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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom 22 Ene 2017, 22:32

Su cuerpo se tensaba  y curvaba, vibraba cual instrumento, y crecía  en los labios de ella. Respiraba y sufría a cada pausa, agonía de quedarse en las puertas de un éxtasis al que no le permitía llegar, cruel dictadora y consumada amante al mismo tiempo. Como si con las manos no hubiera tenido suficiente, esa vez fue sus piernas las que asió contra el suelo, y pese a que el bardo no se opuso ferreamente a su fuerza, tampoco hizo grandes empeños en mantenerse quieto. Podía pedirle que estuviera sereno, o desesperarle con la boca y la lengua pero ambas cosas a la vez eran demasiadas para cumplirlas por entero, y por encima de lo posible, lo cierto era que no le daba la real gana privarse de esa dicha pasajera.

Cuando se detuvo Iltharion soltó un quejido frustrado, o un resoplido, pues fue ambas cosas. Tan a gusto como estaba nadie habría festejado que se detuviese, aún así no la culpaba por dejarle a medias, a fin de cuentas aun eran dos extraños, y nada le aseguraba a ella que si le permitía ese éxtasis luego no se fuera a hacer cargo de ella.
Observó esa capa que ocultaba de su mirada vistas mas encantadores que el helado paisaje invernal que los retrataba, y por el impulso de apartar la tela tironeó una vez mas del cuero, ignorando como este se clavaba en la carne cada vez que tiraba de las correas. No era la primera vez que se hallaba atado, y encontraba en ese dolor familiar cierto placer y erotismo que compensaba pobremente la limitación que le otorgaba.
Sin permitirle aun soltar las manos, por lo menos retiró la tela, despertando la imaginación y otras cosas que ya se hallaba harto en vela.Y, una vez liberado, no se hizo esperar un momento. Como si hubiera estado preso de cuerpo entero se sacudió un segundo y se abalanzó sobre ella.

Se alzó sobre sus rodillas, empujándola con la cadera, haciéndola caer hacia adelante y sostener con las manos su peso. Acomodando entre sus glúteos ahora expuestos la dureza de su miembro, sobre su espalda su pecho, y dejando sentir en la nuca sus labios y sus besos.
Casi furiosas sus manos se enrollaron y recorrieron avidamente su cuerpo, desde el ombligo hacia arriba una volvió a encerrar y atrapar sus senos, presionarlos y pellizcarlos con esmero, trazando caminos de hielo mientras sus manos aun frías por su encierro, recuperaban poco a poco su temperatura normal. La otra mas audaz e impúdica bajó por su vientre y enredó los dedos en su venus, y sin grandes esperas separó sus carnes con sus dedos y se sumergió con los mismos entre sus pliegues.
Con el pulgar mas al norte rozaba y revolvía lentamente aquel punto abultado y sensible, misterioso desconocido y mito para muchos de su género. La palma mas al centro rozaba sus labios y los mantenía algunos separados y otros prietos, y con los dedos hurgaba, cada vez mas profundo y se empezaba a zambullir en sus entrañas a ratos o bordeaba su entrada.

Pegado y encorvado sobre ella, presionaba y rozaba posaderas con movimientos de cadera.
Enterró el rostro en su pelo, y se interno hasta su cuello, buscando hasta encontrar ese pequeño lóbulo que ya había asaltado antes, y que parecía muy solitario ahora sin sus besos.
-Es mas divertido cuando me dejas suelto.-Susurró, en un tono bajo casi gutural y teñido de una pasión salvaje mientras atrapaba con los dientes su oreja.
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Mensaje  Eretria Noorgard Dom 22 Ene 2017, 23:22

Y aquí está, el pecado original del que tanto me acusan y del cual se aprovechan cuando siento el cielo y el mar juntos por primera vez. En una especie de zarandeo mezclado con un agarre enérgico me sitúa como más le plazca, que perfectamente podría haber roto dicha armonía, no obstante, me mantengo sobre la superficie con el cuerpo desnudo a medias y con sus toques explícitos derribando murallas y abriendo caminos hacia el delirio. Directo va hacia mis pechos desvestidos, mirándolos detenidamente hasta que el sudor perlado por el dichoso calor humidifica mi nuca y sus palmas hacen que me estremezca de placer que hasta hace rato contuve, porque ahora mismo sólo él sabe hacerme explotar y gemir sin tener que acallar los ruidos que voy escupiendo en medio de los árboles.

Los aprieta y duele, pero también me gusta. Muerdo mi labio inferior cuando después de juguetear con mis pezones, la mano contigua del elfo surca mi vientre y se pierde a través de los pliegues de mi sexo, no esperó a que siquiera frunciese el ceño o suspirase entre profundos deseos, ¿para qué? Me embiste con los dedos y con cada estocada va hundiéndose tantísimo que cierro los párpados, llevando mis manos a la altura de mi cabeza donde me restriego con la nieve, amontonándola en las palmas que conforman puños y oprimen lo níveo. Siento como me ahogo y como mi respiración se detiene por momentos, complicando la entrada de oxígeno y es que me está oprimiendo lo placentero, los besos propinados en zonas recónditas y en como me eriza sin siquiera currárselo. Y lo que saco yo de esto es que recordaré como desquitábamos nuestras ganas escondidos y tratando de matar el éxtasis mordiendo nuestros labios, rasgándonos las ropas, apretando nuestra piel, diciéndonos todo con los ojos y dejando que el mundo gire mientras hacemos de las nuestras.

Eso está aún por ver. ─ Rechisté ronca ante los susurros provocativos del elfo en una de mis orejas fogosas y coloradas. La nieve en el interior de mis palmas me escuece pero ha servido para enfriarlas y como detonante, voy pasándolas por la espalda de Iltharion que sigue oculta, pero me las arreglo para pasarlas por debajo de la tela, enfriándole esa zona cuando otras tantas están avivadas. Desde su espina dorsal voy a sus nalgas, aprieto una de ellas pues mi mano contraria está sujeta a uno de sus brazos, que lo araño para aguantar la tortura de sus dedos en contra de mi clítoris y a la fiera actitud que decanta entre otras cosas. Mis piernas buscan el calor de las suyas, primero como un ligero roce de muslos que poco a poco voy subiendo hasta cruzar los pies alrededor de sus caderas y acercarlo a mi cuerpo ardiente. ─ Porque te estás quedando corto. ─ Necesito más, mucho más.

Desde sus nalgas regreso a sus pectorales donde me afianzo a uno de los collares, tirando hacia mí para agacharlo hasta que mis labios muerden el inferior suyo, lo pellizco y sin intenciones de beber de su boca lo dejo ir. Su cabello cae en cascadas y a pesar de que me parece precioso, ahora mismo no me interesa. Con imprudencia aparto la mano que sigue sujeta a mis senos y a base de impulsos sobre sus hombros voy dándole a entender, de que su lengua no la quiero en mi oreja, sino en otra parte más jugosa. ─ Abajo. ─ Fue una orden, porque si no hace caso al final me veré obligada a introducir mi mal humor en este polvo madrugador.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Lun 23 Ene 2017, 08:53

Ilthaion la apretó, tenso, cuando la gélida huella de sus manos empezó a recorrerle, y aunque no era sano, le gustaba. Ese contraste de sus palmas, cortadas por el frío, y los delgados caminos de sus dedos que le helaban hasta la médula y despertaban en su cuerpo nuevos escalofríos. Ese frío que parecía mas intenso, únicamente porque su cuerpo ardía, y en el contraste todo crecía y era lo igual al mismo tiempo.
Como en las anteriores veces ella volvió a probocarle, con al voz afónica, llena de ansia y deseo, impaciente y ávida como era, había sido y dudaba que dejara de ser en algún momento. Sus manos ahondaron en su cuerpo, como si pretendiera castigarla por su reclamo con ese premio.

La cortina cobriza de su pelo caía poco a poco, encerrando sus cuerpos y sus rostros en un espació intimo en el que solo se hallaban ellos, y por lo menos, por ahora, no se le había metido en medio de la cara, que ya era mucho, porque de tener el pelo largo no todo eran ventajas.
Iltharion repasó su propio labio con la lengua tras ese mordisco que luego lo echaba, como si hubiera algo prohibido en un beso, mucho mas terrible e intimo que aquello que estaban compartiendo. Una sonrisa infantil y caprichosa tiño sus labios un momento, como si se burlara de esa regla invisible que había nacido entre ambos y a la que pensaba dar muerte.
Solo esperó un momento, el de atrapar un gemido con un beso, presionando los labios contra los de ella, mordiéndolos y arañandolos con los dientes con suavidad, y tratando de robarle el halieto.
Solo un beso, uno por ahora, y luego siguió su camino de explorar su piel. Esta vez con la boca. Empezando por el arco, tan familiar ya de su cuello, por la clavícula que marcaba su relieve sobre esa tez tostada, plagada de miles de estrellas. Pequeñas y no tanto, las cicatrices que salpicaban su tez eran como un sinuoso camino que lo incitaba a recorrer sus curvas en el descenso.
Sus manos sobre los hombros provocaron que se riera entre dientes, y ahogase ese sonido contra la piel de su vientre. Solo por picarla un poco, y ponerla impaciente se pasa de largo, sigue bajando por su pierna sana, sosteniéndola desde el tobillo y obligandola a doblar la rodilla. Llegó hasta la misma y bajo por la cara interna del muslo y subió muy despacio, gravando a fuego su aliento.

Iltharion se apartó el pelo por la cara, lo enrolló de mala manera y sin cuidado ninguno, y lo dejó caer por encima de sus hombros, de aquel modo le molestaría menos.
-Creo que me he perdido.-Bromeó descaradamente, solo un instante antes de salvar la distancia restante con ese punto caliente que clamaba por algo mas que sus manos.
Con cuidado y lentitud bordeo sus costados, y abriéndola para si trazó en su sexo un arco de arriba abajo. La lengua, juguetona, se perdió entre los pliegues, o conquistaba el terreno de su pulgar enzarzándose con ese botón de placer que apenas dejaba solo, y que dejaba descansar solo variando la intensidad de los roces, sus labios encerraban lo mismo succionando a ratos. Con los dedos embestía y exploraba al mismo tiempo, y el conjunto en un fervor creciente se volvía paulatinamente mas intenso. Unas pocas veces aminoró abrupto el ritmo, como había hecho ella, para hacerle pagar esas tortuosas pausas y mantenerla en ese estado de querer algo que podía rozar con los dedos, pero que cuando se hallaba a punto de alcanzarlo, se escurría cual humo entre los mismos. Pero solo un poco, no pensaba que su diversión fuese a terminar con ello.
De calmaba de vez en cuando hasta que en una de ellas no lo hizo, y sus atenciones siguieron plagando con fervor cada milímetro de su sexo, húmedo y caliente. Intercalando en sus entrañas la lengua y los dedos, que se pasaban de unos a otros su clítoris, sus pliegues y su entrada, sin dejar espacios vacíos ni tampoco que se acostumbrase a nada.
La mano que había encarcelado el tobillo lo dejó libre y la asió de la cadera, acomodándose panza abajo y pasandole los muslos sobre los hombros, dejado a su antojo para masajear las posaderas.
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Mensaje  Eretria Noorgard Lun 23 Ene 2017, 09:51

Va navegando a través de mi cuerpo desnudo con las manos ardientes de pasión y descubriendo la sensibilidad de mis partes íntimas con destreza mientras yo, por otro lado, voy sumiéndome en ríos de ansiedad. Escalofríos y tempuras me invaden de pies a cabeza, deseosa de que siga y al menos esta noche, me entregue plácida hasta estremecerme en sus roces excitantes que me llevarán al hedonismo, donde me desmayaré y volveré a despertar, dispuesta a seguir aunque la luna vaya a dormir y sea el sol quien nos cubra de sudor y propuestas libidinosas. ─  Hnfg. ─  Mi corazón intenso y el temblar de mis piernas cesan de un momento a otro, pasmada y con los luceros puestos en el semblante del elfo, quise eximir una maldición en alto cuando sus labios buscaron los míos, caprichosos cuando dejé claro que no quería seguir por ese camino.

Me hace resurgir, rodea mi cintura y el calor de su lengua penetra en las cavidades de mi boca, besándome con locura y haciéndome delirar cuando mis dedos se enredan en su melena lisa para no dejarle nunca escapar. Gruño a ras de sus labios humedecidos y antojadizos, regocijándome hasta que para castigarle enredo mi lengua con la suya, pellizco la susodicha y antes de que nos despeguemos para seguir con un tour más atrevido, muerdo su labio inferior colérica hasta que clavo uno de mis colmillos y una gotita carmesí altera el color de estos, a ver si después quiere otro beso. La mirada hechizante y bizarra que lo examina no está contenta, en absoluto y poco me faltó para levantarme, abrochar algunos botones y dejarle a medias, porque si me toca los cojones, a pesar que yo también soy una caprichosa no llegará a liberarse de una excitación contenida durante los juegos preliminares.

Refunfuño en alto cuando decide explorar otras zonas de mi torso como el cuello, clavículas y demás, decayendo mientras sus manos siguen recorriéndome. Por un momento el calor que me invadía se enfrió, más ya está volviendo a ponerle leña al fuego con cada dedo que presiona y marca, dejando huellas corporales que saboreo cuales fantasías íntimas. Mis luceros en todo momento lo persiguen, a él y a la bravuconearía que aprecio en su faceta, está apunto de llegar a mi lugar favorito entre las piernas cuando sigue de largo y el corazón se me hace un puño. ¿De verdad está tentándome? Entre oscuridades y recelos ladeo la cabeza, negando a continuación sin dejar de sentir la firmeza de su calidez recorrer la cara externa e interna de mis muslos donde deseo que se hunda de una buena vez. ─ ¿Qué? ─ Murmuré entre colorada y mortecina por el contraste del ardor que me tortura y el frío que me abraza. Con una confianza aplastante me yergo hasta quedar sentada, mis piernas las entreabro cuales persianas y con el dedo índice le señalo mi intimidad, la cual yo misma acaricio antes de que la garganta me pique y un ronroneo se me escape.

Me está matando, pero valió la pena esperar tanto pues cuando se hunde entre el calor de mis extremidades bajas, provoca en mí jadeos y suspiros sin frenos ni esperas. No pienso contener la exaltación de mi cuerpo puesto que hasta algo así, incrementa la lascivia de mis facciones y penetra a través de mi silueta, que tiembla hasta que encojo los dedos de mis piernas en el interior de las botas. Sentada y con él tan cerca sujeto parte de su melena, manteniéndolo ahí y asegurando el encuentro tan esperado de sus labios recorrer mis pliegues y su lengua profundizar entre las paredes de mi sexo. ─  Así, sí... No te cortes. ─  Expuse antes de que se me escapara una risita sarcástica, ¿qué se va a cortar si me está comiendo de dentro hacia afuera? Mi cuerpo se retuerce y ahora mismo, estoy de visita por los parajes exóticos, impaciente y adulando su buen trabajo cuando tira de mí, concretamente de mis muslos que se alzan a la par que mi cintura. Yo me acuesto para que el regocijo que está embistiendome dure para siempre, arqueo la espalda y en el huequito ese que se forma él lo aprovecha para llevar sus palmas a mis nalgas, apretándolas y que la impudicia de mis sonidos plague nuestro lecho.

El elfo acelera el ritmo y yo percibo de repente como el orgasmo está por venir, pero no, disminuye los movimientos de su lengua y ese placer que estaba esperando vuelve a escabullirse. Lo maldigo para mis adentros y como no me dará lo que quiero me abalanzo encima suya, colocando mis brazos alrededor de su cuello cuando la postura cambia y esta vez soy yo la que queda encima. Sobre su vientre mis pezones lo acarician al igual que la mano que desciende hasta afianzarse a su miembro, el cual muevo a mi antojo, ahogándolo entre exhalos. ─ Me estás enfadando. ─  Le susurré en una de las orejas antes de morderlas y situarme sobre sus caderas, penetrándome sin su maldita ayuda. Si el placer me niega, seré yo la que lo busque sin impedimentos de ninguna clase.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Lun 23 Ene 2017, 10:54

Iltharion quedó pasmado por esa suma impaciencia, a veces se olvidaba que otros temperamentos, mas jóvenes o menos cautos, poseían menos acopio de paciencia, y antes de que ella pudiera darse cuenta de que era nada mas que otro juego,  y que no iba a tener la crueldad de mantenerla mas tiempo con esa angustiante espera con la que ella le había condenado, se había separado y cambiado de escena, inquieta e impaciente.
El trovador tuvo que contener una carcajada, porque de algún modo, como mas la enfadaba mas la deseaba, y encontraba en ese humor de perros mezclado con lujuria e impaciencia un placer casi tan grande como el del cuerpo. Cual veneno dulce que aunque intoxica, su sabor atrapa con tal vehemencia que no se puede si no seguir bebiendo, ese odio y esas caricias, a veces duras pero siempre expertas en las que se sumergen, no serían tales si sus palabras fueran dulces y sus ánimos serenos.

Enmudeció de golpe, sintiendo como le faltaba el aire cuando el abrazo sobre su miembro paso de ser el de la mano de ella para ser sus entrañas, ese tacto prieto, húmedo y caliente que le asfixiaba y ahuyentaba la poca cordura que había recuperado mientras era el quien propiciaba las caricias, y no quien las recibía.
Dirigió las manos sobre las rodillas de ella, separándole mas las piernas, obligandola a caer sobre él para llegar mas adentro, gustoso de sentir su peso, y entonces las volvió hacia la cadera, aferrándose con una mano a ella, clavandole las uñas en los glúteos y embistiendo des de abajo con fuerza.
La otra pegó ambos cuerpos. Intentando que el espacio que los separaba se volviera inexistente. Estrujo su piel, y repasó sus huesos con las manos, por encima de la carne, y marco en esos puntos tan sensibles, la avalancha de caricias y atenciones con las que asaltaba su figura.

Arrebatado por la lacerante espera, y esas pausas desalmadas, ahora a duras penas se permitía la licencia de respirar, con tal de hundirse mas y mas a dentro en esa magnifica vesanía. Los gemidos roían su voz con una aspereza que le lastimaba el cuello, el aire frío que atrapaba a grandes bocados cuando los gruñidos dejaban de romper contra sus dientes le acuchillaba el cuello por dentro, y aunque sabía que esa aventura lo dejaría, además de con el buen recuerdo, incapaz de cantar nada por un tiempo, prefería aullarle a la luna, testigo de su encuentro.

Con la mandíbula tensa, y los músculos fiblando del esfuerzo no se detuvo ni un instante, aun cuando las venas del cuello se estiraban y mostraban su relieve crecido por el denuedo. Absorto y centrado al mismo tiempo. Inconsciente del frío del suelo, y el calor del fuego, con la mente y el cuerpo solo puestos en su encuentro. Manteniendo ese precario equilibrio entre rozar el borde del delirio o abandonarse a la locura, palpitando y a la vez luchando por no caer primero, por orgullo y por la impaciencia de ella, pues no era mujer y si se abandonaba la vorágine que trataba de devorarle, precisaría de un minuto a costa de ella.
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Mensaje  Eretria Noorgard Lun 23 Ene 2017, 19:06

Voy abriendo las piernas como él mismo me pide hasta que la tensión entre mis músculos me advierten de que han llegado a su límite. Con las manos rodeándolo voy descendiendo por el tronco de su miembro, después de tanto tiempo el mero hecho de ser penetrada está doliendo así que voy despacito, con cuidado hasta tenerlo en mi interior, palpitante y lleno de vida. Desde las paredes de mi garganta emerge un sonido gutural que va a parar a los labios del elfo, ahí donde mi aliento deja un rastro blanquecino y donde tiemblo por el dominio sexual que arremete en contra de mis posibilidades. Las uñas largas que poseo se clavan en la carne que conforma su espalda, tirando hacia los laterales cuando en un bote inesperado de Iltharion la cavidad de mi sexo se entreabre y le permite concluir en una estocada lo que yo dejé a mitad.

Mis oídos parecen estar entumecidos pues no percibo los sonsonetes a mi alrededor, ni como la brisa mese las castas o el simple tintinear de las brasas, lo innecesario ha desaparecido y ahora mismo, mis cinco sentidos están concentrados en una sola dirección. Con las caderas origino una serie de movimientos circulares que hacen que la sangre me palpite, esclava ante su lava supurante que arde como una masa independiente y quema mi vientre hasta convertirlo en cenizas que hormiguean y me retuercen por dentro. En mis ajetreos sobre su regazo que empezaron siendo cautelosos y pausados, denoto que el deleite no es suficiente más con ello se convierte en un mártir de la espera y de mis decaídas hasta que él mismo distorsiona mi pasatiempo cruel, volviéndome a penetrar en un bote agrio e inmisericorde. Expido gran cantidad de aire, revistiendo cada sonido a uno más placentero y uniforme, porque la voz me falla y en tonalidades aterciopeladas gimoteo, siendo participe de la rapidez que con apetencia quiere experimentar entre la unión mía y suya.

Sin humores transigentes acaricia mi cintura, aprieta mis glúteos y deja su huella hasta notarlo subir por mi columna y hacerme tiritar, con cada caricia extra y gratificante yo me dejo caer en delirios fantásticos a la par que ajusto el ritmo que a cada segundo venidero, se torna más bestial. En donde hubo dolor ahora solo existe placer, y lo confirmo entre soplidos y runrunes ásperos. Mis manos que aún descansaban en la piel arañada del elfo buscan sus muslos, donde me apoyo y sigo moviéndome fúrica y con un afán patente. Cada estocada conlleva consigo un punto diferente en mi interior que me vuelve loca, porque no logro acostumbrarme y el tamaño es considerable, rompiéndome por dentro cada vez que profundiza y yo vocifero entre piezas y fuego.

Entrecierro los párpados, nuestras miradas chocan y en un estimulo excesivo busco los labios del elfo en los cuales me pierdo, esta vez sí, con propiedad y sin malas pulgas. Embriago mi deseo y le permito dominar mis sentidos o que sus gráciles dedos sigan marcándome mientras le beso apetecible y echando en falta la carnosidad de sus labios donde me hago hueco e improviso nuevos movimientos entre nuestras lenguas húmedas y traviesas. Lo envuelvo entre suspiros y jadeos hasta que su nombre se me escapa de la boca y antes de que diga algo, lo acallo con besos más pasionales si cabe la posibilidad entre penetraciones donde nuestros cuerpos se unen al mismo son. Mis pechos también botan a falta de un afecto que serían sus manos dándome calor, y se lo hago entender separándome hasta ojear por donde anda navegando con las palmas anchas situadas en pasajes ancestrales que no me llena, lo necesito ahí, sobre mis pezones. Y tras agarrar una de las muñecas del elfo y llevarlas a mi busto, prosigo a escalar a través de sus pómulos hasta llegar a su oreja donde soplo un aire cálido y contrastado con la brisa helada. ─ Más. ─ Murmuro antes de pellizcar su lóbulo, abrazándolo con brío y con ese egoísmo que tan bien me caracteriza.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Lun 23 Ene 2017, 19:56

La brisa suave, el sonido de la hojarasca siendo mecida por la helada, o del viento ululando entre el laberinto de troncos que los rodeaba había pasado  a segundo plano, uno tan suave y opaco que podía haber no existido y no habría causado la menor diferencia. El clima había aminorado un poco, pero si el elfo no sentía frió, estaba lejos de ser por la clemencia que la estación estaba mostrando con ellos, si no por ese fuego que lo quemaba por dentro, y el abrazo del cuerpo de ella que lo encerraba entre sus carnes y las pieles.

En ese  pequeño mundo que habían construido, una burbuja diminuta donde solo existía esa masa de seres que eran ambos y cada uno, solo estaba el palpitar de su corazón, que parecía a punto de estallar en cualquier momento, resonando en sus tímpanos con su percusión frenética. Base para ese instrumento que era la voz de ella, donde cada uno de sus sonidos era pura ambrosía. Gemidos o ronrroneos, desde aquellos semi teñidos de dolor de un inicio hasta los últimos que rompían contra su oreja, plagados de deleite.

Los movimientos circulares de la cadera de ella creaban una música muy distinta, y otra percusión que iba mas allá de su pulso. Era el choque de sus cuerpos, y los guturales gruñidos y gemidos de placer, graves y contrechos que morían en el cuello, los dientes o escapaban finalmente de esa firme presa que era la tensa  mandíbula del elfo.

Iltharion le devolvió el beso, ese y cada uno de los que se arrebataron mutuamente, dejo que bailaran sus lenguas, y la exploró por dentro, como si quisiera memorizar cada milímetro de su cuerpo. Voraz absorbió su haliento, acarició su lengua y recorrió sus dientes, como si fuera presa en cada sentido, de una hambre que no podía saciarse de modo alguno, y que con afán, consumía todo aquello que quedaba a su alcance.
Aunque las manos del bardo no dejaban de recorrer su cuerpo de un lado a otro, queriendo poder abarcarla por entero con las palma, que, sin conseguirlo, peregrinaban por esa tez oscura y jaspeada con pequeñas marcas de guerra, ella volvió a conducirlas allá donde se le antojaban.
El trobadór no profirió ninguna queja, su nombre pronunciado muchas veces era como un salmo que lo alentaba y apaciguaba al mismo tiempo, como si lo conjuraran allí donde estaba y para mantener su presencia.
Le pellizcó los pezones con los dedos y los senos con las manos, los junto y separó con las mismas, y los bordeó con los pulgares, en ese espacio pequeño y arqueado que quedaba entre ambos, mientras ella ascendía por su rostro hasta su oreja.

·Mas" ese susurro escueto fue como una contraseña secreta, un permiso y a al vez un desafió que azuzaron al elfo, y a ese espíritu mas salvaje y desmedido que se toleraba pocas veces. Apartó una sola de sus manos del pecho, y de mala manera intento estirar un poco la piel hacia un costado, consiguiéndolo a medias. Mejor que nada era, y no iba a cambiar de idea. Con un codazo se impulsó con el suelo, haciéndolos rodar hasta quedar encima de ella.
Hincó con firmeza las rodillas, una en la piel, otra en la nieve semi derretida por el fuego que crepitaba a pocos pasos, y se encorvó sobre ese mundo lleno de curvas que era ahora cielo y paraíso, para hundir el rostro entre sus senos.Atrapó con los labios, errático y exaltado, su carne blanca, la mordió con la suavidad para no cortar, y la firmeza de arañar para que se sintiera su presencia, escaló uno de esos montes dejando el húmedo sendero de su boca, y atrapó entre sus dientes un pezón que torturó con la lengua, prisionero.

Con la extremidad que los había empujado a aquel nuevo lugar y que los había asido al suelo los primeros momentos, buscó cada una de sus piernas, la acarró de debajo del glúteo y la hizo alzarse recorriendo la cara baja de los muslos en el proceso, y engancho al final la rodilla por encima de su pecho, haciendo que pasara la pierna por encima de sus hombros. Primero una, después la otra, hasta tenerla inmobil contra el suelo, con sus propias piernas tirantes y juntas para hacer el roce de sus sexos aun más intenso.
Abrazó los muslos que cruzaban su torso con el antebrazo, y descendió esa mano dispositiva por su vientre, hurgando hasta hallar su venus, y escolando aun más abajo sus dedos, juguetones y traviesos.
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Mensaje  Eretria Noorgard Mar 24 Ene 2017, 11:06

Impregnada en la esencia de Iltharion y siendo cómplice de las estrellas y la lumbre que aclara nuestras pieles y deja visibles las cicatrices vamos dándonos toda clase de placer, desde los básicos hasta los más crueles, donde mi mente pierde color y en mi fuero interno la necesidad de su calor crece, tanto que sigo abrazándole con anhelo entre vaivenes indomables. Con apuros nos dejamos llevar por el sentir sin restricciones, sin prejuicios, sin pudores; somos dos cuerpos que se entregan, se moldean y descubren a través de besos furtivos el deseo y la excitación hasta volvernos expertos de lo que uno quiere y el otro, caprichoso, codicia. Todo el libido contenido durante las décadas hoy ha explotado en una vorágine que acarrea su nombre y me ofusca al percatarme de que con cada respiración suya, la incitación y el empape de mis pliegues aumenta, lubricada tan sólo por sus roces y la exorbitante voz que posee, que me llama y si me pidiese que salte hacia el vacío, encantada lo haría, porque es hipnotizadora, ronca y no abandona mi cabeza. Un impetuoso que va arrastrándome hacia al más allá, a las puertas de los espasmos que revuelven mi vientre y a la culminación de un jadeo en su oreja puntiaguda, donde hago estragos y punteo con la lengua.

La descomunal pasión que no me abandona la hago denotar, si no es con resonancias palpitantes es con los músculos de mi intimidad, los cuales tenso para que la cavidad y las paredes se cierren con él dentro, aprovechando parcial ese tiempo para analizar sus facetas embadurnadas en perlas sudorosas y lujuria. Sonrío, él es mío, más yo no seré suya. Mis dedos repiquetean a través de sus brazos hasta llegar a las muñecas que acaloran mis pechos, un tacto exquisito que cesa de un momento a otro. Nuestros cuerpos ruedan a ras del terreno níveo hasta que me sitúa sobre una de las pieles, y sinceramente, lo primero en lo que me detengo a expresar es una mueca arrugada debido a la fijación y al cambio de postura que profundiza hasta el final de mi ser.

Rechisto malhumorada mientras su melena cobriza cae por mis costados, notándolo con un instinto y sin esconder el morbo a través de sonrisas retorcidas sobre mi torso, atrapa cada uno de mis senos y entre estrujos y pellizcos mis labios ya no están firmes, sino curvados y entreabiertos por donde se me escapa un quejido pues mi estruendosa piel está sensible debido a los cambios de temperatura que nos rige, haciéndome daño hasta arañar y deslizarse hacia la parte más jugosa y erótica. No contendré mis plácidos bramidos ni camuflaré los suspiros indiscretos que van muriendo uno tras otro. Profundizo a través de su cabellera, acercándolo a la zona que tantea cuando mi cuerpo se inclina lo requerido para que al estirar la mano pueda aferrarme a una de sus nalgas, de esta forma lo mantengo donde más me place, sin el peligro de que salga y me deje a medias.

Iltharion me mima, y yo le mimo a él palpando la piel de su cintura, subiendo por su espalda y marcándolo con un recorrido rojizo que como poco, le sacará exhalos toscos que a pesar de ser exquisitos se deshace de ellos. Los muslos los elevo y de rodillas hacia abajo, todo ese sobrante cae por sus hombros mientras mi espalda se arquea y mis palmas se arrastran hasta hundirse en el color lechoso de la nieve. Sus dedos en mi clítoris son esplendorosos pero después de haberle tenido dentro, es lo único que anhelo y mis facciones junto con una mirada petrificante hacen su trabajo de advertirle. Siseo y en mi aventura a través de lo helado, las yemas de mi corazón e índice perciben el metal frío, una de las dagas del elfo. Pero qué buen momento. En mi garganta algo se promueve, no es un ronroneo o un rugido, es un retintín travieso que con prontitud expido a la par que aferro el mango del arma, jugando con esta y pasándola por mis nudillos con la vista puesta sobre mi amante y la mano contraria enrededada en sus mechones que caen en cascada.

La amenaza va cogiendo forma y tan sólo juego entre provocaciones para que la tensión se sume a nuestra rivalidad pasional. ─ Si me das más fuerte...  ─ Murmuré con la respiración entrecortada y la nuca húmeda, reincorporándome para terminar la advertencia. ─ La dejaré quietita. ─ Es una propuesta tóxica y descarada pero para mí, decir desenfrenos es el pan de cada día. No sé si le molestará o si le divertirá, lo que si sé es que la agresión se manifestó en una de las penetraciones que logró sacarme un chillido, tiemblo y entrecierro los párpados, mis luceros brillan y no es otra cosa más que gozo acumulado. Hinco los codos en la piel que está siendo un lecho deprimente para elevar el tronco y tener su rostro más cerca del mío. La daga sigue siendo una amenaza, pero no es tan grave como nuestras miradas que chocan en un dominio que ambos queremos detentar.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar 24 Ene 2017, 12:15

El rojo empezaba a adueñarse de su cuerpo, caminos y surcos abultados, arados por los dedos que clavaban las uñas, por lso golpes, las ataduras del cuero, por el frío que enrojecían algunas partes, y calor infernal que dominaba otras,convirtiendo ese lienzo lechoso, de no haber trabajado en serio un solo día, en un tapiz colorado de todas las formas. Perlado de sudor, suyo y de ella, y de los restos de la nieve que se fundían en sus cuerpos, goteándose mutuamente con un agua que llegaba tibia a encontrarse con la piel y el suelo.

El bardó gimió en un tañido angustioso y placentero con la presión renovada con la que le obsequiaba su compañera, apremiando por un abandono al que se negaba con sumo esfuerzo. Con dominio sintió una vez mas cerrarse esas pequeñas manos sobre las muñecas, y in embargo, no dejó que esta vez las retuviesen, no cesando en su empeño de hacerlos rodar a ambos hasta quedar encima de ella.
No estaba cómodo, pero era aun mas placentero, y eso compensaba la tirantez de su cuerpo, sujeto unicamente en sus rodillas mientras trazaba un arco sobre ella. Los muslos le fiblaban en cada violento envite, que dependía solo de ellos, y cuya forma y lozanía reminiscente aun le permitía la licencia de relegar de aquel modo. Por lo menos con el antebrazo con el que sostenía las piernas de ellas, tenía estas, hacía tope y la asía contra su cadera, sin dejar de pinzar con los dedos el resto de su sexo.
Las manos de ella se enredaban en su pelo, teniéndolo como una correa para moverle a su antojo, como parecía haber hecho siempre, las de el seguían en latitudes  opuestas, y se negaban a abandonar, caprichosas, las diferentes curvas en las que se hallaban inmersas. O así fue hasta que por el rabillo del ojo percibió el baile de las llamas sobre la superficie del acero. La amenaza juguetona y peligrosa, despejó ligeramente la alerta en su mente.

Las manos del bardo soltaron sus pachos y su sexo para asirla con una de ellas ferreamente dela cadera, su espalda se estiró hasta dejar sus rostros a la misma altura, sus alientos mezclándose en una ponzoña provocadora y sus labios rozándose pero sin llegar a fundirse. La otra mano la tomó del mentón y el cuello, manteniendola quieta en el lugar, y a la distancia justa como para no perderse detalle alguno de su gesto ni la mas breve nota de esos gimoteos que interrumpían su resuello. Sus manos eran firmes, y marcaban los dedos vigor allá donde ejercían su presa. Al mismo tiempo, y sin dilación o diferencia, iltharion se adentró en ella hasta los mas profundo que le permitieron sus cuerpos.
Sus envites se volvieron violentos, casi furiosos, obligando a su cuerpo a un ritmo demente con el que casi ni podía contenerse, su miembros e hinchaba y asfixiaba, y golpeaba inmisericorde las entrañas de la joven, y humedecía con la premonición de lo cercano e inevitable ese abrazo y sitio, ineludible culpable del propio efecto.

Iltharion no solo quería observar el rostro de ella, ver sus rostro contorsionarse con el éxtasis, y sentir contra su  propia fuerza el intento de ese voluptuoso cuerpo tensarse y contorsionarse por su presencia, quería sentir ese estertor arrebatado, brusco e inconfundible, observar el alma romperse en el reflejo de sus ojos pardos, y hacerla soltar el arma que había encontrado con tal de aferrarse con desespero a cualquier sitio. Quería eso y mas por capricho, pro vanidad, porque era este su juego y porque aquella era la señal de que podía dejar de contener esa palpitante presión que lo oprimía hasta el tuétano, y abandonarse al clímax de esa pasión frenética.
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Mensaje  Eretria Noorgard Mar 24 Ene 2017, 15:08

El deseo se vuelve más intenso por los embistes y la amenaza que le acecha desde abajo, inclusive si está satisfaciéndome del todo y cumpliendo mis términos, no es tan sólo eso, es la forma desalmada que tiene de abrazar mi cuerpo a base de tactos que se funden en calor, en mi silueta y con sus movimientos que no logran cansarme aún. Se trata de un placer que perfectamente se puede confundir con un vacío profundo, con la osadía de perderme entre laberintos oscuros si al final del túnel me encuentro con un panorama exacto a este, moriré viviendo con la imagen de este elfo surcar mis memorias grabadas a fuego, en un sentir lacerante que me acoge alocadamente en un cielo sin estrellas, en una canción sin letras, en una caricia sin roce o en un beso sin afecto. No lo necesitamos para hacer el amor.

Cuando la oleada vigorosa arremete en contra de mi sexo, tan fuerte y energética que me arranca gruñidos guturales y runrunes más suaves me aferro a lo que tengo delante, porque con la postura los muslos casi rozan mis pechos cuando disminuyó el arco entre nosotros. Me encanta tenerlo encima, que me inmovilice y penetre con tal osadía que las paredes de mi concavidad gritan y se derriten. Mis palmas como puños buscan su cuello donde me aferro, rodeándolo con la daga todavía en acción y sin utilizarla aún para males mayores, nuestros vahos conectan y donde debería haber frío, solo hay fogosidad. Entre sus estocadas y arremetes mi único salva vidas se halla en su boca, de la cual me resisto a beber por orgullo y para evitar más cercanía de la que necesitamos, no obstante, sigue ahí, provocándome cuando nuestros labios rozan ingenuos y revestidos de una malicia que sólo Iltharion me ha mostrado.

La sequedad de mi boca la calmo al tragar, mi tez está teñida de perlas no sólo mías sino también suyas que desechan a la brisa anónima, que sabemos que es del bosque más en medio de esta trifulca, no es más que un desconocido que nos observa con ávidos raciocinios. El oxígeno me falta y la cavidad donde descansa mi corazón se le hace menuda, bombea, bombea y sigue bombeando para que la sangre me escueza y escalofríos de toda índole me castiguen por jugar con fuego y no saber medir las consecuencias de mi traicionera lengua, quieta y sola, sin otra con que pasar el rato y enredarse. No tengo tiempo para pensar que hacer con el arma, pero sí para morder el labio inferior del elfo cuando en un vaivén de caderas vuelve a conectarse con mi interior, sazonando donde más gozo transmite y la sensibilidad sigue presentándose. Estiro la carne atrapada en contra de mis dientes, soltándolo después para lamer esas dos heridas, ínfimas y rojizas que dejé en el primer beso robado de la noche.

Dando pasos inciertos, mejor dicho, acertados a través de lo que me conforma, enrabietada por un placer tan desmesurado que me resquebraja llevo las muñecas sobre mi cabeza, suelto con afán el arma blanca y llevo los dedos hacia mi melena oscura, apartando algunos mechones y de vez en vez, tan sólo teniéndolas ahí porque la ambrosía está llegando a mi vientre. Algo extraño sigue invadiéndome y siento como tiemblo esta vez sin repizcos rígidos en mis pezones, toda esa ansiedad que está invadiéndome la descargo fundiéndome con él cuando hasta hace nada le negué intimar en mi boca. Con besos voy explorando lo que dejé atrás en los antaños, sus labios me asfixian y la socarronería de su lengua enciende la mecha que seguía extinta, revolcándome contra la misma y que la humedad de las dos se unan.

Sin cordura a la que pueda atenerme y un éxtasis sucumbiendo a sus planes mis dedos acarician su rostro puesto que el mío sigue recto y acorde a sus órdenes, tomada por el mentón y siendo retenida donde más le favorezca. Jadeo en contra y él también hace lo mismo, nos miramos serenos hasta que el deseo se queda corto y noto que un grito sordo y aplastante deleita a mi amante. Una serie de hormigueos toca en las puertas de mi vientre y yo me retuerzo, con la desesperación de un condenado a muerte patente en mis entrañas, socavando confines y esa, es la señal de que como sigamos así, seré la primera en venirme.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar 24 Ene 2017, 18:06

El frío tacto del acero sobre su piel hirviendo lo tensó, no era su filo lo que reposaba contra el cuello, ni parecía su intención la de abatirle en pleno vuelo. Aun así su mirada se desvió con esfuerzo y reticencia de esos ojos castaños en los que se zambullía entre apasionados besos. Parecía imposible el placer sin dolor, y no era algo en lo que iltharion estuviera en desencuentro. Hallaba en ese contraste la deliciosa sublimación de fusionar los extremos, y aun así, no terminaba de agradarle esa daga en su pescuezo.
Y como advertencia muda, y sutil castigo, clavó mas los dedos, volviendo su agarre algo brusco y violento, discordante con los roces tentadores de sus labios, que permanecían en ese limbo entre esta unidos o lejos. Porque si bien gozaba cada beso, cada segundo en el que acallaba su boca era uno en el que volvía muda esa voz quebrada por su reyerta, y que a cada estocada sin cuartel emitía un sonido nuevo.

Los dientes de ella acercaron su rostro, rasgando sobre esa herida pequeña y abierta, castigo de su ímpetu por atreverse a pasar esa linea inútil sobre no darse besos. Fundió sus labios con ella,una vez tras otra, besos breves y colericos, pero tan profundos como el resto, que atrapaban su lengua, la sorbían y la abandonaban, dando paso a los segundos a un nuevo re encuentro.
Los pulmones le ardían, y se retorcían en sus entrañas, y aun así entre el oxigeno y el néctar embriagador se sus labios ganó ella. Esa angustia se mezclaba con el júbilo de ese placer, carnal y divino, loco, que enturbiaba su visión y adormecía el dolor de su piernas, concediéndole a ese cuerpo, ya viejo, el tesón para acometer sin descanso contra su compañera.

El sudor perlaba y recorría su frente, pegando contra ella su pelo, húmedo por la nieve entre la que se habían revolcado y que los llevaba acariciando, participe ignorado de aquella fiesta, desde su primer encuentro. La rodilla que lo fijaba contra el suelo quemaba, pegada contra el hielo, y apenas protegida por el pantalón de cuero del que estaba desprendido a medias el elfo.
Aun así, pese a todas sus partes laceradas por libidinoso y por necio, seguía, aferrado entre sus dedos, ese abandono infinito, placer quebradizo y abandono en el exceso al que se negaba duras penas, y que lo azotaba como el mar a la arena, intentando arrastrarlo y vencer esa voluntad férrea de soportar su propio ritmo enfermizo, que contorsionaba su cuerpo, lo estremecía hastala médula y lo trastornaba con empeño.
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Mensaje  Eretria Noorgard Mar 24 Ene 2017, 20:21

Cuales caricias que brotan de una armonía híbrida, compensadas por el calor y un frío que domina por excelencia vamos llegando a un punto en el que nuestros cuerpos extasiados son limitados por un cansancio repentino, bamboleos placenteros y penetraciones exquisitas que profundizan, haciendo daño debido a la fricción tan continúa. Boca a boca bailando en la misma pista nos vamos contando secretos en silencio, uno tras uno, camuflados en jadeos exasperados y bramidos impúdicos, porque nadie nos detendrá y ya cruzada la línea, nada nos importa más que hacernos sentir. El compás de sus caderas en contra de las mías oscila, en un conjunto la mayoría fueron todas rápidas y bruscas, pero en la ronda actual observo pequeños parones donde recoge aire, me embiste y vuelve a cambiar el ritmo hasta que me decanto en que esto es una batalla que no pretendo dejarle ganar.

Inspiro con fuerzas y el aire cálido lo expido a través de los huecos de mi dentadura cerrada, resoplando cuando vuelve a hundirse entre mis piernas flexionadas y en contra de sus pectorales donde las cuerdas de sus collares hacen cosquillas. En el recorrido entre las paredes internas y la frotación de su miembro al salir y rebatir en contra de mis pliegues, me dejo caer otra vez sobre el lecho creativo, arqueando la espalda cuando se propone a asirme por la cintura, entre remolinos de sensaciones y la química que nos une cierro los ojos a la par que torturo mis propios labios entre mordiscos y algún que otro lametón lujurioso, estoy apunto de salir del túnel oscuro donde un mosaico de colores y un éxtasis tremendo me advierten de que tendré un orgasmo en segundos. Segundos que corren y se pierden en nuestro entorno, porque no los cuento y yo, que me encanta disfrutar, que me encanta sentirlo dentro mía, decido llevar mis palmas a sus hombros hasta que una de mis piernas la desengancho de ahí.

Con rudeza me deshago del antebrazo de Iltharion que me tiene presa y sin tregua en nuestra trifulca personal lo empujo hacia uno de mis costados hasta tenerlo debajo y sobre las pieles. Impaciente y esta vez sí, fuera mía me coloco sobre su cintura sin ningún tipo de embiste de momento. Desde lo alto lo observo altiva y con una sonrisa que parte de mis comisuras y van de oreja a oreja, lenta y provocativa arqueo la espalda hasta llegar a una de las orejas del elfo, donde lamo su lóbulo y voy descendiendo por su cuello hasta llegar a su torso donde marco con gozo, permitiéndome yo misma el dejar mi huella sobre su piel rojiza y fervosa. Mis piernas arrullan las suyas cuando elevo la cintura y dejo que el principio de mi sexo, húmedo y caliente juegue con la punta de su glande, tan sólo son roces sensoriales con los que busco exasperarlo o que al menos con una mueca disgustante me amenace.

Ocurrente y desatada las yemas de mis dedos atraen una porción de su cabello rojizo que llevo a mi rostro con particular agrado, mis luceros café buscan los suyos añiles y cuando la electricidad los fusiona, inhalo el aroma de cada hebra y noto como una risita traviesa se me escapa de la boca. Nuestros cuerpos extasiados sudan de placer más finalizo el juego entre mi lugar favorito y el suyo, que también se ha ganado un lugar entre mis hobbies preferidos con una bajada arisca y penetrante. Mis caderas se mueven solas, de delante hacia atrás, de forma circular e incluso la saco de mi interior y la vuelvo a meter con un antojo tremendo. Esta vez soy yo la que manda y antes de que tome represalias, una de mis palmas van directas hacia su torso donde presiono por si las moscas ya que no le dejaré moverse. La contigua la remolco a uno de mis pechos, masajeándolos entre gemidos que me delatan y sollozos que yo misma me busco debido al ritmo que creo sobre su cuerpo. Me está desquiciando, volviendo loca y dios sabe que más, pero aún así, afrodisíaca y exótica, nunca sé cuando parar.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar 24 Ene 2017, 22:05

Un gruñido de negación, molestia y desespero escapó de la garganta del elfo atónito cuando lo empujaron de mala manera a un costado, interrumpiendo con desfachatez esa ascensión que casi los tenía a ambos en la cima.
-¿Pero que..?.-Empezó a replicar con brusquedad para detenerse al sentir el roce de su sexo resbalar dulcemente sobre su bálano. Su ceño aflojó, pero aun estricto ensombrecía su mirada, y de soslayó oteaba el perfil de ella, que juguetona se entretenía con una de sus orejas. El trovador turbado y perturbado, en una mezcla de enfadado y preso de una excitación que si bien se había calmado un poco, no desaparecía ni de lejos, se pasó la mano por la cara intentando ahuyentar la frustración que había enfriado su cabeza.
Por un instante una voz mas oscura susurro al trovador ideas de amarres y cuerdas, pero este las ignoró, como hacía siempre. Así de caprichosa la había conocido y se la había buscado, y así pensaba disfrutarla, aun si esto lo exasperaba a ratos, porque también era lo que hacía ese encuentro tan emocionante.

Aprovechó ese descanso al que habría renunciado gratamente para recuperar el aliento, y entornar los ojos disfrutando de esos roces sugestivos que terminaron por devolverlos a ambos a ese encaje perfecto, que los había enloquecido antes y volvería hacerlo.
Puso su mano sobre la de ella, acariciando la piel, los nudillos y la muñeca, y con el indice y el pulgar asió la misma trabando ambos dedos entre los huesos, de modo que tirando estos hicieran tope, y que si por algún casual se le ocurría virar la mano, hiciera palanca sobre su propia articulación, y con ese preciso agarre alzó el brazo por encima de su propia cabeza, obligandola a caer sobre su torso y a hundir su mano con la de el en la nieve.
Aferró con la mano libre el seno que ella no ocupaba, colmandolo de atenciones a veces suaves a veces apasionadas, y ofreciéndole sobre la piel y la carne un fervor equivalente a ella, dándole el control de sus caricias a sus caderas, como si por influjo de estas, cada embestida con que le obsequiara fuera la que guiara sus manos por ese voluptuoso terreno.

Con el rostro hurgó en su cuello, apartando los mechones de pelo, cortos, sedosos y húmedos con la nariz, hasta dejar al descubierto ese arco cálido y moreno. Primero lo lleno de besos y de caminos con la lengua, para que el vello se erizara y clamara por su mente, y cuando notó el vello de punta le hincó el diente, esta vez no por arañarle ni marcar los dientes, si no dejando pequeñas huellas para que recordara su encuentro. Entre sus besos succiones y dentelladas las marcas rojas se volvían opacas. Dejando esa piel antaño tostada, ahora estampada con pequeños estigmas violáceos.
Esa pequeña treta, era una venganza pro las privaciones, una oda a si mismo, porque cada vez que se rozara el cuello, o que viera su reflejo, tendría allí la seña de aquel momento, y sobre todo y principalmente, porque resultaba placentero, tanto hacerlo como recibirlo, y eran la dichas de la carne las que compartían mutuamente.
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Mensaje  Eretria Noorgard Miér 25 Ene 2017, 15:32

No hay tiempo para reproches y él mismo se percata cuando lo acallo con movimientos desorbitantes y concisos, tocando puntos que lo enloquecen y a su vez que le molestan. Porque para mi tener sexo es cómo una carrera donde sólo hay un vencedor y por supuesto, se pueden hacer trampas. La postura actual se vuelve más exquisita conforme vamos consiguiendo el calor que perdimos por unos instantes, las penetraciones son más deleitosas y tan sólo por estar encima y cambiar el ángulo, yo lo sé, Iltharion lo sabe, ¿qué más quiere? Las riendas hay que compartirlas para que el acto se vuelva inolvidable. Desde lo profundo de mi ser algo escala a pasos acrecentados y uniformes que a través de jadeos exasperados va mitigando esa sensación de querer tener un orgasmo, que desaparece por el ritmo que varía y que vuelve a manifestarse cuando menos lo espero. Mi palma abierta continúa en contra de su torso como tope y mi cintura en ningún momento vacila, sabe lo que busca y por esa misma razón arremete cada vez con más fuerzas.

Involucrados en la misma sinfonía donde gemidos y sonidos impúdicos provenientes de que lo cabalgue con rabia, van aumentando conforme a mis habilidades, mis párpados se funden en un cerrar y mis labios transitan por una etapa airada que los castiga, en sí, todo es tan exquisito que mi respiración acelerada lo denota al igual que el latir en mi pecho, que no cesa y aumenta con las caricias del elfo. No sólo eso, decidida a ser la dominante pasé por alto de que no le conozco demasiado, y así fue, en un vaivén complaciente apoya su palma sobre la mía y cuando intento escapar, es demasiado tarde. Con la contraria me obliga a descender, no me apetece y en la mueca de malas pulgas que expreso se entiende claramente. Tuvo que usar un poco de energía, y lo consiguió, en el centro de su pecho me escandila desde todas las posiciones imaginables y fantasiosas. Porque no soy yo la única que está moviendo la cintura, y entre los dos, con travesura y fulgor el gozo de cada estocada inesperada es como una caja de sorpresas, nunca sabemos cuando atacará el otro.

La mano que sujetaba mi pecho la llevo a su abdomen, apoyándome puesto que no necesito acariciar mis senos, el elfo lo hace a gusto y muchísimo mejor. Su nombre quiere ser pronunciado y entre sus brazos, retorciéndome e inclusive queriendo escapar me hallo. Mi cabeza la ladeo y la coloco en el hueco que conforma su mentón y clavícula hasta percatarme de que esa idea ha sido robada, con la nariz se abre paso y al llegar a una perfecta zona, hinca los colmillos y la catástrofe de agredirme yo la siento al completo, es doloroso, pero también excitante. Pellizca, muerde y lame las heridas y cardenales que mañana aparecerán acorde a sus planes. En la cercanía de nuestros torsos, percibo el pulso de su corazón temblar en contra del mío mientras mis dedos acarician sus costados, delincuente y capturando esos puntos cardinales que producen cosquilleos que no harán más que agrandar la sensación y las abatidas que nos damos. Después del recorrido a través de sus costillas busco su vientre, manteniendome ahí con el maléfico plan de cambiar una vez más, pero no puedo, quiero, pero se me hace imposible ahora mismo.

De mis labios un salvaje y desbordado sollozo parte, vencida por su masculinidad, por su voz que me atrapa al igual que sus brazos y perversiones. Y antes de llegar al completo éxtasis, esta vez sí, tan certera como que él es de mi propiedad lamo la longitud de sus clavículas hasta la nuez de su cuello, porque hasta el mentón con esa chiva ya la cosa se complica. Ese recorrido vuelve atrás con besos y liberaciones que quedan impregnadas cual constelación de marcas y huellas rojizas. Su nombre, Iltharion, hice lo posible por que siguiera encadenado a mi moralidad, no obstante y a duras penas lo llamo con un temblor visible y una torrente eléctrica maltratar toda la zona de mi vientre. Los poros de mis dedos lo desean y es imposible detenerme, tanteo cualquier zona y en una de las embestidas más fuertes yo me dejo llevar, dimitiendo ante el primer asalto.

Mi corazón no hace más que latir como un caballo desbocado y la necesidad de mirarle se vuelve irresistible, retorciéndome con una mirada satisfactoria surcar por mi semblante y es que después de la tormenta, viene la calma. Hora de respirar, recomponerse y seguir.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Miér 25 Ene 2017, 20:31

El calor de los cuerpos chocar de nuevo, de retenerla contra el propio y sentir su corazón batir sobre cada poro, ayudaba a apaciguar ese mal humor, que fue barrido por completo cuando, por apresarla y hundir las manos de ambos en la nieve, ella le obsequió con ese semblante molesto que le aseguraba al hombre haberle devuelto la jugarreta, si bien no del todo, lo suficiente como para darse por satisfecho.
Los tirones del brazo unidos al movimiento incesante de sus caderas, era el inevitable ídolo su pelea en el momento, pues por similares que pudieran parecer en ese aspecto, y en una coyuntura donde perseguían el propósito único del placer del cuerpo, era intrínseco a ellos ese choque en consonancia, origen y culpable irrevocable de la atracción que los había llevado a ese puerto.

El trovador, turbado, se veía obligado a detener esporádicamente su exploración por el pescuezo de la morena de piel de caramelo, perdido en los exquisitos movimientos que presionaban y estrujaban cada milímetro de su miembro, y preso de ese delicioso cosquilleo que emanaba de sus manos como si poseyera magia en ellas.
El tacto travieso de su palma descendiendo por el vientre llamó la atención del hijo de los bosques, quien se queda atento, temiendo otra barbaridad de su compañera ahora que volvían a estar tan cerca. Sin embargo, y para su sorpresa, fué casi un sollozo lo que se hizo presente, erizando todo su cuerpo con la anticipación de esa coreografía de sus curvas tensarse por dentro y por fuera.
Como si pudiera disfrutarlo con la mente antes de hacerlo con el cuerpo.

Separó el rostro del cuello, como si perderse su mirada fuera una vileza, y besó esos labios temblorosos que a duras penas habían pronunciado su nombre, mientras la llamaba con la mirada, pues en eso si podía ser sincero, y no quería tener en la boca ningún nombre que no le perteneciera. Iltharion no era de nadie, pro si era suyo en ese momento.
En un esfuerzo sobrehumano acompaño sus embates con fuerza, y cuando los estertores de su cuerpo lo ahogaron hasta el extravío,le soltó la mano para asirse a su cuerpo. Rígido y tenso, con la respiración cortada, su cuerpo quedo detenido en el tiempo casi por completo, con la mente en una bruma en la que moría y vivía al mismo tiempo, mientras colmaba sus entrañas con su esencia. Un rugido ronco resonó entre la foresta, de un alivio y abandono profundo y completo.

Lentamente los músculos fueron perdiendo rigidez, y sus agarres firmes y violentos se volvieron caricias sosegadas que recorrían su cuerpo con vagancia y si no afecto, por lo menos algo de aprecio.
Iltharion tomó aire, pero sus pulmones parecían no querer contribuir, y sumamente despació su respiración empezó a calmarse, haciendo notorio que, si bien no tenia aquejes, los años no pasaban en vano. Se apartó el pelo y el sudor de la cara con la mano, y dejó caer el brazo por encima de su cabeza. El peso de ella no le molestaba, no pensaba pedirse que saliera ni que se levantara, de algún modo le confortaba y con el frió que lentamente volvía a demostrar que no se había ido, su cercanía se mostraba deseable.

La luna había avanzado en el cielo, como si hubiese querido observarlos des de otros ángulos, pero aunque estaba por inclinar su faz hacia el descenso aun había noche y fogata por delante.
Quieto y sin separar la mirada dejaba su cuerpo recomponerse, mientras seguía contemplando a la muchacha con una sonrisa complacida y triunfal pintada ostentosamente en los labios.
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Mensaje  Eretria Noorgard Miér 25 Ene 2017, 22:49

Mi respiración sigue un descontrol que por más que quiera dominar, se resiste al igual que los sentimientos absortos que transitan por mi cabeza, abriendo las puertas al placer desmesurado que me invadió y pude disfrutar tras un rato largo dándonos placer el uno al otro. Humedezco mis labios cuando el elfo vuelve a buscarlos, manteniéndolos hidratados en ese arrebato de devorarme tanto por dentro como por fuera, sin largas esperas o con la pena de hacernos daño. Es en ese preciso momento, donde tras mi espectacular orgasmo y con sus manos aún encima mía, noto algo extraño, resbaladizo y abrasador que hurga a través de las paredes de mi sexo y me advierte de que empapará mis pliegues. La madre que lo parió y que espero que esté muerta, con una fuerza abrupta me aparto de su torso sin siquiera darle tiempo a que reaccione, sigo sobre su regazo y con su miembro dentro aún.

Primero, lo observo a él seria y con una de las cejas arqueadas, mi cuerpo está erizado de la rabia y los músculos, a pesar de estar cansados piensan seguir dando batalla. ─ Iltharion. ─ Lo llamé, explicita y seguramente misteriosa al captar su atención no sólo por nombrarlo, sino también por seguir encima suya, cabalgándolo a pesar de estar quieta. Mi pecho escuece y al rodar las cuencas busco aquella daga que dejé atrás sobre las pieles, muy cerca de nuestra actual postura. Sonrío y con lentitud voy acercándome a su rostro, ahí donde apoyo los labios y dejo un ligero contacto "de afecto" mientras mi mano, la más cercana a su cabellera se pierde a través de lo cobrizo e indaga, debería estar por ahí cerca. Bingo, me aferro al mango con una exasperación tremenda recorrerme por dentro. ─ Eres el primero que mancilla mis adentros. ─ Farfullé grácil, todavía grácil y en contra de su rostro. ─ ¿Sabes lo que significa eso? ─ Oh sí, lo sabe y lo percibe en cómo le observo, en cómo penetro a través de su carne hasta llegar a sus huesos y calarle el alma.

Mis labios van en busca de su oreja más próxima, echando un aire árido en la zona más erógena a la par que alzo la daga, afilada y seguramente letal. Quiero fundirla en su torso y disfrutar de sus últimas exhalaciones con vida, mientras va apagándose y no queda más de él que su animal de compañía, no obstante reconozco que si va armado hasta los dientes, es porque sabrá usarlas, y para ello, habrá entrenado y el instinto seguirá activo. En un movimiento rápido la mano que mantenía sobre su vientre como apoyo va descendiendo hasta llegar a su cuello, donde presiono, dedo índice y corazón camuflados por su perilla. ─ Significa castigo. ─ Escupí por fin, dejando que la daga cayese en picado sobre una de las orejas del elfo. La sensación del palpitar de la sangre y su semblante pasmado no tuvo precio.

Podría haber sido peor, pero a duras penas y en los últimos segundos me contuve, la presión con la que ejercía disminuyó tanto que en su oreja solo se aprecia un corte inocente, "inocente" para mí, no dejará cicatriz porque él sabe como tratarlas, que sino, me llevaría encima consigo de por vida. En un sisear voy apartándome hasta soltar su mentón y alejarme de la calidez tórrida de su miembro, de sus brazos y de sus caderas. Me levanto ofuscada y espero que haya captado la directa. ─ Dime, ¿te ha gustado? ─ Le pregunté mientras me subía los pantalones, abrochando también la camisa para ocultar mis pechos y observar el vendaje de mi muslo, seguirá sirviendo. ─ Lo digo porque te gustará cuando te mande al bastardo para que te de muerte. ─ Bromeé, bufando después. Esto tiene arreglo y antes de frustrarme de más, me acercaré a algún bazar y veré cómo me las apaño. En sí, es tanto el gusto de que lo haya hecho y el desagrado de que también, haya seguidos esos instintos que me giro una vez más, cierro los puños y antes de atacarle cual fiera salvaje trato de sentarme al lado de la fogata, a la vera del elfo y donde el aski sigue soñando.

Eres un capullo. ─ Volví a atacar. ─ Un capullo que sabe follar. . ─ Tal cual y sin pelos en la lengua, cruzo las piernas y aparto los mechones húmedos de mi frente y nuca, ha sido bestial, y no le negaré su esfuerzo.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Jue 26 Ene 2017, 10:08

Lo primero que respondió al llamado por el nombre, fue la mirada del bardo, que se desplazó sin pereza por el rostro de la muchacha, buscando aquello que tuviese que decirle antes incluso de que lo prounciara. Luego fue su cabeza, hasta encararla, mas pausado, recibiendo ese beso casto y de nuevo el cobijo y el abrigo del cuerpo de la elfa.
Una sonrisa ufana empezó a esbozarse y quedó a la mitad cuando le aclaró contra su piel aquel pequeño detalle, que para el bardo era como hacer cumbre incluso sin haberlo intentado, y le generaba un júbilo tal, que empalidecía el de ganar una mano.
A esa sonrisa que adornaba su rostro se le sumó una ceja que subió mas que su gemela, al escuchar esa adivinanza que era una velada amenaza, eso lo entendió bien el elfo, por como ella farfullaba y dejaba caer las palabras, o contemplaba con la mirada afilada.
Sin embargo esa vez no era capaz de advertir con que iba a salirle, pues cuando se dirigió a la oreja de el, en vez de planarle un mordisco que le sacara sangre, dejó sentir su aliento hasta enrojecer el cartílago y calentar la piel que había sido tomada por el frío.

Ya casi se creía airoso, de aquello que para el no era un crimen, si no el normal devenir de los acontecimientos, cuando ella se reveló al tenerlo, lo enganchó del cuello y antes de dejarle reaccionar la daga se clavó en el suelo, atravesando piel y tierra, y dejando un corte en su oreja. El palpitar de su pulso contra el corte, y el tacto húmedo de la sangre tibia recorriendo sobre el pabellón hacían que no necesitara de tocarse el mismo para saber que estaba manchando su lecho con gotas carmesí. También podía intuir por lo mismo que no era grave, pero que tampoco era un rasguño de nada.

El frío lo golpeó cuando, ofuscada, abandonó su cuerpo y el lecho, y dejó que el viento glacial azotase la semi desnudez del bardo. Este se guardó las vergüenzas, y seguidamente en vez de llevar la mano a la oreja lo hizo a la daga, en parte para retirarla de circulación, y la arrojó esta vez haciendo que se clavase contra la corteza de un árbol cercano.
Con las ropas acomodadas se sentó en las pieles, y alargó el brazo hacia la bolsa, donde sacó un retazo de lino pequeño y lo dejó pegado con la propia sangre al corte para que no se pusiera peor, no queriéndole dedicar mas atención por el momento.

Una risa grave rompió el aire, el buen humor del trovador no se iría tan fácil, y menos con los sendos comentarios de ella que parecían encarados a divertirle, pese a que en el fondo el hijo de los bosques sabía que no era así del todo.-Si, la verdad es que si.-Comentó entre risas. Si la joven supiera cuantos bastardos debía de tener desperdigados por el mundo, quizás compartiría sus risas, o quizás, escandalizada,lo echaría de su campamento de mala manera, no quería tentar a la suerte. La verdad, le importaba bien poco si salia algo mas que un recuerdo de ese encuentro, porque no sería problema suyo.-No me voy a meter en su educación.-Alzó las palmas hacia arriba haciéndose el inocente. No se metería en eso ni en nada si dejaba ese presente tras de si, pues tarde o temprano llegaría el momento de partir, y seguiría camino, dejando atrás lo que fuera.

Finalmente volvió a hurgar en la bolsa y sacó sin muchos preámbulos otro de esos arrollados de menta, que encendió en el fuego. Dió una calada y exhalo como si aquello fuera mas exquisito que el propio aire, los canutos tras esos arranques de pasion y sexo eran los que mejor le.
Por ese vicio casi se atraganta con ese insulto que halagaba al mismo tiempo, no de sorpresa si no por la risa que se trabó en su traquea, disputándose el paso con el humo. Se dio con el puño un par de golpes en el pecho, y luego rió algo ahogado mientras recuperaba la voz.
-Gracias, eres un encanto.-Una sonrisa se ensancho en sus labios, mostrando los tientes blancos con los que sostenía la mente.-Y tan salvaje como diestra.-Dio una profunda calada, esta vez sin incidencias.-Aunque lo de la oreja me lo podría haber ahorrado.-Echó ambos brazos hacia su espalda, apoyando las palmas en las pieles y reclinando su cuerpo contra estas mientras ladeaba el rostro, sin dejar de mirarla un momento, mezcla de no querer y de no ser tan descuidado como para perderla de vista otra vez, no al menos mientras se hallaba dueño de su mente y sus pensamientos.

-¿Que te parece si dejamos las dagas fuera de la suma?.-Ofreció aun en ese trance sosegado en donde su cuerpo intoxicado por los humores del orgasmo lo hacía dichoso aun hablando de temas poco alegres.-Ninguno de los dos las necesitamos para pasarlo bien, y siempre puedes usar las manos si te enfadas.-Sus orbes celestinos fueron hacia su propia mano, que dejó de sostener su cuerpo para extenderse ante su cuerpo, y estirar y cerrar compulsivamente los dedos, mientras una sonrisa traviesa, reflejo de una gracia privada, se mostraba en su faz claramente. Iltharion rememoro durante unos momentos ese segundo en el que casi le había estampado la mano en las posaderas.
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Mensaje  Eretria Noorgard Jue 26 Ene 2017, 20:47

Mi trasero permanece sobre las pieles tibias que conforme nos vamos moviendo sobre ellas, se calentarán por algunas zonas y en las solitarias, a falta de nuestros cuerpos serán abrazadas por el frío invierno. Con las rodillas flexionadas y ambos codos apoyados encorvo la columna, presa de las llamas y la lumbre que acaece en la noche, dándonos visibilidad en medio de una oscuridad tan densa que nos rodea. Las palabras del elfo emergen, y yo que pensé que se había muerto de un infarto o estaría cagado del miedo, ahí está, vigoroso y sin temerle a la muerte que lleva mi nombre. Claro, pues claro que le ha gustado, soy una mujer que hace estragos y no se olvida fácilmente, yo dejo huella, una tan profunda que a veces, es imposible de borrar desde lo más hondo de los corazones varoniles. ─ Si le diese la misma educación que recibí, serías presa fácil. ─ Expuse con una sonrisa torcida a la vez que el dedo índice asciende, apartando algunos mechones con la idea de llevarlos detrás de la oreja izquierda.

Estoy cansada y las piernas siguen bailándome aunque las obligue a optar una apariencia férrea y desentendida, cuando me llamó encanto me limité a sonreír, sus labios emergían cuales diablillos que yo misma y en mis propias carnes he experimentado. Entrecierro los ojos, batiendo las pestañas henchidas en una inocencia falsa que cualquier otro podría haberse creído con una facilidad que me sopesaría, más no Iltharion, en una noche ha conocido más de mí que otros elfos con los que me crié en su tiempo. ─ Piensa que podría haber sido peor. Si me he contenido es porque te quiero ileso, no puedo disfrutar de un cascarrabias con fracturas o directamente, moribundo. ─ Fuí explícita, no para que tema mis actos sino para que sea consciente de que la fortuna hoy está de su parte. La adrenalina que antes delimitaba mi respiración como si hubiese recorrido un maratón va cesando, improvisado y sin la esencia de dos cuerpos unidos por el gozo.

De mis labios una exhalación vacía y gélida aparece conforme voy descendiendo hasta acostarme sobre las pieles, de lado y con la mirada perdida en el negro infinito de sus pupilas, el sudor del cuerpo va desapareciendo pero tardará unos minutos en secarse si nos referimos a su larga cabellera cobriza o a la mía corta y castaña. El algodón que evita cualquier infección y que visualizo en su oreja lastimada me produce una risita ruin que expreso abierta y sin pesadumbres. La palma de mi mano más cerca al cuerpo la llevo a mi cabeza, apoyando el peso en dicha posición mientras la contraria se pierde en los botones de mi camisa con los cuales me entretengo. ─ Me gustan las dagas, ─ Aclaré sosegada y sin rabia que me devorase. ─ Y también me gusta "castigarte". ─ Cada vocal y letra van impregnadas en sensualidad y con deliberados espacios para que llegue con tardanza a los oídos del trovador.

En mi semblante iluminado por el ardor de la pila se percibe una vivarachez tremenda con los dedos aún repasando cada botón de mi vestimenta. Él se distrae con su cigarro mentolado y yo me entretengo viéndole recostada y con las orbes puestas en su silueta marcada por la pasión de antaño y el alivio de haber descargado. ─ Con las manos no es suficiente. Además, ¿quién me asegura a mí de que no me detendrás? Con las armas es mucho más rápido y efectivo. ─ No sé cual de los dos tiene más fuerza, pero hoy no será el día en que lo ponga a prueba. ─ Si te opones te degollo y si intentas huir te degollo también. ─ No hay escape en cuanto se siente la frialdad de un filo en el gaznate. Los copos siguen cayendo y con las yemas de los dedos que aparto de mi pecho voy quitándole los restos blancos del pantalón de cuero a modo de pasatiempo. El aski sigue en el interior de la bufanda sin siquiera percatarse del arranque que tuvo su dueño con una total desconocida, menudo sueño profundo.

¿Te quedarás a dormir? ─ Mencioné con una risita sospechosa partir, abriendo la palma y utilizándola para acariciarle desde las rodillas hasta la cara interna del muslo. ─ Prometo no morder. ─ Mis labios se entreabren y engendran un mordisco retozón, como si hincarle el diente le supusiese un grave problema cuando en realidad, el problema soy yo y mis acciones inestables. En el cuello comienzo a notar la quemazón de las agresivas marcas, más le vale no haberse excedido como hice yo con él en mis recorridos sobre sus pectorales y clavículas.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Vie 27 Ene 2017, 14:44

Iltharion se tuvo que morder la lengua para no responder a la mordacidad con la elfa con la simple citación del devenir de los acontecimientos que les probaba a ambos de que su educación no lo había llevado precisamente a la muerte. De cualquier modo, el trovador tampoco encontraba especial gusto en teorizar en como podía desencadenar algún  encuentro con sus descendientes, y si deferiría mucho o no con el que hubiese tenido con sus padres, eran cuestiones morales que  le traían al fresco y con las que prefería no enturbiar su propia mente.

Una carcajada rompió el silencio cuando el hijo de los bosques observo esa perfecta y minuciosa expresión ingenua que nada tenía que ver con la realidad, pero que habría resultado creíble si no tuvieran recorrido ese pequeño trecho.-Seguro que si.-Le dio la razón a ella, aunque en el fondo su aceptación hablaba por ambos. Iltharion no era a menudo el mas fuerte ni el mas hábil con las armas si se comparaba con las personas que compartían su lecho, y sin embargo hasta ese momento había sido siempre el el que dejaba atrás un cuerpo inerte cuando la fortuna los llevaba por esas aguas torvas.

Observó calmado como ella se acostaba, y alargó una mano libre apartando los mechones de pelo húmedo de su faz como había hecho antes de que empezaran con ese extenuante pero fascinante juego del que ahora descansaban.
-Soy un hombre justo, y me agrada la gracia de espejar a los demás, si te pones a jugar con dagas y a castigarme recibirás lo mismo.-Respondió con un tono que dejaba entrever en sus formas calmas que no le desagradaba la idea, y que no sería por falta de ellas que no cumpliera su advertencia.
No era un abusador, y por ello, pese a tener un gusto amplio y variado, cultivado por la experiencia y el tiempo, nunca hacía para con sus compañeras nada que pudiera ir en contra de ellas, pero, cualquier cosa que fueran a hacerle a el eran un permiso implícito para darle rienda suelta a devolvérsela, y para evitar contratiempos y malos entendidos, prefería que la joven lo tuviese bien presente.

Las pupilas del bardo seguían las juguetonas manos que toqueteaban inquietas los botones, grabado a fuego esa afirmación en el bardo, la de que ella no podía estarse quieta, como una niña, una bastante peligrosa. De forma pausada entrecerró los parpados, sin dejar de verla por esa fina rendija que ahora formaban sus ojos.
-Me amenazas con mucha facilidad, pero sigo aquí. Estoy seguro de que eres capaz de sacar algo en claro de eso.-Y es que sus amenazas no le aceleraban el pulso en lo mas mínimo, primero porque no temía a la muerte,  y segundo porque si se le echaba encima, confiaba en que la diosa fortuna, como tantas otras veces, le permitieran ser a el quien se alejara del claro y de la nieve con las manos rojas y el cuerpo caliente.

Una risa de buen humor hizo que el bardo se encorvara sobre si mismo, y dejara esa expresión, risueña y sombría al mismo tiempo.
-Me quedaré en todo caso hasta que te duermas o te aburras.-Prometió, en un tono mas sugerente, apagando el cigarrillo en la nieve, y enterrándolo en ella. Los dedos que rozaban con cuidado la frente de la elfa, y que apartaban los mechones de esta,  bordearon el contorno de su rostro y empezaron a descender por la mandíbula hasta el mentón, para repasar con la yema los labios de ella, justo después de que lanzara ese mordisco al aire.-Prefiero jugarme el pescuezo a medias.-Rió de forma mas baja entre dientes, antes de inclinarse sobre la muchacha y  plantarle un beso.
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Mensaje  Eretria Noorgard Vie 27 Ene 2017, 19:12

Prendida en las maneras del elfo continúo observándolo desde la calidez de las pieles, suspirando cuando esa voz ronca que posee llega a mis oídos cual música, música que se ve interrumpida cuando carraspea, suavizando la quemazón que andará incordiándole en las paredes de su garganta, muestra de gratitud de las grandes carcajadas que se pega junto a mi compañía. ─ Uh, que excitante. ─ Pronuncié colmada de placer ante su modo de seguir las reglas, lo que yo haga también lo hará él, ¿más fuerte? Quien sabe, pero de solo pensarlo mi fuero interno se aviva aún teniendo leña sobrante. ─ Habrá que jugar un día de estos. ─ Sin temerle a un buen par de azotes, a los amarres e inclusive a esas mordidas tan sugerentes que me pega en mis descuidos, en sí, no le hago ascos a los experimentos que vengan acompañados de un gozo desmesurado, ¿para qué? Si en eso consiste, los morados o los cortes sanarán más la sensación única de hacer lo prohibido, permanecerá siempre.

La pierna vendada la paso encima de la sana en una especie de cruce vertical, las botas están cerca al fuego así que la calidez penetra por la suela y me reconforta, mis luceros pardos de un momento a otro persiguen la mano que con seguridad se entrelaza con cada una de mis hebras, apartándolas con una suavidad que me alarma hasta que mi frente, vuelve a estar libre y sin mechones rebeldes. Esta clase de caricias no terminan de atraparme, pero aquí sigo y aquí sigue él a pesar de haberle amenazado durante toda la noche. No quiero reconocerle las hazañas de haberse ganado un puesto en mi guarida, ni tampoco hace falta que lo exprese en voz alta, al fin y al cabo, persiste semi ileso y a mi lado. El tantear sobre mi cabello y las yemas de los dedos a través de mi rostro encienden una chispa que anduvo apagada, desguazando lo que tenía por escudo y menguando mis fuerzas hasta convertirme en una simple gelatina, maleable y deliciosa, pero también peligrosa.

El pasar del tiempo se congela, las horas sucumbieron ante nuestros encantos, permitiéndonos que la madrugada se torne eterna y el firmamento siga oscuro y repleto del fulgor de las estrellas. Con parsimonia entrecierro los párpados, la mano que mantenía sobre su muslo escala a través del brazo que mantiene flexionado, llego a su muñeca y me detengo, uniendo ambas manos sin afecto, es tan solo un roce que me apetece tener. ─ No creo que me aburra. ─ Frenética, el nudo en mi garganta crece hasta volverse tan grande que me es imposible deshacerlo, donde las palabras que iban dirigidas hacia su persona mezcla de sarcasmos y bravatas se me atoran, no es el momento para estar con bromitas, no ahora que he encontrado un momento de paz y que pienso disfrutar hasta que vuelva a someterme a la misma rutina con los mismas excusas y desventajas.

No sé a que vino ese arrebato de apagar el cigarro nada más empezarlo a consumir, lo que si sé es que su último comentario me arrancó una sonrisa tenaz y ostensible, todo por sus bravuconearías sin pies ni cabeza que, sin importar cuan dura me ponga con él, seguirá a sus aires, sin molestarse o al menos, reprenderme. Hechizada por esos roces que ya echaba en falta surcan cada una de mis facciones, desde mis pómulos hasta los labios que delinea con total sensualismo, y denoto que me agrada mordiéndole ese dedo que presiona sobre lo carnoso y friolento. Una frialdad que despega hasta entrar en contacto con una zona más cálida como es su boca, que recelosa encuentra la mía tras unas risitas sin camuflar y una actitud más agresiva. Lo disfruto, si fuese otro ya estaría arrancándole la lengua más Iltharion tiene ese toque que me encanta y me atrae, no lo negaré.

Con su particular arranque le quita a mi corazón la capacidad de defenderse por su propia cuenta, buscando refugio donde sea y donde más fogosidad haya, en ese fugaz beso que yo alargo caprichosa donde nuestras lenguas danzan y nuestros labios sufren algún tipo de tortura y mimo rodeo su cuello, entrelazando los dedos a la altura de su nuca cuando el elfo se inclina para finiquitar la tarea y fundirnos entre besos y pellizcos. El aliento me falta y es en ese momento cuando suprimo el deseo y tomo aire sobre sus labios, sonriendo a la par que una de mis manos va declinando por sus hombros, costillas y seguidamente columna. ─ Tengo frío. ─ Susurré en su contra, cabizbaja y con las orbes iluminadas en destellos solapados. El recorrido cada vez se torna más jugoso al menos para mi palma que continúa tanteando terreno a través de los ropajes del elfo, al llegar a sus pantalones y cerciorarme de que al inclinarse ha dejado sitio suficiente adentro los dedos a través de la costura de cuero, llevando cada uno de ellos a su trasero para apretarle una de los glúteos con vehemencia y soltarlo enseguida, es tan solo un toque de atención como cualquier otro proveniente mío, todos incitadores.

Caliéntame. ─ Volví a decir aferrada a cada curva suya, se lo puede tomar de dos formas. O calentarme estando desnuda o hacerlo estando con la ropa puesta, a mi lado o encima, como prefiera mientras seguimos con las tonterías, charlas de más y risitas descolocadas ante respuestas elocuentes o un tanto irónicas.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Mar 31 Ene 2017, 22:27

Iltharion no se sorprendió al sentir los dedos presionando la carne de su yema, cuando repasó los cincelados labios de la peligrosa ninfa que yacía a su lado. Le asombraban mas esas risitas traviesas, esos gestos avatares de la diversión que los que representaban esa oscuridad latente y definida producto y resultado de su encierro.
la beso hasta dejarla sin halieto y hasta precisar el de inspirar con fuerza para llenar de nuevo sus pulmones, entornando los ojos y deleitándose con el fluir de las pequeñas manos otra vez frías por su cuerpo, que serpenteaban sin pudor ni duda mientras ellos se comían a besos.

Ese murmuro tentador contra su boca que no tenía nada de inocente le arrancó una sonrisa ladina al trovador, quien despegó el culo de las pieles, y se encorvó sobre ella, encerrando sus piernas entre sus rodillas, mientras ella le agarraba el trasero.
-Habrá que arreglar eso.-Le respondió con fingida ingenuidad, dejando que el aliento golpease contra la piel de su mandíbula y bajara por su cuello, teniendola de la cintura con ambas manos, que empezaron a recorrer y cubrir la piel de su vientre y a separar las telas del jubón abierto.
Una parte mas estúpida, o menos crápula del bardo le había planteado un escenario muy diferente. Que le abrochara el jubón y la enrollara entre las pieles, tentándolo con la cara de frustración y sorpresa que de seguro se granjearía esa jugarreta, pero por suerte no era esa la única cabeza a la que el hijo de los bosques hacía caso en aquel momento, y ganó por diferencia el ser el, y no las pieles, quien envolviera esa figura de curvas vertiginosas hasta barrer el frío de sus huesos.

La boca del bardo bajó por su clavícula y entre sus senos, y allí se entretuvo colmando los tersos montes de besos caricias, y devolviendo el calor a la piel morena que se tensaba, joven y lozana sobre la voluptuosa geografía del cuerpo de la elfa. Había algo que empezaba a darle curiosidad al trovador, pese a ir algo en contra de esa petición que había surgido de los labios de ella, azuzandole en su empeño.

Cuantas cicatrices mas guardarían las ropas de la vista, cuantas pecas o manchas, esas particularidades diminutas que muchos ignoraban, y en las que el se recreaban descubrir y memorizar, en evocar, se estaba perdiendo?
Dispuesto a descubrirlo deslizó las manos por dentro de la camisa de ella, alzando su espalda con la mayoría de los dedos, y enganchando el borde de la tela con el pulgar mientras iba bajando la prenda. Una vez quedó esta en las muñecas dejó de intentar retirarla, y de sostenerla a ella por encima de las pieles, haciendo que con su propio peso y su ropa se apresara las manos. Sus orbes celestinos recorrieron cada centímetro nuevo, mientras sus manos se deleitaban también con todo ese descubrimiento.

Pero no quedó allí, y, construyendo un camino hacia el ombligo con la lengua, se adueñó del borde de los pantalones de ella para obligarles a correr la misma suerte. Quizás el gélido viento azorara toda esa piel a la intemperie, pero Iltharion estaba entregado en que su cuerpo, sus manos y su lengua impidieran que ningún palmo se enfriara, ni pasara demasiado tiempo sin disfrutar de su presencia.
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Mensaje  Eretria Noorgard Miér 01 Feb 2017, 08:49

Voy malográndome en el azul tan distinto de sus orbes, en su mirada gatuna y en como va recorriendo mi silueta de arriba hacia abajo, plácido de las vistas aún ocultas por tan solo telas oscuras. La brisa estival del invierno para mí, ahora mismo, es un verdadero designio que compone retos y las agallas requeridas para que vuelva a indagar a través de mis curvas. Mis labios, fieros y húmedos se distraen con los suyos, los delineo de manera tortuosa y lenta antes de que enérgicos e impulsivos abandonamos lo recatado y continuamos por el sendero más satisfactorio, en el que el gozo domina y no tardamos en exhibirlo cuando nuestros cuerpos se juntan, él encima y yo bajo su torso, enredada en contra de sus piernas. Sin delicadezas me envuelve en un ambiente tórrido del cual no deseo escapar, en un túmulo de pieles olvidadas y fuera de escena.

Lo existencial y con lo cual voy derritiéndome origina rutas furtivas e inigualables con su lengua y esas yemas con durezas a causa del frío y el jolgorio, que van grabando a fuego en mi interior sensaciones desconocidas, fijadas en mi corazón y en mi alma. Feroz analiza cada una de mis curvas libidinosas dejando sobre mi piel atezada su marca, el aliento me falta y un escalofrío me retuerce cuando sus palmas ascienden por mi espalda, las tiras en mis hombros descienden por los brazos y con tardanza la camisa llega a mis muñecas, despojándome de esta que queda arraigada a mi cintura. Me está provocando de mala manera, sin embargo, bajo su cuerpo y muerta de frío en apariencias no deseo romper la magia, ya tendré tiempo de ir en busca de mis lugares favoritos y sobrepasar sus olas de peligro, provocando jadeos hasta que se olvide de su propio apellido.

Hhmm... ─ Sollocé con malicia, el labio inferior voy pellizcándolo con mis propios colmillos, mis brazos los alzo y los coloco a la altura de mi cabeza, dejándole espacio para que haga travesuras sobre mi cuello, pechos y presione con la punta de su lengua mi vientre marcado por tragedias y osadías a lo largo de las décadas. Osadías como esta, que me está enloqueciendo y pasará a la historia de dos elfos desconocidos con sonidos concuminantes en nuestros corazones, lujuria y un amor inexistente. ─ No me refería a este tipo de calor. ─ Le expresé con una sonrisa inquieta y los párpados caídos, llegados al punto donde mi propio pantalón va decayendo por los muslos es cuando desde mi garganta, seca y presidiaria de pecados, deja escapar un quejido debido al frío que amenaza con calarme de pies a cabeza.

Lo observo de reojo, con una mueca combativa y los vellos de mi cuerpo erizados, las cicatrices al descubierto sin siquiera importarme y con él, revoltoso y presuntuoso queriendo dominarme. La desnudez me viene al aire, soy exquisita incluso con este color exótico que a primera vista es desagradable hasta que se prueba como primer plato, segundo y hasta postre. Los dedos los llevo a mi castaña melena, apartando algún que otro mechón breves segundos hasta que los susodichos los guío a través de mis pómulos, labios, mentón y cuello en caricias sugerentes que abren el apetito carnal. Sonrío, girando mi rostro, dichosa de que este tour que yo misma voy enseñándole vaya excitando al elfo. ─ No seas malo conmigo. ─ Murmuré afelpada a la par que le guiño un ojo. Mis dedos van surcando todo tipo de manjares, desde mis clavículas hasta unos roces explícitos y expertos sobre los pechos, bajando sin premura por mi abdomen hasta llegar a mi sexo, ahí me detengo, contemplándole desde las pieles con un deseo inevitable y unas ansias de hacerlo otra vez.

Este hombre no sabe con quién está metiéndose. Mis palmas buscan las suyas que volvieron a mi cintura, afianzándome con fuerzas, las piernas que seguían bajo las suyas con el pantalón a medias, las flexiono hasta pasarlas sobre la cintura de mi acompañante y deshacerme de la tela en definitiva. Y en un momento dado, tiro hacia él para que nuestras entrepiernas se junten y la cercanía vaya acrecentándose. Humedezco mis labios entre suspiros indescifrables y difíciles de entender, por el frío de mi piel externa y el calor que va calcinándome en mi fuero interno, esta ronda turbulenta y llena de sorpresas altivas comienza a atraerme más de lo normal.
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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Dom 05 Feb 2017, 19:50

Cada linea blanca y pequeña marcaba esos recuerdos de los estragos del tiempo, y las penurias componían un sendero intrincado y sinuoso, una visita guiada por los hitos de una vida que invitaban a recorrer esas vertiginosas curvas. El trovador era un explorador consumado en ese juego, y encontraba placer en ese reto propio, de ser capaz de repasar cada una de las cicatrices e intentar dejar sobre esa huella de dolor, una de placer,colmando la piel erizada por el frío de besos y caricias, y calentando el vello erizado con la tibieza de su aliento y de sus labios.
Las orejas del bardo se movieron, generando ese suave tintineo entre los pendientes al chocar entre ellos, cuando ese pequeño y tentado sollozo rompió contra el silencio y sus ya calmadas respiraciones, dejando ver que tan atento estaba a todo, pese a que su expresión risueña lucía calma de nuevo, y solo su mirada voraz, y un aire travieso se asomaban entre sus facciones revelando la anticipación interna.
-Será que no soy el único que se hace entender terriblemente mal.-Comentó con aire distraído bajo su seno,el cual escaló con la lengua antes de atrapar la cumbre entre sus dientes, y tironear con suavidad sin dejar de clavar sus ojos en los de ella.

Ese aire juguetón y felino, que empapaba cada uno de los movimientos de la muchacha de piel tostada, eran, como poco, tentadores y exóticos. Iltharion no tenía a menudo la dicha de deleitarse con el erotismo explicito y a la vez sutil con el que le obsequiaba la compañera que esa noche la suerte, había puesto en su sendero. Sutil muestra de ello era la atención persistente de sus orbes azules que no se perdían una sola linea de ese delicioso recorrido que ella le ofrecía, o sus oídos atentos a sus respiraciones, y sus tonos melosos por los que se dejaba llevar.
Iltharion ascendió por centésima pero no ultima vez a través de ese mapa de deseo que tenía preso bajo su propio cuerpo, para saborear los labios de esa elfa misteriosa cuyo nombre se le atragantaba a falta del mismo, pero que había arrancado muchos otros sonidos de su garganta, y que probablemente hiciera emerger muchos mas a lo largo de la noche.
Con los dientes atrapó el labio inferior de ella tras ese guiño, y esas palabras melosas que contenían una inocencia que no era mas que un juego, y tiró del mismo antes de devolverlo con un beso, ignorando el ligero dolor de su propia boca, recordatorio innecesario de que así como el no era un santo, tampoco trataba con una doncella.

Un jadeo de placer escapó de entre sus dientes cuando sintió el calor y la humedad de su sexo contra el propio, semi asomando por su pantalón que no había tenido la decencia siquiera de abrocharse en el breve descanso que se habían permitido mutuamente.
Pasó una mano por las piernas de ella, aferrándolas en la cintura, y la otra la coló bajo su cuerpo, extendiendo la palma por su espalda, y de ese modo, se alzó sobre sus rodillas manteniendola asida a su cuerpo mientras se giraba y tomaba asiendo, dejándola apoyada sobre sus piernas, y dando la espalda a las llamas de la hoguera, ahora mas cercana, para que el calor de la lumbre que les permitía contemplarse mutuamente abrazar a la muchacha, y pudiera permanecer, pese la nieve y el frío, despojada de sus ropas y ofreciéndole tan tentado espectáculo. Que tuviera el pelo corto ayudaba a que la situación no se prestara a incidentes con las llamas mecidas en exceso por alguna que otra ráfaga de viento.

-Eso fue poco convincente.-Susurró con la voz pícara de aquel que se trae algo entre manos.
La mano que la había mantenido contra su cuerpo, para poder acomodarla como estaba, siguió subiendo hasta la nuca, y recorrió con sus largos dedos hasta rodear parte del cuello, con las yemas repasó las arterias y sin llegar a ser rudo presionó en caricias ascendentes las mismas. No tenía ganas de que lo arrojara contra el suelo, quería mantenerse pegado a su cuerpo, y sabía que aquello, además de debilitar un poco las fuerzas, también elevaba un poco la consciencia, sensibilizaba de un modo extraño partes inusitadas del cuerpo.
Con la otra mano en sus posaderas la presionaba contra la cadera, y la alzaba haciendo acopio de su fuerza para rozar tentadoramente su entrada con el bálano, para deleitarlos a ambos.

Sin embargo, y no queriendo causarle ningún mal, solo fueron unos pocos segundos que toco ese par de puntos precisos en el cuello, revelando otro de esos tesoros que ocultaba la naturaleza del cuerpo. Bajó la presión con las manos y aun así la tuvo por esa garganta de turmalina que se sentía suave y fragil bajo su palma.


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Mensaje  Eretria Noorgard Mar 07 Feb 2017, 10:32

Frío, sí, hace frío, ese que deja la lluvia en un día nublado, la frescura que arraiga en mis palmas y nariz heladas como la nieve misma, ese... Ese ambiente gélido que delata el vapor que vamos expidiendo entre jadeos representativos, porque soy como las páginas de un libro, quizá complicadas, quizá, demasiado expresiva como los recorridos de las yemas de mis dedos hacia mi sexo totalmente humedecido y con una palpitación insana nada más empezar con el juego. Lo noto recorrer cada cicatriz, curvas sibaritas y la piel en sí con esas cuencas de un color distinto, pero que remolcan un ápice lascivo proveniente de lo carnal y que me enciende con tanta facilidad.

Cual cerilla, este elfo se ha convertido en el mechero que requiero en mitad del crepúsculo, sobretodo al estar en plena desnudez, cómoda con el resultado y esos recorridos que emergen desde mi vientre hasta los pechos, su lengua cálida y fogosa me maltrata los pezones hasta que los dientes culminan pellizcándolos, empezamos lentos pero ya quiero pasar a la faceta salvaje, estas preliminares que yo misma comencé me incitan a que sea bruta, que lo rodee y vuelva a ser yo misma la que lo domine en una serie de embestidas que lo dejará sin aire, porque soy así, y no me contengo con nada, ni con nadie. A mis oídos llega una voz ronca que intenta jactarse del intento de ingenuidad que realicé, elevo una de las cejas con la intención de soltar una pulla que haga daño, y no sé si es que se ha percatado o ya lo veía venir después de provocarme con sus términos, puesto que con un movimiento de cabeza se aproxima a mi semblante, tanto que puedo respirar su aire, sentir a fuego lento el roce de nuestros labios y sin poder esperar nos fundimos en un beso largo y placentero.

Sentí confusión al principio, pero al percatarme de que no soy la única que desea avanzar sonrío pícara en frente de esos labios maltratados por los mordiscos que conforme va besándome, voy ofreciéndole producto de una exaltación que me recorre por dentro, la adrenalina y la sangre que bombea mi corazón atolondrado. Los brazos los sitúo alrededor de la cascada encarnada que le cae por la espalda, apretándolo en contra de mis caderas al tenerlo aferrado por las piernas, no pienso dejarle ir hasta que las agujetas de mañana sean tan supremas como este deseo montaraz que me presiona el pecho y me dificulta respirar. Los párpados los voy entrecerrando una vez que su lengua y esos besos fugaces van amansando al diablillo que insiste en salir de una buena vez, las manos del elfo van recorriendo parajes indebidos que inducen a que me retuerza cuando me toma de la cintura y cambia la posición de manera repentina.

¿Poco convincente? Refunfuño sentada en su regazo y con las piernas en los laterales de las suyas, flexionadas para que pueda estar más cómoda. El calor de las brasas inventan un orden distinguido donde en algunas partes de la espalda siento calor, y en otras frío, jadeo en frente de sus facciones antes de morderme el labio inferior y comenzar a mover la cintura de delante hacia atrás, cuanto más cerca estemos, más notorio retorna la fricción del glande en contra de mi sexo, pero cuando voy hacia atrás la satisfacción decae. Río sin pudores a la par que ladeo la cabeza, mis dedos buscan su oreja herida para quitarle el apósito con cuidado, mientras tanto mis labios van a los suyos, plantándole un beso ligero para dirigirme después a donde están mis dedos. ─ ¿Terriblemente mal? ─ Susurré en su oreja con una voz demasiado atractiva como para dejarla pasar. ─ Tendré que esforzarme para que me entiendas mejor. ─ Los labios los obligo a formar una "o" por donde el aire se me escapa para que uno de esos aros que lleva se mueva, no lo suficiente como para que tintinee pero sí para distraerle cuando mi lengua lame la herida.

El sabor de la sangre me excita, pero no tanto como la reacción que lo invadirá al notarme ahí, donde le hago un daño considerable entremezclado con un deleite proporcionado por la punta de mi lengua y un beso que también ofrezco sobre el corte para que cure cuanto antes. Sí, será para eso. Vuelvo a sonreír descendiendo con una de las palmas hacia su hombro, aparto la tela que lo cubre por la zona susodicha, dejando que esta última le caiga por los brazos. Con los dientes perfilo cada parte de su piel con un sabor a menta establecido en mi boca, desde el cuello hasta las clavículas donde me pierdo, succionando en ocasiones mientras mantengo la mano sobre su brazo donde la tela sigue decayendo. La contigua y aparentemente libre se quiere unir y entre halagos tórridos le acaricio los pectorales, dándome un ligero lapsus para toquetear los collares hasta que sus abdominales me tientan, exigiendo que los delinee y siga resbalando para llegar al foco de mi excitación, su miembro que sufre a causa del frío y carente de mimos.

Lo tanteo con los dedos, dejándome llevar por el largo del tronco para asirlo al completo y darle placer, la masturbación es pausada y sé que con ello voy a impacientarlo, que es lo que quiero a modo de riña. Acentúo la presión en la punta y luego voy bajando hasta repetir el proceso, me tiene sujeta del cuello y sus palmas repiquetean en mis nalgas, ¿y qué? Mientras tenga las manos libres seguiré torturándole a mi antojo. Cuando le ojeo exhalar gran cantidad de aire por el trabajo que estoy realizándole, la boca me sabe a gloria y antes de que arremeta en contra de mis travesuras y sea yo la víctima voy directa a las redondeces pegadas bajo su miembro, donde es más propenso al júbilo y donde un golpe estúpido puede derribarlo, con la palma abierta me afianzo a dicha zona y voy masajeándola por breves segundos con una vileza latente en mis luceros.

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Mensaje  Iltharion Dur'Falas Vie 10 Feb 2017, 11:16

Su cuerpo le había resultado liviano, ligero de mover, quizás porque realmente no pesaba nada, o porque la emoción, el licor, el frío y la excitación eran una poderosa mezcla, capaz de hacer que la mente del elfo olvidara cosas triviales como su fuerza moderada, para estar mas atento al sublime tacto de la piel con la que entraba en contacto. Las yemas de los dedos se hundían con ligereza sobre los músculos tonificados, marcados con la fuerza y la agilidad, con una gracia felina que iba mas allá de ese carácter juguetón y caprichoso, pero aun así, seguían poseyendo esa suavidad y laxitud bajo la presión de las manos del trovador, que se deleitaba con construir caminos por todas las latitudes existentes.

El aliento sobre la oreja herida se llevó toda su atención por un instante, ese apéndice distintivo, que lejos de terminar su utilidad en la audición, poseía un tacto formidable justamente por su particularidad. Soltó un siseo, mezcla de dolor por el ardor del corte, de placer por la calidez circundante, y por el sedoso tacto de los labios sobre el pabellón. Su mandíbula se tensó un instante, y el bardo se halló preguntándose, y aseverándose a si mismo casi sin la menor duda, que a su compañera, escucharle plañir de dolor la elevaría tanto o mas que escucharle gruñir de placer, siempre que se supiese artífice de ello.

Las dentelladas dejaban pequeñas marcas rojas sobre su piel, que duraban un suspiro y luego se desvanecían, como si su piel, pese a que fuera sumamente fácil marcarla de cualquier modo, se resistiera a guardar en ella la señal de nada demasiado tiempo.
Los collares se limitaban a entorpecer el paso, y balancearse con los movimientos de ambos.
El pequeño dije de bellota rebotaba inofensivamente sobre el escaso relieve cuando el tacto entre ambos era tan intenso como para estremecer el cuerpo del trovador. Los anillos de oro, simples aros inocuos para todo aquel que no tuviera una mente suficientemente retorcida como para imaginar de donde podían provenir, se mantenían, pesados, casi inamovibles sobre el abdomen del hijo de Sandorai. Ambos collares, se zarandearon entre los juguetones dedos de arcilla cuando la muchacha les dedicó su atención. Si se tomaba la molestia de examinarlos con algo de detalle podía observar como el interior de cada anillo había sido pulido, y solo una letra permanecía en esa cara de cada una de esas piezas lisas, y de lejos, idénticas, que ejercían de dije.

Iltharion, con las manos inquietas, dejó bajar aquella que sostenía la redondez de las nalgas de la jovencita, pellizcando ligeramente las mismas, divertido, hasta que sitió como la muchacha le asía del miembro. Exhaló con placer y un alivio extraño, como si su cuerpo hubiera estado conteniendo una ansia de la que era vagamente consciente. Su mano se cerro entorno la carne tostada como una garra, y la del cuello, cuidando de no apretar donde no debía, ascendió por la nuca y se enredo en la base del corto y sedoso cabello.
Inclinó su torso hacia adelante, internando la boca en el hueco de la clavícula que repasó con la lengua, y persiguió la yugular con la lengua hasta quedar frente a frente con el rostro de ella, con una expresión traviesa, con esa mirada propia de la mente despierta que planea algo, entonces fue cuando sitió ese tacto travieso en el punto mas sensible de su cuerpo.

El trovador quedó congelado en el tiempo durante los primeros segundos, sus parpados se entrecerraron son suspicacia. Sus labios seguían exhalando pequeños suspiros de placer sobre los de ella, a escasos centímetros de un beso, sin embargo, y en el fondo de sus orbes discordantes, estaban claramente la precaución del miedo.
Sus agarres perdieron fuerza, y sus manos se volvieron mas mansas. Si había planeado devolverle alguna jugarreta, esa idea había pasado a mejor vida, por lo menos, mientras la muchacha tuviese en sus manos las joyas de la corona.
La mano con que la sostenía en su regazo, y por encima de su miembro la fue llevando contra si con discreción, acomodandola bien sobre su miembro, aprovechando que ambos se habían recreado mutuamente instantes antes. La fuerza con la que la retenía o sostenía a distancia, esta vez jugaba en contra, presionando su falo contra ella pero sin apenas sumergirse en sus adentros, para tentarla y ofrecerle con ello una diversión mas placentera aun y menos peligrosa.

De algún modo u otro, por agradables que fueran los dedos de la elfa, iltharion no podía estar tranquilo teniéndola asiéndole de los huevos.
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