Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion se sumergía a ratos en ese embelesante trance que le otorgaban sus sentidos. Saboreaba la irregular y bronceada tez que tenía bajo sus labios, como si fuera un manjar ofrecido por los mismísimos dioses. Con avidez y devoción creaba sinuosos caminos con la lengua, y sorbía, tiraba con los dientes hacia si mismo de la cumbre de los senos que colmaba de atenciones, de uno a otro, entre las manos y sus labios.
Seguía presionando con la cadera, adentrándose y saliendo de ese sublime cobijo entre los muslos de su compañera, hasta que una nueva queja crispó sus nervios.
Iltharion alzó la mirada, contemplando de soslayo esa sonrisa soberbia que se formaba en los labios de ella, mientras se aventuraba a formular otra queja, metiendo el dedo en esa llaga que había abierto bien centrada en su egolatría, la pequeña muchacha audaz que se retorcía entre sus brazos, y entrelazaba gustosamente aquellas pequeñas manos entre su cobriza melena.
El trovador embistió de forma repentina y brusca, casi como un acto reflejo, y seguido de aquella otras mas. La cadera del bardo retomó ese ritmo, y además, se alzó por su cuerpo, de modo que en cada embate, y al salir de sus adentros, su miembro rozara toda la extensión de su sexo, antes de volver a sumergirse hasta el punto que sus cuerpos no tuvieran una sola pizca de existencia separándoles.
Iltharion dejo de succionar sus senos, volvió a ascender por su cuello y a asediar sus labios con sendos y apasionados besos.
Una de sus manos sustituyó aquel terreno abandonado por su boca, mientras que la otra, casi obediente a las quejas, descendió por el estrecho espacio que había entre sus vientres, rozando aquel monte de deseo, entrelazando allí sus dedos, y jugueteando con aquel punto tan sensible que se ocultaba entre los pliegues del sexo de ella, caza vez que quedaba fuera de la merced de su propio miembro.
La respiración agitada y febril, dejaba un vaho blanquecino que salía de la nariz del elfo cada vez que soltaba el aire. La piel de su cuerpo, erizada por las caricias, herida por las atenciones mas feroces y el frío, se tensaba sobre los músculos hinchados de su cuerpo, como si su contextura fuera mas notoria después de aquel rato de explorar sus cuerpos.
Y aun cuando el cuerpo, cansado ya de tanto, y fiblando por la fuerza y el movimiento exceso al que lo sometía cada envite, el trovador hacía oídos sordos y no aflojaba un ápice, con una determinación férrea, ya no tan movida por el placer del cuerpo, si no por la necesidad imperiosa de satisfacer su ego, y de hacerla sucumbir bajo su cuerpo una vez tras otra hasta que no pudriera moverse, y suplicios de piedad escaparan de esa afilada lengua que entrelazaba con la propia.
Sus ojos controlaban los de ella, se sumergían en su superficie oscura y exótica, con desafío y una determinación férrea, con una voracidad y un hambre animal que habrían hecho confundir su mirada fácilmente con la de de los vampiros malditos, o la de un hombre bestia.
Seguía presionando con la cadera, adentrándose y saliendo de ese sublime cobijo entre los muslos de su compañera, hasta que una nueva queja crispó sus nervios.
Iltharion alzó la mirada, contemplando de soslayo esa sonrisa soberbia que se formaba en los labios de ella, mientras se aventuraba a formular otra queja, metiendo el dedo en esa llaga que había abierto bien centrada en su egolatría, la pequeña muchacha audaz que se retorcía entre sus brazos, y entrelazaba gustosamente aquellas pequeñas manos entre su cobriza melena.
El trovador embistió de forma repentina y brusca, casi como un acto reflejo, y seguido de aquella otras mas. La cadera del bardo retomó ese ritmo, y además, se alzó por su cuerpo, de modo que en cada embate, y al salir de sus adentros, su miembro rozara toda la extensión de su sexo, antes de volver a sumergirse hasta el punto que sus cuerpos no tuvieran una sola pizca de existencia separándoles.
Iltharion dejo de succionar sus senos, volvió a ascender por su cuello y a asediar sus labios con sendos y apasionados besos.
Una de sus manos sustituyó aquel terreno abandonado por su boca, mientras que la otra, casi obediente a las quejas, descendió por el estrecho espacio que había entre sus vientres, rozando aquel monte de deseo, entrelazando allí sus dedos, y jugueteando con aquel punto tan sensible que se ocultaba entre los pliegues del sexo de ella, caza vez que quedaba fuera de la merced de su propio miembro.
La respiración agitada y febril, dejaba un vaho blanquecino que salía de la nariz del elfo cada vez que soltaba el aire. La piel de su cuerpo, erizada por las caricias, herida por las atenciones mas feroces y el frío, se tensaba sobre los músculos hinchados de su cuerpo, como si su contextura fuera mas notoria después de aquel rato de explorar sus cuerpos.
Y aun cuando el cuerpo, cansado ya de tanto, y fiblando por la fuerza y el movimiento exceso al que lo sometía cada envite, el trovador hacía oídos sordos y no aflojaba un ápice, con una determinación férrea, ya no tan movida por el placer del cuerpo, si no por la necesidad imperiosa de satisfacer su ego, y de hacerla sucumbir bajo su cuerpo una vez tras otra hasta que no pudriera moverse, y suplicios de piedad escaparan de esa afilada lengua que entrelazaba con la propia.
Sus ojos controlaban los de ella, se sumergían en su superficie oscura y exótica, con desafío y una determinación férrea, con una voracidad y un hambre animal que habrían hecho confundir su mirada fácilmente con la de de los vampiros malditos, o la de un hombre bestia.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Abrí las piernas cuanto me permitía y el néctar transparente se dispuso a brillar como finos ríos de plata ante el resplandor de la luna. Asfixiada en retazos altaneros decidí apretar los dedos en contra de cada hebra cobriza con tal de tenerle cerca con esos gráciles recorridos que me obsequia, como el calor de su lengua en contra de mis pezones rígidos por el frío y el éxtasis tan apetecible como los carnosos labios encarnados del bardo. Su rostro contorsionado por el fastidio no pasó desapercibido que sin pensarlo dos veces, alcé las comisuras y le sonreí de oreja a oreja, una sonrisa endiablada que se tornó en una línea recta a la hora de ser embestida como sanción. Susurré su nombre con un deje de ¿arrepentimiento? Reí sin llegar a ser ruidosa, me encanta tanto su faceta socarrona como la presente y más dominante.
Después de la primera como mortificación mencionada por Iltharion llegaron otras tantas que apagaron cualquier signo de maldad y proseguí a tan solo disfrutar, apegué mis piernas a sus muslos sin intención de subirlas a la cintura del elfo, principalmente porque las penetraciones se tornarían lentas, y hay que evitarlo a toda costa. Cada vez que ingresa noto que me parte sin llegar a contener cuanto lo deseo con un repertorio de sonsonetes guturales, una de mis palmas declinan hasta la espalda de mi acompañante, presiono en uno de sus omóplatos con la yema de los dedos, apretujando hasta clavar las uñas e ir decayendo con bravío, sólo en uno de los lados finalizando en lo bajo, desde respectivo lugar y sin cavilar de más adentro la mano en sus pantalones, amasando una de sus nalgas con fiereza y haciéndole ver de que hasta la última zona, ya sea recóndita o no, es mía.
Inquieta y desesperada me refugié en su boca para socavar en los confines de esta, me dejé llevar por un segundo, exhalando un largo y cargado suspiro de gozo en los labios maltratados del elfo ya presa de todos los delirios inconcebibles que me ofrece como si fuese guiado por una rabia ancestral, ¿qué le ha molestado? Arqueo la espalda no sólo por las profundidades que llega a abarcar, sino también a esos movimientos indecisos con los que arremete para que no me acostumbre al ritmo pautado. Frunzo el ceño, apartándole mi rostro para que se enfoque en otras zonas como serían mi cuello donde me encantará ser marcada una vez más. La boca me sabe a gloria, pero está seca y mi cuerpo no le queda otra que temblar entre reclamos sudorosos y el despertar de una guerra osada, alocada y que se incrusta entre mis piernas cual filo de doble cara.
Que me toque ilícitamente para doblar el placer siembra en mis adentros angustia que estrangula los latidos de mi corazón, sucumbo a las ansias y aún con el efecto de las raíz activo, no tanto como al principio, pero sigue ahí, lo noto como se regodea entre convulsiones que arrancan de mi garganta extenuada y ya rendida gimoteos. Busco lo posible entre lo imposible que es aguantar lo que el cuerpo me resista entre besos fugaces, la fijación fébril que tiene el trovador por tocarme el clítoris y esa mirada indómita que remite desde las cuencas, entorno las mías y las manos que descansaban en su nuca y espalda, pasan a los costados. ─ Vas a romperme si sigues así. ─ Musité para mí misma con una satisfacción indudable, debería respirar pero el aire no sigue el recorrido cometido, acalorada y con su aroma deleitándome volví a entregarme debido a esas caricias inhibidas que a final de cuentas, lograron arrancarme una sensación libidinosa, delirio, éxtasis y por consecuente, totalmente bienvenido, el cuarto clímax de la noche.
Después de la primera como mortificación mencionada por Iltharion llegaron otras tantas que apagaron cualquier signo de maldad y proseguí a tan solo disfrutar, apegué mis piernas a sus muslos sin intención de subirlas a la cintura del elfo, principalmente porque las penetraciones se tornarían lentas, y hay que evitarlo a toda costa. Cada vez que ingresa noto que me parte sin llegar a contener cuanto lo deseo con un repertorio de sonsonetes guturales, una de mis palmas declinan hasta la espalda de mi acompañante, presiono en uno de sus omóplatos con la yema de los dedos, apretujando hasta clavar las uñas e ir decayendo con bravío, sólo en uno de los lados finalizando en lo bajo, desde respectivo lugar y sin cavilar de más adentro la mano en sus pantalones, amasando una de sus nalgas con fiereza y haciéndole ver de que hasta la última zona, ya sea recóndita o no, es mía.
Inquieta y desesperada me refugié en su boca para socavar en los confines de esta, me dejé llevar por un segundo, exhalando un largo y cargado suspiro de gozo en los labios maltratados del elfo ya presa de todos los delirios inconcebibles que me ofrece como si fuese guiado por una rabia ancestral, ¿qué le ha molestado? Arqueo la espalda no sólo por las profundidades que llega a abarcar, sino también a esos movimientos indecisos con los que arremete para que no me acostumbre al ritmo pautado. Frunzo el ceño, apartándole mi rostro para que se enfoque en otras zonas como serían mi cuello donde me encantará ser marcada una vez más. La boca me sabe a gloria, pero está seca y mi cuerpo no le queda otra que temblar entre reclamos sudorosos y el despertar de una guerra osada, alocada y que se incrusta entre mis piernas cual filo de doble cara.
Que me toque ilícitamente para doblar el placer siembra en mis adentros angustia que estrangula los latidos de mi corazón, sucumbo a las ansias y aún con el efecto de las raíz activo, no tanto como al principio, pero sigue ahí, lo noto como se regodea entre convulsiones que arrancan de mi garganta extenuada y ya rendida gimoteos. Busco lo posible entre lo imposible que es aguantar lo que el cuerpo me resista entre besos fugaces, la fijación fébril que tiene el trovador por tocarme el clítoris y esa mirada indómita que remite desde las cuencas, entorno las mías y las manos que descansaban en su nuca y espalda, pasan a los costados. ─ Vas a romperme si sigues así. ─ Musité para mí misma con una satisfacción indudable, debería respirar pero el aire no sigue el recorrido cometido, acalorada y con su aroma deleitándome volví a entregarme debido a esas caricias inhibidas que a final de cuentas, lograron arrancarme una sensación libidinosa, delirio, éxtasis y por consecuente, totalmente bienvenido, el cuarto clímax de la noche.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Aquella sonrisa de satisfacción, la noción de ser consciente del fastidio que habían generado sus palabras y la certeza de que se regodeaba en ellas era algo claro en los labios y en la mirada de la elfa, que no pasó inadvertido para el bardo. El mismo se reafirmo en esa sonrisa que volvía aun mas tentadores los labios de turmalina de su compañera, y aun el tono comprador con el que emergió su nombre, su resolución no tembló.
El trovador seguía asediando a la muchacha, a un ritmo dispar para evitar el sosiego de la costumbre, modificando el angulo e el cual se adentraba hasta el tope, hasta perder su propio aliento y soltar resoplidos teñidos de dicha.
Gruñidos con un diñe felino escaparon de entre sus dientes cuando la joven volvió a trazar senderos con las uñas. Cuando el sol separara sus caminos, y el laúd volviera a rebotar sobre su espalda, las marcas y lastimaduras serían un ineludible recuerdo durante el viaje de los momentos que ahora compartían, y el ligero dolor residual recordaría el placer retorcido que ahora embriagaba su cuerpo con cada atención y cada castigo.
Mientras ella agarraba y amasaba, el se limitaba a tensar el glúteo, y a dar en cada apretón de la traviesa mano de la muchacha, un pequeño envite, como si le ofreciera durante un rato un control remoto del vaivén que golpeaba contra su sexo, con esa impúdica percusión fruto de las pieles y los fluidos.
Algo reticente, iltharion abandonó sus labios, no porque no gustara de otras cosas,s i no porque no quería perderse un detalle de su mirada, de esas pequeñas contracciones del rostro que moldeaban su expresión cada vez que entreabría los labios para tomar el aire, sofocada, o para exhalar esa dulce melodía que componían sus plañidos.
Con la misma inexistente compasión de sus manos, y de su desenfrenado vaivén, incó sus dientes en el cuello de la elfa, recorrió sus partes mas tensas con la lengua, dejando un camino húmedo hasta su oreja. Tiró del lóbulo, y dejó escuchar al oído su agitada respiración, y los guturales gruñidos de gozo que le arrancaba con el cuerpo.
Las opresión creciente en su cuerpo le apartaron del cuello de Eretria para volver a sus labios. Apoyó su frente sobre la de ella, para no perderse un instante de su mirada, dejando que sus labios se rozaran, mordiéndola y besándola esporadicamente.
Iltharion se recreó en esa pequeña acotación, como si realmente quisiera romperla en mil pedazos. La mano de sus senos subió por su torso hasta tenderla con la palma sobre el cuello, y el rostro quieto e inmovilizado, mientras sentía como su cuerpo convulso se retorcía de placer bajo sus brazos.
Iltharion tensó la mandíbula, y trago saliva con fuerza, enfermo y enajenado por la presión que ejercía el éxtasis sobre su propio falo, y aun así manteniéndose entero por un rato, sin detenerse un ápice, intentando alargar el clímax entre el que se enroscaba la joven.
Este pasó, y el trovador enajenado, prosiguió sin dar tregua por un corto rato, en busca de ese suplica dócil, dejándose fuerza y pulmones en una carrera de presteza y vigor que acabaron por llevarlo al limite una vez mas, hacerle palpitar dentro del cuerpo de ella, y soltarse en sus entrañas hasta quedar vació por dentro.
Iltharion quedó rígido unos segundos, como si su cuerpo estuviera completamente acalambrado y no le permitiera ceder ni hacer absolutamente nada. Tras unos pocos segundos logró apartar los brazos, incó los codos, uno a cada lado del cuerpo de la muchacha, y dejó que el resto de su peso se apoyara sobre la misma mientras recobraba las fuerzas para moverse y el aliento agotado.
Parecía realmente cansado, y a su vez, una sonrisa de socarrona se esbozó en sus labios, y su mirada se volvió un remanso de aguas calmas, satisfecho y apaciguado.
El trovador seguía asediando a la muchacha, a un ritmo dispar para evitar el sosiego de la costumbre, modificando el angulo e el cual se adentraba hasta el tope, hasta perder su propio aliento y soltar resoplidos teñidos de dicha.
Gruñidos con un diñe felino escaparon de entre sus dientes cuando la joven volvió a trazar senderos con las uñas. Cuando el sol separara sus caminos, y el laúd volviera a rebotar sobre su espalda, las marcas y lastimaduras serían un ineludible recuerdo durante el viaje de los momentos que ahora compartían, y el ligero dolor residual recordaría el placer retorcido que ahora embriagaba su cuerpo con cada atención y cada castigo.
Mientras ella agarraba y amasaba, el se limitaba a tensar el glúteo, y a dar en cada apretón de la traviesa mano de la muchacha, un pequeño envite, como si le ofreciera durante un rato un control remoto del vaivén que golpeaba contra su sexo, con esa impúdica percusión fruto de las pieles y los fluidos.
Algo reticente, iltharion abandonó sus labios, no porque no gustara de otras cosas,s i no porque no quería perderse un detalle de su mirada, de esas pequeñas contracciones del rostro que moldeaban su expresión cada vez que entreabría los labios para tomar el aire, sofocada, o para exhalar esa dulce melodía que componían sus plañidos.
Con la misma inexistente compasión de sus manos, y de su desenfrenado vaivén, incó sus dientes en el cuello de la elfa, recorrió sus partes mas tensas con la lengua, dejando un camino húmedo hasta su oreja. Tiró del lóbulo, y dejó escuchar al oído su agitada respiración, y los guturales gruñidos de gozo que le arrancaba con el cuerpo.
Las opresión creciente en su cuerpo le apartaron del cuello de Eretria para volver a sus labios. Apoyó su frente sobre la de ella, para no perderse un instante de su mirada, dejando que sus labios se rozaran, mordiéndola y besándola esporadicamente.
Iltharion se recreó en esa pequeña acotación, como si realmente quisiera romperla en mil pedazos. La mano de sus senos subió por su torso hasta tenderla con la palma sobre el cuello, y el rostro quieto e inmovilizado, mientras sentía como su cuerpo convulso se retorcía de placer bajo sus brazos.
Iltharion tensó la mandíbula, y trago saliva con fuerza, enfermo y enajenado por la presión que ejercía el éxtasis sobre su propio falo, y aun así manteniéndose entero por un rato, sin detenerse un ápice, intentando alargar el clímax entre el que se enroscaba la joven.
Este pasó, y el trovador enajenado, prosiguió sin dar tregua por un corto rato, en busca de ese suplica dócil, dejándose fuerza y pulmones en una carrera de presteza y vigor que acabaron por llevarlo al limite una vez mas, hacerle palpitar dentro del cuerpo de ella, y soltarse en sus entrañas hasta quedar vació por dentro.
Iltharion quedó rígido unos segundos, como si su cuerpo estuviera completamente acalambrado y no le permitiera ceder ni hacer absolutamente nada. Tras unos pocos segundos logró apartar los brazos, incó los codos, uno a cada lado del cuerpo de la muchacha, y dejó que el resto de su peso se apoyara sobre la misma mientras recobraba las fuerzas para moverse y el aliento agotado.
Parecía realmente cansado, y a su vez, una sonrisa de socarrona se esbozó en sus labios, y su mirada se volvió un remanso de aguas calmas, satisfecho y apaciguado.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Sus labios todavía húmedos ansiaron hacerme daño en el cuello como le propuse sin recatos, los sabores conocidos de su lengua impregnaron parte de la mandíbula hasta arribar a una de mis orejas, las exhalaciones exquisitas en contra de ésta sumadas a los envites profundos, deliciosa sensación de llegar al vacío donde nos espera el éxtasis alimentaron el hambre voraz que nace en mi fuero interno. Percibía los arranques sulfurados del elfo no sólo en mi boca, también en un cuerpo sumido en el deseo, sudor y sexo. Entra ardiente y parte marcando una decadencia sabor a Edén que sin estragos ni esperas, logro asaltar al paraíso primero que él, pensé que se doblegaría lento en un deleite de pupilas cuando nuestras frentes se acercan más no fue así, inmisericorde pactó con hacerme añicos con musitado morbo y sin bajo cierres.
Intenté apartarlo de buena manera para darme espacio, al menos para coger aire y respirarlo impío, capaz de revitalizar mis pulmones y quizá agotado cuerpo, sin embargo me atrapó con la palma en el cuello y sucumbí a ese agarre vislumbrado en su forma cabal. Quejosa poso las manos en su pecho, rodando con los dedos hacia su vientre que entre vaivenes asciende, desciende y se hunde entre mis piernas diabólico, sensual y seguro cual ser imponente que agarbará todo y más de Eretria. En la boca del trovador quedé hipnotizada de manera repentina, sin emular reproches en su contra, embelesada por la suerte de ser yo y no otra mujer deleitada la que está bajo su cuerpo tenso y sudoroso.
Sin tacto suave e instinto animal devoró mis labios con una incitación en la mirada y provocaciones ocasionales de su falo que conmina agresivo, se hincha y en cuestión de segundos quema mis adentros, calmando mis anhelos de hallar un momento para recomponernos. Tras robarme el aliento, experimentar conmigo y cerciorarse que la varilla de jengibre junto a otros juegos acabaron gustándome en un maratón sublime, a mí y a él le permito posar parte del peso en mi cuerpo rígido después de traspasar todo tipo de calvarios y limites sobrepasados con creces. Forzosa tomo varias bocanadas de aire notando como mi pecho sube, casi llegando a rozar el de el elfo, una de las palmas van guiadas hacia el cabello del bardo, situándolo a un lateral de mi rostro para tener la posibilidad de que con la contigua, pueda acariciar su espalda con hileras inflamadas y rubíes.
Lo he mercado de pies a cabeza al sostén del recoveco en nuestras piernas, no hay fuego que nos invada ni pulverice por controversia la razón que perdimos por los senderos de lo impúdico, el mismo fuego que provoca una explosión, esparciéndose con peculiar fragancia hasta ser expuesto como orgasmos aparatosos. ─ Iltharion. ─ Susurré cerca de su oreja en una entrada afligida. ─ Creo que estoy jodida. ─ La pierna herida retiembla y no olvida fácil los pecados que he ido cometiendo durante la noche. Intento separarla con cuidado, plantándola sobre la nieve para que se desinflame al menos, lo mínimo de momento.
No me apetece separarme, pasaré frío y se lo hago entender abrazándole con obsesión, nada de ternura ni mimo. Seguramente mi doctor se apene al saber de que si muevo la pierna me enzarzaré en una especie de contienda con el dolor e insultaré hasta a mis ancestros, más es su culpa que esté así y yo sonrío siendo partícipe con el alma exhausta y un regocijo indecible.
Intenté apartarlo de buena manera para darme espacio, al menos para coger aire y respirarlo impío, capaz de revitalizar mis pulmones y quizá agotado cuerpo, sin embargo me atrapó con la palma en el cuello y sucumbí a ese agarre vislumbrado en su forma cabal. Quejosa poso las manos en su pecho, rodando con los dedos hacia su vientre que entre vaivenes asciende, desciende y se hunde entre mis piernas diabólico, sensual y seguro cual ser imponente que agarbará todo y más de Eretria. En la boca del trovador quedé hipnotizada de manera repentina, sin emular reproches en su contra, embelesada por la suerte de ser yo y no otra mujer deleitada la que está bajo su cuerpo tenso y sudoroso.
Sin tacto suave e instinto animal devoró mis labios con una incitación en la mirada y provocaciones ocasionales de su falo que conmina agresivo, se hincha y en cuestión de segundos quema mis adentros, calmando mis anhelos de hallar un momento para recomponernos. Tras robarme el aliento, experimentar conmigo y cerciorarse que la varilla de jengibre junto a otros juegos acabaron gustándome en un maratón sublime, a mí y a él le permito posar parte del peso en mi cuerpo rígido después de traspasar todo tipo de calvarios y limites sobrepasados con creces. Forzosa tomo varias bocanadas de aire notando como mi pecho sube, casi llegando a rozar el de el elfo, una de las palmas van guiadas hacia el cabello del bardo, situándolo a un lateral de mi rostro para tener la posibilidad de que con la contigua, pueda acariciar su espalda con hileras inflamadas y rubíes.
Lo he mercado de pies a cabeza al sostén del recoveco en nuestras piernas, no hay fuego que nos invada ni pulverice por controversia la razón que perdimos por los senderos de lo impúdico, el mismo fuego que provoca una explosión, esparciéndose con peculiar fragancia hasta ser expuesto como orgasmos aparatosos. ─ Iltharion. ─ Susurré cerca de su oreja en una entrada afligida. ─ Creo que estoy jodida. ─ La pierna herida retiembla y no olvida fácil los pecados que he ido cometiendo durante la noche. Intento separarla con cuidado, plantándola sobre la nieve para que se desinflame al menos, lo mínimo de momento.
No me apetece separarme, pasaré frío y se lo hago entender abrazándole con obsesión, nada de ternura ni mimo. Seguramente mi doctor se apene al saber de que si muevo la pierna me enzarzaré en una especie de contienda con el dolor e insultaré hasta a mis ancestros, más es su culpa que esté así y yo sonrío siendo partícipe con el alma exhausta y un regocijo indecible.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Su nombre lo trajo lentamente a la realidad, y lo alejo de ese limbo donde reposaba su consciencia mientras se recuperaba su cuerpo, quejoso y maltrecho, vació, agotado, y al mismo tiempo, sumamente satisfecho.
Movió la oreja por inercia, al sentir el aliento contra la misma, rompiendo ese suave y desordenado sonido de fondo de sus respiraciones agitadas con el tintineo metálico de los pendientes.
Iltharion bajo su mirada turquesa hasta la pierna, y no le costó percatarse del problema. Ya se había percatado antes de su ultima contienda, de que aquellos sobre esfuerzos, por deliciosos que fueran, no eran beneficiosos para una herida, hasta hacia poco infecta, que necesitba cuidados y un reposo que no le estaban concediendo.
Iltharion tomó aire y estaba por levantarse cuando los cálidos brazos de la muchacha rodearon su cuerpo, haciendo dificil abandonar la comodidad de mantenerse pegado a su cuerpo, con la calidez que este le proporcionaba, y la comodidad y la suavidad de su piel y sus formas.
El trovador alejó un poco el rostro, apoyando la mejilla en la palma de uno de sus brazos, cuyos codos seguian afianzados al suelo, mientras la miraba, con los parpados caídos por la relajación y el sosiego, pensando en que hacer con aquello.
-Dijiste antes que querías comer.-Recordó el elfo, que paseó vagamente sus orbes heterocromaticos por el entorno, y las siluetas que la luna, en su zenit, permitía discernir claramente.-Y tu pierna esta peor.-Formuló en voz alta lo que ambos sabían.-Bueno, pero que después de sacarle la infección, no antes.-Acotó mas bajo, como si aquello fuera mas para si mismo que para ella.
-Bien.-Con delicadeza apartó las manos de ella de su cuerpo, no parecía que hiciera lo que ansiaba pero tenía la determinación´n suficiente como para no quejarse de la resolución que había tomado. De rodillas y erguido ante la muchacha se estiró hasta alcanzar su propia capa, y la cubrió con ella al levantarse, arropándola como si fuera un lecho, estaría mejor si movía poco la pierna, y así cubierta no requería de las peripecias necesarias para vestirse.
-Se que puedes cuidarte sola.-Aclaro cuando se enderezaba, queriendo evitar que se zafase del abrigo por algún ramalazo de orgullo.- Pero te irá mejor mantener el calor, y moverte lo menos posible.-Señaló con la mano en un gesto grácil la pierna que reposaba fuera de la capa sobre la nieve.
El cuerpo de iltharion empezó a estremecerse esporadicamente cuando ya de pie quedaba a la intemperie del viento helado, que llevaba ya algún que otro copo casi inexistente dando por finalizada la nevada, por un rato al menos. Sin mas ceremonia se guardó la flauta y se abrochó los pantalones y la camisa, juntó sus manos y las frotó entre si, mientras empezaba a caminar entorno a la fogata, mirando el linde del pequeño espacio que ocupaba el campamento.
Las botas del trovador hacían crujir la nieve a cada paso, y la brisa incesante arremolinaba el pelo cobrizo alrededor de su rostro, ocultándolo y revelándolo a capricho del viento.
Por suerte estaban en la época de lluvias, y por si fuera poco, cerca de lago. Iltharion dio un par de pasos entre los arboles apartando el follaje con las manos desnudas, y unos cuantos cúmulos de unas setas blancuzcas, con la parte superior de su corona, plana y castaña, quedaron expuestas creciendo sobre el tronco de un árbol.
Probablemente esa helada extraña en esa latitud mataría parte de las primeras setas de la temporada, pero ellos aun podrían aprovecharlas que todavía no habían agonizado por el frío.
El trovador seguía teniendo ese aire grácil al moverse y sin embargo, había algo en sus movimientos, estaba mas lento, mas trabado, y su respiración aunque disimulada, seguía siendo irregular, así como la rojez de su piel por el esfuerzo que no terminaba de desaparecer, como si su cuerpo se negara a recuperarse y lo castigase por los excesos. La edad podía ignorarse, pero siempre terminaba abriéndose paso y dejando su ineludible huella.
Se detuvo en medio de sus travesías para desviarse en donde el felinos seguía mordisqueando su juguete, y lo recuperó, inclinándose apenas, y haciéndose con el collar que en cuestión de segundos pendía de su cuello, y rebotaba, a cada paso, contra su pecho.
El felino, maulló molesto, y empezó a seguir al trovador reclamándole, o bien su atención, o bien aquel montón de anillas tintineantes de las que ya se consideraba propietario.
Iltharion se dirigió entonces hacia el suelo, y empezó a tantear buscando algunas de sus dagas, cuando tuvo una de ellas recolectó una cantidad decente para ambos y las dejó cerca del morral.
-Espero que te gusten las setas.- Si no, poco mas podía hacer.. o si....Su mirada volvió a escrutar el entorno, esta vez la maleza del sotobosque en busca de otro alimento oriundo y extenso en la región.
No tardó en reconocer las hojas, y apartándose una vez mas del fuego, se puso en cuclillas delante de unas hojas y cavó con las manos hasta desenterrar un raíz rolliza y alargada, similar a la zanahoria pero de un color mucho mas pálido.
-Sigue resultandome gracioso que algunos imbéciles confundan esto con cicuta.-Dijo en voz alta, alzando aquellas raices para que su yaciente compañera las viera, mientras se ponía en pie y volvía a su lado ante el fuego.
-Bien, guiso de Gírgolas y chirivía con pan viejo. ¿Que me dices?.-Le ofreció mientras se dejaba caer al lado del fuego, en un pequeño espacio de tierra sin nieve y alcanzaba el morral hasta dejarlo a su regazo. El aski llego trotando y empezó a subirse por las pertenencias del bardo. este, ni corto ni perezoso, y enfocado en otra faena, lo agarro del pescuezo y lo colocó encima de la muchacha.-Tu cuidas al aski, yo cocino.
Movió la oreja por inercia, al sentir el aliento contra la misma, rompiendo ese suave y desordenado sonido de fondo de sus respiraciones agitadas con el tintineo metálico de los pendientes.
Iltharion bajo su mirada turquesa hasta la pierna, y no le costó percatarse del problema. Ya se había percatado antes de su ultima contienda, de que aquellos sobre esfuerzos, por deliciosos que fueran, no eran beneficiosos para una herida, hasta hacia poco infecta, que necesitba cuidados y un reposo que no le estaban concediendo.
Iltharion tomó aire y estaba por levantarse cuando los cálidos brazos de la muchacha rodearon su cuerpo, haciendo dificil abandonar la comodidad de mantenerse pegado a su cuerpo, con la calidez que este le proporcionaba, y la comodidad y la suavidad de su piel y sus formas.
El trovador alejó un poco el rostro, apoyando la mejilla en la palma de uno de sus brazos, cuyos codos seguian afianzados al suelo, mientras la miraba, con los parpados caídos por la relajación y el sosiego, pensando en que hacer con aquello.
-Dijiste antes que querías comer.-Recordó el elfo, que paseó vagamente sus orbes heterocromaticos por el entorno, y las siluetas que la luna, en su zenit, permitía discernir claramente.-Y tu pierna esta peor.-Formuló en voz alta lo que ambos sabían.-Bueno, pero que después de sacarle la infección, no antes.-Acotó mas bajo, como si aquello fuera mas para si mismo que para ella.
-Bien.-Con delicadeza apartó las manos de ella de su cuerpo, no parecía que hiciera lo que ansiaba pero tenía la determinación´n suficiente como para no quejarse de la resolución que había tomado. De rodillas y erguido ante la muchacha se estiró hasta alcanzar su propia capa, y la cubrió con ella al levantarse, arropándola como si fuera un lecho, estaría mejor si movía poco la pierna, y así cubierta no requería de las peripecias necesarias para vestirse.
-Se que puedes cuidarte sola.-Aclaro cuando se enderezaba, queriendo evitar que se zafase del abrigo por algún ramalazo de orgullo.- Pero te irá mejor mantener el calor, y moverte lo menos posible.-Señaló con la mano en un gesto grácil la pierna que reposaba fuera de la capa sobre la nieve.
El cuerpo de iltharion empezó a estremecerse esporadicamente cuando ya de pie quedaba a la intemperie del viento helado, que llevaba ya algún que otro copo casi inexistente dando por finalizada la nevada, por un rato al menos. Sin mas ceremonia se guardó la flauta y se abrochó los pantalones y la camisa, juntó sus manos y las frotó entre si, mientras empezaba a caminar entorno a la fogata, mirando el linde del pequeño espacio que ocupaba el campamento.
Las botas del trovador hacían crujir la nieve a cada paso, y la brisa incesante arremolinaba el pelo cobrizo alrededor de su rostro, ocultándolo y revelándolo a capricho del viento.
Por suerte estaban en la época de lluvias, y por si fuera poco, cerca de lago. Iltharion dio un par de pasos entre los arboles apartando el follaje con las manos desnudas, y unos cuantos cúmulos de unas setas blancuzcas, con la parte superior de su corona, plana y castaña, quedaron expuestas creciendo sobre el tronco de un árbol.
Probablemente esa helada extraña en esa latitud mataría parte de las primeras setas de la temporada, pero ellos aun podrían aprovecharlas que todavía no habían agonizado por el frío.
El trovador seguía teniendo ese aire grácil al moverse y sin embargo, había algo en sus movimientos, estaba mas lento, mas trabado, y su respiración aunque disimulada, seguía siendo irregular, así como la rojez de su piel por el esfuerzo que no terminaba de desaparecer, como si su cuerpo se negara a recuperarse y lo castigase por los excesos. La edad podía ignorarse, pero siempre terminaba abriéndose paso y dejando su ineludible huella.
Se detuvo en medio de sus travesías para desviarse en donde el felinos seguía mordisqueando su juguete, y lo recuperó, inclinándose apenas, y haciéndose con el collar que en cuestión de segundos pendía de su cuello, y rebotaba, a cada paso, contra su pecho.
El felino, maulló molesto, y empezó a seguir al trovador reclamándole, o bien su atención, o bien aquel montón de anillas tintineantes de las que ya se consideraba propietario.
Iltharion se dirigió entonces hacia el suelo, y empezó a tantear buscando algunas de sus dagas, cuando tuvo una de ellas recolectó una cantidad decente para ambos y las dejó cerca del morral.
-Espero que te gusten las setas.- Si no, poco mas podía hacer.. o si....Su mirada volvió a escrutar el entorno, esta vez la maleza del sotobosque en busca de otro alimento oriundo y extenso en la región.
No tardó en reconocer las hojas, y apartándose una vez mas del fuego, se puso en cuclillas delante de unas hojas y cavó con las manos hasta desenterrar un raíz rolliza y alargada, similar a la zanahoria pero de un color mucho mas pálido.
-Sigue resultandome gracioso que algunos imbéciles confundan esto con cicuta.-Dijo en voz alta, alzando aquellas raices para que su yaciente compañera las viera, mientras se ponía en pie y volvía a su lado ante el fuego.
-Bien, guiso de Gírgolas y chirivía con pan viejo. ¿Que me dices?.-Le ofreció mientras se dejaba caer al lado del fuego, en un pequeño espacio de tierra sin nieve y alcanzaba el morral hasta dejarlo a su regazo. El aski llego trotando y empezó a subirse por las pertenencias del bardo. este, ni corto ni perezoso, y enfocado en otra faena, lo agarro del pescuezo y lo colocó encima de la muchacha.-Tu cuidas al aski, yo cocino.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Con un mal hábito recién creado comencé a acariciar cada una de las hebras rojizas del bardo, deshice algún que otro nudo con los dedos frioleros y continué por alisar gran cantidad con la palma ensanchada. La noche fluye con suavidad después de tantos roces premeditados en dos cuerpos que se ansiaban en pleno éxtasis, lento se fundió en los cimientos de mi razón y solidificó la catastrófica idea de que su calor, uno que se sumerge en mi fuero interno lo requiero sobre el manto mortecino. Inspiré con los brazos rodeándole el cuello ante el regusto de una aventura difícil de olvidar. El elfo se remueve hasta hacerse hueco entre mis brazos, me contempla con seriedad y me limité a fortalecer la unión de ambas miradas al encarar una ceja, intrigada.
─ ¿Qué? ─ Pregunté en alto, no caí en ello y tras nombrarlo mi estómago ruge reservado, le rehuyo con la mirada y la resistencia que profiero con los brazos a su alrededor aminora, dejándole escapar. ─ Sólo necesita reposar, no hemos parado desde un buen rato y estaba claro que algo así pasaría. ─ Hablo de mi pierna, de nosotros y la jerga que nos hemos montado sin parar a pensarlo con detenimiento, somos libres y esa sensación nos alimenta a seguir queriendo serlo, corazones solitarios sin dueños y sin la necesidad de caer en las tentaciones de un amor eterno.
Abandona la proximidad que había entre nuestras siluetas perfectamente fusionadas, el calor va decayendo y no logra reconfortarme las acciones caritativas del trovador ni la tela que me brinda como gabán provisional. ─ Si hay que mantener el calor, será mejor que me mueva más y sobretodo que me vista. ─ Lo primero tan sólo es una sublevación que haré porque para vestirme deberé mover las extremidades bajas. Ladeo el rostro y tras recostarme sobre el lecho peludo estiro uno de los brazos, acerco la bolsa y el pantalón que andaba a su lado empapado de lo níveo.
Iltharion se reincorporó con los atavíos arreglados, imagino que para largarse más remolinó alrededor del campamento. No se iría sin sus armas, sin la mascota y sin la capa. Sonrío con cierta vanidad explícita en mis facciones mientras aflojo la cuerda de la bolsa, en su interior rebusco a ciegas hasta sacar la bota de agua. Me lo pensé dos veces al notarla helada, pero antes de vestirme me limpiaré para evitar el malestar de mis muslos henchidos en un néctar que no es sólo mío. Sin bases ni coartadas que me echen hacia atrás dejé caer el agua, brinqué tenue sobre la nieve para no humedecer la piel donde descansaré, si es que descanso ya entrada la madrugada. Auxiliada por los dedos aclaro la indecencia de mis muslos, ingles y zona erótica, limpiándola con los labios fruncidos y los vellos erizados.
Por la nuca dejo caer algunas gotas, servirá para enfriarme la cabeza y despejar el ajetreo de las tres rondas consecutivas. Aseada entre comillas, lo mejor que se puede hacer en una situación así prosigo a ponerme el pantalón, primero la pierna buena y tras echar pestes y maldiciones levanto la herida, adentrándola en el hueco con presunción, la tela va subiendo sosegada hasta arribar a la cadera que levanto, cerrando la cremallera y el botón a la altura del vientre. Mejor, mucho mejor, arrastré las nalgas meros centímetros para tomar asiento en lo cálido, la tela superior la instalo sin problemas que cumple con la función de atracción, sobretodo por el magnetismo creado en un canalillo ceñido. La capa del elfo la coloco a un lado, que yo tengo la mía, me bastó un segundo de vida en percatarme de la realidad, realmente estoy hambrienta y mis entrañas se devoran entre ellas con tal de consumir lo mínimo de calorías.
El aski sigue a sus anchas, o seguía hasta que su dueño le arrancó el juguete y se lo llevó al cuello, una risita socarrona se me escapa tras apoyar las palmas a centímetros prolongados de mi cintura, ahora puede molestar todo lo que desee. ─ Soy una mujer de buen comer. ─ Viviendo en el bosque, ¿qué más se puede hacer? Aunque eso de "buen comer" iba teñido en segundas intenciones, terceras y cuartas. ─ Aunque si me pones delante el mendrugo que guardas, las ganas se me quitarán enseguida. ─ Literal, eso tiene que saber a rayos o directamente, yo lo usaría como arma rompe cabezas. El comentario del cobrizo me saca una sonrisa menguante, no todos están acostumbrados a los manjares de los bosques ni saben diferenciarlos. ─ ¿Te gustan los frutos rojos, Iltharion? ─ Calor de nieve o así lo llaman, fui víctima en la juventud del embrujo de dichos frutos carmesíes, y tal fue el capricho que casi me cuesta la vida, quizá por eso a partir de ese entonces indago a la perfección en lo que ingiero.
─ Hay un árbol que los engendra en las nevadas, riquísimos, menudas alucinaciones me dieron los cabrones, aunque fué divertido. ─ Y aterrador a su vez, sin embargo de experiencias amargas se aprende, y les pasará lo mismo a esos imbéciles que desconocen lo tóxico de lo comestible. En un breve intervalo toma asiento a mi lado y me comenta el menú para cenar. ─ Te digo que sin pan viejo o me pesará horrores el estómago. ─ Encojo los hombros con la broma de que el mendrugo no es mendrugo, es una jodida piedra solificada. La capa contraria la sujeto, primeramente la sacudo y la coloco sobre los hombros del bardo para que no coja frío por estúpido, el cabello que le cae por la oreja herida lo guío con el dedo índice detrás de la susodicha para que no le moleste.
─ El chef Iltharion tiene veinte minutos para recrear un plato gutural o será suspendido por la catadora Eretria. ─ Alzo las comisuras, sonriendo de oreja a oreja cuando me arroja el bicho revoltoso, inquieto por conseguir algo con lo que entretenerse. Le revuelvo el pelaje y trato de cerrarle el hocico con los dedos, éste se enrabieta y me muerde con un bravío digno de alabanza, los aparto tras deshacerme de los colmillos anclados a mi piel y como castigo le presiono la nariz puntiaguda. ─ Qué malo es, necesita disciplina. ─ Le comenté a mi acompañante con una risita maliciosa, el animal intenta morder una segunda vez más pero falla, lo volteo y le hago cosquillas en el estómago, el pobre se retuerce entre gruñidos y patalea insistente haciendo uso de su rabo para golpearme el estómago con suavidad. ─ No, así no. ─ Pérfida le estiro el rabo y se lo llevo a las fauces, mortificándolo hasta que de manera inevitable se lo muerde por travieso, tira del susodicho hasta percatarse de que le pertenece, con un maullido de desaprobación se regodea y me observa con unas orbes fulminantes. Podrá ser ruin, pero lo adorable no se lo quita nadie.
─ ¿Qué? ─ Pregunté en alto, no caí en ello y tras nombrarlo mi estómago ruge reservado, le rehuyo con la mirada y la resistencia que profiero con los brazos a su alrededor aminora, dejándole escapar. ─ Sólo necesita reposar, no hemos parado desde un buen rato y estaba claro que algo así pasaría. ─ Hablo de mi pierna, de nosotros y la jerga que nos hemos montado sin parar a pensarlo con detenimiento, somos libres y esa sensación nos alimenta a seguir queriendo serlo, corazones solitarios sin dueños y sin la necesidad de caer en las tentaciones de un amor eterno.
Abandona la proximidad que había entre nuestras siluetas perfectamente fusionadas, el calor va decayendo y no logra reconfortarme las acciones caritativas del trovador ni la tela que me brinda como gabán provisional. ─ Si hay que mantener el calor, será mejor que me mueva más y sobretodo que me vista. ─ Lo primero tan sólo es una sublevación que haré porque para vestirme deberé mover las extremidades bajas. Ladeo el rostro y tras recostarme sobre el lecho peludo estiro uno de los brazos, acerco la bolsa y el pantalón que andaba a su lado empapado de lo níveo.
Iltharion se reincorporó con los atavíos arreglados, imagino que para largarse más remolinó alrededor del campamento. No se iría sin sus armas, sin la mascota y sin la capa. Sonrío con cierta vanidad explícita en mis facciones mientras aflojo la cuerda de la bolsa, en su interior rebusco a ciegas hasta sacar la bota de agua. Me lo pensé dos veces al notarla helada, pero antes de vestirme me limpiaré para evitar el malestar de mis muslos henchidos en un néctar que no es sólo mío. Sin bases ni coartadas que me echen hacia atrás dejé caer el agua, brinqué tenue sobre la nieve para no humedecer la piel donde descansaré, si es que descanso ya entrada la madrugada. Auxiliada por los dedos aclaro la indecencia de mis muslos, ingles y zona erótica, limpiándola con los labios fruncidos y los vellos erizados.
Por la nuca dejo caer algunas gotas, servirá para enfriarme la cabeza y despejar el ajetreo de las tres rondas consecutivas. Aseada entre comillas, lo mejor que se puede hacer en una situación así prosigo a ponerme el pantalón, primero la pierna buena y tras echar pestes y maldiciones levanto la herida, adentrándola en el hueco con presunción, la tela va subiendo sosegada hasta arribar a la cadera que levanto, cerrando la cremallera y el botón a la altura del vientre. Mejor, mucho mejor, arrastré las nalgas meros centímetros para tomar asiento en lo cálido, la tela superior la instalo sin problemas que cumple con la función de atracción, sobretodo por el magnetismo creado en un canalillo ceñido. La capa del elfo la coloco a un lado, que yo tengo la mía, me bastó un segundo de vida en percatarme de la realidad, realmente estoy hambrienta y mis entrañas se devoran entre ellas con tal de consumir lo mínimo de calorías.
El aski sigue a sus anchas, o seguía hasta que su dueño le arrancó el juguete y se lo llevó al cuello, una risita socarrona se me escapa tras apoyar las palmas a centímetros prolongados de mi cintura, ahora puede molestar todo lo que desee. ─ Soy una mujer de buen comer. ─ Viviendo en el bosque, ¿qué más se puede hacer? Aunque eso de "buen comer" iba teñido en segundas intenciones, terceras y cuartas. ─ Aunque si me pones delante el mendrugo que guardas, las ganas se me quitarán enseguida. ─ Literal, eso tiene que saber a rayos o directamente, yo lo usaría como arma rompe cabezas. El comentario del cobrizo me saca una sonrisa menguante, no todos están acostumbrados a los manjares de los bosques ni saben diferenciarlos. ─ ¿Te gustan los frutos rojos, Iltharion? ─ Calor de nieve o así lo llaman, fui víctima en la juventud del embrujo de dichos frutos carmesíes, y tal fue el capricho que casi me cuesta la vida, quizá por eso a partir de ese entonces indago a la perfección en lo que ingiero.
─ Hay un árbol que los engendra en las nevadas, riquísimos, menudas alucinaciones me dieron los cabrones, aunque fué divertido. ─ Y aterrador a su vez, sin embargo de experiencias amargas se aprende, y les pasará lo mismo a esos imbéciles que desconocen lo tóxico de lo comestible. En un breve intervalo toma asiento a mi lado y me comenta el menú para cenar. ─ Te digo que sin pan viejo o me pesará horrores el estómago. ─ Encojo los hombros con la broma de que el mendrugo no es mendrugo, es una jodida piedra solificada. La capa contraria la sujeto, primeramente la sacudo y la coloco sobre los hombros del bardo para que no coja frío por estúpido, el cabello que le cae por la oreja herida lo guío con el dedo índice detrás de la susodicha para que no le moleste.
─ El chef Iltharion tiene veinte minutos para recrear un plato gutural o será suspendido por la catadora Eretria. ─ Alzo las comisuras, sonriendo de oreja a oreja cuando me arroja el bicho revoltoso, inquieto por conseguir algo con lo que entretenerse. Le revuelvo el pelaje y trato de cerrarle el hocico con los dedos, éste se enrabieta y me muerde con un bravío digno de alabanza, los aparto tras deshacerme de los colmillos anclados a mi piel y como castigo le presiono la nariz puntiaguda. ─ Qué malo es, necesita disciplina. ─ Le comenté a mi acompañante con una risita maliciosa, el animal intenta morder una segunda vez más pero falla, lo volteo y le hago cosquillas en el estómago, el pobre se retuerce entre gruñidos y patalea insistente haciendo uso de su rabo para golpearme el estómago con suavidad. ─ No, así no. ─ Pérfida le estiro el rabo y se lo llevo a las fauces, mortificándolo hasta que de manera inevitable se lo muerde por travieso, tira del susodicho hasta percatarse de que le pertenece, con un maullido de desaprobación se regodea y me observa con unas orbes fulminantes. Podrá ser ruin, pero lo adorable no se lo quita nadie.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion no pudo si no soltar una breve carcajada cuando la inevitable respuesta de su acompañante rompió el aire, como no, haciendo caso omiso a sus palabras. El trovador estaba convencido en sus adentros, que era en parte el placer de llevar la contraria lo que llevaba a la muchacha a deshacerse del improvisado lecho que le había ofrecido y someterse a lo tortuoso de vestirse y mover la pierna herida e hinchada.
El trovador, ya sentado al lado del fuego, y de su acompañante, con una confianza que habría resultado inusitada apenas unas horas antes, la miró de soslayó, acomodarle el pelo trás la oreja que ella misma había lastimado, y agradeció con el gesto el cuidado de que le cubriera con la capa.
-Te prefería sin pantalones.-Acotó desvergonzado, como si hablase de algún tema mundano.
Iltharion sacó de su morral un ajo, al cual le sacó un gajo, el mortero de piedra, que colocó sobre una porción de las brasas que lindaba el final de la fogata, y retiró del margen de esta una piedra de superficie relativamente plana que acomodó en su regazo, y por ultimo un vial con un liquido espeso y ambarino, el cual abrió y tiró apenas un par de gotas en el interior del recipiente pétreo que haría de cazo.
-Tanto miedo le tienes al mendrugo y eso que todavía no lo has visto.-Rió entre dientes el trovador, que peló el ajo en cuestión de segundos, y tiró la piel seca del mismo a las llamas. El ajo picado fue a parar al fondo del mortero, con el aceite ya tibio, para que empezara a cocinarse, mientras las setas sustituían su presencia sobre la improvisada tabla de picar.
-Me gustan los que no son venenosos.-Rió para si y negó, mirando de soslayo una vez mas a su compañera. -No se si haya alguna variedad comestible por aquí, pero no quiero alejarme tanto.-Negó para si mismo.-Y prefiero no tomar calor del invierno teniendo tantas armas desperdigadas.-Además del pequeño detalle de que sus alucinaciones eran una pesadilla viviente para el consumidor de esa mierda.
Iltharion cortó las setas en lonjas que tiró en el mortero caliente, y que pronto empezaron a sofreírse junto con el ajo, y desprender un apetitoso aroma, no excesivamente fuerte.
-Disciplina.-Rió mientras pronunciaba esa palabra, dejando el cuchillo tranquilo con tal de no cortarse un dedo.-Ni la va a tener.-Aseveró, tomando esta vez la chirivía y cortándola en tacos muy muy pequeños para que se cocinara rápidamente y no fallara las expectativas de la elfa.
-Como mas salvaje mejor, quizás hasta en un futuro sea el quien traiga algo de caza para la cena, así en vez de comer guiso de pan viejo.-Bromeó otra vez como si no hubiera escuchado lo del pan. Lo cierto es que pensaba ponerlo igual apra espesar, cuando se humedeciera con el caldo dejaría de ser duro para ser una masa blanda y comestible.
Iltharion hecho los cubos de chirivía en el cazo, y buscó una ramita cercana, la peló con el cuchillo y la usó para revolver el sofrito y que no se quemase por ningún lado.
-La comida aun tardará un rato, y no se tu, pero yo soy curioso.-Giró el rostro hacia la muchacha.-Así que con tal de quedar satisfecho estoy dispuesto a responderte con total honestidad a lo que quieras, pero a cambio, quiero que me cuentes la historia de una de tus cicatrices.-Sonrió ligeramente.
El trovador fue a su morral mientras esperaba una respuesta, y ya con la respiración calma, tomó un cigarrillo dispuesto a intoxicar su cuerpo. Lo encendió en la fogata, y pipeó ávidamente, dejando que el aroma a menta se mezclara con el de la comida que empezaba a propagarse entre ellos.
El trovador, ya sentado al lado del fuego, y de su acompañante, con una confianza que habría resultado inusitada apenas unas horas antes, la miró de soslayó, acomodarle el pelo trás la oreja que ella misma había lastimado, y agradeció con el gesto el cuidado de que le cubriera con la capa.
-Te prefería sin pantalones.-Acotó desvergonzado, como si hablase de algún tema mundano.
Iltharion sacó de su morral un ajo, al cual le sacó un gajo, el mortero de piedra, que colocó sobre una porción de las brasas que lindaba el final de la fogata, y retiró del margen de esta una piedra de superficie relativamente plana que acomodó en su regazo, y por ultimo un vial con un liquido espeso y ambarino, el cual abrió y tiró apenas un par de gotas en el interior del recipiente pétreo que haría de cazo.
-Tanto miedo le tienes al mendrugo y eso que todavía no lo has visto.-Rió entre dientes el trovador, que peló el ajo en cuestión de segundos, y tiró la piel seca del mismo a las llamas. El ajo picado fue a parar al fondo del mortero, con el aceite ya tibio, para que empezara a cocinarse, mientras las setas sustituían su presencia sobre la improvisada tabla de picar.
-Me gustan los que no son venenosos.-Rió para si y negó, mirando de soslayo una vez mas a su compañera. -No se si haya alguna variedad comestible por aquí, pero no quiero alejarme tanto.-Negó para si mismo.-Y prefiero no tomar calor del invierno teniendo tantas armas desperdigadas.-Además del pequeño detalle de que sus alucinaciones eran una pesadilla viviente para el consumidor de esa mierda.
Iltharion cortó las setas en lonjas que tiró en el mortero caliente, y que pronto empezaron a sofreírse junto con el ajo, y desprender un apetitoso aroma, no excesivamente fuerte.
-Disciplina.-Rió mientras pronunciaba esa palabra, dejando el cuchillo tranquilo con tal de no cortarse un dedo.-Ni la va a tener.-Aseveró, tomando esta vez la chirivía y cortándola en tacos muy muy pequeños para que se cocinara rápidamente y no fallara las expectativas de la elfa.
-Como mas salvaje mejor, quizás hasta en un futuro sea el quien traiga algo de caza para la cena, así en vez de comer guiso de pan viejo.-Bromeó otra vez como si no hubiera escuchado lo del pan. Lo cierto es que pensaba ponerlo igual apra espesar, cuando se humedeciera con el caldo dejaría de ser duro para ser una masa blanda y comestible.
Iltharion hecho los cubos de chirivía en el cazo, y buscó una ramita cercana, la peló con el cuchillo y la usó para revolver el sofrito y que no se quemase por ningún lado.
-La comida aun tardará un rato, y no se tu, pero yo soy curioso.-Giró el rostro hacia la muchacha.-Así que con tal de quedar satisfecho estoy dispuesto a responderte con total honestidad a lo que quieras, pero a cambio, quiero que me cuentes la historia de una de tus cicatrices.-Sonrió ligeramente.
El trovador fue a su morral mientras esperaba una respuesta, y ya con la respiración calma, tomó un cigarrillo dispuesto a intoxicar su cuerpo. Lo encendió en la fogata, y pipeó ávidamente, dejando que el aroma a menta se mezclara con el de la comida que empezaba a propagarse entre ellos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
En un cabeceo intuitivo al son del elfo le observo, enarco una de las cejas con los luceros chispeantes y le sonrío, yo también resulta que sé quejarme. ─ Y yo te prefería encima, pero nada en esta vida sale a pedir de boca. ─ Encogí los hombros con el aski aún en el regazo, a la hora de elegir una forma de calentar mi cuerpo, sin lugar a dudas la más reconfortante y rápida sería Iltharion, pero no, prefiere dárselas de cocinero a las tantas que encima al cabrón, se le da fenomenal. Lleva a cabo una receta que desconozco, principlamente porque soy una mujer simple, no le doy tantas vueltas a cómo debería comer a diario o si debería variar para mejorar mi nutrición.
Una punzada efímera triunfa sobre lo nublado que se me torna la vista, cabizbaja vocifero un nombre al azar haciendo referencia al animal, está arañando el vendaje y sus trajines sobre la hinchazón refuerzan a la congoja que convierte mi voz ronca en una inaudible. Con los pelos en punta persuado a la criatura que deje la calidez de un regazo en frente del fuego, sin embargo gruñe y se aferra a mi piel atezada hasta calentarme de mala manera, a modo de aspavientos con las palmas extendidas lo arrojo a la nieve sin temor a que se le enfríe la sangre. ─ Joder, menuda fiera. ─ Al menos mis intentos no han sido en vano, con el felino, ahora sí, fuera de mis muslos estiro la pierna hasta acomodarme sobre el lecho, con un desvelo enfático mis labios se entreabren por sí solos y un bostezo pegadizo huye desertor de la velada.
Llevo días sin dormir y un sueño reparador tras la cena suena apetecible, pero con el trovador cerca haré de todo menos descansar. ─ No te preocupes, si te alejas cuidaré de tus cosas, o más bien me las quedaré. ─ ¿Para qué mentir? Sabe de sobra cuales son mis principios, cuan rebelde puedo llegar a ser y por supuesto lo osada que me he mostrado en esta fantástica aventura bajo un cielo atildado de astros que relumbran en torno al refugio. ─ Oh, que aguafiestas. ─ Bromeé. ─ Seguro que no me duras ni dos asaltos si hemos de usar armas, aunque así. ─ Señalo con el dedo índice la herida. ─ Me tienes "a tus pies" ─ Las últimas tres palabras van regadas en una hostilidad tremenda, incluso la voz suavizada antaña retorna a una más áspera. Será la edad que lo vuelve un tanto aburrido, que ni yo tomaría veneno por puro gozo en una situación así ni en otras miles.
Una fragancia incitante recorre el ambiente, trastornan a mi estómago y en su interior se oyen voces que claman por un alimento digno de catar, ruge y por primera vez en toda la noche mis mejillas morenas se tornan carmesíes. ─ Quizá en un futuro en vez de traer la cena, termines siéndola tú. ─ Insté pues un animal salvaje sigue siendo una trampa letal que no hay que perder de vista. El trovador continúa con la cena, picotea las setas y las incluye en el mortero con un ápice técnico. ─ Menuda sorpresa, aparte de fornicar estupendamente resulta que sabes cocinar, ¿a qué precio te vendes? ─ Le pregunté con un deje burlón y las comisuras erigidas. El estar tanto tiempo sentada y con la columna recta me sopesa, despacio y sin prisas retomo una de mis posturas favoritas, recostada sobre el lecho hinco el codo, apoyando la cabeza en torno a la palma abierta, mi cuerpo queda tras la espalda del bardo mientras que de pecho hacia arriba soy visible adjunta al cobrizo.
─ Me parece justo, aunque las historias de mis cicatrices son bastantes sádicas. ─ Manifesté a falta de primor, si he de curiosear en la vida de Iltharion comenzaré por aquello que atrae mi atención. ─ Tus collares, principalmente el de los anillos, ¿tienes como pasatiempo pasarte por las bodas ajenas y robarlos en plenos votos? ¿Se los arrebatas a las mujeres con las que yaces? Si es así, ─ Antes de continuar le enseño mis dedos. ─ Conmigo no funcionará. ─ Pícara y sin poder estarme quieta paso uno de los brazos bajo la capa del elfo, acariciándole las costillas.
─ ¿Qué te impulsó a cambiar la espada por el laúd? ─ Es una metáfora. ─ La mayoría de elfos que conozco son guerreros, rara vez me topo con alguno curandero, y si encima van ligados a la rama artística... ─ Arrugué la nariz, no es que los aborrezca pero en sí, los que rehuyen las batallas son tachados de débiles e inútiles por Anar y Anfaüglir. ─ Será cosa mía, que no salgo de los bosques cual ermitaña. ─ Las caricias que voy desempeñando son tenues y habituales a sus costados para relajarlo.
Una punzada efímera triunfa sobre lo nublado que se me torna la vista, cabizbaja vocifero un nombre al azar haciendo referencia al animal, está arañando el vendaje y sus trajines sobre la hinchazón refuerzan a la congoja que convierte mi voz ronca en una inaudible. Con los pelos en punta persuado a la criatura que deje la calidez de un regazo en frente del fuego, sin embargo gruñe y se aferra a mi piel atezada hasta calentarme de mala manera, a modo de aspavientos con las palmas extendidas lo arrojo a la nieve sin temor a que se le enfríe la sangre. ─ Joder, menuda fiera. ─ Al menos mis intentos no han sido en vano, con el felino, ahora sí, fuera de mis muslos estiro la pierna hasta acomodarme sobre el lecho, con un desvelo enfático mis labios se entreabren por sí solos y un bostezo pegadizo huye desertor de la velada.
Llevo días sin dormir y un sueño reparador tras la cena suena apetecible, pero con el trovador cerca haré de todo menos descansar. ─ No te preocupes, si te alejas cuidaré de tus cosas, o más bien me las quedaré. ─ ¿Para qué mentir? Sabe de sobra cuales son mis principios, cuan rebelde puedo llegar a ser y por supuesto lo osada que me he mostrado en esta fantástica aventura bajo un cielo atildado de astros que relumbran en torno al refugio. ─ Oh, que aguafiestas. ─ Bromeé. ─ Seguro que no me duras ni dos asaltos si hemos de usar armas, aunque así. ─ Señalo con el dedo índice la herida. ─ Me tienes "a tus pies" ─ Las últimas tres palabras van regadas en una hostilidad tremenda, incluso la voz suavizada antaña retorna a una más áspera. Será la edad que lo vuelve un tanto aburrido, que ni yo tomaría veneno por puro gozo en una situación así ni en otras miles.
Una fragancia incitante recorre el ambiente, trastornan a mi estómago y en su interior se oyen voces que claman por un alimento digno de catar, ruge y por primera vez en toda la noche mis mejillas morenas se tornan carmesíes. ─ Quizá en un futuro en vez de traer la cena, termines siéndola tú. ─ Insté pues un animal salvaje sigue siendo una trampa letal que no hay que perder de vista. El trovador continúa con la cena, picotea las setas y las incluye en el mortero con un ápice técnico. ─ Menuda sorpresa, aparte de fornicar estupendamente resulta que sabes cocinar, ¿a qué precio te vendes? ─ Le pregunté con un deje burlón y las comisuras erigidas. El estar tanto tiempo sentada y con la columna recta me sopesa, despacio y sin prisas retomo una de mis posturas favoritas, recostada sobre el lecho hinco el codo, apoyando la cabeza en torno a la palma abierta, mi cuerpo queda tras la espalda del bardo mientras que de pecho hacia arriba soy visible adjunta al cobrizo.
─ Me parece justo, aunque las historias de mis cicatrices son bastantes sádicas. ─ Manifesté a falta de primor, si he de curiosear en la vida de Iltharion comenzaré por aquello que atrae mi atención. ─ Tus collares, principalmente el de los anillos, ¿tienes como pasatiempo pasarte por las bodas ajenas y robarlos en plenos votos? ¿Se los arrebatas a las mujeres con las que yaces? Si es así, ─ Antes de continuar le enseño mis dedos. ─ Conmigo no funcionará. ─ Pícara y sin poder estarme quieta paso uno de los brazos bajo la capa del elfo, acariciándole las costillas.
─ ¿Qué te impulsó a cambiar la espada por el laúd? ─ Es una metáfora. ─ La mayoría de elfos que conozco son guerreros, rara vez me topo con alguno curandero, y si encima van ligados a la rama artística... ─ Arrugué la nariz, no es que los aborrezca pero en sí, los que rehuyen las batallas son tachados de débiles e inútiles por Anar y Anfaüglir. ─ Será cosa mía, que no salgo de los bosques cual ermitaña. ─ Las caricias que voy desempeñando son tenues y habituales a sus costados para relajarlo.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El calor del aceite que ya hervía, subía hacia los dedos del trovador, que sostenían aquel utensilio improvisado con el que movía el contenido del mortero para que se hiciera por todos lados. El ajo y la chirivía dejaban atrás su palidez mortecina para exhibir un apetitoso color dorado, y las setas tomaban un marrón tostado y decrecían a medida que se iban salteando, emanando en el fondo de su pétreo recipiente sus jugos y dejando evaporarse y unirse al aire su aroma.
-Oh. No seré especialmente diestro con las armas, pero tengo muchos trucos bajo la manga.-Se rió, esta vez claramente de si mismo, mientras una seguidilla de sus ridículos desempeños en las batallas pasadas se sucedía en su mente, como si fuera alguna clase de viñeta cómica en color y movimiento.
Iltharion se estiró hasta alcanzar un puñado de nieve virgen que había quedado a salvo de sus calamidades, y, con las manos desnudas, tomó una cantidad interesante que echó en el mortero para no desaprovechar su agua. Sacó de su morral la bota de vino casi extinto, y vertió unas pocas gotas para evitar los malos humores que pudiera portar la nieve, y, mientras el agua se calentaba y se convertía en caldo, aprovechó para echarle también un poco de romero y tomillo. Lo bueno de las plantas medicinales era que algunas de ellas también eran comestibles, y ayudaban a pasar el apuro.
-No tengo problemas con las escenas sangrientas.-Exhaló el cálido humo blanco con aroma a menta que surgía del arrollado que sostenía entre sus dientes.
-Treinta Aeros la hora, ciento cincuenta la noche entera, la comida y el vino van por tu cuenta.-Respondió con una sonrisa burlona, pero un deje serio en el tono, y un aire melancólico en los ojos, que desapareció tan rápido como la frase que había generado dichas expresiones.-Creo que basta con que nos entretengamos mutuamente.-Rió con brevedad antes de volver su atención a los ingredientes.
Iltharión sacó, mientras escuchaba sus preguntas, el mítico mendrugo de pan duro, y empezó a serrarlo con el cuchillo sobre la piedra hasta dejar migajas pequeñas y rígidas que esperaba ablandar con el caldo. Era, sin duda, un pan viejo.
-Un anillo es como ponerle una marca de propiedad a otro, digamos que es una vana firma para dejar en claro que no les sirvió de un comino porque me adueñé de sus cosas igualmente.-Confesó el bardo con total naturalidad.- Me resulta gracioso como se confían en que un pedazo de metal guarde unos intereses tan absurdos.-Dió otra calada con total parsimonia. Iltharion no se molestó en ocultar el ligero desprecio que le generaba la idea de ser preso o tomar a otro como objeto.-Nunca he interrumpido una ceremonia.-Aseveró.-Pero alguna que otra vez he conseguido el anillo después de la boda.-Admitió, riendo con picarda entre dientes.- Solo me llevo aquellos que logro sacar del dedo sin alertar a su dueño.
Iltharion dejó caer las migas de pan sobre el caldo, para que se ablandaran y embebieran con su jugo mientras terminaba de hacerse, y liberando finalmente sus manos y su regazo de la tarea de cocinar, más allá de tener que revolver de vez en cuando su "plato estrella" de la noche.
-Contigo tengo otras intenciones que no pasan por un aro de metal.-Sonrió con picardía el bardo, disfrutando con los ojos entornados de las caricias juguetonas que le dedicaba la muchacha. Pasó el también un brazo entorno a su espalda, y acomodando el brazo en la cintura de ella, la atrajo hacia sí para que quedara pegada a el, y recibír su calor.
-Salí de Sandorai cuando era un niño, y jamás he vuelto a pisar una aldea de nuestra gente.-Explicó.-A veces merodeo cerca, pero intento evitarlo.-Se encogió de hombros ligeramente.-La espada no es el único modo de vencer a un enemigo, solo el mas directo, y el mas expuesto. Prefiero que ni siquiera me identifiquen con una amenaza cuando tengo un problema, de ese modo soy mucho más efectivo.-Le tocó con el indice la punta de la nariz arrugada.-Tengo dos grandes virtudes por mis oficios. La primera es que como bardo se como distraer a la gente.-Esbozó una arrebatadora sonrisa mostrando los dientes.-La segunda es que como medico me conozco cada pequeño secreto del cuerpo.-Con la mano que tenía en el costado dió un pequeño toque pasada la mitad de la junta de las ultimas costillas hacia atrás para hacerle dar un pequeño bote indoloro a su cuerpo.
Iltharión acarició su costado tras esa pequeña jugarreta y permaneció de aquel modo disfrutando de las placidas atenciones que recibía, recuperando el bastoncillo para revolver la sopa que se había espesado un poco.
-Joven y solo en las ciudades del mundo, se aprenden muchas cosas pero no a usar la espada. Ese creo que es el mayor motivo.-Sentenció finalmente. En ningún momento hubo una sola nota de tristeza en su voz, casi parecía hasta entretenido por su propia historia, y hablaba de su pasado con una naturalidad implacable. En cuanto a las armas, el trovador sabía que hubiera podido aprender de mas adulto a utilizar el acero, pero nunca le había llamado, en parte, porque no era de la clase de cosas que formaban parte de su mundo para cuando había crecido, y, porque cultivando otras partes de su ser, había visto que a los que confiaban mucho en sus armas, fácilmente se los engañaba y llevaba a otros terrenos.
-Ahora es mi turno de saber.-Envolvió su mano con un extremo de la capa y sacó la sopa del fuego para dejarla sobre la nieve y que así enfriara lo justo para tomarla de forma rápida, y no hacer esperar al famélico y rugiente estomago de Eretría.
-Ya que tus historias son sangrientas, cuéntame la peor de ellas que puedas rememorar sin herir tu sensibilidad.-Pidió, casi desafiándola a encontrar algo en su vida que pudiera hacer trastabillar su calma.
-Oh. No seré especialmente diestro con las armas, pero tengo muchos trucos bajo la manga.-Se rió, esta vez claramente de si mismo, mientras una seguidilla de sus ridículos desempeños en las batallas pasadas se sucedía en su mente, como si fuera alguna clase de viñeta cómica en color y movimiento.
Iltharion se estiró hasta alcanzar un puñado de nieve virgen que había quedado a salvo de sus calamidades, y, con las manos desnudas, tomó una cantidad interesante que echó en el mortero para no desaprovechar su agua. Sacó de su morral la bota de vino casi extinto, y vertió unas pocas gotas para evitar los malos humores que pudiera portar la nieve, y, mientras el agua se calentaba y se convertía en caldo, aprovechó para echarle también un poco de romero y tomillo. Lo bueno de las plantas medicinales era que algunas de ellas también eran comestibles, y ayudaban a pasar el apuro.
-No tengo problemas con las escenas sangrientas.-Exhaló el cálido humo blanco con aroma a menta que surgía del arrollado que sostenía entre sus dientes.
-Treinta Aeros la hora, ciento cincuenta la noche entera, la comida y el vino van por tu cuenta.-Respondió con una sonrisa burlona, pero un deje serio en el tono, y un aire melancólico en los ojos, que desapareció tan rápido como la frase que había generado dichas expresiones.-Creo que basta con que nos entretengamos mutuamente.-Rió con brevedad antes de volver su atención a los ingredientes.
Iltharión sacó, mientras escuchaba sus preguntas, el mítico mendrugo de pan duro, y empezó a serrarlo con el cuchillo sobre la piedra hasta dejar migajas pequeñas y rígidas que esperaba ablandar con el caldo. Era, sin duda, un pan viejo.
-Un anillo es como ponerle una marca de propiedad a otro, digamos que es una vana firma para dejar en claro que no les sirvió de un comino porque me adueñé de sus cosas igualmente.-Confesó el bardo con total naturalidad.- Me resulta gracioso como se confían en que un pedazo de metal guarde unos intereses tan absurdos.-Dió otra calada con total parsimonia. Iltharion no se molestó en ocultar el ligero desprecio que le generaba la idea de ser preso o tomar a otro como objeto.-Nunca he interrumpido una ceremonia.-Aseveró.-Pero alguna que otra vez he conseguido el anillo después de la boda.-Admitió, riendo con picarda entre dientes.- Solo me llevo aquellos que logro sacar del dedo sin alertar a su dueño.
Iltharion dejó caer las migas de pan sobre el caldo, para que se ablandaran y embebieran con su jugo mientras terminaba de hacerse, y liberando finalmente sus manos y su regazo de la tarea de cocinar, más allá de tener que revolver de vez en cuando su "plato estrella" de la noche.
-Contigo tengo otras intenciones que no pasan por un aro de metal.-Sonrió con picardía el bardo, disfrutando con los ojos entornados de las caricias juguetonas que le dedicaba la muchacha. Pasó el también un brazo entorno a su espalda, y acomodando el brazo en la cintura de ella, la atrajo hacia sí para que quedara pegada a el, y recibír su calor.
-Salí de Sandorai cuando era un niño, y jamás he vuelto a pisar una aldea de nuestra gente.-Explicó.-A veces merodeo cerca, pero intento evitarlo.-Se encogió de hombros ligeramente.-La espada no es el único modo de vencer a un enemigo, solo el mas directo, y el mas expuesto. Prefiero que ni siquiera me identifiquen con una amenaza cuando tengo un problema, de ese modo soy mucho más efectivo.-Le tocó con el indice la punta de la nariz arrugada.-Tengo dos grandes virtudes por mis oficios. La primera es que como bardo se como distraer a la gente.-Esbozó una arrebatadora sonrisa mostrando los dientes.-La segunda es que como medico me conozco cada pequeño secreto del cuerpo.-Con la mano que tenía en el costado dió un pequeño toque pasada la mitad de la junta de las ultimas costillas hacia atrás para hacerle dar un pequeño bote indoloro a su cuerpo.
Iltharión acarició su costado tras esa pequeña jugarreta y permaneció de aquel modo disfrutando de las placidas atenciones que recibía, recuperando el bastoncillo para revolver la sopa que se había espesado un poco.
-Joven y solo en las ciudades del mundo, se aprenden muchas cosas pero no a usar la espada. Ese creo que es el mayor motivo.-Sentenció finalmente. En ningún momento hubo una sola nota de tristeza en su voz, casi parecía hasta entretenido por su propia historia, y hablaba de su pasado con una naturalidad implacable. En cuanto a las armas, el trovador sabía que hubiera podido aprender de mas adulto a utilizar el acero, pero nunca le había llamado, en parte, porque no era de la clase de cosas que formaban parte de su mundo para cuando había crecido, y, porque cultivando otras partes de su ser, había visto que a los que confiaban mucho en sus armas, fácilmente se los engañaba y llevaba a otros terrenos.
-Ahora es mi turno de saber.-Envolvió su mano con un extremo de la capa y sacó la sopa del fuego para dejarla sobre la nieve y que así enfriara lo justo para tomarla de forma rápida, y no hacer esperar al famélico y rugiente estomago de Eretría.
-Ya que tus historias son sangrientas, cuéntame la peor de ellas que puedas rememorar sin herir tu sensibilidad.-Pidió, casi desafiándola a encontrar algo en su vida que pudiera hacer trastabillar su calma.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
No lo pondría en duda, sobretodo al haber sido notificada por esos toques en mis costados anteriormente y desplumarle de cada uno de los aguzados cuchillos que mantiene ocultos entre sus atavíos y botas, como bien dice, no hace falta ser diestro con una espada para recrear un juego mortal en el que uno pierda la vida. En el silencio sepulcral contemplé cada uno de los movimientos del elfo y como se desenvuelve con tanta facilidad a la hora de cocinar, incluso utiliza los remedios impuestos por la madre naturaleza, debe gustarle mucho poner en funcionamiento sus destrezas y dotes culinarios.
Alcé ambas cejas con una mueca de desaprobación, mis pestañas largas cuales lanzas voy batiéndolas mientras reflexiono en el precio impuesto por el trovador, excesivo en demasía más me sacó una buena carcajada. ─ Sí, no estoy yo para darte de mi vino y comida. ─ Vino poseo, ¿comida? Está siendo al revés en realidad aunque esté compartiendo solo el mendrugo, cercana a la calidez que emana entrecerré los párpados con una tranquilidad perturbadora. Estoy oyéndole, pero si fuera otro ni siquiera me esmeraría en entender lo que escucho, en mi cabeza nos veo como un par de corazones que están distantemente juntos, se desean pero mantendrán las distancias como seguro y pasaje hacia lo libertino.
─ Uh, detecto veneno. ─ Musité con una sonrisa astuta en un rostro bastante cascado por el pasar de las horas y el ejercicio realizado en un sin parar. Iltharion comenzó a responder cada una de las preguntas con total sosiego, tenía razón y compartía sus ideales hasta cierto punto, puesto que no tendré un anillo, pero si tengo una joya que representan unos intereses maternales, diferente a lo que él se refiere, pero en cierta medida se asemeja. ─ Nada más verte algo me olía a chamusquina, un elfo buenorro aparece ofreciendo con una cordialidad espeluznante sus hierbas medicinales, aprovecha a que la elfa toma una cantidad exagerada de licor y no le arrebata un anillo, un collar, una buena prenda de alta calidad, por supuesto que no, se lleva su virginidad, y no se aprovecha una vez, ¡tres veces! ─ Entorné los ojos insinuando una indignidad aplastante, duró un instante efímero ya que por mi garganta subió el jubilo y reí expresiva, sin medir la intensidad de cada risita o si en alguna de ellas me faltaba el aire por estúpida.
─ Te preguntaría qué intenciones, pero resulta que no soy tonta ni tú tímido, así que ya sabes, cuando menos lo espere te quiero ver haciéndome el salto del tigre. ─ Ronroneé bribona, mis cuencas están aguadas debido al jolgorio inesperado, con el dedo índice los froto para aclararlos y sin perder el tiempo vuelvo a rodearle la cintura, me atrae y no opongo resistencia. Los tramos cautivadores al son de la historia del bardo mantiene mi consciencia al tanto y sin adormilarse al menos de momento, la represalia en contra de mi nariz arrugada evocó unas ganas tremendas de abrir los labios y atrapar ese dedo para pellizcarlo con los dientes, no obstante seguí oyéndole hablar de su niñez en solitario y el cómo se ha ido desenvolviendo con las décadas pasajeras.
La punzada mágica en las costillas resuena en mis adentros, desde el lecho voy observándole con un anhelo que no le alcanza, embriagándome la mirada, este tipo de jugarretas me fascinan y si no fuera por mi pierna herida ya estaría nuevamente encima del cobrizo sin importarme cuan cansado esté mi físico. ─ Bueno, es una manera de verlo. Yo me crié en un pueblo de guerreros, en vez de leer o asustarme con los mitos de los bosques aprendí a luchar y cómo un arma puede servir de muchas maneras. Pase desapercibida o no, directa o en desventaja mis dagas nunca me han fallado, al menos hasta ahora. ─ Con Mukhina fué diferente, jugó sucio y el karma se lo cobró matándola.
Como no después de dar la tabarra con su pasado estaba claro que intentaría sonsacarme el mío, por ser él haré el esfuerzo de entretenerle. ─ No soy muy dada a socializar, ya sabes. ─ Murmuré con un sentimiento encontrado a la altura de mi pecho, sé cual fue la peor de todas sin llegar a ser sádica, la que me cambió de forma drástica y la que aún sigo rememorando entre pesadillas, fruncí el ceño y me volteé boca arriba, apoyando la cabeza en contra de la tela peluda. Mis orbes pardas se disipan en un cielo estrellado mientras inflo el pecho, soltando el aire como preludio por las fosas nasales. ─ Ninguna ha herido mi sensibilidad, ¿que es eso, se come? ─ Bromeé, parece hasta fácil junto a Iltharion. ─ He tenido tantas batallas desde mi niñez que no sabría cual especificar. Quizá alguna pasada en donde me vi contra la espada y la pared, las guerras Illidenses. ─ La mano del bardo en mis costados la dirijo a mi abdomen por comodidad.
─ En la tercera luché en el frente como comandante de uno de los pelotones, digamos que fue excitante. ─ Un suspiro se me escapa, los elogios y las destrucciones verbales prefiero que las deje para el final del relato, más que nada porque enseguida corto el rollo. ─ El conflicto que deparó entre las dos razas fue tal que redujo en consideración las cifras, eres más longevo que yo así que deberías estar al tanto. ─ Por no llamarle viejo, no estoy para castigos sugerentes. ─ Fue una batalla cruenta y devastadora, a día de hoy aún sigo preguntándome como es que los elfos son tan jodidamente débiles. Cayeron ante la resistencia del enemigo y en un abrir y cerrar de ojos sólo quedábamos mis hombres y yo, tres de ellos yacieron ante hechizos más mi subteniente supo adherirse a una tremenda ofensiva y abrirle en dos el cráneo con el filo del escudo al objetivo más cercano. Tras una limpieza y solo quedando nosotros dos nos abrimos paso entre los campamentos desarmados hasta arribar al punto céntrico, resulta que había sido una trampa desde el principio y nos emboscaron desde el este sin siquiera percatarnos. ─ Sonreí incrédula, por eso quise imponerme sobre los otros arcanos.
─ Lo exagerado no es el recuento de víctimas sino divisarlos como piras de cadáveres podridos, descuartizados y en un estado de putrefacción, los brujos acumulaban los cuerpos de nuestra raza como alegoría de supremacía. ─ Otra risotada viene en camino. ─ ¿Pero sabes qué pasa cuando subestimas a tu enemigo aún siendo minoría? Cuando te das cuenta no hay quien pueda salvarte el pellejo. Númenor y yo pasamos desapercibidos, barrimos a la escoria en las cercanías de la tienda imperial del adalid en plena madrugada mientras sus soldados bebían y se follaban a unas cuantas desgraciadas. No estaba solo, según él su mejor brujo prendería Sandorai con sus dos hachas y un ego que de poco le sirvió, menudo paquete. Númenor no interfirió y con mis dos dagas luché con el decoro del estatus que acarreaba como una de las líderes del clan Doriath. ─ En una cárcel adicta por cada proceso detallado y sin ánimos de acortar el relato continúo. ─ La sangre tiñó tanto mis botas como las del gilipollas que me acechaba desde el otro lado de la estancia, y en vez de luchar se encogió aullando por que su soldado herido se levantase y lo defendiese. Seres así nos vencieron, denigrante. ─ Bufé, mi palma va en busca de la del trovador que permanece sobre mi vientre.
─ Como no, y bajo órdenes el recluta hizo apego de la magia y se auto-explotó como última voluntad, nosotros no poseemos escudos que repelan la magia así que mi único hombre en pie y yo salimos despedidos hacia afuera, las astillas de los bastones que sujetaban la tienda se me clavaron en la espalda, no dolía, lo que realmente me sobrepasó fue observarme con la rótula sin carne que la cubriese, me partí de mala forma dicha extremidad y entre bramidos maldecí a Anar. ─ Un repelús pasa por mi rodilla izquierda ya sana.─ Bruta como soy la coloqué, Númeror yacía en trozos picados como las setas de la comida, fue un buen guerrero y honré su muerte. No debería haber tenido consciencia, quizá debería de haber muerto también, pero con la suerte de los ancestros puesta en mis hombros me levanté, el jefe se mantenía rodeado en una burbuja mágica, menudo cabrón, ¿verdad? ─ Le pregunté.
─ Dejó que su hombre muriese para protegerse y llorar, aguardé a que saliese pero no todo sale como una desea. Me vi rodeada de los suyos que tras la explosión corrieron en busca de su señor. Digamos que como castigo no me mató, sufrí de otras formas, formas que prefiero no detallar por si te echas atrás después de saber que te has acostado con una mujer mancillada. ─ Sonreí pérfida, ¿será verdad, será mentira? ─ Estuve presa hasta que con el uso de la labia pude librarme, podría haber huido pero no pude, no sin llevarme antes la cabeza del adalid. Me costó, claro que sí, con las manos desnudas me desfogué durante horas hasta cogerle desprevenido y desnucarle, fue tal la fuerza que usé que crujió. En mi imaginación separé huesos, músculos, tendones y le despegué la cabeza como trofeo, pero eso solo pasa en los mitos, una persona no tiene tanta fuerza como para llevar tal preciada tortura a la realidad. ─ Menudo asco pensaría si fuese una doncella, pero soy una guerrera y este tipo de historias me pone la piel de gallina e incluso me excitan.
─ Después de eso me topé con un elfo a mitad de camino que sanó a medias mi rodilla y otras tantas heridas, me costó volver a caminar con normalidad. ─ con el dedo índice y tras levantar la rodilla, le marco la cicatriz que rodea la rótula. ─ ¿Ves? Preciosa. ─ Podría curar cada uno de los trazos que afean mi piel atezada, pero son queridas y símbolo de fortaleza. ─ Y con este cuento y un beso, nos vamos a dormir. ─ Reí entre dientes, lo he alargado bastante por el mero hecho de que cada parte es de vital importancia. ─ Lo que me molesta de todo esto, es que ese brujo era un don nadie en comparación con otros que no tuve la oportunidad "de acariciar" ─ Adoro acariciar a brujos, sobretodo en el cuello o en el pecho donde con un golpe les puedo arrebatar el aire y detener los latidos de sus corazones.
Alcé ambas cejas con una mueca de desaprobación, mis pestañas largas cuales lanzas voy batiéndolas mientras reflexiono en el precio impuesto por el trovador, excesivo en demasía más me sacó una buena carcajada. ─ Sí, no estoy yo para darte de mi vino y comida. ─ Vino poseo, ¿comida? Está siendo al revés en realidad aunque esté compartiendo solo el mendrugo, cercana a la calidez que emana entrecerré los párpados con una tranquilidad perturbadora. Estoy oyéndole, pero si fuera otro ni siquiera me esmeraría en entender lo que escucho, en mi cabeza nos veo como un par de corazones que están distantemente juntos, se desean pero mantendrán las distancias como seguro y pasaje hacia lo libertino.
─ Uh, detecto veneno. ─ Musité con una sonrisa astuta en un rostro bastante cascado por el pasar de las horas y el ejercicio realizado en un sin parar. Iltharion comenzó a responder cada una de las preguntas con total sosiego, tenía razón y compartía sus ideales hasta cierto punto, puesto que no tendré un anillo, pero si tengo una joya que representan unos intereses maternales, diferente a lo que él se refiere, pero en cierta medida se asemeja. ─ Nada más verte algo me olía a chamusquina, un elfo buenorro aparece ofreciendo con una cordialidad espeluznante sus hierbas medicinales, aprovecha a que la elfa toma una cantidad exagerada de licor y no le arrebata un anillo, un collar, una buena prenda de alta calidad, por supuesto que no, se lleva su virginidad, y no se aprovecha una vez, ¡tres veces! ─ Entorné los ojos insinuando una indignidad aplastante, duró un instante efímero ya que por mi garganta subió el jubilo y reí expresiva, sin medir la intensidad de cada risita o si en alguna de ellas me faltaba el aire por estúpida.
─ Te preguntaría qué intenciones, pero resulta que no soy tonta ni tú tímido, así que ya sabes, cuando menos lo espere te quiero ver haciéndome el salto del tigre. ─ Ronroneé bribona, mis cuencas están aguadas debido al jolgorio inesperado, con el dedo índice los froto para aclararlos y sin perder el tiempo vuelvo a rodearle la cintura, me atrae y no opongo resistencia. Los tramos cautivadores al son de la historia del bardo mantiene mi consciencia al tanto y sin adormilarse al menos de momento, la represalia en contra de mi nariz arrugada evocó unas ganas tremendas de abrir los labios y atrapar ese dedo para pellizcarlo con los dientes, no obstante seguí oyéndole hablar de su niñez en solitario y el cómo se ha ido desenvolviendo con las décadas pasajeras.
La punzada mágica en las costillas resuena en mis adentros, desde el lecho voy observándole con un anhelo que no le alcanza, embriagándome la mirada, este tipo de jugarretas me fascinan y si no fuera por mi pierna herida ya estaría nuevamente encima del cobrizo sin importarme cuan cansado esté mi físico. ─ Bueno, es una manera de verlo. Yo me crié en un pueblo de guerreros, en vez de leer o asustarme con los mitos de los bosques aprendí a luchar y cómo un arma puede servir de muchas maneras. Pase desapercibida o no, directa o en desventaja mis dagas nunca me han fallado, al menos hasta ahora. ─ Con Mukhina fué diferente, jugó sucio y el karma se lo cobró matándola.
Como no después de dar la tabarra con su pasado estaba claro que intentaría sonsacarme el mío, por ser él haré el esfuerzo de entretenerle. ─ No soy muy dada a socializar, ya sabes. ─ Murmuré con un sentimiento encontrado a la altura de mi pecho, sé cual fue la peor de todas sin llegar a ser sádica, la que me cambió de forma drástica y la que aún sigo rememorando entre pesadillas, fruncí el ceño y me volteé boca arriba, apoyando la cabeza en contra de la tela peluda. Mis orbes pardas se disipan en un cielo estrellado mientras inflo el pecho, soltando el aire como preludio por las fosas nasales. ─ Ninguna ha herido mi sensibilidad, ¿que es eso, se come? ─ Bromeé, parece hasta fácil junto a Iltharion. ─ He tenido tantas batallas desde mi niñez que no sabría cual especificar. Quizá alguna pasada en donde me vi contra la espada y la pared, las guerras Illidenses. ─ La mano del bardo en mis costados la dirijo a mi abdomen por comodidad.
─ En la tercera luché en el frente como comandante de uno de los pelotones, digamos que fue excitante. ─ Un suspiro se me escapa, los elogios y las destrucciones verbales prefiero que las deje para el final del relato, más que nada porque enseguida corto el rollo. ─ El conflicto que deparó entre las dos razas fue tal que redujo en consideración las cifras, eres más longevo que yo así que deberías estar al tanto. ─ Por no llamarle viejo, no estoy para castigos sugerentes. ─ Fue una batalla cruenta y devastadora, a día de hoy aún sigo preguntándome como es que los elfos son tan jodidamente débiles. Cayeron ante la resistencia del enemigo y en un abrir y cerrar de ojos sólo quedábamos mis hombres y yo, tres de ellos yacieron ante hechizos más mi subteniente supo adherirse a una tremenda ofensiva y abrirle en dos el cráneo con el filo del escudo al objetivo más cercano. Tras una limpieza y solo quedando nosotros dos nos abrimos paso entre los campamentos desarmados hasta arribar al punto céntrico, resulta que había sido una trampa desde el principio y nos emboscaron desde el este sin siquiera percatarnos. ─ Sonreí incrédula, por eso quise imponerme sobre los otros arcanos.
─ Lo exagerado no es el recuento de víctimas sino divisarlos como piras de cadáveres podridos, descuartizados y en un estado de putrefacción, los brujos acumulaban los cuerpos de nuestra raza como alegoría de supremacía. ─ Otra risotada viene en camino. ─ ¿Pero sabes qué pasa cuando subestimas a tu enemigo aún siendo minoría? Cuando te das cuenta no hay quien pueda salvarte el pellejo. Númenor y yo pasamos desapercibidos, barrimos a la escoria en las cercanías de la tienda imperial del adalid en plena madrugada mientras sus soldados bebían y se follaban a unas cuantas desgraciadas. No estaba solo, según él su mejor brujo prendería Sandorai con sus dos hachas y un ego que de poco le sirvió, menudo paquete. Númenor no interfirió y con mis dos dagas luché con el decoro del estatus que acarreaba como una de las líderes del clan Doriath. ─ En una cárcel adicta por cada proceso detallado y sin ánimos de acortar el relato continúo. ─ La sangre tiñó tanto mis botas como las del gilipollas que me acechaba desde el otro lado de la estancia, y en vez de luchar se encogió aullando por que su soldado herido se levantase y lo defendiese. Seres así nos vencieron, denigrante. ─ Bufé, mi palma va en busca de la del trovador que permanece sobre mi vientre.
─ Como no, y bajo órdenes el recluta hizo apego de la magia y se auto-explotó como última voluntad, nosotros no poseemos escudos que repelan la magia así que mi único hombre en pie y yo salimos despedidos hacia afuera, las astillas de los bastones que sujetaban la tienda se me clavaron en la espalda, no dolía, lo que realmente me sobrepasó fue observarme con la rótula sin carne que la cubriese, me partí de mala forma dicha extremidad y entre bramidos maldecí a Anar. ─ Un repelús pasa por mi rodilla izquierda ya sana.─ Bruta como soy la coloqué, Númeror yacía en trozos picados como las setas de la comida, fue un buen guerrero y honré su muerte. No debería haber tenido consciencia, quizá debería de haber muerto también, pero con la suerte de los ancestros puesta en mis hombros me levanté, el jefe se mantenía rodeado en una burbuja mágica, menudo cabrón, ¿verdad? ─ Le pregunté.
─ Dejó que su hombre muriese para protegerse y llorar, aguardé a que saliese pero no todo sale como una desea. Me vi rodeada de los suyos que tras la explosión corrieron en busca de su señor. Digamos que como castigo no me mató, sufrí de otras formas, formas que prefiero no detallar por si te echas atrás después de saber que te has acostado con una mujer mancillada. ─ Sonreí pérfida, ¿será verdad, será mentira? ─ Estuve presa hasta que con el uso de la labia pude librarme, podría haber huido pero no pude, no sin llevarme antes la cabeza del adalid. Me costó, claro que sí, con las manos desnudas me desfogué durante horas hasta cogerle desprevenido y desnucarle, fue tal la fuerza que usé que crujió. En mi imaginación separé huesos, músculos, tendones y le despegué la cabeza como trofeo, pero eso solo pasa en los mitos, una persona no tiene tanta fuerza como para llevar tal preciada tortura a la realidad. ─ Menudo asco pensaría si fuese una doncella, pero soy una guerrera y este tipo de historias me pone la piel de gallina e incluso me excitan.
─ Después de eso me topé con un elfo a mitad de camino que sanó a medias mi rodilla y otras tantas heridas, me costó volver a caminar con normalidad. ─ con el dedo índice y tras levantar la rodilla, le marco la cicatriz que rodea la rótula. ─ ¿Ves? Preciosa. ─ Podría curar cada uno de los trazos que afean mi piel atezada, pero son queridas y símbolo de fortaleza. ─ Y con este cuento y un beso, nos vamos a dormir. ─ Reí entre dientes, lo he alargado bastante por el mero hecho de que cada parte es de vital importancia. ─ Lo que me molesta de todo esto, es que ese brujo era un don nadie en comparación con otros que no tuve la oportunidad "de acariciar" ─ Adoro acariciar a brujos, sobretodo en el cuello o en el pecho donde con un golpe les puedo arrebatar el aire y detener los latidos de sus corazones.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion solo ensancho la sonrisa cuando observó esa mueca de desaprobación formularse en los exóticos rasgos de la elfa. Era consciente de que era un precio que poca gente podía permitirse, sobre todo con asiduidad, y también de que era algo que hacía décadas que formaba parte de su pasado, y que ya había quedado relegado al estatus de curiosidad.
-Me conformo con tu compañía.-Respondió tranquilamente, dándole otra calda a su cigarrillo, del cual exhalaba el humo en dirección contraria a la joven para no hacerla toser.
-Oh, ¿Así que soy espeluznante?.-Encaró una ceja divertido por la teatral forma en la que lo tachaba, bastante acertivamente, de acechar a las jovencitas para robarles la virtud, entre otras cosas. Una breve risa, de diversión genuina, escapó entre los dientes del trovador.- No eres tan torpe como para que pueda creerme que eras doncella hace unas horas.-Acompañó la risa de ella con la propia.- Pero no te negaré que esa historia me suena familiar.
Iltharion dejó caer los parpados ligeramente, parecía relajado, y menos alerta, aunque su mirada no había cesado de escrutar la muchacha, parecía mas gusto y devoción que desconfianza, aunque no dejaba de tener efecto el echo de que seguían siendo dos cercanos extraños.
-¿Quieres que me pinte rallas y ruja también?-Bromeó.-No sería lo mas raro que he hecho.-Admitió divertido de sus propias peripecias, y de el grueso tomo de las perversiones, libro secreto que guardaba en su mente, lleno de conocimientos y rarezas que había descubierto en cada rincón de los placeres que había tenido la suerte o desventura de transitar tras tantas décadas.
Llego finalmente el momento de que el bardo satisficiera su curiosidad. Dejó que la muchacha se acomodara tranquilamente contra su cuerpo, y contuvo una risa silenciosa cuando empezó a hablar, recordando fugazmente ese recuerdo, no tan lejano, de aquel vampiro añejo que perteneciendo en los bajos fondos, quedó perturbado con aquel pequeño cuadro dantesco que había compuesto con cadáveres, y se pregunto silenciosamente, si la muchacha de tez tostada padecía de la misma frialdad que muchos soldados. Capaces de soportar las atrocidades de la existencia en el fragor del combate y la guerra, y observando con el estomago revuelto las atrocidades que florecían de forma mas placida, por practicidad y comodidad, incluso respondiendo a cierta creatividad.
-Si, lo recuerdo.-Asintió el trovador, no dando más data que esa, pues la experiencia que habían tenido ambos de la guerra era, sin lugar a dudas, muy diferente.
Dejó entonces que su mente volara y formulara imágenes guiadas por la voz de su compañera, compusieran las matanzas, los combates, se grabaran como caracteres en las paginas en blanco de un cuento. Evocó el conocido aroma de la putrefacción, de la sangre manar a raudales, del humo, el fuego y la carne quemada. Se dejó guiar con la muchacha, como un espectro invisible que pudiera contemplara, avanzando entre los cuerpos.
Las risas y sonrisas que acompañaban el relato no pasaban desapercibidas, aun y la estimulada imaginación del trovador, secreta y ocultamente sorprendido de que fueran esas y no otras las reacciones de evocar unas memorias que solían afectar incluso a los exiliados de su pueblo.
-Los plebeyos luchan las guerras para lo que sus lideres no están dispuestos a morir.-Respondió el bardo a la pregunta. ¿Increíble? No. Le parecía mas que cualquier otra cosa, predecible. Ningún noble, o miembro apoderado moría por un beneficio que no podría disfrutar desde la tumba. Aún así, el trovador asintió, era un cabrón, un cabrón al que el hubiera imitado de haber estado allí y poseído dichos medios.
El bardo atesoraba especialmente esas palabras porque había creído adivinar que Eretria no era una mujer de mucho hablar, sobre todo con aquellos que no conocía en demasía, y era consciente, o creía serlo, de aquel pequeño entorno de confianza que habían creado, y de lo maravilloso por lo extraño, que era el ser espectador de sus recuerdos de aquella forma.
-Si me importara que hubieras yacido con otros no no hubiéramos acostado ni tres ni una sola vez.-Se encogió de hombros ligeramente el bardo. No le haría el vago favor de ofrecerle una pena y lástima que ella no quería, y que no tendría otra consecuencia que humillarla y ofenderla. Para que una mujer mostrara dicho carácter y honestidad, la vida no tenía que haber sido amable con ella, y la revelación de dichas penurias no sorprendían al bardo.
-Los dientes.-Acotó cuando ella puso de manifiesto las limitaciones de la realidad para realizar sus fantasías. Iltharion con una mano libre ahora que ya cocinaba recorrió su labio inferior con lentitud mientras pronunciaba esas dos palabras, sin el temor de que aquello pudiera resultar demasiado perturbador para la muchacha.
El dedo que con el que había recorrido sus labios paso hacia la mandíbula y quedó bajo el mentón de ella, alzándole el rostro mientras iltharion se encorvaba dándole el beso que había requerido.-Un beso si.-Susurró contra los labios de ella antes de obsequiarla con el mismo.-Pero de dormir nada, pensé que tenías hambre, y aun no te he mostrado mi salto del tigre.-Dijo con un tono bromista al final.
Iltharion se enderezó sentado como estaba, estiró uno de sus brazos y alcanzó el cuento, tibio pero ya no hirviendo, en cuyo interior se hallaba el humeante estofado de setas, chirivía y pan viejo con especias que había podido improvisar. A falta de cucharas o cuentos, se lo extendió tal cual para que diera cuenta de ello.
-Me conformo con tu compañía.-Respondió tranquilamente, dándole otra calda a su cigarrillo, del cual exhalaba el humo en dirección contraria a la joven para no hacerla toser.
-Oh, ¿Así que soy espeluznante?.-Encaró una ceja divertido por la teatral forma en la que lo tachaba, bastante acertivamente, de acechar a las jovencitas para robarles la virtud, entre otras cosas. Una breve risa, de diversión genuina, escapó entre los dientes del trovador.- No eres tan torpe como para que pueda creerme que eras doncella hace unas horas.-Acompañó la risa de ella con la propia.- Pero no te negaré que esa historia me suena familiar.
Iltharion dejó caer los parpados ligeramente, parecía relajado, y menos alerta, aunque su mirada no había cesado de escrutar la muchacha, parecía mas gusto y devoción que desconfianza, aunque no dejaba de tener efecto el echo de que seguían siendo dos cercanos extraños.
-¿Quieres que me pinte rallas y ruja también?-Bromeó.-No sería lo mas raro que he hecho.-Admitió divertido de sus propias peripecias, y de el grueso tomo de las perversiones, libro secreto que guardaba en su mente, lleno de conocimientos y rarezas que había descubierto en cada rincón de los placeres que había tenido la suerte o desventura de transitar tras tantas décadas.
Llego finalmente el momento de que el bardo satisficiera su curiosidad. Dejó que la muchacha se acomodara tranquilamente contra su cuerpo, y contuvo una risa silenciosa cuando empezó a hablar, recordando fugazmente ese recuerdo, no tan lejano, de aquel vampiro añejo que perteneciendo en los bajos fondos, quedó perturbado con aquel pequeño cuadro dantesco que había compuesto con cadáveres, y se pregunto silenciosamente, si la muchacha de tez tostada padecía de la misma frialdad que muchos soldados. Capaces de soportar las atrocidades de la existencia en el fragor del combate y la guerra, y observando con el estomago revuelto las atrocidades que florecían de forma mas placida, por practicidad y comodidad, incluso respondiendo a cierta creatividad.
-Si, lo recuerdo.-Asintió el trovador, no dando más data que esa, pues la experiencia que habían tenido ambos de la guerra era, sin lugar a dudas, muy diferente.
Dejó entonces que su mente volara y formulara imágenes guiadas por la voz de su compañera, compusieran las matanzas, los combates, se grabaran como caracteres en las paginas en blanco de un cuento. Evocó el conocido aroma de la putrefacción, de la sangre manar a raudales, del humo, el fuego y la carne quemada. Se dejó guiar con la muchacha, como un espectro invisible que pudiera contemplara, avanzando entre los cuerpos.
Las risas y sonrisas que acompañaban el relato no pasaban desapercibidas, aun y la estimulada imaginación del trovador, secreta y ocultamente sorprendido de que fueran esas y no otras las reacciones de evocar unas memorias que solían afectar incluso a los exiliados de su pueblo.
-Los plebeyos luchan las guerras para lo que sus lideres no están dispuestos a morir.-Respondió el bardo a la pregunta. ¿Increíble? No. Le parecía mas que cualquier otra cosa, predecible. Ningún noble, o miembro apoderado moría por un beneficio que no podría disfrutar desde la tumba. Aún así, el trovador asintió, era un cabrón, un cabrón al que el hubiera imitado de haber estado allí y poseído dichos medios.
El bardo atesoraba especialmente esas palabras porque había creído adivinar que Eretria no era una mujer de mucho hablar, sobre todo con aquellos que no conocía en demasía, y era consciente, o creía serlo, de aquel pequeño entorno de confianza que habían creado, y de lo maravilloso por lo extraño, que era el ser espectador de sus recuerdos de aquella forma.
-Si me importara que hubieras yacido con otros no no hubiéramos acostado ni tres ni una sola vez.-Se encogió de hombros ligeramente el bardo. No le haría el vago favor de ofrecerle una pena y lástima que ella no quería, y que no tendría otra consecuencia que humillarla y ofenderla. Para que una mujer mostrara dicho carácter y honestidad, la vida no tenía que haber sido amable con ella, y la revelación de dichas penurias no sorprendían al bardo.
-Los dientes.-Acotó cuando ella puso de manifiesto las limitaciones de la realidad para realizar sus fantasías. Iltharion con una mano libre ahora que ya cocinaba recorrió su labio inferior con lentitud mientras pronunciaba esas dos palabras, sin el temor de que aquello pudiera resultar demasiado perturbador para la muchacha.
El dedo que con el que había recorrido sus labios paso hacia la mandíbula y quedó bajo el mentón de ella, alzándole el rostro mientras iltharion se encorvaba dándole el beso que había requerido.-Un beso si.-Susurró contra los labios de ella antes de obsequiarla con el mismo.-Pero de dormir nada, pensé que tenías hambre, y aun no te he mostrado mi salto del tigre.-Dijo con un tono bromista al final.
Iltharion se enderezó sentado como estaba, estiró uno de sus brazos y alcanzó el cuento, tibio pero ya no hirviendo, en cuyo interior se hallaba el humeante estofado de setas, chirivía y pan viejo con especias que había podido improvisar. A falta de cucharas o cuentos, se lo extendió tal cual para que diera cuenta de ello.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Conmemorada en las mentes de aquellos que yacieron al difundir unos ideales equivocados, me alzaré entre pesadillas y cuando la última campanada propinada por la parca retumbe, seré yo quien les de caza en las futuras contiendas. Así siempre ha sido, así siempre será, puesto que cual caza-recompensas cultivo maldades y trabajo baja la sombra de lo más tétrico en los crepúsculos, adicta a la utopía de que en vez de manchar más mi alma, la iré limpiando con cada rendición falsía. Soy de las que corren el riesgo de convertirse en alguien inmortal y no en una musa pasajera, por esa razón tiendo a embaucar demasiado rápido, sólo hay que ver al elfo cobrizo que sin penas ni quejas no abandonará la guarida de una mujer que lo ha hechizado entre sudor y sexo.
─ Muy espeluznante. ─ Corroboré sus intenciones con el aire faltándome en los pulmones, no hablemos de una virginidad perdida en los recovecos de una existencia que deseo olvidar, he luchado mis batallas e insistido en recuperar lo que en su pasado me pertenecía, harta me resignaré a saborear un presente y no salir demasiado herida, a veces hay que abstenerse a dar un paso en falso y seguir caminando sobre baldosas seguras. ─ Pues si no te importa y para darle más énfasis al salto, no estaría mal que te convirtieras en uno, al menos en apariencia. ─ Nos haría falta las orejitas de felpa, pero no seré ambiciosa. Desde el lecho voy dándole a la cabeza en cómo sería acostarse con alguien embadurnado en pinturas, el calor haría estragos y lo que fue hermoso quedaría abstracto como consecuente de una lujuria irrefrenable.
Curiosa y sin nada que me eche hacia atrás le sonreí con las cejas asentadas, si bien la experiencia nace junto a la torpeza, yo no lo seré e iré directa, sin rodeos en los que pueda extraviarme. ─ ¿Y que es lo más raro que has hecho, Iltharion? Intentaré no asustarme. ─ Con el sadismo impreso en mis adentros y el amargo dolor de un pasado envenenado en rechazos, le costará asustarme a estas alturas de la película. Crucé los brazos sobre mi abdomen y desaté una tormenta fantasmagórica, batallas entre dos lados sumamente belicosos, la sangre entremezclada con el acero y las travesías más siniestras de los corazones.
No interrumpió y disfrutando del momento, con cada párrafo hacía contacto con la mirada del bardo, sus palabras cien por cien aciertas no las descaré fácilmente, le asentí y seguí dándole a la lengua cual poeta que percibe un exquisito comienzo entre letras y un contacto sabor a Edén. No parece interponer el orgullo sobre el desinterés de que me haya acostado con otros hombres, no estoy por agradecérselo, no me supone un malestar a evitar el compartir tanto los dulzones retazos como los agrios de una vida longeva, con los párpados entreabiertos le contemplé, mis manos juegan con la suya a modo de pasatiempo en el instante iluminador, los dientes, soy más de usar las manos desnudas que mi dentadura, aunque no me importaría probarlo algún día, así acabe color rubí e irreconocible.
─ Los dientes prefiero usarlos para otras privaciones. ─ Susurré sin frialdad, se trata de una tonalidad afelpada guiada por unos luceros fulgentes que van devorándole, apetitosa y con un hambre voraz lo convertiré nuevamente en el postre. El bardo delinea la carnosidad de mi boca con los dedos y yo siento como se me escapa un exhalo, atraída pellizco mi labio inferior en el momento que desciende por la mandíbula, no provoca confusión y el poco sentimentalismo del beso improvisto me hizo reír con un retintín acogedor. ─ Menudo doctor estás hecho, ¿no deberías recomendarme descansar? ─ Le pregunté irónica, los huesos me truenan al sentarme sobre el tejido ya templado.
Me pasa el cuenco de la comida y primero lo degusto con la mirada, tiene una pinta increíble y el dorado que ha conseguido con algún que otro condimento y parsimonia no los infravaloro. El líquido espeso lo fuerzo a moverse con tal de remover el fondo, ajustado a mis labios henchidos en sangre le doy el primer intento, tiene buen sabor y no parece pesado para el estómago. ─ Un cinco raspado. ─ Manifesté sonriente, en contra de cualquier expectativa ha vuelto a sorprenderme. ─ Por ser tú, lo subiré a un siete. ─ Sigue siendo poco pero así soy, entre provocaciones y sorbos cortos voy alimentándome. No pasé de unos cuatro, y para descansar se lo devolví, si me alimento con rapidez en dichas condiciones lo pagaré con creces después. ─ Bueno venga, fuera estupideces, está muy bueno.
─ Muy espeluznante. ─ Corroboré sus intenciones con el aire faltándome en los pulmones, no hablemos de una virginidad perdida en los recovecos de una existencia que deseo olvidar, he luchado mis batallas e insistido en recuperar lo que en su pasado me pertenecía, harta me resignaré a saborear un presente y no salir demasiado herida, a veces hay que abstenerse a dar un paso en falso y seguir caminando sobre baldosas seguras. ─ Pues si no te importa y para darle más énfasis al salto, no estaría mal que te convirtieras en uno, al menos en apariencia. ─ Nos haría falta las orejitas de felpa, pero no seré ambiciosa. Desde el lecho voy dándole a la cabeza en cómo sería acostarse con alguien embadurnado en pinturas, el calor haría estragos y lo que fue hermoso quedaría abstracto como consecuente de una lujuria irrefrenable.
Curiosa y sin nada que me eche hacia atrás le sonreí con las cejas asentadas, si bien la experiencia nace junto a la torpeza, yo no lo seré e iré directa, sin rodeos en los que pueda extraviarme. ─ ¿Y que es lo más raro que has hecho, Iltharion? Intentaré no asustarme. ─ Con el sadismo impreso en mis adentros y el amargo dolor de un pasado envenenado en rechazos, le costará asustarme a estas alturas de la película. Crucé los brazos sobre mi abdomen y desaté una tormenta fantasmagórica, batallas entre dos lados sumamente belicosos, la sangre entremezclada con el acero y las travesías más siniestras de los corazones.
No interrumpió y disfrutando del momento, con cada párrafo hacía contacto con la mirada del bardo, sus palabras cien por cien aciertas no las descaré fácilmente, le asentí y seguí dándole a la lengua cual poeta que percibe un exquisito comienzo entre letras y un contacto sabor a Edén. No parece interponer el orgullo sobre el desinterés de que me haya acostado con otros hombres, no estoy por agradecérselo, no me supone un malestar a evitar el compartir tanto los dulzones retazos como los agrios de una vida longeva, con los párpados entreabiertos le contemplé, mis manos juegan con la suya a modo de pasatiempo en el instante iluminador, los dientes, soy más de usar las manos desnudas que mi dentadura, aunque no me importaría probarlo algún día, así acabe color rubí e irreconocible.
─ Los dientes prefiero usarlos para otras privaciones. ─ Susurré sin frialdad, se trata de una tonalidad afelpada guiada por unos luceros fulgentes que van devorándole, apetitosa y con un hambre voraz lo convertiré nuevamente en el postre. El bardo delinea la carnosidad de mi boca con los dedos y yo siento como se me escapa un exhalo, atraída pellizco mi labio inferior en el momento que desciende por la mandíbula, no provoca confusión y el poco sentimentalismo del beso improvisto me hizo reír con un retintín acogedor. ─ Menudo doctor estás hecho, ¿no deberías recomendarme descansar? ─ Le pregunté irónica, los huesos me truenan al sentarme sobre el tejido ya templado.
Me pasa el cuenco de la comida y primero lo degusto con la mirada, tiene una pinta increíble y el dorado que ha conseguido con algún que otro condimento y parsimonia no los infravaloro. El líquido espeso lo fuerzo a moverse con tal de remover el fondo, ajustado a mis labios henchidos en sangre le doy el primer intento, tiene buen sabor y no parece pesado para el estómago. ─ Un cinco raspado. ─ Manifesté sonriente, en contra de cualquier expectativa ha vuelto a sorprenderme. ─ Por ser tú, lo subiré a un siete. ─ Sigue siendo poco pero así soy, entre provocaciones y sorbos cortos voy alimentándome. No pasé de unos cuatro, y para descansar se lo devolví, si me alimento con rapidez en dichas condiciones lo pagaré con creces después. ─ Bueno venga, fuera estupideces, está muy bueno.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion rió, con ese tono melódico, suave y a la vez masculino, dejando salir retazos de humo mentolado de entre sus fauces al exhalar aquel sonido.- No me alcanzo a pintar tanto a mi mismo sin un espejo como para poder darte ese capricho.-Se excusó.-Quizás en nuestro proximo encuentro, si la fortuna tiene el capricho y disponemos de los medios.-Hizo una pequeña pausa para inspirar a través del arrollado de hojas secas- O quizás pueda pintarte a ti.-Dejó caer mientras su mirada resbalaba por la silueta cubierta por el abrigo que ocultaba a la muchacha, como si viera mas allá de ello y pudiera estampar paisajes con la mente a medida que sus ojos la recorrían de arriba a abajo.
Iltharion entrecerró los ojos, como si excrutara en el propio tiempo, y separara las hilajas del tejido de su propio sino, examinando cual de sus peripecias, la muchas de ellas teñidas por lo extraño, se ganaba el digno puesto de ser sacada a colación y exhibida delante le la muchacha. Si ella había pedido algo con sangre o con sexo no había quedado claro, por lo que el trovador encontró apropiado sacar a relucir una que contuviera por lo menos, un poco de ambas.
-Como habrás supuesto, en mis peripecias me gano tanto adversarios como allegados, y como podrás ver, ninguno ha triunfado en ponerme las manos encima.-Empezó el bardo.-Esto lleva siendo así por mucho tiempo.-Una ligera sonrisa nostalgica se esbozó en su rostro.- Esa vez fueron humanos, y aprovechando su naturaleza temerosa de las otras razas, decidí pasar una temporada en territorio de vampiros. Resulta que algunos de ellos se alertaron de cuanto tiempo llevaban buscándome.-Chasqueó la lengua.-Nunca he sabido como, quizás alguno de los humanos se adentró en su territorio y habló de más antes de servirles de cena, o me crucé en mi huida con algún vampiro al que no presté atención despertando su interés.-Iltharion se encogió de hombros, e hizo un grácil gesto con la mano restandole importancia. Con la otra que reposaba entre la de la joven, se limitó a acariciar los dedos de ella con el pulgar de forma distraída mientras proseguía su relato.
-El caso es que los vampiros tienen una interesante deidad llamada Habakhuk. Un supuesto vampiro original que solo se saciaba de presas en especial difíciles, y debían serle entregadas desmembradas de forma ritual. Por suerte no fue con su dios con quien me crucé, si no con alguien un tanto desquiciado, y con la firme convicción que podía ganar el poder y el renombre de su dios a través de emular dichas ofrendas.-Iltharion hablaba tranquilamente, y con claridad, aun así su voz no se sentía en absoluto monótona, y sus tonos llegaban inclusos a ser absorbentes, algo que sin duda le resultaba sumamente útil para mantener en vilo a su audiencia cuando trabajaba con sus artes.
-Me desperté con un chichón en un costado de la sien, nada favorecedor ya que estamos, en una jaula, y semi desnudo, vestido con una especie de ropas ceremoniales, a mi ver de muy mal gusto. Una especie de taparrabos largo y blanco con cordeles colgando. El mayor problema era que era invierno.-Rió entre dientes.-Así que desperté muerto de frío, dolorido y en una jaula en medio de un salón de un edificio en ruinas, alumbrado con hogueras y cientos de velas, donde otros desdichados como yo sufrían la misma suerte entre los barrotes de sus respectivas jaulas.-Iltharion dio otra calada.- Parecía la escena de un cuento, y es que si algo tengo que admitirles a los vampiros, es que tienden a cuidar los detalles y la estética, quizás porque les sobra el tiempo como para hacerlo. Volviendo al tema, había una alfombra larga que daba a un trono de piedra, la cosa que mejor se mantenía de la sala, y sobre este, una persona de imponentes colmillos y un ansia tan inmensa que podía sentirse incluso a la distancia.
Iltharion alargó la mano libre y se dedicó a juguetear con los mechones castaños y cortos de pelo que surgían de la sien de la muchacha.
-No tarde en percatarme que las anillas de hierro, y las piletas de piedra y hierro, con un montón de prisioneros y un vampiro con un par de secuaces significaba "sacrificio" y que yo no estaba del lado de los ganadores. Cuando uno de ellos pronunció el nombre de su truculenta deidad para referirse a la persona del trono, bueno, me pude hacer una idea de lo que estaba por llegar. La suerte quiso que además se trataran de vampiros muy recientes. Te das cuenta por sus formas y carácter, están embriagados por el poder que recién despierta, son impulsivos, y por ello, a veces, demasiado ingenuos.-Enrolló distraidamente uno de los mechones en su dedo para después soltarlo, y repitió ese proceso varias veces mientras hablaba.-Por eso cuando sacaron al primero de los hombres de la jaula, hice ver que se me escapaba una risa, como si todo aquello fuera ridículo. intrigados quisieron saber que pasaba, y les solté una corta perorata de que tan torpes podían ser a la hora de honrar a un dios como para manejarse de aquel modo tan burdo, y que semejante ser merecía ser honrado debidamente. Eso no gusto nada a los siervos, pero la persona que se auto proclamaba como avatar de Habakhuk se retorció ufana en el sillón y me cedieron un arma y el privilegio de mostrar a que me refería con aquello. Claro con la implícita condición de que, de no dejar satisfecho a mi audiencia, sería el proximo en ocupar el lugar del sacrificio-El trovador siguió con ese jugueteo de sus dedos sobre las sienes y las raices del pelo de la elfa, remarcando el borde de su rostro con el indice lentamente.- Así que nada, imagíname bailando, haciéndome el místico con dagas ceremoniales, vestido de papanatas y sacandole la piel a tiras a un sujeto atado con el grosor suficiente como para que su piel se humedeciera con un manar ínfimo de gotas sangre, cual rocío, pero suficientemente superficial como para mantenerlo consciente. Luego empecé a rebanarlo poco a poco, colocando los cuencos bajo cada una de las fuentes que formé con su cuerpo, buscando que goteara del máximo numero de lugares posibles al mismo tiempo, para hacerlo mas... visual. Y, porque eso siempre gusta, en los relatos y en la mente, terminé por sacar el corazón de aquel desdichado y colocarlo en una fuente, que fui a entregar al supuesto adalid de Habakhuk mientras sus dos criados eran mandados a buscar dos sacrificios extra. Me había ganado algo de tiempo, y el puesto de sacerdote oficial en ese teatro de los horrores perdido en medio de los bosques del oeste.
Iltharion alzó el rostro hasta el firmamento, contemplando las estrellas de forma esporádica, pero sin dejar de pispear por el rabillo del ojo a su compañera.
-Uno tras otro fueron cayendo los pobres desdichados de las jaulas, en posturas extrañas e imposibles para sus cuerpos, llenando piletas, cálices y fuentes para el deleite de Habakhuk. Con ello conseguí pasar casi toda la noche entera, y alargar algo mi tiempo. Además, claro esta de convencer de mi devoción a aquella criatura enferma.-No había desprecio en su voz, simplemente certeza.- Me "obsequio" con su compañía en las turbulentas aguas manchadas con el icór que daba vida a mis propias victimas, con sus restos aun colgando de las cadenas, o irguiéndose en postes rituales que se alzaban desde el suelo, empezando a descomponerse por las horas pasadas y juntando insectos. Por lo menos el calor de la sangra hacía que el agua no estuviera helada. -Iltharion parecía atento, a cualquier gesto de incomodidad de ella dispuesto a cortar su relato si se volvía demasiado truculento.
-Entre esas aguas infectas, y bajo la mirada vacía de una decena de desdichados lleve a ese falso Habakhuk hasta el cansancio y el olvido, sabiendo que si era yo quien caía rendido primero, no sería mas que la cena de aquel día. Por desgracia es muchas veces de ese modo con los vampiros. Por ello, y previsor, había logrado dejar caer una de las dagas ceremoniales en el fondo de la pileta. El agua era tan densa y opaca por la sangre que era un escondite perfecto. Cuando logré tal agotamiento que bajó la guardia sobre mis gestos, tantee hasta hallar su filo, y corté una de sus arterias.-El dedo de iltharion que había quedado en el borde de la mandíbula de la muchacha, cruzó su cuello de un lado al otro, ilustrando sus propias palabras.-Fui rápido, y acalle el gemido con un beso, de aquel modo sus siervos no se percataron de nada, y creyeron que había caído inconsciente tras esa noche intensa, o quizás presa del sueño.-Rió ligeramente entre dientes.- Salí bajo el pretexto de asearme, sabiendo que había ganado algo de tiempo. Creo que pocas veces he corrido mas en mi vida. Corrí hasta el Tylmer, que limpió la sangre de mi cuerpo y congelo mis huesos, y seguí corriendo hasta tierras humanas, persiguiendo el alba. No paré hasta llegar a un pueblo, y del alivio abrazé a la primera persona que me cruce. Lo malo era que se trataba de una anciana cascarrabias y yo estaba mojado y parecía una puta barata recién salida de un burdel con esas ropas de sedas transparentes y húmedas. Nunca esperé que alguien tan mayor pudiera blandir un bastón de forma tan aterradora.-Rompió el bardo en una carcajada.- Creo que eso es de lo mas raro que me ha ocurrido.-Sentenció, dando por finalizada su historia.
-Eres una dura jueza.-Sonrió, para nada ofendido cuando ella juzgo su comida.- Pero me agrada ese beneficio por existir.-Rió, dándole otra calada al cigarrillo cuyas brasas se acercaban ya peligrosamente a sus labios.- Me alegro. Te irá bien comer algo caliente, ya que el tema del reposo no puedo garantizartelo.-Tomó el cuenco, soltando finalmente a la muchacha, y le dio un par de tragos para calentar el estomago y reponer fuerzas, no tomó demasiado, poco mas que ella, y luego lo dejó a poca distancia del fuego para que no se enfriara del todo.
Iltharion entrecerró los ojos, como si excrutara en el propio tiempo, y separara las hilajas del tejido de su propio sino, examinando cual de sus peripecias, la muchas de ellas teñidas por lo extraño, se ganaba el digno puesto de ser sacada a colación y exhibida delante le la muchacha. Si ella había pedido algo con sangre o con sexo no había quedado claro, por lo que el trovador encontró apropiado sacar a relucir una que contuviera por lo menos, un poco de ambas.
-Como habrás supuesto, en mis peripecias me gano tanto adversarios como allegados, y como podrás ver, ninguno ha triunfado en ponerme las manos encima.-Empezó el bardo.-Esto lleva siendo así por mucho tiempo.-Una ligera sonrisa nostalgica se esbozó en su rostro.- Esa vez fueron humanos, y aprovechando su naturaleza temerosa de las otras razas, decidí pasar una temporada en territorio de vampiros. Resulta que algunos de ellos se alertaron de cuanto tiempo llevaban buscándome.-Chasqueó la lengua.-Nunca he sabido como, quizás alguno de los humanos se adentró en su territorio y habló de más antes de servirles de cena, o me crucé en mi huida con algún vampiro al que no presté atención despertando su interés.-Iltharion se encogió de hombros, e hizo un grácil gesto con la mano restandole importancia. Con la otra que reposaba entre la de la joven, se limitó a acariciar los dedos de ella con el pulgar de forma distraída mientras proseguía su relato.
-El caso es que los vampiros tienen una interesante deidad llamada Habakhuk. Un supuesto vampiro original que solo se saciaba de presas en especial difíciles, y debían serle entregadas desmembradas de forma ritual. Por suerte no fue con su dios con quien me crucé, si no con alguien un tanto desquiciado, y con la firme convicción que podía ganar el poder y el renombre de su dios a través de emular dichas ofrendas.-Iltharion hablaba tranquilamente, y con claridad, aun así su voz no se sentía en absoluto monótona, y sus tonos llegaban inclusos a ser absorbentes, algo que sin duda le resultaba sumamente útil para mantener en vilo a su audiencia cuando trabajaba con sus artes.
-Me desperté con un chichón en un costado de la sien, nada favorecedor ya que estamos, en una jaula, y semi desnudo, vestido con una especie de ropas ceremoniales, a mi ver de muy mal gusto. Una especie de taparrabos largo y blanco con cordeles colgando. El mayor problema era que era invierno.-Rió entre dientes.-Así que desperté muerto de frío, dolorido y en una jaula en medio de un salón de un edificio en ruinas, alumbrado con hogueras y cientos de velas, donde otros desdichados como yo sufrían la misma suerte entre los barrotes de sus respectivas jaulas.-Iltharion dio otra calada.- Parecía la escena de un cuento, y es que si algo tengo que admitirles a los vampiros, es que tienden a cuidar los detalles y la estética, quizás porque les sobra el tiempo como para hacerlo. Volviendo al tema, había una alfombra larga que daba a un trono de piedra, la cosa que mejor se mantenía de la sala, y sobre este, una persona de imponentes colmillos y un ansia tan inmensa que podía sentirse incluso a la distancia.
Iltharion alargó la mano libre y se dedicó a juguetear con los mechones castaños y cortos de pelo que surgían de la sien de la muchacha.
-No tarde en percatarme que las anillas de hierro, y las piletas de piedra y hierro, con un montón de prisioneros y un vampiro con un par de secuaces significaba "sacrificio" y que yo no estaba del lado de los ganadores. Cuando uno de ellos pronunció el nombre de su truculenta deidad para referirse a la persona del trono, bueno, me pude hacer una idea de lo que estaba por llegar. La suerte quiso que además se trataran de vampiros muy recientes. Te das cuenta por sus formas y carácter, están embriagados por el poder que recién despierta, son impulsivos, y por ello, a veces, demasiado ingenuos.-Enrolló distraidamente uno de los mechones en su dedo para después soltarlo, y repitió ese proceso varias veces mientras hablaba.-Por eso cuando sacaron al primero de los hombres de la jaula, hice ver que se me escapaba una risa, como si todo aquello fuera ridículo. intrigados quisieron saber que pasaba, y les solté una corta perorata de que tan torpes podían ser a la hora de honrar a un dios como para manejarse de aquel modo tan burdo, y que semejante ser merecía ser honrado debidamente. Eso no gusto nada a los siervos, pero la persona que se auto proclamaba como avatar de Habakhuk se retorció ufana en el sillón y me cedieron un arma y el privilegio de mostrar a que me refería con aquello. Claro con la implícita condición de que, de no dejar satisfecho a mi audiencia, sería el proximo en ocupar el lugar del sacrificio-El trovador siguió con ese jugueteo de sus dedos sobre las sienes y las raices del pelo de la elfa, remarcando el borde de su rostro con el indice lentamente.- Así que nada, imagíname bailando, haciéndome el místico con dagas ceremoniales, vestido de papanatas y sacandole la piel a tiras a un sujeto atado con el grosor suficiente como para que su piel se humedeciera con un manar ínfimo de gotas sangre, cual rocío, pero suficientemente superficial como para mantenerlo consciente. Luego empecé a rebanarlo poco a poco, colocando los cuencos bajo cada una de las fuentes que formé con su cuerpo, buscando que goteara del máximo numero de lugares posibles al mismo tiempo, para hacerlo mas... visual. Y, porque eso siempre gusta, en los relatos y en la mente, terminé por sacar el corazón de aquel desdichado y colocarlo en una fuente, que fui a entregar al supuesto adalid de Habakhuk mientras sus dos criados eran mandados a buscar dos sacrificios extra. Me había ganado algo de tiempo, y el puesto de sacerdote oficial en ese teatro de los horrores perdido en medio de los bosques del oeste.
Iltharion alzó el rostro hasta el firmamento, contemplando las estrellas de forma esporádica, pero sin dejar de pispear por el rabillo del ojo a su compañera.
-Uno tras otro fueron cayendo los pobres desdichados de las jaulas, en posturas extrañas e imposibles para sus cuerpos, llenando piletas, cálices y fuentes para el deleite de Habakhuk. Con ello conseguí pasar casi toda la noche entera, y alargar algo mi tiempo. Además, claro esta de convencer de mi devoción a aquella criatura enferma.-No había desprecio en su voz, simplemente certeza.- Me "obsequio" con su compañía en las turbulentas aguas manchadas con el icór que daba vida a mis propias victimas, con sus restos aun colgando de las cadenas, o irguiéndose en postes rituales que se alzaban desde el suelo, empezando a descomponerse por las horas pasadas y juntando insectos. Por lo menos el calor de la sangra hacía que el agua no estuviera helada. -Iltharion parecía atento, a cualquier gesto de incomodidad de ella dispuesto a cortar su relato si se volvía demasiado truculento.
-Entre esas aguas infectas, y bajo la mirada vacía de una decena de desdichados lleve a ese falso Habakhuk hasta el cansancio y el olvido, sabiendo que si era yo quien caía rendido primero, no sería mas que la cena de aquel día. Por desgracia es muchas veces de ese modo con los vampiros. Por ello, y previsor, había logrado dejar caer una de las dagas ceremoniales en el fondo de la pileta. El agua era tan densa y opaca por la sangre que era un escondite perfecto. Cuando logré tal agotamiento que bajó la guardia sobre mis gestos, tantee hasta hallar su filo, y corté una de sus arterias.-El dedo de iltharion que había quedado en el borde de la mandíbula de la muchacha, cruzó su cuello de un lado al otro, ilustrando sus propias palabras.-Fui rápido, y acalle el gemido con un beso, de aquel modo sus siervos no se percataron de nada, y creyeron que había caído inconsciente tras esa noche intensa, o quizás presa del sueño.-Rió ligeramente entre dientes.- Salí bajo el pretexto de asearme, sabiendo que había ganado algo de tiempo. Creo que pocas veces he corrido mas en mi vida. Corrí hasta el Tylmer, que limpió la sangre de mi cuerpo y congelo mis huesos, y seguí corriendo hasta tierras humanas, persiguiendo el alba. No paré hasta llegar a un pueblo, y del alivio abrazé a la primera persona que me cruce. Lo malo era que se trataba de una anciana cascarrabias y yo estaba mojado y parecía una puta barata recién salida de un burdel con esas ropas de sedas transparentes y húmedas. Nunca esperé que alguien tan mayor pudiera blandir un bastón de forma tan aterradora.-Rompió el bardo en una carcajada.- Creo que eso es de lo mas raro que me ha ocurrido.-Sentenció, dando por finalizada su historia.
-Eres una dura jueza.-Sonrió, para nada ofendido cuando ella juzgo su comida.- Pero me agrada ese beneficio por existir.-Rió, dándole otra calada al cigarrillo cuyas brasas se acercaban ya peligrosamente a sus labios.- Me alegro. Te irá bien comer algo caliente, ya que el tema del reposo no puedo garantizartelo.-Tomó el cuenco, soltando finalmente a la muchacha, y le dio un par de tragos para calentar el estomago y reponer fuerzas, no tomó demasiado, poco mas que ella, y luego lo dejó a poca distancia del fuego para que no se enfriara del todo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Arrugué el gesto, la única pintura que ha constituido gran parte de mi vida son las marcas de guerra en los pómulos y frente, nada más allá de eso, aunque sería emocionante sentir cada uno de los pinceles recorrer mi silueta desnuda, erizada y con un éxtasis ostensible mientras cobra vida a base de bosquejos teóricos. ─ Yo me apunto, de solo pensarlo me enciende, y ya de por sí lo estoy. ─ No encubrí una sonrisa socarrona, ¿para qué? Si ya estoy deseando una cuarta ronda aún cuando las piernas no me responden, se ha convertido en una adicción apasionante, si no aprovecho ahora quedaré insatisfecha en las semanas venideras.
El bardo no tardó en agraciar la velada con una de sus historias, en medio de la nada donde nadie puede observarnos vamos regalándonos trozos de un pasado cruento y con ápices sangrientos, como a mi me chiflan. Callé súbita, alcé la cabeza y le observé cautivada desde el lecho, sus dedos juegan con los míos en el pasar del ciclo donde los segundos se van convirtiendo en minutos. Desde el respectivo comienzo ya supe que Iltharion es dado a vérselas con todo tipo de razas sin tener problema maldito, cosa que a mi me cuesta horrores debido al repudio instintivo que exhibo con tantísima naturalidad que ha pasado a ser parte mía.
El relato balancea un matojo de vampiros con un matojo de víctimas, y por supuesto el trovador quedó impreso en el segundo saco. Con un cabeceo observo al aski correr de un lado a otro con un nerviosismo tremendo, estará aburrido el pobre más tendrá que joderse, continúo oyendo cada parte como si fuese de vital importancia las citas relatadas o esa voz ronca que va dándole magia, ¿Habaqué? Encaré una de las cejas, me importa un comino la cultura en general menos la mía y a estas alturas voy viéndolo como un problema. La visión del elfo en cueros y maltratado me hace sonreír, así también como imaginarlo enjaulado cual animal acorralado junto a un sin fin de otros perjudicados. ─ Cojonudo, erizado y en bolas. ─ Reí entre dientes sin reparar en el trozo de tela inexistente que según él le cubría.
El pipeo comienza a ponerme iracunda, he perdido la cuenta de cuantos se ha fumado pero sin lugar a dudas, han sido demasiados. Tras engendrar dicha alusión en mi mente voy siguiendo cada instrucción dada, el pintoresco lugar y esa silla sublevada con fragancia a dominio sexual. Las ansias que comenta van creciendo en mis entrañas, fuego que encandila, haciéndome entrecerrar las piernas y frotar una en contra de la otra. El comportamiento de los vampiros no logro diferenciarlos, desde mi punto de vista todos merecen una estaca gratuita donde haga mella, el contrasentido que utilizó para llamar la atención de los ensangrentados surgió efecto, aunque yo no habría hecho lo mismo, el elfo es movido por la carisma y el juicio, todo lo contrario de Anfaüglir.
Su pasaje hacia un espectacular horizonte fuera de aquella pesadilla fue de todo menos soporífero, noté la adrenalina recorrer en demasía mi sistema, en mis adentros viene la imagen del mártir siendo despellejado sin darle la oportunidad de morir en paz, los cuencos colmados de material rubí y al elfo siendo partícipe de tal tortura, uno por uno pasaron por las manos de Iltharion, esas manos que acomodan los mechones en mi frente mientras esconden hálitos cegadores, humedecí mis labios con los luceros puestos en cada gesticulación por parte de mi acompañante, en el movimiento de esos labios marcados por todo tipo de bravatas y como se desenvolvió llegados a la cúspide del relato.
En aguas densas con el consuelo de un óbito nombrado Habakhuk se apiadó de su petición y compartió más que la pila embutida en flujos granates, sugestivo va recorriendo con esos dedos eruditos una piel sensibilizada, mandíbula y cuello vibran al son de cada caricia hasta percibir como una punzada en el pecho se amplía con ese corte propinado por el trovador que la desangró. Astuto y presto a todo tipo de ideas salió impune como quien dice, nada que pueda achacarle tras huir y vérselas con la necesidad del calor humano, ¿pero una vieja? Solté una carcajada sonora, yendo en busca de esa perilla cobriza que comienzo a moldear. ─ Me has puesto cachonda. ─ Musité libidinosa aún con las comisuras erigidas.
El hambre se ha esfumado con tan pocos sorbos puesto que otro tipo de voracidad se asoma de entre mis labios y mirada. Con determinación coloqué la pierna buena sobre el regazo de Iltharion dejando la mala tras su espalda, erguí la susodicha y le contemplé de muy cerca. ─ No estoy yo para descansar. ─ Mis manos rozan uno de los brazos del elfo mientras el contrario sigue contiguo a su rostro, facilitándome el movimiento sobre su chiva. ─ Todavía me falta degustar el postre. ─ Dejé caer con una sonrisa, la tajada escuece pero no tanto como mi entrepierna altiva, desde las proximidades gozo de sus respiraciones sosegadas como de ese vaho cálido que expulsa unido al aroma mentolado, es una tentación viviente y él lo sabe a la perfección. Aguardo quieta y sin mover ficha, entre provocaciones y caricias voy arrejuntándome al elfo hasta quedar sentada sobre sus muslos.
Con las piernas ligeramente flexionadas prosigo a pasar los brazos por sus hombros, acomodándome con un palpitar regodearse de lo impúdica que puedo llegar a ser. ─ ¿Con sabor a menta? ─ Susurré frente a su boca, con la punta de la lengua rocío su labio inferior, sí que tiene sabor, sí. Reí con vileza sobre su regazo y bien pegada para que el calor no se nos escape por esos centímetros que nos dan las capas y el ropaje, no le besé y repentina separé nuestros rostros, principalmente porque "estamos descansando" ¿cierto?
El bardo no tardó en agraciar la velada con una de sus historias, en medio de la nada donde nadie puede observarnos vamos regalándonos trozos de un pasado cruento y con ápices sangrientos, como a mi me chiflan. Callé súbita, alcé la cabeza y le observé cautivada desde el lecho, sus dedos juegan con los míos en el pasar del ciclo donde los segundos se van convirtiendo en minutos. Desde el respectivo comienzo ya supe que Iltharion es dado a vérselas con todo tipo de razas sin tener problema maldito, cosa que a mi me cuesta horrores debido al repudio instintivo que exhibo con tantísima naturalidad que ha pasado a ser parte mía.
El relato balancea un matojo de vampiros con un matojo de víctimas, y por supuesto el trovador quedó impreso en el segundo saco. Con un cabeceo observo al aski correr de un lado a otro con un nerviosismo tremendo, estará aburrido el pobre más tendrá que joderse, continúo oyendo cada parte como si fuese de vital importancia las citas relatadas o esa voz ronca que va dándole magia, ¿Habaqué? Encaré una de las cejas, me importa un comino la cultura en general menos la mía y a estas alturas voy viéndolo como un problema. La visión del elfo en cueros y maltratado me hace sonreír, así también como imaginarlo enjaulado cual animal acorralado junto a un sin fin de otros perjudicados. ─ Cojonudo, erizado y en bolas. ─ Reí entre dientes sin reparar en el trozo de tela inexistente que según él le cubría.
El pipeo comienza a ponerme iracunda, he perdido la cuenta de cuantos se ha fumado pero sin lugar a dudas, han sido demasiados. Tras engendrar dicha alusión en mi mente voy siguiendo cada instrucción dada, el pintoresco lugar y esa silla sublevada con fragancia a dominio sexual. Las ansias que comenta van creciendo en mis entrañas, fuego que encandila, haciéndome entrecerrar las piernas y frotar una en contra de la otra. El comportamiento de los vampiros no logro diferenciarlos, desde mi punto de vista todos merecen una estaca gratuita donde haga mella, el contrasentido que utilizó para llamar la atención de los ensangrentados surgió efecto, aunque yo no habría hecho lo mismo, el elfo es movido por la carisma y el juicio, todo lo contrario de Anfaüglir.
Su pasaje hacia un espectacular horizonte fuera de aquella pesadilla fue de todo menos soporífero, noté la adrenalina recorrer en demasía mi sistema, en mis adentros viene la imagen del mártir siendo despellejado sin darle la oportunidad de morir en paz, los cuencos colmados de material rubí y al elfo siendo partícipe de tal tortura, uno por uno pasaron por las manos de Iltharion, esas manos que acomodan los mechones en mi frente mientras esconden hálitos cegadores, humedecí mis labios con los luceros puestos en cada gesticulación por parte de mi acompañante, en el movimiento de esos labios marcados por todo tipo de bravatas y como se desenvolvió llegados a la cúspide del relato.
En aguas densas con el consuelo de un óbito nombrado Habakhuk se apiadó de su petición y compartió más que la pila embutida en flujos granates, sugestivo va recorriendo con esos dedos eruditos una piel sensibilizada, mandíbula y cuello vibran al son de cada caricia hasta percibir como una punzada en el pecho se amplía con ese corte propinado por el trovador que la desangró. Astuto y presto a todo tipo de ideas salió impune como quien dice, nada que pueda achacarle tras huir y vérselas con la necesidad del calor humano, ¿pero una vieja? Solté una carcajada sonora, yendo en busca de esa perilla cobriza que comienzo a moldear. ─ Me has puesto cachonda. ─ Musité libidinosa aún con las comisuras erigidas.
El hambre se ha esfumado con tan pocos sorbos puesto que otro tipo de voracidad se asoma de entre mis labios y mirada. Con determinación coloqué la pierna buena sobre el regazo de Iltharion dejando la mala tras su espalda, erguí la susodicha y le contemplé de muy cerca. ─ No estoy yo para descansar. ─ Mis manos rozan uno de los brazos del elfo mientras el contrario sigue contiguo a su rostro, facilitándome el movimiento sobre su chiva. ─ Todavía me falta degustar el postre. ─ Dejé caer con una sonrisa, la tajada escuece pero no tanto como mi entrepierna altiva, desde las proximidades gozo de sus respiraciones sosegadas como de ese vaho cálido que expulsa unido al aroma mentolado, es una tentación viviente y él lo sabe a la perfección. Aguardo quieta y sin mover ficha, entre provocaciones y caricias voy arrejuntándome al elfo hasta quedar sentada sobre sus muslos.
Con las piernas ligeramente flexionadas prosigo a pasar los brazos por sus hombros, acomodándome con un palpitar regodearse de lo impúdica que puedo llegar a ser. ─ ¿Con sabor a menta? ─ Susurré frente a su boca, con la punta de la lengua rocío su labio inferior, sí que tiene sabor, sí. Reí con vileza sobre su regazo y bien pegada para que el calor no se nos escape por esos centímetros que nos dan las capas y el ropaje, no le besé y repentina separé nuestros rostros, principalmente porque "estamos descansando" ¿cierto?
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
El trovador ya se había imaginado que no era precisamente horror y rechazo lo que una historia sangrienta despertaba en la excitada imaginación de su compañera, ni en su alma o su cuerpo, pero tampoco había llegado al extremo que ella misma admitió al final de su relato, tras una sonora carcajada, probablemente fruto de ese final cómico que solían tener varias de sus peripecias.
Iltharion sacó la colilla encendida del arrollado de menta de sus labios y la tiró al fuego, dejando que se consumieran allí sus restos, y liberando del dominio de aquel vicio malsano a sus labios.
Colocó la mano que había usado para ello sobre la pierna que le habían endilgado encima, recorriendola apaciblemente, de nuevo adalid de esa calma meticulosa de la que solía hacer gala naturalmente.
-Oh. Déjame adivinar. ¿Yo soy el postre?.-Rió entre dientes el trovador, alzando ambas cejas y esbozando una picara sonrisa ladeada en sus facciones mientras se dejaba usar de silla, y mimar por las manos de piel achocolatada, que lo enredaban mas de lo que dejaba ver, porque también se permitía la licencia de deleitarse con aquellos juegos.
Iltharion la rodeó de la cintura con una mano, que se deslizó tranquilamente por la espalda, dejando probar sus labios, y tomándose una pausa para regirar con la otra dentro de su morral. de este emergió un botellin de cristal grueso, con un liquido rojizo, y tan transparente que era mas que obvio que no se trataba de vino, si no de algo mucho mas aguado.
Lo destapo con los dientes, y le dió un par de tragos largos, sin pararse a saborear aquel liquido ácido. Tapó el misterioso elixir y lo hizo desaparecer entre sus pertenencias con la misma velocidad con la que lo había sacado.
El trovador esbozó esa sonrisa voraz, casi felina, que dejaba al descubierto la punta de algunos de sus dientes, con esa picardía en la mirada de aquel quien tiene varias cosas en mente, y sin hacerse esperar demasiado, y casi como un salto, se abalanzó sobre la chica haciéndola caer de espaldas para besarla avidamente.
Con las manos es la espalda, araño con las uñas sendos caminos des de sus omóplatos hasta el nacimiento de sus nalgas emitiendo una especie de gruñido divertido contra sus labios.
-Tendremos que omitir el disfraz por ahora.-Bromeó antes de delinear su mandíbula con los labios, entreabiertos, dejando sentir el cálido camino de su aliento por la base de la faz, el nacimiento de la oreja,y toda la extensión del cartílago hasta atrapar la punta de sus dientes.
Una de las manos del trovador había abandonado la espalda arañada de la muchacha y tanteado en donde aquel instrumento de cocina había quedado abandonado de sus miradas un rato atrás. Asida del mango, una de las dagas del bardo apoyó su frío acero, plano, sobre la cara externa del muslo sano, y ascendía lentamente, apenas arañando con la punta lo justo como para ejercer una mínima resistencia y no llegar a cortar la piel, hasta enganchar la tela del pantalón, en aquel gesto que amenazaba con deshacerse del mismo sin ningún miramiento.
-¿Debería tomarme tu fascinación con lo sangriento como una invitación?.-Susurró el trovador, con esa voz casi ronroneante y teñida de lujuria, chocando sus palabras contra la oreja de ella, antes de lamerla.
La mano que no tenía la daga, incapaz de quedarse ociosa, ascendió mientras este murmuraba, por el vientre de ella, hasta volver a atrapar entre sus largos y diestros dedos, uno de esos montes de caramelo, de cumbre sensible y cuyas atenciones dedicadas parecían agradar en especial a su propietaria.
Iltharion sacó la colilla encendida del arrollado de menta de sus labios y la tiró al fuego, dejando que se consumieran allí sus restos, y liberando del dominio de aquel vicio malsano a sus labios.
Colocó la mano que había usado para ello sobre la pierna que le habían endilgado encima, recorriendola apaciblemente, de nuevo adalid de esa calma meticulosa de la que solía hacer gala naturalmente.
-Oh. Déjame adivinar. ¿Yo soy el postre?.-Rió entre dientes el trovador, alzando ambas cejas y esbozando una picara sonrisa ladeada en sus facciones mientras se dejaba usar de silla, y mimar por las manos de piel achocolatada, que lo enredaban mas de lo que dejaba ver, porque también se permitía la licencia de deleitarse con aquellos juegos.
Iltharion la rodeó de la cintura con una mano, que se deslizó tranquilamente por la espalda, dejando probar sus labios, y tomándose una pausa para regirar con la otra dentro de su morral. de este emergió un botellin de cristal grueso, con un liquido rojizo, y tan transparente que era mas que obvio que no se trataba de vino, si no de algo mucho mas aguado.
Lo destapo con los dientes, y le dió un par de tragos largos, sin pararse a saborear aquel liquido ácido. Tapó el misterioso elixir y lo hizo desaparecer entre sus pertenencias con la misma velocidad con la que lo había sacado.
El trovador esbozó esa sonrisa voraz, casi felina, que dejaba al descubierto la punta de algunos de sus dientes, con esa picardía en la mirada de aquel quien tiene varias cosas en mente, y sin hacerse esperar demasiado, y casi como un salto, se abalanzó sobre la chica haciéndola caer de espaldas para besarla avidamente.
Con las manos es la espalda, araño con las uñas sendos caminos des de sus omóplatos hasta el nacimiento de sus nalgas emitiendo una especie de gruñido divertido contra sus labios.
-Tendremos que omitir el disfraz por ahora.-Bromeó antes de delinear su mandíbula con los labios, entreabiertos, dejando sentir el cálido camino de su aliento por la base de la faz, el nacimiento de la oreja,y toda la extensión del cartílago hasta atrapar la punta de sus dientes.
Una de las manos del trovador había abandonado la espalda arañada de la muchacha y tanteado en donde aquel instrumento de cocina había quedado abandonado de sus miradas un rato atrás. Asida del mango, una de las dagas del bardo apoyó su frío acero, plano, sobre la cara externa del muslo sano, y ascendía lentamente, apenas arañando con la punta lo justo como para ejercer una mínima resistencia y no llegar a cortar la piel, hasta enganchar la tela del pantalón, en aquel gesto que amenazaba con deshacerse del mismo sin ningún miramiento.
-¿Debería tomarme tu fascinación con lo sangriento como una invitación?.-Susurró el trovador, con esa voz casi ronroneante y teñida de lujuria, chocando sus palabras contra la oreja de ella, antes de lamerla.
La mano que no tenía la daga, incapaz de quedarse ociosa, ascendió mientras este murmuraba, por el vientre de ella, hasta volver a atrapar entre sus largos y diestros dedos, uno de esos montes de caramelo, de cumbre sensible y cuyas atenciones dedicadas parecían agradar en especial a su propietaria.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Perfecta y con una belleza corporal que admirar voy acomodándome sobre el regazo del cobrizo, la cascada pasión que declina en afluencia por sus hombros rozando casi lo níveo sirven como entretenimiento, con los dedos aparto algún que otro mechón y lo llevo detrás de su oreja sana, otra porción distinguida lisa al igual que sedosa la aferro entre mi dedo índice y pulgar, el aroma que desprende está entremezclado con el mío y es una fascinación sin cabida que actúa cruel conmigo misma. Con travesura voy enrollándolo hasta darle una forma de bucle, guiando dicho rulo a mi rostro donde lo inhalo cual perdición que terminará consumiéndome.
En la falda del bardo valoro cuan atractiva debo evidenciar, no es cuestión de lucirse, es algo que por instinto carnal influye en cada ademán u oscilación de caderas, las cuales muevo de forma circular cuando me las rodea con un brazo en pos de aprobación. No sé que diantres se ha llevado a la boca o si dejará un sabor repugnante ese líquido carmesí con una fórmula sospechosa, poca importancia terminé dándole pues lo compruebo enseguida. Aferrada a la melena del trovador voy cayendo hacia atrás hasta darme de bruces con un buen tramo de arañazos, entreabro los labios y gruño al borde de lo inimaginable, el estruendo del contraste juguetón junto al fruto de un apetito que no hace más que crecer se juntan con una risita morbosa en torno a los labios de Iltharion.
─ Déjame el rol de tigresa a mí. ─ Expuse con la respiración desbocada antes de caer en un destino dorado como son sus labios, resbalé por la faz de su rostro con los dedos hasta conquistar las mejillas inquietas del cobrizo ya que está sonriendo, dueña de sus labios nuevamente voy impartiendo mordiscos ingrávidos y algún que otro pellizco hasta que inconformista, sacio la apetencia que me aqueja al adentrar mi lengua en la cavidad de su boca y revisar el interior hasta cerciorarme de que ese líquido ha desaparecido del todo, la lengua le sabe dulzona y en un atisbo de agonía me deleito al entrelazarla con la mía.
Entre suspiros indiscretos y besos que me arrebatan el aliento lo jalé hacia abajo, atrapándolo entre mis piernas con posesividad. Algo frío se acomoda en la piel de mi muslo, es una daga y la osadía que aporta con sus diabluras no me importunan, al contrario, de las paredes de mi garganta se promueve un ronroneo propio de un felino, si quiere jugar con la gatita de esa forma, la gatita hará también de las suyas. ─ Iltharion... ─ Susurré desenfrenada al tenerlo en mi oreja donde lame y deja su huella, divino calor que me invade, pausa mis sentidos y ese furor que mantenía bajo llave por fin se libera.
Ávida y en un acto raudo le agarré el brazo y se lo torcí por un lado, para que soltase el arma y por otro para lanzarlo hacia un lateral sin atañerme que le doliese, la herida se ensanchó en cuanto tomé asiento en el vientre del trovador, observándole desde arriba hasta entornar las cuencas y sonreír con malicia. Fui agachándome a través de su torso mientras me desataba primero el cinto y luego el pantalón, la hebilla cedió y en un instante pasé el largo cuero alrededor del pescuezo de mi nueva mascota, apreté tan fuerte que el aire seguramente comience a faltarle. ─ Entre otras fascinaciones, ¿qué tal si me llamas "ama"? ─ Espeté desde arriba con la dentadura al descubierto.
No aflojé la presión alrededor del cuello, es más, la aseveré como castigo hasta que el bardo no tuvo más remedio que encarar una de las cejas como aviso. Solté el largo y llevé ambas palmas a la camisa que no llegué a quitarle en ninguno de los encuentros anteriores, a la altura de sus pectorales paré, principalmente porque para lo que tengo en mente tuve que desabrochar la capa que le cae por los hombros y actúa como tope. Así pues fui apresurada, no vaya a ser que tome las riendas y me hurte la diversión. La tela blanquecina la llevo a sus brazos y respectivas muñecas donde hago un nudo, no es tan profesional como los suyos pero servirá al menos para disminuir la celeridad del maduro.
─ Quietito. ─ Le ordené, avanzando esta vez con decisión trascendente. A la altura de su rostro respiramos del mismo aire, el cinto alrededor de su garganta me enciende a tales grados que exhalo en frente suya, el restante y actual ceñidor lo acaricio hasta tirar nuevamente como mandato, es tal el tirón que el bardo levanta la cabeza y por fin puedo conquistar la carnosidad de su boca y dejar en ella una serie de apasionantes besos que van decayendo por su mandíbula, en el cuello como está el material de cuero costó más, aunque no descarte soltar gran cantidad de aire para incitarle, la cicatriz que porta en el torso es magnífica y mi lengua inquieta la delinea al apartarle los collares y todo lo que estorbe.
En el camino de descenso llego a su abdomen, lo humedezco y continúo no sin antes apretarle el paquete. El botón junto al cierre abdican y me lo ponen fácil, acomodada en medio de sus piernas saco el falo del elfo y sonrío. ─ Dime, ¿alguna vez te lo han hecho con los pechos? ─ Cuanto atrevimiento, no esperé una respuesta y directamente comencé a hacer uso de mis encantos, lo empapé con la lengua y como postre que es, succioné el tronco, originando como no, una buena felación.
En la falda del bardo valoro cuan atractiva debo evidenciar, no es cuestión de lucirse, es algo que por instinto carnal influye en cada ademán u oscilación de caderas, las cuales muevo de forma circular cuando me las rodea con un brazo en pos de aprobación. No sé que diantres se ha llevado a la boca o si dejará un sabor repugnante ese líquido carmesí con una fórmula sospechosa, poca importancia terminé dándole pues lo compruebo enseguida. Aferrada a la melena del trovador voy cayendo hacia atrás hasta darme de bruces con un buen tramo de arañazos, entreabro los labios y gruño al borde de lo inimaginable, el estruendo del contraste juguetón junto al fruto de un apetito que no hace más que crecer se juntan con una risita morbosa en torno a los labios de Iltharion.
─ Déjame el rol de tigresa a mí. ─ Expuse con la respiración desbocada antes de caer en un destino dorado como son sus labios, resbalé por la faz de su rostro con los dedos hasta conquistar las mejillas inquietas del cobrizo ya que está sonriendo, dueña de sus labios nuevamente voy impartiendo mordiscos ingrávidos y algún que otro pellizco hasta que inconformista, sacio la apetencia que me aqueja al adentrar mi lengua en la cavidad de su boca y revisar el interior hasta cerciorarme de que ese líquido ha desaparecido del todo, la lengua le sabe dulzona y en un atisbo de agonía me deleito al entrelazarla con la mía.
Entre suspiros indiscretos y besos que me arrebatan el aliento lo jalé hacia abajo, atrapándolo entre mis piernas con posesividad. Algo frío se acomoda en la piel de mi muslo, es una daga y la osadía que aporta con sus diabluras no me importunan, al contrario, de las paredes de mi garganta se promueve un ronroneo propio de un felino, si quiere jugar con la gatita de esa forma, la gatita hará también de las suyas. ─ Iltharion... ─ Susurré desenfrenada al tenerlo en mi oreja donde lame y deja su huella, divino calor que me invade, pausa mis sentidos y ese furor que mantenía bajo llave por fin se libera.
Ávida y en un acto raudo le agarré el brazo y se lo torcí por un lado, para que soltase el arma y por otro para lanzarlo hacia un lateral sin atañerme que le doliese, la herida se ensanchó en cuanto tomé asiento en el vientre del trovador, observándole desde arriba hasta entornar las cuencas y sonreír con malicia. Fui agachándome a través de su torso mientras me desataba primero el cinto y luego el pantalón, la hebilla cedió y en un instante pasé el largo cuero alrededor del pescuezo de mi nueva mascota, apreté tan fuerte que el aire seguramente comience a faltarle. ─ Entre otras fascinaciones, ¿qué tal si me llamas "ama"? ─ Espeté desde arriba con la dentadura al descubierto.
No aflojé la presión alrededor del cuello, es más, la aseveré como castigo hasta que el bardo no tuvo más remedio que encarar una de las cejas como aviso. Solté el largo y llevé ambas palmas a la camisa que no llegué a quitarle en ninguno de los encuentros anteriores, a la altura de sus pectorales paré, principalmente porque para lo que tengo en mente tuve que desabrochar la capa que le cae por los hombros y actúa como tope. Así pues fui apresurada, no vaya a ser que tome las riendas y me hurte la diversión. La tela blanquecina la llevo a sus brazos y respectivas muñecas donde hago un nudo, no es tan profesional como los suyos pero servirá al menos para disminuir la celeridad del maduro.
─ Quietito. ─ Le ordené, avanzando esta vez con decisión trascendente. A la altura de su rostro respiramos del mismo aire, el cinto alrededor de su garganta me enciende a tales grados que exhalo en frente suya, el restante y actual ceñidor lo acaricio hasta tirar nuevamente como mandato, es tal el tirón que el bardo levanta la cabeza y por fin puedo conquistar la carnosidad de su boca y dejar en ella una serie de apasionantes besos que van decayendo por su mandíbula, en el cuello como está el material de cuero costó más, aunque no descarte soltar gran cantidad de aire para incitarle, la cicatriz que porta en el torso es magnífica y mi lengua inquieta la delinea al apartarle los collares y todo lo que estorbe.
En el camino de descenso llego a su abdomen, lo humedezco y continúo no sin antes apretarle el paquete. El botón junto al cierre abdican y me lo ponen fácil, acomodada en medio de sus piernas saco el falo del elfo y sonrío. ─ Dime, ¿alguna vez te lo han hecho con los pechos? ─ Cuanto atrevimiento, no esperé una respuesta y directamente comencé a hacer uso de mis encantos, lo empapé con la lengua y como postre que es, succioné el tronco, originando como no, una buena felación.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Esa necesidad casi imperiosa por clavar los dientes, que la joven exhibe, no estaba tan lejos de los juegos bruscos de los cachorros para el trovador, que encontraba algo hasta tierno en esos juegos y en el modo en el que la muchacha marcaba caprichosamente su cuerpo. No el desagradaba en lo mas mínimo, simplemente disfrutaba de ello cuando lo recibía sin que por ello no debería pensarlo.
La presión junta de sus sexos que se acentuó cuando ella le aferró entre los mulso, arrebató un jadeó premonitorio al trovador, al que aquel gesto no impidió que siquiera intentando hacer de las suyas.
Ya se hallaba a medio giro de muñeca de decir adiós para siempre a los pantalones, preocupación que no le concernía a el en lo mas mínimo, pues no eran los suyos, cuando la torcedura que le propició la muchacha dejó su mala intención a medias.
Dolía mas por el angula que por la fuerza misma, y aunque a iltharion se le escapó un quejido, no fue mas que eso, mientras observaba con cierta curiosidad que intentaba hacer la pequeña.
Frotándose un instante el brazo dolorido permaneció en el cielo, observando de soslayo como al prenda que había estado a punto de reducir a harapos perdía sus agarres de un modo mucho mas piadoso, y como, ni corta ni perezosa, su dueña usaba el cinto a modo correa, apretándole el cuello entre la hebilla y el cuero.
Iltharion encaró una ceja, siguiéndole el juego hasta el momento en el que hablo. El trovador estallo en una inmensa risotada, tal que tubo que poner un par de dedos entre su yugular y el cuello para no ponerse a toser cual poseso a causa de la pésima combinación que suponía reírse de aquel modo con el cuello prieto. Con la mano libre se limitó a aprovechar que el pantalón se hallaba flojo para desprenderse de el tanto como permitían los cuerpos de ambos.
Las risas ahogadas menguaron con el tiempo, y con la atención dispuesta en otros menesteres.
la tela de la camisa al subir hizo que apartara sus manos del cuerpo de ella, o de la correa que se acomodó con presión al gusto para poder respirar cómodamente, e incluso soltar alguna barbaridad si quería en algún momento. Dejo que le atara los brazos con ella, sabiendo que aquello no le impediría moverse o hacer algo cuando le placiera, y permaneció tumbado dejando que le explorase el cuerpo.
Pese a las risas y por el momento el trovador se mostró obediente, dejó que le mangoneara un poco con el cinto, que parecía encandilarla y enardecerla, y acomodó ambas manos tras su nuca a modo almohada, como si se hallara recostado plácidamente sobre el pasto, solo que en vez de mirar las estrellas y el firmamento, una vez que perdió la dulce ambrosía de sus labios, la espió de soslayo descender sobre su torso, dejando caminos de piel erizada en el camino.
-Difícilmente.-Iltharion trago saliva y entornó los parpados a gusto ante el primer tacto mas descarado.-Encuentres algo que sea nuevo.-Le aclaró, sin reto ni lamentos.
Una exhalación de placer sonó claramente en el momento en el que sintió el primer roce de la lengua. Ilthariona levantó las rodillas ligeramente, clavando los talones de las botas en el suelo, dejando entre sus piernas a la muchacha, y encorvando la espalda ligeramente.
Al poco se alzó, quedando sentado, y observándola desde esa nueva perspectiva, y haciendo girar las ataduras entre sus muñecas, pasó las manos hacia adelante hasta atrapar la nuca de la joven con la misma tela que lo mantenía atado a el, acariciándole el pelo y la nuca, dejandole un amplio margen de movimiento, pero con una cárcel leve y mas parte de su juego que de una restricción seria.
Los dedos de una mano los hundió en la mase de la nuca, entrelazando los mechones castaños entre lso dedos. El pulgar y el indice de la otra acariciaron la base y los bordes de la oreja, pellizcando ligeramente el pómulo, en vez de dejar simplemente las extremidades muertas para asirla a su cuerpo.
Iltharion, como las veces anteriores, mantenía la mirada escrutando siempre su cuerpo o sus ojos castaños, como si hubiera algo magnético que le impidiera apartar el rostro, y ningún atisbo de vergüenza pudiera abogar por ello. Con la misma desfachatez impúdica no se molestaba en contener respingos ni jadeos, ni las expresiones de placer que teñían su rostro y su sonrisa de triunfo.
La presión junta de sus sexos que se acentuó cuando ella le aferró entre los mulso, arrebató un jadeó premonitorio al trovador, al que aquel gesto no impidió que siquiera intentando hacer de las suyas.
Ya se hallaba a medio giro de muñeca de decir adiós para siempre a los pantalones, preocupación que no le concernía a el en lo mas mínimo, pues no eran los suyos, cuando la torcedura que le propició la muchacha dejó su mala intención a medias.
Dolía mas por el angula que por la fuerza misma, y aunque a iltharion se le escapó un quejido, no fue mas que eso, mientras observaba con cierta curiosidad que intentaba hacer la pequeña.
Frotándose un instante el brazo dolorido permaneció en el cielo, observando de soslayo como al prenda que había estado a punto de reducir a harapos perdía sus agarres de un modo mucho mas piadoso, y como, ni corta ni perezosa, su dueña usaba el cinto a modo correa, apretándole el cuello entre la hebilla y el cuero.
Iltharion encaró una ceja, siguiéndole el juego hasta el momento en el que hablo. El trovador estallo en una inmensa risotada, tal que tubo que poner un par de dedos entre su yugular y el cuello para no ponerse a toser cual poseso a causa de la pésima combinación que suponía reírse de aquel modo con el cuello prieto. Con la mano libre se limitó a aprovechar que el pantalón se hallaba flojo para desprenderse de el tanto como permitían los cuerpos de ambos.
Las risas ahogadas menguaron con el tiempo, y con la atención dispuesta en otros menesteres.
la tela de la camisa al subir hizo que apartara sus manos del cuerpo de ella, o de la correa que se acomodó con presión al gusto para poder respirar cómodamente, e incluso soltar alguna barbaridad si quería en algún momento. Dejo que le atara los brazos con ella, sabiendo que aquello no le impediría moverse o hacer algo cuando le placiera, y permaneció tumbado dejando que le explorase el cuerpo.
Pese a las risas y por el momento el trovador se mostró obediente, dejó que le mangoneara un poco con el cinto, que parecía encandilarla y enardecerla, y acomodó ambas manos tras su nuca a modo almohada, como si se hallara recostado plácidamente sobre el pasto, solo que en vez de mirar las estrellas y el firmamento, una vez que perdió la dulce ambrosía de sus labios, la espió de soslayo descender sobre su torso, dejando caminos de piel erizada en el camino.
-Difícilmente.-Iltharion trago saliva y entornó los parpados a gusto ante el primer tacto mas descarado.-Encuentres algo que sea nuevo.-Le aclaró, sin reto ni lamentos.
Una exhalación de placer sonó claramente en el momento en el que sintió el primer roce de la lengua. Ilthariona levantó las rodillas ligeramente, clavando los talones de las botas en el suelo, dejando entre sus piernas a la muchacha, y encorvando la espalda ligeramente.
Al poco se alzó, quedando sentado, y observándola desde esa nueva perspectiva, y haciendo girar las ataduras entre sus muñecas, pasó las manos hacia adelante hasta atrapar la nuca de la joven con la misma tela que lo mantenía atado a el, acariciándole el pelo y la nuca, dejandole un amplio margen de movimiento, pero con una cárcel leve y mas parte de su juego que de una restricción seria.
Los dedos de una mano los hundió en la mase de la nuca, entrelazando los mechones castaños entre lso dedos. El pulgar y el indice de la otra acariciaron la base y los bordes de la oreja, pellizcando ligeramente el pómulo, en vez de dejar simplemente las extremidades muertas para asirla a su cuerpo.
Iltharion, como las veces anteriores, mantenía la mirada escrutando siempre su cuerpo o sus ojos castaños, como si hubiera algo magnético que le impidiera apartar el rostro, y ningún atisbo de vergüenza pudiera abogar por ello. Con la misma desfachatez impúdica no se molestaba en contener respingos ni jadeos, ni las expresiones de placer que teñían su rostro y su sonrisa de triunfo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
A orillas de un instinto que tribula con absorber la poca cordura que detento voy acomodando las nalgas sobre parte de mis gemelos y tobillos, no es la mejor postura a raíz de una condición nefasta pero sí adecuada para encoger mi fémina figura, rodear las caderas del bardo y usar la boca para abrirle las puertas al hedonismo. El particular calor que enciendo alrededor de su miembro junto al furor de unas manos que lo arrullan pretenciosas e implicadas con no dejarle marchar van tanteando sus muslos, sobretodo la cara externa en donde clavo las uñas hasta percibir cómo se levanta, rodeando mi nuca en un acto que no le dejé pasar. En un resoplo devorado por lo nocturno escalo a través de su vientre, el placer se esfuma en cuestión de segundos para arrodillarme en frente del elfo, en su boca siseé furiosa, haciendo uso de la daga que soltó en el arrebato anterior.
─ A las malas entonces. ─ Espeté con el júbilo conmoverme los luceros, no dí tregua, nunca la doy, y con una fuerza propia de una guerrera volví a derribarlo, esta vez cerca de la fogata rodeada por cierta cantidad de tierra fresca, las muñecas del cobrizo las fuerzo a llevarlas sobre su cabeza y en la tela blanquecina hinco el arma aguzada con una vehemencia sublime hasta enterrar parte del mango inclusive. La camisa quedará con un bonito agujero que lo ayudará a traspirar en medio del invierno, que me importa tres cominos puesto que de esta forma, no podrá mover los brazos sin finalizar rompiendo del todo la pertenencia. Las chispas de la lumbre brincan al son del campamento y no descartaría que alguna le caiga en los dorsos de las manos ya que está bastante cercano.
Compulsiva y con unas ansias que me desbaratan por dentro tropiezo con los labios de Iltharion, regalándole toda fantasía carnal que pueda imaginar con cada beso fugaz y unión de lenguas, entre resuellos candentes me apiado de su oreja herida, mimándola al humedecerla y proporcionarle cierto picor que cual adicción no dolerá sino que elevará sus ganas de soltarse y sacar a relucir su lado bestial. A la altura de su torso y con las piernas bien abiertas voy desabrochando los botones de mi camisa, se trata de una incitación lenta que parece detenerse en el tiempo hasta que el último desiste y ambos pechos quedan a la vista del trovador. Los acaricio por él, ya que no puede con una sonrisa surcar mi semblante. Pellizco mis propios pezones y la cadera sobre sus pectorales voy desplazándola de delante hacia atrás, los pliegues los noto húmedos y el cosquilleo en mis entrañas se enfervece con cada roce que voy proporcionándome.
No le daré placer por desobedecerme y sin nada que objetar, me verá tocarme con un erotismo recalcado con cada pasada, algo que debería estar haciendo el elfo más se lo he impedido a no ser que saque el arma afilada de la tierra o descargue su impotencia con la camisa, partiéndola en dos, ambas tienen trampa ya que estando encima suya, sigo siendo igual de peligrosa o incluso peor. Con las yemas de los dedos adulo mis costados, declino por mi vientre y meto una de las manos en el interior del pantalón, para ello elevé un poco las nalgas con el ímpetu de llegar a lo más recóndito de mi punto favorito. Rezongué satisfecha por los dedos que se abren paso entre lo tibio y exquisito, la mano libre la apoyo sobre su torso a modo de ancla. En todo momento nuestras miradas se encuentran, es un desafío que no perderé ante sus sonrisas triunfantes.
Nos retorcemos y bien sé que este cabrón hará algo, como póliza de seguro tanteé la nieve hasta dar con una segunda daga, una de las mías caracterizadas por su forma de media luna, la coloqué a mi vera como advertencia entre las masturbaciones. Si bien es cierto que no lo hago mal, ya estoy enloquecida por tener su lengua dentro y esos dedos expertos recreando maravillas. Con las cumbres erizadas y una ansiedad entremezclada con una sonrisa pícara sobre mi vista perdida le deseo ahora, en este mismo instante, el pantalón corto decae por ambos muslos hasta quedar desnuda de cintura hacia abajo, la susodicha voy acercándola a la boca del trovador que si se niega, siempre puedo usar el cinturón para tenerlo entre mis piernas.
─ Arráncame todo tipo de sonidos guturales con tu lengua, Iltharion. ─ Decreté tras morderme el labio inferior, ensarto ambas rodillas al nivel de sus orejas puntiagudas y mis dedos se hunden en su cascada que lleva la palabra pasión, rojiza y lisa apisono un buen ramal de hebras y encendida cual cerilla acorto los centímetros de mi sexo con los de su boca. La perilla del bardo produce un hormigueo que cuales aullidos inauditos me hacen tiritar, aferrada a su melena lo mantengo entre mis muslos hasta que lama el último de mis recovecos internos, le sería más cómodo con las manos libres, pero como bien dice, nada para él será nuevo así que ya sabrá como apañárselas.
─ A las malas entonces. ─ Espeté con el júbilo conmoverme los luceros, no dí tregua, nunca la doy, y con una fuerza propia de una guerrera volví a derribarlo, esta vez cerca de la fogata rodeada por cierta cantidad de tierra fresca, las muñecas del cobrizo las fuerzo a llevarlas sobre su cabeza y en la tela blanquecina hinco el arma aguzada con una vehemencia sublime hasta enterrar parte del mango inclusive. La camisa quedará con un bonito agujero que lo ayudará a traspirar en medio del invierno, que me importa tres cominos puesto que de esta forma, no podrá mover los brazos sin finalizar rompiendo del todo la pertenencia. Las chispas de la lumbre brincan al son del campamento y no descartaría que alguna le caiga en los dorsos de las manos ya que está bastante cercano.
Compulsiva y con unas ansias que me desbaratan por dentro tropiezo con los labios de Iltharion, regalándole toda fantasía carnal que pueda imaginar con cada beso fugaz y unión de lenguas, entre resuellos candentes me apiado de su oreja herida, mimándola al humedecerla y proporcionarle cierto picor que cual adicción no dolerá sino que elevará sus ganas de soltarse y sacar a relucir su lado bestial. A la altura de su torso y con las piernas bien abiertas voy desabrochando los botones de mi camisa, se trata de una incitación lenta que parece detenerse en el tiempo hasta que el último desiste y ambos pechos quedan a la vista del trovador. Los acaricio por él, ya que no puede con una sonrisa surcar mi semblante. Pellizco mis propios pezones y la cadera sobre sus pectorales voy desplazándola de delante hacia atrás, los pliegues los noto húmedos y el cosquilleo en mis entrañas se enfervece con cada roce que voy proporcionándome.
No le daré placer por desobedecerme y sin nada que objetar, me verá tocarme con un erotismo recalcado con cada pasada, algo que debería estar haciendo el elfo más se lo he impedido a no ser que saque el arma afilada de la tierra o descargue su impotencia con la camisa, partiéndola en dos, ambas tienen trampa ya que estando encima suya, sigo siendo igual de peligrosa o incluso peor. Con las yemas de los dedos adulo mis costados, declino por mi vientre y meto una de las manos en el interior del pantalón, para ello elevé un poco las nalgas con el ímpetu de llegar a lo más recóndito de mi punto favorito. Rezongué satisfecha por los dedos que se abren paso entre lo tibio y exquisito, la mano libre la apoyo sobre su torso a modo de ancla. En todo momento nuestras miradas se encuentran, es un desafío que no perderé ante sus sonrisas triunfantes.
Nos retorcemos y bien sé que este cabrón hará algo, como póliza de seguro tanteé la nieve hasta dar con una segunda daga, una de las mías caracterizadas por su forma de media luna, la coloqué a mi vera como advertencia entre las masturbaciones. Si bien es cierto que no lo hago mal, ya estoy enloquecida por tener su lengua dentro y esos dedos expertos recreando maravillas. Con las cumbres erizadas y una ansiedad entremezclada con una sonrisa pícara sobre mi vista perdida le deseo ahora, en este mismo instante, el pantalón corto decae por ambos muslos hasta quedar desnuda de cintura hacia abajo, la susodicha voy acercándola a la boca del trovador que si se niega, siempre puedo usar el cinturón para tenerlo entre mis piernas.
─ Arráncame todo tipo de sonidos guturales con tu lengua, Iltharion. ─ Decreté tras morderme el labio inferior, ensarto ambas rodillas al nivel de sus orejas puntiagudas y mis dedos se hunden en su cascada que lleva la palabra pasión, rojiza y lisa apisono un buen ramal de hebras y encendida cual cerilla acorto los centímetros de mi sexo con los de su boca. La perilla del bardo produce un hormigueo que cuales aullidos inauditos me hacen tiritar, aferrada a su melena lo mantengo entre mis muslos hasta que lama el último de mis recovecos internos, le sería más cómodo con las manos libres, pero como bien dice, nada para él será nuevo así que ya sabrá como apañárselas.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion contemplo sin un ápice de asombro como proclamaba con júbilo la licencia que se daba por concedida de hacer las cosas por las malas. De nuevo el trovador no temía las consecuencias de aquel acto, porque viéndola y conociéndola ya tan enardecida, sabía que de un modo u otro iba a conseguir lo que se proponía, el fin simple y fácil de alcanzar del placer, en esa ocasión mas de la carne de cualquier otra cosa.
-Alguien me debe una camisa.-Comentó casi de forma cantarina mientras la oteaba con curiosidad, sin lamentar el terrible sino que había azotado a la prenda que ejercía ahora de atadura, y que no volvería a ser usada como vestimenta gracias a los múltiples agujeros que había dejado la daga al hundirse en la tierra.
Iltharion gustaba de hacer cosas, pero como buen bacán también de contemplarlas, y ya habiendola tocado tanto como gustaba, el hecho de ahora contemplar el sensual y excitante espectáculo que le ofrecía la elfa de piel morena no era tortura si no deleite.
Su mirada repaso sus manos, evocando en su mente el tacto dispar de la tez de caramelo, suave en algunos lares, ardiente bajo los dedos, e interrumpida constantemente por los relieves notorios del firmamento de cicatrices que salpicaban sus vertiginosas curvas.
El trovador mantuvo las manos quietas por un rato, mientras la muchacha ascendía por su cuerpo, como si realmente pretendiera quedarse apacible y obediente, verdad a medias. Cuando Eretria hincó las rodillas a lado y lado de su cuerpo, iltharion hizo pasar la camisa a mejor vida, y, sin molestarse en deshacerse de los retazos de tela que colgaban de sus muñecas, la asió de los muslos mientras ahondaba con la lengua en su sexo.
Sus dedos subieron trazando sendos caminos, presionando con las yemas y arañando con suavidad la carne por la que ascendía lentamente, y envolvió con estos los muslos, adentrándose en su cara interna desde atrás, asediando los pliegues que no quedaban a merced de su lengua, auxiliando mientras devoraba su sexo.
Aprovechando la humedad de ambos presiono sobre la entrada de sus adentros, y con un ligero cuidado para no causar daño, y la brusquedad suficiente como para devolverle a la muchacha esa pasión desaforada y salvaje que tanto parecía gustarle, acompañó la danza sinuosa de su lengua con un vaivén de sus dedos ahondando en su cuerpo, girando de forma oblicua para rozar en sus entrañas aquellos puntos ocultos, teclas de los nervios para hacerla retorcerse.
-Alguien me debe una camisa.-Comentó casi de forma cantarina mientras la oteaba con curiosidad, sin lamentar el terrible sino que había azotado a la prenda que ejercía ahora de atadura, y que no volvería a ser usada como vestimenta gracias a los múltiples agujeros que había dejado la daga al hundirse en la tierra.
Iltharion gustaba de hacer cosas, pero como buen bacán también de contemplarlas, y ya habiendola tocado tanto como gustaba, el hecho de ahora contemplar el sensual y excitante espectáculo que le ofrecía la elfa de piel morena no era tortura si no deleite.
Su mirada repaso sus manos, evocando en su mente el tacto dispar de la tez de caramelo, suave en algunos lares, ardiente bajo los dedos, e interrumpida constantemente por los relieves notorios del firmamento de cicatrices que salpicaban sus vertiginosas curvas.
El trovador mantuvo las manos quietas por un rato, mientras la muchacha ascendía por su cuerpo, como si realmente pretendiera quedarse apacible y obediente, verdad a medias. Cuando Eretria hincó las rodillas a lado y lado de su cuerpo, iltharion hizo pasar la camisa a mejor vida, y, sin molestarse en deshacerse de los retazos de tela que colgaban de sus muñecas, la asió de los muslos mientras ahondaba con la lengua en su sexo.
Sus dedos subieron trazando sendos caminos, presionando con las yemas y arañando con suavidad la carne por la que ascendía lentamente, y envolvió con estos los muslos, adentrándose en su cara interna desde atrás, asediando los pliegues que no quedaban a merced de su lengua, auxiliando mientras devoraba su sexo.
Aprovechando la humedad de ambos presiono sobre la entrada de sus adentros, y con un ligero cuidado para no causar daño, y la brusquedad suficiente como para devolverle a la muchacha esa pasión desaforada y salvaje que tanto parecía gustarle, acompañó la danza sinuosa de su lengua con un vaivén de sus dedos ahondando en su cuerpo, girando de forma oblicua para rozar en sus entrañas aquellos puntos ocultos, teclas de los nervios para hacerla retorcerse.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Un ramillete de suspiros y delirios van navegando presurosos desde las paredes de mi garganta, están atorados por el desazón que produce la espera de Iltharion y el cómo de repente suelta sus manos, destrozando la tela blanquecina para asirme de los muslos y ahondar con su lengua viperina, todos esos sonidos atragantados arriban buenamente al puerto de unos labios entreabiertos por donde no sólo el aire se escabulle. Enloquecida lo noto desgarrarme por dentro inmisericorde, auxiliado por un carrusel de caricias que promueven unas aspiraciones tremebundas de que el libido siga y no zanje nuestro encuentro, el recorrido de sus dedos finaliza entre mis pliegues y cada penetración estremece mi alma depravada, que a pesar de haber desobedecido dos veces ya, se lo dejaré pasar por puro placer.
─ La madre que te parió. ─ Murmuré desde lo alto con una risita explícita, en un carraspeo alivio la bronquedad de mi voz que bañada en lujuria no puede sonar de una manera ética, las caderas voy moviéndolas por inercia sobre su rostro, prieta al montón de hebras que sirven como desahogo. En los momentos crudos donde me hace arquear la columna maestro y sabelotodo de los puntos endebles en el cuerpo de una mujer expulso gran cantidad de aire, cierro los párpados y en un estruendo propinado voy tensando los músculos para aguantar todas las descargas eléctricas derivadas de sus jugarretas. Caprichosa alzo los glúteos y me apego a esa lengua que se desliza por mis bordes ardientes, está derritiéndome como solo él sabe hacer, en un cabeceo debido a la fruición encaro una de las cejas, percatándome de cierto detalle.
Por el rabillo de uno de mis luceros contemplo su virilidad a falta de afecto, la boca se me hace agua y algo empuja a mi quejosa naturaleza que insiste en que cambie de postura y me acople al contrario sobre el cuerpo del elfo. Me costó horrores rehuir tanto a sus manos como a su boca ceñida a explorarme con vileza, sacándome gruñidos de gozo y algún que otro más resentido. Volteé mi silueta en una especie de postura canina, las rodillas siguen en el mismo sitio y como obsequio podrá tener mi trasero próximo, tengo fuerzas para estar elevada, pero por comodidad dejo caer mi peso sobre el vientre del trovador, apoyando los pechos en la zona nombrada.
Repiqueteo sobre la nívea piel de mi acompañante con las yemas, empezando por los muslos hasta enfocarme en donde más lo precisa. Utilicé las manos primeramente en una fricción pacífica, lo oí exhalar y esa fue la señal que no omití para originar un regato de besos en el tronco de su falo, mis labios sensoriales se adjuntan al coronamiento donde más sensible es, como flaqueo y traición por haberse soltado lo succioné con el corazón dándome tumbos bajo un pecho comprimido, inclinada hice de las mías con la lengua, jugué hasta saciarme y en un repentino acto le abarqué enteramente.
Ni timidez ni pudores, en un permitido sesenta y nueve donde nuestras bocas van galardonando las preliminares nos dejamos acarrear, no negaré la fascinación que me embarga ni ocultaré que cuanto más crítico sea, más sollozos me sacará desde lo hondo de mi ser totalmente sometido a experiencias nuevas.
─ La madre que te parió. ─ Murmuré desde lo alto con una risita explícita, en un carraspeo alivio la bronquedad de mi voz que bañada en lujuria no puede sonar de una manera ética, las caderas voy moviéndolas por inercia sobre su rostro, prieta al montón de hebras que sirven como desahogo. En los momentos crudos donde me hace arquear la columna maestro y sabelotodo de los puntos endebles en el cuerpo de una mujer expulso gran cantidad de aire, cierro los párpados y en un estruendo propinado voy tensando los músculos para aguantar todas las descargas eléctricas derivadas de sus jugarretas. Caprichosa alzo los glúteos y me apego a esa lengua que se desliza por mis bordes ardientes, está derritiéndome como solo él sabe hacer, en un cabeceo debido a la fruición encaro una de las cejas, percatándome de cierto detalle.
Por el rabillo de uno de mis luceros contemplo su virilidad a falta de afecto, la boca se me hace agua y algo empuja a mi quejosa naturaleza que insiste en que cambie de postura y me acople al contrario sobre el cuerpo del elfo. Me costó horrores rehuir tanto a sus manos como a su boca ceñida a explorarme con vileza, sacándome gruñidos de gozo y algún que otro más resentido. Volteé mi silueta en una especie de postura canina, las rodillas siguen en el mismo sitio y como obsequio podrá tener mi trasero próximo, tengo fuerzas para estar elevada, pero por comodidad dejo caer mi peso sobre el vientre del trovador, apoyando los pechos en la zona nombrada.
Repiqueteo sobre la nívea piel de mi acompañante con las yemas, empezando por los muslos hasta enfocarme en donde más lo precisa. Utilicé las manos primeramente en una fricción pacífica, lo oí exhalar y esa fue la señal que no omití para originar un regato de besos en el tronco de su falo, mis labios sensoriales se adjuntan al coronamiento donde más sensible es, como flaqueo y traición por haberse soltado lo succioné con el corazón dándome tumbos bajo un pecho comprimido, inclinada hice de las mías con la lengua, jugué hasta saciarme y en un repentino acto le abarqué enteramente.
Ni timidez ni pudores, en un permitido sesenta y nueve donde nuestras bocas van galardonando las preliminares nos dejamos acarrear, no negaré la fascinación que me embarga ni ocultaré que cuanto más crítico sea, más sollozos me sacará desde lo hondo de mi ser totalmente sometido a experiencias nuevas.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion contuvo una risa entre dientes lo mejor que pudo al escuchar aquel insulto tan poco creíble en su enfado, tanto por el tono, como por los claros gestos que sentía con las manos, y con la lengua. Claros interlocutores, que mudos, ilustraban con sus gestos mejor que cualquier texto el estado de embriaguez y placer que sacudía a la muchacha bajo sus caricias atentas.
De nuevo, sumamente inquieta la joven se contorsionó en su sitio, para ponerse similar pero dada vuelta. El trovador no dijo nada, ya habituado a ese nerviosismo que le resultaba tan propio de ella, así como lo eran la impaciencia, sus comentarios impúdicos, o esa fiereza perenne que manchaba todos sus gestos.
El tacto suave, tibio del cuerpo de la muchacha reclinarse sobre su abromen, así como el hecho de que hubiera virado su cuerpo era suficiente para que el trovador tuviera una idea más que clara de que intenciones estaban movilizando a su compañera, aun así, sentir la presión de los senos contra el viente, y la tibieza de su aliento cada vez mas cerca le arrancó un par de suspiros de placer por la anticipación.
Los suspiros y exhalaciones se volvieron gruñidos y jadeos sonoros y para nada medidos, el trovador no parecía tener ningún pudor para con el placer con el que su voz marcaba el silencio de la noche, tapaba el crepitar del fuego, y era arrullado por la brisa helada de la noche, que ya no portaba ni agua ni nieve, solo los sonidos que compartían mutuamente.
Pese a eso, iltharion no se detuvo, dejando que cualquier exhalación rompiera contra la húmeda piel que recorría con la lengua, o el aliento que daba calor a la entrada que exploraba con los dedos, sin misericordia ni mesura, recorriendo cada ápice de sus adentros con caricias tortuosas e incesantes, espoleadas por sus propios gestos.
Por el instinto del propio gozo, fruto de la precia con la que la morena doncella felaba su miembro, el trovador alzaba la cadera, permitiéndose ligeros movimientos para ahondar y acompañar el vaivén de su lengua, y del abrazo de aquellos labios de ambrosía sobré la palpitante extensión de su miembro.
Iltharion dejó en el cajón los comentarios mordaces, prefería ocuparse de lo que tenía delante, y que las respuestas de la joven siguieran siendo esas elocuentes caricias con las que absorbía su falo.
De nuevo, sumamente inquieta la joven se contorsionó en su sitio, para ponerse similar pero dada vuelta. El trovador no dijo nada, ya habituado a ese nerviosismo que le resultaba tan propio de ella, así como lo eran la impaciencia, sus comentarios impúdicos, o esa fiereza perenne que manchaba todos sus gestos.
El tacto suave, tibio del cuerpo de la muchacha reclinarse sobre su abromen, así como el hecho de que hubiera virado su cuerpo era suficiente para que el trovador tuviera una idea más que clara de que intenciones estaban movilizando a su compañera, aun así, sentir la presión de los senos contra el viente, y la tibieza de su aliento cada vez mas cerca le arrancó un par de suspiros de placer por la anticipación.
Los suspiros y exhalaciones se volvieron gruñidos y jadeos sonoros y para nada medidos, el trovador no parecía tener ningún pudor para con el placer con el que su voz marcaba el silencio de la noche, tapaba el crepitar del fuego, y era arrullado por la brisa helada de la noche, que ya no portaba ni agua ni nieve, solo los sonidos que compartían mutuamente.
Pese a eso, iltharion no se detuvo, dejando que cualquier exhalación rompiera contra la húmeda piel que recorría con la lengua, o el aliento que daba calor a la entrada que exploraba con los dedos, sin misericordia ni mesura, recorriendo cada ápice de sus adentros con caricias tortuosas e incesantes, espoleadas por sus propios gestos.
Por el instinto del propio gozo, fruto de la precia con la que la morena doncella felaba su miembro, el trovador alzaba la cadera, permitiéndose ligeros movimientos para ahondar y acompañar el vaivén de su lengua, y del abrazo de aquellos labios de ambrosía sobré la palpitante extensión de su miembro.
Iltharion dejó en el cajón los comentarios mordaces, prefería ocuparse de lo que tenía delante, y que las respuestas de la joven siguieran siendo esas elocuentes caricias con las que absorbía su falo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Enaltecida por las brasas y moldeada por un ardor que me traspasa voy acomodándome sobre la silueta del cobrizo, no costó demasiado hallar la adecuada tras plantar ambos pechos sobre su abdomen, poco a poco voy transmitiéndole un calor que resquebraja y sutilmente va enloqueciéndonos entre pasiones, caricias que inspiran y advierten de que la furia está transformándose en un éxtasis que irá atacando a los límites de la curiosidad y por supuesto, de la paciencia. Los motivos escarlatas en la cara externa de sus muslos, bravatas de mis uñas captan la atención de unos luceros henchidos en regocijo, está siendo implacable y las palabras no me salen cada vez que agrede con el embrujo de su lengua o con los encantos de unos dedos gráciles.
Conoce donde soy débil y la intensidad de sus besos ígneos que apaciguan para impactar enseguida con una rabia en el interior de mis pliegues humedece todo a su recorrido, elevo las caderas notando como las piernas me tiemblan ante unos escalofríos que en vez de helarme, sólo me ponen histérica. La exploración cada vez se agrava mientras me saborea socarrón como ningún otro elfo y resulta imposible respirar con normalidad, mucho menos cuando tengo la boca ocupada, la carnosidad de mis labios rubíes retiene el tronco de su miembro viril, envolviéndolo en exhalos asociados con algún que otro gemido altivo.
Con soberano temple aparto el semblante en busca de impío aire, entre bocanadas voy recomponiendo a mi ser delirante, haciendo acoplo de las dos manos para que la fricción exquisita siga torturándole, no me apetece observarle y detenida voy prococándole tan sólo con los dedos, suben, bajan, presionan y en la punta alterno entre frotes bizarros y la humedad de mi lengua que como pasatiempo va lamiendo de vez en cuando.
Involucrada en la rima del elfo, notas no tan acompasadas y al son de una melodía obscena, sensual a la par de sexual entre mis piernas donde sigue deslizándose, comienzo nuevamente a utilizar todos los dotes que detento entre un fuego divino por el calor que le entrego y una esencia con olor a canela donde más sensible se encuentra. Fomento los vaivenes de mi cabeza y no tardó el trovador en hacer lo mismo con sus caderas, impregnado en mi sustancia y saturado por cada aliento arrojado sobre su falo éste se retuerce, haciéndome sonreír hasta retorcerme yo también, no me da siquiera un segundo para respirar antes de penetrar con sus dedos o delinear con la lengua los puntos más sensibleros de mi intimidad.
Plañí con un hormigueo insospechado nacerme desde las entrañas tratando de alargar la sucesión de gruñidos guturales de Iltharion y las contracciones de sus extremidades bajas, rozo suavemente con la punta de la lengua, delineo y le doy cobijo en el interior de mi boca nuevamente, el viaje que he iniciado lo tomaré con soberbia y no le dejaré acabar conmigo, al menos no todavía.
Conoce donde soy débil y la intensidad de sus besos ígneos que apaciguan para impactar enseguida con una rabia en el interior de mis pliegues humedece todo a su recorrido, elevo las caderas notando como las piernas me tiemblan ante unos escalofríos que en vez de helarme, sólo me ponen histérica. La exploración cada vez se agrava mientras me saborea socarrón como ningún otro elfo y resulta imposible respirar con normalidad, mucho menos cuando tengo la boca ocupada, la carnosidad de mis labios rubíes retiene el tronco de su miembro viril, envolviéndolo en exhalos asociados con algún que otro gemido altivo.
Con soberano temple aparto el semblante en busca de impío aire, entre bocanadas voy recomponiendo a mi ser delirante, haciendo acoplo de las dos manos para que la fricción exquisita siga torturándole, no me apetece observarle y detenida voy prococándole tan sólo con los dedos, suben, bajan, presionan y en la punta alterno entre frotes bizarros y la humedad de mi lengua que como pasatiempo va lamiendo de vez en cuando.
Involucrada en la rima del elfo, notas no tan acompasadas y al son de una melodía obscena, sensual a la par de sexual entre mis piernas donde sigue deslizándose, comienzo nuevamente a utilizar todos los dotes que detento entre un fuego divino por el calor que le entrego y una esencia con olor a canela donde más sensible se encuentra. Fomento los vaivenes de mi cabeza y no tardó el trovador en hacer lo mismo con sus caderas, impregnado en mi sustancia y saturado por cada aliento arrojado sobre su falo éste se retuerce, haciéndome sonreír hasta retorcerme yo también, no me da siquiera un segundo para respirar antes de penetrar con sus dedos o delinear con la lengua los puntos más sensibleros de mi intimidad.
Plañí con un hormigueo insospechado nacerme desde las entrañas tratando de alargar la sucesión de gruñidos guturales de Iltharion y las contracciones de sus extremidades bajas, rozo suavemente con la punta de la lengua, delineo y le doy cobijo en el interior de mi boca nuevamente, el viaje que he iniciado lo tomaré con soberbia y no le dejaré acabar conmigo, al menos no todavía.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Iltharion disfrutaba de ese preámbulo del mismo modo en el que se dejaba transportar por los variados y numerosos caminso del placer que había explorado, no solo aquella noche, sin dejar por ello de asediar con sus caricias la huemda intimidad que tenía expuesta ante su mirada.
Los dibujos intrincados, elípticos de si lengua, proseguían incesantes pintando ese cuadro de gemidos que teñían el viento, y cuyos trazos se veían interrumpidos por los gemidos llenos de dicha que evocaban las caricias que la joven le propiciaba asiduamente, con las manos, con las yemas, y con la propia lengua.
Iltharion dichoso de esos caprichosos estimulos que se regalaban mutuamente, y con los que regaban sus respectivos sexos, permitió ese dominio de su cuerpo, y se mantubo en el lugar, manso y complaciente durante un rato extenso.
Sin embargo ansiaba algo mas que recrearse con la vista con ese paraje de delicias que tenía bajo sus labios, y que recorría sin cesar explorando con las manos incluso los rincones mas recondidos de sus adentros.
Llevó una de sus manos por el vientre, separandola así de su cuerpo, y haciéndola erguirse como había estado en un comienzo. Aprovechó aquel momento para hincar el otro codo, e impulsar su cuerpo hacia atrás hasta que las rodillas de la joven en vez de rodear sus hombros hicieron los mismos con sus caderas.
Mientras quedaba sentado, su nariz trazó el camino del surco de su espalda, que fue repasado por la humedad de sus labios, y la calidez de su aliento, hasta que su altura mas prominente le permitió quedar con un beso apoyado en la nuca tostada de ella, semi cubierta por un tul de briznas castañas y suaves compuestas por su cabello.
Los restos de la camisa, jirones de lino claro, seguían colgando de las muñecas del trovador, unos grilletes pésimos que lo habían retenido un escaso tiempo, y que quizás habrían durado mas si la muchacha no hubiera sido la primera en romperlos.
Iltharion la rodeó con el brazo con el que la había alzado, ascendiendo la palma abierta por la tez hasta el esternón , y empujándola hacia atrás para que se pegaran sus cuerpos, solo separados por la camisa abierta que vestía ella.
Apoyó el bálano en la humedad que reinaba entre las piernas de la joven, y se deslizó por ella adentrándose en ese reino que había conquistado con las manos unos instantes antes, y que ansiaba poseer por completo una vez mas esa noche.
Una exhalación de alivio y placer, ronca y profunda emanó contra uno de los hombros de la joven hacia los que se dirigían los labios del trovador, seguido de los primeros quejidos dichosos de los embates suaves y fuidos con los que el trovador se zambullía en ese cuerpo exuberante que asía con fuerza entre sus brazos, y recorría devotamente.
-Tendrás que encontrar algo mas resistente la próxima vez.-Murmuró risueño antes de pegarle una dentellada a ese punto preferido entre el cuello y el hombro que se curvaba de forma sugerente atrayendo besos y arañazos con los dientes.
Los dibujos intrincados, elípticos de si lengua, proseguían incesantes pintando ese cuadro de gemidos que teñían el viento, y cuyos trazos se veían interrumpidos por los gemidos llenos de dicha que evocaban las caricias que la joven le propiciaba asiduamente, con las manos, con las yemas, y con la propia lengua.
Iltharion dichoso de esos caprichosos estimulos que se regalaban mutuamente, y con los que regaban sus respectivos sexos, permitió ese dominio de su cuerpo, y se mantubo en el lugar, manso y complaciente durante un rato extenso.
Sin embargo ansiaba algo mas que recrearse con la vista con ese paraje de delicias que tenía bajo sus labios, y que recorría sin cesar explorando con las manos incluso los rincones mas recondidos de sus adentros.
Llevó una de sus manos por el vientre, separandola así de su cuerpo, y haciéndola erguirse como había estado en un comienzo. Aprovechó aquel momento para hincar el otro codo, e impulsar su cuerpo hacia atrás hasta que las rodillas de la joven en vez de rodear sus hombros hicieron los mismos con sus caderas.
Mientras quedaba sentado, su nariz trazó el camino del surco de su espalda, que fue repasado por la humedad de sus labios, y la calidez de su aliento, hasta que su altura mas prominente le permitió quedar con un beso apoyado en la nuca tostada de ella, semi cubierta por un tul de briznas castañas y suaves compuestas por su cabello.
Los restos de la camisa, jirones de lino claro, seguían colgando de las muñecas del trovador, unos grilletes pésimos que lo habían retenido un escaso tiempo, y que quizás habrían durado mas si la muchacha no hubiera sido la primera en romperlos.
Iltharion la rodeó con el brazo con el que la había alzado, ascendiendo la palma abierta por la tez hasta el esternón , y empujándola hacia atrás para que se pegaran sus cuerpos, solo separados por la camisa abierta que vestía ella.
Apoyó el bálano en la humedad que reinaba entre las piernas de la joven, y se deslizó por ella adentrándose en ese reino que había conquistado con las manos unos instantes antes, y que ansiaba poseer por completo una vez mas esa noche.
Una exhalación de alivio y placer, ronca y profunda emanó contra uno de los hombros de la joven hacia los que se dirigían los labios del trovador, seguido de los primeros quejidos dichosos de los embates suaves y fuidos con los que el trovador se zambullía en ese cuerpo exuberante que asía con fuerza entre sus brazos, y recorría devotamente.
-Tendrás que encontrar algo mas resistente la próxima vez.-Murmuró risueño antes de pegarle una dentellada a ese punto preferido entre el cuello y el hombro que se curvaba de forma sugerente atrayendo besos y arañazos con los dientes.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
No tengo la más remota idea de como este deseo crece y crece, invadiéndome aún cuando creí que ya no podría prolongarse, se trata de una vesania que viste mi piel desnuda de una pasión escarlata en los instantes donde entreabro los labios, succiono experta y lo visto con el néctar húmedo e inclusive translucido que facilitará la entrada en un futuro próximo. Los jadeos se me escapan y los gruñidos sublimes que va arrancándome se los dedico al trovador sin recatos, todos acompañados de una honestidad aplastante en donde claramente, me está llevando al jardín de lo deleitoso.
Conducida por la sensualidad voy delineando paso a paso con la punta de mis dedos cada tramo blanquecino de su piel, ambos muslos, sobretodo la cara interna hasta arribar al foco estimulante del elfo donde voy masturbándole con vahos que brotan y actúan como pullas provenientes del que me tortura. Ansiosa por obtener un gozo indescriptible voy moviendo las caderas en esta fiesta privada, no tardé en volver a cubrirle con mi lengua, cincel tibio que dibuja trazos abstractos hasta apresarle por donde más quebradizo es, sobre su cuerpo me estremezco, no obstante sonrío aún estando embriagada por este mequetrefe inquieto.
Nuevamente nos aventuramos sobre las dunas de un desierto desconocido, con el sofocante calor de sus palmas actuar sobre mis caderas vamos cambiando de postura, quedando sobre su regazo bien abierta y con un sentimiento dudoso que evoca desconfianza, sin embargo, termina convirtiéndose en devoción. Las palabras del trovador me envuelven a ser su cómplice, apegada a su torso y abrazada por el abdomen estoy conforme.
─ Una pena que no llevase cadenas. ─ Musité vislumbrada y con un morbo patente, uno de mis brazos arrullan la nuca del cobrizo mientras coloco parte de mi cabeza en uno de sus hombros, los dedos voy rodándolos hasta penetrar en dicha cascada pasional y por fin tocar la piel de su cuello, cálida y sibarita. No puedo seguir así, y cuando me embiste con una suavidad que me sabe a gloria aprieto la mandíbula, cerrándola para no soltar ningún tipo de rezongo y tan solo soltar gran cantidad de aire por las fosas nasales.
Menudo homenaje se está montando en este campamento, el oírle tan cerca de mi oreja plañir de gusto eriza al completo mi piel atezada y sin miramientos comienzo a mover la cintura hasta tenerle en lo más profundo de mi sexo, ahí donde lo presiento hinchado y donde me desraíza de la realidad con tantísima facilidad. Le llamé, repentinamente me ha hipnotizado e inevitable no consigo rechazar la satisfacción que me requisa y termina convirtiéndome en su dominio sexual. Con sabiduría divina y mirada de amante, con ese tacto suave e instinto animal cual pecado mortal consigue hacerme gemir una y otra vez.
Rendida a la tentación de sus caricias, a cada lametón o mordida que propina en mi cuerpo extasiado, la incitación de su mirada o la provocación de su falo que penetra con precisión voy decayendo, quema y al contrario de calmar lo único que hace es devorarme por dentro. Empapada en mis propios flujos y con el aliento robado apego los glúteos a su abdomen, arqueo la espalda y me sostengo gracias al brazo que rodea su nuca, sublime esencia que no termina de cansarme sino que vuelve con afán. ─ Eres una perdición. ─ Resignada tanteo con la mano libre el brazo que me rodea para mantenerme quieta, lo suavizo y lo reconozco con las piernas aún rodeándole las caderas, el fuego nos invade, nos enloquece e incluso nos consume sin percatarnos de que esto, tan sólo es el comienzo. ─ Una que me está encantando. ─ Dí por finalizado el halago tras gemir de buena gana y reír en pleno apogeo, acabará conmigo, lo veo venir pero no será hoy.
A espaldas del bardo me falta algo, su boca y las travesuras de su lengua, ladeo como puedo el rostro y tras empujarlo hacia abajo contemplo sus labios, gritan que sea yo quien los busque, y eso mismo hago, besándole con una pasión indescriptible y a expensas de que no es la mejor manera para fraternizar, es costoso y no puedo disfrutar de los roces entre nuestros labios o la libertad de esparcir mi lengua por cada recoveco sin estirar de más el cuello.
Conducida por la sensualidad voy delineando paso a paso con la punta de mis dedos cada tramo blanquecino de su piel, ambos muslos, sobretodo la cara interna hasta arribar al foco estimulante del elfo donde voy masturbándole con vahos que brotan y actúan como pullas provenientes del que me tortura. Ansiosa por obtener un gozo indescriptible voy moviendo las caderas en esta fiesta privada, no tardé en volver a cubrirle con mi lengua, cincel tibio que dibuja trazos abstractos hasta apresarle por donde más quebradizo es, sobre su cuerpo me estremezco, no obstante sonrío aún estando embriagada por este mequetrefe inquieto.
Nuevamente nos aventuramos sobre las dunas de un desierto desconocido, con el sofocante calor de sus palmas actuar sobre mis caderas vamos cambiando de postura, quedando sobre su regazo bien abierta y con un sentimiento dudoso que evoca desconfianza, sin embargo, termina convirtiéndose en devoción. Las palabras del trovador me envuelven a ser su cómplice, apegada a su torso y abrazada por el abdomen estoy conforme.
─ Una pena que no llevase cadenas. ─ Musité vislumbrada y con un morbo patente, uno de mis brazos arrullan la nuca del cobrizo mientras coloco parte de mi cabeza en uno de sus hombros, los dedos voy rodándolos hasta penetrar en dicha cascada pasional y por fin tocar la piel de su cuello, cálida y sibarita. No puedo seguir así, y cuando me embiste con una suavidad que me sabe a gloria aprieto la mandíbula, cerrándola para no soltar ningún tipo de rezongo y tan solo soltar gran cantidad de aire por las fosas nasales.
Menudo homenaje se está montando en este campamento, el oírle tan cerca de mi oreja plañir de gusto eriza al completo mi piel atezada y sin miramientos comienzo a mover la cintura hasta tenerle en lo más profundo de mi sexo, ahí donde lo presiento hinchado y donde me desraíza de la realidad con tantísima facilidad. Le llamé, repentinamente me ha hipnotizado e inevitable no consigo rechazar la satisfacción que me requisa y termina convirtiéndome en su dominio sexual. Con sabiduría divina y mirada de amante, con ese tacto suave e instinto animal cual pecado mortal consigue hacerme gemir una y otra vez.
Rendida a la tentación de sus caricias, a cada lametón o mordida que propina en mi cuerpo extasiado, la incitación de su mirada o la provocación de su falo que penetra con precisión voy decayendo, quema y al contrario de calmar lo único que hace es devorarme por dentro. Empapada en mis propios flujos y con el aliento robado apego los glúteos a su abdomen, arqueo la espalda y me sostengo gracias al brazo que rodea su nuca, sublime esencia que no termina de cansarme sino que vuelve con afán. ─ Eres una perdición. ─ Resignada tanteo con la mano libre el brazo que me rodea para mantenerme quieta, lo suavizo y lo reconozco con las piernas aún rodeándole las caderas, el fuego nos invade, nos enloquece e incluso nos consume sin percatarnos de que esto, tan sólo es el comienzo. ─ Una que me está encantando. ─ Dí por finalizado el halago tras gemir de buena gana y reír en pleno apogeo, acabará conmigo, lo veo venir pero no será hoy.
A espaldas del bardo me falta algo, su boca y las travesuras de su lengua, ladeo como puedo el rostro y tras empujarlo hacia abajo contemplo sus labios, gritan que sea yo quien los busque, y eso mismo hago, besándole con una pasión indescriptible y a expensas de que no es la mejor manera para fraternizar, es costoso y no puedo disfrutar de los roces entre nuestros labios o la libertad de esparcir mi lengua por cada recoveco sin estirar de más el cuello.
Eretria Noorgard
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Re: Una sombra sin nombre. [Privado, Iltharion +18]
Los ojos del trovador se entrecerraron cálidamente a medida que los juguetones dedos de canela se adentraban en la cascada cobriza que fluía por sus hombros y resbalaba por su espalda. Su cabeza se inclinó aún mas hacia aquel pequeño y curvilinio valle que dominaba bajo sus labios, dejandole un acceso mas amplio a la nuca que tanteaba con los dedos, y la libertad de aferrarse a la misma con tanto apremio como estimara necesario.
El aire, cálido y en un ritmo dispar, salia de su nariz para romper contra la piel de su cuello, o deslizarse hacia sus omóplatos a medida que recorría todas las pequeñas marcas moradas que se habían ejercido en sus anteriores contiendas, en un camino de besos saltarines que terminaban regando toda su piel con el freso tacto de sus labios, con sabor a menta.
La punta de la nariz del bardo trepó por la yugular, dejando un reguero con la lengua que imitaba ese sendero. Se escondió tras su puntiaguda oreja, y le hizo soltar una ladina risa entre dientes contra el reverso del cartílago.
-Lluvatar ha querido privarte hoy de que sea yo quien posea cuerdas y te revele algunos de los secretos que ocultó en su creación.-Le respondió el bardo, no solo pagado de si mismo, si no con un tono que sugería mas que sexo, si no un conocimiento real. Como si quisiera adelantar una porción de sus nociones, descubrirle las puertas a ese saber oculto y prohibido, una de las manos del bardo hizo un breve tour por las constelaciones de dichos astros ocultos bajo la carne en el cuerpo.
Iltharion movió la mano por el muslo, acariciando la suave piel por el costado, dejando caer sus dedos por la cara interna, y recorriendo con el pulgar presionando ligeramente entre el final el mismo y la cara interna de la rodilla, allí donde se doblaba, y se sensibilizaba por los nervios.
Su travesía continuó, atravesando las vertiginosas curvas de su cadera hasta su espalda, y su mano dejo separar todos sus dedos regando aquel hueco que hacia encorvar todo el cuerpo con sendos caminos de fuego. Y no se paró allí, si no que giró sinuosamente sobre sus costillas, para rozar el contorno de sus senos, repasar esa curva que ocultaban debajo, normalmente abandonada y ansiosa de afecto.
Aquel recorrido, con una lentitud casi placida con la mano, como si la misma se recreara en cada pequeño lugar en el que se detenía a bañar con sus atenciones, no disminuyó un ápice el fervor de la cadera del trovador, que seguía imparable, como si fuera moverse, sumergirse en esas tentadoras aguas el estado natural de su cuerpo. Sus envites casi enteros, pero sin llegar a emerger del todo de esa hondonada de placer, chocaban constantemente, sumando al crepitar y a la sinfonía de sus gemidos, la percusión impúdica del chocar húmedo de sus cuerpos.
El brazo que la rodeaba, y que asía sus cuerpos juntos, sobre el que se sostenía ella, permanecía en el lugar, férreo, permitiendole a ella tener un asidero, y a el asegurarse de tenerla para si mismo y no ser privado del primoroso calor de sus formas contra el pecho.
La lisonjera acusación interrumpió la irregular respiración del trovador para dejar salir su voz ronca de gozo y placer.
-Y tu una adicción que me llevará a la ruina.-Una sonrisa dichosa se esbozó en el rostro del bardo, si su fin tenía que venir de aquel modo, agradecería a la muerte el tenerle semejante aprecio.
La mano que, pícara, se había deslizado pro todo el cuerpo de ella, terminó haciendo cumbre una vez mas en el cuello de la muchacha, extendiendo la palma sobre el mismo y rodeándolo con los dedos hasta dejar las yemas rozando la mandíbula, aferrándola en esa contorsión que realizó directamente ella sola con tal de fundirse en un beso.
Con avidez Iltharion volvió a contorsionar sus lenguas, a acariciar cada rincón de su boca, y a robarle casi con desespero, ese aliento enloquecido por los vaivenes que estremecían sus cuerpos.
La yema y el pulgar se afianzaron mas sobre los extremos del cuerpo, buscando sumirla en esa debilidad en la que se acentúan todas las sensaciones del cuerpo, como si de golpe uno pudiera prestar atención a cada roce con noción extrema, y al mismo tiempo, cubría de bruma la mente, dejando adormecida la consciencia con ligereza, permitiendo ser consciente de todo, y artífice de nada al mismo tiempo.
El aire, cálido y en un ritmo dispar, salia de su nariz para romper contra la piel de su cuello, o deslizarse hacia sus omóplatos a medida que recorría todas las pequeñas marcas moradas que se habían ejercido en sus anteriores contiendas, en un camino de besos saltarines que terminaban regando toda su piel con el freso tacto de sus labios, con sabor a menta.
La punta de la nariz del bardo trepó por la yugular, dejando un reguero con la lengua que imitaba ese sendero. Se escondió tras su puntiaguda oreja, y le hizo soltar una ladina risa entre dientes contra el reverso del cartílago.
-Lluvatar ha querido privarte hoy de que sea yo quien posea cuerdas y te revele algunos de los secretos que ocultó en su creación.-Le respondió el bardo, no solo pagado de si mismo, si no con un tono que sugería mas que sexo, si no un conocimiento real. Como si quisiera adelantar una porción de sus nociones, descubrirle las puertas a ese saber oculto y prohibido, una de las manos del bardo hizo un breve tour por las constelaciones de dichos astros ocultos bajo la carne en el cuerpo.
Iltharion movió la mano por el muslo, acariciando la suave piel por el costado, dejando caer sus dedos por la cara interna, y recorriendo con el pulgar presionando ligeramente entre el final el mismo y la cara interna de la rodilla, allí donde se doblaba, y se sensibilizaba por los nervios.
Su travesía continuó, atravesando las vertiginosas curvas de su cadera hasta su espalda, y su mano dejo separar todos sus dedos regando aquel hueco que hacia encorvar todo el cuerpo con sendos caminos de fuego. Y no se paró allí, si no que giró sinuosamente sobre sus costillas, para rozar el contorno de sus senos, repasar esa curva que ocultaban debajo, normalmente abandonada y ansiosa de afecto.
Aquel recorrido, con una lentitud casi placida con la mano, como si la misma se recreara en cada pequeño lugar en el que se detenía a bañar con sus atenciones, no disminuyó un ápice el fervor de la cadera del trovador, que seguía imparable, como si fuera moverse, sumergirse en esas tentadoras aguas el estado natural de su cuerpo. Sus envites casi enteros, pero sin llegar a emerger del todo de esa hondonada de placer, chocaban constantemente, sumando al crepitar y a la sinfonía de sus gemidos, la percusión impúdica del chocar húmedo de sus cuerpos.
El brazo que la rodeaba, y que asía sus cuerpos juntos, sobre el que se sostenía ella, permanecía en el lugar, férreo, permitiendole a ella tener un asidero, y a el asegurarse de tenerla para si mismo y no ser privado del primoroso calor de sus formas contra el pecho.
La lisonjera acusación interrumpió la irregular respiración del trovador para dejar salir su voz ronca de gozo y placer.
-Y tu una adicción que me llevará a la ruina.-Una sonrisa dichosa se esbozó en el rostro del bardo, si su fin tenía que venir de aquel modo, agradecería a la muerte el tenerle semejante aprecio.
La mano que, pícara, se había deslizado pro todo el cuerpo de ella, terminó haciendo cumbre una vez mas en el cuello de la muchacha, extendiendo la palma sobre el mismo y rodeándolo con los dedos hasta dejar las yemas rozando la mandíbula, aferrándola en esa contorsión que realizó directamente ella sola con tal de fundirse en un beso.
Con avidez Iltharion volvió a contorsionar sus lenguas, a acariciar cada rincón de su boca, y a robarle casi con desespero, ese aliento enloquecido por los vaivenes que estremecían sus cuerpos.
La yema y el pulgar se afianzaron mas sobre los extremos del cuerpo, buscando sumirla en esa debilidad en la que se acentúan todas las sensaciones del cuerpo, como si de golpe uno pudiera prestar atención a cada roce con noción extrema, y al mismo tiempo, cubría de bruma la mente, dejando adormecida la consciencia con ligereza, permitiendo ser consciente de todo, y artífice de nada al mismo tiempo.
Iltharion Dur'Falas
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