El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Los interrogatorios la dejaban agotada. No solía practicarlos, no le gustaban, sabía que muchas veces, para sonsacar información, era necesario hacer uso de artimañas, cuanto menos, crueles. No le gustaba hacer sufrir a los demás, sus técnicas solían ser mucho más sutiles, llevaban tiempo, esfuerzo y mucha actuación, pero surtían efecto sin mancharse las manos, cuando capturaba a alguien dejaba el tema de la tortura a los expertos, en la guardia había varios que disfrutaban de esas cosas, se quedaban en las salas a oír los gritos de súplica de sus víctimas, pero ella no podía ni siquiera verlos entrar. Se le revolvía el estómago.
Pero no tenía otra, ese era su trabajo, y no tenían tiempo, solo podía hacer eso para obtener la información que necesitaba, por lo que parecía no había tanta gente vigilando el castillo, pero el mayor problema era decirle a Frea quien era el traidor. Las palabras del cerdo solo confirmaban que sus anteriores sospechas eran ciertas, Gardian, el hermano de Frea, era el traidor. Se había abierto ya paso entre la veintena de aldeanos presentes para pedirle a Frea que saliera del cuarto con ella para comunicarle lo que había descubierto, cuando la voz de alguien conocido, demasiado bien conocido, le interrumpió su hilo de pensamientos.
¿Qué hacía él allí? Desde que descubrió que el chico había perdido la memoria no había vuelto a verle, las dudas de como le había sucedido lo que le hubiera pasado la habían asaltado varias veces durante ese lapso de tiempo, y la duda de si aun podía confiar en él, también. En ese instante, volvía a hacerlo, el chico frente a ella alzaba la barbilla, altanero y seguro, sin miedo a que le hicieran daño, como si aunque le golpeasen mil flechas, fuera a seguir luchando, en pie, haciendo frente a la batalla. Ya no era Eltrant, no su Eltrant, ese chiquillo tímido y amable que había salido de su granja, no ese que soñaba con vivir aventuras, no, el hombre que se presentaba frente a ella poco o nada tenía de ese chiquillo, parecía más fuerte, más duro, pero mucho, mucho más solo.
Fue la voz de Frea, la que la despertó de su ensoñación, respiró hondo como si hubiera estado inmersa en una pesadilla, pestañeó dos veces y miró a su alrededor, rehubicandose. Se acercó a Eltrant y le tendió la mano para que se levantase del suelo, para, después, girarse a Frea y los aldeanos.
- Si, lo conozco. Es...- dudó por un instante, ¿seguían siendo amigos? Tal vez el no la considerase como tal, pero ella no había olvidado las veces que habían salido juntos de embrollos ni las tardes peleando con palos en la granja, como si fueran espadas, acabando heridos y embarrados pero sonrisas en las caras, infantiles en ese entonces, esas caras que, al reencontrarse años después, habían luchado nuevamente juntos, acabando igual de embarrados y magullados, y con las mismas sonrisas.- Es un viejo amigo, me ha salvado muchas veces la vida.- terminó de hablar con una sonrisa.- Es de confianza, al menos, yo confío en él, dejaría mi vida en sus manos, si fuera necesario.- dijo totalmente segura.
No era el mismo, lo sabía, había cambiado, su comportamiento era diferente a pesar de que su rostro era el mismo, pero aun la había ayudado a defenderse de quienes la buscaban, y aunque su cabeza no tuviera sus memorias, el cuerpo también recuerda, y aun algunos de sus gestos eran los de aquel a quien conocio. Había decidido confiar en él, a pesar de no ser el mismo, porque, en el fondo, seguía siendo bueno, y, en el fondo, ella no quería perder a su viejo amigo, aunque no fuera totalmente igual. No podía decir que no sintiera que el chico la hubiera olvidado, pero, ciertamente, el olvidarla a ella era el menor de los males que le había sucedido al joven, podían crear nuevos recuerdos.
Se quedó cerca del chico, sabiendo que, en ese momento, ella era la única barrera para que ni unos ni otros se pusieran a dar golpes, y le pidió a Frea, con la mirada que salieran fuera a hablar. Con cuidado, dio un ligero tirón de la manga del mercenario y señaló la puerta por la que salía Frea con la cabeza, comenzando a andar hasta ella. El chico podía ser de ayuda, pero era decisión suya el hacerlo o no, y Alanna no quería que tuviera la presión de los aldeanos tras su cuello. Poco tardaron en estar en la misma habitación donde, poco antes, se había cambiado Alanna de ropa.
- Frea- empezó sentándose en la cama con un suspiro, empezando a contar lo que había descubierto.-... Y saben lo de los túneles, lo sabían desde hace días, el traidor se lo dijo. Frea el traidor...- Se calló, sin saber como decirlo.
- Ya lo imaginaba.- Comentó la mujer sentándose en un sillón cercano a una ventana cerrada.
- Eltrant, tú no tienes nada que ver con esto,- sabía que si los ayudases sería más fácil para los aldeanos, y para ella.- no voy a obligarte, es tu decisión, pero de verdad te agradecería que me ayudases con esto,- no tenía un plan claro, estaba improvisando sobre la marcha, y no creía que eso fuera a acabar bien si seguían así.- ¿Qué me dices? ¿Me ayudarás? ¿Los ayudarás?- Murmuró mirando al chico, dándole la opción, ofreciéndole que se quedase con los aldeanos, si así lo quería, Frea y ella serían su defensa si el chico llegaba a necesitarlo.
Pero no tenía otra, ese era su trabajo, y no tenían tiempo, solo podía hacer eso para obtener la información que necesitaba, por lo que parecía no había tanta gente vigilando el castillo, pero el mayor problema era decirle a Frea quien era el traidor. Las palabras del cerdo solo confirmaban que sus anteriores sospechas eran ciertas, Gardian, el hermano de Frea, era el traidor. Se había abierto ya paso entre la veintena de aldeanos presentes para pedirle a Frea que saliera del cuarto con ella para comunicarle lo que había descubierto, cuando la voz de alguien conocido, demasiado bien conocido, le interrumpió su hilo de pensamientos.
¿Qué hacía él allí? Desde que descubrió que el chico había perdido la memoria no había vuelto a verle, las dudas de como le había sucedido lo que le hubiera pasado la habían asaltado varias veces durante ese lapso de tiempo, y la duda de si aun podía confiar en él, también. En ese instante, volvía a hacerlo, el chico frente a ella alzaba la barbilla, altanero y seguro, sin miedo a que le hicieran daño, como si aunque le golpeasen mil flechas, fuera a seguir luchando, en pie, haciendo frente a la batalla. Ya no era Eltrant, no su Eltrant, ese chiquillo tímido y amable que había salido de su granja, no ese que soñaba con vivir aventuras, no, el hombre que se presentaba frente a ella poco o nada tenía de ese chiquillo, parecía más fuerte, más duro, pero mucho, mucho más solo.
Fue la voz de Frea, la que la despertó de su ensoñación, respiró hondo como si hubiera estado inmersa en una pesadilla, pestañeó dos veces y miró a su alrededor, rehubicandose. Se acercó a Eltrant y le tendió la mano para que se levantase del suelo, para, después, girarse a Frea y los aldeanos.
- Si, lo conozco. Es...- dudó por un instante, ¿seguían siendo amigos? Tal vez el no la considerase como tal, pero ella no había olvidado las veces que habían salido juntos de embrollos ni las tardes peleando con palos en la granja, como si fueran espadas, acabando heridos y embarrados pero sonrisas en las caras, infantiles en ese entonces, esas caras que, al reencontrarse años después, habían luchado nuevamente juntos, acabando igual de embarrados y magullados, y con las mismas sonrisas.- Es un viejo amigo, me ha salvado muchas veces la vida.- terminó de hablar con una sonrisa.- Es de confianza, al menos, yo confío en él, dejaría mi vida en sus manos, si fuera necesario.- dijo totalmente segura.
No era el mismo, lo sabía, había cambiado, su comportamiento era diferente a pesar de que su rostro era el mismo, pero aun la había ayudado a defenderse de quienes la buscaban, y aunque su cabeza no tuviera sus memorias, el cuerpo también recuerda, y aun algunos de sus gestos eran los de aquel a quien conocio. Había decidido confiar en él, a pesar de no ser el mismo, porque, en el fondo, seguía siendo bueno, y, en el fondo, ella no quería perder a su viejo amigo, aunque no fuera totalmente igual. No podía decir que no sintiera que el chico la hubiera olvidado, pero, ciertamente, el olvidarla a ella era el menor de los males que le había sucedido al joven, podían crear nuevos recuerdos.
Se quedó cerca del chico, sabiendo que, en ese momento, ella era la única barrera para que ni unos ni otros se pusieran a dar golpes, y le pidió a Frea, con la mirada que salieran fuera a hablar. Con cuidado, dio un ligero tirón de la manga del mercenario y señaló la puerta por la que salía Frea con la cabeza, comenzando a andar hasta ella. El chico podía ser de ayuda, pero era decisión suya el hacerlo o no, y Alanna no quería que tuviera la presión de los aldeanos tras su cuello. Poco tardaron en estar en la misma habitación donde, poco antes, se había cambiado Alanna de ropa.
- Frea- empezó sentándose en la cama con un suspiro, empezando a contar lo que había descubierto.-... Y saben lo de los túneles, lo sabían desde hace días, el traidor se lo dijo. Frea el traidor...- Se calló, sin saber como decirlo.
- Ya lo imaginaba.- Comentó la mujer sentándose en un sillón cercano a una ventana cerrada.
- Eltrant, tú no tienes nada que ver con esto,- sabía que si los ayudases sería más fácil para los aldeanos, y para ella.- no voy a obligarte, es tu decisión, pero de verdad te agradecería que me ayudases con esto,- no tenía un plan claro, estaba improvisando sobre la marcha, y no creía que eso fuera a acabar bien si seguían así.- ¿Qué me dices? ¿Me ayudarás? ¿Los ayudarás?- Murmuró mirando al chico, dándole la opción, ofreciéndole que se quedase con los aldeanos, si así lo quería, Frea y ella serían su defensa si el chico llegaba a necesitarlo.
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Tenía todas las miradas clavadas en él, y no era para menos, se había presentado en un lugar que, definitivamente, los lugareños defenderían hasta el último aliento; el túnel era tan importante para ellos como lo era para él.
La mujer de cabellos oscuros, frente a él, ordenó a todos los presentes que bajasen las armas, algo que inmediatamente aceptaron, Eltrant arqueó una ceja ante esto, no estaba mal para un ejército improvisado, al menos eran los suficientemente disciplinados como para obedecer a un líder.
Entonces dicha líder, después de declarar que se sentiría mucho más cómoda atando al mercenario a la pared, preguntó a la guarda, que acababa de entrar en la habitación, su opinión.
La mirada que la chica le dirigió durante varios segundos decía mucho y a la vez, muy poco, Eltrant le sonrió, cansado, pero no dijo nada, quizás perdido todos los recuerdos que incluían a la chica, sin embargo sabía lo que estaba pensado la joven, ya no se fiaba de él; quizás estaba dudando entre hacerlo o no, pero no la culpaba por ello, al fin y al cabo la última vez que se vieron había tratado de matarla. No obstante las palabras que hicieron continuar aquella escena sorprendieron al mercenario, no por su contenido, sino por la convicción con la que las dijo, no pudo siquiera ocultar la expresión de sorpresa que cruzó durante unos breves segundos. – "¿Así que viejos amigos?" – Pensó mientras la muchacha le conducía hasta una habitación adyacente a la que se encontraban, caminando tras la mujer que estaba al mando en aquel lugar.
Una vez Eltrant cerró la puerta tras de sí la guarda comenzó a relatar todo lo que había descubierto a la mujer de cabellos oscuros, que como descubrió el mercenario en aquel momento se llamaba Frea.
Eltrant, después de sentarse en una de las sillas de madera que descansaban en la habitación, escuchó atentamente todo lo que la guarda tenía que contar, que no era precisamente poco, afortunadamente para él, no era nada que no le hubiese sacado ya al bueno de Fredd horas atrás, así que el joven se limitó a asentir ante las palabras de Alanna, mejor de aquella forma, así no tendría que dar ninguna explicación larga ni nada por el estilo, cada segundo que perdían en aquel lugar el impostor apostaba un guarda más en la puerta de sus aposentos.
Esperó pacientemente mientras el relato de la guarda continuó de forma hasta que llegó a una parte que incluía al propio mercenario. – “¿Ayudarles?” – Eltrant se levantó de su asiento y se atusó la barba – Bueno… - Dijo ahora pasándose la mano por el pelo –Me han contratado para encargarme del rey impostor. – Eltrant sonrió a la guarda y se encogió de hombros – Así que supongo que eso nos convierte en aliados. – Sí, aquella era la mejor decisión que podía tomar en aquel momento, aquellas personas necesitaban ayuda, y prestándosela se acercaría a su objetivo, no había ninguna razón de peso para negarse a echarles una mano a los campesinos, a fin y al cabo, era ellos quienes le habían pedido ayuda para empezar.
Por otro lado Delteria era inteligente, valiente y con un sentido del deber bastante fuerte, estaba bastante seguro que si decidía atravesar el corazón del impostor sin ningún tipo de juicio pondría a algún impedimento, Eltrant sonrió enfrascado en sus pensamientos, no recordaba las palabras concretas de la chica de la capa negra, pero aunque matarle en aquel momento era infinitamente más sencillo que capturarle, no había ninguna garantía de que su nueva aliada le permitiese hacerlo, apartaría aquella opción de su plan, aunque no la descartaría de llegar a ser necesario.
- ¿Traidor? – Eltrant, que hasta hacia escasos segundos había estado evadido enfrascado en sus propios pensamientos recordó de golpe lo que las mujeres habían dicho durante la conversación - ¿Os estáis refiriendo a un tipo con el pelo así como rizado y ropa polvorienta? – El mercenario señaló entonces por la ventana, a un punto indeterminado de la noche – El brujo con que he estado intercambiando golpes hace un rato hizo desaparecer a alguien llamado… Galian, o Galvatian… no lo recuerdo bien, pero sí que discutieron…- El mercenario comenzó a hacer memoria mientras caminaba por la habitación bajo la atenta mirada de los presentes – … El túnel por la chica, ese era el trato… creo que dijo algo por el estilo – Se giró hacía Frea - ¿Te suena de algo? – El mercenario negó inmediatamente con la cabeza y se giró hacia la guardia. – En cualquier caso, ¿Alguna idea brillante? Por qué yo planeaba ir por el túnel y pasar sobre cualquiera que se me pusiese por delante – Sonrió y se ajustó la venda que rodeaba su muslo – No pongáis esa cara, os sorprendería saber la de veces que funciona.
La mujer de cabellos oscuros, frente a él, ordenó a todos los presentes que bajasen las armas, algo que inmediatamente aceptaron, Eltrant arqueó una ceja ante esto, no estaba mal para un ejército improvisado, al menos eran los suficientemente disciplinados como para obedecer a un líder.
Entonces dicha líder, después de declarar que se sentiría mucho más cómoda atando al mercenario a la pared, preguntó a la guarda, que acababa de entrar en la habitación, su opinión.
La mirada que la chica le dirigió durante varios segundos decía mucho y a la vez, muy poco, Eltrant le sonrió, cansado, pero no dijo nada, quizás perdido todos los recuerdos que incluían a la chica, sin embargo sabía lo que estaba pensado la joven, ya no se fiaba de él; quizás estaba dudando entre hacerlo o no, pero no la culpaba por ello, al fin y al cabo la última vez que se vieron había tratado de matarla. No obstante las palabras que hicieron continuar aquella escena sorprendieron al mercenario, no por su contenido, sino por la convicción con la que las dijo, no pudo siquiera ocultar la expresión de sorpresa que cruzó durante unos breves segundos. – "¿Así que viejos amigos?" – Pensó mientras la muchacha le conducía hasta una habitación adyacente a la que se encontraban, caminando tras la mujer que estaba al mando en aquel lugar.
Una vez Eltrant cerró la puerta tras de sí la guarda comenzó a relatar todo lo que había descubierto a la mujer de cabellos oscuros, que como descubrió el mercenario en aquel momento se llamaba Frea.
Eltrant, después de sentarse en una de las sillas de madera que descansaban en la habitación, escuchó atentamente todo lo que la guarda tenía que contar, que no era precisamente poco, afortunadamente para él, no era nada que no le hubiese sacado ya al bueno de Fredd horas atrás, así que el joven se limitó a asentir ante las palabras de Alanna, mejor de aquella forma, así no tendría que dar ninguna explicación larga ni nada por el estilo, cada segundo que perdían en aquel lugar el impostor apostaba un guarda más en la puerta de sus aposentos.
Esperó pacientemente mientras el relato de la guarda continuó de forma hasta que llegó a una parte que incluía al propio mercenario. – “¿Ayudarles?” – Eltrant se levantó de su asiento y se atusó la barba – Bueno… - Dijo ahora pasándose la mano por el pelo –Me han contratado para encargarme del rey impostor. – Eltrant sonrió a la guarda y se encogió de hombros – Así que supongo que eso nos convierte en aliados. – Sí, aquella era la mejor decisión que podía tomar en aquel momento, aquellas personas necesitaban ayuda, y prestándosela se acercaría a su objetivo, no había ninguna razón de peso para negarse a echarles una mano a los campesinos, a fin y al cabo, era ellos quienes le habían pedido ayuda para empezar.
Por otro lado Delteria era inteligente, valiente y con un sentido del deber bastante fuerte, estaba bastante seguro que si decidía atravesar el corazón del impostor sin ningún tipo de juicio pondría a algún impedimento, Eltrant sonrió enfrascado en sus pensamientos, no recordaba las palabras concretas de la chica de la capa negra, pero aunque matarle en aquel momento era infinitamente más sencillo que capturarle, no había ninguna garantía de que su nueva aliada le permitiese hacerlo, apartaría aquella opción de su plan, aunque no la descartaría de llegar a ser necesario.
- ¿Traidor? – Eltrant, que hasta hacia escasos segundos había estado evadido enfrascado en sus propios pensamientos recordó de golpe lo que las mujeres habían dicho durante la conversación - ¿Os estáis refiriendo a un tipo con el pelo así como rizado y ropa polvorienta? – El mercenario señaló entonces por la ventana, a un punto indeterminado de la noche – El brujo con que he estado intercambiando golpes hace un rato hizo desaparecer a alguien llamado… Galian, o Galvatian… no lo recuerdo bien, pero sí que discutieron…- El mercenario comenzó a hacer memoria mientras caminaba por la habitación bajo la atenta mirada de los presentes – … El túnel por la chica, ese era el trato… creo que dijo algo por el estilo – Se giró hacía Frea - ¿Te suena de algo? – El mercenario negó inmediatamente con la cabeza y se giró hacia la guardia. – En cualquier caso, ¿Alguna idea brillante? Por qué yo planeaba ir por el túnel y pasar sobre cualquiera que se me pusiese por delante – Sonrió y se ajustó la venda que rodeaba su muslo – No pongáis esa cara, os sorprendería saber la de veces que funciona.
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Más allá de la Luna y las estrellas, una noche más oscura y temerosa de la que se podía ver alzando la vista al cielo se estaba bañando de sangre. En frente de un espejo, el brujo contemplaba su reflejo. La herida que había abierto su boca continuaba sangrando. Ninguna de sus pócimas ni ninguno de sus hechizos fue suficiente para hacer para cicatrizar la herida que se le hubo formado.
-Me las pagará.- Susurró Bono curvando su boca con una grosera sonrisa. - Juro que me las pagará.- Se refería a aquel osado e insensato hombre que había cometido la desfachatez de atacarle. - Pero, hasta que llegue, tengo otra cosa con la que entretenerme.- Sin darse la vuelta, vio por el reflejo del espejo el calabazo donde Gardian se encontraba tirado en el suelo. -¿Verdad que sí?-
-Sí….- Contestó Gardian con voz débil y mecánica, similar al tono de voz con el que hablaban los biocibernéticos. -Sí, mi amo.-
-Me las pagará.- Susurró Bono curvando su boca con una grosera sonrisa. - Juro que me las pagará.- Se refería a aquel osado e insensato hombre que había cometido la desfachatez de atacarle. - Pero, hasta que llegue, tengo otra cosa con la que entretenerme.- Sin darse la vuelta, vio por el reflejo del espejo el calabazo donde Gardian se encontraba tirado en el suelo. -¿Verdad que sí?-
-Sí….- Contestó Gardian con voz débil y mecánica, similar al tono de voz con el que hablaban los biocibernéticos. -Sí, mi amo.-
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Apoyado en un bastón de madera, el guardia observaba como los hombres de Bono se llevaban a los aldeanos que por poco le mataron a palos. Padre, mujer e hijos; los cuatro habían pasado de simples aldeanos a Cuelliflojos. No pagar el diezmo era una cosa, intentar matar a un guardia, otra muy distinta. No iban a esperar a que amaneciera para colgar al menos uno de los miembros de la familia. Así eran las leyes del Rey, las leyes que estaban volviendo violentos a los aldeanos y agotando física y mentalmente a los guardias como Freed. En el fondo de su corazón, sentía pena por la familia. Podía comprenderlos a la perfección y odiaba a ver tenido que llamar a las monstruosidades que el brujo llama guardias; pero así eran las leyes del Rey. Uno de ellos moriría aquella misma noche.
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Cuando el hombre acabó de hablar, se quedó mirando tras la ventana que se encontraba a su lado. Intentaba pensar en todo lo que le había dicho Alanna y también en las palabras del recién llegado; en todas se cruzaba la misma persona: Su hermano Gardian. Tuvo que respirar hondo sonoramente, no una ni dos veces, sino hasta seis veces con tal de tranquilizarse y mantener el aspecto de serenidad y seguridad que le había hecho llevado hasta donde ella estaba. Traicionada por su por propio hermano… No quería tener que pensar en eso.
¿Y qué tenía que pensar si no era en su hermano? Tras la ventana, uno soldados se llevaban una familia entera apresada. ¿Era eso en lo que quería pensar, en todas las muertas que ya había vivido la aldea, o quizás también debería pensar en su marido ya muerto ahorcado por esos mismos guardias…? Volvió a suspirar con fuerza. Ya no podía más. ¡No más, por favor, no más! Sentía que, cualquier nueva mala noticia le podría llegar a derretir por dentro.
-Adelante pues.- Contestó al fin, tras largo rato en silencio. -Iremos solo nosotros tres, no quiero más muertes ni más traidores.- Evitó no mirar directamente a ninguno de los dos. No se fiaba completamente del hombre, a aquellas alturas no se fiaba ni de ella misma, y, respecto a Alanna Delteria, evitaba mirarla a la cara por vergüenza. No la estaba haciendo caso, cuando le dijo que aquella guerra era inútil ni cuando le dijo que confiase en el recién llegado. Frea ya no podía hacer caso a nadie más.
¿Y qué tenía que pensar si no era en su hermano? Tras la ventana, uno soldados se llevaban una familia entera apresada. ¿Era eso en lo que quería pensar, en todas las muertas que ya había vivido la aldea, o quizás también debería pensar en su marido ya muerto ahorcado por esos mismos guardias…? Volvió a suspirar con fuerza. Ya no podía más. ¡No más, por favor, no más! Sentía que, cualquier nueva mala noticia le podría llegar a derretir por dentro.
-Adelante pues.- Contestó al fin, tras largo rato en silencio. -Iremos solo nosotros tres, no quiero más muertes ni más traidores.- Evitó no mirar directamente a ninguno de los dos. No se fiaba completamente del hombre, a aquellas alturas no se fiaba ni de ella misma, y, respecto a Alanna Delteria, evitaba mirarla a la cara por vergüenza. No la estaba haciendo caso, cuando le dijo que aquella guerra era inútil ni cuando le dijo que confiase en el recién llegado. Frea ya no podía hacer caso a nadie más.
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* Ambos: Usáis la Ruta Roja para llegar a la mansión donde se encuentra el Rey. Deberéis poneros de acuerdo para describir entre los dos un peligro por el camino de los túneles y solucionarlo. (Libre elección mientras no uséis ninguno de los personajes que yo he ido describiendo, si queréis usar uno de ellos mandadme un mensaje privado para preguntar).
* Eltrant Tale: El camino hacia la mansión por la Ruta Roja solo lo saben dos personas, Gardian, que fue quién lo construyó y tú; deberás de guiar a Frea y Alanna Delteria por ese camino. Solo notarás el hechizo que Bono ha hecho en tus puños cuando estés muy cerca de él.
* Alanna Delteria: Frea está sufriendo como nunca antes ha sufrido en toda su vida. Ayúdala y protégela, si no haces algo pronto, podría darle un ataque al corazón en cualquier momento.
* Eltrant Tale: El camino hacia la mansión por la Ruta Roja solo lo saben dos personas, Gardian, que fue quién lo construyó y tú; deberás de guiar a Frea y Alanna Delteria por ese camino. Solo notarás el hechizo que Bono ha hecho en tus puños cuando estés muy cerca de él.
* Alanna Delteria: Frea está sufriendo como nunca antes ha sufrido en toda su vida. Ayúdala y protégela, si no haces algo pronto, podría darle un ataque al corazón en cualquier momento.
Última edición por Sigel el Miér Abr 13 2016, 09:49, editado 1 vez
Sigel
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Alanna sonrió, al final, siempre acababan siendo aliados, para su suerte, porque si no recordaba mal, las dos veces que se habían enfrentado, la chica no podía decir que hubiera acabado bien precisamente. si no terminaba ciega, terminaba con la cara herida, y allí ya no tenían médico o elfo alguno que les ayudase y curase sus heridas, en momentos así, realmente echaba en falta a Níniel, la chica no lucharía, pero sin duda era de ayuda. En ausencia de elfos, la única solución era que, sencillamente, no los hirieran, aunque por el aspecto que tenía Eltrant, no es que los dos pensasen igual.
Le tendió un pañuelo al joven mientras hablaba de lo que él había oído en su paseo nocturno, una discusión entre un joven y un brujo, Alanna pensó un instante que querría decir eso de "el túnel por la chica" ¿Qué chica? Si era Gardian, ¿sería por su hermana? Lo dudaba, hablar de la existencia de la ruta roja solo la ponía en peligro, a ella, a sus hijos y a los demás aldeanos. Alanna suspiró mirando a Frea.
Qué tornillo se le habría aflojado al chiquillo como para hacer eso, salvar a una sola persona, no justifica condenar a muerte a todo un pueblo, y menos cuando ese pueblo son tus amigos, tus conocidos, tu familia, quienes han estado arriesgando su vida por ti, no justifica condenar a muerte a tu hermana, la rabia subía por la garganta de Alanna, que no podía llegar a comprender como alguien era capaz de actuar así, no había entendido a su padre en su momento, ¿qué tipo de persona abandona y mata a sus hijas? Y ahora no entendía al hermano de Frea, si le tuviera delante, le habría dado tal puñetazo en la boca le habría saltado los dientes, ni dentista le habría hecho falta, pocas hostias había recibido ese niñato si era capaz de actuar de ese modo. Pero no pasaba nada, cuando lo encontrara, ella le daría todas las que le habían faltado.
- Gardian.- corrigió a Eltrant el nombre, sabiendo que, con sus anteriores sospechas, y con lo que él le decía, no podía estar equivocada. Notó las respiraciones de Frea, cansadas, tensas, y se levantó con un suspiro, tomando la mano de la mujer.- Hey, tranquila, ya verás como todo sale bien.- Le dijo con una pequeña sonrisa, en un intento de tranquilizarla.
Alzó la mirada y pudo ver una familia entera, padre, madre, y niño, siendo llevados, encadenados y con yugos, por un par de guardias. Frunció el ceño intentando mantener la calma, ya estaba bien de ese tipo de escenas, del miedo, no llevaba ni 3 horas en ese lugar y ya quería reducirlo a escombros. Le importaba poco la razón del rey falso, no había excusa, nadie tenía derecho a arrebatar vidas con la facilidad y la parsimonia que él lo había hecho. Se giró a Eltrant con mirada seria.
- Si no lo matas tu, lo haré yo, a ese cerdo le ha llegado su San Martín.- dijo con calma.- Conoces los túneles, ¿No es así? Pues bien, sigamos tu plan. Entremos allí. Tu puedes ir a por el rey, nosotras liberaremos a los prisioneros y les mostraremos la ruta, Frea, tu los guiarás hasta aquí. Yo me reuniré contigo- miró nuevamente a Eltrant- y te cubriré mientras le sacas las tripas al tío de la corona.- Sabía que el plan tenía muchos fallos, pero era lo mejor que tenían.
Con un último apretón de manos a Frea, salió del cuarto dejando la puerta abierta, la mujer a siguió, adelantándola para informar a los aldeanos de que se irían solos. Pidiendo que esperasen allí su regreso y cuidasen de sus hijos. Alanna asintió y bajó por la escalinata que transportaba hasta la galería de túneles, la oscuridad la cubrió en ese momento, Aguzó nuevamente la vista, haciendo que sus ojos se volvieran, casi por completo, pupila. Pudiendo distinguir imágenes en la oscuridad.
Espero que los demás descendieran y se dejó guiar por los túneles. notaba a Frea, a su lado, nerviosa. Le tomó la mano para avanzar, intentando transmitirle fuerza y calma. Ella, al menos, se sentía tranquila, no porque todo fuera a salir bien, si no porque, al menos iban a intentarlo, y pensaba que, con el mercenario de su lado, no podía ir tan mal la cosa. Volvió a apretar la mano de la mujer, esperando que entendiera que quería decirle con ese gesto y le sonrió, soltándola y adelantándose, curiosa.
Un temblor recorrió, en ese instante, la gruta, ya había podido ver que los pilares de madera no estaban especialmente bien colocados, y que, de vez en cuando, les caía polvo a la cabeza, pero no esperaba que un temblor tal cubriera la galería. Se quedó quieta un momento, el techo parecía a poco de derrumbarse. Las primeras piedras empezaron a caer, Frea, que la había adelantado cuando ella se había detenido a mirar el techo, se encontraba en el camino de las rocas, que caían como si fueran una pesada lluvia, dispuesta a empapar la tierra de sangre.
En a penas un instante su cabeza actuó sola, moviendo su cuerpo sin que ella a penas supiera que hacía. No tuvo tiempo siquiera de mirar si Eltrant también necesitaba ayuda, aunque confiaba en él, y en su capacidad para mantenerse a salvo, al menos, de fenómenos naturales como un hundimiento de tierra. El podía cuidarse, pero había notado a la mujer débil y hundida desde la noticia del traidor, y la confirmación de esto no había ayudado a su estado, si hubiera creído que la mujer le habría hecho caso, la habría obligado a quedarse esperando, pero imaginaba que no la habría escuchado, había decidido que, si iba con ellos, la mantendría a salvo, debía cumplirlo.
- Frea.- gritó lanzándose a por ella.
Se tiró en plancha, empujando a la mujer, y también a si misma, lejos de las rocas, que se elevaron hasta el techo, sosteniendo lo que antes era inestable. En el suelo, totalmente polvorienta, comprobó que no se hubiera hecho herida alguna, no podía permitirse ninguna lesión, y, en seguida, miró a su alrededor, Frea, a su lado, se estaba levantando con cuidado, pero ni rastro del mercenario.
- ¿Estás bien?- Le preguntó a la mujer, recibiendo un asentimiento como única respuesta. Alanna le puso una mano en el hombro, indicándole que no se esforzara, y comenzó a preocuparse al no oír la voz de su amigo.- Eltrant, Eltrant ¿Dónde estás, estás bien?- Preguntó alzándose ella y dirigiéndose a las rocas. Si no se confundía, estaban cerca de la salida, o esa impresión le daba, pues no muy lejos, podía entrever una trampilla en el techo, debía ser la salida.- ¡Eltrant!- dijo más alto, asustada por si al chico le había pasado algo, pensando. "Por favor, que esté bien, por favor"
Escuchó una ligera tos a sus espaldas, y miró a Frea, parecía agotada. Se acercó a ella y la tomó por los hombros para poder mirarle a la cara, la tensión estaba pudiendo con ella, lógicamente, no era una guerrera, no era mercenaria, no era guardia, era una madre de familia que luchaba con uñas y dientes para darles un futuro a sus hijos, si todos los padres fueran como ella, si su padre hubiera sido así, el mundo sería mejor lugar. A pesar de su preocupación, se obligó a dejarla de lado un instante, se sentó junto a la mujer y se abrazó las rodillas.
- Tus hijos son muy afortunados de tener una madre como tu.- murmuró.- mis padres fueron siempre muy egoístas, mi padre nos abandonó durante una sequía, mi madre, insistió en esperarlo aunque mi hermana y yo nos estuviéramos muriendo de hambre, ella murió también, no quiso luchar, y nos quedamos solas. Tu eres fuerte, estás peleando por tus hijos, por su futuro, puedes con ello, porque tienes algo por lo que luchar, si hubiera más gente como tu, el mundo sería un lugar mejor.- sonrió a la mujer.- Vamos, quiero ver a esa mujer que estaba guiando a la turba contra la injusticia, ahora mismo, es la persona que nos hace falta.- la animó alzándose y tendiéndole la mano, volviendo a dirigirse a la pared de pedruscos, creyendo oír el sonido apagado de la voz de Eltrant.
Le tendió un pañuelo al joven mientras hablaba de lo que él había oído en su paseo nocturno, una discusión entre un joven y un brujo, Alanna pensó un instante que querría decir eso de "el túnel por la chica" ¿Qué chica? Si era Gardian, ¿sería por su hermana? Lo dudaba, hablar de la existencia de la ruta roja solo la ponía en peligro, a ella, a sus hijos y a los demás aldeanos. Alanna suspiró mirando a Frea.
Qué tornillo se le habría aflojado al chiquillo como para hacer eso, salvar a una sola persona, no justifica condenar a muerte a todo un pueblo, y menos cuando ese pueblo son tus amigos, tus conocidos, tu familia, quienes han estado arriesgando su vida por ti, no justifica condenar a muerte a tu hermana, la rabia subía por la garganta de Alanna, que no podía llegar a comprender como alguien era capaz de actuar así, no había entendido a su padre en su momento, ¿qué tipo de persona abandona y mata a sus hijas? Y ahora no entendía al hermano de Frea, si le tuviera delante, le habría dado tal puñetazo en la boca le habría saltado los dientes, ni dentista le habría hecho falta, pocas hostias había recibido ese niñato si era capaz de actuar de ese modo. Pero no pasaba nada, cuando lo encontrara, ella le daría todas las que le habían faltado.
- Gardian.- corrigió a Eltrant el nombre, sabiendo que, con sus anteriores sospechas, y con lo que él le decía, no podía estar equivocada. Notó las respiraciones de Frea, cansadas, tensas, y se levantó con un suspiro, tomando la mano de la mujer.- Hey, tranquila, ya verás como todo sale bien.- Le dijo con una pequeña sonrisa, en un intento de tranquilizarla.
Alzó la mirada y pudo ver una familia entera, padre, madre, y niño, siendo llevados, encadenados y con yugos, por un par de guardias. Frunció el ceño intentando mantener la calma, ya estaba bien de ese tipo de escenas, del miedo, no llevaba ni 3 horas en ese lugar y ya quería reducirlo a escombros. Le importaba poco la razón del rey falso, no había excusa, nadie tenía derecho a arrebatar vidas con la facilidad y la parsimonia que él lo había hecho. Se giró a Eltrant con mirada seria.
- Si no lo matas tu, lo haré yo, a ese cerdo le ha llegado su San Martín.- dijo con calma.- Conoces los túneles, ¿No es así? Pues bien, sigamos tu plan. Entremos allí. Tu puedes ir a por el rey, nosotras liberaremos a los prisioneros y les mostraremos la ruta, Frea, tu los guiarás hasta aquí. Yo me reuniré contigo- miró nuevamente a Eltrant- y te cubriré mientras le sacas las tripas al tío de la corona.- Sabía que el plan tenía muchos fallos, pero era lo mejor que tenían.
Con un último apretón de manos a Frea, salió del cuarto dejando la puerta abierta, la mujer a siguió, adelantándola para informar a los aldeanos de que se irían solos. Pidiendo que esperasen allí su regreso y cuidasen de sus hijos. Alanna asintió y bajó por la escalinata que transportaba hasta la galería de túneles, la oscuridad la cubrió en ese momento, Aguzó nuevamente la vista, haciendo que sus ojos se volvieran, casi por completo, pupila. Pudiendo distinguir imágenes en la oscuridad.
Espero que los demás descendieran y se dejó guiar por los túneles. notaba a Frea, a su lado, nerviosa. Le tomó la mano para avanzar, intentando transmitirle fuerza y calma. Ella, al menos, se sentía tranquila, no porque todo fuera a salir bien, si no porque, al menos iban a intentarlo, y pensaba que, con el mercenario de su lado, no podía ir tan mal la cosa. Volvió a apretar la mano de la mujer, esperando que entendiera que quería decirle con ese gesto y le sonrió, soltándola y adelantándose, curiosa.
Un temblor recorrió, en ese instante, la gruta, ya había podido ver que los pilares de madera no estaban especialmente bien colocados, y que, de vez en cuando, les caía polvo a la cabeza, pero no esperaba que un temblor tal cubriera la galería. Se quedó quieta un momento, el techo parecía a poco de derrumbarse. Las primeras piedras empezaron a caer, Frea, que la había adelantado cuando ella se había detenido a mirar el techo, se encontraba en el camino de las rocas, que caían como si fueran una pesada lluvia, dispuesta a empapar la tierra de sangre.
En a penas un instante su cabeza actuó sola, moviendo su cuerpo sin que ella a penas supiera que hacía. No tuvo tiempo siquiera de mirar si Eltrant también necesitaba ayuda, aunque confiaba en él, y en su capacidad para mantenerse a salvo, al menos, de fenómenos naturales como un hundimiento de tierra. El podía cuidarse, pero había notado a la mujer débil y hundida desde la noticia del traidor, y la confirmación de esto no había ayudado a su estado, si hubiera creído que la mujer le habría hecho caso, la habría obligado a quedarse esperando, pero imaginaba que no la habría escuchado, había decidido que, si iba con ellos, la mantendría a salvo, debía cumplirlo.
- Frea.- gritó lanzándose a por ella.
Se tiró en plancha, empujando a la mujer, y también a si misma, lejos de las rocas, que se elevaron hasta el techo, sosteniendo lo que antes era inestable. En el suelo, totalmente polvorienta, comprobó que no se hubiera hecho herida alguna, no podía permitirse ninguna lesión, y, en seguida, miró a su alrededor, Frea, a su lado, se estaba levantando con cuidado, pero ni rastro del mercenario.
- ¿Estás bien?- Le preguntó a la mujer, recibiendo un asentimiento como única respuesta. Alanna le puso una mano en el hombro, indicándole que no se esforzara, y comenzó a preocuparse al no oír la voz de su amigo.- Eltrant, Eltrant ¿Dónde estás, estás bien?- Preguntó alzándose ella y dirigiéndose a las rocas. Si no se confundía, estaban cerca de la salida, o esa impresión le daba, pues no muy lejos, podía entrever una trampilla en el techo, debía ser la salida.- ¡Eltrant!- dijo más alto, asustada por si al chico le había pasado algo, pensando. "Por favor, que esté bien, por favor"
Escuchó una ligera tos a sus espaldas, y miró a Frea, parecía agotada. Se acercó a ella y la tomó por los hombros para poder mirarle a la cara, la tensión estaba pudiendo con ella, lógicamente, no era una guerrera, no era mercenaria, no era guardia, era una madre de familia que luchaba con uñas y dientes para darles un futuro a sus hijos, si todos los padres fueran como ella, si su padre hubiera sido así, el mundo sería mejor lugar. A pesar de su preocupación, se obligó a dejarla de lado un instante, se sentó junto a la mujer y se abrazó las rodillas.
- Tus hijos son muy afortunados de tener una madre como tu.- murmuró.- mis padres fueron siempre muy egoístas, mi padre nos abandonó durante una sequía, mi madre, insistió en esperarlo aunque mi hermana y yo nos estuviéramos muriendo de hambre, ella murió también, no quiso luchar, y nos quedamos solas. Tu eres fuerte, estás peleando por tus hijos, por su futuro, puedes con ello, porque tienes algo por lo que luchar, si hubiera más gente como tu, el mundo sería un lugar mejor.- sonrió a la mujer.- Vamos, quiero ver a esa mujer que estaba guiando a la turba contra la injusticia, ahora mismo, es la persona que nos hace falta.- la animó alzándose y tendiéndole la mano, volviendo a dirigirse a la pared de pedruscos, creyendo oír el sonido apagado de la voz de Eltrant.
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
De brazos cruzados, mantuvo la mirada de la guarda, se había equivocado juzgándola, pero sin embargo no dijo nada al respecto, aquellas palabras le facilitaban mucho las cosas, se limitó a asentir cuando la muchacha terminó de hablar.
Segundos después, cuando todos los presentes dieron el visto bueno al plan que habían trazado, salió de la habitación tras la Alanna y Frea, ignoró las miradas que los aldeanos le lanzaron cuando salió de la habitación tras las mujeres, estaba acostumbrado a aquella mezcla entre desconfianza y desprecio, no le sorprendía.
Al fin y al cabo él no era ningún héroe, era un mercenario, alguien que se ganaba la vida con el sufrimiento de los demás, no ayudándoles, una persona que se alimentaba de las desgracias ajenas por dinero, no un mártir que se sacrificaba por los desvalidos. Les comprendía, en los lugares pequeños como aquel pueblo su mera presencia era sinónimo de que algo no iba bien, un recordatorio de lo mal que lo estaban pasando las familias de la región, un ejemplo vivo de lo que pasaba si las cosas iban mal, Eltrant sabia que si él estuviese en el lugar de los aldeanos, se comportaría de forma similar.
Suspiró profundamente y comprobó una vez más que todo estaba en su lugar, así como que su espada seguía pesando exactamente lo mismo que siempre, no terminaba de fiarse de ella, no mientras Bono siguiese por ahí, si algo sabía de los brujos es que siempre le sorprendían, ya fuese con fuego o con métodos más extraños, nunca terminaría de entender como hacían aquellos trucos.
Contempló a Frea hablar con sus subordinados, algunos de ellos parecían reticentes a dejar marchar a la mujer argumentando que era un suicidio, y tenían razón, solo irían ellos tres, lo cual desde el punto de vista del mercenario limitaba bastante las posibilidades del grupo, pero no pensó mucho en aquello, no es como si se considerase un estratega ejemplar, podía entender las razones por las que Frea había decidido que solo irían ellos tres. - ¿De qué sirve la libertad si estamos todos muertos…? ¿No es verdad? – Susurró el mercenario para sí, apoyando en el quicio de la puerta mientras aguardaba a que la líder de aquella rebelión terminase de despedirse de quienes parecían sus hijos.
Con una mirada Frea informó al mercenario que había acabado, fue entonces cuando bajó al sótano tras Alanna, quien se había adelantado. - ¿Y cómo has llegado aquí Delteria? Esto está un poco alejado de las calles que patrullas – Preguntó Eltrant curioso mientras palpaba la pared, buscando la entrada que le había desvelado el libro, la denominada “Ruta Roja”.
Frea, que no había soltado la mano de la guarda desde que descendió al sótano preguntó que hacía, el mercenario se limitó a dedicarles una sonrisa enigmática y golpeó con fuerza un trozo de pared que parecía estar un poco suelto, el cual se desprendió arrastrando consigo el resto de la entrada al túnel secreto.
Sin perder el tiempo en explicar cómo conocía la existencia de aquel pasadizo Eltrant comenzó a avanzar en cabeza, ayudado por la luz de una tenue lámpara de aceite que se había tomado la molestia de tomar prestada del piso superior. - ¿Veis bien ahí atrás? – Preguntó, lo cierto es que no estaba prestando mucha atención al camino en sí, sino más bien al estado del mismo túnel, Eltrant no podía presumir de saber de construcciones, mucho menos de túneles, pero estaba bastante seguro que estos, para empezar, no debían de estar parcialmente hundidos en algunas galerías.
Y entonces lo que llevaba temiéndose desde que vislumbró la primera viga carcomida sucedió, aproximadamente a mitad de camino, justo frente a una bifurcación en la que el mercenario se detuvo menos de un instante, un fuerte temblor, seguido de una marabunta de polvo desencadenó lo que en aquel momento ya era inevitable, el techo comenzó a resquebrajarse.
Curiosamente lo primero que le pasó al mercenario por la cabeza fueron sus dos acompañantes, lo que le obligó a girarse en un inútil intento por advertirles de lo que estaba a punto de suceder, más el polvo y la incesante lluvia de rocas que comenzaron a desprenderse de aquel intento de cúpula que tenía sobre su cabeza, hicieron que no tuviese más opción que avanzar a toda prisa si no quería acabar lapidado.
Maldiciendo a todos los dioses que conocía, y a alguno inventado, Eltrant consiguió alejarse lo suficiente del lugar del desprendimiento como para, jadeando, caer de rodillas y comprobar que todas sus articulaciones seguían en su lugar.
- ¿Delteria? – Preguntó a la oscuridad cuando, más relajado, se dio cuenta de que seguía con vida, al notar que no respondía nadie volvió a repetir la retahíla de maldiciones que había lanzado momentos antes y, cubierto de polvo, se levantó de un salto escrutando la oscuridad - ¡¿Delteria?! – Exclamó ahora en un tono de voz más alto, siendo aún el silencio la única respuesta que recibió - ¡Maldita sea! – Gritó con todas sus fuerzas, ahora agachándose junto al lugar que había quedado bloqueado por las rocas - ¡Contéstame Alanna! – Comenzó a apartar alguna piedra que otra, en un desesperado intento por ayudar a su aliada. - ¡Alanna! - Y oyó la voz de su aliada, muy lejana, al otro lado de aquel grueso muro de piedras que se había formado.
Agotado, se dejó caer hacía atrás y se tumbó boca arriba, suspiró aliviado.
- Voy a abrir una panaderia – Se dijo apartándose el sudoroso flequillo de los ojos – Sí, es un buen trabajo, nada peligroso, todo ventajas – Suspiró de nuevo y se incorporó, la voz de Frea también llegó hasta a sus oídos, sin embargo esta parecía aún más apagada que la de la guarda, se estaban alejando. Frunció el ceño y tras sacudirse un poco que cubría su capa se giró hacia la oscuridad que estaba frente a él. – ¿Tengo alguna otra opción? – Preguntó a la nada, pero esta vez, fue el suave murmullo del aire filtrándose por las hendiduras que habían quedado entre las piedras quien le respondió – No – Desenvainó la espada y comenzó a caminar, adentrándose aún más en el tunel – Supongo que no.
Segundos después, cuando todos los presentes dieron el visto bueno al plan que habían trazado, salió de la habitación tras la Alanna y Frea, ignoró las miradas que los aldeanos le lanzaron cuando salió de la habitación tras las mujeres, estaba acostumbrado a aquella mezcla entre desconfianza y desprecio, no le sorprendía.
Al fin y al cabo él no era ningún héroe, era un mercenario, alguien que se ganaba la vida con el sufrimiento de los demás, no ayudándoles, una persona que se alimentaba de las desgracias ajenas por dinero, no un mártir que se sacrificaba por los desvalidos. Les comprendía, en los lugares pequeños como aquel pueblo su mera presencia era sinónimo de que algo no iba bien, un recordatorio de lo mal que lo estaban pasando las familias de la región, un ejemplo vivo de lo que pasaba si las cosas iban mal, Eltrant sabia que si él estuviese en el lugar de los aldeanos, se comportaría de forma similar.
Suspiró profundamente y comprobó una vez más que todo estaba en su lugar, así como que su espada seguía pesando exactamente lo mismo que siempre, no terminaba de fiarse de ella, no mientras Bono siguiese por ahí, si algo sabía de los brujos es que siempre le sorprendían, ya fuese con fuego o con métodos más extraños, nunca terminaría de entender como hacían aquellos trucos.
Contempló a Frea hablar con sus subordinados, algunos de ellos parecían reticentes a dejar marchar a la mujer argumentando que era un suicidio, y tenían razón, solo irían ellos tres, lo cual desde el punto de vista del mercenario limitaba bastante las posibilidades del grupo, pero no pensó mucho en aquello, no es como si se considerase un estratega ejemplar, podía entender las razones por las que Frea había decidido que solo irían ellos tres. - ¿De qué sirve la libertad si estamos todos muertos…? ¿No es verdad? – Susurró el mercenario para sí, apoyando en el quicio de la puerta mientras aguardaba a que la líder de aquella rebelión terminase de despedirse de quienes parecían sus hijos.
Con una mirada Frea informó al mercenario que había acabado, fue entonces cuando bajó al sótano tras Alanna, quien se había adelantado. - ¿Y cómo has llegado aquí Delteria? Esto está un poco alejado de las calles que patrullas – Preguntó Eltrant curioso mientras palpaba la pared, buscando la entrada que le había desvelado el libro, la denominada “Ruta Roja”.
Frea, que no había soltado la mano de la guarda desde que descendió al sótano preguntó que hacía, el mercenario se limitó a dedicarles una sonrisa enigmática y golpeó con fuerza un trozo de pared que parecía estar un poco suelto, el cual se desprendió arrastrando consigo el resto de la entrada al túnel secreto.
Sin perder el tiempo en explicar cómo conocía la existencia de aquel pasadizo Eltrant comenzó a avanzar en cabeza, ayudado por la luz de una tenue lámpara de aceite que se había tomado la molestia de tomar prestada del piso superior. - ¿Veis bien ahí atrás? – Preguntó, lo cierto es que no estaba prestando mucha atención al camino en sí, sino más bien al estado del mismo túnel, Eltrant no podía presumir de saber de construcciones, mucho menos de túneles, pero estaba bastante seguro que estos, para empezar, no debían de estar parcialmente hundidos en algunas galerías.
Y entonces lo que llevaba temiéndose desde que vislumbró la primera viga carcomida sucedió, aproximadamente a mitad de camino, justo frente a una bifurcación en la que el mercenario se detuvo menos de un instante, un fuerte temblor, seguido de una marabunta de polvo desencadenó lo que en aquel momento ya era inevitable, el techo comenzó a resquebrajarse.
Curiosamente lo primero que le pasó al mercenario por la cabeza fueron sus dos acompañantes, lo que le obligó a girarse en un inútil intento por advertirles de lo que estaba a punto de suceder, más el polvo y la incesante lluvia de rocas que comenzaron a desprenderse de aquel intento de cúpula que tenía sobre su cabeza, hicieron que no tuviese más opción que avanzar a toda prisa si no quería acabar lapidado.
Maldiciendo a todos los dioses que conocía, y a alguno inventado, Eltrant consiguió alejarse lo suficiente del lugar del desprendimiento como para, jadeando, caer de rodillas y comprobar que todas sus articulaciones seguían en su lugar.
- ¿Delteria? – Preguntó a la oscuridad cuando, más relajado, se dio cuenta de que seguía con vida, al notar que no respondía nadie volvió a repetir la retahíla de maldiciones que había lanzado momentos antes y, cubierto de polvo, se levantó de un salto escrutando la oscuridad - ¡¿Delteria?! – Exclamó ahora en un tono de voz más alto, siendo aún el silencio la única respuesta que recibió - ¡Maldita sea! – Gritó con todas sus fuerzas, ahora agachándose junto al lugar que había quedado bloqueado por las rocas - ¡Contéstame Alanna! – Comenzó a apartar alguna piedra que otra, en un desesperado intento por ayudar a su aliada. - ¡Alanna! - Y oyó la voz de su aliada, muy lejana, al otro lado de aquel grueso muro de piedras que se había formado.
Agotado, se dejó caer hacía atrás y se tumbó boca arriba, suspiró aliviado.
- Voy a abrir una panaderia – Se dijo apartándose el sudoroso flequillo de los ojos – Sí, es un buen trabajo, nada peligroso, todo ventajas – Suspiró de nuevo y se incorporó, la voz de Frea también llegó hasta a sus oídos, sin embargo esta parecía aún más apagada que la de la guarda, se estaban alejando. Frunció el ceño y tras sacudirse un poco que cubría su capa se giró hacia la oscuridad que estaba frente a él. – ¿Tengo alguna otra opción? – Preguntó a la nada, pero esta vez, fue el suave murmullo del aire filtrándose por las hendiduras que habían quedado entre las piedras quien le respondió – No – Desenvainó la espada y comenzó a caminar, adentrándose aún más en el tunel – Supongo que no.
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Hacía mucho tiempo que el brujo malo se había ido de los calabazos y habían dejado solos a los prisioneros. Hont lo agradeció. Cuando el brujo malo le veía, Hont, con un gesto de puro pánico, se acurrucaba convirtiéndose en una bola castaña y negra. Pero él ya se había ido y podía moverse tranquilo. Con un gesto más propio de un gato que de una zarigüeya, se estiró con todo su cuerpo para aflojar el nerviosismo que le invadía. Ya podía volver a caminar en su pequeña celda, saltar e incluso colgarse a un techo con su largo rabo como le gustaba hacer. Pese a estar encerrado en una jaula, Hont se sentía libre. Prefería ser un preso en una cárcel que un preso en los ojos del brujo malo.
Quien no lo pasaba tan bien era el hombre que estaba en la celda que tenía al lado. Estaba tirado en el suelo, temblaba y, de vez en cuando, sufría varios espasmos musculares por las heridas de los conjuros que el brujo malo había hecho contra él.
-¡Un nuevo amigo!- Gritó Hont poniéndose de pie de un salto y haciendo el típico saludo que los guardias se hacían entre ellos. El otro hombre no contestó.- Mi nombre es Hont, encantado de conocerte.- No hubo respuesta. - Yo también me alegro de conocerte Hont, soy un hombre misterioso y herido por culpa del brujo malo.- Dijo el hombre zarigüeya cambiando la voz como si fuera el otro hombre quien le había contestado. Hont se partió de risa con su propia broma, el rubio continúo sin contestar. - ¿Quieres saber por qué me encarcelaron? Es una buena historia, seguro que te gustará escucharla.- Volvió a hablar con su voz original. - Te la contaré igualmente. Hace tiempo que no tengo amigos nuevos a quién contársela. Pues vine a la aldea a conocer al Rey de los humanos, ¡AL REY! ¿Tú lo has visto alguna vez? Yo sí, tres veces ya. Bueno, dos, esta no cuenta. Este no es el mismo Rey que vi cuando hicieron el homenaje a los guerreros que lucharon para salvar a Terpoli de los muertos vivientes.- Hizo un movimiento con las manos imitando lo que sería un muerto viviente alzándose de su tumba. - ¡Ese sí que era el Rey de verdad! Hace…- Se contó los dedos de sus manos y luego los de sus pies para tomar la cuenta. - No recuerdo cuántos hace desde que vine aquí y vi al mentiroso. Le dije que no dijera mentiras y que él no era el Rey que vi en cuando terminó la batalla de Terpoli. Entonces, dos tipos muy grandes me cogieron y me llevaron hasta aquí. Son unos brutos maleducados ¿A qué es una historia divertida?- Hont se cansó de guardar otro silencio de cortesía para dejar a hablar a su mudo interlocutor y continúo con su monólogo. - Sé que lo es. A todos mis amigos les ha gustado escuchar mi historia. ¡No me puedo creer que no te rías! –Hont se rió el solo. Hubo un momento de silencio, bastante largo tratándose de un charlatán como lo era el hombre zarigüeya. - Oye amigo, ¿me guardas un secreto? No se lo puedes decir a nadie, ni siquiera al brujo malo. No importa todo lo que él te diga ni el mucho miedo que dé, me tienes que prometer que no se lo dirás.- Esta vez Hont no esperó una respesta y habló inmediatamente. -Tengo una idea para escaparme de estos barrotes. ¡Es un buen plan te lo prometo! Voy a escapar de aquí y el brujo malo no podrá cogerme. Tú puedes venir conmigo si quieres.-
Quien no lo pasaba tan bien era el hombre que estaba en la celda que tenía al lado. Estaba tirado en el suelo, temblaba y, de vez en cuando, sufría varios espasmos musculares por las heridas de los conjuros que el brujo malo había hecho contra él.
-¡Un nuevo amigo!- Gritó Hont poniéndose de pie de un salto y haciendo el típico saludo que los guardias se hacían entre ellos. El otro hombre no contestó.- Mi nombre es Hont, encantado de conocerte.- No hubo respuesta. - Yo también me alegro de conocerte Hont, soy un hombre misterioso y herido por culpa del brujo malo.- Dijo el hombre zarigüeya cambiando la voz como si fuera el otro hombre quien le había contestado. Hont se partió de risa con su propia broma, el rubio continúo sin contestar. - ¿Quieres saber por qué me encarcelaron? Es una buena historia, seguro que te gustará escucharla.- Volvió a hablar con su voz original. - Te la contaré igualmente. Hace tiempo que no tengo amigos nuevos a quién contársela. Pues vine a la aldea a conocer al Rey de los humanos, ¡AL REY! ¿Tú lo has visto alguna vez? Yo sí, tres veces ya. Bueno, dos, esta no cuenta. Este no es el mismo Rey que vi cuando hicieron el homenaje a los guerreros que lucharon para salvar a Terpoli de los muertos vivientes.- Hizo un movimiento con las manos imitando lo que sería un muerto viviente alzándose de su tumba. - ¡Ese sí que era el Rey de verdad! Hace…- Se contó los dedos de sus manos y luego los de sus pies para tomar la cuenta. - No recuerdo cuántos hace desde que vine aquí y vi al mentiroso. Le dije que no dijera mentiras y que él no era el Rey que vi en cuando terminó la batalla de Terpoli. Entonces, dos tipos muy grandes me cogieron y me llevaron hasta aquí. Son unos brutos maleducados ¿A qué es una historia divertida?- Hont se cansó de guardar otro silencio de cortesía para dejar a hablar a su mudo interlocutor y continúo con su monólogo. - Sé que lo es. A todos mis amigos les ha gustado escuchar mi historia. ¡No me puedo creer que no te rías! –Hont se rió el solo. Hubo un momento de silencio, bastante largo tratándose de un charlatán como lo era el hombre zarigüeya. - Oye amigo, ¿me guardas un secreto? No se lo puedes decir a nadie, ni siquiera al brujo malo. No importa todo lo que él te diga ni el mucho miedo que dé, me tienes que prometer que no se lo dirás.- Esta vez Hont no esperó una respesta y habló inmediatamente. -Tengo una idea para escaparme de estos barrotes. ¡Es un buen plan te lo prometo! Voy a escapar de aquí y el brujo malo no podrá cogerme. Tú puedes venir conmigo si quieres.-
- Hont:
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Sus “queridos” compañeros estaban esperando a que los rebeldes asomasen la cabeza por el hoyo que llevaba hacia los túneles. Espadas, hachas, lanzas, arcos y ballestas danzaban de mano a mano hasta los guardias más preparados para que tomasen sus posiciones en la mansión. Según Bono les había informado, los rebeldes entrarían por el sótano de la mansión e iban a luchar hasta llegar al piso superior donde estaba la habitación real. El brujo ya se había preparado para eso, tenía un plan para detener a los aldeanos, un plan que Fredd no se molestó por escuchar.
Él tenía otros intereses tales como vengarse del Cuelliflojo que le había roto una pierna. Su familia, sus dos hijos, su mujer y él mismo estaban en el patio trasero de la mansión con los pies encadenados y con unos yugos decorando sus cuellos.
-Coged al Cuelliflojo más pequeño- Dijo Fredd señalando al niño pequeño. - y preparad la horca para ya mismo. No saldrá el Sol antes de que estos miserables aprendan la lección.-
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Su espada cayó de sus manos en el mismo momento que se derrumbó el techo. Tenía la sensación que el ruido que escuchaba sobre sus cabezas no eran obra de las vigas al quebrarse lentamente; el ruido que estaba escuchando era ella misma rompiéndose en mil pedazos por no poder soportar todo el peso que cargaba en su espalda. Agradeció haber podido sentarse a descansar y, también, que Alanna estuviera con ella. Frea no quería imaginarse dónde hubiera acabado si la señorita Delteria no hubiera aparecido cuando quemaron aquel feo espantapájaros disfrazado de guardia.
Cuando Alanna le habló, con esa voz tan decidida con la que siempre hablaba, le dio un vuelco en el corazón. Muchos de sus vecinos, sobre todo aquellos que no habían querido reunirse en frente del nogal, la veían como una desesperada, insensata y loca mujer que lo había perdido todo y, aun así, se aferraba a seguir luchando. Pocos eran los que veían en ella lo que Alanna pensaba de ella, menos todavía los que se lo decían. El único que un día le animó para que siguiera con su lucha por la justicia fue su hermano Gardian y Frea, en aquel momento, no sabía si los ánimos de su traidor hermano servían de algo. Entonces, si no contaba Gardian, ya solo estaba con el apoyo de Alanna.
-La verás.- Contestó Frea con lágrimas en los ojos.- Te prometo que la verás.-
Cuando Alanna le habló, con esa voz tan decidida con la que siempre hablaba, le dio un vuelco en el corazón. Muchos de sus vecinos, sobre todo aquellos que no habían querido reunirse en frente del nogal, la veían como una desesperada, insensata y loca mujer que lo había perdido todo y, aun así, se aferraba a seguir luchando. Pocos eran los que veían en ella lo que Alanna pensaba de ella, menos todavía los que se lo decían. El único que un día le animó para que siguiera con su lucha por la justicia fue su hermano Gardian y Frea, en aquel momento, no sabía si los ánimos de su traidor hermano servían de algo. Entonces, si no contaba Gardian, ya solo estaba con el apoyo de Alanna.
-La verás.- Contestó Frea con lágrimas en los ojos.- Te prometo que la verás.-
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* Ambos: La Ruta Roja se está derrumbando. Haced lo posible para salir de ahí. En la mansión, un batallón de guardias armados espera la llegada de un ejército de rebeldes. Vosotros solo sois tres, tenéis ventaja. Infiltraros y pasar desapercibidos. Al final del post lanzad las runas, los Dioses decidirán lo eficaz que resulte vuestro camuflaje. Dentro, seguid vuestros propios planes.
* Alanna Delteria: La suerte que te confieran las runas será compartida con Frea.
* Eltrant Tale: Tu suerte la compartirás con Gardian.
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
- Así me gusta, vamos.- Sonrió Alanna, alzándose y tendiéndole las manos para que se levantase. Volvió a acercarse a la pared, le había parecido que la voz de Eltrant se escuchaba, débil, por entre las rocas. Escuchó nuevamente la voz del chico, le había parecido que la llamaba por su nombre, ¿sería posible? Se acercó a la carrera a las rocas.- ¡Eltrant!- lo llamó nerviosa.- ¿Estás bien? ¡Eltrant!- volvió a llamar.
Empezó a retirar piedras, notando los arañazos que empezaban a formarse en sus manos. Intentando abrir un camino para, al menos, poder ver al chico, comprobar que estaba bien, sin embargo los temblores volvieron, el túnel se venía a bajo. Nerviosa, dejó de retirar piedras, y los temblores parecieron cesar.
No podían volver a reunirse, no así... Alanna miró hacia arriba, alejándose, contemplando la pared rocosa, que mantenía en equilibrio precario el túnel. Suspiró y bajó la mirada. Miró hacia sus espaldas, el pasillo que tenia tras ella, no quedaba a penas nada para llegar a la salida, ojala no se les hubiera derrumbado el túnel.
- Eltrant, vamos a seguir hacia delante, encontrémonos en los pasillos de servicio.- dijo Alanna a las piedras, esperando que el chico la escuchara, con una mano puesta sobre las rocas. - Ve con cuidado.- pidió antes de girarse, dejando una ligera caricia en la roca, y salir corriendo.
Con cuidado, le dio un tirón a Frea para que la siguiera y comenzó a caminar con prisa por el pasillo mientras los temblores volvían a notar se y hacían caer polvo. Alanna apresuró un poco más a la mujer, y, cuando logró, con sus ojos de gato, ver las escaleras de madera que subían hasta la trampilla, las escaló y abrió con cuidado. Alzó la tapa, que era parte de una gran baldosa de suelo, y miró por el hueco que acababa de abrir, entrecerrando los ojos, intentando acostumbrarse a la luz.
Parecía no haber nadie en ese pasillo. Unos grandes ventanales de cortinas rojas, cerradas, daban algo de penumbra al pasillo, los tapices que adornaban la pared y las armas y armaduras decorativas, le daban un aire oscuro, Alanna suspiró y, a pulso, subió su cuerpo para poder sentarse y salir del túnel.
- Vamos- murmuró mientras ayudaba a salir a la chica.
Comenzaron a caminar por los pasillos, con cuidado y silencio, intentando localizar un lugar relativamente tranquilo donde poder trazar un plan, lo primero era liberar a los prisioneros, no podía dejar que matasen a más inocentes, matar al rey era secundario, ella podría colarse en algún momento para cortarle el cuello. Pero necesitaban liberar a los presos. Si no se equivocaba y su lógica no fallaba, las mazmorras debían estar en el piso más alto, y las salas de tortura en el sótano.
Debían tener su propio pasillo para subir a los presos, y apostaba que estaría por el exterior, por lo que la forma más segura de llegar, era el interior. Avanzó con prisa y calma, asegurándose de que Frea la siguiera, subiendo escaleras de servicio y escondiéndose en rincones, cuando, a apenas dos pisos de llegar a las almenas, empezó a oir pasos.
Se asustó, y empujó a Frea, escondiéndola en la oscuridad de un pasillo, para, en seguida, salir corriendo en busca de otro escondite. Se apresuró, encontrando un nuevo lugar oscuro donde pensó que podría quedar bien oculta y esperó con paciencia, rezandoles a los dioses por que el individuo no la viera. Sabía que Frea estaba segura, pero, ¿Y ella?
Los pasos empezaron a acercarse, y dos voces masculinas, resonaron por el corredor. Parecían dos soldados rasos, se reían de alguna especie de broma secreta acerca de un hombre bestia saltarin. Alanna, desde su escondite, no pudo evitar fruncir el ceño, presa por a curiosidad. Sin embargo, no podía permitirse que, como solían decir, la curiosidad matase al gato, o, en este caso particular, a la Gata. Retuvo el aliento, y cruzó los dedos, esperando que no la encontrasen.
Empezó a retirar piedras, notando los arañazos que empezaban a formarse en sus manos. Intentando abrir un camino para, al menos, poder ver al chico, comprobar que estaba bien, sin embargo los temblores volvieron, el túnel se venía a bajo. Nerviosa, dejó de retirar piedras, y los temblores parecieron cesar.
No podían volver a reunirse, no así... Alanna miró hacia arriba, alejándose, contemplando la pared rocosa, que mantenía en equilibrio precario el túnel. Suspiró y bajó la mirada. Miró hacia sus espaldas, el pasillo que tenia tras ella, no quedaba a penas nada para llegar a la salida, ojala no se les hubiera derrumbado el túnel.
- Eltrant, vamos a seguir hacia delante, encontrémonos en los pasillos de servicio.- dijo Alanna a las piedras, esperando que el chico la escuchara, con una mano puesta sobre las rocas. - Ve con cuidado.- pidió antes de girarse, dejando una ligera caricia en la roca, y salir corriendo.
Con cuidado, le dio un tirón a Frea para que la siguiera y comenzó a caminar con prisa por el pasillo mientras los temblores volvían a notar se y hacían caer polvo. Alanna apresuró un poco más a la mujer, y, cuando logró, con sus ojos de gato, ver las escaleras de madera que subían hasta la trampilla, las escaló y abrió con cuidado. Alzó la tapa, que era parte de una gran baldosa de suelo, y miró por el hueco que acababa de abrir, entrecerrando los ojos, intentando acostumbrarse a la luz.
Parecía no haber nadie en ese pasillo. Unos grandes ventanales de cortinas rojas, cerradas, daban algo de penumbra al pasillo, los tapices que adornaban la pared y las armas y armaduras decorativas, le daban un aire oscuro, Alanna suspiró y, a pulso, subió su cuerpo para poder sentarse y salir del túnel.
- Vamos- murmuró mientras ayudaba a salir a la chica.
Comenzaron a caminar por los pasillos, con cuidado y silencio, intentando localizar un lugar relativamente tranquilo donde poder trazar un plan, lo primero era liberar a los prisioneros, no podía dejar que matasen a más inocentes, matar al rey era secundario, ella podría colarse en algún momento para cortarle el cuello. Pero necesitaban liberar a los presos. Si no se equivocaba y su lógica no fallaba, las mazmorras debían estar en el piso más alto, y las salas de tortura en el sótano.
Debían tener su propio pasillo para subir a los presos, y apostaba que estaría por el exterior, por lo que la forma más segura de llegar, era el interior. Avanzó con prisa y calma, asegurándose de que Frea la siguiera, subiendo escaleras de servicio y escondiéndose en rincones, cuando, a apenas dos pisos de llegar a las almenas, empezó a oir pasos.
Se asustó, y empujó a Frea, escondiéndola en la oscuridad de un pasillo, para, en seguida, salir corriendo en busca de otro escondite. Se apresuró, encontrando un nuevo lugar oscuro donde pensó que podría quedar bien oculta y esperó con paciencia, rezandoles a los dioses por que el individuo no la viera. Sabía que Frea estaba segura, pero, ¿Y ella?
Los pasos empezaron a acercarse, y dos voces masculinas, resonaron por el corredor. Parecían dos soldados rasos, se reían de alguna especie de broma secreta acerca de un hombre bestia saltarin. Alanna, desde su escondite, no pudo evitar fruncir el ceño, presa por a curiosidad. Sin embargo, no podía permitirse que, como solían decir, la curiosidad matase al gato, o, en este caso particular, a la Gata. Retuvo el aliento, y cruzó los dedos, esperando que no la encontrasen.
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Con una mano en la polvorienta pared del pasadizo y la otra en la empuñadura de su espada, Eltrant avanzó a oscuras en la única dirección que lo que quedaba de ruta roja le permitía, hacia adelante. Habían pasado ya varias decenas de minutos desde que dejó atrás el lugar del desprendimiento, pero la sensación de que el techo se le iba a venir encima no había cesado ni un ápice, y aunque ahora a oscuras no podía ver las mugrientas vigas que pobremente sujetaban las rocas de las que estaba conformado el túnel, estaba bastante seguro de que si se retrasaba lo más mínimo acabaría enterrado en aquel lugar; o al menos eso era lo que el distante eco de las rocas amontonadas a su espalda le susurraban.
Sin inmutarse por el extraño olor acido que empezó a llegar hasta él, Eltrant paró un instante para estudiar el pequeño punto de luz que, lejana, al fondo del pasadizo, informó al mercenario de que la salida estaba cerca.
Dejó la espada a un lado se frotó las manos una con la otra mientras observaba lo que parecía ser la única salida posible de la ruta roja. Aquel punto de luz, aquel pequeño rayo de esperanza que le decía que no se había quedado atrapado en una galería bajo tierra no era constante, fluctuaba. Eltrant frunció el ceño y, después de pasarse la manga de su camisa por la cara, limpiándose el polvo que la cubría, volvió a tomar su arma; ahora que contaba con un punto de referencia visible podía permitirse avanzar sin tocar la pared, si aquella fluctuación se debía a lo que él mercenario se temía le seria de mucha ayuda contar con ambas extremidades de su parte.
Según se fue acercando, siempre agachado, tratando de hacerse lo menos visible posible, con la capucha de su capa cubriendo su cabeza, aquella dicha luz se fue haciendo paulatinamente más y más intensa, y las fluctuaciones, por su parte, se convirtieron en siluetas, muchas siluetas, quizás demasiadas para su gusto.
Suspiró – Odio tener razón en este tipo de cosas – Se dijo, desde que llegó a aquel pueblo todo parecía haber estado orquestado para ir en su contra, como si un dios caprichoso estudiase todos y cada uno de sus movimientos y, en consecuencia, siempre le preparase el peor devenir posible.
Oculto en la oscuridad, ahora oyendo el sonido de unas voces que, como la luz de la que procedían se iban haciendo gradualmente más intensas con cada paso que daba; sonrió, muy a su pesar en momentos como aquel, en los que sentía como su corazón quería escapar del pecho, en los que un paso en falso podía costarle la vida, eran los únicos en los que realmente se sentía vivo y no una sombra de lo que había sido tiempo atrás.
Nunca se le habían dado bien aquel tipo de trabajos, infiltrarse, pasar desapercibido, y la discreción eran cosas que al mercenario se le escapaban, y no precisamente porque él quisiera que fuese así, pero en aquel momento no tenía alternativa.
No le quedaba más opción que ser paciente, por lo que durante un tiempo, el cual se le hizo más largo del que en realidad fue, esperó a que alguno de los guardias se despistase.
La presencia de guardas en la salida del corredor no era una coincidencia, por el aspecto que tenían aquellos hombres estaban esperando un ataque, desde la distancia en la que se encontraba el mercenario pudo vislumbrar a los guardias, los cuales enfundados en sus uniformes portaban una colección de armas digna de la misma guardia de Lunargenta. Los tipos que custodiaban aquella mansión eran el ejemplo perfecto de lo que pasaba cuando le das un arma a un imbécil y le dices que es especial, al final, se lo acaba creyendo.
Tratando de ser lo más pequeño posible, y sacándole partido al único momento en el que parecía no haber nadie vigilando del agujero se lanzó a toda prisa en dirección a este, consiguiendo, aparentemente, pasar desapercibido.
-¿Me han visto? – Se aferró a su espada con la espada apoyada contra las pesadas cajas de madera y deseó que la respuesta a aquella pregunta fuese negativa, no había tenido tiempo para ver el tipo de habitación en la que se encontraba ni a los hombres que la custodiaban, como tampoco lo tuvo para ver al hombre uniformado que, junto a él, abrió la boca para dar la señal de alarma a sus compañeros cercanos.
Frunció el ceño y antes de que aquel individuo pudiese decir nada la hoja de Eltrant ya estaba alojada en la garganta de aquel hombre, un apagado gorgoteó fue lo último que aquel sujeto diría nunca. Eltrant apretó los dientes y, con un fuerte tirón, el mercenario apartó al guarda del lugar en el que se encontraba, ocultándolo junto a él.
Lanzó un vistazo al sótano en el que se encontraba. Muchos soldados, todos armados y listos para enfrentarse a un pequeño batallón, al fondo de la estancia, una puerta de acero estaba fuertemente custodiada por dos hombres enfundados en gruesas armaduras de metal, menos protegidas, las escaleras al piso superior descansaban justo en el extremo opuesto de la estancia.
- ¿Alguien ha visto a Tobías? – Oyó de algún lugar de la habitación – No – Contestó otra voz – Creo que ha ido a revisar las botellas o lo que sea aquello. – El séptimo de los Tale arqueó una ceja - "¿Botellas?" – Se giró rápidamente y comprobó como dentro de las cajas que le servían de escondite descansaban casi un centenar de pequeños frascos repletos de un líquido de color naranja, fuera lo que fuese, aquello era lo que llevaba oliendo desde el desprendimiento - ¡Deja de alegrarte la noche pensando en tu mujer y haz tu maldito trabajo! – Exclamó un tercer guardia mirando a las cajas – Eltrant tragó saliva - ¡Maldita sea Tobías! ¡Qué vigiles el boquete! ¡Cómo se cuele algún maldito cuelliflojo voy a matarte! – Aquella frase acabó en una exclamación ahogada cuando, el guarda que iba en busca de Tobías vio la sangre de su compañero emanar desde debajo de las cajas- ¿Que…?
Sin nada que perder llegados a aquel punto Eltrant cerró los ojos y empujó las cajas repletas las botellas que contenían aquel líquido naranja sobre los guardas que se habían acercado a comprobar que sucedía. Ya fuese aquello zumo de naranja o la más potente de las soluciones alquímicas, esperaba que la confusión, como mínimo, le permitiese escapar.
Sin inmutarse por el extraño olor acido que empezó a llegar hasta él, Eltrant paró un instante para estudiar el pequeño punto de luz que, lejana, al fondo del pasadizo, informó al mercenario de que la salida estaba cerca.
Dejó la espada a un lado se frotó las manos una con la otra mientras observaba lo que parecía ser la única salida posible de la ruta roja. Aquel punto de luz, aquel pequeño rayo de esperanza que le decía que no se había quedado atrapado en una galería bajo tierra no era constante, fluctuaba. Eltrant frunció el ceño y, después de pasarse la manga de su camisa por la cara, limpiándose el polvo que la cubría, volvió a tomar su arma; ahora que contaba con un punto de referencia visible podía permitirse avanzar sin tocar la pared, si aquella fluctuación se debía a lo que él mercenario se temía le seria de mucha ayuda contar con ambas extremidades de su parte.
Según se fue acercando, siempre agachado, tratando de hacerse lo menos visible posible, con la capucha de su capa cubriendo su cabeza, aquella dicha luz se fue haciendo paulatinamente más y más intensa, y las fluctuaciones, por su parte, se convirtieron en siluetas, muchas siluetas, quizás demasiadas para su gusto.
Suspiró – Odio tener razón en este tipo de cosas – Se dijo, desde que llegó a aquel pueblo todo parecía haber estado orquestado para ir en su contra, como si un dios caprichoso estudiase todos y cada uno de sus movimientos y, en consecuencia, siempre le preparase el peor devenir posible.
Oculto en la oscuridad, ahora oyendo el sonido de unas voces que, como la luz de la que procedían se iban haciendo gradualmente más intensas con cada paso que daba; sonrió, muy a su pesar en momentos como aquel, en los que sentía como su corazón quería escapar del pecho, en los que un paso en falso podía costarle la vida, eran los únicos en los que realmente se sentía vivo y no una sombra de lo que había sido tiempo atrás.
Nunca se le habían dado bien aquel tipo de trabajos, infiltrarse, pasar desapercibido, y la discreción eran cosas que al mercenario se le escapaban, y no precisamente porque él quisiera que fuese así, pero en aquel momento no tenía alternativa.
No le quedaba más opción que ser paciente, por lo que durante un tiempo, el cual se le hizo más largo del que en realidad fue, esperó a que alguno de los guardias se despistase.
La presencia de guardas en la salida del corredor no era una coincidencia, por el aspecto que tenían aquellos hombres estaban esperando un ataque, desde la distancia en la que se encontraba el mercenario pudo vislumbrar a los guardias, los cuales enfundados en sus uniformes portaban una colección de armas digna de la misma guardia de Lunargenta. Los tipos que custodiaban aquella mansión eran el ejemplo perfecto de lo que pasaba cuando le das un arma a un imbécil y le dices que es especial, al final, se lo acaba creyendo.
Tratando de ser lo más pequeño posible, y sacándole partido al único momento en el que parecía no haber nadie vigilando del agujero se lanzó a toda prisa en dirección a este, consiguiendo, aparentemente, pasar desapercibido.
-¿Me han visto? – Se aferró a su espada con la espada apoyada contra las pesadas cajas de madera y deseó que la respuesta a aquella pregunta fuese negativa, no había tenido tiempo para ver el tipo de habitación en la que se encontraba ni a los hombres que la custodiaban, como tampoco lo tuvo para ver al hombre uniformado que, junto a él, abrió la boca para dar la señal de alarma a sus compañeros cercanos.
Frunció el ceño y antes de que aquel individuo pudiese decir nada la hoja de Eltrant ya estaba alojada en la garganta de aquel hombre, un apagado gorgoteó fue lo último que aquel sujeto diría nunca. Eltrant apretó los dientes y, con un fuerte tirón, el mercenario apartó al guarda del lugar en el que se encontraba, ocultándolo junto a él.
Lanzó un vistazo al sótano en el que se encontraba. Muchos soldados, todos armados y listos para enfrentarse a un pequeño batallón, al fondo de la estancia, una puerta de acero estaba fuertemente custodiada por dos hombres enfundados en gruesas armaduras de metal, menos protegidas, las escaleras al piso superior descansaban justo en el extremo opuesto de la estancia.
- ¿Alguien ha visto a Tobías? – Oyó de algún lugar de la habitación – No – Contestó otra voz – Creo que ha ido a revisar las botellas o lo que sea aquello. – El séptimo de los Tale arqueó una ceja - "¿Botellas?" – Se giró rápidamente y comprobó como dentro de las cajas que le servían de escondite descansaban casi un centenar de pequeños frascos repletos de un líquido de color naranja, fuera lo que fuese, aquello era lo que llevaba oliendo desde el desprendimiento - ¡Deja de alegrarte la noche pensando en tu mujer y haz tu maldito trabajo! – Exclamó un tercer guardia mirando a las cajas – Eltrant tragó saliva - ¡Maldita sea Tobías! ¡Qué vigiles el boquete! ¡Cómo se cuele algún maldito cuelliflojo voy a matarte! – Aquella frase acabó en una exclamación ahogada cuando, el guarda que iba en busca de Tobías vio la sangre de su compañero emanar desde debajo de las cajas- ¿Que…?
Sin nada que perder llegados a aquel punto Eltrant cerró los ojos y empujó las cajas repletas las botellas que contenían aquel líquido naranja sobre los guardas que se habían acercado a comprobar que sucedía. Ya fuese aquello zumo de naranja o la más potente de las soluciones alquímicas, esperaba que la confusión, como mínimo, le permitiese escapar.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Abr 21 2016, 00:41, editado 8 veces
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Schim y Linus no dejaban de reírse el uno al otro las bromas sobre el bichejo parlanchín que algún idiota quiso guardar en los calabozos de la mansión como si fuera su mascota particular. Si él fuera el Comandante no hubiera consentido que el peludo pisase el palacio, lo hubiera matado y su cadáver serviría de comida para los perros de caza. Por desgracia para él, y por fortuna para el resto de guardias, Jeremy Preston no era el Comandante del Rey. En un principio, servía como Comandante de la guardia de la aldea, mas, cuando el Rey llegó con todo su séquito, fue renegado a servir como Ayudante del Comandante.
-Callaros de una vez- Ordenó Jeremy en voz baja y firme. Tanto Schim como Linus se callaron al instante. –creo que he oído algo.-
Si esos dos imbéciles hubieran estado callados, podía haber jurado escuchar unos pasos apresurados se movían en la armería. ¿Una rata? No, Jeremy ya estaba acostumbrado a escuchar ratas moverse de un lado al otro del palacio. Esos pasos eran más grandes que el de una rata y a la vez más ligeros, como los de un gato que buscaba ser lo más sigiloso posible.
-Yo no oigo nada-. Dijo Schim.
Yo tampoco.- Contribuyó Linus.- Serán las ratas que se han aburrido de la charla de la zarigüeya y están huyendo de ella-. Schim río la gracia de su compañero.
Jeremy, con gesto cabizbajo, se removió su canoso cabello antes de retomar el camino hacia la armaría. Sabía lo que estaban pensando los dos imbéciles: “Jeremy ya es un viejo. Sus ojos ya no es lo que eran. Su espada apunta hacia el suelo. Hasta Tod el Gordo es mejor guardia que él.” ¡Maldición! Era mayor, pero eso no significaba que no fuera mucho más fuerte y, sobre todo, inteligente que esa panda de gandules que había traído el Rey consigo. Antes de que él llegase, en la aldea solo había un Tod el Gordo. Gracias al Rey, ya eran seis los guardias tan penosos e inútiles como Tod el Aliento-Ajo que recorrían las que antes eran sus calles.
A medida que se fue acercando a la armería, agudizó su oído con la esperanza de poder escuchar de nuevo esos pasos y demostrar a la pareja de estúpidos que él no era un viejo, no todavía. No escuchó los pasos, escuchó algo mucho mejor que eso: La respiración de un perfecto maestro del sigilo. Esa respiración casi inaudible que los ladrones hacían cuando tenían que esconderse; solo un guardia veterano como él era capaz de escuchar un sonido como ese.
Apartó las cajas que había delante de la respiración de un manotazo y entonces la vio. Era la puta que Tod el Gordo había encontrado perdida en el bosque. La pregunta que se hizo el excomandante no fue qué hacía la chica ahí ni tampoco qué había sido del desgraciado obeso; lo que se preguntó fue qué estarían pensado en aquel momento Schim y Linus al saber que él y solo él tenía razón.
Las tres espadas señalaron a la muchacha al unísono, las de Schim y Linus rozaban los pechos de la chica, por la cara que ponían tal vez pensaban que sus espadas eran como sus pollas, y la de Jeremy se quedaba unos centímetros delante de ella sin llegar a tocarla. “Contra más acerques la espada a quién amenazas, antes te la podrá quitar.” Esa era una de las muchas lecciones que daba Jeremy como Comandante cuando aun lo era.
-¿Te has aburrido de comerle los cojones a Tod y vienes en busca de más?- Preguntó Jeremy Preston con una risa diabólica. - Has de saber que has llegado al lugar correcto. Ven con nosotros, no tengas miedo-.
-Callaros de una vez- Ordenó Jeremy en voz baja y firme. Tanto Schim como Linus se callaron al instante. –creo que he oído algo.-
Si esos dos imbéciles hubieran estado callados, podía haber jurado escuchar unos pasos apresurados se movían en la armería. ¿Una rata? No, Jeremy ya estaba acostumbrado a escuchar ratas moverse de un lado al otro del palacio. Esos pasos eran más grandes que el de una rata y a la vez más ligeros, como los de un gato que buscaba ser lo más sigiloso posible.
-Yo no oigo nada-. Dijo Schim.
Yo tampoco.- Contribuyó Linus.- Serán las ratas que se han aburrido de la charla de la zarigüeya y están huyendo de ella-. Schim río la gracia de su compañero.
Jeremy, con gesto cabizbajo, se removió su canoso cabello antes de retomar el camino hacia la armaría. Sabía lo que estaban pensando los dos imbéciles: “Jeremy ya es un viejo. Sus ojos ya no es lo que eran. Su espada apunta hacia el suelo. Hasta Tod el Gordo es mejor guardia que él.” ¡Maldición! Era mayor, pero eso no significaba que no fuera mucho más fuerte y, sobre todo, inteligente que esa panda de gandules que había traído el Rey consigo. Antes de que él llegase, en la aldea solo había un Tod el Gordo. Gracias al Rey, ya eran seis los guardias tan penosos e inútiles como Tod el Aliento-Ajo que recorrían las que antes eran sus calles.
A medida que se fue acercando a la armería, agudizó su oído con la esperanza de poder escuchar de nuevo esos pasos y demostrar a la pareja de estúpidos que él no era un viejo, no todavía. No escuchó los pasos, escuchó algo mucho mejor que eso: La respiración de un perfecto maestro del sigilo. Esa respiración casi inaudible que los ladrones hacían cuando tenían que esconderse; solo un guardia veterano como él era capaz de escuchar un sonido como ese.
Apartó las cajas que había delante de la respiración de un manotazo y entonces la vio. Era la puta que Tod el Gordo había encontrado perdida en el bosque. La pregunta que se hizo el excomandante no fue qué hacía la chica ahí ni tampoco qué había sido del desgraciado obeso; lo que se preguntó fue qué estarían pensado en aquel momento Schim y Linus al saber que él y solo él tenía razón.
Las tres espadas señalaron a la muchacha al unísono, las de Schim y Linus rozaban los pechos de la chica, por la cara que ponían tal vez pensaban que sus espadas eran como sus pollas, y la de Jeremy se quedaba unos centímetros delante de ella sin llegar a tocarla. “Contra más acerques la espada a quién amenazas, antes te la podrá quitar.” Esa era una de las muchas lecciones que daba Jeremy como Comandante cuando aun lo era.
-¿Te has aburrido de comerle los cojones a Tod y vienes en busca de más?- Preguntó Jeremy Preston con una risa diabólica. - Has de saber que has llegado al lugar correcto. Ven con nosotros, no tengas miedo-.
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Cuando Alanna se separó de ella fue como si una parte importante de ella se hubiera ido; una parte que ya no quería necesitar. Estaba segura y decidida de seguir caminando por si sola. Si tenía que luchar lucharía, si tenía que matar mataría y se tenía que morir para dejar a sus dos hijos un lugar mejor juró que lo haría. La última promesa no perdió fuerza ni siquiera en el momento en que sus ojos se encontraron con los ojos verdes de un hombre vestido con una túnica negra como la noche y con una herida que le abría la boca por su parte izquierda.
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De un salto enganchó sus patas y sus manos en las pequeñas comisuras que había en el imperfecto techo de su calabozo. Con su larga cola tanteó el techo en busca de uno de los agujeros. Había pasado tantos días ahí aburrido que se sabía de memoria cuántos había y qué pasaba cada vez que su cola se metía por cada uno de esos agujeros. Si empezaba a contar los agujeros laterales y, empezando por la derecha, el que buscaba era el que hacia trece; mirando los verticales y contando de abajo a arriba, era el que hacía seis. Metió su larga cola, ese agujero era el más grande de todos, tanto que le cabía media cola. Tiró del agujero y, la parte por donde el estaba enganchado subió como si fuera un simple montacargas hacia una especie de pasadizo secreto por encima de las celdas.
-¡Nuevo amigo, nuevo amigo! ¿Lo has visto, has visto lo que he hecho? –Asomó su cabeza por fuera del agujero que se formó donde antes se había subido. - ¡Es un túnel secreto! Yo lo he descubierto. Sé quien lo ha hecho, los guardias hablan mucho de él. Dicen que se llama Gardian y que también construyó un enorme túnel subterráneo que pasaba por cada casa del pueblo ¿Te lo imaginas?- Rápidamente se escondió dentro del túnel atemorizado pues creyó escuchar los pasos del brujo malo yendo hacia él, se equivocó. Volvió a asomarse y continuó su monólogo por donde lo había dejado. - Gardian estuvo encerrado en esta misma celda que yo, pero los guardias no me dijeron por qué-. Con gesto dubitativo, se acarició una imaginaria barba de chivo.
Hont fue por el pasadizo de la celda, era tan grande que podía estar de pie y apenas rozaba sus enormes orejas con el techo. Al llegar encima de la celda de su nuevo amigo, hizo un gran agujero, grande para él pero pequeño para cualquier humano convencional, y tendió su cola al hombre que todavía yacía inconsciente.
-¡Venga corre! Cógeme la cola antes que llegué el brujo malo y nos vea escapar-.
El rubio, que seguía con los ojos en blanco, obedeció. Al pasar por el agujero, subir al pasadizo y ponerse a cuatro patas buscando la posición más cómoda para poder caminar por el pasillo, el rubio, el que se suponía que sería su nuevo amigo, le cogió y le lanzó de vuelta a una de las tristes jaulas.
-¡Mentiroso!- Gritó Hont mientras veía al rubio tapar el agujero con una gran roca. - ¡Eres más malo que el brujo!–
Si al menos lo hubiera dejado en la jaula de antes, Hont podía escapar de ahí. Pero en la que estaba ahora no. Era la celda del rubio, la celda de los amigos. No podía escapar de esa celda. Pero ese no fue el motivo por el cual los ojos del hombre zarigüeya se llenaron de lágrimas. Descubrir que su amigo era malo y le dolía mucho más.
_____________________
Contempló la escena detrás de un enorme barril de cerveza. Había subestimado al mercenario, si consiguió entrar en el palacio por su propia cuenta y esconderse en la bodega era porque, realmente, era mucho mejor tipo de lo que ella mismo pensó. Pero, también lo había sobrestimado. Tirar las botellas de zarzaparrilla a los guardias para librarse de ellos no fue una para nada buena idea. No les había hecho nada, como mucho, mojarles del líquido pegajoso pero nada más. La chica, estuvo a punto de cargar un virote en la ballesta que sostenía y dispararle a los guardias para así salvar al mercenario que había contratado para que la salvase pero algo no le dejó hacerlo. La sombra de un hombre desdichado se aproximaba a la bodega. Ella, se escabulló entre las sombras y volvió al lugar donde, de estar de haciendo la labor que el Rey le había mandado, debería estar.
_____________________
El niño más pequeño de la familia de los Cuelliflojos murió aquella noche. Así lo ordenó, así lo dio, así saboreó cada instante en que el niño se retorcía en la cuerda de la soga y así se maldijo así mismo por haber ordenado y disfrutado de aquello. El resto de la familia lloraban y suplicaban entre gritas de odio y de dolor; Fredd también lo hacía, solo que sus gritos eran internos. ¿En qué se había convertido? No era mejor que los guardias que llegaron con el Rey, no era mejor que el idiota de Tod ni mejor que nadie. Al final era cierto el dicho que dice: “Cuando miras por mucho tiempo el fondo de un abismo, el abismo también acaba mirando dentro de ti”.
Caminó cojeando y apoyándose en una especie de largo palo de madera que había encontrado en los jardines del palacio. Antes de ordenar la muerte de alguien más necesitaba tomar un tragó. Bajó las escaleras y llegó a la bodega de la guardia, la del Alcalde estaba dos pisos más abajo encima. Tres de los guardias del Rey habían desenvainado sus espadas y estaban enfrente de unas cajas rotas. Algo pasaba ahí, algo que no le importaba más de lo que le importaban sus miserables pensamientos.
-Tú-. Fue la única palabra que salió de la boca de Fredd cuando vio al hombre que le ayudó y le maldijo al mismo tiempo.
_____________________
* Eltrant Tale: Fredd te odia y se odia a sí mismo. No dudará si tiene que convertirte en un Cuelliflojo más. Sálvate y, también, sálvale a él de sus propios pensamientos.
* Alanna Delteria: Jeremy no es como los otros soldados de la guardia. Si eliges combatir deberás tener cuidado con él. En cambio, si eliges aceptar la rendición, llegarás a los calabozos. Lugar donde estaban Gardian y Hont y ahora solo está Hont.
* Ambos: En este turno no podéis usar los personajes: Bono, Frea, Gardian y la chica misteriosa. Los demás están a vuestra disposición.
* Alanna Delteria: Jeremy no es como los otros soldados de la guardia. Si eliges combatir deberás tener cuidado con él. En cambio, si eliges aceptar la rendición, llegarás a los calabozos. Lugar donde estaban Gardian y Hont y ahora solo está Hont.
* Ambos: En este turno no podéis usar los personajes: Bono, Frea, Gardian y la chica misteriosa. Los demás están a vuestra disposición.
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Las voces se oían acercarse, estaba claro que iban a por ella, alguien la había oído a pesar de su usual sigilo, en el fondo, no le extrañaba, se sentía sumamente cansada, el viaje, la preocupación, tener que cuidar del estado de Frea, enfrentarse a los aldeanos, el derrumbamiento, la preocupación que sentía por la mujer, y por Eltrant, a quien había perdido de vista. Ciertamente, en ese instante, estaba más preocupada por lo que les pudiera pasar a los demás, que a ella.
Frea parecía estar sintiéndose débil, no sabía cuanto tiempo soportaría su corazón, sabía que era una mujer fuerte, como más de una vez había dicho su padrastro, "fuertes convicciones, hacen fuertes acciones". La Gata no podía evitar recordar el porte altivo del hombre cuando citaba esa frase, la chica siempre se reía en secreto de ello, ya que el coronel parecía no saber que la guardia hacía tiempo que había descubierto el libro de donde la había sacado, pero no quería quitarle al hombre ese momento de gloria en el que parecía sumirse al decir la cita con tal seriedad, era, sin duda, algo para ver, y no por ser divertido, estaba falto de razón o sentido.
Eltrant, a penas lo conocía ya, había sido siempre un chico movido, la calma no era lo suyo, le gustaba meterse en lío, o, al menos, parecía que tenía un don para ello, y jamás había sido alguien cauto, pero desde su perdida de memoria, parecía serlo aun menos, la oscuridad daba la impresión de haberse instalado en el chico, una oscuridad tan profunda como la suya propia al perder a su hermana, y llevada igual de mal. Al menos el joven parecía aun fuerte, pero las heridas era más visibles, aun recordaba cuando le vio la espalda en el norte.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la chica, cuando le había curado de la flecha, no muchas semanas atrás, había estado peor, y, con el tiempo pasado... no quería ni imaginárselo. Si tenía que escoger quien le preocupaba más, era el chico. Además, parecía que no había cambiado ese instinto protector, aun con la oscuridad que parecía inundar al mercenario, le daba la impresión de que, si tenía que arriesgarse para salvar a alguien, lo haría, solo esperaba que no lo hiciera por ella, si la encerraban, o si la intentaban colgar, no podía permitir que, por intentar ayudarla, le hicieran lo mismo a él.
Tragó saliva e intentó hacerse más pequeña aun, cuando unas voces le llegaron a los oídos, más claras que antes, y no tardaron mucho en descubrir su escondite. Alanna se levantó como un resorte y decidió que, conociendo la actuación de algunos de los guardias, mejor sería no demostrar que tenía armas ni ejercer resistencia alguna, debía ahorrarse tantas heridas como fueran posibles, aun con las insinuaciones del que parecía el alto cargo presente. Simplemente extendió las manos y presentó su rendición.
- No creas todo lo que dicen, ¿acaso te parece que haría nada con un tipo tan asqueroso? Tengo más dignidad de la que pareces creer.- dijo como única respuesta mientras la llevaban hacia las celdas, con las manos atadas con unas cuerdas humedas que le arañaban la piel, sin que ella soltase un solo quejido.
- Reconozco que me sorprende que no protestes ni llores, supongo que, ciertamente, no eres una simple puta, Dime, ¿que eres?.- preguntó curioso, sin recibir respuesta de la chica.- Seas lo que seas,- habló tras un rato de silencio, tras convencerse de que no recibiría respuesta.- ya confesarás cuando estés desesperada. De momento no estás acusada de nada, solo te encerraremos hasta que quieras hablar, la falta de comida y agua será útil, no aguantarás mucho con lo delgada que eres.- parecío sonreír el tipo a su espalda.
No tardaron en llegar a las celdas, la chica iba con los ojos vendados, no parecían querer que supiera la localización exacta, pero la habían llevado andando, así que no le había sido difícil distinguir las tres esquinas y las escaleras que habían tenido que pasar hasta llegar a la prisión, piedra, celdas, humedad y eco, no había más, abrieron una de las puertas y la lanzaron dentro, junto a ella, una especie de zarigüeya, adorablemente enfadada.
- Quedate ahí, aguantar a ese también será una buena tortura.- comentó el tipo, Jeremy le había parecido que le llamaban los soldados antes de desaparecer y dejarlo con la labor de llevarla a las celdas, antes de salir de allí cerrando, no solo su celda, si no también la gruesa puerta de madera que ocultaba la estancia.
Alanna suspiró, sin atreverse aun a hablar, sintiéndose decepcionada consigo misma por haber permitido que la encontrasen, se suponía que era su especialidad, ¿cómo había dejado que lo hicieran tan facilmente? Aunque, ciertamente, sabía que había elegido bien, una vez la habían encontrado, si se hubiera resistido, probablemente su suerte habría sido diferente, y se había llevado algo más de un par de golpes. Se sentó en el frío suelo de piedra y pasó sus manos hacia delante, por debajo de sus pies, no las tenía libres, pero, al menos, había ganado algo de movilidad.
Le habían quitado las dagas, esas dagas con sus iniciales grabadas y una pequeña inscripción dirigida a su hermana, "un soplo cálido como el viento de poniente" La frase preferida de Elise que había en ese libro de cuentos, ya maltrecho, que tantas veces le había leído a la pequeña. Miró la celda con detenimiento, el cerrojo no era complicado, pero mientras tuviera las manos atadas, poco podría hacer, por lo que, de momento, solo le quedaba esperar y buscar algún modo de cortar las cuerdas que tanto daño le habían en las muñecas. Al menos no la habían encadenado.
- Hey.- saludó al animalillo junto a ella, al no tener más que hacer.- Pareces algo triste, ¿puedo ayudarte?.- le preguntó en una ligera sonrisa, al fin y al cabo, hasta que no encontrase algo afilado, no tendría nada que hacer, mejor hacer amigos que pudieran ayudarla, que no quedarse quieta como un pasmarote, sin hacer nada medianamente útil, además, sentía que el tobillo tenía un corte, no muy profundo, pero si molesto, y la bota empezaba a humedecer se, mejor esperar a que dejase de escocer para poder alzarse, la miró por un momento, efectivamente, el cuero estaba cortado. Suspiró y volvió a mirar al animalillo.- Soy Alanna.- sonrió obviando el dolor de muñecas y tobillo.
Un sonido llegó desde el techo, haciendo temblar la piedra del lugar, el corazón de Alanna se detuvo un momento, ¿sería un intruso? Solo esperaba que no fuera ni Eltrant ni Frea, suponía que la chica, si no estaba ahí, habría acabado por huir, pero el mercenario... el mercenario era cabezota, y se preocupaba en exceso, incluso sin acordarse de ella, aun retumbaban en su cabeza los gritos asustados del chico tras el derrumbamiento. Se llevó las manos unidas al pecho y cerró los ojos un instante, en una plegaria silenciosa, "Por favor, que esté bien".
Frea parecía estar sintiéndose débil, no sabía cuanto tiempo soportaría su corazón, sabía que era una mujer fuerte, como más de una vez había dicho su padrastro, "fuertes convicciones, hacen fuertes acciones". La Gata no podía evitar recordar el porte altivo del hombre cuando citaba esa frase, la chica siempre se reía en secreto de ello, ya que el coronel parecía no saber que la guardia hacía tiempo que había descubierto el libro de donde la había sacado, pero no quería quitarle al hombre ese momento de gloria en el que parecía sumirse al decir la cita con tal seriedad, era, sin duda, algo para ver, y no por ser divertido, estaba falto de razón o sentido.
Eltrant, a penas lo conocía ya, había sido siempre un chico movido, la calma no era lo suyo, le gustaba meterse en lío, o, al menos, parecía que tenía un don para ello, y jamás había sido alguien cauto, pero desde su perdida de memoria, parecía serlo aun menos, la oscuridad daba la impresión de haberse instalado en el chico, una oscuridad tan profunda como la suya propia al perder a su hermana, y llevada igual de mal. Al menos el joven parecía aun fuerte, pero las heridas era más visibles, aun recordaba cuando le vio la espalda en el norte.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la chica, cuando le había curado de la flecha, no muchas semanas atrás, había estado peor, y, con el tiempo pasado... no quería ni imaginárselo. Si tenía que escoger quien le preocupaba más, era el chico. Además, parecía que no había cambiado ese instinto protector, aun con la oscuridad que parecía inundar al mercenario, le daba la impresión de que, si tenía que arriesgarse para salvar a alguien, lo haría, solo esperaba que no lo hiciera por ella, si la encerraban, o si la intentaban colgar, no podía permitir que, por intentar ayudarla, le hicieran lo mismo a él.
Tragó saliva e intentó hacerse más pequeña aun, cuando unas voces le llegaron a los oídos, más claras que antes, y no tardaron mucho en descubrir su escondite. Alanna se levantó como un resorte y decidió que, conociendo la actuación de algunos de los guardias, mejor sería no demostrar que tenía armas ni ejercer resistencia alguna, debía ahorrarse tantas heridas como fueran posibles, aun con las insinuaciones del que parecía el alto cargo presente. Simplemente extendió las manos y presentó su rendición.
- No creas todo lo que dicen, ¿acaso te parece que haría nada con un tipo tan asqueroso? Tengo más dignidad de la que pareces creer.- dijo como única respuesta mientras la llevaban hacia las celdas, con las manos atadas con unas cuerdas humedas que le arañaban la piel, sin que ella soltase un solo quejido.
- Reconozco que me sorprende que no protestes ni llores, supongo que, ciertamente, no eres una simple puta, Dime, ¿que eres?.- preguntó curioso, sin recibir respuesta de la chica.- Seas lo que seas,- habló tras un rato de silencio, tras convencerse de que no recibiría respuesta.- ya confesarás cuando estés desesperada. De momento no estás acusada de nada, solo te encerraremos hasta que quieras hablar, la falta de comida y agua será útil, no aguantarás mucho con lo delgada que eres.- parecío sonreír el tipo a su espalda.
No tardaron en llegar a las celdas, la chica iba con los ojos vendados, no parecían querer que supiera la localización exacta, pero la habían llevado andando, así que no le había sido difícil distinguir las tres esquinas y las escaleras que habían tenido que pasar hasta llegar a la prisión, piedra, celdas, humedad y eco, no había más, abrieron una de las puertas y la lanzaron dentro, junto a ella, una especie de zarigüeya, adorablemente enfadada.
- Quedate ahí, aguantar a ese también será una buena tortura.- comentó el tipo, Jeremy le había parecido que le llamaban los soldados antes de desaparecer y dejarlo con la labor de llevarla a las celdas, antes de salir de allí cerrando, no solo su celda, si no también la gruesa puerta de madera que ocultaba la estancia.
Alanna suspiró, sin atreverse aun a hablar, sintiéndose decepcionada consigo misma por haber permitido que la encontrasen, se suponía que era su especialidad, ¿cómo había dejado que lo hicieran tan facilmente? Aunque, ciertamente, sabía que había elegido bien, una vez la habían encontrado, si se hubiera resistido, probablemente su suerte habría sido diferente, y se había llevado algo más de un par de golpes. Se sentó en el frío suelo de piedra y pasó sus manos hacia delante, por debajo de sus pies, no las tenía libres, pero, al menos, había ganado algo de movilidad.
Le habían quitado las dagas, esas dagas con sus iniciales grabadas y una pequeña inscripción dirigida a su hermana, "un soplo cálido como el viento de poniente" La frase preferida de Elise que había en ese libro de cuentos, ya maltrecho, que tantas veces le había leído a la pequeña. Miró la celda con detenimiento, el cerrojo no era complicado, pero mientras tuviera las manos atadas, poco podría hacer, por lo que, de momento, solo le quedaba esperar y buscar algún modo de cortar las cuerdas que tanto daño le habían en las muñecas. Al menos no la habían encadenado.
- Hey.- saludó al animalillo junto a ella, al no tener más que hacer.- Pareces algo triste, ¿puedo ayudarte?.- le preguntó en una ligera sonrisa, al fin y al cabo, hasta que no encontrase algo afilado, no tendría nada que hacer, mejor hacer amigos que pudieran ayudarla, que no quedarse quieta como un pasmarote, sin hacer nada medianamente útil, además, sentía que el tobillo tenía un corte, no muy profundo, pero si molesto, y la bota empezaba a humedecer se, mejor esperar a que dejase de escocer para poder alzarse, la miró por un momento, efectivamente, el cuero estaba cortado. Suspiró y volvió a mirar al animalillo.- Soy Alanna.- sonrió obviando el dolor de muñecas y tobillo.
Un sonido llegó desde el techo, haciendo temblar la piedra del lugar, el corazón de Alanna se detuvo un momento, ¿sería un intruso? Solo esperaba que no fuera ni Eltrant ni Frea, suponía que la chica, si no estaba ahí, habría acabado por huir, pero el mercenario... el mercenario era cabezota, y se preocupaba en exceso, incluso sin acordarse de ella, aun retumbaban en su cabeza los gritos asustados del chico tras el derrumbamiento. Se llevó las manos unidas al pecho y cerró los ojos un instante, en una plegaria silenciosa, "Por favor, que esté bien".
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
La sonrisa de autosuficiencia que decoraba su rostro se tornó en una mueca de incredulidad y arrepentimiento en el mismo instante en el que contempló como los guardias sobre los que creía haber vertido algún tipo de compuesto alquímico se levantaban con sus ropajes empapados por el viscoso liquido naranja que hasta hacia unos segundos descansaba en el interior del centenar de botellas rotas que yacían a los pies del mercenario.
Frunciendo el ceño retrocedió un par de pasos, al menos los guardias parecían tan confusos como él y eso, dentro del mar de desgracias que estaba viviendo, era una pequeña tabla a la que estaba encantado de agarrarse.
Desenvainando su propia arma encaró a los tres guardas inmediatamente, sin permitirles recuperarse de lo que acababa de suceder. Apretó los dientes y dirigió la enorme espada que blandía en dirección al más cercano de los soldados, quien, haciendo gala de unos reflejos digno del más rápido de los duelistas interpuso su acero frente al de Eltrant, deteniendo la hoja del muchacho.
La sonrisa que acababa de perder volvió al rostro del séptimo de los Tale cuando este sintió la vibración de su espada entre sus manos, al notar como se le aceleraba el pulso, al percatarse de como las heridas que llevaba recibiendo durante toda la noche comenzaban a palpitar levemente bajo los vendajes.
-¡¿A qué esperáis?! ¡Matadlo! ¡Quitádmelo de encima! - Exclamó el hombre a los dos secuaces que le acompañaban mientras con un fuerte empujón alejaba tanto a Eltrant como a la espada que este esgrimía de su espacio personal.
Apartándose entonces de la torpe estocada que le lanzó uno de los otros guardas el castaño se alejó lo suficiente como para que todos los presentes pudiesen recobrar el aliento y pensar un poco como actuar. Eltrant se aclaró la garganta y se pasó la espada de una mano a otra, nervioso, estaba en desventaja y después de lo que acababa de hacer había perdido el factor sorpresa, estudió a los tres soldados que tenía frente a él, uno de ellos, el más joven de los tres no le quitaba ojo al cadáver del centinela que yacía en el suelo, junto a las cajas, le temblaban las manos, aquello le facilitaría algo las cosas.
Tomó aire y se preparó para acometer de nuevo, o según habían decidido sus adversarios, para defenderse, pues estos no tardaron en cercarle lentamente haciendo uso de su superioridad numérica.
-Tú… - Tan enfrascado estaba Eltrant en los tipos que querían cortarle la cabeza que ni siquiera se había percatado del recién llegado, una voz que aunque no terminaba de situar, consiguió reconocer en cuanto observó el rostro del hombre que, ayudado por una especie de bastón, acababa de irrumpir en la habitación cojeando. - ¿Yo? – Contestó Eltrant arqueando una ceja, aquel tipo era el guarda que había dejado con la familia de aldeanos en la aldea ¿Qué hacia allí?
De forma cauta, se distanció aún más de sus oponentes, quienes tampoco se esperaban la presencia de Fredd en aquel lugar y se giraron momentáneamente para verle. – Tú… - Volvió a repetir el tullido, avanzando tambaleante un par de pasos – Tú… - Dijo de nuevo, como una especie de mantra – ¡Tú me has convertido en un monstruo! ¡Tú me has obligado a hacerlo! – Gritó enfurecido.
Sin mediar palabra con Fredd, Eltrant se limitó a escuchar las palabras que este decía, siempre con la mirada fija en las relucientes armas de los guardas – Pero… - Agarró de la camisa a uno de los soldados y le empujó para que atacase al mercenario – Pero… te voy a obligar a que me lo pagues. ¡Escoria! - Eltrant evitó la espada de este individuo por poco y acabó tropezando, debido a ello, contra la pared que tenía tras él.
Afortunadamente el suelo, repleto de charcos de líquido naranja, jugó esta vez un papel en su favor y ayudó al joven a escapar de un segundo ataque el cual acabó con su propia espada en el estómago del sujeto que Fredd acababa de empujar. La sangre del guarda, herido de muerte, se deslizó por la espada del mercenario hasta tintar las manos de este de color carmesí, sin dudarlo un instante extrajo la espada de un fuerte tirón, dejando que el cuerpo inerte del guarda se desplomase contra el suelo. -¿Decías que te he obligado a hacer el qué? - Preguntó al mismo tiempo que se ajustaba la venda que rodeaba su frente.
-¡Voy a por ayuda! – El más joven de los guardas, tan pálido como un habitante de Sacrestic, comenzó a correr escaleras arriba en el mismo instante en el que su compañero se desplomó frente a sus ojos. Muy a su pesar, antes de que Eltrant pudiese hacer nada para detenerlo el personaje con el que se había batido segundos atrás se lanzó contra él, tratando de proteger la retirada de su aliado. - ¡Corre! ¡Avisa a los demás! – Fredd, por su parte, parecía ajeno al hecho de que una vida se acababa de apagar frente a él, simplemente miraba con cierta satisfacción como el mercenario luchaba por su vida. Masculló una retahíla de maldiciones mientras evitaba con su brazo desnudo que el acero de su rival le cortase la cara en dos, era bastante evidente que aquellas personas, a diferencia de él, tenían, como mínimo, entrenamiento militar.
– ¡No eres más que escoria! – Gritó Fredd expectante, disfrutando cada centímetro de terreno que el mercenario perdía frente al guarda - ¡Tú presencia aquí va a causar más muertes que otra cosa! ¡¿Te crees un héroe ayudando a esta gente?! – Repitió, Eltrant reflectó con su espada una estocada que buscaba atravesarle el corazón e imitó a su adversario, adelantándose a sus movimientos. - ¡El mundo estaría mejor si la gente como tu estuviese muerta! ¡Si todos los cuelliflojos lo estuviesen! – Aun habiendo tomado la iniciativa no tardó mucho en perderla de nuevo, aquel hombre no era como él, sus ataques eran delicados, precisos, casi felinos.
Resbaló, fue de inmediato, no llego siquiera a darse cuenta de lo que sucedía hasta que estuvo en el suelo, tenía demasiadas cosas en la cabeza, la mayoría de ellas centradas en no dejarse acuchillar, como para haberse percatado del pequeño charco naranja que acababa de pisar.
Con una nueva perspectiva de la situación, principalmente del techo del sotano, Eltrant escuchó, en la fracción de segundo que le quedaba antes de que el estoque que portaba su rival se precipitase sobre su cuello, como Fredd estallaba en carcajadas. Pero no se dejó ganar, gritando, su mano libre se cerró en torno a una de las muchas botellas rotas que descansaban por el lugar y la lanzó contra el rostro de la persona con la intención de ser su verdugo.
El crujido del cristal al quebrarse y el gemido que le siguió le indicó que, por algún capricho de los dioses, había acertado. Desde su desventajosa posición miró como el estoque escapaba de la mano de rival y caía a apenas un centímetro de distancia de su cabeza. Movido quizás, por su instinto de supervivencia, o por el hecho de que cada segundo que pasaba los refuerzos estaban cada vez más cerca, tomó el arma que acaba de caer junto a él y la ensartó directamente en el pecho del desconocido que, como todos en aquel maldito pueblo, había estado a punto de acabar con él.
Y reinó el silenció. Al menos lo hizo durante unos siete segundos, momento en el que Fredd, ojiplático, escupió al suelo y gruño una serie de insultos que Eltrant obvió mientras este recuperaba el aliento antes de encaminarse al piso superior.
-¡Acaba el trabajo! – Gritó el cojo colocándose delante de la escalera que conducía al piso superior bastante seguro de que en su estado no podría hacer gran cosa - ¡Mátame! ¿No lo intentaste antes en el pueblo? – Eltrant sonrió y se llevó la mano a la sien - ¿Es eso lo que quieres? ¿Qué te mate? …Lo del pueblo era trabajo, no creo que sirva de mucho pero… ¿Perdón? - El lisiado le lanzó una mirada henchida de odio - ¿Qué ha pasado con la familia con la que estabas? – Preguntó el mercenario, Fredd desvió la mirada – Lo… que le pasa a los cuelliflojos que no respetan a un emisario del rey – Contestó, Eltrant envainó su espada y cerró los ojos - Ya veo - Contestó mientras lo apartaba con el brazo empezaba a caminar escaleras arriba. - ¡¿Pero qué haces?! ¡Mátame! ¡Cobarde! ¡Me torturas y y…! – El mercenario se giró y suspiró – Fredd era ¿Cierto? - El séptimo de los Tale descendió un par de escalones y pateó el bastón con el que Fredd se mantenía de pie, cosa que hizo que se cayera de bruces contra el suelo – Está siendo una noche muy larga, quiero acabar con esto… así que te lo voy a explicar de una forma tan sencilla que hasta tú, querido amigo, lo vas a entender – Le agarró la cara y le obligó a mirar hacia arriba, directamente a sus ojos – No voy a matarte. – Aseveró, Fredd se retorció un poco tratando de escapar - Estate quieto ¿Quieres? – Eltrant aplicó un poco de fuerza hasta asegurarse de que estaba completamente inmovilizado– La gente como tú, la gente que ha tocado fondo, la gente que se odia a si mismo por lo que ha hecho y busca algún modo de compensar al mundo por ello, solo puede ir a mejor. – Fredd se quedó callado, Eltrant lo liberó y le acercó el bastón – Así que levántate Fredd, levántate y vive. Y si odiarme es lo que te da fuerzas para hacerlo, ódiame, maldice mi nombre y el día en el que puedas blandir una espada, aceptaré tu reto encantado. – Eltrant comenzó a caminar escaleras arriba – Pero no va a ser hoy el día en el que vas a morir.
Frunciendo el ceño retrocedió un par de pasos, al menos los guardias parecían tan confusos como él y eso, dentro del mar de desgracias que estaba viviendo, era una pequeña tabla a la que estaba encantado de agarrarse.
Desenvainando su propia arma encaró a los tres guardas inmediatamente, sin permitirles recuperarse de lo que acababa de suceder. Apretó los dientes y dirigió la enorme espada que blandía en dirección al más cercano de los soldados, quien, haciendo gala de unos reflejos digno del más rápido de los duelistas interpuso su acero frente al de Eltrant, deteniendo la hoja del muchacho.
La sonrisa que acababa de perder volvió al rostro del séptimo de los Tale cuando este sintió la vibración de su espada entre sus manos, al notar como se le aceleraba el pulso, al percatarse de como las heridas que llevaba recibiendo durante toda la noche comenzaban a palpitar levemente bajo los vendajes.
-¡¿A qué esperáis?! ¡Matadlo! ¡Quitádmelo de encima! - Exclamó el hombre a los dos secuaces que le acompañaban mientras con un fuerte empujón alejaba tanto a Eltrant como a la espada que este esgrimía de su espacio personal.
Apartándose entonces de la torpe estocada que le lanzó uno de los otros guardas el castaño se alejó lo suficiente como para que todos los presentes pudiesen recobrar el aliento y pensar un poco como actuar. Eltrant se aclaró la garganta y se pasó la espada de una mano a otra, nervioso, estaba en desventaja y después de lo que acababa de hacer había perdido el factor sorpresa, estudió a los tres soldados que tenía frente a él, uno de ellos, el más joven de los tres no le quitaba ojo al cadáver del centinela que yacía en el suelo, junto a las cajas, le temblaban las manos, aquello le facilitaría algo las cosas.
Tomó aire y se preparó para acometer de nuevo, o según habían decidido sus adversarios, para defenderse, pues estos no tardaron en cercarle lentamente haciendo uso de su superioridad numérica.
-Tú… - Tan enfrascado estaba Eltrant en los tipos que querían cortarle la cabeza que ni siquiera se había percatado del recién llegado, una voz que aunque no terminaba de situar, consiguió reconocer en cuanto observó el rostro del hombre que, ayudado por una especie de bastón, acababa de irrumpir en la habitación cojeando. - ¿Yo? – Contestó Eltrant arqueando una ceja, aquel tipo era el guarda que había dejado con la familia de aldeanos en la aldea ¿Qué hacia allí?
De forma cauta, se distanció aún más de sus oponentes, quienes tampoco se esperaban la presencia de Fredd en aquel lugar y se giraron momentáneamente para verle. – Tú… - Volvió a repetir el tullido, avanzando tambaleante un par de pasos – Tú… - Dijo de nuevo, como una especie de mantra – ¡Tú me has convertido en un monstruo! ¡Tú me has obligado a hacerlo! – Gritó enfurecido.
Sin mediar palabra con Fredd, Eltrant se limitó a escuchar las palabras que este decía, siempre con la mirada fija en las relucientes armas de los guardas – Pero… - Agarró de la camisa a uno de los soldados y le empujó para que atacase al mercenario – Pero… te voy a obligar a que me lo pagues. ¡Escoria! - Eltrant evitó la espada de este individuo por poco y acabó tropezando, debido a ello, contra la pared que tenía tras él.
Afortunadamente el suelo, repleto de charcos de líquido naranja, jugó esta vez un papel en su favor y ayudó al joven a escapar de un segundo ataque el cual acabó con su propia espada en el estómago del sujeto que Fredd acababa de empujar. La sangre del guarda, herido de muerte, se deslizó por la espada del mercenario hasta tintar las manos de este de color carmesí, sin dudarlo un instante extrajo la espada de un fuerte tirón, dejando que el cuerpo inerte del guarda se desplomase contra el suelo. -¿Decías que te he obligado a hacer el qué? - Preguntó al mismo tiempo que se ajustaba la venda que rodeaba su frente.
-¡Voy a por ayuda! – El más joven de los guardas, tan pálido como un habitante de Sacrestic, comenzó a correr escaleras arriba en el mismo instante en el que su compañero se desplomó frente a sus ojos. Muy a su pesar, antes de que Eltrant pudiese hacer nada para detenerlo el personaje con el que se había batido segundos atrás se lanzó contra él, tratando de proteger la retirada de su aliado. - ¡Corre! ¡Avisa a los demás! – Fredd, por su parte, parecía ajeno al hecho de que una vida se acababa de apagar frente a él, simplemente miraba con cierta satisfacción como el mercenario luchaba por su vida. Masculló una retahíla de maldiciones mientras evitaba con su brazo desnudo que el acero de su rival le cortase la cara en dos, era bastante evidente que aquellas personas, a diferencia de él, tenían, como mínimo, entrenamiento militar.
– ¡No eres más que escoria! – Gritó Fredd expectante, disfrutando cada centímetro de terreno que el mercenario perdía frente al guarda - ¡Tú presencia aquí va a causar más muertes que otra cosa! ¡¿Te crees un héroe ayudando a esta gente?! – Repitió, Eltrant reflectó con su espada una estocada que buscaba atravesarle el corazón e imitó a su adversario, adelantándose a sus movimientos. - ¡El mundo estaría mejor si la gente como tu estuviese muerta! ¡Si todos los cuelliflojos lo estuviesen! – Aun habiendo tomado la iniciativa no tardó mucho en perderla de nuevo, aquel hombre no era como él, sus ataques eran delicados, precisos, casi felinos.
Resbaló, fue de inmediato, no llego siquiera a darse cuenta de lo que sucedía hasta que estuvo en el suelo, tenía demasiadas cosas en la cabeza, la mayoría de ellas centradas en no dejarse acuchillar, como para haberse percatado del pequeño charco naranja que acababa de pisar.
Con una nueva perspectiva de la situación, principalmente del techo del sotano, Eltrant escuchó, en la fracción de segundo que le quedaba antes de que el estoque que portaba su rival se precipitase sobre su cuello, como Fredd estallaba en carcajadas. Pero no se dejó ganar, gritando, su mano libre se cerró en torno a una de las muchas botellas rotas que descansaban por el lugar y la lanzó contra el rostro de la persona con la intención de ser su verdugo.
El crujido del cristal al quebrarse y el gemido que le siguió le indicó que, por algún capricho de los dioses, había acertado. Desde su desventajosa posición miró como el estoque escapaba de la mano de rival y caía a apenas un centímetro de distancia de su cabeza. Movido quizás, por su instinto de supervivencia, o por el hecho de que cada segundo que pasaba los refuerzos estaban cada vez más cerca, tomó el arma que acaba de caer junto a él y la ensartó directamente en el pecho del desconocido que, como todos en aquel maldito pueblo, había estado a punto de acabar con él.
Y reinó el silenció. Al menos lo hizo durante unos siete segundos, momento en el que Fredd, ojiplático, escupió al suelo y gruño una serie de insultos que Eltrant obvió mientras este recuperaba el aliento antes de encaminarse al piso superior.
-¡Acaba el trabajo! – Gritó el cojo colocándose delante de la escalera que conducía al piso superior bastante seguro de que en su estado no podría hacer gran cosa - ¡Mátame! ¿No lo intentaste antes en el pueblo? – Eltrant sonrió y se llevó la mano a la sien - ¿Es eso lo que quieres? ¿Qué te mate? …Lo del pueblo era trabajo, no creo que sirva de mucho pero… ¿Perdón? - El lisiado le lanzó una mirada henchida de odio - ¿Qué ha pasado con la familia con la que estabas? – Preguntó el mercenario, Fredd desvió la mirada – Lo… que le pasa a los cuelliflojos que no respetan a un emisario del rey – Contestó, Eltrant envainó su espada y cerró los ojos - Ya veo - Contestó mientras lo apartaba con el brazo empezaba a caminar escaleras arriba. - ¡¿Pero qué haces?! ¡Mátame! ¡Cobarde! ¡Me torturas y y…! – El mercenario se giró y suspiró – Fredd era ¿Cierto? - El séptimo de los Tale descendió un par de escalones y pateó el bastón con el que Fredd se mantenía de pie, cosa que hizo que se cayera de bruces contra el suelo – Está siendo una noche muy larga, quiero acabar con esto… así que te lo voy a explicar de una forma tan sencilla que hasta tú, querido amigo, lo vas a entender – Le agarró la cara y le obligó a mirar hacia arriba, directamente a sus ojos – No voy a matarte. – Aseveró, Fredd se retorció un poco tratando de escapar - Estate quieto ¿Quieres? – Eltrant aplicó un poco de fuerza hasta asegurarse de que estaba completamente inmovilizado– La gente como tú, la gente que ha tocado fondo, la gente que se odia a si mismo por lo que ha hecho y busca algún modo de compensar al mundo por ello, solo puede ir a mejor. – Fredd se quedó callado, Eltrant lo liberó y le acercó el bastón – Así que levántate Fredd, levántate y vive. Y si odiarme es lo que te da fuerzas para hacerlo, ódiame, maldice mi nombre y el día en el que puedas blandir una espada, aceptaré tu reto encantado. – Eltrant comenzó a caminar escaleras arriba – Pero no va a ser hoy el día en el que vas a morir.
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
En una esquina del calabozo, un rincón sucio y triste que nadie de la gente mala llegó a ver, estaba Hont arrodillado, con las palmas de sus manos sobre los ojos para que nadie, malo ni bueno, lo viera llorar.
Si los guardias le vieran le lanzarían los restos de sus cenas por tal de que saltase y corretease por todo el calabozo. Sabía que se burlaban de él, pero no le importaba cuando estaba alegre; por lo menos así podía comer algo más que los insectos y las ratas que conseguía cazar. Pero triste, como le había dejado su mentiroso y mal nuevo amigo, no quería que nadie se burlase de él. Por lo que se mantuvo totalmente inmóvil en su sucio y triste rincón del calabozo.
Una chica, quien no parecía llevarse nada bien con los guardias, fue empujada al calabazo donde estaba. Hont se quitó las manos de encima de sus ojos con tal de observar a la chica con el mismo detenimiento que ella observaba la puerta de la celda. ¿Quién era? Hont comenzó a gatear muy despacio hacia ella saliendo, por primera vez desde que se fue su mal nuevo amigo, del rincón triste. La curiosidad podía matar a un gato pero no a una zarigüeya.
Ella fue quien inició la conversación con un saludo que hizo que Hont diera un pequeño salto hacia atrás, se pusiera de pie y abriese bien los ojos, todavía mojados, por la sorpresa. Tras mover su cabeza en rápidos movimientos horizontales para deshacerse de toda duda y tristeza, Hont volvió a hablar con la seguridad y alegría que le caracterizaban. No era momento de comportarse como un niño, era el momento de ser el héroe que quería ser.
-Mi nombre es Hont- dijo poniendo su mano derecha en la frente haciendo el gesto propio que había visto en todos los caballeros de las ciudades de los humanos. -¿Alanna, eres amiga? El que vino antes no era amigo mío. ¿Sabes? Me mintió. Pareces amiga pero no lo sé y no quiero que me vuelvan a engañar- Hont rodeó a la chica como si fuera un maestro que estuviera haciendo el examen a un alumno - por eso estoy triste. No es gracioso que te engañen. ¿A ti te han engañado? Es muy algo muy feo- ¡Estaba atada! Alanna tenía unas esposas. Las mismas que había visto a todos sus anteriores amigos antes de que el brujo malo viniera a por ellos. - ¡Tengo una idea, una muy buena! Si te desato me puedes ayudar a encontrar al mentiroso y darle una zurra de mi parte. ¿Lo harás verdad? Tienes que hacerlo- antes de que la chica contestase Hont ya estaba usando sus finas uñas hasta escuchar el "click" en los grilletes que indicaban que la cerradura se había abierto. Algo había en esa chica que a Hont le gustaba, algo que le recordaba al héroe que quería ser. -¡Vamos nueva amiga!- dijo al mismo tiempo que se subía a su cuello. - ¡Vamos a darle una patada en el trasero del mentiroso!-
Si los guardias le vieran le lanzarían los restos de sus cenas por tal de que saltase y corretease por todo el calabozo. Sabía que se burlaban de él, pero no le importaba cuando estaba alegre; por lo menos así podía comer algo más que los insectos y las ratas que conseguía cazar. Pero triste, como le había dejado su mentiroso y mal nuevo amigo, no quería que nadie se burlase de él. Por lo que se mantuvo totalmente inmóvil en su sucio y triste rincón del calabozo.
Una chica, quien no parecía llevarse nada bien con los guardias, fue empujada al calabazo donde estaba. Hont se quitó las manos de encima de sus ojos con tal de observar a la chica con el mismo detenimiento que ella observaba la puerta de la celda. ¿Quién era? Hont comenzó a gatear muy despacio hacia ella saliendo, por primera vez desde que se fue su mal nuevo amigo, del rincón triste. La curiosidad podía matar a un gato pero no a una zarigüeya.
Ella fue quien inició la conversación con un saludo que hizo que Hont diera un pequeño salto hacia atrás, se pusiera de pie y abriese bien los ojos, todavía mojados, por la sorpresa. Tras mover su cabeza en rápidos movimientos horizontales para deshacerse de toda duda y tristeza, Hont volvió a hablar con la seguridad y alegría que le caracterizaban. No era momento de comportarse como un niño, era el momento de ser el héroe que quería ser.
-Mi nombre es Hont- dijo poniendo su mano derecha en la frente haciendo el gesto propio que había visto en todos los caballeros de las ciudades de los humanos. -¿Alanna, eres amiga? El que vino antes no era amigo mío. ¿Sabes? Me mintió. Pareces amiga pero no lo sé y no quiero que me vuelvan a engañar- Hont rodeó a la chica como si fuera un maestro que estuviera haciendo el examen a un alumno - por eso estoy triste. No es gracioso que te engañen. ¿A ti te han engañado? Es muy algo muy feo- ¡Estaba atada! Alanna tenía unas esposas. Las mismas que había visto a todos sus anteriores amigos antes de que el brujo malo viniera a por ellos. - ¡Tengo una idea, una muy buena! Si te desato me puedes ayudar a encontrar al mentiroso y darle una zurra de mi parte. ¿Lo harás verdad? Tienes que hacerlo- antes de que la chica contestase Hont ya estaba usando sus finas uñas hasta escuchar el "click" en los grilletes que indicaban que la cerradura se había abierto. Algo había en esa chica que a Hont le gustaba, algo que le recordaba al héroe que quería ser. -¡Vamos nueva amiga!- dijo al mismo tiempo que se subía a su cuello. - ¡Vamos a darle una patada en el trasero del mentiroso!-
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Dio tres pasos rápidos y pesados con la intención de perseguir al hombre que en una única noche le había convertido en la clase de persona que más odiaba. Luego de esos tres pasos desesperados en busca de las respuestas que necesitaba su mente, se quedó totalmente paralizado por el miedo y la culpa. Él solo cumplía órdenes, no estaba de acuerdo con éstas, pero eran las leyes del Rey, tenía que cumplirlas. Era su forma de ganarse la vida. Mientras unos eran panaderos o artesanos, el trabajo de Fredd era cumplir las órdenes del Rey. Los campesinos se quejaban de que no comerían al día siguiente si se gastaban los aeros que tenían en el diezmo, pero, si no pagaban, era él quien no comería. ¿Tan difícil era de entender para los Cuelliflojos que él era una víctima más?
Pero se acabó. A la mierda todas las órdenes del Rey. Fredd ya había pagado un alto precio por todo ellas. Llegó el momento de hacer algo bueno, lo último que le quedaba por hacer. Sabía que había una persona que se enfrentaría a los monstruos y estaba dispuesto a ayudarle aunque le costase la vida.
De su bolsillo sacó la misma piedra que sacó en la casa de los Cuelliflojos, la que estaba encantada y servía como vía de comunicación directa con el hechicero. La puso con cuido en el suelo y con un bastonazo la rompió. Un humo de color verde grisaceo salío de los restos de la piedra. Fredd observó el humo con cierta admiración. No se podía creer lo que estaba a punto de hacer.
Pero se acabó. A la mierda todas las órdenes del Rey. Fredd ya había pagado un alto precio por todo ellas. Llegó el momento de hacer algo bueno, lo último que le quedaba por hacer. Sabía que había una persona que se enfrentaría a los monstruos y estaba dispuesto a ayudarle aunque le costase la vida.
De su bolsillo sacó la misma piedra que sacó en la casa de los Cuelliflojos, la que estaba encantada y servía como vía de comunicación directa con el hechicero. La puso con cuido en el suelo y con un bastonazo la rompió. Un humo de color verde grisaceo salío de los restos de la piedra. Fredd observó el humo con cierta admiración. No se podía creer lo que estaba a punto de hacer.
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-¿Se puede saber qué estás haciendo?- una voz de mujer sonó a la espalda del mercenario – Debías de ser sigiloso no armar una guerra civil por tu cuenta-.
La chica salió de las sombras. Desde que había dejado al desgraciado cojo, había seguido al hombre por tal de tenerlo bien vigilado y que no mueriese a la primera de cambio como muchos otros, tan osados como él, se habían atrevido a contradecir las leyes del Rey. Si había confiado en él era por las muchas noticias que había escuchado acerca del mercenario. Sus historias no eran falsas, ella las había escuchado de una fuente fiable de la que jamás dudaría. Ni siquiera después de ver cómo el imbécil llamaba la atención de todos los guardias y aun se atrevía a dejar uno con vida para que llamase a más.
-Haz algo de bien por una vez y saca a esas personas de ahí- señaló por una de las ventanas del pasillo hacia la familia que estaba atada en el patio - aprovecha que no hay ningún guardia vigilando. A saber dónde están esos capullos-.
“Capullos” fue la última palabra que dijo la joven al mercenario. Ella no eran de las que hablaban, solo de las cumplían con la justicia. Cuando decidió que la conversación hubo terminado se fue por dónde había venido sin dar opción a que el chico le siguiera. Era mejor así. Si la siguiese, lo más seguro, sería que el mercenario, la familia e incluso ella muriesen.
La chica salió de las sombras. Desde que había dejado al desgraciado cojo, había seguido al hombre por tal de tenerlo bien vigilado y que no mueriese a la primera de cambio como muchos otros, tan osados como él, se habían atrevido a contradecir las leyes del Rey. Si había confiado en él era por las muchas noticias que había escuchado acerca del mercenario. Sus historias no eran falsas, ella las había escuchado de una fuente fiable de la que jamás dudaría. Ni siquiera después de ver cómo el imbécil llamaba la atención de todos los guardias y aun se atrevía a dejar uno con vida para que llamase a más.
-Haz algo de bien por una vez y saca a esas personas de ahí- señaló por una de las ventanas del pasillo hacia la familia que estaba atada en el patio - aprovecha que no hay ningún guardia vigilando. A saber dónde están esos capullos-.
“Capullos” fue la última palabra que dijo la joven al mercenario. Ella no eran de las que hablaban, solo de las cumplían con la justicia. Cuando decidió que la conversación hubo terminado se fue por dónde había venido sin dar opción a que el chico le siguiera. Era mejor así. Si la siguiese, lo más seguro, sería que el mercenario, la familia e incluso ella muriesen.
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* Alanna Delteria: El pequeño Hont hace grandes ayudas. Tú decides si seguir con tu misión principal de buscar el lugar dónde se encuentra el Rey o buscar al mentiroso mal amigo de Hont para darle una tunda.
* Eltrant Tale: La chica mentirosa ha hablado, debes decidir: Perseguirla vaya a dónde vaya o salvar a la familia de Cuelliflojos. Tus decisiones tendrán consecuencias en el futuro de la quest.
* Ambos: En este turno no podéis usar los personajes: Bono, Frea y la chica misteriosa; solo Alanna tiene permiso de usar a Gardian si lo ve necesario. Los demás están a vuestra disposición. Si tomáis combate con un personaje que se haya descrito a lo largo de la quest, tendréis que lanzar la voluntad de los Dioses.
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Los pasos de sonido seco, que resonaban como si pisara un charco de esa especie de zarigüella la hicieron abrir los ojos nuevamente, intentando obviar la preocupación que le oprimía el pecho, y suspiró intentando librarse de la sensación de que algo no iba bien en ese lugar, no solo por el falso rey y su corte de asesinos, si no en ese mismo momento. Parecía que la muerte llamase a gritos de silencio a quienes estuvieran luchando por no escuchar.
Retirando esa situación de su cabeza, se concentró en el pequeño animalillo que daba vueltas a su alrededor. Hont, había dicho llamarse. Alanna sonrió, un nombre corto y sonoro para un animalillo entusiasta. El pequeño estaba claro que no era difícil de timar, entusiasta, confiado y, por lo que veía, algo hiperactivo. Se creía que lo hubieran engañado, pero su pregunta, sin duda, no era de alguien que no reflexionara. La chica bajó la cabeza, recordando como había visto que la bondad, muchas veces, era considerada estupidez, incluso a ella le habían tomado el pelo, y no un cualquiera, si no su propio padre. Asintió con un suspiro, también Frea había sido traicionada, por su propio hermano.
Las traiciones eran horribles, pero si te traiciona la persona en quien más confías... era aun peor, porque eso dejaba una herida difícil de cerrar. La confianza se rompía como hilos de cristal, que se tambaleaban con los golpes más delicados, y se rompían cuando menos se esperaba. La ira brillo un segundo en sus ojos al pensar en la mayor traición que había experimentado nunca, pero se forzó a regresar al presente, lo primero era salir de ahí.
Sintió como, en su ensimismamiento, el animalillo había comenzado a romper las esposas que le herían las muñecas, y abrió los ojos sorprendida, Aun no había prometido que lo ayudaría, y Hont ya estaba socorriéndola a ella. No podía dejarlo tirado, pero no sabía quien era ese que lo había engañado, tenía cosas más importantes que hacer, debía reunirse de nuevo con Eltrant, debía salvar la aldea, debía encontrar a Gardian y ponerlo en su lugar. No podía perdonar una traición semejante, no entre familia.
- Muchas gracias.- sonrió a Hont al verse libre.- Te ayudaré, dime como era el chico que te ha traicionado y te ayudaré.- prometió.- te doy mi palabra.- Puede que estuviera metiéndose en más problemas de los que al final lograría salir, pero era lo que había, necesitaba salir de allí, y necesitaba hacerlo con urgencia.
Hont, con saltos y nervios, pasó a describir a su traicionero ex-socio mientras Alanna se dedicaba a, con una horquilla de las que usaba para sostener su trenza, abrir el candado atendiendo a los sonidos clics y clacs que salían de este. Casi se atraganta un momento al terminar de oír la descripción de la zarigüella. "Gardian" pensó, Gardian había sido el que había dejado encerrado a Hont.
Se recuperó y abrió la celda dejando pasar a Hont antes de cerrar nuevamente la puerta, en silencio. Puso la horquilla en su sitio, nuevamente, y tomó aire inspeccionando el lugar, sus armas, ya no estaban con ella, debían de estar guardadas a buen recaudo, pues no es que fueran malas, precisamente, el regalo de su madrastra al pasar las pruebas de acceso no había sido una compra de saldo. Suspiró frustrada y revisó los barriles que había en un rincón, afortunadamente, había allí espadas, posiblemente de los arrestados, no es que fueran demasiado buenas, pero estaban afiladas, había un par ligeras y cortaban, con eso le bastaba.
Tomó una y miro el brillante filo con ojo crítico, si, esa misma le valdría, no podía compararse con su espada ropera, pero esa estaba en casa de Frea y no tenía forma ni tiempo para regresar. La manejó sosteniéndola en un par de giros, comprobando que era capaz de manejarla, y asintió decidida. Miró a Hont antes de abrir la pesada puerta de madera y afirmó.
- Vamos a por él.- decidió Alanna.
- Espera.- La detuvo Hont.- Por aquí, por aquí, yo se yo se.- dijo dando saltos apuntando hacia una pared cubierta de lo que parecían fustas, látigos y demás elementos de tortura que daban la impresión de tener sangre seca pegada. La zarigüella tiró de varios látigos y, de pronto, una pequeña puerta se abrió bajo estos, a penas medía unos cuantos pasos para llegar a la fuente de luz. - lleva a un jardín, el mentiroso está ahí, ¡lo se!.- Afirmó entusiasta caminando con calma por el estrecho espacio.
Alanna se agachó y observó el boquete, debía pasar a gatas. Suspiró y escuchó la llamada de Hont desde el otro lado, se agachó, y comenzó a gatear notando como, a su espalda la pared volvía a cerrarse. Salió a un jardín repleto de flores, eso debía ser la parte trasera del castillo, la reservada para los nobles, y no para los guardias, estaba segura que el de Lunargenta tenía una mucho más grande que aquel pequeño remanso de paz.
Pudo ver como, efectivamente, una figura se alejaba corriendo en dirección a una puerta, pegado a la pared, como ella lo estaba. Hont comenzó a saltar gritando y señalando, nerviosa, Alanna le tapó la boca, haría que los descubrieran, pero, al menos, sacó algo bueno de sus molestos ruidos. Gardian se giró y se quedó plantado, con una sonrisa de suficiencia, mirandolos a ambos.
- Vaya vaya, la mentirosa y el pesado, que buena pareja.- Sonrió Gardian mientras los nervios de Alanna comenzaban a estar en las últimas.- ¿Habéis venido a por mi? Que detalle.- afirmó el chico acercándose a ella y a Hont.
- ¡Mi amiga no es mentirosa, tu eres mentiroso, tu traicionaste a Hont!- acusó la zarigüella.
- Oh, vamos, solo te di un empujoncito, tu caíste solo.- respondió el otro.
- ¡Mentira!- dijo Hont antes de empezar una nueva serie de retahilas mientras Alanna, calmada y pausada, se acercaba con una sonrisa dulce al chico.
Sin mediar una palabra, miró al chico, sonrió y, sin que nadie lo esperase, alzó la mano con rapidez y le dio un bofetón en la mejilla al muchacho que le cruzó la cara. La sonrisa del rostro de la chica había desaparecido, sustituida por una mirada cargada de odio y desprecio. Se quedó quieta, con una postura altiva, mirando al chico por encima del hombro.
- Me da vergüenza que seamos de la misma especie.- escupió la chica.- Has traicionado a tu aldea.- le dio otra bofetada cuando el joven aun no se había recuperado de la primera.- has traicionado a tus amigos.- otra más.- Has traicionado la memoria de aquellos que han perdido su vida en la contienda.- uno más.- Y, sobretodo, has traicionado a tu hermana.- un ultimo bofetón resonó en el silencio del jardín haciendo que el muchacho callera al suelo con las mejillas rojas, hinchadas y doloridas.- Me das asco. Tienes la fortuna de tener a tu familia, tienes la suerte de poder estar con tu hermana, que lo está dando todo por ti, por vuestro futuro, y lo único que haces es desaparecer, traicionarla, desvelar el secreto de los tuneles y poner en riesgo a toda la aldea. Eres despreciable, si por mi fuera, podrías morirte.- dijo soltándole un escupitajo a la cara, eso le tocaba la fibra, no perdonaba a quienes traicionaban a sus familias.- Pero por desgracia no soy quien debe decidirlo y tu hermana se sentiría triste si desaparecieras, eres escoria, pero tienes a alguien que te quiere, si solo supieras la suerte que tienes, no serías tan gilipollas.
Sus palabras, en susurros, habían sido duras y crueles, tal vez más por haber sido dichas en voz baja que si se hubieran gritado, ciertamente, a Alanna poco le importaba ese tipo, si no fuera por Frea, ella misma le daría una paliza que lo dejaría muriéndose en el suelo, pero la mujer no querría perder a nadie más. A Alanna le pareció ver un ligero cambio en los ojos de Gardian, pero no supo si fue su imaginación su nerviosismo o el asco que le tenía, aun así, le importaba poco, ahora que le había dicho lo que le tenía que decir, era hora de dejarlo solo y volver a su primer trabajo, encontrar a Eltrant y Frea y acabar con el falso rey.
Retirando esa situación de su cabeza, se concentró en el pequeño animalillo que daba vueltas a su alrededor. Hont, había dicho llamarse. Alanna sonrió, un nombre corto y sonoro para un animalillo entusiasta. El pequeño estaba claro que no era difícil de timar, entusiasta, confiado y, por lo que veía, algo hiperactivo. Se creía que lo hubieran engañado, pero su pregunta, sin duda, no era de alguien que no reflexionara. La chica bajó la cabeza, recordando como había visto que la bondad, muchas veces, era considerada estupidez, incluso a ella le habían tomado el pelo, y no un cualquiera, si no su propio padre. Asintió con un suspiro, también Frea había sido traicionada, por su propio hermano.
Las traiciones eran horribles, pero si te traiciona la persona en quien más confías... era aun peor, porque eso dejaba una herida difícil de cerrar. La confianza se rompía como hilos de cristal, que se tambaleaban con los golpes más delicados, y se rompían cuando menos se esperaba. La ira brillo un segundo en sus ojos al pensar en la mayor traición que había experimentado nunca, pero se forzó a regresar al presente, lo primero era salir de ahí.
Sintió como, en su ensimismamiento, el animalillo había comenzado a romper las esposas que le herían las muñecas, y abrió los ojos sorprendida, Aun no había prometido que lo ayudaría, y Hont ya estaba socorriéndola a ella. No podía dejarlo tirado, pero no sabía quien era ese que lo había engañado, tenía cosas más importantes que hacer, debía reunirse de nuevo con Eltrant, debía salvar la aldea, debía encontrar a Gardian y ponerlo en su lugar. No podía perdonar una traición semejante, no entre familia.
- Muchas gracias.- sonrió a Hont al verse libre.- Te ayudaré, dime como era el chico que te ha traicionado y te ayudaré.- prometió.- te doy mi palabra.- Puede que estuviera metiéndose en más problemas de los que al final lograría salir, pero era lo que había, necesitaba salir de allí, y necesitaba hacerlo con urgencia.
Hont, con saltos y nervios, pasó a describir a su traicionero ex-socio mientras Alanna se dedicaba a, con una horquilla de las que usaba para sostener su trenza, abrir el candado atendiendo a los sonidos clics y clacs que salían de este. Casi se atraganta un momento al terminar de oír la descripción de la zarigüella. "Gardian" pensó, Gardian había sido el que había dejado encerrado a Hont.
Se recuperó y abrió la celda dejando pasar a Hont antes de cerrar nuevamente la puerta, en silencio. Puso la horquilla en su sitio, nuevamente, y tomó aire inspeccionando el lugar, sus armas, ya no estaban con ella, debían de estar guardadas a buen recaudo, pues no es que fueran malas, precisamente, el regalo de su madrastra al pasar las pruebas de acceso no había sido una compra de saldo. Suspiró frustrada y revisó los barriles que había en un rincón, afortunadamente, había allí espadas, posiblemente de los arrestados, no es que fueran demasiado buenas, pero estaban afiladas, había un par ligeras y cortaban, con eso le bastaba.
Tomó una y miro el brillante filo con ojo crítico, si, esa misma le valdría, no podía compararse con su espada ropera, pero esa estaba en casa de Frea y no tenía forma ni tiempo para regresar. La manejó sosteniéndola en un par de giros, comprobando que era capaz de manejarla, y asintió decidida. Miró a Hont antes de abrir la pesada puerta de madera y afirmó.
- Vamos a por él.- decidió Alanna.
- Espera.- La detuvo Hont.- Por aquí, por aquí, yo se yo se.- dijo dando saltos apuntando hacia una pared cubierta de lo que parecían fustas, látigos y demás elementos de tortura que daban la impresión de tener sangre seca pegada. La zarigüella tiró de varios látigos y, de pronto, una pequeña puerta se abrió bajo estos, a penas medía unos cuantos pasos para llegar a la fuente de luz. - lleva a un jardín, el mentiroso está ahí, ¡lo se!.- Afirmó entusiasta caminando con calma por el estrecho espacio.
Alanna se agachó y observó el boquete, debía pasar a gatas. Suspiró y escuchó la llamada de Hont desde el otro lado, se agachó, y comenzó a gatear notando como, a su espalda la pared volvía a cerrarse. Salió a un jardín repleto de flores, eso debía ser la parte trasera del castillo, la reservada para los nobles, y no para los guardias, estaba segura que el de Lunargenta tenía una mucho más grande que aquel pequeño remanso de paz.
Pudo ver como, efectivamente, una figura se alejaba corriendo en dirección a una puerta, pegado a la pared, como ella lo estaba. Hont comenzó a saltar gritando y señalando, nerviosa, Alanna le tapó la boca, haría que los descubrieran, pero, al menos, sacó algo bueno de sus molestos ruidos. Gardian se giró y se quedó plantado, con una sonrisa de suficiencia, mirandolos a ambos.
- Vaya vaya, la mentirosa y el pesado, que buena pareja.- Sonrió Gardian mientras los nervios de Alanna comenzaban a estar en las últimas.- ¿Habéis venido a por mi? Que detalle.- afirmó el chico acercándose a ella y a Hont.
- ¡Mi amiga no es mentirosa, tu eres mentiroso, tu traicionaste a Hont!- acusó la zarigüella.
- Oh, vamos, solo te di un empujoncito, tu caíste solo.- respondió el otro.
- ¡Mentira!- dijo Hont antes de empezar una nueva serie de retahilas mientras Alanna, calmada y pausada, se acercaba con una sonrisa dulce al chico.
Sin mediar una palabra, miró al chico, sonrió y, sin que nadie lo esperase, alzó la mano con rapidez y le dio un bofetón en la mejilla al muchacho que le cruzó la cara. La sonrisa del rostro de la chica había desaparecido, sustituida por una mirada cargada de odio y desprecio. Se quedó quieta, con una postura altiva, mirando al chico por encima del hombro.
- Me da vergüenza que seamos de la misma especie.- escupió la chica.- Has traicionado a tu aldea.- le dio otra bofetada cuando el joven aun no se había recuperado de la primera.- has traicionado a tus amigos.- otra más.- Has traicionado la memoria de aquellos que han perdido su vida en la contienda.- uno más.- Y, sobretodo, has traicionado a tu hermana.- un ultimo bofetón resonó en el silencio del jardín haciendo que el muchacho callera al suelo con las mejillas rojas, hinchadas y doloridas.- Me das asco. Tienes la fortuna de tener a tu familia, tienes la suerte de poder estar con tu hermana, que lo está dando todo por ti, por vuestro futuro, y lo único que haces es desaparecer, traicionarla, desvelar el secreto de los tuneles y poner en riesgo a toda la aldea. Eres despreciable, si por mi fuera, podrías morirte.- dijo soltándole un escupitajo a la cara, eso le tocaba la fibra, no perdonaba a quienes traicionaban a sus familias.- Pero por desgracia no soy quien debe decidirlo y tu hermana se sentiría triste si desaparecieras, eres escoria, pero tienes a alguien que te quiere, si solo supieras la suerte que tienes, no serías tan gilipollas.
Sus palabras, en susurros, habían sido duras y crueles, tal vez más por haber sido dichas en voz baja que si se hubieran gritado, ciertamente, a Alanna poco le importaba ese tipo, si no fuera por Frea, ella misma le daría una paliza que lo dejaría muriéndose en el suelo, pero la mujer no querría perder a nadie más. A Alanna le pareció ver un ligero cambio en los ojos de Gardian, pero no supo si fue su imaginación su nerviosismo o el asco que le tenía, aun así, le importaba poco, ahora que le había dicho lo que le tenía que decir, era hora de dejarlo solo y volver a su primer trabajo, encontrar a Eltrant y Frea y acabar con el falso rey.
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Una vez en el piso superior caminó durante varios minutos sin saber hacia dónde ir, lo primero que debía hacer era situarse en aquella enorme mezcla entre fortaleza y palacio; afortunadamente los pasillos, tan desiertos como ostentosos, permitieron al mercenario avanzar de forma cauta, ocultándose tras las columnas de mármol y resguardándose en las habitaciones adyacentes cada vez que escuchaba algún sonido ligeramente sospechoso.
Con cada pasillo que atravesaba se volvía cada vez más evidente en que derrochaba el falso rey los impuestos que le arrebataba a los lugareños con tanta insistencia, cuadros y estatuas de su persona, mobiliario chapado en oro y cortinas que podrían perfectamente cubrir la oficina en la que malvivía con Sam decoraban cada palmo de castillo que el mercenario veía. Sin pensar realmente en lo que hacía, Eltrant se acercó a una de los muchos tapices que adornaban el lugar y se limpió las manos, teñidas de rojo, en ellas. – Me gusta más este color – Susurró sonriendo maliciosamente al ver que tanto los bordados dorados como la figura del rey quedaba cubierta por la sangre húmeda.
Tras degenerar alguna obra de arte más y haber cambiado sus botas por unas que no estaban desgastadas y que posiblemente pertenecían a algún guarda, se cruzó de brazos y se apoyó contra una pared. No iba a avanzar nada si no sabía exactamente a dónde ir, el castillo era demasiado grande como para ir abriendo todas las puertas una a una esperando que tras una de estas se encontrase el impostor.
Se rascó la barba y acabó dejando escapar un ligero lamento, lo único que tenían en común aquellos palacios eran, a parte del pésimo sentido de la decoración, era que cuanto más grandes y vistosas las puertas, más importante lo que había tras ellas, tendría que revisar las que creyese importantes, no le quedaba sino confiar en su propio criterio. No obstante, antes de que pudiese reemprender la búsqueda una voz tras él le obligó a colocarse en guardia.
Con la mano firmemente sujetando la empuñadura de su espada se giró para ver quien había sido la persona que, como si de un espectro se tratase, se había acercado hasta él sin hacer ruido. La silueta de quien parecía una mujer enfundada en una capa del color de la noche se alzaba frente a él, sonrió – No es como si me han dejado muchas opciones – Contestó soltando su espada, pero dejando su mano cerca de la misma; Tanto la voz como la actitud de aquella persona pertenecían a la mujer que le había contratado para estar en aquel lugar, no obstante, que ella también se encontrase allí se le antojaba extraño, por no hablar de la fascinante capacidad para ocultar sus facciones con una simple capa. ¿Qué deseaba ocultar con tanto ahínco? – Y la guerra civil ya estaba montada antes de que llegase yo aquí ¿Has mirado por la ventana? Ahora hasta tienen a Delteria “La mártir de la revolución” – Había oído decir aquellas palabras a un par de campesinos atrás en la casa de Frea, no le extrañaba haberlo hecho, la actitud optimista y las ganas de luchar de la chica eran, cuanto menos, pegadizas, su cliente en cambio no pareció impresionada por aquello y se limitó a señalar la ventana y transmitirle nuevas órdenes.
Eltrant miró hacía el lugar que había señalado la misteriosa chica y arqueó una ceja – Bueno, tu eres la jefa…- Antes de que pudiese decir algo más su empleadora ya se había desvanecido del mismo modo que había llegado. – Tengo que aprender a hacer eso – Dijo al mismo tiempo que se acercaba a la ventana y echaba un vistazo al patio, la escena que tenía frente a él no era lo que podría decirse normal, una familia atada en el centro del patio y sin ningún guarda que les vigilase, respiró hondo y, tras abrir sigilosamente la ventana, se dejó caer tras unos arbustos.
Avanzó con paso firme, agachado, escondiéndose bajo cada piedra, columna o árbol que veía en su camino, no podía permitirse que un criado, o peor aún, un guarda, le viese desde los pasillos de la mansión.
Tragó saliva, en un poste de una altura considerable, pobremente iluminado por el fuego de una titilante antorcha, un cuerpo inerte se mecía levemente empujado por la brisa nocturna, Eltrant apartó la mirada – Fredd… - Aquel niño no llegaría a la decena de edad, quizás había sido el tullido quien había dado la orden, pero había sido él quien había conducido a aquella familia hasta allí, se llevó la mano hasta el pecho y cerró los ojos. Tras asegurarse de que efectivamente se encontraban solo él y los aldeanos en aquel patio salió de detrás del árbol en el que se ocultaba y a paso ligero se agachó junto a la familia, quienes no dijeron nada, simplemente miraron al recién llegado agotados, como si ya no les preocupase que les podría pasar.
Con el puñal que guardaba dentro de la bota les desató a todos, uno a uno, y a continuación, una vez estuvieron todos libres, se encargó de bajar el cuerpo del muchacho de dónde estaba colgado, para enseguida depositarlo delicadamente junto a sus familiares, que no tardaron en empezar a sollozar débilmente, tratando de hacer el menor ruido posible. –…Esto… es tu culpa – Dijo el hombre en voz baja, Eltrant miró el cadáver del niño y no dijo nada, lanzó una larga y estoica mirada a la familia, este era él, una amalgama de alcohol y malas decisiones. – Os acompañare hasta la salida más cercana, os ayudaré a escapar – Afirmó, si entrar había sido complicado, salir lo sería aún más, no podía dejarles solos por la fortaleza.
El rey tendría que esperar.
Con cada pasillo que atravesaba se volvía cada vez más evidente en que derrochaba el falso rey los impuestos que le arrebataba a los lugareños con tanta insistencia, cuadros y estatuas de su persona, mobiliario chapado en oro y cortinas que podrían perfectamente cubrir la oficina en la que malvivía con Sam decoraban cada palmo de castillo que el mercenario veía. Sin pensar realmente en lo que hacía, Eltrant se acercó a una de los muchos tapices que adornaban el lugar y se limpió las manos, teñidas de rojo, en ellas. – Me gusta más este color – Susurró sonriendo maliciosamente al ver que tanto los bordados dorados como la figura del rey quedaba cubierta por la sangre húmeda.
Tras degenerar alguna obra de arte más y haber cambiado sus botas por unas que no estaban desgastadas y que posiblemente pertenecían a algún guarda, se cruzó de brazos y se apoyó contra una pared. No iba a avanzar nada si no sabía exactamente a dónde ir, el castillo era demasiado grande como para ir abriendo todas las puertas una a una esperando que tras una de estas se encontrase el impostor.
Se rascó la barba y acabó dejando escapar un ligero lamento, lo único que tenían en común aquellos palacios eran, a parte del pésimo sentido de la decoración, era que cuanto más grandes y vistosas las puertas, más importante lo que había tras ellas, tendría que revisar las que creyese importantes, no le quedaba sino confiar en su propio criterio. No obstante, antes de que pudiese reemprender la búsqueda una voz tras él le obligó a colocarse en guardia.
Con la mano firmemente sujetando la empuñadura de su espada se giró para ver quien había sido la persona que, como si de un espectro se tratase, se había acercado hasta él sin hacer ruido. La silueta de quien parecía una mujer enfundada en una capa del color de la noche se alzaba frente a él, sonrió – No es como si me han dejado muchas opciones – Contestó soltando su espada, pero dejando su mano cerca de la misma; Tanto la voz como la actitud de aquella persona pertenecían a la mujer que le había contratado para estar en aquel lugar, no obstante, que ella también se encontrase allí se le antojaba extraño, por no hablar de la fascinante capacidad para ocultar sus facciones con una simple capa. ¿Qué deseaba ocultar con tanto ahínco? – Y la guerra civil ya estaba montada antes de que llegase yo aquí ¿Has mirado por la ventana? Ahora hasta tienen a Delteria “La mártir de la revolución” – Había oído decir aquellas palabras a un par de campesinos atrás en la casa de Frea, no le extrañaba haberlo hecho, la actitud optimista y las ganas de luchar de la chica eran, cuanto menos, pegadizas, su cliente en cambio no pareció impresionada por aquello y se limitó a señalar la ventana y transmitirle nuevas órdenes.
Eltrant miró hacía el lugar que había señalado la misteriosa chica y arqueó una ceja – Bueno, tu eres la jefa…- Antes de que pudiese decir algo más su empleadora ya se había desvanecido del mismo modo que había llegado. – Tengo que aprender a hacer eso – Dijo al mismo tiempo que se acercaba a la ventana y echaba un vistazo al patio, la escena que tenía frente a él no era lo que podría decirse normal, una familia atada en el centro del patio y sin ningún guarda que les vigilase, respiró hondo y, tras abrir sigilosamente la ventana, se dejó caer tras unos arbustos.
Avanzó con paso firme, agachado, escondiéndose bajo cada piedra, columna o árbol que veía en su camino, no podía permitirse que un criado, o peor aún, un guarda, le viese desde los pasillos de la mansión.
Tragó saliva, en un poste de una altura considerable, pobremente iluminado por el fuego de una titilante antorcha, un cuerpo inerte se mecía levemente empujado por la brisa nocturna, Eltrant apartó la mirada – Fredd… - Aquel niño no llegaría a la decena de edad, quizás había sido el tullido quien había dado la orden, pero había sido él quien había conducido a aquella familia hasta allí, se llevó la mano hasta el pecho y cerró los ojos. Tras asegurarse de que efectivamente se encontraban solo él y los aldeanos en aquel patio salió de detrás del árbol en el que se ocultaba y a paso ligero se agachó junto a la familia, quienes no dijeron nada, simplemente miraron al recién llegado agotados, como si ya no les preocupase que les podría pasar.
Con el puñal que guardaba dentro de la bota les desató a todos, uno a uno, y a continuación, una vez estuvieron todos libres, se encargó de bajar el cuerpo del muchacho de dónde estaba colgado, para enseguida depositarlo delicadamente junto a sus familiares, que no tardaron en empezar a sollozar débilmente, tratando de hacer el menor ruido posible. –…Esto… es tu culpa – Dijo el hombre en voz baja, Eltrant miró el cadáver del niño y no dijo nada, lanzó una larga y estoica mirada a la familia, este era él, una amalgama de alcohol y malas decisiones. – Os acompañare hasta la salida más cercana, os ayudaré a escapar – Afirmó, si entrar había sido complicado, salir lo sería aún más, no podía dejarles solos por la fortaleza.
El rey tendría que esperar.
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
La cara la tenía roja tras las cinco bofetadas y un riachuelo de saliva de la mujer corría por su mejilla izquierda. Aunque hubiera querido contestar al dolor y al asco que sentía, no hizo nada más que esperar la nueva orden de aquel que hablaba en su mente.
Mientras esperaba, los espasmos volvieron. Sus manos y sus piernas que se habían mantenido firmes incluso en el mismo momento que se enfrentó a Bono, comenzaron a temblar. Al dolor y al asco tenía que sumarle la desagradable sensación de sentirse como espiga de trigo siento azotada por el viento. Tampoco hizo para dejar de sentirse así.
“Dime algo joder.” Pensó con rabia. Cuando la voz no le hablaba, el recuerdo de las muchas torturas que había tenido que soportar por parte de los hechizos de Bono retornaban en su cuerpo y su mente con más fuerza que nunca. Su piel comenzó a brillar con un ligero color verde grisáceo casi imprescriptible para el ojo humano, las pupilas de sus ojos se tornaron del mismo color. No, otra vez no. Todo menos eso. Que Alanna volviera a abofetearle cien veces si con eso podía a aquello parar a lo que estaba por venir.
HAZLO la voz del hombre sobre el trono dorado sonó en su mente tan clara como siempre MÁTALA.
-Sí mi amo- Respondió a la voz de su cabeza.
Gardian sacó de su bolsillo la piedra que le dio Bono después de manipular su mente con mil y un conjuros. La agitó al aire con fuerza. No funcionaba. En su interior tenía miedo, en el exterior, solo se veía la firmeza y la seguridad que habían regresado tras volver a escuchar la voz del hombre.
Dando un enorme salto se lanzó contra la señorita Delteria. La chica cayó al suelo quedándose Gardian encima de ella. Las bofetadas que ella le había dado antes, él se las devolvía con grandes puñetazos. No hizo falta devolverle ningún escupitajo, de la emoción ya le caía la baba de su boca.
-¡Eres malo!- gritó Hont asimilando una posición de combate que casi parecía una burla a los luchadores. -¡te voy a zurra en el trasero porque eres un ser muy malo!-
-¡FUERA!- Aunque Gardian hubiera gritado, aquella no era su voz. Era la de Bono, la del hombre sobre el trono dorado y la de todos los soldados que vinieron con él. Gardian hacía mucho que no era dueño de su cuerpo.
Mientras esperaba, los espasmos volvieron. Sus manos y sus piernas que se habían mantenido firmes incluso en el mismo momento que se enfrentó a Bono, comenzaron a temblar. Al dolor y al asco tenía que sumarle la desagradable sensación de sentirse como espiga de trigo siento azotada por el viento. Tampoco hizo para dejar de sentirse así.
“Dime algo joder.” Pensó con rabia. Cuando la voz no le hablaba, el recuerdo de las muchas torturas que había tenido que soportar por parte de los hechizos de Bono retornaban en su cuerpo y su mente con más fuerza que nunca. Su piel comenzó a brillar con un ligero color verde grisáceo casi imprescriptible para el ojo humano, las pupilas de sus ojos se tornaron del mismo color. No, otra vez no. Todo menos eso. Que Alanna volviera a abofetearle cien veces si con eso podía a aquello parar a lo que estaba por venir.
HAZLO la voz del hombre sobre el trono dorado sonó en su mente tan clara como siempre MÁTALA.
-Sí mi amo- Respondió a la voz de su cabeza.
Gardian sacó de su bolsillo la piedra que le dio Bono después de manipular su mente con mil y un conjuros. La agitó al aire con fuerza. No funcionaba. En su interior tenía miedo, en el exterior, solo se veía la firmeza y la seguridad que habían regresado tras volver a escuchar la voz del hombre.
Dando un enorme salto se lanzó contra la señorita Delteria. La chica cayó al suelo quedándose Gardian encima de ella. Las bofetadas que ella le había dado antes, él se las devolvía con grandes puñetazos. No hizo falta devolverle ningún escupitajo, de la emoción ya le caía la baba de su boca.
-¡Eres malo!- gritó Hont asimilando una posición de combate que casi parecía una burla a los luchadores. -¡te voy a zurra en el trasero porque eres un ser muy malo!-
-¡FUERA!- Aunque Gardian hubiera gritado, aquella no era su voz. Era la de Bono, la del hombre sobre el trono dorado y la de todos los soldados que vinieron con él. Gardian hacía mucho que no era dueño de su cuerpo.
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Era un largo salón de columnas con una larga alfombraba roja en el centro alrededor de decenas de armaduras de oro y obsidiana y, al final del todo, un trono dorado. Allí estaba el mal llamado Rey de Lunargenta agitando una copa de lo que parecía vino tinta con su mano derecha. No lo bebía, solo lo agitaba y lo observaba con mucha admiración. A su derecha tenía una mesita con muchas otras copas del mismo vino. Con ellas, el falso Rey seguiría el mismo procedimiento: Ver y agitar. Pero cuando llegase el momento. La copa importante en aquel momento era la que estaba conjurada junto al joven cantero, y era ésta la única que tenía que ver y agitar.
-¡Hazlo, mátala!- dijo con una sonrisa dibuja en sus labios.
-¡Hazlo, mátala!- dijo con una sonrisa dibuja en sus labios.
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Necesitaba velocidad. Necesitaba darse prisa porque, sino lo hacía, todos morirían. Muchos otros Cuelliflojos morirían por su culpa. No podía permitir algo así. Tenía que correr. Aunque estuviera cojo debía de hacer lo posible por correr.
Fredd lanzó su provisional bastón bien lejos e intento correr tan rápido como le fuera posible considerando que tenía una pierna rota. Le dolía, pero en dolor soportable en comparación con el que vendría cuando Bono y los otros guardias apareciesen tras su espalda.
“Más rápido, por favor, más rápido” rezó a Odín y a todos los Dioses que creía a la vez que apretaba la mandíbula por no estallar del esfuerzo que estaba haciendo.
-Lo has roto- tarde. Era la voz de Bono la que sonó a cinco metros delante suya –mi piedra- el aspecto del brujo no era mucho mejor que el que Fredd tenía. Su túnica, la que hubo sido más oscura que la noche, estaba teñida por la sangre que todavía brotaba de la herida de la boca del brujo –traición- La última palabra pareció que fuera una pregunta, pero más tarde Fredd y los otros guardias que acompañaban al brujo se dieron cuenta que no lo era.
Fredd lanzó su provisional bastón bien lejos e intento correr tan rápido como le fuera posible considerando que tenía una pierna rota. Le dolía, pero en dolor soportable en comparación con el que vendría cuando Bono y los otros guardias apareciesen tras su espalda.
“Más rápido, por favor, más rápido” rezó a Odín y a todos los Dioses que creía a la vez que apretaba la mandíbula por no estallar del esfuerzo que estaba haciendo.
-Lo has roto- tarde. Era la voz de Bono la que sonó a cinco metros delante suya –mi piedra- el aspecto del brujo no era mucho mejor que el que Fredd tenía. Su túnica, la que hubo sido más oscura que la noche, estaba teñida por la sangre que todavía brotaba de la herida de la boca del brujo –traición- La última palabra pareció que fuera una pregunta, pero más tarde Fredd y los otros guardias que acompañaban al brujo se dieron cuenta que no lo era.
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Las trompetas resonaron por toda la mansión. El hombre que estaba en el centro de los jardines intentando ayudar a los desvalidos Cuelliflojos era el centro de atención de una decena de los soldados de la guardia de la aldea y de aquellos que vinieron con el Rey. Jeremy debió ser quien los liderase a todos a la batalla. Pero, antes que él, el nuevo comandante, aquel que se hacía llamar Flecha Negra, prefirió otorgar el liderazgo a uno de los más jóvenes mentecatos que se habían alistado a la Guardia cuando llegó el Rey.
-¡A por él!- rugió el mentecato con tal fuerza que casi parecía que su polla fuera a estallar de la emoción.
Los guardias más jóvenes, como no, fueron los primeros en correr contra el tipo y los Cuelliflojos. Jeremy y los pocos que todavía pensaban como él se quedaron atrás. El mentecato con ansias de líder no era nadie. No daba miedo como Flecha Negra. Para ser sinceros, era más fácil reírse de él que de Tod el Gordo.
Lo que hizo no fue por los Cuelliflojos ni por el hombre con aspiraciones a héroe que intentaba salvarlos. Lo hizo por él y por la Guardia de su aldea, la misma que había amado durante tantos años. Jeremy desenvainó la empuñadura de su espada y dio un fuerte golpe con la empuñadura al mentecato.
-¡Guardias a mí!- rugió con el corazón y no la polla.
Pocos le obedecieron, pero quienes lo hicieron no dudaron en enfrentarse contra los mentecatos.
-¡A por él!- rugió el mentecato con tal fuerza que casi parecía que su polla fuera a estallar de la emoción.
Los guardias más jóvenes, como no, fueron los primeros en correr contra el tipo y los Cuelliflojos. Jeremy y los pocos que todavía pensaban como él se quedaron atrás. El mentecato con ansias de líder no era nadie. No daba miedo como Flecha Negra. Para ser sinceros, era más fácil reírse de él que de Tod el Gordo.
Lo que hizo no fue por los Cuelliflojos ni por el hombre con aspiraciones a héroe que intentaba salvarlos. Lo hizo por él y por la Guardia de su aldea, la misma que había amado durante tantos años. Jeremy desenvainó la empuñadura de su espada y dio un fuerte golpe con la empuñadura al mentecato.
-¡Guardias a mí!- rugió con el corazón y no la polla.
Pocos le obedecieron, pero quienes lo hicieron no dudaron en enfrentarse contra los mentecatos.
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* Alanna Delteria: Me has desobedecido. Dije que lanzarás la Voluntad de los Dioses si hubiera un enfrentamentiento. Como castigo, deberás combatir contra Gardian. Además, ves que tu piel, muy paulatinamente, se vuelve del leve color verde grisáceo que tiñe la de Gardian.
* Eltrant Tale: Aprovecha la confusión de los soldados para dirigir a la familia a un lugar seguro (tú decides qué es seguro) o únete al grupo que más de acuerdo estés. Recuerda, cada acción tiene sus consecuencias y la familia no sabe combatir.
* Ambos En este turno no podéis usar los personajes: Fredd, Frea, la chica misteriosa y falso Rey. Si os enfrentáis con un personaje que se haya descrito a lo largo de la quest, tendréis que lanzar la voluntad de los Dioses.
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Cuando llega la hora de la caída, nadie cree que sera de modo inesperado, no se espera un tornado si no sopla el viento, no se espera una tormenta sin nubes, la aldea en la que se encontraba no se esperaba el calvario que estaban viviendo, los ciudadanos no pensaban que fueran a llegar a sus hogares sin hacer sonar la campana de cobro, y ella, cuando dejó al chico tumbado en la hierva, no se esperaba que se levantase tan rápido y la golpeara.
Recibió el primer puñetazo al girarse al escuchar el sonido presuroso de la hierva, el segundo, cuando no logró reaccionar al primero, e intentó huir lanzándose al suelo, pero acabó atrapada entre un asquerosamente babean te chiquillo con ojos oscuros y el suelo marmolado que rodeaba las paredes antes de dar paso al jardín. Se llevó hasta tres puñetazos más hasta que, harta, logró esquivar uno logrando que Gardian se llevase un buen golpe en el puño.
Sonrió con una mejilla roja, un ojo hinchado y un lado de la boca sangrante. Dobló las rodillas metiendolas entre el chico y el suyo propio y las estiró alzando al chico mandandolo lejos con las fuerza de su patada. Se levantó con prisa y tiró la espada a un lado, el chico parecía querer hacerle daño de verdad, pero aun así no había usado arma alguna, y por mucho asco que le tuviera, su sentido del honor le impedía usar un arma contra una persona desarmada. De todos modos, confiaba en su coraza de cuero para detener los golpes en espalda y torso.
- Vamos, si quieres darte de golpes, levantate y pelea.- dijo pidiéndole a Hont que se apartase para dejarles sitio.
El chico se levantó y con ojos furiosos se lanzó contra ella con un gancho de derecha que Alanna esquivo por poco para, en el mismo instante, darle un fuerte rodillazo en el estómago. Gardian volvió al ataque, esta vez con un amago de izquierda que terminó por golpearla en el brazo. Sin embargo, la chica no perdió tiempo en dolerse, se agachó permitiéndose hacer un giro tirando al chico al suelo y se sentó sobre él tomándole por el cuello de la sucia camisa.
Rodaron enzarzados en puñetazos y arañazos que parecían no llegar a su objetivo hasta la hierva, donde Alanna se sentó sobre él aplicando todo su peso, aunque escaso, para controlar al chico, le tomó por el cuello de la camisa y y le hizo golpear la cabeza contra la hierva repetidas veces.
- ¡Basta!- exigió.- ¡Despierta de una puñetera vez, crece, deja de ser un maldito niñato y hazte cargo de tus responsabilidades! ¡No seas el niñato egoísta que llevo a su pueblo a la catástrofe, se el hombre que lo llevo a la salvación!- le exclamo a voz en grito mientras lo zarandeaba.- ¡DESPIERTA!- exclamó.
El joven pareció aclarar los ojos por un instante, Alanna no lograba entender que sucedía al chico, le resultaba agotador tratar con gente inmadura que no conocía su lugar ni su obligación, sobretodo cuando esa gente ya tenía una edad, tal vez era porque ella había tenido que crecer demasiado rápido, no lo sabía, pero si ella había sido capaz de asumir que tenía que cuidar a una hermana pequeña a los cinco años, ese idiota podía asumir que debía cuidar de su familia a los diecisiete.
Alzó un nuevo puño para volverlo a golpear pero cuando su manos descendió hasta la cara del chico, la piel clara que solía tener se había vuelto de un feo color grisáceo que la hizo temer, el mismo horrible color que cubría la piel de quien era, en ese momento, su rival.
Se detuvo a mirar sus manos, ambas del mismo color gris, qué significaba eso. El miedo comenzó a correr por las venas de la chica, ¿qué significaba ese color? ¿Estaría enferma? No se notaba enferma, ¿sería algún tipo de maldición? No, nadie a su alrededor sabía usar ese tipo de magia. Se levantó tensa, sin poder apartar sus ojos de sus manos, posiblemente la cara estuviera igual. Miró al joven, que parecía empezar a levantarse, y lo acuso.
- ¿Qué me has hecho?- le preguntó contrariada.- ¡¿Qué me has hecho?!- repitió alterada.
Hont se acercó a ella, notando su confusión y se puso frente a ella dispuesta a enfrentarse a Gardian si este se decidía a actuar contra su nueva amiga. La zarigüella parecía preocupada, durante el combate se había mantenido en un profundo silencio extraño para lo que la chica había notado en el pequeño hombre bestia. La miró de reojo, Alanna ni siquiera lo notó, miraba confusa a Gardian, preocupada. ¿Qué significaba eso?
Recibió el primer puñetazo al girarse al escuchar el sonido presuroso de la hierva, el segundo, cuando no logró reaccionar al primero, e intentó huir lanzándose al suelo, pero acabó atrapada entre un asquerosamente babean te chiquillo con ojos oscuros y el suelo marmolado que rodeaba las paredes antes de dar paso al jardín. Se llevó hasta tres puñetazos más hasta que, harta, logró esquivar uno logrando que Gardian se llevase un buen golpe en el puño.
Sonrió con una mejilla roja, un ojo hinchado y un lado de la boca sangrante. Dobló las rodillas metiendolas entre el chico y el suyo propio y las estiró alzando al chico mandandolo lejos con las fuerza de su patada. Se levantó con prisa y tiró la espada a un lado, el chico parecía querer hacerle daño de verdad, pero aun así no había usado arma alguna, y por mucho asco que le tuviera, su sentido del honor le impedía usar un arma contra una persona desarmada. De todos modos, confiaba en su coraza de cuero para detener los golpes en espalda y torso.
- Vamos, si quieres darte de golpes, levantate y pelea.- dijo pidiéndole a Hont que se apartase para dejarles sitio.
El chico se levantó y con ojos furiosos se lanzó contra ella con un gancho de derecha que Alanna esquivo por poco para, en el mismo instante, darle un fuerte rodillazo en el estómago. Gardian volvió al ataque, esta vez con un amago de izquierda que terminó por golpearla en el brazo. Sin embargo, la chica no perdió tiempo en dolerse, se agachó permitiéndose hacer un giro tirando al chico al suelo y se sentó sobre él tomándole por el cuello de la sucia camisa.
Rodaron enzarzados en puñetazos y arañazos que parecían no llegar a su objetivo hasta la hierva, donde Alanna se sentó sobre él aplicando todo su peso, aunque escaso, para controlar al chico, le tomó por el cuello de la camisa y y le hizo golpear la cabeza contra la hierva repetidas veces.
- ¡Basta!- exigió.- ¡Despierta de una puñetera vez, crece, deja de ser un maldito niñato y hazte cargo de tus responsabilidades! ¡No seas el niñato egoísta que llevo a su pueblo a la catástrofe, se el hombre que lo llevo a la salvación!- le exclamo a voz en grito mientras lo zarandeaba.- ¡DESPIERTA!- exclamó.
El joven pareció aclarar los ojos por un instante, Alanna no lograba entender que sucedía al chico, le resultaba agotador tratar con gente inmadura que no conocía su lugar ni su obligación, sobretodo cuando esa gente ya tenía una edad, tal vez era porque ella había tenido que crecer demasiado rápido, no lo sabía, pero si ella había sido capaz de asumir que tenía que cuidar a una hermana pequeña a los cinco años, ese idiota podía asumir que debía cuidar de su familia a los diecisiete.
Alzó un nuevo puño para volverlo a golpear pero cuando su manos descendió hasta la cara del chico, la piel clara que solía tener se había vuelto de un feo color grisáceo que la hizo temer, el mismo horrible color que cubría la piel de quien era, en ese momento, su rival.
Se detuvo a mirar sus manos, ambas del mismo color gris, qué significaba eso. El miedo comenzó a correr por las venas de la chica, ¿qué significaba ese color? ¿Estaría enferma? No se notaba enferma, ¿sería algún tipo de maldición? No, nadie a su alrededor sabía usar ese tipo de magia. Se levantó tensa, sin poder apartar sus ojos de sus manos, posiblemente la cara estuviera igual. Miró al joven, que parecía empezar a levantarse, y lo acuso.
- ¿Qué me has hecho?- le preguntó contrariada.- ¡¿Qué me has hecho?!- repitió alterada.
Hont se acercó a ella, notando su confusión y se puso frente a ella dispuesta a enfrentarse a Gardian si este se decidía a actuar contra su nueva amiga. La zarigüella parecía preocupada, durante el combate se había mantenido en un profundo silencio extraño para lo que la chica había notado en el pequeño hombre bestia. La miró de reojo, Alanna ni siquiera lo notó, miraba confusa a Gardian, preocupada. ¿Qué significaba eso?
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
El miembro 'Alanna Delteria' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
-¡Detrás de mí! ¡Ahora! – Ordenó el mercenario.
No se esperaba que los guardas apareciesen tan rápido, aunque debía de haberlo previsto, no es como si estuviesen precisamente ocultos; El patio era visible desde la mayoría de los pasillos de la mansión, y a pesar de que no tenía forma alguna de conocer como estaban dispuestas las habituaciones y corredores de aquel lugar, no le era muy difícil interpretar que estaban en el corazón del baluarte.
Se posicionó entre la familia que acababa de rescatar y los soldados; frunció el ceño y miró a los aldeanos que había decidido proteger, quienes obedecieron ciegamente al castaño y, abrazados los unos a los otros, trataban de ser invisibles como mejormente podían, posicionándose a pocos metros tras del hombre que les había conducido hasta aquel lugar.
Eltrant chasqueó la lengua y se giró de nuevo hacia el problema acababa de surgir, no iban a poder salir todos de una pieza, no contra tantos.
Alzó levemente la espada que acababa de desenvainar, aceptando el desafío que estaba implícito en la presencia de los soldados en el jardín y entornó los ojos. Salvando a algún que otro sujeto que permanecía en la retaguardia de la soldadesca, la mayoría de aquellos centinelas no llegaban a la veintena de edad, muchachos a los que les habían dado una espada y una pizca de autoridad, una mezcla tan volátil como impredecible.
Un silencio incomodo se hizo con el lugar, el tipo de quietud que el mercenario pesarosamente conocía casi a la perfección, una serenidad solo rota por el suave susurró de la brisa que descendía suavemente sobre los presentes. Exhalando con suavidad el aire que le quedaba en los pulmones, Eltrant se colocó aún más cerca de sus protegidos.
-¡A por él!- El chico que parecía capitanear a todos aquellos prototipos de soldado rugió como si la misma vida le fuese en ello, la mirada de Eltrant se endureció cuando la gran mayoría de los subalternos que le escoltaban respondieron con el mismo entusiasmo, cargando contra él inmediatamente; estaba claro que el púbero que les encabezaba buscaba, como mínimo, demostrar que era un comandante capaz.
Pronosticando la envestida Eltrant levantó más la espada y se preparó para, una vez más, luchar por su vida. – En cuanto veáis una apertura, por pequeña que sea, comenzad a correr –Dijo, sin girar, al cabeza de familia que se ocultaba tras él – ¡Guardias a mí! - Otra variable entró de golpe en la ecuación, una que el mercenario no podría haber predicho ni aun con el libro que descansaba en el fondo de su bolsa de viaje. Varios guardas, por su aspecto los veteranos, habían decidido quizás por compasión, volverse contra el grueso principal de la tropa. Eltrant sonrió al contemplar la cara de incredulidad del comandante al quedar desarmado por uno de sus supuestos aliados. - ¡Vamos! – Gritó Eltrant en un desesperado intento por sacarle partido a la situación.
El sonido del metal entrechocando sustituyó rápidamente al silencio que había reinado hasta hacía apenas varios segundos, en menos de un minuto una pequeña guerra civil había estallado en mitad de la fortaleza enemiga.
Encabezando a la familia de aldeanos el mercenario desfiló en dirección a la salida más cercana, aún con todo el desconcierto que imperaba en aquel improvisado campo de batalla, la mayoría de los soldados no habían olvidado sus órdenes principales, por lo que, aun siendo atacados por la retaguardia los más valientes siguieron cargando contra el mercenario y la familia de aldeanos.
-¡Seguid avanzando! – Mandó al padre de familia mientras se paraba a encarar a los custodios que les pisaban los talones – ¡Y no os detengáis! – Pudo llegar a completar al mismo tiempo que se veía obligado a detener la afiliada hoja de uno de los soldados, la cual buscaba el cuello del vástago más joven - ¿¡A que esperáis?! – Tras empujando a aquel hombre y alejarlo del adolescente le obligó a retroceder dando varios tajos al aire frente a él, el soldado, demostrando ser más cauto de lo que parecía a simple vista evitó la espada y esperó a que otro de sus aliados llegasen en su ayuda.
Eltrant estudió rápidamente el combate, gracias a que había servido a modo de muro, los campesinos ya habían escapado del patio sin tener que lamentar más muertes, mientras tanto, los veteranos parecían estar conteniendo aquellos soldados sin mucho esfuerzo, aún en inferioridad numérica, frunció el ceño. Dando varias estocadas más al aire, para asegurarse de que los protectores del castillo que trataban de detenerle no se le acercaban demasiado, se giró sobre sí mismo y esprintó hacia la salida por dónde había visto escapar a los aldeanos.
Y aunque no fueron pocos los que le imitaron y trataron de detener al castaño, el bando que había decidido rebelarse se encargó de mantenerles entretenidos el tiempo suficiente como para que Eltrant pudiese salir de allí.
Jadeando copiosamente atravesó los pasillos uno tras otro, lo más rápido que podía, hasta que se topó con los agotados campesinos, que recuperaban el aliento junto a unas escaleras que conducían a un piso inferior. -¿Estáis todos de una pieza? – Preguntó Eltrant al tiempo que se apoyaba contra una de las paredes y tomaba aire.
No se esperaba que los guardas apareciesen tan rápido, aunque debía de haberlo previsto, no es como si estuviesen precisamente ocultos; El patio era visible desde la mayoría de los pasillos de la mansión, y a pesar de que no tenía forma alguna de conocer como estaban dispuestas las habituaciones y corredores de aquel lugar, no le era muy difícil interpretar que estaban en el corazón del baluarte.
Se posicionó entre la familia que acababa de rescatar y los soldados; frunció el ceño y miró a los aldeanos que había decidido proteger, quienes obedecieron ciegamente al castaño y, abrazados los unos a los otros, trataban de ser invisibles como mejormente podían, posicionándose a pocos metros tras del hombre que les había conducido hasta aquel lugar.
Eltrant chasqueó la lengua y se giró de nuevo hacia el problema acababa de surgir, no iban a poder salir todos de una pieza, no contra tantos.
Alzó levemente la espada que acababa de desenvainar, aceptando el desafío que estaba implícito en la presencia de los soldados en el jardín y entornó los ojos. Salvando a algún que otro sujeto que permanecía en la retaguardia de la soldadesca, la mayoría de aquellos centinelas no llegaban a la veintena de edad, muchachos a los que les habían dado una espada y una pizca de autoridad, una mezcla tan volátil como impredecible.
Un silencio incomodo se hizo con el lugar, el tipo de quietud que el mercenario pesarosamente conocía casi a la perfección, una serenidad solo rota por el suave susurró de la brisa que descendía suavemente sobre los presentes. Exhalando con suavidad el aire que le quedaba en los pulmones, Eltrant se colocó aún más cerca de sus protegidos.
-¡A por él!- El chico que parecía capitanear a todos aquellos prototipos de soldado rugió como si la misma vida le fuese en ello, la mirada de Eltrant se endureció cuando la gran mayoría de los subalternos que le escoltaban respondieron con el mismo entusiasmo, cargando contra él inmediatamente; estaba claro que el púbero que les encabezaba buscaba, como mínimo, demostrar que era un comandante capaz.
Pronosticando la envestida Eltrant levantó más la espada y se preparó para, una vez más, luchar por su vida. – En cuanto veáis una apertura, por pequeña que sea, comenzad a correr –Dijo, sin girar, al cabeza de familia que se ocultaba tras él – ¡Guardias a mí! - Otra variable entró de golpe en la ecuación, una que el mercenario no podría haber predicho ni aun con el libro que descansaba en el fondo de su bolsa de viaje. Varios guardas, por su aspecto los veteranos, habían decidido quizás por compasión, volverse contra el grueso principal de la tropa. Eltrant sonrió al contemplar la cara de incredulidad del comandante al quedar desarmado por uno de sus supuestos aliados. - ¡Vamos! – Gritó Eltrant en un desesperado intento por sacarle partido a la situación.
El sonido del metal entrechocando sustituyó rápidamente al silencio que había reinado hasta hacía apenas varios segundos, en menos de un minuto una pequeña guerra civil había estallado en mitad de la fortaleza enemiga.
Encabezando a la familia de aldeanos el mercenario desfiló en dirección a la salida más cercana, aún con todo el desconcierto que imperaba en aquel improvisado campo de batalla, la mayoría de los soldados no habían olvidado sus órdenes principales, por lo que, aun siendo atacados por la retaguardia los más valientes siguieron cargando contra el mercenario y la familia de aldeanos.
-¡Seguid avanzando! – Mandó al padre de familia mientras se paraba a encarar a los custodios que les pisaban los talones – ¡Y no os detengáis! – Pudo llegar a completar al mismo tiempo que se veía obligado a detener la afiliada hoja de uno de los soldados, la cual buscaba el cuello del vástago más joven - ¿¡A que esperáis?! – Tras empujando a aquel hombre y alejarlo del adolescente le obligó a retroceder dando varios tajos al aire frente a él, el soldado, demostrando ser más cauto de lo que parecía a simple vista evitó la espada y esperó a que otro de sus aliados llegasen en su ayuda.
Eltrant estudió rápidamente el combate, gracias a que había servido a modo de muro, los campesinos ya habían escapado del patio sin tener que lamentar más muertes, mientras tanto, los veteranos parecían estar conteniendo aquellos soldados sin mucho esfuerzo, aún en inferioridad numérica, frunció el ceño. Dando varias estocadas más al aire, para asegurarse de que los protectores del castillo que trataban de detenerle no se le acercaban demasiado, se giró sobre sí mismo y esprintó hacia la salida por dónde había visto escapar a los aldeanos.
Y aunque no fueron pocos los que le imitaron y trataron de detener al castaño, el bando que había decidido rebelarse se encargó de mantenerles entretenidos el tiempo suficiente como para que Eltrant pudiese salir de allí.
Jadeando copiosamente atravesó los pasillos uno tras otro, lo más rápido que podía, hasta que se topó con los agotados campesinos, que recuperaban el aliento junto a unas escaleras que conducían a un piso inferior. -¿Estáis todos de una pieza? – Preguntó Eltrant al tiempo que se apoyaba contra una de las paredes y tomaba aire.
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Esas copas eran más útiles de lo que jamás hubiera podido imaginar. Cualquier orden que se le ocurriera decir, por absurda que pareciese, el hombre o la mujer que había sido maldito con cada una de las copas tená que obedecer dicha orden. De no hacerlo… ¡Que Odín si apiadase de su alma!
Hasta el momento solo había estado probando las copas con un par de sirvientes o con algún animal; nunca contra alguien que le pudiera plantar cara y menos alguien tan fuerte como esa chica. Sí, esa chica de largo cabello castaño y cuerpo esbelto. Ya la había visto otras veces en la imagen que se presentaba en la copa del estúpido de Gardian. ¿Cómo se llamaba? Alanne, Alenna, Alanna… Su nombre era lo que menos le importaba al hombre que llevaba la corona sobre su cabeza. Lo que sí le importaba era su vida, o, dicho de una forma más correcta, lo que le importaba era acabar con su vida.
Los Dioses se lo habían puesto fácil, muy pero que muy fácil. El embrujo que poseía el cuerpo de Gardian se había transferido a la chica. Una oportunidad como esa solo se tenía una vez en la vida y el Falso Rey estaba dispuesta a aprovecharla.
-Muérete- Le susurró a la copa con una amplia sonrisa.
Hasta el momento solo había estado probando las copas con un par de sirvientes o con algún animal; nunca contra alguien que le pudiera plantar cara y menos alguien tan fuerte como esa chica. Sí, esa chica de largo cabello castaño y cuerpo esbelto. Ya la había visto otras veces en la imagen que se presentaba en la copa del estúpido de Gardian. ¿Cómo se llamaba? Alanne, Alenna, Alanna… Su nombre era lo que menos le importaba al hombre que llevaba la corona sobre su cabeza. Lo que sí le importaba era su vida, o, dicho de una forma más correcta, lo que le importaba era acabar con su vida.
Los Dioses se lo habían puesto fácil, muy pero que muy fácil. El embrujo que poseía el cuerpo de Gardian se había transferido a la chica. Una oportunidad como esa solo se tenía una vez en la vida y el Falso Rey estaba dispuesta a aprovecharla.
-Muérete- Le susurró a la copa con una amplia sonrisa.
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Una idea muy rápida y muy triste se le pasó por la cabeza en el mismo momento en que Alanna gritó asustada por lo que le había hecho el mentiroso: “Estaba mejor en mi rincón sucio y oscuro”. Era verdad, allí por lo menos nadie quería matarle ni tenía que ver morir a sus amigos, esos que iban y venían traídos por el brujo malo. Y sí, estaban muertos. Ya no tenía duda alguna de ello. Todo aquel amigo que quedaba encerrado en la celda de al lado y salía al día siguiente por orden del brujo malo, había salido a morir. Todos muertos, igual que Alanna. Ella también se estaba muriendo. Esa piel no era el color de piel común de los humanos. Era un color verde grisáceo, feo y raro. Hont, aunque no tenía nada para asegurar sus ideas, bautizó al nuevo color de la piel de Alanna como “el color de la muerte”.
La chica se quedó completamente inmóvil dejó de gritar asustada y dejó de luchar contra el mentiroso. Hont estaba asustado, ahora el mentiroso iría a por él y le matará. Estaba tan seguro de eso como que Alanna se estaba muriendo.
-¡No me rendiré!- gritó el hombre zarigüeya con todas sus fuerzas. –soy un aventurero como Alanna. Puedo contra ti y contra doce más como tu. ¡Te voy a dar una patada en el trasero por cobarde y mentiroso!-
Antes de que terminase la frase, el mentiroso ya había huido de nuevo al interior de la mansión. ¡Era un cobarde y siempre lo sería! Ya lo dijo Alanna; el mentiroso era un maldito niñato.
Que hiciera lo que quisiera, eso a Hont ya no le importaba. No más de lo que lo importaba la chica que le había sacado del sucio y oscuro rincón del calabozo. La chica había empezado a moverse pero de forma muy rígida y firme, no caminaba de la misma manera que antes. No era ella la que camina. La Alanna, que para Hont ya no era Alanna, cogió la espada que había tirado al suelo. La sostuvo en el aire unos instantes y… ¡No!
Rápidamente Hont saltó hacia los brazos de la chica. No se podía matar. Ella tenía que vivir, era su amiga, la única que hasta ahora no había muerto ni le había mentido. No podía morir.
Con las dos manos bien apretadas en el brazo derecho de la chica, Hont consiguió desviar el filo de la espada. En lugar de cortarse toda la cabeza, Alanna solo se cortó gran parte de su larga melena.
- ¡Basta!- exigió de la misma forma que lo había hecho Alanna con el mentiroso- ¡Despierta de una puñetera vez!- dio una bofetada a su amiga. – Despierta por favor- la última frase la dijo entre lágrimas y con un tono de súplica solo comparable al que ponían sus antiguos amigos ya muertos cuando veían al brujo malo.
La chica se quedó completamente inmóvil dejó de gritar asustada y dejó de luchar contra el mentiroso. Hont estaba asustado, ahora el mentiroso iría a por él y le matará. Estaba tan seguro de eso como que Alanna se estaba muriendo.
-¡No me rendiré!- gritó el hombre zarigüeya con todas sus fuerzas. –soy un aventurero como Alanna. Puedo contra ti y contra doce más como tu. ¡Te voy a dar una patada en el trasero por cobarde y mentiroso!-
Antes de que terminase la frase, el mentiroso ya había huido de nuevo al interior de la mansión. ¡Era un cobarde y siempre lo sería! Ya lo dijo Alanna; el mentiroso era un maldito niñato.
Que hiciera lo que quisiera, eso a Hont ya no le importaba. No más de lo que lo importaba la chica que le había sacado del sucio y oscuro rincón del calabozo. La chica había empezado a moverse pero de forma muy rígida y firme, no caminaba de la misma manera que antes. No era ella la que camina. La Alanna, que para Hont ya no era Alanna, cogió la espada que había tirado al suelo. La sostuvo en el aire unos instantes y… ¡No!
Rápidamente Hont saltó hacia los brazos de la chica. No se podía matar. Ella tenía que vivir, era su amiga, la única que hasta ahora no había muerto ni le había mentido. No podía morir.
Con las dos manos bien apretadas en el brazo derecho de la chica, Hont consiguió desviar el filo de la espada. En lugar de cortarse toda la cabeza, Alanna solo se cortó gran parte de su larga melena.
- ¡Basta!- exigió de la misma forma que lo había hecho Alanna con el mentiroso- ¡Despierta de una puñetera vez!- dio una bofetada a su amiga. – Despierta por favor- la última frase la dijo entre lágrimas y con un tono de súplica solo comparable al que ponían sus antiguos amigos ya muertos cuando veían al brujo malo.
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Los mentecatos le superaban en número y era posible que también en fuerza y en velocidad pues solo los guardias más ancianos habían sido lo suficientemente valientes como para obedecer las órdenes de Jeremy. Aun así, la batalla estaba igualada. La juventud y el nombramiento precoz a guardia era el punto débil de sus enemigos y él lo sabía muy bien. Esa era su ventaja y estaba dispuesto a utilizarla a su favor. Él y todos los que le seguían luchaban con el corazón y la voluntad de la auténtica Guardia, sus enemigos en cambio, combatían sujetando sus espadas con tanta fuerzas que parecían que eran putas agarrando una polla erecta.
Por la derecha, una de esas putitas con espada en mano en lugar de polla, se le acercó intentando penosamente pillarle desprevenido. Era un chico exageramente joven para ingresar en la Guardia de la aldea, a penas tenía quince años, dieciséis como mucho. A jeremy no le importó su edad. Dio un giro para esquivar el ataque del joven y, aprovechando el esquive, golpeó con el filo de su mandoble el cuello del chaval. No fue agradable matarle pero menos hubiera sido que lo hubiera matado a él.
Ahora que tenía un solo segundo para ver lo que pasaba a su alrededor, buscó con la mirada al chico que había empezado todo. Ese osado joven con aspecto de mercenario que se atrevió a liberar a los Cuelliflojos. No estaba en el campo de batalla, ni tampoco la familia que había rescatado. Eso era buena señal, había conseguido escapar con vida del lugar.
Otro joven, esta vez un par de años mayor que el anterior, hizo el mismo juego de manos que el ya fallecido para atacarle. ¿¡Es que eso era lo único que se les enseñaba a hacer con la espada!? Como al anterior, no le fue difícil matarlo ni tampoco agradable. La buena noticia es que, solo un par de muertes desagradables más y la victoria sería indudablemente suya.
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Una única flecha de punta negra surcó el cielo de algún lugar de los torreones del castillo. Nadie que hubiera estado en el campo de batalla que se había formado en los jardines supo ver de dónde venía y, sin embargo, todos se quedaron atónitos al ver dónde cayó.
La cabeza de Jeremy se quedó empalada en la tierra. Una rígida de metal traspasaba su cabeza, la punta negra se quedó bajo la tierra y, en la parte superior de la cabeza, una pluma de ganso negro coronaba al fallecido Jeremy.
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-Lo están- se adelantó a contestar Fredd a la vez que subía desde las escaleras cercanas al mercenario y a la familia de Cuelliflojos.
La noche de Fredd comenzó como cualquier otra noche. Solo tenía que ir de casa en casa de la aldea pidiendo el dinero de diezmo a las familias. Si alguien se le negaba simplemente lo apresaba y lo llevaba a las puertas del palacio. Nada más. Él era una especie de mensajero, sus paquetes eran los aeros y los Cuelliflojos que se negaban a pagar. Nada de armas, nada de traiciones y nada de hechizos. El día ya estaba empezando a amanecer y todo en la vida de Fredd ya había cambiado. No solo por su pierna herida, la cual tenía un aspecto terrible, sino porque había hecho algo que nunca antes un mensajero se hubo atrevido a hacer. Había osado enfrentarse a Bono y había vencido. Los guardias que acompañaban al brujo murieron bajo el acero de la espada de Fredd, Bono, sin embargo, huyó usando sus habituales triquiñuelas.
-¡Cállate!- rugió Fredd cuando se dio cuenta que el padre de la familia le había reconocido y estaba a punto de decir algo. – No me importa que digas. Solo cállate- Todo el cuerpo de Fredd se apoyaba en las barandillas de la escalera, a penas quedaban tres escalones para llegar al mismo nivel que estaban los demás. –Tú- hizo fuerza para levantar el brazo y señalar al mercenario. –tú, eres tú- estaba teniendo un dejàvu, eso mismo ya lo había dicho antes- tienes que ser tú quien acabe con Bono- antes de caer desmayado en el suelo consiguió señalar hacia el piso de abajo.
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* Alanna Delteria: Has tenido suerte, poco a faltado para que te cortases el cuello. Hont ha estado contigo para salvarte y redirigir el filo de la espada hacia tu espalda. Por desgracia tu larga melena ya no es lo que era. Tu cabello te mide hora hasta los hombros. También has de agradecer a Hont que te haya despertado del trance del hechizo de la copa de vino. No obstante, y por desobedecerme anteriormente cuando dije que debías de haber lanzado las runas, tu mano izquierda seguirá teniendo el mismo color verde grisáceo que antes cubría todo tu cuerpo. En el siguiente turno deberás elegir o ir tras Gardian o buscar la habitación donde se encuentra el falso Rey.
* Eltrant Tale: Has decidido salvar a la familia y, por culpa de eso, Jeremy a muerto. El grupo de jóvenes e inexpertos guardias seguirá siendo el principal grupo de guardias que te encuentres en palacio. Eso no significa que exporádicamente, alguien que todavía recuerda las enseñanzas del viejo Jeremy pueda aparecer para ayudar. En el siguiente turno deberás elegir ir hacia el lugar donde se encuentra Bono y combatir contra él o buscar la habitación donde se encuentre el falso Rey.
* Ambos En este turno no podéis usar los personajes: Fredd, Frea, la chica misteriosa y falso Rey. Si os enfrentáis con un personaje que se haya descrito a lo largo de la quest, tendréis que lanzar la voluntad de los Dioses.
Sigel
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Oscuridad, rigidez, silencio. Alanna se sentía tiesa, notaba sus ojos cerrados, no, no estaban cerrados, simplemente había una oscuridad tan profunda que no era capaz de notar siquiera si estaba viva o muerta, si podía o no ver y un silencio tan hondo, no, no era solo silencio, era una carencia total de sonido, no oía nada de fuera, pero tampoco escuchaba el repiqueteo de su corazón o su propia respiración, era, simplemente, la muerte.
Entre esa oscuridad la guardia se sentó apoyando una mano en lo que debía ser el suelo para mantenerse erguida, "Un suelo en medio del vacío, curioso" Pensó. Entonces lo escuchó, no fue su cuerpo, ni siquiera debió ser algo corporeo, no, era como una gota de agua cayendo a un lago, un suave, plic, tras otro. Esa gota, iba seguida de una suave luz, una luz que a duras penas iluminaba algo en esa gran nada, más que un pie, un pie ligero, inmaculado, cubierto por un zapato rosado. Tras esto, una suave risa, la risa clara como el cristal de una joven.
Lo escuchó durante unos segundos que se le hicieron eternos, hasta que esa luz, esa gota, esa risa, se hicieron presentes ante ella. La luz comenzó a inundarlo todo, efectivamente, estaba en el vacío, no podía ver nada a su alrededor, solo a si misma. Se había puesto de pie, no llevaba prenda alguna que la cubriera, no tenía frío ni calor, su largo pelo castaño ondulaba a su alrededor con soltura y gracilidad como si el viento lo removiera, pero no había viento.
- Hola.- saludó la voy de la joven de los zapatos rosados mientras la luz, que ya golpeaba el cuerpo desnudo de Alanna, iluminaba el rostro de la joven. Una chica que se le daba un aire, era algo más joven que ella, con aires inocentes, vestía un amplio vestido blanco y sonreía con inocencia, era fácil saber quien era, era Elise. La mayor de las Delteria intentó hablar si que una sola palabra saliera de su boca.- Por fin estaremos juntas, hermanita.- afirmó la chica de ropaje blanco.
Eso lo explicaba, había muerto, ya no ayudaría al pueblo, ya no ayudará a Eltrant ni a Frea, no volvería a hablar con Níniel ni sonreiría a sus padrastros, ya no entrenaría ni tendría agujetas, ya había acabado, no podría cumplir su promesa, pero, ya que más daba, estaría con Ely. Una mariposa de color rosado revoloteó a su lado cuando extendía su mano para tomar la de la joven, interponiéndose en su intento.
La joven siguió la mariposa girando su cuerpo, y la misma joven de vestido blanco se materializó, más real y tangible, en el otro costado, con aspecto apresurado, preocupado, real y terrenal, en resumen, vivo, frente a ella. Con una voz más clara que fantasmagórica rebatió a la joven anterior.
- No, Aly, no hagas caso, has de volver, nadie, por muy hermana que sea, por mucho que te quiera, te querrá a su lado si eso significa que mueras,hazme caso, vuelve, aun no es tu momento, vuelve a la vida, rápido, álzate y respira. ¿O acaso eres de las que incumple sus promesas?
Tenía razón, no era el momento, no aun, debía cumplir aun la promesa que le había hecho a Eltrant, debía hacer muchas cosas.
***************************************************
De golpe la joven abrió unos ojos como platos a la luz del sol, su respiración acelerada, la devolvió a la vida, las pupilas, encharcadas, recuperaros su brillo y su cuerpo, de piel grisácea, comenzó a moverse. Era un movimiento lento, tenso, pero movimiento, estaba viva. Ely, aun muerta, la había salvado.
De pronto, otra voz, una mucho menos agradable que la que la había ayudado a despertar, le mandó una orden clara, directa, una orden que su cuerpo se negaba a desobedecer. "Múerete" Fácil, un asesinato, un asesinato a si misma, suicidio. El cuerpo de la joven se levantó tenso, tieso, lento, Alanna no quería hacer eso, su mente, lúcida, se negaba a obedecer semejante orden, al fin y al cabo, siempre había pensado que lo más cobarde que puede hacer nadie es suicidarse.
Cuando alguien muere por que quiere morir es un cobarde que no se atreve a enfrentarse al mundo ni a si mismo, ella misma había pensado hacerlo cuando murió Elise, pero, aunque Alanna podía ser muchas cosas, no era una cobarde, y por mucho que le doliera, apechugaría y enfrentaría su dolor, siempre.
La espada en su mano pesaba más que cualquier losa, tanto como la tumba de Ely en su recuerdo y en su corazón, tanto como su culpabilidad, con la que había decidido vivir, se dirigía impertérrita, hacia su propio cuello, sin embargo, un instante de duda la detuvo por un instante, no, no quería morir así, si moría, debía ser por una buena razón, no por el deseo de algún ser egoísta que pensaba en ella como en una pieza de ajedrez que había dejado de servirle. No era una pieza, y las vidas de la gente de la aldea no eran un juego.
Sin embargo, su voluntad no parecía ser suficiente, y la espada volvió a moverse hacia su cuello, pero alguien dio un tirón de su trenza y de la espada, desviándola logrando que esta cortase, no su cuello, si no su brillante cabellera. Soltó la espada lanzándola lejos y se arrodillo en el suelo recuperándose del susto. Las lágrimas de miedo y alivio pugnaban por salir de sus ojos que se negaban a soltarlas, no le daría esa satisfacción a quien estuviera usándola para jugar, no se lo merecía.
Respiraba hondo como si cada bocanada de aire fuera la vida volviendo a ella, la rigidez de su cuerpo se deslizaba poco a poco fuera de ella, llegando a la tierra por sus cuatro extremidades, cuando se recuperó del susto, tras recibir las bofetadas de Hont que le habían devuelto a la normalidad, se sentó en el suelo aun con las rodillas dobladas hacia atrás. Los ojos aun intentaban llorar sin poder.
Con un suspiro alzó la mano y tocó sus mechones desordenados y destartalados, acariciándolos, aunque no lo pareciera, eso era, para ella, una gran perdida. Había decidido dejarse el pelo largo cuando la aceptaron en la guardia, volvía a ser mujer, una mujer fuerte y guerrera, pero mujer, no iba a volver a renunciar a su pelo, eso era lo que había querido decir al dejárselo crecer, pero ahora.... Suspiró, al menos no era la vida.
Cuando intentó verse uno de los mechones giró un poco la vista hacia sus ojos se dirigieron hacia su mano, de un tono pálido, gris y verduzco, el color de los cadáveres, asustada, casi soltó un grito, que evito tapándose con la otra mano la boca. de pronto noto removerse el color, formar un patrón de aspecto floral y blanco sobre ese color verde.
- Hont tu... ¿ves eso?- le preguntó al ver el hermoso patrón de flores que se dibujaba sobre ese feo verde. Dentro de los pétalos más largos parecía haber unas letras en un extraño idioma, "voluntad" No lo entendía, pero Hont parecía no comprender a que se refería con si veía algo, con un suspiro, negando con la cabeza, arrancó un retal del bajo de su camisa y lo envolvió en su mano verde para, seguidamente, abrazar a Hont con cariño.- Gracias Hont, me has salvado.- dijo abrazando a la pequeña zarigüella.- Ahora vamos, ya se quien maneja todo esto, y no pienso dejar que siga jugando con nosotros como le de la gana.- proclamó alzandose nuevamente, con la cabeza alta, recogiendo la espada.- Vamos a por el falso rey.
Y con esta última declaración salió hacia la sala del trono, dispuesta a acabar con quien los estaba tratando como meros juguetes para su divertimento. No eran títeres, eran personas, y ya estaba bien de que los controlasen como a meras marionetas.
Off: Subrayado uso de Profesión, erudición, conocimiento cultural, para distinguir lo que ponía en el patrón que se dibuja en la mano y solo Alanna puede ver.
Entre esa oscuridad la guardia se sentó apoyando una mano en lo que debía ser el suelo para mantenerse erguida, "Un suelo en medio del vacío, curioso" Pensó. Entonces lo escuchó, no fue su cuerpo, ni siquiera debió ser algo corporeo, no, era como una gota de agua cayendo a un lago, un suave, plic, tras otro. Esa gota, iba seguida de una suave luz, una luz que a duras penas iluminaba algo en esa gran nada, más que un pie, un pie ligero, inmaculado, cubierto por un zapato rosado. Tras esto, una suave risa, la risa clara como el cristal de una joven.
Lo escuchó durante unos segundos que se le hicieron eternos, hasta que esa luz, esa gota, esa risa, se hicieron presentes ante ella. La luz comenzó a inundarlo todo, efectivamente, estaba en el vacío, no podía ver nada a su alrededor, solo a si misma. Se había puesto de pie, no llevaba prenda alguna que la cubriera, no tenía frío ni calor, su largo pelo castaño ondulaba a su alrededor con soltura y gracilidad como si el viento lo removiera, pero no había viento.
- Hola.- saludó la voy de la joven de los zapatos rosados mientras la luz, que ya golpeaba el cuerpo desnudo de Alanna, iluminaba el rostro de la joven. Una chica que se le daba un aire, era algo más joven que ella, con aires inocentes, vestía un amplio vestido blanco y sonreía con inocencia, era fácil saber quien era, era Elise. La mayor de las Delteria intentó hablar si que una sola palabra saliera de su boca.- Por fin estaremos juntas, hermanita.- afirmó la chica de ropaje blanco.
Eso lo explicaba, había muerto, ya no ayudaría al pueblo, ya no ayudará a Eltrant ni a Frea, no volvería a hablar con Níniel ni sonreiría a sus padrastros, ya no entrenaría ni tendría agujetas, ya había acabado, no podría cumplir su promesa, pero, ya que más daba, estaría con Ely. Una mariposa de color rosado revoloteó a su lado cuando extendía su mano para tomar la de la joven, interponiéndose en su intento.
La joven siguió la mariposa girando su cuerpo, y la misma joven de vestido blanco se materializó, más real y tangible, en el otro costado, con aspecto apresurado, preocupado, real y terrenal, en resumen, vivo, frente a ella. Con una voz más clara que fantasmagórica rebatió a la joven anterior.
- No, Aly, no hagas caso, has de volver, nadie, por muy hermana que sea, por mucho que te quiera, te querrá a su lado si eso significa que mueras,hazme caso, vuelve, aun no es tu momento, vuelve a la vida, rápido, álzate y respira. ¿O acaso eres de las que incumple sus promesas?
Tenía razón, no era el momento, no aun, debía cumplir aun la promesa que le había hecho a Eltrant, debía hacer muchas cosas.
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De golpe la joven abrió unos ojos como platos a la luz del sol, su respiración acelerada, la devolvió a la vida, las pupilas, encharcadas, recuperaros su brillo y su cuerpo, de piel grisácea, comenzó a moverse. Era un movimiento lento, tenso, pero movimiento, estaba viva. Ely, aun muerta, la había salvado.
De pronto, otra voz, una mucho menos agradable que la que la había ayudado a despertar, le mandó una orden clara, directa, una orden que su cuerpo se negaba a desobedecer. "Múerete" Fácil, un asesinato, un asesinato a si misma, suicidio. El cuerpo de la joven se levantó tenso, tieso, lento, Alanna no quería hacer eso, su mente, lúcida, se negaba a obedecer semejante orden, al fin y al cabo, siempre había pensado que lo más cobarde que puede hacer nadie es suicidarse.
Cuando alguien muere por que quiere morir es un cobarde que no se atreve a enfrentarse al mundo ni a si mismo, ella misma había pensado hacerlo cuando murió Elise, pero, aunque Alanna podía ser muchas cosas, no era una cobarde, y por mucho que le doliera, apechugaría y enfrentaría su dolor, siempre.
La espada en su mano pesaba más que cualquier losa, tanto como la tumba de Ely en su recuerdo y en su corazón, tanto como su culpabilidad, con la que había decidido vivir, se dirigía impertérrita, hacia su propio cuello, sin embargo, un instante de duda la detuvo por un instante, no, no quería morir así, si moría, debía ser por una buena razón, no por el deseo de algún ser egoísta que pensaba en ella como en una pieza de ajedrez que había dejado de servirle. No era una pieza, y las vidas de la gente de la aldea no eran un juego.
Sin embargo, su voluntad no parecía ser suficiente, y la espada volvió a moverse hacia su cuello, pero alguien dio un tirón de su trenza y de la espada, desviándola logrando que esta cortase, no su cuello, si no su brillante cabellera. Soltó la espada lanzándola lejos y se arrodillo en el suelo recuperándose del susto. Las lágrimas de miedo y alivio pugnaban por salir de sus ojos que se negaban a soltarlas, no le daría esa satisfacción a quien estuviera usándola para jugar, no se lo merecía.
Respiraba hondo como si cada bocanada de aire fuera la vida volviendo a ella, la rigidez de su cuerpo se deslizaba poco a poco fuera de ella, llegando a la tierra por sus cuatro extremidades, cuando se recuperó del susto, tras recibir las bofetadas de Hont que le habían devuelto a la normalidad, se sentó en el suelo aun con las rodillas dobladas hacia atrás. Los ojos aun intentaban llorar sin poder.
Con un suspiro alzó la mano y tocó sus mechones desordenados y destartalados, acariciándolos, aunque no lo pareciera, eso era, para ella, una gran perdida. Había decidido dejarse el pelo largo cuando la aceptaron en la guardia, volvía a ser mujer, una mujer fuerte y guerrera, pero mujer, no iba a volver a renunciar a su pelo, eso era lo que había querido decir al dejárselo crecer, pero ahora.... Suspiró, al menos no era la vida.
Cuando intentó verse uno de los mechones giró un poco la vista hacia sus ojos se dirigieron hacia su mano, de un tono pálido, gris y verduzco, el color de los cadáveres, asustada, casi soltó un grito, que evito tapándose con la otra mano la boca. de pronto noto removerse el color, formar un patrón de aspecto floral y blanco sobre ese color verde.
- Hont tu... ¿ves eso?- le preguntó al ver el hermoso patrón de flores que se dibujaba sobre ese feo verde. Dentro de los pétalos más largos parecía haber unas letras en un extraño idioma, "voluntad" No lo entendía, pero Hont parecía no comprender a que se refería con si veía algo, con un suspiro, negando con la cabeza, arrancó un retal del bajo de su camisa y lo envolvió en su mano verde para, seguidamente, abrazar a Hont con cariño.- Gracias Hont, me has salvado.- dijo abrazando a la pequeña zarigüella.- Ahora vamos, ya se quien maneja todo esto, y no pienso dejar que siga jugando con nosotros como le de la gana.- proclamó alzandose nuevamente, con la cabeza alta, recogiendo la espada.- Vamos a por el falso rey.
Y con esta última declaración salió hacia la sala del trono, dispuesta a acabar con quien los estaba tratando como meros juguetes para su divertimento. No eran títeres, eran personas, y ya estaba bien de que los controlasen como a meras marionetas.
- patrón:
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Off: Subrayado uso de Profesión, erudición, conocimiento cultural, para distinguir lo que ponía en el patrón que se dibuja en la mano y solo Alanna puede ver.
Alanna Delteria
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Después de escuchar aquellas palabras se pasó la mano por la cara y ayudó al ya desfallecido guarda a subir los pocos escalones que había entre él y el piso superior. – ¿Yo soy el único que puede detenerle? - Preguntó en un susurro mientras oteaba la oscuridad que inundaba el piso inferior.
Cerró los ojos, estaba cansado, muy cansado; la noche estaba siendo bastante más larga de lo que cualquier persona cuerda desearia, magos, monstruos, guardias, rebeldes, una guerra civil, una chica misteriosa y un rey falso, demasiadas variables como para que todo aquello acabase de forma rápida y sencilla.
-¿Entonces…? – La voz de la mujer que había escoltado hasta allí, ahora agachada junto a Fredd, le sacó de sus pensamientos - ¿Es cierto lo que ha dicho este hombre? ¿Vas a ir a por Lord Bono?- Inquirió mientras, ayudado por su hijo mayor, remendaba el vendaje que Fredd tenía en torno a la pierna rota. Aquella escena se le antojo extraña, aquel hombre era, al fin y al cabo, quien se había encargado de dar la orden para colgar al niño que ahora yacía sin vida en brazos su padre. Eltrant se encogió de hombros como toda respuesta y volvió a mirar en dirección a las escaleras, aquella era la única salida rápida que aquellas personas tenían, aun con el tramo de túnel derruido, estaba seguro que no era el único camino que tenía “La línea roja” para salir del castillo, si tenía que arriesgarlo todo a una sola carta, era más que evidente que los túneles eran una salida más segura que la entrada principal repleta de soldados – Cuidad de él – Señaló a Fredd, como había hecho cuando llegó al pueblo; La misma familia al cuidado del mismo guarda – Manteneos fuera de vista y no encaréis a los centinelas – Explicó mientras recogía la espada del tullido del suelo y la colocaba junto a la suya propia – No tardaré, mucho.
Tomó aire y, después de asegurarse que tenía ambas espadas fuertemente sujetas al cinto, descendió al sótano; Con cada escalón que bajaba la oscuridad que se extendía a su alrededor se iba incrementando cada de forma casi imperceptible, gradualmente, hasta el punto en el cual las antorchas que ataviaban las paredes del sótano no eran más que pequeñas motas de luz en un tapiz oscuro del cual la luz no parecía poder escapar. –Brujos – Farfulló una vez llegó abajo y contempló el manto sin luz que se alzaba frente al él, el mismo sótano en el que se había encarado con varios soldados era ahora una incógnita en la que tendría que medir cada paso que daba.
Desenvainando la espada, la cual salió de su vaina con un suave susurró metálico, estudió su alrededores y avanzó en un par de ocasiones, siempre en dirección a las pálidas antorchas que se divisaban en un horizonte mucho más alejado de lo que era físicamente posible en el sótano de un castillo, hasta que las escaleras que tenía tras él se desvanecieron, perdiendo así su único punto de referencia – Brujos – Repitió una vez más.
-¿Cómo te presentaste ante mí en la aldea? – Una voz resonó a través de las paredes, fuerte y profunda, la voz de Bono. Comenzó a sentir como sus brazos se volvían ligeramente más pesados según los segundos pasaban uno tras otro – Ah, sí… creo que empezaste con algo como… “Mi nombre es Eltrant Tale” – El mencionado miró a su alrededor con el arma en alto, tratando de buscar el punto de origen de aquellas palabras –…“Primera y única espada de la Compañía Luna Invernal” - Una suave risa de autocomplacencia acompañó a aquellas últimas palabras – …Y tras eso seguía algo similar a…“¿Quién de vosotros, esbirros, va a ser el que va a matarme?” – La carcajada volvió a repetirse, esta vez en un tono más alto - ¿No eres algo viejo para andar escondiéndote? – Preguntó Eltrant a la nada. Lo único que recibió como respuesta fue una risotada aún más llamativa, mientras tanto, sus brazos apenas podían mantenerse erguidos - ¡Eres un cobarde! – Exclamó mientras lanzaba alguna que otra estocada al aire, no es como si tuviese muchas alternativas a aquella, al fin y al cabo, no podía pelear contra algo que no veía - ¿Cobarde? No, no, para nada, soy un… estratega diría yo. Tú, insecto con delirios de grandeza, tú, eres él cobarde, te aterra pensar que la mayoría de las personas que han muerto esta noche han sido culpa tuya ¿No es verdad? – El séptimo de los Tale frunció el ceño y se dirigió a la carrera en dirección a una de las antorchas, la cual se desvaneció ajusto antes de que el mercenario pudiese hacerse con ella – Relájate, tenemos toda la noche por delante para conversar ¿No es así? ¿A qué viene tanta prisa? ¿Tan desesperado estas por salvar a los…? ¿Cómo les dicen los guardas a los aldeanos…? ¿Cuelliflojos? Sí, creo que es así. ¿De verdad crees que salvando a esa familia de cuelliflojos conseguirás ayudar a toda una aldea? Ingenuo – Varios pasos resonaron en el sótano, Eltrant apretó los dientes y se giró hacia el lugar del cual procedía aquel eco que rebotaba por las paredes. – Y Fredd… oh, mi querido y estúpido Fredd, una masa de carne inútil, el muy idiota pudo con toda mi guarda personal, debo de admitir que me pilló por sorpresa que un tullido pudiese moverse con tal agilidad – Por unos segundos pudo sentir el frío aliento de su atacante tras él - …Pero no volverá a suceder.
Gritando se giró sobre sí mismo y lanzando un tajo en horizontal al lugar del cual parecía proceder la voz de Bono, cortando simplemente el aire que tenía tras él. –Estos humanos… Siempre tratando de arreglar las cosas con la fuerza, para cuando haya acabado contigo… bueno, digamos que… estarás muerto. – El brujo volvió a reír ante la ocurrencia que acababa de tener y su voz volvió a fundirse con la oscuridad que tenía frente a él. -¿A qué esperas pequeño humano? Atácame, estoy deseando que te rompas, que supliques clemencia. ¡Que desees estar muerto! – Con el corazón en un puño Eltrant giraba sobre sí mismo una y otra vez, estaba jugando con él, literalmente, estaba en el centro de un gigantesco tablero de ajedrez del cual Bono era capaz de controlar todas las piezas, incluso a él.
Chasqueó la lengua, lo primero que tenía que hacer era ver dónde estaba, lo segundo, librarse del peso que tenía en las manos, el cual cada vez le hacía más difícil moverse, y lo tercero, clavarle la espada en la garganta para que se callase de una vez. Sin tiempo que perder comenzó a buscar en su bolsa de viaje, a tientas, algo que le sirviese de ayuda, pero no tenía nada de utilidad, solo libros.
-¿No te rindes? Perfecto – Aquella risotada tan característica volvió a repetirse – Entonces empiezo yo – Un fuerte golpe en la espalda le hizo precipitarse contra el suelo, y tanto el cómo todo el contenido que había en el interior de su bolsa quedaron desparramados por el suelo, incluido el libro de tapa roja que, abierto, comenzó a iluminar levemente la estancia con sus letras de colores dorados. - ¿¡Que es esa cosa?! – Exclamó el brujo, ahora parcialmente visible gracias a la luz que le brindaba a Eltant su “Libro del sabio”.
Eltrant sonrió y se lanzó con las manos prácticamente arrastrando por el suelo hacia su rival, el cual evitó ágilmente las distintas y pesadas estocadas que el mercenario se encargó de encadenar, tratando de buscar la garganta del hechicero. – Tienes cosas muy interesantes para ser un humano – Dijo mientras saltaba por encima del agotado castaño y se colocaba junto a la única fuente de luz útil de la habitación. – Creo que me quedaré con esto. – El fantasma de una sonrisa se podría entrever en el herido rostro de Bono - No puedo permitir que alguien como tu tenga un libro tan interesante– ¡No! ¡Espera! - En el mismo instante en el que la mano de Bono se rozó las páginas del manuscrito un estruendoso chasquido y una brillante luz blanca se tragó a los dos hombres presentes en el sótano. - ¡No! – Gritó Eltrant mientras caía al suelo, arrastrado por la fuerza que emanaba del libro - ¡Otra vez no! – Volvió a vivir una vez más el peor día de su vida, pero desde la perspectiva de McFly, el muchacho que le acompañaba el día que le cayó la maldición.
Tal y como recordaba, toda aquella luz volvió, al cabo de un máximo de diez segundos, a quedar encerrada en el libro, succionada por las paginas, sin embargo aquel intenso resplandor no fue lo único que el libro de tapa roja había robado, ahora el sótano estaba plenamente iluminado, y frente a él, un Bono confuso, con el libro del sabio humeando ligeramente junto a él, miraba confuso la habitación en la que se encontraba. -¿¡Que…que… es esto!? – Exclamó al ver como su hechizo de oscuridad había desaparecido – El libro del sabio – Contestó Eltrant levantándose del suelo – Un manuscrito que intercambia la capacidad del saber absoluto, por la parte de tu alma que guarda tu posesión más preciada – Eltrant sonrió y se atusó la barba en un acto reflejo – En mi caso, recuerdos preciados… - El mercenario movió los brazos con libertad y apuntó con la espada al brujo - En el tuyo… creo que es evidente.
-¡¡TE VOY A MATAR!! ¡¡VAS A LAMENTAR HABER EXISTIDO!! – Gritó Bono henchido de ira, acumulando una gran cantidad de energía en sus manos.
Cerró los ojos, estaba cansado, muy cansado; la noche estaba siendo bastante más larga de lo que cualquier persona cuerda desearia, magos, monstruos, guardias, rebeldes, una guerra civil, una chica misteriosa y un rey falso, demasiadas variables como para que todo aquello acabase de forma rápida y sencilla.
-¿Entonces…? – La voz de la mujer que había escoltado hasta allí, ahora agachada junto a Fredd, le sacó de sus pensamientos - ¿Es cierto lo que ha dicho este hombre? ¿Vas a ir a por Lord Bono?- Inquirió mientras, ayudado por su hijo mayor, remendaba el vendaje que Fredd tenía en torno a la pierna rota. Aquella escena se le antojo extraña, aquel hombre era, al fin y al cabo, quien se había encargado de dar la orden para colgar al niño que ahora yacía sin vida en brazos su padre. Eltrant se encogió de hombros como toda respuesta y volvió a mirar en dirección a las escaleras, aquella era la única salida rápida que aquellas personas tenían, aun con el tramo de túnel derruido, estaba seguro que no era el único camino que tenía “La línea roja” para salir del castillo, si tenía que arriesgarlo todo a una sola carta, era más que evidente que los túneles eran una salida más segura que la entrada principal repleta de soldados – Cuidad de él – Señaló a Fredd, como había hecho cuando llegó al pueblo; La misma familia al cuidado del mismo guarda – Manteneos fuera de vista y no encaréis a los centinelas – Explicó mientras recogía la espada del tullido del suelo y la colocaba junto a la suya propia – No tardaré, mucho.
Tomó aire y, después de asegurarse que tenía ambas espadas fuertemente sujetas al cinto, descendió al sótano; Con cada escalón que bajaba la oscuridad que se extendía a su alrededor se iba incrementando cada de forma casi imperceptible, gradualmente, hasta el punto en el cual las antorchas que ataviaban las paredes del sótano no eran más que pequeñas motas de luz en un tapiz oscuro del cual la luz no parecía poder escapar. –Brujos – Farfulló una vez llegó abajo y contempló el manto sin luz que se alzaba frente al él, el mismo sótano en el que se había encarado con varios soldados era ahora una incógnita en la que tendría que medir cada paso que daba.
Desenvainando la espada, la cual salió de su vaina con un suave susurró metálico, estudió su alrededores y avanzó en un par de ocasiones, siempre en dirección a las pálidas antorchas que se divisaban en un horizonte mucho más alejado de lo que era físicamente posible en el sótano de un castillo, hasta que las escaleras que tenía tras él se desvanecieron, perdiendo así su único punto de referencia – Brujos – Repitió una vez más.
-¿Cómo te presentaste ante mí en la aldea? – Una voz resonó a través de las paredes, fuerte y profunda, la voz de Bono. Comenzó a sentir como sus brazos se volvían ligeramente más pesados según los segundos pasaban uno tras otro – Ah, sí… creo que empezaste con algo como… “Mi nombre es Eltrant Tale” – El mencionado miró a su alrededor con el arma en alto, tratando de buscar el punto de origen de aquellas palabras –…“Primera y única espada de la Compañía Luna Invernal” - Una suave risa de autocomplacencia acompañó a aquellas últimas palabras – …Y tras eso seguía algo similar a…“¿Quién de vosotros, esbirros, va a ser el que va a matarme?” – La carcajada volvió a repetirse, esta vez en un tono más alto - ¿No eres algo viejo para andar escondiéndote? – Preguntó Eltrant a la nada. Lo único que recibió como respuesta fue una risotada aún más llamativa, mientras tanto, sus brazos apenas podían mantenerse erguidos - ¡Eres un cobarde! – Exclamó mientras lanzaba alguna que otra estocada al aire, no es como si tuviese muchas alternativas a aquella, al fin y al cabo, no podía pelear contra algo que no veía - ¿Cobarde? No, no, para nada, soy un… estratega diría yo. Tú, insecto con delirios de grandeza, tú, eres él cobarde, te aterra pensar que la mayoría de las personas que han muerto esta noche han sido culpa tuya ¿No es verdad? – El séptimo de los Tale frunció el ceño y se dirigió a la carrera en dirección a una de las antorchas, la cual se desvaneció ajusto antes de que el mercenario pudiese hacerse con ella – Relájate, tenemos toda la noche por delante para conversar ¿No es así? ¿A qué viene tanta prisa? ¿Tan desesperado estas por salvar a los…? ¿Cómo les dicen los guardas a los aldeanos…? ¿Cuelliflojos? Sí, creo que es así. ¿De verdad crees que salvando a esa familia de cuelliflojos conseguirás ayudar a toda una aldea? Ingenuo – Varios pasos resonaron en el sótano, Eltrant apretó los dientes y se giró hacia el lugar del cual procedía aquel eco que rebotaba por las paredes. – Y Fredd… oh, mi querido y estúpido Fredd, una masa de carne inútil, el muy idiota pudo con toda mi guarda personal, debo de admitir que me pilló por sorpresa que un tullido pudiese moverse con tal agilidad – Por unos segundos pudo sentir el frío aliento de su atacante tras él - …Pero no volverá a suceder.
Gritando se giró sobre sí mismo y lanzando un tajo en horizontal al lugar del cual parecía proceder la voz de Bono, cortando simplemente el aire que tenía tras él. –Estos humanos… Siempre tratando de arreglar las cosas con la fuerza, para cuando haya acabado contigo… bueno, digamos que… estarás muerto. – El brujo volvió a reír ante la ocurrencia que acababa de tener y su voz volvió a fundirse con la oscuridad que tenía frente a él. -¿A qué esperas pequeño humano? Atácame, estoy deseando que te rompas, que supliques clemencia. ¡Que desees estar muerto! – Con el corazón en un puño Eltrant giraba sobre sí mismo una y otra vez, estaba jugando con él, literalmente, estaba en el centro de un gigantesco tablero de ajedrez del cual Bono era capaz de controlar todas las piezas, incluso a él.
Chasqueó la lengua, lo primero que tenía que hacer era ver dónde estaba, lo segundo, librarse del peso que tenía en las manos, el cual cada vez le hacía más difícil moverse, y lo tercero, clavarle la espada en la garganta para que se callase de una vez. Sin tiempo que perder comenzó a buscar en su bolsa de viaje, a tientas, algo que le sirviese de ayuda, pero no tenía nada de utilidad, solo libros.
-¿No te rindes? Perfecto – Aquella risotada tan característica volvió a repetirse – Entonces empiezo yo – Un fuerte golpe en la espalda le hizo precipitarse contra el suelo, y tanto el cómo todo el contenido que había en el interior de su bolsa quedaron desparramados por el suelo, incluido el libro de tapa roja que, abierto, comenzó a iluminar levemente la estancia con sus letras de colores dorados. - ¿¡Que es esa cosa?! – Exclamó el brujo, ahora parcialmente visible gracias a la luz que le brindaba a Eltant su “Libro del sabio”.
Eltrant sonrió y se lanzó con las manos prácticamente arrastrando por el suelo hacia su rival, el cual evitó ágilmente las distintas y pesadas estocadas que el mercenario se encargó de encadenar, tratando de buscar la garganta del hechicero. – Tienes cosas muy interesantes para ser un humano – Dijo mientras saltaba por encima del agotado castaño y se colocaba junto a la única fuente de luz útil de la habitación. – Creo que me quedaré con esto. – El fantasma de una sonrisa se podría entrever en el herido rostro de Bono - No puedo permitir que alguien como tu tenga un libro tan interesante– ¡No! ¡Espera! - En el mismo instante en el que la mano de Bono se rozó las páginas del manuscrito un estruendoso chasquido y una brillante luz blanca se tragó a los dos hombres presentes en el sótano. - ¡No! – Gritó Eltrant mientras caía al suelo, arrastrado por la fuerza que emanaba del libro - ¡Otra vez no! – Volvió a vivir una vez más el peor día de su vida, pero desde la perspectiva de McFly, el muchacho que le acompañaba el día que le cayó la maldición.
Tal y como recordaba, toda aquella luz volvió, al cabo de un máximo de diez segundos, a quedar encerrada en el libro, succionada por las paginas, sin embargo aquel intenso resplandor no fue lo único que el libro de tapa roja había robado, ahora el sótano estaba plenamente iluminado, y frente a él, un Bono confuso, con el libro del sabio humeando ligeramente junto a él, miraba confuso la habitación en la que se encontraba. -¿¡Que…que… es esto!? – Exclamó al ver como su hechizo de oscuridad había desaparecido – El libro del sabio – Contestó Eltrant levantándose del suelo – Un manuscrito que intercambia la capacidad del saber absoluto, por la parte de tu alma que guarda tu posesión más preciada – Eltrant sonrió y se atusó la barba en un acto reflejo – En mi caso, recuerdos preciados… - El mercenario movió los brazos con libertad y apuntó con la espada al brujo - En el tuyo… creo que es evidente.
-¡¡TE VOY A MATAR!! ¡¡VAS A LAMENTAR HABER EXISTIDO!! – Gritó Bono henchido de ira, acumulando una gran cantidad de energía en sus manos.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Jul 07 2016, 18:52, editado 2 veces
Eltrant Tale
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
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Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]
Se reía como un muerto. Eso mismo era lo que pensaban los guardias que escoltaban a Bono en su enfrentamiento contra el joven mercenario. Ninguno de ellos había luchado en Terpoli contra los muertos vivientes, no habían trabajado de enterrador en sus tiempos mozos ni tampoco conocían ninguna historia antigua en la que apareciese un muerto riéndose. No tenían forma alguna de saber como un muerto se reía y, sin embargo, estaban seguros que Bono se reía como uno de ellos.
¿Era por su boca? La boca del burjo estaba hecha para causar pesadillas. Una amplia curva en forma de serie en cuyo interior se escondía una amalgama de dientes puntiagudos; hasta las muelas se las había tallado para que pareciesen caninos. No, eso no podía ser. Los guardias estaban seguros que no era por eso ya que no era la primera vez que escuchaban reír a Bono y en ninguna de las anteriores les pareció que estaba muerto. ¿Quizás por la mala cicatriz que el mercenario le había hecho? Todavía emanaba un líquido espeso de color rojo oscuro, casi negro, de la cicatriz. La sangre tenía los dientes y los finos labios de Bono ofreciéndole un aspecto más macabro y lúgubre del que ya tenía. Pero no, tampoco era por la cicatriz. Igual como pasaba con la risa del muerto, los guardias conocían bien la respuesta a sus preguntas aunque no tenían evidencia alguna de ellas: Bono se reía como un muerto porque estaba hablando con ESE hombre.
¿Era por su boca? La boca del burjo estaba hecha para causar pesadillas. Una amplia curva en forma de serie en cuyo interior se escondía una amalgama de dientes puntiagudos; hasta las muelas se las había tallado para que pareciesen caninos. No, eso no podía ser. Los guardias estaban seguros que no era por eso ya que no era la primera vez que escuchaban reír a Bono y en ninguna de las anteriores les pareció que estaba muerto. ¿Quizás por la mala cicatriz que el mercenario le había hecho? Todavía emanaba un líquido espeso de color rojo oscuro, casi negro, de la cicatriz. La sangre tenía los dientes y los finos labios de Bono ofreciéndole un aspecto más macabro y lúgubre del que ya tenía. Pero no, tampoco era por la cicatriz. Igual como pasaba con la risa del muerto, los guardias conocían bien la respuesta a sus preguntas aunque no tenían evidencia alguna de ellas: Bono se reía como un muerto porque estaba hablando con ESE hombre.
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La Luz venció a la oscuridad.
La Luz le arrebató su maldad.
La Luz le vació de oscuridad.
La Luz devoró su maldad.
La Luz le arrebató su maldad.
La Luz le vació de oscuridad.
La Luz devoró su maldad.
Bono canturreaba mentalmente la que provenía de la Luz. Era una canción que ya había oído antes. Más que una canción lo que era una maldición. La chica se la cantaba sin voz cada vez que le veía. Nadie más que él podía entender que decía la chica, los insultos que le perjuraba, las maldiciones que le echaba y el llanto que gemía. Nadie más que él podía escuchar a alguien cuya voz había sido robada como quien roba un caramelo a un niño o como quien roba la oscuridad a un brujo.
Miró con desdén al humano. La sonrisa se quebró de repente (si todavía quedasen guardias en el pasillo se habrían imaginado ver la colera del muerto). Bono abrió la boca de la misma manera que un perro enseña sus dientes para marcar territorio y se lanzó en contra del humano tomando como arma lo único que le quedaba: sus dientes y sus uñas.
Miró con desdén al humano. La sonrisa se quebró de repente (si todavía quedasen guardias en el pasillo se habrían imaginado ver la colera del muerto). Bono abrió la boca de la misma manera que un perro enseña sus dientes para marcar territorio y se lanzó en contra del humano tomando como arma lo único que le quedaba: sus dientes y sus uñas.
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La copa de vino estalló entre sus manos. El licor de color tinto se desparramó entre sus pies tiñendo la lujosa alfombra roja de un amargo color negro. El cristal de la rota copa, por fortuna, no le golpeó la cara aunque faltó poco para hacerlo. Las heridas que le quedaron fueron pequeños cortes en la mano derecha muy fáciles de curar.
El hombre con la corona sobre la cabeza dio dos palmadas. Clap y clap. En seguida, de las puertas laterales de la amplia habitación aparecieron todo tipo de sirvientes como si siempre hubieran estado a la espera de las palmadas. Un elfo con tatuajes en la cara, de esos que se les hacía a los renegados con hierro candente para marcarles, fue directo a sanar la mano herida. Tres sirvientas, las tres con trajes muy negros y blancos de abundante escote, se pusieron a los pies del hombre con tal de limpiar la alfombra del vino esparcido con diferentes potingues y escobillas. Por último, todos los demás, con escobas y plumeros, se pusieron a limpiar cada palmó de la enorme sala: las columnas, el pasillo, las armaduras… Todo quedó reluciente.
El hombre con la corona sobre la cabeza dio dos palmadas. Clap y clap. En seguida, de las puertas laterales de la amplia habitación aparecieron todo tipo de sirvientes como si siempre hubieran estado a la espera de las palmadas. Un elfo con tatuajes en la cara, de esos que se les hacía a los renegados con hierro candente para marcarles, fue directo a sanar la mano herida. Tres sirvientas, las tres con trajes muy negros y blancos de abundante escote, se pusieron a los pies del hombre con tal de limpiar la alfombra del vino esparcido con diferentes potingues y escobillas. Por último, todos los demás, con escobas y plumeros, se pusieron a limpiar cada palmó de la enorme sala: las columnas, el pasillo, las armaduras… Todo quedó reluciente.
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Las puertas principales del palacio se abrieron desde dentro. ¿Un chivo? ¡Qué más da! Estaban dentro y eso era lo que había que celebrar. Eltran, Alanna y, la querida por todos, Frea habían llegado al palacio por medio de la Ruta Roja. Los demás, hartos de esperar en sus casas, fueron a pata a ayudar a sus amigos. Hacía tiempo que no se veía a los soldados por las calles de la aldea y las trompetas de la mansión no paraban de sonar. Hubieran sido unos estúpidos si se hubieran parado a esperar en lugar de ponerse en marcha a ayudar.
Era una familia, los Tamiros, quienes les abrieron las puertas de la mansión. Estaban todos bien, sin heridas graves las cuales pararse a sanar. No merecía la pena pararse a hablar con ellos y darles el pésame por la muerte de su hijo más pequeño. La única que se paró a entrelazar sus manos con la madre fue Merodie, pero no duro más de dos segundos. Merodie estaba embarazada de pocos meses, no pudo evitar empatizar con la madre de los Tamiros. Aunque sabía lo importante que era ayudar a Frea y hacerlo cuanto antes, no pudo evitar pararse.
Era una familia, los Tamiros, quienes les abrieron las puertas de la mansión. Estaban todos bien, sin heridas graves las cuales pararse a sanar. No merecía la pena pararse a hablar con ellos y darles el pésame por la muerte de su hijo más pequeño. La única que se paró a entrelazar sus manos con la madre fue Merodie, pero no duro más de dos segundos. Merodie estaba embarazada de pocos meses, no pudo evitar empatizar con la madre de los Tamiros. Aunque sabía lo importante que era ayudar a Frea y hacerlo cuanto antes, no pudo evitar pararse.
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-Sí- dijo Hont con energía a la vez que daba uno de sus grandes y característicos saltos- iremos a por el malo de los malos. Su culo acabará morado de la zurra que le vamos a dar.-
El pequeño hombre zarigüeya no quiso contestar a las gracias que le ofreció Alanna, cosa impropia para alguien tan charlatán como él. Las razones eran dos y muy distintas entre sí: La primera era porque él se sentía como un héroe; el deber de un héroe era salvar a los débiles, no tenía que agradecer algo que consistía en su trabajo. La segunda razón, y la más importante, era porque Hont pensaba que en realidad era Alanna quien le había salvado a él. Ella era quien había golpeado al mentiroso y le había tirado al suelo una y otra vez repitiéndole lo mal que se comportaba. Hont solo le devolvió el favor a la chica haciendo lo poco que él podía hacer.
-Por favor no me hagas daño, mi culo ya está morado- decía Hont imitando la voz con la que pensaba tenían todo los malos – ¡ahhh me haces daño en el culo!- fingió llorar pero no pudo evitar que se escapase una sonrisa – ¡Para por favor, para!- cuando ya no pudo aguantarse más la risa cambió de nuevo la voz volviendo a poner la suya propia -¡Eso te pasa por malo! Zas, toma zurra. ¡ZAS!-
Unas personas se acercaban. ¿Amigos o enemigos? Lo vestían como los malos. Llevaban armas y armaduras débiles y oxidadas. Hont, como héroe valiente que era, sabía diferenciar las buenas armas de las malas. Los malos tenían muy buenas armas, estos que tenían las tenían muy malas. Hont se adelantó a recibirles, fue más deprisa que Alanna. Tan solo dijo una pregunta, una que él mismo consideraba que era la más importante de todas y por la que pensaba que solo el mentiroso podía decirla mal:
-¿Sois amigos?-
El pequeño hombre zarigüeya no quiso contestar a las gracias que le ofreció Alanna, cosa impropia para alguien tan charlatán como él. Las razones eran dos y muy distintas entre sí: La primera era porque él se sentía como un héroe; el deber de un héroe era salvar a los débiles, no tenía que agradecer algo que consistía en su trabajo. La segunda razón, y la más importante, era porque Hont pensaba que en realidad era Alanna quien le había salvado a él. Ella era quien había golpeado al mentiroso y le había tirado al suelo una y otra vez repitiéndole lo mal que se comportaba. Hont solo le devolvió el favor a la chica haciendo lo poco que él podía hacer.
-Por favor no me hagas daño, mi culo ya está morado- decía Hont imitando la voz con la que pensaba tenían todo los malos – ¡ahhh me haces daño en el culo!- fingió llorar pero no pudo evitar que se escapase una sonrisa – ¡Para por favor, para!- cuando ya no pudo aguantarse más la risa cambió de nuevo la voz volviendo a poner la suya propia -¡Eso te pasa por malo! Zas, toma zurra. ¡ZAS!-
Unas personas se acercaban. ¿Amigos o enemigos? Lo vestían como los malos. Llevaban armas y armaduras débiles y oxidadas. Hont, como héroe valiente que era, sabía diferenciar las buenas armas de las malas. Los malos tenían muy buenas armas, estos que tenían las tenían muy malas. Hont se adelantó a recibirles, fue más deprisa que Alanna. Tan solo dijo una pregunta, una que él mismo consideraba que era la más importante de todas y por la que pensaba que solo el mentiroso podía decirla mal:
-¿Sois amigos?-
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* Alanna Delteria: Impresionante, te aferras a la vida como un piojo al cuerpo de Hont. El Falso Rey no tiene forma de controlarte y la copa con la que lo hacía ha sido destruida. Ahora llega el momento de encontrarle. No estás sola. Merodie y los otros aldeanos que conociste en casa de Frea han venido a ayudar.
* Eltrant Tale: Has sido muy astuto al usar el libro para acabar con la poderosa magia de Lord Bono. La oscuridad del brujo ha desaparecido complementa; aprovecha esta oportunidad para acabar con él. Si en el siguiente turno lanzas una runa de buena o mediana fortuna, Bono morirá.
* Ambos En este turno no podéis usar los personajes: Fredd, Frea, la chica misteriosa, Flecha Negra y Falso Rey. Si os enfrentáis con un personaje que se haya descrito a lo largo de la quest, tendréis que lanzar la voluntad de los Dioses.
* Eltrant Tale: Has sido muy astuto al usar el libro para acabar con la poderosa magia de Lord Bono. La oscuridad del brujo ha desaparecido complementa; aprovecha esta oportunidad para acabar con él. Si en el siguiente turno lanzas una runa de buena o mediana fortuna, Bono morirá.
* Ambos En este turno no podéis usar los personajes: Fredd, Frea, la chica misteriosa, Flecha Negra y Falso Rey. Si os enfrentáis con un personaje que se haya descrito a lo largo de la quest, tendréis que lanzar la voluntad de los Dioses.
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