mantuviesen vigilada y el cazador le permitiese volver a utilizar su elemento sobre ella en caso de que despertase. - No perdamos tiempo, la noche está al caer. - comentó, antes de que agradable voz del inmortal volviese a resonar dentro de su cabeza. Ésta vez no la trasportó a un lugar que conociese o a un recuerdo de infancia como los anteriores, solo había una puerta delante de ella, invitándola a entrar.
Al otro lado pudo ver la figura de su padre, esperándola con los brazos abiertos para recibirla con un cálido abrazo. A los pies del hechicero yacía una pila de libros, pero Geralt no prestaba atención a ninguno de ellos, no tenía ojos más que para su pequeña. Los grisáceos cabellos del brujo se mecían levemente con la brisa, mientras una amplia sonrisa se adueñaba de su rostro, dándole un aspecto alegre y despreocupado. ¿Cuánto había deseado volver a verlo así? Desde que su madre les contó la terrible suerte que había corrido Elen no se había permitido pensar demasiado en él, pero ahora que lo tenía delante, aunque se tratase de una mera ilusión, no podía contener las ganas de ir a su lado.
Sí, quería entrar y reunirse con su padre, pero al igual que en las otras ocasiones, la imagen terminó desapareciendo antes de que pudiese avanzar lo suficiente como para alcanzarlo, devolviéndola bruscamente a la realidad. La joven inició el camino en silencio, algo distraída a causa de aquella manipulación que el centinela estaba utilizando sobre ella. ¿Hasta qué punto podría permitirlo? No quería saberlo, pues tampoco estaba segura de poder controlar aquellas visiones para bloquearlas llegado el caso. Aun así todo era muy confuso, ¿por qué se molestaba Vladimir en entrar en su mente? A fin de cuentas debía estar enterado de lo que pretendía, y de que eso suponía eliminar a cuantos se interpusiese en su camino.
Muchos miembros de la Hermandad caerían a sus manos, y a pesar de ello no parecía que el inmortal estuviese preocupado o molesto con la llegada de la hechicera a sus dominios. ¿Pensaba recibirla sin más? No, teniendo en cuenta lo poco que sabía de él seguramente le costase llegar hasta su escondite, y de conseguirlo quién sabe cómo acabaría tal encuentro entre ambos. Amaterasu la había instado a encontrarlo, pero quizá Huracán tuviese razón y no hubiese modo de convencerlo, ¿qué haría entonces?
No podía matarlo ni permitir que otro lo hiciese, pero las alternativas serían muy pocas si el vampiro se negaba a cooperar y decidía atacarlos para cobrar venganza por los caídos de su raza.
La voz de Huracán la sacó de sus pensamientos, y en cuanto la cazadora comenzó a hablar Elen supo que todo se complicaría una vez estuviesen dentro de la guarida. - ¿Quién dijo que fuese un héroe? - preguntó ella sin apenas elevar la voz, de modo que la conversación quedase solo entre ellas. - No olvido lo que ha hecho ni con quién se ha aliado, pero no fui yo quien lo eligió como centinela, solo puedo buscar la forma de convencerlo para que abandone ese camino y me ayude en mi misión. - añadió, para luego seguir escuchando todo lo que su amiga tenía que decir. Al parecer la cazadora se había estado guardando mucho, y a excepción de Alister, que la acompañaba y apoyaría sus decisiones, el resto del grupo estaba a favor de acabar con el vampiro, lo cual sería un problema.
- ¿Cómo puedes pedirme que me quede al margen cuando se trata de algo tan importante para mí? - comenzó la centinela, con tono serio. - Tú no has visto lo que yo, las matanzas de Mortagglia y su Hermandad, e incluso las que haya podido causar Vladimir no serán nada en comparación con lo que harán los jinetes si consiguen llegar a este plano. Será el fin de este mundo tal y como lo conoces, ¿y entonces qué harás eh? No importa a cuantos reúnas para combatirlos, vuestras armas no les harán absolutamente nada. - dijo, antes de hacer una leve pausa. - Solo nosotros podemos luchar con ellos, y en pago por tener tal privilegio cargamos con una oscuridad que nos consume y transforma. - continuó, con la vista clavada en el suelo.
- Vladimir lleva más de un siglo bajo esa influencia y es normal que se haya malogrado con el tiempo, yo no quiero acabar así… - confesó, sin perder la calma. - Mi medallón es el artefacto que más almas malignas contiene y eso reduce mi tiempo, entiéndeme, si no acabo con los jinetes a tiempo puede que me pierda a mí misma, igual que el inmortal. - prosiguió, aunque no estaba segura de que sus palabras sirviesen de algo. - Quizá no fue buena idea venir con vosotros, tendría que haberlo hecho sola. - fue lo último que dijo, antes de dar por zanjada la conversación.
Poco después encontraron una especie de capilla, pero en nada se parecía a ninguna otra que la bruja hubiese visto antes. Todo el interior estaba formado por un montón de calaveras y huesos, y al fondo del todo había un hombre, al que habían crucificado para que se desangrase lentamente. Los ropajes del extraño pronto dejaron claro que se trataba del padre de la capilla, pero ¿por qué lo habían colgado de aquel modo?
Huracán, con ayuda de Jules y del cazador, consiguió bajar al hombre y depositarlo en el suelo, momento que la de ojos verdes aprovechó para arrodillarse junto a él y examinar las heridas de sus manos. - Esos chupasangres, ¡malnacidos!, me colgaron con la excusa de que de ese modo ascendería, pero seguro que solo era una excusa para beberse mi sangre, ¡desgraciados! - se quejó el padre, mientras la hechicera revolvía en el interior de su bolsa hasta dar con un par de frascos y algunas vendas. - Por favor, quédese quieto mientras lo atiendo. - pidió la centinela, antes de comenzar por lavar las heridas del religioso.
Una vez limpias, vertió en ellas un remedio de Inhibis y Barrimorth para que el dolor cesara y empezara a sanar, poco más podía hacer en aquel momento. Elen vendó las manos del padre Callahan y una vez concluida su labor decidió hacerse a un lado, para que éste pudiese explicarse mejor ahora que su situación había mejorado un poco.
Todo se reducía a valorar los pros y contras de la decisión, y sumar dos miembros más a su bando pesaba más que el peligro de llevar a Kalla con ellos, siempre y cuando la mantuviesen vigilada y el cazador le permitiese volver a utilizar su elemento sobre ella en caso de que despertase. - No perdamos tiempo, la noche está al caer. - comentó, antes de que agradable voz del inmortal volviese a resonar dentro de su cabeza. Ésta vez no la trasportó a un lugar que conociese o a un recuerdo de infancia como los anteriores, solo había una puerta delante de ella, invitándola a entrar.
Al otro lado pudo ver la figura de su padre, esperándola con los brazos abiertos para recibirla con un cálido abrazo. A los pies del hechicero yacía una pila de libros, pero Geralt no prestaba atención a ninguno de ellos, no tenía ojos más que para su pequeña. Los grisáceos cabellos del brujo se mecían levemente con la brisa, mientras una amplia sonrisa se adueñaba de su rostro, dándole un aspecto alegre y despreocupado. ¿Cuánto había deseado volver a verlo así? Desde que su madre les contó la terrible suerte que había corrido Elen no se había permitido pensar demasiado en él, pero ahora que lo tenía delante, aunque se tratase de una mera ilusión, no podía contener las ganas de ir a su lado.
Sí, quería entrar y reunirse con su padre, pero al igual que en las otras ocasiones, la imagen terminó desapareciendo antes de que pudiese avanzar lo suficiente como para alcanzarlo, devolviéndola bruscamente a la realidad. La joven inició el camino en silencio, algo distraída a causa de aquella manipulación que el centinela estaba utilizando sobre ella. ¿Hasta qué punto podría permitirlo? No quería saberlo, pues tampoco estaba segura de poder controlar aquellas visiones para bloquearlas llegado el caso. Aun así todo era muy confuso, ¿por qué se molestaba Vladimir en entrar en su mente? A fin de cuentas debía estar enterado de lo que pretendía, y de que eso suponía eliminar a cuantos se interpusiese en su camino.
Muchos miembros de la Hermandad caerían a sus manos, y a pesar de ello no parecía que el inmortal estuviese preocupado o molesto con la llegada de la hechicera a sus dominios. ¿Pensaba recibirla sin más? No, teniendo en cuenta lo poco que sabía de él seguramente le costase llegar hasta su escondite, y de conseguirlo quién sabe cómo acabaría tal encuentro entre ambos. Amaterasu la había instado a encontrarlo, pero quizá Huracán tuviese razón y no hubiese modo de convencerlo, ¿qué haría entonces?
No podía matarlo ni permitir que otro lo hiciese, pero las alternativas serían muy pocas si el vampiro se negaba a cooperar y decidía atacarlos para cobrar venganza por los caídos de su raza.
La voz de Huracán la sacó de sus pensamientos, y en cuanto la cazadora comenzó a hablar Elen supo que todo se complicaría una vez estuviesen dentro de la guarida. - ¿Quién dijo que fuese un héroe? - preguntó ella sin apenas elevar la voz, de modo que la conversación quedase solo entre ellas. - No olvido lo que ha hecho ni con quién se ha aliado, pero no fui yo quien lo eligió como centinela, solo puedo buscar la forma de convencerlo para que abandone ese camino y me ayude en mi misión. - añadió, para luego seguir escuchando todo lo que su amiga tenía que decir. Al parecer la cazadora se había estado guardando mucho, y a excepción de Alister, que la acompañaba y apoyaría sus decisiones, el resto del grupo estaba a favor de acabar con el vampiro, lo cual sería un problema.
- ¿Cómo puedes pedirme que me quede al margen cuando se trata de algo tan importante para mí? - comenzó la centinela, con tono serio. - Tú no has visto lo que yo, las matanzas de Mortagglia y su Hermandad, e incluso las que haya podido causar Vladimir no serán nada en comparación con lo que harán los jinetes si consiguen llegar a este plano. Será el fin de este mundo tal y como lo conoces, ¿y entonces qué harás eh? No importa a cuantos reúnas para combatirlos, vuestras armas no les harán absolutamente nada. - dijo, antes de hacer una leve pausa. - Solo nosotros podemos luchar con ellos, y en pago por tener tal privilegio cargamos con una oscuridad que nos consume y transforma. - continuó, con la vista clavada en el suelo.
- Vladimir lleva más de un siglo bajo esa influencia y es normal que se haya malogrado con el tiempo, yo no quiero acabar así… - confesó, sin perder la calma. - Mi medallón es el artefacto que más almas malignas contiene y eso reduce mi tiempo, entiéndeme, si no acabo con los jinetes a tiempo puede que me pierda a mí misma, igual que el inmortal. - prosiguió, aunque no estaba segura de que sus palabras sirviesen de algo. - Quizá no fue buena idea venir con vosotros, tendría que haberlo hecho sola. - fue lo último que dijo, antes de dar por zanjada la conversación.
Poco después encontraron una especie de capilla, pero en nada se parecía a ninguna otra que la bruja hubiese visto antes. Todo el interior estaba formado por un montón de calaveras y huesos, y al fondo del todo había un hombre, al que habían crucificado para que se desangrase lentamente. Los ropajes del extraño pronto dejaron claro que se trataba del padre de la capilla, pero ¿por qué lo habían colgado de aquel modo?
Huracán, con ayuda de Jules y del cazador, consiguió bajar al hombre y depositarlo en el suelo, momento que la de ojos verdes aprovechó para arrodillarse junto a él y examinar las heridas de sus manos. - Esos chupasangres, ¡malnacidos!, me colgaron con la excusa de que de ese modo ascendería, pero seguro que solo era una excusa para beberse mi sangre, ¡desgraciados! - se quejó el padre, mientras la hechicera revolvía en el interior de su bolsa hasta dar con un par de frascos y algunas vendas. - Por favor, quédese quieto mientras lo atiendo. - pidió la centinela, antes de comenzar por lavar las heridas del religioso.
Una vez limpias, vertió en ellas un remedio de Inhibis y Barrimorth para que el dolor cesara y empezara a sanar, poco más podía hacer en aquel momento. Elen vendó las manos del padre Callahan y una vez concluida su labor decidió hacerse a un lado, para que éste pudiese explicarse mejor ahora que su situación había mejorado un poco.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Sacrestic Ville no era, precisamente, la ciudad donde más Iglesias cristianas había. Verla, desde lejos, crecer de entre los árboles del bosque no le causó buena impresión. Conocía muy bien el secreto de la Capilla del Clavario. Había escuchado historia, la mayoría de ellas contadas con la larga lengua de Halliman. El hombre sapo no se sabía estar callado. Si algo veía, fuera lo que fuera, lo contaba y luego ponía una puntuación al rumor que acababa de decir. A Kalla le gustaba escuchar sus historias. Todos los días que el hombre bestia visitaba la cabaña de los cazadores, le invitaba a un té y unas pastas para que siguiera hablando.
Sin darse cuenta, sus ojos se desviaron a la cara de su hermana. Inconsciente, volvía a ser ella. Sus ojos dejaron de brillar con la furia asesina de antes y, con la boca cerrada, ya no se veían los afilados colmillos de vampiro. Acaricia la mejilla de la chica.
-Hemos llegado- anunció Overholser a la vez que dejaba de fijarse en su hermana y recobraba su expresión firme y severa que habituaba a entender.
Nate Halliman entró primero sin preguntar a nadie. En cambio, Wayne, como el educado cazador que era, dejó pasar a los extranjeros y entró en último lugar. Antes de que pudiera ver nada del interior de la Capilla del Clavario. La mujer que recibía el nombre de Huracán, su antiguo objetivo, comenzó a correr y de muy cerca le siguió Jules. Wayne Overholser lo entendió. Ambos extranjeros vieron al Clavario de la Capilla.
Cuando por fin entró Wayne Overholser a la capilla, vio al Clavario tumbado en el suelo y a la bruja Elen, la que había dejado inconsciente a Kalla, socorrerlo. No fue una imagen agradable. El Padre tenía toda la espalda llena de cicatrices, algunas secas y otras por secar, tenía dos agujeros en las palmas de las manos y su cabello cano estaba lleno de espinas. Aun así, por muy grotesca que fuera la imagen, Overholser no se preocupó por él. Entró en la Capilla del Clavario como si estuviera entrando en su propia cabaña después de un largo día cazando vampiros. Dejó a Kalla acostada en un rincón, se aseguró que estuviera sana e inconsciente Scör junto a su hermana. Luego de esto, se puso detrás del grupo de extranjeros, sin decir nada y sin hacer nada. Como un observador que no tenía la intención de actuar.
En el suelo, mientras la chica de cabellos blancos, un ángel visto por sus ojos, tosió sangre y bilis (nerma según diría Nate Halliman). No le importó mancharse todavía más de sangre. Todo su pecho estaba recubierto por una capa de sangre seca, sus manos tenía dos puntos abiertos que no dejaban de sangrar, su sien estaba plagada de cortes que, de vez en cuando, hacían gotear más sangre y su espalda… daba gracias que no se la podía ver pues lo que sentía no era para nada agradable. No le importó sangrar ni estar gravemente herido. Sí le importó que el ángel de cabellos cenizos le viera así. Era la segunda vez que jugaba con la bondad de un ángel. El primer ángel tenía como nombre Lupe: Un chico de treinta años de piel negra que le acogía en las noches que el demonio de la bebida se apoderaba de Donald Callahan.
“Cabrones” pensó inmediatamente tras recordar a Lupe. Fue a gritarlo pero la tos le vino de nuevo y no pudo decir nada. Sin embargo, en su mente se vio así mismo, con un cuchillo de cocina en las manos. Estaba caminando hacia Lupe y hacia el hombre que lo tenía hipnotizado. Éste le estaba besando el cuello y Lupe, el ángel negro, se estaba dejando. Luego, el vampiro mordió el cuello de Lupe y el cuchillo de carnicero que Donald sostenía en las manos se clavó en el cuello del vampiro. Se hubiera llegado un segundo antes hubiera podido rescatar al ángel del demonio.
-Cabrones- ni la tos pudo evitar que maldijera a los demonios chupasangre.
Estaba sudando y le costaba concentrarse en la realidad y el ángel de cabello cenizo. Intentó concentrarse en un punto fijo: Los ojos de la bruja. Pero, tras unos segundos, estos se convirtieron en los ojos azules de Lupe y él, en su imaginación, le besó.
Tenía que proteger a Lupe y vengarse de lo que le habían hecho. Una acción muy poco cristiana. ¡Que Dios le perdone pero tenía que matar a los vampiros! Ellos mataron a Lupe, a uno de los ángeles del Cielo enviados para socorrer a los débiles de corazón. Y no había persona más débil que Donald Frank Callahan quien, pese a ser un predicador cristiano, todas las noches caía en la debilidad de la bebida. En la realidad, Callahan hizo un intentó por levantarse, en su imaginación se recordó a sí mismo, con el mismo cuchillo con el que mató al asesino de Lupe, matar vampiros. Decenas tal vez… Muchos dirían algunos, pocos según el débil y dolorido corazón del predicador.
Llegó Vladimir. Callahan combatió contra él. Consiguió herirle de gravedad en el hombro al calvarle su cuchillo. Vladimir, tras ello atrapó al Padre Callahan. Se río de él. Pero no lo mató. No… Matar es cosas de los vampiros menores. El gran demonio tenía un castigo mejor preparado para él. Hizo que el Padre bebiera de su sangre. ¡JODER SI BEBIÓ! Desde la muerte de Lupe no había probado el alcohol por respeto al ángel que amó. Necesitaba un trago y, que Dios le perdonase por segunda vez. El Padre Cahallan era un débil de corazón y como débil que era, bebió. ¡JODER SI BEBIÓ!
Beber la sangre del gran demonio fue peor de lo que hubiera imaginado. No se convirtió en un vampiro más, con esa condena hubiera podido vivir. Quedó confinado en el castillo de Vladimir. Los vampiros decoraron la entrada del castillo subterráneo con los huesos y calaveras de sus víctimas como si fuera la propia Iglesia del Padre Callahan. Era una forma de burlase se de él. Igual como hacerle padecer por todos los tormentos que Jesús Hijo tuvo que sufrir en su muerte. Otra clase de burla.
La peor burla, sin embargo, fue castigarle con ser inmortal. Esa fue la segunda diferencia que tenía con Jesús Hijo. La primera diferencia, por supuesto, era que el Padre Donald Frank Callahan era débil de corazón.
Primero el shabbel negro del cazador rugió a las imágenes que las calaveras mostraban con sus fuegos y sus luces, luego fue la sonrisa de la punta de su bastón quien, con un golpe en el suelo, dijo que odiaba lo que estaba viendo y, finalmente, Nate Halliman se sentó con las ancas cruzadas y con una mano en rascándose el mentón para prestar toda su concentración a lo que las imágenes relataban.
¿Esa era la vida del Clavario? Tardó en reconocerlo sin todas esas cicatrices en su cuerpo. Primero fue un borracho que por las noches gritaba piropos a las muchachas que veía y dormía en entre la basura de las calles y botellas vacías. La nota a esa imagen fue un 1 sobre 10.
Luego, fue un predicador, un erudito como Nate pero no de las siestas y el buen comer sino de cruces y fes. El predicador seguía durmiendo entre la basura y las botellas vacías. No dejó de ser un borracho. La nota de esa imagen fue un 5 sobre 10. Por lo menos, era un erudito y eso tenía que respetarlo.
Un hombre negro vino después. Ayudó al ebrio erudito de las cruces y las fes. Murió el hombre por un vampiro y el predicador dejó de beber para matar vampiros. Cada nota era mejor, ésta era un 7 sobre diez.
Y llegó Vladimir y Nate, junto a todos los yentes de la capilla, vieron en las escenas de luces y fuegos de las calaveras de la Capilla del Clavario, como el erudito de las cruces y las fes bebió de la sangre del vampiro. El anuro se resistió y no lloró, en cambio, con un dedo, hizo correr la pintura de uno de los ojos de la sonrisa de su bastón como si fuera una lágrima. Su amigo sí lloró. No supo que nota poner a esas escenas. Pensó en los números vijos; pero estos no fueron suficientes. El erudito de las siestas y el buen comer pensó que nada sería suficiente.
Al final, las luces se desviaron en tres pasadizos diferentes de la Capilla del Clavario. Tres entradas hacia lo que Nate llamaba: “La casa del suelo los números vijos”.
-Mi amigo y yo iremos por ahí,- dijo Nate señalando con la punta de su bastón hacia el pasadizo más hacia la izquierda- iremos solos.- Quería ir solo por una doble intención: la primera impresionar a las hembras yentes por su valentía y la otra para que nadie le viera lagrimear- ¡Voy a sacarles toda la nerma de sus cabezas!-
* Ambos: Todos habéis visto por las imágenes que relatan las calaveras de la Capilla del Clavario la historia del Padre Cahallan, el Clavario que da nombre a la capilla. ¿Qué opináis de ella? En el siguiente turno, deberéis, por un lado opinar y conversa sobre lo que estáis viendo y por el otro curar al Padre Donald Callahan sus heridas. El Padre no morirá, pero si le curáis puede ser un gran aliado. Os recuerdo que sabe más de Vladimir que vosotras.
* Huracán: Ya veo cuánto “aprecias” a los vampiros. Tu deber, a partir de ahora y en todos los turnos siguientes, será convencer a los demás miembros del grupo (del khez en boca de Halliman) que Valdimir debe morir.
* Elen Calhoun: No importa lo que diga Huracán. Concentrarte en lo que sabes. Necesitas a Vladimir con vida. Te ayudará con los jinetes y también con tu vida. Esas imágenes que ves las invoca para hacerte feliz. Vladimir sabe lo que te hace feliz mejor que tú; él te pediría que seas egoísta y seas feliz, yo te pido que seas tú misma.
* Ambos: Es la hora de separarse. Así serán los grupos que formaréis al entrar por los pasadizos:
1 --> Nate Halliman y su amigo la sonrisa de su bastón.
2 --> Wayne Overholser, Scör, Kalla (cargada a la espalda de su hermano), Jules y Huracán.
3 --> Elen Calhoun, Alister y el Padre Donald Callahan.
Sin darse cuenta, sus ojos se desviaron a la cara de su hermana. Inconsciente, volvía a ser ella. Sus ojos dejaron de brillar con la furia asesina de antes y, con la boca cerrada, ya no se veían los afilados colmillos de vampiro. Acaricia la mejilla de la chica.
-Hemos llegado- anunció Overholser a la vez que dejaba de fijarse en su hermana y recobraba su expresión firme y severa que habituaba a entender.
Nate Halliman entró primero sin preguntar a nadie. En cambio, Wayne, como el educado cazador que era, dejó pasar a los extranjeros y entró en último lugar. Antes de que pudiera ver nada del interior de la Capilla del Clavario. La mujer que recibía el nombre de Huracán, su antiguo objetivo, comenzó a correr y de muy cerca le siguió Jules. Wayne Overholser lo entendió. Ambos extranjeros vieron al Clavario de la Capilla.
Cuando por fin entró Wayne Overholser a la capilla, vio al Clavario tumbado en el suelo y a la bruja Elen, la que había dejado inconsciente a Kalla, socorrerlo. No fue una imagen agradable. El Padre tenía toda la espalda llena de cicatrices, algunas secas y otras por secar, tenía dos agujeros en las palmas de las manos y su cabello cano estaba lleno de espinas. Aun así, por muy grotesca que fuera la imagen, Overholser no se preocupó por él. Entró en la Capilla del Clavario como si estuviera entrando en su propia cabaña después de un largo día cazando vampiros. Dejó a Kalla acostada en un rincón, se aseguró que estuviera sana e inconsciente Scör junto a su hermana. Luego de esto, se puso detrás del grupo de extranjeros, sin decir nada y sin hacer nada. Como un observador que no tenía la intención de actuar.
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En el suelo, mientras la chica de cabellos blancos, un ángel visto por sus ojos, tosió sangre y bilis (nerma según diría Nate Halliman). No le importó mancharse todavía más de sangre. Todo su pecho estaba recubierto por una capa de sangre seca, sus manos tenía dos puntos abiertos que no dejaban de sangrar, su sien estaba plagada de cortes que, de vez en cuando, hacían gotear más sangre y su espalda… daba gracias que no se la podía ver pues lo que sentía no era para nada agradable. No le importó sangrar ni estar gravemente herido. Sí le importó que el ángel de cabellos cenizos le viera así. Era la segunda vez que jugaba con la bondad de un ángel. El primer ángel tenía como nombre Lupe: Un chico de treinta años de piel negra que le acogía en las noches que el demonio de la bebida se apoderaba de Donald Callahan.
“Cabrones” pensó inmediatamente tras recordar a Lupe. Fue a gritarlo pero la tos le vino de nuevo y no pudo decir nada. Sin embargo, en su mente se vio así mismo, con un cuchillo de cocina en las manos. Estaba caminando hacia Lupe y hacia el hombre que lo tenía hipnotizado. Éste le estaba besando el cuello y Lupe, el ángel negro, se estaba dejando. Luego, el vampiro mordió el cuello de Lupe y el cuchillo de carnicero que Donald sostenía en las manos se clavó en el cuello del vampiro. Se hubiera llegado un segundo antes hubiera podido rescatar al ángel del demonio.
-Cabrones- ni la tos pudo evitar que maldijera a los demonios chupasangre.
Estaba sudando y le costaba concentrarse en la realidad y el ángel de cabello cenizo. Intentó concentrarse en un punto fijo: Los ojos de la bruja. Pero, tras unos segundos, estos se convirtieron en los ojos azules de Lupe y él, en su imaginación, le besó.
Tenía que proteger a Lupe y vengarse de lo que le habían hecho. Una acción muy poco cristiana. ¡Que Dios le perdone pero tenía que matar a los vampiros! Ellos mataron a Lupe, a uno de los ángeles del Cielo enviados para socorrer a los débiles de corazón. Y no había persona más débil que Donald Frank Callahan quien, pese a ser un predicador cristiano, todas las noches caía en la debilidad de la bebida. En la realidad, Callahan hizo un intentó por levantarse, en su imaginación se recordó a sí mismo, con el mismo cuchillo con el que mató al asesino de Lupe, matar vampiros. Decenas tal vez… Muchos dirían algunos, pocos según el débil y dolorido corazón del predicador.
Llegó Vladimir. Callahan combatió contra él. Consiguió herirle de gravedad en el hombro al calvarle su cuchillo. Vladimir, tras ello atrapó al Padre Callahan. Se río de él. Pero no lo mató. No… Matar es cosas de los vampiros menores. El gran demonio tenía un castigo mejor preparado para él. Hizo que el Padre bebiera de su sangre. ¡JODER SI BEBIÓ! Desde la muerte de Lupe no había probado el alcohol por respeto al ángel que amó. Necesitaba un trago y, que Dios le perdonase por segunda vez. El Padre Cahallan era un débil de corazón y como débil que era, bebió. ¡JODER SI BEBIÓ!
Beber la sangre del gran demonio fue peor de lo que hubiera imaginado. No se convirtió en un vampiro más, con esa condena hubiera podido vivir. Quedó confinado en el castillo de Vladimir. Los vampiros decoraron la entrada del castillo subterráneo con los huesos y calaveras de sus víctimas como si fuera la propia Iglesia del Padre Callahan. Era una forma de burlase se de él. Igual como hacerle padecer por todos los tormentos que Jesús Hijo tuvo que sufrir en su muerte. Otra clase de burla.
La peor burla, sin embargo, fue castigarle con ser inmortal. Esa fue la segunda diferencia que tenía con Jesús Hijo. La primera diferencia, por supuesto, era que el Padre Donald Frank Callahan era débil de corazón.
- El Padre Callahan matando al asesino de Lupe:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
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Primero el shabbel negro del cazador rugió a las imágenes que las calaveras mostraban con sus fuegos y sus luces, luego fue la sonrisa de la punta de su bastón quien, con un golpe en el suelo, dijo que odiaba lo que estaba viendo y, finalmente, Nate Halliman se sentó con las ancas cruzadas y con una mano en rascándose el mentón para prestar toda su concentración a lo que las imágenes relataban.
¿Esa era la vida del Clavario? Tardó en reconocerlo sin todas esas cicatrices en su cuerpo. Primero fue un borracho que por las noches gritaba piropos a las muchachas que veía y dormía en entre la basura de las calles y botellas vacías. La nota a esa imagen fue un 1 sobre 10.
Luego, fue un predicador, un erudito como Nate pero no de las siestas y el buen comer sino de cruces y fes. El predicador seguía durmiendo entre la basura y las botellas vacías. No dejó de ser un borracho. La nota de esa imagen fue un 5 sobre 10. Por lo menos, era un erudito y eso tenía que respetarlo.
Un hombre negro vino después. Ayudó al ebrio erudito de las cruces y las fes. Murió el hombre por un vampiro y el predicador dejó de beber para matar vampiros. Cada nota era mejor, ésta era un 7 sobre diez.
Y llegó Vladimir y Nate, junto a todos los yentes de la capilla, vieron en las escenas de luces y fuegos de las calaveras de la Capilla del Clavario, como el erudito de las cruces y las fes bebió de la sangre del vampiro. El anuro se resistió y no lloró, en cambio, con un dedo, hizo correr la pintura de uno de los ojos de la sonrisa de su bastón como si fuera una lágrima. Su amigo sí lloró. No supo que nota poner a esas escenas. Pensó en los números vijos; pero estos no fueron suficientes. El erudito de las siestas y el buen comer pensó que nada sería suficiente.
Al final, las luces se desviaron en tres pasadizos diferentes de la Capilla del Clavario. Tres entradas hacia lo que Nate llamaba: “La casa del suelo los números vijos”.
-Mi amigo y yo iremos por ahí,- dijo Nate señalando con la punta de su bastón hacia el pasadizo más hacia la izquierda- iremos solos.- Quería ir solo por una doble intención: la primera impresionar a las hembras yentes por su valentía y la otra para que nadie le viera lagrimear- ¡Voy a sacarles toda la nerma de sus cabezas!-
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* Ambos: Todos habéis visto por las imágenes que relatan las calaveras de la Capilla del Clavario la historia del Padre Cahallan, el Clavario que da nombre a la capilla. ¿Qué opináis de ella? En el siguiente turno, deberéis, por un lado opinar y conversa sobre lo que estáis viendo y por el otro curar al Padre Donald Callahan sus heridas. El Padre no morirá, pero si le curáis puede ser un gran aliado. Os recuerdo que sabe más de Vladimir que vosotras.
* Huracán: Ya veo cuánto “aprecias” a los vampiros. Tu deber, a partir de ahora y en todos los turnos siguientes, será convencer a los demás miembros del grupo (del khez en boca de Halliman) que Valdimir debe morir.
* Elen Calhoun: No importa lo que diga Huracán. Concentrarte en lo que sabes. Necesitas a Vladimir con vida. Te ayudará con los jinetes y también con tu vida. Esas imágenes que ves las invoca para hacerte feliz. Vladimir sabe lo que te hace feliz mejor que tú; él te pediría que seas egoísta y seas feliz, yo te pido que seas tú misma.
* Ambos: Es la hora de separarse. Así serán los grupos que formaréis al entrar por los pasadizos:
1 --> Nate Halliman y su amigo la sonrisa de su bastón.
2 --> Wayne Overholser, Scör, Kalla (cargada a la espalda de su hermano), Jules y Huracán.
3 --> Elen Calhoun, Alister y el Padre Donald Callahan.
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