Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Al elfo le hacía cierta gracia como la muchacha podía formular palabras hermosas y las mas soeces en la misma frase si se lo prometía, un contarste cuanto menos peculiar, ya que la gente incluso el, tendían a inclinarse por ciertas formas en el lenguaje, y dejar las que no se correspondían con el mismo, aunque las conocieran sobradamente. Por otro lado, la cruenta condena a los necios no era un deseo que no hubiese compartido en su primavera, así que no le extrañó lo más mínimo, sobre todo proveniente de ese carácter fuerte y altivo, marca indiscutible de la particular hembra que tenía en brazos.
El trovador la contemplo enmudecido examinar su arte, y siguió con la mirada el gesto selectivo con el que la morena apartó uno de los paisajes del resto de los mismos. Sin embargo nos e detuvo, ni preguntó, decidió el elfo esperar, para ver si otros lienzos eran puestos en cuarentena, dispuesto a intentar advertir un patrón entre todos, o aprender un poco de la joven de tez de canela de las elecciones que tomara su mano.
No pasó desapercibido al trovador el gesto extraño de caricia sobre la melena platinada de una de sus musas, que se hallaban congeladas en el tiempo en ese pequeño mundo que era el recuadro al que pertenecían, fragmentos de recuerdos ya borrosos que los mantenían mas vivos que la memoria por si sola. Por alguna razón, pese a exhibir ese gesto, pasó esa imagen rápida, y el trovador se preguntó sino era por eso mismo que se apuraba, y si había en aquella muestra la debilidad del dolor de su pasado. De cualquier modo, le pareció claro que no quería compartirlo con el, y aunque le dedicó una mirada llena de curiosidad, que dejaba en claro que se había percatado de su gesto, no se entrometió mas en el pasado de aquella dama que se había ganado su respeto.
La imagen de Windorind se detuvo, y le devolvió la mirada. Al elfo le había agradado en especial esa imagen, y los recuerdos de aquel torrencial y entretenido día volvieron a flote. Apenas había pasado un año, o poco mas que eso des de aquel día, y las memorias compartidas no habían quedado enterradas aún en el tiempo.-La primavera pasada, quizás la anterior.-Comentó el elfo, dándole la razón a la muchacha, y viendo como ese retrato también era retirado de sus homólogos y castigado sobre el regazo de la dama de felinos ademanes.
La curiosidad se despertó de nuevo cuando la mirada de chocolate de Eretria paso de los dibujos al bardo para luego dedicarle aquel enigmático cumplido y otra de esas caricias en la perilla que le resultaban relajantes al pintor.
-Lo se.-Respondió de forma automática, pagado de si mismo.-¿Pero a que motivo te refieres exactamente en este caso?:-Acotó, con la mirada levemente mas afilada por el capricho de entender la pesquisa de su acompañante.
Otros tres dibujos fueron escogidos de entre el resto, y condenados al frío de la noche mientras sus hermanos volvían a su hogar entre las planchas forradas de cuero.
El porqué ellos quizás seguiría siendo un misterio, pero no el motivo de haber quedado expuestos, pues la muchacha no tardó en preguntar por uno de los paisajes.
Iltharion lo tomó de un extremo y entornó los ojos, regirando en su memoria, en los lugares lejanos, en cada rincón que había visitado, intentando evocar un momento del espacio y el tiempo concreto, aquel que perduraba sobre la pagina que tenía delante.
-Era cerca del bosque de Midgar, la primera semana de Lungir si la memoria no me falla. El perfume de las flores era intenso, y era tan insualmente cálido el aire y tan grande la luna que algunas flores que debieran estar cerradas, habían quedado abiertas.-La voz del elfo era clara, pero pausada, como si le costara terminar de sacar a flote aquel recuerdo.-Me detuve por estas de aquí.-El indice del trovador paso por unos arbustos de florecillas blancas y alargadas, que crecían en espesos racimos, todas ellas abiertas.-Estas si florecen solo con el cenit de la luna.-Una pequeña sonrisa se pintó en su rostro.-Se llaman "galán de noche".-Rió con brevedad y nostalgia.-Me las regalaban a menudo, pero fue la primera vez que vi la planta en su medio, creo que fue por eso que las pinté. Era extraño verlas crecer en la naturaleza en vez de en algún jarrón o envueltas en cintas.-La mano del elfo volvió a buscar refugio bajo la sabana.
-Su perfume llenaba todo el aire y tapaba el del resto de flores, de tantas que habían. O quizás yo lo recuerdo así.-Se encogió de hombros.- De cualquier modo era una noche hermosa, única, de no haberla retratado, aquella singularidad se habría perdido en el tiempo. Y, aunque todo está destinado al olvido, me agrada poder dar un poco mas de tiempo a aquello que llama mi atención.-La nostalgia de su voz se iba difuminando en pro de su tono normal.
-¿Porque este paisaje y no otro?.-Una pregunta por otra, lucía un trato justo para el artista, y aunque no había preguntado, pensaba cobrar por ello tal y como había hecho la muchacha.
El trovador la contemplo enmudecido examinar su arte, y siguió con la mirada el gesto selectivo con el que la morena apartó uno de los paisajes del resto de los mismos. Sin embargo nos e detuvo, ni preguntó, decidió el elfo esperar, para ver si otros lienzos eran puestos en cuarentena, dispuesto a intentar advertir un patrón entre todos, o aprender un poco de la joven de tez de canela de las elecciones que tomara su mano.
No pasó desapercibido al trovador el gesto extraño de caricia sobre la melena platinada de una de sus musas, que se hallaban congeladas en el tiempo en ese pequeño mundo que era el recuadro al que pertenecían, fragmentos de recuerdos ya borrosos que los mantenían mas vivos que la memoria por si sola. Por alguna razón, pese a exhibir ese gesto, pasó esa imagen rápida, y el trovador se preguntó sino era por eso mismo que se apuraba, y si había en aquella muestra la debilidad del dolor de su pasado. De cualquier modo, le pareció claro que no quería compartirlo con el, y aunque le dedicó una mirada llena de curiosidad, que dejaba en claro que se había percatado de su gesto, no se entrometió mas en el pasado de aquella dama que se había ganado su respeto.
La imagen de Windorind se detuvo, y le devolvió la mirada. Al elfo le había agradado en especial esa imagen, y los recuerdos de aquel torrencial y entretenido día volvieron a flote. Apenas había pasado un año, o poco mas que eso des de aquel día, y las memorias compartidas no habían quedado enterradas aún en el tiempo.-La primavera pasada, quizás la anterior.-Comentó el elfo, dándole la razón a la muchacha, y viendo como ese retrato también era retirado de sus homólogos y castigado sobre el regazo de la dama de felinos ademanes.
La curiosidad se despertó de nuevo cuando la mirada de chocolate de Eretria paso de los dibujos al bardo para luego dedicarle aquel enigmático cumplido y otra de esas caricias en la perilla que le resultaban relajantes al pintor.
-Lo se.-Respondió de forma automática, pagado de si mismo.-¿Pero a que motivo te refieres exactamente en este caso?:-Acotó, con la mirada levemente mas afilada por el capricho de entender la pesquisa de su acompañante.
Otros tres dibujos fueron escogidos de entre el resto, y condenados al frío de la noche mientras sus hermanos volvían a su hogar entre las planchas forradas de cuero.
El porqué ellos quizás seguiría siendo un misterio, pero no el motivo de haber quedado expuestos, pues la muchacha no tardó en preguntar por uno de los paisajes.
Iltharion lo tomó de un extremo y entornó los ojos, regirando en su memoria, en los lugares lejanos, en cada rincón que había visitado, intentando evocar un momento del espacio y el tiempo concreto, aquel que perduraba sobre la pagina que tenía delante.
-Era cerca del bosque de Midgar, la primera semana de Lungir si la memoria no me falla. El perfume de las flores era intenso, y era tan insualmente cálido el aire y tan grande la luna que algunas flores que debieran estar cerradas, habían quedado abiertas.-La voz del elfo era clara, pero pausada, como si le costara terminar de sacar a flote aquel recuerdo.-Me detuve por estas de aquí.-El indice del trovador paso por unos arbustos de florecillas blancas y alargadas, que crecían en espesos racimos, todas ellas abiertas.-Estas si florecen solo con el cenit de la luna.-Una pequeña sonrisa se pintó en su rostro.-Se llaman "galán de noche".-Rió con brevedad y nostalgia.-Me las regalaban a menudo, pero fue la primera vez que vi la planta en su medio, creo que fue por eso que las pinté. Era extraño verlas crecer en la naturaleza en vez de en algún jarrón o envueltas en cintas.-La mano del elfo volvió a buscar refugio bajo la sabana.
-Su perfume llenaba todo el aire y tapaba el del resto de flores, de tantas que habían. O quizás yo lo recuerdo así.-Se encogió de hombros.- De cualquier modo era una noche hermosa, única, de no haberla retratado, aquella singularidad se habría perdido en el tiempo. Y, aunque todo está destinado al olvido, me agrada poder dar un poco mas de tiempo a aquello que llama mi atención.-La nostalgia de su voz se iba difuminando en pro de su tono normal.
-¿Porque este paisaje y no otro?.-Una pregunta por otra, lucía un trato justo para el artista, y aunque no había preguntado, pensaba cobrar por ello tal y como había hecho la muchacha.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
No haré la cuenta de todas las féminas que he presenciado en los trazos brunos, cada una de ellas embellece una hoja incolora entre sonrisas camufladas en siluetas ingenuas, otras voluminosas con expresiones provocativas a falta de atavíos que las arropen en bajas temperaturas, como si la inmortalidad del retrato valiese oro a expensas de secuelas secundarias, la misma fuga del trovador o lo que se llevará consigo como trofeo sin recatos ni visados. La apariencia de la pálida, su melena larga y oscura a juego con las pinceladas coloridas en su cabeza aderezan las líneas rectas, las ovaladas y los labios de la muchacha que con sumo esfuerzo han sido detallados de tal manera que traspasan lo irreal, visibles y carnosos dan vida al retrato.
Fijado en mi cintura las palabras del cobrizo surcan el aire, llegando a mis oídos como pregunta acerca del posible halago hacia su persona. Con una sonrisa menguante y los luceros saturados en malicia elevé uno de los brazos, gélido al llevar buen rato fuera de la sábana provisoria va directo al collar atildado de sortijas. ─ Esto. ─ Audaz empujé uno de ellos, el cual chocó con sus hermanos hasta crear una sonoridad fascinante que fue apagándose de poco a poco al alejar el dedo acusatorio. En la mirada del bardo con tales tintes desiguales concluí que su pasatiempo por reunir anillos es bastante añejo, evidencias de cada uno de los crímenes que va cometiendo en contra de la anatomía femenina con cada día, semana, mes o año remoto y por supuesto, venidero.
Con los cinco más llamativos y los demás guardados donde no puedan dañarse le contemplé, el vago trayecto del elfo en sus recuerdos más emotivos consuman en silencio, si bien sabe de que paisaje le hablo en el interior de su cabeza, lo que yo necesito es que lo comparta de puertas hacia afuera para que sacie esta curiosidad fustigosa. Por suerte o desgracia, quien sabe, no es el mismo paisaje que recordaba de mi niñez, no están situados ni remotamente cerca y las flores, por muy bellas y semejantes que parezcan, no son las mismas. ─ Menuda competencia. ─ Le comuniqué señalándole un ramal de flores níveas. ─ Aunque las denominen como galán de noche, parecen puras y frágiles. ─ Todo lo contrario que representa Iltharion, no hace falta expresarlo pues bien lo sabemos los dos.
El perfume que destilan se convierte en un capricho, algún día me haré con algunas y sabré si el aroma es dulce o acibarado, ¿serán en realidad tan hermosas? Reseña del dibujo podría estar apañado con algunos trazos sinuosos o que las gotas que caen del cielo en el boceto, realmente no hubieran estado ahí, vertido tan sólo por la imaginación del pintor. Va a ser que no, sin dudas que disipar, el dibujo en frente mía, ajado y con los años pisándole las esquinas, seguidor de cada motivo y escena, soberano de la autenticidad ha sabido cautivar a esa parte melancólica que jamás se desprenderá, principalmente porque me hace falta por muchos rechazos que le haga.
─ Habrá que volver a Midgar aunque sea para huronear, pero a escondidas. ─ El último trozo fue susurrado por pura desidia, si bien no debería volver a mis raíces poco me importa pasarme por el forro el exilio y vérmelas de cabezota con unos cuantos polluelos orejudos que sufrirán la vesania de una experta. Lúcido el bardo pasó de estar a la defensiva y en tranquilidad, sumido en la reflexión y en las memorias del dibujo para entrar en modo ofensivo, pregunta por pregunta, así lidiaremos este duelo. ─ Fue el que más me llamó la atención, ya sabes, me fascinan las flores. ─ Mentí, el paisaje lo alojo en último lugar, teniendo a la morena como plano principal.
─ Me recordó a una pradera en donde entrenaba con mi progenitor, las flores también eran albinas y en el estanque semejo nos sentábamos a contarnos todo tipo de historias y batallas ─ De los entreabiertos labios un suspiro deserta. ─ Tendría entre trece y catorce. ─ Más que la pradera, lo que me produce un malestar es el choque de las espaldas de madera, las hebras oscuras de un padre resuelto y la vocecilla aguda de Valya, de la cual apenas recuerdo sus facciones angelicales. ─ Algo típico, pensé que sería el mismo prado. ─ Error de cálculos.
Mi turno, pero antes de proseguir subí la capa todo lo posible, teniendo ambos brazos fuera para sujetar los bocetos. ─ Esta joven, seguro que fue doncella antes de conocerte. ─ La pintura la zarandeé entre risitas, primero la ojeé a ella y luego a él. ─ Ilumíname con tus tretas de ligonzuelo. ─ Ésta seguro que fue fácil, unos cuantos halagos, algún que otro beso casto y en ese momento en el que te despistas y quitas la vista del león, ya lo tienes encima totalmente desnudo.
Fijado en mi cintura las palabras del cobrizo surcan el aire, llegando a mis oídos como pregunta acerca del posible halago hacia su persona. Con una sonrisa menguante y los luceros saturados en malicia elevé uno de los brazos, gélido al llevar buen rato fuera de la sábana provisoria va directo al collar atildado de sortijas. ─ Esto. ─ Audaz empujé uno de ellos, el cual chocó con sus hermanos hasta crear una sonoridad fascinante que fue apagándose de poco a poco al alejar el dedo acusatorio. En la mirada del bardo con tales tintes desiguales concluí que su pasatiempo por reunir anillos es bastante añejo, evidencias de cada uno de los crímenes que va cometiendo en contra de la anatomía femenina con cada día, semana, mes o año remoto y por supuesto, venidero.
Con los cinco más llamativos y los demás guardados donde no puedan dañarse le contemplé, el vago trayecto del elfo en sus recuerdos más emotivos consuman en silencio, si bien sabe de que paisaje le hablo en el interior de su cabeza, lo que yo necesito es que lo comparta de puertas hacia afuera para que sacie esta curiosidad fustigosa. Por suerte o desgracia, quien sabe, no es el mismo paisaje que recordaba de mi niñez, no están situados ni remotamente cerca y las flores, por muy bellas y semejantes que parezcan, no son las mismas. ─ Menuda competencia. ─ Le comuniqué señalándole un ramal de flores níveas. ─ Aunque las denominen como galán de noche, parecen puras y frágiles. ─ Todo lo contrario que representa Iltharion, no hace falta expresarlo pues bien lo sabemos los dos.
El perfume que destilan se convierte en un capricho, algún día me haré con algunas y sabré si el aroma es dulce o acibarado, ¿serán en realidad tan hermosas? Reseña del dibujo podría estar apañado con algunos trazos sinuosos o que las gotas que caen del cielo en el boceto, realmente no hubieran estado ahí, vertido tan sólo por la imaginación del pintor. Va a ser que no, sin dudas que disipar, el dibujo en frente mía, ajado y con los años pisándole las esquinas, seguidor de cada motivo y escena, soberano de la autenticidad ha sabido cautivar a esa parte melancólica que jamás se desprenderá, principalmente porque me hace falta por muchos rechazos que le haga.
─ Habrá que volver a Midgar aunque sea para huronear, pero a escondidas. ─ El último trozo fue susurrado por pura desidia, si bien no debería volver a mis raíces poco me importa pasarme por el forro el exilio y vérmelas de cabezota con unos cuantos polluelos orejudos que sufrirán la vesania de una experta. Lúcido el bardo pasó de estar a la defensiva y en tranquilidad, sumido en la reflexión y en las memorias del dibujo para entrar en modo ofensivo, pregunta por pregunta, así lidiaremos este duelo. ─ Fue el que más me llamó la atención, ya sabes, me fascinan las flores. ─ Mentí, el paisaje lo alojo en último lugar, teniendo a la morena como plano principal.
─ Me recordó a una pradera en donde entrenaba con mi progenitor, las flores también eran albinas y en el estanque semejo nos sentábamos a contarnos todo tipo de historias y batallas ─ De los entreabiertos labios un suspiro deserta. ─ Tendría entre trece y catorce. ─ Más que la pradera, lo que me produce un malestar es el choque de las espaldas de madera, las hebras oscuras de un padre resuelto y la vocecilla aguda de Valya, de la cual apenas recuerdo sus facciones angelicales. ─ Algo típico, pensé que sería el mismo prado. ─ Error de cálculos.
Mi turno, pero antes de proseguir subí la capa todo lo posible, teniendo ambos brazos fuera para sujetar los bocetos. ─ Esta joven, seguro que fue doncella antes de conocerte. ─ La pintura la zarandeé entre risitas, primero la ojeé a ella y luego a él. ─ Ilumíname con tus tretas de ligonzuelo. ─ Ésta seguro que fue fácil, unos cuantos halagos, algún que otro beso casto y en ese momento en el que te despistas y quitas la vista del león, ya lo tienes encima totalmente desnudo.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La vibración grave de la sonrisa del bardo emergió de su garganta cuando el dedo acusatorio de la muchacha hizo sonar aquellos anillos, que en realidad no le pertenecían, pero que se había agenciado de todos modos.
-Oh.-Formuló con los labios notablemente a la vez que exhalaban.-No se de que me hablas.-Bromeó con una amplia sonrisa y un falso tono casto, antes de responder seriamente a aquella acusación.
-Poca gente se da cuenta.-Rio esta vez de forma mas sesgada.-Antes tenía mas, pero pesaban demasiado, terminé regalando uno de los manojos.-La imagen de la pequeña dragona se dibujó en su mente y se difuminó igual de rápido, pues habían compartido poco, y había resultado ser muy infante todavía, y terminar la velada sin precisar de las atenciones ardorosas del bardo.
Con la imagen de las flores, el paseo por los recuerdos, otros muchos empezaron a golpear la puerta de su mente, buscando su atención. Las luces de los faroles rojos, el tacto de las sabanas que salían mas de lo que una familia común necesitaba para vivir varios años, el olor intenso de los perfumes, y los aceites, de los inciensos que volvían denso el aire. La nariz de iltharion se arrugó de forma instintiva cuando su cuerpo regresó a esas cajas de lujo y encierro durante un solo instante, y respiró profundamente cuando empujó aquello bien lejos de su presente.
-Yo también fui puro y fragil.-Rió profundamente.-Aunque tu aun no habías nacido.-Negó para si mismo mientras observaba aquellas flores.-Pero tienes razón. Nunca me lo había planteado.-Porque su presencia efímera y mustia, seca en las esquinas de su cuarto, había sido la que lo había familiarizado con esas flores. Miró su propia pintura con ojos nuevos entonces, como si viera aquel paisaje por primera vez. El también volvería a Midgar, a buscar aquel llano de ensueño, quizás cuando su corazón flaqueara un poco y se pusiera nostálgico.
-Si, se nota que eres una gran amante de las flores.-Dijo con ironía, y alzó la mano, apartando los mechones de pelo castaño de la frente de ella, con expresión pensativa-¿Y conoces a caso el lenguaje de tu pasión?.-Sonrió con cierta picardía, recordando para si mismo el idioma de las flores ese lenguaje secreto del que muy pocos hombres eran conocedores, y con el que se contaban los secretos del cuerpo y del corazón, cuando eran privados a los labios. Eretria no parecía una mujer que necesitara de esas sutileza, ni una cuyo corazón fuera una presa fácil.
El trovador hacía mucho que no buscaba esos afectos, aunque en el fondo, una parte maliciosa y retorcida le hacía preguntarse si de querer, tendría la capacidad de llegar hasta ese recondido lugar en donde se escondía el corazón de la muchacha, tomarlo para si, gravarse a fuego en el, y entonces, solo entonces destrozarlo.
Con las yemas de los dedos delineó la franja entre el pelo y la frente, y se detuvo en la sien, allí dibujó con la punta en el dedo un cosquilleo suave.-Las flores del membrillo.-Musitó para si, habiéndole decidido una flor.
-No guardo muchos recuerdos de Sandorai, y casi todo lo que he podido dibujar es de memorias viejas o de sueños que creo que lo evocan.-Se excusó.-Dudo que encuentres entre mis dibujos lugares de tu infancia.-Le explicó. Dando a identidad a todos esos paisajes boscosos mas difusos, que parecían sacados en parte de la imaginación, o retorcerse en algunos puntos.
Iltharion chasqueó la lengua cuando mostró la margen de la jovencita, y caló un poco a la pequeña sin demasiados problemas.-A ver, si no recuerdo mal esta pequeña la conocí en una aldea humana, vivía allí. Estaba tocando en la plaza y un sujeto la molestaba, así que la aparte del mismo y la saqué a bailar, me agradeció mostrándome parte de la aldea y descubriendome un lugar donde se comía bien. La invité a comer.-La mano del trovador fue a su propio mentón, intentando recordar como terminaron hablando de pintura sin éxito.-No se como pero terminó viendo los bocetos, le pedí pintarla y escogió como escenario un claro cercano. Puede que el vino ayudara a que decidiera, ella solita que la retratara sin ropa, pero yo prefiero pensar que fue mi encanto.-Sonrió arrebatadoramente el bardo.-Le hice la corona de flores, la tapé con la capa, y después de inmortalizarla en el lienzo, dejé mi huella en otro lado.-Su sonrisa se volvió mas picaresca.
-Muchas mujeres les agrada que las pinte, que las mire, las hace sentirse deseadas y las excita.-Comentó, volviendo la mano a la cintura de la muchacha para que no se le congelara la misma.
-Las doncellas solas no tienden a ser presa difícil, solo tienes que hacer que se sientan cómodas, y llevarlas despacio, como un ciervo, para que no se espanten. Normalmente ni saben lo que hacen, solo lo que su cuerpo quiere, o lo que sienten cuando las acaricias y las besas, y que eso les agrada.
Iltharion recordó entonces otra melodía.-De algún modo esa chiquilla me inspiraba, no solo para pintar.-Con las yemas de los dedos dio unos cuantos toques sobre la cadera de la joven, intentando evocar la melodía, hasta que empezó a canturrear aquel canto dedicado a la muchacha de la pintura.
-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, que embelesas con tu melena medianoche, y tu piel de luz de luna llama la locura, hipnotizas con el brillo de tus ojos, y el fino tallo de tu cintura. -La voz del bardo se volvía mas clara a medida que recordaba la letra con mas claridad, y a falta de tener el laúd entre las manos, era la piel morena de Eretria la que recibía el bailoteo de sus dedos, como si poseyera las cuerdas y los trastes.-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, que hermosa yaces sobre las rocas, el placer de sumergirse en tus aguas, por mucho que el viento se lleve tu nombre, que con capricho corones y derroques. -Algunas pausas entre las estrofas denotaban lo que probablemente eran breves interludios musicales que a falta del instrumento en el regazo eran solo caricias sobre la piel lastimada.-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, no borraras el recuerdo, del salnitre en el cuerpo.-Finalizó el bardo.
-Vas a terminar poniéndome un guante en la boca para que no cante más.-Bromeó el trovador, aun de buen humor, cerrando finalmente el pico e invitándola a seguir explorando, preguntando lo que tuviera pensado hacer con las pinturas restantes.
-Oh.-Formuló con los labios notablemente a la vez que exhalaban.-No se de que me hablas.-Bromeó con una amplia sonrisa y un falso tono casto, antes de responder seriamente a aquella acusación.
-Poca gente se da cuenta.-Rio esta vez de forma mas sesgada.-Antes tenía mas, pero pesaban demasiado, terminé regalando uno de los manojos.-La imagen de la pequeña dragona se dibujó en su mente y se difuminó igual de rápido, pues habían compartido poco, y había resultado ser muy infante todavía, y terminar la velada sin precisar de las atenciones ardorosas del bardo.
Con la imagen de las flores, el paseo por los recuerdos, otros muchos empezaron a golpear la puerta de su mente, buscando su atención. Las luces de los faroles rojos, el tacto de las sabanas que salían mas de lo que una familia común necesitaba para vivir varios años, el olor intenso de los perfumes, y los aceites, de los inciensos que volvían denso el aire. La nariz de iltharion se arrugó de forma instintiva cuando su cuerpo regresó a esas cajas de lujo y encierro durante un solo instante, y respiró profundamente cuando empujó aquello bien lejos de su presente.
-Yo también fui puro y fragil.-Rió profundamente.-Aunque tu aun no habías nacido.-Negó para si mismo mientras observaba aquellas flores.-Pero tienes razón. Nunca me lo había planteado.-Porque su presencia efímera y mustia, seca en las esquinas de su cuarto, había sido la que lo había familiarizado con esas flores. Miró su propia pintura con ojos nuevos entonces, como si viera aquel paisaje por primera vez. El también volvería a Midgar, a buscar aquel llano de ensueño, quizás cuando su corazón flaqueara un poco y se pusiera nostálgico.
-Si, se nota que eres una gran amante de las flores.-Dijo con ironía, y alzó la mano, apartando los mechones de pelo castaño de la frente de ella, con expresión pensativa-¿Y conoces a caso el lenguaje de tu pasión?.-Sonrió con cierta picardía, recordando para si mismo el idioma de las flores ese lenguaje secreto del que muy pocos hombres eran conocedores, y con el que se contaban los secretos del cuerpo y del corazón, cuando eran privados a los labios. Eretria no parecía una mujer que necesitara de esas sutileza, ni una cuyo corazón fuera una presa fácil.
El trovador hacía mucho que no buscaba esos afectos, aunque en el fondo, una parte maliciosa y retorcida le hacía preguntarse si de querer, tendría la capacidad de llegar hasta ese recondido lugar en donde se escondía el corazón de la muchacha, tomarlo para si, gravarse a fuego en el, y entonces, solo entonces destrozarlo.
Con las yemas de los dedos delineó la franja entre el pelo y la frente, y se detuvo en la sien, allí dibujó con la punta en el dedo un cosquilleo suave.-Las flores del membrillo.-Musitó para si, habiéndole decidido una flor.
-No guardo muchos recuerdos de Sandorai, y casi todo lo que he podido dibujar es de memorias viejas o de sueños que creo que lo evocan.-Se excusó.-Dudo que encuentres entre mis dibujos lugares de tu infancia.-Le explicó. Dando a identidad a todos esos paisajes boscosos mas difusos, que parecían sacados en parte de la imaginación, o retorcerse en algunos puntos.
Iltharion chasqueó la lengua cuando mostró la margen de la jovencita, y caló un poco a la pequeña sin demasiados problemas.-A ver, si no recuerdo mal esta pequeña la conocí en una aldea humana, vivía allí. Estaba tocando en la plaza y un sujeto la molestaba, así que la aparte del mismo y la saqué a bailar, me agradeció mostrándome parte de la aldea y descubriendome un lugar donde se comía bien. La invité a comer.-La mano del trovador fue a su propio mentón, intentando recordar como terminaron hablando de pintura sin éxito.-No se como pero terminó viendo los bocetos, le pedí pintarla y escogió como escenario un claro cercano. Puede que el vino ayudara a que decidiera, ella solita que la retratara sin ropa, pero yo prefiero pensar que fue mi encanto.-Sonrió arrebatadoramente el bardo.-Le hice la corona de flores, la tapé con la capa, y después de inmortalizarla en el lienzo, dejé mi huella en otro lado.-Su sonrisa se volvió mas picaresca.
-Muchas mujeres les agrada que las pinte, que las mire, las hace sentirse deseadas y las excita.-Comentó, volviendo la mano a la cintura de la muchacha para que no se le congelara la misma.
-Las doncellas solas no tienden a ser presa difícil, solo tienes que hacer que se sientan cómodas, y llevarlas despacio, como un ciervo, para que no se espanten. Normalmente ni saben lo que hacen, solo lo que su cuerpo quiere, o lo que sienten cuando las acaricias y las besas, y que eso les agrada.
Iltharion recordó entonces otra melodía.-De algún modo esa chiquilla me inspiraba, no solo para pintar.-Con las yemas de los dedos dio unos cuantos toques sobre la cadera de la joven, intentando evocar la melodía, hasta que empezó a canturrear aquel canto dedicado a la muchacha de la pintura.
-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, que embelesas con tu melena medianoche, y tu piel de luz de luna llama la locura, hipnotizas con el brillo de tus ojos, y el fino tallo de tu cintura. -La voz del bardo se volvía mas clara a medida que recordaba la letra con mas claridad, y a falta de tener el laúd entre las manos, era la piel morena de Eretria la que recibía el bailoteo de sus dedos, como si poseyera las cuerdas y los trastes.-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, que hermosa yaces sobre las rocas, el placer de sumergirse en tus aguas, por mucho que el viento se lleve tu nombre, que con capricho corones y derroques. -Algunas pausas entre las estrofas denotaban lo que probablemente eran breves interludios musicales que a falta del instrumento en el regazo eran solo caricias sobre la piel lastimada.-Mar, caprichosa mar, que llamas con tu canto de sirena, mar caprichosa mar que empujas con la fuerza de tus olas, no borraras el recuerdo, del salnitre en el cuerpo.-Finalizó el bardo.
-Vas a terminar poniéndome un guante en la boca para que no cante más.-Bromeó el trovador, aun de buen humor, cerrando finalmente el pico e invitándola a seguir explorando, preguntando lo que tuviera pensado hacer con las pinturas restantes.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Tumbada boca arriba dejé que la sonoridad de las sortijas, unas en contras de otras cual melodía ilícita ensimismasen cada pensamiento e importunasen miradas serias, pasando estas a tan sólo ser vistazos curiosos que iban desde el cuello del trovador, escalando por la perilla con su tono particular hasta llegar finalmente, a la mirada del elfo, una saturada en deliberadas malicias y rebeldías antañas. ¿Qué circunstancias evocarán? Tantísimas mujeres distintas en las cuales repartir la poca dignidad que alguien con demasiadas grietas puede cargar, alguien que tan sólo vive y huye de las obligaciones. ─ Y menos mal, o estarías jorobado. ─ No hay que subestimar un matojo de anillos argumentados por un buen material y adornados por todo tipo de pedrerías, desde las baratas hasta las más caras.
En el transcurso de los segundos contemplo el maravilloso dibujo y los recuerdos tan amargos que traen para mí, quizá para ambos pues proviene de un lugar que deberíamos rememorar con cariño, no será así. En cuanto entreabrió los labios para expedir la palabra puro reí desmesurada, batiendo las pestañas para aclarar ambos luceros aplacados por el cansancio, si bien es cierto que todos empezamos el sendero siendo blancos, tarde o temprano, siendo más temprano que tarde finalizamos siendo negros, disfrazados por las sensaciones novedosas que abarcan las más puras, marchitos por el pasar de las décadas y desgarrados por las consecuencias de cada error, malas tomas de decisiones y perdidas incuestionables en nuestras vidas.
Las caricias del bardo son placenteras, al menos sirven para relajarme los músculos y encontrar paz en este lecho de pieles ahora cálidas. ─ No. ─ De un momento a otro estoy analizando las razones de por qué el cobrizo indaga a través de facciones que ya conoce, no encontrará nada nuevo en mi rostro y se lo aclaro con el ceño fruncido, uno de mis brazos surca el ambiente gélido, fuera de la sábana para ir hacia la oreja enjoyada, detrás de esta dirijo un buen ramal de mechones pardos, de esta forma no darán el coñazo. Sus caricias fueron a parar al centro de mi frente álgida a la par que él mismo se tomó las molestias de asignarme una flor. ─ ¿Y exactamente esa por qué? ─ El nombre me parece insulso y no recuerdo como es la apariencia de los pétalos o la tonalidad que exhiben en plena primavera.
Tras rodar las cuencas y ponerlas en blanco por costumbre, signo de indiferencia en cuanto a una posible respuesta pasé de imagen, teniendo nuevamente a la joven de cabello azabache, en sí, no estoy interesa en la belleza de la elfa o de lo que compartieron en general, tan sólo el método pues es lo que conseguirá atraparme en medio de la velada y lo que me produce gracia. Si tenemos en cuenta la edad avanzada del trovador por las líneas de expresión y las canas que emergen desde lo fogoso, debería costarle y sin embargo, folla que da a gusto. En uno de mis costados coloco los dibujos restantes sobre el cartapacio, sólo sujetando el de la elfa hasta que Iltharion pueda imaginarse como fue, desde que comienza con la charla lo sitúo con los demás para poder meter ambas manos bajo la capa.
Quién lo diría, mujeres seducidas tan sólo por ser deseadas mediante trazos y miradas, el pudor que guardan con recelo al final halla la luz con la facilidad de una mano, un carboncillo y un pintor. Sonreí con sorna, acurrucada en banda en la cercanía del cobrizo. ─ Pobres cervatillos. ─ Dejé caer con las comisuras bien en alto y una de las cejas arqueadas, la primera vez debería ser especial, con alguien que realmente se haga cargo después de al menos apaciguar los dolores y no irse en cuanto los párpados sucumben al agotamiento, este elfo tiene pinta de plantar su semilla y largarse con el rabo entre las piernas, como la mayoría, todo un encanto. ─ ¿Aparte de levantártela también sirvió para algo más? ─ Con total honestidad me aparté del bardo para tenerlo de frente a frente, lo justo para oírle cantar nuevamente.
Sin mediar palabra ni queriendo interrumpir me centré en escuchar con uno de los mechones que le caían por el hombro como entretenimiento, lo desenredé y lo enrollé en el dedo índice hasta que acabó, soltándolo para dirigirme a su boca y plantarle un beso pasional, de estos que roban no sólo el aliento sino también el alma. ─ Shh. Guárdate las canciones para aquellas que puedas conquistar, ─ Como mujer catastrófica no invertiré mi tiempo en adorar su voz varonil ni el tanteo imaginario acorde a unas caderas exóticas. ─ Aunque si tienes permitido tocarme, sí. ─ Sonriente y con suma rebeldía volví a besarle antes de caer a su lado, hace frío y el estar de cintura hacia arriba descubierta fue una mala idea. ─ No te preguntaré por la otra mujer dibujada ya que será lo mismo, mucha labia y gráciles movimientos de dedos. ─ Al boceto de las flores no les saqué partido y el ave aún siendo desconocida, tan sólo me parece hermosa y no curiosa.
─ Así pues Iltharion, te diría de matar el tiempo acostándonos, pero estoy jodida, tu estás jodido y la comodidad prevalece antes que la excitación, me conformo con que sigas acariciándome, se siente bien. ─ Y punto, caprichosa llevé la palma del trovador hacia mi estómago, ahí donde pueda seguir tocando abstracto o donde pueda dar rienda sueltas a exquisitas caricias.
En el transcurso de los segundos contemplo el maravilloso dibujo y los recuerdos tan amargos que traen para mí, quizá para ambos pues proviene de un lugar que deberíamos rememorar con cariño, no será así. En cuanto entreabrió los labios para expedir la palabra puro reí desmesurada, batiendo las pestañas para aclarar ambos luceros aplacados por el cansancio, si bien es cierto que todos empezamos el sendero siendo blancos, tarde o temprano, siendo más temprano que tarde finalizamos siendo negros, disfrazados por las sensaciones novedosas que abarcan las más puras, marchitos por el pasar de las décadas y desgarrados por las consecuencias de cada error, malas tomas de decisiones y perdidas incuestionables en nuestras vidas.
Las caricias del bardo son placenteras, al menos sirven para relajarme los músculos y encontrar paz en este lecho de pieles ahora cálidas. ─ No. ─ De un momento a otro estoy analizando las razones de por qué el cobrizo indaga a través de facciones que ya conoce, no encontrará nada nuevo en mi rostro y se lo aclaro con el ceño fruncido, uno de mis brazos surca el ambiente gélido, fuera de la sábana para ir hacia la oreja enjoyada, detrás de esta dirijo un buen ramal de mechones pardos, de esta forma no darán el coñazo. Sus caricias fueron a parar al centro de mi frente álgida a la par que él mismo se tomó las molestias de asignarme una flor. ─ ¿Y exactamente esa por qué? ─ El nombre me parece insulso y no recuerdo como es la apariencia de los pétalos o la tonalidad que exhiben en plena primavera.
Tras rodar las cuencas y ponerlas en blanco por costumbre, signo de indiferencia en cuanto a una posible respuesta pasé de imagen, teniendo nuevamente a la joven de cabello azabache, en sí, no estoy interesa en la belleza de la elfa o de lo que compartieron en general, tan sólo el método pues es lo que conseguirá atraparme en medio de la velada y lo que me produce gracia. Si tenemos en cuenta la edad avanzada del trovador por las líneas de expresión y las canas que emergen desde lo fogoso, debería costarle y sin embargo, folla que da a gusto. En uno de mis costados coloco los dibujos restantes sobre el cartapacio, sólo sujetando el de la elfa hasta que Iltharion pueda imaginarse como fue, desde que comienza con la charla lo sitúo con los demás para poder meter ambas manos bajo la capa.
Quién lo diría, mujeres seducidas tan sólo por ser deseadas mediante trazos y miradas, el pudor que guardan con recelo al final halla la luz con la facilidad de una mano, un carboncillo y un pintor. Sonreí con sorna, acurrucada en banda en la cercanía del cobrizo. ─ Pobres cervatillos. ─ Dejé caer con las comisuras bien en alto y una de las cejas arqueadas, la primera vez debería ser especial, con alguien que realmente se haga cargo después de al menos apaciguar los dolores y no irse en cuanto los párpados sucumben al agotamiento, este elfo tiene pinta de plantar su semilla y largarse con el rabo entre las piernas, como la mayoría, todo un encanto. ─ ¿Aparte de levantártela también sirvió para algo más? ─ Con total honestidad me aparté del bardo para tenerlo de frente a frente, lo justo para oírle cantar nuevamente.
Sin mediar palabra ni queriendo interrumpir me centré en escuchar con uno de los mechones que le caían por el hombro como entretenimiento, lo desenredé y lo enrollé en el dedo índice hasta que acabó, soltándolo para dirigirme a su boca y plantarle un beso pasional, de estos que roban no sólo el aliento sino también el alma. ─ Shh. Guárdate las canciones para aquellas que puedas conquistar, ─ Como mujer catastrófica no invertiré mi tiempo en adorar su voz varonil ni el tanteo imaginario acorde a unas caderas exóticas. ─ Aunque si tienes permitido tocarme, sí. ─ Sonriente y con suma rebeldía volví a besarle antes de caer a su lado, hace frío y el estar de cintura hacia arriba descubierta fue una mala idea. ─ No te preguntaré por la otra mujer dibujada ya que será lo mismo, mucha labia y gráciles movimientos de dedos. ─ Al boceto de las flores no les saqué partido y el ave aún siendo desconocida, tan sólo me parece hermosa y no curiosa.
─ Así pues Iltharion, te diría de matar el tiempo acostándonos, pero estoy jodida, tu estás jodido y la comodidad prevalece antes que la excitación, me conformo con que sigas acariciándome, se siente bien. ─ Y punto, caprichosa llevé la palma del trovador hacia mi estómago, ahí donde pueda seguir tocando abstracto o donde pueda dar rienda sueltas a exquisitas caricias.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los ojos aguamarina del elfo, seguían con lenta pereza los movimientos de las traviesas manos oscuras de la muchacha, y oteaban de soslayo, cuando no estaban las ocupados recorriendo sus facciones, o las líneas que se intuían de su cuerpo bajo la sabana, el tintineo que generaban al hacer chocar las sortijas entre sí.
Y hablando de joyas, la vista del trovador fue al pertinente de la muchacha. Durante un instante nació la posibilidad de mostrarle algún pequeño truco, como podía ágilmente despojar a otro de cosas pequeñas, pero el hecho de que fuera la única bagatela que portaba la muchacha, no le daba buena espina, menos tras el cuidado observado, por ello se mordió la lengua, como quien dice, y pasó a otros menesteres que no pusieran en riesgo sus dedos.
La carcajada de la joven opacó incluso la del bardo, e hizo que el aski se detuviese para espiar aquel sonido y lo que derivaba el mismo, aunque este último espectador no tardó en volver a sus jugarretas, como si nunca tuviera demasiados regaños, y tras haberse bardo concienzudamente, con parte del pelaje mojado, se empezó a entretener saltando entre las piernas de ambos elfos y cazando seres invisibles bajo las sabanas.
Itharion se estiró en el lugar con pereza, conteniendo esa parte más jocosa de él, más propia de un bufón, que le instaba a actuar siempre que se presentaba el pretexto. Podía parecer cándido e inocente, pero imaginaba que por muy pulcra que fuera su actuación en esa situación solo lograría verse ridículo.
Una sonrisa ligera se esbozó en los labios del bardo ante aquella negativa.-No me sorprende.-Respondió con placidez.- No necesitas un idioma secreto para decir lo que piensas.- De nuevo uso aquel tono, que ni era un cumplido ni un insulto, simplemente algo de lo que sentía el elfo, tener una certeza casi rotunda.-De hecho.-Se ensanchó un poco más su sonrisa por una sola de las comisuras.- Parece que te gusta que te entiendan.- Presumió con cierta gracia, pero sin perder el atisbo de duda y curiosidad en el fondo de la mirada, de haberse cruzado con una dama extraña, de la que no desentrañaba todos los misterios del carácter aún.
Dejó que reinara la duda unos segundos, no muchos, el hijo de los bosques había aprendido, a las buenas y a las malas, que la paciencia no era una de las virtudes de su acompañante.-En el lenguaje de las flores significa Tentación.-Reveló finalmente.- No sabría decirte porque, aunque presumo que es porque sus flores pueden ser blancas o rojas.- Iltharión dejó divagar su mente por lo que sabía de aquella planta, y rió por lo bajo al recordar otro de los detalles. El fruto amargo que si se trataba debidamente podía resultar en un preparado dulce y delicioso.
-Que cruel.-Bromeó el trovador al ver la expresión socarrona de la elfa morena que yacía contra el, observando el dibujo y jactándose con burla de las doncellas, y un poco quizás del propio viajero. Este observó el cambio de postura sin quejarse, pese a lamentar, el perder el cálido contacto que ayudaba a alejar el frio invernal que azotaba las sabanas de su lecho.
-Sí, de hecho cocinaba encantadoramente.- Recordó como habían corrido hacia la casa, y el divertido comportamiento de la muchacha, que no tenía ni la más remota idea de cómo comportarse con un hombre en esas circunstancias, y había pecado de inocente un par de veces.
-Nos volvimos a encontrar en Dundarak también. Es una agradable compañía fuera del lecho, tiene una energía contagiosa.- Iltharion podía ser un bribón, pero solo rehuía a las responsabilidades sociales, en el trato con las personas, ya dependía de su carácter.
El trovador no esperaba aquel apasionado beso al final de sus versos, pero no le parecía malo el cambio de las caricias en el pelo, por el tacto de la afilada lengua de su acompañante. Dejó en ese momento de acariciar el contorno de su rostro, para entrelazar las yemas en las raíces de la nuca, y asilara en ese beso hasta que lo dejó sin aire.
Aquella afirmación hizo alzar ambas cejas del trovador, casi como si le estuvieran desafiando.- Que poca fé me tienes.- Chasqueó la lengua, aunque estaba seguro de que más que una falta de fe, era una gran confianza en ella misma, y en las barreras que poseía su corazón. Era un espíritu libre, demasiado, y el viajero podía proyectar en ella algunas cosas, entre ellas, aquel desapego hacia el resto de seres terrenales.
Iltharion acomodó bien la sabana para que les cubriera hasta el cuello otra vez, con tal de que no se congelaran, y no se levantaran presos de algún estado febril que los confinara a una cama que no poseían en aquel momento. – No siempre es así.- Chasqueó.- Una vez conseguí a una novia representándola en una carrera de upeleros.- Dijo en tono jocoso, por contradecirla, y porque era cierto, soltando una breve risa entre dientes, que apenas soltaba un vaho difuso.
Iltharion batió en una corta carcajada cuando escuchó lo último. De haber escuchado ese tipo de palabras en una ciudad la habría tomado por una meretriz de los barrios bajos, pues pocas mujeres hablaban de aquellas formas, en el mar o la costa, la habría tomado por una pirata, la tez de canela lo habría terminado de convencer, y si algún día mandaba a alguien, tenía cierta madera de déspota que no desentonaba con aquellos que ostentaban el poder, y carecía, como la mayoría, de las sutilezas de terceros que los mantenían o hacían caer.
-¿Siempre has sido tan directa?-Preguntó, esta vez lleno de pura curiosidad, tratando de imaginarse a una niña pequeña con esos humos, y exigencias, desesperando a sus padres y cuidadoras por no medir la lengua.
La mano sobre el vientre se estuvo en esa pregunta, acariciando el mismo apaciblemente. Su extensión con la palma, y sus contornos con los dedos, subiendo hacia los senos y los hombros para barrer el frio que había azotado la piel cuando ella se había alzado a besarle.
Pero no se estuvo allí mucho tiempo, y regresó a aquel punto de inicio que había marcado la propia joven, mientras la ojeaba atento. El elfo estaba sorprendido de que ella no se hubiera rendido al sueño. No se fiaba de dormirse el primero, algo que quizás compartían, pero había esperado que tras los envites y la herida, y un buen rato de charla, quedara traspuesta.
¿Cuánto hacía falta para lograr que desfalleciera? La gracia estaba, claro era, sin drogarla o golpearla, aquello no era siquiera una incógnita.
Con esa pregunta en mente, la mano del trovador empezó a surcar la tez oscura hacia aguas más cálidas, paseando su extensión por el muslo, y subiendo con esa lentitud parsimoniosa por la cara interna de la pierna, no solo porque disfrutase del tacto y los relieves de las cicatrices y estragos de penurias y guerra, sino porque se entretenía propiciando de atenciones la piel de su cuerpo.
-¿Nunca has sido paciente?.-Comentó el elfo mientras se acomodaba a su vera.
Y hablando de joyas, la vista del trovador fue al pertinente de la muchacha. Durante un instante nació la posibilidad de mostrarle algún pequeño truco, como podía ágilmente despojar a otro de cosas pequeñas, pero el hecho de que fuera la única bagatela que portaba la muchacha, no le daba buena espina, menos tras el cuidado observado, por ello se mordió la lengua, como quien dice, y pasó a otros menesteres que no pusieran en riesgo sus dedos.
La carcajada de la joven opacó incluso la del bardo, e hizo que el aski se detuviese para espiar aquel sonido y lo que derivaba el mismo, aunque este último espectador no tardó en volver a sus jugarretas, como si nunca tuviera demasiados regaños, y tras haberse bardo concienzudamente, con parte del pelaje mojado, se empezó a entretener saltando entre las piernas de ambos elfos y cazando seres invisibles bajo las sabanas.
Itharion se estiró en el lugar con pereza, conteniendo esa parte más jocosa de él, más propia de un bufón, que le instaba a actuar siempre que se presentaba el pretexto. Podía parecer cándido e inocente, pero imaginaba que por muy pulcra que fuera su actuación en esa situación solo lograría verse ridículo.
Una sonrisa ligera se esbozó en los labios del bardo ante aquella negativa.-No me sorprende.-Respondió con placidez.- No necesitas un idioma secreto para decir lo que piensas.- De nuevo uso aquel tono, que ni era un cumplido ni un insulto, simplemente algo de lo que sentía el elfo, tener una certeza casi rotunda.-De hecho.-Se ensanchó un poco más su sonrisa por una sola de las comisuras.- Parece que te gusta que te entiendan.- Presumió con cierta gracia, pero sin perder el atisbo de duda y curiosidad en el fondo de la mirada, de haberse cruzado con una dama extraña, de la que no desentrañaba todos los misterios del carácter aún.
Dejó que reinara la duda unos segundos, no muchos, el hijo de los bosques había aprendido, a las buenas y a las malas, que la paciencia no era una de las virtudes de su acompañante.-En el lenguaje de las flores significa Tentación.-Reveló finalmente.- No sabría decirte porque, aunque presumo que es porque sus flores pueden ser blancas o rojas.- Iltharión dejó divagar su mente por lo que sabía de aquella planta, y rió por lo bajo al recordar otro de los detalles. El fruto amargo que si se trataba debidamente podía resultar en un preparado dulce y delicioso.
-Que cruel.-Bromeó el trovador al ver la expresión socarrona de la elfa morena que yacía contra el, observando el dibujo y jactándose con burla de las doncellas, y un poco quizás del propio viajero. Este observó el cambio de postura sin quejarse, pese a lamentar, el perder el cálido contacto que ayudaba a alejar el frio invernal que azotaba las sabanas de su lecho.
-Sí, de hecho cocinaba encantadoramente.- Recordó como habían corrido hacia la casa, y el divertido comportamiento de la muchacha, que no tenía ni la más remota idea de cómo comportarse con un hombre en esas circunstancias, y había pecado de inocente un par de veces.
-Nos volvimos a encontrar en Dundarak también. Es una agradable compañía fuera del lecho, tiene una energía contagiosa.- Iltharion podía ser un bribón, pero solo rehuía a las responsabilidades sociales, en el trato con las personas, ya dependía de su carácter.
El trovador no esperaba aquel apasionado beso al final de sus versos, pero no le parecía malo el cambio de las caricias en el pelo, por el tacto de la afilada lengua de su acompañante. Dejó en ese momento de acariciar el contorno de su rostro, para entrelazar las yemas en las raíces de la nuca, y asilara en ese beso hasta que lo dejó sin aire.
Aquella afirmación hizo alzar ambas cejas del trovador, casi como si le estuvieran desafiando.- Que poca fé me tienes.- Chasqueó la lengua, aunque estaba seguro de que más que una falta de fe, era una gran confianza en ella misma, y en las barreras que poseía su corazón. Era un espíritu libre, demasiado, y el viajero podía proyectar en ella algunas cosas, entre ellas, aquel desapego hacia el resto de seres terrenales.
Iltharion acomodó bien la sabana para que les cubriera hasta el cuello otra vez, con tal de que no se congelaran, y no se levantaran presos de algún estado febril que los confinara a una cama que no poseían en aquel momento. – No siempre es así.- Chasqueó.- Una vez conseguí a una novia representándola en una carrera de upeleros.- Dijo en tono jocoso, por contradecirla, y porque era cierto, soltando una breve risa entre dientes, que apenas soltaba un vaho difuso.
Iltharion batió en una corta carcajada cuando escuchó lo último. De haber escuchado ese tipo de palabras en una ciudad la habría tomado por una meretriz de los barrios bajos, pues pocas mujeres hablaban de aquellas formas, en el mar o la costa, la habría tomado por una pirata, la tez de canela lo habría terminado de convencer, y si algún día mandaba a alguien, tenía cierta madera de déspota que no desentonaba con aquellos que ostentaban el poder, y carecía, como la mayoría, de las sutilezas de terceros que los mantenían o hacían caer.
-¿Siempre has sido tan directa?-Preguntó, esta vez lleno de pura curiosidad, tratando de imaginarse a una niña pequeña con esos humos, y exigencias, desesperando a sus padres y cuidadoras por no medir la lengua.
La mano sobre el vientre se estuvo en esa pregunta, acariciando el mismo apaciblemente. Su extensión con la palma, y sus contornos con los dedos, subiendo hacia los senos y los hombros para barrer el frio que había azotado la piel cuando ella se había alzado a besarle.
Pero no se estuvo allí mucho tiempo, y regresó a aquel punto de inicio que había marcado la propia joven, mientras la ojeaba atento. El elfo estaba sorprendido de que ella no se hubiera rendido al sueño. No se fiaba de dormirse el primero, algo que quizás compartían, pero había esperado que tras los envites y la herida, y un buen rato de charla, quedara traspuesta.
¿Cuánto hacía falta para lograr que desfalleciera? La gracia estaba, claro era, sin drogarla o golpearla, aquello no era siquiera una incógnita.
Con esa pregunta en mente, la mano del trovador empezó a surcar la tez oscura hacia aguas más cálidas, paseando su extensión por el muslo, y subiendo con esa lentitud parsimoniosa por la cara interna de la pierna, no solo porque disfrutase del tacto y los relieves de las cicatrices y estragos de penurias y guerra, sino porque se entretenía propiciando de atenciones la piel de su cuerpo.
-¿Nunca has sido paciente?.-Comentó el elfo mientras se acomodaba a su vera.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
En este mundo recuerdo a ciertos sujetos compartiendo secretos conmigo, como que ciertamente hay peores cosas que el olvido, y una de ellas es la vesania catalogada a través de la curiosidad y la malsana intriga que levanta el bardo de melena cobriza. La voz varonil concluida por el tono de rebeldía ascendía, volviéndose altanera en los momentos donde lo pongo a prueba, los mechones que sobresalen de la fogosa cascada se convierten en juguetes alisados que conforme al aburrimiento regresan a la espalda del elfo como bucles bien formados. Mis luceros afelinados tienden a detener respiraciones, a congelar voluntades y a derretir a los corazones más fuertes, en este caso, suavizada por la charla y lo ameno bajo el manto del crepúsculo portan un efecto contrario, surgen recelos pero también lleva consigo un fulgor derivado a un suspense por saber a que diantres quiere decir en algunas ocasiones.
Tentación, dulce tentación que embauca por melodías sibaritas y atraen ingenuas víctimas, no negaré que yo soy una de esas arpías, poseo un encanto magnético donde las palabras no bastan y la acción se lleva siempre el trofeo a la más ardiente e inesperada. Con una sonrisa complaciente asentí, me gusta esa flor y parece ser que ha dado en el clavo. ─ ¿De qué me sirve enmarañar mis palabras o frases? Prefiero que me entiendan desde que abro la boca, y eso se consigue siendo clara y concisa. ¿Nunca has escuchado que es preferible una verdad cruel a una mentira piadosa? Yo soy de las de verdades crueles y mentiras tortuosas, un combo fenomenal para pasarlo genial. ─ No expuse en alto que lo probase, Iltharion resulta ser carismático y sería una estupidez cavilar en que este hombre no es de armas a tomar.
Retomando el tema de los pétalos blancos y aquellos rojos, la flor de membrillo y sus respectivos significados acorde a un carácter que conozco de antemano, no rechisté pero si solté un largo suspiro. ─ ¿Acaso te he tentado en algún momento? ─ Pregunté con signos de estupefacción, rompiendo la magia en cuestión de segundos. ─ Las provocaciones, los juegos ilícitos y lo que no está permitido, todo eso debería ser compartido, para eso existe la tentación, para conducir a los más recatados hacia un abismo de impudicia donde perderán su propia esencia. ─ Un jadeo partió de entre mis labios, no requiero romper objetos pero sí a personas, cambiarles la vida y darles un vuelco drástico donde no serán capaces de reconocerse al haber saboreado la maldad. Seré yo quien les de una razón de existir, en la presencial y en la invisible donde volverán a ser bestias.
El asunto de la joven azabache comienza a ser soporífero, lo saqué yo, pero en mi imaginación ya la he tachado de típica y no merece reparar en sus ventajas como cocinera, mucho menos cuando la resalta como inocente tras habérsela tirado. ─ Ya veo, cocinera y muy contagiosa. ─ En energía, en energía, reí indómita frente a mi acompañante al dejarle sin oxigeno al que atenerse, tan sólo respiraciones entrecortadas y vahos cálidos por la temporada. ─ No le tengo fe a nadie. ─ Y tras el contacto de nuestros labios esfumarse volví al lecho, siendo tapada por el trovador para que el calor vuelva a acogernos. Las cuencas las rodé hasta ponerlas en blanco, se puede ligar de derivadas maneras y en lugares insospechados, a mi también me ha pasado y no le daré créditos por un paso tan básico. ─ ¿Tanto te atraen las mujeres casadas? ─ Si ni siquiera parecen un reto para él, el anillo puede robarlo en cualquier lado sin necesidad de tener a prometidas bajo su cuerpo.
Negué el gesto y sin adulaciones hacia su parte me apegué al torso aún desnudo, recogiendo calor de este mientras uno de mis brazos surcaban el costado elevado, en dicho lugar lo dejé caer con sosiego, mis dedos tanteaban la parte baja de la espalda de Iltharion, a veces como punzadas ligeras y otras tantas como tersas caricias. Con las preguntas nuevamente en la partida refunfuñé, no me gusta ser interrogada y las caricias deliciosas se esfuman, colocándome boca arriba. ─ Siempre, desde que tengo memoria. Fui criada de esa forma, no sólo para ser letal con una espada, también con la lengua. ─ El final viene con segundas, pícara reí en frente de sus facciones sin ningún tipo de rubor en los pómulos, evidente sería decir que por dicho comportamiento estoy metida en líos, pero siempre salgo de estos.
Los roces del cobrizo no se mantienen en mi estómago, con lentitud va recorriendo otras zonas donde el roce de las yemas es exquisito, relajante y erótico, los párpados los entrecerré y cuando llegó a la cara interna del muslo cerré las piernas, teniéndole apresado hasta que continuó con el tour, subiendo. ─ ¿Consigo algo siendo paciente? Prefiero conseguirlo todo por mi mano, cuanto lo desee y rápido. ─ Sin muchos esfuerzos, es inevitable para aquellos que fraternizan con Anfäuglir, las mareas nunca serán calmas en mi cercanía y por esa razón fracasan cuando se esfuerzan en resistir, ganándose la muerte o una buena somanta de golpes.
Tentación, dulce tentación que embauca por melodías sibaritas y atraen ingenuas víctimas, no negaré que yo soy una de esas arpías, poseo un encanto magnético donde las palabras no bastan y la acción se lleva siempre el trofeo a la más ardiente e inesperada. Con una sonrisa complaciente asentí, me gusta esa flor y parece ser que ha dado en el clavo. ─ ¿De qué me sirve enmarañar mis palabras o frases? Prefiero que me entiendan desde que abro la boca, y eso se consigue siendo clara y concisa. ¿Nunca has escuchado que es preferible una verdad cruel a una mentira piadosa? Yo soy de las de verdades crueles y mentiras tortuosas, un combo fenomenal para pasarlo genial. ─ No expuse en alto que lo probase, Iltharion resulta ser carismático y sería una estupidez cavilar en que este hombre no es de armas a tomar.
Retomando el tema de los pétalos blancos y aquellos rojos, la flor de membrillo y sus respectivos significados acorde a un carácter que conozco de antemano, no rechisté pero si solté un largo suspiro. ─ ¿Acaso te he tentado en algún momento? ─ Pregunté con signos de estupefacción, rompiendo la magia en cuestión de segundos. ─ Las provocaciones, los juegos ilícitos y lo que no está permitido, todo eso debería ser compartido, para eso existe la tentación, para conducir a los más recatados hacia un abismo de impudicia donde perderán su propia esencia. ─ Un jadeo partió de entre mis labios, no requiero romper objetos pero sí a personas, cambiarles la vida y darles un vuelco drástico donde no serán capaces de reconocerse al haber saboreado la maldad. Seré yo quien les de una razón de existir, en la presencial y en la invisible donde volverán a ser bestias.
El asunto de la joven azabache comienza a ser soporífero, lo saqué yo, pero en mi imaginación ya la he tachado de típica y no merece reparar en sus ventajas como cocinera, mucho menos cuando la resalta como inocente tras habérsela tirado. ─ Ya veo, cocinera y muy contagiosa. ─ En energía, en energía, reí indómita frente a mi acompañante al dejarle sin oxigeno al que atenerse, tan sólo respiraciones entrecortadas y vahos cálidos por la temporada. ─ No le tengo fe a nadie. ─ Y tras el contacto de nuestros labios esfumarse volví al lecho, siendo tapada por el trovador para que el calor vuelva a acogernos. Las cuencas las rodé hasta ponerlas en blanco, se puede ligar de derivadas maneras y en lugares insospechados, a mi también me ha pasado y no le daré créditos por un paso tan básico. ─ ¿Tanto te atraen las mujeres casadas? ─ Si ni siquiera parecen un reto para él, el anillo puede robarlo en cualquier lado sin necesidad de tener a prometidas bajo su cuerpo.
Negué el gesto y sin adulaciones hacia su parte me apegué al torso aún desnudo, recogiendo calor de este mientras uno de mis brazos surcaban el costado elevado, en dicho lugar lo dejé caer con sosiego, mis dedos tanteaban la parte baja de la espalda de Iltharion, a veces como punzadas ligeras y otras tantas como tersas caricias. Con las preguntas nuevamente en la partida refunfuñé, no me gusta ser interrogada y las caricias deliciosas se esfuman, colocándome boca arriba. ─ Siempre, desde que tengo memoria. Fui criada de esa forma, no sólo para ser letal con una espada, también con la lengua. ─ El final viene con segundas, pícara reí en frente de sus facciones sin ningún tipo de rubor en los pómulos, evidente sería decir que por dicho comportamiento estoy metida en líos, pero siempre salgo de estos.
Los roces del cobrizo no se mantienen en mi estómago, con lentitud va recorriendo otras zonas donde el roce de las yemas es exquisito, relajante y erótico, los párpados los entrecerré y cuando llegó a la cara interna del muslo cerré las piernas, teniéndole apresado hasta que continuó con el tour, subiendo. ─ ¿Consigo algo siendo paciente? Prefiero conseguirlo todo por mi mano, cuanto lo desee y rápido. ─ Sin muchos esfuerzos, es inevitable para aquellos que fraternizan con Anfäuglir, las mareas nunca serán calmas en mi cercanía y por esa razón fracasan cuando se esfuerzan en resistir, ganándose la muerte o una buena somanta de golpes.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion se acomodó en la almohada mientras escuchaba las respuestas de la joven, aun de costado para contemplar a su interlocutora, clamar por ese principio extraño de todos aquellos que no sabían o no querían mentir, que conocía de sobras, pero que rara vez aplicaba.
De cualquier modo, no le sorprendía al bardo, aquella mujer era una guerrera, y, como a casi todos los soldados, las sutilezas del habla, los engaños y las manipulaciones le eran extrañas, o ni siquiera le despertaban el mas mínimo interés.
-Tienta todo aquello que te desvía del camino, y la prudencia. - Respondió con sencillez el elfo, quien hacía mucho que no era cándido, ni pudoroso o tímido, ni con las mujeres, ni con el resto de menesteres que podían componer una vida entera. - En este caso, a ignorar una de las ultimas heladas, el evidente peligro que supone tu presencia, y el hecho de hallarme en medio de la foresta de noche por estos lares. – Expuso tranquilamente. Quizás era, que simplemente entendían las palabras de otra manera, tampoco pensaba ahondar más en aquello que la explicación que le había dado.
El aski decidió, ya que se había asomado por las sabanas, retomar su escalada, y aprovechando un momento de silencio, no encontró mejor modo de saltar a su dueño, que apoyar las patas encima de su cara, y pegar un saltito hasta quedar tras su cuello, allí empezó a moverse en círculos, y a amasar entre las patas el morral, metiéndose medio a dentro de la ropa que constituía el lecho, se tumbó una vez más, y cuando parecía que iba a quedarse quieto, alzó una de las patas, la apoyó en la espalda del bardo y empezó a bañarse.
En cuanto a aquella pregunta por uno de sus gustos, solo encaró ligeramente una ceja. – Desposeer a alguien de algo que considera seguro y propio, a la fuerza y con un dije. ¿Por qué no? A la gente le encanta poseer cosas, y a mi quitarles aquellas que más les dañan. Además, no tienden a caerme en gracia los de mi género. – Iltharion había resuelto en darle la respuesta sencilla y corta, la chica no necesitaba saber más, y dudaba seriamente que le interesara una explicación más compleja de cómo había adquirido ese peculiar gusto. – Tengo un buen ojo para ver esas cosas. – Con un gesto vago, para dejarle en claro un interés nulo en agenciarse de aquel abalorio, señaló con la mirada y la faz una de las orejas de la muchacha, aquella con ese adorno de plata y pedrería morada, única joya visible que desentonaba con el resto de su apariencia.
El sanador rodeó al cintura de ella cuando volvió a tenerla contra su torso, recorriéndole la espalda, con esas manos traviesas que tan pronto podían ser crueles como amigables, y sonrió levemente al verla refunfuñar, como si fuera una niña pequeña quejosa de que algo no discurriera por algún sendero más de su agrado.
No respondió a su comentario picaró, solo rió, seguro de que sus cuidadores no estaban pensando en algunos de los usos que ella le daba a esa viveza cuando la educaban.
Los dedos de trovador dejaron atrás la lentitud en la que el se recreaba cuando tuvieron su última respuesta, y arribaron sin demora a aquel punto cálido que ocultaban no solo las sabanas, sino también los muslos de la muchacha.
-La paciencia puede ser una aliada del gozo, si se disfruta del camino, y no solo del destino. - Explicó, sin tratar de convencerla, entendía y respetaba todos los gustos, y puestos a lo que preformaban sus manos, era ella la que tenía que deleitarse, y el un puro artífice del placer con el que tenía la intención de agotarla.
Con el pulgar se adentró en sus pliegues, y los recorrió desde abajo hasta su extremo, separándolos. El índice y el corazón los sellaron de aquel modo, dejando que las yemas restantes recorrieran en su extensión, la piel que había quedado expuesta para ellos, y sobre la que rozaban en sinuosas formas de extremo a extremo, y presionaban sin adentrarse en lo más hondo de su sexo, tanteando con prudencia, para no lacerar la piel sensible después del maratón al que se habían abandonado los dos elfos esa misma noche.
De cualquier modo, no le sorprendía al bardo, aquella mujer era una guerrera, y, como a casi todos los soldados, las sutilezas del habla, los engaños y las manipulaciones le eran extrañas, o ni siquiera le despertaban el mas mínimo interés.
-Tienta todo aquello que te desvía del camino, y la prudencia. - Respondió con sencillez el elfo, quien hacía mucho que no era cándido, ni pudoroso o tímido, ni con las mujeres, ni con el resto de menesteres que podían componer una vida entera. - En este caso, a ignorar una de las ultimas heladas, el evidente peligro que supone tu presencia, y el hecho de hallarme en medio de la foresta de noche por estos lares. – Expuso tranquilamente. Quizás era, que simplemente entendían las palabras de otra manera, tampoco pensaba ahondar más en aquello que la explicación que le había dado.
El aski decidió, ya que se había asomado por las sabanas, retomar su escalada, y aprovechando un momento de silencio, no encontró mejor modo de saltar a su dueño, que apoyar las patas encima de su cara, y pegar un saltito hasta quedar tras su cuello, allí empezó a moverse en círculos, y a amasar entre las patas el morral, metiéndose medio a dentro de la ropa que constituía el lecho, se tumbó una vez más, y cuando parecía que iba a quedarse quieto, alzó una de las patas, la apoyó en la espalda del bardo y empezó a bañarse.
En cuanto a aquella pregunta por uno de sus gustos, solo encaró ligeramente una ceja. – Desposeer a alguien de algo que considera seguro y propio, a la fuerza y con un dije. ¿Por qué no? A la gente le encanta poseer cosas, y a mi quitarles aquellas que más les dañan. Además, no tienden a caerme en gracia los de mi género. – Iltharion había resuelto en darle la respuesta sencilla y corta, la chica no necesitaba saber más, y dudaba seriamente que le interesara una explicación más compleja de cómo había adquirido ese peculiar gusto. – Tengo un buen ojo para ver esas cosas. – Con un gesto vago, para dejarle en claro un interés nulo en agenciarse de aquel abalorio, señaló con la mirada y la faz una de las orejas de la muchacha, aquella con ese adorno de plata y pedrería morada, única joya visible que desentonaba con el resto de su apariencia.
El sanador rodeó al cintura de ella cuando volvió a tenerla contra su torso, recorriéndole la espalda, con esas manos traviesas que tan pronto podían ser crueles como amigables, y sonrió levemente al verla refunfuñar, como si fuera una niña pequeña quejosa de que algo no discurriera por algún sendero más de su agrado.
No respondió a su comentario picaró, solo rió, seguro de que sus cuidadores no estaban pensando en algunos de los usos que ella le daba a esa viveza cuando la educaban.
Los dedos de trovador dejaron atrás la lentitud en la que el se recreaba cuando tuvieron su última respuesta, y arribaron sin demora a aquel punto cálido que ocultaban no solo las sabanas, sino también los muslos de la muchacha.
-La paciencia puede ser una aliada del gozo, si se disfruta del camino, y no solo del destino. - Explicó, sin tratar de convencerla, entendía y respetaba todos los gustos, y puestos a lo que preformaban sus manos, era ella la que tenía que deleitarse, y el un puro artífice del placer con el que tenía la intención de agotarla.
Con el pulgar se adentró en sus pliegues, y los recorrió desde abajo hasta su extremo, separándolos. El índice y el corazón los sellaron de aquel modo, dejando que las yemas restantes recorrieran en su extensión, la piel que había quedado expuesta para ellos, y sobre la que rozaban en sinuosas formas de extremo a extremo, y presionaban sin adentrarse en lo más hondo de su sexo, tanteando con prudencia, para no lacerar la piel sensible después del maratón al que se habían abandonado los dos elfos esa misma noche.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La brisa gélida eriza cada zona al descubierto fuera del lecho, la sensación de frío sumada al calor bajo la capa y semi rodeada por Iltharion regresa con vigor, entremezclada hasta fundirse en puro éxtasis, polos opuestos, un magnetismo que logra cautivar a esta piel marcada por el pasar. Con el trovador he sido decente, no puede quejarse de la bienvenida hacia un campamento en medio de la nada, de la anfitriona o cómo nos han llevado los causes a la situación actual, el caso es buscar la guerra, desatarla y sacarle el máximo partido sin atavíos y en medio de bravatas. Jamás esperé sucumbir a los encantos de su melena de fuego, a los encantos viperinos de una lengua experta o a las yemas maestras, sabedoras del plácido tacto y los encantamientos a tratar sobre las curvas de una fémina.
Al lado contiguo sonreí con sorna, el desorden que he ido dejando en el cuerpo del bardo será recordado y de manera insospechada sigue tangible, la intriga emana a través de sus vocablos, como también de los míos y de este lazo endeble capaz de romperse en un instante, no está a salvo a mi lado y ese punto picante sabe como atraerle. ─ La vida sería aburrida si no existiesen peligros que afrontar, nunca sabes cual será el resultado al final, ¿pero y la adrenalina que deja? Me gusta arriesgar y por esa razón a pocas cosas le tengo miedo. ─ La muerte me la traje floja, la soledad ha sabido acogerme en su manto protector, la oscuridad perpetua se ha convertido en un retazo que envuelve mi alma efímera, no he de temer al tiempo, a las cercanías o a como con cada paso voy volviéndome más fiera, la vida sigue, y yo seguiré siendo parte de ella con o sin ventajas.
En las travesías jolgorias del animal las zarpas sirven para escalar bajo la capa, asoma las orejas y en cuestión de segundos ya está en el cuello del bardo, está desentrenado y ciertamente, rebelde y travieso es cómo realmente llama la atención. Auxiliado por el rabo despeluza el cabello cobrizo, se acomoda y entre los caprichos del Aski toca revolverse hasta hallar la postura más cómoda para seguir limpiándose. Tuve que inspirar en profundidad y mantener los brazos bajo la manta para no ir directa hacia el felino y hacerle caer por pura maldad, el verle arisco y con esas ansias de hincarme el diente lo conciben como un ser adorable y con la determinación que requiere un depredador. Las palabras del elfo llegan a mis oídos, la inocencia lo desamparó con las temporadas y dicho método que presenta saca de mi garganta una buena risotada.
Despojarle a alguien su ser más querido, los engaños disfrazados y las emociones tergiversas, en parte ayuda a traer la realidad entrelazada con todo tipo de mentiras, un espectáculo tremendo que visualizar. Desligada de la vida, de las personas y tan sólo fiel a la sangre de mi sangre, la única patente que me mantiene cuerda bajo la maldición a través de una joya, una simple y barata joya, una que está siendo analizada. Puede intentarlo, que se atreva, le faltarán dedos que llevarse a la cabeza y dos piernas con las que escabullirse si osa cruzar las fronteras de un buen rato a la escasez de confianza. ─ Yo también tengo un buen ojo, sobretodo para percatarme de las intenciones de otros. ─ Murmuré acomodada, si ha de llevarse algo como recordatorio, no será nada que me pertenezca.
El dedo índice poco a poco fue guiado hacia el pendiente, lo coloqué y la yema descendió por el pico hasta cerciorarme de su buen estado. ─ Es artesanal, por lo tanto único en su categoría. ─ Se trata de una revelación mordiente que adoquina alguna que otra remembranza, podría haberle comentado quien fue la que me la otorgó, pero las caricias sibaritas continuaron cual perdición en la que dejarse remolcar por satisfacción. El apretón de mis muslos endosó la mano del cobrizo por poco tiempo, los músculos se relajaron y el pulgar inició una serie de roces gratos, de una extensión a la más baja delineó haciendo uso de dos dedos más. Las caricias y la opresión no pasan indiferente, algún que otro suspiro derretido por posibles jadeos denotan confort y por supuesto el gozo que me está profiriendo.
─ No soy de las que se pierden por el camino, soy de las que van directas hacia el destino. ─ Así como pasó la primera vez que nos acostamos, no aguardé que fuese él quien penetrase, lo hice yo misma por desesperación, cuando avivan el fuego y abren las puertas del hedonismo se convierte en un reto de aguante y lascivia, quién podrá más, quién dejará de respirar o hasta que punto lograrán llegar. El brazo que parte desde uno de los costados y se extravía entre mis muslos lo agarré con suavidad, con los dedos fui deslizándome hasta llegar a la palma sobre mi sexo, guiándola hacia otros menesteres más sensibles como sería el clítoris. ─ ¿Tentando a estas horas tardías, Iltharion? ─ Expuse sin sutilezas y un tanto reacia, mis orbes pardas fueron a parar a las suyas distinguidas donde cavilé en las insinuaciones de sus actos, asomada al mirador de sus pupilas henchidas en picardía entrecerré yo las mías, ignorante de sus posibles planes le dejé hacer para ver a qué se debe este arranque de erotismo tan gratuito.
Al lado contiguo sonreí con sorna, el desorden que he ido dejando en el cuerpo del bardo será recordado y de manera insospechada sigue tangible, la intriga emana a través de sus vocablos, como también de los míos y de este lazo endeble capaz de romperse en un instante, no está a salvo a mi lado y ese punto picante sabe como atraerle. ─ La vida sería aburrida si no existiesen peligros que afrontar, nunca sabes cual será el resultado al final, ¿pero y la adrenalina que deja? Me gusta arriesgar y por esa razón a pocas cosas le tengo miedo. ─ La muerte me la traje floja, la soledad ha sabido acogerme en su manto protector, la oscuridad perpetua se ha convertido en un retazo que envuelve mi alma efímera, no he de temer al tiempo, a las cercanías o a como con cada paso voy volviéndome más fiera, la vida sigue, y yo seguiré siendo parte de ella con o sin ventajas.
En las travesías jolgorias del animal las zarpas sirven para escalar bajo la capa, asoma las orejas y en cuestión de segundos ya está en el cuello del bardo, está desentrenado y ciertamente, rebelde y travieso es cómo realmente llama la atención. Auxiliado por el rabo despeluza el cabello cobrizo, se acomoda y entre los caprichos del Aski toca revolverse hasta hallar la postura más cómoda para seguir limpiándose. Tuve que inspirar en profundidad y mantener los brazos bajo la manta para no ir directa hacia el felino y hacerle caer por pura maldad, el verle arisco y con esas ansias de hincarme el diente lo conciben como un ser adorable y con la determinación que requiere un depredador. Las palabras del elfo llegan a mis oídos, la inocencia lo desamparó con las temporadas y dicho método que presenta saca de mi garganta una buena risotada.
Despojarle a alguien su ser más querido, los engaños disfrazados y las emociones tergiversas, en parte ayuda a traer la realidad entrelazada con todo tipo de mentiras, un espectáculo tremendo que visualizar. Desligada de la vida, de las personas y tan sólo fiel a la sangre de mi sangre, la única patente que me mantiene cuerda bajo la maldición a través de una joya, una simple y barata joya, una que está siendo analizada. Puede intentarlo, que se atreva, le faltarán dedos que llevarse a la cabeza y dos piernas con las que escabullirse si osa cruzar las fronteras de un buen rato a la escasez de confianza. ─ Yo también tengo un buen ojo, sobretodo para percatarme de las intenciones de otros. ─ Murmuré acomodada, si ha de llevarse algo como recordatorio, no será nada que me pertenezca.
El dedo índice poco a poco fue guiado hacia el pendiente, lo coloqué y la yema descendió por el pico hasta cerciorarme de su buen estado. ─ Es artesanal, por lo tanto único en su categoría. ─ Se trata de una revelación mordiente que adoquina alguna que otra remembranza, podría haberle comentado quien fue la que me la otorgó, pero las caricias sibaritas continuaron cual perdición en la que dejarse remolcar por satisfacción. El apretón de mis muslos endosó la mano del cobrizo por poco tiempo, los músculos se relajaron y el pulgar inició una serie de roces gratos, de una extensión a la más baja delineó haciendo uso de dos dedos más. Las caricias y la opresión no pasan indiferente, algún que otro suspiro derretido por posibles jadeos denotan confort y por supuesto el gozo que me está profiriendo.
─ No soy de las que se pierden por el camino, soy de las que van directas hacia el destino. ─ Así como pasó la primera vez que nos acostamos, no aguardé que fuese él quien penetrase, lo hice yo misma por desesperación, cuando avivan el fuego y abren las puertas del hedonismo se convierte en un reto de aguante y lascivia, quién podrá más, quién dejará de respirar o hasta que punto lograrán llegar. El brazo que parte desde uno de los costados y se extravía entre mis muslos lo agarré con suavidad, con los dedos fui deslizándome hasta llegar a la palma sobre mi sexo, guiándola hacia otros menesteres más sensibles como sería el clítoris. ─ ¿Tentando a estas horas tardías, Iltharion? ─ Expuse sin sutilezas y un tanto reacia, mis orbes pardas fueron a parar a las suyas distinguidas donde cavilé en las insinuaciones de sus actos, asomada al mirador de sus pupilas henchidas en picardía entrecerré yo las mías, ignorante de sus posibles planes le dejé hacer para ver a qué se debe este arranque de erotismo tan gratuito.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion no podía estar más de acuerdo con la joven de tez morena. La adrenalina, la incertidumbre era la especia que le daba a la vida ese picante que merecía la pena vivirla por largos años. Por eso es que no entendía a aquellos cuyos días eran idénticos uno a otros, siempre haciendo lo mismo, en el mismo lugar, con la misma gente. Un escalofrío de desagrado recorrió la espina del sanador de solo imaginarse tener que llevar la vida de un pueblerino. Los compadecía, y los aborrecía al mismo tiempo. Sufrían la miseria de los cobardes, quienes se abandonaban al tedio por la seguridad de una vida que ni siquiera disfrutaban.
El bardo recordaba vagamente haber llevado algo similar a esa vida, pero las pequeñas felicidades del hogar y la familia, los afectos genuinos y simples, así como las emociones sesgadas y la placidez de un sino común, con todas sus ventajas, habían quedado más allá de lo que era capaz de recordar, y era más de lo que estaba dispuesto a comprender. Porque, quisiera o no, era un tipo de vida que no estaba al alcance de sus manos.
Otra de esas risas escuetas y profundas surgió cuando la muchacha le recordó que tenía buen ojo. El elfo no tenía la más mínima intención de sacarle a la joven aquel abalorio que adornaba su oreja, le quedaba bien, y parecía especial para ella. Le había caído en gracia, no malmetía de esa forma a aquellos que apreciaba, y tampoco tenía motivos, como si con las desposadas, para realizar una cruel jugarreta como la de robar alianzas.
-Que ladrón tan necio sería si advirtiera a mis victimas de mis intenciones. – Comentó el elfo, dejando en claro, que, aunque le gustara el peligro, no eran tan estúpido como para avisar a la gente de que la iba a robar, muchísimo menos a la peligrosa como Eretria.
El trovador asumió que era un regalo o una manufactura de alguien cercano, no de ella, pues si no, habría podido hacer otros tantos, y tampoco la imaginaba dedicándose al trabajo de la orfebrería, tanto por su falta de paciencia, como por la delicadeza práctica que denotaba, que, si bien no la hacía contraria a las joyas y abalorios, si habría hecho de aquello una particularidad bien extraña.
La chica no le había aclarado más de su procedencia, y el trovador tampoco pensaba hurgar más allá de donde ella estuviese dispuesta a revelarle. Los recuerdos de cada uno les pertenecían, y no iba a forzar una confianza que podía poner en riesgo esa complicidad de la que ahora disfrutaba.
Iltharion simplemente asintió a esa revelación que ya conocía, eran clases de personas, preferencias, y sin duda, aquella determinación hacía de la joven de tez de caramelo, una mujer implacable en todos los aspectos.
Conocedor de su carácter, el sanador no se sorprendió de los gestos de la muchacha, como la misma le hizo adentrarse en su intimidad sin recato, ni tampoco como luego se dispuso a guiar su mano. Obediente el trovador dejó que ella lo condujera hacia aquellos lares en los que más ansiaba sus afectos, y con la destreza consumada de sus yemas, trazó sinuosas caricias y roces en los rincones preferidos que esa mujer escondía entre las piernas.
-Soy un hombre inquieto. – Se excusó con naturalidad, encogiendo levemente los hombros, sin cesar en sus aprecios. Pese a que aquello no era mentira del todo, pues le gustaba entretenerse de muchos modos, y ese era uno de ellos, en ese momento buscaba no solo el deleite de ser artífice del placer de su compañera, si no lograr que su resistente carácter fuera vencido por el sueño, aunque para ello tuviera que poner a sus espaldas, el agotamiento de otro éxtasis. – Y aprovechó lo que tengo en frente, porque no va a durar para siempre. - Esbozó una arrebatadora sonrisa, no exenta de cierta picardía, que fue interrumpida por un par golpes del aski en su nuca cuando le dio por empezar a rascarse.
No era necesario que ninguno de los dos lo pusiera en manifiesto, el hecho de que aquel era un encuentro esporádico, y que, si no era en la próxima luna, quizás sería en la siguiente que se abandonarían mutuamente para seguir sus propios destinos, y se mantendrían, solo quizás, en el recuerdo, por las intensas vivencias compartidas que aliviarían los aires helados de las noches consiguientes. Y el trovador, amante generoso, no le parecía malo su ardid, que para lograr su propósito obsequiaba con dicha a la sílfide de turmalina cuya intimidad recorría con los dedos, aunque no fueran más que esos afectos los que pudiera propiciarle en lo que quedaba de noche, hasta que su propio cuerpo reposara por completo.
El bardo recordaba vagamente haber llevado algo similar a esa vida, pero las pequeñas felicidades del hogar y la familia, los afectos genuinos y simples, así como las emociones sesgadas y la placidez de un sino común, con todas sus ventajas, habían quedado más allá de lo que era capaz de recordar, y era más de lo que estaba dispuesto a comprender. Porque, quisiera o no, era un tipo de vida que no estaba al alcance de sus manos.
Otra de esas risas escuetas y profundas surgió cuando la muchacha le recordó que tenía buen ojo. El elfo no tenía la más mínima intención de sacarle a la joven aquel abalorio que adornaba su oreja, le quedaba bien, y parecía especial para ella. Le había caído en gracia, no malmetía de esa forma a aquellos que apreciaba, y tampoco tenía motivos, como si con las desposadas, para realizar una cruel jugarreta como la de robar alianzas.
-Que ladrón tan necio sería si advirtiera a mis victimas de mis intenciones. – Comentó el elfo, dejando en claro, que, aunque le gustara el peligro, no eran tan estúpido como para avisar a la gente de que la iba a robar, muchísimo menos a la peligrosa como Eretria.
El trovador asumió que era un regalo o una manufactura de alguien cercano, no de ella, pues si no, habría podido hacer otros tantos, y tampoco la imaginaba dedicándose al trabajo de la orfebrería, tanto por su falta de paciencia, como por la delicadeza práctica que denotaba, que, si bien no la hacía contraria a las joyas y abalorios, si habría hecho de aquello una particularidad bien extraña.
La chica no le había aclarado más de su procedencia, y el trovador tampoco pensaba hurgar más allá de donde ella estuviese dispuesta a revelarle. Los recuerdos de cada uno les pertenecían, y no iba a forzar una confianza que podía poner en riesgo esa complicidad de la que ahora disfrutaba.
Iltharion simplemente asintió a esa revelación que ya conocía, eran clases de personas, preferencias, y sin duda, aquella determinación hacía de la joven de tez de caramelo, una mujer implacable en todos los aspectos.
Conocedor de su carácter, el sanador no se sorprendió de los gestos de la muchacha, como la misma le hizo adentrarse en su intimidad sin recato, ni tampoco como luego se dispuso a guiar su mano. Obediente el trovador dejó que ella lo condujera hacia aquellos lares en los que más ansiaba sus afectos, y con la destreza consumada de sus yemas, trazó sinuosas caricias y roces en los rincones preferidos que esa mujer escondía entre las piernas.
-Soy un hombre inquieto. – Se excusó con naturalidad, encogiendo levemente los hombros, sin cesar en sus aprecios. Pese a que aquello no era mentira del todo, pues le gustaba entretenerse de muchos modos, y ese era uno de ellos, en ese momento buscaba no solo el deleite de ser artífice del placer de su compañera, si no lograr que su resistente carácter fuera vencido por el sueño, aunque para ello tuviera que poner a sus espaldas, el agotamiento de otro éxtasis. – Y aprovechó lo que tengo en frente, porque no va a durar para siempre. - Esbozó una arrebatadora sonrisa, no exenta de cierta picardía, que fue interrumpida por un par golpes del aski en su nuca cuando le dio por empezar a rascarse.
No era necesario que ninguno de los dos lo pusiera en manifiesto, el hecho de que aquel era un encuentro esporádico, y que, si no era en la próxima luna, quizás sería en la siguiente que se abandonarían mutuamente para seguir sus propios destinos, y se mantendrían, solo quizás, en el recuerdo, por las intensas vivencias compartidas que aliviarían los aires helados de las noches consiguientes. Y el trovador, amante generoso, no le parecía malo su ardid, que para lograr su propósito obsequiaba con dicha a la sílfide de turmalina cuya intimidad recorría con los dedos, aunque no fueran más que esos afectos los que pudiera propiciarle en lo que quedaba de noche, hasta que su propio cuerpo reposara por completo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Tras un revuelco bajo la sábana provisoria voy observando al cobrizo, no sin antes acomodar la pierna lastimada y sacar uno de los brazos para retirar los mechones que la brisa, rebelde y con cierto recelo al estar dándonos calor lleva hacia mi frente, el cosquilleo es mínimo pero cada vez que entra en mis luceros es un incordio. Sin llevarme una decepción por parte del elfo, actuó de la manera más sensata, nadie en su santo juicio advertiría a su enemigo de ser atacado o robado, solo los que buscan adrenalina o un peligro irracional, aquí una. ─ De esa forma le añadirías dificultad. ─ Al menos la víctima estaría más atenta y se fijaría más en los movimientos del agresor, se tonaría en un juego de conceptos en el que evadir espejismos y centrarse en una realidad donde hasta el más avispado caería ante una jugarreta por parte del carismático bardo.
La palpitación bajo el vendaje ha ido relajándose, la calma después de la tormenta ha servido para otros menesteres y no sólo para recuperar el aire, la charla es amena y mi cuerpo aparte de estar distendido también está agradecido por la baja intensidad de meneos y pasiones desenfrenadas. Cada una de las caricias adictivas de mi acompañante derivan entre zonas erógenas y otras congénitas, tibias al estar durante tanto tiempo bajo la capa a excepción de los brazos y de cuello hacia arriba. Mi órgano vital carga ahora mismo una posible y quinta destrucción terrenal, doler, posiblemente dolerá si el arrebato nos puede, sin embargo y por muy raro que parezca voy conteniendo esta lujuria que emerge desde su celda en donde se mantenía bajo raya. De soslayo inhalo de su efluvio hasta que una de mis manos van directas hacia el collar de sortijas.
Las primeras las repaso, memorizando el tamaño, los trazos abstractos hechos en el metal y alguna que otra pedrería, no porque esté interesada en quedarme con alguna, es una distracción mientras el trovador se entretiene entre mis piernas. No diré que lo hace mal, pero tampoco es un golpe candente que me haga temblar o por consecuente zollozar puesto que los labios los mantengo prietos de vez en vez, el aire lo suelto por la nariz y en cuanto las sortijas son todas analizadas por mis yemas asciendo hasta la perilla rojiza. El brazo contiguo le indican qué presionar, ahí donde el gozo se esparce en grandes cantidades, de momento mantiene un ritmo acompasado y externo, no hay penetración y eso es porque tanto él como yo sabemos que estamos más sensibles, fuera de lo corriente tras el maratón de sexo duro y fruición.
─ Te tomaba por uno más calmoso. ─ Expuse sonriente, el muslo que comienza a temblar por la sobrecarga antigua sumada al vendaje prieto sobre una herida recién tratada lo dejo caer, quedando uno flexionado y el otro estirado. ─ Como siempre se dice. ─ Esta vez tuve que detener mis palabras ante una de las caricias deliciosas, no me conoce al cien por cien, pero sí sabe lo que mi cuerpo requiere en sus penurias íntimas y cómo lidiar con este carácter en versión dinamita, lo justo para que entre en los parámetros aceptables donde puedo ser tolerante e incluso sociable sin tener las armas fuera del cinto. ─ Lo bueno acaba rápido. ─ Y no será porque no hayamos aprovechado el tiempo, podemos dar más, claro que sí, pero tampoco lo veo necesario. Estoy satisfecha y por mucho que disfrute tirándomelo, prefiero la calidez del lecho y las caricias hacia mis partes bajas, nada más allá donde tenga que darle placer o moverme cuantiosa.
En un bateo de pestañas donde los párpados terminan entrecerrados bajo el embrujo de sus diestras manos voy siendo impregnada por un sutil gozo, en la perilla del bardo no me detengo mucho y es preferible, al menos por puro antojo el que mi palma aborde su nuca, empujándole con lentitud hacia abajo, seguido de mi rostro atezado. ─ Ahora la inquieta soy yo. ─ Le comuniqué con rectitud, soy un animal, tiendo a serlo cuando me sale de los ovarios pero eso no significa que no pueda evadir sus encantos o el placer que pueda entregarme por júbilo. En frente de sus facciones dejo caer un vaho tentador, aspiro el aire que expulsa y sin llegar a besarle voy tentándole, mi lengua repasa su labio inferior y cuando estoy apunto de devorarle por completo alzo la cabeza lo justo y necesario para que mi nariz roce con la del trovador. ─ Pero como te dije antes, no te tengo fe.
Boom, una risita maléfica se me escapa mientras libero tanto su nuca como el rostro del bardo, la mano que continúa impresa a mis pliegues la aprieto con ambos muslos, sabe donde tocar hasta enloquecerme y eso es un peligro, uno muy grande del que escaparé en cuanto tenga la oportunidad. No tengo vicios, y él no se convertirá en uno así me lo folle cinco, siete o diez veces. El comentario despectivo ante mi reacio comportamiento a que siga tocándome no terminó ahí, en una mirada fugaz acaricié el cierre de su pantalón, no lo entreabrí y con sólo el dedo índice le presioné el paquete. ─ O mejor dicho, no le tengo fe. ─ Y sin falo, no hay entretenimiento, y mira que Iltharion me ha demostrado lo contrario, todo un descubrimiento donde experimentar sin que el pudor sea un problema entre los dos, pero como a todos, ser manejada por un hombre en base a sus ideales y juegos no termina de convencerme, prefiero ser yo la que lleve las riendas en todo momento como la dominante porque así he sido siempre, y así seguiré.
La palpitación bajo el vendaje ha ido relajándose, la calma después de la tormenta ha servido para otros menesteres y no sólo para recuperar el aire, la charla es amena y mi cuerpo aparte de estar distendido también está agradecido por la baja intensidad de meneos y pasiones desenfrenadas. Cada una de las caricias adictivas de mi acompañante derivan entre zonas erógenas y otras congénitas, tibias al estar durante tanto tiempo bajo la capa a excepción de los brazos y de cuello hacia arriba. Mi órgano vital carga ahora mismo una posible y quinta destrucción terrenal, doler, posiblemente dolerá si el arrebato nos puede, sin embargo y por muy raro que parezca voy conteniendo esta lujuria que emerge desde su celda en donde se mantenía bajo raya. De soslayo inhalo de su efluvio hasta que una de mis manos van directas hacia el collar de sortijas.
Las primeras las repaso, memorizando el tamaño, los trazos abstractos hechos en el metal y alguna que otra pedrería, no porque esté interesada en quedarme con alguna, es una distracción mientras el trovador se entretiene entre mis piernas. No diré que lo hace mal, pero tampoco es un golpe candente que me haga temblar o por consecuente zollozar puesto que los labios los mantengo prietos de vez en vez, el aire lo suelto por la nariz y en cuanto las sortijas son todas analizadas por mis yemas asciendo hasta la perilla rojiza. El brazo contiguo le indican qué presionar, ahí donde el gozo se esparce en grandes cantidades, de momento mantiene un ritmo acompasado y externo, no hay penetración y eso es porque tanto él como yo sabemos que estamos más sensibles, fuera de lo corriente tras el maratón de sexo duro y fruición.
─ Te tomaba por uno más calmoso. ─ Expuse sonriente, el muslo que comienza a temblar por la sobrecarga antigua sumada al vendaje prieto sobre una herida recién tratada lo dejo caer, quedando uno flexionado y el otro estirado. ─ Como siempre se dice. ─ Esta vez tuve que detener mis palabras ante una de las caricias deliciosas, no me conoce al cien por cien, pero sí sabe lo que mi cuerpo requiere en sus penurias íntimas y cómo lidiar con este carácter en versión dinamita, lo justo para que entre en los parámetros aceptables donde puedo ser tolerante e incluso sociable sin tener las armas fuera del cinto. ─ Lo bueno acaba rápido. ─ Y no será porque no hayamos aprovechado el tiempo, podemos dar más, claro que sí, pero tampoco lo veo necesario. Estoy satisfecha y por mucho que disfrute tirándomelo, prefiero la calidez del lecho y las caricias hacia mis partes bajas, nada más allá donde tenga que darle placer o moverme cuantiosa.
En un bateo de pestañas donde los párpados terminan entrecerrados bajo el embrujo de sus diestras manos voy siendo impregnada por un sutil gozo, en la perilla del bardo no me detengo mucho y es preferible, al menos por puro antojo el que mi palma aborde su nuca, empujándole con lentitud hacia abajo, seguido de mi rostro atezado. ─ Ahora la inquieta soy yo. ─ Le comuniqué con rectitud, soy un animal, tiendo a serlo cuando me sale de los ovarios pero eso no significa que no pueda evadir sus encantos o el placer que pueda entregarme por júbilo. En frente de sus facciones dejo caer un vaho tentador, aspiro el aire que expulsa y sin llegar a besarle voy tentándole, mi lengua repasa su labio inferior y cuando estoy apunto de devorarle por completo alzo la cabeza lo justo y necesario para que mi nariz roce con la del trovador. ─ Pero como te dije antes, no te tengo fe.
Boom, una risita maléfica se me escapa mientras libero tanto su nuca como el rostro del bardo, la mano que continúa impresa a mis pliegues la aprieto con ambos muslos, sabe donde tocar hasta enloquecerme y eso es un peligro, uno muy grande del que escaparé en cuanto tenga la oportunidad. No tengo vicios, y él no se convertirá en uno así me lo folle cinco, siete o diez veces. El comentario despectivo ante mi reacio comportamiento a que siga tocándome no terminó ahí, en una mirada fugaz acaricié el cierre de su pantalón, no lo entreabrí y con sólo el dedo índice le presioné el paquete. ─ O mejor dicho, no le tengo fe. ─ Y sin falo, no hay entretenimiento, y mira que Iltharion me ha demostrado lo contrario, todo un descubrimiento donde experimentar sin que el pudor sea un problema entre los dos, pero como a todos, ser manejada por un hombre en base a sus ideales y juegos no termina de convencerme, prefiero ser yo la que lleve las riendas en todo momento como la dominante porque así he sido siempre, y así seguiré.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Aunque aquella sílfide de ébano, de lengua afilada, curvas sibaritas no carecía de razón, tampoco de un peligro tan latente y fácil de percibir como para disuadir a cualquier hombre sensato, por imprudente que fuera, de tentar tanto a la suerte cuando había tenido la de caerle en gracia, intentando arrebatarle algo que le era preciado al punto de matar por ello.
-Hay que saber cuándo hablar, y cuando callar, por muy atractivo que sea el peligro. En cuanto a ti, prefiero que el riesgo resida en algo que no sea en engrosar mi bolsillo de Aeros. – Porque por bello que fuera aquel dije, era claramente femenino, y el trovador, además de tener las orejas más largas, tampoco tenía interés en lucirlo.
El examen minucioso de los anillos lo controlo de reojo, más por curiosidad de ese gusto que había tomado la morena, que por cualquier otra cosa. La mayoría eran sencillos, pulidos, de oro o bañados, sin demasiada pedrería si es que alguno la tenía, y con el interior lijado por un orfebre o un joyero, de modo que en su interior solo hubiera una inicial.
-Soy paciente. – Se encogió de hombros el trovador, quien, si bien no tenía problema en aguardar, y hacer las cosas a su debido tiempo, rara vez se hallaba realmente dedicado a la nada, y su holgazanería no era más que dedicarse a esas cosas que rara vez cansaban. Tocar, componer, pintar, escribir o leer cualquier tomo que cayera en sus manos.
El elfo asintió, no podía estar más de acuerdo. Por muy fogosos que fueran ambos, sabía que una convivencia que perdurara demasiado solo acabaría en tedio, al menos por su parte. Pocas cosas era las que no había intentado. Prefería disfrutarlo con brevedad, y llevarse un recuerdo que alejara el frio en las noches solitarias.
Se dejó empujar sin queja el elfo, mientras contemplaba a la morena aun asediada por las diestras caricias de sus manos, que rondaban aquel punto más sensible, sin ninguna clase de mesura o paciencia, como había marcado ella que le gustaba.
- ¿Solo ahora? – Encaró una ceja el pelirrojo, mientras dejaba que lo tentase, y aunque una parte primaria clamaba por lo que la morena no quería darle, otra más añeja simplemente se deleitaba con la lamida tentadora que le propiciaba.
La carcajada solo arrancó una sonrisa ladeada al bardo, quien negó sutilmente con la cabeza, y medio como un castigo, y la otra mitad para que su risa se le atragantara, fue más intenso y fogoso en los roces y arrumacos pérfidos y diestros que trazaban sus manos en la intimidad de la muchacha.
De vuelta una ceja quedó alzada ante la declaración de la joven, una que se bajó cuando aclaró, con el gesto y sus palabras, que era lo que le generaba esa desconfianza. -Ni voy a abogar por ello, por lo menos hasta mañana. - Iltharion soltó una risa entre dientes, baja, casi como un bufido. Los divinos le libraran de no ser más que un miembro andante, sin el cual quedaran sus dominios reducidos a la nada.
Si necesidad alguna de palabras el trovador llevó la mano libre hacia los propios labios, humedeciendo entre los mismos un par de falanges, y el par de dedos que habían emergido de las sabanas, volvieron a ahondar en las mismas para juntarse con su otra mano.
El índice resiguió los márgenes de la entrada abandonada, dejando que la saliva suavizara el contacto, y sin hacerla esperar, ni tentar una paciencia escueta y nefasta, se adentró en la muchacha, acompañando ese tacto más intenso y constante que mantenía desde hacía un rato, sinuoso y variado, sobre el punto más candente del cuerpo de la muchacha.
Ya era un poco pro orgullo, y no solo por agotar a la muchacha, que el trovador se había reafirmado en su empeño de quebrarla una vez más aquella velada. Por otro lado, el elfo disfrutaba de ser artífice de algo, aunque ese placer mental, y nada físico, podía no ser comprensible para la muchacha, y desde luego, no era necesario mencionarlo.
-Hay que saber cuándo hablar, y cuando callar, por muy atractivo que sea el peligro. En cuanto a ti, prefiero que el riesgo resida en algo que no sea en engrosar mi bolsillo de Aeros. – Porque por bello que fuera aquel dije, era claramente femenino, y el trovador, además de tener las orejas más largas, tampoco tenía interés en lucirlo.
El examen minucioso de los anillos lo controlo de reojo, más por curiosidad de ese gusto que había tomado la morena, que por cualquier otra cosa. La mayoría eran sencillos, pulidos, de oro o bañados, sin demasiada pedrería si es que alguno la tenía, y con el interior lijado por un orfebre o un joyero, de modo que en su interior solo hubiera una inicial.
-Soy paciente. – Se encogió de hombros el trovador, quien, si bien no tenía problema en aguardar, y hacer las cosas a su debido tiempo, rara vez se hallaba realmente dedicado a la nada, y su holgazanería no era más que dedicarse a esas cosas que rara vez cansaban. Tocar, componer, pintar, escribir o leer cualquier tomo que cayera en sus manos.
El elfo asintió, no podía estar más de acuerdo. Por muy fogosos que fueran ambos, sabía que una convivencia que perdurara demasiado solo acabaría en tedio, al menos por su parte. Pocas cosas era las que no había intentado. Prefería disfrutarlo con brevedad, y llevarse un recuerdo que alejara el frio en las noches solitarias.
Se dejó empujar sin queja el elfo, mientras contemplaba a la morena aun asediada por las diestras caricias de sus manos, que rondaban aquel punto más sensible, sin ninguna clase de mesura o paciencia, como había marcado ella que le gustaba.
- ¿Solo ahora? – Encaró una ceja el pelirrojo, mientras dejaba que lo tentase, y aunque una parte primaria clamaba por lo que la morena no quería darle, otra más añeja simplemente se deleitaba con la lamida tentadora que le propiciaba.
La carcajada solo arrancó una sonrisa ladeada al bardo, quien negó sutilmente con la cabeza, y medio como un castigo, y la otra mitad para que su risa se le atragantara, fue más intenso y fogoso en los roces y arrumacos pérfidos y diestros que trazaban sus manos en la intimidad de la muchacha.
De vuelta una ceja quedó alzada ante la declaración de la joven, una que se bajó cuando aclaró, con el gesto y sus palabras, que era lo que le generaba esa desconfianza. -Ni voy a abogar por ello, por lo menos hasta mañana. - Iltharion soltó una risa entre dientes, baja, casi como un bufido. Los divinos le libraran de no ser más que un miembro andante, sin el cual quedaran sus dominios reducidos a la nada.
Si necesidad alguna de palabras el trovador llevó la mano libre hacia los propios labios, humedeciendo entre los mismos un par de falanges, y el par de dedos que habían emergido de las sabanas, volvieron a ahondar en las mismas para juntarse con su otra mano.
El índice resiguió los márgenes de la entrada abandonada, dejando que la saliva suavizara el contacto, y sin hacerla esperar, ni tentar una paciencia escueta y nefasta, se adentró en la muchacha, acompañando ese tacto más intenso y constante que mantenía desde hacía un rato, sinuoso y variado, sobre el punto más candente del cuerpo de la muchacha.
Ya era un poco pro orgullo, y no solo por agotar a la muchacha, que el trovador se había reafirmado en su empeño de quebrarla una vez más aquella velada. Por otro lado, el elfo disfrutaba de ser artífice de algo, aunque ese placer mental, y nada físico, podía no ser comprensible para la muchacha, y desde luego, no era necesario mencionarlo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
No anunciaré nada acerca de la pasión que me inunda o sobre el volcán activo que mantengo entre las piernas, las caricias penitenciarias del trovador surcan la zona alta hasta zozobrar ahí donde pueda hastiar, el ambiente comienza a ser ínfimo junto al deseo que finaliza en ansias de volverme nuevamente una marioneta del placer. Desde el lecho saboreo la sonrisa que esconde el elfo entre las comisura de sus labios, la pregunta que amortigua un poco la realidad y se torna en una mentira matizada como sería la inquietud que me aqueja a todas horas, logra satisfacerme, soy una mujer ansiosa y me daré el lujo de dolerle y que lleve anexo nuestro encuentro impreso en la aflicción de músculos y chirriar de huesos.
El inminente roce va pellizcando de forma imaginaria a la cordura que aún mantengo trazada, sus dedos tantean el centro de mi pensamiento donde rebuscan para dar con Eretria, la agotada, esa que sacará fuerzas de un alma derrotada para seguir las instrucciones de una remesa lasciva, esta vez no le hará estallar de gozo sino que será él con sinuosos recorridos bajo la capa. No se necesita un arduo labor ni mucho menos, y el elfo de melena cobriza se convertirá entre líneas enmascaradas en el descarrío más dulzón de todos, aquel que sabe a un Edén ya sabido, no obstante, uno que muero por repetir con los dedos, la lengua y hacerlo mío en cuerpo y alma. ─ Sólo ahora. ─ De mi boca entreabierta no son expedidos ningún tipo de gemidos, de momento son sólo jadeos ásperos que entremezclados con el vaho son cálidos, embellecidos por la época y la respectiva nevada bajo nuestras sombras.
No hubo proclamo de daño cuando los dedos húmedos del diablillo indagaron entre ya mis pliegues embadurnados, la razón por la que profundizó raudo puede que haya sido por un orgullo herido o tan sólo para verme reaccionar como tanto aborrezco. Los latidos de este corazón aumentan en el bambolear de mi pecho desnudo, la espalda termino arqueándola y cuando sus dedos aprietan en el interior de la carne noto como cada una de las barreras puestas vuelven a caer. Mi propia saliva pesa en estos labios maltratados mientras los pulmones esta vez sí, exigen gran cantidad de aire. La actitud incitadora del elfo va excitándome y más le vale conocer ya las consecuencias que traen consigo el ponerme caliente, no le perdonaré el atrevimiento que alimenta mi sexo de ímpetu bajo la sábana ni los besos o mordiscos pretéritos.
─ Y si sabes que no darás a basto hasta mañana, ¿por qué sigues? ─ Y en el entorno flota tensa la pregunta, ambos muslos los mantengo distendidos con una distancia considerable entre uno y otro, el silencio previo vuelve a romperse con un gruñido que palpita al unísono, aplacado por la risita de Iltharion y su talante que logra desquiciarme. Con una mueca fruncida dirijo una de las manos a un buen ramal de mechones propios, entrelazada a cada hebra parda los echo hacia atrás por el delirio que va causando tanto cuando está dentro, como cuando está por fuera en caricias que engatusan. A pesar de tener dos complicaciones, una tajada de un tamaño considerable y un agotamiento propiciado por el maratón de sexo, estoy por saltarle y reaccionar con actos repetidos, así como que existe el motivo de agredirnos sin disimulos entre lindes picantes y eróticas.
─ Pero bueno, ya que estás. ─ No imploré por un beso o un reguero de atención en otras zonas también candentes, jamás sucumbiré a las plegarias por algo tan simple y fácil de encontrar como sería el yacer con cualquier hombre. ─ Termina el trabajo. ─ Los embites de sus dedos son explosiones pasionales, fuego que incendia un alma que está dispuesta a arder si con ello se intensifican las sensaciones. A un ritmo dispar de una respiración y otra más compleja entrecierro los párpados, acomodo los dedos entre mi cabello y voy jugando con ellos a expensas de que el placer comienza a disiparse, poco a poco, dejando un ligero hormigueo en mi vientre y un temblor en ambas piernas débiles. El maremoto de cada toque y la brisa que consigue atraparme con la mitad del cuerpo al descubierto me llevan a sonreír, lejos de repudiarle enredo una de mis piernas con las del trovador.
Si hay que pecar, se pecará por jubilo en medio de la foresta donde el invierno aún reina, con el tacto aprendido por parte del cobrizo en esta esperanza nula y con dichas manos que cada vez se sienten más cómo esclavas de una antojadiza rezongo, este hombre es un malsueño, una duda insegura que arrecia y no marcha hasta dejar su huella. ─ No pares. ─ Murmuré con ápices de complacencia sin siquiera dejarle escapar, las yemas que acarician el brazo del bardo están en constante movimiento, de arriba hacia abajo cuando éste continúa hondeando y haciendo estragos en mis adentros.
El inminente roce va pellizcando de forma imaginaria a la cordura que aún mantengo trazada, sus dedos tantean el centro de mi pensamiento donde rebuscan para dar con Eretria, la agotada, esa que sacará fuerzas de un alma derrotada para seguir las instrucciones de una remesa lasciva, esta vez no le hará estallar de gozo sino que será él con sinuosos recorridos bajo la capa. No se necesita un arduo labor ni mucho menos, y el elfo de melena cobriza se convertirá entre líneas enmascaradas en el descarrío más dulzón de todos, aquel que sabe a un Edén ya sabido, no obstante, uno que muero por repetir con los dedos, la lengua y hacerlo mío en cuerpo y alma. ─ Sólo ahora. ─ De mi boca entreabierta no son expedidos ningún tipo de gemidos, de momento son sólo jadeos ásperos que entremezclados con el vaho son cálidos, embellecidos por la época y la respectiva nevada bajo nuestras sombras.
No hubo proclamo de daño cuando los dedos húmedos del diablillo indagaron entre ya mis pliegues embadurnados, la razón por la que profundizó raudo puede que haya sido por un orgullo herido o tan sólo para verme reaccionar como tanto aborrezco. Los latidos de este corazón aumentan en el bambolear de mi pecho desnudo, la espalda termino arqueándola y cuando sus dedos aprietan en el interior de la carne noto como cada una de las barreras puestas vuelven a caer. Mi propia saliva pesa en estos labios maltratados mientras los pulmones esta vez sí, exigen gran cantidad de aire. La actitud incitadora del elfo va excitándome y más le vale conocer ya las consecuencias que traen consigo el ponerme caliente, no le perdonaré el atrevimiento que alimenta mi sexo de ímpetu bajo la sábana ni los besos o mordiscos pretéritos.
─ Y si sabes que no darás a basto hasta mañana, ¿por qué sigues? ─ Y en el entorno flota tensa la pregunta, ambos muslos los mantengo distendidos con una distancia considerable entre uno y otro, el silencio previo vuelve a romperse con un gruñido que palpita al unísono, aplacado por la risita de Iltharion y su talante que logra desquiciarme. Con una mueca fruncida dirijo una de las manos a un buen ramal de mechones propios, entrelazada a cada hebra parda los echo hacia atrás por el delirio que va causando tanto cuando está dentro, como cuando está por fuera en caricias que engatusan. A pesar de tener dos complicaciones, una tajada de un tamaño considerable y un agotamiento propiciado por el maratón de sexo, estoy por saltarle y reaccionar con actos repetidos, así como que existe el motivo de agredirnos sin disimulos entre lindes picantes y eróticas.
─ Pero bueno, ya que estás. ─ No imploré por un beso o un reguero de atención en otras zonas también candentes, jamás sucumbiré a las plegarias por algo tan simple y fácil de encontrar como sería el yacer con cualquier hombre. ─ Termina el trabajo. ─ Los embites de sus dedos son explosiones pasionales, fuego que incendia un alma que está dispuesta a arder si con ello se intensifican las sensaciones. A un ritmo dispar de una respiración y otra más compleja entrecierro los párpados, acomodo los dedos entre mi cabello y voy jugando con ellos a expensas de que el placer comienza a disiparse, poco a poco, dejando un ligero hormigueo en mi vientre y un temblor en ambas piernas débiles. El maremoto de cada toque y la brisa que consigue atraparme con la mitad del cuerpo al descubierto me llevan a sonreír, lejos de repudiarle enredo una de mis piernas con las del trovador.
Si hay que pecar, se pecará por jubilo en medio de la foresta donde el invierno aún reina, con el tacto aprendido por parte del cobrizo en esta esperanza nula y con dichas manos que cada vez se sienten más cómo esclavas de una antojadiza rezongo, este hombre es un malsueño, una duda insegura que arrecia y no marcha hasta dejar su huella. ─ No pares. ─ Murmuré con ápices de complacencia sin siquiera dejarle escapar, las yemas que acarician el brazo del bardo están en constante movimiento, de arriba hacia abajo cuando éste continúa hondeando y haciendo estragos en mis adentros.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Las curvas sibaritas con aquel encantador tono caramelo, permanecían solo en la imaginación del trovador, y en el tacto de su piel, el calor que emanaban sus cuerpos, y esa huella aun candente sobre su cuerpo, que ahora ya dolía más que halagaba, consecuencia de aquel cariño violento que se habían propiciado. Los mordiscos fibalaban en el cuerpo, y los moretones entumecían su carne, resaca de una pasión desenfrenada que ahora rozaba con sus manos.
El elfo no la creyó, pero no importaba, para él esa mujer era un reovlitjo, un huracán, caprichosa y con ese afán de ser y mantenerse indomable. Si la respuesta que le había dado la creía cierta o lo era, no resultaba relevante.
Los arqueos de su cuerpo, ese palpito de su carne, aquello era la verdad en plata que el elfo buscaba, gustaba y callaba, porque no era necesario ponerla en alto.
-Los divinos me liben de no tener más herramientas que un pedazo de carne. - Rio con brevedad el trovador, quien encontraba casi ridículo el hecho de que alguna persona pudiera limitar su pericia y capacidad únicamente a sus genitales. ¿Es que acaso no tenían ni lengua ni manos? Si lo hombres de las aldeas no fueran tullidos en la cama, quizás sus mujeres no se irían con el primero que pasara, o tendrían menos cara de amargadas.
El humor jocoso quedó pronto de lado, el elfo disfrutaba mas de permanecer atento a ese espectáculo sesgado que ofrecía la sílfide de turmalina al emerger de las sabanas. Recorría los labios quebrados por la respiración agitada, y observaba danzar aquellas mortales manos entre su cabello corto y ondulado, esa apariencia sumamente exótica y extraña, pero hipnotizante, de ese peculiar ejemplo de su propia raza. Iltharion mentiría si dijera que había visto alguna vez una elfa igual.
La sabana que la descubrió no la volvió a acomodar en su sitio, la brisa invernal la barrerían sus manos y si aquello no era suficiente cuando terminaba, el calor atrapado bajo las sabanas, o su presencia en ese lecho escaso, harían el resto.
Su cabeza se inclinó hacia la de la muchacha, apenas si besó sus labios, no por afecto si no por gusto, y porque seguía encontrando gracioso en quebrantar esa negativa que había quedado obsoleta al pasar los albores de sus rifirrafes.
No tardó su lengua en hallar la oreja de la joven, aquella libre de la presencia de joya alguna, que dejaba la piel sensible a merced de sus dientes. La recorrió como tantas veces, pero sin la parsimonia de antaño, la muchacha gustaba de ir al grano, y le había quedado claro. Llenó su lóbulo de tirones, de pequeños mordiscos que ascendían hasta la punta, y bajó para recorrer la base de la mandíbula y la curva vertiginosa de su cuello.
La mano del elfo, inmisericorde, no se dedicó a viajar por lugares tan castos, y permaneció en el terreno candente sobre el que discurría con una pericia que solo otorgaban los años, y un fervor destinado a embravecer más esas contracciones palpitantes.
Con el pulgar que mantenía extenso, no dejaba solo jamás aquel punto sensible y oculto que resultaba desconocido para muchos, y la perdición de casi todas. Aquella atención no se propiciaba sola, pues con el resto asediaba constante y vehemente, con un vigor dedicado, las entrañas de la joven.
Al elfo le latía el brazo, porque su cuerpo decía basta y él no le hacía el más mínimo caso, y al contrario, en vez de aflojar en ese vaivén constante y desenfrenado, le ponía más ímpetu, una carrerilla más pronunciada, unos movimientos más intensos, como si quisiera marcar su paso, buscando hacerla caer en un éxtasis vesano aun y a costa de tener agujetas mañana. No solo porque la quisiera cansada, y no se fiara un pelo de ser el primero en caer rendido, sino también porque lo disfrutaba, de ver como se le erizaba la piel, se le cortaba el aire y le exigía con esa naturalidad desvergonzada que continuara, porque era el quien generaba ese dichoso terremoto en la piel y las entrañas, y le encantaba.
En vez de contestar con palabras, profundizó ms los embates, fueron sus gestos apasionados los que accedieron en el lenguaje del cuerpo a la exigencia de la muchacha, mientras su extremidad dolorida era azuzada por esa mente empecinada del elfo, y las caricias de las manos de la muchacha.
El elfo no la creyó, pero no importaba, para él esa mujer era un reovlitjo, un huracán, caprichosa y con ese afán de ser y mantenerse indomable. Si la respuesta que le había dado la creía cierta o lo era, no resultaba relevante.
Los arqueos de su cuerpo, ese palpito de su carne, aquello era la verdad en plata que el elfo buscaba, gustaba y callaba, porque no era necesario ponerla en alto.
-Los divinos me liben de no tener más herramientas que un pedazo de carne. - Rio con brevedad el trovador, quien encontraba casi ridículo el hecho de que alguna persona pudiera limitar su pericia y capacidad únicamente a sus genitales. ¿Es que acaso no tenían ni lengua ni manos? Si lo hombres de las aldeas no fueran tullidos en la cama, quizás sus mujeres no se irían con el primero que pasara, o tendrían menos cara de amargadas.
El humor jocoso quedó pronto de lado, el elfo disfrutaba mas de permanecer atento a ese espectáculo sesgado que ofrecía la sílfide de turmalina al emerger de las sabanas. Recorría los labios quebrados por la respiración agitada, y observaba danzar aquellas mortales manos entre su cabello corto y ondulado, esa apariencia sumamente exótica y extraña, pero hipnotizante, de ese peculiar ejemplo de su propia raza. Iltharion mentiría si dijera que había visto alguna vez una elfa igual.
La sabana que la descubrió no la volvió a acomodar en su sitio, la brisa invernal la barrerían sus manos y si aquello no era suficiente cuando terminaba, el calor atrapado bajo las sabanas, o su presencia en ese lecho escaso, harían el resto.
Su cabeza se inclinó hacia la de la muchacha, apenas si besó sus labios, no por afecto si no por gusto, y porque seguía encontrando gracioso en quebrantar esa negativa que había quedado obsoleta al pasar los albores de sus rifirrafes.
No tardó su lengua en hallar la oreja de la joven, aquella libre de la presencia de joya alguna, que dejaba la piel sensible a merced de sus dientes. La recorrió como tantas veces, pero sin la parsimonia de antaño, la muchacha gustaba de ir al grano, y le había quedado claro. Llenó su lóbulo de tirones, de pequeños mordiscos que ascendían hasta la punta, y bajó para recorrer la base de la mandíbula y la curva vertiginosa de su cuello.
La mano del elfo, inmisericorde, no se dedicó a viajar por lugares tan castos, y permaneció en el terreno candente sobre el que discurría con una pericia que solo otorgaban los años, y un fervor destinado a embravecer más esas contracciones palpitantes.
Con el pulgar que mantenía extenso, no dejaba solo jamás aquel punto sensible y oculto que resultaba desconocido para muchos, y la perdición de casi todas. Aquella atención no se propiciaba sola, pues con el resto asediaba constante y vehemente, con un vigor dedicado, las entrañas de la joven.
Al elfo le latía el brazo, porque su cuerpo decía basta y él no le hacía el más mínimo caso, y al contrario, en vez de aflojar en ese vaivén constante y desenfrenado, le ponía más ímpetu, una carrerilla más pronunciada, unos movimientos más intensos, como si quisiera marcar su paso, buscando hacerla caer en un éxtasis vesano aun y a costa de tener agujetas mañana. No solo porque la quisiera cansada, y no se fiara un pelo de ser el primero en caer rendido, sino también porque lo disfrutaba, de ver como se le erizaba la piel, se le cortaba el aire y le exigía con esa naturalidad desvergonzada que continuara, porque era el quien generaba ese dichoso terremoto en la piel y las entrañas, y le encantaba.
En vez de contestar con palabras, profundizó ms los embates, fueron sus gestos apasionados los que accedieron en el lenguaje del cuerpo a la exigencia de la muchacha, mientras su extremidad dolorida era azuzada por esa mente empecinada del elfo, y las caricias de las manos de la muchacha.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Si esto fuese algo personal, una guerra pendiente no estaría dispuesta a perder la consciencia ni que la debilidad me invadiese, sin embargo y ahí donde los caminos se expanden hacia el deleite, seré una más, una del montón que recordará las consecuencias cuando ya ha sido demasiado tarde o cuando la fragancia mentolada tenga la osadía de envolverme. Duele, cada caricia duele en lo hondo de una coraza impenetrable acorde a sentimientos inexistentes, el control se esfuma de entre mis manos ocupadas, una entrelazada con los mechones que aparto a modo de desestrés mientras que la otra lo guía hacia la humedad a explorar. El bardo inspirador lo desconoce, pero entre las musas que ha ido conquistando esta que está aquí no será la dócil, me convertiré sin que se de cuenta en la más altanera, esa que si no vigilas muerde en la presencia de un riesgo pudiente, uno que tan sólo las amantes del peligro saben apreciar bajo un lecho con un sin fin de pericias y que denominan como una herida en vez de una caricia.
En medio de una banda sonora compuesta por dos tipos de respiraciones y la resonancia entre mis piernas voy extraviándome, en ningún momento me falta una sonrisa menguante ni el flujo de oscilaciones en cada mechón encarcelado por los dedos. En pleno paraíso pienso más de lo habitual en el nombre del trovador, no porque sea bonito ni tenga una pronunciación gustosa, es sólo un capricho que mantengo entre las lagunas de una mente en un blanco parcial. La manía que tiene de ir a por unos labios que no le pertenecen logra sacarme un soplido resignado, en el ladeo de mis facciones aprovecha para atosigar la oreja más próxima a esos labios juguetones. El aire cálido rompe en contra de dicha zona sensiblera, aunado a una serie de mordidas y pellizcos hacia afuera que me fascinan, el ardor a través de mi sistema aumenta y para qué negar cuan caliente me estoy entregando frente a la vista del elfo.
─ Si sigues así no me correré nunca. ─ Porque algo falla, y enseguida le pone remedio con unos vaivenes implacables que me arrancan un sollozo lascivo, me está volviendo loca e insatisfecha tiro de su cuerpo hasta darle a entender de que le quiero encima. Escurridiza como un felino paso una de las piernas bajo el cuerpo del trovador hasta colocarla al lateral de la suya, la contigua repite el proceso y cuando el ansia apremia, voy levantando mi torso, las palmas estiradas permanecen junto a mis caderas hasta tenerle tan cerca que su respiración termina siendo una con la que yo expido. ─ Iltharion. ─ Le llamé esta vez sonriente, la longitud que hay entre la boca del elfo y la mía es tan efímera que hace que los cálculos de los centímetros se pierdan, la trova de memorizar las heridas y la rojez de entre sus labios desaparecen en el infinito, pues sin reparos devoro con vehemencia cada recoveco de dicha mentolada boca, como si la masturbación no bastara ni el tenerle encima fuese lo que tanto requiero.
En esta superación contra el cansancio instalo ambos brazos alrededor de su nuca, el Aski ante tanto meneo inservible para su comodidad ha cambiado de postura y vuelto al fondo de la capa donde nuestras piernas andan entrelazadas. Entre besos pasionales y otros tantos rijosos donde los pellizcos y las oscilaciones de nuestras lenguas nos roban al aliento voy alimentando este hábito mal sano. Mi fuente de energía ha resurgido con el nombre del cobrizo que es capaz de avivar un fuego extinto con tantísima facilidad, a la hora de recoger el aire me separo, tan sólo observándole con una ceja encarada y el labio inferior siendo relamido. Por suerte, en ningún momento cesa el trajineo entre mis piernas y en lo más hondo de mi sexo, lo está dando todo y yo le complazco a mi manera, entre rezongues y algún que otro roce más íntimo. Las yemas atezadas se disparan a través de la cascada roja, dejándola caer por uno de sus costados para tener tal bendita espalda llena de magulladuras a merced de una tirana.
Con el dedo índice repaso los arañazos, iniciando una partida desde lo alto hasta llegar a la mitad de su espalda donde me detengo, el cosquilleo cortante del frío en contra de la presión de un dedo capaz de entregarle una aflicción entre exquisita y mezquina me pone cachonda. El bardo lo sabe, y por esa razón cuando vuelvo a su nuca para aferrarle y tenerlo cual preso, es un incontable e impulsivo beso el que detiene posibles quejidos ante los susodichos mimos sobre los rasguños o quizá una queja severa hacia mi persona. Todo esto es una radiante alternativa para matar las horas de la madrugada, si no es charlando será dándonos calor de una manera u otra, y ganas no me faltan de meterle mano y que sepa lo que es bueno, sin embargo contengo el afán, será el trovador quien lo pida si realmente quiere ser acariciado, así se torna más divertido.
─ Los dedos no serán suficiente. ─ Susurré aún en frente de las ya examinadas facciones, puede tomárselo como un desafío al que ponerle fin o una suposición para que pase al siguiente nivel, me da igual, me lo estoy pasando fenomenal y nunca me ha importunado ver a un hombre sorprenderme, que pocos son los que lo consiguen. Intranquila y en este retroceso donde cruzo unos dedos en contra de otros encima de su nuca, centro mi atención al hormigueo en mis entrañas y a cómo oprime el clítoris para sobresaltarme, lo consigue y contengo los gemidos con una fuerza de voluntad que no durará para siempre. A ras del lecho le contemplo con una lujuria incontenible a estas alturas de la noche, a sabiendas de que cómo esto siga así no habrá vuelta atrás y al final seré yo la activa, y lo que viene con ello, será bueno y malo a su vez.
En medio de una banda sonora compuesta por dos tipos de respiraciones y la resonancia entre mis piernas voy extraviándome, en ningún momento me falta una sonrisa menguante ni el flujo de oscilaciones en cada mechón encarcelado por los dedos. En pleno paraíso pienso más de lo habitual en el nombre del trovador, no porque sea bonito ni tenga una pronunciación gustosa, es sólo un capricho que mantengo entre las lagunas de una mente en un blanco parcial. La manía que tiene de ir a por unos labios que no le pertenecen logra sacarme un soplido resignado, en el ladeo de mis facciones aprovecha para atosigar la oreja más próxima a esos labios juguetones. El aire cálido rompe en contra de dicha zona sensiblera, aunado a una serie de mordidas y pellizcos hacia afuera que me fascinan, el ardor a través de mi sistema aumenta y para qué negar cuan caliente me estoy entregando frente a la vista del elfo.
─ Si sigues así no me correré nunca. ─ Porque algo falla, y enseguida le pone remedio con unos vaivenes implacables que me arrancan un sollozo lascivo, me está volviendo loca e insatisfecha tiro de su cuerpo hasta darle a entender de que le quiero encima. Escurridiza como un felino paso una de las piernas bajo el cuerpo del trovador hasta colocarla al lateral de la suya, la contigua repite el proceso y cuando el ansia apremia, voy levantando mi torso, las palmas estiradas permanecen junto a mis caderas hasta tenerle tan cerca que su respiración termina siendo una con la que yo expido. ─ Iltharion. ─ Le llamé esta vez sonriente, la longitud que hay entre la boca del elfo y la mía es tan efímera que hace que los cálculos de los centímetros se pierdan, la trova de memorizar las heridas y la rojez de entre sus labios desaparecen en el infinito, pues sin reparos devoro con vehemencia cada recoveco de dicha mentolada boca, como si la masturbación no bastara ni el tenerle encima fuese lo que tanto requiero.
En esta superación contra el cansancio instalo ambos brazos alrededor de su nuca, el Aski ante tanto meneo inservible para su comodidad ha cambiado de postura y vuelto al fondo de la capa donde nuestras piernas andan entrelazadas. Entre besos pasionales y otros tantos rijosos donde los pellizcos y las oscilaciones de nuestras lenguas nos roban al aliento voy alimentando este hábito mal sano. Mi fuente de energía ha resurgido con el nombre del cobrizo que es capaz de avivar un fuego extinto con tantísima facilidad, a la hora de recoger el aire me separo, tan sólo observándole con una ceja encarada y el labio inferior siendo relamido. Por suerte, en ningún momento cesa el trajineo entre mis piernas y en lo más hondo de mi sexo, lo está dando todo y yo le complazco a mi manera, entre rezongues y algún que otro roce más íntimo. Las yemas atezadas se disparan a través de la cascada roja, dejándola caer por uno de sus costados para tener tal bendita espalda llena de magulladuras a merced de una tirana.
Con el dedo índice repaso los arañazos, iniciando una partida desde lo alto hasta llegar a la mitad de su espalda donde me detengo, el cosquilleo cortante del frío en contra de la presión de un dedo capaz de entregarle una aflicción entre exquisita y mezquina me pone cachonda. El bardo lo sabe, y por esa razón cuando vuelvo a su nuca para aferrarle y tenerlo cual preso, es un incontable e impulsivo beso el que detiene posibles quejidos ante los susodichos mimos sobre los rasguños o quizá una queja severa hacia mi persona. Todo esto es una radiante alternativa para matar las horas de la madrugada, si no es charlando será dándonos calor de una manera u otra, y ganas no me faltan de meterle mano y que sepa lo que es bueno, sin embargo contengo el afán, será el trovador quien lo pida si realmente quiere ser acariciado, así se torna más divertido.
─ Los dedos no serán suficiente. ─ Susurré aún en frente de las ya examinadas facciones, puede tomárselo como un desafío al que ponerle fin o una suposición para que pase al siguiente nivel, me da igual, me lo estoy pasando fenomenal y nunca me ha importunado ver a un hombre sorprenderme, que pocos son los que lo consiguen. Intranquila y en este retroceso donde cruzo unos dedos en contra de otros encima de su nuca, centro mi atención al hormigueo en mis entrañas y a cómo oprime el clítoris para sobresaltarme, lo consigue y contengo los gemidos con una fuerza de voluntad que no durará para siempre. A ras del lecho le contemplo con una lujuria incontenible a estas alturas de la noche, a sabiendas de que cómo esto siga así no habrá vuelta atrás y al final seré yo la activa, y lo que viene con ello, será bueno y malo a su vez.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Si e l trovador la había dudado en algún momento una trampa de los divinos, las incógnitas habían esaparecido pro completo, porque en el desafió y el peligro, esa soberbia altanera y esa desvergonzada dicha que se expresaban con tanta pureza que parecía que no existiera la mentira ni como concepto, había quedado embelesado el elfo. Presa de sus vicios, de un ego que lo empujaba más allá de los límites de su cuerpo, a pelearse en esas rencillas infantiles con precios y juegos muy adultos, y en jugar a esa ruleta su cansancio por el de ella en esa balanza de pericia y abandono que ya no estaba seguro de poder ganar, ni tampoco le importaba tanto, aunque con ello pecara de imprudente.
Con los labios magullados hinchados y con el sabor a hierro impregnado en la piel, fruto de los cortes y la sangre que los había dejado enrojecidos, e incluso uno de sus bordes amoratado, seguía zambulléndose en esos besos fieros que le propiciaba la sílfide de fuego y piedra que se estremecía entre sus brazos, y temblaba bajo sus manos. La lengua le dolía y aún así empecinada, seguía explorando la suavidad de su paladar y el filo pícaro de sus perlados dientes durante un buen rato, hasta que sus alientos chocaron a escasa distancia, y sus labios se rozaron sin hacerlo. No intentó volver a arrebatarle un beso, satisfecho, no precisaba de ello, aunque disfrutaba que incluso aquello parecía ser un peligro en el lecho de la elfa.
Las caricias en la nuca entibiaban el cuerpo del hijo de los bosques, y las caricias dañinas sobre las heridas de su lomo y del resto de su tez le resultaban ligeramente placenteras, y lo mantenían alerta al mismo tiempo. Se deleitó tanto con las provocaciones como con su propia respuesta, porque él no se consideraba cualquier hombre ni cualquier amante, y si bien su cuerpo le ponía límites, se sentía seguro en su pericia como para poder contemplarla en su abandonó una vez más con la sola destreza de sus manos, y regando de besos mordiscos y lametazos la curva de cisne negro de su cuello y las alargadas orejas de su homóloga.
Fueron varios los dedos que se sumergieron en las entrañas de la joven, sinuosas e inquietas, rozando en sus adentros más que en el vaivén de salir y adentrarse de nuevo, acariciando cada una por su cuenta los pólipos que constreñían sus dedos, y aun así jamás se olvidó de los núcleos de placer que quedaban a fuera, porque eran dos manos y muchos dedos. Sometió sin misericordia alguna el clítoris a sus atenciones constantes, crecientes, trazando formas oblicuas con el pulgar, cruzándolas, alterando la presión, los roces, sin dejar que el cuerpo de ella se acostumbrara a ninguna de las caricias, para que el efecto de todas ellas fuera nuevo, intenso.
La izquierda aferró uno de sus senos, como tantas veces había hecho esa noche, y ya parecía acomodarse en su palma como si hubiera sido hecho para hacerlo. Lo constriñó y recorrió por los bordes, para que la sangre acudiera a la dermis, y poner más sensible la magullada zona por la que la joven parecía tener cierta preferencia, pues cuando él los había dejado olvidados, había sido ella quien los había asido con tal de complacerse.
Inclinó su cuerpo sobre ella un poco, sin llegar a apresarla bajo su peso, lo justo para poder inclinar la nuca presa hacia la clavícula de ella, y marcar sus dientes, dejar su huella en el hombro de canela.
La virulencia de sus manos, creciente, se expresaba también con cada apreció que le dedicaba a la anatomía enloquecedora y exótica de la elfa, quien había demostrado ser poco amiga de las delicadezas, y después de haber quedado ambos curtidos con sus afectos. Su lengua trascurrió por el esternón, y marcó el seno opuesto al que tenía con la mano en todos esos puntos que todavía eran libres de su impacto. Devorándola con la lengua, con os dientes y las manos con una avidez apasionada y férrea que buscaba tanto la propia complacencia de probar su piel y su carne, como la de sentirla romperse bajo su cuerpo.
Con los labios magullados hinchados y con el sabor a hierro impregnado en la piel, fruto de los cortes y la sangre que los había dejado enrojecidos, e incluso uno de sus bordes amoratado, seguía zambulléndose en esos besos fieros que le propiciaba la sílfide de fuego y piedra que se estremecía entre sus brazos, y temblaba bajo sus manos. La lengua le dolía y aún así empecinada, seguía explorando la suavidad de su paladar y el filo pícaro de sus perlados dientes durante un buen rato, hasta que sus alientos chocaron a escasa distancia, y sus labios se rozaron sin hacerlo. No intentó volver a arrebatarle un beso, satisfecho, no precisaba de ello, aunque disfrutaba que incluso aquello parecía ser un peligro en el lecho de la elfa.
Las caricias en la nuca entibiaban el cuerpo del hijo de los bosques, y las caricias dañinas sobre las heridas de su lomo y del resto de su tez le resultaban ligeramente placenteras, y lo mantenían alerta al mismo tiempo. Se deleitó tanto con las provocaciones como con su propia respuesta, porque él no se consideraba cualquier hombre ni cualquier amante, y si bien su cuerpo le ponía límites, se sentía seguro en su pericia como para poder contemplarla en su abandonó una vez más con la sola destreza de sus manos, y regando de besos mordiscos y lametazos la curva de cisne negro de su cuello y las alargadas orejas de su homóloga.
Fueron varios los dedos que se sumergieron en las entrañas de la joven, sinuosas e inquietas, rozando en sus adentros más que en el vaivén de salir y adentrarse de nuevo, acariciando cada una por su cuenta los pólipos que constreñían sus dedos, y aun así jamás se olvidó de los núcleos de placer que quedaban a fuera, porque eran dos manos y muchos dedos. Sometió sin misericordia alguna el clítoris a sus atenciones constantes, crecientes, trazando formas oblicuas con el pulgar, cruzándolas, alterando la presión, los roces, sin dejar que el cuerpo de ella se acostumbrara a ninguna de las caricias, para que el efecto de todas ellas fuera nuevo, intenso.
La izquierda aferró uno de sus senos, como tantas veces había hecho esa noche, y ya parecía acomodarse en su palma como si hubiera sido hecho para hacerlo. Lo constriñó y recorrió por los bordes, para que la sangre acudiera a la dermis, y poner más sensible la magullada zona por la que la joven parecía tener cierta preferencia, pues cuando él los había dejado olvidados, había sido ella quien los había asido con tal de complacerse.
Inclinó su cuerpo sobre ella un poco, sin llegar a apresarla bajo su peso, lo justo para poder inclinar la nuca presa hacia la clavícula de ella, y marcar sus dientes, dejar su huella en el hombro de canela.
La virulencia de sus manos, creciente, se expresaba también con cada apreció que le dedicaba a la anatomía enloquecedora y exótica de la elfa, quien había demostrado ser poco amiga de las delicadezas, y después de haber quedado ambos curtidos con sus afectos. Su lengua trascurrió por el esternón, y marcó el seno opuesto al que tenía con la mano en todos esos puntos que todavía eran libres de su impacto. Devorándola con la lengua, con os dientes y las manos con una avidez apasionada y férrea que buscaba tanto la propia complacencia de probar su piel y su carne, como la de sentirla romperse bajo su cuerpo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
En la entrega nocturna hacia un placer inmensurable, uno que disfruto como si la noche no fuese suficiente y la mañana quedase corta para que esto me parezca enorme, irresistiblemente de conseguir y que me cause una sensación novedosa, Iltharion va despertando partes de mí dormidas, sollozos que llevan su pronunciación y ladeos de comisuras atrevidos. No pertenezco a la mayoría, así como también no le pertenezco a nadie, no obstante eso pasa en el amor y en otros desastres como en esta retroalimentación mutua, para nada amena y por consecuente, el doble de adicta. No siento nostalgia en los puntos más sensibles pues apetecible evoca en cada uno de ellos una ráfaga magnética que hace que el corazón me de un vuelco. A la vera de su sombra y entre cascadas rubíes voy siendo embellecida, y esta vez no a cargo de la soledad, la que tanto adorna mis esperanzas, esta vez será un elfo que con dedos diestros y boca de avezado abrirá un impulso allí donde otros no han tocado y me acercará a encontrar el pequeño limbo que crearemos.
No culparé al silencio ni al vaivén de los reproches, a la falta de miradas entre soslayos, a esas manos impertinentes o a una voz cautivante, la fuerza ya no sirve y el autocontrol se convierte en una banal tontería. Codiciosa apego ambas piernas a las suyas, manteniéndole preso aún cuando nuestros labios siguen sin pedir tregua, de él bebo todo tipo de iniciativas y cuando el aire queda en un segundo plano retiro mis labios de los suyos. No hubo un similar contacto pues dócil le permití que bajase a través de un cuello ya maltratado, los colmillos hicieron su trabajo y el calor que dejaron los mordiscos fueron mitigados por la tersura de la lengua del bardo. Los rezongues se pronuncian sobre algún que otro resoplido por molestia, inquieta cual tempestad busco hacer maldades, así como también las hace el trovador inmisericorde. El hormigueo en mi sexo complacido hace que retiemble bajo la calidez de un cuerpo que he tenido la oportunidad de examinar a un antojo aparente, con la espalda encorvada y una de las manos estiradas apreso uno de sus glúteos.
No duró mucho el roce, tan sólo lo justo como para atraerlo a ambos pechos donde amolda, muerde e impone caminos de placer. Es impreciso y con este elfo el orden de los factores no altera el deseo que le tengo, con su aroma mentolado sensibiliza una piel que llevaba a cargo mil tipos de ausencias, no habrán lunares sin contar pues sobre cada uno de ellos se hallará una marca, ganando terreno en este juego donde caemos una y otra vez, juiciosos de ver cómo la luna se jacta de la longitud entre nuestras bocas en un silencio herrumbroso. En busca de asilo donde refugiarme de sus maldades llevo ambas manos a la nieve, estrujo cantidades mayúsculas y cuando el frío ya deja ardor las dirijo a mi cabello corto, apartándolos de la sofocación que traigo conmigo, o más bien, que cierto sujeto somete sobre cada una de mis cuervas. Exasperado recrimina cada soberbia mía con unos cambios que harán de lo nuestro algo inolvidable donde descarrilada, esta vez, recordaré al menos su mirada distintiva.
Los resoplos vuelven nuevamente a ser gemidos sonoros en medio de la foresta, al cuerno los diminutos participantes o como la madre naturaleza quedará estupefacta, nada sabe mejor como desfogarse y en el tortuoso encuentro de sus dedos en lo más profundo de mi ser, en los pellizcos sobre ambos pechos y el aroma que emana vuelvo a caer. La espalda finaliza arqueada y sonriente muerdo mi labio inferior, apretando con fuerza parte de la piel que actúa como lecho mientras una descarga eléctrica actúa como la exaltación eminente, dicho clímax que no desaparece y desastibiliza mi cordura hasta olvidarme por completo de cómo me llamo, de cómo me llamarán aquellos o como vuelvo a expedir el del trovador. Reseca ante tantos sonidos impúdicos trato de recomponerme, los párpados me pesan y las pestañas actúan cual velo que me separa de la realidad, una exquisita. ─ Jamás me cansaré de esto. ─ Murmuré para ambos, el buen humor acrecienta e incluso le sonrío mientras con el dorso atildo las láminas de sudor que descienden poco a poco de mi frente.
El aire accede y cuando mis pulmones se colman es expulsado con un hálito ardoroso, el dorso continúa pegado a la frente y la contraria por afecto invisible se propone jugar con unos de los mechones carmesíes. ─ Entonces... ─ Acostada y sin fuerzas a continuar con la charla, me dí un par de minutos para recargar energías. ─ ¿Cuanto decías que sale el pack? Esclavo sexual, cocinero, bardo y putero, sacaré mis ganancias. ─ Tanto propias como opuestas, no faltó una risita maligna como sugerencia y sin ningún tipo de exigencias opto esta vez sí, por reposar de manera definitiva ahora que no siento dolor y mi cuerpo está en shock de cómo tratar con tal apremio y maldición, un dos por uno.
No culparé al silencio ni al vaivén de los reproches, a la falta de miradas entre soslayos, a esas manos impertinentes o a una voz cautivante, la fuerza ya no sirve y el autocontrol se convierte en una banal tontería. Codiciosa apego ambas piernas a las suyas, manteniéndole preso aún cuando nuestros labios siguen sin pedir tregua, de él bebo todo tipo de iniciativas y cuando el aire queda en un segundo plano retiro mis labios de los suyos. No hubo un similar contacto pues dócil le permití que bajase a través de un cuello ya maltratado, los colmillos hicieron su trabajo y el calor que dejaron los mordiscos fueron mitigados por la tersura de la lengua del bardo. Los rezongues se pronuncian sobre algún que otro resoplido por molestia, inquieta cual tempestad busco hacer maldades, así como también las hace el trovador inmisericorde. El hormigueo en mi sexo complacido hace que retiemble bajo la calidez de un cuerpo que he tenido la oportunidad de examinar a un antojo aparente, con la espalda encorvada y una de las manos estiradas apreso uno de sus glúteos.
No duró mucho el roce, tan sólo lo justo como para atraerlo a ambos pechos donde amolda, muerde e impone caminos de placer. Es impreciso y con este elfo el orden de los factores no altera el deseo que le tengo, con su aroma mentolado sensibiliza una piel que llevaba a cargo mil tipos de ausencias, no habrán lunares sin contar pues sobre cada uno de ellos se hallará una marca, ganando terreno en este juego donde caemos una y otra vez, juiciosos de ver cómo la luna se jacta de la longitud entre nuestras bocas en un silencio herrumbroso. En busca de asilo donde refugiarme de sus maldades llevo ambas manos a la nieve, estrujo cantidades mayúsculas y cuando el frío ya deja ardor las dirijo a mi cabello corto, apartándolos de la sofocación que traigo conmigo, o más bien, que cierto sujeto somete sobre cada una de mis cuervas. Exasperado recrimina cada soberbia mía con unos cambios que harán de lo nuestro algo inolvidable donde descarrilada, esta vez, recordaré al menos su mirada distintiva.
Los resoplos vuelven nuevamente a ser gemidos sonoros en medio de la foresta, al cuerno los diminutos participantes o como la madre naturaleza quedará estupefacta, nada sabe mejor como desfogarse y en el tortuoso encuentro de sus dedos en lo más profundo de mi ser, en los pellizcos sobre ambos pechos y el aroma que emana vuelvo a caer. La espalda finaliza arqueada y sonriente muerdo mi labio inferior, apretando con fuerza parte de la piel que actúa como lecho mientras una descarga eléctrica actúa como la exaltación eminente, dicho clímax que no desaparece y desastibiliza mi cordura hasta olvidarme por completo de cómo me llamo, de cómo me llamarán aquellos o como vuelvo a expedir el del trovador. Reseca ante tantos sonidos impúdicos trato de recomponerme, los párpados me pesan y las pestañas actúan cual velo que me separa de la realidad, una exquisita. ─ Jamás me cansaré de esto. ─ Murmuré para ambos, el buen humor acrecienta e incluso le sonrío mientras con el dorso atildo las láminas de sudor que descienden poco a poco de mi frente.
El aire accede y cuando mis pulmones se colman es expulsado con un hálito ardoroso, el dorso continúa pegado a la frente y la contraria por afecto invisible se propone jugar con unos de los mechones carmesíes. ─ Entonces... ─ Acostada y sin fuerzas a continuar con la charla, me dí un par de minutos para recargar energías. ─ ¿Cuanto decías que sale el pack? Esclavo sexual, cocinero, bardo y putero, sacaré mis ganancias. ─ Tanto propias como opuestas, no faltó una risita maligna como sugerencia y sin ningún tipo de exigencias opto esta vez sí, por reposar de manera definitiva ahora que no siento dolor y mi cuerpo está en shock de cómo tratar con tal apremio y maldición, un dos por uno.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
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Ingela
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