Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
No nos hace falta hablar cuando tenemos la facilidad de que nuestros cuerpos griten plácidos, puesto que el deseo es mutuo, yo estoy aquí para él, y él lo estará para mi entre caricias antojadizas y respiraciones desbocadas. Expulso el aire contenido en una especie de resoplo al notarlo arraigado a mis nalgas, la presión en el cuello no desaparece, tan sólo se traslada a mis hebras en donde se agarra con vehemencia para que eleve el mentón y pueda hacer estragos desde la zona de las clavículas hasta la yugular. Jadeo explícita pensando en su lengua juguetona llenarme de una humedad que me entibia la piel y me asfixia a su vez, tóxica e inclusive adictiva, donde otras partes de mi cuerpo la echan en falta presas de la maestría y el gozo que conlleva la boca del elfo.
Sobre su regazo voy retorciéndome de un júbilo que exhibo contorneando la cadera en círculos, nuestros labios están cerca y en mí nace el menester de estallar de placer en su boca y que el sabor a menta nunca abandone mi sistema. Lo provoco con roces distantes hasta vislumbrar el deleite en sus pupilas seguido de un alarme que proviene de mis aventuras y pasiones más ofensivas hacia las redondeces, la sensación que dejó en cada una de mis hebras parece relajarse y me gusta, pero a su vez no. Río con picardía en frente de sus labios, mordiéndole el inferior sin permitirle que desvíe la mirada, la requiero encima de la mía en una especie de contienda. Ruedo los dedos de un lateral hacia otro, en ocasiones aprieto con delicadeza, ascendiendo al tronco en donde sigo masturbándole hasta observar sus formas más diabólicas; sensuales, firmes y seguras.
Al llegar a la cúspide lubricada, obliga con su palma ancha que mis caderas se acerquen hasta llegar a un límite donde noto el calor de su miembro demasiado cerca de mi sexo, imponente y sin forma de querer deshacer la manera en la que forra mi alma de candor y homenajes al apetito voraz que solo él ha conseguido despertar. Le llamo entre susurros, está jugando con mi juicio y yo se lo estoy permitiendo en esas entradas ingenuas que no acaban de profundizar, emulaciones de lo que sucederá en cuestión de minutos y me embelesará cual ser alado, con imaginación demoníaca y fantasías perversas. No requiero tactos suaves pero sí un instinto animal y la mirada despótica de mi acompañante destruyendo cada fortaleza hasta que el temblor se apodere de mis piernas y el nombrarle no me sea bastante. Ese es mi pecado, con sentencia mortal, pero tentación al final.
Cierro los párpados ante las tortuosas fricciones, me rindo, la excitación contra la estimulación se benefician de este cautiverio que, con resigno dejo ir. Ambos brazos escalan por su cuerpo y en un intento desesperado abrazo su cuello, su cabello hace cosquillas que sumadas a la ecuación me vuelven loca. Una de las manos queda rodeándole la zona, pero la otra se aferra a la cascada escarlata para acercarlo a mi semblante donde apoyo la frente sobre la suya, entre resuellos acaricio con la nariz sus pómulos, la fragancia que desprende, una entremezclada con la mía se me antoja y mis primeras intenciones quedaron en un segundo plano. Quería serle clara y decirle que no me haga esperar, que le deseo dentro pero antes de eso ya estoy devorándolo a base de besos fugaces e interminables, implacable y famélica por el afecto que me brinda bajo las estrellas.
─ Ilth... ─ Con una incitación palpable en mis luceros le reclamo. Este malnacido me roba el aliento, detiene el tiempo y empapa el instinto que peregrina entre mis piernas. En un estado así, lamentable para otros pero místico para mi, mataría, nacería, haría un milagro con tal de que calme el afán que me palpita y no podré remediar si no me auxilia. Apoyo una de las palmas en su mentón, manteniéndolo a la par que el mío en un toque de advertencia. ─ Por una noche perdida en tu cuerpo de acero, ─ comencé.─ Amarrada a tu sublime esencia, aferrada a tu extensa espalda, a lo soez de tu cuerpo y al recoveco entre tus piernas. ─ ¿Cómo seguía? ¡Puta mierda de poesía! ─ Joder. ─ Bufé, esto de follar media ebria tendrá consecuencias. ─ Métemela ya. ─ Si es que nada como ir a lo simple, fin. Socarrón como es él no le doy tiempo a que se ría, suelto su mentón y me abalanzo contra el elfo tan rauda como el cuerpo me lo permite, besándole mientras caemos hacia atrás.
Sobre su regazo voy retorciéndome de un júbilo que exhibo contorneando la cadera en círculos, nuestros labios están cerca y en mí nace el menester de estallar de placer en su boca y que el sabor a menta nunca abandone mi sistema. Lo provoco con roces distantes hasta vislumbrar el deleite en sus pupilas seguido de un alarme que proviene de mis aventuras y pasiones más ofensivas hacia las redondeces, la sensación que dejó en cada una de mis hebras parece relajarse y me gusta, pero a su vez no. Río con picardía en frente de sus labios, mordiéndole el inferior sin permitirle que desvíe la mirada, la requiero encima de la mía en una especie de contienda. Ruedo los dedos de un lateral hacia otro, en ocasiones aprieto con delicadeza, ascendiendo al tronco en donde sigo masturbándole hasta observar sus formas más diabólicas; sensuales, firmes y seguras.
Al llegar a la cúspide lubricada, obliga con su palma ancha que mis caderas se acerquen hasta llegar a un límite donde noto el calor de su miembro demasiado cerca de mi sexo, imponente y sin forma de querer deshacer la manera en la que forra mi alma de candor y homenajes al apetito voraz que solo él ha conseguido despertar. Le llamo entre susurros, está jugando con mi juicio y yo se lo estoy permitiendo en esas entradas ingenuas que no acaban de profundizar, emulaciones de lo que sucederá en cuestión de minutos y me embelesará cual ser alado, con imaginación demoníaca y fantasías perversas. No requiero tactos suaves pero sí un instinto animal y la mirada despótica de mi acompañante destruyendo cada fortaleza hasta que el temblor se apodere de mis piernas y el nombrarle no me sea bastante. Ese es mi pecado, con sentencia mortal, pero tentación al final.
Cierro los párpados ante las tortuosas fricciones, me rindo, la excitación contra la estimulación se benefician de este cautiverio que, con resigno dejo ir. Ambos brazos escalan por su cuerpo y en un intento desesperado abrazo su cuello, su cabello hace cosquillas que sumadas a la ecuación me vuelven loca. Una de las manos queda rodeándole la zona, pero la otra se aferra a la cascada escarlata para acercarlo a mi semblante donde apoyo la frente sobre la suya, entre resuellos acaricio con la nariz sus pómulos, la fragancia que desprende, una entremezclada con la mía se me antoja y mis primeras intenciones quedaron en un segundo plano. Quería serle clara y decirle que no me haga esperar, que le deseo dentro pero antes de eso ya estoy devorándolo a base de besos fugaces e interminables, implacable y famélica por el afecto que me brinda bajo las estrellas.
─ Ilth... ─ Con una incitación palpable en mis luceros le reclamo. Este malnacido me roba el aliento, detiene el tiempo y empapa el instinto que peregrina entre mis piernas. En un estado así, lamentable para otros pero místico para mi, mataría, nacería, haría un milagro con tal de que calme el afán que me palpita y no podré remediar si no me auxilia. Apoyo una de las palmas en su mentón, manteniéndolo a la par que el mío en un toque de advertencia. ─ Por una noche perdida en tu cuerpo de acero, ─ comencé.─ Amarrada a tu sublime esencia, aferrada a tu extensa espalda, a lo soez de tu cuerpo y al recoveco entre tus piernas. ─ ¿Cómo seguía? ¡Puta mierda de poesía! ─ Joder. ─ Bufé, esto de follar media ebria tendrá consecuencias. ─ Métemela ya. ─ Si es que nada como ir a lo simple, fin. Socarrón como es él no le doy tiempo a que se ría, suelto su mentón y me abalanzo contra el elfo tan rauda como el cuerpo me lo permite, besándole mientras caemos hacia atrás.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El trovador se hallaba en un vaivén de tensión y júbilo. La mano juguetona, que alternaba entre su debilidad y su placer, lo ponía en alerta y calmaba la inquietud que ella misma producía, a medida que abandonaba las joyas de la corona para aferrar su miembro con una tentadora destreza.
El hijo de los bosques entornó los parpados con alivió cuando ella le rodeó con los brazos. Dejando que solo el deleite fuera dueño y artífice de la bruma que erizaba su piel, y elevaba sus sentidos. Sus manos recuperaron algo de firmeza, y avivaron su intención. Iltharion apenas retenía el peso de ella, dejando que por su propia carga fuera la que le hacía ahondar paulatinamente en su interior, antes de alzarla por los muslos nuevamente hasta casi separar sus cuerpos sin llegar a ello, no queriendo someter a ambos a semejante iniquidad.
La voz de la elfa llamó la atención del trovador, quien abrió del todo los ojos, antes entornados y perdidos en ese mar de seda y canela, para fijarlos en los de ella.
En un inicio esas palabras melosas le sorprendieron, aunque no aminoró la fricción de sus sexos, ni el agarre de sus manos, ni siquiera los caminos que trazaban sus yemas en la nuca de la joven mientras hablaba.
Iltharion no pudo evitar las ganas de reír cuando escuchó el inusitado final que le había improvisado su compañera a esa pieza que recitaba, sin embargo, su carcajada nunca llegó a nacer, pues ella ya le conocía lo suficiente como para imaginársela y lo acalló empujándolo hacia atrás.
La piel fresca por el aire que la había azotado en su ausencia le dio la bienvenida al trovador con mas gentileza que la nieve, que presionaba contra su espalda, probablemente a causa de que, en sus juegos y movimiento, habían ido tironeando la piel de un lado a otro hasta dejarla muy mal puesta.
Por la propia sensación de caer en el vació fue que la agarró con mas fuerza, asiéndola hacia el hasta que no dejó espacio entre ambos, cumpliendo con la petición de ella en ese gesto automático,y ahogando contra sus labios de turmalina un gemido de placer y alivio, tras el quejido del impacto.
-La paciencia no es lo tuyo.-La acusó con un tono que denotaba diversión, entre los jadeos y bufidos de su agitada respiración.
Una parte menos dadivosa del elfo gustaba de imaginársela atada y obligada a la paciencia, preguntándose que tanto llegaría a maldecir, y si su orgullo era suficiente como para permitirle exigir como ahora, pero no suplicar. Pero esa parte quedó enterrada rápidamente, como todas aquellas que no se centraban en el momento presente.
Iltharion bajo la mano de la nuca de ella finalmente, recorrió la extensión y el surco de su columna mientras descendía por la espalda y rodeó su cintura hasta apoyar la palma en el vientre.
La besó con pasión una vez mas, antes de hacer que se alzara sobre sus caderas, y quedara erguida sobre el cual jinete, permitiendole sendas vistas que no tardó en empezar a engullir con la mirada.
Su palma no permaneció sobre el vientre mas de unos instantes, siguió subiendo, atrapando el contorno de uno de sus senos, apresándolo entre sus dedos y presionando de forma alterna, tal y como hacía su otra extremidad, que variaba entre los muslos y los glúteos de la amazona que se alzaba sobre sí.
La nieve, que, cada vez menos copiosa, caía sobre ambos, se fundía nada mas entrar en contacto con la piel del bardo, y el calor que irradiaba su cuerpo, dejando pequeñas hilachas de agua que recorrían sinuosas los escaso relieves de su cuerpo, y ofrecían un contraste del que apenas su victima prestaba atención, como si no hubiera frío, ni invierno que pudiera despejar su mente de aquel objeto de deseo que se mecía sobre sus pierna,s lo asfixiaba y le sacaba el aliento, y lo zarandeaba impúdica y sin piedad como si aun rondara los setenta.
El hijo de los bosques entornó los parpados con alivió cuando ella le rodeó con los brazos. Dejando que solo el deleite fuera dueño y artífice de la bruma que erizaba su piel, y elevaba sus sentidos. Sus manos recuperaron algo de firmeza, y avivaron su intención. Iltharion apenas retenía el peso de ella, dejando que por su propia carga fuera la que le hacía ahondar paulatinamente en su interior, antes de alzarla por los muslos nuevamente hasta casi separar sus cuerpos sin llegar a ello, no queriendo someter a ambos a semejante iniquidad.
La voz de la elfa llamó la atención del trovador, quien abrió del todo los ojos, antes entornados y perdidos en ese mar de seda y canela, para fijarlos en los de ella.
En un inicio esas palabras melosas le sorprendieron, aunque no aminoró la fricción de sus sexos, ni el agarre de sus manos, ni siquiera los caminos que trazaban sus yemas en la nuca de la joven mientras hablaba.
Iltharion no pudo evitar las ganas de reír cuando escuchó el inusitado final que le había improvisado su compañera a esa pieza que recitaba, sin embargo, su carcajada nunca llegó a nacer, pues ella ya le conocía lo suficiente como para imaginársela y lo acalló empujándolo hacia atrás.
La piel fresca por el aire que la había azotado en su ausencia le dio la bienvenida al trovador con mas gentileza que la nieve, que presionaba contra su espalda, probablemente a causa de que, en sus juegos y movimiento, habían ido tironeando la piel de un lado a otro hasta dejarla muy mal puesta.
Por la propia sensación de caer en el vació fue que la agarró con mas fuerza, asiéndola hacia el hasta que no dejó espacio entre ambos, cumpliendo con la petición de ella en ese gesto automático,y ahogando contra sus labios de turmalina un gemido de placer y alivio, tras el quejido del impacto.
-La paciencia no es lo tuyo.-La acusó con un tono que denotaba diversión, entre los jadeos y bufidos de su agitada respiración.
Una parte menos dadivosa del elfo gustaba de imaginársela atada y obligada a la paciencia, preguntándose que tanto llegaría a maldecir, y si su orgullo era suficiente como para permitirle exigir como ahora, pero no suplicar. Pero esa parte quedó enterrada rápidamente, como todas aquellas que no se centraban en el momento presente.
Iltharion bajo la mano de la nuca de ella finalmente, recorrió la extensión y el surco de su columna mientras descendía por la espalda y rodeó su cintura hasta apoyar la palma en el vientre.
La besó con pasión una vez mas, antes de hacer que se alzara sobre sus caderas, y quedara erguida sobre el cual jinete, permitiendole sendas vistas que no tardó en empezar a engullir con la mirada.
Su palma no permaneció sobre el vientre mas de unos instantes, siguió subiendo, atrapando el contorno de uno de sus senos, apresándolo entre sus dedos y presionando de forma alterna, tal y como hacía su otra extremidad, que variaba entre los muslos y los glúteos de la amazona que se alzaba sobre sí.
La nieve, que, cada vez menos copiosa, caía sobre ambos, se fundía nada mas entrar en contacto con la piel del bardo, y el calor que irradiaba su cuerpo, dejando pequeñas hilachas de agua que recorrían sinuosas los escaso relieves de su cuerpo, y ofrecían un contraste del que apenas su victima prestaba atención, como si no hubiera frío, ni invierno que pudiera despejar su mente de aquel objeto de deseo que se mecía sobre sus pierna,s lo asfixiaba y le sacaba el aliento, y lo zarandeaba impúdica y sin piedad como si aun rondara los setenta.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La ilusión de una noche perfecta o por consecuente, inesperada en mitad de esta lluvia en versión invernal, colmada de placeres que caen y rompen en contra de nuestras almas fogosas, copos atorados en dos versiones muy diferentes de pieles y en miradas pérfidas que van rompiendo mi propia burbuja protectora. Y es que la verdad que conozco, es esa en la que siempre consigo lo que quiero, y ahora mismo, en plena madrugada, a solas y entre jadeos de fascinación y caricias conquistadoras me está llevando a un terreno subliminal, uno que disfruto sobre su torso, pegados hasta convertirnos en uno.
El tacto de sus frioleros dedos sobre mi nuca parten un sinuoso bulevar, desde la columna a las caderas, esas que muevo con lentitud, toques refinados no porque así lo desee sino porque al estar tan agachada, cuesta más. Los exhalos suyos se entremezclan con los míos, cálidos y veleidosos hasta que me hace sonreír, no soy paciente y sinceramente, no quiero serlo jamás; no con él. Aferrado a mi cintura lo contemplo, la espalda le estará quemando debido a la nieve que peinará los cabellos del elfo y mojará sus ropajes ante el contacto de un ardor que hemos ido provocando, porque somos los culpables de que el destino escriba en el testamento, como nos hemos conocido y hasta que extremos hemos ido con tal de buscar un pasatiempo que degustemos.
─ No la necesitamos. ─ Dejé caer hundida en el follaje de su mirada inquieta, no esperaré sentada en su regazo a los susurros vehementes, dulces cual néctar que hipnotizan mi ser y no dejan que sea yo misma. Así pues, al compás de una música ardiente concebida por la fricción en mi interior y esa humedad que empapa mis pliegues recibo toda atención que demande. Besos que ahondan a un espacio infinito y que nos envuelve en una maraña de sentimientos casuales. Inspiro de su respiración desbocada, besándole tan sólo el labio inferior hasta tirar de la carne y volver a repetir, está delicioso y no dejaré que ninguna parte de su anatomía se me escape. Entre recibimientos por parte de nuestras lenguas noto una combustión aterradora sobre mi abdomen. ¿Ya está? Pues para ser tan reacia en cuanto a besos, estoy empezando a cogerles el gustillo.
Resoplo, irguiendo cada fibra hasta montarlo como la primera vez. Las palmas las llevo a los costados del elfo donde me afianzo en un vibrar insano, sus manos me acarician y yo me entrego a la emoción, a la virilidad que me penetra en esas aguas, sumergida total y profundamente. Así, con suavidad, una y otra vez, me gusta sentirle pero más me fascina estar yo poseyéndole, el ritmo va cogiendo soltura hasta que las embestidas son más realistas, violentas de tales maneras que arrasan entre cosquilleos y elevaciones naturales en las entrañas que me componen. Rezongo sin caer todavía en el profundo éxtasis, aunque no negaré que mi cerebro no soporta las descargas majestuosas de tanto placer continuo, es un descontrol donde no opone resistencia y donde no hay rumbo sino el de acabar juntos.
Las uñas las clavo en la carne de Iltharion cuando me aprieta los pechos y tira de ellos a un antojo merecedor, el que me esté tocando mientras lo estoy dando todo sobre sus caderas me excita, como esa intensa mirada que me pone nerviosa al notarlo entero dentro mía. Duro e hinchado ante mis travesías y jugarretas ojeo sus muecas, las furtivas caricias embadurnadas en pasión hacen que gima, pero eso no es todo, me recuerdan de que yo debería estar haciendo lo mismo, torturarle tanto como pueda para que su cuerpo tiemble y entre rugidos guturales suplique que es el fin. La zona rojiza debido a mis uñas la calmo con roces que escalan a través de sus costados hasta llegar al torso donde hago presión, los meneos que recreo se convierten en botes exquisitos, obligándole a salir y a que entre con asperezas sin nada que lo ayude en el proceso. Es adictivo, letal y evoca desgarros donde más húmeda estoy, pero también lo será para él, un regusto salvaje que no duele, pero sí afecta.
El tacto de sus frioleros dedos sobre mi nuca parten un sinuoso bulevar, desde la columna a las caderas, esas que muevo con lentitud, toques refinados no porque así lo desee sino porque al estar tan agachada, cuesta más. Los exhalos suyos se entremezclan con los míos, cálidos y veleidosos hasta que me hace sonreír, no soy paciente y sinceramente, no quiero serlo jamás; no con él. Aferrado a mi cintura lo contemplo, la espalda le estará quemando debido a la nieve que peinará los cabellos del elfo y mojará sus ropajes ante el contacto de un ardor que hemos ido provocando, porque somos los culpables de que el destino escriba en el testamento, como nos hemos conocido y hasta que extremos hemos ido con tal de buscar un pasatiempo que degustemos.
─ No la necesitamos. ─ Dejé caer hundida en el follaje de su mirada inquieta, no esperaré sentada en su regazo a los susurros vehementes, dulces cual néctar que hipnotizan mi ser y no dejan que sea yo misma. Así pues, al compás de una música ardiente concebida por la fricción en mi interior y esa humedad que empapa mis pliegues recibo toda atención que demande. Besos que ahondan a un espacio infinito y que nos envuelve en una maraña de sentimientos casuales. Inspiro de su respiración desbocada, besándole tan sólo el labio inferior hasta tirar de la carne y volver a repetir, está delicioso y no dejaré que ninguna parte de su anatomía se me escape. Entre recibimientos por parte de nuestras lenguas noto una combustión aterradora sobre mi abdomen. ¿Ya está? Pues para ser tan reacia en cuanto a besos, estoy empezando a cogerles el gustillo.
Resoplo, irguiendo cada fibra hasta montarlo como la primera vez. Las palmas las llevo a los costados del elfo donde me afianzo en un vibrar insano, sus manos me acarician y yo me entrego a la emoción, a la virilidad que me penetra en esas aguas, sumergida total y profundamente. Así, con suavidad, una y otra vez, me gusta sentirle pero más me fascina estar yo poseyéndole, el ritmo va cogiendo soltura hasta que las embestidas son más realistas, violentas de tales maneras que arrasan entre cosquilleos y elevaciones naturales en las entrañas que me componen. Rezongo sin caer todavía en el profundo éxtasis, aunque no negaré que mi cerebro no soporta las descargas majestuosas de tanto placer continuo, es un descontrol donde no opone resistencia y donde no hay rumbo sino el de acabar juntos.
Las uñas las clavo en la carne de Iltharion cuando me aprieta los pechos y tira de ellos a un antojo merecedor, el que me esté tocando mientras lo estoy dando todo sobre sus caderas me excita, como esa intensa mirada que me pone nerviosa al notarlo entero dentro mía. Duro e hinchado ante mis travesías y jugarretas ojeo sus muecas, las furtivas caricias embadurnadas en pasión hacen que gima, pero eso no es todo, me recuerdan de que yo debería estar haciendo lo mismo, torturarle tanto como pueda para que su cuerpo tiemble y entre rugidos guturales suplique que es el fin. La zona rojiza debido a mis uñas la calmo con roces que escalan a través de sus costados hasta llegar al torso donde hago presión, los meneos que recreo se convierten en botes exquisitos, obligándole a salir y a que entre con asperezas sin nada que lo ayude en el proceso. Es adictivo, letal y evoca desgarros donde más húmeda estoy, pero también lo será para él, un regusto salvaje que no duele, pero sí afecta.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los pulmones ardían a ratos cuando el trovador decidía seguir sumergido en esos apasionantes besos en vez de respirar seguir recorriendo los suaves labios tostados y dulces que enmudecían sus jadeos pese a los hinchados y doloridos de los propios, ese dueño menor que como muchos otros de los que ella propiciaba, no eran mas que las especias que daban otro toque de color a su encuentro, y que acompañaban el regocijo en el que se recreaba el trovador con cada fibra de su cuerpo.
Los arañazos sobre la piel dejaban pequeñas lineas equidistantes, de un rojo intenso sobre la palidez del lienzo sobre el que se trazaban. Brillaban con el contraste con suma fuerza, y todas aquellas que no llegaban a rasgar la piel, se difuminaban al poco rato.
El hijo de los bosques resoplaba satisfecho, tanto por esas atenciones como por las otras, que se complementaban de forma deliciosa.
La silfide de nogal que se erguía sobre el cuerpo del trovador, hipnotizaba su mirada. El hijo de los bosques sentía ese magnetismo que lo atraía a acercarse mas y mas, hasta juntar cada milímetro de sus pieles, y a su vez, se obligaba a permanecer distante para poder contemplar la sublime imagen de su belleza cabalgando sobre su cuerpo, con la piel tersa, la espalda curvada, y el rostro como epítome del placer que los recorría a ambos.
La mano que reposaba y bailaba sobre el muslo de ella, y subía a veces hacia los glúteos se aferró entonces a estos. Los pellizcó con vehemencia, y cada vez que ella bajaba para albergarle dentro suyo por entero, la asía queriendo llegar mas adentró, y haciendo chocar sus cuerpos con fuerza, antes de acompañar se nuevo ese movimiento enfermizo con las caderas, que azuzaba prensando con los dedos.
Avatar de la demencia, esa joven encontraba siempre una linea que cruzar para desquiciarlo. Si no era con el sabor de su piel, con la avidez de sus carnosos labios, o el tacto dañino de sus desvergonzadas manos, era con esos movimientos irrefrenables e insanos, o con sus propias entrañas que lo comprimían y asfixiaban de forma tan sublime que lo obligaban a luchar contra si mismo, a pelear entre seguir disfrutando de esa pugna divina en la que se hallaban enzarzados sus cuerpos, o rendirse al abandono mas completo dejar que lo elevase paraíso sin llevársela a ella.
Como la anterior vez, un poco por orgullo, y un poco por sentir sobre su sexo esas contracciones soberbias que alimentaban ego y placer en gran manera, dejó de pellizcarle las nalgas para deslizar los dedos entre los pliegues de ella, rozando inmisericorde aquel punto tan sensible y su contorno entre las bestiales embestidas en las que confluían todo el tiempo.
Los arañazos sobre la piel dejaban pequeñas lineas equidistantes, de un rojo intenso sobre la palidez del lienzo sobre el que se trazaban. Brillaban con el contraste con suma fuerza, y todas aquellas que no llegaban a rasgar la piel, se difuminaban al poco rato.
El hijo de los bosques resoplaba satisfecho, tanto por esas atenciones como por las otras, que se complementaban de forma deliciosa.
La silfide de nogal que se erguía sobre el cuerpo del trovador, hipnotizaba su mirada. El hijo de los bosques sentía ese magnetismo que lo atraía a acercarse mas y mas, hasta juntar cada milímetro de sus pieles, y a su vez, se obligaba a permanecer distante para poder contemplar la sublime imagen de su belleza cabalgando sobre su cuerpo, con la piel tersa, la espalda curvada, y el rostro como epítome del placer que los recorría a ambos.
La mano que reposaba y bailaba sobre el muslo de ella, y subía a veces hacia los glúteos se aferró entonces a estos. Los pellizcó con vehemencia, y cada vez que ella bajaba para albergarle dentro suyo por entero, la asía queriendo llegar mas adentró, y haciendo chocar sus cuerpos con fuerza, antes de acompañar se nuevo ese movimiento enfermizo con las caderas, que azuzaba prensando con los dedos.
Avatar de la demencia, esa joven encontraba siempre una linea que cruzar para desquiciarlo. Si no era con el sabor de su piel, con la avidez de sus carnosos labios, o el tacto dañino de sus desvergonzadas manos, era con esos movimientos irrefrenables e insanos, o con sus propias entrañas que lo comprimían y asfixiaban de forma tan sublime que lo obligaban a luchar contra si mismo, a pelear entre seguir disfrutando de esa pugna divina en la que se hallaban enzarzados sus cuerpos, o rendirse al abandono mas completo dejar que lo elevase paraíso sin llevársela a ella.
Como la anterior vez, un poco por orgullo, y un poco por sentir sobre su sexo esas contracciones soberbias que alimentaban ego y placer en gran manera, dejó de pellizcarle las nalgas para deslizar los dedos entre los pliegues de ella, rozando inmisericorde aquel punto tan sensible y su contorno entre las bestiales embestidas en las que confluían todo el tiempo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Le obligo a hurgar en mi interior, a hacerme suya y a saciar la sed que se me antoja entre vaivenes impúdicos que bajan al son de mi atrevimiento, empapada en gozo manifestado como perlas traslúcidas que latentes descienden por mis sienes, disimuladas por el sabor de nuestras bocas y el temblor de mis entrañas que piden a gritos que me vuelva loca. Temerosa de que se detenga seguiré llevando el rumbo de cada estocada venidera, fundida en los agarres del elfo y libando mi aroma de fiera sobre el suyo.
Jadeo, la explosión electrizante de cada caricia quema y me hace daño en una forma astral que colma en plenitud hasta embriagarme de lujuria y también de sexo. Aún escucho sus resuellos y nombre reventar cada barrera hasta llegar a mi cabeza, le temo, imponiéndome al empuje de sumergirme en este mar de placer y perderme en él, en su mirada distinguida y en esas caricias en mis nalgas, convertidas en pellizcos exquisitos que incendian mi alma, pero no mi corazón. Me está tomando, creará viento y se colará entre mi piel y boca donde dejará una huella a menta, retumba, pero no evoca nada que rellene ese vacío interno.
El aire me falta a escasos segundos de recomponerme sobre sus caderas, no doy tregua y si no es con movimientos circulares lo serán con esos botes desenfrenados, sabores desconocidos que con la lengua he ido degustando, más ahora le toca a mi lugar favorito donde Iltharion penetra inmisericorde aún hallando la profundidad hasta quedar extasiado y a mí hacerme rezongar apasionada. Las palmas me duelen debido al frío que se cuela entre mis dedos, las articulaciones truenan mientras niego el cansancio de cada extremidad flexionada, principalmente las dos piernas a ras de la nieve, escuece, arde, pero también me gusta.
Su piel en contra de la mía evoca una frecuencia que me eriza los vellos del cuerpo, mis labios recrean un eco de los besos que incendiaron esta alma desconocida y me derrumbo ante la travesía de sus dedos en contra de mi sexo, concretamente ese botón que me fuerza a entrecerrar los párpados y torcer los labios mientras arqueo la espalda. De entre mis dientes se escapa el aire que se convierte en un vaho hiriente, recostándome sobre su torso, latidos apresurados y balanceos de un pecho encima del otro me hacen sisear desazonada. Le contemplo segundos después, a cada rasgo que lo engalana, a esa mirada picarona y a sus labios que son una tentación devastadora, me llaman, incitan a que me relama puesto que soy una depredadora e insisto en sentirlos las veces que hagan falta, pura perdición que evado agachando el rostro.
De besos a dentelladas marco su cuello, mis caderas siguen moviéndose con ambas manos sobre los pectorales del elfo que actúan como apoyo, la suya concibe en que no es suficiente y sigue maltratando mi clítoris, un tacto que sabe a Edén y saca de mi garganta sonidos que no conocía, deleitándome de esa sensibilidad que me advierte de la llegada del éxtasis y de una cálida furia que nos ata como amantes noctámbulos. Intento alzarme y volver a cabalgarlo cual amazonas, no obstante, sigo ahí, presa de la comodidad y la fragancia que me envuelve cual encantamiento, involucrada en un ritmo combinado, más o menos intenso, notas que se acompasan cuando la fatiga me puede o la vista se me nubla ante lo sexual, sin hallar un ajuste perfecto donde me pueda dejar ir y alcanzar buenamente, el segundo orgasmo de la noche.
Jadeo, la explosión electrizante de cada caricia quema y me hace daño en una forma astral que colma en plenitud hasta embriagarme de lujuria y también de sexo. Aún escucho sus resuellos y nombre reventar cada barrera hasta llegar a mi cabeza, le temo, imponiéndome al empuje de sumergirme en este mar de placer y perderme en él, en su mirada distinguida y en esas caricias en mis nalgas, convertidas en pellizcos exquisitos que incendian mi alma, pero no mi corazón. Me está tomando, creará viento y se colará entre mi piel y boca donde dejará una huella a menta, retumba, pero no evoca nada que rellene ese vacío interno.
El aire me falta a escasos segundos de recomponerme sobre sus caderas, no doy tregua y si no es con movimientos circulares lo serán con esos botes desenfrenados, sabores desconocidos que con la lengua he ido degustando, más ahora le toca a mi lugar favorito donde Iltharion penetra inmisericorde aún hallando la profundidad hasta quedar extasiado y a mí hacerme rezongar apasionada. Las palmas me duelen debido al frío que se cuela entre mis dedos, las articulaciones truenan mientras niego el cansancio de cada extremidad flexionada, principalmente las dos piernas a ras de la nieve, escuece, arde, pero también me gusta.
Su piel en contra de la mía evoca una frecuencia que me eriza los vellos del cuerpo, mis labios recrean un eco de los besos que incendiaron esta alma desconocida y me derrumbo ante la travesía de sus dedos en contra de mi sexo, concretamente ese botón que me fuerza a entrecerrar los párpados y torcer los labios mientras arqueo la espalda. De entre mis dientes se escapa el aire que se convierte en un vaho hiriente, recostándome sobre su torso, latidos apresurados y balanceos de un pecho encima del otro me hacen sisear desazonada. Le contemplo segundos después, a cada rasgo que lo engalana, a esa mirada picarona y a sus labios que son una tentación devastadora, me llaman, incitan a que me relama puesto que soy una depredadora e insisto en sentirlos las veces que hagan falta, pura perdición que evado agachando el rostro.
De besos a dentelladas marco su cuello, mis caderas siguen moviéndose con ambas manos sobre los pectorales del elfo que actúan como apoyo, la suya concibe en que no es suficiente y sigue maltratando mi clítoris, un tacto que sabe a Edén y saca de mi garganta sonidos que no conocía, deleitándome de esa sensibilidad que me advierte de la llegada del éxtasis y de una cálida furia que nos ata como amantes noctámbulos. Intento alzarme y volver a cabalgarlo cual amazonas, no obstante, sigo ahí, presa de la comodidad y la fragancia que me envuelve cual encantamiento, involucrada en un ritmo combinado, más o menos intenso, notas que se acompasan cuando la fatiga me puede o la vista se me nubla ante lo sexual, sin hallar un ajuste perfecto donde me pueda dejar ir y alcanzar buenamente, el segundo orgasmo de la noche.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion peleaba contra cuerpo y contra el suelo con tal de poder dar a esas embestidas delirantes su propio impulso, sesgado por verse atrapado entre las pieles, la nieve, y la deliciosa presa que suponía el cuerpo de su homologa sobre el propio.
Cada curva en el movimiento, cada ahogo sobre su falo, o envite desaforado que ejercía cual diosa y tirana, era pintado por los gruñidos, los gemidos y los respingos de placer en notas y colores explícitos y variados que secaban de la garganta del bardo, en una melodía de deseo que emitía de buena gana.
El cansancio o el dolor del corazón, por batir tan rápido y tanto tiempo, no eran nada para el anciano elfo, que ignoraba cada quejido de su cuerpo embriagado por esa droga favorita que era el sexo. Y aunque de a fuera se podía ver, como pese a que no aflojara un ápice el movimiento de sus piernas, los músculos se hallaban tensos, y la piel húmeda no solo por la nieve fundida si no por el calor que expedía. O el vaho que emergía de sus labios, esqueto y blanco contra el aire frío, y esa respiración aparatosa como si fuera a ahogarse en cualquier momento. Era innegable su edad en esos pequeños detalles, y en alguno que otro pelo blanco que no había arrancado a tiempo, pero también en la pericia innegable de la mano que jugueteaba entre los húmedos pliegues de su compañera.
El peso sobre el cuerpo era agradable, así como los dientes que marcaban su piel sin la mas mínima compasión, despertaban ese lado menos amable que ambos compartían y que le hacía olvidar unas cuantas décadas, y recuperar sus fuerzas, azuzándolo a tomar las riendas.
Dejó, casi a regañadientes, de amasar y pellizcar entre sus manos uno de sus senos, y haciendo acopio de fuerzas los hizo girar como una croqueta hasta quedar, una vez mas, encima de ella, y usar el impulso de su propio peso, para ahondar en sus adentros.
Clavó el codo al lado de su rostro, para no aplastarla y poder seguir asediando su sexo con la mano.
Llevó los labios por su reja, y con voz ronca y perversa-Espero que esta vez no te venga de sorpresa.- Susurró con cierta malicia como advertencia. Porque se conocía y estaba cerca de su limite, y porque además de darle así la opción a quejarse, también daba pie a la propia emoción de la anticipación de aquello.
Por otro lado, y completamente ajeno a aquel escenario, el aski despertó y se estiró con pereza. Remoloneó un poco en su improvisada cama, tentándose a si mismo con salir de la misma en cualquier momento, pero aun lo bastante dormido como para preferir la comodidad de su lecho.
Cada curva en el movimiento, cada ahogo sobre su falo, o envite desaforado que ejercía cual diosa y tirana, era pintado por los gruñidos, los gemidos y los respingos de placer en notas y colores explícitos y variados que secaban de la garganta del bardo, en una melodía de deseo que emitía de buena gana.
El cansancio o el dolor del corazón, por batir tan rápido y tanto tiempo, no eran nada para el anciano elfo, que ignoraba cada quejido de su cuerpo embriagado por esa droga favorita que era el sexo. Y aunque de a fuera se podía ver, como pese a que no aflojara un ápice el movimiento de sus piernas, los músculos se hallaban tensos, y la piel húmeda no solo por la nieve fundida si no por el calor que expedía. O el vaho que emergía de sus labios, esqueto y blanco contra el aire frío, y esa respiración aparatosa como si fuera a ahogarse en cualquier momento. Era innegable su edad en esos pequeños detalles, y en alguno que otro pelo blanco que no había arrancado a tiempo, pero también en la pericia innegable de la mano que jugueteaba entre los húmedos pliegues de su compañera.
El peso sobre el cuerpo era agradable, así como los dientes que marcaban su piel sin la mas mínima compasión, despertaban ese lado menos amable que ambos compartían y que le hacía olvidar unas cuantas décadas, y recuperar sus fuerzas, azuzándolo a tomar las riendas.
Dejó, casi a regañadientes, de amasar y pellizcar entre sus manos uno de sus senos, y haciendo acopio de fuerzas los hizo girar como una croqueta hasta quedar, una vez mas, encima de ella, y usar el impulso de su propio peso, para ahondar en sus adentros.
Clavó el codo al lado de su rostro, para no aplastarla y poder seguir asediando su sexo con la mano.
Llevó los labios por su reja, y con voz ronca y perversa-Espero que esta vez no te venga de sorpresa.- Susurró con cierta malicia como advertencia. Porque se conocía y estaba cerca de su limite, y porque además de darle así la opción a quejarse, también daba pie a la propia emoción de la anticipación de aquello.
Por otro lado, y completamente ajeno a aquel escenario, el aski despertó y se estiró con pereza. Remoloneó un poco en su improvisada cama, tentándose a si mismo con salir de la misma en cualquier momento, pero aun lo bastante dormido como para preferir la comodidad de su lecho.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Me reprime a base de miradas intermitentes y mi mente quejosa viaja a kilómetros de lo que vendría siendo el mundo exterior, centrándose en el fondo de este abismo que el brillo de sus luceros me ofrece. Sonrío, le observo e indago en cada gesticulación, términos a medias y una respiración acelerada que me sabe a gloria y no puedo evitar encajar dichas piezas en una sola y tomarlo como mi victoria, tan solo mía. Exhalo en contra de sus clavículas, no las marco con los colmillos, únicamente aflojo la presión sobre sus pectorales y el vaho cálido que expido, lo utilizo para calentar dicha zona cerca de mi boca. Sudamos de placer, arrebatados por un éxtasis que devora cada punto de control y nos obliga a darnos toques de atención antes de que arribe el amanecer sobre nuestros cuerpos desnudos, al menos yo lo estoy, y no me importa sino que aumenta el deseo que ya no contengo.
Enredada sobre el elfo y con las piernas presionándole las caderas todo es celestial, la vela que los ilumina, en este caso la gran fogata acelera el ardor en contra del frío que cual batalla campestre, intentan dominar los sentidos que me componen hasta empaparme de pies a cabeza. Los gemidos que nacen de mi garganta a causa de esta locura delatan supremas sensaciones, un animal salvaje que he sido en ocasiones como a su vez una mujer capaz de entregar ternura aún siendo reflejadas tan sólo en miradas camufladas por el fulgor de lo vedado.
No hay devoción en cada roce, pero sí pasión en cada beso y movimiento clandestino en un eclipse de gozo imprevisible. Se me hace poco aún siendo demasiado, más, siempre querré más a pesar de que mis curvas no resistan el ritmo o la belicosidad de cada empotre por parte de Iltharion o incluso mío, escuece, pero el placer siempre caerá doble para combatir lo malo y acrecentar todo lo bueno. Sobre su torso tiemblo con los labios entumecidos del frío que desaparece cuando delineo lo carnoso con la humedad de mi propia lengua, a mis oídos asisten todo tipo de gruñidos guturales, una respiración profunda y el sonsonete que recreamos al tragar saliva. Latidos desbocados que se acoplan a los míos mientras me desvanezco en esos dedos hechos de fuego y pretensión que abandonan mis senos para asirme y cambiar de postura.
Chillé de júbilo en esa hendidura que me forzó a cerrar los ojos y pasar una de las piernas tras su cadera, la contraria y herida la mantengo al son de su muslo más cercano, palpita dejando entrever que estas contiendas entando herida no son buenas. No, buenas no, magníficas. Se acerca a mi oído con astucia, y nada más allá de molestarme, me excita hasta atormentar deliciosamente mi manera de pensar, actuar o rebatir sus retozonas palabras. Río ante esta insoportable ausencia, de mis poros comienzan a fluir la pasión en un atisbo de necesidad, ladeo mi semblante para tenerlo de frente. No quiera provocarme, porque desatará la iniquidad de nuestros sexos que llevarán a continuación el compás de Iltharion.
─ Elfo estúpido. ─ Murmuré presa de una inquietante sensación recorrerme por dentro. Sus labios y los míos, a milímetros que se pierden por momentos, respirando uno del otro, sin tocarnos más de lo que yo ya ansío puesto que con solo mirarlo el grado de excitación es tan intenso que se siente como fluye a través de mis venas. ─ Déjate llevar. ─ No atesoro el tanteo de nuestros labios, pero sí la incesante actividad de nuestras lenguas enredarse y como sus dedos invaden una vez más mi punto más sensible, no hay cabida para respirar y lo que vendría siendo un jadeo inocente finaliza como un plañido lascivo sobre su boca.
Con cada beso apasionado y fúrico mi cuerpo se enloquece con la gracia de unas embestidas un tanto moviditas y atrayentes. Lo aprisiono con la pierna sobre sus caderas, martirizada de que mi instinto siga sin saciarse. La reacción ardiente de su boca en contra de la mía me convierten en una presa fácil, o quizá no lo suficiente. ─ Ya habrá tiempo para represalias. ─ Susurré con una sonrisa traviesa, pellizcándole la lengua que venía en camino de explorar nuevos rincones en el interior de mi boca, nada grave o que durase segundos de más. La sangre vuela de mis venas, hierve de deseo y de entrega mis palmas que descansaban tras su nuca decaen por la espalda de mi acompañante, presionando hasta que las yemas dejan una marca rojiza con sabor a Anfaüglir.
Recorro con lentitud cada zona con su respectiva piel, algunas más dañadas que otras por mis jugarretas. Con desesperación y al llegar a sus glúteos lo sujeto, aprisiono y aprieto en contra de mis caderas para que profundice y sea dueño de estos increíbles elixires tachados como gemidos y suspiros que sólo él sabe arrancarme. La inquebrantable lucha no cede, y donde había delicadeza ahora hay fuerza, cabalgando ambos al pos de una victoria merecedora en medio de la nada. Me ha sacado hasta la última gota de sudor, incluso de vigor al subyagarme por la potencia que marca y cansa no sólo mis extremidades sino también mi mente. Me invade, lo noto y me fascina el cosquilleo que abandona en mis extrañas cuando en una de las penetraciones muerdo mi labio inferior hasta hacerme daño, bato las pestañas y me retuerzo bajo la extensión de su torso, empequeñecida ante el clímax y las delimitadas convulsiones.
El aire me falta y es incómodo que no pueda controlarlo, como tampoco controlo mis sentidos totalmente destruidos, tanto que siquiera noto la presencia del animal desperezarse a nuestro son.
Enredada sobre el elfo y con las piernas presionándole las caderas todo es celestial, la vela que los ilumina, en este caso la gran fogata acelera el ardor en contra del frío que cual batalla campestre, intentan dominar los sentidos que me componen hasta empaparme de pies a cabeza. Los gemidos que nacen de mi garganta a causa de esta locura delatan supremas sensaciones, un animal salvaje que he sido en ocasiones como a su vez una mujer capaz de entregar ternura aún siendo reflejadas tan sólo en miradas camufladas por el fulgor de lo vedado.
No hay devoción en cada roce, pero sí pasión en cada beso y movimiento clandestino en un eclipse de gozo imprevisible. Se me hace poco aún siendo demasiado, más, siempre querré más a pesar de que mis curvas no resistan el ritmo o la belicosidad de cada empotre por parte de Iltharion o incluso mío, escuece, pero el placer siempre caerá doble para combatir lo malo y acrecentar todo lo bueno. Sobre su torso tiemblo con los labios entumecidos del frío que desaparece cuando delineo lo carnoso con la humedad de mi propia lengua, a mis oídos asisten todo tipo de gruñidos guturales, una respiración profunda y el sonsonete que recreamos al tragar saliva. Latidos desbocados que se acoplan a los míos mientras me desvanezco en esos dedos hechos de fuego y pretensión que abandonan mis senos para asirme y cambiar de postura.
Chillé de júbilo en esa hendidura que me forzó a cerrar los ojos y pasar una de las piernas tras su cadera, la contraria y herida la mantengo al son de su muslo más cercano, palpita dejando entrever que estas contiendas entando herida no son buenas. No, buenas no, magníficas. Se acerca a mi oído con astucia, y nada más allá de molestarme, me excita hasta atormentar deliciosamente mi manera de pensar, actuar o rebatir sus retozonas palabras. Río ante esta insoportable ausencia, de mis poros comienzan a fluir la pasión en un atisbo de necesidad, ladeo mi semblante para tenerlo de frente. No quiera provocarme, porque desatará la iniquidad de nuestros sexos que llevarán a continuación el compás de Iltharion.
─ Elfo estúpido. ─ Murmuré presa de una inquietante sensación recorrerme por dentro. Sus labios y los míos, a milímetros que se pierden por momentos, respirando uno del otro, sin tocarnos más de lo que yo ya ansío puesto que con solo mirarlo el grado de excitación es tan intenso que se siente como fluye a través de mis venas. ─ Déjate llevar. ─ No atesoro el tanteo de nuestros labios, pero sí la incesante actividad de nuestras lenguas enredarse y como sus dedos invaden una vez más mi punto más sensible, no hay cabida para respirar y lo que vendría siendo un jadeo inocente finaliza como un plañido lascivo sobre su boca.
Con cada beso apasionado y fúrico mi cuerpo se enloquece con la gracia de unas embestidas un tanto moviditas y atrayentes. Lo aprisiono con la pierna sobre sus caderas, martirizada de que mi instinto siga sin saciarse. La reacción ardiente de su boca en contra de la mía me convierten en una presa fácil, o quizá no lo suficiente. ─ Ya habrá tiempo para represalias. ─ Susurré con una sonrisa traviesa, pellizcándole la lengua que venía en camino de explorar nuevos rincones en el interior de mi boca, nada grave o que durase segundos de más. La sangre vuela de mis venas, hierve de deseo y de entrega mis palmas que descansaban tras su nuca decaen por la espalda de mi acompañante, presionando hasta que las yemas dejan una marca rojiza con sabor a Anfaüglir.
Recorro con lentitud cada zona con su respectiva piel, algunas más dañadas que otras por mis jugarretas. Con desesperación y al llegar a sus glúteos lo sujeto, aprisiono y aprieto en contra de mis caderas para que profundice y sea dueño de estos increíbles elixires tachados como gemidos y suspiros que sólo él sabe arrancarme. La inquebrantable lucha no cede, y donde había delicadeza ahora hay fuerza, cabalgando ambos al pos de una victoria merecedora en medio de la nada. Me ha sacado hasta la última gota de sudor, incluso de vigor al subyagarme por la potencia que marca y cansa no sólo mis extremidades sino también mi mente. Me invade, lo noto y me fascina el cosquilleo que abandona en mis extrañas cuando en una de las penetraciones muerdo mi labio inferior hasta hacerme daño, bato las pestañas y me retuerzo bajo la extensión de su torso, empequeñecida ante el clímax y las delimitadas convulsiones.
El aire me falta y es incómodo que no pueda controlarlo, como tampoco controlo mis sentidos totalmente destruidos, tanto que siquiera noto la presencia del animal desperezarse a nuestro son.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La voracidad se mostraba en todas sus facetas, clara y descarada en cada curva y recoveco de ambos cuerpos, tomándolos como adalides para representar y alimentar su propia esencia.
Los gemidos, las respiraciones exaltadas sobre la piel y contra el aire, en el que dejaban un vaho blanco lleno de calidez, eran consumidos, degustados y a su vez insuficientes para calmar esa urgencia de carne y gozo.
Iltharion no apartó ni volteó el rostro cuando ella lo encaró de frente, y dejó a sus labios en esa agónica distancia en la que se estaba sumamente cerca, pero la ausencia del roce se hacía inmensa, y solo se anticipaba con el aliento que escapaba de ambos, que chocaba con los jadeos ineludibles fruto de los envites, y con sus palabras.
Aquel insulto en un murmullo que acarició su boca solo le arrancó una sonrisa ladina al trovador, quien se limitó a responder recorriendo su labio inferior con la lengua antes de atraparselo con los dientes, y finalmente coronar su permiso con un apasionado beso.
Sin sorpresa, con lo plañidos de placer, y las caricias desaforadas de sus cuerpos y sus lenguas llegaron los mordiscos que le añadían ese picante mas violento, carácter ella poseía y que no iba a desaparecer de la velada, ni cuando el aire escasease en sus pulmones, y la cordura les escapase a ambos. El trovador siguiendo ese juego auto impuesto de devolver el trato, respondió con algún que otro pellizco, y con mas brusquedad al unirse.
La amenaza en ese momento le traía al fresco, y aun mas se olvidó de ella cuando su compañera le asió con apremio, uniéndolos tanto como permitían sus cuerpos y cosntriñendole mas allá del limite de la propia entereza. Haciéndole henchirse y tensarse en sus entrañas y contra su cuerpo, presionar contra ella como si intentara rebalsar las barreras de lo físico al adentrarse en su sexo, y dejándose ir en el mismo aliviado, dichoso y sumido en ese limbo de éxtasis lleno de tensión.
Iltharion resopló y gruño entre dientes, con la mandíbula prieta con firmeza, no por gusto si no por reflejo. Soltó todo el aire de sus pulmones al sentir bajo su cuerpo los espasmos, por fuera y por dentro que le exprimían con un ímpetu virulento.
En el instante en el que sus extremidades perdían rigidez, iltharion sacó el brazo que permanecía atrapado entre los cuerpos de ambos y apoyo dicho codo al lado del cuerpo de ella para sostener su peso, y dejarse caer sobre dichas extremidades, para descansar unos segundos sin aplastarla a ella.
Soltó un par de resoplidos de inmenso alivio, mientras en su rostro volvía a esbozarse esa sonrisa de satisfacción cristalina.
-Por Imabr, Eru y todo el panteón.-Murmuró casi sin aire y soltando una escueta risa entre dientes, interrumpida por su irregular respiración. Una especie de plegaria y agradecimiento al mismo tiempo.
Iltharion plantó un beso sobre los labios de la muchacha, y se dejó caer de costado, quedando panza arriba, con el rostro mirando el cielo, y los ojos oteandola sin descanso de soslayo, como si poseyera su atención presa por alguna clase de hilo invisible.
-Si no rezo tu nombre es porque no lo poseo.-La divinidad, a su opinión, la tenía de sobras.
El trovador se paso una mano pro la cara, apartando el pelo suelto de delante de la misma, que se le pegaba, humedo de sudor, y sobre todo, de nieve, a las sienes.
Su cuerpo aun ardía tanto que no sentía el frio que sabía que hacía a su alrrededor, su piel era presa de esa sensación extraña en la que aunque se siente la frescura sobre la tez, se nota como algo externo, y que no se adueña de una sola porcion del cuerpo, pues el calor que se emana es tan intenso, que no lo permite.
El pequeño felino ya mas despierto, ladeaba su rostro, ignorado por su dueño, de uno a otro, siguiendo con sus inmensos y brillantes ojos el movimiento de todo aquello que tenía cerca, tanto a los elfos como las hojas, decidiendo si algo le llamaba suficientemente la atención como para abandonar la comodidad de su sitio.
Los gemidos, las respiraciones exaltadas sobre la piel y contra el aire, en el que dejaban un vaho blanco lleno de calidez, eran consumidos, degustados y a su vez insuficientes para calmar esa urgencia de carne y gozo.
Iltharion no apartó ni volteó el rostro cuando ella lo encaró de frente, y dejó a sus labios en esa agónica distancia en la que se estaba sumamente cerca, pero la ausencia del roce se hacía inmensa, y solo se anticipaba con el aliento que escapaba de ambos, que chocaba con los jadeos ineludibles fruto de los envites, y con sus palabras.
Aquel insulto en un murmullo que acarició su boca solo le arrancó una sonrisa ladina al trovador, quien se limitó a responder recorriendo su labio inferior con la lengua antes de atraparselo con los dientes, y finalmente coronar su permiso con un apasionado beso.
Sin sorpresa, con lo plañidos de placer, y las caricias desaforadas de sus cuerpos y sus lenguas llegaron los mordiscos que le añadían ese picante mas violento, carácter ella poseía y que no iba a desaparecer de la velada, ni cuando el aire escasease en sus pulmones, y la cordura les escapase a ambos. El trovador siguiendo ese juego auto impuesto de devolver el trato, respondió con algún que otro pellizco, y con mas brusquedad al unirse.
La amenaza en ese momento le traía al fresco, y aun mas se olvidó de ella cuando su compañera le asió con apremio, uniéndolos tanto como permitían sus cuerpos y cosntriñendole mas allá del limite de la propia entereza. Haciéndole henchirse y tensarse en sus entrañas y contra su cuerpo, presionar contra ella como si intentara rebalsar las barreras de lo físico al adentrarse en su sexo, y dejándose ir en el mismo aliviado, dichoso y sumido en ese limbo de éxtasis lleno de tensión.
Iltharion resopló y gruño entre dientes, con la mandíbula prieta con firmeza, no por gusto si no por reflejo. Soltó todo el aire de sus pulmones al sentir bajo su cuerpo los espasmos, por fuera y por dentro que le exprimían con un ímpetu virulento.
En el instante en el que sus extremidades perdían rigidez, iltharion sacó el brazo que permanecía atrapado entre los cuerpos de ambos y apoyo dicho codo al lado del cuerpo de ella para sostener su peso, y dejarse caer sobre dichas extremidades, para descansar unos segundos sin aplastarla a ella.
Soltó un par de resoplidos de inmenso alivio, mientras en su rostro volvía a esbozarse esa sonrisa de satisfacción cristalina.
-Por Imabr, Eru y todo el panteón.-Murmuró casi sin aire y soltando una escueta risa entre dientes, interrumpida por su irregular respiración. Una especie de plegaria y agradecimiento al mismo tiempo.
Iltharion plantó un beso sobre los labios de la muchacha, y se dejó caer de costado, quedando panza arriba, con el rostro mirando el cielo, y los ojos oteandola sin descanso de soslayo, como si poseyera su atención presa por alguna clase de hilo invisible.
-Si no rezo tu nombre es porque no lo poseo.-La divinidad, a su opinión, la tenía de sobras.
El trovador se paso una mano pro la cara, apartando el pelo suelto de delante de la misma, que se le pegaba, humedo de sudor, y sobre todo, de nieve, a las sienes.
Su cuerpo aun ardía tanto que no sentía el frio que sabía que hacía a su alrrededor, su piel era presa de esa sensación extraña en la que aunque se siente la frescura sobre la tez, se nota como algo externo, y que no se adueña de una sola porcion del cuerpo, pues el calor que se emana es tan intenso, que no lo permite.
El pequeño felino ya mas despierto, ladeaba su rostro, ignorado por su dueño, de uno a otro, siguiendo con sus inmensos y brillantes ojos el movimiento de todo aquello que tenía cerca, tanto a los elfos como las hojas, decidiendo si algo le llamaba suficientemente la atención como para abandonar la comodidad de su sitio.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Su cabello largo como este caudal de pasión, con hambre de besos y carne desciende por sus hombros, delineando la figura del elfo como así también la mía morena. Nuestros cuerpos empapados, bocas húmedas, labios mordisqueados, gotas de sudor como estrellas y estas sensaciones enredadas nos llevan a un límite que no hay que cruzar, y aún así, lo pasamos con creces. En las últimas y más fuertes penetraciones Iltharion cae en los tejidos de lo prohibido y en las fricciones adictivas de vaivenes insanos, aferrada a una de sus nalgas lo apego a mi entrepierna energética y quizá, demasiado exaltada como para dejarle ir y no saborear el néctar que dejará en mis interiores, cálido a la par de arriesgado, ¿pero que es la vida sino un cúmulo de decisiones y accidentes?
Los pulmones se me achicharran y en la cabeza noto como los latidos me producen un malestar, a toda costa trato de relajar los músculos para que los espasmos desaparezcan junto con esos tembliques en mis dos piernas, mi respiración no me pertenece y transita por una tormenta de emociones que me dificultan el dominarla y hacerla mía nuevamente. Entreabro los luceros color avellana, me pesan los párpados más nuestras sombras combinadas junto al fuego y la luminiscencia de la luna me fuerzan a que no pierda de vista ni un solo detalle de la velada.
Contemplo al elfo acostada en lo níveo, la pierna que le sujetaba la cadera decae y la mantengo a los lateras de los muslos de mi acompañante, agotada y sin mucho que aportar le echo un vistazo fugaz, el corazón se me sale del pecho y un leve rubor embellece mis facciones, ardorosa por lo acontecido y el continuo forcejeo. De poco a poco se aleja de mi vera, no sin antes plantar un beso como premio supongo en mis labios. A su lado apoyo uno de los codos en la nieve, con la silueta girada y mis orbes puestas en la desnudez del bardo, con los dedos próximos a su torso voy propinándole exquisitas caricias, contigua al calor que emana y me ata a tenerle cerca.
De un saltito llego a su oreja, las risitas me acompañan piadosas y en susurro que refleja satisfacción y cansancio le revelo uno de mis mayores secretos. ─ Eretria. ─ Expuse con una voz dulcificada y sin rastros de las asperezas que zozobraban en antaño. Cautivada o mejor dicho, encantada por la compañía del desconocido a medias me acomodo en uno de los laterales, la pierna herida la coloco sobre una de las suyas para mantenerla en alto y que descanse, palpita y es debido a que la anestesia se ha esfumado con tanto sexo selvático. ─ Hmm... ─ Mis gráciles dedos continúan recorriendo las rojeces de sus costados, las succiones en las clavículas y los mordiscos en su cuello con una sonrisa marcada, apetecible y galardonada por unos carnosos labios color rubí.
─ No ha estado mal. ─ Ha sido bestial, las estrellas bañan encaprichadas nuestros torsos a falta de ropajes y mi corazón no para de latir cual caballo desbocado. ─ Que cojones, me muero por repetir. ─ Río con astucia y como no, malicia que no pretendo ocultar, no con él. Detrás algo comienza a llamar mi atención y me volteo por meros segundos, en su mascota. ─ Vaya por dios, tu bicho se ha llevado de forma gratuita una clase magistral de como aparearse, para cuando le toque. ─ Será todo un profesional, una carcajada liviana es expedida y antes de seguir riendo vuelvo al rostro del elfo donde le mordisqueo la nariz, imperiosa y con un deje ardiente.
Los pulmones se me achicharran y en la cabeza noto como los latidos me producen un malestar, a toda costa trato de relajar los músculos para que los espasmos desaparezcan junto con esos tembliques en mis dos piernas, mi respiración no me pertenece y transita por una tormenta de emociones que me dificultan el dominarla y hacerla mía nuevamente. Entreabro los luceros color avellana, me pesan los párpados más nuestras sombras combinadas junto al fuego y la luminiscencia de la luna me fuerzan a que no pierda de vista ni un solo detalle de la velada.
Contemplo al elfo acostada en lo níveo, la pierna que le sujetaba la cadera decae y la mantengo a los lateras de los muslos de mi acompañante, agotada y sin mucho que aportar le echo un vistazo fugaz, el corazón se me sale del pecho y un leve rubor embellece mis facciones, ardorosa por lo acontecido y el continuo forcejeo. De poco a poco se aleja de mi vera, no sin antes plantar un beso como premio supongo en mis labios. A su lado apoyo uno de los codos en la nieve, con la silueta girada y mis orbes puestas en la desnudez del bardo, con los dedos próximos a su torso voy propinándole exquisitas caricias, contigua al calor que emana y me ata a tenerle cerca.
De un saltito llego a su oreja, las risitas me acompañan piadosas y en susurro que refleja satisfacción y cansancio le revelo uno de mis mayores secretos. ─ Eretria. ─ Expuse con una voz dulcificada y sin rastros de las asperezas que zozobraban en antaño. Cautivada o mejor dicho, encantada por la compañía del desconocido a medias me acomodo en uno de los laterales, la pierna herida la coloco sobre una de las suyas para mantenerla en alto y que descanse, palpita y es debido a que la anestesia se ha esfumado con tanto sexo selvático. ─ Hmm... ─ Mis gráciles dedos continúan recorriendo las rojeces de sus costados, las succiones en las clavículas y los mordiscos en su cuello con una sonrisa marcada, apetecible y galardonada por unos carnosos labios color rubí.
─ No ha estado mal. ─ Ha sido bestial, las estrellas bañan encaprichadas nuestros torsos a falta de ropajes y mi corazón no para de latir cual caballo desbocado. ─ Que cojones, me muero por repetir. ─ Río con astucia y como no, malicia que no pretendo ocultar, no con él. Detrás algo comienza a llamar mi atención y me volteo por meros segundos, en su mascota. ─ Vaya por dios, tu bicho se ha llevado de forma gratuita una clase magistral de como aparearse, para cuando le toque. ─ Será todo un profesional, una carcajada liviana es expedida y antes de seguir riendo vuelvo al rostro del elfo donde le mordisqueo la nariz, imperiosa y con un deje ardiente.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion se permitió entornar los ojos hasta casi cerrarlos, espiándola a través de sus espesas pestañas, mientras dejaba que su respiración empezara a acomodarse, lenta y malamente fruto de los vicios y la edad, y que su cuerpo recuperara el oxigeno poco a poco.
Su sonrisa se ensancho solo de uno de los lados cuando el cosquilleo de el halieto de ella trajo a su oído aquel nombre que no se borraría de su mente, tras ese encuentro que todavía estaba en sus albores. Alargó el brazo y lo paso alrededor de ella, por debajo de su cabeza para que le quedara como almohada, y le permitiera a el recorrer distraída y lentamente el surco de su columna con los dedos.
Los ojos del trovador se dirigieron a los dedos de ella, que repasaban esas manchas distintas que salpicaban su anatomía con profusión, como si fuera el pelaje manchado de alguna clase de animal salvaje.
Contó vagamente las marcas de su propio cuerpo, y luego contempló las que le había dedicado a ella, y en cuestión de chupetones y rojeces, iban a juego.
-Si dijeras lo contrario no te creería.-Rió entre dientes de forma disentida el hijo de los bosques, pagado de si mismo, pero sobre todo, consciente de ambos. Mientras el brazo que permanecía en reposo tanteaba a su alrededor hasta hallar la correa de la bolsa. La enganchó con los dedos tras estirarse un poco, y lo arrastró hasta donde estaban para lograr alcanzar su caja de madera.
La colocó sobre el abdomen, y la estaba abriendo cuando la proposición nada velada le arranco una risotada y un par de cigarrillos al botar salieron de la caja y cayeron al suelo rodando, empapándose en la nieve.
-Dame un respiro o vas a matarme.-Tomó otro de su interior, abandonado a aquellos que habían quedado húmedos, y guardó sus pertenencias.-Ten algo de piedad con este anciano.-Se llevó el cigarrillo de mente a los labios, y con pereza y algo de reticencia, se sentó sobre el suelo, aprovechando que ella había girado su atención hacia el aski que los miraba sin entender un pijo.-Solo necesito recuperar el aliento.-Prometió, esta vez con un tono lleno de picardía en a voz.
El trovador se arrastro perezosamente mas a la vera del fuego de lo que ya habían quedado en su rifirrafe, y con las crepitantes llamas encendió su arrollado de menta, que empezó a empapar la brisa con su aroma una vez mas.
Otra risa escapo de la garganta del bardo ante las agudas observaciones de Eretria.
-Por lo menos no es de esos bichos que se te suben encima.-Rió suavemente para si mismo, dándole una larga calada al cigarrillo, que sostenía con los dientes. Iltharion apartó una vez mas el pelo húmedo de su frente, tomó toda la cabellera con una mano, y con la otra tanteó en el bolsillo de su pantalón medio salido, sacando una cinta de raso azul. Sin cuidado ni miramiento se ató una coleta a ras de la nuca para que el pelo dejara, por lo menos por un rato, de estorbar, y el frío tuviera vía libre para enfriarle el rostro.
Llevó las manos a la pierna que ella le había colocado encima, y tanteó su hinchazón con suavidad, así como masajeo la carne mas apartada para aliviar el dolor si es que lo había.
-¿Duele?.-En su voz no había una gran preocupación, ni ese cuidado exceso que se exhibe con aquellas personas mas frágiles. Si algunas cosas había aprendido el trovador de su interlocutora era que tenía una fuerte resistencia, así que era mas una consideración fruto del aprecio que se había ganado.
Su sonrisa se ensancho solo de uno de los lados cuando el cosquilleo de el halieto de ella trajo a su oído aquel nombre que no se borraría de su mente, tras ese encuentro que todavía estaba en sus albores. Alargó el brazo y lo paso alrededor de ella, por debajo de su cabeza para que le quedara como almohada, y le permitiera a el recorrer distraída y lentamente el surco de su columna con los dedos.
Los ojos del trovador se dirigieron a los dedos de ella, que repasaban esas manchas distintas que salpicaban su anatomía con profusión, como si fuera el pelaje manchado de alguna clase de animal salvaje.
Contó vagamente las marcas de su propio cuerpo, y luego contempló las que le había dedicado a ella, y en cuestión de chupetones y rojeces, iban a juego.
-Si dijeras lo contrario no te creería.-Rió entre dientes de forma disentida el hijo de los bosques, pagado de si mismo, pero sobre todo, consciente de ambos. Mientras el brazo que permanecía en reposo tanteaba a su alrededor hasta hallar la correa de la bolsa. La enganchó con los dedos tras estirarse un poco, y lo arrastró hasta donde estaban para lograr alcanzar su caja de madera.
La colocó sobre el abdomen, y la estaba abriendo cuando la proposición nada velada le arranco una risotada y un par de cigarrillos al botar salieron de la caja y cayeron al suelo rodando, empapándose en la nieve.
-Dame un respiro o vas a matarme.-Tomó otro de su interior, abandonado a aquellos que habían quedado húmedos, y guardó sus pertenencias.-Ten algo de piedad con este anciano.-Se llevó el cigarrillo de mente a los labios, y con pereza y algo de reticencia, se sentó sobre el suelo, aprovechando que ella había girado su atención hacia el aski que los miraba sin entender un pijo.-Solo necesito recuperar el aliento.-Prometió, esta vez con un tono lleno de picardía en a voz.
El trovador se arrastro perezosamente mas a la vera del fuego de lo que ya habían quedado en su rifirrafe, y con las crepitantes llamas encendió su arrollado de menta, que empezó a empapar la brisa con su aroma una vez mas.
Otra risa escapo de la garganta del bardo ante las agudas observaciones de Eretria.
-Por lo menos no es de esos bichos que se te suben encima.-Rió suavemente para si mismo, dándole una larga calada al cigarrillo, que sostenía con los dientes. Iltharion apartó una vez mas el pelo húmedo de su frente, tomó toda la cabellera con una mano, y con la otra tanteó en el bolsillo de su pantalón medio salido, sacando una cinta de raso azul. Sin cuidado ni miramiento se ató una coleta a ras de la nuca para que el pelo dejara, por lo menos por un rato, de estorbar, y el frío tuviera vía libre para enfriarle el rostro.
Llevó las manos a la pierna que ella le había colocado encima, y tanteó su hinchazón con suavidad, así como masajeo la carne mas apartada para aliviar el dolor si es que lo había.
-¿Duele?.-En su voz no había una gran preocupación, ni ese cuidado exceso que se exhibe con aquellas personas mas frágiles. Si algunas cosas había aprendido el trovador de su interlocutora era que tenía una fuerte resistencia, así que era mas una consideración fruto del aprecio que se había ganado.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Tras ponerle magia a una de mis sonrisas características y ante la promesa en una mirada de quien conoce los pensamientos del prójimo como si compartiesen memorias, reparo en la comodidad que me ofrece con ese brazo que sin poner peros o excusas, tomo como almohada. En vistazos mínimos ojeo como al elfo le encanta fumar por muy sanos que sean, sobretodo después de cada revolcón sublime, con su sobresalto vino el mío próxima a su torso donde recupero el ritmo de la respiración, los cigarros huyen de la carne del elfo y son rescatados por la nieve, quien los humedece y da por finalizada su función. ─ Estoy siendo piadosa, Iltharion. Si fuese por mi no habrían parones y te empotraría una y otra vez, sin descansar. ─ Le sonreí en un batir de pestañas, como quien quiere suavizar una barbaridad después de decirla en público.
El calor que manteníamos se esfuma en cuestión de segundos y yo regaño el gesto, con una de las palmas tanteo la nieve que arde a ver si hay suerte y encuentro una de las pieles. Las nalgas están sensibles por el frío como así enteramente la piel que me compone, el comentario del elfo que no cede y está dispuesto a seguir con la trifulca saca de Anfaüglir una retozona sonrisa. ─ Recupéralo, que no te dejaré ir a ninguna parte. ─ Era una broma con trampas y segundas, en ese arrastre por su parte aprovecho para estirar la piel y colocarme sobre esta, está helada y la combustión del frío en contra del calor produce un escalofrío que arremete contra mi espina dorsal, arqueando la espalda y que mis pechos reluzcan sin tapujos ni retraimientos.
Las insinuaciones del trovador son todo menos aburridas, sabe como entretenerme de diversas maneras y es un punto a favor que validará en un futuro si volvemos a encontrarnos por los bosques. Sentada y con las piernas entreabiertas aguardo a que el hombre vuelva a proporcionarme calor, el cabello lo percibo húmedo en el contacto que busco cuando mis dedos profundizan en las raíces para echarlos hacia atrás y crear un tupé para nada profesional. Antes de bajar el brazo me aseguro de que el adorno de mi oreja sigue en su sitio, que así es.
Entre caladas largas y ese arrebato de recogerse el cabello para que el aire ventile lo observo, lo prefiero cual bruna perpetua de quien se cree haberse ganado el cielo, que se lo ha ganado conmigo esta noche, está claro. ─ Con el pelo suelto estás más bueno. ─ Sentencié directa en base a ronroneos sugerentes, me importa un comino la edad de este elfo o sus hobbies fuera de este campamento, lo único que importa es que siga a mi lado como pasatiempo de calidad. Con cuidado atiende mi pierna dolorida, no rezongo pero sí arqueo una de las cejas. ─ Es soportable. ─ No seré orgullosa, sus ojos, dos pozos profundos y de colores distintos analizan la carne alrededor de la herida, con cada caricia exhalo una maldición, sentencias exclusivas que encerraré en mis adentros y no compartiré en voz alta.
Las manos las coloco a mi espalda, con el vientre y en sí, todo el cuerpo al aire aún cuando hace frío, la resistencia que poseo perdurará el tiempo que ambicione. ─ ¿A ti te duele algo? ─ Vivaracha y con unos ojos de diabla lo devoro con miraditas no tan refinadas pero sí espontáneas. ─ Me gusta duro y sin piedad. ─ Lo ha vivido en su propia piel maltratada, carraspeo, la sequedad de mi garganta me acalla. La bolsa no está lejos y en el interior de ella no solo está la bota con licor, sino una pequeña con agua purificada. A buches cortos hidrato mis cuerdas vocales, servirá para despejarme también y eliminar nimiamente el recorrido del alcohol pasajero. Le he dicho burradas mientras nos acostábamos, y en vez de tomarlo con timidez me río a carcajadas, llevándome una de las manos a la boca para taparla y no darle pie a que pregunte.
El calor que manteníamos se esfuma en cuestión de segundos y yo regaño el gesto, con una de las palmas tanteo la nieve que arde a ver si hay suerte y encuentro una de las pieles. Las nalgas están sensibles por el frío como así enteramente la piel que me compone, el comentario del elfo que no cede y está dispuesto a seguir con la trifulca saca de Anfaüglir una retozona sonrisa. ─ Recupéralo, que no te dejaré ir a ninguna parte. ─ Era una broma con trampas y segundas, en ese arrastre por su parte aprovecho para estirar la piel y colocarme sobre esta, está helada y la combustión del frío en contra del calor produce un escalofrío que arremete contra mi espina dorsal, arqueando la espalda y que mis pechos reluzcan sin tapujos ni retraimientos.
Las insinuaciones del trovador son todo menos aburridas, sabe como entretenerme de diversas maneras y es un punto a favor que validará en un futuro si volvemos a encontrarnos por los bosques. Sentada y con las piernas entreabiertas aguardo a que el hombre vuelva a proporcionarme calor, el cabello lo percibo húmedo en el contacto que busco cuando mis dedos profundizan en las raíces para echarlos hacia atrás y crear un tupé para nada profesional. Antes de bajar el brazo me aseguro de que el adorno de mi oreja sigue en su sitio, que así es.
Entre caladas largas y ese arrebato de recogerse el cabello para que el aire ventile lo observo, lo prefiero cual bruna perpetua de quien se cree haberse ganado el cielo, que se lo ha ganado conmigo esta noche, está claro. ─ Con el pelo suelto estás más bueno. ─ Sentencié directa en base a ronroneos sugerentes, me importa un comino la edad de este elfo o sus hobbies fuera de este campamento, lo único que importa es que siga a mi lado como pasatiempo de calidad. Con cuidado atiende mi pierna dolorida, no rezongo pero sí arqueo una de las cejas. ─ Es soportable. ─ No seré orgullosa, sus ojos, dos pozos profundos y de colores distintos analizan la carne alrededor de la herida, con cada caricia exhalo una maldición, sentencias exclusivas que encerraré en mis adentros y no compartiré en voz alta.
Las manos las coloco a mi espalda, con el vientre y en sí, todo el cuerpo al aire aún cuando hace frío, la resistencia que poseo perdurará el tiempo que ambicione. ─ ¿A ti te duele algo? ─ Vivaracha y con unos ojos de diabla lo devoro con miraditas no tan refinadas pero sí espontáneas. ─ Me gusta duro y sin piedad. ─ Lo ha vivido en su propia piel maltratada, carraspeo, la sequedad de mi garganta me acalla. La bolsa no está lejos y en el interior de ella no solo está la bota con licor, sino una pequeña con agua purificada. A buches cortos hidrato mis cuerdas vocales, servirá para despejarme también y eliminar nimiamente el recorrido del alcohol pasajero. Le he dicho burradas mientras nos acostábamos, y en vez de tomarlo con timidez me río a carcajadas, llevándome una de las manos a la boca para taparla y no darle pie a que pregunte.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion soltó una senda carcajada de buena gana, ante esa burrada que soltó mientras aquella que la había dejado ir mostraba una apariencia cándida y coqueta. Se tubo que morder la lengua para no soltarle un desafío jocoso, porque temía que realmente se sintiera desafiada y cumpliera aquella amenaza, que pese a no sonar mal, no dejaba de chocar con la realidad, de que aunque el consideraba tener un magnifico aguante, necesitaba respirar de cada tanto y dar un pequeño descanso a su cuerpo si no quería verse sin fuerzas en medio de todo el percal.
El trovador observó como la muchacha asía la piel y se colocaba allí, como si el frío hubiera tomado un poco su cuerpo, el sin embargo seguía sintiendo el cuerpo arder como un sol, algo que le era beneficioso en ese momento. Durante un instante se preguntó si no habría tomado fiebre por ser tan indiferente a la estación y su abrigo, pero mandó sus teorías al cuerno, si era eso, se encargaría de ello mas adelante, y por ahora, le sacaría partido.
-¿Así que ahora soy tu prisionero?.-Encaró una ceja el bardo, divertido, sin soltar el cigarrillo que bailaba, sostenido entre sus dientes mientras hablaba. Parecía darle vueltas a esa idea, como si no le desagradara del todo.
Iltharion soltó una breve risa por la nariz, o mas bien el aire que se asemejó a una. El pelo, no era la primera que parecía tenerle una atención especial, y el hijo de los bosques era consciente que se trataba de uno de sus atributos mas llamativos, aún así, le resultó entretenido ver como ese rasgo era tan global, independientemente del genero, raza o incluso de los caracteres mas difíciles.
Como ella no pide mas ayuda, Iltharion resuelve en no darle ningún calmante, no la va a tratar de fragil figura de cristal Roilkatniano, así que se limita a seguir recorriendo su cuerpo con caricias vagas, y deleitar la yema de sus dedos con la suavidad de la piel, interrumpida por esas numerosas marcas de guerra que le resultan tan tentadoras.
Percatándose de la mirada minuciosa que le dedica la muchacha, Iltharion recostó una mano sobre el suelo reclinandose algo mas hacia atrás de modo que pudiera observar sin problema cada una de las huellas rojizas que todavía marcaban su piel de alabastro, y como, mientras algunas desaparecían, otras se tronaban de un tono mas violáceo con la certeza de que permanecerían sobre su tez durante algunas lunas.
-No podría estar mejor.- Aseveró el elfo con una amplia sonrisa que dejaba al descubierto sus perlados dientes.
Una idea traviesa despertó en la mente del hijo de los bosques, y cruzó su mirada discordante con esa ultima confesión que le dedicaba ella. Mientras la muchacha se hallaba distraída con su boca de agua, el elfo dejó de apoyarse en una de sus manos y desató su pelo. Con la mano que recorría una de sus piernas, llegó al tobillo y, pasando este por debajo de la cinta, aferro el otro con un ademán rápido hasta tenerlos a ambo envueltos entre la cinta. La subió un poco, y la ató a final de los gemelos, para evitar coartarle la circulación.
Con ambas piernas juntas sobre el regazó las rodeó con los brazos, y ascendió hacia llegar al torso, mientras una sonrisa divertida y juguetona dominaba sus facciones. Sin mas reparos ni avisos que en su anterior gesto, la dejó bocabajo, sin preocuparse por si había guardado ya el agua, o esta se desparramaría sobre el suelo. Tiró un poco hacia abajo, para que las piernas le cruzaran y dejar alzado sobre uno de sus muslos la cadera de la muchacha.
Que el descansase no significaba que ella lo hiciera, y, con esa misma idea, empezó a recorrer con las manos ambas piernas extendidas por la parte de atrás, presionando sobre los muslos y su cara interna con los dedos, hasta culminar en las nalgas, y bajando por estas hacia su sexo, el cual abrió con los dedos antes de ahondar en uno de ellos.
-Creo que me gusta el juego de los prisioneros.-Siseó divertido, mientras soltaba lentamente el humo con aroma a menta.
El trovador observó como la muchacha asía la piel y se colocaba allí, como si el frío hubiera tomado un poco su cuerpo, el sin embargo seguía sintiendo el cuerpo arder como un sol, algo que le era beneficioso en ese momento. Durante un instante se preguntó si no habría tomado fiebre por ser tan indiferente a la estación y su abrigo, pero mandó sus teorías al cuerno, si era eso, se encargaría de ello mas adelante, y por ahora, le sacaría partido.
-¿Así que ahora soy tu prisionero?.-Encaró una ceja el bardo, divertido, sin soltar el cigarrillo que bailaba, sostenido entre sus dientes mientras hablaba. Parecía darle vueltas a esa idea, como si no le desagradara del todo.
Iltharion soltó una breve risa por la nariz, o mas bien el aire que se asemejó a una. El pelo, no era la primera que parecía tenerle una atención especial, y el hijo de los bosques era consciente que se trataba de uno de sus atributos mas llamativos, aún así, le resultó entretenido ver como ese rasgo era tan global, independientemente del genero, raza o incluso de los caracteres mas difíciles.
Como ella no pide mas ayuda, Iltharion resuelve en no darle ningún calmante, no la va a tratar de fragil figura de cristal Roilkatniano, así que se limita a seguir recorriendo su cuerpo con caricias vagas, y deleitar la yema de sus dedos con la suavidad de la piel, interrumpida por esas numerosas marcas de guerra que le resultan tan tentadoras.
Percatándose de la mirada minuciosa que le dedica la muchacha, Iltharion recostó una mano sobre el suelo reclinandose algo mas hacia atrás de modo que pudiera observar sin problema cada una de las huellas rojizas que todavía marcaban su piel de alabastro, y como, mientras algunas desaparecían, otras se tronaban de un tono mas violáceo con la certeza de que permanecerían sobre su tez durante algunas lunas.
-No podría estar mejor.- Aseveró el elfo con una amplia sonrisa que dejaba al descubierto sus perlados dientes.
Una idea traviesa despertó en la mente del hijo de los bosques, y cruzó su mirada discordante con esa ultima confesión que le dedicaba ella. Mientras la muchacha se hallaba distraída con su boca de agua, el elfo dejó de apoyarse en una de sus manos y desató su pelo. Con la mano que recorría una de sus piernas, llegó al tobillo y, pasando este por debajo de la cinta, aferro el otro con un ademán rápido hasta tenerlos a ambo envueltos entre la cinta. La subió un poco, y la ató a final de los gemelos, para evitar coartarle la circulación.
Con ambas piernas juntas sobre el regazó las rodeó con los brazos, y ascendió hacia llegar al torso, mientras una sonrisa divertida y juguetona dominaba sus facciones. Sin mas reparos ni avisos que en su anterior gesto, la dejó bocabajo, sin preocuparse por si había guardado ya el agua, o esta se desparramaría sobre el suelo. Tiró un poco hacia abajo, para que las piernas le cruzaran y dejar alzado sobre uno de sus muslos la cadera de la muchacha.
Que el descansase no significaba que ella lo hiciera, y, con esa misma idea, empezó a recorrer con las manos ambas piernas extendidas por la parte de atrás, presionando sobre los muslos y su cara interna con los dedos, hasta culminar en las nalgas, y bajando por estas hacia su sexo, el cual abrió con los dedos antes de ahondar en uno de ellos.
-Creo que me gusta el juego de los prisioneros.-Siseó divertido, mientras soltaba lentamente el humo con aroma a menta.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Sello la bota de agua con el cordón y la lanzo dentro de la bolsa sin muchos rodeos. En improvistos que considero al son de esas caricias en el muslo herido voy relajándome, pregunta si es mi prisionero con esa particularidad que me vuelve loca de la nada, alzo las comisuras y le sonrío a la par que asiento, lo es, de aquí no se irá hasta que yo lo decida. ─ Ajá. ─ Le respondí ni corta ni perezosa, él se regodea analizándose de arriba hacia abajo, empapado en mi fragancia y huellas con sabor a Anfäuglir, una delicia que en vez de doler actúan cuales elixires candentes. ─ Tendré que meterte caña hasta que no puedas remarcar lo bien que te encuentras. ─ Origino alguna que otra broma que si no las aclaro, parecerán mandatos lujuriosos, no es así, ¿o sí?
Encojo los hombros, la tensión de estos ha desaparecido en la comodidad de la piel a modo de lecho y el fuego que obediente, realiza la función de calentarme más de lo habitual, el animal está a sus anchas y me surge la existencial preocupación de cuando se lanzará nuevamente a las suelas de mis botas en ese cariño estresante que alberga por el cuero. Elevo el mentón con las orbes férreas en la silueta del elfo con la melena suelta, cada hebra posee un color llamativo y la suavidad de estas me abruma. Con suavidad desciende desde mi muslo vendado hacia las rodillas, el recorrido se intensifica con cada caricia que tienta y me hace la boca agua, afianzado a mis tobillos elevo una de las cejas, extrañada por saber que ideas transitan por la cabeza del trovador.
─ ¿Fetichista? ─ Quizá le encanten los tobillos, pues ahí los tiene a su disposición para que realce esos deseos inevitables en la intimidad del bosque. Difícil de entender al principio no caí en el lazo azul que veloz acordona ambos tobillos, centímetros más arriba aprieta y cuando me doy cuenta no puedo separar las piernas, no le sonrío pero tampoco muestro temor. Me gusta amarrar, pero nunca he sido amarrada más de cinco minutos, si no me suelta mi acompañante al final, termino haciéndolo yo de una manera u otra. ─ Hng... ─ Refunfuño con la virtud de que me escuchará, en tanteos lacerantes para mi cordura sumerge sus palmas adictivas a través de mi piel, aventurándose en el desierto de una dermis friolera y marcada por todo tipo de designios.
Ojeo sus facciones embadurnadas en lascivia y sin excusas ni permisos, me voltea hacia abajo hasta que de un tirón coloca mis caderas sobre uno de sus muslos. Arqueo la espalda y la nieve insurrecta sobre las pieles entran en contacto con mis pezones sensibles, jadeo tanto por las sensaciones como por Iltharion y sus acciones. ─ ¿Vas a castigarme? ─ Le pregunté con malicia, delirante por el sofocante calor que se concentra en mi vientre, con que soy su prisionera, sonrío sin mostrarle mi hilera de dientes. Apoyo una de las palmas en contra de las pieles para alzarme al menos lo justo y poder observarle, atrevida y de momento, hechizada por este juego que nos traemos.
─ Castígame. ─ Otro reto más con qué provocarle. Esperaba unos buenos azotes o quizá nalgadas, que también me fascinan y aún así, me quede con las ganas. El roce de sus yemas en contra de mis muslos elaboran una serie de tiriteos que se magnifican cuando entra en mí con los dedos, no estoy lubricada y me hace daño al principio. Resuello a ras del terreno, las muecas que voy propinando no se las muestro, partícipes de una excitación que no logro explicar con palabras intento serenar mi vicio y no darle el gusto de oírme gemir de placer, no obstante, tiro la cordura por la borda y me contento con la masturbación repentina.
Encojo los hombros, la tensión de estos ha desaparecido en la comodidad de la piel a modo de lecho y el fuego que obediente, realiza la función de calentarme más de lo habitual, el animal está a sus anchas y me surge la existencial preocupación de cuando se lanzará nuevamente a las suelas de mis botas en ese cariño estresante que alberga por el cuero. Elevo el mentón con las orbes férreas en la silueta del elfo con la melena suelta, cada hebra posee un color llamativo y la suavidad de estas me abruma. Con suavidad desciende desde mi muslo vendado hacia las rodillas, el recorrido se intensifica con cada caricia que tienta y me hace la boca agua, afianzado a mis tobillos elevo una de las cejas, extrañada por saber que ideas transitan por la cabeza del trovador.
─ ¿Fetichista? ─ Quizá le encanten los tobillos, pues ahí los tiene a su disposición para que realce esos deseos inevitables en la intimidad del bosque. Difícil de entender al principio no caí en el lazo azul que veloz acordona ambos tobillos, centímetros más arriba aprieta y cuando me doy cuenta no puedo separar las piernas, no le sonrío pero tampoco muestro temor. Me gusta amarrar, pero nunca he sido amarrada más de cinco minutos, si no me suelta mi acompañante al final, termino haciéndolo yo de una manera u otra. ─ Hng... ─ Refunfuño con la virtud de que me escuchará, en tanteos lacerantes para mi cordura sumerge sus palmas adictivas a través de mi piel, aventurándose en el desierto de una dermis friolera y marcada por todo tipo de designios.
Ojeo sus facciones embadurnadas en lascivia y sin excusas ni permisos, me voltea hacia abajo hasta que de un tirón coloca mis caderas sobre uno de sus muslos. Arqueo la espalda y la nieve insurrecta sobre las pieles entran en contacto con mis pezones sensibles, jadeo tanto por las sensaciones como por Iltharion y sus acciones. ─ ¿Vas a castigarme? ─ Le pregunté con malicia, delirante por el sofocante calor que se concentra en mi vientre, con que soy su prisionera, sonrío sin mostrarle mi hilera de dientes. Apoyo una de las palmas en contra de las pieles para alzarme al menos lo justo y poder observarle, atrevida y de momento, hechizada por este juego que nos traemos.
─ Castígame. ─ Otro reto más con qué provocarle. Esperaba unos buenos azotes o quizá nalgadas, que también me fascinan y aún así, me quede con las ganas. El roce de sus yemas en contra de mis muslos elaboran una serie de tiriteos que se magnifican cuando entra en mí con los dedos, no estoy lubricada y me hace daño al principio. Resuello a ras del terreno, las muecas que voy propinando no se las muestro, partícipes de una excitación que no logro explicar con palabras intento serenar mi vicio y no darle el gusto de oírme gemir de placer, no obstante, tiro la cordura por la borda y me contento con la masturbación repentina.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion rió de nuevo ante esa amenaza bromista, que no está exenta de contener cierta laceración oculta en las palabras, no por perspicacia o veneno, si no por la propia interpretación de cada carácter.
-Oh, eso no suena tan mal.-Respondió con una sonrisa.- Habrá que ver como quedas tu también para esas alturas.-Respondió risueño, dejando volar durante un instante la mente a esas posibilidades difusas que enmarcaban esos retos.
Esa pregunta que escapo de los labios de la elfa, y que se pintó en su mirada durante aquel instante en el que tardaba en comprender que ocurría, arrancó otra sonrisa divertida al bardo, quien no se sorprendió de dicha asunción.
-Un poco.-Respondió riendo entre dientes, aunque quizás no tal y como ella había pensado. Los años y el recorrer los extensos recovecos de el placer y todas sus maneras hacían que el bardo conociera muchas cosas, y disfrutara de la mayoría de ellas, fueran o no sus predilectas.
Su pregunta y ese tono malicioso, canto de sirena, retaba tentadoramente la despierta imaginación del trovador, no solo para que encontrase un modo de sumirlos en la bruma del placer una vez mas, si no para sorprenderla. Tenía entre sus manos algo sublime, y a su vez lleno de experiencia, con poco mas que la precaución como barrera.
La segunda vez que emergieron esa palabra de sus labios, con un cáliz mas imperioso no hicieron mas que sellar esa idea, que se figuraba claramente en sus ojos, el brillo de una ocurrencia.
Iltharion metió la mano libre en su morral y rebuscando sin fijarse, por puro tacto hasta sacar una bolsita de cuero, de esta, desató una mano el cierre, mostrando su contenido. Una raíz de aspecto pálido y formas redondeadas emergió y quedó apoyada en su regazo. Seguidamente su mano tanteó el suelo y la nieve, hasta que el filo de una de las dagas perdidas rayó una de sus falanges revelando su presencia.
El cálido liquido carmesí manchó la nieve, por suerte, el corte fue tan superficial que apenas unas gotas resbalaron por su extensión, pese a ser una herida en el dedo.
Finalmente liberó ambas manos, no por mucho tiempo. Para evitar que de impaciente escapase su compañera, dejó apoyado un codo detrás de las rodillas para limitar su movimiento.
No se demoró mas que lo justo como para pelar un pedazo de jengibre, dejando un cilindro poco menor que un dedo, con la superficie perfectamente lisa. Entonces arrojó la daga al suelo para que ella no temiese que la usara.
Con ese pequeño y breve preparativo hecho, sacó el cigarrillo de sus labios, y se inclinó sobre Eretria.-Se me ha ocurrido una gran idea.- Son una sonrisa voraz y picara le dió un mordisco suave en una de las nalgas, y se siguió inclinando hasta llegar a su sexo. Se demoró solo un instante, para que el halieto llegase a ese punto tan sensible antes que la lengua, y entonces recorrió toda su extensión con vehemencia. Recorrió todos sus pliegues, y presionó en el umbral de sus entrañas, humedeciendo cada recoveco.
Fue entonces que la varilla de jengibre tomó su lugar en ese juego, con suavidad la empujó hasta dejar esa varilla semi sumergida en sus adentros. Iltharion volvió a enderezarse y le dió una calada a su cigarrillo, de forma pausada, y con una sonrisa maliciosa. Colocó una de sus manos en la espalda para impedir que se levantase, y metió la otra por su vientre hasta llegar a sus senos, entretenido, y devorándola con la mirada mientras aguardaba a que hiciese efecto.
-Oh, eso no suena tan mal.-Respondió con una sonrisa.- Habrá que ver como quedas tu también para esas alturas.-Respondió risueño, dejando volar durante un instante la mente a esas posibilidades difusas que enmarcaban esos retos.
Esa pregunta que escapo de los labios de la elfa, y que se pintó en su mirada durante aquel instante en el que tardaba en comprender que ocurría, arrancó otra sonrisa divertida al bardo, quien no se sorprendió de dicha asunción.
-Un poco.-Respondió riendo entre dientes, aunque quizás no tal y como ella había pensado. Los años y el recorrer los extensos recovecos de el placer y todas sus maneras hacían que el bardo conociera muchas cosas, y disfrutara de la mayoría de ellas, fueran o no sus predilectas.
Su pregunta y ese tono malicioso, canto de sirena, retaba tentadoramente la despierta imaginación del trovador, no solo para que encontrase un modo de sumirlos en la bruma del placer una vez mas, si no para sorprenderla. Tenía entre sus manos algo sublime, y a su vez lleno de experiencia, con poco mas que la precaución como barrera.
La segunda vez que emergieron esa palabra de sus labios, con un cáliz mas imperioso no hicieron mas que sellar esa idea, que se figuraba claramente en sus ojos, el brillo de una ocurrencia.
Iltharion metió la mano libre en su morral y rebuscando sin fijarse, por puro tacto hasta sacar una bolsita de cuero, de esta, desató una mano el cierre, mostrando su contenido. Una raíz de aspecto pálido y formas redondeadas emergió y quedó apoyada en su regazo. Seguidamente su mano tanteó el suelo y la nieve, hasta que el filo de una de las dagas perdidas rayó una de sus falanges revelando su presencia.
El cálido liquido carmesí manchó la nieve, por suerte, el corte fue tan superficial que apenas unas gotas resbalaron por su extensión, pese a ser una herida en el dedo.
Finalmente liberó ambas manos, no por mucho tiempo. Para evitar que de impaciente escapase su compañera, dejó apoyado un codo detrás de las rodillas para limitar su movimiento.
No se demoró mas que lo justo como para pelar un pedazo de jengibre, dejando un cilindro poco menor que un dedo, con la superficie perfectamente lisa. Entonces arrojó la daga al suelo para que ella no temiese que la usara.
Con ese pequeño y breve preparativo hecho, sacó el cigarrillo de sus labios, y se inclinó sobre Eretria.-Se me ha ocurrido una gran idea.- Son una sonrisa voraz y picara le dió un mordisco suave en una de las nalgas, y se siguió inclinando hasta llegar a su sexo. Se demoró solo un instante, para que el halieto llegase a ese punto tan sensible antes que la lengua, y entonces recorrió toda su extensión con vehemencia. Recorrió todos sus pliegues, y presionó en el umbral de sus entrañas, humedeciendo cada recoveco.
Fue entonces que la varilla de jengibre tomó su lugar en ese juego, con suavidad la empujó hasta dejar esa varilla semi sumergida en sus adentros. Iltharion volvió a enderezarse y le dió una calada a su cigarrillo, de forma pausada, y con una sonrisa maliciosa. Colocó una de sus manos en la espalda para impedir que se levantase, y metió la otra por su vientre hasta llegar a sus senos, entretenido, y devorándola con la mirada mientras aguardaba a que hiciese efecto.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Estos antojos tremendos de tocarle disparan cada uno de mis sentidos, todos diluidos en suspiros esperanzadores de que seguirá tañiendo cada uno de los puntos débiles que solo él, ha podido explotar en la noche. En su regazo curvo la cintura hacia fuera, luego hacia adentro en un mareo insalubre que ni yo misma logro entender, me está empalagando con la esencia de sus dedos profundizar de poco a poco hasta que la sorpresa me asalta, la penetración tan suave se torna en una atroz que me seca las paredes de la garganta, ahogándome con mi propia saliva.
Ladeo el semblante, se estará divirtiendo con esta tortura que no llega ni de lejos a ser perfecta, me observa con una sonrisa torcida, sus función es despectiva y tan sólo se regodea hasta adormecer el raciocinio que debería revelarle en nuestra batalla personal. Lo oigo trajinar a mi espalda más no hay tiempo para tropezar con ese tipo de detalles, un segundo dedo se une a la fiesta nocturna y noto como todo mi interior quema en un encaje excitante y perturbador. El aire se escapa del entrecierro de mis dientes, resoplando en una especie de malestar sugestivo, electrizante explosión que me debilita las dos piernas y cala hondo a través de mis huesos.
De entre mis muslos una impresión cálida y densa admite que el placer sostenido por Iltharion, es demasiado bueno y ha de informar lo empapada que me tiene, así es mi cuerpo de traicionero, no puede acallar lo que siente. La deliciosa sensación continúa hurgando, el vaivén de mi pecho sobre las pieles es notable y la friolera que se acopla a mis pezones los mantiene sensibilizados. Me permití cerrar los párpados y gozar de la postura y sus ventajas, no obstante, él saca los dedos y voluble cual dinamita le contemplo desde el terreno con el ceño fruncido. Este elfo está maquinando algo y no me gusta nada lo que veo, aprieto los muslos sobre su regazo a la par que mis orbes cafés examinan sus movimientos sosegados.
En su mano blande una de las dagas y en la contigua una especie de raíz que no me transmite paz, todo lo contrario, la piel se me eriza y azorada por las locuras de este bardo, entreabro los labios. ─ ¿Qué estás haciendo, Iltharion? ─ ¿Me estás diciendo que ha preferido omitir mis jadeos y gemidos en una masturbación eminente para ponerse a tallar una puta raíz? Afilo la mirada, los brazos los alargo con la intención de tirar de la piel, a ver si hay suerte y me separo del regazo del elfo. No será así, me tiene bien cogida el cabrón.
─ Va a ser que no. ─ Negación, la idea me la huelo aunque la curiosidad siga picando, la daga la suelta y en un instante todos los músculos se me relajan. ─ Yo también sé meter cosas. ─ Le amenacé, notando la mordida en una de mis nalgas segundos después. Siseo satisfecha por cada una de las travesuras que me ofrece, las entreabre y quizá, para calmarme utiliza el vaho fogoso y una lengua maestra para distraerme y así, sin nada que pueda hacer, esto último es mentira, introduce la varilla.
El cúmulo de fruición es tal que arqueo la espalda y las caderas se me alzan por sí solas, no sé que ha metido, no lo sé, y lo noto por excelencia en lo hondo de mis pliegues. Taimado sigue fumando, cada una de sus caricias y la hambruna de su mirada me embrujan pero no será suficiente para doblegar a la dominante. Apoyo las palmas a ras de la nieve para elevarme, el brazo del elfo en mi espalda hace tope y en base a susurros, voy maldiciéndolo. La contigua y más traviesa peregrina a través de mi vientre y arriba a uno de mis pechos tímidos, es tal la delicada piel y su estado que cuando presiona, resuello, mordiéndome el labio inferior.
Engreída la varilla, azota a mi sexo con todo tipo de escozores que finalizan en cosquilleos, arde, ¿tendré el infierno en mis adentros? Cierro los muslos y me retuerzo, necesito sacarlo o no soportaré luego el ritmo. ¿He dicho ya que arde? Exhalo gran cantidad de aire y las piernas van perdiendo fuerzas, las contorsiones de mi agitado cuerpo son palpables en este maravilloso juego de luces y sombras. ─ Sácalo. ─Le insté, la ardentía crece y crece y yo siento que me volveré loca. No basta con que gimotee o jadee con la desesperación de un condenado a muerte, el gozo se aferra a mis entrañas y socava en los confines de mi ser embelesado.
Con un movimiento ágil despego una de las palmas y recorro con esta mis pechos, abdomen y por consecuente entrepierna, me costó un poco ya que está rozando los pantalones del trovador. Hecha una fiera levanto la cadera y me penetro acelerada, consiguiendo tocar la varilla con las yemas y cerciorarme de que joder, esta cosa es buenísima. Un mínimo tanteo y plañí con la satisfacción dibujada en mis ojos, sensitiva y por supuesto, asombrada.
Ladeo el semblante, se estará divirtiendo con esta tortura que no llega ni de lejos a ser perfecta, me observa con una sonrisa torcida, sus función es despectiva y tan sólo se regodea hasta adormecer el raciocinio que debería revelarle en nuestra batalla personal. Lo oigo trajinar a mi espalda más no hay tiempo para tropezar con ese tipo de detalles, un segundo dedo se une a la fiesta nocturna y noto como todo mi interior quema en un encaje excitante y perturbador. El aire se escapa del entrecierro de mis dientes, resoplando en una especie de malestar sugestivo, electrizante explosión que me debilita las dos piernas y cala hondo a través de mis huesos.
De entre mis muslos una impresión cálida y densa admite que el placer sostenido por Iltharion, es demasiado bueno y ha de informar lo empapada que me tiene, así es mi cuerpo de traicionero, no puede acallar lo que siente. La deliciosa sensación continúa hurgando, el vaivén de mi pecho sobre las pieles es notable y la friolera que se acopla a mis pezones los mantiene sensibilizados. Me permití cerrar los párpados y gozar de la postura y sus ventajas, no obstante, él saca los dedos y voluble cual dinamita le contemplo desde el terreno con el ceño fruncido. Este elfo está maquinando algo y no me gusta nada lo que veo, aprieto los muslos sobre su regazo a la par que mis orbes cafés examinan sus movimientos sosegados.
En su mano blande una de las dagas y en la contigua una especie de raíz que no me transmite paz, todo lo contrario, la piel se me eriza y azorada por las locuras de este bardo, entreabro los labios. ─ ¿Qué estás haciendo, Iltharion? ─ ¿Me estás diciendo que ha preferido omitir mis jadeos y gemidos en una masturbación eminente para ponerse a tallar una puta raíz? Afilo la mirada, los brazos los alargo con la intención de tirar de la piel, a ver si hay suerte y me separo del regazo del elfo. No será así, me tiene bien cogida el cabrón.
─ Va a ser que no. ─ Negación, la idea me la huelo aunque la curiosidad siga picando, la daga la suelta y en un instante todos los músculos se me relajan. ─ Yo también sé meter cosas. ─ Le amenacé, notando la mordida en una de mis nalgas segundos después. Siseo satisfecha por cada una de las travesuras que me ofrece, las entreabre y quizá, para calmarme utiliza el vaho fogoso y una lengua maestra para distraerme y así, sin nada que pueda hacer, esto último es mentira, introduce la varilla.
El cúmulo de fruición es tal que arqueo la espalda y las caderas se me alzan por sí solas, no sé que ha metido, no lo sé, y lo noto por excelencia en lo hondo de mis pliegues. Taimado sigue fumando, cada una de sus caricias y la hambruna de su mirada me embrujan pero no será suficiente para doblegar a la dominante. Apoyo las palmas a ras de la nieve para elevarme, el brazo del elfo en mi espalda hace tope y en base a susurros, voy maldiciéndolo. La contigua y más traviesa peregrina a través de mi vientre y arriba a uno de mis pechos tímidos, es tal la delicada piel y su estado que cuando presiona, resuello, mordiéndome el labio inferior.
Engreída la varilla, azota a mi sexo con todo tipo de escozores que finalizan en cosquilleos, arde, ¿tendré el infierno en mis adentros? Cierro los muslos y me retuerzo, necesito sacarlo o no soportaré luego el ritmo. ¿He dicho ya que arde? Exhalo gran cantidad de aire y las piernas van perdiendo fuerzas, las contorsiones de mi agitado cuerpo son palpables en este maravilloso juego de luces y sombras. ─ Sácalo. ─Le insté, la ardentía crece y crece y yo siento que me volveré loca. No basta con que gimotee o jadee con la desesperación de un condenado a muerte, el gozo se aferra a mis entrañas y socava en los confines de mi ser embelesado.
Con un movimiento ágil despego una de las palmas y recorro con esta mis pechos, abdomen y por consecuente entrepierna, me costó un poco ya que está rozando los pantalones del trovador. Hecha una fiera levanto la cadera y me penetro acelerada, consiguiendo tocar la varilla con las yemas y cerciorarme de que joder, esta cosa es buenísima. Un mínimo tanteo y plañí con la satisfacción dibujada en mis ojos, sensitiva y por supuesto, asombrada.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La desconfianza, la duda y el filo agudo de su mirada molesta mientras el bardo tallaba la raíz, no hacían mas que ensanchar su sonrisa, como si hallara en molestarla un retorcido placer que se reflejaba en su semblante.
Itharion se esto de responder a la negativa y la amenaza, sabiendo capaz de paliarlas fácilmente.
Su vano intento de separarse le obligó a contener una pequeña risa, quizás era ella muy fuerte, eso no lo dudaba, pero el seguía teniendo la posición ventajosa, y era mas grande, con la mano que la retenía en esa postura expuesta difícilmente pudiera zafarse.
La mirada celestina del hijo de los bosques contemplaba de reojo con mudo jubilo el temblor de los muslos de la muchacha, y como esta se retorcía sobre su regazo, dejando salir el vaho de su cálido aliento sobre las pieles en una humareda sana.
-Va a ser que no.-La citó ante su orden el bardo, exhalando el humo de menta lentamente mientras hablaba. Recorrió con le indice y el pulgar la forma corva y amplia del margen de uno de sus senos, para terminar presionando allí donde había mas nervios con tal de irrigarlo, pra luego escalar el mismo y tironear del pezón cuando este se erizara al máximo.
La mano en su espalda recorría la misma, guardiana dispuesta a mantenerla en el lugar si se disponía a alzarse, presionando abajo en la espalda allí donde se arqueaba cuando llegaba a esa latitud.
Los movimientos de la muchacha no le pasaron desapercibidos, y por un rato le concedió ese movimiento, solo con tal de ver esa expresión de asombro teñida de placer por todos lados, cuando logró alcanzar el pequeño juguete que había añadido a la partida.
Iltharion cerro los ojos un instante, como si al oír esos tañidos de placer se hallara disfrutando de una suave melodía que precisara de casi toda su atención.
Esa pausa fue, sin embargo, breve, y en cuestión de unos pocos segundos su mirada se hallaba nuevamente sobre la joven con ese aire divertido y pícaro, voraz y a la vez pausado que dominaba su rostro mientras seguía fumando de ese cigarrillo que ya tenía los minutos contados.
-Que escueto castigo si te dejo hacer lo que te viene en gana.-Rió entre dientes el bardo, dando una larga calada, llevando la mano de la espalda a las nalgas, amasando de buena gana.
Con la brasa ya próxima a sus labios, escupió el cigarrillo que cayó casi al lado de la fogata, y rodó hasta las mismas, consumiéndose en un instante.
Encorvó su torso hasta que sus labios quedaron en el hueco de debajo de la espalda, y recorrió ese surco hasta la nuca, marcando suavemente con la nariz y trazando ese camino con la lengua hasta llegar aquella de sus orejas que no poseía joya alguna.
El pelo, ya un poco mas seco, caía cual cascada por encima del tostado y torneado cuerpo de la joven, ocultando como una fina cortina, el mundo exterior de ellos, encerrándolos a ambos en un estrecho espacio y dotándolos de cierta intimidad ante la amplitud del bosque que los rodeaba, y los exponía a los ojos invisibles de los miles de seres de la naturaleza.
-El juego es así.-Susurró contra la misma, antes de atrapar el lóbulo con los dientes.- Si te quedas quieta, en un rato va a ser genial.- Recorrió el pabellón de la oreja con la lengua hasta morder la punta de la misma.-O, puedes seguir igual de impaciente.-Le dió un pellizcó en la nalga que amasaba con una de sus manos.-Y conseguir otra clase de castigo mas clásico.-Sentenció, plantando una nalgada con esa misma mano con moderada fuerza, lo justo para que picara un poco y sintiera la mano en ese lugar, centrada hacia abajo y al centro, para hacer que con el propio impacto y movimiento, vibrara por el golpe y se presionara la varilla de jengibre.
Iltharion había pensado en atarle las manos, pero encontraba mas divertido el hecho de ponerla a ella en una coyuntura en la que tuviese que lidiar con medirse a si misma o con la violencia que parecía que le agradaba, pero en vez de como ejecutora como victima. Por otro lado, si se quedaba quieta solo acrecentaría esa ansia y ya solo por la mera voracidad y la sensibilidad acrecentada, sería espectacular para ambos. Con las dos salía ganando.
Claro que era consciente de que ella podía intentar zafarse, pero teniendo en cuenta de que el jueguito de los castigos había sido idea de ella, y que parecía estar disfrutando lo suyo, prefería tentar a la suerte y ver por donde iban los limites de esa silfide de chocolate que tenía atrapada entre sus brazos.
Itharion se esto de responder a la negativa y la amenaza, sabiendo capaz de paliarlas fácilmente.
Su vano intento de separarse le obligó a contener una pequeña risa, quizás era ella muy fuerte, eso no lo dudaba, pero el seguía teniendo la posición ventajosa, y era mas grande, con la mano que la retenía en esa postura expuesta difícilmente pudiera zafarse.
La mirada celestina del hijo de los bosques contemplaba de reojo con mudo jubilo el temblor de los muslos de la muchacha, y como esta se retorcía sobre su regazo, dejando salir el vaho de su cálido aliento sobre las pieles en una humareda sana.
-Va a ser que no.-La citó ante su orden el bardo, exhalando el humo de menta lentamente mientras hablaba. Recorrió con le indice y el pulgar la forma corva y amplia del margen de uno de sus senos, para terminar presionando allí donde había mas nervios con tal de irrigarlo, pra luego escalar el mismo y tironear del pezón cuando este se erizara al máximo.
La mano en su espalda recorría la misma, guardiana dispuesta a mantenerla en el lugar si se disponía a alzarse, presionando abajo en la espalda allí donde se arqueaba cuando llegaba a esa latitud.
Los movimientos de la muchacha no le pasaron desapercibidos, y por un rato le concedió ese movimiento, solo con tal de ver esa expresión de asombro teñida de placer por todos lados, cuando logró alcanzar el pequeño juguete que había añadido a la partida.
Iltharion cerro los ojos un instante, como si al oír esos tañidos de placer se hallara disfrutando de una suave melodía que precisara de casi toda su atención.
Esa pausa fue, sin embargo, breve, y en cuestión de unos pocos segundos su mirada se hallaba nuevamente sobre la joven con ese aire divertido y pícaro, voraz y a la vez pausado que dominaba su rostro mientras seguía fumando de ese cigarrillo que ya tenía los minutos contados.
-Que escueto castigo si te dejo hacer lo que te viene en gana.-Rió entre dientes el bardo, dando una larga calada, llevando la mano de la espalda a las nalgas, amasando de buena gana.
Con la brasa ya próxima a sus labios, escupió el cigarrillo que cayó casi al lado de la fogata, y rodó hasta las mismas, consumiéndose en un instante.
Encorvó su torso hasta que sus labios quedaron en el hueco de debajo de la espalda, y recorrió ese surco hasta la nuca, marcando suavemente con la nariz y trazando ese camino con la lengua hasta llegar aquella de sus orejas que no poseía joya alguna.
El pelo, ya un poco mas seco, caía cual cascada por encima del tostado y torneado cuerpo de la joven, ocultando como una fina cortina, el mundo exterior de ellos, encerrándolos a ambos en un estrecho espacio y dotándolos de cierta intimidad ante la amplitud del bosque que los rodeaba, y los exponía a los ojos invisibles de los miles de seres de la naturaleza.
-El juego es así.-Susurró contra la misma, antes de atrapar el lóbulo con los dientes.- Si te quedas quieta, en un rato va a ser genial.- Recorrió el pabellón de la oreja con la lengua hasta morder la punta de la misma.-O, puedes seguir igual de impaciente.-Le dió un pellizcó en la nalga que amasaba con una de sus manos.-Y conseguir otra clase de castigo mas clásico.-Sentenció, plantando una nalgada con esa misma mano con moderada fuerza, lo justo para que picara un poco y sintiera la mano en ese lugar, centrada hacia abajo y al centro, para hacer que con el propio impacto y movimiento, vibrara por el golpe y se presionara la varilla de jengibre.
Iltharion había pensado en atarle las manos, pero encontraba mas divertido el hecho de ponerla a ella en una coyuntura en la que tuviese que lidiar con medirse a si misma o con la violencia que parecía que le agradaba, pero en vez de como ejecutora como victima. Por otro lado, si se quedaba quieta solo acrecentaría esa ansia y ya solo por la mera voracidad y la sensibilidad acrecentada, sería espectacular para ambos. Con las dos salía ganando.
Claro que era consciente de que ella podía intentar zafarse, pero teniendo en cuenta de que el jueguito de los castigos había sido idea de ella, y que parecía estar disfrutando lo suyo, prefería tentar a la suerte y ver por donde iban los limites de esa silfide de chocolate que tenía atrapada entre sus brazos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Las sonrisas del elfo no son más que falacias encubiertas, migajas de bravatas que sustentan un deseo ajeno a base de recordatorios atroces en mis pezones, pellizcos que saben amargos y estrujes que me retuercen por dentro. Se supone que existe un cielo al que nunca se llega, bien, pues ese cielo ya lo he sobrepasado dos veces y voy a por el tercero guiada de la mano de Iltharion, por esos ojos desfogados y lo diestro que se muestra al recorrer esta silueta morena. Cada roce que en antaño gustaba, pero nada más allá de eso, han vencido lo imposible, quitando de lleno cualquier preocupación y viéndome partícipe de algo nuevo, fresco y que grita por ser explorado. Y ahí voy yo, a explorar hasta que el cuerpo me diga basta.
De mi boca se precipitan todo tipo de exhalos airados, el lecho era frío, actualmente crepita como la lumbre de la fogata en contra de una piel sensitiva y martirizada por la impaciencia. El elfo se niega y desde las paredes de mi garganta un buen resoplido emerge, aumenta la ansiedad con sus menesteres viles y de manera inevitable, sigo tocando el principio de la varilla de jengibre, no me atrevo a moverla porque sé, por todos los ancestros, sé que si la muevo sufriré de un abastecimiento de placer que dejará muda toda determinación que guardo con ahínco y debería destapar cual caja de pandora. Siseé cabizbaja, su voz llega a mis orejas enrojecidas con un tono altivo, enaltecido por llevar las riendas en este tercer encuentro.
Apunto de entreabrir los labios y soltarle un repertorio de insultos me hallo, pero esa palma traicionera que llega a mi nalga me inquieta, profiriendo un respingo cuando la amasa y deja una huella que quema. En un apuro por parte de los dos, insiste en que no es suficiente y con cada roce me enloquece. Sube por mi columna con esa nariz fría asociada a una lengua sedienta por saber a que me sabe la piel, trillo con los colmillos la carne interna de mi boca para no rezongar de buena gana, sin embargo, todo control se difumina con el contacto recreado, un susurro que me parte en pedazos hasta jadear con esa intranquilidad de que le quiero dentro, y no pasará todavía.
─ Ya se siente genial. ─ Murmuré apresurada, las cuerdas vocales me fallan y el gozo impregna cada vocal y letra. ─ ¿Y sabes qué? ─ Quería seguir, pero esa mordida... Ese pellizco y como no, la nalgada que resuena en el campamento y en mi cabeza, es tan placentera que callo de golpe, cierro los párpados y la mano que insistía en seguir en medio de mis muslos la aparto. No te veo haciendo nada para apagar el fuego pensé, que equivocada estuve. La fiereza con la que cerraba una pierna con otra desaparece, débil y con un regusto anticipado recorrerme las entrañas, nada mitiga la desesperación de ansiar una penetración y que ese juguete maligno salga de mi sexo dolorido, duele porque no está siendo complacido.
Con una entrada quejosa lo ojeo de soslayo, está jugando con una mujer que no conoce y si él tuvo la suerte de encontrar una de las dagas yo también la tendré, más no me nace la necesidad de ser cruel, porque esto me gusta, me excita y me pone como una moto en general. Cuidadosa o más bien, sin muchas fuerzas en las extremidades me restriego en contra de sus piernas, descendiendo hasta tomar lugar en su regazo boca arriba, en ese hueco que crea meto el trasero y la espalda la recuesto en uno de sus muslos. Sigo teniendo los tobillos amarrados y con cada trajineo para situarme sobre él, fue un infierno. ─ Tócame. ─ Le exigí con los luceros abrillantados, un fulgor eternizado en sentimientos absortos. Una de mis palmas se aferran a esa camisa entreabierta y lo fuerzo a encovarse en frente mía. Tal conexión tibia que me incita a devorar cada parte que lo compone, como esos labios sin un cigarro que estorbe. ─ Necesito que me toques. ─ No es un ruego, es una amenaza porque si no lo hace, desatará al mismísimo diablo.
Aprieto la tela que tapa sus hombros, y la mano más próxima a su ropa, la adentro en ese pantalón abierto para apretarle el paquete con brío, sobresaltándolo. La varilla me tiene enfurecida a la par de nerviosa, no hay frío que apalee a este fuego que en vez de ponerse un límite, se agranda con el pasar de los minutos. Es horrible, y no me basta con retorcerme, gemir o tiritar, no sé como lidiar con tanto placer si no es acariciándome los puntos débiles o que Iltharion sea el que me contente, más no le veo muy animado. Un segundo apretón viene en camino, este más suavizado y no porque lo haya deseado así. ─ O juro por esos ancestros que compartimos, que me soltaré y te haré barbaridades bajo la luna. ─ Respiro entrecortada, mis pómulos se tornan carmesíes y la saliva que se congrega en una de mis comisuras, la retiro con la punta de la lengua.
De mi boca se precipitan todo tipo de exhalos airados, el lecho era frío, actualmente crepita como la lumbre de la fogata en contra de una piel sensitiva y martirizada por la impaciencia. El elfo se niega y desde las paredes de mi garganta un buen resoplido emerge, aumenta la ansiedad con sus menesteres viles y de manera inevitable, sigo tocando el principio de la varilla de jengibre, no me atrevo a moverla porque sé, por todos los ancestros, sé que si la muevo sufriré de un abastecimiento de placer que dejará muda toda determinación que guardo con ahínco y debería destapar cual caja de pandora. Siseé cabizbaja, su voz llega a mis orejas enrojecidas con un tono altivo, enaltecido por llevar las riendas en este tercer encuentro.
Apunto de entreabrir los labios y soltarle un repertorio de insultos me hallo, pero esa palma traicionera que llega a mi nalga me inquieta, profiriendo un respingo cuando la amasa y deja una huella que quema. En un apuro por parte de los dos, insiste en que no es suficiente y con cada roce me enloquece. Sube por mi columna con esa nariz fría asociada a una lengua sedienta por saber a que me sabe la piel, trillo con los colmillos la carne interna de mi boca para no rezongar de buena gana, sin embargo, todo control se difumina con el contacto recreado, un susurro que me parte en pedazos hasta jadear con esa intranquilidad de que le quiero dentro, y no pasará todavía.
─ Ya se siente genial. ─ Murmuré apresurada, las cuerdas vocales me fallan y el gozo impregna cada vocal y letra. ─ ¿Y sabes qué? ─ Quería seguir, pero esa mordida... Ese pellizco y como no, la nalgada que resuena en el campamento y en mi cabeza, es tan placentera que callo de golpe, cierro los párpados y la mano que insistía en seguir en medio de mis muslos la aparto. No te veo haciendo nada para apagar el fuego pensé, que equivocada estuve. La fiereza con la que cerraba una pierna con otra desaparece, débil y con un regusto anticipado recorrerme las entrañas, nada mitiga la desesperación de ansiar una penetración y que ese juguete maligno salga de mi sexo dolorido, duele porque no está siendo complacido.
Con una entrada quejosa lo ojeo de soslayo, está jugando con una mujer que no conoce y si él tuvo la suerte de encontrar una de las dagas yo también la tendré, más no me nace la necesidad de ser cruel, porque esto me gusta, me excita y me pone como una moto en general. Cuidadosa o más bien, sin muchas fuerzas en las extremidades me restriego en contra de sus piernas, descendiendo hasta tomar lugar en su regazo boca arriba, en ese hueco que crea meto el trasero y la espalda la recuesto en uno de sus muslos. Sigo teniendo los tobillos amarrados y con cada trajineo para situarme sobre él, fue un infierno. ─ Tócame. ─ Le exigí con los luceros abrillantados, un fulgor eternizado en sentimientos absortos. Una de mis palmas se aferran a esa camisa entreabierta y lo fuerzo a encovarse en frente mía. Tal conexión tibia que me incita a devorar cada parte que lo compone, como esos labios sin un cigarro que estorbe. ─ Necesito que me toques. ─ No es un ruego, es una amenaza porque si no lo hace, desatará al mismísimo diablo.
Aprieto la tela que tapa sus hombros, y la mano más próxima a su ropa, la adentro en ese pantalón abierto para apretarle el paquete con brío, sobresaltándolo. La varilla me tiene enfurecida a la par de nerviosa, no hay frío que apalee a este fuego que en vez de ponerse un límite, se agranda con el pasar de los minutos. Es horrible, y no me basta con retorcerme, gemir o tiritar, no sé como lidiar con tanto placer si no es acariciándome los puntos débiles o que Iltharion sea el que me contente, más no le veo muy animado. Un segundo apretón viene en camino, este más suavizado y no porque lo haya deseado así. ─ O juro por esos ancestros que compartimos, que me soltaré y te haré barbaridades bajo la luna. ─ Respiro entrecortada, mis pómulos se tornan carmesíes y la saliva que se congrega en una de mis comisuras, la retiro con la punta de la lengua.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Aquel pequeño atisbo de obediencia fue la chispa que reavivo el incendio, combustible del elfo.
-¿Que?.-Pregunto con falsa ingenuidad mal fingida, porque su voz volvió a teñirse de la ronquez de la excitación, de saberse artífice de muchas cosas, y del anticipo a las delicias que le aguardaba el futuro mas inmediato.
Con los ojos entornados contempló sin dejar de manosear su cuerpo, como la joven se retorcía hasta tenerle de frente, y se acomodaba dificultosamente en su regazo. Claro y sin nada que lo ocultara se reflejaba en sus ojos el disfrute del sujeto en verla pasar por ese tormento, semi atada y sin fuerzas, y presa de esa tortura que era agonía y deleite al mismo tiempo.
Su sonrisa se ensancho con un aire cruel ante la primera exigencia, como si no tuviese la mas mínima intención de obedecer sus mandatos, y saboreara cada una de sus amenazas como miel.
Iltharion se dejó inclinar sobre ella. Presionó contra si y entre los dedos aquel seno que era su prisionero desde ya hacía un rato, y exploró una vez mas las delicias que ocultaban sus labios, sumergiéndose en esa apasionada y deliciosa contienda que suponía intentar robarle el aliento a su compañera. Un respingo sobresaltó al trovador cuando la joven aferró su miembro erecto.
-Casi parece que estés intentando convencerme de lo contrario.-Susurró entre contra sus labios el trovador, apartando la mano de las posaderas de la muchacha, hasta los muslos,a ascendiendo por los mismos con esa lentitud que solo hacía que ensanchar su sonrisa. Parecía que encontraba alguna clase de placer en desesperarla, y no se molestaba en ocultarlo lo mas mínimo.
Su mano se pasó de largo, fue por un costado y se desvió hacia el vientre, y finalmente sus dedos bajaron traviesos hacia ese punto sensible y oculto con el que jugueteó pausadamente.
Aquella concesión tampoco duró demasiado. Iltharion apartó un poco el rostro para tomar el aire, tomó a la joven de la espalda y el costado, y uso ese instante para alzarse sobre sus propias rodillas, con cuidado al dejarla sobre el suelo para que no le tirara del instrumento.
Procuró por lo menos que sus rodillas quedaran dobladas separandola del piso, y para asegurar lo mismo, se mantuvo con la espalda de ella contra su pecho. Iltharion no tenía especial fuerza, pero cuando se trataba de moverla, siempre tomaba de puntos claves, o presionaba algunos nervios para que el cuerpo de su compañera obedeciera a sus intenciones.
El hijo de los bosques no se preocupó por si la joven intentaba sostener su peso con las manos para terminar a gachas, o apoyaba su rostro sobre la piel que cubría el suelo como si de tratara de una almohada. Mando una de sus manso a los brazos de ella, para retener ambos, o por lo menos uno contra el suelo, y tenerla prisionera. Y la otra, la hizo bajar hacia el sexo de ella una vez mas, bajando esta vez hacia la varilla, que hizo girar circularmente un par de veces antes de retirarla por completo.
Con el jengibre fuera de juego fue otra cosa la que apoyó contra su sexo. recorrió su extensión con el bálano y presionó suavemente, asiéndola con la mano de la cadera para que no presionara mas de la cuenta, y no sesgara esa lentitud con la que empezó a sumergirse y salir sin apenas haberse zambullido en sus adentros.
Un poco por seguir con esa tortuosa jugarreta que lo encendía, de sacarla de quicio, y un poco para no lastimarla tras la sensibilización de la varilla.
Con cuidado y parsimonia, iltharion se adentraba y salia, cada vez llegando mas a dentro, dejandoles sentir a ambos cada pequeña fricción de sus cuerpos, y sin contener los suspiros de placer y alivio cada vez que ganaba terreno para si mismo.
El agarre de la mano era casi febril, tembloroso por el propio control que se exigía en aquello, y, cuando finalmente se sumergió por completo, un resoplido de gusto y victoria emergió de su garganta.
Aunque en menos medida, el tambien sentía sobre si el efecto de la planta, los restos que enardecían su piel, y lle hacían palpitar con deseo, y hacían que, cuando empezó de nuevo a moverse, embistiéndola desde la base hasta casi emerger por completo, ser lento fuera una proeza, pero a su vez se sintiera tan intenso que valiera la pena todo el esfuerzo.
-¿Que?.-Pregunto con falsa ingenuidad mal fingida, porque su voz volvió a teñirse de la ronquez de la excitación, de saberse artífice de muchas cosas, y del anticipo a las delicias que le aguardaba el futuro mas inmediato.
Con los ojos entornados contempló sin dejar de manosear su cuerpo, como la joven se retorcía hasta tenerle de frente, y se acomodaba dificultosamente en su regazo. Claro y sin nada que lo ocultara se reflejaba en sus ojos el disfrute del sujeto en verla pasar por ese tormento, semi atada y sin fuerzas, y presa de esa tortura que era agonía y deleite al mismo tiempo.
Su sonrisa se ensancho con un aire cruel ante la primera exigencia, como si no tuviese la mas mínima intención de obedecer sus mandatos, y saboreara cada una de sus amenazas como miel.
Iltharion se dejó inclinar sobre ella. Presionó contra si y entre los dedos aquel seno que era su prisionero desde ya hacía un rato, y exploró una vez mas las delicias que ocultaban sus labios, sumergiéndose en esa apasionada y deliciosa contienda que suponía intentar robarle el aliento a su compañera. Un respingo sobresaltó al trovador cuando la joven aferró su miembro erecto.
-Casi parece que estés intentando convencerme de lo contrario.-Susurró entre contra sus labios el trovador, apartando la mano de las posaderas de la muchacha, hasta los muslos,a ascendiendo por los mismos con esa lentitud que solo hacía que ensanchar su sonrisa. Parecía que encontraba alguna clase de placer en desesperarla, y no se molestaba en ocultarlo lo mas mínimo.
Su mano se pasó de largo, fue por un costado y se desvió hacia el vientre, y finalmente sus dedos bajaron traviesos hacia ese punto sensible y oculto con el que jugueteó pausadamente.
Aquella concesión tampoco duró demasiado. Iltharion apartó un poco el rostro para tomar el aire, tomó a la joven de la espalda y el costado, y uso ese instante para alzarse sobre sus propias rodillas, con cuidado al dejarla sobre el suelo para que no le tirara del instrumento.
Procuró por lo menos que sus rodillas quedaran dobladas separandola del piso, y para asegurar lo mismo, se mantuvo con la espalda de ella contra su pecho. Iltharion no tenía especial fuerza, pero cuando se trataba de moverla, siempre tomaba de puntos claves, o presionaba algunos nervios para que el cuerpo de su compañera obedeciera a sus intenciones.
El hijo de los bosques no se preocupó por si la joven intentaba sostener su peso con las manos para terminar a gachas, o apoyaba su rostro sobre la piel que cubría el suelo como si de tratara de una almohada. Mando una de sus manso a los brazos de ella, para retener ambos, o por lo menos uno contra el suelo, y tenerla prisionera. Y la otra, la hizo bajar hacia el sexo de ella una vez mas, bajando esta vez hacia la varilla, que hizo girar circularmente un par de veces antes de retirarla por completo.
Con el jengibre fuera de juego fue otra cosa la que apoyó contra su sexo. recorrió su extensión con el bálano y presionó suavemente, asiéndola con la mano de la cadera para que no presionara mas de la cuenta, y no sesgara esa lentitud con la que empezó a sumergirse y salir sin apenas haberse zambullido en sus adentros.
Un poco por seguir con esa tortuosa jugarreta que lo encendía, de sacarla de quicio, y un poco para no lastimarla tras la sensibilización de la varilla.
Con cuidado y parsimonia, iltharion se adentraba y salia, cada vez llegando mas a dentro, dejandoles sentir a ambos cada pequeña fricción de sus cuerpos, y sin contener los suspiros de placer y alivio cada vez que ganaba terreno para si mismo.
El agarre de la mano era casi febril, tembloroso por el propio control que se exigía en aquello, y, cuando finalmente se sumergió por completo, un resoplido de gusto y victoria emergió de su garganta.
Aunque en menos medida, el tambien sentía sobre si el efecto de la planta, los restos que enardecían su piel, y lle hacían palpitar con deseo, y hacían que, cuando empezó de nuevo a moverse, embistiéndola desde la base hasta casi emerger por completo, ser lento fuera una proeza, pero a su vez se sintiera tan intenso que valiera la pena todo el esfuerzo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
La intensidad unificada a la humedad de nuestras lenguas al jugar me sacan una serie de jadeos en post de algún que otro mordisco, su boca mentolada actúa como adicción de la cual no tengo escapatoria y disfruto, la rigidez de cada pezón, excitados por los tanteos del elfo aumentan una ansiedad que no contengo por mucho que quiera. Me habla y no le oigo, prisionera de sus encantos y caricias desertoras. Aprieto los cinco dedos alrededor de la tela para que no se aleje y el fuego avive todo lo posible en cada apasionado beso, su miembro hinchado quema en contra de mi palma fría, lo froto y los resuellos se me atoran en la garganta al percibir sus yemas en contra de mi sexo sediento de gozo. Cual deber para subsistir, tomo una gran bocanada de aire y por instinto inflo el pecho de manera repentina, soltándolo abrupta tras arquear la espalda en su regazo.
Soy suya, nada importa y sin palabras que lo nieguen me dejo guiar por el trovador, la postura cambia y en un instante me veo con las rodillas hincadas en la nieve, los codos los sitúo sobre la piel enrevesada con una sonrisa plácida surcar las llanuras de mi boca rubí. Odio estar atada, no obstante separo las rodillas cuanto puedo y espero el siguiente movimiento, agarra uno de mis brazos como si fuese a escapar ahora, que lo deseo con locura, río entre dientes y lo observo con dificultad. ─ No me iré a ninguna parte. ─ Mentí, si no fuese por la raíz de jengibre no sería mujer, sino una amazonas con ansias de montarlo nuevamente. Las orbes las entrecierro, temerosa de esa mano que se dirige a mi entrepierna empapada y desconsolada. Tal es el placer que no me lo creo, el cuerpo me pesa endiablado y las palmas las cierro hasta hacerme daño con las uñas.
Las circunferencias en mi interior seguidas de los dedos de Iltharion cobijan un anhelo tremendo y un deliro a la pasión, presiono los pechos contra el lecho y las nalgas las alzo, endureciéndolas por inercia. Entonces, mi cuerpo destila una esencia que me desgarra cuando la varilla se marcha, excitándome tanto que en un grito sordo cumplo con ese sueño donde la inquietud desaparece y noto como las piernas se tambalean ante un orgasmo sublime. No hubo tiempo de descanso y aún con las convulsiones presentes su falo roza la entrada de mi recoveco aún sin remendar, no está preparado y lo denoto con un quejido novedoso, no me atrevo a mirarle porque seguramente, esté riéndose.
Despacio se hunde dentro mía y navega por esa intimidad secreta, con el corazón palpitando desquiciado de este no parar insano escondo mi rostro gracias al cabello. Roza suavemente las paredes inferiores, delinea y calma con sigilo mis temores de volver a correrme primero que él, intento respirar pero es imposible y sin excusas a las que atenerme vibro fundida en un torrente tibio que rompe con el ritmo anterior. Por fin dentro, entero y con ese cosquilleo proveniente del efecto de la raíz, contraigo cada músculo e incluso cierro las piernas para que las entradas sean mucho más dificultosas. Los delirios son fantásticos, por eso mismo trato de involucrarme en el ritmo al alzar la espalda, alargar los brazos para despegarme de la nieve y quedar a cuatro perfectamente, el elfo se divierte sujeto a mis caderas con esos empujes que me hacen gruñir de verdad en una poesía erótica engendrada cada vez que respiramos o rugimos de placer.
Nunca antes me había sentido así ni me palpitaba tanto la entrepierna, cegada por una ardentía y un escozor digno de maldecir humedezco mis labios sin tener la maestría de distinguir si va lento o rudo, todas las embestidas saben a gloria y dejan un regusto exquisito que no desaparecerán en un tiempo. Le llamé varias veces y su nombre en mi boca es un ajuste perfecto entre este fuego divino. Decisiva y combatiente ladeo el rostro para observarle darme desde atrás, saturada en alientos y ahogada por suspiros que embriagan hasta volver mi mente en una laguna blanca, cautiva por todos esos envites y a la sensibilidad que en vez de ensanchar, estrecha con tiranía.
Soy suya, nada importa y sin palabras que lo nieguen me dejo guiar por el trovador, la postura cambia y en un instante me veo con las rodillas hincadas en la nieve, los codos los sitúo sobre la piel enrevesada con una sonrisa plácida surcar las llanuras de mi boca rubí. Odio estar atada, no obstante separo las rodillas cuanto puedo y espero el siguiente movimiento, agarra uno de mis brazos como si fuese a escapar ahora, que lo deseo con locura, río entre dientes y lo observo con dificultad. ─ No me iré a ninguna parte. ─ Mentí, si no fuese por la raíz de jengibre no sería mujer, sino una amazonas con ansias de montarlo nuevamente. Las orbes las entrecierro, temerosa de esa mano que se dirige a mi entrepierna empapada y desconsolada. Tal es el placer que no me lo creo, el cuerpo me pesa endiablado y las palmas las cierro hasta hacerme daño con las uñas.
Las circunferencias en mi interior seguidas de los dedos de Iltharion cobijan un anhelo tremendo y un deliro a la pasión, presiono los pechos contra el lecho y las nalgas las alzo, endureciéndolas por inercia. Entonces, mi cuerpo destila una esencia que me desgarra cuando la varilla se marcha, excitándome tanto que en un grito sordo cumplo con ese sueño donde la inquietud desaparece y noto como las piernas se tambalean ante un orgasmo sublime. No hubo tiempo de descanso y aún con las convulsiones presentes su falo roza la entrada de mi recoveco aún sin remendar, no está preparado y lo denoto con un quejido novedoso, no me atrevo a mirarle porque seguramente, esté riéndose.
Despacio se hunde dentro mía y navega por esa intimidad secreta, con el corazón palpitando desquiciado de este no parar insano escondo mi rostro gracias al cabello. Roza suavemente las paredes inferiores, delinea y calma con sigilo mis temores de volver a correrme primero que él, intento respirar pero es imposible y sin excusas a las que atenerme vibro fundida en un torrente tibio que rompe con el ritmo anterior. Por fin dentro, entero y con ese cosquilleo proveniente del efecto de la raíz, contraigo cada músculo e incluso cierro las piernas para que las entradas sean mucho más dificultosas. Los delirios son fantásticos, por eso mismo trato de involucrarme en el ritmo al alzar la espalda, alargar los brazos para despegarme de la nieve y quedar a cuatro perfectamente, el elfo se divierte sujeto a mis caderas con esos empujes que me hacen gruñir de verdad en una poesía erótica engendrada cada vez que respiramos o rugimos de placer.
Nunca antes me había sentido así ni me palpitaba tanto la entrepierna, cegada por una ardentía y un escozor digno de maldecir humedezco mis labios sin tener la maestría de distinguir si va lento o rudo, todas las embestidas saben a gloria y dejan un regusto exquisito que no desaparecerán en un tiempo. Le llamé varias veces y su nombre en mi boca es un ajuste perfecto entre este fuego divino. Decisiva y combatiente ladeo el rostro para observarle darme desde atrás, saturada en alientos y ahogada por suspiros que embriagan hasta volver mi mente en una laguna blanca, cautiva por todos esos envites y a la sensibilidad que en vez de ensanchar, estrecha con tiranía.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Aquel éxtasis febril y escueto que se presenció en el cuerpo de la muchacha, en lo que para el bardo aun era solo una tregua, ni le pasó desprevenido, ni le resultó indiferente, y con una sonrisa de triunfo ufana le hizo buscar sus obres mientras se apoyaba en su cuerpo.
Una risa corta, y escueta escapò de entre sus dientes al no poder verla, casi como si lo leyera y le rehuyera durante un momento, a el y a su mirada que no dejaba pasar un solo detalle, como si quisiera grabar todo aquello, cada sonido, cada esto aroma y cada temblor que sacudía sus cuerpos en el interior de su retina.
Si la presión había sido mucho a ratos en las anteriores veces, no tenía nada que ver con el ahora que vivía el trovador en ese momento. Aquella sublime opresión con el que lograba aferrarlo ella, y que hacían que el roce de sus pieles al moverse fuera extremo, enloquecedor, y fluido al mismo tiempo, fruto de la humedad que rebalsaba de la unión entre ellos.
-Eretria.-Exhaló finalmente el trovador, con la voz rasgada del placer, y llena de devoción por la insana locura en la que se sumergía cada vez que movía las caderas. Inclinándose una vez mas para recorrer su espalda con los labios, mientras plantaba cada pocos besos su nombre, aquel que finalmente conocía y podía clamar en los arrebatos en los que se ansiaban el uno al otro.-Cada parte de ti me enloquece.-Proclamó el trovador, hincandole el diente en el hueco entre los hombros y el cuello, antes de volver a erguirse.
La tentación de unir cada ápice de peil de sus cuerpos era mucha, pero el placer y al excitación de erguirse sobre ella, de contemplar la voluptuosa geografía de su cuerpo estremecerse, y de alzarse con cierto dominio sobre una mujer como ella era a ratos mas poderosa.
Iltharion empezó a embestir mas fuerte, y finalmente, progresivamente con mas brío, sabiéndose que su condición de hombre le permitiría, por ser esta la tercera, sobreponerse al placer y aguantar mas de esa febril delirio que tarde o temprano haría convulsionar sus cuerpos.
Y aun y con todo aquello, la elfa no se ceñía entorno a su cuerpo, si no que parecía no tener limite en cuanto podía prensarle en sus adentros, y arrancarle quejidos de gozo y sorpresa.
El trovador seguía con una mano firme en su cadera que la asía con fuerza para que el choque de sus cuerpos, sonoro y violento, no cesara en brío ni nervio. La otra mano, paseó durante un tiempo por su espalda, pro los muslos, obligó a inclinar su cuerpo para agarrarle los senos y al erguirse, bajó por el vientre para asediar una vez mas su sexo. Si el trovador no abarcaba mas, era porque la naturaleza no le había concedido de mas extremidades, pero sus atenciones eran tan dedicadas, que de haber poseído ocho brazos, los habría mantenido a todos ocupados y aun le habrían faltado otros mas.
Una risa corta, y escueta escapò de entre sus dientes al no poder verla, casi como si lo leyera y le rehuyera durante un momento, a el y a su mirada que no dejaba pasar un solo detalle, como si quisiera grabar todo aquello, cada sonido, cada esto aroma y cada temblor que sacudía sus cuerpos en el interior de su retina.
Si la presión había sido mucho a ratos en las anteriores veces, no tenía nada que ver con el ahora que vivía el trovador en ese momento. Aquella sublime opresión con el que lograba aferrarlo ella, y que hacían que el roce de sus pieles al moverse fuera extremo, enloquecedor, y fluido al mismo tiempo, fruto de la humedad que rebalsaba de la unión entre ellos.
-Eretria.-Exhaló finalmente el trovador, con la voz rasgada del placer, y llena de devoción por la insana locura en la que se sumergía cada vez que movía las caderas. Inclinándose una vez mas para recorrer su espalda con los labios, mientras plantaba cada pocos besos su nombre, aquel que finalmente conocía y podía clamar en los arrebatos en los que se ansiaban el uno al otro.-Cada parte de ti me enloquece.-Proclamó el trovador, hincandole el diente en el hueco entre los hombros y el cuello, antes de volver a erguirse.
La tentación de unir cada ápice de peil de sus cuerpos era mucha, pero el placer y al excitación de erguirse sobre ella, de contemplar la voluptuosa geografía de su cuerpo estremecerse, y de alzarse con cierto dominio sobre una mujer como ella era a ratos mas poderosa.
Iltharion empezó a embestir mas fuerte, y finalmente, progresivamente con mas brío, sabiéndose que su condición de hombre le permitiría, por ser esta la tercera, sobreponerse al placer y aguantar mas de esa febril delirio que tarde o temprano haría convulsionar sus cuerpos.
Y aun y con todo aquello, la elfa no se ceñía entorno a su cuerpo, si no que parecía no tener limite en cuanto podía prensarle en sus adentros, y arrancarle quejidos de gozo y sorpresa.
El trovador seguía con una mano firme en su cadera que la asía con fuerza para que el choque de sus cuerpos, sonoro y violento, no cesara en brío ni nervio. La otra mano, paseó durante un tiempo por su espalda, pro los muslos, obligó a inclinar su cuerpo para agarrarle los senos y al erguirse, bajó por el vientre para asediar una vez mas su sexo. Si el trovador no abarcaba mas, era porque la naturaleza no le había concedido de mas extremidades, pero sus atenciones eran tan dedicadas, que de haber poseído ocho brazos, los habría mantenido a todos ocupados y aun le habrían faltado otros mas.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Torcí los labios ante las risitas macabras que llegaban desde la cima de un cuerpo martirizado por todo tipo de delicias, contengo un largo gemido y con gran cantidad de desprecio repaso las facciones del elfo, inmisericorde y atraído por un vaivén agresivo profundiza hasta arribar a un límite que me hace oscilar con las piernas aún juntas, amarradas y con los músculos tensados. Dominada por un impulso que me transporta al hedonismo y que se presenta como esas manos anchas ajustadas a mi cintura, una presión amoldada por cada penetración embustera capaz de arrancarme jadeos y algún que otro gruñido gutural en pleno apogeo, me llama por mi nombre real que con cada vocal y letra se unen en una línea divisoria confabulada en mi contra.
El corazón late insistente y después de tantas décadas, el calor impregnado en el nombre de Eretria hace que lo desee, que me humedezca los labios y encaprichada, quiera tenerlos sobre mi boca de lava, ardiente como las llamas y acogedora cual atardecer. ─ No uses ese nombre. ─ Dejé caer en un murmuro que sostengo con esfuerzo, sus quehaceres en contra de mi piel son tan excitantes que arqueo con suavidad la espalda con tal de huir de un calor que quema, la locución por parte del trovador en vez de hacerme reír, me hizo estremecer de pasión, entregada a que todo fluya placenteramente con una respiración transformada en deliciosos sonidos que me chiflan.
Muerde en el hueco adherido de mi cuello y hombro, disfrutando de una dermis erizada a la par de aterciopelada que pide a gritos atención de todo tipo. Aprieto el tejido animal con brío para no perder equilibrio cuando la contraria se eleva en busca de la melena del elfo, mientras muerde yo lo apego a mi cuerpo desnudo prestada a la implacable fuerza con la que arremete en mis adentros que continúan insatisfecho, hay hambre e inevitable busco el contacto cálido, vertiente que despedaza pero de igual manera es adictivo, insaciable aún cuando no resisto con las rodillas erguidas sobre la nieve. ─ Estás siendo injusto. ─ Insté apretándole, no le dejaré ir y seguiré succionando cuanto sea posible.
Rígido a mis nalgas, inicia un tocamiento que me envuelve en un túmulo de brisas y designios, los muslos me tiemblan, los pezones endurecidos repudian el contacto de sus juguetones dedos, preparados para todo tipo de castigos cuando por asombro, desciende por el vientre y toma cual premio jaez el botón íntimo que experto frota en pleno polvo concomitante y lascivo. Rujo con el pecho latiéndome, el deseo aumenta y no soporto más la ausencia de sus labios o la lejanía entre nuestros cuerpos. En un movimiento veloz aferro una de las palmas del bardo que seguían en mi cintura, la aparto con rudeza e inquieta de necesidad volteo mi silueta hasta quedar sentada sobre lo níveo y con él fuera. ─ Si vas a seguir follándome, al menos, hazlo bien. ─ Con un malhumor manifestado y un cansancio que no pasa desapercibido me libero los tobillos.
Podría haber saltado sobre él para saciar a mi modo las ansias que hierven en este calderón de sensaciones, rodear su cuello y obligarle a ceder para ser yo nuevamente quien lo monte. Pero la reacción no sería tortuosa para él ni satisfactoria para mi que lo prefiero encima. Con sabor a excitación abro mis piernas sin ataduras, mostrándole curvas pronunciadas, atrayentes y que provocan con desesperación. ─ Ven. ─ Pronuncié tras estirar mi brazo más cercano al elfo, en señal de invitación a nuevamente todo tipo de penetraciones y sonidos guturales. Frustrada por los efectos de la raíz le doy segundos contados antes de ser yo misma quien tire de él para tenerle encima, con las piernas le rodeo la cintura a la par que una de mis palmas alcanza su nuca, forzándole a descender para llegar a su boca que me encargo de repasar y hacer mía.
El corazón late insistente y después de tantas décadas, el calor impregnado en el nombre de Eretria hace que lo desee, que me humedezca los labios y encaprichada, quiera tenerlos sobre mi boca de lava, ardiente como las llamas y acogedora cual atardecer. ─ No uses ese nombre. ─ Dejé caer en un murmuro que sostengo con esfuerzo, sus quehaceres en contra de mi piel son tan excitantes que arqueo con suavidad la espalda con tal de huir de un calor que quema, la locución por parte del trovador en vez de hacerme reír, me hizo estremecer de pasión, entregada a que todo fluya placenteramente con una respiración transformada en deliciosos sonidos que me chiflan.
Muerde en el hueco adherido de mi cuello y hombro, disfrutando de una dermis erizada a la par de aterciopelada que pide a gritos atención de todo tipo. Aprieto el tejido animal con brío para no perder equilibrio cuando la contraria se eleva en busca de la melena del elfo, mientras muerde yo lo apego a mi cuerpo desnudo prestada a la implacable fuerza con la que arremete en mis adentros que continúan insatisfecho, hay hambre e inevitable busco el contacto cálido, vertiente que despedaza pero de igual manera es adictivo, insaciable aún cuando no resisto con las rodillas erguidas sobre la nieve. ─ Estás siendo injusto. ─ Insté apretándole, no le dejaré ir y seguiré succionando cuanto sea posible.
Rígido a mis nalgas, inicia un tocamiento que me envuelve en un túmulo de brisas y designios, los muslos me tiemblan, los pezones endurecidos repudian el contacto de sus juguetones dedos, preparados para todo tipo de castigos cuando por asombro, desciende por el vientre y toma cual premio jaez el botón íntimo que experto frota en pleno polvo concomitante y lascivo. Rujo con el pecho latiéndome, el deseo aumenta y no soporto más la ausencia de sus labios o la lejanía entre nuestros cuerpos. En un movimiento veloz aferro una de las palmas del bardo que seguían en mi cintura, la aparto con rudeza e inquieta de necesidad volteo mi silueta hasta quedar sentada sobre lo níveo y con él fuera. ─ Si vas a seguir follándome, al menos, hazlo bien. ─ Con un malhumor manifestado y un cansancio que no pasa desapercibido me libero los tobillos.
Podría haber saltado sobre él para saciar a mi modo las ansias que hierven en este calderón de sensaciones, rodear su cuello y obligarle a ceder para ser yo nuevamente quien lo monte. Pero la reacción no sería tortuosa para él ni satisfactoria para mi que lo prefiero encima. Con sabor a excitación abro mis piernas sin ataduras, mostrándole curvas pronunciadas, atrayentes y que provocan con desesperación. ─ Ven. ─ Pronuncié tras estirar mi brazo más cercano al elfo, en señal de invitación a nuevamente todo tipo de penetraciones y sonidos guturales. Frustrada por los efectos de la raíz le doy segundos contados antes de ser yo misma quien tire de él para tenerle encima, con las piernas le rodeo la cintura a la par que una de mis palmas alcanza su nuca, forzándole a descender para llegar a su boca que me encargo de repasar y hacer mía.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion no se sorprendió de aquella prohibición que ya imaginaba, pronosticada por el hecho de que le hubiera propiciado un titulo en vez de un nombre cuando por primera vez se habían presentado el uno al otro.
-Ese nombre es el tuyo.-Se limitó a responder el elfo, entre jadeos quedos de gusto, y ahogando su voz y su aliento sobre la piel erizado del cuello.-No te llamaré de otra forma que esa.- Había un tinte serio en la voz del bardo. Un poco por capricho, y un poco por respeto, porque eso era uno de los pocos principios que tenía el elfo, resquicios y huellas de una moralidad marchita que había muerto hace mucho y tras su partida apenas si había dejado una deformación o dos en su carácter. La llamaría por su nombre o por ninguno, por lo menos mientras unieran sus cuerpos, y enredaran sus lamas en ese vaivén de placer insano que volvía a esas dos criaturas, que bien hubieran podido ser adversarias, en compañeros por un rato. Porque esa era ella, y era a quien ansiaba, a ella y no a ninguna mascara que se pusiera cara al mundo y al resto, a ninguna figura vendida de fortaleza y muerte. Eretria era el nombre que resonaba en ese momento en su cabeza, y sería sincero o silencioso con ello, no solo por la escasa honestidad que todavía le quedaba, también porque en ese caso, estaba seguro de que no cualquiera tenía el privilegio de dejarle oír su nombre en un tañido de placer mientras la envolvía con su cuerpo.
Ilthairon habría soltado una pequeña risa si esa expresión aun mas férrea no el hubiera arrancado un gemido en aquel momento.- Y tu inmisericorde.-Le respondió en un siseo cargado de gozo, y sin rastro alguno de queja.
El gesto brusco de la elfa lo tomó por sorpresa, encaró ambas cejas mientras la miraba con cierto desconcierto, sin reprimir un quejido cuando lo exilió de sus adentros. Su ceño se frunció y su sonrisa se borró por completo por primera vez en su encuentro, claramente que lo echara de malos modos no le había hecho ni la mas mínima gracia.
-¿Pero que..?.-Refunfuño por lo bajo para si mismo mientras observaba lo que hacía.
Iltharión se pasó la mano por la cara, apartando algún que otro mechón rojizo que le cruzaba le rostro hasta echarlo hacia atrás, mientras contemplaba como la elfa desataba sus tobillos quejosa y malhumorada, y viendo, con sorpresa, el inesperado desenlace de su gesto, y su invitación apremiante.
No tuvo que repetirlo, iltharion se abalanzó encima de la muchacha, cubriendo su cuerpo con el propio, dejando que la piel, tibia por algunos lados, y helada por otros, pero siempre de ese exótico tostado, se pegara con su torso descubierto pro la camisa abierta, y, volviendo a sumergirse en los adentros de su compañera con apremio.
Rodeó su pequeña espalda con la mano y con el brazo, aferrándola contra si mientras volvía a moverse, y dejó que su propio peso la empujase hacia el suelo.
Iltharion la besó apasionadamente, recorriendo sus labios, prisionero de esas pequeñas y diestras manos que lo agarraban de la nuca.
Hacía décadas que el trovador no recibía queja alguna, y aunque no quería tomárselo del todo en serio, ahora era su orgullo el que lo azuzaba a llenarla de atenciones con pericia y fiereza. No solo la asediaba con sus besos, o con la mano que daba calor a su torneada silueta, si no con los dedos de la otra mano que pellizcaban sus pezones erectos, y con sus embestidas bestiales que buscaban acallar cualquier atisbo de queja que pudiera llegar a formular la muchacha incluso en su mente.
Mientras, el pequeño animalito decidió que ya había remoloneado lo suficiente, y dejando atrás su pereza, salió de un salto de su lecho improvisado. Caminó desperezándose cerca de la fogata, mientras se acercaba curiosamente a la pareja,a traído por el ruido y el movimiento.
El tintineo de la campanilla que portaba consigo quedaba ahogado por los ruidos de la pareja, y sus pequeños y silenciosos pasos lo llevaron hacia el costado de los elfos con la tranquilidad de la ignorancia, y la picardía del juego reflejado en sus inmensos ojos turquesas.
Por azares del destino, no tubo la pequeña criatura mejor ocurrencia que intentar trepar la extraña estructura movediza que creaban los elfos. De un saltito se subió a la espalda de su dueño, quedando colgando a medio salto. Agarrado con las uñas tiró de su propio peso hasta lograr hacer cumbre.
Un grito de dolor emergió de la garganta del bardo al sentir las afiladas uñas del felino clavarse en sus costillas, al igual que una ristra de barbaridades, que hicieron que apartara unos centímetros su rostro del de su compañera y tensara la mandíbula con fuerza.
-¿Te importa bajarlo?-Le pidió a la elfa en un siseo.
El pequeño felino se paseó por la espalda tranquilamente, subiendo por esta y empezando a escalar la cabeza de su dueño, sin escatimar como antes en el empleo de sus zarpas, y asomándose desde la cumbre de la cabeza del trovador a contemplar hacia abajo, mirando a la muchacha de tez morena.
-Ese nombre es el tuyo.-Se limitó a responder el elfo, entre jadeos quedos de gusto, y ahogando su voz y su aliento sobre la piel erizado del cuello.-No te llamaré de otra forma que esa.- Había un tinte serio en la voz del bardo. Un poco por capricho, y un poco por respeto, porque eso era uno de los pocos principios que tenía el elfo, resquicios y huellas de una moralidad marchita que había muerto hace mucho y tras su partida apenas si había dejado una deformación o dos en su carácter. La llamaría por su nombre o por ninguno, por lo menos mientras unieran sus cuerpos, y enredaran sus lamas en ese vaivén de placer insano que volvía a esas dos criaturas, que bien hubieran podido ser adversarias, en compañeros por un rato. Porque esa era ella, y era a quien ansiaba, a ella y no a ninguna mascara que se pusiera cara al mundo y al resto, a ninguna figura vendida de fortaleza y muerte. Eretria era el nombre que resonaba en ese momento en su cabeza, y sería sincero o silencioso con ello, no solo por la escasa honestidad que todavía le quedaba, también porque en ese caso, estaba seguro de que no cualquiera tenía el privilegio de dejarle oír su nombre en un tañido de placer mientras la envolvía con su cuerpo.
Ilthairon habría soltado una pequeña risa si esa expresión aun mas férrea no el hubiera arrancado un gemido en aquel momento.- Y tu inmisericorde.-Le respondió en un siseo cargado de gozo, y sin rastro alguno de queja.
El gesto brusco de la elfa lo tomó por sorpresa, encaró ambas cejas mientras la miraba con cierto desconcierto, sin reprimir un quejido cuando lo exilió de sus adentros. Su ceño se frunció y su sonrisa se borró por completo por primera vez en su encuentro, claramente que lo echara de malos modos no le había hecho ni la mas mínima gracia.
-¿Pero que..?.-Refunfuño por lo bajo para si mismo mientras observaba lo que hacía.
Iltharión se pasó la mano por la cara, apartando algún que otro mechón rojizo que le cruzaba le rostro hasta echarlo hacia atrás, mientras contemplaba como la elfa desataba sus tobillos quejosa y malhumorada, y viendo, con sorpresa, el inesperado desenlace de su gesto, y su invitación apremiante.
No tuvo que repetirlo, iltharion se abalanzó encima de la muchacha, cubriendo su cuerpo con el propio, dejando que la piel, tibia por algunos lados, y helada por otros, pero siempre de ese exótico tostado, se pegara con su torso descubierto pro la camisa abierta, y, volviendo a sumergirse en los adentros de su compañera con apremio.
Rodeó su pequeña espalda con la mano y con el brazo, aferrándola contra si mientras volvía a moverse, y dejó que su propio peso la empujase hacia el suelo.
Iltharion la besó apasionadamente, recorriendo sus labios, prisionero de esas pequeñas y diestras manos que lo agarraban de la nuca.
Hacía décadas que el trovador no recibía queja alguna, y aunque no quería tomárselo del todo en serio, ahora era su orgullo el que lo azuzaba a llenarla de atenciones con pericia y fiereza. No solo la asediaba con sus besos, o con la mano que daba calor a su torneada silueta, si no con los dedos de la otra mano que pellizcaban sus pezones erectos, y con sus embestidas bestiales que buscaban acallar cualquier atisbo de queja que pudiera llegar a formular la muchacha incluso en su mente.
Mientras, el pequeño animalito decidió que ya había remoloneado lo suficiente, y dejando atrás su pereza, salió de un salto de su lecho improvisado. Caminó desperezándose cerca de la fogata, mientras se acercaba curiosamente a la pareja,a traído por el ruido y el movimiento.
El tintineo de la campanilla que portaba consigo quedaba ahogado por los ruidos de la pareja, y sus pequeños y silenciosos pasos lo llevaron hacia el costado de los elfos con la tranquilidad de la ignorancia, y la picardía del juego reflejado en sus inmensos ojos turquesas.
Por azares del destino, no tubo la pequeña criatura mejor ocurrencia que intentar trepar la extraña estructura movediza que creaban los elfos. De un saltito se subió a la espalda de su dueño, quedando colgando a medio salto. Agarrado con las uñas tiró de su propio peso hasta lograr hacer cumbre.
Un grito de dolor emergió de la garganta del bardo al sentir las afiladas uñas del felino clavarse en sus costillas, al igual que una ristra de barbaridades, que hicieron que apartara unos centímetros su rostro del de su compañera y tensara la mandíbula con fuerza.
-¿Te importa bajarlo?-Le pidió a la elfa en un siseo.
El pequeño felino se paseó por la espalda tranquilamente, subiendo por esta y empezando a escalar la cabeza de su dueño, sin escatimar como antes en el empleo de sus zarpas, y asomándose desde la cumbre de la cabeza del trovador a contemplar hacia abajo, mirando a la muchacha de tez morena.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Con las caderas ensanchadas, sin modestias ni recatas abracé la cintura de Iltharion hasta empujarlo de manera declinada, fue entonces cuando profundizó con rabia y nuestros sexos se unieron como las veces antañas. En su boca dejo entrever una sonrisa tirana embadurnada en impudicia, esto está mucho mejor, el labio inferior del elfo lo atrapo con la hilera de dientes, tirando hacia afuera hasta que nuestros alientos se convierten en uno, dándonos descargas de frenesí y mimos disfrazados con todo tipo de besos, la mayoría fanáticos como las dos lenguas que arden y se refugian en la contraria. No es molestia lo que siento cuando me llama Eretria, es intimidación puesto que es un nombre oxidado y podría habérselo explicado, más estoy en blanco y lo único que me interesa ahora es ver su rostro y anhelar su cuerpo perlado en los primeros indicios de humedad.
Rodeo su cuello, apartando con custodia la cascada lisa para que le caiga por uno de los costados, tal es la excitación que me proporciona el tocarle que vuelvo con un repertorio novedoso de travesuras y juegos endiablados. En el semblante del elfo rezongo con afán, me está dando fuerte y no sé si es que mis palabras han calado hondo o si quiere acabar rápido, de igual forma, me encantan, en los vaivenes lacerantes desciendo con una de las palmas, sentirá mis furtivas caricias y recorridos hacia lo inhóspito en un camino hacia la perdición, despacio tanteo la espalda del trovador hasta llegar al pantalón, no decaigo sino que adentro mis dedos helados en el interior de esa camisa entreabierta.
Comienzo por su abdomen, rozo con las yemas y por consecuente o más bien diversión voy ascendiendo con los luceros abrillantados en malicia. Las cuerdas que sobresalen de los agujeros no son impedimento ni tampoco los collares, en el torso trabajado me detengo, el pulgar lo paso por uno de sus pezones, presionándolos tan sólo para oírle bramar de gozo, soy inmisericorde, sí, pero solo con él, los demás no han tenido la suerte de repetir tres veces. Los envites cobran auge y se convierten en penetraciones belicosas que enroscan mis entrañas, tal es la fricción vil de nuestros sexos que tañida de satisfacción entrecierro los párpados y lanzo mis dos brazos por encima de mi cabeza, estrujando gran cantidad de nieve gélida a ver si así explota en mí el deseo y termina de adueñarse por completo.
Los pellizcos en mis pezones hacen que tiemble bajo su silueta marcada, en su boca sentirá una respiración desbocada junto a unas ganas tremendas de que siga emborrachando cada uno de mis sentidos, acariciada por sus manos y tomada en bandas por puro orgullo y capricho en la noche. El grito de dolor por parte del elfo logró sacarme de mis treces, alcé la cabeza para observar y sobretodo enarqué una de las cejas, ¿qué pasa? Una bola peluda aparece desde la cabeza de su dueño, se tambalea y seguramente le esté clavando las uñas. Alzo las comisuras y le sonrío, las manos empapadas en nieve van al encuentro del aski que se resistió al principio, pero tras cogerlo por el pellejo no tuvo más que dejarse guiar hasta la blanquecino. No quedó ahí, revoltoso volvió a hacerte notar, esta vez metiéndose entre nuestros torsos hasta acomodarse en mi vientre desnudo, estará cálido y le gustará, con la cola golpea suavemente mis pechos, cosquillea y río con soltura.
─ ¿Qué hacemos con él? ─ Le pregunté antes de plantarle un beso en la mejilla, lamiendo parte de su pómulo hasta llegar a la oreja herida y atrapar con mis labios el lóbulo. ─ Yo necesito más de esto. ─ Susurré, moviendo las caderas en contra de las suyas para penetrarme yo misma, jadeé y ese vapor fogoso fue disipado en la oreja del bardo para magnificar la travesía erótica.
Rodeo su cuello, apartando con custodia la cascada lisa para que le caiga por uno de los costados, tal es la excitación que me proporciona el tocarle que vuelvo con un repertorio novedoso de travesuras y juegos endiablados. En el semblante del elfo rezongo con afán, me está dando fuerte y no sé si es que mis palabras han calado hondo o si quiere acabar rápido, de igual forma, me encantan, en los vaivenes lacerantes desciendo con una de las palmas, sentirá mis furtivas caricias y recorridos hacia lo inhóspito en un camino hacia la perdición, despacio tanteo la espalda del trovador hasta llegar al pantalón, no decaigo sino que adentro mis dedos helados en el interior de esa camisa entreabierta.
Comienzo por su abdomen, rozo con las yemas y por consecuente o más bien diversión voy ascendiendo con los luceros abrillantados en malicia. Las cuerdas que sobresalen de los agujeros no son impedimento ni tampoco los collares, en el torso trabajado me detengo, el pulgar lo paso por uno de sus pezones, presionándolos tan sólo para oírle bramar de gozo, soy inmisericorde, sí, pero solo con él, los demás no han tenido la suerte de repetir tres veces. Los envites cobran auge y se convierten en penetraciones belicosas que enroscan mis entrañas, tal es la fricción vil de nuestros sexos que tañida de satisfacción entrecierro los párpados y lanzo mis dos brazos por encima de mi cabeza, estrujando gran cantidad de nieve gélida a ver si así explota en mí el deseo y termina de adueñarse por completo.
Los pellizcos en mis pezones hacen que tiemble bajo su silueta marcada, en su boca sentirá una respiración desbocada junto a unas ganas tremendas de que siga emborrachando cada uno de mis sentidos, acariciada por sus manos y tomada en bandas por puro orgullo y capricho en la noche. El grito de dolor por parte del elfo logró sacarme de mis treces, alcé la cabeza para observar y sobretodo enarqué una de las cejas, ¿qué pasa? Una bola peluda aparece desde la cabeza de su dueño, se tambalea y seguramente le esté clavando las uñas. Alzo las comisuras y le sonrío, las manos empapadas en nieve van al encuentro del aski que se resistió al principio, pero tras cogerlo por el pellejo no tuvo más que dejarse guiar hasta la blanquecino. No quedó ahí, revoltoso volvió a hacerte notar, esta vez metiéndose entre nuestros torsos hasta acomodarse en mi vientre desnudo, estará cálido y le gustará, con la cola golpea suavemente mis pechos, cosquillea y río con soltura.
─ ¿Qué hacemos con él? ─ Le pregunté antes de plantarle un beso en la mejilla, lamiendo parte de su pómulo hasta llegar a la oreja herida y atrapar con mis labios el lóbulo. ─ Yo necesito más de esto. ─ Susurré, moviendo las caderas en contra de las suyas para penetrarme yo misma, jadeé y ese vapor fogoso fue disipado en la oreja del bardo para magnificar la travesía erótica.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Cada ruido de placer, incluso el mas nimio que escapaba entre los dulces labios de la elfa, era una venda, una cura y un alivio sobre el orgullo herido, que hacía que poco a poco empezara a caer esa lacerante queja en el olvido, o que se difuminara tras la bruma de sus expresiones tan cristalinas, llenas de una excitación voraz que parecía querer consumirlo.
Las heladas yemas de los dedos de la joven hicieron arquear la espalda al hijo de los bosques. Su piel blanquecina se erizó ante aquel contraste de temperaturas, y los pequeños caminos de hielo que trazaban sus juguetones dedos sobre el calor desmedido que emanaba su cuerpo quedaban macados en el tiempo.
La expresión maliciosa que se mostraba con nitidez en su mirada atrapaba los ojos del bardo, atraído irremediablemente por esa picardía casi cruel y virulenta que lo reflejaba cual espejo.
Esos pellizcos, las miradas pícaras y el baile de sus lenguas, como una ambrosía intoxicante que lo espoleaban, hacían que el trovador, ya ajeno a su propio estado, embistiera sobre la joven como si quisiera clavarla al suelo.
Era perfecto, delirante, era. Hasta que Arëannor decidió aparecer en escena.
Iltharion resopló con alivio cuando dejó de sentir las uñas del felino rasgar su cuerpo, y a punto de volver a su ritmo febril, tuvo que detenerse de nuevo para no aplastar a la criatura, quien había encontrado cobijo entre sus cuerpos.
-No eres listo ni nada...-Rezongó, mirando a la criatura.
El trovador miró al pequeño, intentando idear que hacer con el mismo cuando la juguetona lengua de la muchacha llegó a su oído, haciendo estremecerse todo su cuerpo. Y volvió a mover sus caderas, encandilando al bardo y llenandole de impaciencia.
Iltharion dejó entonces, finalmente de juguetear con uno de los senos de la muchacha, y agarró al Aski de la nuca, por es punto que parecía un botón de apagado, y que hizo que el pequeño se hiciera una bolita y plegase las patas, quedándose inmóvil.
De aquel modo lo aparto de entre sus cuerpos y lo apoyó a su lado sobre la nieve. Con esa misma mano, agarró el cordel que poseía las anillas de su cuello, y lo sacó hasta dejarlo colgando delante del felino. Lo zarandeo haciéndolo rebotar, y tintinear las anillas hasta hacerse con toda su atención, y cuando vio que este estaba casi hipnotizado y se abalanzaba a intentar atraparlas, lo arrojó bien lejos.
El felino salio trotando sobre la nieve y se arrojó, mas allá del fuego, sobre el dije, el cual envolvió con sus patas y empezó a mordisquear, entretenido con su nuevo juguete, por lo menos, durante un rato.
-Arreglado.-Sentenció, volviendo su mirada directamente a la de su compañera, con una voracidad que advertía de los virulentos embates que protagonizo apenas un segundo después.
Sus labios se posaron en los de ella, los besaron son fervor, y los abandonaron cuando el aire había abandonado del todo sus pulmones. Los hizo bajar por la mandíbula, por la base de la oreja y por el cuello, recorrer una de las clavículas que bordeó con la lengua y descender por su torso, curvando el cuerpo, hasta hacer cumbre en uno de sus pechos.
-¿Alguna otra queja?.-Preguntó el trovador, mirándola de soslayo, un instante antes de atraparle el pezón entre los labios, y arañarlo entre sus dientes. Revelando finalmente que no era apremio si no vanidad lo que movía los hilos de la presión tiránica que ejercían sus atenciones perennes y febriles.
Las heladas yemas de los dedos de la joven hicieron arquear la espalda al hijo de los bosques. Su piel blanquecina se erizó ante aquel contraste de temperaturas, y los pequeños caminos de hielo que trazaban sus juguetones dedos sobre el calor desmedido que emanaba su cuerpo quedaban macados en el tiempo.
La expresión maliciosa que se mostraba con nitidez en su mirada atrapaba los ojos del bardo, atraído irremediablemente por esa picardía casi cruel y virulenta que lo reflejaba cual espejo.
Esos pellizcos, las miradas pícaras y el baile de sus lenguas, como una ambrosía intoxicante que lo espoleaban, hacían que el trovador, ya ajeno a su propio estado, embistiera sobre la joven como si quisiera clavarla al suelo.
Era perfecto, delirante, era. Hasta que Arëannor decidió aparecer en escena.
Iltharion resopló con alivio cuando dejó de sentir las uñas del felino rasgar su cuerpo, y a punto de volver a su ritmo febril, tuvo que detenerse de nuevo para no aplastar a la criatura, quien había encontrado cobijo entre sus cuerpos.
-No eres listo ni nada...-Rezongó, mirando a la criatura.
El trovador miró al pequeño, intentando idear que hacer con el mismo cuando la juguetona lengua de la muchacha llegó a su oído, haciendo estremecerse todo su cuerpo. Y volvió a mover sus caderas, encandilando al bardo y llenandole de impaciencia.
Iltharion dejó entonces, finalmente de juguetear con uno de los senos de la muchacha, y agarró al Aski de la nuca, por es punto que parecía un botón de apagado, y que hizo que el pequeño se hiciera una bolita y plegase las patas, quedándose inmóvil.
De aquel modo lo aparto de entre sus cuerpos y lo apoyó a su lado sobre la nieve. Con esa misma mano, agarró el cordel que poseía las anillas de su cuello, y lo sacó hasta dejarlo colgando delante del felino. Lo zarandeo haciéndolo rebotar, y tintinear las anillas hasta hacerse con toda su atención, y cuando vio que este estaba casi hipnotizado y se abalanzaba a intentar atraparlas, lo arrojó bien lejos.
El felino salio trotando sobre la nieve y se arrojó, mas allá del fuego, sobre el dije, el cual envolvió con sus patas y empezó a mordisquear, entretenido con su nuevo juguete, por lo menos, durante un rato.
-Arreglado.-Sentenció, volviendo su mirada directamente a la de su compañera, con una voracidad que advertía de los virulentos embates que protagonizo apenas un segundo después.
Sus labios se posaron en los de ella, los besaron son fervor, y los abandonaron cuando el aire había abandonado del todo sus pulmones. Los hizo bajar por la mandíbula, por la base de la oreja y por el cuello, recorrer una de las clavículas que bordeó con la lengua y descender por su torso, curvando el cuerpo, hasta hacer cumbre en uno de sus pechos.
-¿Alguna otra queja?.-Preguntó el trovador, mirándola de soslayo, un instante antes de atraparle el pezón entre los labios, y arañarlo entre sus dientes. Revelando finalmente que no era apremio si no vanidad lo que movía los hilos de la presión tiránica que ejercían sus atenciones perennes y febriles.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El corazón se veía vapuleado por el sonoro eco de mis latidos, resistiéndose a caer en un ritmo frenético, pero incapaces de sosegar lo que suponía dejarme llevar con él a donde haya fuego, en nuestras mentes o en esas manos que acarician sin tocar, al menos, no ahora. El Aski agiliza la cola de un pecho a otro, propinando un cosquilleo al desliz de una piel sibarita y sensible, prieta a sus muslos de vez en vez, en los menesteres concentrados del elfo para quitar al animal del encima, voy alzando la cintura para que su falo entre del todo y sepa lo que se está perdiendo. Le contemplo sosegada aparentemente, en realidad estoy brava por que vuelva a mis curvas cadensiosas, a la frescura de sentir y a los jadeos tibios que no paran de resurgir entre las paredes de mi garganta seca.
Utilizo los dedos para tantear los muslos revestidos en cuero del trovador, en principio tan sólo es un toque de atención, con el paso de los segundos en los que opta por lanzarle al animal una de sus pertenencias, clavo las uñas con decisión para que sepa que sigo ahí, bajo su cuerpo y excitada con unas turbulencias frenéticas. Relamo mis labios, deseosa, cual volcán en erupción, el Aski no nos molestará por un rato más fue divertido la entrada fantástica que nos regaló de improvisto. ─ Arreglado, sí. ─ A ver cuanto tarda en volver, las palmas reclusas en sus muslos van despegándose para dirigirse a sus brazos, tenía pensado dirigirlos a lo atezado y desnudo, pero no hizo falta.
En un santiamén como algunos dicen, ya estaba ajustado a la armonía que creamos juntos, de un respingo exteriorizo como una de sus entradas me cogió por sorpresa en un llanto mudo de placer y en un canto de anhelos para que la esencia siga atrapada y nunca nos desatienda. El ruido proveniente de la flicción de su miembro en contra de mi punto favorito es estridente y alucinante como el sonido que me indica cuan mojada debo estar, cuan inmenso y fugaz es la vehemencia que despierta con cada maliciosa sonrisa o retozones vistazos desde lo alto. Hay frialdad en sus labios, un constante invierno que maltratan a los míos, que son pleno verano y entre los dos, conforman tibieza con cada beso venidero, cada uno de ellos más salvaje que el anterior arranca mil suspiros de esta boca prisionera de esa fragancia aromática y mentolada que con entrega y sin pesares sólo cogen centímetros de distancia para tomar aire.
Entreabrí los labios pensando que me recorrería con esa lengua que he llegado a adorar, no obstante, desciende por mi clavícula con un reguero de influencias que me envuelven en escalofríos que calan hondo, llegan a los huesos, relucen cual debilidad y sin negar que tanto me fascina el juego de luces y sombras. Aborda a mi pecho con elocuencia, le sonreí y asentí con soberbia, si las quejas le incomodan y ese malestar lo enfoca en los movimientos insanos de caderas, le daré un repertorio de estas. ─ Solo una... ─ Susurré con intención de seguir más prevaleció la noción de ese arañazo sobre lo delicado. Por inercia llevo las manos al cabello del elfo, hundiéndolo con suavidad donde más placer me embarga, está siendo brusco así que resuello con ese ápice de queja que buscaba al principio.
No me deja ir y los exhalos que se me escapan finalizan combinados con los suyos en una tormenta apasionada, oleadas de calor, caudales de pasión que nos imponen que nada de lo que hagamos en suficiente para aminorar la lumbre de la fogata que crece entre fricciones descomunales. Afianzada a su cabello y martirizada por esos pellizcos viles trago saliva, entreabro lo labios y me quejo en voz alta. ─ Ahí abajo necesito una mano, o dos. ─ O un buen falo, lo que más desee el trovador.
Utilizo los dedos para tantear los muslos revestidos en cuero del trovador, en principio tan sólo es un toque de atención, con el paso de los segundos en los que opta por lanzarle al animal una de sus pertenencias, clavo las uñas con decisión para que sepa que sigo ahí, bajo su cuerpo y excitada con unas turbulencias frenéticas. Relamo mis labios, deseosa, cual volcán en erupción, el Aski no nos molestará por un rato más fue divertido la entrada fantástica que nos regaló de improvisto. ─ Arreglado, sí. ─ A ver cuanto tarda en volver, las palmas reclusas en sus muslos van despegándose para dirigirse a sus brazos, tenía pensado dirigirlos a lo atezado y desnudo, pero no hizo falta.
En un santiamén como algunos dicen, ya estaba ajustado a la armonía que creamos juntos, de un respingo exteriorizo como una de sus entradas me cogió por sorpresa en un llanto mudo de placer y en un canto de anhelos para que la esencia siga atrapada y nunca nos desatienda. El ruido proveniente de la flicción de su miembro en contra de mi punto favorito es estridente y alucinante como el sonido que me indica cuan mojada debo estar, cuan inmenso y fugaz es la vehemencia que despierta con cada maliciosa sonrisa o retozones vistazos desde lo alto. Hay frialdad en sus labios, un constante invierno que maltratan a los míos, que son pleno verano y entre los dos, conforman tibieza con cada beso venidero, cada uno de ellos más salvaje que el anterior arranca mil suspiros de esta boca prisionera de esa fragancia aromática y mentolada que con entrega y sin pesares sólo cogen centímetros de distancia para tomar aire.
Entreabrí los labios pensando que me recorrería con esa lengua que he llegado a adorar, no obstante, desciende por mi clavícula con un reguero de influencias que me envuelven en escalofríos que calan hondo, llegan a los huesos, relucen cual debilidad y sin negar que tanto me fascina el juego de luces y sombras. Aborda a mi pecho con elocuencia, le sonreí y asentí con soberbia, si las quejas le incomodan y ese malestar lo enfoca en los movimientos insanos de caderas, le daré un repertorio de estas. ─ Solo una... ─ Susurré con intención de seguir más prevaleció la noción de ese arañazo sobre lo delicado. Por inercia llevo las manos al cabello del elfo, hundiéndolo con suavidad donde más placer me embarga, está siendo brusco así que resuello con ese ápice de queja que buscaba al principio.
No me deja ir y los exhalos que se me escapan finalizan combinados con los suyos en una tormenta apasionada, oleadas de calor, caudales de pasión que nos imponen que nada de lo que hagamos en suficiente para aminorar la lumbre de la fogata que crece entre fricciones descomunales. Afianzada a su cabello y martirizada por esos pellizcos viles trago saliva, entreabro lo labios y me quejo en voz alta. ─ Ahí abajo necesito una mano, o dos. ─ O un buen falo, lo que más desee el trovador.
Eretria Noorgard
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