Man with a Mission[Libre][10/10][Cerrado]

　Fui para encargarme de la emboscada, listo para derrotar a cualquiera, con mi mente esbozando miles de planes en el que nadie sensato confiaría, con el éter rugiendo en todo mi cuerpo fortificado, llevando al límite mis veloces reflejos y mi capacidad predictiva para esquivar las flechas mientras, además, emanaba ondas de energía que ayudaban a desviar a las que no alcanzaba a esquivar.^[1]

　Demasiado tarde noté que corrí demás y que mis compañeros igualmente cayeron en la emboscada más atrás. «Terrible», pensé, decepcionado y frustrado.

　No obstante, Frosk el Grande logró pasar ileso y alcanzarme. Mi presencia quizás no perturbaría a los enemigos, pero con Frosk el Grande a mi lado era inevitable que la moral de los enemigos se desplomara como lluvia de vacas.

　Antes de poder hacer más, ocurrió una lluvia, aunque no de vacas, sino de proyectiles filosos precipitándose sobre nosotros desde dos direcciones.

　Aceleré mi éter y el mundo pareció ralentizarse un poco. Di un potente salto hacia atrás, giré en el aire para verme bien evadiendo flechas y tuve un abrupto impulso^[2], cambiando de trayectoria, para evadir otra ráfaga de cuchillos que reflejaban en su reluciente metal negro el resplandor de la luna. Y sé qué tantos detalles en la narración es simple parafernalia, pero se ve bonito.

　Rodé por el suelo, me incorporé sin detenerme y corrí, raudo, zigzagueando con movimientos que no siempre requerían de un suelo donde pisar, y con la mirada recorriendo con velocidad cada árbol donde surcaba una sombra y cada rama que crujía con una sacudida.^[3]


　Su carcaj siempre estaba lleno de flechas hechas para el asesinato. Eran, o así lo sentía la arquera, una representación de su instinto asesino, de su desprecio por la vida, y por eso casi siempre acertaba, sobre todo en aquellos cuya voluntad de vivir era mucho más débil que ella.

　Sin embargo, ni una sola vez conseguía atinarle un disparo. Aquel elfo era realmente veloz, tenía que admitirlo. Pero lo que más suscitaba preguntas era su capacidad acrobática. Ella, incluso en su mejor momento, cuando su vida era ser una acróbata excepcional que desafiaba los límites humanos, jamás podría haber conseguido realizar movimientos semejantes.

　Su corazón, que tanto tiempo latió con monotonía, aceleró su pulso, reflejando un sentimiento inusitado que había olvidado mucho tiempo atrás… No, una vida atrás.


　Suficiente tiempo transcurrió para permitirme entender el estilo y capacidad de lucha de, por lo menos, la arquera. Su velocidad, su patrón de movimiento, los breves periodos en que no disparaba… Entonces vi la oportunidad.

　Una rama crujió, revelando que fue usado de soporte para un salto. Basándome en eso, calculé a dónde se dirigía la arquera. Sin detenerme, disparé un haz de luz hacia el punto donde caería.^[4]

　Una flecha fue disparada para interceptarlo. Mi proyectil de luz viró en el aire, esquivando la flecha, y reanudó su rumbo.

　Entonces mi proyectil llegó al lugar. Escuché un golpe seco y el árbol se sacudió levemente. Mi proyectil, no obstante, aún no había estallado; siguió de largo sin haber tocado nada. Lo hice volver y que se mantuviera trazando un círculo.

　Pronto logré acercarme lo suficiente para ver una figura oscura caer y rodar, no sin escuchar también sus quejidos e improperios, y se escabulló en el cobijo de sombras entre los árboles. Sacrificó un buen aterrizaje a cambio de eludir mi ataque, supuse. No lo pensé más y me precipité en otra carrera.


　En sus primeros años, había estado maravillada ante las piruetas y saltos que, en ese momento, le parecían imposibles. Sus padres eran verdaderos magos para hacer tales acrobacias, pensaban ella y su hermano menor. Tiempo después, cuando ella inició en el camino del acróbata, volvió a pensarlo; ningún salto terminaba bien, y los que apenas podía hacer carecían de toda gracia. Necesitó bastante tiempo, esfuerzo, muchos huesos rotos y más para alcanzar el nivel de sus padres.

　Entonces, al fin, ella experimentó aquella mágica sensación a través de sí misma, en el aire, con su corazón latiendo con emoción y la adrenalina desbordándose. Era en aquellos momentos en que podía despojarse de sí misma y sentir un éxtasis más allá del mundo. Entonces era ella la que hacía que su hermanito sintiera la magia, impresionándolo como lo hacían sus padres, y ella también disfrutaba verse reflejada hermosamente en los ojos de él, pues la belleza del reflejo era símbolo de la admiración y el amor de su hermanito hacia ella.

　Luego la magia se perdió, cuando su vida en el circo terminó.

　Aun así, en su nueva vida, jamás creyó que volvería dar un salto que terminara mal.


　Hubo un pequeño resplandor azul en la oscuridad, creciendo rápidamente… No, acercándose. Ladeé la cabeza enseguida. Pasando cerca de mi oreja, la flecha cortó el aire con un agudo silbido que culminó al clavarse en un tronco. No me detuve a mirar el tenue brillo azul en su punta.

　Avancé hacia donde provino la flecha, hacia una figura oscura que se preparaba para disparar de nuevo. Aceleré mis pasos. Una nueva flecha, también con una leve luz azul, se disparó, pero hacia un árbol justo al lado.

　Antes de poder preguntarme cuál podría ser el motivo de tal acto, las dos últimas flechas destellaron y se convirtieron en el inicio y el final de una translúcida pared de energía azul. Expulsé éter al frente para frenar en seco, evitando por poco estamparme contra la barrera.

　–No puedes entablar buenas relaciones si no vences tu instinto de levantar un muro entre tú y los demás –dije, fallando en impregnar un tono jocoso en mis palabras, mientras examinaba el muro. «Dos metros de altura», noté que medía aquello–. Pero descuida, pronto seremos cercanos y llegaré a tu corazón. –Con mi espada, por supuesto.

　Separé las dos espadas que componían a Doppelsäbel, potencié mis piernas, di un gran salto, pasando sobre la barrera, y di un vistoso giro que, para variar, fue necesario, pues lo aproveché para arrojar una espada hacia la ubicación de la arquera y la otra hacia donde supuse que ella saltaría para esquivar la primera.


　Aunque su pasión eran las acrobacias, podía apreciar las maravillas de los demás miembros del circo, pues tenían dones que ella no tenía. Lanzar cuchillos, con extrema precisión, en un juego que podría costar una vida por el error más mínimo… siempre le ponía los pelos de punta, y le fascinaba. El ilusionista, cuyos trucos carecían de verdadera magia, siempre le intrigaba y le asombraba de igual manera, y podía durar días preguntándose cómo se hacían aquellos trucos.

　El mundo era maravilloso, un gran circo donde cada persona tenía su talento para brillar, donde cada alma era tan valiosa como las demás.

　Eso fue en su vieja vida. En la actualidad de esta historia, ella podía superar a esos dos miembros del circo, lanzar cuchillos con grandes trucos de magia en medio de acrobacias. Hasta sonaba absurdo, aunque no tanto como lo era que aquel elfo la superara con facilidad, como si ella no fuera nada.

　Por poco no evadía la primera espada. La segunda, sin embargo, dibujó una profunda línea sangrante en su hombro izquierdo. Gruñó apretando los dientes, pero se obligó a seguir con el plan. Gracias a la maldición berserker, podía hacerlo.

　Clavó en el suelo, justo delante de ella, la última flecha azul, que se conectó a las otras dos materializando un par de barreras, encerrando al elfo en un triángulo brillante.

　Disparó otra flecha, esta vez al cielo. La flecha irradió un brillo ámbar y se fragmentó en decenas de trozos incandescentes. Luego todas se precipitaron hacia tierra en una lluvia de fuego y destrucción concentrado dentro del triángulo, el cual llegó a su límite y se desvaneció.

　Tragó saliva. No había notado que estaba empapada en sudor. Y el interior de su pecho era golpeado sin tregua por su propio corazón en frenesí, pero no era por miedo, sino por algo más, una sensación familiar, aunque lejana, que ya ni podía identificar, pero le hizo recordar a aquellas personas del circo que tiempo atrás despertaban su asombro y admiración.

　Escuchó un zumbido emerger tras ella y vio sus alrededores iluminarse por algo. Se volvió y disparó otra flecha sin preguntarse quién era.


　Cuando la ráfaga de explosivos naranjas cayó, me pareció demasiado trabajo evadirlo con normalidad y opté por el sencillo plan de hacerme intangible.^[5] Una humareda se levantó en el sitio, beneficiándome al ocultarme. Inevitablemente sonreí con malicia y me sumergí en la tierra.

　Pasaron unos segundos hasta que emergí a la superficie, habiéndome desplazado varios metros desde la extinguida prisión triangular. Tenía frente a mí la espalda de la arquera. Sería sencillo darle el golpe final.

　Y la infeliz logró notarme y reaccionó disparando. Por suerte, aún no me había materializado, pero lo hice justo después de que la flecha me atravesara. Salté hacia adelante, convertí a Retniw en espada^[6] y lancé una estocada.

　La arquera rodó hacia un lado, no sin una nueva herida en su costado, y disparó otra flecha hacia algún lugar, una flecha que tenía una cuerda conectada a su carcaj. Me lancé hacia la arquera, pero salió disparada hacia la última flecha, quizás por algún mecanismo que recogía la cuerda.

　Por suerte, había algo mío en esa dirección. Hice que mi proyectil de luz, que había seguido girando hasta entonces, se dirigiera hacia un lado. Estalló con la cuerda, rompiéndola en el acto. Y, de inmediato, di un enorme y veloz salto potenciado hacia la arquera, que no podría esquivarme estando ella en el aire.


　Cuando su vida en el circo terminó y consumió su venganza, se había olvidado de lo que era sentir el vértigo de la aventura, el placer de la adrenalina, el éxtasis de la libertad. Se había olvidado de quién era.

　Cuando la cuerda se rompió, su mente se llenó de recuerdos, de imágenes de su antigua vida de acróbata. Recordó cómo se reía, cómo se emocionaba, cómo se sentía viva al verle la cara la muerte, en lo amada que se sentía al verse en los ojos de su hermanito. Eran las sensaciones intensas que buscaba llenar enfrentándose a enemigos fuertes o mimando excesivamente a los niños que encontraba, pero nada logró cumplir su anhelo.

　Sintió un deseo ardiente de seguir viviendo, ahora más que nunca, ahora que había recordado lo que se sentía estar viva. Quería volver al circo, volver a sentir la magia de la vida. Quería vivir. Debía vivir. ¡Necesitaba vivir!

　Se giró en el aire y encaró al elfo. Como arquera, siempre había disparado para provocar la muerte. Había estado perdida, pero ya no más. Esta vez dispararía una flecha para vivir.

　El carcaj estaba vacío.


　Tras propulsarme con éter,^[2] alcancé a la arquera y ejecuté un fulminante corte giratorio, aprovechando toda mi fuerza e impulso mágicos. Mi espada cortó a través de la frágil piel, huesos duros y explosivos órganos internos, seccionando a la arquera en dos y desencadenando un despliegue de sangre y vísceras.

　Aterricé rodando y, cuando me detuve, no encontré fuerzas para levantarme enseguida. Mi respiración era profunda y entrecortada. Me coloqué boca arriba y con los brazos extendidos a los lados.

　–Una escoria menos –dije simplemente, entre jadeos, con el agotamiento opacando la satisfacción de haber contribuido en hacer del mundo un lugar mejor.

　Noté un cúmulo de éter flotar donde finiquité la vida de la arquera. Con algo de dificultad, me incorporé, abrí la boca y aspiré.^[7] Ella había sido una criminal, pero por lo menos su éter residual serviría para alimentarme a mí, un jinete de la justicia. Así, finalmente, su vida habría tenido valor, gracias a mí.


　Esto ya es mucho texto, pero tampoco hay mucho que decir sobre Xana. Sobrevivió, chilló, vio a hacer lo suyo una falsa Reike, que no era tan falsa como la Falsa Reike, pero sí más que Reike a secas, que tampoco era completamente real si nos ponemos a pensarlo más, y luego luchó por contener las lágrimas por el dolor.

　Emociones oscuras, mientras tanto, pugnaron por estallar, ahora más que nunca, pues Xana no había recibido un daño de tal nivel desde hacía años. Su dolor le recordaba que seguía siendo, a pesar de su inmenso poder, vulnerable a la muerte, y que aún podría no ser capaz de salvar a otros.

　Su oscuridad, las espinas de esta flor de justicia y pétalos de luz, la empujó a clavar su lanza en la cabeza de quien había ido a por la nutria. Eso no lo mataría permanentemente, no con su lanza^[8]; fue simple sadismo vengativo. Y cuando Xana fue consciente de que sus propias espinas se clavaron en sus pétalos, algunas lágrimas consiguieron escapar y surcar las mejillas, atravesando los intrincados tatuajes de un pasado terrible.

El improvisado plan había funcionado mejor de lo esperado, mejor dicho, fue una cosa muy barbara en la que no tenía adjetivos para describir tan semejante combinación de cosas.

Ahí estaba sentada de culo al piso cuando la fantasma, que ahora no lo era, y a la cual bauticé Barbara Yaga (Caoimhe) sugería que nos marcháramos de ahí en silencio y sin llamar la atención, cosa que era secundada por el de cabellos de en sueño. Dichosos ellos que podían moverse tan libres en la oscuridad, para mí el "sigilo" no cabía en esa ecuación cuando obviamente necesitaba luz para continuar.

Luego de fijarme que ninguno de los presentes no estaba herido, me levanté de mi sitio con ayuda de Meleis que seguía alerta ante cualquier imprevisto. Tomé un par de biusas que estaban cerca de mí y las guardé en el lugar más seguro que tenía, mis pechos, seguro nos servirían para el camino.

- En fin... los sigo. - Agregué con ligero retraso pues ya dos de ellos se habían adelantado. Por suerte llegamos justo en el instante en la que un guardia a caballo se acercaba.

- Meleis. - Fue la orden suficiente para que el dragón se dirigiera hacia este logrando así que el el asustadizo caballo se levantara sobre sus patas traseras haciendo que su jinete cayera al suelo llevándose un fuerte golpe. Estaba aturdido pero lo bastante consciente que mientras se retorcía intentó buscar algo. Meleis, no le dio tiempo de llegar a lo que fuera que buscara, sus dientes afilados fueron directo hacia su cuello acabando así con la vida de este.

- Bien hecho. - Sonreí orgullos. Meleis había resultado ser un aliado de más utilidad para Zelas que yo en aquella travesía. - Andando, ellos ya lo dijeron, pero hay que encontrar al resto. Zelas aún no lo siento en el rango, mi pecho no vibra. - Aclaré o no. Tal vez Gaegel si seguía detrás sí entendería.   

Con tan solo un poco de la fuerza bruta de Bluto y la ayuda externa de sus valientes compañeros, el bio-cibernético logró liberarse de los dos guerreros que habían cargado directamente contra él. No pasó por alto la oportunidad de expresar su gratitud a Reike por su intervención, mostrando su agradecimiento con un sencillo gesto de asentimiento.

Erika llegó a su lado para ver si necesitaba algún tipo de asistencia. Lo habían golpeado e incluso se llevó un flechazo, la resistente armadura que envolvía al valiente bio-cibernético había mitigado el daño que los viles enemigos intentaron infligirle.

La luz de la luna se reflejaba en el campo de batalla. El viento susurraba, como si la naturaleza misma les animara en su noble causa. En medio de la contienda, todos aquellos valientes eran como personajes de un cuento de caballeros y dragones, dispuestos a enfrentarse a cualquier desafío en busca de la victoria y la justicia.

Erika recibió el regalo de Corlys con agrado [1]. Lo miró, curiosa y se lo puso al instante, aunque ciertos remordimientos resonaban en su cabeza, ¿Sería lícito transformarse de nuevo? Ya había deshonrado una vez su sangre aquella noche.

-Bluto, ayuda a Frosk. Yo me quedaré por si me necesitan aquí.

-Entendido.-Asintió el ser de metal.-Tenga cuidado, señorita Erika.

El tal Judas le hizo un comentario a Erika que la hirió levemente en su orgullo. ¿Era una inútil? No podía contrarrestar dicha afirmación, ya que hasta ahora los que se encargaban realmente de las peleas eran Frosk y Bluto mientras ella se mantenía al margen apenas pudiendo sostener la espada de su padre que tanto le pesaba. No supo qué responder y se quedó mirando al suelo durante tantos segundos que casi le pareció una eternidad. Al final, optó por asentir.

-No se preocupe, señorita Erika. Usted no es ninguna inútil. Seguro que encuentra la forma de ayudar.-Le dirigió una mirada a la dragona antes de marcharse y llevar la delantera del grupo rezagado.

Frosk llegó junto a Mordred al epicentro de la emboscada, si es que se le podía llamar así. Con la espada y el escudo en cada mano, apretó con firmeza sus agarres y se dispuso a enfrentar lo que sea que se les viniera encima, tal y como era de esperar en un héroe de cuento.

Lo que se les vino encima fue una lluvia de flechas que el anfibio ni por asomo esperaba, ay que alcanzó a ver dos siluetas en el campo de batallas antes de preocuparse por los proyectiles. Se preguntaba si habían más malvados escondidos o si realmente aquellos dos habían sido los artífices de esa emboscada.

Mordred había usado una habilidad demasiado llamativa para zafarse de la lluvia, lo que, de nuevo, asombró al hombre-rana. Hinchaba y desinflaba tanto el saco vocal que ya ni se distinguía si estaba nervioso o asombrado por cada cosa que pasaba.

Tras la majestuosa acción del peliblanco, a Frosk únicamente le quedó protegerse con su escudo como si de una tortuga se tratase. Por suerte, su tamaño le permitía hacer tal cosa, y su piel gelatinosa no era un problema para encogerse y hacerse casi una bola.

Cuando la lluvia de flechas acabó, Frosk volvió a ponerse en pie. Vio que el elfo estaba enfrascado en una refriega con una de las siluetas, por lo que lo más inteligente sería que él se encargara de la otra. Sin más, se enfrentó con decisión al misterioso arquero vestido de negro en cuanto este hizo su aparición no sin antes hacer silbar una flecha que pasó a pocos centímetros de la cara del anfibio, lo que hizo que se sobresaltara y croara. Con su espada desenvainada y su escudo firme en su otra mano, Frosk el Grande, si dispuso listo para la lucha.

El enmascarado arquero desprendía una aura de peligro. Sus movimientos eran fluidos, como si la oscuridad misma le protegiera. Cargó su arco con una flecha negra y disparó con una precisión asombrosa. La flecha zumbó en el aire, pero Frosk, con una destreza asombrosa, levantó su escudo y desvió el proyectil hacia un lado. Una sonrisa juguetona se asomó en el rostro del hombre-rana.

El arquero, en silencio, guardó su arco y desenvainó un par de cuchillas afiladas con el color de la noche. Se abalanzó hacia Frosk con una agilidad felina, sus movimientos envueltos en sombras. Frosk bloqueó los feroces ataques del enmascarado con su escudo, chocando las cuchillas con el metal resistente.

Frosk apartó de un empujón con su escudo al arquero, y la batalla continuó en un torbellino de movimientos ágiles y ataques astutos. El arquero lanzó cuchillas envenenadas que Frosk esquivó con gracia, demostrando su agilidad anfibia. Frosk, por su parte, contraatacó con golpes certeros de su espada, obligando al arquero a retroceder.

El enmascarado arquero, viendo que no podría vencer tan fácilmente a su peculiar oponente, se retiró a las sombras. Se camufló en la oscuridad como un espectro, confundiendo a Frosk momentáneamente.

-¡Croac! ¡Eso es trampa!-Se quejó.

De repente, el arquero emergió de las sombras y lanzó una serie de flechas mortales hacia Frosk. El hombre-rana, con reflejos veloces, bloqueó y esquivó los proyectiles como un malabarista. Cuando el arquero finalmente apareció ante él, Frosk dio un poderoso salto y asestó un golpe descendente con su espada.

El sombrío oponente no tuvo problemas en esquivar el ataque retrocediendo de un salto y alejándose para tomar distancias con respecto a Frosk.

Era un oponente complicado, mucho más poderoso que él, y la falta de ayuda solo le hacía plantearse que quizás no había sido buena idea lanzarse a ciegas, aunque el amigo elfo necesitara su ayuda.

Una vez que aquel brujo en llamas terminó por desplomarse por tremendo ataque combinado, no pude sino suspirar en señal de alivio. Podía notar cómo el calor que inundaba el lugar comenzaba a cesar, por lo que comencé a caminar hacia el cadaver de Zieg. Al estar allí. Posé mi pierna en el pecho del hechicero muerto. - Lo siento. Nada personal. Bueno. Tal vez un poquito. - Dije mientras sacaba mi gran espada de su cuerpo y la guardaba en su vaina.

Hecho eso me acerqué al grupo. La primera en hablar fue la mujer de cabellera negra. Ella sugería seguir avanzando. Por lo que me parecía una idea elocuente para nuestros propósitos, estaba asintiendo con la cabeza cuando escuché la negativa del hombre de cabellera oscura. El parecía negarse, pero tenía un plan. Pero mientras hablaba, no pude evitar cruzarme de brazos y luego rascarme la barbilla. Era evidente la confusión en mi rostro. - ¿No es lo mismo que ella dijo? - Dije sin poder ocultar la confusión que había en mi mente mientras que arqueaba mi ceja derecha.

Al final terminamos por hacer lo que se había sugerido al inicio y comenzamos a avanzar. Más adelante nos encontramos con uno de los hombres de Zieg, el cual fue rápidamente neutralizado, por lo que no tuve la necesidad de actuar en absoluto. Al escuchar las palabras de Mera asentí levemente. - Tienes razón. Pero descuida, el estará bien. Ya sabes que el siempre encuentra la manera de salir airoso de cualquier situación. - Le sonreí a la mujer dragón.

Lo que pasó a continuación con las gallinas me dejó estupefacto. - Pero... Son solo unas pobres gallinas. - Miraba confundido aquella escena. - No te fijes demasiado en eso perro. E oído rumores de que los elfos no se llevan bien con las gallinas. - Dijo Ryra así sin más. - Esto voy a tener que investigarlo con Zelas. - Dije aún confundido por aquella situación.

Atuendo de Gaegel y Ryra:

Inventario:

Una vez acabado con todos los soldados que habían salido a retrasarnos, volvimos a juntarnos para continuar el avance hacia Rauko y Frosk. La dragona aceptó mi regalo, mientras que el misterioso enmascarado nos contaba su plan. Parecía coherente, el bio-cibernético nos serviría de escudo mientras le ayudaba a moverse en la oscuridad para que aquellos que pudiesen atacar a distancia pudiesen aprovechar la distracción para atacar.

- Suena como un plan. Vamos Bluto.- Y me puse en marcha junto al acompañante de la rana, aunque antes me giré de nuevo hacia el estratega para comentarle una última cosa.- Y no seas tan duro con la niña, la desmotivación no va a ayudarnos a ganar esta batalla.

Mientras tanto, Teufel estaba viendo como Xana empalaba al soldado restante, pero en la cara de la elfa se notaba un gran dolor. Sin entender muy bien que la pasaba, la mujer bestia fue hasta Judas para coger la poción que les ofrecía y se la llevó a Xana^[1], aprovechando que con la emoción de la batalla ella seguía fresca como una lechuga, o al menos fresca como una lechuga rabiosa^[2]

- Oye, ¿estás bien?

Avancé rápidamente junto al biocibernético, pero lamentablemente, cuando teníamos algo parecido a un plan ya no quedaba combate. Para cuando llegué solo pude ver como Rauko acababa de forma espectacular con la arquera y otro tipo escapaba de combatir contra Frosk.

- Mierda, ya se nos han vuelto a escapar. Está claro que están dominando el juego desde el principio, estamos haciendo lo que quieren que hagamos, y cuando no estamos corriendo como pollos sin cabeza van ellos y desaparecen. Espero que esta vez nadie decida lanzarse sólo tras él hacia otra emboscada.- Me detuve un momento a mirar hacia mi alrededor.- Aunque hay que decir que eso ha salido sorprendentemente bien. Igual uno ha vuelto a escapar, pero buen trabajo, habéis luchado un dos contra dos con esta gente y no sólo seguís enteros sino que os habéis cargado a una.

Una vez reunidos seguimos avanzando hasta que encontramos una encrucijada y nos encontramos también con el otro grupo que habíamos perdido al ir a la isla. Bueno, con todo el grupo que se había reunido en el acantilado a excepción de nuestro intrépido líder, que seguía desaparecido, y con la aparición de un elfo de pelo negro que no sabía de donde había salido.

- Que bueno que sigamos todos vivos, pero faltando Zelas igual toca volver a separarse, por eso de que al menos pueda llegar alguien a ayudarle. Aunque igual antes de eso estaría bien encontrar una forma de comunicarnos a distancia por si alguien le encuentra, o yo que sé.

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Al fin teníamos tiempo para un respiro, Frosk y Mordred habían podido sobrevivir e incluso hacerse cargo de la arquera. Muchos números faltaban y la idea de enfrentar a los rangos superiores solo me hacía pensar que el hecho de haber llegado tan lejos ya era un logro o incluso un milagro. La convocatoria no hablaba de acabar con la Dark Order, nuestro asalto ya tendría que valer todo el dinero que ofrecía Zelas y sabia que Gnosis ya estaría conforme con la información que había obtenido y el eliminar un par de miembros.

Seguimos avanzando hacia el centro de la isla, recorriendo un tramo dibujado en la tierra por el bosque en dirección al norte, pensando en el mapa que fugazmente habíamos revisado anteriormente y solo nos invita a seguir hacia delante.

No parecía haber amenazas cercanas, por lo que el camino nos permitía recobrar el aire y sanar nuestras heridas. Corlys y Reike habían tomado la delantera mientras conversaban sobre como los de la Dark Order parecían adelantarse a nuestros pasos. Era obvio que conocían nuestra presencia incluso desde antes de llegar, era un trabajo descuidado, pero no había momento para lamentarse, solo podríamos seguir en la misión suicida y esperar debilitar lo suficiente al gremio oscuro como para hacer valer el viaje y las posibles pérdidas.

Tras abandonar el bosque y llegar a un pequeño caserío. Los otros mercenarios estaban allí esperando, con sangre en el suelo y plumas por los aires, era toda un escena. Estaban vivos, pero preferí mantener la distancia, separarme mientras otros se acercaban alegres por el reencuentro. Olían horrible, incluso debajo de la máscara sentía la peste en sus ropajes. Por lo que mi desprecio y rechazo hacia ellos tenia ahora más argumentos.

Zelas seguía ausente, y ahora al frente teníamos varias formas de proceder, tres caminos que apuntaban en diferentes direcciones. El mapa no nos ayudaba en conocer a donde se dirigían esas rutas, las mismas podrían conducirnos a una salida, una trampa o al líder de la Dark Order.

Quizás la misión ya habría sido un éxito, pero dudaba que el resto de mercenarios se sintieran satisfechos sin encontrar al rubio de espadas absurdamente grandes. La mayoría seguramente continuaban confiando en él aunque estuviese ausente y no me seguirán si sugería la idea de abandonar la isla en ese instante, victoriosos con la caída de algunos números.

Mientras el resto se entretenía en nimiedades y conversaciones inútiles, revisé mis armas y objetos, contabilizando todas las herramientas que aún disponía para continuar. Ajusté mi armadura y mis prendas oscuras, mi hombro ya estaba sano gracias a la intervención de la bruja. Me acerqué a aquellos que consideré más competentes, o al menos conocía con mayor detenimiento, ya que habíamos peleado juntos y ya tenía su perfil con detalle en mi cabeza.

Separarnos sería dividir nuestras fuerzas y bien lo dices, ellos tienen el control. - comenté mientras rechazaba la comida que la bruja ofrecía. Alimento sin nutrientes para alguien con la sangre maldita. - El ofrecernos tres caminos significa que ellos asumen que contemplamos este dilema, lo racional e inteligente sería ir juntos, pero - dije con gran amargura viendo a los compañeros que olían a orine. - ellos saben que nuestro grupo no es el más racional ni inteligente. - comenté impotente apretando mis puños sabiendo como era insultado por la Dark Order por estar en aquel grupo de mercenarios “brillantes”. - por lo que seguro también tendrán que dividir sus fuerzas para poder abarcar más terreno y cubrir las tres rutas. Quizás podemos usar esto a nuestro favor y seguir aprovechando la ventaja numérica, incluso separándonos. - Sabía que era absurdo basar nuestro plan en seguir la trampa de nuestros enemigos, pero ya había pasado con la emboscada en el bosque, quizás podríamos ganar si la suerte seguía de nuestro lado.

Tratemos de complementar nuestras habilidades y seamos cautelosos. Si alguien se topa con algún número alto corran y recen. Entiendan que las bajas que hemos logrado no se pueden comparar con aquellos miembros con dos dígitos… si la información que manejo es correcta - aunque la misma parecía más una leyenda - ni siquiera todos juntos podremos con ellos. Hay que saber hasta dónde podemos morder.

Si nos topamos con V, que ni siquiera era el primero al mando, moriríamos todos sin oportunidad alguna. No quería asustar a mis compañeros, pero era realista y evitarlo era lo más sensato. Esperaba que mis advertencias fuesen escuchadas y me dispuse a terminar de analizar con quién podría hacer equipo. Prefería a aquellos que ya sabía como peleaban, además que no soportaba el olor de los otros.

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Off
Técnicamente, no tendría sentido separarnos jajaja, pero el poder del guion se respeta, así que lo respaldo.

Con el asunto del mal de las vacas locas pero en gallinas, tomé la delantera y seguí avanzando guiada por la luz de mi moneda a través de la bruma en aquel bosque tropical. Meleis no se despegó de mí siguiendo mis pasos muy de cerca, ahora que nos alejábamos de la costa necesitaría de su aliento draconico si quería resistir a lo que se avecinaba.

El vibrar de mi medalla seguía del mismo modo, por lo que podía inferir que solo Gaegel seguía cerca de mí, aunque no sabría por cuánto, tampoco tenía señales de Zelas, rezaba a los dioses por su bienestar.

Una intercepción en el camino del que solo podía escuchar lejanos cacareos me llevó a tomar una decisión. - ¿Tú qué dices? ¿Ese?- Señalé a uno de ellos recibiendo un bajo rugir como respuesta de mi hermano. - Bueno, andando, con algo de suerte los demás pueden seguir la luz... no la luz ... Bueno ya sabes, la del cuello... en fin... ¿Cuántos locos quedarán? No sé porqué te estoy preguntando esto ahora si no puedes contestar, pero supongo que es para liberar la tensión. Tengo tantas lagunas últimamente y una  sensación de vacío que necesito drenarlo de algún modo. - Seguí hablando sola en la medida que Meleis solo escuchaba y bufaba o gruñía en son de respuesta.

Todo estaba inusualmente tranquilo... aferré mi mano al mango del látigo.    

Se mantuvo escondida entre las sombras.  Su espada seguía manchada con la sangre de aquellos que habían caído bajo ella. La limpio de manera concienzuda con las plantas de su alrededor sopesando sus opciones. Tampoco tenía muchos recursos. La biusas habían bajado considerablemente en número y no se le ocurría una manera efectiva de llevarlas tocas. Así que tan solo se cargo las que pudo y esperó que aquello fuese suficiente.

El grupo parecía reafirmarse en una decisión cuestionable de separarse para... ¿Morir más apresuradamente? Lo cierto es que no le importaba demasiado. Su objetivo principal siempre había sido Zieg, y una vez derrotado Caoimhe se preguntaba de manera juiciosa qué diablos seguía haciendo allí sumida en el olor nauseabundo de lo que sea que le toco bañarse.

Su plan era simple: Necesitaba evitar a cuantos más enemigos pudiese para en algún momento alcanzar los aposentos del destruido Zieg y con suerte encontrar notas o informaciones que le fuesen útiles en sus quehaceres diarios.El resto del grupo parecía tener objetivos particulares demasiado serios. La voz masculina de alguien a quien Caoimhe creyó haber oido en algun otro momento le perforaba el tímpano: Hablaba de la manera condescendiente de alguien con la seguridad suficiente de enfrentarse a un ejercito imaginario y aún esperar la ovación de un público real.  No estaba muy segura de dónde exactamente recordaba esa voz, pero decidió ignorarla protegida como estaba entre las sombras.


Algo le decía que el resto de horas hasta que al fin diesen alcance al último de la organización no iban a ser fáciles. Más a su favor para intentar escindirse de manera fugaz en algún momento. Tampoco es que la necesitasen demasiado. Y ella tenía sus propios motivos.

Decidió esperar a que el resto del grupo se  dividiese para unirse a quien quiera que quedase dispar.


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Off: Cao tiene un ulterior motive para unirse a quien sea que se deba unir, Con suerte puede alcanzarlo antes de morir jajaja

　Al reencontrarme con Frosk el Grande, descubrí el resultado de su ardua lucha contra el enemigo restante. Como era de esperarse, dicho enemigo no tuvo otra opción más que huir por su vida y Frosk seguía ileso.

　–Parece que el otro no pudo contigo, ¿eh? –felicité al héroe rana. De no haber tanta diferencia entre nuestros tamaños, le habría dado una palmada de camaradería en el hombro, pero me limité a sonreír–. Fue bueno contar contigo para quitármelo de encima. Habría sido complicado lidiar con esos dos enemigos a la vez.

　Al poco tiempo llegaron el resto de nuestros compañeros emboscados. El aspecto que tenían, sin embargo, borró mi sonrisa, sofocando el buen ánimo en preocupación.

　–¿Qué les pasó? –quise saber–. Les había dicho que yo me encargaría de la trampa por ustedes –repliqué como si cualquier otro plan no fuese mejor.

　Xana también parecía haber pasado por un mal momento. El único vestigio de alguna herida física era un pequeño agujero en la prenda que cubría una de sus piernas.

　Anteriormente, Xana le respondió con un lento asentimiento de cabeza a Teufel y, con una débil sonrisa, aceptó la poción. «Gracias. Y no te preocupes, estaré bien en un momento», es lo que le respondió a la nutria entonces, antes de sanarse y continuar el camino intentando dejar sus sentimientos detrás, en el nuevo cementerio sin ataúdes. «Debes ser fuerte», se dijo internamente a sí misma, «o volverás a ser una carga».

　–¿Estás bien? –le pregunté en cuanto me acerqué a ella, regresándola al presente.

　–Estaré mejor si dejas de lanzarte en ataques suicidas –repuso con una sonrisa socarrona que fracasó en no parecer forzada.

　–Creo que para eso ya es demasiado tarde para todos nosotros –dije correspondiendo el intento de sonrisa.

　–Sabes a lo que me refiero –replicó, mirándome con gravedad, y me pellizcó la nariz, arrancándome un quejido–. No te hagas el ganso ahora.

　–Lo intentaré –accedí en cuanto me liberó.

　Luego de aquel intrascendente intercambio de palabras, continuamos con el grupo hacia un punto donde fuimos bendecidos con un reencuentro con el otro grupo, brindándonos un momentáneo alivio antes de la siguiente tormenta de violencia, sangre y quizás plumas.

　–¿Por qué huele tan raro ahora? –pregunté, intrigado.

　–Por el bien de ellos, creo que es mejor no preguntar –dijo Xana, a media voz, y su rostro pugnaba por evitar cualquier mueca de asco.

　Una sensata discusión sobre la estrategia que debíamos tomar surgió. Observé a mis compañeros y los nuevos grupos que se formaban. Uno ya estaba bien nutrido, tenían madera de luchadores y había buena química entre sus miembros, así que yo no hacía falta. El otro podía contar con Frosk el Grande, así que su supervivencia estaba garantizada, a pesar de que Destino también estaba. Por lo tanto, era mi deber ser el éxito con Meraxes y Meleis.

　–Hola, colegas norteños –les saludé sacudiendo una mano cuando los encontré–, qué bueno que llegaron, los estábamos esperando –añadí, aunque hacía rato que ellos habían llegado–. ¿Estás bien? –Examiné con la mirada a la dragona. Para mi desgracia, también fue inevitable hacerlo con la nariz–. ¿Quieres un baño? ¿Una biusa? –Miré a su compañero escamoso, que, a pesar de todo, no padecía de desprender mal olor–. Veo y huelo que estás mejor que ella. Eso es bueno. Toma una biusa. –Generé la fruta^[1] y se la lancé antes de volverme hacia Meraxes–. No quiero preguntar qué pasó, pero… Bueno, ¿qué pasó?

　La tolerancia a su olor terminó de desvanecerse a los segundos. Generé otra biusa, la apachurré y froté la crema resultante en los brazos de Meraxes.^[1]

　–No te resistas, déjate querer –le pedí, concentrado en mi labor de aprovechar las fantásticas propiedades de limpieza de las biusas–. Flojito y cooperando, flojito y cooperando –canturreaba en voz baja mientras intentaba limpiar cual madre mimosa, usando biusas para despegar la suciedad y ondas de éter para escurrir la crema suculenta–. Ains, esta mancha no se quita…

Pasó un rato en el que pudimos aprovechar para descansar, y por qué no, Ryra y yo nos deleitamos con la gloriosa refriega en la que el elfo de cabellera oscura tuvo con aquel escuadrón de gallinas. Una vez que todo eso concluyó, seguimos nuestro camino, en el que mientras avanzábamos, nos reencontramos con el resto del grupo de convocados por Zelas. Pero no había rastro del no elfo. No podía evitarlo, aquello me tenía algo intranquilo, pero confiaba en su compañero y líder de trabajo. Tenía la esperanza de que lo volveríamos encontrar más adelante.

Llegamos al fin a un lugar donde el camino se dividía en tres. Miraba de un lado a otro, como si esperara que los dioses me dieran algún indicio de qué camino seguir. Pude notar cómo sugirieron volver a separarse, ahora en tres grupos. Aquello hizo que mi rostro gesticulara una mueca de desaprobación, pero bueno. Estábamos en una situación en la que nuestros enemigos tienen la ventaja del terreno. Y si ellos esperaban que nos dividiéramos, eso también los obligaría a dividir sus fuerzas. Sin lugar a dudas enfrentarse a sujetos como el anterior en equipo sería una tarea titánica, por lo que por ahora tendríamos que seguir su juego y vencerlos en su propio terreno.

Pude notar cómo poco a poco los miembros de esta expedición comenzaban a elegir su propio camino mientras yo los veía andar. Y allí vi como Mera comenzaba a tomar uno de esos caminos. Fue en ese momento cuando vi mi pieza metálica. Si queríamos encontrarnos a Zelas, lo mejor sería dividirnos, de esa manera podríamos rastrearlo en un espectro más amplio de terreno.

En eso noté que el último camino no había sido elegido por nadie en concreto, por lo que suspiré levemente. - Pues, la tercera es la vencida. - Dije en voz baja para luego ver cómo el elfo de cabellos negros tomaba ese camino. Eso me causó algo de sorpresa, lo cual pudo ser apreciado por Ryra. - ¿Qué pasa, Gae? - Preguntó con una sonrisa burlona. - No pasa nada. - Dije haciendo un puchero. - Oh vamos... - La bruja se colocó atrás de mi, colocando sus manos en mis hombros. - Estoy segura que por este camino la pasaremos muy bien. - Tras el comentario de Ryra volví a suspirar. - Eso no lo puedo negar. - Y así sin más comencé a andar por ese camino. Mientras nos adentrábamos por ese paraje, miraba de un lado a otro, con pasos cautelosos, a la espera de que aparecieran más esbirros, o alguno de los miembros relevantes de la Dark Order.

Atuendo de Gaegel y Ryra:

Inventario:

Frosk, lleno de orgullo y valentía, respondió con decisión, desafiando a su misterioso oponente.

-¿Estás ciego? Por supuesto que sí-Exclamó, su voz resonando en el claro del bosque. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, el enemigo desapareció sin pronunciar una palabra más. Frosk, todavía lleno de energía, se quedó en guardia, preparado para cualquier eventualidad.-¡Eh, todavía no hemos acabado!-Gritó, aunque en vano, ya que su enigmático oponente ya se había esfumado, dejándolo solo con su espada desenvainada y un sabor agridulce de victoria.

Mordred se acercó para felicitar al hombre-rana, y este agradeció el gesto.

-¡Gracias, amigo elfo! Pero es gracias a ti que nos libramos realmente de un enemigo. ¡Ha sido espectacular verte luchar!-En sus ojos se podían ver destellos de admiración-Me tienes que enseñar a hacer todas esas cosas.

Pronto, Corlys y Bluto hicieron acto de presencia, este último acompañando a un hombre de cabellos claros. Frosk, orgulloso de su enfrentamiento, envainó su espada con una expresión satisfecha.

-Y habría acabado con él, si no hubiera huido.-Murmuró, sus ojos ambarinos centelleando con confianza.

-Bien hecho, señor Frosk.-Asintió Bluto, reafirmando sus propias palabras.

-Tú también, compañero.-Frosk respondió con una mirada cómplice y un gesto de pulgar en alto.

Poco después, Reike, Teufel, Medea y Erika se unieron al grupo. Frosk dirigió su atención a su amiga dragona, preocupado por su bienestar.

-¿Estás bien, Erika?-Infló y desinfló su saco vocal un par de veces, con la duda reflejándose en sus ojos saltones.

La dragona asintió, intentando no profundizar mucho en la respuesta a dicha pregunta. Frosk asintió, conforme.

-Quizás no hayamos sido lo sigilosos que debiéramos haber sido.-Concluyó el bio-cibernético a la suposición de Reike sobre las emboscadas a las que están sometidos una y otra vez.

El grupo avanzó, uniéndose al resto de sus compañeros. Sin embargo, la ausencia de Zelas era motivo de preocupación.

Frosk no tardó en percatarse de la presencia de comida y se relamió los labios. Sus ojos chispeaban y era cuestión de tiempo que abalanzara su lengua hacia esas deliciosas galletas, pero Erika fue rápida y le dio un buen capón en la cabeza para que se detuviera.

-Eso es para los heridos, maleducado.

-¡Mi tripa está herida!

Erika le dedicó una mirada de desdén y entonces Frosk deshizo toda idea de comerse esas galletas con todo el pesar de su corazón.

Ni Frosk ni Bluto ni Erika se veían con la potestad ni con el liderazgo suficiente como para proponer qué hacer o por dónde ir. Ellos se adaptarían al grupo y al plan que se les propusiera sin rechistar. Al fin y al cabo, habían allí gente mucho más capaces, fuertes y habilidosas que ellos.

　–Muy bien, este es el plan –empecé a explicarle a mis compañeras, y a Meleis, mientras nos aproximábamos a nuestra siguiente batalla entre ruinas de otrora majestuosidad, magia hecha prisión y promesas de muerte–: Debemos ganar mientras evitamos morir. Sé que suena complicado, pero, descuiden, sé que sobreviviré. Además, contamos con mi compañera tatuada; será imposible que nos hieran.

　Y tres biusas después, fuimos sorprendidos por una ráfaga de flechas que Xana apenas pudo prever. Al haber estado absorta en pensamientos intrusivos que taladraban los cimientos de su confianza, no reaccionó con la velocidad necesaria para hacer más que interceptar un par de flechas disparándoles algunas esferas de energía, un mediocre acto que no evitó un sangriento desenlace.

　Nuevamente, Xana fue alcanzada por una flecha, en una pierna, la misma de antes, en el mismo lugar. Ni siquiera hubo daño en la ropa porque el proyectil atravesó el agujero hecho por la otra. En el momento no pudimos, pero luego yo apreciaría la tragicómica coincidencia.

　Xana, tras un efímero alarido, se apoyó con su lanza para mantenerse de pie. Con los dientes apretados y un ojo cerrado en su esfuerzo por soportar el dolor, mantuvo la mirada al frente, hacia el perpetrador del ataque de eficacia inesperada.

　Yo fui impulsado por el nacimiento de un instintivo deseo de proteger a los demás. El éter fluyó al son de mi corazón acelerado y me moví, veloz y feroz, evadiendo e interceptando las mortales saetas con mi propia espada, terminando con apenas un par de diminutas líneas sangrantes en mis brazos.^[1]

　Tras escuchar las palabras del enemigo cegado en su arrogancia, una carcajada escapó de mi garganta.

　–Lamento decirte que no tienes futuro como profeta –le contesté con una sonrisa felina–. Bueno, ningún futuro, ahora que estamos aquí.

　–Pero podrías tener un futuro si analizas tu situación –intervino Xana, haciéndome enarcar una ceja–. Hemos superado todo sin sufrir ninguna baja. ¿Por qué simplemente no valoras tu vida y te rindes?

　Una sonrisa se dibujó bajo la máscara del sombrío enemigo, cuyos ojos, con un brillo malicioso, escudriñaban a Xana más allá de lo superficial.

　–¿Una oferta de vida por parte de una nigromante? –soltó, socarrón, y Xana tensó los músculos, reacción que le arrancó un leve quejido por su herida–. Lo siento, pero huir sería traicionarme a mí mismo.

　–Quedarte es atentar contra tu propia vida –consiguió decir, ignorando la referencia a su pasado–. ¿Eso no es peor traición que buscar una mejor vida cuando se te ofrece?

　–Ya he tenido una «mejor vida», como le dices. Muchas, de hecho. Buenas familias, riquezas, paz… Pero no podía ser yo mismo, debía acatar una moralidad que despreciaba a mi naturaleza. Mi vida era culpa y sufrimiento. Ya no. Lo bueno y lo malo es lo que yo decido, no lo que diga la sociedad. Soy libre.

　»Tú, en cambio, eres como el viejo yo. Lo veo. Vives sufriendo debido a que niegas tu sombra, porque te sometes a una moralidad absurda en la que no crees por completo, no si tienes algo de inteligencia. –Suspiró–. Una pena, en otras circunstancias podría guiarte y liberarte. Ahora, morirás.

　Xana creó dos esferas de energía refulgentes, tiñendo los alrededores de su brillo celeste.^[2] El enemigo se preparó para responder. Pero Xana se detuvo, relajó su postura y dejó caer las esferas, que desaparecieron en el suelo.

　–Lo siento, no quiero luchar –dijo ella a media voz, con deje cansado, pero yo entreví lo que había más allá de ello.

　–Entonces eres… –Él se interrumpió para dar un rápido salto hacia atrás, evadiendo por poco las dos esferas azules^[3] que emergieron en el suelo bajo él– mejor mentirosa de lo que pensaba –gruñó con una sonrisa torva impresa en sus labios.

　Me lancé, espada en mano, aprovechando aquella oportunidad. Lo vi blandir su látigo, que ondeaba con fiereza cazando las esferas que le perseguían en una frenética danza. Estas, sin embargo, lograban evadir el arma o hacerse intangibles para evitar ser dañadas, pero no lograban alcanzarlo a él.

　Me acerqué por uno de sus laterales y lancé una estocada. Él me esquivó con un grácil movimiento giratorio en el que, además, atrapó mi mano derecha con su hilo plateado. Tiró y me colocó a tiempo entre él y el par de luceros que al fin iban a alcanzarlo. Debido a mí, Xana hizo intangible los proyectiles estelares. Él y yo fuimos atravesados inocuamente.

　Tiré del hilo, pero él lo aprovechó como impulso para continuar esquivando. Intenté golpearlo, pero siempre logró evadirme. Intenté dispararle una explosión de luz, pero siempre, antes de poder liberar el éter, él ya se había situado en otro punto fuera del rango, aunque manteniéndose cerca para usarme como seguro contra los constantes retornos de las dos estrellas obligadas a ser intangibles.

　Xana inhaló profundo, contuvo el aire, apretó los dientes y se arrancó la flecha en su pierna, desatando en ella un dolor relampagueante. Un pequeño chorro de sangre logró fugarse antes de que la rojiza puerta de carne se cerrara con un cálido resplandor que bañó el cuerpo entero.^[4] Xana relajó la postura, solo un momento, y se unió en persona al combate, procurando despejar su mente de las anteriores respuestas del enemigo.

　No intentó esquivar los siguientes azotes; el látigo restallaba contra Xana, siendo leves cardenales en la piel las únicas huellas de cada golpe resistido por la luminosa aura de ella.

　Las dos esferas se dispararon hacia el enemigo una vez más. Como antes, me usó de escudo, pero esta vez las esferas, aun intangibles, se detuvieron delante de su rostro, impidiendo su visión.

　Xana corrió con mayor velocidad y dirigió su lanza hacia la espalda del enemigo cegado y que, gracias a las nuevas sandalias, no podría oírla.^[5]

　Él se agachó al instante, tiró del hilo y me hizo caer hacia Xana. Un chillido de terror surgió de ella y un alarido de mí cuando la lanza perforó mi hombro izquierdo, que luego se cubrió de piedra.^[6]

　Cuando ambos caímos en el suelo, el enemigo ya se había levantado y me había soltado para lanzarnos una lluvia de acero con su veloz estoque.

　Xana, siguiendo su ritmo vertiginoso, conjuró pequeñas esferas explosivas que interceptaban el filo metálico, una y otra vez en una tormenta de acero y estrellas, sin comprender cómo el enemigo luchaba sin ver. El corazón de Xana le martillaba el pecho, incesante, y su piel se perlaba de sudor frío. Aunque estábamos muy cerca, la peliaguda situación precipitó a Xana a decidir hacer estallar las dos esferas celestes.

　Él retrocedió con un gran salto y se cubrió el rostro con los antebrazos; de alguna manera, supo lo que ocurriría. Aun así, también fue alcanzado por el fulgurante estallido.

　Xana se colocó sobre mí para protegerme, aprovechando su aura defensiva. El enemigo, sin embargo, salió impelido un par de metros, rodó por el suelo y se incorporó con rapidez, aunque también con torpeza. Sus brazos, trémulos, estaban humeantes, apenas cubiertos por tela chamuscada que no ocultaba la piel quemada.

　No tardó en usar su magia élfica para empezar a sanarse por completo. Entonces notó, al fin, que su hilo de plata, colgando de uno de sus brazos, emitía un tenue resplandor; era un obsequio de mi parte que preparé cuando me arrojó sobre Xana.^[7]

　Aunque mi brazo izquierdo no me respondía y mi hombro albergaba el infierno, aunque estaba postrado en el suelo y la humedad en mis ojos tornaba borrosa mi visión, pude verlo. «Demonios, no se me ocurre una frase ingeniosa», lamenté, justo antes de detonar el hilo.

　Una espectacular explosión ocurrió. Luego, lo vi, anonadado: él seguía en condiciones para luchar. Definitivamente no salió ileso, pero sí mejor de lo que esperé. Su escudo de magia élfica le había protegido, para desgracia de todos, aunque, por lo menos, su hilo no tuvo tan buena suerte.

　Para bien o para mal, ahora Meraxes, Meleis y la chica biusera tendrían que encargarse.

No pasó mucho luego de estar todo el rato hablando con Meleis - por no decir que sola- antes de que la aparición de mi querido maestro se hiciera notar.

Preguntó por mi bienestar bastante exaltado, aunque la pregunta sobre bañarme me descolocó un poco, tal vez era el olor chamuscado debido al fuego. Los que podía alegar olían más raro que yo eran Gaegel y la mujer fantasma. - Seguro solo es pelo quemado... - comencé a explicarle en la medida que tomaba la biusa - olvidando que llevaba entre mis pechos- y la comía de trocitos. - Llegamos al puerto de biusas y nos atacaron unos soldados que no tardaron en morir pero volvieron a la vida envueltos en llamas, al mismo tiempo llegó un ave de fuego y el bosque se incendió... Meleis comenzó a botar chorros hacia el bosque, podría jurar que usó todas sus mangueras, pero no me creas, estaba muy ocupada lidiando con los soldados en llamas, a lo mejor Ryra que estaba encima de él pueda narrar mejor las cosas... luego un sujeto mucho más raro se incendió y casi nos chamusca. Me puse a rezar y con ayuda de Meleis logramos hacer una gran bola de agua y los demás metieron sus armas en ellas... y murió. - Terminé de narrar en la medida que terminaba de comer la rica biusa.

Luego antes de que pudiera si quiera reaccionar estaba siendo manoseada por mi maestro mientras frotaba con su manos suaves y delicadas. Meleis, por su lado, se sentó como perrito ladeando la cabeza viendo semejante acto.

Finalmente, y luego de la llegada que me sobresaltó de la mujer fantasma que ahora no lo era, nuestros pasos nos fueron acercando - y alejando -, mi medalla vibraba un poco más fuerte, señal de que tanto Gaegel y Zelas estaban cerca. La cosa se estaba poniendo complicada, y en un parpadeo Meleis, quien planeaba, se quejó por las molestias con un gruñido que lo llevo a aterrizar, nos vimos rodeados por un campo de invisible que seguramente era de éter.

Llegamos a la cima, y un sujeto bastante feo nos amenazaba- para variar- con que ahí moriríamos. Una lluvia de flechas vino hacia nosotros, fue fácil lidiar con ellas, bueno más para Meleis que solo tuvo que agitar la cola y su coraza natural lograba que las flechas apenas y le hicieran cosquillas. Por mi lado, y siendo franca, imité aquel acto pero agitando mi látigo, funcionó con algunas pero una llegó directo a entre mi pechos y atravesó la biusa y sí, la mendiga me había hecho un rasguño entre las bubis.

El destino de Xana, quien estaba cerca fue más trágico que el mío, a ella si que le había atravesado, de una forma demasiado precisa en el hueco de su ropa. Como sea tanto ella como mi maestro supieron lidiar muy bien con la situación. No podía quedarme atrás, pero tampoco quería interrumpir el dialogo que siempre surge en enfrentamientos heroicos. Sin embargo el sujeto había sacado un látigo y eso ya era un reto personal ¿Quién de los dos azotaría mejor?  

Era evidente que el tipo sabía cómo agitarlo, pero mi maestro y Xana también le daban duro. Para cuando ese par lo había dejado bien magullado - aunque ellos estaban tan mal como él -  era el momento más prudente de entrar. Aprovechando la distracción comencé a correr y maniobrar mi látigo a fin de inmovilizar las piernas ^(*), la cosa no pararía ahí pues esta vez mi objetivo no era azotarlo si no detenerlo para Meleis y la mujer fantasma. Enredé la resistente cuerda en una de sus piernas y jalé con todo lo que daba mi fuerza de modo que este cayera al suelo. Dado que Meleis no podía considerar volar sin salir lastimado, camino como lagarto hacia su objetivo mostrando los feroces dientes dispuesto a atacar hacia el cuello del sujeto. Con algo de suerte aquello podría funcionar y aunque tal vez fuese un final bastante perturbador para él, se lo merecía por estar clavando objetos punzantes se mi pecho.

Me mantenía caminando al mismo tiempo que veía de un lado a otro. Podía notar cómo mientras avanzábamos, realmente no nos alejábamos demasiado del resto de los grupos. Lo cual me resultaba extraño ¿Entonces por qué deseaban separarnos si realmente no estábamos tan alejados los unos de los otros? - Esto está muy raro. No nos alejamos del resto. - En eso la bruja me miró de reojo. - Ni intentes alejarte de este camino. No se ve a simple vista, pero esos desgraciados nos tienen encerrados en este camino.

Al escuchar las palabras de Ryra suspiré levemente. - Entiendo. Lo tendré en cuenta. - Comenté mientras nuestro andar nos llevó hacia una torre. Miré a todos lados, y pude notar también otras torres. - Cuanta teatralidad de nuestros anfitriones. - Dije con desdén mientras nos adentrábamos en aquella torre. Si era lo que los miembros de la Dark Order deseaban. Pues que así sea.

Subimos por la torre hasta llegar a la parte alta. La cual era lo suficientemente amplia. Y allí había alguien que evidentemente estaba esperándonos. Al ver el aspecto de ese sujeto, tanto Ryra como yo hicimos una mueca de disgusto. ¿Qué se supone que se hizo ese tipo? Era simplemente repugnante. Al escuchar aquel comentario negué con la cabeza, me parecía una completa tontería aquel acto de hacerse daño a ese nivel. - Te vas a caer tu con tanto gancho amarrado a ti. - Le respondí con molestia mientras desenvainaba mi gran espada y mi espada corta.

Aquel sujeto tenía una arma complicada para poder llegar hasta el, pero eso no quería decir que no pudiésemos atacarlo. Comencé a correr hacia donde estaba el, y con mi espada me encargué de repeler los ataques de aquella hoz unida a esa extraña cadena. Mi objetivo era claro, yo serviría de señuelo usando mi capacidad en armas, bloqueando, o dejando inhabilitada el arma de nuestro rival (1) para que los demás lograran llegar hasta el loco ese. La primera que haría el intento fue la bruja, quien al aprovechar un momento donde yo repelí la hoz, ella preparó una flecha encendida. (2) - Que comience el baile... "Guapo". - Dijo con evidente asco mientras comenzaba a disparar con su ballesta algunas flechas en llamas. Ahora solo quedaba depositar el resto a los demás.

OFF:

1.- Gaegel: Nivel 1: Maestro de armas: [Pasiva] El usuario puede usar un arma grande de dos manos con una sola mano con la misma velocidad y agilidad que si sostuviera una espada de menor tamaño mientras que con la otra sostiene un arma mediana o de menor tamaño.

2.- Ryra: Nivel 1.- Flechas Ígneas: [Pasiva] [Requiere Arco o Ballesta] Es capaz de lanzar flechas en llamas, sin reducir su velocidad al lanzarlas.

Atuendo de Gaegel y Ryra:

Inventario:

No le costó demasiado seguir a las 4 figuras que acababan de convertirse en sus compañeros. Lo hizo de manera activa aunque silenciosa.

El elfo que acababa de unírseles parecía tener un plan inicial bastante simple: No morir y sobrevivir. ¿Qué podía salir mal?. La vampiresa no había visto al elfo y a su compañera nunca antes. sin embargo la confianza en la voz del chico estaba a una línea de separación de ser altanería. Aquello no esque le molestase de manera particular: No era la primera vez que se topaba con alguien así, pero si le indicó que o el chico tenía el poder suficiente como para saberse vencedor de aquella batalla o, como ella misma. sentía que la suerte le sonreía.

Y la suerte no sonríe a todo el mundo durante mucho tiempo.


Se adelantó un poco siendo la primera en recibir la ráfaga de flechas que el tal Trowa había considerado sería un buen inicio de jugada. El metal acarició su mejilla antes de que pudiese esquivarlo por completo gracias a una mezcla de movimientos y los métodos de defensa que habían usado el resto. La calidez de su propia sangre  reemplazó al dolor inicial y su mano mostró el color del líquido cuando la posó allí.

Aquello fue la confirmación de sus propios temores ¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso había perdido el norte? ¿Se había olvidado de a por lo que había venido allí? Una media sonrisa fugaz dibujó su cara al girarse y notar como las flechas que apenas la habían herido a  ella habían hecho mella en la acompañante de Rauko.

Las dos figuras comenzaron entonces un baile de luces esferas y ataques del que la vampiresa se resguardó en una primera estancia, la sed en su garganta despertándose y analizando cada uno de los movimientos de ambas facciones en un intento de calcular una ventaja.

Compuso su mejor gesto de generosidad al notar como Xana llevaba su mano ahí donde la flecha había impactado.

Todo no estaba perdido, al fin y al cabo. Se arrodilló a su lado durante unos segundos.

-Oh... eso debe haber dolido... bastante. Podremos decir de todo acerca de ese Trowa, pero tiene buena puntería.- Llevó su mano a  su bolsillo y sacó una biusa partida por la mitad y un frasquito escondido en la mano izquierda.


Con la biusa camufló el frasco y en éste coleccionó sangre rojiza de la herida de Xana mientras posaba la mitad de la biusa en la herida.

-Gracias a Anar que las propiedades curativas de este manjar son tan extensas- Se volvió a poner en pie y guardó el botecito de sangre de manera disimulada de nuevo en su bolso.

Tampoco es que tuviese que hacer mucho esfuerzo. Xana estaba sumida en la mente de la batalla y se curó a si misma con un resplandor perceptible en el momento en el que la flecha dejó de estar en su piel.



A su alrededor todo había comenzado a complicarse. Caoimhe percibía como alijos cada una de las heridas que alrededor de ella misma habían comenzado a aparecer. Pero necesitaba enfocarse en algo que no fuese la sangre. No en aquel momento.

Meraxes había comenzado un juego bastante complicado en el que el látigo de aquel hombre que los atacaba y las habilidades de la chica lo hicieron caer al suelo, indispuesto. Su compañero Meleis, lejos de alzar el vuelo se posó sobre Trowa que yacía en el suelo indispuesto.

Caoimhe volvió a aprovechar la oportunidad que le daba la desventaja de Trowa. Se acercó a él con su espada de media luna en posicionada en forma de gillotina  también sobre su cuello. El círculo de la misma con el tamaño perfecto para dejar apenas 2 o 3 cm entre la piel del hombre y la hoja afilada, dificultando sus movimientos. Se sentó de manera lateral sobre el mango usando el peso de su cuerpo para mantener la espada en posición.


-Shhh... shhhh- dijo la chica en un intento de arrullo casi infantil e ingenuo.- Yo se... mis compañeros te están haciendo trabajar mucho. Esto no estaba en tu contrato... deberían pagarte más, y quizás algunas vacaciones. Suerte que siempre traigo un trago conmigo.

La vampiresa descorchó una pequeña botella de un liquido trasparente con un leve aroma a anís (1). No sin dificultad forzò al hombre a beberlo, aprovechando la fuerza del dragón sobre él y el límite de movimientos que podía hacer con su cuello teniendo en cuenta la cercanía de la hoja de su espada

Cuando este hubo ingerido la cantidad adecuada para que surtiera efecto, Caoimhe acarició su cabeza de manera casi maternal, esperando a que el sueño llegase a su consciencia.

Miró a Meleis durante un segundo.

- Debemos ahora ser sumamente dóciles con el pobre Trowa- dijo entendiendo que un golpe en seco podría despertarlo-¿Sabes cantar canciones de cuna? Quizás necesitemos todo el arsenal posible- dijo a modo de broma ,pero con un tono sumamente serio.

Caoimhe notó que había partes de Meleis aún goteaban con sangre por lo que esta vez sin guardar mucho las formas agarró otro tarrito en esta ocasión azul y coleccionó unos dos o tres milímetros del dragón.

-Nunca sabes cuando te va a hacer falta- le guiñó un ojo mientras, esperando que bajo la hoja de su espada, Trowa comenzase a quedarse dormido.




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off

(1)'Esencia de Dulces Sueños [Veneno, Limitado, 1 Uso]-
Líquido transparente con un suave aroma a Anís. 5 minutos luego de beber al menos 100ml, la persona caerá en un profundo sueño. Golpear al afectado lo despertará.'



Resumen: Me aprovecho de los esfuerzos de mis dos compañeros y tan solo tomo ventaja de que Trowa está algo enredado para darle un traguito.

Robo un poco de la sangre de Xana y Meleis... Nada de que preocuparse. Es para mi colección :p

A Reike no le faltaba razón en que toda esta isla parecía una trampa, y tampoco era un mal punto el de no separarse para evitar seguirles el juego. El tipo misterioso entró también en la conversación, proponiendo separarnos para aprovechar lo caótico de nuestro grupo a nuestro favor. Por desgracia, nadie pareció hacernos caso en lo de buscar una forma de comunicarnos, y tuvimos que avanzar de nuevo sin saber que iba a ser del resto. Aunque al menos parecía que me había tocado con Reike, Judas y Teufel, que quizás no eran el grupo más confiable en sí mismo, pero de momento habíamos podido trabajar bien.

- Pues habrá que ser aún más desconcertantes de lo que puedan esperarse, supongo. Aunque bueno, después de haber tenido algún encuentro con varios de ellos antes, ser desconcertantes es de lo poco en lo que no tengo dudas que pueden lograr. Aunque hubiera estado bien tener una forma de comunicarnos con ellos...

Al menos, Teufel se comió una de las galletas que ofreció la bruja que, junto a al ungüento que la dio posteriormente, consiguió que las heridas recibidas anteriormente se curasen a una velocidad sorprendente. Y había que admitirle a la alquimista, que gracias a su buen hacer de sacar la flecha mientras la nutria estaba ocupada con su galleta solo la echó una mirada homicida en vez de tirarse a por su cuello como podría haber esperado.

Al llegar al final del camino encontramos una torre de aspecto sospechoso, por desgracia, dada nuestra misión el único camino era hacia dentro. Reike notó algo raro y optó por encaminar la marcha, lo que fue una suerte, porque nuestra entrada se encontró con un lluvia de cuchillos que sólo logramos evitar gracias a la barrera telequinética de la bruja. Aprovechando que la tanda de cuchillos voladores que Reike mandó de vuelta, Teufel se adelantó al ataque que el enmascarado estaba lanzando a nuestro propio enmascarado y aprovechó su dura piel^[1] para que la estocada se deslizara por ella sin lograr herir a nadie.

- Atacad, esta vez no tiene la sorpresa.

Y ante las palabras de mi acompañante hice lo único que podía hacer en un caso como ese, alejarlo de nuestra mejor baza del grupo. Antes de que pudiera atacar a otro de nosotros amagué un lanzazo y cuando se hizo a un lado para esquivarlo continué con un golpe de escudo que le obligó a retroceder lo suficiente para que no pudiese atacar a Reike directamente con sus espadas. No tardó en recuperarse y volverse contra mi, lanzando tajos mientras arrojaba cuchillos con la mano que le quedaba libre. Logré para a duras penas los cuchillos con el escudo, pero eso me hizo perder la iniciativa y quedar a la defensiva. De todas formas, confiaba en que aún pudiésemos dar la vuelta a la situación, especialmente por lo desesperado que estaba siendo su estilo de combate.

- Normal que tuvieses que huir de Frosk. De haberte quedado allí contra él seguro que hubieses acabado como tu compañera del arco.- Mis palabras le hicieron reaccionar con furia, desenvainando su otra espada y yendo a por mi con ambas, pero olvidando por un momento que no estaba luchando contra un enemigo, permitiendo que uno de los cuchillos de Reike le hirieran en un hombro y que la ya recuperada Teufel le pudiera dar un breve mordisco en la pierna antes de alejarse deslizándose para eludir su espada.- Venga ya, ni siquiera eres el mejor lanzador de cuchillos de la habitación.

Ser un capullo estuvo cerca de salirme muy caro, porque a pesar de ser un cobarde, la sucesión de ataques que lanzó contra mi fue sorprendentemente rápida, afortunadamente para mi, estábamos luchando cuatro, y después del error anterior, sabía que no podía mantener el ataque mucho tiempo sin exponerse contra mordiscos de Teufel, los proyectiles guiados de Reike o los certeros ataques de Judas.

En medio del caos del combate se me ocurrió una idea. Echándome un poco hacia atrás y dejando que mis compañeros cargaran con la presión un momento, me colgué el escudo, saqué una de mis trampas^[2] de mi zurrón, y volviendo al combate haciendo un arco con mi lanza en lo parecía ser un intento de ganar espacio para nuestro equipo, me agaché y coloqué rápidamente la trampa^[3][4]. Ataqué de nuevo con la lanza mientras iba rotando para dejar la trampa a su espalda. Entonces lancé otro envite con la lanza, esperando que lo esquivase, y eso hizo él, buscando el hueco en mi defensa para empalarme, con lo que no contaba es que aún no estaba desarmado. Con la mano izquierda cogí el laúd que llevaba colgando en la espalda y le descargué un golpe con todas mis fuerzas en la máscara.

El impacto le hizo retroceder lo suficiente para pisar mi trampa, que inmediatamente explotó en una nube verde brillante que cegó a mi oponente. Dudaba que el efecto fuese a durar mucho, pero al menos el que usara la máscara me había permitido que el líquido fuese a dificultarle la visión de forma mucho más más eficaz. Lamentablemente, mi estrategia me había desequilibrado, y no podría ser yo quien le diera el golpe definitivo, pero mientras caía al menos aproveché para tirar mi lanza contra su pie, clavándole al suelo. Pero antes de que se liberase teníamos que acabar de una vez el combate, y nuestro enmascarado era el mejor posicionado para ello.

- ¡Judas, acábalo!

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Sus nuevos compañeros no eran muy habladores, al menos tenía a Erika y Bluto junto a él, por lo que no se sentía del todo incómodo. Frosk los miraba de reojo, y estuvo atento a las conversaciones que surgían entre el hombre que olía a perro mojado y su acompañante, ya que él era el único que rompía el silencio tan inquietante que se formó, y que Erika estaba demasiado tensa y asustada como para "ser" ella, y Bluto tampoco daba pie a mucha conversación a menos que se le preguntase y, para qué engañarse, incluso Frosk el Grande tenía cierto temor a medida que se adentraban más en aquel lugar lleno de oscuridad, misterio y peligro.

La rana no tardó en comerse la galleta que la tal Reike le lanzó antes de que se separaran. No sabía por qué, pero notaba que no le caía del todo bien a esa mujer, ¿Sería por algo que dijo? Eso lo tenía ciertamente preocupado, ya que un héroe debe de caerle bien a la gente, no generarle repulsión.

No tardaron en encontrarse con otro enemigo que, por su apariencia, parecía un sádico que le gustaba el dolor autoinfligido y infligirlo a la gente.

El tipo infundía temor y cierto reparo tanto en Erika como en Bluto, pero Frosk no tenía ningún miedo más allá de las habilidades de combate que este pudiera ostentar. Incluso, por qué no decirlo, le resultó algo cómico en cómo iba vestido y qué accesorios tenía puestos, pero debido a la seriedad de la situación y a algo de cansancio por todo lo que llevaba ya a las espaldas aquella noche, tan solo interiorizó una risilla que intentó ocultar apretando los labios y haciendo un sonido casi gutural interno.

Los allí presentes, a excepción de Erika que, una vez más, se quedó sin saber cómo reaccionar del todo, atacaron con todo. Frosk a base de espadazos, haciendo uso de su agilidad especialmente, ya que los ataques del sujeto eran fuertes y poderosos, y Bluto haciendo acopio de su fuerza bruta y resistencia.

Todo fue muy medido. Cada uno de los integrantes de aquel varipinto grupo parecían engranajes perfectos de un reloj coordinándose entre sí, casi como si se conocieran de toda la vida.

Una luz se hizo presente en todo el lugar, llegando a cegar un poco a Frosk, pero por suerte se protegió con su capa lo suficiente como para no perderla noción de lo que estaba ocurriendo. Sin más, y en una ventana de oportunidad que se les antojó de lo más ventajosa, Frosk y Bluto se abalanzaron hacia el sujeto con todo para dar el golpe de gracia; la rana empuñando su espada y su escudo, y el gigante de metal con sus puños dispuestos a impactar en el hostil.

Subimos por la torre con la bruja al frente, su intuición alertaba lo que parecía evidente, caminábamos hacia un nuevo encuentro con algún numeral de la Dark Order. Y en efecto, al llegar al techo de aquella torre, una arremetida de proyectiles voló hacia nuestra posición, siendo repelidos por las habilidades de nuestra maga.

El combate inició sin mediar muchas palabras contra el número 5 de la Dark Order. La mujer bestia se abalanzó sobre el asesino para reducir distancia, mientras Corlys tomaba nuevamente un rol defensivo con su escudo en alto. Controlando con cautela las distancias con técnicas sincronizadas con la nutria, evidenciando cómo se complementaban como aliados. Por otro lado, Reike tomó nuevamente la retaguardia con sus ataques con telequinesis a distancia, casi parecía que trabajamos en equipo contrario a los primeros encuentros en la playa.

Mientras me mantenía atento a los cuchillos del enmascarado, me lamentaba profundamente el no haber conversado con la rana que había luchado anteriormente con él. Me reprochaba la idea de haber perdido ventaja solo por enfocarme en sermonear a la adolescente inútil o por ver si el resto del equipo estaba en condiciones de continuar. Sin embargo, pude tomarme unos segundos para analizar con detalle lo que sucedía.

A la distancia se veían otras torres que eran el campo de pelea para los otros grupos. Era un teatro y alguien se divertía con el espectáculo. Nos subestimaban, las jaulas de éter solo eran una excusa para ver la sangre manchar las paredes.

Me acerqué al numero 5 aún con la idea de aquel juego retorcido mientras con mi daga aprovechaba las aperturas causadas por mis compañeros para lanzar ataques que eran apenas repelidos por Auros con sus cuchillos, produciendo pequeñas chispas con los impactos. Era débil…

Sus movimientos eran erráticos, no lo culpaba, su orgullo estaba herido de su anterior combate con Frosk el grande y además lo habían obligado a enfrentarnos fuera de su entorno. Era un asesino y se aprovechaba de las sombras para ser letal, un combate en desventaja numérica en un campo abierto solo era una excusa para desaprovechar su potencial.

¿Por qué lo hacía?, ¿a quién le debía su lealtad como para sacrificar su vida en algo tan absurdo como pelear sabiendo que va a perder? Auros estaba cansado, irritado y su orgullo poco a poco se convertía en desesperación. ¿Quién era el que controlaba los hilos de aquel pícaro que no bajaba la cabeza incluso en desventaja evidente?

Me alarmaba lo retorcido de aquella suposición, tomaría cualquier ventaja que me dieran en aquella misión, pero la idea de leer el trasfondo de aquel planteamiento me incomodaba. No estábamos ganando… las muertes que habíamos logrado hasta el momento, e incluso la de aquel asesino enmascarado que ya estaba sentenciado a morir, no significaban nada.

Nuestros ataques sincronizados arrinconaban al número 5, sus respuestas eran más lentas y solo lograba gritar guturalmente cuando el escudo de Corlys contrarrestaban sus intentos de atacar. A causa de nuestra superioridad y los ataques a distancia de la bruja, Auros se limitaba a defenderse, no había telones que cubrieran sus pasos ni venenos que garantizaran su letalidad. Era un pez fuera del agua y debíamos terminar la pelea para seguir avanzando.

Corlys se ausentó unos segundos mientras continuamos arremetiendo contra Auros. Tras volver con su lanza obligó al enmascarado seguir sus pasos, intentábamos seguir al navegante, pero su plan se hizo evidente cuando una nube verde se alzó en los pies del número 5. El asesino aleteaba con sus brazos confundidos por aquella trampa, no lograba ver y seguramente debajo de su máscara se estaba asfixiando.

El grito de Corlys dio la señal para proceder, tiré mi daga al suelo y bajando mi torso tomé carrera hacia la nube. Con una embestida con mi hombro hacia la cintura y haciendo un agarre sobre sus muslos corrí varios metros levantando el cuerpo del número 5 hasta que con un movimiento alzando mi torso arrojé al hombre al suelo, haciendo que con el golpe su espalda se arqueara y sus brazos cayeran al costado.

Me posicioné sobre él, estaba indefenso y aprovechando mi fuerza física golpeé contundentemente su rostro cubierto. Primero, un golpe con mi derecha, haciendo que girara su rostro y la capucha que lo arropaba dejará de ocultarlo. El metal de su equipo lastimaba mis nudillos, pero no pretendía detenerme.  Otro estruendo vino con mi izquierda, acompañado de un quejido debajo de la careta, los cristales que cubrían sus ojos se agrietaron. Un tercer impacto desprendió las cintas que amarran la máscara. Ya no se movía, solo se escuchaba un leve gorgoteo al intentar respirar por la boca.

Yo estaba irritado por estar en esa posición, podía hacer un arma de sangre y cortarle el cuello, pero prefería guardar mis habilidades para después. Además, me molestaba ser partícipe de aquella escena, Auros sería un oponente excepcional… en su campo de batalla.

Me detuve, mi respiración se agitaba debajo de mi máscara, empañando los cristales rojos que cubrían mis ojos. Busqué entre mis bolsillos la inyectadora (1)(2) que había creado en mi taller y la alcé para clavarla en su cuello, una dosis de pesadilla embotellada directa al torrente sanguíneo sería suficiente para darle un destino peor que la muerte. Y de ser necesario, alguno de mis compañeros podría mostrar clemencia y terminar su sufrimiento. Yo seguía ofendido por los caprichos de los números superiores que utilizaban a los inferiores como peones sacrificables solo por placer.