¡Mausu y ardillas primero! [Privado][Terminado]

Había fallado un par de flechas pero la torreta de asalto, osea Kendo, y se sintió aliviada con el apremio. No era una arquera nata, ella misma había aprendido viendo a alguno de sus compañeros y a ensayo y error. Se asustó un poco cuando el fuego se elevaba y comenzaba a crepitar devorando de todo a su paso y un estremecimiento la recorrió, ese lugar era tan parecido a su hogar que no quería imaginar que algo así pudiera pasar en su aldea. Sería catastrófico.

-Wow, recuerda decirme dibujar eso- dijo mirando cómo se formaban esas figuras en las manos del brujo, envalentonada por la confianza apuntaba con el arco y flechas pero se quedó congelada cuando oyó los perros salir y el calor abrazar las cercanías, el brujo no parecía para ella era un caos para el brujo parecía ser pez en el agua, la calavera invocada exploto en la espalda de uno de los cazadores y ella se despertó de su sorpresa y disparo todas sus flechas a diestra y siniestra pero solo un alarido de un perro le hizo entender que había atinado algo, y se bamboleo sobre Kendo cuando este pateo al perro que dirigía.

-Ay ya ya- Gimoteo aferrándose mientras él le decía que siguiera disparando pero notó que la rama aturdió a uno de los perros, quedaban así los dos con ganas de mantenerse alejados mas no los humanos que se embravecían. Saco la vara y –CRECE CRECE CRECE – grito con su voz chillona y sintiendo un leve empuje cuando esta choco contra uno de los hombres casi la hizo caer, pero se aferró, pero de igual manera el afectado tomo la vara y la jalo haciéndola soltar su amada varita y ella con un chillido caer de la torre Kendo, aferro la túnica lo que amortiguo la caída pero no el sentirse aturdida y algo mareada recibir otro golpe en la cabeza por la vara. Pero sirvió para aferrarla y susurrar en chillidos haciendo que se encogiera.-Son muchos

Dijo aferrando la ropa del brujo antes de quedarse sentada sobándose la cabeza.

Sonrió levemente al escuchar el elogio de la felpuda. Por alguna razón, cada vez le caían mejor los seres que se maravillaban con la magia, sin duda le ayudaría con aquel dibujo una vez terminada la faena que se había impuesto.

Las cosas parecieron complicarse un poco por momentos, Kendovlah empleaba su maestria con el elemento ajeno al lugar para quemar a los perros de una buena vez mientras que Fufu buscaba usar esa curiosa varita con propiedades mágicas que tanto gustaba, sin embargo, resulto ser un arma de doble filo en sus pequeñas garras.

La vio caerse al suelo y en su mirada el enfado contenido se hizo presente. Tomo con cuidado a la mausu y la dejo de vuelta en su hombro. —Afirmate bien, pequeña —Le sugirió con tono calmado, aunque cierto deje en este destacaba su verdadero estado de ánimo.

Aquel que quito la varita de su amiga pronto pagaría. El brujo se acerco lo suficiente con la mano sobre su rostro, tras girarla las llamas salieron disparadas sobre este a quema ropa. Ya solo quedaban dos cazadores más.

—Los de su tipo me dan asco —Inquirió tomando la varita de su amiga. Tras entregársela, movió los brazos para controlar el fuego a su alrededor. Los confundidos invasores no sabían bien como moverse por lo que poco a poco se arrinconaban más a ellos mismos, una jugada que el estratega a penas pensó y estaba resultando de maravilla.

El resultado fue el esperado. Cuando Kendovlah por fin los escuchó gritar por el pánico que sentían al ser quemados vivos, sonrió verdaderamente satisfecho. —Con eso ya no molestarán a ningún roedor más —Sentenció mientras volvía a avanzar hacía el terreno superior. Un movimiento de manos fue suficiente para que se abrieran el paso entre el fuego.

Una vez en la altura se sentó a mirar el incendio que poco a poco terminaba de quemar el hogar donde creció con sus padres. «Será lo mejor» Pensó con cierta nostalgia que se acentuaba en su rostro mientras los recuerdos fluían. Los gritos de los cazadores ya habían cesado y solo quedaban llamas que pronto dejarían un nuevo claro en el bosque.

La noche comenzaba a llegar, pasaron unas cuantas horas en silencio.

Kendovlah sonrió cuando el fuego estaba por extinguirse. Tuvo que concentrarse más de la cuenta para que el incendio no se extendiera más de lo debido.

Ya había pasado bastante tiempo, pero volvió a concentrar su éter en su mano y miro a su compañera. —Bueno, antes de ir a casa. ¿Aún quieres hacer ese dibujo? —Le preguntó con un tono bastante más calmado. Centinela no se hizo esperar, ya estaba levitando sobre su mano esperando a ser dibujado por la pequeña.