Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Asmodeo se desplomó tras recibir el certero ataque de la hechicera, y mientras seguía en el suelo sin apenas moverse, a causa de las múltiples descargas que su cuerpo había recibido, Elen aprovechó para recuperar su daga con ayuda de la telequinesis. Una vez tuvo el arma en su mano, la de ojos verdes volvió a centrar su atención en el vampiro, que se esforzaba por pronunciar unas palabras hacia ella. Las damas de la sala repitieron nuevamente lo que su señor decía mientras éste se despojaba de su máscara, dejando a la vista un rostro que la tensai no se habría imaginado.
Nadie podría negar que era un hombre atractivo, pero poco podía importar eso a una persona como la de cabellos cenicientos, que había dejado a un lado durante toda su vida el amor romántico y las pasiones que éste despertaba. Elen tenía cosas más importantes que resolver, y aunque en ocasiones se preguntaba cómo habría sido su vida de no haber perdido a sus padres cuando apenas era una niña, el tiempo le había enseñado que no estaba hecha para ser como las demás muchachas, esas de sonrosadas mejillas que se divierten paseando y coqueteando con los caballeros en reuniones sociales, en busca de un buen partido con el que casarse.
No, ella no encajaba en esa imagen, y a pesar de los constantes peligros y la responsabilidad que ahora cargaba sobre sus hombros, prefería aquella vida suya antes que la que solían llevar las chicas de su edad. Sin apartar la vista de Asmodeo, la benjamina de los Calhoun escuchó como el enviado de Vladimir intentaba justificarse, alegando que el motivo de encerrar a algunos miembros de su propia raza era su salvajismo, y añadiendo que premiaba a los educados, de ahí que todas las damas de la sala tuviesen una rosa en sus asientos. Asmodeo intentó añadir otra frase para indicar a la centinela que se había equivocado de persona, pero dos de las marionetas no le permitieron terminarla, cogieron un paño y sujetándolo entre ambas, cerraron la boca del vampiro.
¿A qué venía eso? ¿Acaso no era él quien las premiaba por ser tan obedientes? Elen frunció el ceño algo confusa antes de volver a escuchar el coro de voces, y entonces se giró bruscamente hacia la hilera de butacas. Allí estaba ella, Kalla Overholser, pero ahora no se mostraba tan feroz e impulsiva como lo había hecho en el exterior, parecía tranquila y muy confiada de sí misma. Ella era quien debía ocupar el último asiento de la sala, y al parecer no solo eso, también manipulaba a las demás, incluso contra el que hasta hacía escasos instantes había sido su señor. Inocente, así se habían referido a Asmodeo, ¿sería cierto? ¿Solo habían estado jugando con ella para que lo eliminase? Esa idea la puso de mal humor, pues no pensaba permitir que nadie la utilizase como a las marionetas que seguían en la estancia.
- Sí, la recuerdo bien… debí matarla cuando tuve ocasión. - dijo con voz cortante, mientras su intensa mirada esmeralda se clavaba en los ojos de la vampira. - Aquella vez solo te salvaste porque necesitábamos que tu hermano nos guiase hasta la entrada, ahora él no está aquí, enmendaré mi error. - añadió, en cuanto el coro de voces guardó silencio. Mortagglia era la culpable de su transformación y probablemente la de muchas más de los presentes, aquello tenía que terminar de una maldita vez, y solo ocurriría si mermaba las fuerzas de la Dama y sus seguidores, no solo convenciendo a Vladimir de que se apartase de ella, sino eliminando a otros como Kalla, o más bien Lilith, que era el nombre que ahora había adoptado.
- ¿Qué hacemos con él? - preguntó Alister con voz grave, sin tener que cambiar de forma gracias al amuleto que colgaba de su cuello. Aquel colgante con forma de dragón le permitía hablar en su forma bestial, y a decir verdad era muy práctico, sobre todo para situaciones como aquella en las que no era seguro que se convirtiese en humano. El alado acompañó su pregunta con un leve movimiento de cabeza en dirección al lugar en que se encontraba Asmodeo, y tras dedicarle una leve mirada, la hechicera tomó su decisión. - Lo quiero vivo. - respondió con seriedad, pero no porque le importase la vida del vampiro, sino porque no estaba dispuesta a ser manipulada por Kalla, a lo que tenía que sumar otro interés, el de utilizar al herido para que la llevase hasta Vladimir.
- Ellas no son necesarias. - sentenció, y el dragón se puso en marcha, dirigiéndose a toda prisa hacia el vampiro para bruscamente, apartar a ambas mujeres de él con un contundente golpe de su cola. La intensidad del golpe las dejó sin aliento durante unos instantes, que Alister aprovechó para darles el golpe de gracia, desgarrándoles el cuello con sus afiladas garras. Una vez eliminadas, volvió junto a Asmodeo y tiró de él con cuidado para apartarlo de la zona en que tendría lugar el resto de la pelea, permitiendo al íncubo quitarse el paño de la boca para respirar.
- Pierdes tu tiempo, no saldrás de aquí con vida. - corearon las demás, repitiendo por supuesto el susurro que Kalla acababa de pronunciar. De forma automática, todas las que quedaban con vida, una veintena, se pusieron en pie y comenzaron a acercarse al escenario, mostrando los colmillos y gruñendo guturalmente mientras su líder aguardaba en la butaca, reservándose para el final. Kalla confiaba plenamente en sus habilidades, pero si podía disfrutar del espectáculo desde el público y limitarse a entrar en acción cuando su enemiga estuviese lo suficientemente débil como para humillarla y jugar con ella, ¿por qué no hacerlo?
Tras dejar a Asmodeo en una zona relativamente segura, Alister regresó junto a su compañera y rugió amenazadoramente, para acto seguido lanzar una enorme llamarada contra las vampiras que se acercaban a ellos. De alcanzarlas probablemente muchas tuviesen una horrible y dolorosa muerte, pero Kalla era fuerte, seguiría en pie, así que debía ocuparse de ella. - Ella es mía. - dijo al dragón, justo antes de buscar un borde para cargar una potente descarga y lanzarla en dirección a la joven Overholser.
Nadie podría negar que era un hombre atractivo, pero poco podía importar eso a una persona como la de cabellos cenicientos, que había dejado a un lado durante toda su vida el amor romántico y las pasiones que éste despertaba. Elen tenía cosas más importantes que resolver, y aunque en ocasiones se preguntaba cómo habría sido su vida de no haber perdido a sus padres cuando apenas era una niña, el tiempo le había enseñado que no estaba hecha para ser como las demás muchachas, esas de sonrosadas mejillas que se divierten paseando y coqueteando con los caballeros en reuniones sociales, en busca de un buen partido con el que casarse.
No, ella no encajaba en esa imagen, y a pesar de los constantes peligros y la responsabilidad que ahora cargaba sobre sus hombros, prefería aquella vida suya antes que la que solían llevar las chicas de su edad. Sin apartar la vista de Asmodeo, la benjamina de los Calhoun escuchó como el enviado de Vladimir intentaba justificarse, alegando que el motivo de encerrar a algunos miembros de su propia raza era su salvajismo, y añadiendo que premiaba a los educados, de ahí que todas las damas de la sala tuviesen una rosa en sus asientos. Asmodeo intentó añadir otra frase para indicar a la centinela que se había equivocado de persona, pero dos de las marionetas no le permitieron terminarla, cogieron un paño y sujetándolo entre ambas, cerraron la boca del vampiro.
¿A qué venía eso? ¿Acaso no era él quien las premiaba por ser tan obedientes? Elen frunció el ceño algo confusa antes de volver a escuchar el coro de voces, y entonces se giró bruscamente hacia la hilera de butacas. Allí estaba ella, Kalla Overholser, pero ahora no se mostraba tan feroz e impulsiva como lo había hecho en el exterior, parecía tranquila y muy confiada de sí misma. Ella era quien debía ocupar el último asiento de la sala, y al parecer no solo eso, también manipulaba a las demás, incluso contra el que hasta hacía escasos instantes había sido su señor. Inocente, así se habían referido a Asmodeo, ¿sería cierto? ¿Solo habían estado jugando con ella para que lo eliminase? Esa idea la puso de mal humor, pues no pensaba permitir que nadie la utilizase como a las marionetas que seguían en la estancia.
- Sí, la recuerdo bien… debí matarla cuando tuve ocasión. - dijo con voz cortante, mientras su intensa mirada esmeralda se clavaba en los ojos de la vampira. - Aquella vez solo te salvaste porque necesitábamos que tu hermano nos guiase hasta la entrada, ahora él no está aquí, enmendaré mi error. - añadió, en cuanto el coro de voces guardó silencio. Mortagglia era la culpable de su transformación y probablemente la de muchas más de los presentes, aquello tenía que terminar de una maldita vez, y solo ocurriría si mermaba las fuerzas de la Dama y sus seguidores, no solo convenciendo a Vladimir de que se apartase de ella, sino eliminando a otros como Kalla, o más bien Lilith, que era el nombre que ahora había adoptado.
- ¿Qué hacemos con él? - preguntó Alister con voz grave, sin tener que cambiar de forma gracias al amuleto que colgaba de su cuello. Aquel colgante con forma de dragón le permitía hablar en su forma bestial, y a decir verdad era muy práctico, sobre todo para situaciones como aquella en las que no era seguro que se convirtiese en humano. El alado acompañó su pregunta con un leve movimiento de cabeza en dirección al lugar en que se encontraba Asmodeo, y tras dedicarle una leve mirada, la hechicera tomó su decisión. - Lo quiero vivo. - respondió con seriedad, pero no porque le importase la vida del vampiro, sino porque no estaba dispuesta a ser manipulada por Kalla, a lo que tenía que sumar otro interés, el de utilizar al herido para que la llevase hasta Vladimir.
- Ellas no son necesarias. - sentenció, y el dragón se puso en marcha, dirigiéndose a toda prisa hacia el vampiro para bruscamente, apartar a ambas mujeres de él con un contundente golpe de su cola. La intensidad del golpe las dejó sin aliento durante unos instantes, que Alister aprovechó para darles el golpe de gracia, desgarrándoles el cuello con sus afiladas garras. Una vez eliminadas, volvió junto a Asmodeo y tiró de él con cuidado para apartarlo de la zona en que tendría lugar el resto de la pelea, permitiendo al íncubo quitarse el paño de la boca para respirar.
- Pierdes tu tiempo, no saldrás de aquí con vida. - corearon las demás, repitiendo por supuesto el susurro que Kalla acababa de pronunciar. De forma automática, todas las que quedaban con vida, una veintena, se pusieron en pie y comenzaron a acercarse al escenario, mostrando los colmillos y gruñendo guturalmente mientras su líder aguardaba en la butaca, reservándose para el final. Kalla confiaba plenamente en sus habilidades, pero si podía disfrutar del espectáculo desde el público y limitarse a entrar en acción cuando su enemiga estuviese lo suficientemente débil como para humillarla y jugar con ella, ¿por qué no hacerlo?
Tras dejar a Asmodeo en una zona relativamente segura, Alister regresó junto a su compañera y rugió amenazadoramente, para acto seguido lanzar una enorme llamarada contra las vampiras que se acercaban a ellos. De alcanzarlas probablemente muchas tuviesen una horrible y dolorosa muerte, pero Kalla era fuerte, seguiría en pie, así que debía ocuparse de ella. - Ella es mía. - dijo al dragón, justo antes de buscar un borde para cargar una potente descarga y lanzarla en dirección a la joven Overholser.
- Asmodeo y ataque de Alister:
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El ataque de Alister sería más pequeño por supuesto xD
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Dibuja. Dibuja. Dibuja. Pinta. Pinta. Pinta. Las caras tenían de estar preparadas. Por toda la pared. Debía darse prisa. Prisa. Prisa. Prisa. Las caras sonreían. Sonreían. Sonreían. Eran muy parecidas a la suya. Dos puntos como ojos y una línea curva como sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Eran parecidas, pero no iguales. Por mucho que maese Halliman hablase con eso, eso no podía hacer lo que Nate Halliman hacía. Hacía. Hacía. Tuvo que ser imaginativo. Imaginativo. Imaginativo. Como pintura, en vez de runas, utilizó la grasa negra que salía de los cuerpos de los biocibernéticos muertos. Muertos. Muertos. Yentes de metal, los llamaría el maese Halliman. Eso no les podía llamar de ningún nombre. Nombre. Nombre.
Dibuja. Dibuja. Dibuja. Pinta. Pinta. Pinta. Las sonrisas en las paredes servían como guía. Guía. Guía. Guía. Las yentes que compartían khez con el maese Halliman lo comprenderían. Comprender. Comprender. Comprender. A eso le sería más difícil comprender nada. Sin el maese Halliman, eso no era nada. Nada. Nada. Nada. Si no fuera por él, no hubiera podido ayudar a las yentes y ellos se perderían en los pasadizos de la mansión. Mansión. Mansión. Maese Halliman decía que el lugar estaba condenado a tener números vijos. Vijos. Vijos. Vijos. Tal vez eso debería dibujar un número vijo junto a cada sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Pero, eso, no sabía nada acerca de la magia de las runas. Runas. Runas. Ese poder era única y esencialmente para el maese Halliman. Halliman. Halliman.
Llegó tarde. Más tarde de lo que le hubiera gustado pero lo suficientemente pronto como para ver que los vampiros todavía no habían ganado a la mitad de las yentes.
Cogiendo impulso con sus ancas, Nate Halliman saltó desde uno de los agujeros del escenario, uno mucho más pequeño que el que usaron para llevar la jaula de los vampiros que antes tuvo que combatir. Eran tan malos peleando que, a cada uno de ellos, le inscribió un número vijo en el pecho. ¿La mitad de las yentes habrían reconocido sus números vijos? Esperaba que sí, como todo buen artista, estaba orgulloso de sus pinturas. Las runas que dibujó a los vampiros les quemarían por dentro al mismo tiempo que les marcaba como perdedores. ¡Para no estar orgulloso de unas runas tan poderosas como las que hacía al dibujar sus números vijos! A lo que se refería a los arcanos, el siestear y el buen comer; Nate Halliman no tenía rival.
Uno de los vampiros fue hacia él. Era un perdedor, tenía marcado un siete vijo. Nate saltó encima de su cabeza rompiéndosela de un golpe. Las ancas del hombre anuro se marcharon de nerma. No le hubiera importado de no ser porque la hembra yente de cabello blanco lo estaba mirando. Era hermosa y se había enamorado de ella igual como se había enamorado de la otra hembra yente.
-Los yentes siempre traéis problemas pero si es a tu lado me atrevería a superarlos todos- era una declaración de amor un tanto peculiar para un ser un tanto peculiar.
-Joder- la voz del Clavario sonó casi sin voz, el viejo se arrastraba poco a poco hacia el cadáver lleno de nerma que Nate había dejado en el suelo- Lupe…-
Los cristianos eran todo un caso. Se lamentaban por un hombre al que el hombre anuro había dado una muerte rápida y no por todas las hembras vampiros que estaban siendo quemadas por el dragón. Ellas gritaban y lloraban al unísono a la vez que corrían de un lado a otro de la habitación. Estaban sufriendo, mucho más que el vampiro que dio muerte. Nate Halliman jamás comprendería la religión del Clavario. Él tenía su propia religión donde sus dioses eran las libélulas que se comía para almorzar y las siestas que se pegaba después de almorzar. Poco más necesitaba: Vivir, eso por supuesto, y el amor de las hembras yentes. Entonces, ellas también tenían que vivir.
-Amor mío, cariño, tesoro, preciosa, cuqui- como no sabía que apodo le gustaba más a la hembra yente de pelo blanco, le dijo los primeros que se le ocurrieron- ven conmigo. He venido a tu rescate. Soy como el príncipe que salva a la doncella y ésta se enamora para siempre de él.- esta última frase la dijo con un susurro casi inaudible- Mi amigo está con la otra mitad de los yentes- con las ancas que le servían como manos hizo un gesto como si tuviera su bastón en la mano- llegaran antes de nosotros si no nos damos prisa-.
En mitad de las llamas quedaba una hembra vampiro en pie. La hembra yente (amor mío, cariño, tesoro, preciosa, cuqui) la miraba de frente mientras el dragón yente seguía con su fuego. Rápido Nate Halliman, fue corriendo y saltando hasta ponerse en lado de la hembra yente, la cogió de la mano e hizo fuerza para arrastrarla en el agujero del escenario por donde había entrado. Solo por poder tocar la mano de la hembra, la nota de aquella noche se había convertido en un nueve. El diez sería si conseguía el beso de “una doncella para su caballero” que tanto deseaba.
-Deja a la hembra vampiro. No es importante-.
* Huracán: Al salir del paritorio ves un montón de caras exactamente iguales dibujadas en la pared. Es posible que te recuerden a la cara que está dibujada en la punta del bastón de Nate Halliman (o no, lo dejo a tu elección). Sigue las caras, te llevarán hacia el lugar donde está Vlad. En el siguiente turno deberás describir el pasillo y llegar a unas enormes puertas de color carmesí, entrada del lugar donde está Vlad. No podrás abrir las puertas. No merma decir que quien ha dibujado esas caras ha sido el bastón de Nate Halliman o eso como quieras llamarlo. El hombre sapo lo ha animado con una runa para que pueda servirte como guía.
* Elen Calhoun: Nate Halliman ha parecido de la nada. Te coge de la mano y te insta que te olvides de Kalla Overholser. Ella está muy herida y probablemente muera por el fuego (quién sabe). Lo importante es llegar hacia donde está Vlad antes que Huracán. Entra por la trampilla del escenario y sírvete del guía Halliman para llegar a las puertas de color carmesí que he mencionada en la aclaración de Huracán. Tú y solo tú puedes abrir las puertas si es que se lo pides a Vlad, puedes comunicarte con él con la telepatía que él ejerce contra ti.
* Ambos: Desgraciadamente, debo admitir que me enamoré de E-VHA, la madre de los cibernéticos ha muerto. Asmodeo ha muerto. ADM-01 ha muerto. Kalla Overholser sigue viva. Personajes prohibidos para el siguiente turno: Scör. Solo Elen tiene permiso para hablar con Vlad.
Dibuja. Dibuja. Dibuja. Pinta. Pinta. Pinta. Las sonrisas en las paredes servían como guía. Guía. Guía. Guía. Las yentes que compartían khez con el maese Halliman lo comprenderían. Comprender. Comprender. Comprender. A eso le sería más difícil comprender nada. Sin el maese Halliman, eso no era nada. Nada. Nada. Nada. Si no fuera por él, no hubiera podido ayudar a las yentes y ellos se perderían en los pasadizos de la mansión. Mansión. Mansión. Maese Halliman decía que el lugar estaba condenado a tener números vijos. Vijos. Vijos. Vijos. Tal vez eso debería dibujar un número vijo junto a cada sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Sonrisa. Pero, eso, no sabía nada acerca de la magia de las runas. Runas. Runas. Ese poder era única y esencialmente para el maese Halliman. Halliman. Halliman.
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Llegó tarde. Más tarde de lo que le hubiera gustado pero lo suficientemente pronto como para ver que los vampiros todavía no habían ganado a la mitad de las yentes.
Cogiendo impulso con sus ancas, Nate Halliman saltó desde uno de los agujeros del escenario, uno mucho más pequeño que el que usaron para llevar la jaula de los vampiros que antes tuvo que combatir. Eran tan malos peleando que, a cada uno de ellos, le inscribió un número vijo en el pecho. ¿La mitad de las yentes habrían reconocido sus números vijos? Esperaba que sí, como todo buen artista, estaba orgulloso de sus pinturas. Las runas que dibujó a los vampiros les quemarían por dentro al mismo tiempo que les marcaba como perdedores. ¡Para no estar orgulloso de unas runas tan poderosas como las que hacía al dibujar sus números vijos! A lo que se refería a los arcanos, el siestear y el buen comer; Nate Halliman no tenía rival.
Uno de los vampiros fue hacia él. Era un perdedor, tenía marcado un siete vijo. Nate saltó encima de su cabeza rompiéndosela de un golpe. Las ancas del hombre anuro se marcharon de nerma. No le hubiera importado de no ser porque la hembra yente de cabello blanco lo estaba mirando. Era hermosa y se había enamorado de ella igual como se había enamorado de la otra hembra yente.
-Los yentes siempre traéis problemas pero si es a tu lado me atrevería a superarlos todos- era una declaración de amor un tanto peculiar para un ser un tanto peculiar.
-Joder- la voz del Clavario sonó casi sin voz, el viejo se arrastraba poco a poco hacia el cadáver lleno de nerma que Nate había dejado en el suelo- Lupe…-
Los cristianos eran todo un caso. Se lamentaban por un hombre al que el hombre anuro había dado una muerte rápida y no por todas las hembras vampiros que estaban siendo quemadas por el dragón. Ellas gritaban y lloraban al unísono a la vez que corrían de un lado a otro de la habitación. Estaban sufriendo, mucho más que el vampiro que dio muerte. Nate Halliman jamás comprendería la religión del Clavario. Él tenía su propia religión donde sus dioses eran las libélulas que se comía para almorzar y las siestas que se pegaba después de almorzar. Poco más necesitaba: Vivir, eso por supuesto, y el amor de las hembras yentes. Entonces, ellas también tenían que vivir.
-Amor mío, cariño, tesoro, preciosa, cuqui- como no sabía que apodo le gustaba más a la hembra yente de pelo blanco, le dijo los primeros que se le ocurrieron- ven conmigo. He venido a tu rescate. Soy como el príncipe que salva a la doncella y ésta se enamora para siempre de él.- esta última frase la dijo con un susurro casi inaudible- Mi amigo está con la otra mitad de los yentes- con las ancas que le servían como manos hizo un gesto como si tuviera su bastón en la mano- llegaran antes de nosotros si no nos damos prisa-.
En mitad de las llamas quedaba una hembra vampiro en pie. La hembra yente (amor mío, cariño, tesoro, preciosa, cuqui) la miraba de frente mientras el dragón yente seguía con su fuego. Rápido Nate Halliman, fue corriendo y saltando hasta ponerse en lado de la hembra yente, la cogió de la mano e hizo fuerza para arrastrarla en el agujero del escenario por donde había entrado. Solo por poder tocar la mano de la hembra, la nota de aquella noche se había convertido en un nueve. El diez sería si conseguía el beso de “una doncella para su caballero” que tanto deseaba.
-Deja a la hembra vampiro. No es importante-.
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* Huracán: Al salir del paritorio ves un montón de caras exactamente iguales dibujadas en la pared. Es posible que te recuerden a la cara que está dibujada en la punta del bastón de Nate Halliman (o no, lo dejo a tu elección). Sigue las caras, te llevarán hacia el lugar donde está Vlad. En el siguiente turno deberás describir el pasillo y llegar a unas enormes puertas de color carmesí, entrada del lugar donde está Vlad. No podrás abrir las puertas. No merma decir que quien ha dibujado esas caras ha sido el bastón de Nate Halliman o eso como quieras llamarlo. El hombre sapo lo ha animado con una runa para que pueda servirte como guía.
* Elen Calhoun: Nate Halliman ha parecido de la nada. Te coge de la mano y te insta que te olvides de Kalla Overholser. Ella está muy herida y probablemente muera por el fuego (quién sabe). Lo importante es llegar hacia donde está Vlad antes que Huracán. Entra por la trampilla del escenario y sírvete del guía Halliman para llegar a las puertas de color carmesí que he mencionada en la aclaración de Huracán. Tú y solo tú puedes abrir las puertas si es que se lo pides a Vlad, puedes comunicarte con él con la telepatía que él ejerce contra ti.
* Ambos: Desgraciadamente, debo admitir que me enamoré de E-VHA, la madre de los cibernéticos ha muerto. Asmodeo ha muerto. ADM-01 ha muerto. Kalla Overholser sigue viva. Personajes prohibidos para el siguiente turno: Scör. Solo Elen tiene permiso para hablar con Vlad.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Los biocibernéticos se estrellaron contra la barrera de fuego que había creado Jules, aprovechándonos del incendio para acribillar a flechazos a aquella cosa del techo. Hasta tres veces disparamos cada uno hasta que aquel monstruo comenzó a emitir ciertos chispazos eléctricos y a destruirse por sí solo, cayendo a pedazos al suelo, completamente inmóvil. Además, los biocibernéticos que quedaron vivos habían quedado achicharrados por el fuego de Jules. Tal vez no tenían raciocinio sin la cabeza pensante de “su progénitora”, que yacía muerta, sentada junto a una pared, atravesada por varias flechas de Jules.
-¿Ya está? – preguntó Overholser cuando advirtió que ya nadie se movía en aquella sala a excepción de nosotros. Habíamos desarticulado una de las mayores bazas de la Hermandad: la producción de biocibernéticos. Sin duda reduciría considerablemente el número de enemigos. Pero aún quedaba el mayor rival y el lugarteniente: Vladimir.
No tenía ni idea de la dirección en la que avanzar. Pero por la gracia de los dioses pude observar en las paredes las mismas caras como las que nos habían guiado hasta la mansión subterránea de la Hermandad. - ¡Son las caritas sonrientes! – indicó Jules, señalando una de ellas, señal de que también las había visto. – Esto quiere decir que vamos por el buen camino, ¿no? – preguntó desde mi espalda.
-Eso creo. – comenté seca. – Tenemos que llegar antes que Elen. – reflejé al grupo.
Una vez fuera del paritorio avanzamos corriendo por la mansión. Enorme y tétricamente iluminada pero, sorprendentemente, vacía. No había nada, fue entonces cuando advertí una especie de bastón que era el encargado de pintar aquellas caras. Justamente el mismo que pertenecía al anuro. ¿Acaso aquel anfibio estaba relacionado con la Hermandad? ¿Cómo sabía dónde estaba Vladimir? Y, lo más importante, ¿dónde estaba? Demasiadas preguntas para tan poco tiempo. Fuera como fuera, parecía dispuesto a guiarnos hasta el centinela. No tardamos mucho en llegar a una puerta doble considerablemente grande, en un entorno menos mecánico y más decorado, que daba la sensación de hacer de entrada a un lugar importante. Habíamos llegado los primeros y no había ni rastro de Elen y su grupo.
-Ay. – grité. Llevándome la mano a mi antebrazo izquierdo. La marca que el vampiro me había hecho en nuestro primer encuentro ardía fuertemente. Abrasándome y casi penetrándome la piel como nunca lo había hecho.
-¿Qué te pasa, Huri? – preguntó Jules preocupado, tomándome por la espalda.
-Nada… Es la marca. – expliqué, tratando de recuperarme. - Vladimir tiene que estar aquí dentro.
-No hay manera de abrir esta puerta. – indicó Overholser, tratando de empujarla e incluso pegarle una patada. – Debe tener algún tipo de hechizo que la blinda.
-Chsst. Siento pasos. Viene alguien. – musitó Jules, en voz baja.
Mi corazón latía fuertemente. Notaba la presencia del centinela. ¿Sería él? Las sombras comenzaron a verse al fondo del pasillo. No venía solo. Por instantes me angustié por la presión de saber que se acercaba. Y noté como una gota de sudor caía de mi frente. Era un rival muy peligroso y estábamos en su morada, pero tenía que morir ahí. No había llegado tan lejos para rendirme ahora. Tomamos nuestras ballestas y las agarramos con fuerza.
Efectivamente, venía un grupo, pero lejos de ser Vladimir acompañado de vasallos, se trataba de Elen y su grupo. Acompañados del hombre sapo. – Uy, uy… la que se va a liar. – se lamentó Jules entre risas, guardando su arma, algo que rápidamente repetimos Overholser y yo.
Nuestro plan no había funcionado. Habíamos perdido demasiado tiempo batallando contra los cibernéticos y habíamos llegado a la vez. Aquello sería sinónimo de problemas. Mi misión era matar a Vladimir y después de tantas semanas de búsqueda, aliados perdidos y sangre en mis manos no iba abandonar ahora, tan cerca del final. – Vladimir está al otro lado. – le dije a Elen de brazos cruzados a su llegada, sin ni siquiera saludar o preocuparme por cómo le había ido. Con claro tono de molestia, mantuve mi vista en la bruja, necesitaba ver si seguía bajo la influencia del inmortal, con el que pronto nos veríamos las caras. Confiaba en que tal vez ella o alguno de los integrantes de su grupo fuesen capaces de abrir la puerta.
Se notaba la tensión entre los grupos. Un incómodo silencio pasó a dominar la escena. No hubo comunicación entre los grupos más que mi única expresión con Elen. Jules y Overholser simplemente se apartaron. Adoptando ambos grupos una fría postura de neutralidad. Nosotros sabíamos que ellos iban a defender al inmortal, y ellos sabían que nosotros íbamos a tratar de eliminarlo.
Yo sabía que con su presencia sería aún más difícil. Pero conocía muy bien a mi amiga, ella era tan cabezota o más que yo y sabía que tampoco se iba a rendir. Y, para colmo, cada vez que la miraba me daba la sensación de sentir al vampiro en su interior. Lo había visto antes de llegar a la mansión, lo había visto en E-VHA y lo notaba ahora. Aunque no sabía hasta qué punto se conectaba por él o si eran impresiones psicológicas mías. De todos modos, no podía dejar que ella utilizara el gran poder de Elen, mucho mayor que el mío, en contra de nuestro grupo, manipulándola como si fuera un títere.
-Elen, Vladimir ha matado a muchos inocentes y seres queridos. No apoyaré el dialogar con semejante psicópata. – dije decidida, adelantándome a la joven y rompiendo el incómodo silencio. Me interpuse entre ella y la puerta, que aún no sabía si había abierto o no. – Y tú estás bajo la influencia del inmortal. Lo presiento. No estás en condiciones de entrar ahí y sé que acabaremos mal si entramos las dos a la vez. – le comenté mis impresiones sobre lo que llevaba pensando desde poco antes de acceder. – Pero no temas, yo te libraré de su flujo oscuro. Te considero mi amiga por encima de todo, no lo olvides. – le expliqué para tratar de mostrar cordialidad.
-Seremos nosotros los que entremos. – dije por Jules, Overholser y yo misma. Los tres buscábamos venganza contra el Inmortal, pero ellos aún más que yo por la pérdida de sus hermanas. - Y esta vez no te lo estoy pidiendo. Te lo estoy diciendo. Esperarás ahí quieta mientras yo acabo con esto. – le indiqué señalándola con el dedo sin tapujos, con mirada desafiante. Y rápidamente Jules y Overholser me secundaron para colocarse delante de la puerta y frente al grupo, respaldando mi decisión. Aunque todavía sin que ninguno levantásemos las armas, al menos, por nuestra parte. La tensión estaba en su punto álgido. Lo único que podría evitar un conflicto ahora mismo era que Elen recapacitara a tiempo.
-¿Ya está? – preguntó Overholser cuando advirtió que ya nadie se movía en aquella sala a excepción de nosotros. Habíamos desarticulado una de las mayores bazas de la Hermandad: la producción de biocibernéticos. Sin duda reduciría considerablemente el número de enemigos. Pero aún quedaba el mayor rival y el lugarteniente: Vladimir.
No tenía ni idea de la dirección en la que avanzar. Pero por la gracia de los dioses pude observar en las paredes las mismas caras como las que nos habían guiado hasta la mansión subterránea de la Hermandad. - ¡Son las caritas sonrientes! – indicó Jules, señalando una de ellas, señal de que también las había visto. – Esto quiere decir que vamos por el buen camino, ¿no? – preguntó desde mi espalda.
-Eso creo. – comenté seca. – Tenemos que llegar antes que Elen. – reflejé al grupo.
Una vez fuera del paritorio avanzamos corriendo por la mansión. Enorme y tétricamente iluminada pero, sorprendentemente, vacía. No había nada, fue entonces cuando advertí una especie de bastón que era el encargado de pintar aquellas caras. Justamente el mismo que pertenecía al anuro. ¿Acaso aquel anfibio estaba relacionado con la Hermandad? ¿Cómo sabía dónde estaba Vladimir? Y, lo más importante, ¿dónde estaba? Demasiadas preguntas para tan poco tiempo. Fuera como fuera, parecía dispuesto a guiarnos hasta el centinela. No tardamos mucho en llegar a una puerta doble considerablemente grande, en un entorno menos mecánico y más decorado, que daba la sensación de hacer de entrada a un lugar importante. Habíamos llegado los primeros y no había ni rastro de Elen y su grupo.
-Ay. – grité. Llevándome la mano a mi antebrazo izquierdo. La marca que el vampiro me había hecho en nuestro primer encuentro ardía fuertemente. Abrasándome y casi penetrándome la piel como nunca lo había hecho.
-¿Qué te pasa, Huri? – preguntó Jules preocupado, tomándome por la espalda.
-Nada… Es la marca. – expliqué, tratando de recuperarme. - Vladimir tiene que estar aquí dentro.
-No hay manera de abrir esta puerta. – indicó Overholser, tratando de empujarla e incluso pegarle una patada. – Debe tener algún tipo de hechizo que la blinda.
-Chsst. Siento pasos. Viene alguien. – musitó Jules, en voz baja.
Mi corazón latía fuertemente. Notaba la presencia del centinela. ¿Sería él? Las sombras comenzaron a verse al fondo del pasillo. No venía solo. Por instantes me angustié por la presión de saber que se acercaba. Y noté como una gota de sudor caía de mi frente. Era un rival muy peligroso y estábamos en su morada, pero tenía que morir ahí. No había llegado tan lejos para rendirme ahora. Tomamos nuestras ballestas y las agarramos con fuerza.
Efectivamente, venía un grupo, pero lejos de ser Vladimir acompañado de vasallos, se trataba de Elen y su grupo. Acompañados del hombre sapo. – Uy, uy… la que se va a liar. – se lamentó Jules entre risas, guardando su arma, algo que rápidamente repetimos Overholser y yo.
Nuestro plan no había funcionado. Habíamos perdido demasiado tiempo batallando contra los cibernéticos y habíamos llegado a la vez. Aquello sería sinónimo de problemas. Mi misión era matar a Vladimir y después de tantas semanas de búsqueda, aliados perdidos y sangre en mis manos no iba abandonar ahora, tan cerca del final. – Vladimir está al otro lado. – le dije a Elen de brazos cruzados a su llegada, sin ni siquiera saludar o preocuparme por cómo le había ido. Con claro tono de molestia, mantuve mi vista en la bruja, necesitaba ver si seguía bajo la influencia del inmortal, con el que pronto nos veríamos las caras. Confiaba en que tal vez ella o alguno de los integrantes de su grupo fuesen capaces de abrir la puerta.
Se notaba la tensión entre los grupos. Un incómodo silencio pasó a dominar la escena. No hubo comunicación entre los grupos más que mi única expresión con Elen. Jules y Overholser simplemente se apartaron. Adoptando ambos grupos una fría postura de neutralidad. Nosotros sabíamos que ellos iban a defender al inmortal, y ellos sabían que nosotros íbamos a tratar de eliminarlo.
Yo sabía que con su presencia sería aún más difícil. Pero conocía muy bien a mi amiga, ella era tan cabezota o más que yo y sabía que tampoco se iba a rendir. Y, para colmo, cada vez que la miraba me daba la sensación de sentir al vampiro en su interior. Lo había visto antes de llegar a la mansión, lo había visto en E-VHA y lo notaba ahora. Aunque no sabía hasta qué punto se conectaba por él o si eran impresiones psicológicas mías. De todos modos, no podía dejar que ella utilizara el gran poder de Elen, mucho mayor que el mío, en contra de nuestro grupo, manipulándola como si fuera un títere.
-Elen, Vladimir ha matado a muchos inocentes y seres queridos. No apoyaré el dialogar con semejante psicópata. – dije decidida, adelantándome a la joven y rompiendo el incómodo silencio. Me interpuse entre ella y la puerta, que aún no sabía si había abierto o no. – Y tú estás bajo la influencia del inmortal. Lo presiento. No estás en condiciones de entrar ahí y sé que acabaremos mal si entramos las dos a la vez. – le comenté mis impresiones sobre lo que llevaba pensando desde poco antes de acceder. – Pero no temas, yo te libraré de su flujo oscuro. Te considero mi amiga por encima de todo, no lo olvides. – le expliqué para tratar de mostrar cordialidad.
-Seremos nosotros los que entremos. – dije por Jules, Overholser y yo misma. Los tres buscábamos venganza contra el Inmortal, pero ellos aún más que yo por la pérdida de sus hermanas. - Y esta vez no te lo estoy pidiendo. Te lo estoy diciendo. Esperarás ahí quieta mientras yo acabo con esto. – le indiqué señalándola con el dedo sin tapujos, con mirada desafiante. Y rápidamente Jules y Overholser me secundaron para colocarse delante de la puerta y frente al grupo, respaldando mi decisión. Aunque todavía sin que ninguno levantásemos las armas, al menos, por nuestra parte. La tensión estaba en su punto álgido. Lo único que podría evitar un conflicto ahora mismo era que Elen recapacitara a tiempo.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El fuego del dragón resultó muy efectivo, las marionetas de Kalla pronto se vieron envueltas en llamas, gritando y llorando mientras su piel se consumía, arrebatándoles dolorosamente la belleza y la vida al mismo tiempo. Ninguna de ellas alcanzaría al grupo en aquel estado, y teniendo en cuenta que pronto quedarían agonizantes o morirían, todas ellas quedaron descartadas como amenaza casi de inmediato, todas a excepción de una, la única que a pesar de sus graves heridas aún se mantenía en pie, Kalla Overholser. La vampira era sin duda mucho más fuerte que el resto, pero al igual que las demás, estaba atrapada en el calor de las llamas, y si no huía o hacía algo enseguida, correría la misma suerte que el resto de mujeres.
Aun así, la hechicera no le quitaba ojo de encima, expectante ante cualquier ataque que pudiese intentar contra ella, pero pronto un quejido consiguió que volviese el rostro, justo a tiempo de ver como el anuro se manchaba con la sangre y restos de hueso de uno de los vampiros de la jaula, más concretamente Lupe. Halliman era un ser peculiar, que a pesar de verse en mitad de todo el caos de la pelea, no desaprovechaba la ocasión para dedicar comentarios románticos a la bruja. Mientras el predicador se lamentaba por la muerte de su amado, a pesar de que ya no había salvación posible para él y que un final rápido había sido lo menos doloroso, el hombre sapo no perdió el tiempo, y tras soltar una ristra de apelativos cariñosos a la centinela, consiguiendo que ésta torciese el gesto, le reveló que había dejado su bastón como guía para los demás, y que de no darse prisa, Huracán llegaría a Vladimir antes que ella.
No podía permitir que eso ocurriese, y por terca que fuese su amiga, Elen tendría que mantenerse firme en su postura y defender al inmortal, lo necesitaba. La joven no quería cometer el mismo error dos veces con la vampira, ya le había perdonado la vida una vez pero ahora tenía ocasión de enmendar eso, pero su prioridad era otra, evitar el enfrentamiento entre Anastasia y Vladimir, aunque para ello tuviese que interponerse entre ambos y ser ella la que combatiese. Esa posibilidad no le gustaba en absoluto, pero de no tener más remedio se vería en la situación, aunque tal como había indicado anteriormente a Alister, trataría de neutralizar al otro bando sin causarles daños importantes.
Nate Halliman la tomó de la mano y la instó a abandonar el escenario, tirando de ella y añadiendo que Kalla no era importante, al menos no tanto como la misión que tenía que cumplir. El anuro tenía razón, así que tras unos escasos segundos, la de cabellos cenicientos apartó su mirada de Kalla y tiró del Clavario para apartarlo del cuerpo ya sin vida de Lupe, entendía que estuviese sufriendo por la reciente pérdida pero si se quedaba allí terminaría calcinado. - Alister, nos vamos. - indicó, y el alado lanzó una última llamarada a modo de barrera para cubrirse la retaguardia el tiempo suficiente como para volver a cambiar de forma, ya que con su cuerpo bestial no cabía por el agujero que el sapo había utilizado.
Aquello le tomó un par de minutos, pero tras retomar su apariencia humana, todos se dejaron caer por la trampilla del escenario y comenzaron a andar rápidamente a través de la red de pasadizos que había bajo el mismo. - Por aquí, por aquí cariño. - apremió el sapo, para acto seguido girar repentinamente hacia la izquierda. Elen no se sentía cómoda con aquel tipo de trato de parte del hombre bestia, ni con que aún se negase a soltarle la mano, pero debía dejar a un lado esas nimiedades y centrarse en lo que estaba por venir, su esperado encuentro con el centinela de las tierras del oeste.
La benjamina de los Calhoun seguía sin saber muy bien cómo afrontar dicho momento, y aunque tenía la baza de Amaterasu, probablemente esto no fuese suficiente para convencerlo de abandonar la Hermandad, tenía que darse prisa y buscar alguna otra idea. - Ojalá Tarivius estuviese aquí. - pensó, trayendo a su mente la imagen del anciano. - Él sabría qué hacer. - continuó mentalmente, desviando la vista hacia el único recuerdo que aún tenía de su mentor, aquella marca en forma de árbol de la vida en el interior de su muñeca. Sin duda el poderoso hechicero lo hubiese tenido más fácil para hacer entrar en razón a su hermano, conocía mucho más de él que la tensai, pero lamentarse por ello no la ayudaría.
Entonces, ¿qué argumentos debía dar al inmortal? ¿sería buena idea apelar a su amor por la raza a la que pertenecía? Vladimir se preocupaba de los suyos, y quizá si conseguía hacerle ver que ante los Tarmúnil ni siquiera los vampiros podrían salvarse, el centinela aceptase unirse a su lucha. Por el momento era lo único que tenía, ya que de lo visto en la mansión, no podía determinar qué era obra de Mortagglia y que no. - Ya falta poco, rápido. - volvió a indicar el anuro, haciendo salir de sus pensamientos a la de ojos verdes. Los estrechos pasadizos se acabaron un par de minutos después, y en cuanto salieron a una estancia más amplia, Alister se detuvo en seco. - Esperad, con esta forma no os seré de gran ayuda. - explicó, antes de iniciar nuevamente la transformación a bestia.
Una vez listo, el grupo continuó avanzando bajo las indicaciones de Halliman, que parecía haberse aprendido aquellos pasillos de memoria. La bruja tiró de su brazo para librarse de la mano del sapo en cuanto comenzaron a atisbar las figuras del otro grupo, y su cuerpo rápidamente se tensó, puede que Huracán no hubiese llegado hasta su objetivo pero estaba a las puertas del mismo y no habría forma de convencerla para que no entrase. - Recuerda lo que te dije antes. - musitó la joven, dirigiéndose al alado. Alister asintió levemente en respuesta y se colocó a su lado, plegando las alas y haciendo oscilar la fuerte cola por detrás de su cuerpo.
Huracán y los demás se encontraban ante unas enormes puertas color carmesí, pero a juzgar por sus actos, no habían conseguido abrirlas. De haberlo hecho ya estarían en el interior tratando de matar al vampiro, así que solo cabía una explicación, estaban selladas con algún tipo de magia. Eso tranquilizó a la joven, pero no por mucho, pues podía notarse la tensión en los miembros del otro grupo, que había perdido en número. Scör ya no estaba con ellos, ni tampoco Kalla por supuesto, que a aquellas alturas bien podría estar muerta o deambulando por la mansión gravemente herida. Aquello dejaba ambos bandos igualados, pero no era cierto del todo.
Después de lo visto en el escenario de Asmodeo, el predicador probablemente hubiese cambiado de idea, y Halliman no tomaría un grupo teniendo en cuenta que parecía haberse enamorado tanto de ella como de la cazadora. Tres expertos tiradores, dos de ellos brujos, contra una hechicera y un dragón, eso es a lo que se reducía todo, pero la de cabellos cenicientos confiaba en sus habilidades y en conseguir apartarlos sin hacerles daño.
No saludó ni dijo nada al llegar ante las puertas, Elen simplemente se limitó a observarlos en busca de posibles heridas, que por suerte no encontró. Quizá hubiesen elegido un camino más seguro, o puede que se hubiesen librado de los contratiempos con ayuda de sus armas. Anastasia no tardó en tratar de persuadirla para que se mantuviese al margen, alegando que no estaba en condiciones de pelear porque Vladimir la estaba manipulando, pero la verdad era que no tenía idea de lo que hacía el vampiro, de los olvidados recuerdos que había traído a su mente para hacerla sentir bien.
Finalmente, la cazadora quiso imponerse, pretendía entrar solo con su grupo y que los demás se quedaran esperando fuera, esto hizo que la centinela se cruzase de brazos y pusiese los ojos en blanco durante un segundo. - No has podido entrar, y no podrás hacerlo sin mí. - contestó con seriedad, pero intentando no sonar demasiado cortante. Elen estaba segura de que podría comunicarse con el inmortal del mismo modo en que él lo había hecho con ella, a fin de cuentas la telepatía era bidireccional, solo tenía que mandarle un mensaje mentalmente y esperar que él respondiese.
- No importa lo que hayas visto, tu enemiga es Mortagglia y si está ahí dentro con gusto dejaré que la mates, pero no al inmortal. - añadió, sin dar tiempo para que Huracán interviniese. - Sabes de sobra que no quiero pelear contigo, ya te lo demostré en la cueva del segundo pico, pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú me condenas al fracaso. - prosiguió, clavando una intensa mirada en su amiga. - Haznos un favor a ambas, apártate de mi camino. - instó, y sus palabras fueron secundadas por un gutural rugido de Alister, que ya se veía teniendo que hacerlos a un lado con ayuda de su cola.
Dicho esto, la benjamina de los Calhoun descruzó los brazos y se abrió paso entre los miembros del grupo de su amiga sin llegar a tocarlos, la mezcla entre oscuridad y decisión que había en sus ojos bastó para que Overholser se hiciese a un lado. - Vladimir, ya he llegado, abre las puertas. - pensó, en cuanto se encontró frente a la enorme entrada carmesí.
Aun así, la hechicera no le quitaba ojo de encima, expectante ante cualquier ataque que pudiese intentar contra ella, pero pronto un quejido consiguió que volviese el rostro, justo a tiempo de ver como el anuro se manchaba con la sangre y restos de hueso de uno de los vampiros de la jaula, más concretamente Lupe. Halliman era un ser peculiar, que a pesar de verse en mitad de todo el caos de la pelea, no desaprovechaba la ocasión para dedicar comentarios románticos a la bruja. Mientras el predicador se lamentaba por la muerte de su amado, a pesar de que ya no había salvación posible para él y que un final rápido había sido lo menos doloroso, el hombre sapo no perdió el tiempo, y tras soltar una ristra de apelativos cariñosos a la centinela, consiguiendo que ésta torciese el gesto, le reveló que había dejado su bastón como guía para los demás, y que de no darse prisa, Huracán llegaría a Vladimir antes que ella.
No podía permitir que eso ocurriese, y por terca que fuese su amiga, Elen tendría que mantenerse firme en su postura y defender al inmortal, lo necesitaba. La joven no quería cometer el mismo error dos veces con la vampira, ya le había perdonado la vida una vez pero ahora tenía ocasión de enmendar eso, pero su prioridad era otra, evitar el enfrentamiento entre Anastasia y Vladimir, aunque para ello tuviese que interponerse entre ambos y ser ella la que combatiese. Esa posibilidad no le gustaba en absoluto, pero de no tener más remedio se vería en la situación, aunque tal como había indicado anteriormente a Alister, trataría de neutralizar al otro bando sin causarles daños importantes.
Nate Halliman la tomó de la mano y la instó a abandonar el escenario, tirando de ella y añadiendo que Kalla no era importante, al menos no tanto como la misión que tenía que cumplir. El anuro tenía razón, así que tras unos escasos segundos, la de cabellos cenicientos apartó su mirada de Kalla y tiró del Clavario para apartarlo del cuerpo ya sin vida de Lupe, entendía que estuviese sufriendo por la reciente pérdida pero si se quedaba allí terminaría calcinado. - Alister, nos vamos. - indicó, y el alado lanzó una última llamarada a modo de barrera para cubrirse la retaguardia el tiempo suficiente como para volver a cambiar de forma, ya que con su cuerpo bestial no cabía por el agujero que el sapo había utilizado.
Aquello le tomó un par de minutos, pero tras retomar su apariencia humana, todos se dejaron caer por la trampilla del escenario y comenzaron a andar rápidamente a través de la red de pasadizos que había bajo el mismo. - Por aquí, por aquí cariño. - apremió el sapo, para acto seguido girar repentinamente hacia la izquierda. Elen no se sentía cómoda con aquel tipo de trato de parte del hombre bestia, ni con que aún se negase a soltarle la mano, pero debía dejar a un lado esas nimiedades y centrarse en lo que estaba por venir, su esperado encuentro con el centinela de las tierras del oeste.
La benjamina de los Calhoun seguía sin saber muy bien cómo afrontar dicho momento, y aunque tenía la baza de Amaterasu, probablemente esto no fuese suficiente para convencerlo de abandonar la Hermandad, tenía que darse prisa y buscar alguna otra idea. - Ojalá Tarivius estuviese aquí. - pensó, trayendo a su mente la imagen del anciano. - Él sabría qué hacer. - continuó mentalmente, desviando la vista hacia el único recuerdo que aún tenía de su mentor, aquella marca en forma de árbol de la vida en el interior de su muñeca. Sin duda el poderoso hechicero lo hubiese tenido más fácil para hacer entrar en razón a su hermano, conocía mucho más de él que la tensai, pero lamentarse por ello no la ayudaría.
Entonces, ¿qué argumentos debía dar al inmortal? ¿sería buena idea apelar a su amor por la raza a la que pertenecía? Vladimir se preocupaba de los suyos, y quizá si conseguía hacerle ver que ante los Tarmúnil ni siquiera los vampiros podrían salvarse, el centinela aceptase unirse a su lucha. Por el momento era lo único que tenía, ya que de lo visto en la mansión, no podía determinar qué era obra de Mortagglia y que no. - Ya falta poco, rápido. - volvió a indicar el anuro, haciendo salir de sus pensamientos a la de ojos verdes. Los estrechos pasadizos se acabaron un par de minutos después, y en cuanto salieron a una estancia más amplia, Alister se detuvo en seco. - Esperad, con esta forma no os seré de gran ayuda. - explicó, antes de iniciar nuevamente la transformación a bestia.
Una vez listo, el grupo continuó avanzando bajo las indicaciones de Halliman, que parecía haberse aprendido aquellos pasillos de memoria. La bruja tiró de su brazo para librarse de la mano del sapo en cuanto comenzaron a atisbar las figuras del otro grupo, y su cuerpo rápidamente se tensó, puede que Huracán no hubiese llegado hasta su objetivo pero estaba a las puertas del mismo y no habría forma de convencerla para que no entrase. - Recuerda lo que te dije antes. - musitó la joven, dirigiéndose al alado. Alister asintió levemente en respuesta y se colocó a su lado, plegando las alas y haciendo oscilar la fuerte cola por detrás de su cuerpo.
Huracán y los demás se encontraban ante unas enormes puertas color carmesí, pero a juzgar por sus actos, no habían conseguido abrirlas. De haberlo hecho ya estarían en el interior tratando de matar al vampiro, así que solo cabía una explicación, estaban selladas con algún tipo de magia. Eso tranquilizó a la joven, pero no por mucho, pues podía notarse la tensión en los miembros del otro grupo, que había perdido en número. Scör ya no estaba con ellos, ni tampoco Kalla por supuesto, que a aquellas alturas bien podría estar muerta o deambulando por la mansión gravemente herida. Aquello dejaba ambos bandos igualados, pero no era cierto del todo.
Después de lo visto en el escenario de Asmodeo, el predicador probablemente hubiese cambiado de idea, y Halliman no tomaría un grupo teniendo en cuenta que parecía haberse enamorado tanto de ella como de la cazadora. Tres expertos tiradores, dos de ellos brujos, contra una hechicera y un dragón, eso es a lo que se reducía todo, pero la de cabellos cenicientos confiaba en sus habilidades y en conseguir apartarlos sin hacerles daño.
No saludó ni dijo nada al llegar ante las puertas, Elen simplemente se limitó a observarlos en busca de posibles heridas, que por suerte no encontró. Quizá hubiesen elegido un camino más seguro, o puede que se hubiesen librado de los contratiempos con ayuda de sus armas. Anastasia no tardó en tratar de persuadirla para que se mantuviese al margen, alegando que no estaba en condiciones de pelear porque Vladimir la estaba manipulando, pero la verdad era que no tenía idea de lo que hacía el vampiro, de los olvidados recuerdos que había traído a su mente para hacerla sentir bien.
Finalmente, la cazadora quiso imponerse, pretendía entrar solo con su grupo y que los demás se quedaran esperando fuera, esto hizo que la centinela se cruzase de brazos y pusiese los ojos en blanco durante un segundo. - No has podido entrar, y no podrás hacerlo sin mí. - contestó con seriedad, pero intentando no sonar demasiado cortante. Elen estaba segura de que podría comunicarse con el inmortal del mismo modo en que él lo había hecho con ella, a fin de cuentas la telepatía era bidireccional, solo tenía que mandarle un mensaje mentalmente y esperar que él respondiese.
- No importa lo que hayas visto, tu enemiga es Mortagglia y si está ahí dentro con gusto dejaré que la mates, pero no al inmortal. - añadió, sin dar tiempo para que Huracán interviniese. - Sabes de sobra que no quiero pelear contigo, ya te lo demostré en la cueva del segundo pico, pero no pienso quedarme de brazos cruzados mientras tú me condenas al fracaso. - prosiguió, clavando una intensa mirada en su amiga. - Haznos un favor a ambas, apártate de mi camino. - instó, y sus palabras fueron secundadas por un gutural rugido de Alister, que ya se veía teniendo que hacerlos a un lado con ayuda de su cola.
Dicho esto, la benjamina de los Calhoun descruzó los brazos y se abrió paso entre los miembros del grupo de su amiga sin llegar a tocarlos, la mezcla entre oscuridad y decisión que había en sus ojos bastó para que Overholser se hiciese a un lado. - Vladimir, ya he llegado, abre las puertas. - pensó, en cuanto se encontró frente a la enorme entrada carmesí.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Con la última frase de la benjamina de los Calhoun, las enormes puertas carmesís se abrieron de par en par. Eran lo suficientemente grande para que los dos humanos, el dragón, los tres brujos y el anuro con su amigo imaginario materializado con la forma de un bastón vieran la amplitud de la biblioteca del inmortal. Durante lo que llevaba de noche había tenido que combatir primero en un bosque, luego en una especie de capilla de huesos, el paritorio de los cibernéticos vino después (en el caso del otro grupo, el anfiteatro de Asmodeo) y, al final, ahí una biblioteca. Resultaba extraño y reconfortante al mismo tiempo. El aroma a libro nuevo mezclado con el del libro viejo hacia que el escenario pareciese mucho más tranquilo de lo que habían sido los otros. Nada de vampiros al servicio de su hermana maldita correteando entre los árboles marcados con las señales de Nate Halliman, nada de huesos y calaveras que brillaban a la vez que mostraban la historia de un triste predicador como si fuera un espejismo y, por último, nada de caras y brazos de metal anclados en las paredes. Era una biblioteca, una agradable y amplia biblioteca en la que ningún buen lector se podría resistir a sentarse, coger un libro y devorarlos con los ojos hasta que no quedase nada.
Overholser suspiró aliviado. Sus manos dejaron de temblar, por primera vez durante toda la noche, se sentía tranquilo. Incluso había olvidado, por una milésima de segunda, que el cuerpo de su hermana inconsciente seguía tan desaparecida como su mascota.
El cazador no fue quien dio el primer paso y entró al otro lado de las puertas carmesí, el honor de entrar primero fue para Jules, el compañero de Anastasia; tampoco fue el último, éste fue el predicador de la creencia cristiana. Sin embargo, cuando Overholser entró se sintió como si hubiera sido el primero en entrar en la biblioteca en años y el último que fuera entrar en muchos otros. El lugar parecía uno de esos tesoros en los que solo unos pocos hombres tienen derecho a admirar y luego los protege para que nadie más los pueda admirar. “Como la tumba de un Dios”. Wayne Dane Overholser levantó la cabeza para buscar a ese Dios en el techo, un gesto que se lo había visto hacer a Callahan a lo largo de toda la noche. No encontró al Dios de los libros, pero lo que vio le maravilló todavía más. Escaleras y puentes de cuerdas y maderas que se movían sin que nadie los tocara entorno a unas estanterías de libros más altas que las mansiones que había visto en Sacrestic Ville. “La mansión de un Dios”.
Pam, pam, pam. Era el ruido de unos tacones al caminar. Alguien llegaba hacia ellos y, por la forma que tenía de golpear cada paso suyo con el tacón de su zapato, Overholser estaba convencido de que esa persona se quería hacer notar. Pam, pam, pam. Rápidamente, tan rápido como le permitió la alucinación de ver el lugar donde estaba, cogió un virote y lo cargo en su ballesta. Era el último villano. El definitivo. Anastasia tenía razón. Mortagglia era una manipuladora, (una Puta y Vieja Dama como diría Kalla). Si Vladimir fuera igual no estaba dispuesto a dejar que dijera ni una sola palabra. Lo primero que haría sería matar el vampiro. Pam, pam, pam. El Inmortal estaba cerca y Overholser estaba preparado. Echó un vistazo a Elen, la bruja que les acompañó en todo este viaje, pero no dijo nada, ni siquiera unas palabras de disculpas por querer contradecir a la joven hechicera. Él tenía su objetivo fijado. No le iban a hacer cambiar de idea. Pam, pam, pam.
El vampiro apareció y con él el traqueteo de los talones desapareció. En sus brazos llevaba a Scör completamente sumiso. Ver a su mascota de esa manera hizo que el cazador bajase su ballesta. Su sed de sangre de vampiro no hubo membrado por eso, si bajó la ballesta era porque los recuerdos de su hermana, aquellos que desaparecieron al oler el perfume de la biblioteca, le asolaron de golpe.
-Bienvenidos a mi humilde biblioteca-.
El vampiro, lentamente, dejó al shabbel negro en el suelo. El animal corriendo pero sin ningún tipo de miedo, fue a recibir a su amo. Overholser miró a su mascota casi llorando. Si Vlad le había dañado en lo más mínimo…
-¡Muere maldito muestro,- gritó volviendo a levantar la ballesta apuntando directamente al vampiro- no perteneces a este mundo!-
- ¿Este mundo?- al hablar el vampiro el dedo de Overholser quedó completamente inmovilizado y el gatillo de su ballesta no fue apretado con intenciones asesinas- No fue por mi mano que una vez más me dieron carne. En esto que llamas “este mundo”, los humanos desean pagarme tributo como si fuera el Dios de tu amigo cristiano-.
Donald Frank Callahan bajó la cabeza avergonzado.
- ¿Tributo? Robas las almas de los hombres y las conviertes en esclavas-.
-Tal vez lo mismo se pueda decir de todas las religiones. A ti te enseñaron a ser un esclavo mata vampiros, igual que a esos dos.- señaló a Anastasia y a Jules - La diferencia es que en tu caso lo llamas “educación”. ¿Verdad? No me hagas reír. Lo que haga o deje de hacer no es muy diferente a lo que tus padres hicieron contigo y con tu hermana: Cojo hombres que se comportan como salvajes, los encierro en jaulas y los educado hasta convertirlos en…-
-¿Eso hiciste con Lupe?- interrumpió Callahan con voz cortada
-Eso intenté hacer con tu querido amigo y amante. Si no pude llegar a hacerlo es porque cierto sapo se infiltró en las jaulas de los vampiros y les dibujó números y caras sobre la espalda-.
-Me declaró culpable- croó Nate Halliman con tono socarrón, a Overholser le pareció que el sapo había disfrutado con esa burla.
-Tus palabras están tan vacías igual que tu alma- el cazador habló muy lentamente. Estaba seguro de lo que decía. Nadie podía contradecirle.- No eres nadie. Ni un Dios, ni educador ni un salvador de hombres. No eres nadie-.
-¿Y qué es un hombre? ¡Una miserable pila de secretos! Créeme, he visto secretos de todas las clases. He de hablar de cómo cogiste a tu hermana moribunda y la encerraste en una jaula. Te defiendes a ti mismo diciendo que la amas, que lo haces por su bien. Y por su bien la tenías atada, por su bien la estaba sucia y por su bien llegó a brazos de la Dama completamente hambrienta. ¿Eres tú hombre al tratar de esa mala manera a la sangre de tu sangre?- Overholser calló y Vlad dio un golpe en el suelo con su bastón. Inmediatamente, la ballesta del cazador dejó de apuntarle. - No eres un caso eventual. Mira a tu alrededor. Jules, un hombre que se considera un justiciero mata vampiros y rescatador de doncellas en apuros, mató a la doncella de metal. ¡YO la intenté salvar! Hice que E-VHA viviera su sueño. Quería ser madre y le di los cadáveres y el metal para que pudiera cumplir su sueño. Llegáis vosotros, rompéis su ilusión y dejáis que ADM-01 tomase el control de los hijos del metal. ¿Ese es ser un hombre? ¿O es más hombre matar a llamaradas a una multitud de sirvientas que únicamente servían rosas bañadas en sangre y repetían con educación cada frase de quienes consideraban “señores”? La mitad de vosotros habéis venido a matarme porque no me consideráis un hombre y yo solo os digo que os miréis al espejo. Ahí tenéis. No sois más que la imagen distorsionada de un villano que se disfraza de héroe-.
Callahan pensó en Lupe, él siempre pensaba en Lupe. El hombre le salvó de la alcoholemia y las malas noches de vagabundo. El Padre no pudo salvarle de un vampiro y se dedicó a matar vampiros en son de venganza. Las personas seguían muriendo por los vampiros. A Callahan le veían bien que muriesen, los vampiros eran más vulnerables cuando estaban comiendo. ¿Eso era ser un hombre de Dios? Vladimir tenía razón. El vampiro rescató a Callahan de los brazos de la muerte, la locura y del pecado del egoísmo.
Overholser pensó en su hermana y suspiró sonoramente. Ella había sido convertida en vampiro en contra de su voluntad y la transformaron en algo horrible, algo que no era ella. No tenía otra opción que encerrarla. Había hecho lo adecuado. Había sido un hombre justo. Cualquiera en su posición, en su complicada situación, hubiera hecho exactamente lo mismo que hizo él.
-Elen Calhoun, me entregó a ti y te entrego todo lo que haya en esta biblioteca. En algunos de ellos hay información acerca de cierta ciudad de dragones que te pueda ser más útil que cualquier libro que hable sobre los jinetes.- Esto lo dijo mirando exclusivamente a la benjamina de los Calhoun, el resto lo dijo a todo el grupo. - Quienes queráis matarme, dad un paso hacia delante. No retrocederé-.
Este primer paso lo dio, sin vacilación alguna, Overholser. –Sé que lo necesitaba con vida, señorita Calhoun, pero no puedo permitir que hable así de mi hermana-.
* Ambos: Algunos de vosotros deberéis defender a Vladimir el Inmortal y otros enfrentaros a él. Es un combate a gran escala y seréis vosotras quienes, a base de palabras, rayos y ventiscas de aire; solucionaréis este conflicto. Tenéis cuatro turnos, si necesitáis más avisadme por mp pues podremos llegar a un acuerdo, para enfrentaros cara a cara. En estos turnos de combate, no interactuaré, tenéis vía libre para hacer con los personajes todo lo que queráis (solo os pido que ninguno muera, las muertes las elijo yo), si tenéis alguna duda sobre ellos me la podéis consultar en un mensaje privado. Así serán los grupos para el enfrentamiento:
Proteger a Vladimir: Elen Calhoun, Alister y Donald Callahan
Matar a Vladimir: Huracán, Jules y Wayne Overholser
Neutrales: Nate Halliman y su bastón
Nate está tan enamorado de las dos que, su único fin, será el que sus dos amores dejen de pelear.
A cada turno lanzaréis la voluntad de los Dioses, confío plenamente en vosotros, sé que seréis justos en el combate y cumpliréis con las normas del foro.
Overholser suspiró aliviado. Sus manos dejaron de temblar, por primera vez durante toda la noche, se sentía tranquilo. Incluso había olvidado, por una milésima de segunda, que el cuerpo de su hermana inconsciente seguía tan desaparecida como su mascota.
El cazador no fue quien dio el primer paso y entró al otro lado de las puertas carmesí, el honor de entrar primero fue para Jules, el compañero de Anastasia; tampoco fue el último, éste fue el predicador de la creencia cristiana. Sin embargo, cuando Overholser entró se sintió como si hubiera sido el primero en entrar en la biblioteca en años y el último que fuera entrar en muchos otros. El lugar parecía uno de esos tesoros en los que solo unos pocos hombres tienen derecho a admirar y luego los protege para que nadie más los pueda admirar. “Como la tumba de un Dios”. Wayne Dane Overholser levantó la cabeza para buscar a ese Dios en el techo, un gesto que se lo había visto hacer a Callahan a lo largo de toda la noche. No encontró al Dios de los libros, pero lo que vio le maravilló todavía más. Escaleras y puentes de cuerdas y maderas que se movían sin que nadie los tocara entorno a unas estanterías de libros más altas que las mansiones que había visto en Sacrestic Ville. “La mansión de un Dios”.
Pam, pam, pam. Era el ruido de unos tacones al caminar. Alguien llegaba hacia ellos y, por la forma que tenía de golpear cada paso suyo con el tacón de su zapato, Overholser estaba convencido de que esa persona se quería hacer notar. Pam, pam, pam. Rápidamente, tan rápido como le permitió la alucinación de ver el lugar donde estaba, cogió un virote y lo cargo en su ballesta. Era el último villano. El definitivo. Anastasia tenía razón. Mortagglia era una manipuladora, (una Puta y Vieja Dama como diría Kalla). Si Vladimir fuera igual no estaba dispuesto a dejar que dijera ni una sola palabra. Lo primero que haría sería matar el vampiro. Pam, pam, pam. El Inmortal estaba cerca y Overholser estaba preparado. Echó un vistazo a Elen, la bruja que les acompañó en todo este viaje, pero no dijo nada, ni siquiera unas palabras de disculpas por querer contradecir a la joven hechicera. Él tenía su objetivo fijado. No le iban a hacer cambiar de idea. Pam, pam, pam.
El vampiro apareció y con él el traqueteo de los talones desapareció. En sus brazos llevaba a Scör completamente sumiso. Ver a su mascota de esa manera hizo que el cazador bajase su ballesta. Su sed de sangre de vampiro no hubo membrado por eso, si bajó la ballesta era porque los recuerdos de su hermana, aquellos que desaparecieron al oler el perfume de la biblioteca, le asolaron de golpe.
-Bienvenidos a mi humilde biblioteca-.
El vampiro, lentamente, dejó al shabbel negro en el suelo. El animal corriendo pero sin ningún tipo de miedo, fue a recibir a su amo. Overholser miró a su mascota casi llorando. Si Vlad le había dañado en lo más mínimo…
-¡Muere maldito muestro,- gritó volviendo a levantar la ballesta apuntando directamente al vampiro- no perteneces a este mundo!-
- ¿Este mundo?- al hablar el vampiro el dedo de Overholser quedó completamente inmovilizado y el gatillo de su ballesta no fue apretado con intenciones asesinas- No fue por mi mano que una vez más me dieron carne. En esto que llamas “este mundo”, los humanos desean pagarme tributo como si fuera el Dios de tu amigo cristiano-.
Donald Frank Callahan bajó la cabeza avergonzado.
- ¿Tributo? Robas las almas de los hombres y las conviertes en esclavas-.
-Tal vez lo mismo se pueda decir de todas las religiones. A ti te enseñaron a ser un esclavo mata vampiros, igual que a esos dos.- señaló a Anastasia y a Jules - La diferencia es que en tu caso lo llamas “educación”. ¿Verdad? No me hagas reír. Lo que haga o deje de hacer no es muy diferente a lo que tus padres hicieron contigo y con tu hermana: Cojo hombres que se comportan como salvajes, los encierro en jaulas y los educado hasta convertirlos en…-
-¿Eso hiciste con Lupe?- interrumpió Callahan con voz cortada
-Eso intenté hacer con tu querido amigo y amante. Si no pude llegar a hacerlo es porque cierto sapo se infiltró en las jaulas de los vampiros y les dibujó números y caras sobre la espalda-.
-Me declaró culpable- croó Nate Halliman con tono socarrón, a Overholser le pareció que el sapo había disfrutado con esa burla.
-Tus palabras están tan vacías igual que tu alma- el cazador habló muy lentamente. Estaba seguro de lo que decía. Nadie podía contradecirle.- No eres nadie. Ni un Dios, ni educador ni un salvador de hombres. No eres nadie-.
-¿Y qué es un hombre? ¡Una miserable pila de secretos! Créeme, he visto secretos de todas las clases. He de hablar de cómo cogiste a tu hermana moribunda y la encerraste en una jaula. Te defiendes a ti mismo diciendo que la amas, que lo haces por su bien. Y por su bien la tenías atada, por su bien la estaba sucia y por su bien llegó a brazos de la Dama completamente hambrienta. ¿Eres tú hombre al tratar de esa mala manera a la sangre de tu sangre?- Overholser calló y Vlad dio un golpe en el suelo con su bastón. Inmediatamente, la ballesta del cazador dejó de apuntarle. - No eres un caso eventual. Mira a tu alrededor. Jules, un hombre que se considera un justiciero mata vampiros y rescatador de doncellas en apuros, mató a la doncella de metal. ¡YO la intenté salvar! Hice que E-VHA viviera su sueño. Quería ser madre y le di los cadáveres y el metal para que pudiera cumplir su sueño. Llegáis vosotros, rompéis su ilusión y dejáis que ADM-01 tomase el control de los hijos del metal. ¿Ese es ser un hombre? ¿O es más hombre matar a llamaradas a una multitud de sirvientas que únicamente servían rosas bañadas en sangre y repetían con educación cada frase de quienes consideraban “señores”? La mitad de vosotros habéis venido a matarme porque no me consideráis un hombre y yo solo os digo que os miréis al espejo. Ahí tenéis. No sois más que la imagen distorsionada de un villano que se disfraza de héroe-.
Callahan pensó en Lupe, él siempre pensaba en Lupe. El hombre le salvó de la alcoholemia y las malas noches de vagabundo. El Padre no pudo salvarle de un vampiro y se dedicó a matar vampiros en son de venganza. Las personas seguían muriendo por los vampiros. A Callahan le veían bien que muriesen, los vampiros eran más vulnerables cuando estaban comiendo. ¿Eso era ser un hombre de Dios? Vladimir tenía razón. El vampiro rescató a Callahan de los brazos de la muerte, la locura y del pecado del egoísmo.
Overholser pensó en su hermana y suspiró sonoramente. Ella había sido convertida en vampiro en contra de su voluntad y la transformaron en algo horrible, algo que no era ella. No tenía otra opción que encerrarla. Había hecho lo adecuado. Había sido un hombre justo. Cualquiera en su posición, en su complicada situación, hubiera hecho exactamente lo mismo que hizo él.
-Elen Calhoun, me entregó a ti y te entrego todo lo que haya en esta biblioteca. En algunos de ellos hay información acerca de cierta ciudad de dragones que te pueda ser más útil que cualquier libro que hable sobre los jinetes.- Esto lo dijo mirando exclusivamente a la benjamina de los Calhoun, el resto lo dijo a todo el grupo. - Quienes queráis matarme, dad un paso hacia delante. No retrocederé-.
Este primer paso lo dio, sin vacilación alguna, Overholser. –Sé que lo necesitaba con vida, señorita Calhoun, pero no puedo permitir que hable así de mi hermana-.
_____________________
* Ambos: Algunos de vosotros deberéis defender a Vladimir el Inmortal y otros enfrentaros a él. Es un combate a gran escala y seréis vosotras quienes, a base de palabras, rayos y ventiscas de aire; solucionaréis este conflicto. Tenéis cuatro turnos, si necesitáis más avisadme por mp pues podremos llegar a un acuerdo, para enfrentaros cara a cara. En estos turnos de combate, no interactuaré, tenéis vía libre para hacer con los personajes todo lo que queráis (solo os pido que ninguno muera, las muertes las elijo yo), si tenéis alguna duda sobre ellos me la podéis consultar en un mensaje privado. Así serán los grupos para el enfrentamiento:
Proteger a Vladimir: Elen Calhoun, Alister y Donald Callahan
Matar a Vladimir: Huracán, Jules y Wayne Overholser
Neutrales: Nate Halliman y su bastón
Nate está tan enamorado de las dos que, su único fin, será el que sus dos amores dejen de pelear.
A cada turno lanzaréis la voluntad de los Dioses, confío plenamente en vosotros, sé que seréis justos en el combate y cumpliréis con las normas del foro.
Sigel
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
No esperaba menos de ella. De muy malas formas, me pidió, o más bien me ordenó, que me apartara. Algo que ni por asomo iba a hacer. Aún así, no pensaba agredir a mi amiga. – Yo tampoco quiero pelear contigo. – le recordé. De manera que finalmente me hice a un lado y Elen se acercó a la puerta pasando fríamente a nuestro lado, la miré de reojo a su paso y no dijo nada. Simplemente pareció concentrarse delante de la puerta y, a continuación, ésta se abrió.
Jules fue el primero en entrar a una nueva estancia. Una gigantesca biblioteca subterránea plagada por estanterías tan grandes como edificios. El chupasangres aparecía en escena descendiendo unas enormes escaleras. Era él. El mismo que había atacado las islas meses atrás. Su melena cenicienta, como la de Elen, y su rubí brillante en el pecho eran característicos. El segundo de la Hermandad. Me mordí los labios y apreté el puño, pero decidí no decir nada. Venía con un animal en brazos. Era Scör, el shabbel de Overholser. En estado convaleciente y muy dañado, pero capaz de correr aún a brazos de su dueño. Primer error de la noche. Hacer enfadar a Overholser. Fue el primero en levantar su ballesta pesada para apuntarle e insultarle.
El chupasangres se defendió diciendo que él sólo hacía bien a la sociedad. Libraba a la gente de sus males y les daba mejor vida. Autoproclamándose como un Dios, un salvador, un mesías de la humanidad. Al menos eso se consideraba él a despojar a seres humanos de su vida para convertirlos en vampiros o cibernéticos, para aprovecharse de su sangre o convertirlos en siervos sin alma. Su discurso recordaba a los de Mortagglia. Cuanto más lo escuchaba más asco me daba.
-No eres más que un cerdo narcisista. Y un asesino. – secundó Jules, dando un paso al centro. - ¿Tu lata de hojalata también le salvó la vida a mi hermana Rachel? Supongo que debería haberle dado las gracias. – preguntó el brujo, enfadado. Aquí vino el segundo error de Vladimir. Hacer enfadar a mi amigo brujo.
-Por supuesto que deberías, Jules. Estaba desangrándose. Siendo devorada por los vampiros de la Hermandad. Tú mismo la creías muerta. ¿Crees que habría sobrevivido de no ser por EVHA? – rió. – No, querido amigo. – el brujo era tan fuerte de espíritu y fiel que, aún con ganas de atravesarlo, aguardaba a que yo diera la orden de disparar.
-¡Basta, Vladimir! Vas a morir hoy y pagar por todo lo que has hecho. – repliqué, claramente dolida.
Y… finalmente. Llegaría el tercero y, probablemente, el mayor de sus errores. Enfadarme a mí.
-Y aquí tenemos a la mismísima Lady Anastasia María Boisson. – el inmortal comenzó a girar a mi alrededor, en círculos. – La última de los vástagos de los Boisson. Apellido que a lo largo de la historia ha derramado suficiente sangre como para alimentar por días a todos los vampiros de Aerandir. Qué ironía. – esbozó una tímida sonrisa. – Acabaría contigo con gusto, pero la Dama tiene mejores planes para ti. ¿Quieres convertirte en ella? ¿Ser tan malvada como ella? Hoy tienes tu gran oportunidad. – explicó y extendió sus brazos. – Mátame. No te lo impediré. Acaba conmigo y conságrate como la “heroína” que permitió que los jinetes oscuros destruyeran el mundo. Ni la Dama condenaría jamás a tantos inocentes como tú puedes condenar hoy. Su sombra es muy alargada, y te perseguirá de por vida, Anastasia. – a continuación, éste miró a Elen. – ¿Y qué harás tú, centinela? ¿Vas a dejar que tu amiga me mate? ¿O serás tú la que mate a tu amiga? Acaba con ella y podremos continuar nuestra misión. – desafió entre risas, aunque no sabía bien a quién se refería con aquello de “otra centinela”. ¿Había otra mujer?. Fuera lo que fuera, el chupasangres estaba jugando con nosotras.
Dejé que Elen dialogara con él si lo deseaba. Al final, yo cumpliría mi palabra de dejarle hablar con él. Solo que, al final, terminaría con él.
Finalmente, Vladimir se estiró de brazos y cerró los ojos, sin oponerse lo más mínimo. Lo que quería era forzar un conflicto entre Elen y yo. Sabía perfectamente que la bruja no permitiría que lo acribillara allí mismo. Y de eso se valía. Elen me atacaría si levantaba mi ballesta hacia él. Primero tendría que alejar a la bruja, o entretenerla mientras Jules u Overholser ponían fin a su existencia. Ella y su grupo eran lo único que ahora se imponía entre la muerte de un Vladimir sin ademán de defenderse.
-¡Tú nos has llevado a esto!– le grité a Elen, señalándola con resentimiento, desesperada por la situación a la que habíamos llegado. – ¡Por defender a un asesino! ¡A un torturador! ¡A un embaucador que ha puesto a mi mejor amiga en mi contra! – grité desesperada. - ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Dejarme ciega como a Keira Brabery? – le pregunté. - ¿Y qué harás luego? ¿Asaltar otro palacio? – El vampiro Bio me había enseñado el cartel. Terminé por abrir la caja de pandora y comencé a echar todos los trapos sucios que sabía de ella. Lo cual no hacía sino enfadarme aún más. El enfado hacía que varios libros comenzaran a caer de las estanterías. Comenzaban a fluir corrientes de aire a mí alrededor. –¡Yo siempre te defendí a pesar de lo que sabía! ¡Siempre te quise como si fueras mi hermana! ¡Joder! - grité con impotencia, expresando tristeza. Dejando que mis sentimientos hacia ella saliesen a la luz. Dolida de corazón por lo que estaba ocurriendo. - Lo siento, Elen. No me das otra opción.– le dije, y, ahora sí, saqué mis ballestas pequeñas en su contra. Me detuve para escuchar su réplica y mojé mis labios antes de la batalla.
-No le disparéis con la ballesta pesada ni le hagáis daño. – les advertí a mis compañeros, que desenfundaron sus ballestas de mano tras haberlo hecho yo. Las ballestas pesadas eran para criaturas enormes. Si le dábamos con ella, la destrozaría. Y ni mucho menos quería matarla. Tan sólo dejarla inconsciente o incapacitada temporalmente para que pudiera acabar con Vladimir. Pero era más difícil disparar buscando no matar que hacerlo. Por ello, trataría de evitar el uso de mis armas con mi amiga. – Yo la entretendré. Cerrad los ojos si se os acerca y, si tenéis que atacarla, hacedlo siempre a distancia. Su electricidad es muy poderosa. – advertí a mis compañeros. Había combatido mucho junto a Elen y conocía de sobra sus habilidades. Era mucho más poderosa que yo. – ¡Id a por Vladimir! ¡Vamos! – insté.
En ese momento, Jules y Overholser se dieron la vuelta y tensó su ballesta en dirección a Vladimir, que permanecía quieto, como había dicho. Esperando su muerte sin oposición alguna. Si nadie lo impedía, acabarían con él en ese mismo momento. Aunque había que tener en cuenta que también estaban Halliman, Callahan y Alister que podrían detenerles.
Miré a Elen, desafiante. Estiré mis brazos, hacia el suelo, y cerré los ojos. Mi melena comenzó a moverse. El viento estaba listo. – Buen viaje, Elen. – vacilé, abriendo los ojos de nuevo, confiando en mis habilidades. Ella podía ser muy poderosa, pero yo, para bien o para mal, era la nieta de Mortagglia, el mayor terror de Aerandir. Valiéndome de esto y antes de que ésta pudiese hacer nada contra mis compañeros, que se disponían a disparar, conjuré mi hechizo predilecto no dañino. – ¡Ash balla ná! – grité con todas mis fuerzas, empujando mis dos brazos y creando una fuerte corriente de aire hacia delante. Una de las más fuertes que había lanzado nunca, fuerza del resentimiento interior que llevaba en mi interior. La dirigí con tanta furia en dirección a la bruja que, si ésta no lo evitaba, la empujaría y la estamparía contra una estantería llena de libros al fondo del extenso pasillo, que probablemente caerían y la sepultarían por un tiempo.
Jules fue el primero en entrar a una nueva estancia. Una gigantesca biblioteca subterránea plagada por estanterías tan grandes como edificios. El chupasangres aparecía en escena descendiendo unas enormes escaleras. Era él. El mismo que había atacado las islas meses atrás. Su melena cenicienta, como la de Elen, y su rubí brillante en el pecho eran característicos. El segundo de la Hermandad. Me mordí los labios y apreté el puño, pero decidí no decir nada. Venía con un animal en brazos. Era Scör, el shabbel de Overholser. En estado convaleciente y muy dañado, pero capaz de correr aún a brazos de su dueño. Primer error de la noche. Hacer enfadar a Overholser. Fue el primero en levantar su ballesta pesada para apuntarle e insultarle.
El chupasangres se defendió diciendo que él sólo hacía bien a la sociedad. Libraba a la gente de sus males y les daba mejor vida. Autoproclamándose como un Dios, un salvador, un mesías de la humanidad. Al menos eso se consideraba él a despojar a seres humanos de su vida para convertirlos en vampiros o cibernéticos, para aprovecharse de su sangre o convertirlos en siervos sin alma. Su discurso recordaba a los de Mortagglia. Cuanto más lo escuchaba más asco me daba.
-No eres más que un cerdo narcisista. Y un asesino. – secundó Jules, dando un paso al centro. - ¿Tu lata de hojalata también le salvó la vida a mi hermana Rachel? Supongo que debería haberle dado las gracias. – preguntó el brujo, enfadado. Aquí vino el segundo error de Vladimir. Hacer enfadar a mi amigo brujo.
-Por supuesto que deberías, Jules. Estaba desangrándose. Siendo devorada por los vampiros de la Hermandad. Tú mismo la creías muerta. ¿Crees que habría sobrevivido de no ser por EVHA? – rió. – No, querido amigo. – el brujo era tan fuerte de espíritu y fiel que, aún con ganas de atravesarlo, aguardaba a que yo diera la orden de disparar.
-¡Basta, Vladimir! Vas a morir hoy y pagar por todo lo que has hecho. – repliqué, claramente dolida.
Y… finalmente. Llegaría el tercero y, probablemente, el mayor de sus errores. Enfadarme a mí.
-Y aquí tenemos a la mismísima Lady Anastasia María Boisson. – el inmortal comenzó a girar a mi alrededor, en círculos. – La última de los vástagos de los Boisson. Apellido que a lo largo de la historia ha derramado suficiente sangre como para alimentar por días a todos los vampiros de Aerandir. Qué ironía. – esbozó una tímida sonrisa. – Acabaría contigo con gusto, pero la Dama tiene mejores planes para ti. ¿Quieres convertirte en ella? ¿Ser tan malvada como ella? Hoy tienes tu gran oportunidad. – explicó y extendió sus brazos. – Mátame. No te lo impediré. Acaba conmigo y conságrate como la “heroína” que permitió que los jinetes oscuros destruyeran el mundo. Ni la Dama condenaría jamás a tantos inocentes como tú puedes condenar hoy. Su sombra es muy alargada, y te perseguirá de por vida, Anastasia. – a continuación, éste miró a Elen. – ¿Y qué harás tú, centinela? ¿Vas a dejar que tu amiga me mate? ¿O serás tú la que mate a tu amiga? Acaba con ella y podremos continuar nuestra misión. – desafió entre risas, aunque no sabía bien a quién se refería con aquello de “otra centinela”. ¿Había otra mujer?. Fuera lo que fuera, el chupasangres estaba jugando con nosotras.
Dejé que Elen dialogara con él si lo deseaba. Al final, yo cumpliría mi palabra de dejarle hablar con él. Solo que, al final, terminaría con él.
Finalmente, Vladimir se estiró de brazos y cerró los ojos, sin oponerse lo más mínimo. Lo que quería era forzar un conflicto entre Elen y yo. Sabía perfectamente que la bruja no permitiría que lo acribillara allí mismo. Y de eso se valía. Elen me atacaría si levantaba mi ballesta hacia él. Primero tendría que alejar a la bruja, o entretenerla mientras Jules u Overholser ponían fin a su existencia. Ella y su grupo eran lo único que ahora se imponía entre la muerte de un Vladimir sin ademán de defenderse.
-¡Tú nos has llevado a esto!– le grité a Elen, señalándola con resentimiento, desesperada por la situación a la que habíamos llegado. – ¡Por defender a un asesino! ¡A un torturador! ¡A un embaucador que ha puesto a mi mejor amiga en mi contra! – grité desesperada. - ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Dejarme ciega como a Keira Brabery? – le pregunté. - ¿Y qué harás luego? ¿Asaltar otro palacio? – El vampiro Bio me había enseñado el cartel. Terminé por abrir la caja de pandora y comencé a echar todos los trapos sucios que sabía de ella. Lo cual no hacía sino enfadarme aún más. El enfado hacía que varios libros comenzaran a caer de las estanterías. Comenzaban a fluir corrientes de aire a mí alrededor. –¡Yo siempre te defendí a pesar de lo que sabía! ¡Siempre te quise como si fueras mi hermana! ¡Joder! - grité con impotencia, expresando tristeza. Dejando que mis sentimientos hacia ella saliesen a la luz. Dolida de corazón por lo que estaba ocurriendo. - Lo siento, Elen. No me das otra opción.– le dije, y, ahora sí, saqué mis ballestas pequeñas en su contra. Me detuve para escuchar su réplica y mojé mis labios antes de la batalla.
-No le disparéis con la ballesta pesada ni le hagáis daño. – les advertí a mis compañeros, que desenfundaron sus ballestas de mano tras haberlo hecho yo. Las ballestas pesadas eran para criaturas enormes. Si le dábamos con ella, la destrozaría. Y ni mucho menos quería matarla. Tan sólo dejarla inconsciente o incapacitada temporalmente para que pudiera acabar con Vladimir. Pero era más difícil disparar buscando no matar que hacerlo. Por ello, trataría de evitar el uso de mis armas con mi amiga. – Yo la entretendré. Cerrad los ojos si se os acerca y, si tenéis que atacarla, hacedlo siempre a distancia. Su electricidad es muy poderosa. – advertí a mis compañeros. Había combatido mucho junto a Elen y conocía de sobra sus habilidades. Era mucho más poderosa que yo. – ¡Id a por Vladimir! ¡Vamos! – insté.
En ese momento, Jules y Overholser se dieron la vuelta y tensó su ballesta en dirección a Vladimir, que permanecía quieto, como había dicho. Esperando su muerte sin oposición alguna. Si nadie lo impedía, acabarían con él en ese mismo momento. Aunque había que tener en cuenta que también estaban Halliman, Callahan y Alister que podrían detenerles.
Miré a Elen, desafiante. Estiré mis brazos, hacia el suelo, y cerré los ojos. Mi melena comenzó a moverse. El viento estaba listo. – Buen viaje, Elen. – vacilé, abriendo los ojos de nuevo, confiando en mis habilidades. Ella podía ser muy poderosa, pero yo, para bien o para mal, era la nieta de Mortagglia, el mayor terror de Aerandir. Valiéndome de esto y antes de que ésta pudiese hacer nada contra mis compañeros, que se disponían a disparar, conjuré mi hechizo predilecto no dañino. – ¡Ash balla ná! – grité con todas mis fuerzas, empujando mis dos brazos y creando una fuerte corriente de aire hacia delante. Una de las más fuertes que había lanzado nunca, fuerza del resentimiento interior que llevaba en mi interior. La dirigí con tanta furia en dirección a la bruja que, si ésta no lo evitaba, la empujaría y la estamparía contra una estantería llena de libros al fondo del extenso pasillo, que probablemente caerían y la sepultarían por un tiempo.
- OFF:
*Off: Como master Sigel no ha establecido un criterio. Tiro runas. Las que lances tú las interpreto si sale mala que falla, si sale normal que acierta pero no hace mucho daño y si sale buena que da crítico. ¿Te parece? :).
Que tengasmalasuerte :P.
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Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Las imponentes puertas color carmesí respondieron inmediatamente a su pensamiento, abriéndose de par en par y dejando a la vista de todos los presentes la amplia biblioteca del centinela. Jules fue el primero en dar un paso al frente para entrar, y tras él fueron avanzando los demás, hecho que dejaba claro la imposibilidad de terminar con aquel asunto de forma pacífica. Anastasia no iba a darse por vencida fácilmente, pero Elen tampoco, así que el enfrentamiento que tanto había querido evitar la de ojos verdes era ineludible. Con esa idea, la benjamina de los Calhoun hizo lo posible por mantenerse en una posición adelantada con respecto al resto del grupo, dispuesta a interponerse entre Vladimir y la bruja en cuanto la situación se tornase violenta, cosa que no tardaría en suceder.
Alister caminaba a su lado sin perder de vista al trío de cazadores, consciente de que a la hora de pelear estaría limitado por la petición de la hechicera, que no quería causar daños graves ni a Huracán ni a Jules. Overholser era un tema aparte, no lo conocían lo suficiente como para tener consideración por él, pero probablemente la de cabellos cenicientos prefiriese evitar muertes innecesarias, o al menos eso era lo que el alado esperaba de ella. A decir verdad ya se había fijado en ciertos cambios de conducta de su compañera, y aunque no hacía mucho la joven se había decidido a contarle el motivo de éstos, la oscuridad de su medallón, el dragón confiaba en que no se viese afectada en aquella ocasión.
Callahan fue el último en entrar, quizá porque ya había estado allí alguna vez, o porque no deseaba encontrarse con el señor del lugar después de lo ocurrido con Lupe. Elen no pudo evitar preguntarse de qué lado estaría el predicador tras ver en lo que se había convertido su amado, pero el sonido de unos pasos firmes pronto captaron toda su atención, el inmortal se acercaba. Movido por la rabia y el ansia de venganza, Overholser fue el primero en alzar su ballesta, antes incluso de que Vladimir apareciese ante ellos, con el oscuro shabbel negro entre los brazos, aparentemente herido pero no de gravedad. Solo Callahan conocía el motivo del estado del animal, el centinela se lo había mostrado poco antes, pero no encontró el momento adecuado para culpar a Kalla por ello, aunque quizá tampoco lo hubiese hecho de haber podido.
La visión de Scör, totalmente tranquilo en brazos del vampiro, consiguió que su dueño bajase la ballesta de momento, instante en que el portador del rubí de sangre les dio la bienvenida, para acto seguido dejar al shabbel en el suelo y permitir que éste regresase junto al cazador. Overholser sin duda pensó que el inmortal era culpable del estado de su mascota, adoptó nuevamente una postura de ataque y se preparó para disparar, cosa que no llegó a hacer. Las palabras de Vladimir lo detuvieron, y tras desarmar su afirmación, fue el predicador quien intervino para preguntar sobre la transformación de Lupe.
El objetivo del vampiro era educar a aquellos que se mostrasen rebeldes o salvajes, pero con Lupe no lo había conseguido por, según aseguraba él, la intervención del hombre bestia sapo, que había marcado a los enjaulados con unos números y runas extrañas. Halliman no negó ese hecho, y la discusión entre centinela y cazador volvió a retomarse instantes después, aunque algo estaba claro, la influencia de Vladimir era grande, un simple golpe de su bastón fue suficiente para conseguir que la ballesta de Overholser dejase de apuntarle. Los trapos sucios del morador de los bosques quedaron al descubierto, al menos en lo que a su hermana se trataba, y luego el de cabellos cenicientos pasó a criticar las acciones de Jules y Alister, por las muertes que habían causado dentro de su mansión.
- …un villano que se disfraza de héroe…- aquel fragmento del alegato de su “hermano” sonó varias veces en la cabeza de la tensai, y en cierto modo sabía que tarde o temprano terminaría encajando en esa definición, aunque algunos ya podrían considerar que había cruzado la línea. Viendo el inminente conflicto que estaba por estallar, la de ojos verdes se inclinó ligeramente hacia el predicador. - ¿Sigue estando de nuestro lado Padre? - preguntó en un susurro, apenas audible. - Sí. - aseguró Callahan, para sorpresa de la joven. - Entonces encárguese de Overholser, intente no hacerle demasiado daño. - indicó Elen, para segundos después cruzar una mirada con Alister y hacerle un gesto de cabeza, lo justo para que entendiese que debía hacerse cargo de neutralizar a Jules. Ambos compartían elemento y la dura piel del dragón lo protegería de las flechas, era la mejor opción.
Aquello le permitiría enfrentarse a Anastasia y asegurarse de ese modo de que su amiga no sufriese daño alguno, aunque no sería una situación agradable. Una vez aclarada la estrategia a seguir, la benjamina de los Calhoun pudo volver a centrar su atención en Vladimir, que justo comenzaba a dedicarle unas palabras. El vampiro se le entregaba sin oponer ningún tipo de resistencia, y además le entregaba también todo cuanto contenía la biblioteca, asegurando que en algunos de aquellos libros encontraría información valiosa acerca de una ciudad de dragones. Sumergirse en las páginas de la multitud de tomos que guardaba aquella estancia resultaba tentador, pero primero debía mantener a salvo tanto al centinela como a la cazadora.
El inmortal no retrocedería ante aquellos que quisiesen matarlo, así que sería Elen quien tuviese que interponerse entre él y sus atacantes para defenderlo. Overholser se adelantó, dejando claro que su intención no había acabado, pero la discusión tampoco lo había hecho. Jules y Huracán también tenían cosas que decir e increpar al vampiro, pero éste no dudó en responderles con seriedad. Aquello solo empeoraría las cosas, pero ya iban a hacerlo de por sí, en cuanto Vladimir se dirigió a ella para sugerirle que acabase con su amiga. - No permitiré que te mate, pero tampoco dejaré que le pongas un dedo encima, olvida las órdenes de Mortagglia, no la vas a transformar. - respondió la de cabellos cenicientos con firmeza. - Mi papel aquí es ser la barrera que os separe, y así será. - añadió, con la tensión apoderándose ya de su cuerpo, estaba lista para el combate.
A pesar de sus palabras, Huracán la culpaba de llegar a aquel punto en que no había otra opción más que pelear, y tras echarle en cara varias cosas que había hecho, a pesar de que ya le había explicado el porqué de ellas en Lunargenta, alzó su ballesta en contra de la bruja. Sin embargo, no tardó en aclarar a sus compañeros que evitasen el uso de sus armas contra ella, al igual que Elen, Anastasia no pretendía hacer daño, solo neutralizar de la manera menos dolorosa posible a su contrincante. La cazadora pretendía entretenerla mientras Jules y Overholser atacaban al inmortal, pero había más piezas en el tablero, unas que la centinela utilizaría en su favor. - Alister, Padre Callahan, no se preocupen por mí, defiendan a Vladimir. - pidió, y ambos asintieron antes de ponerse en marcha.
Donald Frank Callahan, haciendo gala de unos reflejos dignos de un felino, saltó hacia el cazador con la intención de obligarlo a bajar su ballesta y evitar que pudiese disparar, mientras el dragón lanzaba su cola contra Jules, esperando derribarlo, cosa que de conseguir, aprovecharía para situarse sobre el brujo y retenerlo contra el suelo tanto tiempo como le fuese posible. La de ojos verdes en cambio no tuvo tiempo de reaccionar, una fuerte corriente la barrió de escena e hizo que su espalda impactase violentamente contra una de las estanterías, pero por suerte ésta no se desplomó sobre ella, lo cual habría supuesto una importante pérdida de tiempo. Agradeciendo que la armadura protegiese su cuerpo, Elen se recompuso y permitió que la electricidad le envolviese ambos brazos, de forma visible y amenazadora.
- Siento tener que hacer esto. - dijo, justo antes de disparar una ráfaga de tres descargas simultáneas contra la cazadora. De acertar en su objetivo, la hechicera aprovecharía el momento de aturdimiento de su oponente para regresar al centro de la estancia y situarse delante de Vladimir, de modo que para llegar hasta él o atacarlo, antes tuviesen que vérselas con ella.
Off: ¡Empieza la acción! Me parece bien lo de las runas, hagámoslo así. Elen intentará interponerse de todos modos entre Vladimir y el resto, pero con la mala suerte podrás atacarla durante el camino xD
Alister caminaba a su lado sin perder de vista al trío de cazadores, consciente de que a la hora de pelear estaría limitado por la petición de la hechicera, que no quería causar daños graves ni a Huracán ni a Jules. Overholser era un tema aparte, no lo conocían lo suficiente como para tener consideración por él, pero probablemente la de cabellos cenicientos prefiriese evitar muertes innecesarias, o al menos eso era lo que el alado esperaba de ella. A decir verdad ya se había fijado en ciertos cambios de conducta de su compañera, y aunque no hacía mucho la joven se había decidido a contarle el motivo de éstos, la oscuridad de su medallón, el dragón confiaba en que no se viese afectada en aquella ocasión.
Callahan fue el último en entrar, quizá porque ya había estado allí alguna vez, o porque no deseaba encontrarse con el señor del lugar después de lo ocurrido con Lupe. Elen no pudo evitar preguntarse de qué lado estaría el predicador tras ver en lo que se había convertido su amado, pero el sonido de unos pasos firmes pronto captaron toda su atención, el inmortal se acercaba. Movido por la rabia y el ansia de venganza, Overholser fue el primero en alzar su ballesta, antes incluso de que Vladimir apareciese ante ellos, con el oscuro shabbel negro entre los brazos, aparentemente herido pero no de gravedad. Solo Callahan conocía el motivo del estado del animal, el centinela se lo había mostrado poco antes, pero no encontró el momento adecuado para culpar a Kalla por ello, aunque quizá tampoco lo hubiese hecho de haber podido.
La visión de Scör, totalmente tranquilo en brazos del vampiro, consiguió que su dueño bajase la ballesta de momento, instante en que el portador del rubí de sangre les dio la bienvenida, para acto seguido dejar al shabbel en el suelo y permitir que éste regresase junto al cazador. Overholser sin duda pensó que el inmortal era culpable del estado de su mascota, adoptó nuevamente una postura de ataque y se preparó para disparar, cosa que no llegó a hacer. Las palabras de Vladimir lo detuvieron, y tras desarmar su afirmación, fue el predicador quien intervino para preguntar sobre la transformación de Lupe.
El objetivo del vampiro era educar a aquellos que se mostrasen rebeldes o salvajes, pero con Lupe no lo había conseguido por, según aseguraba él, la intervención del hombre bestia sapo, que había marcado a los enjaulados con unos números y runas extrañas. Halliman no negó ese hecho, y la discusión entre centinela y cazador volvió a retomarse instantes después, aunque algo estaba claro, la influencia de Vladimir era grande, un simple golpe de su bastón fue suficiente para conseguir que la ballesta de Overholser dejase de apuntarle. Los trapos sucios del morador de los bosques quedaron al descubierto, al menos en lo que a su hermana se trataba, y luego el de cabellos cenicientos pasó a criticar las acciones de Jules y Alister, por las muertes que habían causado dentro de su mansión.
- …un villano que se disfraza de héroe…- aquel fragmento del alegato de su “hermano” sonó varias veces en la cabeza de la tensai, y en cierto modo sabía que tarde o temprano terminaría encajando en esa definición, aunque algunos ya podrían considerar que había cruzado la línea. Viendo el inminente conflicto que estaba por estallar, la de ojos verdes se inclinó ligeramente hacia el predicador. - ¿Sigue estando de nuestro lado Padre? - preguntó en un susurro, apenas audible. - Sí. - aseguró Callahan, para sorpresa de la joven. - Entonces encárguese de Overholser, intente no hacerle demasiado daño. - indicó Elen, para segundos después cruzar una mirada con Alister y hacerle un gesto de cabeza, lo justo para que entendiese que debía hacerse cargo de neutralizar a Jules. Ambos compartían elemento y la dura piel del dragón lo protegería de las flechas, era la mejor opción.
Aquello le permitiría enfrentarse a Anastasia y asegurarse de ese modo de que su amiga no sufriese daño alguno, aunque no sería una situación agradable. Una vez aclarada la estrategia a seguir, la benjamina de los Calhoun pudo volver a centrar su atención en Vladimir, que justo comenzaba a dedicarle unas palabras. El vampiro se le entregaba sin oponer ningún tipo de resistencia, y además le entregaba también todo cuanto contenía la biblioteca, asegurando que en algunos de aquellos libros encontraría información valiosa acerca de una ciudad de dragones. Sumergirse en las páginas de la multitud de tomos que guardaba aquella estancia resultaba tentador, pero primero debía mantener a salvo tanto al centinela como a la cazadora.
El inmortal no retrocedería ante aquellos que quisiesen matarlo, así que sería Elen quien tuviese que interponerse entre él y sus atacantes para defenderlo. Overholser se adelantó, dejando claro que su intención no había acabado, pero la discusión tampoco lo había hecho. Jules y Huracán también tenían cosas que decir e increpar al vampiro, pero éste no dudó en responderles con seriedad. Aquello solo empeoraría las cosas, pero ya iban a hacerlo de por sí, en cuanto Vladimir se dirigió a ella para sugerirle que acabase con su amiga. - No permitiré que te mate, pero tampoco dejaré que le pongas un dedo encima, olvida las órdenes de Mortagglia, no la vas a transformar. - respondió la de cabellos cenicientos con firmeza. - Mi papel aquí es ser la barrera que os separe, y así será. - añadió, con la tensión apoderándose ya de su cuerpo, estaba lista para el combate.
A pesar de sus palabras, Huracán la culpaba de llegar a aquel punto en que no había otra opción más que pelear, y tras echarle en cara varias cosas que había hecho, a pesar de que ya le había explicado el porqué de ellas en Lunargenta, alzó su ballesta en contra de la bruja. Sin embargo, no tardó en aclarar a sus compañeros que evitasen el uso de sus armas contra ella, al igual que Elen, Anastasia no pretendía hacer daño, solo neutralizar de la manera menos dolorosa posible a su contrincante. La cazadora pretendía entretenerla mientras Jules y Overholser atacaban al inmortal, pero había más piezas en el tablero, unas que la centinela utilizaría en su favor. - Alister, Padre Callahan, no se preocupen por mí, defiendan a Vladimir. - pidió, y ambos asintieron antes de ponerse en marcha.
Donald Frank Callahan, haciendo gala de unos reflejos dignos de un felino, saltó hacia el cazador con la intención de obligarlo a bajar su ballesta y evitar que pudiese disparar, mientras el dragón lanzaba su cola contra Jules, esperando derribarlo, cosa que de conseguir, aprovecharía para situarse sobre el brujo y retenerlo contra el suelo tanto tiempo como le fuese posible. La de ojos verdes en cambio no tuvo tiempo de reaccionar, una fuerte corriente la barrió de escena e hizo que su espalda impactase violentamente contra una de las estanterías, pero por suerte ésta no se desplomó sobre ella, lo cual habría supuesto una importante pérdida de tiempo. Agradeciendo que la armadura protegiese su cuerpo, Elen se recompuso y permitió que la electricidad le envolviese ambos brazos, de forma visible y amenazadora.
- Siento tener que hacer esto. - dijo, justo antes de disparar una ráfaga de tres descargas simultáneas contra la cazadora. De acertar en su objetivo, la hechicera aprovecharía el momento de aturdimiento de su oponente para regresar al centro de la estancia y situarse delante de Vladimir, de modo que para llegar hasta él o atacarlo, antes tuviesen que vérselas con ella.
Off: ¡Empieza la acción! Me parece bien lo de las runas, hagámoslo así. Elen intentará interponerse de todos modos entre Vladimir y el resto, pero con la mala suerte podrás atacarla durante el camino xD
Última edición por Elen Calhoun el Jue Dic 15 2016, 17:14, editado 1 vez
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Mientras yo trataba de realizar la distracción, Overholser y Jules torcieron sus ballestas hacia el inmortal, que de brazos cruzados sonreía. El padre Callahan se abalanzó con una agilidad felina impropia de un hombre de su edad, y menos de un sacerdote. Por sus movimientos parecía más bien un monje. La situación era cómica de no ser por la seriedad de la situación. A Overholser el padre Callahan le traía sin cuidado, y sin ninguna delicadeza trató de apuntarle con la ballesta varias veces, pero al tratarse de una especie de medio vampiro su agilidad le sorprendía por completo. Rodaron un par de veces y terminaron bastante alejados de Vladimir.
Jules y Alister sí que mantenían una batalla bastante desigualada. El alado era mucho más grande y fuerte que él y terminó encima de mi compañero que, desde el suelo, no tardó en utilizar la mejor arma que tenía. Y no, no era la ballesta pesada.
-Oye, esto es injusto. Mi jefa no me deja usar la ballesta. Eso me lastra bastante. Así que no vale que te transformes en dragón, ¿eh? – se quejó el brujo, con el alado encima. Pero Alister lo había inmovilizado bien por su enorme peso en forma draconiana y no parecía dispuesto a hacerle caso, sino a cumplir su misión de detenerlo. Así, desde el suelo, miró hacia la derecha y gritó. - ¡Mira! ¡Pelea de gatas! – comentó en cuanto vio a una de las dos habíamos salido volando. Eso hizo que el dragón girase la cabeza hacia la escena y destensase ligeramente sus brazos. Hecho que Jules aprovechó para liberarse y rodar hacia atrás para volver a incorporarse. – No te culpes, yo también habría picado.
Jules tomó su ballesta pesada, no para amenazar al alado, sino para atacar al chupasangres, al otro lado del dragón. Fue entonces cuando volvió a hablarle, en un tono mucho más serio. - Si Vladimir hubiese hecho con tu hermana lo que hizo con la mía tú también me entenderías. – y es que su actitud cambiaba cuando pensaba en Rachel. Así, el brujo comenzó a ascender los escalones de la gran biblioteca, con intención de conseguir la altura suficiente como para tener tiro limpio lejos del enorme cuerpo de Alister. Jules tenía tan buena precisión como yo a larga distancia. – Al final me voy a cargar yo a los dos jefazos de la Hermandad. Ya decía mi abuela que unos llevan la fama y otros cardan la lana. – comentó en tono burlón, repitiendo cierto refrán para disponerse a apuntar a Vladimir.
En cuanto a mí, mi ráfaga de aire se llevó fuertemente a mi amiga y la hizo estamparse contra la estantería más lejana, que se habría derribado de llevar algo más de fuerza. Debía decir que no era un golpe del que me sintiera orgullosa de realizar. Comencé a caminar desde un lado a otro del pasillo, dándole tiempo a que se recuperara.
Esbocé una tímida sonrisa de satisfacción. Para todo el mundo, Elen siempre era la “salvadora de mundos” “la que jamás perdía una batalla”, la “peligrosísima tensái eléctrica”, la que se llevaba las felicitaciones. Y yo siempre quedaba relegada a ser simplemente “la amiga”, “la que va con ella” o “la rescatada”. Para alguien que procedía de una familia tan orgullosa como la mía, eso siempre me generó cierta envidia, por lo que si bien no quería hacerle daño, no negaré que verla derrotada bajo mis pies me resultaría altamente satisfactorio. Definitivamente, por aquella entonces tenía más cosas de Mortagglia de las que tengo ahora.
No era un secreto que sus ataques eran más poderosos y devastadores que los míos. Pero eso tenía un contrapunto negativo, y es que su abrumadora superioridad sobre sus rivales le hacía siempre abusar de las mismas habilidades y técnicas una y otra vez. En cambio yo, mucho menos poderosa, tenía que ingeniármelas de mil maneras para resolver los conflictos. Eso se traducía en que yo era mucho más adaptable al medio y tenía mayor repertorio. Siendo el suyo más limitado. ¿El problema? Que se enfrentaba a alguien que la conocía muy bien, incluidos “sus trucos”.
–Ahora me tirará la triple descarga… - me dije a mí misma, y, sin dejar de andar, comencé a concentrar el viento sobre mis piernas y a flexionar una rodilla, dispuesta a esquivar el ataque. Siempre tendía a lanzarlas con el mismo movimiento, al mismo ritmo. Simplemente observando su movimiento ya sabía el ataque que iba a realizar y cuándo lo iba a realizar.
Así, según hizo su clásico movimiento de manos para lanzar las descargas, y controlando perfectamente el “tempo”, me elevaría justo en el momento necesario, tomando riesgos esperando a que su rápida electricidad saliera de sus manos y no pudiese rectificar la dirección. Con mis habilidades de viento hice una pirueta circular en dirección al techo, impulsándome gracias al viento, para colgarme de una lámpara de araña que colgaba del techo. Las chispas impactaron en una estantería, detrás de donde yo me encontraba, que comenzó a arder. – Demasiado previsible. Son demasiados combates a tu lado, amiga. – le vacilé desde arriba, sujetándome únicamente con una mano a la cuerda y apoyando el pie sobre los portavelas, balanceándome divertida.
Desde arriba pude escuchar a Halliman en la parte inferior pretendía evitar que discutiéramos. – No os peleéis por mí, chicas. De verdad que no me importa estar con las dos simultáneamente. Sería una pena que una de las dos terminase siendo “nerma”. – se lamentó.
Sin hacer mucho caso a los comentarios del anuro, continué fijándome en Elen. Parecía avanzar para situarse junto al chupasangres. Desde la altura observé su recorrido y pude prever hacia donde se dirigía. Miré a las lámparas consecutivas de madera y candelabros como de la que me había colgado, desenfundé mi ballesta pequeña y disparé al punto de unión de todas ellas. Una pequeña caja en determinada parte del techo. Haciendo gala de mi precisión conseguí acertar en el nudo y hacer que todas las lámparas cayeran simultáneamente, causando un fuerte estruendo a su impacto con el suelo. Con suerte y si no las esquivaba, alguna daría de lleno sobre Elen, propinándole un golpe que la aturdiría durante unos instantes.
Yo me dejé caer con la mía, sujetándome a la cuerda, posándome como una pluma en el suelo de nuevo haciendo provecho del viento. - Ríndete, Elen. Esto no nos lleva a ninguna parte. - le dije sin quitarle un ojo a la bruja caminando hacia ella, desafiante. Primero tenía que apartarla del combate y, después, tendría tiempo de ir a por el vampiro.
Jules y Alister sí que mantenían una batalla bastante desigualada. El alado era mucho más grande y fuerte que él y terminó encima de mi compañero que, desde el suelo, no tardó en utilizar la mejor arma que tenía. Y no, no era la ballesta pesada.
-Oye, esto es injusto. Mi jefa no me deja usar la ballesta. Eso me lastra bastante. Así que no vale que te transformes en dragón, ¿eh? – se quejó el brujo, con el alado encima. Pero Alister lo había inmovilizado bien por su enorme peso en forma draconiana y no parecía dispuesto a hacerle caso, sino a cumplir su misión de detenerlo. Así, desde el suelo, miró hacia la derecha y gritó. - ¡Mira! ¡Pelea de gatas! – comentó en cuanto vio a una de las dos habíamos salido volando. Eso hizo que el dragón girase la cabeza hacia la escena y destensase ligeramente sus brazos. Hecho que Jules aprovechó para liberarse y rodar hacia atrás para volver a incorporarse. – No te culpes, yo también habría picado.
Jules tomó su ballesta pesada, no para amenazar al alado, sino para atacar al chupasangres, al otro lado del dragón. Fue entonces cuando volvió a hablarle, en un tono mucho más serio. - Si Vladimir hubiese hecho con tu hermana lo que hizo con la mía tú también me entenderías. – y es que su actitud cambiaba cuando pensaba en Rachel. Así, el brujo comenzó a ascender los escalones de la gran biblioteca, con intención de conseguir la altura suficiente como para tener tiro limpio lejos del enorme cuerpo de Alister. Jules tenía tan buena precisión como yo a larga distancia. – Al final me voy a cargar yo a los dos jefazos de la Hermandad. Ya decía mi abuela que unos llevan la fama y otros cardan la lana. – comentó en tono burlón, repitiendo cierto refrán para disponerse a apuntar a Vladimir.
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En cuanto a mí, mi ráfaga de aire se llevó fuertemente a mi amiga y la hizo estamparse contra la estantería más lejana, que se habría derribado de llevar algo más de fuerza. Debía decir que no era un golpe del que me sintiera orgullosa de realizar. Comencé a caminar desde un lado a otro del pasillo, dándole tiempo a que se recuperara.
Esbocé una tímida sonrisa de satisfacción. Para todo el mundo, Elen siempre era la “salvadora de mundos” “la que jamás perdía una batalla”, la “peligrosísima tensái eléctrica”, la que se llevaba las felicitaciones. Y yo siempre quedaba relegada a ser simplemente “la amiga”, “la que va con ella” o “la rescatada”. Para alguien que procedía de una familia tan orgullosa como la mía, eso siempre me generó cierta envidia, por lo que si bien no quería hacerle daño, no negaré que verla derrotada bajo mis pies me resultaría altamente satisfactorio. Definitivamente, por aquella entonces tenía más cosas de Mortagglia de las que tengo ahora.
No era un secreto que sus ataques eran más poderosos y devastadores que los míos. Pero eso tenía un contrapunto negativo, y es que su abrumadora superioridad sobre sus rivales le hacía siempre abusar de las mismas habilidades y técnicas una y otra vez. En cambio yo, mucho menos poderosa, tenía que ingeniármelas de mil maneras para resolver los conflictos. Eso se traducía en que yo era mucho más adaptable al medio y tenía mayor repertorio. Siendo el suyo más limitado. ¿El problema? Que se enfrentaba a alguien que la conocía muy bien, incluidos “sus trucos”.
–Ahora me tirará la triple descarga… - me dije a mí misma, y, sin dejar de andar, comencé a concentrar el viento sobre mis piernas y a flexionar una rodilla, dispuesta a esquivar el ataque. Siempre tendía a lanzarlas con el mismo movimiento, al mismo ritmo. Simplemente observando su movimiento ya sabía el ataque que iba a realizar y cuándo lo iba a realizar.
Así, según hizo su clásico movimiento de manos para lanzar las descargas, y controlando perfectamente el “tempo”, me elevaría justo en el momento necesario, tomando riesgos esperando a que su rápida electricidad saliera de sus manos y no pudiese rectificar la dirección. Con mis habilidades de viento hice una pirueta circular en dirección al techo, impulsándome gracias al viento, para colgarme de una lámpara de araña que colgaba del techo. Las chispas impactaron en una estantería, detrás de donde yo me encontraba, que comenzó a arder. – Demasiado previsible. Son demasiados combates a tu lado, amiga. – le vacilé desde arriba, sujetándome únicamente con una mano a la cuerda y apoyando el pie sobre los portavelas, balanceándome divertida.
Desde arriba pude escuchar a Halliman en la parte inferior pretendía evitar que discutiéramos. – No os peleéis por mí, chicas. De verdad que no me importa estar con las dos simultáneamente. Sería una pena que una de las dos terminase siendo “nerma”. – se lamentó.
Sin hacer mucho caso a los comentarios del anuro, continué fijándome en Elen. Parecía avanzar para situarse junto al chupasangres. Desde la altura observé su recorrido y pude prever hacia donde se dirigía. Miré a las lámparas consecutivas de madera y candelabros como de la que me había colgado, desenfundé mi ballesta pequeña y disparé al punto de unión de todas ellas. Una pequeña caja en determinada parte del techo. Haciendo gala de mi precisión conseguí acertar en el nudo y hacer que todas las lámparas cayeran simultáneamente, causando un fuerte estruendo a su impacto con el suelo. Con suerte y si no las esquivaba, alguna daría de lleno sobre Elen, propinándole un golpe que la aturdiría durante unos instantes.
Yo me dejé caer con la mía, sujetándome a la cuerda, posándome como una pluma en el suelo de nuevo haciendo provecho del viento. - Ríndete, Elen. Esto no nos lleva a ninguna parte. - le dije sin quitarle un ojo a la bruja caminando hacia ella, desafiante. Primero tenía que apartarla del combate y, después, tendría tiempo de ir a por el vampiro.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El caos se adueñó de la imponente biblioteca en cuanto los tres combates comenzaron de forma casi simultánea. Overholser cometió el error de subestimar a su oponente, y pronto se dio cuenta de que la abrumadora agilidad del predicador iba a causarle problemas, sobre todo a la hora de apuntar con la ballesta, cosa que a pesar de intentar en repetidas ocasiones, no consiguió. Ambos se vieron inmersos en un enfrentamiento que terminó alejándose del objetivo inicial, Vladimir. Eso para el bando de la centinela era algo bueno, una amenaza menos de la que preocuparse, pero aún quedaban dos más, y siendo sinceros, eran las que mayor peligro podían suponer.
Alister consiguió derribar a su contrincante y situarse sobre éste, limitando la movilidad de Jules, que no tardó en quejarse por la visible desigualdad que existía entre ambos. El brujo no dudó en hacer patente el hándicap que Huracán le había impuesto al no poder utilizar su ballesta, a lo que añadió una sugerencia para equilibrar las fuerzas, que el alado abandonase su forma bestial, cosa que no pensaba hacer. Como humano Alister no podía hacer mucho en una situación como aquella, sí, sabía manejar un poco la espada pero estaba acostumbrado a luchar siendo dragón y a decir verdad, era su mejor opción. Las duras escamas hacían las veces de armadura y su ígneo elemento hacía el resto, convirtiéndolo en una amenaza a tener en cuenta.
Sin embargo Jules también tenía muchas cualidades de su parte, y entre ellas estaba la astucia, que utilizó para distraer al alado, valiéndose de la pelea que estaba teniendo lugar entre ambas hechiceras. Al ver como su compañera salía volando e impactaba estrepitosamente contra una estantería Alister no pudo evitar preocuparse, error que permitió al tensai de fuego liberarse y emprender nuevamente un ataque contra el inmortal. Puede que Jules hubiese sufrido mucho por la pérdida de su hermana, no había nadie mejor que el dragón para entender ese dolor, pero sus esperanzas de cumplir la promesa que había hecho ante la tumba de Emily dependían de que Vladimir siguiese con vida, su venganza contra los jinetes oscuros pasaba por mantener al vampiro con vida.
- ¡Mi hermana se quitó la vida por culpa del tormento que los jinetes le hicieron pasar! - gritó con aquella voz grave y gutural de su forma draconiana. La furia se apoderaba de él cuando recordaba los gritos que profería la joven en sueños, como despertaba súbitamente, aterrorizada y llorando noche tras noche. - ¡No permitiré que nadie ponga en peligro esa misión! - añadió con tono firme, antes de seguir al brujo escaleras arriba a toda prisa y lanzar una de sus zarpas delanteras contra las piernas del mismo. No tenía intención de herirlo ni nada por el estilo, solo pretendía atrapar ambas extremidades inferiores de Jules entre las dos largas y afiladas garras que tenía en la parte interior de las alas, buscando que el brujo tropezase y cayese de morros contra los escalones, donde le sería sencillo mantenerlo inmóvil.
A pesar de no encontrarse en la zona central de la biblioteca, Elen y todos los presentes podrían escuchar las palabras del dragón, y para la de ojos verdes aquel grito de su compañero supuso una preocupación más, no podía permitir que perdiese el control o se dejase llevar demasiado a causa de lo que estaba en juego, o sino no habría forma de arreglar las cosas más adelante entre ambos bandos. Quizá era una ilusa, puede que no hubiese reconciliación posible entre ella y Anastasia después de que se decidiese el resultado de aquella batalla, pero la centinela debía guardar esa esperanza.
Por ello solo quería dejarla fuera de combate, pero por desgracia la cazadora conocía muy bien todos sus ataques, tanto que no le resultó difícil esquivar la ráfaga de descargas. Por extraño que fuese, una parte de ella se alegró por ello, no quería ver cómo aquella a quien consideraba su mejor amiga sufría por su mano, pero tarde o temprano tendría que hacerlo, solo esperaba que fuese algo rápido y lo más indoloro posible. Mientras corría hacia la posición del inmortal, Elen sopesó la posibilidad de que hubiese sido mejor combatir al bando de cazadores antes de entrar en la biblioteca, pero ya era tarde para lamentarse por ello, debía darse prisa y terminar con aquella absurda lucha.
El pequeño anuro trató en vano de detener el enfrentamiento entre ambas, creyéndose el motivo de tal pelea y asegurando que no tenía problema en estar con las dos a la vez, eso sería mejor que ver a una de ellas convertida en nerma, palabra con la que el sapo solía referirse a la mezcla de sangre y huesos destrozados. Elen ignoró por completo las palabras del hombre bestia, centrando su atención en vigilar a Huracán, que ahora la observaba desde las alturas, sujeta a una de las ornamentadas lámparas de araña que colgaban del techo. Gracias a eso atisbó por el rabillo del ojo lo que iba a hacer a continuación la tensai, destrozar los puntos de unión del resto de lámparas para que éstas cayesen sobre ella. Un impacto como aquel podría ser devastador, no solo la dejaría fuera de combate de inmediato sino que también podría causarle graves daños o incluso la muerte si le alcanzaba la cabeza o aplastaba su cuerpo, la cosa se estaba poniendo seria.
Haciendo gala de la agilidad que había estado entrenando desde hacía un tiempo, la de cabellos cenicientos esquivó las peligrosas lámparas y se impulsó con una corriente de aire para acercarse hasta el punto en que quería situarse, entre Vladimir y Jules, que era el enemigo más cercano al objetivo en aquel momento. Desde allí escuchó lo que Huracán tenía que decirle, y sabiendo que conocía muy bien su repertorio, optó por crear un enorme orbe de electricidad, tan brillante que podría cegar a quienes mirasen en su dirección. Con ello esperaba que la cazadora no tuviese tiempo de ver como una potente descarga brotaba del orbe y salía disparada hacia ella a toda velocidad.
Alister consiguió derribar a su contrincante y situarse sobre éste, limitando la movilidad de Jules, que no tardó en quejarse por la visible desigualdad que existía entre ambos. El brujo no dudó en hacer patente el hándicap que Huracán le había impuesto al no poder utilizar su ballesta, a lo que añadió una sugerencia para equilibrar las fuerzas, que el alado abandonase su forma bestial, cosa que no pensaba hacer. Como humano Alister no podía hacer mucho en una situación como aquella, sí, sabía manejar un poco la espada pero estaba acostumbrado a luchar siendo dragón y a decir verdad, era su mejor opción. Las duras escamas hacían las veces de armadura y su ígneo elemento hacía el resto, convirtiéndolo en una amenaza a tener en cuenta.
Sin embargo Jules también tenía muchas cualidades de su parte, y entre ellas estaba la astucia, que utilizó para distraer al alado, valiéndose de la pelea que estaba teniendo lugar entre ambas hechiceras. Al ver como su compañera salía volando e impactaba estrepitosamente contra una estantería Alister no pudo evitar preocuparse, error que permitió al tensai de fuego liberarse y emprender nuevamente un ataque contra el inmortal. Puede que Jules hubiese sufrido mucho por la pérdida de su hermana, no había nadie mejor que el dragón para entender ese dolor, pero sus esperanzas de cumplir la promesa que había hecho ante la tumba de Emily dependían de que Vladimir siguiese con vida, su venganza contra los jinetes oscuros pasaba por mantener al vampiro con vida.
- ¡Mi hermana se quitó la vida por culpa del tormento que los jinetes le hicieron pasar! - gritó con aquella voz grave y gutural de su forma draconiana. La furia se apoderaba de él cuando recordaba los gritos que profería la joven en sueños, como despertaba súbitamente, aterrorizada y llorando noche tras noche. - ¡No permitiré que nadie ponga en peligro esa misión! - añadió con tono firme, antes de seguir al brujo escaleras arriba a toda prisa y lanzar una de sus zarpas delanteras contra las piernas del mismo. No tenía intención de herirlo ni nada por el estilo, solo pretendía atrapar ambas extremidades inferiores de Jules entre las dos largas y afiladas garras que tenía en la parte interior de las alas, buscando que el brujo tropezase y cayese de morros contra los escalones, donde le sería sencillo mantenerlo inmóvil.
A pesar de no encontrarse en la zona central de la biblioteca, Elen y todos los presentes podrían escuchar las palabras del dragón, y para la de ojos verdes aquel grito de su compañero supuso una preocupación más, no podía permitir que perdiese el control o se dejase llevar demasiado a causa de lo que estaba en juego, o sino no habría forma de arreglar las cosas más adelante entre ambos bandos. Quizá era una ilusa, puede que no hubiese reconciliación posible entre ella y Anastasia después de que se decidiese el resultado de aquella batalla, pero la centinela debía guardar esa esperanza.
Por ello solo quería dejarla fuera de combate, pero por desgracia la cazadora conocía muy bien todos sus ataques, tanto que no le resultó difícil esquivar la ráfaga de descargas. Por extraño que fuese, una parte de ella se alegró por ello, no quería ver cómo aquella a quien consideraba su mejor amiga sufría por su mano, pero tarde o temprano tendría que hacerlo, solo esperaba que fuese algo rápido y lo más indoloro posible. Mientras corría hacia la posición del inmortal, Elen sopesó la posibilidad de que hubiese sido mejor combatir al bando de cazadores antes de entrar en la biblioteca, pero ya era tarde para lamentarse por ello, debía darse prisa y terminar con aquella absurda lucha.
El pequeño anuro trató en vano de detener el enfrentamiento entre ambas, creyéndose el motivo de tal pelea y asegurando que no tenía problema en estar con las dos a la vez, eso sería mejor que ver a una de ellas convertida en nerma, palabra con la que el sapo solía referirse a la mezcla de sangre y huesos destrozados. Elen ignoró por completo las palabras del hombre bestia, centrando su atención en vigilar a Huracán, que ahora la observaba desde las alturas, sujeta a una de las ornamentadas lámparas de araña que colgaban del techo. Gracias a eso atisbó por el rabillo del ojo lo que iba a hacer a continuación la tensai, destrozar los puntos de unión del resto de lámparas para que éstas cayesen sobre ella. Un impacto como aquel podría ser devastador, no solo la dejaría fuera de combate de inmediato sino que también podría causarle graves daños o incluso la muerte si le alcanzaba la cabeza o aplastaba su cuerpo, la cosa se estaba poniendo seria.
Haciendo gala de la agilidad que había estado entrenando desde hacía un tiempo, la de cabellos cenicientos esquivó las peligrosas lámparas y se impulsó con una corriente de aire para acercarse hasta el punto en que quería situarse, entre Vladimir y Jules, que era el enemigo más cercano al objetivo en aquel momento. Desde allí escuchó lo que Huracán tenía que decirle, y sabiendo que conocía muy bien su repertorio, optó por crear un enorme orbe de electricidad, tan brillante que podría cegar a quienes mirasen en su dirección. Con ello esperaba que la cazadora no tuviese tiempo de ver como una potente descarga brotaba del orbe y salía disparada hacia ella a toda velocidad.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Overholser y el padre Callahan seguían combatiendo en toda la sala. Siendo el grupo más dinámico de entre los combatientes. Parecían haber llevado el combate más a lo personal. Por su parte, la cola de Alister desvió el disparo de Jules. Aunque eso le costó al menos un arañazo al dragón y continuar su particular duelo. Siempre con el brujo intentando de obtener un buen disparo ante la férrea defensa del dragón. Su virote despedido fue a dar justo a mis pies, que caminaba hacia Elen.
La bruja esquivó las lámparas. Y una parte de mí se alegró de que lo hiciera. Tal vez me había excedido con el ataque, de alcanzarle podría haberle causado heridas severas, pero tampoco las consecuencias eran menor que la de sus calambrazos. Elen no se pronunció a mis palabras y yo insistí. Estaba a la altura de Vladimir. – Elen, por favor, escúchame. – le dije ahora en un tono más conciliador. Lo que yo no preveía era que la bruja, a espaldas de mí, generó un orbe eléctrico de luz que no tardó en enviarme. Pillándome totalmente de improviso.
La luz pasó al lado de mis ojos, lo que me hizo girarme y tirarme al suelo. Demasiado tarde. La intensidad me había quemado por completo las retinas y éstos comenzaron a llorarme de forma natural. Los fantasmas de la ceguera de Keira comenzaron a rondar mis pensamientos.
-¡Ah! Mis ojos. ¡Joder! – me quejé a gritos. – No. Por favor. Ciega no. – supliqué para mí, como un acto de fe, rascándome los ojos, que me lloraban a mares. Ahora mismo lo veía todo blanco.
Por si fuera poco, la marca de la Dama ardía tan fuertemente en mi brazo que, retorcida en el suelo, tuve que llevarme la mano a éste. Entre gritos que mezclaban un llanto a medio camino entre el dolor y el sufrimiento, abrí los ojos. Y, erguida sobre mis rodillas, volví a ver el rostro de una mujer. El de Mortagglia. Frente a mí. “Eres fuerte. Puedes hacerlo. Mi pequeña”. Me dijo sin obtener respuesta, antes de desaparecer mientras volvía a caer como peso muerto contra el frío suelo de adoquines de la biblioteca, causándome además, una herida en la nariz, que ahora me sangraba a borbotones. Aquel ataque me había hecho mucho daño. Estaba claro que mi amiga seguía siendo devastadora.
Poco a poco recobré la visión y, con ella el sentido. Vi estúpido tratar de herir a Elen y me arrepentí por haber tratado de lanzarle las lamparas en la cabeza. Poco a poco, comencé a erguirme. Tan dolida de cuerpo como de alma. – Sólo quería ayudarte… – le grité a Elen. – ¡Querías salvar el mundo y mira a quién te has unido! – repliqué, consiguiendo levantarme por completo. - ¡Fíjate junto a quién estás y a quién atacas! ¿Es esta la Elen que conocí? ¿La que era mi mejor amiga? – gesticulé apretando los puños, con impotencia. Mirando a mí amiga fijamente a los ojos, intentando que mis palabras. Enfrentarme a ella me suponía un gran dolor, y ya que no podía herirla físicamente, por lo menos que fuese sentimentalmente. - ¿De verdad no lo ves? – y me abrí de brazos y me golpeé con resignación. – Lucharé hasta que no me quede un aliento. Pero ya no lo haré por Vladimir. – le dije desde la parte baja. – Lo haré por la que era mi amiga. – sentencié.
-¡Qué conmovedor! ¡Bravo! – contestó el inmortal junto a Elen. – Cuando la centinela te derrote, te enviaré a las mazmorras y beberás sangre de vampiro durante semanas, hasta que tu piel se palidezca, tus pupilas se tiñan de rojo y tus colmillos crezcan, y entonces ostentarás el trono de la Hermandad junto a Lady Mortagglia. – comenzó diciendo. - Y si consiguieras vencerla, los jinetes destruirán el mundo. – chantajeó. – Gane quien gane. Gana el mal. – Vladimir parecía convencido de querer transformarme, pese a que Elen le había dicho previamente que no lo permitiría. Viendo el estado en el que se encontraba mi amiga, no sabía hasta qué punto debía fiarme de ello.
Gruñí con frustración. No alcancé a escuchar a Elen pues estaba muy enfadada. Nunca lo estuve tanto en mi vida. Sentí el viento fluir nuevamente en mi interior. – Hembra yente. No lo hagas. – insistía Halliman, al que volví a ignorar. Estaba demasiado tensa como para hacerle caso a un hombre sapo.
Los dos centinelas reposaban en lo alto de la biblioteca. Corrí hacia las escaleras y me elevé en el aire de un salto para llegar a la plataforma junto a Elen, que se encontraba justo delante de Vladimir, y comenzar a forcejear con ella cuerpo a cuerpo. Era un suicidio luchar cuerpo a cuerpo contra alguien que tenía el poder de la electricidad, pero esta vez quería controlarme y, verdaderamente no quería herirla. La de cabellos cenicientos, haciendo uso de su electricidad, podría herirme de gravedad en cualquier instante. ¿Lo haría?
Rodé junto a ella varias veces en el suelo tratando de golpearle fuertemente en estómago, brazos, pero sin tocarle la cara para no hacerle daño, apretando los dientes. No sabía que porcentaje de éxito estaba teniendo. Si conseguía ponerme a su espalda podría terminar sujetándola por el cuello y colocando una de mis ballestas pequeña sobre su sien. No para dispararle, sería lo último que haría en mi vida. Tan sólo para intimidarla e impedir que se moviera bajo la amenaza de tener un virote en su cabeza. ¿Me vería capaz de dispararle? Muy poco me conocía si creía eso, pero tal vez bajo el miedo a fracasar en su misión o tras mi anterior ataque violento con las lámparas le harían replanteárselo dos veces antes de mover un dedo.
Así si conseguía retenerla con una ballesta podría abatir con la otra al vampiro, que estaba justo detrás de mí. De esta manera mataría al señor del terror sin herir a Elen.
PD1: Buen golpe!!! Huracán está sangrando, medio cegata y dolorida.
PD2: Esto que hago no es un ataque. Huracán tras ver la brutalidad de su anterior ataque ya no quiere herir a Elen. Si saliese buena runa, sólo te inmovilizaría y te apuntaría a la cabeza como método de intimidación. Pero sería incapaz de dispararte. Así que igualmente eres libre de destrozarme a corta distancia y dejarme OUT en el próximo turno xD.
La bruja esquivó las lámparas. Y una parte de mí se alegró de que lo hiciera. Tal vez me había excedido con el ataque, de alcanzarle podría haberle causado heridas severas, pero tampoco las consecuencias eran menor que la de sus calambrazos. Elen no se pronunció a mis palabras y yo insistí. Estaba a la altura de Vladimir. – Elen, por favor, escúchame. – le dije ahora en un tono más conciliador. Lo que yo no preveía era que la bruja, a espaldas de mí, generó un orbe eléctrico de luz que no tardó en enviarme. Pillándome totalmente de improviso.
La luz pasó al lado de mis ojos, lo que me hizo girarme y tirarme al suelo. Demasiado tarde. La intensidad me había quemado por completo las retinas y éstos comenzaron a llorarme de forma natural. Los fantasmas de la ceguera de Keira comenzaron a rondar mis pensamientos.
-¡Ah! Mis ojos. ¡Joder! – me quejé a gritos. – No. Por favor. Ciega no. – supliqué para mí, como un acto de fe, rascándome los ojos, que me lloraban a mares. Ahora mismo lo veía todo blanco.
Por si fuera poco, la marca de la Dama ardía tan fuertemente en mi brazo que, retorcida en el suelo, tuve que llevarme la mano a éste. Entre gritos que mezclaban un llanto a medio camino entre el dolor y el sufrimiento, abrí los ojos. Y, erguida sobre mis rodillas, volví a ver el rostro de una mujer. El de Mortagglia. Frente a mí. “Eres fuerte. Puedes hacerlo. Mi pequeña”. Me dijo sin obtener respuesta, antes de desaparecer mientras volvía a caer como peso muerto contra el frío suelo de adoquines de la biblioteca, causándome además, una herida en la nariz, que ahora me sangraba a borbotones. Aquel ataque me había hecho mucho daño. Estaba claro que mi amiga seguía siendo devastadora.
Poco a poco recobré la visión y, con ella el sentido. Vi estúpido tratar de herir a Elen y me arrepentí por haber tratado de lanzarle las lamparas en la cabeza. Poco a poco, comencé a erguirme. Tan dolida de cuerpo como de alma. – Sólo quería ayudarte… – le grité a Elen. – ¡Querías salvar el mundo y mira a quién te has unido! – repliqué, consiguiendo levantarme por completo. - ¡Fíjate junto a quién estás y a quién atacas! ¿Es esta la Elen que conocí? ¿La que era mi mejor amiga? – gesticulé apretando los puños, con impotencia. Mirando a mí amiga fijamente a los ojos, intentando que mis palabras. Enfrentarme a ella me suponía un gran dolor, y ya que no podía herirla físicamente, por lo menos que fuese sentimentalmente. - ¿De verdad no lo ves? – y me abrí de brazos y me golpeé con resignación. – Lucharé hasta que no me quede un aliento. Pero ya no lo haré por Vladimir. – le dije desde la parte baja. – Lo haré por la que era mi amiga. – sentencié.
-¡Qué conmovedor! ¡Bravo! – contestó el inmortal junto a Elen. – Cuando la centinela te derrote, te enviaré a las mazmorras y beberás sangre de vampiro durante semanas, hasta que tu piel se palidezca, tus pupilas se tiñan de rojo y tus colmillos crezcan, y entonces ostentarás el trono de la Hermandad junto a Lady Mortagglia. – comenzó diciendo. - Y si consiguieras vencerla, los jinetes destruirán el mundo. – chantajeó. – Gane quien gane. Gana el mal. – Vladimir parecía convencido de querer transformarme, pese a que Elen le había dicho previamente que no lo permitiría. Viendo el estado en el que se encontraba mi amiga, no sabía hasta qué punto debía fiarme de ello.
Gruñí con frustración. No alcancé a escuchar a Elen pues estaba muy enfadada. Nunca lo estuve tanto en mi vida. Sentí el viento fluir nuevamente en mi interior. – Hembra yente. No lo hagas. – insistía Halliman, al que volví a ignorar. Estaba demasiado tensa como para hacerle caso a un hombre sapo.
Los dos centinelas reposaban en lo alto de la biblioteca. Corrí hacia las escaleras y me elevé en el aire de un salto para llegar a la plataforma junto a Elen, que se encontraba justo delante de Vladimir, y comenzar a forcejear con ella cuerpo a cuerpo. Era un suicidio luchar cuerpo a cuerpo contra alguien que tenía el poder de la electricidad, pero esta vez quería controlarme y, verdaderamente no quería herirla. La de cabellos cenicientos, haciendo uso de su electricidad, podría herirme de gravedad en cualquier instante. ¿Lo haría?
Rodé junto a ella varias veces en el suelo tratando de golpearle fuertemente en estómago, brazos, pero sin tocarle la cara para no hacerle daño, apretando los dientes. No sabía que porcentaje de éxito estaba teniendo. Si conseguía ponerme a su espalda podría terminar sujetándola por el cuello y colocando una de mis ballestas pequeña sobre su sien. No para dispararle, sería lo último que haría en mi vida. Tan sólo para intimidarla e impedir que se moviera bajo la amenaza de tener un virote en su cabeza. ¿Me vería capaz de dispararle? Muy poco me conocía si creía eso, pero tal vez bajo el miedo a fracasar en su misión o tras mi anterior ataque violento con las lámparas le harían replanteárselo dos veces antes de mover un dedo.
Así si conseguía retenerla con una ballesta podría abatir con la otra al vampiro, que estaba justo detrás de mí. De esta manera mataría al señor del terror sin herir a Elen.
PD1: Buen golpe!!! Huracán está sangrando, medio cegata y dolorida.
PD2: Esto que hago no es un ataque. Huracán tras ver la brutalidad de su anterior ataque ya no quiere herir a Elen. Si saliese buena runa, sólo te inmovilizaría y te apuntaría a la cabeza como método de intimidación. Pero sería incapaz de dispararte. Así que igualmente eres libre de destrozarme a corta distancia y dejarme OUT en el próximo turno xD.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El miembro 'Huracán' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Mientras los demás miembros de ambos bandos seguían enzarzados en sus combates individuales, la de cabellos cenicientos pudo ver como su ataque alcanzaba al objetivo, cegando momentáneamente a Huracán y dejándola en el suelo. Aquella visión no le agradó, mucho menos los gritos que la cazadora profirió al perder de forma temporal el sentido de la vista, quizá temiendo terminar como Keira, la bruja de fuego con la que Elen se había enfrentado para obtener el segundo fragmento de Kinvar tiempo atrás. La preocupación se apoderó del rostro de la tensai al ver como su amiga caía sobre los adoquines y comenzaba a sangrar, ¿hasta dónde iba a llegar aquella absurda pelea entre ambas? La benjamina de los Calhoun no podría perdonarse a sí misma si llegaba a herir gravemente a Anastasia, tenía que sacarla de allí, pero esto no iba a resultar fácil.
Cuando por fin la cazadora pudo volver a ponerse en pie, a pesar de los dolores que recorrían su cuerpo, no optó por seguir atacando de forma inmediata, sino que empezó a cuestionar a gritos lo que su oponente estaba haciendo y a quien tenía a su lado, un sádico asesino que seguía dispuesto a cumplir las órdenes de Mortagglia en cuanto el enfrentamiento entre ambas diese a su fin. Elen no podía excusar al inmortal, sin duda había hecho cosas terribles y seguiría haciéndolas, pero no tenía elección, sin él no conseguiría el apoyo de Amaterasu, apoyo que resultaba vital para tener alguna oportunidad de vencer a los jinetes y destruirlos definitivamente.
Las palabras de Vladimir tampoco ayudaban en nada, de no ser porque necesitaba su colaboración, la propia centinela le habría golpeado en aquel instante, pero en vez de eso tuvo que limitarse a responderle con voz cortante, dedicándole una mirada asesina. - Te defiendo porque me eres necesario para pelear contra los Tarmúnil, pero ten esto bien claro, cuando la lucha termine ella se marchará de aquí y tú no la seguirás, si lo intentas la defenderé del mismo modo que a ti, sin importar las consecuencias. - amenazó, dejando que la electricidad le envolviese visiblemente ambos brazos. Elen no podría cargar en su conciencia con la culpa de que su mejor amiga terminase convertida en vampiro a la fuerza, eso era algo que no estaba dispuesta a permitir.
Huracán no alcanzó a escuchar sus palabras, y decidida a terminar con aquella situación, corrió escaleras arriba hasta donde se encontraba el par de centinelas, para lanzarse hacia la de ojos verdes y comenzar a forcejear con ella. ¿Sería aquel acto un signo de desesperación por su parte? Pelear cuerpo a cuerpo con alguien que podía transmitir un elemento tan destructivo como el suyo era casi como rendirse, una simple descarga continua en la piel bastaría para que la cazadora perdiese el conocimiento, que era lo que Elen había buscado durante todo el combate. Ambas rodaron por el suelo mientras Anastasia trataba de golpear a su oponente en la zona del vientre, buscando probablemente causar el menor daño posible pero conseguir neutralizar a su contrincante.
Uno de los golpes fue certero, y tras provocar que la de cabellos cenicientos soltase un quejido de dolor, pues la había alcanzado en la zona de la armadura que solo estaba hecha de cuero reforzado, Huracán trató de situarse a su espalda para inmovilizarla, sujetándola por el cuello al tiempo que desenfundaba una de sus ballestas pequeñas para tratar de apuntarle a la cabeza, acto con que esperaba que la centinela dejase de pelear. Sin embargo, la benjamina de los Calhoun no creía que fuese capaz de dispararle, y basándose en eso dirigió una mano hacia el brazo que la sujetaba, liberando una descarga no demasiado potente, lo justo para que Huracán se viese obligada a soltarla.
Una vez libre, Elen se giró rápidamente hacia su amiga y puso distancia entre ambas, no quería hacerle daño, solo que se marchase de allí lo antes posible. - ¿No te das cuenta de que estoy entre la espada y la pared? - preguntó elevando la voz, aunque no esperaba respuesta alguna por parte de la cazadora. - Márchate Huracán, olvida a Vladimir y ocúpate de Mortagglia, ella es tu verdadero enemigo. - instó, tratando de terminar con aquel absurdo combate entre amigas, aunque no estaba segura de que después de aquello Anastasia siguiese considerándola como tal. - Si de verdad quieres hacer algo por mí…- comenzó a decir, alzando una vez más su mano contra la tensai, aunque en su rostro se podría ver reflejada la tristeza que le provocaba el haber llegado hasta aquel punto.
- ¡Vete de aquí! - exclamó a pleno pulmón, mientras lanzaba una fuerte ráfaga de viento contra su oponente, que de alcanzarla la enviaría al final de las escaleras, aunque no rodando por las mismas ya que eso podía causar mucho daño, simplemente la alzaría en el aire y la empujaría hacia el centro de la biblioteca, apartándola tanto de ella como del inmortal.
Cuando por fin la cazadora pudo volver a ponerse en pie, a pesar de los dolores que recorrían su cuerpo, no optó por seguir atacando de forma inmediata, sino que empezó a cuestionar a gritos lo que su oponente estaba haciendo y a quien tenía a su lado, un sádico asesino que seguía dispuesto a cumplir las órdenes de Mortagglia en cuanto el enfrentamiento entre ambas diese a su fin. Elen no podía excusar al inmortal, sin duda había hecho cosas terribles y seguiría haciéndolas, pero no tenía elección, sin él no conseguiría el apoyo de Amaterasu, apoyo que resultaba vital para tener alguna oportunidad de vencer a los jinetes y destruirlos definitivamente.
Las palabras de Vladimir tampoco ayudaban en nada, de no ser porque necesitaba su colaboración, la propia centinela le habría golpeado en aquel instante, pero en vez de eso tuvo que limitarse a responderle con voz cortante, dedicándole una mirada asesina. - Te defiendo porque me eres necesario para pelear contra los Tarmúnil, pero ten esto bien claro, cuando la lucha termine ella se marchará de aquí y tú no la seguirás, si lo intentas la defenderé del mismo modo que a ti, sin importar las consecuencias. - amenazó, dejando que la electricidad le envolviese visiblemente ambos brazos. Elen no podría cargar en su conciencia con la culpa de que su mejor amiga terminase convertida en vampiro a la fuerza, eso era algo que no estaba dispuesta a permitir.
Huracán no alcanzó a escuchar sus palabras, y decidida a terminar con aquella situación, corrió escaleras arriba hasta donde se encontraba el par de centinelas, para lanzarse hacia la de ojos verdes y comenzar a forcejear con ella. ¿Sería aquel acto un signo de desesperación por su parte? Pelear cuerpo a cuerpo con alguien que podía transmitir un elemento tan destructivo como el suyo era casi como rendirse, una simple descarga continua en la piel bastaría para que la cazadora perdiese el conocimiento, que era lo que Elen había buscado durante todo el combate. Ambas rodaron por el suelo mientras Anastasia trataba de golpear a su oponente en la zona del vientre, buscando probablemente causar el menor daño posible pero conseguir neutralizar a su contrincante.
Uno de los golpes fue certero, y tras provocar que la de cabellos cenicientos soltase un quejido de dolor, pues la había alcanzado en la zona de la armadura que solo estaba hecha de cuero reforzado, Huracán trató de situarse a su espalda para inmovilizarla, sujetándola por el cuello al tiempo que desenfundaba una de sus ballestas pequeñas para tratar de apuntarle a la cabeza, acto con que esperaba que la centinela dejase de pelear. Sin embargo, la benjamina de los Calhoun no creía que fuese capaz de dispararle, y basándose en eso dirigió una mano hacia el brazo que la sujetaba, liberando una descarga no demasiado potente, lo justo para que Huracán se viese obligada a soltarla.
Una vez libre, Elen se giró rápidamente hacia su amiga y puso distancia entre ambas, no quería hacerle daño, solo que se marchase de allí lo antes posible. - ¿No te das cuenta de que estoy entre la espada y la pared? - preguntó elevando la voz, aunque no esperaba respuesta alguna por parte de la cazadora. - Márchate Huracán, olvida a Vladimir y ocúpate de Mortagglia, ella es tu verdadero enemigo. - instó, tratando de terminar con aquel absurdo combate entre amigas, aunque no estaba segura de que después de aquello Anastasia siguiese considerándola como tal. - Si de verdad quieres hacer algo por mí…- comenzó a decir, alzando una vez más su mano contra la tensai, aunque en su rostro se podría ver reflejada la tristeza que le provocaba el haber llegado hasta aquel punto.
- ¡Vete de aquí! - exclamó a pleno pulmón, mientras lanzaba una fuerte ráfaga de viento contra su oponente, que de alcanzarla la enviaría al final de las escaleras, aunque no rodando por las mismas ya que eso podía causar mucho daño, simplemente la alzaría en el aire y la empujaría hacia el centro de la biblioteca, apartándola tanto de ella como del inmortal.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
El miembro 'Elen Calhoun' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Forcejeé con Elen, pero jamás le haría un mínimo de daño. Y ella lo sabía y jugaba con ello, como yo lo hacía a sabiendas de que podía abatirme fácilmente con electricidad, pero que probablemente no lo haría conociendo lo devastadores que eran sus ataques. Le alcancé algún golpe, aunque sin hacerle mucho daño. Ninguna de las dos íbamos a matar. Simplemente a neutralizar a la otra, y eso se notaba en cómo se desenvolvía aquel combate, de una manera tan falsa.
Conseguí ponerme a su espalda y tomar una de mis ballestas pequeñas para apuntar a Vladimir, pero Elen reaccionó con rapidez para liberar una descarga que recorrió mi cuerpo. Tras emitir un quejido y liberarla, generó una corriente de aire que me alejaría de ella a varios metros de distancia, alejándome de Vladimir considerablemente, aunque sin llegar a caer por las escaleras.
Los gritos de Elen hacia mí se escucharon en toda la estancia, e hicieron que el resto de combates se detuvieran por completo y centrasen su atención en el centro de la sala. Todos parecíamos encontrar absurdo aquella especie de guerra civil entre aliados del mismo bando.
-¡Estoy harta de esto! Me niego a seguir peleando contra ti. – le grité con frustración, mientras me volvía a levantar de nuevo y cada vez más hastiada, tomando mi ballesta pesada pero esta vez estampándola contra el suelo, con frustración. Cuando yo me resigné, tanto Callahan y Overholser por un lado y Jules y Alister por el otro dejaron de combatir.
La bruja no quería ni verme aparecer por allí. Y me indicó a que me centrase únicamente en Mortagglia. Craso error por su parte, la líder del grupo de vampiros era, lamentablemente, sólo una miembro más. - Mi enemiga no es sólo Mortagglia. Es la Hermandad. Y Vladimir pertenece al grupo. Además, sigo llevando su marca en mi brazo. – le corregí de mala manera. Con frustración. Aunque eso era algo que a estas alturas ya debería de saber. A continuación, miré al chupasangres, tras la espalda de Elen. - ¿Por qué alguien tan poderoso e importante para el mundo se ha unido a mi abuela? – le pregunté al vampiro, ya resignada. Y deseosa de saber qué explicación podía dar a aquello. Si era un centinela del mundo, ¿qué necesidad tenía de unirse a la Dama?
Ante mi pregunta, Vladimir esbozó una sonrisa y comenzó a andar de lado a lado, manteniéndose siempre tras Elen.
-Los vampiros siempre hemos sido perseguidos por el resto de razas. Soy consciente de que nuestra necesidad de sangre no nos convierte en gente sociable. Pero tras vivir más de trescientos años perseguido y evitando que los jinetes acabaran con aquellos que me perseguían a mí, comenzaba a cansarme. Estaba hastiado. ¿Por qué jugarte el tipo por alguien que te odia? Para mí hubiese sido más sencillo permitir simplemente que los jinetes acabasen con ellos. Estuve a punto de abandonar y desaparecí del mapa. El resto de centinelas no supieron más de mí. – explicó el vampiro. – Pero entonces llegó Mortagglia. Ella me hizo ver que una raza con los miembros más longevos y por lo tanto sabios, no debe esconderse ni avergonzarse. Es más, debe dominar y someter a aquellos que son más débiles y gozan de menor sabiduría. - Sin duda, Vladimir decía la verdad. Mortagglia siempre quiso dominar el mundo bajo el pretexto de que a mayor edad, mayores privilegios y sabiduría. Curioso pues no es que ella llevase siendo vampira más de quinientos años. - La Dama era consciente de mi experiencia y de mi cualidad de centinela y me pidió ayuda para convertir humanos y nutrir de vampiros a lo que ella denominaba “Hermandad”. Unos vampiros que, con la sangre de un centinela, serían más fuertes, más poderosos. Y aquellos que no sobrevivieran al proceso, serían reaprovechados gracias a EVHA y serían igual de poderosos y obedientes. En definitiva, una raza de seres superiores que dominaría el mundo. – dijo con una sonrisa melancólica, como si echara de menos que aquello se cumpliera. Si lo que había dicho era cierto, Mortagglia habría ayudado a Elen y a sus compañeros centinelas sin quererlo. – Y así fue como me uní a la Hermandad.
Me quedé pensativa, escuchando cada detalle de su monólogo. La explicación de por qué Vladimir había terminado en la Hermandad era totalmente lógica e incluso entendible. Cansado de ser perseguido por siglos a pesar de sus esfuerzos y ayudar a la raza que le defenestraba en su lucha contra los jinetes, estuvo a punto de abdicar hasta toparse con mi abuela. Sin embargo, las ansias de Mortagglia de querer conquistar el mundo a toda costa no la dejaban en buena posición. Sus ambiciones particulares primaban por encima del bien de la humanidad. Ella era aún peor que él.
-¿Sabes por qué mi abuela me quiere con tanta ansia? ¿Por qué a mí y no a mi madre? – le pregunté. Aquella respuesta me había
-Creo que ya te lo hemos respondido tanto Mortagglia como yo y varias veces: Para que continúes el legado familiar. – Cierto. Aquella frase ya la había oído mucho. - Es normal que no lo entiendas, te falta una pieza por encajar en el puzzle. Pero tu abuela no quiere matarte. Nunca ha querido. – rió. Estaba claro que tras su respuesta escondía algo, como así diría a continuación. – Hay cosas que no sabes, Huracán. Pero las descubrirás llegado el momento. Es algo que no te esperas, si te lo dijera ahora, no me creerías. No serás tan longeva como yo, pero da tiempo al tiempo. – Se detuvo durante unos instantes, con una sonrisa seductora en su boca.
Yo no sabía muy bien qué decir al respecto. Me quedé completamente callada. No quería preguntarle qué pieza era la que faltaba por encajar en el puzzle. Pero por lo visto, era una bastante trascendente. Hasta el momento no le había dado demasiada importancia a aquella frase que Mortagglia había definido como “continuación del legado familia”, pero ahora empezaría a pensar más en ella.
-¿Sabes? Ver a Elen defenderme de su mejor amiga me ha llevado a pensar que tal vez podamos acabar con los jinetes de una vez por todas. Por fin hay la unión que no había antes. – volvió a mirar hacia mí. – Como te he dicho antes, me pongo a tu disposición, Calhoun. Tenéis una bonita amistad. No la estropeéis. – comentó y volvió a mirar hacia mí. - Y a ti, Huracán. Actué contra ti por prejuicios, ya que no te conocía, pero ahora me pareces una joven noble y decidida. Ni siquiera has ido a matar a tu amiga a pesar de tus deseos de venganza contra un peligroso enemigo, así como de los encargos que sé que te dieron Isabella y tu gremio. Si tu abuela quiere convertirte, tendrá que ser en un combate justo. Yo no lo haré. – indicó. – Me desvinculo de la Hermandad y pasaré a ayudar a Elen en su campaña contra los jinetes. – dijo mirando a la bruja. Entregándole una mirada de confianza.
Me mantuve en silencio, pensativa. Todos bajamos las armas. Dejé a Elen hablar con el vampiro, tal vez ¿Había llegado el final? ¿Estábamos todos en paz? Jules, se acercó hasta mí y me dio una palmada conciliadora en la espalda, con una sonrisa. Tras escuchar al vampiro, al brujo también pareció convencerle la idea de que ir a por él no era lo que debíamos hacer. Con su desvinculación bastaría. A fin de cuentas, ya había vengado a su hermana tras terminar con la vida de EVHA. ¿Y Overholser? Su verdadera enemiga era la Dama, que era quien había convertido a su hermana. Parecía que, por primera vez, todos los presentes coincidíamos y no combatiríamos contra el chupasangres.
Conseguí ponerme a su espalda y tomar una de mis ballestas pequeñas para apuntar a Vladimir, pero Elen reaccionó con rapidez para liberar una descarga que recorrió mi cuerpo. Tras emitir un quejido y liberarla, generó una corriente de aire que me alejaría de ella a varios metros de distancia, alejándome de Vladimir considerablemente, aunque sin llegar a caer por las escaleras.
Los gritos de Elen hacia mí se escucharon en toda la estancia, e hicieron que el resto de combates se detuvieran por completo y centrasen su atención en el centro de la sala. Todos parecíamos encontrar absurdo aquella especie de guerra civil entre aliados del mismo bando.
-¡Estoy harta de esto! Me niego a seguir peleando contra ti. – le grité con frustración, mientras me volvía a levantar de nuevo y cada vez más hastiada, tomando mi ballesta pesada pero esta vez estampándola contra el suelo, con frustración. Cuando yo me resigné, tanto Callahan y Overholser por un lado y Jules y Alister por el otro dejaron de combatir.
La bruja no quería ni verme aparecer por allí. Y me indicó a que me centrase únicamente en Mortagglia. Craso error por su parte, la líder del grupo de vampiros era, lamentablemente, sólo una miembro más. - Mi enemiga no es sólo Mortagglia. Es la Hermandad. Y Vladimir pertenece al grupo. Además, sigo llevando su marca en mi brazo. – le corregí de mala manera. Con frustración. Aunque eso era algo que a estas alturas ya debería de saber. A continuación, miré al chupasangres, tras la espalda de Elen. - ¿Por qué alguien tan poderoso e importante para el mundo se ha unido a mi abuela? – le pregunté al vampiro, ya resignada. Y deseosa de saber qué explicación podía dar a aquello. Si era un centinela del mundo, ¿qué necesidad tenía de unirse a la Dama?
Ante mi pregunta, Vladimir esbozó una sonrisa y comenzó a andar de lado a lado, manteniéndose siempre tras Elen.
-Los vampiros siempre hemos sido perseguidos por el resto de razas. Soy consciente de que nuestra necesidad de sangre no nos convierte en gente sociable. Pero tras vivir más de trescientos años perseguido y evitando que los jinetes acabaran con aquellos que me perseguían a mí, comenzaba a cansarme. Estaba hastiado. ¿Por qué jugarte el tipo por alguien que te odia? Para mí hubiese sido más sencillo permitir simplemente que los jinetes acabasen con ellos. Estuve a punto de abandonar y desaparecí del mapa. El resto de centinelas no supieron más de mí. – explicó el vampiro. – Pero entonces llegó Mortagglia. Ella me hizo ver que una raza con los miembros más longevos y por lo tanto sabios, no debe esconderse ni avergonzarse. Es más, debe dominar y someter a aquellos que son más débiles y gozan de menor sabiduría. - Sin duda, Vladimir decía la verdad. Mortagglia siempre quiso dominar el mundo bajo el pretexto de que a mayor edad, mayores privilegios y sabiduría. Curioso pues no es que ella llevase siendo vampira más de quinientos años. - La Dama era consciente de mi experiencia y de mi cualidad de centinela y me pidió ayuda para convertir humanos y nutrir de vampiros a lo que ella denominaba “Hermandad”. Unos vampiros que, con la sangre de un centinela, serían más fuertes, más poderosos. Y aquellos que no sobrevivieran al proceso, serían reaprovechados gracias a EVHA y serían igual de poderosos y obedientes. En definitiva, una raza de seres superiores que dominaría el mundo. – dijo con una sonrisa melancólica, como si echara de menos que aquello se cumpliera. Si lo que había dicho era cierto, Mortagglia habría ayudado a Elen y a sus compañeros centinelas sin quererlo. – Y así fue como me uní a la Hermandad.
Me quedé pensativa, escuchando cada detalle de su monólogo. La explicación de por qué Vladimir había terminado en la Hermandad era totalmente lógica e incluso entendible. Cansado de ser perseguido por siglos a pesar de sus esfuerzos y ayudar a la raza que le defenestraba en su lucha contra los jinetes, estuvo a punto de abdicar hasta toparse con mi abuela. Sin embargo, las ansias de Mortagglia de querer conquistar el mundo a toda costa no la dejaban en buena posición. Sus ambiciones particulares primaban por encima del bien de la humanidad. Ella era aún peor que él.
-¿Sabes por qué mi abuela me quiere con tanta ansia? ¿Por qué a mí y no a mi madre? – le pregunté. Aquella respuesta me había
-Creo que ya te lo hemos respondido tanto Mortagglia como yo y varias veces: Para que continúes el legado familiar. – Cierto. Aquella frase ya la había oído mucho. - Es normal que no lo entiendas, te falta una pieza por encajar en el puzzle. Pero tu abuela no quiere matarte. Nunca ha querido. – rió. Estaba claro que tras su respuesta escondía algo, como así diría a continuación. – Hay cosas que no sabes, Huracán. Pero las descubrirás llegado el momento. Es algo que no te esperas, si te lo dijera ahora, no me creerías. No serás tan longeva como yo, pero da tiempo al tiempo. – Se detuvo durante unos instantes, con una sonrisa seductora en su boca.
Yo no sabía muy bien qué decir al respecto. Me quedé completamente callada. No quería preguntarle qué pieza era la que faltaba por encajar en el puzzle. Pero por lo visto, era una bastante trascendente. Hasta el momento no le había dado demasiada importancia a aquella frase que Mortagglia había definido como “continuación del legado familia”, pero ahora empezaría a pensar más en ella.
-¿Sabes? Ver a Elen defenderme de su mejor amiga me ha llevado a pensar que tal vez podamos acabar con los jinetes de una vez por todas. Por fin hay la unión que no había antes. – volvió a mirar hacia mí. – Como te he dicho antes, me pongo a tu disposición, Calhoun. Tenéis una bonita amistad. No la estropeéis. – comentó y volvió a mirar hacia mí. - Y a ti, Huracán. Actué contra ti por prejuicios, ya que no te conocía, pero ahora me pareces una joven noble y decidida. Ni siquiera has ido a matar a tu amiga a pesar de tus deseos de venganza contra un peligroso enemigo, así como de los encargos que sé que te dieron Isabella y tu gremio. Si tu abuela quiere convertirte, tendrá que ser en un combate justo. Yo no lo haré. – indicó. – Me desvinculo de la Hermandad y pasaré a ayudar a Elen en su campaña contra los jinetes. – dijo mirando a la bruja. Entregándole una mirada de confianza.
Me mantuve en silencio, pensativa. Todos bajamos las armas. Dejé a Elen hablar con el vampiro, tal vez ¿Había llegado el final? ¿Estábamos todos en paz? Jules, se acercó hasta mí y me dio una palmada conciliadora en la espalda, con una sonrisa. Tras escuchar al vampiro, al brujo también pareció convencerle la idea de que ir a por él no era lo que debíamos hacer. Con su desvinculación bastaría. A fin de cuentas, ya había vengado a su hermana tras terminar con la vida de EVHA. ¿Y Overholser? Su verdadera enemiga era la Dama, que era quien había convertido a su hermana. Parecía que, por primera vez, todos los presentes coincidíamos y no combatiríamos contra el chupasangres.
- Off-rol:
- *Off: Tengo permiso del master para explicar la vinculación de Vladimir con la Hermandad ^^. Espero que os haya gustado la explicación, si queréis que cambie algo, enviad MP.
Le dejo a Elen si quiere preguntar algo a Vladimir sobre su quest ^^
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Todos los combates de la sala cesaron tras el grito de la hechicera, y es que realmente ninguno de ellos quería herir a quien tenía por oponente, ni siquiera el par compuesto por el padre Callahan y Overholser, que se lo habían tomado más a pecho que el resto. Era una pelea absurda y todos lo sabían, pero cada quien defendía sus intereses, o al menos así lo habían hecho hasta aquel instante. Tras quedar desplazada gracias a la corriente de aire de la centinela, Huracán también expresó su negativa a querer seguir peleando, mostrando su frustración al estampar su ballesta contra el suelo bruscamente, acto que marcó el final de la batalla, no solo entre ellas sino también entre sus aliados.
Sin embargo, la cazadora no estaba conforme con el resultado, consideraba a Vladimir tan enemigo suyo como la propia Mortagglia o como cualquiera de los que formaban la Hermandad, a lo que debía sumar que seguía llevando la marca del inmortal en el brazo, cosa que se debía solucionar cuanto antes. Elen veía las cosas de otra manera, decapitar a la serpiente bastaría para que sus seguidores se viesen obligados a huir, tanto por miedo como por haber quedado desprotegidos, y eso exactamente era lo que según ella, Anastasia debía hacer, ocuparse de dar muerte a Mortagglia y en todo caso a sus más allegados dentro de la Hermandad, de modo que ningún otro pudiese ocupar su puesto. Vladimir por supuesto quedaba fuera de esto, así debía ser por el momento, hasta que reuniese al resto de centinelas y pudiesen cruzar al plano de los jinetes, donde sin duda les esperaba una encarnizada batalla.
Viendo que no le quedaba más remedio que resignarse a perder en aquella ocasión, Huracán dejó de lado los reproches para preguntar al vampiro por qué se había unido a su abuela, cosa que también interesaba a la benjamina de los Calhoun. Vladimir comenzó a andar de un lado para otro por detrás la tensai, que optó por girarse a medias hacia él, de modo que pudiese ver su rostro al escuchar lo que tenía que decir pero sin perder de vista ni a su amiga ni al resto de los presentes, por precaución. No esperaba que intentasen nada pero tampoco podía fiarse, no hasta que Overholser, Jules y la propia Huracán abandonasen la mansión para no volver.
Quien lo hubiera dicho, Vladimir no había sido malo desde un principio como la joven había imaginado, pero tras luchar contra los Tarmúnil durante tanto tiempo para mantener a salvo a aquellos que perseguían a su raza sin descanso, hasta él había comenzado a hastiarse, ¿por qué esforzarse y arriesgar la vida por aquellos que no solo no te agradecían tu trabajo sino que intentaban darte caza por el mero hecho de ser vampiro? Cierto era que los hábitos alimenticios de sus congéneres no estaban bien vistos por el resto de razas, pero ¿por qué no habían intentado buscar una solución? ¿Por qué siempre se tendía a destruir antes que a ayudar?
Nadie podría criticar que cansado de aquella situación, hubiese decidido desaparecer y dejar que la naturaleza siguiese su curso, con los jinetes haciendo de las suyas y manteniéndose alejado del resto de centinelas, que durante años no habían recibido noticia de su paradero. Fue entonces, en su momento de debilidad, cuando Mortagglia lo encontró, y conociendo sus habilidades y experiencia, lo convenció para que se uniese a la Hermandad, bajo el pretexto de crear y preservar una nueva raza superior, formada por vampiros más fuertes, sabios y longevos, capaces de dominar al resto de razas.
Aprovechando la disposición del inmortal a contestar a sus preguntas, Huracán volvió a tomar la palabra, ésta vez para intentar averiguar la razón que empujaba a su abuela a querer atraparla a ella y no a su madre. Elen recordó entonces a Isabella, la poderosa hechicera que a punto estuvo de dar muerte a Mortagglia en Lunargenta durante la noche en que la Dama organizó un cruento ataque a la ciudad, con el objetivo de conseguir nuevos miembros que engrosasen las filas de la Hermandad. De no ser por la intervención de Rachel, la bio cibernética que según creía, estaba emparentada con Jules, aquella misma noche el reinado de terror de la vampira hubiese terminado, pero no tardaría mucho en llegar su hora, tarde o temprano la encontrarían y acabarían lo que habían empezado.
Según las palabras del inmortal, el motivo se reducía al deseo de que Huracán continuase con el legado familiar, su abuela nunca había querido matarla, solo asegurarse de que siguiese sus pasos, y para ello resultaría necesaria la transformación, cosa que no ocurriría aquel día. Tras decir aquello, Vladimir dedicó unas palabras a la de cabellos cenicientos, demostrando algo de esperanza de cara a vencer a los jinetes ahora que una de sus hermanas estaba dispuesta a protegerlo hasta de su mejor amiga, la unión entre centinelas era más fuerte. Elen sabía que el problema sería convencer a Melena Blanca de que colaborase con los demás, Amaterasu no se opondría demasiado tras ver que había cumplido con su petición, aunque a ella también tendría que ofrecerle algún otro tipo de aliciente ya que solo se movía por intereses personales.
Con respecto a Anastasia, Vladimir reconoció que se había equivocado al actuar contra ella por meros prejuicios, Mortagglia ya no podría contar con él para transformar a su nieta ni tampoco como miembro de la Hermandad, de la que se desvinculaba para pasar a ayudar a la benjamina de los Calhoun en su particular cruzada contra los jinetes oscuros. - Gracias. - comentó la hechicera, en cuanto su mirada se topó con la del vampiro. - ¿Podrías borrar la marca del brazo de Huracán? - preguntó, esperando que la respuesta fuese afirmativa y que con aquel gesto por su parte la cazadora pudiese estar más tranquila y seguir su camino sin el temor de estar siendo vigilada constantemente.
Dando por finalizada la pelea y por tanto el peligro, Alister decidió cambiar a su forma humana, mientras la de ojos verdes se preguntaba interiormente si sería buena idea hablar a Jules de su encuentro con la bio cibernética de Lunargenta, aquella que compartía su apellido y que por tanto, debía ser su hermana.
Sin embargo, la cazadora no estaba conforme con el resultado, consideraba a Vladimir tan enemigo suyo como la propia Mortagglia o como cualquiera de los que formaban la Hermandad, a lo que debía sumar que seguía llevando la marca del inmortal en el brazo, cosa que se debía solucionar cuanto antes. Elen veía las cosas de otra manera, decapitar a la serpiente bastaría para que sus seguidores se viesen obligados a huir, tanto por miedo como por haber quedado desprotegidos, y eso exactamente era lo que según ella, Anastasia debía hacer, ocuparse de dar muerte a Mortagglia y en todo caso a sus más allegados dentro de la Hermandad, de modo que ningún otro pudiese ocupar su puesto. Vladimir por supuesto quedaba fuera de esto, así debía ser por el momento, hasta que reuniese al resto de centinelas y pudiesen cruzar al plano de los jinetes, donde sin duda les esperaba una encarnizada batalla.
Viendo que no le quedaba más remedio que resignarse a perder en aquella ocasión, Huracán dejó de lado los reproches para preguntar al vampiro por qué se había unido a su abuela, cosa que también interesaba a la benjamina de los Calhoun. Vladimir comenzó a andar de un lado para otro por detrás la tensai, que optó por girarse a medias hacia él, de modo que pudiese ver su rostro al escuchar lo que tenía que decir pero sin perder de vista ni a su amiga ni al resto de los presentes, por precaución. No esperaba que intentasen nada pero tampoco podía fiarse, no hasta que Overholser, Jules y la propia Huracán abandonasen la mansión para no volver.
Quien lo hubiera dicho, Vladimir no había sido malo desde un principio como la joven había imaginado, pero tras luchar contra los Tarmúnil durante tanto tiempo para mantener a salvo a aquellos que perseguían a su raza sin descanso, hasta él había comenzado a hastiarse, ¿por qué esforzarse y arriesgar la vida por aquellos que no solo no te agradecían tu trabajo sino que intentaban darte caza por el mero hecho de ser vampiro? Cierto era que los hábitos alimenticios de sus congéneres no estaban bien vistos por el resto de razas, pero ¿por qué no habían intentado buscar una solución? ¿Por qué siempre se tendía a destruir antes que a ayudar?
Nadie podría criticar que cansado de aquella situación, hubiese decidido desaparecer y dejar que la naturaleza siguiese su curso, con los jinetes haciendo de las suyas y manteniéndose alejado del resto de centinelas, que durante años no habían recibido noticia de su paradero. Fue entonces, en su momento de debilidad, cuando Mortagglia lo encontró, y conociendo sus habilidades y experiencia, lo convenció para que se uniese a la Hermandad, bajo el pretexto de crear y preservar una nueva raza superior, formada por vampiros más fuertes, sabios y longevos, capaces de dominar al resto de razas.
Aprovechando la disposición del inmortal a contestar a sus preguntas, Huracán volvió a tomar la palabra, ésta vez para intentar averiguar la razón que empujaba a su abuela a querer atraparla a ella y no a su madre. Elen recordó entonces a Isabella, la poderosa hechicera que a punto estuvo de dar muerte a Mortagglia en Lunargenta durante la noche en que la Dama organizó un cruento ataque a la ciudad, con el objetivo de conseguir nuevos miembros que engrosasen las filas de la Hermandad. De no ser por la intervención de Rachel, la bio cibernética que según creía, estaba emparentada con Jules, aquella misma noche el reinado de terror de la vampira hubiese terminado, pero no tardaría mucho en llegar su hora, tarde o temprano la encontrarían y acabarían lo que habían empezado.
Según las palabras del inmortal, el motivo se reducía al deseo de que Huracán continuase con el legado familiar, su abuela nunca había querido matarla, solo asegurarse de que siguiese sus pasos, y para ello resultaría necesaria la transformación, cosa que no ocurriría aquel día. Tras decir aquello, Vladimir dedicó unas palabras a la de cabellos cenicientos, demostrando algo de esperanza de cara a vencer a los jinetes ahora que una de sus hermanas estaba dispuesta a protegerlo hasta de su mejor amiga, la unión entre centinelas era más fuerte. Elen sabía que el problema sería convencer a Melena Blanca de que colaborase con los demás, Amaterasu no se opondría demasiado tras ver que había cumplido con su petición, aunque a ella también tendría que ofrecerle algún otro tipo de aliciente ya que solo se movía por intereses personales.
Con respecto a Anastasia, Vladimir reconoció que se había equivocado al actuar contra ella por meros prejuicios, Mortagglia ya no podría contar con él para transformar a su nieta ni tampoco como miembro de la Hermandad, de la que se desvinculaba para pasar a ayudar a la benjamina de los Calhoun en su particular cruzada contra los jinetes oscuros. - Gracias. - comentó la hechicera, en cuanto su mirada se topó con la del vampiro. - ¿Podrías borrar la marca del brazo de Huracán? - preguntó, esperando que la respuesta fuese afirmativa y que con aquel gesto por su parte la cazadora pudiese estar más tranquila y seguir su camino sin el temor de estar siendo vigilada constantemente.
Dando por finalizada la pelea y por tanto el peligro, Alister decidió cambiar a su forma humana, mientras la de ojos verdes se preguntaba interiormente si sería buena idea hablar a Jules de su encuentro con la bio cibernética de Lunargenta, aquella que compartía su apellido y que por tanto, debía ser su hermana.
Elen Calhoun
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
En los días que en los que tenía un hermano que le acompañaba a la ciudad conoció a un curioso personaje. Él se autodenominaba “Padre” aunque nunca había tenía ningún hijo. De vez en cuando los tres (cuatro contando al felino) se reunían para conversar de sus quehaceres diarios. La amistad entre ellos surgió como algo natural, algo que tenía que pasar y que, según el Padre, era una señal de que existía un dios. Ahora, la chica lo sabía: Dios también miente y el que se supone que es su representante en Aerandir tiene como misión hacer que todos se creyeran esas mentiras. Kalla se las creyó. Cuando la atraparon rezó las plegarías que Donald Frank Callahan le había enseñado. Pensó que funcionaría como si fueran los conjuros de un brujo. Mentira. La que entonces se llamó Kalla Overholser hubiera preferido utilizar sus últimas fuerzas para suicidarse en lugar de malgastarlas en los rezos-conjuros de haber sabido que lo que Vladimir tenía preparado para ella. Los ángeles no bajaron del cielo para salvarla, los santos no realizaron ningún milagro, no llovió ranas, no hubo una peste que matase a los primogénitos de los vampiros, nada de sequías y nada de diluvios. Mentira. Nadie quiso salvarla. Nadie a excepción de que aquellos que el Padre llamaba demonios.
Como una burla hacia el propio Santo Padre, la chica que volvió a nacer con una nueva fuerza y una nueva identidad adoptó el nombre de Lilith. Según la fe cristiana, ella fue la primera mujer antes de Eva. Una especie de intento fallido de mujer que se convirtió en un demonio devora vidas. Se acabaron las mentiras, llegó la hora de vengarse y la Dama (la Puta y Vieja Dama como todavía alguien en el interior de la chica llamaba) le había regalado todo lo necesario para acabar con las ellas y, de paso, vengarse de los supuestos ángeles que le mandaron al Infierno.
Y es que el Infierno era lo único que era real entre todas las mentiras que el Padre Callahan había contado a ella y al que fue su hermano. Donald no mintió al decir que iba a mandar a todos los vampiros al Infierno. Un dragón, otro falso ángel que acompañaba al predicador, arrasó el anfiteatro del patético Asmodeo con una simple llamarada convirtiendo todo aquel lugar en un verdadero Infierno. Las sirvientas del vampiro comenzaron a arder. No gritaron. Ninguna de ellas. Corrían de punta a punta del anfiteatro con los brazos levantados moviéndolos como si fueran las alas de un pájaro pero no gritaron. Kalla, muy en su interior, tuvo ganas de llorar de puro de terror, Lilith, en cambio, emitió una risa maniática. Los poderes que la Puta y Vieja Dama le había regalado eran tales que podía dominar el propio Infierno. Incluso las condenadas sirvientas que morían no podían gritar de dolor si ella no les daba permiso para gritar.
¿Podría hacerlas reír en lugar de gritar? Lo hizo. Las chicas comenzaron a reírse de la misma manera que Lilith lo estaba haciendo.
Lentamente, la vampira se acercó a las llamas. El propio calor de estar tan cerca del Infierno era doloroso pero no le importó. Hizo que las mujeres, las que todavía se podían mantener en pie, la rodeasen para observarlas detenidamente. Sus atuendos confeccionados de huesos e hilos dorados se habían deshecho, los largos cabellos azabache se habían quemado dejándolas calvas o con unos pocos pelos largos y pringosos por el sudor y las quemaduras en muchas de ellas eran tan grandes que se podía ver partes de sus propios huesos que empezaban a carbonizarse. Kalla y su hermano hubieran vomitado. Jamás se habrían imaginado, por muchas veces que el predicador lo hubiera repetido, que el infierno era tan aterrador.
Las mujeres comenzaron a caerse y de ellas no quedaron más que unos pocos huesos negros que pronto pasarían a ser polvo. Felicidades ángeles, vosotros habéis hecho esto.
Salió del lugar y se dirigió al lugar donde se habían dirigido los ángeles. Éste no podía ser otro que el lugar dónde estaba el Demonio. ¿Iban a matarle? Por supuesto que no. Esa era otra de las mentiras que Dios hacía que sus predicadores repitiesen. En realidad, los ángeles se aliaron con el Demonio.
Lilith, en lo más alto de las escaleras flotantes de la biblioteca, aplaudió de forma sarcástica. Allí estaban todos: Su anterior hermano, el ángel crea Infiernos, el cura, el ángel que idiota que cuenta chistes y dos ángeles mujeres, serafines seguramente, que durante un largo combate entre ellas habían conseguido llegar al corazón del Demonio. Era tan adorable como lamentable. ¡Incluso estaba con ellos ese hombre sapo que Kalla invitaba a pastas de vez en cuando! Eso iba a ser muy divertido.
-Misión cumplida, ¿no es así? El bien gana frente al mal. Eso es lo que siempre decís la gente como vosotros-. Se puso en pie de un salto, cogió el primer libro que se encontró, Dios quiso que fuera una Biblia, y lo lanzó con toda la fuerza que la Puta y Vieja Dama le había regalado contra el techo del teatro. Del cielo cayó el mismo Infierno del anfiteatro que por fortuna (por milagro) Lilith se había conseguido salvar. – Nunca dejaréis de decir mentiras-.
Los predicadores mienten, los ángeles mienten y Dios miente. La única que no mintió fue la Dama y, en agradecimiento por su sinceridad y por sus nuevas habilidades, le regalará la muchacha que quería que atrapase. Los demás podrían morir en su propio Infierno, incluido el Demonio Vladimir, la Dama ya no lo necesitaba para sus planes.
* Ambos: Antes que nada, mi deber es disculparme. Ya me puse en contacto con vosotras y os dije que mi ordenador se había roto y no tenía modo de postear. A día de hoy sigue roto pero he podido hacerme con un portátil prestado; cosa que se puede notar porque aquí no tengo todas las guías sobre los personajes y todos los colores que tenía guardado, pero bueno... ¡Viva la improvisación! Me siento muy mal por vosotras, odio tener que haceros esperar y espero que podáis disculparme. Ahora bien, vayamos a la acción. Lilith sigue viva y tenéis que derrotarla. El anfiteatro estaba construido encima de la biblioteca (¿Por qué? Porque lo digo yo) y se ha derrumbado encima de vosotros. En el siguiente turno tenéis que escapar con vida con TODOS los npcs buenos, principalmente Vladimir, y derrotar a la malvada Lilith, el último truco que la vieja familiar de Huracán ha jugado en vuestra contra.
* Huracán: Has sido quien más heridas ha recibido en el anterior combate, muy buen combate por cierto, y me temo que no tus movimientos en este turno no serán lo que eran antes. No puedes correr y a duras penas puedes mantenerte en pie. Alguien, el npc que tú elijas, deberá cargarte para que puedas escapar del “Infierno de Lilith”. Si deseas enfrentar a Lilith te ruego que te lo pienses dos veces antes de llamar su atención.
* Elen Calhoun: Tu principal objetivo es Vladimir, no olvides. Debe de seguir con vida y la situación no ayuda a que todos os podáis mantener con vida. Tú y Nate Halliman sois los que mejor habéis salido del combate anterior. Deberéis ser quienes protejáis a Vladimir en todo momento. No temas por mi amigo anuro, él hará todo lo que le pidas si a cambio cree que puede ganar un beso (no estás obligada a dárselo, yo no lo haría).
* Ambos: Este va a ser vuestro turno final. Matad a Lilith. Elen, este será tu tercer intento para vencerla y ya sabes de lo que dicen al respecto del tercer intento. Huracán cuidado con tus heridas, tengo muy buena reputación a la hora de repartir maldiciones. Como castigo hacia mí por haceros esperar y premio para vosotras por hacerme esperar, no os pediré que lancéis la Voluntad de los Dioses. Lilith morirá con el ataque que le realicéis, el cual no dudo que sea muy épico.
Como una burla hacia el propio Santo Padre, la chica que volvió a nacer con una nueva fuerza y una nueva identidad adoptó el nombre de Lilith. Según la fe cristiana, ella fue la primera mujer antes de Eva. Una especie de intento fallido de mujer que se convirtió en un demonio devora vidas. Se acabaron las mentiras, llegó la hora de vengarse y la Dama (la Puta y Vieja Dama como todavía alguien en el interior de la chica llamaba) le había regalado todo lo necesario para acabar con las ellas y, de paso, vengarse de los supuestos ángeles que le mandaron al Infierno.
Y es que el Infierno era lo único que era real entre todas las mentiras que el Padre Callahan había contado a ella y al que fue su hermano. Donald no mintió al decir que iba a mandar a todos los vampiros al Infierno. Un dragón, otro falso ángel que acompañaba al predicador, arrasó el anfiteatro del patético Asmodeo con una simple llamarada convirtiendo todo aquel lugar en un verdadero Infierno. Las sirvientas del vampiro comenzaron a arder. No gritaron. Ninguna de ellas. Corrían de punta a punta del anfiteatro con los brazos levantados moviéndolos como si fueran las alas de un pájaro pero no gritaron. Kalla, muy en su interior, tuvo ganas de llorar de puro de terror, Lilith, en cambio, emitió una risa maniática. Los poderes que la Puta y Vieja Dama le había regalado eran tales que podía dominar el propio Infierno. Incluso las condenadas sirvientas que morían no podían gritar de dolor si ella no les daba permiso para gritar.
¿Podría hacerlas reír en lugar de gritar? Lo hizo. Las chicas comenzaron a reírse de la misma manera que Lilith lo estaba haciendo.
Lentamente, la vampira se acercó a las llamas. El propio calor de estar tan cerca del Infierno era doloroso pero no le importó. Hizo que las mujeres, las que todavía se podían mantener en pie, la rodeasen para observarlas detenidamente. Sus atuendos confeccionados de huesos e hilos dorados se habían deshecho, los largos cabellos azabache se habían quemado dejándolas calvas o con unos pocos pelos largos y pringosos por el sudor y las quemaduras en muchas de ellas eran tan grandes que se podía ver partes de sus propios huesos que empezaban a carbonizarse. Kalla y su hermano hubieran vomitado. Jamás se habrían imaginado, por muchas veces que el predicador lo hubiera repetido, que el infierno era tan aterrador.
Las mujeres comenzaron a caerse y de ellas no quedaron más que unos pocos huesos negros que pronto pasarían a ser polvo. Felicidades ángeles, vosotros habéis hecho esto.
Salió del lugar y se dirigió al lugar donde se habían dirigido los ángeles. Éste no podía ser otro que el lugar dónde estaba el Demonio. ¿Iban a matarle? Por supuesto que no. Esa era otra de las mentiras que Dios hacía que sus predicadores repitiesen. En realidad, los ángeles se aliaron con el Demonio.
Lilith, en lo más alto de las escaleras flotantes de la biblioteca, aplaudió de forma sarcástica. Allí estaban todos: Su anterior hermano, el ángel crea Infiernos, el cura, el ángel que idiota que cuenta chistes y dos ángeles mujeres, serafines seguramente, que durante un largo combate entre ellas habían conseguido llegar al corazón del Demonio. Era tan adorable como lamentable. ¡Incluso estaba con ellos ese hombre sapo que Kalla invitaba a pastas de vez en cuando! Eso iba a ser muy divertido.
-Misión cumplida, ¿no es así? El bien gana frente al mal. Eso es lo que siempre decís la gente como vosotros-. Se puso en pie de un salto, cogió el primer libro que se encontró, Dios quiso que fuera una Biblia, y lo lanzó con toda la fuerza que la Puta y Vieja Dama le había regalado contra el techo del teatro. Del cielo cayó el mismo Infierno del anfiteatro que por fortuna (por milagro) Lilith se había conseguido salvar. – Nunca dejaréis de decir mentiras-.
Los predicadores mienten, los ángeles mienten y Dios miente. La única que no mintió fue la Dama y, en agradecimiento por su sinceridad y por sus nuevas habilidades, le regalará la muchacha que quería que atrapase. Los demás podrían morir en su propio Infierno, incluido el Demonio Vladimir, la Dama ya no lo necesitaba para sus planes.
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* Ambos: Antes que nada, mi deber es disculparme. Ya me puse en contacto con vosotras y os dije que mi ordenador se había roto y no tenía modo de postear. A día de hoy sigue roto pero he podido hacerme con un portátil prestado; cosa que se puede notar porque aquí no tengo todas las guías sobre los personajes y todos los colores que tenía guardado, pero bueno... ¡Viva la improvisación! Me siento muy mal por vosotras, odio tener que haceros esperar y espero que podáis disculparme. Ahora bien, vayamos a la acción. Lilith sigue viva y tenéis que derrotarla. El anfiteatro estaba construido encima de la biblioteca (¿Por qué? Porque lo digo yo) y se ha derrumbado encima de vosotros. En el siguiente turno tenéis que escapar con vida con TODOS los npcs buenos, principalmente Vladimir, y derrotar a la malvada Lilith, el último truco que la vieja familiar de Huracán ha jugado en vuestra contra.
* Huracán: Has sido quien más heridas ha recibido en el anterior combate, muy buen combate por cierto, y me temo que no tus movimientos en este turno no serán lo que eran antes. No puedes correr y a duras penas puedes mantenerte en pie. Alguien, el npc que tú elijas, deberá cargarte para que puedas escapar del “Infierno de Lilith”. Si deseas enfrentar a Lilith te ruego que te lo pienses dos veces antes de llamar su atención.
* Elen Calhoun: Tu principal objetivo es Vladimir, no olvides. Debe de seguir con vida y la situación no ayuda a que todos os podáis mantener con vida. Tú y Nate Halliman sois los que mejor habéis salido del combate anterior. Deberéis ser quienes protejáis a Vladimir en todo momento. No temas por mi amigo anuro, él hará todo lo que le pidas si a cambio cree que puede ganar un beso (no estás obligada a dárselo, yo no lo haría).
* Ambos: Este va a ser vuestro turno final. Matad a Lilith. Elen, este será tu tercer intento para vencerla y ya sabes de lo que dicen al respecto del tercer intento. Huracán cuidado con tus heridas, tengo muy buena reputación a la hora de repartir maldiciones. Como castigo hacia mí por haceros esperar y premio para vosotras por hacerme esperar, no os pediré que lancéis la Voluntad de los Dioses. Lilith morirá con el ataque que le realicéis, el cual no dudo que sea muy épico.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Las fuerzas apenas me llegaron para escuchar las palabras de Vladimir, ante las que no tuve respuesta más por agotamiento que por ganas. Apreté los dientes y me llevé la mano a las costillas, me dolía todo el cuerpo por los golpes no sólo del combate contra Elen, sino también los enfrentamientos previos contra los diversos grupos y enemigos que nos habíamos encontrado durante toda la noche.
Elen cumplió su palabra y pidió a Vladimir que me quitara la marca del brazo, éste quedó reflexivo durante unos instantes, pero justo cuando iba a pronunciarse, sentimos un enorme rugido sobre nuestras cabezas. En un hipotético piso superior. - ¿Qué ha sido eso? – preguntó Jules, que tras la finalización del combate se había acercado hasta mí y me tomaba por el brazo. Parecía la voz de un dragón realizando un brutal ataque. Y varias columnas de polvo se desprendieron del techo. No apuntaba a ser nada bueno.
Efectivamente, no lo era. Instantes después, Kalla Overholser reapareció en la zona de las escaleras más altas para lanzar una amenaza a todos los presentes. ¿Tenía un dragón en su poder? Más bien un libro. Pronunció unas palabras de amenazas y lanzó un libro como si fuera un proyectil, aprovechándose de una fuerza natural contra uno de los pilares clave de la biblioteca. La fuerza era tal que atravesó el pilar y el techo terminó cediendo, comenzando a derrumbarse.
-¡Mentirosos! – gritó la mujer, señalando a Vladimir. -¡En la Hermandad no hay lugar para los traidores! Moriréis sepultados y después me llevaré a Huracán. Tal es la voluntad de la Dama Mortagglia. – gritó a los cuatro vientos con una voz demoníaca que parecía tener un eco o reverberación todavía más siniestra, como si estuviese poseída.
Por si fuera poco con los desprendimientos, fuera lo que fuera lo que había arriba, parecía estar ardiendo, ya que todo lo que caía lo hacía envuelto en llamas. Butacas enteras, lámparas, trozos de escalón... Caían a la biblioteca, envueltas en llamas, que en contacto con el papel de los libros de allí, comenzaban a arder y pronto estaría todo en llamas.
Una butaca cayó directamente sobre nosotros, pero Jules me empujó a un lado para evitar que impactase directamente contra nosotros. Kalla parecía más dispuesta a acabar con el traidor de Vladimir antes que a centrarse en mí. Probablemente sabedora de que yo, ahora mismo, no era rival para ella.
-Tengo que darle su merecido a esa zorra. – gruñí a regañadientes convencida de ir a por ella, mientras Jules me ayudaba a levantarme. Estaba dispuesta a dar guerra, y máxime tratándose de alguien enviado por mi abuela, pero los golpes me dolían mucho y apenas podía moverme.
-¿Tú? ¡Si estás para el arrastre! – dijo Jules – Además, esta no es nuestra guerra. Antes de partir, tu madre me suplicó que te mantuviera a salvo. No pienso dejar que mueras aquí. No hoy, Huracán. – trató de convencerme el brujo, tomándome del pelo cariñosamente y mirándonos con confianza a los ojos. - Con un poco de suerte, Kalla se entretendrá con Vlad y podremos largarnos de aquí. – indicó girando su rostro hacia el lugar donde se concentraba la acción.
El siguiente paso era buscar a Overholser en aquel infierno. El cazador nos había dado lealtad y, por lo menos, deberíamos corresponderle del mismo modo. Su hermana, dotada de una fuerza sobrehumana, lanzaba todo cuanto estaba a su alcance a Vladimir, al que quería matar. ¡Incluso estanterías enteras! Al menos, el anuro Halliman parecía dispuesto a ayudarles e imaginaba que el sacerdote también lo haría.
Jules se acercó hasta Overholser esquivando los escombros. Éste contemplaba atónito como la que fue su hermana hablaba con una voz demoníaca doble que poco tenía que ver con la que él conocía. Aquella joven estaba poseída por alguien, y lo único que quedaba de ella era su cuerpo, un mero recipiente para un alma demoníaca mucho peor.
-¡Wayne! – le dijo Jules, tocándole por el hombro una vez llegó hasta él. – Tenemos que irnos. No puedes hacer nada por ella. – y es que la mujer estaba fuera de sí.
Mientras tanto, yo me dediqué a observar por el lugar por dónde podíamos escapar. Venir por donde habíamos entrado se planteaba como algo imposible. Todos aquellos sitios tenían que tener alguna salida de emergencia. Noté como una de las enormes butacas que Kalla había lanzado contra Vladimir y compañía había golpeado contra otra puerta de la biblioteca y la había abierto.
Cuando Jules y Overholser llegaron hasta mí, les indiqué la salida que se acababa de abrir. - ¡Por allí! – indiqué entre gritos, única manera de comunicarse en medio del sonido de los fuertes golpes y las llamas. Entre los dos me tomaron. El vaivén y el movimiento me causaban cierto daño en los huesos y músculos, pero el instinto de supervivencia prevalecía por encima de cualquier dolor.
Quedaba por ver si Elen conseguiría salir de aquel lugar. En aquel momento no me importaba demasiado, allá ella si prefería morir por salvar al chupasangres de Vladimir. Yo ya había hecho todo lo que estaba en mi mano por evitar. Antes de salir por la puerta a la que me habían ayudado a llegar Wayne y Jules, giré mi rostro hacia ella, buscando su mirada antes de que el techo se volviese a derrumbar y cerrase por completo la puerta por la que acabábamos de salir de la biblioteca. Lo veía francamente complicado para ella, pero en el fondo, deseaba que recobrara la conciencia, saliese de allí, y se salvara.
Elen cumplió su palabra y pidió a Vladimir que me quitara la marca del brazo, éste quedó reflexivo durante unos instantes, pero justo cuando iba a pronunciarse, sentimos un enorme rugido sobre nuestras cabezas. En un hipotético piso superior. - ¿Qué ha sido eso? – preguntó Jules, que tras la finalización del combate se había acercado hasta mí y me tomaba por el brazo. Parecía la voz de un dragón realizando un brutal ataque. Y varias columnas de polvo se desprendieron del techo. No apuntaba a ser nada bueno.
Efectivamente, no lo era. Instantes después, Kalla Overholser reapareció en la zona de las escaleras más altas para lanzar una amenaza a todos los presentes. ¿Tenía un dragón en su poder? Más bien un libro. Pronunció unas palabras de amenazas y lanzó un libro como si fuera un proyectil, aprovechándose de una fuerza natural contra uno de los pilares clave de la biblioteca. La fuerza era tal que atravesó el pilar y el techo terminó cediendo, comenzando a derrumbarse.
-¡Mentirosos! – gritó la mujer, señalando a Vladimir. -¡En la Hermandad no hay lugar para los traidores! Moriréis sepultados y después me llevaré a Huracán. Tal es la voluntad de la Dama Mortagglia. – gritó a los cuatro vientos con una voz demoníaca que parecía tener un eco o reverberación todavía más siniestra, como si estuviese poseída.
Por si fuera poco con los desprendimientos, fuera lo que fuera lo que había arriba, parecía estar ardiendo, ya que todo lo que caía lo hacía envuelto en llamas. Butacas enteras, lámparas, trozos de escalón... Caían a la biblioteca, envueltas en llamas, que en contacto con el papel de los libros de allí, comenzaban a arder y pronto estaría todo en llamas.
Una butaca cayó directamente sobre nosotros, pero Jules me empujó a un lado para evitar que impactase directamente contra nosotros. Kalla parecía más dispuesta a acabar con el traidor de Vladimir antes que a centrarse en mí. Probablemente sabedora de que yo, ahora mismo, no era rival para ella.
-Tengo que darle su merecido a esa zorra. – gruñí a regañadientes convencida de ir a por ella, mientras Jules me ayudaba a levantarme. Estaba dispuesta a dar guerra, y máxime tratándose de alguien enviado por mi abuela, pero los golpes me dolían mucho y apenas podía moverme.
-¿Tú? ¡Si estás para el arrastre! – dijo Jules – Además, esta no es nuestra guerra. Antes de partir, tu madre me suplicó que te mantuviera a salvo. No pienso dejar que mueras aquí. No hoy, Huracán. – trató de convencerme el brujo, tomándome del pelo cariñosamente y mirándonos con confianza a los ojos. - Con un poco de suerte, Kalla se entretendrá con Vlad y podremos largarnos de aquí. – indicó girando su rostro hacia el lugar donde se concentraba la acción.
El siguiente paso era buscar a Overholser en aquel infierno. El cazador nos había dado lealtad y, por lo menos, deberíamos corresponderle del mismo modo. Su hermana, dotada de una fuerza sobrehumana, lanzaba todo cuanto estaba a su alcance a Vladimir, al que quería matar. ¡Incluso estanterías enteras! Al menos, el anuro Halliman parecía dispuesto a ayudarles e imaginaba que el sacerdote también lo haría.
Jules se acercó hasta Overholser esquivando los escombros. Éste contemplaba atónito como la que fue su hermana hablaba con una voz demoníaca doble que poco tenía que ver con la que él conocía. Aquella joven estaba poseída por alguien, y lo único que quedaba de ella era su cuerpo, un mero recipiente para un alma demoníaca mucho peor.
-¡Wayne! – le dijo Jules, tocándole por el hombro una vez llegó hasta él. – Tenemos que irnos. No puedes hacer nada por ella. – y es que la mujer estaba fuera de sí.
Mientras tanto, yo me dediqué a observar por el lugar por dónde podíamos escapar. Venir por donde habíamos entrado se planteaba como algo imposible. Todos aquellos sitios tenían que tener alguna salida de emergencia. Noté como una de las enormes butacas que Kalla había lanzado contra Vladimir y compañía había golpeado contra otra puerta de la biblioteca y la había abierto.
Cuando Jules y Overholser llegaron hasta mí, les indiqué la salida que se acababa de abrir. - ¡Por allí! – indiqué entre gritos, única manera de comunicarse en medio del sonido de los fuertes golpes y las llamas. Entre los dos me tomaron. El vaivén y el movimiento me causaban cierto daño en los huesos y músculos, pero el instinto de supervivencia prevalecía por encima de cualquier dolor.
Quedaba por ver si Elen conseguiría salir de aquel lugar. En aquel momento no me importaba demasiado, allá ella si prefería morir por salvar al chupasangres de Vladimir. Yo ya había hecho todo lo que estaba en mi mano por evitar. Antes de salir por la puerta a la que me habían ayudado a llegar Wayne y Jules, giré mi rostro hacia ella, buscando su mirada antes de que el techo se volviese a derrumbar y cerrase por completo la puerta por la que acabábamos de salir de la biblioteca. Lo veía francamente complicado para ella, pero en el fondo, deseaba que recobrara la conciencia, saliese de allí, y se salvara.
Anastasia Boisson
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
- Que poco dura la tranquilidad. - pensó la bruja, torciendo el gesto al escuchar la irritante voz de Kalla Overholser, que de algún modo había logrado escapar de las llamas del anfiteatro. La vampira se encontraba en lo más alto de la biblioteca y desde allí aplaudió sarcásticamente la escena que tenía delante, para luego tomar uno de los libros de la estantería más cercana y lanzarlo con una fuerza sobrehumana contra uno de los pilares que sostenía el techo. Éste comenzó a ceder a causa del impacto y una peligrosa brecha se abrió sobre sus cabezas, revelándoles que lo que tenían encima no era ni más ni menos que el llameante infierno en que se había convertido el anfiteatro tras su pelea con Asmodeo, sus sirvientas y la propia Kalla.
Elen maldijo interiormente, ya había dejado con vida dos veces a aquella mujer y no podía arrepentirse más de ello, pero no habría una tercera. Solo una de las dos saldría de aquella sala, ya no le importaba que el cazador estuviese presente, Kalla debía morir. La vampira no tardó en dejar claras sus intenciones, pretendía sepultarlos a todos bajo los llameantes restos de la sala superior y llevarse a Huracán para entregarla a la Dama, ese era su único interés ahora que Vladimir había quedado como un traidor a la Hermandad.
Pronto los primeros restos del anfiteatro comenzaron a caer en la biblioteca, envueltos en llamas y extendiendo el fuego a los libros que quedaban a su alcance, instando a todos los presentes a terminar con aquella situación cuanto antes y abandonar el lugar antes de que se convirtiese en un infierno. Por el rabillo del ojo, la tensai alcanzó a ver como una butaca casi cae sobre el par de cazadores, pero gracias a los reflejos de Jules y a su rápida actuación ambos pudieron ponerse a salvo, aunque ni siquiera su estado ni el peligro quitaban las ganas de pelear a Huracán. La hechicera quería enfrentarse a la vampira pero su compañero no iba a permitírselo, y gracias a los dioses, consiguió que entrase en razón y se centrase en buscar a Overholser, el tercer miembro de su grupo.
Elen por su parte tuvo que posicionarse delante de Vladimir y hacer uso de sus poderes de viento para apartar los objetos que la vampira lanzaba contra él, pero no podía seguir así para siempre, el fuego se extendería y terminaría atrapándolos dentro de la sala si no terminaban pronto con la culpable de todo aquello. - Alister, Halliman, cubrid al inmortal y sacadlo de aquí, yo me ocuparé de ella. - indicó, confiando en que el anuro o el padre Callahan conociesen alguna forma de salir de allí sin tener que pasar nuevamente por el anfiteatro. - Tus palabras son órdenes para mí querida. - respondió el pequeño hombre bestia, incapaz de dejar a un lado su interés por las damas ni siquiera en aquel momento.
- Oh, qué hermoso sería. - pensó el hombre sapo, imaginándose por unos instantes muy lejos de allí, en un paradisíaco rincón del pantano con ambas hechiceras, aunque esa escena pronto se vino abajo debido a la reciente pelea entre las jóvenes. La tensión resultante de tal enfrentamiento no le permitiría alcanzar aquel sueño, pero sería feliz si conseguía que una de las dos se quedase con él, solo debía demostrar su valía, y que mejor manera que ser el salvador del día, mostrando al resto un pasadizo que pocas personas aparte de él conocían. Solo tenía que llegar hasta Vladimir y sacarlo de allí para ganarse a la joven de cabellos cenicientos, que con suerte lo recompensaría por su valentía con un beso.
De haber visto la cara de tonto que se le ponía al anuro mientras fantaseaba, Elen habría fruncido el ceño y negado con la cabeza en señal de desaprobación, pero no tenía tiempo para esas cosas, no mientras Kalla siguiese arrojando contra el vampiro todo lo que tenía a mano. Una potente onda de viento devolvió los proyectiles contra la seguidora de Mortagglia, que tuvo que moverse para esquivar, aunque dada la agilidad que había ganado tras la transformación no le resultó un problema. - Debí acabar contigo la primera vez. - dijo la hechicera, justo en el momento en que tanto Wayne como el par de cazadores abandonaban la estancia por una puerta secundaria, que quedó sepultada tras ellos.
¿Volvería a ver a Huracán? De hacerlo no estaba segura de cómo reaccionaría ella, pero en aquel momento la de ojos verdes solo esperaba que consiguiesen escapar a tiempo y ponerse a salvo lejos de allí. - Bruja estúpida, la Dama se alegrará cuando le cuente que te mate con mis propias manos. - respondió Kalla, que ya volvía a tomar otro libro para lanzarlo contra el inmortal. Al igual que los anteriores, el objeto se desvió de su trayectoria inicial para regresar al origen, movido por una corriente de viento que lo estampó a escasos centímetros del cuerpo de la vampira.
Para cuando al anuro volvió en sí Alister ya se le había adelantado, llegando hasta las escaleras y tomando del brazo a Vladimir para apartarlo del peligro y llevárselo consigo, aunque no sabía a donde. - ¡Por aquí! ¡Por aquí! - exclamó Halliman, llamando la atención tanto del dragón como del padre Callahan. Todos se dirigieron hacia la posición del hombre bestia, que sin perder ni un segundo comenzó a correr hacia una de las estanterías que estaban pegadas a la pared.
Mientras tanto en el centro de la sala, la pelea entre Kalla y Elen continuaba, aunque las tornas habían cambiado y ahora era la joven Overholser quien se veía en ciertos apuros. ¿Cuál es la debilidad clave de un vampiro? El fuego, y consciente de ello la benjamina de los Calhoun estaba sacando partido de la situación, convirtiendo los llameantes restos del anfiteatro que caían por la brecha en proyectiles que salían disparados contra su enemiga. La combinación de sus poderes de viento con la telequinesis era realmente efectiva con objetos de tamaño medio, cosa que aprovechó para ponerse a la altura de su adversaria, subiendo por unas escaleras hasta situarse sobre la estantería que quedaba justo frente a la de Kalla. Su enemiga hizo lo propio, quedando de pie y clavando la mirada en la centinela, que ya tenía todo pensado para acabar con el enfrentamiento.
Viendo que los demás estaban a punto de escapar a través del pasadizo que escondía la estantería, Kalla volvió a centrar su atención en ellos para arrojarles un par de gruesos tomos cuidadosamente encuadernados, pero estos se estamparon contra el suelo gracias a otra onda de viento. - Yo soy tu oponente. - le recordó la hechicera con voz fría. - Parece que Mortagglia no se esmera mucho en disciplinaros, ni siquiera eres capaz de centrarte en lo que tienes delante. - provocó a continuación, ofreciendo una maliciosa sonrisa. - ¡Cierra tu sucia boca! No eres digna de mencionar su nombre. - espetó Kalla, dejándose llevar por las palabras de la bruja.
- ¿Sabes qué? La última vez que vi a tu dama la puse de rodillas, se salvó de milagro pero no volverá a tener esa suerte. - siguió, consiguiendo que su adversaria perdiese los papeles y se lanzase contra ella, mostrando los colmillos y dispuesta a despedazarla. Elen no se quedó esperándola, creó una fuerte corriente de viento y se impulsó con ella para saltar hacia la vampira, pero al mismo tiempo echó mano a la electricidad, que se concentró alrededor de su mano izquierda y brilló intensamente, provocando un destello lo suficientemente molesto como para cegar a Kalla. Aun así ambas se encontraron en el aire y la superioridad física de la joven Overholser consiguió darle ventaja, haciendo que ambas cayesen bruscamente contra el suelo y que fuese Elen quien se llevase la peor parte del golpe al aterrizar de espaldas y con el peso de su oponente sobre su cuerpo.
Una nube de humo se formó a causa del impacto, y en mitad del caos reinante solo se escuchó un sonido, la risa de la hechicera. - ¿De qué te ríes? - preguntó Kalla, que sujetaba a la peliblanca por los hombros con fuerza y en cualquier momento podría inclinarse hacia su cuello para desgarrarlo con los dientes. - Caíste en mi trampa. - contestó la tensai, desviando la mirada hacia un punto por debajo del pecho de la vampira. Elen no había utilizado el destello para intentar escapar de su agarre sino para ocultar sus verdaderas intenciones. Kalla siguió la misma trayectoria y palideció al ver la empuñadura de la daga sobresaliendo de su vientre con los dedos de la bruja en torno a ella, había cometido el error de dejarse llevar por su furia y ésta vez lo pagaría con la vida.
- Vete al infierno. - fue lo último que alcanzaría a escuchar de labios de su enemiga antes de que la electricidad comenzase a recorrerla por dentro, quemándola. Los gritos de la vampira cesaron tras unos agónicos segundos, y cuando por fin se desplomó inerte, Elen se la quitó de encima sin miramientos, lanzándola hacia un lado. El cuerpo le dolía pero no podía quedarse allí tirada, pronto toda la sala estaría en llamas y sería mejor estar lo más lejos posible del lugar cuando eso ocurriese. - Apóyate en mí. - le instó el padre Callahan, que se había acercado hasta ella para ayudarla a levantarse.
Una vez recuperada su daga, ambos avanzaron hacia la salida secreta que el hombre sapo les había revelado, pero antes de abandonar la biblioteca la joven volvió la vista atrás durante un momento, lo justo para sentir lástima por todo el conocimiento que estaba a punto de quedar reducido a cenizas y asegurarse de que el cuerpo de la vampira se quemaba, ya no la volvería a ver más. Tras esto todos siguieron a Halliman, que los guió a través del pasadizo a paso ligero pero sin forzar a la bruja.
Elen maldijo interiormente, ya había dejado con vida dos veces a aquella mujer y no podía arrepentirse más de ello, pero no habría una tercera. Solo una de las dos saldría de aquella sala, ya no le importaba que el cazador estuviese presente, Kalla debía morir. La vampira no tardó en dejar claras sus intenciones, pretendía sepultarlos a todos bajo los llameantes restos de la sala superior y llevarse a Huracán para entregarla a la Dama, ese era su único interés ahora que Vladimir había quedado como un traidor a la Hermandad.
Pronto los primeros restos del anfiteatro comenzaron a caer en la biblioteca, envueltos en llamas y extendiendo el fuego a los libros que quedaban a su alcance, instando a todos los presentes a terminar con aquella situación cuanto antes y abandonar el lugar antes de que se convirtiese en un infierno. Por el rabillo del ojo, la tensai alcanzó a ver como una butaca casi cae sobre el par de cazadores, pero gracias a los reflejos de Jules y a su rápida actuación ambos pudieron ponerse a salvo, aunque ni siquiera su estado ni el peligro quitaban las ganas de pelear a Huracán. La hechicera quería enfrentarse a la vampira pero su compañero no iba a permitírselo, y gracias a los dioses, consiguió que entrase en razón y se centrase en buscar a Overholser, el tercer miembro de su grupo.
Elen por su parte tuvo que posicionarse delante de Vladimir y hacer uso de sus poderes de viento para apartar los objetos que la vampira lanzaba contra él, pero no podía seguir así para siempre, el fuego se extendería y terminaría atrapándolos dentro de la sala si no terminaban pronto con la culpable de todo aquello. - Alister, Halliman, cubrid al inmortal y sacadlo de aquí, yo me ocuparé de ella. - indicó, confiando en que el anuro o el padre Callahan conociesen alguna forma de salir de allí sin tener que pasar nuevamente por el anfiteatro. - Tus palabras son órdenes para mí querida. - respondió el pequeño hombre bestia, incapaz de dejar a un lado su interés por las damas ni siquiera en aquel momento.
- Oh, qué hermoso sería. - pensó el hombre sapo, imaginándose por unos instantes muy lejos de allí, en un paradisíaco rincón del pantano con ambas hechiceras, aunque esa escena pronto se vino abajo debido a la reciente pelea entre las jóvenes. La tensión resultante de tal enfrentamiento no le permitiría alcanzar aquel sueño, pero sería feliz si conseguía que una de las dos se quedase con él, solo debía demostrar su valía, y que mejor manera que ser el salvador del día, mostrando al resto un pasadizo que pocas personas aparte de él conocían. Solo tenía que llegar hasta Vladimir y sacarlo de allí para ganarse a la joven de cabellos cenicientos, que con suerte lo recompensaría por su valentía con un beso.
De haber visto la cara de tonto que se le ponía al anuro mientras fantaseaba, Elen habría fruncido el ceño y negado con la cabeza en señal de desaprobación, pero no tenía tiempo para esas cosas, no mientras Kalla siguiese arrojando contra el vampiro todo lo que tenía a mano. Una potente onda de viento devolvió los proyectiles contra la seguidora de Mortagglia, que tuvo que moverse para esquivar, aunque dada la agilidad que había ganado tras la transformación no le resultó un problema. - Debí acabar contigo la primera vez. - dijo la hechicera, justo en el momento en que tanto Wayne como el par de cazadores abandonaban la estancia por una puerta secundaria, que quedó sepultada tras ellos.
¿Volvería a ver a Huracán? De hacerlo no estaba segura de cómo reaccionaría ella, pero en aquel momento la de ojos verdes solo esperaba que consiguiesen escapar a tiempo y ponerse a salvo lejos de allí. - Bruja estúpida, la Dama se alegrará cuando le cuente que te mate con mis propias manos. - respondió Kalla, que ya volvía a tomar otro libro para lanzarlo contra el inmortal. Al igual que los anteriores, el objeto se desvió de su trayectoria inicial para regresar al origen, movido por una corriente de viento que lo estampó a escasos centímetros del cuerpo de la vampira.
Para cuando al anuro volvió en sí Alister ya se le había adelantado, llegando hasta las escaleras y tomando del brazo a Vladimir para apartarlo del peligro y llevárselo consigo, aunque no sabía a donde. - ¡Por aquí! ¡Por aquí! - exclamó Halliman, llamando la atención tanto del dragón como del padre Callahan. Todos se dirigieron hacia la posición del hombre bestia, que sin perder ni un segundo comenzó a correr hacia una de las estanterías que estaban pegadas a la pared.
Mientras tanto en el centro de la sala, la pelea entre Kalla y Elen continuaba, aunque las tornas habían cambiado y ahora era la joven Overholser quien se veía en ciertos apuros. ¿Cuál es la debilidad clave de un vampiro? El fuego, y consciente de ello la benjamina de los Calhoun estaba sacando partido de la situación, convirtiendo los llameantes restos del anfiteatro que caían por la brecha en proyectiles que salían disparados contra su enemiga. La combinación de sus poderes de viento con la telequinesis era realmente efectiva con objetos de tamaño medio, cosa que aprovechó para ponerse a la altura de su adversaria, subiendo por unas escaleras hasta situarse sobre la estantería que quedaba justo frente a la de Kalla. Su enemiga hizo lo propio, quedando de pie y clavando la mirada en la centinela, que ya tenía todo pensado para acabar con el enfrentamiento.
Viendo que los demás estaban a punto de escapar a través del pasadizo que escondía la estantería, Kalla volvió a centrar su atención en ellos para arrojarles un par de gruesos tomos cuidadosamente encuadernados, pero estos se estamparon contra el suelo gracias a otra onda de viento. - Yo soy tu oponente. - le recordó la hechicera con voz fría. - Parece que Mortagglia no se esmera mucho en disciplinaros, ni siquiera eres capaz de centrarte en lo que tienes delante. - provocó a continuación, ofreciendo una maliciosa sonrisa. - ¡Cierra tu sucia boca! No eres digna de mencionar su nombre. - espetó Kalla, dejándose llevar por las palabras de la bruja.
- ¿Sabes qué? La última vez que vi a tu dama la puse de rodillas, se salvó de milagro pero no volverá a tener esa suerte. - siguió, consiguiendo que su adversaria perdiese los papeles y se lanzase contra ella, mostrando los colmillos y dispuesta a despedazarla. Elen no se quedó esperándola, creó una fuerte corriente de viento y se impulsó con ella para saltar hacia la vampira, pero al mismo tiempo echó mano a la electricidad, que se concentró alrededor de su mano izquierda y brilló intensamente, provocando un destello lo suficientemente molesto como para cegar a Kalla. Aun así ambas se encontraron en el aire y la superioridad física de la joven Overholser consiguió darle ventaja, haciendo que ambas cayesen bruscamente contra el suelo y que fuese Elen quien se llevase la peor parte del golpe al aterrizar de espaldas y con el peso de su oponente sobre su cuerpo.
Una nube de humo se formó a causa del impacto, y en mitad del caos reinante solo se escuchó un sonido, la risa de la hechicera. - ¿De qué te ríes? - preguntó Kalla, que sujetaba a la peliblanca por los hombros con fuerza y en cualquier momento podría inclinarse hacia su cuello para desgarrarlo con los dientes. - Caíste en mi trampa. - contestó la tensai, desviando la mirada hacia un punto por debajo del pecho de la vampira. Elen no había utilizado el destello para intentar escapar de su agarre sino para ocultar sus verdaderas intenciones. Kalla siguió la misma trayectoria y palideció al ver la empuñadura de la daga sobresaliendo de su vientre con los dedos de la bruja en torno a ella, había cometido el error de dejarse llevar por su furia y ésta vez lo pagaría con la vida.
- Vete al infierno. - fue lo último que alcanzaría a escuchar de labios de su enemiga antes de que la electricidad comenzase a recorrerla por dentro, quemándola. Los gritos de la vampira cesaron tras unos agónicos segundos, y cuando por fin se desplomó inerte, Elen se la quitó de encima sin miramientos, lanzándola hacia un lado. El cuerpo le dolía pero no podía quedarse allí tirada, pronto toda la sala estaría en llamas y sería mejor estar lo más lejos posible del lugar cuando eso ocurriese. - Apóyate en mí. - le instó el padre Callahan, que se había acercado hasta ella para ayudarla a levantarse.
Una vez recuperada su daga, ambos avanzaron hacia la salida secreta que el hombre sapo les había revelado, pero antes de abandonar la biblioteca la joven volvió la vista atrás durante un momento, lo justo para sentir lástima por todo el conocimiento que estaba a punto de quedar reducido a cenizas y asegurarse de que el cuerpo de la vampira se quemaba, ya no la volvería a ver más. Tras esto todos siguieron a Halliman, que los guió a través del pasadizo a paso ligero pero sin forzar a la bruja.
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Re: Vladimir el Inmortal [Quest] [Elen Calhoun y Huracán]
Cabo de una hora los tres cazadores y el shabbel estaban sentados en los restos de lo que antes (antes que llegasen los forasteros y los problemas que Nate Halliman baticinó) eran sillas. Toda la cabaña estaba hecha destruida. Wayne había tenido suerte al poder improvisar, con una tabla de metal y un par de viejos troncos de sacuce, una camilla con la cual acostar a Huracán. La chica necesitaba los reposo. Los cuatro, contando al fenilo, lo necesitaban. Si Wayne quiso prestar más atención de la requerida a Huracán fue por el mal aspecto de sus heridas. ¿Algo que no se podía ver podía tener mal aspecto? Jamás se planteó esa pregunta hasta aquel día. A medida que los minutos pasaban, el cuerpo de Huracán se agitaba involutariamente.
Scör entregó un trapo humedo a Wayne y éste se lo utilizó para limpiar el sudor de la frnete de Huracán. Tiempo después, el shabbel se sentó al lado de la chica y acarició con su cabeza la mano de la tensai de viento. Era igual que cuando Overholser encontró a su hermana en el bosque transformada. Scör se despidió de Kalla con exactamente con la misma caricia. Wayne no pudo evitar sentirse dolido y culpable ante tal recuerdo. Si no hubiera dejado que Kalla viajase sola Vladimir jamás la habría capturado. Y, más tarde, si él nunca hubiera capturado a Kalla convertida en vampira, la Puta y Vieja Dama jamás hubiera hecho a Lilith. Era por su culpa.
Cogió, con ambas manos, la otra mano de Huracán que no estaba ocupada por el shabbel. La paretó con suavidad y habló muy lentamente
-Hice todo lo que estaba en mi mano,-las lágrimas que no salieron el día que vio convertida a su hermana salieron ahora- pensé que era lo coreccto-.
-Todos nos equivocamos, viejo- contestó Jules.
-Algunos más que otros.- al cabo de un par de segundos- El pueblo más cercano está a dos horas a caballo. Si tenemos que hacer algo para ayudar a tu amiga, lo tendremos que hacer aquí y ahora-. Habló como si Huracán no estuviera presente y no pudiera escuchar nada de lo que el cazador decía.
-No te preocupes Waynito, “mi amiga” ha salido sana y salva de combates peores-.
Overholser se dio cuenta que el peculiar tono burlón de Jules cambió a uno ligeramente más serio. Al hablar, no desbió la mirada de Huracán ni un mísero instante. El cazador no sabía explicarlo pero le pareció que Jules estaba animando a su compañera y amiga. Wayne asintió y se cruzó los brazos. Nada de medicina. Huracán saldría sana y salva una vez más.
No señor. Por muy hermosa que sea la hembra yente que se volviera encontrar jamás volvería a seguir a las yentes. Las yentes traen problemas y números vijos. ¡Qué se lo pregunten a él! En su brazo-anca izquierda tenía un corte por el cual salía un montón de nerma. También salía nerma de la nariz y de una herida en el pecho. Haber salido del castillo subterráneo de Vladimir y luedo de la Capilla del Clavario fue un verdadero milagro, uno que los grandes números que tallaría los días venideros expresaría con alegría. ¡Pero este día había sido realmente malo! El día del nerma y el día de los números vijos. Del número más vijo que se pudiera inventar.
Hizo unos garabatos en el barro del bosque con la punta de su bastón, aquella que no estaba pintada la cara de su amigo que daba vida dibujándole runas arcanas, con la intención de probar alguna forma que le gustase para un nuevo número vijo; el peor de todos que marcaría ese día. Ninguna forma le gustó. Con un rápido movimiento con de pierna-anca borró lo que acababa de dibujar.
-Que la ira no se haga dueña de tu corazón- formuló el Clavario Callahan poniendo una mano sobre la cabeza del anuro.
Nate observó que había nerma en la cabeza del Clavario y también en su pecho; pero la segunda no era el nerma del humano. Era el mismo nerma que teñía las ropas de la hembra yente. El nerma de la vampira malvada que les echó todo un piso en llamas en la cabeza. ¡Eso sí que se merecía un buen número vijo! Solo por ensuciar a su amada yente era razón suficiente para inventarse otro número vijo.
Nate Halliman se fijó en Vladimir estaba con el yente dragón. Ninguno de los dos parecía afectarles nada de lo que había ocurrido. Ni las muertes, ni los hombres del metal ni el fuego… parecían estar acostumbrados a los números vijos. La hembra yente tenía el mismo semblante, pero en ella Nate solía podía ver una preciosa luz salvadora de vidas y de sapos.
-No lo he olvido amigo- dijo Nate mirando directamente a los dibujados de su bastón.
De su espalda sacó una mochila que había estado escondiendo durante todos los problemas de los yentes. En ella guardaba las runas con las que burlarse pintando a los vampiros salvajes encerrados en las jaulas de las habitaciones inferiores del castillo y dos regalos que había cogido para sus amadas, lástima que una de las dos hembras hubiera salido antes de que Nate pudiera darle nada.
-Yente Elen- se arrodilló como si fuera el amante de un poema- escuché que a las yentes os gustan las rosas y yo he cogido dos para ti- en realidad había cogido una rosa para cada hembra yente. Puso la rosa bañada en sangre que le había robado al cuerpo inmóvil de Asmodeo y otra limpia que le había robado a una de las sirvientas a los pies de Elen- y también tengo esto- puso después la máscara blanca de Asmodeo encima de las rosas. Nate Había pintado el contorno de los ojos de verde y los labios de amarillo para darle un tono más alegre y anfibio- así te acordarás siempre de mí-.
* Huracán: La batalla con Elen ha sido (muy épica) bastante dura. No has salida bien parada y las runas, en casi ningún momento, te han hecho evitar uno de los famosos ataques Calhoun. Es por eso que en los dos próximos temas que abras (o los próximos dos que estén cronológicamente después de está misión para no afectar a tu trama presente) no podrás utilizar tus piernas. Estarás invalida de cintura para abajo. En esos dos temas, Jules u Overholser te llevarán atada a un arnés en la espalda como si fueras un vulgar bebé. No todo es malo. Mira el lado positivo, Vladimir, al final, te ha librado de la marca que tanto te asediaba. “Las gallinas que entran por las que salen”.
10 de base + 15 de desarrollo = 25 Puntos de Experiencia
450 aeros
Kusari-gama
* Elen Calhoun: Ha estado bien. Has rescatado a Vladimir el inmortal y ganado su favor, matado a los vampiros salvajes , destruido la mansión que tanto problemas ha dado a los habitantes de Sacrestic Ville (tanto a vampiros como a humanos), matado a Lilith y peleado con tu mejor amiga. No creo que exista una maldición mayor que el haberte peleado con una amiga; no me atrevería a condenarte todavía más de lo que tú te has condenado. Aun así, en los próximos temas (los dejo a tu elección) te sentirás ligeramente más débil debido a las muchas heridas de éste día.
* Recompensas:
10 de base + 15 de desarrollo = 25 Puntos de Experiencia
450 aeros
Máscara de Asmodeo
* Ambos: Los puntos y los aeros ya han sido sumados directamente a tu perfil. La misión ha sido sumamente divertida y emocionante. Me atrevería a decir que las tres hemos disfrutado por igual de todos los grandes personajes que hemos creado junto a sus grandes historias. Ha sido realmente emocionante. Nuestros combates estarán en los anales de Aerandir. Nunca olvidaré la escena en que Jules acaba matando a E-VHA o como alister arrasa con sus llamas todo el anfiteatro. Fue impresionante. Aunque a mí, en lo perosnal, lo que más me ha gustado fue plasmar toda la misión desde la metáfora de la religión cristiana. Asmodeo es el nombre del demonio centrla del pecado de la lujuría. Lilith es el nombre de la primera mujer (antes de Eva). Y hablando de Eva, la primera madre, nosotros hemos tenido a E-VHA y a ADM-01 (Adan). Luego, también me enamoró Nate Halliman y Wayne Dane Overholser. Creo que son dos de los mejores personajes que he creado. Ahora me gustaría saber cúal es la vuestrañ Quiero que opinéis. Habladme de los personajes: quién os ha gustado más, quién os ha gustado menos. Habladme de los enemigos: ¿os han causado tantas pesadillas como a mí? Me encantaría que opináseiss y contra más cosas me digáis mejor. Esto, como ya habéis podido deducir, va más allá de puntos y recompensas. Lo que quiero saber va más allá y es eso es lo que os estoy pidiendo. [/justify]
Scör entregó un trapo humedo a Wayne y éste se lo utilizó para limpiar el sudor de la frnete de Huracán. Tiempo después, el shabbel se sentó al lado de la chica y acarició con su cabeza la mano de la tensai de viento. Era igual que cuando Overholser encontró a su hermana en el bosque transformada. Scör se despidió de Kalla con exactamente con la misma caricia. Wayne no pudo evitar sentirse dolido y culpable ante tal recuerdo. Si no hubiera dejado que Kalla viajase sola Vladimir jamás la habría capturado. Y, más tarde, si él nunca hubiera capturado a Kalla convertida en vampira, la Puta y Vieja Dama jamás hubiera hecho a Lilith. Era por su culpa.
Cogió, con ambas manos, la otra mano de Huracán que no estaba ocupada por el shabbel. La paretó con suavidad y habló muy lentamente
-Hice todo lo que estaba en mi mano,-las lágrimas que no salieron el día que vio convertida a su hermana salieron ahora- pensé que era lo coreccto-.
-Todos nos equivocamos, viejo- contestó Jules.
-Algunos más que otros.- al cabo de un par de segundos- El pueblo más cercano está a dos horas a caballo. Si tenemos que hacer algo para ayudar a tu amiga, lo tendremos que hacer aquí y ahora-. Habló como si Huracán no estuviera presente y no pudiera escuchar nada de lo que el cazador decía.
-No te preocupes Waynito, “mi amiga” ha salido sana y salva de combates peores-.
Overholser se dio cuenta que el peculiar tono burlón de Jules cambió a uno ligeramente más serio. Al hablar, no desbió la mirada de Huracán ni un mísero instante. El cazador no sabía explicarlo pero le pareció que Jules estaba animando a su compañera y amiga. Wayne asintió y se cruzó los brazos. Nada de medicina. Huracán saldría sana y salva una vez más.
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No señor. Por muy hermosa que sea la hembra yente que se volviera encontrar jamás volvería a seguir a las yentes. Las yentes traen problemas y números vijos. ¡Qué se lo pregunten a él! En su brazo-anca izquierda tenía un corte por el cual salía un montón de nerma. También salía nerma de la nariz y de una herida en el pecho. Haber salido del castillo subterráneo de Vladimir y luedo de la Capilla del Clavario fue un verdadero milagro, uno que los grandes números que tallaría los días venideros expresaría con alegría. ¡Pero este día había sido realmente malo! El día del nerma y el día de los números vijos. Del número más vijo que se pudiera inventar.
Hizo unos garabatos en el barro del bosque con la punta de su bastón, aquella que no estaba pintada la cara de su amigo que daba vida dibujándole runas arcanas, con la intención de probar alguna forma que le gustase para un nuevo número vijo; el peor de todos que marcaría ese día. Ninguna forma le gustó. Con un rápido movimiento con de pierna-anca borró lo que acababa de dibujar.
-Que la ira no se haga dueña de tu corazón- formuló el Clavario Callahan poniendo una mano sobre la cabeza del anuro.
Nate observó que había nerma en la cabeza del Clavario y también en su pecho; pero la segunda no era el nerma del humano. Era el mismo nerma que teñía las ropas de la hembra yente. El nerma de la vampira malvada que les echó todo un piso en llamas en la cabeza. ¡Eso sí que se merecía un buen número vijo! Solo por ensuciar a su amada yente era razón suficiente para inventarse otro número vijo.
Nate Halliman se fijó en Vladimir estaba con el yente dragón. Ninguno de los dos parecía afectarles nada de lo que había ocurrido. Ni las muertes, ni los hombres del metal ni el fuego… parecían estar acostumbrados a los números vijos. La hembra yente tenía el mismo semblante, pero en ella Nate solía podía ver una preciosa luz salvadora de vidas y de sapos.
-No lo he olvido amigo- dijo Nate mirando directamente a los dibujados de su bastón.
De su espalda sacó una mochila que había estado escondiendo durante todos los problemas de los yentes. En ella guardaba las runas con las que burlarse pintando a los vampiros salvajes encerrados en las jaulas de las habitaciones inferiores del castillo y dos regalos que había cogido para sus amadas, lástima que una de las dos hembras hubiera salido antes de que Nate pudiera darle nada.
-Yente Elen- se arrodilló como si fuera el amante de un poema- escuché que a las yentes os gustan las rosas y yo he cogido dos para ti- en realidad había cogido una rosa para cada hembra yente. Puso la rosa bañada en sangre que le había robado al cuerpo inmóvil de Asmodeo y otra limpia que le había robado a una de las sirvientas a los pies de Elen- y también tengo esto- puso después la máscara blanca de Asmodeo encima de las rosas. Nate Había pintado el contorno de los ojos de verde y los labios de amarillo para darle un tono más alegre y anfibio- así te acordarás siempre de mí-.
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* Huracán: La batalla con Elen ha sido (muy épica) bastante dura. No has salida bien parada y las runas, en casi ningún momento, te han hecho evitar uno de los famosos ataques Calhoun. Es por eso que en los dos próximos temas que abras (o los próximos dos que estén cronológicamente después de está misión para no afectar a tu trama presente) no podrás utilizar tus piernas. Estarás invalida de cintura para abajo. En esos dos temas, Jules u Overholser te llevarán atada a un arnés en la espalda como si fueras un vulgar bebé. No todo es malo. Mira el lado positivo, Vladimir, al final, te ha librado de la marca que tanto te asediaba. “Las gallinas que entran por las que salen”.
- arnés:
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10 de base + 15 de desarrollo = 25 Puntos de Experiencia
450 aeros
Kusari-gama
- Kusari-gama:
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Wayne Overholser pone a tu servicio todas las armas, las pocas que le quedan después de la primera batalla contra los vampiros, que posee. Entre ellas hay una (realmente dos iguales) que te llama especialmente la atención por lo extraño que parece. Se trata de un arma que el propio Wayne ha inventado. Es lo que parece: un cuchillo atado a una cuerda. Sirve tanto para golpes de mediocomo de corto alcance. Si lo combinas con tus poderes de viento, puede ser una verdadera maravilla. ¿No crees?
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Kawai <3
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Estas armas tienen una peculiar habilidad y es que son capaces de desamar con un único ataque a cualquier enemigo (user o npc) sin necesidad de lanzar la Voluntad de los Dioses. Esta habilidad la podrás realizar hasta tres veces. Después de esas tres veces, solo serán armas normales y corrientes.
* Elen Calhoun: Ha estado bien. Has rescatado a Vladimir el inmortal y ganado su favor, matado a los vampiros salvajes , destruido la mansión que tanto problemas ha dado a los habitantes de Sacrestic Ville (tanto a vampiros como a humanos), matado a Lilith y peleado con tu mejor amiga. No creo que exista una maldición mayor que el haberte peleado con una amiga; no me atrevería a condenarte todavía más de lo que tú te has condenado. Aun así, en los próximos temas (los dejo a tu elección) te sentirás ligeramente más débil debido a las muchas heridas de éste día.
* Recompensas:
10 de base + 15 de desarrollo = 25 Puntos de Experiencia
450 aeros
Máscara de Asmodeo
- Máscara de Asmodeo:
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Las runas que Nate Halliman ha dado ha este arma le han otorgado cierto poder especial. Cada vez que te pongas esta máscara podrás tomar la imagen de la persona que desees por tres turnos continuos de un mismo tema. Esta habilidad la podrás realizar en un máximo de tres temas. Luego de ello, la máscara carece de ningún poder a no ser que te encuentres otra vez con Nate Halliman y su amigo imaginario.
* Ambos: Los puntos y los aeros ya han sido sumados directamente a tu perfil. La misión ha sido sumamente divertida y emocionante. Me atrevería a decir que las tres hemos disfrutado por igual de todos los grandes personajes que hemos creado junto a sus grandes historias. Ha sido realmente emocionante. Nuestros combates estarán en los anales de Aerandir. Nunca olvidaré la escena en que Jules acaba matando a E-VHA o como alister arrasa con sus llamas todo el anfiteatro. Fue impresionante. Aunque a mí, en lo perosnal, lo que más me ha gustado fue plasmar toda la misión desde la metáfora de la religión cristiana. Asmodeo es el nombre del demonio centrla del pecado de la lujuría. Lilith es el nombre de la primera mujer (antes de Eva). Y hablando de Eva, la primera madre, nosotros hemos tenido a E-VHA y a ADM-01 (Adan). Luego, también me enamoró Nate Halliman y Wayne Dane Overholser. Creo que son dos de los mejores personajes que he creado. Ahora me gustaría saber cúal es la vuestrañ Quiero que opinéis. Habladme de los personajes: quién os ha gustado más, quién os ha gustado menos. Habladme de los enemigos: ¿os han causado tantas pesadillas como a mí? Me encantaría que opináseiss y contra más cosas me digáis mejor. Esto, como ya habéis podido deducir, va más allá de puntos y recompensas. Lo que quiero saber va más allá y es eso es lo que os estoy pidiendo. [/justify]
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