Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Con los muslos adormecidos de estar hincados sobre lo níveo voy centrándome en seguir aferrada a su nuca bañada en un ramal de hebras rojizas, un apoyo que me hace temblar cada vez que me alzo para caer estrepitosa sobre su miembro que ahonda hasta arrancarme un extenso gruñido. En cada caricia de fuego y deseo las yemas del bardo quedan impresas en una silueta voluptuosa, el tanteo sobre ambas piernas es sumamente exquisito, pero no roza lo fantástico como ocurre al arribar a unos costados sensitivos y presentarse afectivo en la estructura de unos pechos canelos, erizados por el frío y a falta de una predilección que los halague.
La calidez de cada vaho acompañado por el sonsonete de la voz ronca del elfo, ambos en mi oreja próxima a sus labios adictivos no es más que una provocación escarlata, como sus vaivenes y la manera en que hurga entre mis pliegues, haciéndome suya con un temblor en las entrañas y una insatisfacción que pide a gritos que no se detenga, que embista despacio fundida entre sus brazos, que nuestro aroma se convierta en uno sólo y nos detone en ambos rostros teñidos de gozo, uno que nos ahogue y nos convierta en fieras pasionales en medio de las pieles y la hoguera.
Presa sobre sus caderas y apegada a su torso voy oyéndole, quise responderle de inmediato pero su boca con esa maña que me vuelve loca, híbrida entre lo lascivo y terrenal birla las posibles defensas y fuerza a que me deje llevar, a que jadee en contra de sus labios ambrosía cuando nuestras lenguas juntas crean una física entre materias candentes. Será un infortunio ahora que mis fuerzas caen ante su crueldad, sin embargo al recobrar una mínima parte de aire y respirar con dificultad ensayo en mis adentros los términos que finalizarán siendo expedidos, las caricias en mi cuello por donde estoy sujetada me paralizan y con unos luceros endiablados le echo un vistazo.
Con el frenesí mezclado en besos ahusados, alargados por la vehemencia que nos ponemos el uno sobre el otro bebo de su aliento mentolado, los párpados los entreabro y cual adicción que produce estragos le sonrío. ─ Verás. ─ Musité exasperante, transformada en una sirena conspiradora llevaré su voluntad cual navío corsario a las profundidades de lo desconocido, ronroneé primero, dejándome acariciar hasta apartarle las manos y caer hacia adelante. ─ Eso de asolar a la gente... ─ Volví a reír, alcé las caderas en frente del trovador para sacarlo de mi interior y arremeter desde lo alto al yo misma hacer hueco suficiente para que su miembro encaje a la perfección donde más estrecha estoy. Ah, perfecto, la sensación me nubla al completo y rompe toda sensatez que detente pellizcándome los labios con una impudicia que acabará llevándome al éxtasis, la probabilidad de que me gusten más toscas las relaciones sexuales no es ningún secreto entre nosotros, y entre él que no se corta y yo que lo incito a que no suspenda los envites compareceremos sensoriales bajo las estrellas.
Trago saliva resecada, las manos las llevo hacia la nieve para así arquear la espalda y representativa de la malicia, separarme por fin de su regazo árido. ─ Es un pasatiempo fenomenal. ─ Respiro entrecortada, poniéndome a cuatro en frente suya. ─ Quiero que te arruines aquí, conmigo, esta noche. ─ Y será así, no tardará en sucumbir al cansancio o por consecuente desearme nuevamente, con el rostro ladeado lo contemplo impaciente. No es la mejor postura y la pierna herida intento mantenerla despegada de lo blanquecino, no quiero esperar ni un maldito segundo puesto que le necesito, y como era de esperar, no tardó mucho en encandilarme con su falo ardiente y despedazarme tanto, tantísimo que rugí devota en medio de la nada donde Iltharion se encargará de que no hayan descansos ni censuras.
La calidez de cada vaho acompañado por el sonsonete de la voz ronca del elfo, ambos en mi oreja próxima a sus labios adictivos no es más que una provocación escarlata, como sus vaivenes y la manera en que hurga entre mis pliegues, haciéndome suya con un temblor en las entrañas y una insatisfacción que pide a gritos que no se detenga, que embista despacio fundida entre sus brazos, que nuestro aroma se convierta en uno sólo y nos detone en ambos rostros teñidos de gozo, uno que nos ahogue y nos convierta en fieras pasionales en medio de las pieles y la hoguera.
Presa sobre sus caderas y apegada a su torso voy oyéndole, quise responderle de inmediato pero su boca con esa maña que me vuelve loca, híbrida entre lo lascivo y terrenal birla las posibles defensas y fuerza a que me deje llevar, a que jadee en contra de sus labios ambrosía cuando nuestras lenguas juntas crean una física entre materias candentes. Será un infortunio ahora que mis fuerzas caen ante su crueldad, sin embargo al recobrar una mínima parte de aire y respirar con dificultad ensayo en mis adentros los términos que finalizarán siendo expedidos, las caricias en mi cuello por donde estoy sujetada me paralizan y con unos luceros endiablados le echo un vistazo.
Con el frenesí mezclado en besos ahusados, alargados por la vehemencia que nos ponemos el uno sobre el otro bebo de su aliento mentolado, los párpados los entreabro y cual adicción que produce estragos le sonrío. ─ Verás. ─ Musité exasperante, transformada en una sirena conspiradora llevaré su voluntad cual navío corsario a las profundidades de lo desconocido, ronroneé primero, dejándome acariciar hasta apartarle las manos y caer hacia adelante. ─ Eso de asolar a la gente... ─ Volví a reír, alcé las caderas en frente del trovador para sacarlo de mi interior y arremeter desde lo alto al yo misma hacer hueco suficiente para que su miembro encaje a la perfección donde más estrecha estoy. Ah, perfecto, la sensación me nubla al completo y rompe toda sensatez que detente pellizcándome los labios con una impudicia que acabará llevándome al éxtasis, la probabilidad de que me gusten más toscas las relaciones sexuales no es ningún secreto entre nosotros, y entre él que no se corta y yo que lo incito a que no suspenda los envites compareceremos sensoriales bajo las estrellas.
Trago saliva resecada, las manos las llevo hacia la nieve para así arquear la espalda y representativa de la malicia, separarme por fin de su regazo árido. ─ Es un pasatiempo fenomenal. ─ Respiro entrecortada, poniéndome a cuatro en frente suya. ─ Quiero que te arruines aquí, conmigo, esta noche. ─ Y será así, no tardará en sucumbir al cansancio o por consecuente desearme nuevamente, con el rostro ladeado lo contemplo impaciente. No es la mejor postura y la pierna herida intento mantenerla despegada de lo blanquecino, no quiero esperar ni un maldito segundo puesto que le necesito, y como era de esperar, no tardó mucho en encandilarme con su falo ardiente y despedazarme tanto, tantísimo que rugí devota en medio de la nada donde Iltharion se encargará de que no hayan descansos ni censuras.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion perdía su propio aire, entremezclando su aliento, perdiéndose en los mullidos labios de su compañera, en los apasionados besos, a ratos suaves, casi dulces, justo antes de tornarse salvajes, y de pelear por apresarse mutuamente, por tironearse con los dientes, por volver a teñirse de ese sabor metálico y salado de la sangre, por el labio lastimado que poseía el trovador, cuya herida se reabria gracias a su fogosidad cada vez que lograba cerrarse.
Con un ademan travieso iltharion atrapaba entre los dientes el labio inferior de ella cuando hablaba, y embestía con mas rudeza para hacer que su voz templara, y que se le trabaran las palabras, conteniendo una risa casi infantil por semejante trastada. Ella en sus pausas le obsequiaba entonces con esos movimientos intensos y asfixiantes, que empujaban al trovador hacia ese acantilado de locura insano del que ella parecía dueña y adalid al mismo tiempo.
La forma felina en la que estiró las manos, y encorvó la cadera, esa invitación tácita de su cuerpo antes de llegar a acompañarla con su voz de sirena, hizo que el trovador se abalanzara casi al mismo tiempo a recuperar esa geografía voluptuosa que le estaba siendo arrebatada.
Se encorvó sobre el cuerpo de ella, dejando que el calor de su espalda siguiera asolando su pecho.
Las manos del músico treparon pro ese vientre moreno hasta hacer cumbre en los senos, los rodeo con los dedos, los bordeó con las yemas, los apretó entre la extensión de sus manos, y tironeó de ellos, pellizcandolos con los dedos ásperos por el cortante viento de invierno.
Iltharion la embistió, trabando las rodillas contra el suelo. Asedió con un vaivén frenético su sexo, violento y salvaje, plagado de ansia, y de fiereza, porque le tentaba su cuerpo, y le tentaba su tacto, y la voz dulce y picara con la que le dedicaba cada palabra. le enloquecía su aroma, y aquel carácter indómito que exhibía, así como la falta de pudor de saber lo que ansiaba y tomarlo de cualquier medio.
Por un instante recordó aquellas maldiciones de los dioses, y casi dudó si ella había puesto en su camino como una maldición o parte de su sino, pues el anciano trovador dudaba de si sería capaz de resistirse a la misma aunque esta lo atara con el deseo lejos del hambre y la sed, hasta que su cuerpo cansado fallara y el corazón se le detuviese exhausto, incapaz de seguir por mas tiempo aquel ritmo demente.
Si era o no era el caso, el trovador, casi desafiando a su misma suerte, la estriño mas sobre los dedos, arremetió con sus besos por la espalda y por el cuello, y acometió contra su sexo en un frenesí virulento que arrancaba de su garganta gemidos de gozo y denuedo.
Rozaba con desespero aquel momento de éxito, agarraba el pomo de sus puertas, y por haberlo alcanzado tantas veces aquella noche ahora le era privado, generando un empuje frustrado que lo llenaba de renovadas fuerzas.
Con un ademan travieso iltharion atrapaba entre los dientes el labio inferior de ella cuando hablaba, y embestía con mas rudeza para hacer que su voz templara, y que se le trabaran las palabras, conteniendo una risa casi infantil por semejante trastada. Ella en sus pausas le obsequiaba entonces con esos movimientos intensos y asfixiantes, que empujaban al trovador hacia ese acantilado de locura insano del que ella parecía dueña y adalid al mismo tiempo.
La forma felina en la que estiró las manos, y encorvó la cadera, esa invitación tácita de su cuerpo antes de llegar a acompañarla con su voz de sirena, hizo que el trovador se abalanzara casi al mismo tiempo a recuperar esa geografía voluptuosa que le estaba siendo arrebatada.
Se encorvó sobre el cuerpo de ella, dejando que el calor de su espalda siguiera asolando su pecho.
Las manos del músico treparon pro ese vientre moreno hasta hacer cumbre en los senos, los rodeo con los dedos, los bordeó con las yemas, los apretó entre la extensión de sus manos, y tironeó de ellos, pellizcandolos con los dedos ásperos por el cortante viento de invierno.
Iltharion la embistió, trabando las rodillas contra el suelo. Asedió con un vaivén frenético su sexo, violento y salvaje, plagado de ansia, y de fiereza, porque le tentaba su cuerpo, y le tentaba su tacto, y la voz dulce y picara con la que le dedicaba cada palabra. le enloquecía su aroma, y aquel carácter indómito que exhibía, así como la falta de pudor de saber lo que ansiaba y tomarlo de cualquier medio.
Por un instante recordó aquellas maldiciones de los dioses, y casi dudó si ella había puesto en su camino como una maldición o parte de su sino, pues el anciano trovador dudaba de si sería capaz de resistirse a la misma aunque esta lo atara con el deseo lejos del hambre y la sed, hasta que su cuerpo cansado fallara y el corazón se le detuviese exhausto, incapaz de seguir por mas tiempo aquel ritmo demente.
Si era o no era el caso, el trovador, casi desafiando a su misma suerte, la estriño mas sobre los dedos, arremetió con sus besos por la espalda y por el cuello, y acometió contra su sexo en un frenesí virulento que arrancaba de su garganta gemidos de gozo y denuedo.
Rozaba con desespero aquel momento de éxito, agarraba el pomo de sus puertas, y por haberlo alcanzado tantas veces aquella noche ahora le era privado, generando un empuje frustrado que lo llenaba de renovadas fuerzas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Abrí bien mis piernas y aguardé con un suplicio ostensible a que volviese a darme calor tanto interna como externamente, el trovador se zambulle con una ferocidad inmensa y de mis labios maltratados gemidos florecen como compensaciones a corto plazo, sus dedos impacientes acarician mi vientre bronceado y ascienden hasta jugar con los pezones endurecidos de una dermis susceptible a cualquier travesura que se le pase por la mente. Con cada pellizco provoca un estallido de humedad en ese lugar fogoso e insaciable como es mi punto favorito donde retorna incontables veces, presidiario de la estrechez y el cobijo que puedo ofrecerle cada vez que me embiste.
Mi pecho se derrite al ritmo de los ajustes despiadados que va cometiendo con sus dedos, hace frío y sin embargo estamos sudando así como dos fieras en celo que sucumben a los pecados terrenales, el cuerpo entero me tiembla en las rondas prolíferas de voracidad en contra de mis glúteos, adentrándose por donde bien me ha saboreado de incontables formas y donde ahora mismo puede palpar mi esencia. Con esa gran dosis de frenesí voy volviéndome atolondrada, cerré con fuerzas los párpados y traté con todas mis fuerzas controlar mis clamores embadurnados en placeres, cada bramido aumenta en cuanto el siguiente me emerge desde la garganta en un sin vivir donde hasta el aire me falta.
Como olas ávidas va reconociendo mi espalda moteada con sus carnosos labios y lengua experta, cada tanteo se torna inolvidable al notarlo impregnar mi piel, permitiéndome labrar una de esas fantasías en las que el destino nos vuelve a encontrar, esta vez sin impedimentos como sería una pierda herida y donde podamos darle rienda suelta a cada sueño frustrado e ingenio diabólico. Su nombre, Iltharion se funde en contra de los copos de nieve yacidos en el manto blanquecino, batalladora y con un espíritu recalcado mantengo ambos brazos rectos, lejos del gélido terreno aún cuando me desestabiliza con cada envite agresivo.
En la misma sinfonía de latidos surca cada trazo bramador al son de unas curvas embrujadas, cada caricia raudal e inmoral luchan por encontrar un hogar en mi desnudez, oleaje de lava supurante que me sacude con sólo rozarme de improvisto en los momentos donde no me reconozco, el candor de su miembro fundiéndose en contra del mío rellena cada hueco, produciendo sonidos impúdicos que estimulan a mi locura y optan porque sea suya desde los pies hasta la cintura, desde las caderas hasta un rostro encendido en un tono escarlata y al empape de las puntas de mis onduladas hebras que van moviéndose no sólo por la brisa, sino por el trajine que acarreamos sobre las pieles y la nieve.
No logro discernir su mirada ni averiguar si con ella me desea, cabizbaja me centro en el gozo que invade a mi sistema con un redoble sorpresivo de punzadas que se clavan al torno de mis entrañas, con una picardía propia sonrío para mi misma en cuanto unos calambres de pasión asienten a mis dos piernas, joder, atropellada por el libido y el sudor, por el grado de sus movimientos y el disponer de su cuerpo revertido en un desespero experimento lo bien que me gusta ser una mujer mala, esas que embaucan y consiguen siempre lo que gustan. En la mayor parte del encuentro sexual le dedico sonidos guturales, rezongues y por descuido a veces su nombre, redimida a que aunque la respiración me falte esto es lo que ansío, que con cada penetración me permita chillar, desearle aún más y que me devuelva la diversión que años atrás di por zanjada.
Mi pecho se derrite al ritmo de los ajustes despiadados que va cometiendo con sus dedos, hace frío y sin embargo estamos sudando así como dos fieras en celo que sucumben a los pecados terrenales, el cuerpo entero me tiembla en las rondas prolíferas de voracidad en contra de mis glúteos, adentrándose por donde bien me ha saboreado de incontables formas y donde ahora mismo puede palpar mi esencia. Con esa gran dosis de frenesí voy volviéndome atolondrada, cerré con fuerzas los párpados y traté con todas mis fuerzas controlar mis clamores embadurnados en placeres, cada bramido aumenta en cuanto el siguiente me emerge desde la garganta en un sin vivir donde hasta el aire me falta.
Como olas ávidas va reconociendo mi espalda moteada con sus carnosos labios y lengua experta, cada tanteo se torna inolvidable al notarlo impregnar mi piel, permitiéndome labrar una de esas fantasías en las que el destino nos vuelve a encontrar, esta vez sin impedimentos como sería una pierda herida y donde podamos darle rienda suelta a cada sueño frustrado e ingenio diabólico. Su nombre, Iltharion se funde en contra de los copos de nieve yacidos en el manto blanquecino, batalladora y con un espíritu recalcado mantengo ambos brazos rectos, lejos del gélido terreno aún cuando me desestabiliza con cada envite agresivo.
En la misma sinfonía de latidos surca cada trazo bramador al son de unas curvas embrujadas, cada caricia raudal e inmoral luchan por encontrar un hogar en mi desnudez, oleaje de lava supurante que me sacude con sólo rozarme de improvisto en los momentos donde no me reconozco, el candor de su miembro fundiéndose en contra del mío rellena cada hueco, produciendo sonidos impúdicos que estimulan a mi locura y optan porque sea suya desde los pies hasta la cintura, desde las caderas hasta un rostro encendido en un tono escarlata y al empape de las puntas de mis onduladas hebras que van moviéndose no sólo por la brisa, sino por el trajine que acarreamos sobre las pieles y la nieve.
No logro discernir su mirada ni averiguar si con ella me desea, cabizbaja me centro en el gozo que invade a mi sistema con un redoble sorpresivo de punzadas que se clavan al torno de mis entrañas, con una picardía propia sonrío para mi misma en cuanto unos calambres de pasión asienten a mis dos piernas, joder, atropellada por el libido y el sudor, por el grado de sus movimientos y el disponer de su cuerpo revertido en un desespero experimento lo bien que me gusta ser una mujer mala, esas que embaucan y consiguen siempre lo que gustan. En la mayor parte del encuentro sexual le dedico sonidos guturales, rezongues y por descuido a veces su nombre, redimida a que aunque la respiración me falte esto es lo que ansío, que con cada penetración me permita chillar, desearle aún más y que me devuelva la diversión que años atrás di por zanjada.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Cuando habían llegado a ese rincón casi mágico del bosque, que había mantenido un invierno tardío, y probablemente una de las ultimas nevadas de la temporada, la vida del bosque rebosaba aun en la penumbra de la noche.
Incluso en su primera charla, uno de esos habitantes tímidos y temerosos había osado ponerlos en alerta e interrumpir su peculiar, y nada discreto, cortejo.
Sin embargo, ahora ese como tantos otros que habían habitado en las inmediaciones habían huido bien lejos, temerosos de esos chillidos, de los rugidos de gozo que discurrían y resonaban en la noche y entre los arboles.
Arëannor se había quedado solo, sin nada que cazar o perseguir más allá de las hojas y ramas bajas de los arbustos, que la brisa nocturna mecía considerada para su deleite y entretenimiento, y mantenía al felino boca arriba sobre la nieve, entretenido con atravesar entre sus garras la foresta, en vez de incitarlo a volver a escalar el monte humano que conformaba su dueño con su compañera.
Por supuesto el trovador no era conocedor de su entorno, o no lo suficiente como para agradecer mentalmente a la naturaleza y la diosa fortuna por tenerle, una vez mas, en gracia y consideración.
Se hallaba completamente sumido, cuerpo y mente, en la muchacha de tez morena. Sacudido por los estertores de sus mutuos cuerpos, del abrazo que los unía, y de las corrientes de dicha y gozo, que emergían del más mínimo roce entre sus pieles, y culminaban en un epicentro enfermizo, delirante, en el punto mas candente.
Inquietas, las manos del trovador ansiaban asír para si mismas toda la carne. Navegaban codiciosas por las voluptuosas curvas, surcadas de penurias, y erizadas de placer, húmedas por la vesania a la que sometían el cuerpo, plagadas de besos y también de caricias dedicadas, que dejaban su marca allá donde alcanzaban a llegar sus dedos.
La postura cabizbaja alejaba tortuosamente los labios de turmalina de las ansias del trovador, quien por no poder calmar aquella urgencia, regaba de besos la nuca y los hombros de ella, y depositaba sobre la estrechez de su espalda, o el tamborileo frenético de su yugular aquel nombre que nadie usaba pero que ella le había obsequiado. La llamaba con deseo, con desespero y con devoción, "Eretria" entre los jadeos, los gruñidos e incluso los gemidos que arrancaban los envites, y la presión inmisericorde con la que ella dominaba su cuerpo.
El vaho blanquecino del contraste de la respiración de su cuerpo, rompía contra la tez de la joven y se difuminaba sobre el aire frío, que no llegaba a alcanzar su forma, como si fueran una especie de hoguera por si mismos,. Emanaban suficiente calor para no helarse, e impedir que el sudor que resbalaba por sus cuerpos se enfriara. La temperatura de sus propias entrañas abrasaba al trovador, lo asfixiaba, como si contuviera dentro del cuerpo un pequeño sol que lo consumía y crecía a medida que su mente se difuminaba, y su cuerpo se volvía esclavo de ese placer irrefrenable.
Incluso en su primera charla, uno de esos habitantes tímidos y temerosos había osado ponerlos en alerta e interrumpir su peculiar, y nada discreto, cortejo.
Sin embargo, ahora ese como tantos otros que habían habitado en las inmediaciones habían huido bien lejos, temerosos de esos chillidos, de los rugidos de gozo que discurrían y resonaban en la noche y entre los arboles.
Arëannor se había quedado solo, sin nada que cazar o perseguir más allá de las hojas y ramas bajas de los arbustos, que la brisa nocturna mecía considerada para su deleite y entretenimiento, y mantenía al felino boca arriba sobre la nieve, entretenido con atravesar entre sus garras la foresta, en vez de incitarlo a volver a escalar el monte humano que conformaba su dueño con su compañera.
Por supuesto el trovador no era conocedor de su entorno, o no lo suficiente como para agradecer mentalmente a la naturaleza y la diosa fortuna por tenerle, una vez mas, en gracia y consideración.
Se hallaba completamente sumido, cuerpo y mente, en la muchacha de tez morena. Sacudido por los estertores de sus mutuos cuerpos, del abrazo que los unía, y de las corrientes de dicha y gozo, que emergían del más mínimo roce entre sus pieles, y culminaban en un epicentro enfermizo, delirante, en el punto mas candente.
Inquietas, las manos del trovador ansiaban asír para si mismas toda la carne. Navegaban codiciosas por las voluptuosas curvas, surcadas de penurias, y erizadas de placer, húmedas por la vesania a la que sometían el cuerpo, plagadas de besos y también de caricias dedicadas, que dejaban su marca allá donde alcanzaban a llegar sus dedos.
La postura cabizbaja alejaba tortuosamente los labios de turmalina de las ansias del trovador, quien por no poder calmar aquella urgencia, regaba de besos la nuca y los hombros de ella, y depositaba sobre la estrechez de su espalda, o el tamborileo frenético de su yugular aquel nombre que nadie usaba pero que ella le había obsequiado. La llamaba con deseo, con desespero y con devoción, "Eretria" entre los jadeos, los gruñidos e incluso los gemidos que arrancaban los envites, y la presión inmisericorde con la que ella dominaba su cuerpo.
El vaho blanquecino del contraste de la respiración de su cuerpo, rompía contra la tez de la joven y se difuminaba sobre el aire frío, que no llegaba a alcanzar su forma, como si fueran una especie de hoguera por si mismos,. Emanaban suficiente calor para no helarse, e impedir que el sudor que resbalaba por sus cuerpos se enfriara. La temperatura de sus propias entrañas abrasaba al trovador, lo asfixiaba, como si contuviera dentro del cuerpo un pequeño sol que lo consumía y crecía a medida que su mente se difuminaba, y su cuerpo se volvía esclavo de ese placer irrefrenable.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Y yo le cuestiono a la noche si había visto alguna vez a dos cuerpos abrazarse sobre la misma piel, entrelazándose hasta acallar el desear que va enloqueciendo cada parte, puesto que mi cuerpo es casi suyo y el mío forma parte del trovador como si fuese fácil romper esta mentira que nos traemos, desfogados de tal manera que no habrá muerte que consienta meros centímetros de distancia, dermis sin recorrer y envites que obsequiar cada vez que me aferra de la cintura y mis labios comienzan a llamarle por vicio.
Inclinada bajo su imponente silueta el énfasis de querer besarle se apropia de mis acciones, de la voz espesa con la que rechisto en alto en esos segundos donde profundiza bravo y sin rellanos que me imposibilitan respirar. Con cada jadeo le vendo una locura formidable y es que he sido consumida por su aroma a menta y el tacto de unas caricias expertas que tantean mi nuca, hombros receptivos a cada uno de sus resoples ardorosos y el método con el que delinea cada fibra que arma a este caparazón con un nombre enigmático, uno que Illtharion conoce y emplea en la colisión de nuestra naturaleza impulsiva.
A mi espalda le oigo respirar agitado mientras que la mía se torna en una inhalación torpe, casi asfixiándome en todos esos dichosos deslices entre mis pliegues, una mirada fue suficiente tras ladear el rostro para observarle hambriento sobre mi piel tersa y cálida por sus bravatas. No es él ni yo soy yo, andamos en un trance donde mi ser y su ser realmente no existen, dominados por un paraíso seductor nuestros cuerpos actúan solos sin quien nos incumba ni nos arrebate la alegría bañada en disfrute.
─ Hnhg. ─ Entrecerré los párpados, apreté una gran cantidad de nieve entre mis palmas y arqueé la espalda. ─ Ilth... ─ No es que quisiese llamarle así, simplemente no pude continuar cuando uno de los embistes me tomó por sorpresa, estoy dolorida pero el placer sigue permaneciendo sobre los primeros síntomas, no obstante no dudaré mucho más a cuatro con la pierna herida. ─ Suéltame. ─ Le ordené con una actitud que no va acorde a cada uno de los jadeos que voy dedicándole.
Airosa agarré una de las manos del elfo que asían mi cadera con vehemencia, apartándola para poder voltearme y al fin, respirar gran cantidad de aire en ese momento que me dediqué para mi misma. Irremediable tomé asiento por meros segundos, nada alargado pues tras apiadarme de un esfuerzo que valdrá la pena en los siguientes acontecimientos rodeo su cuello con los brazos. En su boca inspiro hasta tomar su labio inferior como víctima, primero una de mis piernas le rodea la cadera y a continuación la herida, quejica, siseo en su boca, rodeándole hasta quedar sobre sus muslos donde sin cuidado ni esperas vuelvo a engullirlo en mis adentros.
No aguardé a que comenzase a mover la cintura, directamente lo hice yo en dicha postura sobre el cuerpo agotado de mi acompañante, el sudor nos irriga y en su boca encuentro el refugio contra esta tormenta de sensaciones y satisfacción. Cada beso me hipnotiza y provocan una excitación que transmite fuego no sólo a mi boca, sino a cada zona que el bardo moldea con las yemas, signa e inclusive aprieta con tal de sujetarme encima suya y no decaiga. Al son de ambas caderas refulgentes y quebrantada por los mordiscos entre nuestros labios ávidos y al trayecto de unas lenguas demasiado inquietas continuaremos hasta perecer.
Próxima le observo con ambos pechos sobre su torso, los latidos del trovador se incrementan cada vez que tiro de su cabello hacia atrás, los besos ya no me sacian pero sí el lienzo tan marcado como lo es su cuello, con ayuda de la punta de mi lengua voy humedeciendo cada una de las marcas que he ido profiriendo en las antiguas reyertas, por alguna razón me siento dominada, su tez es tan fresca y delicada pero a la vez tan fuerte como para que no me resista a la tentación de seguir succionándole, me moría por sentirlo así, bajo mis colmillos y estas fauces que no hacen más que perjudicarlo con sumo libido.
La glacial brisa que sopla a nuestra sombra siente recelo de no poder enfriarnos, ¿cómo podría? No lo hará no, al menos hasta que lleguemos a la cumbre del nirvana donde pronto estaremos, con las piernas envolviendo la cintura del bardo y con los brazos apoyados en sus hombros asciendo por un cuello que ya he hecho mío, mi siguiente objetivo es una de sus orejas donde sonrío intrépida. ─ Sólo déjalo salir. ─ Con un runrún malicioso pero también pícaro recité con total sinceridad lo que pienso y lo que mi cuerpo codicia cercana a esa oreja de la cual me ocupo de lamer, pellizcar y donde le proveo un encadenamiento de resuellos y plañidos célicos.
Inclinada bajo su imponente silueta el énfasis de querer besarle se apropia de mis acciones, de la voz espesa con la que rechisto en alto en esos segundos donde profundiza bravo y sin rellanos que me imposibilitan respirar. Con cada jadeo le vendo una locura formidable y es que he sido consumida por su aroma a menta y el tacto de unas caricias expertas que tantean mi nuca, hombros receptivos a cada uno de sus resoples ardorosos y el método con el que delinea cada fibra que arma a este caparazón con un nombre enigmático, uno que Illtharion conoce y emplea en la colisión de nuestra naturaleza impulsiva.
A mi espalda le oigo respirar agitado mientras que la mía se torna en una inhalación torpe, casi asfixiándome en todos esos dichosos deslices entre mis pliegues, una mirada fue suficiente tras ladear el rostro para observarle hambriento sobre mi piel tersa y cálida por sus bravatas. No es él ni yo soy yo, andamos en un trance donde mi ser y su ser realmente no existen, dominados por un paraíso seductor nuestros cuerpos actúan solos sin quien nos incumba ni nos arrebate la alegría bañada en disfrute.
─ Hnhg. ─ Entrecerré los párpados, apreté una gran cantidad de nieve entre mis palmas y arqueé la espalda. ─ Ilth... ─ No es que quisiese llamarle así, simplemente no pude continuar cuando uno de los embistes me tomó por sorpresa, estoy dolorida pero el placer sigue permaneciendo sobre los primeros síntomas, no obstante no dudaré mucho más a cuatro con la pierna herida. ─ Suéltame. ─ Le ordené con una actitud que no va acorde a cada uno de los jadeos que voy dedicándole.
Airosa agarré una de las manos del elfo que asían mi cadera con vehemencia, apartándola para poder voltearme y al fin, respirar gran cantidad de aire en ese momento que me dediqué para mi misma. Irremediable tomé asiento por meros segundos, nada alargado pues tras apiadarme de un esfuerzo que valdrá la pena en los siguientes acontecimientos rodeo su cuello con los brazos. En su boca inspiro hasta tomar su labio inferior como víctima, primero una de mis piernas le rodea la cadera y a continuación la herida, quejica, siseo en su boca, rodeándole hasta quedar sobre sus muslos donde sin cuidado ni esperas vuelvo a engullirlo en mis adentros.
No aguardé a que comenzase a mover la cintura, directamente lo hice yo en dicha postura sobre el cuerpo agotado de mi acompañante, el sudor nos irriga y en su boca encuentro el refugio contra esta tormenta de sensaciones y satisfacción. Cada beso me hipnotiza y provocan una excitación que transmite fuego no sólo a mi boca, sino a cada zona que el bardo moldea con las yemas, signa e inclusive aprieta con tal de sujetarme encima suya y no decaiga. Al son de ambas caderas refulgentes y quebrantada por los mordiscos entre nuestros labios ávidos y al trayecto de unas lenguas demasiado inquietas continuaremos hasta perecer.
Próxima le observo con ambos pechos sobre su torso, los latidos del trovador se incrementan cada vez que tiro de su cabello hacia atrás, los besos ya no me sacian pero sí el lienzo tan marcado como lo es su cuello, con ayuda de la punta de mi lengua voy humedeciendo cada una de las marcas que he ido profiriendo en las antiguas reyertas, por alguna razón me siento dominada, su tez es tan fresca y delicada pero a la vez tan fuerte como para que no me resista a la tentación de seguir succionándole, me moría por sentirlo así, bajo mis colmillos y estas fauces que no hacen más que perjudicarlo con sumo libido.
La glacial brisa que sopla a nuestra sombra siente recelo de no poder enfriarnos, ¿cómo podría? No lo hará no, al menos hasta que lleguemos a la cumbre del nirvana donde pronto estaremos, con las piernas envolviendo la cintura del bardo y con los brazos apoyados en sus hombros asciendo por un cuello que ya he hecho mío, mi siguiente objetivo es una de sus orejas donde sonrío intrépida. ─ Sólo déjalo salir. ─ Con un runrún malicioso pero también pícaro recité con total sinceridad lo que pienso y lo que mi cuerpo codicia cercana a esa oreja de la cual me ocupo de lamer, pellizcar y donde le proveo un encadenamiento de resuellos y plañidos célicos.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El trovador, perdido y encantado con la propia condena, que lo consumía con la misma ferocidad impalcable con la que lo encandilaba cual sirena, sintió ese baldazo de agua fría una vez mas cuando la voz, quebrada de placer y jadeos de su compañera, dejó de llamarle para ordenarle algo que parecía tan contrario a su abandono mutuo, a la continuidad de esa insana devoción que se profesaban, que parecía casi un crimen contra el orden natural de las cosas.
Iltharion aun así,y no pudiendo contener un quejido de fastidio, hizo acopio de la poca cordura que perduraba, encerrada en un recondido lugar de su mente, para soltar la cadera de la muchacha como decía. Podía ser un embaucador, un mentiroso y un cazador, asesino, ladrón y crápula, pero no era un abusador.
La mirada del trovador, afila, y sin perder ese frenesí animal, escrutaba con claro reclamo a la mujer que provocaba aquel frenesí y los tantos otros que se veía obligado a contener y controlar mientras ella tomaba un respiro, en pro de la integridad de ella, y en perjurio de la de el, pues a cada pequeña brizna de locura que se disipaba, el dolor de su cuerpo maltratado por el vicio, y extenuado por aquella ninfa salvaje, se hacía notar un poco mas.
El reclamo de la mirada del elfo aflojó cuando los tostados brazos de su amante rodearon su cuello, como si aquella promesa de nuevo contacto aplacara la ira y el recelo que el abandono había dejado, pese a haber durado solo unos instantes.
Poder refugiarse en sus labios aplacó lo punzante de sus ojos celestinos, que volvieron a empezar a ser conquistados por el deseo, mientras que correspondía a aquel beso, y enredaba con ansia y pasión sus labios, pues el reclamo de antes, la ambición de recorrerlos una vez mas, ahogar su nombre contra ellos y aplacar los gemidos que se provocaban no había desaparecido, como tampoco el apetito que encarnaba la elfa.
Un gruñido de alivio emergió sonoramente cuando se zambullo en los adentros de la joven una vez mas, y su brazo le rodeó la cintura casi al instante para pegarla a su cuerpo, y asirla al lugar. Pese a que una sola palabra era suficiente como para que la soltara, de algún modo irracional tenía la necesidad de sostenerla, y el falso sentimiento de seguridad de que aquello la mantendría contra su cuerpo y moldearía su voluntad en ese propósito.
Iltharion se amoldó rápidamente al ritmo de ella, negándose a estarse completamente quieto, como si el hechizo de sus caricias y sus labios fuera mas poderoso que toda precaución o comando al respecto. Las diestras manos del mismo retomaron su camino, surcaron las voluptuosas curvas y conquistaron cada palmo de piel erizada, dejaron su huella implacable, y retorcieron bajo su presión y sus caricias las constelaciones del placer que quedaban ocultas bajo la morena tez, y sus miles de marcas.
El vórtice de regocijo y vesania, ese huracán de voluptuoso placer carnal en el que se barría su consciencia y retorcía su cuerpo, tensándolo y erizandolo de muchas formas, volvió a dominar el ser.
La asfixia era implacable, no solo la de los gemidos y gruñidos, que expulsaban el aire de sus pulmones sin permitirle apenas tomar un poco para llenarlos de nuevo. O sus torsos entre los que apenas había espacio, y que frutaban sus pieles sin candor alguno mientras se embestían mutuamente. Sobre todo, y mas que nada, reinaba aquella presión rigurosa y delirante sobre su miembro, que coronaba cada caricia, cada mordisco, y los insidiosos susurros que ella ahogaba contra su oreja.
Iltharion creció todo lo que le permitía su cuerpo, palpitó con un vigor virulento, como si su cuerpo quisiera echar el alma con tal de lograr aplacar al elfo. Sus manos detuvieron su cruzada para rodear a la joven, y aferrar con una de ellas su cadera para que no fuera capaz de poner distancia entre ambos seres. Los labios entreabiertos del trovador emitieron un rugido sordo, y quedaron en aquella postura unos segundos, incapaz de tomar el aire, formulando en silencio el nombre de su victima y verdugo, mientras su cuerpo se sacudía por los estertores de un clímax apoteosico que succionaba el resto de sus fuerzas.
Iltharion aun así,y no pudiendo contener un quejido de fastidio, hizo acopio de la poca cordura que perduraba, encerrada en un recondido lugar de su mente, para soltar la cadera de la muchacha como decía. Podía ser un embaucador, un mentiroso y un cazador, asesino, ladrón y crápula, pero no era un abusador.
La mirada del trovador, afila, y sin perder ese frenesí animal, escrutaba con claro reclamo a la mujer que provocaba aquel frenesí y los tantos otros que se veía obligado a contener y controlar mientras ella tomaba un respiro, en pro de la integridad de ella, y en perjurio de la de el, pues a cada pequeña brizna de locura que se disipaba, el dolor de su cuerpo maltratado por el vicio, y extenuado por aquella ninfa salvaje, se hacía notar un poco mas.
El reclamo de la mirada del elfo aflojó cuando los tostados brazos de su amante rodearon su cuello, como si aquella promesa de nuevo contacto aplacara la ira y el recelo que el abandono había dejado, pese a haber durado solo unos instantes.
Poder refugiarse en sus labios aplacó lo punzante de sus ojos celestinos, que volvieron a empezar a ser conquistados por el deseo, mientras que correspondía a aquel beso, y enredaba con ansia y pasión sus labios, pues el reclamo de antes, la ambición de recorrerlos una vez mas, ahogar su nombre contra ellos y aplacar los gemidos que se provocaban no había desaparecido, como tampoco el apetito que encarnaba la elfa.
Un gruñido de alivio emergió sonoramente cuando se zambullo en los adentros de la joven una vez mas, y su brazo le rodeó la cintura casi al instante para pegarla a su cuerpo, y asirla al lugar. Pese a que una sola palabra era suficiente como para que la soltara, de algún modo irracional tenía la necesidad de sostenerla, y el falso sentimiento de seguridad de que aquello la mantendría contra su cuerpo y moldearía su voluntad en ese propósito.
Iltharion se amoldó rápidamente al ritmo de ella, negándose a estarse completamente quieto, como si el hechizo de sus caricias y sus labios fuera mas poderoso que toda precaución o comando al respecto. Las diestras manos del mismo retomaron su camino, surcaron las voluptuosas curvas y conquistaron cada palmo de piel erizada, dejaron su huella implacable, y retorcieron bajo su presión y sus caricias las constelaciones del placer que quedaban ocultas bajo la morena tez, y sus miles de marcas.
El vórtice de regocijo y vesania, ese huracán de voluptuoso placer carnal en el que se barría su consciencia y retorcía su cuerpo, tensándolo y erizandolo de muchas formas, volvió a dominar el ser.
La asfixia era implacable, no solo la de los gemidos y gruñidos, que expulsaban el aire de sus pulmones sin permitirle apenas tomar un poco para llenarlos de nuevo. O sus torsos entre los que apenas había espacio, y que frutaban sus pieles sin candor alguno mientras se embestían mutuamente. Sobre todo, y mas que nada, reinaba aquella presión rigurosa y delirante sobre su miembro, que coronaba cada caricia, cada mordisco, y los insidiosos susurros que ella ahogaba contra su oreja.
Iltharion creció todo lo que le permitía su cuerpo, palpitó con un vigor virulento, como si su cuerpo quisiera echar el alma con tal de lograr aplacar al elfo. Sus manos detuvieron su cruzada para rodear a la joven, y aferrar con una de ellas su cadera para que no fuera capaz de poner distancia entre ambos seres. Los labios entreabiertos del trovador emitieron un rugido sordo, y quedaron en aquella postura unos segundos, incapaz de tomar el aire, formulando en silencio el nombre de su victima y verdugo, mientras su cuerpo se sacudía por los estertores de un clímax apoteosico que succionaba el resto de sus fuerzas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Cada detallada curva al sensual verdor del bosque, bajo los rayos metálicos de la luna y con esa pincelada resbaladiza que al son de las estrellas refulge sin recatos para formar una geografía de caderas aunadas, una en contra de la otra son movidas por los hilos de la vesania. Sin modestias y orgullosa saboreo el reproche del trovador, el brillo en sus luceros distinguidos me conmueve en el momento en el que le dejo ir para volver a encadenarlo a mis deseos más oscuros. En este sabroso deambular a través de su boca mentolada oculto en mi interior la fugaz sensación de sonreír tirana, a pesar del cansancio es incapaz de rechazar mis encantos y la manera en la que lo tengo atado.
Aferrado a mi cintura le permito dominarme con cada estocada, cada bote proferido sobre su regazo aún cuando embriagada en el deseo, sigue pareciéndome poco, más, se ha convertido en una cadena de sexo y delirios fantásticos, más, involucrada en un ritmo insano y sin notas acompasadas donde volver a ser simples elfos y no presas de lo exquisito trato de respirar como si mi vida dependiese de ello, que así es. Enrojecida por el esfuerzo y al son de la melodía producida debido a su miembro abrirse paso entre mis pliegues rezongo en los labios del bardo, cada vez que se desliza dentro mía el fuego se aviva y mi cuerpo se contrae hasta tensar los músculos, dejar de sentir dolor y abrirle paso al placer que durante la noche, él no me ha negado.
La provocación en su oreja no pasó desapercibida y me lo aclaró con un rugido que me aceleró el corazón, aferrada a sus hombros aparté gran cantidad de su cascada rojiza y dejé una buena porción de piel al descubierto. Besé su cuello, descendí por el trazo combado y sobre su hombro despejado utilicé la lengua como preludio de un vestigio de pellizcos, alguna que otra mordida y por consecuente besos que calmasen la desazón de las recientes etiquetas en su dermis, una que llevará mi nombre en cada párrafo que lo confecciona.
Iltharion por instinto carnal me apegó a su torso, no le puse pegas puesto que disfruto toda cercanía que se nos permita, a sus labios los voy atesorando con la calidez de los míos bien sujeta a su cuello, las piernas a su espalda las entrelazo para que sea más fácil el mantenerme aupada. Siguiendo con estos calores que me ciegan, que nos ciegan no volví a llamarle, me limité a grabar en mi memoria cada rebelión, cada caricia y cada beso con toda índole de sollozos y jadeos sofocantes. Saturada y sin atenerme de ninguna manera al final dejé caer mi cabeza hacia atrás, arqueé la espalda y lo sentí dentro mía, no respiro y ahogada por estos caprichos me permití volar unos segundos.
En un exhalo largo y de placer, con la satisfacción impresa en mi rostro entrecierro los párpados, encima de su cuerpo retiemblo tras el elfo socavar en mis entrañas que ígneas como la arena del desierto van derritiendo cada fortaleza. Condenada a las contorsiones de mi agitado ser apresuro a apoyar mi cabeza en su torso, la necesidad que se volvió imperiosa por fin se ha divisado después de haberse cumplido nuestros designios. El pecho desbocado seguirá así por un tiempo, aunque ahora más tranquila alzo nuevamente mi semblante, observándole próxima, con atención acaricio sus mejillas, agachándole para apoyar mi nariz en contra de la suya. ─ Menudo postre. ─ Susurré bromista con una sonrisa menguante, el aire no me sobra pero sus labios son tan apetecibles que seguí con mi rostro cerca del suyo, sin decir nada más.
Aferrado a mi cintura le permito dominarme con cada estocada, cada bote proferido sobre su regazo aún cuando embriagada en el deseo, sigue pareciéndome poco, más, se ha convertido en una cadena de sexo y delirios fantásticos, más, involucrada en un ritmo insano y sin notas acompasadas donde volver a ser simples elfos y no presas de lo exquisito trato de respirar como si mi vida dependiese de ello, que así es. Enrojecida por el esfuerzo y al son de la melodía producida debido a su miembro abrirse paso entre mis pliegues rezongo en los labios del bardo, cada vez que se desliza dentro mía el fuego se aviva y mi cuerpo se contrae hasta tensar los músculos, dejar de sentir dolor y abrirle paso al placer que durante la noche, él no me ha negado.
La provocación en su oreja no pasó desapercibida y me lo aclaró con un rugido que me aceleró el corazón, aferrada a sus hombros aparté gran cantidad de su cascada rojiza y dejé una buena porción de piel al descubierto. Besé su cuello, descendí por el trazo combado y sobre su hombro despejado utilicé la lengua como preludio de un vestigio de pellizcos, alguna que otra mordida y por consecuente besos que calmasen la desazón de las recientes etiquetas en su dermis, una que llevará mi nombre en cada párrafo que lo confecciona.
Iltharion por instinto carnal me apegó a su torso, no le puse pegas puesto que disfruto toda cercanía que se nos permita, a sus labios los voy atesorando con la calidez de los míos bien sujeta a su cuello, las piernas a su espalda las entrelazo para que sea más fácil el mantenerme aupada. Siguiendo con estos calores que me ciegan, que nos ciegan no volví a llamarle, me limité a grabar en mi memoria cada rebelión, cada caricia y cada beso con toda índole de sollozos y jadeos sofocantes. Saturada y sin atenerme de ninguna manera al final dejé caer mi cabeza hacia atrás, arqueé la espalda y lo sentí dentro mía, no respiro y ahogada por estos caprichos me permití volar unos segundos.
En un exhalo largo y de placer, con la satisfacción impresa en mi rostro entrecierro los párpados, encima de su cuerpo retiemblo tras el elfo socavar en mis entrañas que ígneas como la arena del desierto van derritiendo cada fortaleza. Condenada a las contorsiones de mi agitado ser apresuro a apoyar mi cabeza en su torso, la necesidad que se volvió imperiosa por fin se ha divisado después de haberse cumplido nuestros designios. El pecho desbocado seguirá así por un tiempo, aunque ahora más tranquila alzo nuevamente mi semblante, observándole próxima, con atención acaricio sus mejillas, agachándole para apoyar mi nariz en contra de la suya. ─ Menudo postre. ─ Susurré bromista con una sonrisa menguante, el aire no me sobra pero sus labios son tan apetecibles que seguí con mi rostro cerca del suyo, sin decir nada más.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion tomó una gran bocanada de aire, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa sin cerrarse, no queriendo impedir a sus pulmones el llenarse, y que emitieron sin embargo, nada mas hincharse, una distendida carcajada de alivio, placer, y de ese júbilo sosegado que dejaba tras de si el placer de la carne.
En la piel aun tenía la huella de aquellas voluptuosas curvas, que mantenía prisionero entre sus brazos, estremecerse contra su torso, y el eco de la presión delirante y deliciosa que aun palpitaba de forma discordante sobre su sexo oculto en las entrañas de ella.
El vacío de haber soltado hasta lo mas recóndido de su esencia, dejaba una extraña sensación, una ligera molestia en las joyas de su legado que era mas que soportable, y un módico precio para lo que había comprado con ello.
lentamente, y con el cuerpo encarcarado por la tensión y el esfuerzo, con cada musculo fiblando con un dolor y una extenuación que se hacían mas presentes a cada segundo que pasaba, Iltharion alzó uno de sus brazos, y liberó de mechones castaños, el rostro de la muchacha al que se pegaban por el sudor que cubría su piel.
-Oh, soy un buen cocinero.-Logró formular con ese tono bromista, lleno de un genuino buen humor, entre las respiraciones pesadas y aun exaltadas del bardo.
Si antes había podido pasar desapercibido, ahora era mas que notorio que al trovador le costaba recomponerse, su respiración parecía no querer volver a su cauce, su pulso seguía disparado, y lo enrojecido de su rostro desaparecía con una lentitud inusitada.
Por lo menos la brisa fría empezaba a paliar el rango en el que el cuerpo del elfo emanaba calor, y pronto volvería a acariciar su piel para calmar el sofoco, pero no aún.
Nada alteraba sin embargo la calma de su mirada, ni de su sonrisa distendida, o no temía por su salud, o estaba claramente acostumbrado a los despropósitos de su propio cuerpo, y los conocía lo bastante como para no alarmarse.
En esa cercanía entre sus rostros el trovador aprovechó para robarle un par de besos suaves ala muchacha, no por un afecto profundo, ni tampoco por pasión, eran unos besos mas calmos, fruto de esa peculiar confianza y complicidad que se había formado entre ambos, y que respondían simple y llanamente a que le agradaba el tacto, la forma y el sabor de sus labios.
-Creo que aceptaré tu invitación a quedarme a dormir.-Cedió finalmente el bardo, consciente de que no sería capaz de caminar una legua ni aunque le persiguiera una manada de lobos.-Dentro de un rato.-Añadio, dejando en claro que no iba a desfallecer cual doncella, ni a girarse para ponerse a roncar como una marsopa como los ajados maridos de sus asiduas amantes.
Sin dejar de abrazarla por la cintura con una de sus extremidades, alargó la otra comprobando que la piel estaba bien extendida debajo y atrás suyo, para luego dejarse caer de espaldas, de modo de quedar de colchón de la chica, pero poder descansar al mismo tiempo. Entonces su brazo quedó lacio, cruzando la parte baja de la espalda de ella, permitiendole quedarse en el sitio y extender la pierna o levantarse, lo que gustase.
En la piel aun tenía la huella de aquellas voluptuosas curvas, que mantenía prisionero entre sus brazos, estremecerse contra su torso, y el eco de la presión delirante y deliciosa que aun palpitaba de forma discordante sobre su sexo oculto en las entrañas de ella.
El vacío de haber soltado hasta lo mas recóndido de su esencia, dejaba una extraña sensación, una ligera molestia en las joyas de su legado que era mas que soportable, y un módico precio para lo que había comprado con ello.
lentamente, y con el cuerpo encarcarado por la tensión y el esfuerzo, con cada musculo fiblando con un dolor y una extenuación que se hacían mas presentes a cada segundo que pasaba, Iltharion alzó uno de sus brazos, y liberó de mechones castaños, el rostro de la muchacha al que se pegaban por el sudor que cubría su piel.
-Oh, soy un buen cocinero.-Logró formular con ese tono bromista, lleno de un genuino buen humor, entre las respiraciones pesadas y aun exaltadas del bardo.
Si antes había podido pasar desapercibido, ahora era mas que notorio que al trovador le costaba recomponerse, su respiración parecía no querer volver a su cauce, su pulso seguía disparado, y lo enrojecido de su rostro desaparecía con una lentitud inusitada.
Por lo menos la brisa fría empezaba a paliar el rango en el que el cuerpo del elfo emanaba calor, y pronto volvería a acariciar su piel para calmar el sofoco, pero no aún.
Nada alteraba sin embargo la calma de su mirada, ni de su sonrisa distendida, o no temía por su salud, o estaba claramente acostumbrado a los despropósitos de su propio cuerpo, y los conocía lo bastante como para no alarmarse.
En esa cercanía entre sus rostros el trovador aprovechó para robarle un par de besos suaves ala muchacha, no por un afecto profundo, ni tampoco por pasión, eran unos besos mas calmos, fruto de esa peculiar confianza y complicidad que se había formado entre ambos, y que respondían simple y llanamente a que le agradaba el tacto, la forma y el sabor de sus labios.
-Creo que aceptaré tu invitación a quedarme a dormir.-Cedió finalmente el bardo, consciente de que no sería capaz de caminar una legua ni aunque le persiguiera una manada de lobos.-Dentro de un rato.-Añadio, dejando en claro que no iba a desfallecer cual doncella, ni a girarse para ponerse a roncar como una marsopa como los ajados maridos de sus asiduas amantes.
Sin dejar de abrazarla por la cintura con una de sus extremidades, alargó la otra comprobando que la piel estaba bien extendida debajo y atrás suyo, para luego dejarse caer de espaldas, de modo de quedar de colchón de la chica, pero poder descansar al mismo tiempo. Entonces su brazo quedó lacio, cruzando la parte baja de la espalda de ella, permitiendole quedarse en el sitio y extender la pierna o levantarse, lo que gustase.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Liberados por fin de cualquier sensación a medias de concluir, sonrío en frente de sus facciones enrojecidas por el denuedo y el sofoco incontable ronda tras ronda, insaciables. La voz del trovador ensortijada por ápices broncos y la sequedad de una garganta afrentada, sonido gutural seguido de otros gruñidos vitoreados le han rutilado en frente mía y nada me satisface tanto como ser la asociada en dicha confluencia, no sé sus desvelos ni crearemos promesas, nos basta con disfrutar a expensas de una cercana despedida.
Los labios del cobrizo encuentran los míos y al principio los eludí por puro placer, quizá por quisquillosa y juguetona hasta que sin remedio fuimos besándonos con templanza, no son los mejores pero el regusto que dejan no está mal, cálidos y especuladores al final consiguen apaciguar un océano tildado en embravecidas olas, arribando la calma aparente que necesitamos desde hace buen rato. ─ Oh. ─ Murmuré. ─ ¿Tan cansado estás? Y yo que quería repetir. ─ Cercana a ese hálito mentolado reí maliciosa, el cansancio no nos permitirá seguir y para ser certera, yo también estoy agotada. ─ Pero bueno, te dejaré el lecho para que descanses en un rato. ─ "Descanses" Me fascina su manera de dominarme pero sigo sin conocerle lo suficiente y no le diré que me portaré bien, nunca lo hago e Iltharion ya es conocedor de este demonio que aún trae encima de su regazo.
Los mechones avivados por una tonalidad que envidio destilan desde sus hombros, cayendo por su espalda lastimada, parcialmente desordenadas percibo la humedad que las apega a la piel del trovador como si formasen parte de la susodicha, mis dedos impacientes recogen un buen ramal de hebras lisas con tal de apartarlas, la extensión de mi pecho en contra del suyo reflejan la aparición de unos latidos que van mitigando la velocidad en cuestión de minutos, es obligatorio hallar el punto donde volvamos a recobrar una respiración corriente y nuestros cuerpos se asemejen a un estado apacible después de cada una de las reyertas antañas.
Adecuada al asiento sobre sus muslos voy retorciéndome sin embrujo que apacigüe los malestares ni esas intenciones exquisitas con las cuales me acribillaba anteriormente, nada, el reposo será una condena por adelantado de cada uno de esos trazos carmesíes y morados que en su momento no pensé en si le convendría o si le haría daño, porque en el dolor también se encuentra el regocijo y juntos, lo hemos experimentado. En su mirada dispar abdico, me ha ganado esta noche y aferrada a su cuerpo chasqueo con la lengua, sin importar cuanto lo niegue ambos sabemos que he perecido ante una sonrisa como la suya, astuta y paradisíaca que será dedicada a incontables doncellas.
Parte de mi convicción reconoce que este hombre me enciende y sabe como apagarme, el delito se lo achacaré al destino, al tiempo que me ha limitado las oportunidades de desfogarme y por supuesto a lo poco que saben los hombres de una mujer de mi estandarte. ─ Está claro que dormiremos, sí. ─ Susurré en su semblante y como muestra de creencia ronroneé, mordiéndole el labio inferior mientras decaemos sobre la piel gélida que actuará como lecho. Agradecí el cambio de postura y la ocasión la aproveché para estirar las piernas al son de las suyas, mi pecho quedó sobre el torso del trovador donde los senos aplastados espero que no le dificulten mucho la respiración.
Por cortesía rodé hacia un lateral y tan sólo dejé uno de mis brazos sobre su vientre, acostada boca abajo alzo las caderas junto con los glúteos hasta que la piel se torne cálida y no enfríe mis extremidades bajas. Deberíamos vestirnos antes de que el contraste de temperatura nos haga mal, que después de tanto movimiento lo fatídico ya está hecho. A base de caricias le apremio el esfuerzo, primero en su vientre, ascendiendo hasta llegar a la cicatriz que presenta, puro morbo que me incendia como la hoguera que con lentitud combate a la brisa friolera. Su mascota corretea incesante y digo yo que al final terminará cansándose, al menos esta vez se ha portado mejor tras no interrumpirnos en plena faena.
Dolorida y quizá reacia a tanto contacto junto me despego, quedando boca arriba a su lado con el sudor perlando una dermis canela, la pierna izquierda la subo en la derecha flexionada, dejándola a una altura considerable para que se enfríe y la hinchazón que penetra, tortura y aflige salde sus cuentas con una cabezota que no ha sabido cuando detenerse. ─ Y ahora es cuando las secuelas me tocan la moral. ─ Le comenté con una mueca retorcida, con suaves caricias cercioro si el vendaje sigue en su sitio, acumulando cierta presión en los alrededores. El buen humor comienza a disiparse, no le culpo, en parte sí, pero se lo dejaré pasar porque he disfrutado como nunca antes.
Los labios del cobrizo encuentran los míos y al principio los eludí por puro placer, quizá por quisquillosa y juguetona hasta que sin remedio fuimos besándonos con templanza, no son los mejores pero el regusto que dejan no está mal, cálidos y especuladores al final consiguen apaciguar un océano tildado en embravecidas olas, arribando la calma aparente que necesitamos desde hace buen rato. ─ Oh. ─ Murmuré. ─ ¿Tan cansado estás? Y yo que quería repetir. ─ Cercana a ese hálito mentolado reí maliciosa, el cansancio no nos permitirá seguir y para ser certera, yo también estoy agotada. ─ Pero bueno, te dejaré el lecho para que descanses en un rato. ─ "Descanses" Me fascina su manera de dominarme pero sigo sin conocerle lo suficiente y no le diré que me portaré bien, nunca lo hago e Iltharion ya es conocedor de este demonio que aún trae encima de su regazo.
Los mechones avivados por una tonalidad que envidio destilan desde sus hombros, cayendo por su espalda lastimada, parcialmente desordenadas percibo la humedad que las apega a la piel del trovador como si formasen parte de la susodicha, mis dedos impacientes recogen un buen ramal de hebras lisas con tal de apartarlas, la extensión de mi pecho en contra del suyo reflejan la aparición de unos latidos que van mitigando la velocidad en cuestión de minutos, es obligatorio hallar el punto donde volvamos a recobrar una respiración corriente y nuestros cuerpos se asemejen a un estado apacible después de cada una de las reyertas antañas.
Adecuada al asiento sobre sus muslos voy retorciéndome sin embrujo que apacigüe los malestares ni esas intenciones exquisitas con las cuales me acribillaba anteriormente, nada, el reposo será una condena por adelantado de cada uno de esos trazos carmesíes y morados que en su momento no pensé en si le convendría o si le haría daño, porque en el dolor también se encuentra el regocijo y juntos, lo hemos experimentado. En su mirada dispar abdico, me ha ganado esta noche y aferrada a su cuerpo chasqueo con la lengua, sin importar cuanto lo niegue ambos sabemos que he perecido ante una sonrisa como la suya, astuta y paradisíaca que será dedicada a incontables doncellas.
Parte de mi convicción reconoce que este hombre me enciende y sabe como apagarme, el delito se lo achacaré al destino, al tiempo que me ha limitado las oportunidades de desfogarme y por supuesto a lo poco que saben los hombres de una mujer de mi estandarte. ─ Está claro que dormiremos, sí. ─ Susurré en su semblante y como muestra de creencia ronroneé, mordiéndole el labio inferior mientras decaemos sobre la piel gélida que actuará como lecho. Agradecí el cambio de postura y la ocasión la aproveché para estirar las piernas al son de las suyas, mi pecho quedó sobre el torso del trovador donde los senos aplastados espero que no le dificulten mucho la respiración.
Por cortesía rodé hacia un lateral y tan sólo dejé uno de mis brazos sobre su vientre, acostada boca abajo alzo las caderas junto con los glúteos hasta que la piel se torne cálida y no enfríe mis extremidades bajas. Deberíamos vestirnos antes de que el contraste de temperatura nos haga mal, que después de tanto movimiento lo fatídico ya está hecho. A base de caricias le apremio el esfuerzo, primero en su vientre, ascendiendo hasta llegar a la cicatriz que presenta, puro morbo que me incendia como la hoguera que con lentitud combate a la brisa friolera. Su mascota corretea incesante y digo yo que al final terminará cansándose, al menos esta vez se ha portado mejor tras no interrumpirnos en plena faena.
Dolorida y quizá reacia a tanto contacto junto me despego, quedando boca arriba a su lado con el sudor perlando una dermis canela, la pierna izquierda la subo en la derecha flexionada, dejándola a una altura considerable para que se enfríe y la hinchazón que penetra, tortura y aflige salde sus cuentas con una cabezota que no ha sabido cuando detenerse. ─ Y ahora es cuando las secuelas me tocan la moral. ─ Le comenté con una mueca retorcida, con suaves caricias cercioro si el vendaje sigue en su sitio, acumulando cierta presión en los alrededores. El buen humor comienza a disiparse, no le culpo, en parte sí, pero se lo dejaré pasar porque he disfrutado como nunca antes.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Ilthrion rió cuando la joven indicó que quería repetir, y negó para si mismo, quizás mañana, quizás otro día, pero en aquel momento estaba a su limite, sentía el vació incomodo fruto de que aquella mujer le había absorbido hasta el alma, y lo había secado como si quisiera convertirlo en una pasa. Su cuerpo además, tampoco daba para mucho, entre todo el día de caminata, y esa noche de magno abandono, tendría suerte si al día siguiente las agujetas le permitían acercarse a la aldea mas cercana antes de caer rendido por el dolor o el agotamiento.
-Tu lo que quieres es matarme.-La acusó en un tono jocoso, aun con la respiración agitada, mientras alzaba una mano y se echaba el pelo hacia atrás, incomodo por los mechones que se pegaban en su frente.
-Repetimos en otra ocasión, por ahora la tienda está cerrada, nos hemos quedado sin existencias, pase mas tarde cuando hayamos repuesto nuestra mercancía.-Prosiguió con el mismo tono cansado, divertido y lleno de esa paz extraña que solo conquista tan profundamente cuando el sexo ha intoxicado el cuerpo.
Cando ella se dejó caer el tanteó la otra capa, la que había usado para taparla cual sabana antes, y que ella había rechazado. Iltharion no haría lo mismo, pensaba cubrirse antes de que el frío se adueñara de su cuerpo, y de ese modo mantener una temperatura agradable en ese improvisado echo en medio de la foresta.
Con lentitud y pereza logro cubrirlos a ambos con su capa, o bueno de que fuera tan extremadamente alto, y que tendría a comprarlas anchas para proteger el laúd y el resto de sus pertenencias era que permitía cubrirlos a ambos perfectamente.
El trovador la subió hasta la mitad de su pecho, cuando el frío acrecentara la subiría mas. Dentro de la misma el calor de sus cuerpos se expandía por la tela, volviendo su improvisada cama un lugar cálido y confortable.
Ella se separó, Iltharion no se quejó, aunque le agradaba la cercanía de otro cuerpo, no tenía problemas con poseer su propio espacio.
-Fíjate si necesitas puntos, si se abrió la herida mucho, o si creció la misma por nuestros excesos. Aprovecha que tienes un medico aquí.-Con suma pereza se subió y cerro finalmente los pantalones, y se sacó los retazos de camisa de las muñecas, que empezó a cortar con las manos y los dientes en tiras lo mas similares posibles.
-Cualquier cosa que necesite la herida mejor hacerla antes de que te duermas.-Prosiguió el hijo de los bosques, enrollando las tiras de tela y dejándolas sobre la improvisada sabana, mientras llevaba a cabo ese proceso con todas y cada una de ellas.
-Tu lo que quieres es matarme.-La acusó en un tono jocoso, aun con la respiración agitada, mientras alzaba una mano y se echaba el pelo hacia atrás, incomodo por los mechones que se pegaban en su frente.
-Repetimos en otra ocasión, por ahora la tienda está cerrada, nos hemos quedado sin existencias, pase mas tarde cuando hayamos repuesto nuestra mercancía.-Prosiguió con el mismo tono cansado, divertido y lleno de esa paz extraña que solo conquista tan profundamente cuando el sexo ha intoxicado el cuerpo.
Cando ella se dejó caer el tanteó la otra capa, la que había usado para taparla cual sabana antes, y que ella había rechazado. Iltharion no haría lo mismo, pensaba cubrirse antes de que el frío se adueñara de su cuerpo, y de ese modo mantener una temperatura agradable en ese improvisado echo en medio de la foresta.
Con lentitud y pereza logro cubrirlos a ambos con su capa, o bueno de que fuera tan extremadamente alto, y que tendría a comprarlas anchas para proteger el laúd y el resto de sus pertenencias era que permitía cubrirlos a ambos perfectamente.
El trovador la subió hasta la mitad de su pecho, cuando el frío acrecentara la subiría mas. Dentro de la misma el calor de sus cuerpos se expandía por la tela, volviendo su improvisada cama un lugar cálido y confortable.
Ella se separó, Iltharion no se quejó, aunque le agradaba la cercanía de otro cuerpo, no tenía problemas con poseer su propio espacio.
-Fíjate si necesitas puntos, si se abrió la herida mucho, o si creció la misma por nuestros excesos. Aprovecha que tienes un medico aquí.-Con suma pereza se subió y cerro finalmente los pantalones, y se sacó los retazos de camisa de las muñecas, que empezó a cortar con las manos y los dientes en tiras lo mas similares posibles.
-Cualquier cosa que necesite la herida mejor hacerla antes de que te duermas.-Prosiguió el hijo de los bosques, enrollando las tiras de tela y dejándolas sobre la improvisada sabana, mientras llevaba a cabo ese proceso con todas y cada una de ellas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los árboles se mecían por propia voluntad o quizá fuera mi sentido de la vista tan extenuado que me hizo tambalear cuando en un desvivir, procuro tomar asiento sobre el lecho. No es que sea invencible ni mucho menos, hace frío y lo percibo como caricias resquebrajares a través de una espalda canela que ha sido marcada entre manías y fantasías, la rosa negra ya no se muestra tan oscura ni tan reacia con su centinela de cabellera cobriza. Encorvada con suavidad denoto quizá lo que vendría siendo la sangrasa entremezclada con la pomada que Iltharion colocó sobre la carne supurante.
No parece que necesite puntos, la zona está hinchada y lógico se torna después de cada una de las batallas jugosas, con muchísima atención acaricié los bordes del vendaje, no pretendo deshacerlo pero sí mirar por intriga y conocer si después del sudor que habrá cogido seguirá desinfectada. De mientras el trovador yacía con su capa a modo de sábana provisoria y el humo de la hoguera ascendía en espirales a un cielo que se cierra en su propia coraza de matices centelleantes, receloso de que otros conozcan sus secretos como el porque ha decidido que deje de nevar, esos copos que horas atrás embadurnaron cada una de nuestras siluetas y que ahora, no me malinterpretéis, siguen sin echarse en falta, aunque tenían su toque acogedor, como si resguardase parte de la inquietud y reflejase la pureza de un bosque en su época invernal.
─ Al menos morirías en plena faena, una de las mejores formas. ─ Expuse con una sonrisa de oreja a oreja, no hay nada que temer y no necesitaré a mi buen Doctor en lo largo de la madrugada, el dolor podré aguantarlo y la inflamación bajará despacio cuanto menos la mueva. La elocuencia de la tienda y su falta de mercancía fue tan equitativa al asunto realista aquí, en el campamento que carraspeé para no reír sumamente en alto, sonora como soy en ocasiones la vergüenza no se tiene en cuenta y la feminidad acaba siempre rechazada en ese baúl de las penas donde voy guardando lo que no me define ni crea armonía con un genio perjudicial. Si ladeo el rostro y echo un vistazo más allá de las copas, el felino arrastra con su peluda cola las hojas marchitas como si estuviese barriéndolas.
Atenta a las quejas del elfo ya he verificado que estoy estupenda, preparada para echar a correr en cualquier momento con una cojera tremenda y un dolor de huesos, mejor dejamos las travesuras para otro día, sí. La mascota trota hacia nosotros y por instinto le pongo las manos en el pecho en su intento de abalanzarse en contra de mis botas de cuero, este bicho lleva el mal dentro o directamente me odia tras haberle molestado durante la cena. ─ Eh, quieto parado. ─ Le ordené aún cuando con sus gruñidos de desaprobación intenta arañarme los dedos, uno de ellos se lo meto entre los colmillos y le golpeo con suavidad el paladar para que se atragante y abandone su agresividad en contra de otra fiera que lo mortifica.
Airado se volteó y comenzó a cazar las cenizas alrededor de la hoguera con sus diminutas zarpas, puede que me haga con una mascota, parecen divertidas y tendría la oportunidad de amaestrarla con un fin aterrador según se vea. ─ Está bien, hinchada pero bien, con reposo y recambios de vendaje cuando lo necesite cerrará en lo que canta un gallo. ─ ¿Y cuando será eso? Nada, el tiempo no justifica la causa y ninguna tajada podrá parar a Anfaüglir ni entrometerse en las travesías de cada aventura. El frío arremete y produce cosquillas en mis costados, con el dorso acaricio mi frente y en la tibiez de ésta no sé si la temperatura es la adecuada o anda subida, tampoco me pondré a considerar la posibilidad, que más da.
Levanto la capa y enseguida adentro ambas piernas hasta quedar a su lado, la cabeza la apoyo en una de mis palmas al son del codo que actúa como apoyo, observándole cercana a la par que la sábana provisoria oculta en sí, la mayoría de mi cuerpo junto con la presencia de ambos pechos descubiertos. ─ Lo tuyo no es desaprovechar nada por lo que veo. ─ Qué diantres, hasta la camisa rota le llegará su torno de ser útil si Iltharion se lo propone, tan diferente a cualquier propósito que se me pase por la mente este elfo sortea lo aburrido tanto con la expedición visual de su cuerpo como por el resignado destino que nos ha vinculado, bien sabía el dichoso que sería entretenido.
─ Cogerás frío. ─ Recalqué afianzada a la sábana para deslizarla por sus abdominales, llevarla al bajo de su pantalón, contemplar voraz y seguidamente volver a subir la capa hasta llevársela encima de la cicatriz que lo caracteriza. ─ Aunque por mi puedes congelarte, adelante. ─ Le insté riendo después, son sólo bromas candentes que al menos usándolas, la aflicción hilada a una molestia patente parece disiparse al distraerme.
No parece que necesite puntos, la zona está hinchada y lógico se torna después de cada una de las batallas jugosas, con muchísima atención acaricié los bordes del vendaje, no pretendo deshacerlo pero sí mirar por intriga y conocer si después del sudor que habrá cogido seguirá desinfectada. De mientras el trovador yacía con su capa a modo de sábana provisoria y el humo de la hoguera ascendía en espirales a un cielo que se cierra en su propia coraza de matices centelleantes, receloso de que otros conozcan sus secretos como el porque ha decidido que deje de nevar, esos copos que horas atrás embadurnaron cada una de nuestras siluetas y que ahora, no me malinterpretéis, siguen sin echarse en falta, aunque tenían su toque acogedor, como si resguardase parte de la inquietud y reflejase la pureza de un bosque en su época invernal.
─ Al menos morirías en plena faena, una de las mejores formas. ─ Expuse con una sonrisa de oreja a oreja, no hay nada que temer y no necesitaré a mi buen Doctor en lo largo de la madrugada, el dolor podré aguantarlo y la inflamación bajará despacio cuanto menos la mueva. La elocuencia de la tienda y su falta de mercancía fue tan equitativa al asunto realista aquí, en el campamento que carraspeé para no reír sumamente en alto, sonora como soy en ocasiones la vergüenza no se tiene en cuenta y la feminidad acaba siempre rechazada en ese baúl de las penas donde voy guardando lo que no me define ni crea armonía con un genio perjudicial. Si ladeo el rostro y echo un vistazo más allá de las copas, el felino arrastra con su peluda cola las hojas marchitas como si estuviese barriéndolas.
Atenta a las quejas del elfo ya he verificado que estoy estupenda, preparada para echar a correr en cualquier momento con una cojera tremenda y un dolor de huesos, mejor dejamos las travesuras para otro día, sí. La mascota trota hacia nosotros y por instinto le pongo las manos en el pecho en su intento de abalanzarse en contra de mis botas de cuero, este bicho lleva el mal dentro o directamente me odia tras haberle molestado durante la cena. ─ Eh, quieto parado. ─ Le ordené aún cuando con sus gruñidos de desaprobación intenta arañarme los dedos, uno de ellos se lo meto entre los colmillos y le golpeo con suavidad el paladar para que se atragante y abandone su agresividad en contra de otra fiera que lo mortifica.
Airado se volteó y comenzó a cazar las cenizas alrededor de la hoguera con sus diminutas zarpas, puede que me haga con una mascota, parecen divertidas y tendría la oportunidad de amaestrarla con un fin aterrador según se vea. ─ Está bien, hinchada pero bien, con reposo y recambios de vendaje cuando lo necesite cerrará en lo que canta un gallo. ─ ¿Y cuando será eso? Nada, el tiempo no justifica la causa y ninguna tajada podrá parar a Anfaüglir ni entrometerse en las travesías de cada aventura. El frío arremete y produce cosquillas en mis costados, con el dorso acaricio mi frente y en la tibiez de ésta no sé si la temperatura es la adecuada o anda subida, tampoco me pondré a considerar la posibilidad, que más da.
Levanto la capa y enseguida adentro ambas piernas hasta quedar a su lado, la cabeza la apoyo en una de mis palmas al son del codo que actúa como apoyo, observándole cercana a la par que la sábana provisoria oculta en sí, la mayoría de mi cuerpo junto con la presencia de ambos pechos descubiertos. ─ Lo tuyo no es desaprovechar nada por lo que veo. ─ Qué diantres, hasta la camisa rota le llegará su torno de ser útil si Iltharion se lo propone, tan diferente a cualquier propósito que se me pase por la mente este elfo sortea lo aburrido tanto con la expedición visual de su cuerpo como por el resignado destino que nos ha vinculado, bien sabía el dichoso que sería entretenido.
─ Cogerás frío. ─ Recalqué afianzada a la sábana para deslizarla por sus abdominales, llevarla al bajo de su pantalón, contemplar voraz y seguidamente volver a subir la capa hasta llevársela encima de la cicatriz que lo caracteriza. ─ Aunque por mi puedes congelarte, adelante. ─ Le insté riendo después, son sólo bromas candentes que al menos usándolas, la aflicción hilada a una molestia patente parece disiparse al distraerme.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La respiración había ido lentamente a volverse calmada, aunque el modo en el que se hinchaba el pecho del trovador parecía algo exagerado, algo que quizás habría servido si fuera mujer para algún propósito, pero en el contexto de su genero no era mas que la consecuencia de la vid de vicio que llevaba pegado tras todos esos años, y como no, sobretodo y por encima de ello, por el maratón que le acababa de dar la muchacha, que nada estuvo de herniarlo, y que, compartiendo la visión de ella de una buena muerte, de haber podido en cuerpo y alma, habría dejado que aquello supusiera su muerte, por vicioso y un poco por necio.
-Si no encuentro quien me de ese final cuando el mio se acerque, me pondré a dar vueltas por el bosque a ver si te encuentro.-Bromeó el trovador, porque lo que podía hacer esa una, lo podían muchas si trabajaban en equipo, y ante esa situación de enfermedad o fragilidad, lo único que podría levantarse de la cama sería su miembro.-O te mandaré a encontrar, llenaré el reino de folletos con tu rostro, en base a algún dibujo hecho a base del recuerdo, y te terminarás viendo en todas las calles cuando te acerques a un pueblo, el como eras de joven y pensaras. "¿Que mierda quiere ese estúpido que empapela Aerandir con mi cara?".-Dijo con tono bromista, montándose su película porque si, le gustaba hacer aquellas cosas, por algo era bardo y no asesino, aunque se le daba tan bien matar como contar cuentos.-Imagínalo.-Extendió la mano hacia adelante, como si eso le permitiera abarcar el futuro.-Caballeros de todas las razas buscándote por cada rincón, en una misión secreta, con un objetivo que nadie conoce, mi fortuna para que peinen cada recondido lugar, y nadie sin saber que están jugandose la vida,porque estoy seguro de que te llevarías a unos cuantos al más allá, y todo ese esfuerzo de gente y vidas para que yo muera divirtiéndome.-Rio dándole fin a su desvarío.-Quien sabe, quizás lo haga. Soy un hombre caprichoso e impredecible.-Se tiró esas flores a si mismo con total descaro.
-Me gusta mas cuando ríes.-Comentó con una sonrisa socarrona el bardo, semi emergiendo del lecho para alcanzar el morral y empezando a guardar los vendajes nuevos en el. El trovador había creído advertir que de todas las cosas que podía uno disimular, lo que parecía querer velar la joven era cuando le resultaba ingenioso.
El elfo volvió a prestar atención a sus cosas, de entre las cuales dejó la cajita de madera tallada sobre la manta. Era un recipiente de madera, de un palmo de largo y menos de medio de profundidad. Era de madera de Nein, aunque los colore se hallaban apagados por el tiempo, y ni la capa de barniz había podido reavivarlos del todo. Las tallas también habían ido perdiendo su forma, pero todavía se distinguía e sus relieves la forma de las hojas de menta. Era la caja que contenía los arrollados, y de los pocos objetos que portaba el bardo, mas allá del laúd, que parecían de una calidad excelente al mismo tiempo que sumamente viejos.
-El hinchazón se puede calmar con un pedazo del mismo tipo de raíz que ya te mostré hace un rato.-Por su tono pícaro quedaba en claro, que de las dos raices que había mostrado esa noche, no era la comestible, si no la que había tallado especialmente para el cuerpo de ella y había formado parte de sus perversos juegos.-Tengo mas para infusionar.-Ofreció, si lo quería bien, y si no también. Los tonos del bardo no parecían soberbios, como los de aquellos quienes intentan cuidar a una dama como si fuera de cristal, la trataba con el respeto que se le tiene a un compañero, y con una naturalidad que hacía sentir que aquello no era una actuación.
El elfo rió de buena gana cuando ella hizo notorio lo mucho que aprovechaba todo lo que estaba en su mano.-Me quedó la manía de cuando no tenía nada. No es un mal habito, le ves la utilidad a todo.- Terminó de guardar en su respectivo sitio los vendajes y dejo el morral cerca del lecho por si ella decidía aceptar su oferta de ayuda, así como para guardar la cajita cuando no fuera a precisar mas de ella.-Seguro que tu también tienes un par de trucos del estilo que no me has mostrado.
El trovador dejó que lo destapara, y volviera a tapar mientras abría la caja llena de arrollados de menta seca. Tomó uno entre sus dedos y salió del lecho para encenderlo en la fogata. Volvió a los pocos segundos con el cigarro entre los tientes, y una piedra cóncava en la mano, metiendose rápido en la cama para no perder el poco calor que le quedaba, y soltando un quejido por los músculos cansados, que no hizo otra cosa que arrancarle una risa breve mientras se tapaba.
-Si me entra frío te voy a abrazar.-Sonrió ampliamente mostrando los dientes, con aquella amenaza que partía de que ella parecía casi alérgica al afecto que no era brusco y violento, como si un beso, una caricia suave, o un abrazo que no estuviese mezclado con el sexo pudieran lastimarla.
Iltharion dio una profunda calada y exhaló alzando el rostro hacia el cielo, dejando que el humo ascendiera en sus diversas y sinuosas formas hasta el astro que ya pasaba su zenit. Se acomodó la sabana hasta arriba del pecho para no pasar frío, y se terminó acomodando a modo espejo ante la chica, de costado, con el codo hinchado en la piel y la mano reposando en el rostro.
-¿Sueño?.-Le pregunto a la muchacha con unos ojso vivaces que dejaban en claro que, si bien su cuerpo se hallaba cansado, su mente todavía despierta ganaba la contienda al agotamiento.
La piedra cóncava consiguió un hueco entre los dos, y hacía de receptáculo para las cenizas de menta, pero no solo eso, si no que el trovador colocó en ese pocillo un poco de nieve, y haciéndose con un fino palillo empezó a revolverlo mientras fumaba, distraidamente, pero con esa particularidad suya de quien tiene una idea, pero en vez de decirla sorprende con ella.
-Si no encuentro quien me de ese final cuando el mio se acerque, me pondré a dar vueltas por el bosque a ver si te encuentro.-Bromeó el trovador, porque lo que podía hacer esa una, lo podían muchas si trabajaban en equipo, y ante esa situación de enfermedad o fragilidad, lo único que podría levantarse de la cama sería su miembro.-O te mandaré a encontrar, llenaré el reino de folletos con tu rostro, en base a algún dibujo hecho a base del recuerdo, y te terminarás viendo en todas las calles cuando te acerques a un pueblo, el como eras de joven y pensaras. "¿Que mierda quiere ese estúpido que empapela Aerandir con mi cara?".-Dijo con tono bromista, montándose su película porque si, le gustaba hacer aquellas cosas, por algo era bardo y no asesino, aunque se le daba tan bien matar como contar cuentos.-Imagínalo.-Extendió la mano hacia adelante, como si eso le permitiera abarcar el futuro.-Caballeros de todas las razas buscándote por cada rincón, en una misión secreta, con un objetivo que nadie conoce, mi fortuna para que peinen cada recondido lugar, y nadie sin saber que están jugandose la vida,porque estoy seguro de que te llevarías a unos cuantos al más allá, y todo ese esfuerzo de gente y vidas para que yo muera divirtiéndome.-Rio dándole fin a su desvarío.-Quien sabe, quizás lo haga. Soy un hombre caprichoso e impredecible.-Se tiró esas flores a si mismo con total descaro.
-Me gusta mas cuando ríes.-Comentó con una sonrisa socarrona el bardo, semi emergiendo del lecho para alcanzar el morral y empezando a guardar los vendajes nuevos en el. El trovador había creído advertir que de todas las cosas que podía uno disimular, lo que parecía querer velar la joven era cuando le resultaba ingenioso.
El elfo volvió a prestar atención a sus cosas, de entre las cuales dejó la cajita de madera tallada sobre la manta. Era un recipiente de madera, de un palmo de largo y menos de medio de profundidad. Era de madera de Nein, aunque los colore se hallaban apagados por el tiempo, y ni la capa de barniz había podido reavivarlos del todo. Las tallas también habían ido perdiendo su forma, pero todavía se distinguía e sus relieves la forma de las hojas de menta. Era la caja que contenía los arrollados, y de los pocos objetos que portaba el bardo, mas allá del laúd, que parecían de una calidad excelente al mismo tiempo que sumamente viejos.
-El hinchazón se puede calmar con un pedazo del mismo tipo de raíz que ya te mostré hace un rato.-Por su tono pícaro quedaba en claro, que de las dos raices que había mostrado esa noche, no era la comestible, si no la que había tallado especialmente para el cuerpo de ella y había formado parte de sus perversos juegos.-Tengo mas para infusionar.-Ofreció, si lo quería bien, y si no también. Los tonos del bardo no parecían soberbios, como los de aquellos quienes intentan cuidar a una dama como si fuera de cristal, la trataba con el respeto que se le tiene a un compañero, y con una naturalidad que hacía sentir que aquello no era una actuación.
El elfo rió de buena gana cuando ella hizo notorio lo mucho que aprovechaba todo lo que estaba en su mano.-Me quedó la manía de cuando no tenía nada. No es un mal habito, le ves la utilidad a todo.- Terminó de guardar en su respectivo sitio los vendajes y dejo el morral cerca del lecho por si ella decidía aceptar su oferta de ayuda, así como para guardar la cajita cuando no fuera a precisar mas de ella.-Seguro que tu también tienes un par de trucos del estilo que no me has mostrado.
El trovador dejó que lo destapara, y volviera a tapar mientras abría la caja llena de arrollados de menta seca. Tomó uno entre sus dedos y salió del lecho para encenderlo en la fogata. Volvió a los pocos segundos con el cigarro entre los tientes, y una piedra cóncava en la mano, metiendose rápido en la cama para no perder el poco calor que le quedaba, y soltando un quejido por los músculos cansados, que no hizo otra cosa que arrancarle una risa breve mientras se tapaba.
-Si me entra frío te voy a abrazar.-Sonrió ampliamente mostrando los dientes, con aquella amenaza que partía de que ella parecía casi alérgica al afecto que no era brusco y violento, como si un beso, una caricia suave, o un abrazo que no estuviese mezclado con el sexo pudieran lastimarla.
Iltharion dio una profunda calada y exhaló alzando el rostro hacia el cielo, dejando que el humo ascendiera en sus diversas y sinuosas formas hasta el astro que ya pasaba su zenit. Se acomodó la sabana hasta arriba del pecho para no pasar frío, y se terminó acomodando a modo espejo ante la chica, de costado, con el codo hinchado en la piel y la mano reposando en el rostro.
-¿Sueño?.-Le pregunto a la muchacha con unos ojso vivaces que dejaban en claro que, si bien su cuerpo se hallaba cansado, su mente todavía despierta ganaba la contienda al agotamiento.
La piedra cóncava consiguió un hueco entre los dos, y hacía de receptáculo para las cenizas de menta, pero no solo eso, si no que el trovador colocó en ese pocillo un poco de nieve, y haciéndose con un fino palillo empezó a revolverlo mientras fumaba, distraidamente, pero con esa particularidad suya de quien tiene una idea, pero en vez de decirla sorprende con ella.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Mis dedos distraídos agarran un trozo de la capa y lo apretujan, dándole forma ovalada con el índice hasta soltar la tela y volver a empezar, un entretenimiento tras otro aunados a las palabras y a la historia tan fantástica del elfo captan mi esencia. Si busca fallecer entre placeres y mujeres que cuales manjares cada una de ellas poseen una fragancia hechizante, exquisiteces en base a especias foráneas que adormecen la razón y humedecen paladares, curvas voluminosas y otras más recatadas que puedan darle una muerte digna de forjar en otras mentes, yo podría dársela sin siquiera pensarlo dos veces. Aunque para ello debería encontrarme en un futuro, convirtiéndose todo esto en un juego que me enciende por dentro.
A su lado le sonrío con una de las cejas levantadas, imaginar menuda parafernalia donde por orden del trovador o más bien por una suma envidiable voy convirtiéndome en el objetivo de otros hombres, un cordero que cazar en medio de lo frondoso aún cuando el cordero, realmente es un lobo feroz que no dudará en matarlos hasta al más ingenuo sin remordimientos. Conquistada deseo que la ficción traspase la realidad y se convierta en un pasatiempo que no sólo fascine, sino que sirva como entrenamiento para mis dagas aguzadas, sedientas de sangre y voraces a la hora de admitir que realmente, caprichosas como su dueña el dejar cuerpos transeúntes por los senderos de la madre naturaleza no son más que aperitivos para esta fiera.
─ ¿No te sale más rentable juntar a unas cuantas y montarte una orgía? ─ Gastará menos y se ahorrará las molestias de buscar a una elfa que quizá de aquí a unos años sea igual de enfurruñada. ─ Sería igual de divertido y desde mi punto de vista habría más para tocar y saborear. ─ Iltharion parece del tipo que le encanta variar y no centrarse en un sólo modelo, aunque como yo no hay dos y eso se lo he demostrado en el campamento. ─ Pero que oye, si quieres otro maratón de sexo duro en un futuro tan sólo tienes que encontrarme. ─ Poco a poco voy acercándome hasta llegar a sus labios, en ellos me detengo mientras que con la mano que no actúa como apoyo, la utilizo para apartarle los mechones cobrizos del rostro. ─ Aunque no te lo pondré fácil. ─ Nunca lo hago, finiquitado el asunto le besé por rebelde, volviendo seguidamente al amparo cálido de la capa junto al lecho.
Acurrucada a su vera asiento ante lo caprichoso que puede llegar a mostrarse y sobretodo, lo impredecible con todos esos trucos que guarda receloso, no le sonreí porque así lo desea y desde mi punto de vista, regalarle mi bonita sonrisa tiene un precio que no tardará en cumplir con creces. ─ Y a mi me gusta cuando usas la lengua para otros menesteres y no para hablar precisamente. ─ Qué pícara, sonriente le guiño uno de mis luceros, está claro que se ha ganado un poco de mi confianza y por esa razón el encuentro se ha vuelto más cómodo y distendido, las bromas están permitidas y el acercamiento es incluso atractivo.
En la bolsa de viaje coloca sus nuevas pertenencias y no me resultó extraño que sacase un nuevo cigarrillo para fumárselo. Es un vicio y como otros ni es bueno ni es malo, siempre y cuando se tenga control, uno que al menos nosotros no tenemos. Nombra la raíz y mi cuerpo por inercia tirita, maldito jengibre de mierda y el gustito que deja cuando se utiliza. ─ Más tarde mejor, ahora estoy cómoda. ─ Le comenté con una voz removida por los momentos impúdicos y la deliciosa varilla. En cuanto a los trucos, bueno, ya tendrá tiempo que observarlos por su propia mano si me cabrea. De por sí, no soy una ladrona ni una mujer que abuse de estratagemas, sólo en combates y luchas comprometidas.
El elfo se movió para encender el papelillo y como no, con el calor que ofrece su propia capa como para resistirse, con el hueco hecho quedamos nuevamente juntos. ─ Ni se te ocurra abrazarme. ─ Expuse con una mueca arrugada, negando a continuación con énfasis. ─ Prefiero que me eches una pierna encima. ─ Antes que los abrazos, arriba la pierna en la cintura, aunque estando como estoy tampoco es una buena idea. ─ Eso tampoco, de espaldas cada uno, ¿qué te parece? ─ Bien se yo que Iltharion hará lo que se le venga en gana y no me quejaré si me abraza, estamos en invierno y a último remedio prefiero que me de calor a morirme de frío.
La humareda ínfima producida por la menta me enfrasca, será el olor o algo tan simple como que no me acostumbro a ver a alguien fumar tan cerca mía, no tiende a incomodarme pero tampoco es algo con lo que esté de acuerdo. Cara a cara examino su mentón, uno marcado como sus facciones ya maduras, esos ojos distinguidos y embellecidos por un pigmento contradictorio, llegando a unos labios malheridos, hinchados por la brisa friolera y mis repetidas mordeduras. ─ Ni una pizca. ─ Teniéndole cerca se me quita el sueño, y ya puedo estar agotada, que lo estoy, agotadísima que tardaré en dormirme, y si cae primero mejor que mejor. ─ ¿Acaso quieres dormir? ─ Todo sea por pinchar, que con el cigarro recién encendido lo dudo. Sus tejes manejes con la piedra sospechosa, las cenizas y la nieve entremezclada es todo un experimento que con intriga atisbo desde arriba, aún con la cabeza apoyada en una de las palmas.
─ No me digas que aparte de elfo, eres hechicero y me estás preparando una bonita poción que me haga crecer el pelo. ─ Reí soberbia, antojadiza guié mi mano exenta de labores a su perilla, el revolverla calma el persistente huroneo de conocer que rayos hará con todo eso entre nuestros torsos. ─ Uh, Iltharion el trovador, aquel que aparte de tocar el laúd se entretiene regalándole a las muchachas sus brebajes magníficos, cien por cien herbales, garantía de treinta días y efectos reversibles. ─ Quien lo diría, que con la tontería así uno se podría ganar la vida.
A su lado le sonrío con una de las cejas levantadas, imaginar menuda parafernalia donde por orden del trovador o más bien por una suma envidiable voy convirtiéndome en el objetivo de otros hombres, un cordero que cazar en medio de lo frondoso aún cuando el cordero, realmente es un lobo feroz que no dudará en matarlos hasta al más ingenuo sin remordimientos. Conquistada deseo que la ficción traspase la realidad y se convierta en un pasatiempo que no sólo fascine, sino que sirva como entrenamiento para mis dagas aguzadas, sedientas de sangre y voraces a la hora de admitir que realmente, caprichosas como su dueña el dejar cuerpos transeúntes por los senderos de la madre naturaleza no son más que aperitivos para esta fiera.
─ ¿No te sale más rentable juntar a unas cuantas y montarte una orgía? ─ Gastará menos y se ahorrará las molestias de buscar a una elfa que quizá de aquí a unos años sea igual de enfurruñada. ─ Sería igual de divertido y desde mi punto de vista habría más para tocar y saborear. ─ Iltharion parece del tipo que le encanta variar y no centrarse en un sólo modelo, aunque como yo no hay dos y eso se lo he demostrado en el campamento. ─ Pero que oye, si quieres otro maratón de sexo duro en un futuro tan sólo tienes que encontrarme. ─ Poco a poco voy acercándome hasta llegar a sus labios, en ellos me detengo mientras que con la mano que no actúa como apoyo, la utilizo para apartarle los mechones cobrizos del rostro. ─ Aunque no te lo pondré fácil. ─ Nunca lo hago, finiquitado el asunto le besé por rebelde, volviendo seguidamente al amparo cálido de la capa junto al lecho.
Acurrucada a su vera asiento ante lo caprichoso que puede llegar a mostrarse y sobretodo, lo impredecible con todos esos trucos que guarda receloso, no le sonreí porque así lo desea y desde mi punto de vista, regalarle mi bonita sonrisa tiene un precio que no tardará en cumplir con creces. ─ Y a mi me gusta cuando usas la lengua para otros menesteres y no para hablar precisamente. ─ Qué pícara, sonriente le guiño uno de mis luceros, está claro que se ha ganado un poco de mi confianza y por esa razón el encuentro se ha vuelto más cómodo y distendido, las bromas están permitidas y el acercamiento es incluso atractivo.
En la bolsa de viaje coloca sus nuevas pertenencias y no me resultó extraño que sacase un nuevo cigarrillo para fumárselo. Es un vicio y como otros ni es bueno ni es malo, siempre y cuando se tenga control, uno que al menos nosotros no tenemos. Nombra la raíz y mi cuerpo por inercia tirita, maldito jengibre de mierda y el gustito que deja cuando se utiliza. ─ Más tarde mejor, ahora estoy cómoda. ─ Le comenté con una voz removida por los momentos impúdicos y la deliciosa varilla. En cuanto a los trucos, bueno, ya tendrá tiempo que observarlos por su propia mano si me cabrea. De por sí, no soy una ladrona ni una mujer que abuse de estratagemas, sólo en combates y luchas comprometidas.
El elfo se movió para encender el papelillo y como no, con el calor que ofrece su propia capa como para resistirse, con el hueco hecho quedamos nuevamente juntos. ─ Ni se te ocurra abrazarme. ─ Expuse con una mueca arrugada, negando a continuación con énfasis. ─ Prefiero que me eches una pierna encima. ─ Antes que los abrazos, arriba la pierna en la cintura, aunque estando como estoy tampoco es una buena idea. ─ Eso tampoco, de espaldas cada uno, ¿qué te parece? ─ Bien se yo que Iltharion hará lo que se le venga en gana y no me quejaré si me abraza, estamos en invierno y a último remedio prefiero que me de calor a morirme de frío.
La humareda ínfima producida por la menta me enfrasca, será el olor o algo tan simple como que no me acostumbro a ver a alguien fumar tan cerca mía, no tiende a incomodarme pero tampoco es algo con lo que esté de acuerdo. Cara a cara examino su mentón, uno marcado como sus facciones ya maduras, esos ojos distinguidos y embellecidos por un pigmento contradictorio, llegando a unos labios malheridos, hinchados por la brisa friolera y mis repetidas mordeduras. ─ Ni una pizca. ─ Teniéndole cerca se me quita el sueño, y ya puedo estar agotada, que lo estoy, agotadísima que tardaré en dormirme, y si cae primero mejor que mejor. ─ ¿Acaso quieres dormir? ─ Todo sea por pinchar, que con el cigarro recién encendido lo dudo. Sus tejes manejes con la piedra sospechosa, las cenizas y la nieve entremezclada es todo un experimento que con intriga atisbo desde arriba, aún con la cabeza apoyada en una de las palmas.
─ No me digas que aparte de elfo, eres hechicero y me estás preparando una bonita poción que me haga crecer el pelo. ─ Reí soberbia, antojadiza guié mi mano exenta de labores a su perilla, el revolverla calma el persistente huroneo de conocer que rayos hará con todo eso entre nuestros torsos. ─ Uh, Iltharion el trovador, aquel que aparte de tocar el laúd se entretiene regalándole a las muchachas sus brebajes magníficos, cien por cien herbales, garantía de treinta días y efectos reversibles. ─ Quien lo diría, que con la tontería así uno se podría ganar la vida.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion rompió en una sonora carcajada ante la respuesta de la joven a su perorata. Lo tenía bien calado, o al menos aquella parte de si mismo que no se había molestado en ocultar, por encima de todo porque no tenía la necesidad de ello, y por otro lado porque le daba, en aquel momento, una gran pereza.
-¿Quien te ha dicho que no pueda hacer las dos cosas? Quizás tengo una gran fortuna, o la llegue a tener.-Se encogió ligeramente de hombros.-O quizás disfrute de pensar cuantos necios terminaran con una daga en el riñón pensando que van a buscar una damisela, e imaginando que cuentos voy a contar para enviar a esas pobres almas desprevenidas a una muerte asegurada, por necias y por avaras.-Prosiguió. Lo cierto era que era capaz, en el caso de que su lecho de muerte fuera en un lugar calmo, y de que llegara a acordarse de Eretria para ese momento, en vez de difuminarse como hacían con el tiempo todas sus compañeras, dejando un recuerdo vago, una figura, la imagen nítida de unos ojos, unos labios, o de cierta pericia al tocar algún punto concreto del cuerpo.
-Lo de encontrarte lo tendré en cuenta, no viajo precisamente poco, pero no descarto el extraviarme otra vez por ese u otros bosques.-Comentó el trovador, quien lógicamente no se ataba a la posibilidad, pero si caía no le iba a hacer ascos precisamente.-Tu no pones nada fácil nunca.-Le respondió, pese a que no tenía la certeza, si la impresión de aquello como para que surgiera natural y convencido.-Pero yo aun tengo mis trucos, y sigo siendo buen cocinero, y "comensal".-Sonrió arrebatador, mostrando los blancos dientes un instante, antes de volver a sus cosas para conseguir un cigarrillo lo antes posible.
Otra risotada rompió el silencio y el apacible crepitar de la hoguera casi extinta cuando la muchacha rechazo con tal vehemencia un inofensivo abrazo. Claro que el hijo de los bosques ya se lo esperaba, motivo por el cual había formulado esa amenaza.
-Me parece que lo haré de todos modos .-Sonrió tranquilamente, como si todo le trayera al fresco, justo antes de dar una profunda calada al cigarrillo, cuyo humo exhaló lentamente por la nariz, como si fuera algún dragón de fuego dormido.
Iltharion se dió el lujo de entornar los oso unos instantes, y deleitarse en grado sumo con ese vicio, las primeras caladas del cigarrillo de después eran una gloria, pero cuando estas pasaron volvió a sumergirse en los luceros de la muchacha que se hallaba bajo la misma sabana de su lecho, contemplándole como la miraba el a ella.
-No todavía.-Respondió el trovador, antes de girar el rostro, cuidando siempre de al exhalar el humo que este fuera hacia un costado y no soltárselo en toda la faz a la muchacha.
Con el palillo y la ceniza cada vez mas espesa, el trovador hacia giros oblicuos en el pocillo para que no quedaran grumos, de modo que ese engrudo negro, suave y opaco, fuera fluido. Sus parpados cayeron levemente al sentir los dedos tostados de la joven en su perilla, como si aquello fuera algún gesto de su agrado o que lo relajase, quizás un poco de ambas.
-Creo que ya te he dado suficiente de mi brebaje magnifico por una noche.-Dijo todo serio, como si lo que acababa de salir de su boca no fuera una burrada monumental, y sin siquiera tener el decoro de apartar la mirada. Por contra a los segundos esbozó una socarrona sonrisa.
-Es tinta, se me antoja probar algo.-Explicó finalmente.-Que además de hacer potingues, cocinar y tocar, resulta que también pinto magníficamente.-Se hecho un par de flores a si mismo.- No es como para que pueda hacer una obra de arte, pero me entretiene.-Y aunque el elfo podía ser muy paciente, le agradaba estar haciendo cosas, aun y cuando se hallaba hablando.-Si me permites el brazo.-Empezó a hablar una vez mas, alzando la ramita entre los dedos, cuya fina punta se hallaba teñida de negro y húmeda.-Te permito la petición que quieras.-Sentenció, en clara alusión a un dibujo en la piel, que el agua, la nieve o el sudor borrarían a elección de la joven o el tiempo según ella dispusiera si cedía a su capricho.
-¿Quien te ha dicho que no pueda hacer las dos cosas? Quizás tengo una gran fortuna, o la llegue a tener.-Se encogió ligeramente de hombros.-O quizás disfrute de pensar cuantos necios terminaran con una daga en el riñón pensando que van a buscar una damisela, e imaginando que cuentos voy a contar para enviar a esas pobres almas desprevenidas a una muerte asegurada, por necias y por avaras.-Prosiguió. Lo cierto era que era capaz, en el caso de que su lecho de muerte fuera en un lugar calmo, y de que llegara a acordarse de Eretria para ese momento, en vez de difuminarse como hacían con el tiempo todas sus compañeras, dejando un recuerdo vago, una figura, la imagen nítida de unos ojos, unos labios, o de cierta pericia al tocar algún punto concreto del cuerpo.
-Lo de encontrarte lo tendré en cuenta, no viajo precisamente poco, pero no descarto el extraviarme otra vez por ese u otros bosques.-Comentó el trovador, quien lógicamente no se ataba a la posibilidad, pero si caía no le iba a hacer ascos precisamente.-Tu no pones nada fácil nunca.-Le respondió, pese a que no tenía la certeza, si la impresión de aquello como para que surgiera natural y convencido.-Pero yo aun tengo mis trucos, y sigo siendo buen cocinero, y "comensal".-Sonrió arrebatador, mostrando los blancos dientes un instante, antes de volver a sus cosas para conseguir un cigarrillo lo antes posible.
Otra risotada rompió el silencio y el apacible crepitar de la hoguera casi extinta cuando la muchacha rechazo con tal vehemencia un inofensivo abrazo. Claro que el hijo de los bosques ya se lo esperaba, motivo por el cual había formulado esa amenaza.
-Me parece que lo haré de todos modos .-Sonrió tranquilamente, como si todo le trayera al fresco, justo antes de dar una profunda calada al cigarrillo, cuyo humo exhaló lentamente por la nariz, como si fuera algún dragón de fuego dormido.
Iltharion se dió el lujo de entornar los oso unos instantes, y deleitarse en grado sumo con ese vicio, las primeras caladas del cigarrillo de después eran una gloria, pero cuando estas pasaron volvió a sumergirse en los luceros de la muchacha que se hallaba bajo la misma sabana de su lecho, contemplándole como la miraba el a ella.
-No todavía.-Respondió el trovador, antes de girar el rostro, cuidando siempre de al exhalar el humo que este fuera hacia un costado y no soltárselo en toda la faz a la muchacha.
Con el palillo y la ceniza cada vez mas espesa, el trovador hacia giros oblicuos en el pocillo para que no quedaran grumos, de modo que ese engrudo negro, suave y opaco, fuera fluido. Sus parpados cayeron levemente al sentir los dedos tostados de la joven en su perilla, como si aquello fuera algún gesto de su agrado o que lo relajase, quizás un poco de ambas.
-Creo que ya te he dado suficiente de mi brebaje magnifico por una noche.-Dijo todo serio, como si lo que acababa de salir de su boca no fuera una burrada monumental, y sin siquiera tener el decoro de apartar la mirada. Por contra a los segundos esbozó una socarrona sonrisa.
-Es tinta, se me antoja probar algo.-Explicó finalmente.-Que además de hacer potingues, cocinar y tocar, resulta que también pinto magníficamente.-Se hecho un par de flores a si mismo.- No es como para que pueda hacer una obra de arte, pero me entretiene.-Y aunque el elfo podía ser muy paciente, le agradaba estar haciendo cosas, aun y cuando se hallaba hablando.-Si me permites el brazo.-Empezó a hablar una vez mas, alzando la ramita entre los dedos, cuya fina punta se hallaba teñida de negro y húmeda.-Te permito la petición que quieras.-Sentenció, en clara alusión a un dibujo en la piel, que el agua, la nieve o el sudor borrarían a elección de la joven o el tiempo según ella dispusiera si cedía a su capricho.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Por suerte suya o maldición mía bato las pestañas que como lanzas extensas y brunas destilan una sensación de cansancio, mitigando parte de este cada vez que parpadeo como si ello hilado a las insinuaciones del elfo cobrasen efecto. ─ Tu mándalos, que yo les daré uso. ─ La proposición no se trata de una con intenciones ocultas o de la que pueda sacar provecho como lo he hecho con el trovador, simplemente servirán como desfogue aún con la ropa puesta y las armas a la altura del pecho. No le echaré en falta y si resulta que el destino por caprichoso nos vuelve a unir en las profundidades del bosque o en las cercanías de las aldehuelas, no le negaré mi compañía ni su afecto voraz hacia una piel que lo ambicionará hasta que los huesos le chirríen y las piernas le fallen en un todo a nada.
─ Prefiero que sea difícil, al final tendrás tu recompensa. ─ Puntué con sagacidad, con la mirada henchida en gozo voy devorándole de poco a poco, como si cada parte del elfo fuera una delicia que escrutar entre vistazos arrebatadores. Confianzuda elevé una de las manos, pasándola por el costado del elfo donde le produzco un ligero cosquilleo, en lo alto voy apegándome para que mis dedos surquen su espalda malherida y con trazos carmesíes. La yema repasa presurosa cada arañazo sin presionar en ningún momento, no sé que conquista más, si sus manos o su melena, o todo en general.
─ Tu búscame, que para la próxima te daré yo de mi postre casero. ─ Yo, obviamente, quizá untada en cualquier dulce o que se conforme con meter la cabeza entre mis piernas. Con la distancia justa donde el potingue permanece, aprecio uno de sus mechones, lo enrollo y le doy una forma de bucle, dejándolo caer para apresar el siguiente. ─ Algo así me olía. ─ Si quiere abrazar que lo haga, no le negaré mi calor y al menos así dormiremos plácidos hasta que el sol le arrebate el trabajo al elfo. Sus labios maltratados me abren el apetito y si no fuese por el dichoso cigarro ya me habría convertido en su nuevo vicio, sin embargo y por infortunio esperaré a que lo lance lejos o a que las ganas cesen de un momento a otro.
Ninguno de los dos caeremos ante Morfeo y resulta que por muy cansados que estemos, preferimos aprovechar la madrugada y sorprendernos cada cual con sus truquitos o habladurías íntimas. Iltharion se propone unirse a este deporte donde sin vacile nos arruinaremos entre miradas, algunas temples y otras tantas exageradas, como si después de los cuatro revolcones siguiesen ahí las ganas, más el cuerpo quisquilloso ha llegado a un límite donde se niega a colaborar. ─ Si me miras así, me enamorarás. ─ Solté de improvisto, echándome a reír tras apartar mis luceros de los suyos distinguidos, las carantoñas en su melena pasaron a su chiva que con suma claridad voy moldeando, es relajante y le he encontrado un gustillo raro.
─ Serás tarugo. ─ Recalqué en alto apunto de atizarle el mentón con el puño cerrado por la pedazo de sandez que soltó tan encantado, la mano en su barba desciende nuevamente a un costado donde presiono para que se retuerza, nada que duela en demasía o que se asemeje a su tacto mágico en respectiva zona. ─ ¿Qué tal si descansas? Me encargaré de que no despiertes nunca. ─ Mediante un tono límpido le amenazo antes de abrir la boca y enseñarle una impecable hilera de dientes, vecina de una complaciente sonrisa que finaliza mudando a una maquiavélica sin tapujos que disfracen la voluntad de una mujer que, con sumo gusto le arrebataría el aire hasta asfixiarlo en medio del crepúsculo donde el frío nos obliga a estar ligados.
Presuntuoso reluce cada una de sus ventajas como aprendiz de las temporadas, está claro que su rol de viajero tiene sus trucos y pasatiempos, músico y pintor, cocinero y sensacional amante ha sabido persuadirme para que el mal humor lo aparte un ratito y saque a flote la curiosidad insana, que cual perdición me forzará a participar una vez más en sus distracciones. ─ Mientras no pique, envenene y salga con el agua todo bien. ─ El brazo se lo ofrezco y si es cierto que pinta magníficamente quizá le ofrezca otras partes como lienzo azucarado. ─ Déjame pensar, buscaré algo que me de feminidad, he escuchado tantas veces al día la palabra marimacha que comienzo a preocuparme. ─ Con una risotada y un deje de mano le resto importancia a mis palabras, el cómo me llamen me la sopla y nunca he sido ni seré una damisela, mi vida como guerrera es más conmovedora. ─ ¿Qué tal unas florecillas?
Nada, sólo bromeo. ─ Hmm... ─ Recapacité, dándole a entender de que aún no he dado con la respuesta a que podría dibujarme. ─ Siempre me han gustado las aves, de suma belleza y libres de surcar cuanto se les apetezca. Creo que sería una buena opción. ─ Para nada fémina, ¿pero que mas da? Ni que fuese sustancial entre él y yo.
─ Prefiero que sea difícil, al final tendrás tu recompensa. ─ Puntué con sagacidad, con la mirada henchida en gozo voy devorándole de poco a poco, como si cada parte del elfo fuera una delicia que escrutar entre vistazos arrebatadores. Confianzuda elevé una de las manos, pasándola por el costado del elfo donde le produzco un ligero cosquilleo, en lo alto voy apegándome para que mis dedos surquen su espalda malherida y con trazos carmesíes. La yema repasa presurosa cada arañazo sin presionar en ningún momento, no sé que conquista más, si sus manos o su melena, o todo en general.
─ Tu búscame, que para la próxima te daré yo de mi postre casero. ─ Yo, obviamente, quizá untada en cualquier dulce o que se conforme con meter la cabeza entre mis piernas. Con la distancia justa donde el potingue permanece, aprecio uno de sus mechones, lo enrollo y le doy una forma de bucle, dejándolo caer para apresar el siguiente. ─ Algo así me olía. ─ Si quiere abrazar que lo haga, no le negaré mi calor y al menos así dormiremos plácidos hasta que el sol le arrebate el trabajo al elfo. Sus labios maltratados me abren el apetito y si no fuese por el dichoso cigarro ya me habría convertido en su nuevo vicio, sin embargo y por infortunio esperaré a que lo lance lejos o a que las ganas cesen de un momento a otro.
Ninguno de los dos caeremos ante Morfeo y resulta que por muy cansados que estemos, preferimos aprovechar la madrugada y sorprendernos cada cual con sus truquitos o habladurías íntimas. Iltharion se propone unirse a este deporte donde sin vacile nos arruinaremos entre miradas, algunas temples y otras tantas exageradas, como si después de los cuatro revolcones siguiesen ahí las ganas, más el cuerpo quisquilloso ha llegado a un límite donde se niega a colaborar. ─ Si me miras así, me enamorarás. ─ Solté de improvisto, echándome a reír tras apartar mis luceros de los suyos distinguidos, las carantoñas en su melena pasaron a su chiva que con suma claridad voy moldeando, es relajante y le he encontrado un gustillo raro.
─ Serás tarugo. ─ Recalqué en alto apunto de atizarle el mentón con el puño cerrado por la pedazo de sandez que soltó tan encantado, la mano en su barba desciende nuevamente a un costado donde presiono para que se retuerza, nada que duela en demasía o que se asemeje a su tacto mágico en respectiva zona. ─ ¿Qué tal si descansas? Me encargaré de que no despiertes nunca. ─ Mediante un tono límpido le amenazo antes de abrir la boca y enseñarle una impecable hilera de dientes, vecina de una complaciente sonrisa que finaliza mudando a una maquiavélica sin tapujos que disfracen la voluntad de una mujer que, con sumo gusto le arrebataría el aire hasta asfixiarlo en medio del crepúsculo donde el frío nos obliga a estar ligados.
Presuntuoso reluce cada una de sus ventajas como aprendiz de las temporadas, está claro que su rol de viajero tiene sus trucos y pasatiempos, músico y pintor, cocinero y sensacional amante ha sabido persuadirme para que el mal humor lo aparte un ratito y saque a flote la curiosidad insana, que cual perdición me forzará a participar una vez más en sus distracciones. ─ Mientras no pique, envenene y salga con el agua todo bien. ─ El brazo se lo ofrezco y si es cierto que pinta magníficamente quizá le ofrezca otras partes como lienzo azucarado. ─ Déjame pensar, buscaré algo que me de feminidad, he escuchado tantas veces al día la palabra marimacha que comienzo a preocuparme. ─ Con una risotada y un deje de mano le resto importancia a mis palabras, el cómo me llamen me la sopla y nunca he sido ni seré una damisela, mi vida como guerrera es más conmovedora. ─ ¿Qué tal unas florecillas?
Nada, sólo bromeo. ─ Hmm... ─ Recapacité, dándole a entender de que aún no he dado con la respuesta a que podría dibujarme. ─ Siempre me han gustado las aves, de suma belleza y libres de surcar cuanto se les apetezca. Creo que sería una buena opción. ─ Para nada fémina, ¿pero que mas da? Ni que fuese sustancial entre él y yo.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El bardo parecía sumamente cómodo con las atenciones que los pérfidos dedos de su acompañante trazaban por su cuerpo, su costado o su cabello, casi exhibiendo una placida docilidad en los gestos y el cuerpo que no tenían nada que ver con su vivaz mirada, o la picardía ya perenne de su sonrisa, que se veía truncada tanto por la melladura de los mordiscos indecorosos de la elfa, como por el cigarrillo que se mantenía a un costado, humeante, llenando el aire helado de aroma a menta.
-Mucho mejor.-la acompaño con su sonrisa cuando soltó aquella barbaridad. Amor. De algún modo sentía que compartía con aquella elfa la capa de hielo que envolví su corazón de piedra, pues si bien había mucho aprecio o afecto, incluso cariño en su corazón que alguien podía ganarse, mas a ratos que de forma constante, aquel sentimiento del que cantaba para gozo ajeno no le perecía mas que una quimera, o una maldición que por suerte no había corrido la desgracia de sufrir, y que si alguna vez había sospechado que empezaba a hacecharle, le había huido presto, tanto o mas aterrado que de la muerte.
Iltharion batió en tremendas carcajadas cuando ella, merecidamente,le insultó y le alzó el puño. Se dobló sin dejar de reír cuando le pincho el costado, y se pasó la mano por el rostro, aun sin parar de llenar el aire con ese alegre sonido, para echarse hacia atrás la cabellera.
-Disculpa.-Rio de nuevo, mas bajito, mientras calmaba su humor.-Es que me la has puesto en bandeja.-Sonrió ampliamente mientras ponía cara de no haber roto un plato, con una pericia en la capacidad para dar forma a su propio rostro que podía resultar apabullante.
-Con el aprecio y el cariño que yo te profeso, ¿Serías capaz de tal atrocidad?¿De librar al mundo de mi encantadora presencia?.-La voz del trovador no solo se lleno de esa inocencia, si no de una humildad que no iba acorde con las propias palabras que pronunciaba.
Poco duró ese chiste, la expresión de lobo voraz volvió a sus facciones, así como la relajación y el buen humor. El cigarrillo llegó a su fin, y dándole una ultima calada de despedida, el bardo lo hizo volar hacia las llamas, que lo consumieron tan rápido que en cuestión de segundos no quedaba ni rastro del mismo.
-Ni pica ni envenena, y si decides que quieres que se quede allí, tengo tinta de otros tipos y agujas de hueso, pero duele mas que lo de la pierna, créeme.-Comentó el trovador sin dejar de revolver el pocillo espeso.-Con nieve saldrá.-Prometió.
el bardo viró sobre el camastro, quedando panza al suelo, con los codos hincados al mismo para levantar su torso y la testa, y ladeando el rostro para que la melena cobriza quedara solo del lado opuesto al que se hallaba la elfa, de modo que no le interrumpiera la vista.
Le tomó el brazo de la muñeca y lo afianzo ante su cuerpo, mientras bajaba la mirada y recorría la extensión morena de la piel de la extremidad de la cual se había agenciado.
Con la mano libre tomó la ramita de punta fina, la mojó bien en el pocillo, la escurrió a medias dándole un par de toquecillos sobre su extensión, y se detuvo un instante mientras escuchaba aquello que escogía la joven.
-Puedo hacer ambas cosas, o una flor hecha de pájaros, o un pájaro hecho de flores.-Bromeó.
La rama empezó a deslizarse por sobre la piel tostada de la hija de los bosques, la tinta estaba tibia, pero no demasiado, lo suficiente como para no resultar desagradable a la piel, mezcla del calor de las brasas con la pizquita de nieve que la componía.
La rama paseaba suavemente sobre el brazo, sin arañarlo, depositando el trazo de un color negro aguado, opaco como para que se viera, pero no tan intenso como si fuera tinta de escribir.
Poco a poco la silueta de un halcón de plumas negras empezó a tomar forma en el antebrazo acaramelado de la muchacha. Con las alas desplegadas, las filosas garras y la cabeza bien en alto. Quizás no era un ave delicada, ni tierna como otras, o su plumaje no era tan vistoso, pero iltharion consideraba que lo imponente y peligroso de ese cazador de los aires le sentaba de maravilla a la muchacha, aunque su carácter fuera mas felino que propio de un pájaro.
-Si prefieres algo mas similar a una alondra, puedo empezar de vuelta.-Murmuró con total concentración.
iltharion se mantenía absorto mientras dibujaba, completamente sumergido en su dibujo, su mirada entornada solo veía su lienzo, su sonrisa había desaparecido en aquella expresión abstraída de concentración, su mano se movía con gracia y delicadeza y el contemplaba exigente cada uno de sus trazos.-¿Porque un pájaro?.-Sus orbes se desviaron un instante veloz hacia ella antes de volver al dibujo, segundo en el cual se detuvo sin avanzar en el mismo, no queriendo en el descuido o por alarde, destrozar el mismo.
-Mucho mejor.-la acompaño con su sonrisa cuando soltó aquella barbaridad. Amor. De algún modo sentía que compartía con aquella elfa la capa de hielo que envolví su corazón de piedra, pues si bien había mucho aprecio o afecto, incluso cariño en su corazón que alguien podía ganarse, mas a ratos que de forma constante, aquel sentimiento del que cantaba para gozo ajeno no le perecía mas que una quimera, o una maldición que por suerte no había corrido la desgracia de sufrir, y que si alguna vez había sospechado que empezaba a hacecharle, le había huido presto, tanto o mas aterrado que de la muerte.
Iltharion batió en tremendas carcajadas cuando ella, merecidamente,le insultó y le alzó el puño. Se dobló sin dejar de reír cuando le pincho el costado, y se pasó la mano por el rostro, aun sin parar de llenar el aire con ese alegre sonido, para echarse hacia atrás la cabellera.
-Disculpa.-Rio de nuevo, mas bajito, mientras calmaba su humor.-Es que me la has puesto en bandeja.-Sonrió ampliamente mientras ponía cara de no haber roto un plato, con una pericia en la capacidad para dar forma a su propio rostro que podía resultar apabullante.
-Con el aprecio y el cariño que yo te profeso, ¿Serías capaz de tal atrocidad?¿De librar al mundo de mi encantadora presencia?.-La voz del trovador no solo se lleno de esa inocencia, si no de una humildad que no iba acorde con las propias palabras que pronunciaba.
Poco duró ese chiste, la expresión de lobo voraz volvió a sus facciones, así como la relajación y el buen humor. El cigarrillo llegó a su fin, y dándole una ultima calada de despedida, el bardo lo hizo volar hacia las llamas, que lo consumieron tan rápido que en cuestión de segundos no quedaba ni rastro del mismo.
-Ni pica ni envenena, y si decides que quieres que se quede allí, tengo tinta de otros tipos y agujas de hueso, pero duele mas que lo de la pierna, créeme.-Comentó el trovador sin dejar de revolver el pocillo espeso.-Con nieve saldrá.-Prometió.
el bardo viró sobre el camastro, quedando panza al suelo, con los codos hincados al mismo para levantar su torso y la testa, y ladeando el rostro para que la melena cobriza quedara solo del lado opuesto al que se hallaba la elfa, de modo que no le interrumpiera la vista.
Le tomó el brazo de la muñeca y lo afianzo ante su cuerpo, mientras bajaba la mirada y recorría la extensión morena de la piel de la extremidad de la cual se había agenciado.
Con la mano libre tomó la ramita de punta fina, la mojó bien en el pocillo, la escurrió a medias dándole un par de toquecillos sobre su extensión, y se detuvo un instante mientras escuchaba aquello que escogía la joven.
-Puedo hacer ambas cosas, o una flor hecha de pájaros, o un pájaro hecho de flores.-Bromeó.
La rama empezó a deslizarse por sobre la piel tostada de la hija de los bosques, la tinta estaba tibia, pero no demasiado, lo suficiente como para no resultar desagradable a la piel, mezcla del calor de las brasas con la pizquita de nieve que la componía.
La rama paseaba suavemente sobre el brazo, sin arañarlo, depositando el trazo de un color negro aguado, opaco como para que se viera, pero no tan intenso como si fuera tinta de escribir.
Poco a poco la silueta de un halcón de plumas negras empezó a tomar forma en el antebrazo acaramelado de la muchacha. Con las alas desplegadas, las filosas garras y la cabeza bien en alto. Quizás no era un ave delicada, ni tierna como otras, o su plumaje no era tan vistoso, pero iltharion consideraba que lo imponente y peligroso de ese cazador de los aires le sentaba de maravilla a la muchacha, aunque su carácter fuera mas felino que propio de un pájaro.
-Si prefieres algo mas similar a una alondra, puedo empezar de vuelta.-Murmuró con total concentración.
iltharion se mantenía absorto mientras dibujaba, completamente sumergido en su dibujo, su mirada entornada solo veía su lienzo, su sonrisa había desaparecido en aquella expresión abstraída de concentración, su mano se movía con gracia y delicadeza y el contemplaba exigente cada uno de sus trazos.-¿Porque un pájaro?.-Sus orbes se desviaron un instante veloz hacia ella antes de volver al dibujo, segundo en el cual se detuvo sin avanzar en el mismo, no queriendo en el descuido o por alarde, destrozar el mismo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Fruncí el ceño con un amago indignado, le he permitido cruzar fronteras que otros atrás siquiera rozaron con los dedos, y el hecho de que se lo haya puesto a huevo no le da derecho a explotar la oportunidad y salirse con la suya, que soy igual y por esa razón he sido benévola con el toque en su costado, perfectamente podría haberle cruzado la cara o apretarle el paquete hasta oírle bramar. ─ Teniendo en claro que como tú hay decenas, sí, cometería tal atrocidad. ─ Se trata de un elfo orgulloso y como bien ha hecho él al principio, he aprovechado la oportunidad para sacarle de quicio, sonriendo a continuación con un matiz ingenuo, esa sensación de haber dicho algo malo sin siquiera ser consciente de lo perjudicial que puede llegar a ser para el afligido.
En la cercanía de su cuerpo aún doblado hacia mi vera le contemplo por mero fisgoneo, el pesquisar sus facciones que ante la provocación pueden volverse ásperas es un premio que no me perderé por temeraria, aunque la inocencia que presentó en antaño también fue digna de presenciar, no le convienen en absoluto y aún así dan el pego si se lo propone el bardo. ─ Bueno, venga, que quiero ver cuan bueno eres en esto de pintar. ─ Que aún tenemos un asunto pendiente con pinceles reales, como sería disfrazarlo de tigre o a mi de gatita, en sí, lo gracioso de todo es que las pinturas acabarían desparramadas en dos cuerpos que por puro contacto y fuego, segregarían sudor y sexo.
─ ¿También los haces permanentes? Los he visto y en mi poblado se hacían como recordatorio, pero nunca me vi interesada. ─ Parecía seguro y es que son sólo cenizas y agua consolidada, nada que pueda hacer daño o cause alguna reacción alérgica. ─ Procede entonces, me estaré quieta. ─ Iluso si al final termina creyéndolo, soy un terremoto y si no puedo mover el brazo, moveré otra extremidad por desahogo. Sobre el lecho comienza a moverse para hallar la mejor postura, una en la que tenga flexibilidad y le sea más cómodo dibujar, aguardé paciente y una vez dada con la adecuada le ofrecí el brazo, con suma dicha lo tomó, llevándoselo cerca y así verificar en donde originar la primera serie de trazos.
Bueno, se le está yendo la imaginación por la putísima arboleda, y si he de ser sincera la idea de hacer una flor a base de pájaros en conjuntivo me agrada, sería algo raro pero en sí, atractivo. El trovador moja la rama puntiaguda, se deshace del sobrante y origina el boceto principal, le he pedido un ave pero no espefiqué cual, dándole la oportunidad de elegirla él mismo y así sorprenderme. En uno de los momentos en los que apartó el provisorio pincel me acerqué más a su hombro sin llegar a rozarlo, todo por comodidad y para que fuese más fácil contemplar su trabajo. ─ De momento lo que estoy viendo me está gustando, sigue con lo que tengas en mente. ─ No era una orden ni una petición, sólo un comentario que podía juzgar a su propio antojo.
El lienzo va tomando una forma bruna y todo se debe al color de la tinta creada de forma novedosa, es un halcón de solemnes plumas y pico aguzado, es un acierto por parte del bardo y entretenida viéndolo acerco una de mis piernas a las suyas, boca abajo voy jugando con su bota sin llegar a moverle de forma brusca, no estoy para que me atiborre el antebrazo de tinta y debamos empezar. El codo ajeno lo hinco sobre el lecho, apoyando el mentón en el dorso de la mano, hipnotizada por cada línea detallada y la lentitud a la que se acoge en ocasiones para ser más profesional y que todo quede a su gusto, sin desbarates.
─ Bueno, son animales que imponen con picos formidables, en sí los plumajes siempre suelen ser elegantes y cazadores, no temen descender en picado para llevarse al guante lo que se les antoje. Y no hablemos de la libertad que poseen, supongo que me veo reflejada en ellos y a su vez me gusta, pero tamibén lo odio. El color, el hecho de que algunos sean tan agresivos y esa libertad... a veces hace bien, otras veces es para mal. ─ Porque si la recorremos en soledad termina cambiándonos tanto por dentro como por fuera, es lo que a mi me ha pasado. No es una aclaración muy buena, pero servirá para saciarle hasta que me asalte con otra pregunta.
En la cercanía de su cuerpo aún doblado hacia mi vera le contemplo por mero fisgoneo, el pesquisar sus facciones que ante la provocación pueden volverse ásperas es un premio que no me perderé por temeraria, aunque la inocencia que presentó en antaño también fue digna de presenciar, no le convienen en absoluto y aún así dan el pego si se lo propone el bardo. ─ Bueno, venga, que quiero ver cuan bueno eres en esto de pintar. ─ Que aún tenemos un asunto pendiente con pinceles reales, como sería disfrazarlo de tigre o a mi de gatita, en sí, lo gracioso de todo es que las pinturas acabarían desparramadas en dos cuerpos que por puro contacto y fuego, segregarían sudor y sexo.
─ ¿También los haces permanentes? Los he visto y en mi poblado se hacían como recordatorio, pero nunca me vi interesada. ─ Parecía seguro y es que son sólo cenizas y agua consolidada, nada que pueda hacer daño o cause alguna reacción alérgica. ─ Procede entonces, me estaré quieta. ─ Iluso si al final termina creyéndolo, soy un terremoto y si no puedo mover el brazo, moveré otra extremidad por desahogo. Sobre el lecho comienza a moverse para hallar la mejor postura, una en la que tenga flexibilidad y le sea más cómodo dibujar, aguardé paciente y una vez dada con la adecuada le ofrecí el brazo, con suma dicha lo tomó, llevándoselo cerca y así verificar en donde originar la primera serie de trazos.
Bueno, se le está yendo la imaginación por la putísima arboleda, y si he de ser sincera la idea de hacer una flor a base de pájaros en conjuntivo me agrada, sería algo raro pero en sí, atractivo. El trovador moja la rama puntiaguda, se deshace del sobrante y origina el boceto principal, le he pedido un ave pero no espefiqué cual, dándole la oportunidad de elegirla él mismo y así sorprenderme. En uno de los momentos en los que apartó el provisorio pincel me acerqué más a su hombro sin llegar a rozarlo, todo por comodidad y para que fuese más fácil contemplar su trabajo. ─ De momento lo que estoy viendo me está gustando, sigue con lo que tengas en mente. ─ No era una orden ni una petición, sólo un comentario que podía juzgar a su propio antojo.
El lienzo va tomando una forma bruna y todo se debe al color de la tinta creada de forma novedosa, es un halcón de solemnes plumas y pico aguzado, es un acierto por parte del bardo y entretenida viéndolo acerco una de mis piernas a las suyas, boca abajo voy jugando con su bota sin llegar a moverle de forma brusca, no estoy para que me atiborre el antebrazo de tinta y debamos empezar. El codo ajeno lo hinco sobre el lecho, apoyando el mentón en el dorso de la mano, hipnotizada por cada línea detallada y la lentitud a la que se acoge en ocasiones para ser más profesional y que todo quede a su gusto, sin desbarates.
─ Bueno, son animales que imponen con picos formidables, en sí los plumajes siempre suelen ser elegantes y cazadores, no temen descender en picado para llevarse al guante lo que se les antoje. Y no hablemos de la libertad que poseen, supongo que me veo reflejada en ellos y a su vez me gusta, pero tamibén lo odio. El color, el hecho de que algunos sean tan agresivos y esa libertad... a veces hace bien, otras veces es para mal. ─ Porque si la recorremos en soledad termina cambiándonos tanto por dentro como por fuera, es lo que a mi me ha pasado. No es una aclaración muy buena, pero servirá para saciarle hasta que me asalte con otra pregunta.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El trovador se llevó una mano al pecho, como si la elfa acabase de herirlo, y sin perder la sonrisa picara y la expresión confiada, hablo con total tranquilidad. Si,era un hombre con un gran ego, pero no para todo necesitaba de lo ajeno, de hecho, era en contados y especiales momentos en donde cualquier ser ajeno tenía una pequeña oportunidad de afectar al mismo, por norma general, iltharion se bastaba para su propia opinión de si mismo.
-Que cruel, mi pobre corazón.-Fingió algo de dolor sin demasiado esmero, riendo entre dientes, porque no era la primera vez que trataban de meterle el dedo en la llaga de aquella forma sin éxito ninguno, y le resultaba gracioso de aquello sobre todo el hecho, de que la persona que tenía en frente aun no lo había descubierto por completo.
Ya manos a la obra, y con el dibujo siendo un bosquejo, el trovador se dió el lujo de empezar a hablar, viendo de soslayo y de forma muy intermitente a su interlocutora, absorta como estaba su mirada en la obra que estaba creando sobre la piel de la misma.
-Si, no es algo difícil de hacer, dibujas pro encima lo que quieres hacer, para tener una guía, flojo, con una tinta bastante translucida. Mas que esta.-Hizo un gesto con el palillo al mojarlo de nuevo, dándole un par de toques a la piedra cóncava que ejercía de tintero.
-Luego con una aguja de hueso, si puede ser con un corte fino en la punta, la mojas en una tinta mas espesa y pinchas la carne dejando que la tinta penetre. Así punto a punto haces todo el dibujo.-Comentó el trovador, con ese tono calmo y para nada jocoso, uno relajado pero mas serio que se sentía natural a su propia manera.- Básicamente se hacen miles de heridas con tinta para que quede el dibujo. Incluso puedes usar tintas de colores. Solo que como toda herida puede generar humores maliciosos, hay que cuidar y tener buen cuidado hasta que la piel sana, después, ala, tatuaje por bastante tiempo. Con los años se apagan los colores, pero se puede repasar de nuevo. Los humanos no viven tanto como para eso, pero si tu te hicieras uno.-Se detuvo un instante para mirarla, de arriba abajo, pero sin lascivia, de una forma analítica casi, como si intentara imaginarse que tipo de imagen podría decorar su cuerpo apropiadamente.- cada cinco o seis décadas tendrías que repasarlo para que fuera tan nitido como el primer día.-Finalizó, y volvió al halcón de plumas de ébano.
El dibujo se volvía mas nítido, pero por trozos, el halcón empezaba a tener una mirada fija, penetrante y afilada, la vista imponente de un cazador. Luego fueron sus garras cuyo filo parecía relucir afilado y capaz de arañar sin problema la propia piel sobre la que parecía alzarse. Después de la silueta el resto iba mas lento, el trovador se detenía, daba trazos cortos, pequeños puntos, pero poco a poco el ave empezaba a ser menos una idea, y mas una realidad que existía entre ambos.
En algunos puntos la tinta se veía mas oscura, en otros mas translucida, como si la forma en la que el bardo escurría el liquido negruzco y con olor a menta le permitiera controlar la intensidad del color sobre la tez tostada, cuyo marrón de canela componía las luces de la pintura.
Una sonrisa cómplice se dibujó en la faz del bardo al escuchar aquella respuesta. El también admiraba a los pájaros por muchas de esas cosas, quizás el plumaje era lo de menos. Se limitó a asentir una sola vez en silencio, y a recordar aquellos versos que había escrito antaño, que le gustaban desde el primer día y que solían tener bastante éxito en las aldeas.
-Rosa, flor fugaz, extraño tu sabor, apaciguaste el ocaso que precede el alba de un día nuevo.-Empezó a sonar la voz del trovador, un canturreó en un tono bajo, no se necesitaba mas para que ambos pudieran oírlo, pues era poco el espacio que los separaba. Su entonación era perfecta, no solo porque era una pieza de su propio puño y letra, si no porque poseía una voz grave aterciopelada que parecía haber nacido para cantar.- Atrás quedaron los nombres del pasado, las margaritas de los prados, la soledad, lejana y que a su vez me acompaña, el fresco roció de flora y primavera, los lagos de aguas esmeralda, esquivo Azhar de escasos encuentros, las aventuras del pernoctar se vuelven verso, y solo queda el recuerdo, la imagen y en la piel el toque de la libertad que siempre ganó la contienda, adiós pues entonces, que mientras vuele aun me espera en la vida, tanto como dejo en el recuerdo.-El elfo se preguntó para sus adentros si Eretria sería capaz de entender la dualidad de la canción, el mensaje secreto, aquella broma particular que se escondía entre los versos. Si alguien era capaz, a día de hoy, de descubrir aquello que el había escondido en su canción, estaba seguro de que sería ella, y si no, seguiría disfrutando en privado ese idioma velado que revelaba de el tanto o mas como la parte más superficial de ese canto.
Mientras el dibujo conseguía sus ultimas luces y sombras, pequeños detalles que le daba vitalidad al ave rapaz que había decidido asociar a la dama sobre la que la pintaba, el pincel se movía, por gusto o por inercia al son de aquellos versos.
-Y si algún día el ave abandona su vuelo, no será por esposas, si no por acero, pues del celo es prisionero, todo aquel que posee, y todo aquél que anhela, pero no sabe para si, guardar los encantos que ofrece el camino. Hasta entonces compañeros, solo seré música y viento. Y cuando la ultima nota llame a mi puerta, será una sonrisa mi ultimo aliento.-La canción llegó a su fin,y el trovador quedó unos pocos segundos mas fijándose en el dibujo pero sin añadir nada. Luego, contento con su obra, dejo el palillo en el tintero y se dejó caer hacia el costado opuesto de la dama, quedando de frente a ella como antes de empezar el dibujo, expectante de su reacción ante el resultado.
-Que cruel, mi pobre corazón.-Fingió algo de dolor sin demasiado esmero, riendo entre dientes, porque no era la primera vez que trataban de meterle el dedo en la llaga de aquella forma sin éxito ninguno, y le resultaba gracioso de aquello sobre todo el hecho, de que la persona que tenía en frente aun no lo había descubierto por completo.
Ya manos a la obra, y con el dibujo siendo un bosquejo, el trovador se dió el lujo de empezar a hablar, viendo de soslayo y de forma muy intermitente a su interlocutora, absorta como estaba su mirada en la obra que estaba creando sobre la piel de la misma.
-Si, no es algo difícil de hacer, dibujas pro encima lo que quieres hacer, para tener una guía, flojo, con una tinta bastante translucida. Mas que esta.-Hizo un gesto con el palillo al mojarlo de nuevo, dándole un par de toques a la piedra cóncava que ejercía de tintero.
-Luego con una aguja de hueso, si puede ser con un corte fino en la punta, la mojas en una tinta mas espesa y pinchas la carne dejando que la tinta penetre. Así punto a punto haces todo el dibujo.-Comentó el trovador, con ese tono calmo y para nada jocoso, uno relajado pero mas serio que se sentía natural a su propia manera.- Básicamente se hacen miles de heridas con tinta para que quede el dibujo. Incluso puedes usar tintas de colores. Solo que como toda herida puede generar humores maliciosos, hay que cuidar y tener buen cuidado hasta que la piel sana, después, ala, tatuaje por bastante tiempo. Con los años se apagan los colores, pero se puede repasar de nuevo. Los humanos no viven tanto como para eso, pero si tu te hicieras uno.-Se detuvo un instante para mirarla, de arriba abajo, pero sin lascivia, de una forma analítica casi, como si intentara imaginarse que tipo de imagen podría decorar su cuerpo apropiadamente.- cada cinco o seis décadas tendrías que repasarlo para que fuera tan nitido como el primer día.-Finalizó, y volvió al halcón de plumas de ébano.
El dibujo se volvía mas nítido, pero por trozos, el halcón empezaba a tener una mirada fija, penetrante y afilada, la vista imponente de un cazador. Luego fueron sus garras cuyo filo parecía relucir afilado y capaz de arañar sin problema la propia piel sobre la que parecía alzarse. Después de la silueta el resto iba mas lento, el trovador se detenía, daba trazos cortos, pequeños puntos, pero poco a poco el ave empezaba a ser menos una idea, y mas una realidad que existía entre ambos.
En algunos puntos la tinta se veía mas oscura, en otros mas translucida, como si la forma en la que el bardo escurría el liquido negruzco y con olor a menta le permitiera controlar la intensidad del color sobre la tez tostada, cuyo marrón de canela componía las luces de la pintura.
Una sonrisa cómplice se dibujó en la faz del bardo al escuchar aquella respuesta. El también admiraba a los pájaros por muchas de esas cosas, quizás el plumaje era lo de menos. Se limitó a asentir una sola vez en silencio, y a recordar aquellos versos que había escrito antaño, que le gustaban desde el primer día y que solían tener bastante éxito en las aldeas.
-Rosa, flor fugaz, extraño tu sabor, apaciguaste el ocaso que precede el alba de un día nuevo.-Empezó a sonar la voz del trovador, un canturreó en un tono bajo, no se necesitaba mas para que ambos pudieran oírlo, pues era poco el espacio que los separaba. Su entonación era perfecta, no solo porque era una pieza de su propio puño y letra, si no porque poseía una voz grave aterciopelada que parecía haber nacido para cantar.- Atrás quedaron los nombres del pasado, las margaritas de los prados, la soledad, lejana y que a su vez me acompaña, el fresco roció de flora y primavera, los lagos de aguas esmeralda, esquivo Azhar de escasos encuentros, las aventuras del pernoctar se vuelven verso, y solo queda el recuerdo, la imagen y en la piel el toque de la libertad que siempre ganó la contienda, adiós pues entonces, que mientras vuele aun me espera en la vida, tanto como dejo en el recuerdo.-El elfo se preguntó para sus adentros si Eretria sería capaz de entender la dualidad de la canción, el mensaje secreto, aquella broma particular que se escondía entre los versos. Si alguien era capaz, a día de hoy, de descubrir aquello que el había escondido en su canción, estaba seguro de que sería ella, y si no, seguiría disfrutando en privado ese idioma velado que revelaba de el tanto o mas como la parte más superficial de ese canto.
Mientras el dibujo conseguía sus ultimas luces y sombras, pequeños detalles que le daba vitalidad al ave rapaz que había decidido asociar a la dama sobre la que la pintaba, el pincel se movía, por gusto o por inercia al son de aquellos versos.
-Y si algún día el ave abandona su vuelo, no será por esposas, si no por acero, pues del celo es prisionero, todo aquel que posee, y todo aquél que anhela, pero no sabe para si, guardar los encantos que ofrece el camino. Hasta entonces compañeros, solo seré música y viento. Y cuando la ultima nota llame a mi puerta, será una sonrisa mi ultimo aliento.-La canción llegó a su fin,y el trovador quedó unos pocos segundos mas fijándose en el dibujo pero sin añadir nada. Luego, contento con su obra, dejo el palillo en el tintero y se dejó caer hacia el costado opuesto de la dama, quedando de frente a ella como antes de empezar el dibujo, expectante de su reacción ante el resultado.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Reí socarrona afín a su oreja lastimada, no es un corte agónico pero de por sí, arraigado a alguna que otra de mis jugarretas lascivas parece estar un poco irritada la zona. ─ ¿Acaso tienes uno? ─ Le pregunté, por ende y para que su cuerpo siga en movimiento debería poseer un corazón que, independiente a las palabras de un vacío conveniente, puede ser cruel o ignorante, ambas me parecen una opción acertada para precisar el carácter del bardo, cruel y sin ataduras a posibles sentimientos, ignorante en cuanto a referidos, sujetos en el pasar de un tiempo que para nosotros es perpetuo.
Con los labios prietos y los hombros ciertamente encogidos por la friolera brisa, le contemplo desde un lateral con ambas orbes caramelizadas, intensas y cautivas con cada uno de los trazos ejercidos. Paciente el trovador comenzó a explicar como va el tema de los tatuajes permanentes, en esencia, un sin fin de heridas escoltadas de una tinta densa y prometedora, aguanto bien el dolor pero no soy partidaria de llevar en mi piel otra cosa que no sean mis propias marcas de contiendas antañas y por supuesto, futuras. ─ Y todo para llevar un símbolo, una flor, el nombre de un ser querido o a saber que tontería de por vida, sea viejo o reciente, colorido o apagado. Demasiado bonito pero a su vez, anticuado. ─ Reflexiva muerdo mi labio inferior. ─ La idea es atrayente, no diré que no, pero no lo dejaré en tus manos que capaz me tatúas de por vida un "Iltharion estuvo aquí" Postada uno. "Cuatro veces" Posdata dos. "Que buena está Ere" Posdata tres. "Ya ésta es para joder" ─ Sonora expido una de esas carcajadas que son contagiosas.
En la actualidad no hay nada que desee recordar de aquí a muchas primaveras en espera, siquiera sabría si es una buena idea o si me arrepentiría. Si llegaría a acostumbrarme o si lo repudiaría como hago con un cuerpo que cual pergamino, se encarga de rememorar cada batalla a expensas de que las cicatrices son mal vistas. Cómoda con el silencio engendrado por la concentración del elfo y mi pasatiempo en una de sus botas voy echándole un vistazo con los párpados entrecerrados, las plumas han sido detalladas con sumo pulso al igual que el pico y ambos ojos, parecen escaparse del lienzo y recuperar el aliento tras surcar vuelo desde el antebrazo pardo.
Tiene talento, uno que explosiona en mi piel junto a mi sentido auditivo, el trovador inicia una especie de cantiga con una voz masculina al igual que embrujada, cada verso sumado a sus encantos, a un tono bajo e íntimo entre nosotros causa parsimonia, como si fuese una balsa de efluvio y empirismo. Pestañeé y con una sonrisa en el rostro voy oyéndole dócil, sin ánimo de interrumpirle puesto que es de todo menos soporífero. Desconozco la letra y a su vez parece hecha para que la entienda, no hablemos de una libertad perecedera, de sus raíces que traicioneras nos enganchan a una realidad ofensiva, a sus caminos forzosos y al compromiso de aceptar el afecto hacia segundos.
Disfruto del aire puro en cada bosque que transito, de los pocos encuentros que me sacan de una rutina que me transforma en una elfa huraña, de la complicidad con el ambiente, de cada pasaje, cada enigma y cada pasadizo que solitaria he ido recorriendo en búsqueda de lo inédito. No será por tristeza, por celo o apego, no seré una con la ventisca ni me llevaré conmigo el hilo del destino, la vida se me escapará de las manos tal como se me escapan los suspiros, sin embargo, esta soy yo, y como dice el elfo, fugaz y echa de acero, seré música, seré viento, seré Eretria en pleno apogeo. Lo observé muda, haciendo referencia a que quizá poco me importan sus versos o si realmente han llegado a las murallas de un alma que a base de dentelladas y garrazos se protege de lo que infiere daño.
─ Acatada disciplina, macabra que sepulta las pugnas, claros resplandores que con odioso tesón, a falta de amores sepultura emociones, consumida en lides o contiendas ella era la jovenzuela que apuntaba al mismísimo Valhalla. ─ No es una canción, es parte de un libro que su hermana siempre le recordaba por la semejanza hacia la canela. El dibujo está acabado y seductora voy dejando al elfo boca arriba conmigo en su regazo, la sábana está revuelta y a pesar del frío y de la cumbre en mis pechos erizados, continúo. ─ Mustia y relegada, sin vano ditirambo del vil endiosamiento que la maldice, que fue en tonos de mofa y censura, quien la virtud no alberga en su alma pura superó la paciencia, retó a la ruina más profunda y la hecatombe entre tanto, procelosa rebosó daños y maldades, espanto de siglo, de edades, el honor no la salvó pero si la liberación de los cañones que dejaron salir el trágico estampido del remate.
El contexto va cambiando, habla de sí misma, de los preludios de una vida como guerrera y lo que tanto le aterra a simple vista, el reniego de su pueblo y la abominación expuesta por la maldición de Mukhina. ─ Así pues, trovador, ¿qué paso con la novicia? ─ Entre caricias en su torso desnudo voy incitándole a que se meta de lleno en la historia por puro jolgorio. ─ Pieza magma de soberbia y excelencia, pintada por una mano maestra, ilustración viviente de quien la observa ha prescindido de modas y en el amparo de lo liso y lo llano, se ha encontrado a ella misma. Dirá en los oídos ajenos que no inciten a la guerra, porque incendia y devasta cuando dicha petición en la más hermosa de todas. No abras la caja de pandora en la que se encierra. ─ Las caricias promueven los collares del elfo que callado, va escuchando el cuento.
─ El mal tenaz se aferra como maldición, no hay deseo o barranco que se convierta en celda, caudal de lo desprendido la joven vuela sin compañeros, venga entonces, quien sea, la misma muerte compasiva que vivirá tachada de insurrecta y solitaria en el proceder de una tierra que se tornará en lodo y miseria. ─ Despacio me encorvo encima del elfo, llegando a sus labios con las palmas extendidas en sus pectorales. ─ Continuará. ─ Sonriente me separé sin besarle, volviendo a su lateral, satisfecha por el resultado y el alivio que ha dejado hablar de ello, retazo a retazo contiene parte de los momentos más angustiosos, adornados por versos que conozco mediante la ración del tiempo y los libros leídos en la juventud.
Con los labios prietos y los hombros ciertamente encogidos por la friolera brisa, le contemplo desde un lateral con ambas orbes caramelizadas, intensas y cautivas con cada uno de los trazos ejercidos. Paciente el trovador comenzó a explicar como va el tema de los tatuajes permanentes, en esencia, un sin fin de heridas escoltadas de una tinta densa y prometedora, aguanto bien el dolor pero no soy partidaria de llevar en mi piel otra cosa que no sean mis propias marcas de contiendas antañas y por supuesto, futuras. ─ Y todo para llevar un símbolo, una flor, el nombre de un ser querido o a saber que tontería de por vida, sea viejo o reciente, colorido o apagado. Demasiado bonito pero a su vez, anticuado. ─ Reflexiva muerdo mi labio inferior. ─ La idea es atrayente, no diré que no, pero no lo dejaré en tus manos que capaz me tatúas de por vida un "Iltharion estuvo aquí" Postada uno. "Cuatro veces" Posdata dos. "Que buena está Ere" Posdata tres. "Ya ésta es para joder" ─ Sonora expido una de esas carcajadas que son contagiosas.
En la actualidad no hay nada que desee recordar de aquí a muchas primaveras en espera, siquiera sabría si es una buena idea o si me arrepentiría. Si llegaría a acostumbrarme o si lo repudiaría como hago con un cuerpo que cual pergamino, se encarga de rememorar cada batalla a expensas de que las cicatrices son mal vistas. Cómoda con el silencio engendrado por la concentración del elfo y mi pasatiempo en una de sus botas voy echándole un vistazo con los párpados entrecerrados, las plumas han sido detalladas con sumo pulso al igual que el pico y ambos ojos, parecen escaparse del lienzo y recuperar el aliento tras surcar vuelo desde el antebrazo pardo.
Tiene talento, uno que explosiona en mi piel junto a mi sentido auditivo, el trovador inicia una especie de cantiga con una voz masculina al igual que embrujada, cada verso sumado a sus encantos, a un tono bajo e íntimo entre nosotros causa parsimonia, como si fuese una balsa de efluvio y empirismo. Pestañeé y con una sonrisa en el rostro voy oyéndole dócil, sin ánimo de interrumpirle puesto que es de todo menos soporífero. Desconozco la letra y a su vez parece hecha para que la entienda, no hablemos de una libertad perecedera, de sus raíces que traicioneras nos enganchan a una realidad ofensiva, a sus caminos forzosos y al compromiso de aceptar el afecto hacia segundos.
Disfruto del aire puro en cada bosque que transito, de los pocos encuentros que me sacan de una rutina que me transforma en una elfa huraña, de la complicidad con el ambiente, de cada pasaje, cada enigma y cada pasadizo que solitaria he ido recorriendo en búsqueda de lo inédito. No será por tristeza, por celo o apego, no seré una con la ventisca ni me llevaré conmigo el hilo del destino, la vida se me escapará de las manos tal como se me escapan los suspiros, sin embargo, esta soy yo, y como dice el elfo, fugaz y echa de acero, seré música, seré viento, seré Eretria en pleno apogeo. Lo observé muda, haciendo referencia a que quizá poco me importan sus versos o si realmente han llegado a las murallas de un alma que a base de dentelladas y garrazos se protege de lo que infiere daño.
─ Acatada disciplina, macabra que sepulta las pugnas, claros resplandores que con odioso tesón, a falta de amores sepultura emociones, consumida en lides o contiendas ella era la jovenzuela que apuntaba al mismísimo Valhalla. ─ No es una canción, es parte de un libro que su hermana siempre le recordaba por la semejanza hacia la canela. El dibujo está acabado y seductora voy dejando al elfo boca arriba conmigo en su regazo, la sábana está revuelta y a pesar del frío y de la cumbre en mis pechos erizados, continúo. ─ Mustia y relegada, sin vano ditirambo del vil endiosamiento que la maldice, que fue en tonos de mofa y censura, quien la virtud no alberga en su alma pura superó la paciencia, retó a la ruina más profunda y la hecatombe entre tanto, procelosa rebosó daños y maldades, espanto de siglo, de edades, el honor no la salvó pero si la liberación de los cañones que dejaron salir el trágico estampido del remate.
El contexto va cambiando, habla de sí misma, de los preludios de una vida como guerrera y lo que tanto le aterra a simple vista, el reniego de su pueblo y la abominación expuesta por la maldición de Mukhina. ─ Así pues, trovador, ¿qué paso con la novicia? ─ Entre caricias en su torso desnudo voy incitándole a que se meta de lleno en la historia por puro jolgorio. ─ Pieza magma de soberbia y excelencia, pintada por una mano maestra, ilustración viviente de quien la observa ha prescindido de modas y en el amparo de lo liso y lo llano, se ha encontrado a ella misma. Dirá en los oídos ajenos que no inciten a la guerra, porque incendia y devasta cuando dicha petición en la más hermosa de todas. No abras la caja de pandora en la que se encierra. ─ Las caricias promueven los collares del elfo que callado, va escuchando el cuento.
─ El mal tenaz se aferra como maldición, no hay deseo o barranco que se convierta en celda, caudal de lo desprendido la joven vuela sin compañeros, venga entonces, quien sea, la misma muerte compasiva que vivirá tachada de insurrecta y solitaria en el proceder de una tierra que se tornará en lodo y miseria. ─ Despacio me encorvo encima del elfo, llegando a sus labios con las palmas extendidas en sus pectorales. ─ Continuará. ─ Sonriente me separé sin besarle, volviendo a su lateral, satisfecha por el resultado y el alivio que ha dejado hablar de ello, retazo a retazo contiene parte de los momentos más angustiosos, adornados por versos que conozco mediante la ración del tiempo y los libros leídos en la juventud.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
-Puede ser.-Sonrió enigmático ante la pregunta de si tenía tatuajes. En toda la noche no se había quitado ni los pantalones ni las botas, había mucha piel oculta en la cual podía hallarse escondido un dibujo de tinta, de aquellos que perduraban.-Tengo una replica de los templos de nuestra gente en una nalga, porque es un lugar intimo, y porque si me tocan las narices me siento en ellos.-Bromeó el trovador en ese tono que no dejaba nunca en claro si realmente aquello era un chiste o una verdad que gustaba de contar con cierto humor.
Una enorme carcajada escapó del trovador cuando la muchacha lo caló de aquel modo, y, aunque no escribiría eso en su cuerpo de forma imperecedera, mas que nada para no buscarse una muerte tan rápida, si que había escondido su nombre entre los trazos de otros dibujos, de forma discreta y oculta, modo en que no le molestaría decorar el cuerpo moreno que compartía el calor de su cama.
-Tengo algunos dibujos de los tatuajes que he hecho, y ninguno de esa guisa.-Prometió, señalando con la cabeza el morral en donde estaban, y poniendo de nuevo una cara inocente que nada tenía que ver con su verdadero carácter.-Aunque no te niego que la idea me divierte, y hasta me atrae. Pero. ¿Como sabes que no lo he hecho ya con las uñas o con los dientes?.-Esbozó una enorme sonrisa, de esas que exhibían parte de sus blanquecinos dientes.
También en el dibujo que decoraba el antebrazo de la elfa había un tesoro escondido, en las luces y el plumaje, con un gran esfuerzo, podían encontrarse las letras inconexas que le componían, algunas hechas por los huecos, otras por la tinta, o por el contraste de las mismas. A veces el trovador creía que solo el podía ver aquellos tesoros que escondía en sus trazos, que quizás solo imaginaba las formas de unas letras que ni eran claras ni eran tales, aún así, seguía satisfaciéndose con su secreto, como lo hacía con los otros.
Si la muchacha había advertido el sentido oculto de su cantar o no, el trovador no podía decirlo, pero al menos parecía que había logrado entretenerla con el mismo, y no dudaba que, en la parte menos picara y bromista, en la letra que todos podían escuchar y entender, encontraría esa oda a un modo de vida que intuía compartían, y que les permitía esa naturalidad, a ella una mujer que vivía la vida de un truhan, y a el quien despeñaba todas las responsabilidades y restricciones que se le suponían a un hombre que hacía lo que el.
Para sorpresa del trovador, no era solo violencia lo que guarda la elfa para sus momentos de ocio, ni tampoco hacerse con un viajero incauto al que destrozar con sus filosos encantos hasta romperlo en mil pedazos. Escuchaba, sin haber previsto hacerlo, aquel cuento poético de su gente, porque le gustaban los mismos, y porque lo contaba ella.
Aquel primer párrafo poseía algo de anciano, de viejo, tanto o mas que el, y al mismo tiempo, dibujaba en su mente la misma imagen que contemplaban sus ojos, una Eretria de tez morena, algo mas joven, manejando las dagas con una soltura vista, para menesteres que solo había tenido que imaginar, se movía con el baile mortal del combate sobre la nieve, cual fantasma que podía contemplar en el campamento dando vida a la historia.
La figura borrosa crecía con cada verso, con enemigos diversos, y una sombra oscura que se cernía con destierro.
Las caricias de la muchacha simplemente lo relajaban, le obsequiaban con cierta comodidad mientras se dejaba llevar por los versos y su mirada se enfocaba en los espectros de su imaginación, que saltironaban en su entorno allí donde había nada ni nade, más allá del fuego, pero que revelaban aquel cuento tan bien como las palabras.
El fin de la historia también marcó al vuelta de los obres del trovador a su acompañante, y la sonrisa ladina que esbozó cuando esta, con esos ademanes caprichosos y felinos, parecía que fuera a besarle y decidió no hacerlo.
-Eso significa que voy a tener que buscarte para saber el resto.-Le respondió sin recelo ni rechazo, pues era, por lo general un hombre paciente, y aunque se concediera caprichos, podía estarse de ellos.
Del que decidió no pasar de largo, fue de rodear a la muchacha con un brazo y arrastrarla hacia el para robarle el beso que le había negado antes, simplemente porque podía, porque le gustaba, y porque de un beso no se iba a morir nadie.
-O puedes seguir contándomelo ahora.-Ofreció, porque si algo le gustaban eran las historias, la poesía y los cuentos, no había escogido ser bardo por nada, si no que portaba la vocación en las venas, y tal y como los dioses le habían obsequiado con una voz hecha para el canto, también le habían concedido las inquietudes por el arte.
Una enorme carcajada escapó del trovador cuando la muchacha lo caló de aquel modo, y, aunque no escribiría eso en su cuerpo de forma imperecedera, mas que nada para no buscarse una muerte tan rápida, si que había escondido su nombre entre los trazos de otros dibujos, de forma discreta y oculta, modo en que no le molestaría decorar el cuerpo moreno que compartía el calor de su cama.
-Tengo algunos dibujos de los tatuajes que he hecho, y ninguno de esa guisa.-Prometió, señalando con la cabeza el morral en donde estaban, y poniendo de nuevo una cara inocente que nada tenía que ver con su verdadero carácter.-Aunque no te niego que la idea me divierte, y hasta me atrae. Pero. ¿Como sabes que no lo he hecho ya con las uñas o con los dientes?.-Esbozó una enorme sonrisa, de esas que exhibían parte de sus blanquecinos dientes.
También en el dibujo que decoraba el antebrazo de la elfa había un tesoro escondido, en las luces y el plumaje, con un gran esfuerzo, podían encontrarse las letras inconexas que le componían, algunas hechas por los huecos, otras por la tinta, o por el contraste de las mismas. A veces el trovador creía que solo el podía ver aquellos tesoros que escondía en sus trazos, que quizás solo imaginaba las formas de unas letras que ni eran claras ni eran tales, aún así, seguía satisfaciéndose con su secreto, como lo hacía con los otros.
Si la muchacha había advertido el sentido oculto de su cantar o no, el trovador no podía decirlo, pero al menos parecía que había logrado entretenerla con el mismo, y no dudaba que, en la parte menos picara y bromista, en la letra que todos podían escuchar y entender, encontraría esa oda a un modo de vida que intuía compartían, y que les permitía esa naturalidad, a ella una mujer que vivía la vida de un truhan, y a el quien despeñaba todas las responsabilidades y restricciones que se le suponían a un hombre que hacía lo que el.
Para sorpresa del trovador, no era solo violencia lo que guarda la elfa para sus momentos de ocio, ni tampoco hacerse con un viajero incauto al que destrozar con sus filosos encantos hasta romperlo en mil pedazos. Escuchaba, sin haber previsto hacerlo, aquel cuento poético de su gente, porque le gustaban los mismos, y porque lo contaba ella.
Aquel primer párrafo poseía algo de anciano, de viejo, tanto o mas que el, y al mismo tiempo, dibujaba en su mente la misma imagen que contemplaban sus ojos, una Eretria de tez morena, algo mas joven, manejando las dagas con una soltura vista, para menesteres que solo había tenido que imaginar, se movía con el baile mortal del combate sobre la nieve, cual fantasma que podía contemplar en el campamento dando vida a la historia.
La figura borrosa crecía con cada verso, con enemigos diversos, y una sombra oscura que se cernía con destierro.
Las caricias de la muchacha simplemente lo relajaban, le obsequiaban con cierta comodidad mientras se dejaba llevar por los versos y su mirada se enfocaba en los espectros de su imaginación, que saltironaban en su entorno allí donde había nada ni nade, más allá del fuego, pero que revelaban aquel cuento tan bien como las palabras.
El fin de la historia también marcó al vuelta de los obres del trovador a su acompañante, y la sonrisa ladina que esbozó cuando esta, con esos ademanes caprichosos y felinos, parecía que fuera a besarle y decidió no hacerlo.
-Eso significa que voy a tener que buscarte para saber el resto.-Le respondió sin recelo ni rechazo, pues era, por lo general un hombre paciente, y aunque se concediera caprichos, podía estarse de ellos.
Del que decidió no pasar de largo, fue de rodear a la muchacha con un brazo y arrastrarla hacia el para robarle el beso que le había negado antes, simplemente porque podía, porque le gustaba, y porque de un beso no se iba a morir nadie.
-O puedes seguir contándomelo ahora.-Ofreció, porque si algo le gustaban eran las historias, la poesía y los cuentos, no había escogido ser bardo por nada, si no que portaba la vocación en las venas, y tal y como los dioses le habían obsequiado con una voz hecha para el canto, también le habían concedido las inquietudes por el arte.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Me fascina ser marcada y el desazón producido por cada insignia me excita, para qué negarlo y para qué eludirlo, si Iltharion ha llegado a trazar líneas con las uñas o abandonar en una piel cómo el azúcar distinguidos con los colmillos no me importunará, curará algún día pero de mientras los gozaré hasta que desaparezcan en rotundo. ─ Lo sé así, ¿lo has hecho? Si es así prepárate para ser perseguido por todo el bosque, aunque dudo que lleguemos muy lejos. ─ La calidez del lecho se ha transformado en un conjuro, tanto como el bardo aún con el torso descubierto y esos brazos que siguen cautivados mediante la aparición de un halcón alado.
La canción deambula a través de nuestra guarida, la pira va consumiéndose y los árboles, exentos de potestad tan sólo observan a dos elfos que pactan entre distracciones, la voz del trovador se extravía por la madre naturaleza y en vez de atraer catástrofes parece ser que las desvincula del lugar, cómo si el fruto calmante de su voz no sólo surgiese efecto conmigo, sino también con toda especie que logre captar lo melódico del cobrizo. El dibujo regresa con nitidez y lo que fue un bosquejo ha finalizado siendo una obra de arte, una que tendrá sus reseñas propias, trastadas abstractas del pintor que socarrón ha ocultado enigmático parte de su esencia en cada línea.
El evento no acabó con el silencio de mi acompañante, sino que lo avivo tras recitar un cuento que me resulta familiar, pues lo es, fragmentos de un pasado que evocan secuelas en una mujer que por muy fuerte que se muestre, sigue siendo nostálgica, prisionera de memorias encadenadas a las mismísimas tinieblas, se fuerza en relegar a todo aquel que un día fue parte de su círculo, obviar la realidad que pertinaz, le recuerda el mal que lleva encima con una capa de barniz parda. En cada contraste, versos pulseados por el fragor de la intriga y conducidos por un valle de títulos y obligaciones llega a su final, uno que dejará a medias el relato de un pasado irreversible, tanto de Anfaüglir como de la adormecida Eretria.
Los labios del bardo, carnosos y encendidos por la época invernal son siempre un manjar para mi vista, sin embargo he aprendido a no tirarme de lleno a lo que con tanto anhelo, caprichosa del destino, le he codiciado durante toda una velada satisfactoria, feroces no nos ha importado cruzar los límites del raciocinio y escrutar en lo prohibido como si las consecuencias fueran benditas y las heridas nada más que un incentivo a emplear en un par de días. A su lateral estiro las piernas, el volver a flexionar la afligida me costó un suspiro tronador que sin reparos dejé salir de los labios. ─ Al final resultará ser una obligación en vez de un pasatiempo. ─ Le comuniqué con una sonrisa maliciosa, la búsqueda de la elfa indómita, oda que de su boca ensimisma y que para el trovador resultó ser un enigma de que pasará a continuación.
Regañada, encaro una de las cejas en cuanto toma mis caderas, acercándome para ser sorprendida por un beso que ha terminado robándome. No rechisto pero tampoco le doy el placer de saber si estoy de acuerdo o no, hará lo que le salga del cipote, y yo también. Cercana a su fogosa silueta cavilo en si darle el gusto de saber más de mí o si acallar la dicción de una consciencia que no retiene la posibilidad de darse a conocer. La cascada corinta que le cae de la espalda voy echándola hacia un lado para que roce mi pecho y el cosquilleo sea placentero, mechones al azar van siendo consumidos por mis dedos que infames van dándole una forma de bucle aún cuando son lisos. ─ El nombre es lo de menos, y aquí entra el cuestionario o la cuestión. Tardíamente la vesania apenaron su inocencia, se perdió totalmente en una condena aún sangrante y dolorida, sin nadie que la interpretase no fueron diligentes, declararon calumnias deprimentes, intranquilizaron a los tunantes y la ferviente devoción fue reducida a raya donde arribaron borrascas y desaparecieron los naranjales.
El final se trata de una metáfora, pues lo que desapareció la dejó desconcertada, sin energías que reunir y con un vacío en el cajón de una vida en sublime factura. ─ Mas allá, lejos de una cárcel solventada no fue heroína sino villana, embravecida por las ráfagas de una hechicera se agotó la voluntad para después emitir algo iracundo, y sí, el tiempo es altanero, luchó contra el mundo entero y con su propia forma de comportarse. Pero no halló descanso y el tiempo defraudado consiguió desecharla, ¡fuera temor! ¡Fuera vacilación! En la perplejidad de la fatalidad nació una cara nueva, un cuerpo que no era el suyo y un corazón ennegrecido sin vuelta atrás. ─ En todo momento mantengo las yemas hundidas en su cabello, el cuento está siendo significativo y cuando llegue a su fin, no sabré como reaccionará.
─ Y parecerá malo al principio pero insospechado fue un exitazo, quién fijó el cartel de una vida sometida falleció, y con ella las esperanzas de volver a la normalidad, ¿y a quién le importa? Cualquier minucia consagrada a lo enardecido, al olvido, no consiguieron enterrarla y entre corolas rosadas aleteó cual mariposa negra.
La canción deambula a través de nuestra guarida, la pira va consumiéndose y los árboles, exentos de potestad tan sólo observan a dos elfos que pactan entre distracciones, la voz del trovador se extravía por la madre naturaleza y en vez de atraer catástrofes parece ser que las desvincula del lugar, cómo si el fruto calmante de su voz no sólo surgiese efecto conmigo, sino también con toda especie que logre captar lo melódico del cobrizo. El dibujo regresa con nitidez y lo que fue un bosquejo ha finalizado siendo una obra de arte, una que tendrá sus reseñas propias, trastadas abstractas del pintor que socarrón ha ocultado enigmático parte de su esencia en cada línea.
El evento no acabó con el silencio de mi acompañante, sino que lo avivo tras recitar un cuento que me resulta familiar, pues lo es, fragmentos de un pasado que evocan secuelas en una mujer que por muy fuerte que se muestre, sigue siendo nostálgica, prisionera de memorias encadenadas a las mismísimas tinieblas, se fuerza en relegar a todo aquel que un día fue parte de su círculo, obviar la realidad que pertinaz, le recuerda el mal que lleva encima con una capa de barniz parda. En cada contraste, versos pulseados por el fragor de la intriga y conducidos por un valle de títulos y obligaciones llega a su final, uno que dejará a medias el relato de un pasado irreversible, tanto de Anfaüglir como de la adormecida Eretria.
Los labios del bardo, carnosos y encendidos por la época invernal son siempre un manjar para mi vista, sin embargo he aprendido a no tirarme de lleno a lo que con tanto anhelo, caprichosa del destino, le he codiciado durante toda una velada satisfactoria, feroces no nos ha importado cruzar los límites del raciocinio y escrutar en lo prohibido como si las consecuencias fueran benditas y las heridas nada más que un incentivo a emplear en un par de días. A su lateral estiro las piernas, el volver a flexionar la afligida me costó un suspiro tronador que sin reparos dejé salir de los labios. ─ Al final resultará ser una obligación en vez de un pasatiempo. ─ Le comuniqué con una sonrisa maliciosa, la búsqueda de la elfa indómita, oda que de su boca ensimisma y que para el trovador resultó ser un enigma de que pasará a continuación.
Regañada, encaro una de las cejas en cuanto toma mis caderas, acercándome para ser sorprendida por un beso que ha terminado robándome. No rechisto pero tampoco le doy el placer de saber si estoy de acuerdo o no, hará lo que le salga del cipote, y yo también. Cercana a su fogosa silueta cavilo en si darle el gusto de saber más de mí o si acallar la dicción de una consciencia que no retiene la posibilidad de darse a conocer. La cascada corinta que le cae de la espalda voy echándola hacia un lado para que roce mi pecho y el cosquilleo sea placentero, mechones al azar van siendo consumidos por mis dedos que infames van dándole una forma de bucle aún cuando son lisos. ─ El nombre es lo de menos, y aquí entra el cuestionario o la cuestión. Tardíamente la vesania apenaron su inocencia, se perdió totalmente en una condena aún sangrante y dolorida, sin nadie que la interpretase no fueron diligentes, declararon calumnias deprimentes, intranquilizaron a los tunantes y la ferviente devoción fue reducida a raya donde arribaron borrascas y desaparecieron los naranjales.
El final se trata de una metáfora, pues lo que desapareció la dejó desconcertada, sin energías que reunir y con un vacío en el cajón de una vida en sublime factura. ─ Mas allá, lejos de una cárcel solventada no fue heroína sino villana, embravecida por las ráfagas de una hechicera se agotó la voluntad para después emitir algo iracundo, y sí, el tiempo es altanero, luchó contra el mundo entero y con su propia forma de comportarse. Pero no halló descanso y el tiempo defraudado consiguió desecharla, ¡fuera temor! ¡Fuera vacilación! En la perplejidad de la fatalidad nació una cara nueva, un cuerpo que no era el suyo y un corazón ennegrecido sin vuelta atrás. ─ En todo momento mantengo las yemas hundidas en su cabello, el cuento está siendo significativo y cuando llegue a su fin, no sabré como reaccionará.
─ Y parecerá malo al principio pero insospechado fue un exitazo, quién fijó el cartel de una vida sometida falleció, y con ella las esperanzas de volver a la normalidad, ¿y a quién le importa? Cualquier minucia consagrada a lo enardecido, al olvido, no consiguieron enterrarla y entre corolas rosadas aleteó cual mariposa negra.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Una sonrisa enigmática que el preámbulo a la respuesta del trovador. -Quizás.-Comentó de forma ambigua. No era cierto, pero de haberlo sido tampoco lo habría admitido, y que la idea de su nombre marcado en carne quedase flotando en el inconsciente, no le desagradaba en lo mas mínimo.
Mientras el frió aire empezaba a calar en los hombros descubiertos y lacerados de mordiscos y arañazos, el hijo de los bosques agarró el morral cercano, guardó en el sus cosas y lo colocó en el centro, para que ambos pudieran usarlo como almohada si gustaban. El no se demoró en apoyar el rostro ladeado sobre el mismo, y a subir la capa que ejercía de sabana hasta su cuello y el de ella, volviendo a pasar por encima de su cadera el brazo, dejando allí la extremidad lacia que se nutría del calor de su cuerpo.
Las manitas dulzonas, de un delicioso color canela acomodaban la melena cobriza a gusto, mientras su portador, dócil y atento, se dejaba sumergir nuevamente en una historia, que mas que un cuento creía cada vez mas el trovador el resumen de una vida aciaga, en consonancia con ese mapa estelar de cicatrices, lleno de constelaciones trazadas a cuchillo y acero sobre una piel mas oscura de lo jamás visto entre los suyos por alguien quien había transitado caminos durante tanto tiempo, que algunos de ellos habían desaparecido no solo de la tierra, si no del recuerdo de aquellos que habían dependido de los mismos.
El trovador permaneció en silenció aun cuando aquel cuento llegó a su fin, observando con suma atención y curiosidad a la fémina con quien compartía lecho, como si aquella fuera la primera vez que la viera, o hubiera descubierto en ella algo nuevo y sumamente fascinante. En realidad estaba solo ensimismado, intentando dilucidar para si que parte de aquel cuento era poesía y cual era cierto, jugando con la idea de que fuera la dama entre sus brazos la protagonista de aquella oda trágica, cuyo final no era tan terrible, si le preguntaban al bardo.
-Una historia que sin duda voy a recordar.-Comentó el trovador con un tono aún teñido por sus pensamientos perdidos en las posibilidades que abrían para su imaginación aquellos versos, revoloteando sin descanso en su vivo ingenio y tomando varias formas.
De ambos ojos entornados uno cedió y se cerro, no por sueño si no por el gusto de las yemas de la joven aun hundidas en su melena cobriza y ya seca, que algo enredada por sus peripecias, y por la brisa que la revolvía a ratos, caía sobre su pecho.
El otro permaneció abierto, escrutándola como si pudiera desvelar en esos pozos oscuros las verdades del universo, o por lo menos las de aquella historia, conocer esos hitos de dolor, esas calumnias vertidas, la maldición y el destierro, intentando advertir si no eran mas que excéntricos pensamientos fruto del cansancio y los excesos aquellos que apelaban a ella como la heroína de aquel cuento lleno de fatalidad.
-¿Alguna vez te has planteado ejercer de bardo?.- Comentó, resolviendo que no le correspondía preguntar si estaba en lo cierto, y desviando el tema hacia cauces mas inocuos donde no corriera el riesgo de irse de la lengua.
El lenguaje de la muchacha había sido culto, mucho para lo que había demostrado el resto de la noche, otro pequeño detalle que lo había tomado por sorpresa, aunque su faz no hubiese revelado tal cosa. Si la joven se planteaba su sugerencia, le convendría adaptar sus cuentos, por lo menos si pensaba cobrar por ello, o los campesinos y aldeanos no entenderían una sola frase, y nadie paga para que lo hagas sentir un zopenco.
El askí dejó su cruzada contra las cenizas, y agotado de saltos y correteos, de llenarse de nieve, ceniza y tierra, se coló por debajo de las sabanas, a la altura de los pies de los elfos, y empezó a revolverse entre ellos buscando un sitio donde ponerse. Finalmente apoyando el lomo sobre el pie de su amo, y el hombro sobre el tobillo de la elfa, alzó una pata haciendo una carpita y empezó a bañarse concienzudamente, sin dejar de retorcerse.
Mientras el frió aire empezaba a calar en los hombros descubiertos y lacerados de mordiscos y arañazos, el hijo de los bosques agarró el morral cercano, guardó en el sus cosas y lo colocó en el centro, para que ambos pudieran usarlo como almohada si gustaban. El no se demoró en apoyar el rostro ladeado sobre el mismo, y a subir la capa que ejercía de sabana hasta su cuello y el de ella, volviendo a pasar por encima de su cadera el brazo, dejando allí la extremidad lacia que se nutría del calor de su cuerpo.
Las manitas dulzonas, de un delicioso color canela acomodaban la melena cobriza a gusto, mientras su portador, dócil y atento, se dejaba sumergir nuevamente en una historia, que mas que un cuento creía cada vez mas el trovador el resumen de una vida aciaga, en consonancia con ese mapa estelar de cicatrices, lleno de constelaciones trazadas a cuchillo y acero sobre una piel mas oscura de lo jamás visto entre los suyos por alguien quien había transitado caminos durante tanto tiempo, que algunos de ellos habían desaparecido no solo de la tierra, si no del recuerdo de aquellos que habían dependido de los mismos.
El trovador permaneció en silenció aun cuando aquel cuento llegó a su fin, observando con suma atención y curiosidad a la fémina con quien compartía lecho, como si aquella fuera la primera vez que la viera, o hubiera descubierto en ella algo nuevo y sumamente fascinante. En realidad estaba solo ensimismado, intentando dilucidar para si que parte de aquel cuento era poesía y cual era cierto, jugando con la idea de que fuera la dama entre sus brazos la protagonista de aquella oda trágica, cuyo final no era tan terrible, si le preguntaban al bardo.
-Una historia que sin duda voy a recordar.-Comentó el trovador con un tono aún teñido por sus pensamientos perdidos en las posibilidades que abrían para su imaginación aquellos versos, revoloteando sin descanso en su vivo ingenio y tomando varias formas.
De ambos ojos entornados uno cedió y se cerro, no por sueño si no por el gusto de las yemas de la joven aun hundidas en su melena cobriza y ya seca, que algo enredada por sus peripecias, y por la brisa que la revolvía a ratos, caía sobre su pecho.
El otro permaneció abierto, escrutándola como si pudiera desvelar en esos pozos oscuros las verdades del universo, o por lo menos las de aquella historia, conocer esos hitos de dolor, esas calumnias vertidas, la maldición y el destierro, intentando advertir si no eran mas que excéntricos pensamientos fruto del cansancio y los excesos aquellos que apelaban a ella como la heroína de aquel cuento lleno de fatalidad.
-¿Alguna vez te has planteado ejercer de bardo?.- Comentó, resolviendo que no le correspondía preguntar si estaba en lo cierto, y desviando el tema hacia cauces mas inocuos donde no corriera el riesgo de irse de la lengua.
El lenguaje de la muchacha había sido culto, mucho para lo que había demostrado el resto de la noche, otro pequeño detalle que lo había tomado por sorpresa, aunque su faz no hubiese revelado tal cosa. Si la joven se planteaba su sugerencia, le convendría adaptar sus cuentos, por lo menos si pensaba cobrar por ello, o los campesinos y aldeanos no entenderían una sola frase, y nadie paga para que lo hagas sentir un zopenco.
El askí dejó su cruzada contra las cenizas, y agotado de saltos y correteos, de llenarse de nieve, ceniza y tierra, se coló por debajo de las sabanas, a la altura de los pies de los elfos, y empezó a revolverse entre ellos buscando un sitio donde ponerse. Finalmente apoyando el lomo sobre el pie de su amo, y el hombro sobre el tobillo de la elfa, alzó una pata haciendo una carpita y empezó a bañarse concienzudamente, sin dejar de retorcerse.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los enredos mequetrefes en el cabello de mi acompañante son retirados constantemente, cada yema va ligada a unas cuantas hebras al azar, algunas rojizas y otras blancas que van siendo retiradas de la maraña, bien sabemos como es que ha acabado así, y el recordarlo en medio del relato me hace sonreír aún cuando el contenido es tétrico. La bolsa de viaje actúa como almohada y la capa como sábana que nos acuna sobre el lecho, resguardados de una brisa sediciosa como mis palmas, intranquilas si no están ocupadas. En los instantes donde recobro el aire, el trovador acechante coloca uno de sus brazos en una cintura que no le pertenece ni que agradece un tacto caliente, trascendental lo dejé pasar, centrándome en los vaivenes de las décadas y los secretos que con ahínco, han sabido asegurar.
Cada verso sumido a lo literal del cuento, parte real, parte fantástica para los oídos del bardo, sometido al repertorio de una voz sensual, a veces serena, otras tantas confusa conforme la historia avanza. El desenlace no tardó en arribar a las puertas de mis labios, sellándolos aún cuando queda un buen trecho atado a las promesas de los designios mayores, aquellos que han sabido traicionarme. ─ ¿Para qué quieres recordar un cuento sin fundamento? Recuerdame a mí, aférrate a la carne y al hueso, y cómo en los pueblos vecinos escuche mi historia por bocas ajenas, sabré que me has ultrajado y seré yo esta vez quien te de caza, quiero decir, quien te buscará. ─ Aguda le señalé con el dedo índice, pasándolo por su mentón para que lo eleve, el recorrido declinó por un cuello que voraz he marcado en cada recóndito lugar, deliciosa captura la de esta madrugada. ─ Y estas marcas serán indiferentes para lo que te haré si el sendero nos vuelve a ligar, Iltharion. ─ Ronroneé, acariciéndole parte de los pectorales bajo la sábana con suma pircardía, ligeros tanteos donde resulta satisfactorio.
Frente a su boca le tenté, manjar de azúcar aproximé mis labios a los suyos, saboreé su aliento mentolado y atroz, después de inducirle a un posible beso volví a desampararlo como si el hambre que me carcome por dentro, fueran las de un felino juguetón en vez de las de una mujer estimulada por un cuerpo al descubierto, las reseñas anteriores y la mirada del bardo, en la manera que sustituye un vistazo temple a uno socarrón, como las sonrisas que se presta, llenas de revolución, en pos a una guerra que solo la carne sabrá lidiar. Su pregunta me tomó por sorpresa y tras torcer el gesto, quedé boca arriba sin ganas de seguir toqueteando tanto su torso como el cabello rojo fuego.
─ No me gusta fraternizar con la gente en general y me viene al pájaro las emociones que puedan sentir en frente de una mujer que solo aporta frialdad, este tipo de historias te las cuento a ti como recompensa, simplemente eso. Y sinceramente, prefiero la soledad, no por seguridad ni conformismo, de esta forma he vivido durante tanto tiempo que lo que venga o prosiga en un poblado o alrededor de otros, no me llena. ─ Criada en una aldea, desterrada de la misma e hija de la naturaleza, ésta última se ha convertido en mi verdadero hogar. Refunfuñé en bajo con el ceño fruncido, la compañía a largo plazo nunca ha sido bienvenida, y jamás lo será a estas alturas.
─ Y ahora, por continuar la historia a expensas de no tener ganas malditas, quiero un premio. ─ Y le señalé la bolsa que actúa como reposa cabezas. ─ Enséñame los dibujos, aunque está claro que si hay mujeres ninguna será tan hermosa como yo. ─ Altanera le sonreí, sea cierto o embuste, la confianza en este tipo de asuntos no me sobra y bien sé que prevalezco por encima de la cadena en cuanto a erotismo y seducción, admitiendo la tonalidad exótica como extra. ─ Aunque estoy más interesada en ver tatuajes que tetas, que ya de eso voy sobrada. ─ Con ambos pechos ocultos bajo la sábana no aguardé una contesta, alcé la cabeza y en cuanto el trovador hizo lo mismo, aflojé la cuerda y miré de reojo, acabará más rápido si rebusca él y nos ahorra el estar metiendo la mano a ciegas.
En lo bajo de cuatro botas Arëannor se acomoda como mejor le conviene, acicalando sus zarpas y en segundos breves el pelaje alborotado por las carreras y los saltos en contra de las hojas y cenizas de la pira. Mala como ninguna, le di un toquecito con el largo del tacón, molestándolo hasta que mordió el cuero del calzado y originó una de sus tretas, sinuoso progresó bajo la capa hasta alcanzar nuestros hombros, de donde nos contempla curioso. ─ Este bicho terminará odiándome. ─ Reconocí en voz alta, dándole un toque en la nariz a la par que este intenta morder mi dedo índice, lo aparté rápida y arrebatado gruñó, adorable, ya para terminar de enfadarlo le revolví el pelaje y de un salto se echó a correr, volviendo nuevamente entre ambos elfos, acostado y sin ganas de pasar más frío fuera del lecho.
Cada verso sumido a lo literal del cuento, parte real, parte fantástica para los oídos del bardo, sometido al repertorio de una voz sensual, a veces serena, otras tantas confusa conforme la historia avanza. El desenlace no tardó en arribar a las puertas de mis labios, sellándolos aún cuando queda un buen trecho atado a las promesas de los designios mayores, aquellos que han sabido traicionarme. ─ ¿Para qué quieres recordar un cuento sin fundamento? Recuerdame a mí, aférrate a la carne y al hueso, y cómo en los pueblos vecinos escuche mi historia por bocas ajenas, sabré que me has ultrajado y seré yo esta vez quien te de caza, quiero decir, quien te buscará. ─ Aguda le señalé con el dedo índice, pasándolo por su mentón para que lo eleve, el recorrido declinó por un cuello que voraz he marcado en cada recóndito lugar, deliciosa captura la de esta madrugada. ─ Y estas marcas serán indiferentes para lo que te haré si el sendero nos vuelve a ligar, Iltharion. ─ Ronroneé, acariciéndole parte de los pectorales bajo la sábana con suma pircardía, ligeros tanteos donde resulta satisfactorio.
Frente a su boca le tenté, manjar de azúcar aproximé mis labios a los suyos, saboreé su aliento mentolado y atroz, después de inducirle a un posible beso volví a desampararlo como si el hambre que me carcome por dentro, fueran las de un felino juguetón en vez de las de una mujer estimulada por un cuerpo al descubierto, las reseñas anteriores y la mirada del bardo, en la manera que sustituye un vistazo temple a uno socarrón, como las sonrisas que se presta, llenas de revolución, en pos a una guerra que solo la carne sabrá lidiar. Su pregunta me tomó por sorpresa y tras torcer el gesto, quedé boca arriba sin ganas de seguir toqueteando tanto su torso como el cabello rojo fuego.
─ No me gusta fraternizar con la gente en general y me viene al pájaro las emociones que puedan sentir en frente de una mujer que solo aporta frialdad, este tipo de historias te las cuento a ti como recompensa, simplemente eso. Y sinceramente, prefiero la soledad, no por seguridad ni conformismo, de esta forma he vivido durante tanto tiempo que lo que venga o prosiga en un poblado o alrededor de otros, no me llena. ─ Criada en una aldea, desterrada de la misma e hija de la naturaleza, ésta última se ha convertido en mi verdadero hogar. Refunfuñé en bajo con el ceño fruncido, la compañía a largo plazo nunca ha sido bienvenida, y jamás lo será a estas alturas.
─ Y ahora, por continuar la historia a expensas de no tener ganas malditas, quiero un premio. ─ Y le señalé la bolsa que actúa como reposa cabezas. ─ Enséñame los dibujos, aunque está claro que si hay mujeres ninguna será tan hermosa como yo. ─ Altanera le sonreí, sea cierto o embuste, la confianza en este tipo de asuntos no me sobra y bien sé que prevalezco por encima de la cadena en cuanto a erotismo y seducción, admitiendo la tonalidad exótica como extra. ─ Aunque estoy más interesada en ver tatuajes que tetas, que ya de eso voy sobrada. ─ Con ambos pechos ocultos bajo la sábana no aguardé una contesta, alcé la cabeza y en cuanto el trovador hizo lo mismo, aflojé la cuerda y miré de reojo, acabará más rápido si rebusca él y nos ahorra el estar metiendo la mano a ciegas.
En lo bajo de cuatro botas Arëannor se acomoda como mejor le conviene, acicalando sus zarpas y en segundos breves el pelaje alborotado por las carreras y los saltos en contra de las hojas y cenizas de la pira. Mala como ninguna, le di un toquecito con el largo del tacón, molestándolo hasta que mordió el cuero del calzado y originó una de sus tretas, sinuoso progresó bajo la capa hasta alcanzar nuestros hombros, de donde nos contempla curioso. ─ Este bicho terminará odiándome. ─ Reconocí en voz alta, dándole un toque en la nariz a la par que este intenta morder mi dedo índice, lo aparté rápida y arrebatado gruñó, adorable, ya para terminar de enfadarlo le revolví el pelaje y de un salto se echó a correr, volviendo nuevamente entre ambos elfos, acostado y sin ganas de pasar más frío fuera del lecho.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los dedos tostados de la joven manejaron el rostro del elfo, que se dejó hacer con docilidad, mientras la ladina sonrisa de su rostro no desaparecía en ningún momento, como si no temiera a la muerte, a las amenazas, o todo aquello no formara parte de mas que un juego, era imposible discernir si el trovador no se lo tomaba en serio, o simplemente disfrutaba de ello.
-¿Porque no iba a recordar algo que me has obsequiado?.-Rió entre dientes el trovador, quien valoraba mas los recuerdos que las posesiones, y de un modo u otro, se había agenciado de algunas memorias, o lo que cada vez intuía como mas certeza como tales, que estaba seguro que pocos habían podido escuchar de los delirantes labios de su dueña.
-Si le cuento semejante historia del mismo modo a algún aldeano no va a entender ni en que idioma hablo.-Le aseguro el trovador a la muchacha.-Los divinos me libren, pero no trabajo gratis.-Prosiguió con un tono jocoso y despreocupado.- Y prefiero quedarme para mi aquello que intuyo que han oído pocos, me hace sentir especial.-Rió de nuevo, esa vez algo mas animado, aunque de nuevo, era difícil discernir si lo decía en serio.
-Casi parece que disfrutes y todo ante la idea de matarme.-chasqueó la lengua el trovador, moviendo perezosamente la mano que se hallaba, hasta entonces quieta, sobre la cintura de la joven, para repasar con al calidez de su palma, el contorno, distraidamente y con calma.-Ya me había parecido que no eras especialmente sociable.-No había acusación, ni ninguna clase de sorna o tono peyorativo en las palabras, era simple, el era pelirrojo y ella arisca, como un gato. Realmente cada vez le recordaba mas a un felino.
-Oh.-rió el elfo.-Así que me cobras por algo de forma retroactiva y sin avisar?.-Encaró una ceja, pero aún así alzó la cabeza del morral, y abrió el mismo sacando una carpeta, un par de planchas forradas en cuero y atadas entre si con cintas de raso, que si bien parecían viejas también muy bien cuidadas.-Tengo un poco de todo, tatuajes, mujeres, paisajes y grupos con los que he viajado. -Comentó mientras extendía la carpeta hacia su compañera, y recobraba su postura relajada, apoyando la testa en el morral.
Los primeros dibujos eran paisajes, unas pocas hojas que retrataban lugares muy concretos de la geografía de Aerandir. En el primero se reconocían unas ruinas antiguas, y a lo lejos los picos nevados, los copos de nieve difuminaban la escena de los helados reinos del norte.
Otra paisaje seguía a ese, mucho mas frondoso y boscoso, pero menos detallado, de algún modo parecía que la imagen estuviera distorsionada, como si fuera pintada de un sueño o un recuerdo lejano, y algunas plantas se entremezclaban o perdían los bordes, dándole un aire de plano onírico.
Una solitaria playa era la tercera de las hojas, sus aguas oscuras reflejaban una luna creciente, y recortaba las siluetas de embarcaciones lejanas que cruzaban el horizonte, apenas se veían estrellas, y la arena parecía un suave manto impoluto de las huellas del hombre.
La disposición de estos dibujos en el principio era estratégica, puesto que al pasar esas paginas aparecían unas imágenes muy distintas, mujeres jóvenes de varias especies mostraban sus encantos con mas o menos pudor, envueltas en telas, escondidas tras las hojas de algún arbusto, o con el cuerpo semi oculto por cristalinas aguas de lagos y ríos, sonreían con descaro, o con cándida coquetería al observador, mostrando afilados colmillos, picudas orejas, e incluso algunas pocas, algunos leves rasgos animales como largas colas aterciopeladas. Algunas de ellas portaban en el dedo anillos sencillos que ahora pendían de la cadena del pintor, otras, eran almas libres, o jóvenes que aun no se habían desposado, pero ninguna de ellas parecía no querer ser retratada, y todas tenían una chispa de diversión o felicidad en la mirada.
Entre dichas mujeres, y de los mas recientes, los cuales se notaban por el trazo mas limpio, oscuro y nítido, y por la menor erosión de las paginas, parecía especialmente consultado el de una joven sobre una roca, su melena ondulaba caía con gracia por su cuerpo, y mas tapada que muchas de las mujeres tenía en su cuerpo la misma capa que ahora les hacía de sábana a la pareja de elfos. La corona de flores y las mismas que salpicaban la melena oscura marcaban la temporada,y el entorno de un claro boscoso, y húmedo de rocío una primavera temprana como escenario, quizás la de ese mismo año, o el anterior. Había candidez en los ojos de la muchacha, rubor en sus mejillas y un aire tímido como de cervatillo que contribuía a darle la apariencia esquiva de una ninfa de los bosques.
El penúltimo grupo eran unas cuantas hojas llenas de bocetos variados, figuras religiosas, o de todas índoles, runas, peces, composiciones de flores, llamas y aves, cada dibujo era único y sumamente diferente a los anteriores, con un minucioso trabajo, y un diseño particular en cada caso, como si en vez de repetir cosas genéricas, como el ancla que muchos marinos portaban en el brazo, hubiera creado para cada cliente una obra de arte especifica y personal. Iltharion era dedicado en todo lo que hacia, ya fuera fundirse en carnes, cocinar, cantar o dibujar algo en lienzo o piel misma.
Las ultimas paginas eran rostros de lo mas variados, mercenarios, comerciantes, artistas, de todas las especies, géneros y edades, normalmente imágenes grupales de algunas caravanas a las que el bardo guardaba apreció y un buen recuerdo.
Iltharion silencioso, se limitó a observar a la muchacha con su carpeta, sus reacciones y el cuidado que merecían sus lienzos.
-¿Porque no iba a recordar algo que me has obsequiado?.-Rió entre dientes el trovador, quien valoraba mas los recuerdos que las posesiones, y de un modo u otro, se había agenciado de algunas memorias, o lo que cada vez intuía como mas certeza como tales, que estaba seguro que pocos habían podido escuchar de los delirantes labios de su dueña.
-Si le cuento semejante historia del mismo modo a algún aldeano no va a entender ni en que idioma hablo.-Le aseguro el trovador a la muchacha.-Los divinos me libren, pero no trabajo gratis.-Prosiguió con un tono jocoso y despreocupado.- Y prefiero quedarme para mi aquello que intuyo que han oído pocos, me hace sentir especial.-Rió de nuevo, esa vez algo mas animado, aunque de nuevo, era difícil discernir si lo decía en serio.
-Casi parece que disfrutes y todo ante la idea de matarme.-chasqueó la lengua el trovador, moviendo perezosamente la mano que se hallaba, hasta entonces quieta, sobre la cintura de la joven, para repasar con al calidez de su palma, el contorno, distraidamente y con calma.-Ya me había parecido que no eras especialmente sociable.-No había acusación, ni ninguna clase de sorna o tono peyorativo en las palabras, era simple, el era pelirrojo y ella arisca, como un gato. Realmente cada vez le recordaba mas a un felino.
-Oh.-rió el elfo.-Así que me cobras por algo de forma retroactiva y sin avisar?.-Encaró una ceja, pero aún así alzó la cabeza del morral, y abrió el mismo sacando una carpeta, un par de planchas forradas en cuero y atadas entre si con cintas de raso, que si bien parecían viejas también muy bien cuidadas.-Tengo un poco de todo, tatuajes, mujeres, paisajes y grupos con los que he viajado. -Comentó mientras extendía la carpeta hacia su compañera, y recobraba su postura relajada, apoyando la testa en el morral.
Los primeros dibujos eran paisajes, unas pocas hojas que retrataban lugares muy concretos de la geografía de Aerandir. En el primero se reconocían unas ruinas antiguas, y a lo lejos los picos nevados, los copos de nieve difuminaban la escena de los helados reinos del norte.
Otra paisaje seguía a ese, mucho mas frondoso y boscoso, pero menos detallado, de algún modo parecía que la imagen estuviera distorsionada, como si fuera pintada de un sueño o un recuerdo lejano, y algunas plantas se entremezclaban o perdían los bordes, dándole un aire de plano onírico.
Una solitaria playa era la tercera de las hojas, sus aguas oscuras reflejaban una luna creciente, y recortaba las siluetas de embarcaciones lejanas que cruzaban el horizonte, apenas se veían estrellas, y la arena parecía un suave manto impoluto de las huellas del hombre.
La disposición de estos dibujos en el principio era estratégica, puesto que al pasar esas paginas aparecían unas imágenes muy distintas, mujeres jóvenes de varias especies mostraban sus encantos con mas o menos pudor, envueltas en telas, escondidas tras las hojas de algún arbusto, o con el cuerpo semi oculto por cristalinas aguas de lagos y ríos, sonreían con descaro, o con cándida coquetería al observador, mostrando afilados colmillos, picudas orejas, e incluso algunas pocas, algunos leves rasgos animales como largas colas aterciopeladas. Algunas de ellas portaban en el dedo anillos sencillos que ahora pendían de la cadena del pintor, otras, eran almas libres, o jóvenes que aun no se habían desposado, pero ninguna de ellas parecía no querer ser retratada, y todas tenían una chispa de diversión o felicidad en la mirada.
Entre dichas mujeres, y de los mas recientes, los cuales se notaban por el trazo mas limpio, oscuro y nítido, y por la menor erosión de las paginas, parecía especialmente consultado el de una joven sobre una roca, su melena ondulaba caía con gracia por su cuerpo, y mas tapada que muchas de las mujeres tenía en su cuerpo la misma capa que ahora les hacía de sábana a la pareja de elfos. La corona de flores y las mismas que salpicaban la melena oscura marcaban la temporada,y el entorno de un claro boscoso, y húmedo de rocío una primavera temprana como escenario, quizás la de ese mismo año, o el anterior. Había candidez en los ojos de la muchacha, rubor en sus mejillas y un aire tímido como de cervatillo que contribuía a darle la apariencia esquiva de una ninfa de los bosques.
El penúltimo grupo eran unas cuantas hojas llenas de bocetos variados, figuras religiosas, o de todas índoles, runas, peces, composiciones de flores, llamas y aves, cada dibujo era único y sumamente diferente a los anteriores, con un minucioso trabajo, y un diseño particular en cada caso, como si en vez de repetir cosas genéricas, como el ancla que muchos marinos portaban en el brazo, hubiera creado para cada cliente una obra de arte especifica y personal. Iltharion era dedicado en todo lo que hacia, ya fuera fundirse en carnes, cocinar, cantar o dibujar algo en lienzo o piel misma.
Las ultimas paginas eran rostros de lo mas variados, mercenarios, comerciantes, artistas, de todas las especies, géneros y edades, normalmente imágenes grupales de algunas caravanas a las que el bardo guardaba apreció y un buen recuerdo.
Iltharion silencioso, se limitó a observar a la muchacha con su carpeta, sus reacciones y el cuidado que merecían sus lienzos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Resguardada en una lluvia de reclamos y charlas batí las pestañas, en ningún momento he obsequiado mis relatos de manera gratuita, común, sin caigas ni roturas me pagará de una forma u otra cada verso y párrafo que he recitado después de ciertos decenios. En la transparencia de un firmamento copioso en fulgores le escuché, si bien es cierto que mi lengua virulenta a veces se transforma en una aterciopelada y culta, estragos de ser una elfa no debería ser un problema para los de nuestra clase, puesto que las demás bullícian en mis entrañas, revolviéndolas como advertencia y pacto de lejanía. ─ ¿Que culpa tenemos los cultos de que otros sean gilipollas? ─ Es una cuestión de vital importancia, en vez de malgastar el tiempo abasteciendo la tierra de mocosos, que aprovechen y cojan un maldito ejemplar donde nutran sus vacías cabezas.
─ Otra razón para no ejercer de bardo, cada una de mis historias llevan una pincelada única, no se la quitaré ni facilitaré el contenido por unas cuantas monedas, para que otros la entiendan y se sientan plácidos. En un caso así no merecen mi tiempo, y por consecuente, acabarían... ─ Explícita saqué el dedo pulgar y lo coloqué en un lateral de la mandíbula, desplazándolo al lado contrario en pos de un buen degollamiento ficticio. Serena y con las comisuras rectas le ojeo y en cuanto los labios de Iltharion expiden la palabra especial alcé una de las cejas, espero que no sea uno de sus clichés para ligar ya que al ser tan rígida mi corazón no late por este tipo de tonterías, no surgirá efecto y cual derrota entre sus victorias, al menos conmigo no tendrá ningún tipo de problema en la partida hacia un nuevo descubrimiento.
Acostada a su lado, el brazo que me rodea inicia una serie de toqueteos con las yemas como si estuviese tocando un instrumento que sin voz ni voto, no concebirá música, pero sí un hormigueo que aviva el calor que nos prestamos el uno del otro. ─ Me gusta infligir daño, para qué mentir. ─ El picor de cada arañazo, la resonancia de unos colmillos abrirse paso en una piel vigorosa, romper barreras, desechar límites y fundirme con el instinto salvaje es lo que han llegado a caracterizarme en la cama. Como no ser sociable, más bien huraña y sin paciencia, retazos que me componen y no oculto pues orgullosa de mi carácter, lo reluzco a expensas de que otros sean ahuyentados cuales corderos de ganado, asustadizos de una loba indómita.
Con el morral abierto y el cartapacio entre los dos elfos aguardé a que colocase la novedosa almohada para tomarla junto al cobrizo, que compartir no es lo mío pero satisfecha, no le daré el coñazo. Boca arriba coloqué las láminas de cuero en mi vientre, sólo necesito el contenido y es lo que detento entre las manos morenas, hay bastante donde entretenerse y sosegada comencé a pasar las páginas. Empezamos por los paisajes, cada trazo vivifican lo pálido como si realmente se pudiese visualizar a través de una simple hoja un horizonte lleno de posibilidades y caminos en donde aventurarse. Viajera como él, he presenciado maravilladas sin el don de inmortalizarlas como mención ni me he apegado a la idea de tomar algo de cada lugar, guardándolo en una bolsa que servirá en un futuro como una crónica de sucesos a relatar.
No deseo fraternizar con ningún paisaje, persona o animal, libre tan solo seré del viento y de este corazón que por fuerza debo acarrear a sabiendas del dolor de cabeza que a veces obsequia. Hubo uno exuberante que me sacó una mueca de asombro, caída la noche en medio de un prado embellecido por todo tipo de flores y brotes se encuentra un estanque, las ondas producidas por la brisa y la poca lluvia de la temporada cabriolan en contra de la superficie iluminada por la luna. En mi cabeza voy dándole vida y resulta sensacional como ningún detalle se escapa, cada uno de ellos se unifican y destapan una pradera que quizá pude haber visto en mi infancia, la posibilidad queda descartada en un instante, aunque dicho paisaje no lo coloco junto a los demás, sino que lo sitúo sobre mi vientre.
A cada mujer desnuda voy examinándola con curiosidad, muchas de ellas son preciosas y otras con un semblante ingenuo le sonríen al bardo mientras este las dibuja, a una de ellas le acaricio el pelo alargado y de un color platinado, lo echo de menos y ese es el que más rápido paso. En la joven con una corona de flores, hebras azabaches y un cuerpo que parece hecho de azúcar me detengo. ─ ¿Reciente? ─ Le pregunté, ese también lo coloco en mi abdomen. En los tatuajes me ofrecí a mi misma un largo y agradable tiempo entretenida, cada trazo y modelo es mejor al anterior y aunque parezcan viejos, siguen atrayéndome más que las mujeres desvestidas, adornadas por alguna tela o accesorios como serían collares o anillos. Oh, no puede ser.
Con las hojas entre los dedos ladeé el rostro y en efecto, ahora reconozco algún que otro anillo, no todos pero sí uno o dos. ─ Encantador por tu parte. ─ Granuja acaricio su perilla, dándole forma hasta seguir a lo mío y arribar al repertorio de bocetos variados y algún que otro rostro que cundió en el pasado del bardo. Hubo un ave que me encantó, apartándola junto al montón de dibujos que verdaderamente han sabido cautivarme, un conjunto de flores color carmesí, mi favorito y un rostro en particular que posee orejas y luceros avellanados como los felinos.
En total son cinco los apremiados, el tocho restante lo guardé en el interior del cartapacio. ─ Háblame de este paisaje. ─ El dibujo lo alzo para que pueda visualizarlo como es debido, viaje entre sus memorias y dé con el momento exacto. En cada una de mis orbes el interés se desborda como así también en mi cuerpo que va acercándose a su torso, cálida y cercana a sus labios, podré oír a la perfección sin necesidad de que alce el tono.
─ Otra razón para no ejercer de bardo, cada una de mis historias llevan una pincelada única, no se la quitaré ni facilitaré el contenido por unas cuantas monedas, para que otros la entiendan y se sientan plácidos. En un caso así no merecen mi tiempo, y por consecuente, acabarían... ─ Explícita saqué el dedo pulgar y lo coloqué en un lateral de la mandíbula, desplazándolo al lado contrario en pos de un buen degollamiento ficticio. Serena y con las comisuras rectas le ojeo y en cuanto los labios de Iltharion expiden la palabra especial alcé una de las cejas, espero que no sea uno de sus clichés para ligar ya que al ser tan rígida mi corazón no late por este tipo de tonterías, no surgirá efecto y cual derrota entre sus victorias, al menos conmigo no tendrá ningún tipo de problema en la partida hacia un nuevo descubrimiento.
Acostada a su lado, el brazo que me rodea inicia una serie de toqueteos con las yemas como si estuviese tocando un instrumento que sin voz ni voto, no concebirá música, pero sí un hormigueo que aviva el calor que nos prestamos el uno del otro. ─ Me gusta infligir daño, para qué mentir. ─ El picor de cada arañazo, la resonancia de unos colmillos abrirse paso en una piel vigorosa, romper barreras, desechar límites y fundirme con el instinto salvaje es lo que han llegado a caracterizarme en la cama. Como no ser sociable, más bien huraña y sin paciencia, retazos que me componen y no oculto pues orgullosa de mi carácter, lo reluzco a expensas de que otros sean ahuyentados cuales corderos de ganado, asustadizos de una loba indómita.
Con el morral abierto y el cartapacio entre los dos elfos aguardé a que colocase la novedosa almohada para tomarla junto al cobrizo, que compartir no es lo mío pero satisfecha, no le daré el coñazo. Boca arriba coloqué las láminas de cuero en mi vientre, sólo necesito el contenido y es lo que detento entre las manos morenas, hay bastante donde entretenerse y sosegada comencé a pasar las páginas. Empezamos por los paisajes, cada trazo vivifican lo pálido como si realmente se pudiese visualizar a través de una simple hoja un horizonte lleno de posibilidades y caminos en donde aventurarse. Viajera como él, he presenciado maravilladas sin el don de inmortalizarlas como mención ni me he apegado a la idea de tomar algo de cada lugar, guardándolo en una bolsa que servirá en un futuro como una crónica de sucesos a relatar.
No deseo fraternizar con ningún paisaje, persona o animal, libre tan solo seré del viento y de este corazón que por fuerza debo acarrear a sabiendas del dolor de cabeza que a veces obsequia. Hubo uno exuberante que me sacó una mueca de asombro, caída la noche en medio de un prado embellecido por todo tipo de flores y brotes se encuentra un estanque, las ondas producidas por la brisa y la poca lluvia de la temporada cabriolan en contra de la superficie iluminada por la luna. En mi cabeza voy dándole vida y resulta sensacional como ningún detalle se escapa, cada uno de ellos se unifican y destapan una pradera que quizá pude haber visto en mi infancia, la posibilidad queda descartada en un instante, aunque dicho paisaje no lo coloco junto a los demás, sino que lo sitúo sobre mi vientre.
A cada mujer desnuda voy examinándola con curiosidad, muchas de ellas son preciosas y otras con un semblante ingenuo le sonríen al bardo mientras este las dibuja, a una de ellas le acaricio el pelo alargado y de un color platinado, lo echo de menos y ese es el que más rápido paso. En la joven con una corona de flores, hebras azabaches y un cuerpo que parece hecho de azúcar me detengo. ─ ¿Reciente? ─ Le pregunté, ese también lo coloco en mi abdomen. En los tatuajes me ofrecí a mi misma un largo y agradable tiempo entretenida, cada trazo y modelo es mejor al anterior y aunque parezcan viejos, siguen atrayéndome más que las mujeres desvestidas, adornadas por alguna tela o accesorios como serían collares o anillos. Oh, no puede ser.
Con las hojas entre los dedos ladeé el rostro y en efecto, ahora reconozco algún que otro anillo, no todos pero sí uno o dos. ─ Encantador por tu parte. ─ Granuja acaricio su perilla, dándole forma hasta seguir a lo mío y arribar al repertorio de bocetos variados y algún que otro rostro que cundió en el pasado del bardo. Hubo un ave que me encantó, apartándola junto al montón de dibujos que verdaderamente han sabido cautivarme, un conjunto de flores color carmesí, mi favorito y un rostro en particular que posee orejas y luceros avellanados como los felinos.
En total son cinco los apremiados, el tocho restante lo guardé en el interior del cartapacio. ─ Háblame de este paisaje. ─ El dibujo lo alzo para que pueda visualizarlo como es debido, viaje entre sus memorias y dé con el momento exacto. En cada una de mis orbes el interés se desborda como así también en mi cuerpo que va acercándose a su torso, cálida y cercana a sus labios, podré oír a la perfección sin necesidad de que alce el tono.
Eretria Noorgard
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