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Mensaje  Alanna Delteria Lun Jul 11 2016, 19:10

El ajedrez es un juego extraño, no gana quien tiene más piezas, si no quien usa la mejor estrategia, e incluso aquel al que solo le quedan el rey y la reina puede llegar a hacer una jugada magistral. Alanna recordaba los intentos de su padrastro de enseñarle a jugar al ajedrez, el juego de los reyes, le había dicho, aquel al que juega todo soberano que se precie, todo el que quiera dirigir un ejercito, todo el que quiera gobernar un pueblo, un país o incluso un corazón.

Una Alanna de dieciséis años se había sentado, con todo su silencio y la pesadez de sus actos con aires serios, el ceño fruncido denotaba concentración y sus movimientos miedo al fallo, había perdido tantas partidas que, tras dos horas sin lograr vencer una sola, por primera vez cogió una rabieta frente a sus padrastros. Jamás se le habían dado bien los juegos de estrategia, no era una reina ni nadie capaz de dominar ejercito alguno, era, en realidad, una simple campesina, una campesina con una voluntad de hierro.

El sol comenzaba a despuntar por el noreste cuando la chica levantó la cabeza hacia las ventanas que tenía frente a ella, segura de que, tras esos ventanales cubiertos por el sol del alba que la comenzaba a cegar con fuerza había una sonrisa oscura y una mano enguantada que manejaba las piezas del tablero con la soltura de un artista manejando un pincel sobre el lienzo. La mirada de Alanna comenzaba a volverse oscura cuando unos pasos resonaron en su espalda.

Una torva de gente armada con lo poco que habían podido encontrar en sus hogares, cubiertos de polvo, sudor, suciedad, restos de lágrimas secas, y un brillo de muerte y decisión en los ojos se presentó frente a ella prestándole sus armas.

Campesinos, lejos de tener la destreza y la elegancia de cualquier guardia, lejos de tener el porte de cualquier soberano, pero, en esos instantes, más imponentes que el verdadero rey. Puede que les faltasen muchas cosas, armas buenas, protecciones, aprendizaje y entrenamiento, pero tenían algo que pocos de los que luchaban en el bando contrario tendrían nunca, una autentica razón por la que luchar.

El entusiasmo mostrado por el pequeño hombre zarigüella disminuyó al instante al ver a los recién llegados. Tenían tal brillo de decisión en la mirada que podía llegar a dar escalofríos, habían aceptado su destino, sabían que era ahora o nunca, que ese era su momento y no les importaba dar la vida si, con ello, se llevaban por delante a quien les había causado tanto dolor lo hacían por ellos, por los caídos y los que estaban por caer, por todas las lágrimas que habían derramado sin sentirse capaces de hacer nada, por el futuro que querían ofrecer a sus hijos, porque no querían seguir esperando a su muerte, si igualmente iban a morir, lo harían peleando.

La chica no dejó que los aldeanos respondieran, y fue ella quien se adelantó y contestó a la pregunta con voz clara, lo sabía, seguro que Frea estaba por entre la multitud y era ella quien los había traído a todos para socorrerlos, para guiarlos a la victoria, aunque no fuera segura, aunque fuera a caer gente, habían ido a luchar, a luchar juntos.

- Son amigos.- sonrió la chica tendiéndole la mano a la joven que lideraba el grupo.- Gracias por venir a ayudarnos.
- Es nuestro hogar, somos quien debemos defenderlo, gracias por acudir en nuestra ayuda.- replicó la joven haciendo sonreír a Alanna.
- ¿Dónde está Frea?- preguntó.- me atraparon y desde entonces no la he visto.
- Pensabamos que estaba contigo.- replicó la chica preocupando a la guardia.- no la hemos visto desde que os marchasteis.

La preocupación se implantó en el rostro de la joven, si nadie sabia nada de Frea, y hacía mucho que no veía a Eltrant, era posible que ambos estuvieran en serio peligro. Suspiró tocándose el punte de la nariz, un feo dolor de cabeza luchaba por abrirse paso si no lograba pensar en algo, cualquier cosa que fuera de ayuda.

- Muy bien, haremos esto, quiero a un grupo de diez personas para ir a buscar a Frea, necesito a gente rápida y silenciosa. Conmigo vendrán otros diez, no necesito silencio, necesito fuerza y ruido, seguiréis a Hont y cubriréis mis movimientos mientras nos acercamos a la sala del trono, vamos a acabar pronto con esto, el resto, quiero que vayan en busca de el otro joven que estaba conmigo en la casa de Frea.- Empezó a ordenar organizando, también su cabeza.- No fuisteis quienes empezaron la guerra, no queríais guerra, pero sois quien vis a terminarla, vamos a acabar con esto y vamos a acabarlo hoy. ¡Esta es nuestra hora, recuperemos el pueblo!- animó antes de encaminarse al interior del palacio entrando, espada en mano.

Mientras todos los demás hicieran sonido, ella entraría por el exterior, había visto que había una grua de madera fuera, debían estar reconstruyendo alguna parte del castillo, si lograba llegar a ella, no habría mayor problema. Se separaron y pudo comenzar a escuchar la pela, guiada por Hont, en el interior de los pasillos, mientras tanto Alanna buscaba las ventanas pertenecientes a la sala donde se encontraba el culpable de todo ese jaleo.

Lo encontró y, afortunadamente, la grua no quedaba lejos, si la balanceaba podría entrar rompiendo la ventana. Subió con prisas pasando de largo a los guardias, puede que ellos fueran fuertes, pero ella era rápida, no quería enfrentamiento alguno, y no lo tendría, simplemente los pasó de largo y comenzó a escalar con los gritos de los soldados, cubiertos por pesadas armaduras, desde bajo.

Llegó arriba y observó la altura, tenía que llegar a la biga que colgaba de la cuerda. Saltó, temiendo precipitarse al vacío pero sin tiempo para plantear nada más, y calló cogiéndose de la biga por los brazos, casi precipitándose a una muerte segura, pero logrando subir. Suspiró sentada sobre la madera y se puso en pie sosteniéndose de la cuerda y comenzando a balancearse, la biga comenzó a moverse acercándose hasta la ventana más y más cada vez.
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Mensaje  Eltrant Tale Lun Jul 11 2016, 21:06

Un escalofrío recorrió su cuerpo, la sonrisa de Bono, una grotesca mezcla entre locura e ira, era lo único en lo que podía mantener la mirada clavada en aquel momento. Tragó saliva y preparó su espada, aun cuando tenía a su adversario frente a sus ojos y la oscuridad había desaparecido, y a pesar de que su ahora cuerpo respondía por fin a todo lo que su dueño deseaba, algo le decía que Bono no caería sin pelear.

Lo único audible en el sótano era el eco de los pasos de ambos hombres que, cautos, se oteaban el uno al otro, Eltrant manteniendo siempre una distancia prudente esperando que el brujo tuviese aún alguna carta bajo su manga, Bono, por el contrario, estaba impaciente; impaciente por despedazar a su presa y colgarla como ejemplo en el alfeizar, impaciente por acabar con todo lo que había en aquel pueblucho de mala muerte.

-¡Muere! – Exclamó Bono lanzándose finalmente a por el mercenario, Eltrant apretó los dientes y deslizó la espada en horizontal deseando que el cuerpo del brujo quedase sesgado en dos partes sanguinolentas, no obstante, la silueta de Bono se desfiguró hasta el punto en el cual solo quedó voluta de gas negruzco tras de si. - ¡Desgraciado! – El Brujo oscuro respondió apenas un segundo después, cuando emergió de entre las sombras tras el mercenario y trató de golpearle en la espalda con una bola de fuego que creó de la nada.

Incapaz de evadir por completo un ataque como aquel, Eltrant frunció el ceño se resignó a tratar de cortar la esfera de fuego con su espada,  algo que si bien no consiguió, hizo que el hechizo se expandiese antes de tocar su cuerpo, lanzándole por los aires con su capa parcialmente en llamas.

Chasqueando la lengua se levantó todo lo rápido que pudo e ignorando el hecho de que la venda que rodeaba su frente se había desprendido, así como que su capa ahora era la mitad de larga, bloqueó de forma instintiva el acero de una espada que Bono había hecho aparecer entre sus manos. – Imagínate tu cabeza en lo alto de una pica – Susurró Bono mientras ambos forcejaban - ¿Te la imaginas? – Una risa desquiciada y delirante brotó de sus labios – Bien. – Aquellas palabras presidieron lo que Eltrant solo pudo describir como un crujido metálico lo suficientemente fuerte como para que se activasen todos los mecanismos de supervivencia con los que contaba.

Retrocediendo a toda prisa pudo evitar que la espada del color de la noche que blandía Bono le cercenase la cabeza cuando la hoja se extendió varios centímetros y giró en un ángulo de noventa grados perfecto buscando su garganta; Maldiciendo tanto su suerte como el arma de Bono, Eltrant saltó una vez más hacia atrás para evitar quedar empalado por la hoja que esgrimía su rival.

A aquel primer intento de acrobacia le siguieron bastantes más, en cuando comprendió que, de algún modo, la espada del brujo podía alargarse y doblarse a voluntad de su dueño. No obstante, la capacidad para alargarse de la espada no parecía ser infinita, y es que después de recibir varios cortes y heridas en el proceso, la espada negra se detuvo cuando se hubo alejado lo suficiente de Bono, el cual se encontraba en el lado opuesto del sótano.

Frunciendo el ceño y tras contemplar durante varios segundos como el sable encantado se mecía cómo un péndulo frente a sus ojos, sonrió y la apartó hacia a un lado con un simple golpe para enseguida comenzar a correr hacia Bono manteniendo apartado el extenso filo del arma mágica con su propia espada, dispuesto a que el susurro que hacían ambas armas al deslizarse una sobre la otra fuese lo último que Bono oyese.

-¡Muy lento! ¡Eres lento! – Exclamó Bono riendo a carcajadas, el chasquido metálico que escuchó tras él le informó de que la espada se había doblado y ahora le seguía, o al menos eso interpretó cuando la punta de la espada, como si de una serpiente negra se tratase, apareció a su lado. Gritando con toda la fuerza de sus pulmones aceleró el ritmo tratando de dejarla atrás, sin embargo eso no impidió que la espada de azabache atravesaba su mano derecha.

Gritando de dolor Eltrant dejó caer su arma al suelo, pero no se detuvo, aun cuando la hoja de Bono salió limpiamente de la herida que ahora tenía en su mano, prácticamente por voluntad propia, y volvió a seguirle buscando esta vez algún órgano vital, consiguió saltar sobre el brujo.

Una vez sobre Bono se aseguró que este perdiese el equilibrio y se precipitase contra el suelo, cosa que no fue muy complicada para el castaño ya que se aseguró de usar todo su peso para lograrlo.

Mientras rodaban forcejeando por el suelo, Eltrant se centró en tratar de quitarle al brujo la sonrisa de la cara a derechazos, algo que sorpresivamente solo consiguió después de haberle roto su brazo útil dando fuerte tirón en la dirección equivocada, algo también sirvió para que este soltase la espada que portaba, la cual se fragmentó en mil pedazos en cuanto Bono la soltó, quedando solo una empuñadura humeante.

Con un fuerte aullido Bono maldijo la misma existencia del mercenario a la vez que trataba de recolocarse el codo torpemente, momento en el que, jadeando acaloradamente, Eltrant recuperó su propia espada, la cual yacía a pocos metros de donde se encontraban.

-¿Algo que decir? – Preguntó sujetando la espada con ambas manos, dispuesto a acabar con el brujo de una vez por todas – No… no me vas a matar, tú no. – La voz de Bono, cargada de ira homicida, comenzó a apagarse mientras leves volutas de humo negro se formaban a su alrededor. -¡Quédate quieto! – Exclamó Eltrant depositando todas sus fuerzas en aquella estocada.

Off: Habilidad de Nivel 3: Hoja Cargada


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Mensaje  Tyr Lun Jul 11 2016, 21:06

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Mensaje  Sigel Lun Jul 18 2016, 13:08

Una de las copas de vino que descasaban sobre la mesita de su lado estalló de repente. Todos, en la enorme habitación, se quedaron completamente inmóviles. Ésta ya era la segunda de las copas que se rompía. La primera fue la que se enlazaba con la vida de Gardian, un simple peón en la partida de ajedrez que el hombre con la corona en la cabeza había formado. La segunda, en cambio, era, siguiendo la analogía de la partida de ajedrez, la de un alfil: el brujo Lord Bono. Todavía le quedaban otro alfil, las dos torres, los caballos, muchos más peones y la pieza más importante de todas, la REINA. Pero aquello no era excusa. Alguien había acabado con una valiosa pieza de la partida y, ahora ese alguien, merecía morir.

_____________________

Las letras doradas volvieron a salir una vez más del libro. Formaron una fiesta, un baile y banquete con tal de celebrar la muerte del brujo. Eltrant Tale pertenecía a dicho baile. El vendaval, formado por las letras doradas, absorbió al mercenario. Ya no estaba en la mansión, ni en la aldea y casi se podía decir que tampoco estaba en Aerandir. Eso era otro lugar creado especialmente por el torbellino nacido del libro. un lugar que se formaba a partir de letras, igual como horas antes, formaron el mapa de la Ruta Roja, ahora formaban un mundo entero.

Al principio, como en cada nueva creación, solo hubo un fondo de oscuridad y en mitad de aquel fondo estaba Eltrant Tale llevado por el vendaval de letras. Poco a poco las letras doradas empezaron con la creación del nuevo mundo. Las formas que se veían eran parecidas a las que el mercenario ya vio cuando las letras del libro le mostraron el mapa de la Ruta Roja. S, T, G, D… Eran las herramientas con las que se iba construyendo cada cosa que se le presentaba delante suya.

Lo primero fue un pájaro, un pequeño y travieso ruiseñor para ser más exactos. Endulzaba los corazones y animaba las almas con sus poemas y canciones. Sí, eso era lo que hacía. Aunque nadie dijera nada en voz alta, el mercenario ya conocía la canción del pequeño y travieso ruiseñor.

Después del pájaro vino un espantapájaros sin cerebro vestido con el uniforme de la guardia y siendo quemado por el pequeño grupo de Frea. Luego un hombre de hojalata sin corazón que con su espada mataba a un brujo oscuro. La siguiente y última de las imágenes fue muy confusa; al principio parecía un león o alguien que quería ser un león pero Paolo Di Argo no le dejo que fuera un león. Le dijo que no se esforzase en ser lo que era. Los leones eran lentos y torpes y ella era rápida y ágil. Era una gata y no un león.

Hasta tres veces se chocaron los talones del mercenario por la propia fuerza del vendaval. Una voz, una que venía del propio libro o quizás del ruiseñor del principio habló con un dulce tono que alegraba a los corazones y animaba a las almas.

“No hay nada como el hogar.
No hay lugar como el hogar”

El vendaval desapareció y el mercenario volvió al lugar de donde había sido absorbido, justo delante del cadáver del brujo.

_____________________

Más ruido. Más de lo que ya hicieron los guardias seguidores del fallecido Jeremy. Los muertos no hacían ruido. Por lo menos no en esas tierras. Estos eran otros revolucionarios distintos a los de Jeremy. ¿Dos revueltas en el mismo día? Aquel hombre apodado como Flecha Negra sonrió mientras cargaba una fecha de punta oscura a su arco de ébano negro. Desde lo alto del más alto torreón de la mansión apuntó al hombre que más ruido hacía en el jardín.  Su nombre no importó cuando la flecha de punta oscura hubo atravesado su corazón.

_____________________

Su espada de madera estaba lejos; en el sitio oscuro y sucio donde estaba atrapado pero en el lugar de los malos. No podía tomar tiempo e ir a cogerla así que, como arma para combatir a los malos, Hont cogió una rama de pino seco que había encontrado en los jardines. Las espadas de metal pesaban demasiado para él mientras que la madera era perfecta para él.

-¡Atrás malvados!- gritó Hont a la vez que esgrimía la rama como si fuera una auténtica espada.

Los malos iban todos a por el grupo de Hont mientras Alanna y los demás podían continuar libres de malos. No le gustaba mucho la idea de tener que alejarse del grupo. En las historias, cada vez que alguien se separaba, este moría. Hont tuvo miedo al separarse de Alanna y los demás, pero pronto  el miedo se fue y dio paso a la valentía propia del osado hombrecito zarigüeya que combatía a los enemigos con una espada de madera.

Bien pensando, tenía razón para tener miedo. Los malos irrumpieron los jardines y les superaban en número, pero no en corazón. ¡Los malos caían como moscas!

-Cobardes y gandules- decía Hont a la vez que arremataba dando palos a los malos y saltando de cabeza en cabeza. –nadie es rival para Hont y sus amigos-.

Por desgracia, Hont estaba equivocado. Entre los guardias sí había un hombre muy digno de llevarse rival. Un arquero que desde algún lugar en lo alto disparaba con sus flechas de punta negra a matar.

_____________________

* Alanna Delteria: Desde lo alto ves la carnicería que has dejado a tus pies. Esa gente ha querido ayudarte y, lo que están haciendo, es morir por las flechas de punta negra a cambio de nada. Lo tuyo no es el ajedrez. Aun puedes remediarlo y salvar al menos unos pocos de los que mandaste a cubrir la retaguardia. Encuentra a Flecha Negra y acaba con él. O bien, si no te importa la vida de los que has dejado atrás, sigue tu camino en busca del Falso Rey. Tú eliges. Merodie, debido a su estado, va contigo.
* Eltrant Tale: Tus zapatos no son de color rojo pero, a juzgar por lo que acabas de ver, tampoco sería muy extraño que así lo fueran. ¿Y qué has visto? El libro te ha querido mostrar algo, algo que tal vez te pueda sonar familiar. ¿Recuerdos de alguien que conociste, acertijos con el fin de encontrar al alcalde de la aldea o al Falso Rey o una nueva pista para encontrar al ruiseñor de la canción? No dudo que sabes muy bien qué es todo lo que te ha querido decirlo. Usa la información con sabiduría y encuentra el grupo de campesinos que Alanna ha mandado contigo.
* Ambos: Si entabláis combate con un personaje que yo haya narrado su punto de vista deberéis lanzar las runas. En el siguiente turno están prohibidos utilizar los personajes del Frea, Falso Rey y Chica Misteriosa.


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Mensaje  Alanna Delteria Miér Jul 20 2016, 17:53

Todo parecía ir bien mientras Alanna escalaba y se situaba sobre la biga que se balanceaba en el aire, todo parecía ir bien hasta que, los aldeanos que se habían metido en el palacio salieron al jardín nuevamente seguidos por guardias cuyas espadas estaban ya empapadas en sangre, no habían logrado entrar lo suficiente como para entretener a los guardias.

La rabia inundó a Alanna cuando la primera flecha llegó a uno de los que se encontraban luchando, con los dientes apretados, guardó un suspiro, debía acabar con el falso rey, pero si eso hacía que todo el pueblo muriese de poco o nada le valdría. "Mierda" pensó mientras intentaba localizar con la mirada de donde procedían las flechas. ¿Cómo se le había ocurrido dejar a simples aldeanos el trabajo de guerreros? Había confiado más en la voluntad y la fuerza que esta les proporcionaba a quienes conformaban su frente.

Era su culpa, no podía dejar que muriesen por una decisión errada suya. Apretó los dientes y miró hacia bajo al escuchar una voz, Merodie, la joven embarazada que había liderado el grupo a su llegada, le señalaba un punto en la azotea. Bien, allí debía ir, pero no podía dejar a la embarazada allí bajo, debía bajar y encontrar otro modo de subir.

Descendió dando una última mirada furibunda a la ventana tras la que se escondía el que movía las piezas del juego y siguió la voz de Merodie, que, escondida tras la estructura de madera que sostenía la biga, le señalaba un punto en la azotea donde un hombre vestido de negro apuntaba con puntería certera al suelo donde los aldeanos luchaban.

- Quedate aquí.- le pidió a la joven mientras se adentraba a la pelea sin sacar siquiera su espada.

En silencio, usando su ventaja en agilidad en comparación a los demás, se coló entre la multitud que peleaba y comenzó a empujar a los soldados del rey, interponiendolos entre los aldeanos y las flechas, al principio pensó que era una locura, pero esa locura era la única que le permitiría salvar a la mayoría de los ciudadanos. las flechas volaban, y los vigilantes caían como moscas mientras los aldeanos comenzaban a esconderse y ella tomaba un escudo para protegerse de la lluvia de flechas.

Miró hacia arriba antes de cubrirse y corrió nuevamente hacia la grúa de madera para coger a Merodie. Quien, al contrario de su petición, había decidido moverse y la llamaba desde la pared, donde unas escaleras de piedra llevaban hasta las alturas, debían ser escaleras de emergencia, que se usarían para escapar, porque iban desde el tejado hasta el jardín donde las flechas ahora se dirigían hacia arbustos y árboles sin alcanzar a nadie más que a los guardias que salían alertados por el ruido y acababan abatidos por las flechas de su propio aliado.

Siguiendo los pasos de la joven embarazada, comenzó a subir las escaleras, logrando dejar atrás a la chica para cubrirla con el escudo si alguna de las flechas cambiaba de dirección y las apuntaba a ellas. Efectivamente, al llegar arriba una saeta se clavó en su escudo robado.

- Bienvenidas, damas.- saludó el hombre de negro con una sutil reverencia antes de lanzarles una nueva flecha.

Nuevamente, Alanna la detuvo y retiró el escudo para, rápidamente, lanzarlo, como si de un frisbi se tratase, para despejar al hombre de su arco. Ella sacó su espada y vio al hombre sacar dos de sus afiladas flechas y hacerlas girar como si fueran mazas. Empezaba la lucha.

Se situó en posición de combate frente al arquero que portaba ahora dos flechas, no sabía como lucharía, pero estaba claro que su puntería era certera, lo que si sabía es que no podía vencerla en velocidad, ella era la más rápida, siempre era la más veloz, su entrenamiento, sus habilidades le permitían serlo, era si terreno, y el no parecía estar entrenado para ser veloz si no para ser resistente, Alanna sabía por experiencia que mantener el arco tenso era duro, y necesitaba paciencia y resistencia, porello podía llegar a suponer que, si bien el tipo era certero, no era veloz, y esa era su mejor baza.

Comenzó a correr alrededor del arquero con prisa girando su espada en el proceso, logrando acercarse lo bastante como para hacerle algunos cortes, mientras el otro intentaba lanzarle las flechas que tenía en las manos, que se veían repelidas por su espada. Había logrado marear a su rival, haciéndole perder la mayoría de sus armas, ya solo le quedaban dos flechas, las que llevaba en la mano, para atacar.

Lo notaba algo mareado, y ella, a pesar de estar cansada, no debía estarlo tanto como él, que había perdido flechas y hacía escaso tiempo había estado disparando su arco, debía tener, como poco los brazos cansado, eso le daba una ventaja. Se lanzó hacia delante, espada ropera de frente y, en el último momento, hizo un amague hacia su izquierda, que debía ser su punto flaco, ya que era con la mano que sostenía la madera del arco, y espero a que su golpe fuera certero, si le daba, podría ir por fin a detener al rey.

Merodie, por su parte, había recogido las flechas del suelo y las acumulaba en sus brazos, sosteniendo una como si de un puñal se tratara, para, en cuanto tuviera oportunidad, clavarla en la espalda del arquero, a quien se le acababan las opciones, si no lo mataba una de las jóvenes, lo haría la otra.
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Mensaje  Tyr Miér Jul 20 2016, 17:53

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Mensaje  Eltrant Tale Vie Jul 22 2016, 19:31

No estaba muy seguro de como lo había logrado, pero la última estocada que había lanzado había cumplido su cometido, Bono estaba muerto.

Inevitablemente perdió el equilibrio, consiguiendo solo mantenerse de rodillas gracias a su espada, la cual usó a modo de bastón para mantenerse en pie. – No. – Se dijo limpiándose la mezcla de sudor y sangre que resbalaba por su frente – Cuando acabe con el rey – No sin esfuerzo consiguió volver a levantarse, instante en el cual envainó su espada y se giró a recuperar el manuscrito que encerraba su alma.

La muerte del brujo no fue lo último que le sorprendería en aquel sótano, el libro del sabio volvió a lanzar un centenar de letras al aire, como si de una explosión alquímica se tratase, un sinfín de letras de un brillante color dorado comenzaron a formar escenas ante sus ojos, miró a su alrededor solo para percatarse de que ya no estaba en el sótano del casillo, un océano de oscuridad se extendía a su alrededor.

Entonces las letras comenzaron a formar escenas frente a sus ojos, primero un ruiseñor cantando, entonaba una suave melodía con una voz dulce y delicada que Eltrant estaba seguro de haber oído con anterioridad, justo tras aquello, una multitud quemaba a un hombre de uniforme con saña y después un combate entre dos individuos que finalizaba con la victoria del que poseía una espada y, por último, un gato con corazón de león.

Frunció el ceño cuando sintió como una corriente de aire le rodeaba y le forzaba a chocar los talones hasta tres veces, a continuación, antes de que la oscuridad se disipase y el mercenario volviese a encontrarse frente al cadáver de Bono, dos sencillas frases llegaron hasta sus oídos.

No hay nada como el hogar… – Repitió el séptimo de los Tale cuando se vio de nuevo frente al brujo sin vida frente él, negó con la cabeza, demasiados acertijos para el tiempo que tenía, debía avanzar – Para contener sabiduría infinita eres demasiado ambiguo – Dijo el mercenario mientras se agachaba a recoger el libro de tapa roja.

Si todo lo que acababa de ver era realmente relevante y no un sinfín de sin sentidos acabaría por descubrirlo de alguna forma, dudaba mucho que el escrito le hubiese desvelado algo que pudiese resolver allí mismo.

Antes de marcharse se agachó junto al cuerpo sin vida del brujo y revisó sus pertenencias, no tenía gran cosa encima, varios viales rellenos de líquido que, después de lo visto en la aldea, prefería no tocar, y un amuleto de color oscuro con un circulo blanco en el centro, en el reverso del talismán, la frase “No hay lugar como el hogar” estaba hermosamente inscrita con una fina caligrafía, digna del mejor de los joyeros. – Interesante. – El mercenario le arrebató al difunto Bono el amuleto de un fuerte tirón, rompiendo la fina cuerda con la que lo sujetaba a su cuello, y se lo ató al cinto, junto a la espada.

Con el colgante en su poder volvió a incorporarse y subió escaleras arriba, trató de ignorar el hecho de que, incluso muerto, la expresión del Bono se estaba tornando lentamente en una grotesca sonrisa.

El distante sonido de las diferentes batallas que se estaban librando a lo largo de la mansión fue lo primero que le recibió una vez en el piso superior, suspirando miró a su alrededor, vio pasar a varios campesinos armados con espadas oxidadas tras la ventana que tenía junto a él, hacía bastante que no veía a Alanna y estaba empezando a sentirse inquieto por su destino, pero algo le decía que era ella quien estaba detrás de aquello, los lugareños confiaban en la guarda y por lo que sabía, la seguirían ciegamente, lo que le tranquilizó un poco, si estaba viva, no estaba sola. O eso quería pensar.

Por otro lado, no había ni rastro de la familia que había rescatado en el patio, tampoco de Fredd, torció el gesto y avanzó cauteloso por los diferentes pasillos, evitando las diferentes patrullas de centinelas que iban a unirse a alguna refriega o se estaban retirando de ellas.

Al cabo de un rato encontró la habitación en la que, al huir del patio, se habían refugiado la familia que había estado a punto de ser colgada, y como antes, un grupo de aldeanos se hallaba en su interior, sin embargo, lo que estaba sucediendo en su interior era muy diferente.

Los campesinos, fuertemente armados, algunos con trozos de armadura seguramente robados, no estaban escondiéndose, rodeaban a un malherido Fredd que parecía no tener fuerzas, ni ganas, para defenderse de aquella turba.

- ¿Se puede saber que estáis haciendo? – Preguntó Eltrant atrayendo las miradas hacia él, muchos prepararon las armas pala abalanzarse contra el mercenario, sin embargo, nadie atacó, se quedaron contemplando al recién llegado, listos para lanzarse contra él de ser necesario– Tú… tú eres el mercenario, el del pueblo – Dijo uno de ellos bajando un poco la espada de color cobre que blandia – ¡Estamos repartiendo justicia! – Exclamó un segundo girándose de nuevo hacia Fredd con pose amenazante - ¿De dónde sales tú? – Preguntó un tercero – Parece que te ha atacado una jauría de lobos o algo – Eltrant arqueó una ceja – Algo así, dejad al guarda en paz – Ordenó, lo cual resultó ser una grave ofensa para los presentes pues volvieron a alzar las armas contra el castaño - Veo que para vosotros todo es blanco o negro. – El que había hablado en primer lugar y parecía ser líder de aquella cuadrilla avanzó un par de pasos y entornó los ojos – ¡Nos llaman cuelliflojos! ¡No entiendes nada! ¿¡Así que te has pasado al bando de estos malnacidos?! – Gritó, Eltrant apretó los dientes, aquel tipo iba a atraer la atención de todo el castillo – ¡Como era de esperar de escoria mercenaria como tú! – Eltrant arqueó una ceja y sujetó con firmeza el pomo de su arma, aquella noche estaba siendo un bucle de amenazas a campesinos y peleas con gente que le superaba en número y fuerza – No podéis decir que no os he avisado, si queréis pelear, adelante – Otro lugareño agarró a su líder por el hombro antes de que este se lanzase contra el mercenario – Mira su cinturón Jonathan – Susurró señalando el amuleto que pendía del cinto del joven - ¿Eso no es? – El líder palideció al entender lo que su aliado estaba queriendo decir - ¿Le has matado…? – Eltrant asintió, lo que hizo que todos bajasen las armas – Muchos de estos tipos son tan victimas como vosotros – Afirmó soltando su espada de nuevo – La diferencia entre una muchedumbre sanguinaria y vosotros es que vosotros no vais a matar heridos ¿Verdad? – Ignorando al mercenario algunos comenzaron a salir de la habitación cabizbajos. – Quiero hablar contigo – Dijo Jonathan antes de abandonar la habitación. – Te espero fuera.

Últimamente, solo quedaron él y Fredd en la pequeña estancia. – ¿No te gusta hacer amigos? – Preguntó el guarda de mala gana levantándose con ayuda de su bastón – No los necesito para hacer mi trabajo – Contestó el mercenario con la sombra de una sonrisa en su cara – Además, se habrían arrepentido a la larga. – Fredd gruñó algo por lo bajo y se sentó en un amplio sillón de cuero rojo que estaba frente a la puerta– Ese idiota es el hijo del alcalde, lo que hay que ver – Masculló entre dientes – Déjame solo ¿Quieres? Quiero descansar un rato – El mercenario asintió y salió de la habitación, una vez fuera un sonoro chasquido mostró al mercenario que Fredd había cerrado la puerta por dentro.
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Mensaje  Sigel Jue Jul 28 2016, 17:52

Frea era una de las pocas en la aldea que sabía agarrar una espada o tensar una felcha en un arco. A medida que recogía las flechas del suelo, Merodie recordaba las muchas veces que Frea le intentó enseñar a disparar con el arco, a empuñar una espada y luchar con ella, qué clases de armaduras eran más resistentes, cómo se manejeba un escudo….  Merodie demostró ser una completa inútil para todo eso y más. Cogía la empuñadura de una espada de la misma manera con la que cogía el mango de un cuchillo para cortar el pan.

Entre las pocas cosas que sabía hacer estaban el preparar la comida mientras los demás entrenaban, preparar los muñecos de entrenamiento y recoger flechas.

Y recoger flechas era lo que estaba haciendo a medida que la señorita Delteria, otra luchadora tan fuerte y rápida como Frea, luchaba contra aquel tipo del traje negro. Era lo único que se le ocurrió hacer para ayudar mientras ella se enfrentaba al hombre y ojala supiera hacer más. En su estado no se atevía ni tan siquiera a acercarse al peligro.

Las espadas estaban en discursión, igual que los ojos de la señorita Delteria con los ojos del hombre de negro. No peleaban con los brazos, con las piernas ni con las espadas; luchaban con los ojos. “Las chispas de cada par de ojos intentan controlar el fuego” pensó con la inocencia de alguien que jamás había visto a nadie combatir.

Una idea absurda e infantil (ella misma sabía que su idea era así) se le ocurrió en el mismo instante en que Alanna estaba a punto de hacer lo que Frea llamaba “el golpe de gracia”. Quizás… esa idea, por muy ridícula que sonase, sería lo mejor que podía hacer para ayudar a las chispas en los ojos de Alanna.

Soltó las flechas que había cogido, todas menos una, se llevó la mano izquierda a su vientre donde estaba su bebé y con la derecha empuñó la flecha como si fuera ese cuchillo para cortar el pan que tanto criticó Frea. Merodie tenía una oportunidad, solo una, de poder demostrar ser más que una señora del hogar. Podía ser una inútil con la espada pero no en todo era igual de mala.

Un chasquido acompañado de un gorgoteo se escuchó en el momento en que la punta de la flecha que tenía cogida Merodie se clavó en la espada del hombre del traje negro. El hombre gruñó, chilló y gritó. Estuvo a punto de insultar pero la espada de la señorita Delteria, hizo cortó todo sonido proviniente del hombre de negro con “el golpe de gracia”.

_____________________

Todos en la habitación a excepción del hombre que llevaba la corona sobre la cabeza se giraron al unísono cuando vieron que otra copa más de las que estaban sobre la mesita estallaba. En el trono, el hombre hizo caso omiso. No era una copa importante. Otro de los alfiles del metafórico ajedrez. Después de haber visto como la copa de Bono se rompía, ya ninguna de las copas le importaba en absoluto. ¡Que estallasen! En un oscuro recoboco de su mente deseaba ver el cristal de todas las copas esparcidas por el suelo.

Una de las doncellas se arrodilló a los pies del señor para recoger los cirstales antes de que se volviera a cortar. Parecía que tenía inscrita la frase “y ya van tres” en su puta cara. Como si el no lo supiera… El hombre sentado en el trono y con la corona sobre la cabeza creía (y no se equivocaba) que sus sirvientes hacían fuerzas con los labios para apretarlos y no decir que tenían miedo de lo que fuera que estuviera reventando las copas de vino. ¡Mierda! Ellos eran tan débiles que parecían gusanos.

Y la cuarta. La cuarta copa estalló. Esta vez la de un peón. Uno de esos guardias de la aldea que no se tuvo la molestia de aprender el nombre. Bien. Quien fuera que estuviera matando a los hombres que conjuró moriría.

-Ha llegado vuestro turno- dijo el hombre del trono, –estad preparados-.

-Sí mi señor- contestaron al unísono el grupo de mercenarios que vestían con los mismos colores que Bono y Flecha Negra. Entre ellos había una chica que los destructores de copas conocerían muy bien.

_____________________


* Alanna Delteria: Buen trabajo, has matado a Flecha Negra y has hecho que Merodie tenga algo más de confianza en sí misma.
* Eltrant Tale: Fredd se queda descansado. No está muerto, pero dado a sus heridas no volverá a participar en ninguna batalla más. Al menos, por ahora. Un consejo he de darte y es que no confíes en el hijo del alcalde.
* Ambos: El objetivo es el mismo para los dos. Debéis ir al lugar donde se encuentra el Falso Rey (podéis hablar entre vosotros si necesitáis uniros antes de entrar). Estad preparados física y mentalmente para todo lo que os puede suceder allí dentro. Alanna y Eltrant, buena suerte. Toda la aldea está con vosotros. En el siguiente turno no podréis utilizar los siguientes personajes: Fredd, Frea, Falso Rey, Gardian, chica misteriosa ni ningún miembro de los mercenarios del Falso Rey.
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Mensaje  Alanna Delteria Vie Jul 29 2016, 19:37

Merodie, Merodie, a pesar de sus dudas, sus miedos, su temor, fue quien dio el golpe de gracia, cuando Alanna aun no había llegado a dar el golpe, fue Merodie, esa chica tan tímida que parecía no ser capaz de hacer más que cocinar, no solo había guiado la turba junto a ella, si no que, además, había logrado, aun embarazada, distraer al tipo y herirlo lo suficiente como para que ella diese el último golpe e hiciera tambalearse una pieza más del macabro juego del rey falso.

Alanna se acercó a la mujer, que temblaba, nerviosa, no había tiempo que perder, debía entrar a la sala, y el metodo más rápido seguía siendo el de la biga, el más rápido y el que menos se esperarían, al fin y al cabo, quien espera que se entre rompiendo un cristal del equivalente a un cuarto piso, teniendo escaleras y una puerta. Intentando calmarla, le tendió la mano, ensangrentada, al igual que la de Merodie.

Piel con piel, sangre con sangre, la mujer elevó la vista y se encontró con los ojos claros de Alanna, que la miraban con orgullo. En algún momento, esa guerrera también fue una pequeña desvalida que temía por su vida y a penas era capaz de alzar una daga. Alanna, a pesar de la prisa, se tomó un segundo para sonreír a la joven, no era ella quien había sesgado la vida, había sido la guardia, no debía sentirse culpable, si no fuerte, porque había defendido lo que era realmente importante.

- Eres fuerte y valiente, puedes hacer lo que te propongas, has defendido a tu familia, a tu pueblo, y a tus hijos. Levanta la cabeza, eres una guerrera, y no debes avergonzarte por ello.- le sonrió antes de alzarse, poner su arma en el cinto y correr hacia las escaleras.- Escóndete, tu cometido ya ha terminado, ahora cuida de ti y de tu futuro bebé, estoy segura de que será una niña, tan valiente como su madre.- le sonrió guiñándole un ojo antes de bajar los escalones de dos en dos.

Llegó al césped y volvió a observar el terreno, ahora vacío, ni guardias, ni aldeanos ni nadie, debían estar dirigiéndose todos a la sala del trono. Alanna alzó la vista con decisión, iba a llegar allí, e iba a derrocar a ese impostor. No estaba dispuesta a permitir que jugasen con la vida de nadie más, esa marca que llevaba en la mano era la prueba viva de que si se quería la voluntad podía vencer cualquier control, por férreo que fuera.

No se avergonzaba de ella, al contrario, era la prueba viva de que había logrado superar a quien había intentado jugar con ella, pero no quería preocupar a Frea ni a Eltrant, por ello sabía que debía mantenerla oculta, aun bajo las maltrechas e improvisadas vendas.

Escaló nuevamente hasta llegar a la biga, y allí se mantuvo, impasible, respirando hondo, era la hora de clamar venganza, de proclamar que la verdad era distinta y que no permitiría que la mentira tuviera cabida, era la hora de reclamar el pueblo para el pueblo, la libertad por la libertad, y la paz, por la paz, aunque, para ello, necesitara terminar la guerra, esa guerra que no había iniciado ni ella ni el pueblo, pero que iban a terminar.

Se cogió con fuerza a la gruesa cuerda que sostenía la biga y comenzó a moverse con fuerza para que esta se balancease, cada vez más y más fuerte, cada vez más y más rápido. sus mechones cortos, lisos y desgarbados se movían junto a ella sin llegar a su boca, y la biga se acercaba a la ventana cada vez más y más.

CRASH, se escuchó cuando esta hizo restallar los cristales, entrando en la sala. Los cristales saltaron por todos lados reflejando la luz del alba creando arcoiris de colores que parecían burlarse de la situación, dando color y esperanza a aquello que parecía yermo, las esquirlas volaban por todos lados interponiéndose entre la joven de ojos decididos y el hombre de falsa corona. Alanna, recta, agarrada con una sola mano a la cuerda, con porte orgulloso y cabeza alta, a pesar de las heridas, el barro y su aspecto en general, gritó a voz en grito, extrayendo su espada del cinto.

- ¡EH, TÚ! ¡JAMÁS SERVIRÉ A UN FALSO REY!-
Proclamó alzando la espada y señalando al que ocupaba el trono con el filo de esta.

La biga quedó enganchada en la pared llegando con sus puntas de arco a arco de la ventana rota, y las cortinas de color vino, engastadas en esquirlas de cristales rotos, aventaban en el cuarto cubierto de vidrio dejando un fuerte olor a libertad y un marco de miles de colores que reflejaban en las paredes mientras el aire entraba por la ventana liberando el cuarto de ese aroma a podredumbre, cerrado, a mentira.

El cabello corto de Alanna, parecía una burla para el hombre del trono, que esperaba verla muerta, no con un cambio de aspecto, no había estado contenta al principio, sin embargo, ahora le resultaba liberador, como una señal del cambio que venía, una señal de que el pueblo era fuerte, y por mucho que lo atizaran, molieran a palos o torturasen, por mucha amenaza o miedo que hubiera, siempre sobrevivirían, fuera la amenaza que fuera, puede que tuvieran que cambiar, adaptarse para la lucha, pero lograrían la victoria, fuertes, heridos, diferentes, pero, sobre todo, orgullosos.

Se acercaban nuevos vientos, y habían entrado rompiendo los márgenes y enfrentando el peligro cara a cara. Era el momento del cambio, y nada ni nadie podría impedirlo.
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Mensaje  Eltrant Tale Vie Jul 29 2016, 22:34

-Así que has matado a Bono, bien… hecho…- Jonathan detuvo al mercenario en cuanto este salió de la habitación y sonrió socarronamente – Sí, es por lo que me pagan – Contestó Eltrant sorteando el muro humano que el joven y sus lacayos habían fabricado frente a él, probablemente para que no pudiese marcharse sin intercambiar al menos unas palabras con ellos - ¿¡No te vas a dignar a mirarme a la cara?! ¿¡A mí!? ¡Te dije que quería hablar contigo!  – Al oír esto, el castaño se detuvo y se giró mirando directamente a los ojos de Jonathan - ¿No tenéis una guerra civil que ganar o algo así? Después de lo que he visto ahí dentro, sinceramente, no me interesa mucho nada de lo que tengas que decirme, déjame hacer mi trabajo – Encogiéndose de hombros volvió a ignorar a los aldeanos – Por cierto, el alcalde es tu padre, no tú – Dijo antes de desaparecer entre los pasillos de la mansión.  

Una pequeña voz en la parte trasera de la cabeza le decía que, quizás, había sido muy duro con el chico, él no era ningún santo después de todo, había obligado a Fredd a que le dijese lo que él quería al poco de llegar a aquel pueblo, también había arriesgado la vida de los aldeanos en distintas ocasiones, simplemente para cumplir con el trabajo al que había accedido a realizar; no, él no era muy diferente de los tipos a los que trataba de derrocar, siempre había alguien que salía perjudicado cuando él estaba de por medio.

No fue difícil para Eltrant notar que, el número de gritos, el número de guardias, de aldeanos, había disminuido; Cada vez había menos personas corriendo por los pasillos del baluarte gritando consignas de libertad o de traición, aclamando al rey o tildándole de tirano, luchando por la libertad o porque era lo que les habían encomendado, daba igual a que bando perteneciesen en vida, los muertos no se diferenciaban mucho unos de otros.

Al cabo de un rato lo suficientemente largo como para que Eltrant pudiese haberlo considerado parecido a un descanso, encontró finalmente una enorme puerta de metal, adornada con ostentosas estatuas a cada lado y con bellas doradas talladas en el marco.

Era evidente que aquella era la entrada que llevaba buscando toda la noche, sin pararse a leer lo que decían las inscripciones, el mercenario acercó la oreja al portón intentando sin éxito oír algo de lo que hubiese al otro lado, aquel lugar no tenía vigilancia aparente desde el exterior, lo que no solo era extraño, también indicaba que, de haber alguien dentro, estaba bastante seguro de que no tendría problema alguno para encarar a posibles intrusos.

Frunció el ceño y colocó ambas manos en la puerta para entonces, empujar con fuerza, la entrada cedió levemente ante él, abriéndose poco a poco con un incesante chirrido metálico; además de sin vigilancia, tampoco estaba cerrada. Según empujaba el mercenario comprendió que o bien se encontraba con algo para lo que no iba a estar preparado, o todo aquel galimatías visual que se estaba encargando de empujar no era más que una enorme decepción y aquel lugar era un armario extremadamente innecesario. Fue la primera de las dos opciones la que se encontró frente a él.

Estaba en el centro del baluarte, literalmente, en la boca del lobo, su entrada no había pasado desapercibida, todos le miraban fijamente, el hombre de aspecto siniestro al final de la habitación, sentado en el trono, miraba con condescendía al recién llegado, la decena de mujeres ataviadas con vaporosos vestidos que dejaban poco trabajo a la imaginación no hicieron nada, como si de autómatas se tratasen se posicionaron aún más cerca de su rey, acercándose hacía el grupo de hombres de negro que, armados hasta los dientes, parecían listos para pelear.

El mercenario caminó hacia adelante, sin prisa, mientras desenvainaba su espada, sus pasos eran acallados por la alfombra de color rojo y dorado que conducía a los visitantes en aquella habitación hasta poco antes del trono desde el que el rey, probablemente, realizase las audiencias; Por lo que lo único perceptible en ese instante, era la respiración de los presentes.

-Se quienes sois, no sois el verdadero rey de Lunargenta, un impostor, un tipo lamentable que ha decidido aprovecharse de las gentes de este lugar – Dijo el mercenario serio, sin perder de vista a los soldados que rodeaban al rey – Me han contratado para… - Un fuerte estruendo y una lluvia de cristal y madera rompieron la frase de Eltrant, quien alzando la espada y temiéndose lo peor, contempló atónito como una nueva figura entraba en el salón del trono a través de la ventana rota, vociferando para segundos después desenvainar un estoque tan fino como letal.

- ¿Alanna? - Arqueando una ceja, y tratando de obviar el destrozo que la traviesa en la que acababa de entrar la guarda había ocasionado sonrió, aliviado al comprobar que la joven seguía con vida– Bonito corte de pelo – Dijo como único saludo al notar como ahora era diferente, suspiró, aparentemente los dos habían pasado por muchas cosas al separarse en La Ruta Roja. - Estoy empezando a pensar que soy una mala influencia para ti. ¿Atravesar una ventana?- Bromeó ajustando la venda que rodeaba la mano con la que sujetaba su espada y, imitando a la guarda, apuntó al rey con su espada. - Lo que... ella ha dicho. Falso rey.


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Mensaje  Sigel Sáb Jul 30 2016, 17:49

Si la señorita Delteria se había dado cuenta seguro que los demás también lo sabrían. Merodie no había dicho a nadie que estaba gestando un bebé en su vientre. De haberlo dicho, Frea no habría consentido que la dejasen participar en todo aquello. “Esto lo hacemos para proteger a nuestros hijos no para ponerlos en peligro”. Habría dicho Frea con la firmeza que le caracterizaba.

Con la cabeza agachada, Merodie caminaba hacia el resto de sus compañeros. En su cabeza se imaginaba como sus amigos, nada más llegar con ellos, le renegarían por haber puesto en peligro al bebé. Y, claro, después de lo que había dicho Alanna, en los pensamientos de Merodie todo el mundo sabía que iba a ser madre. ¿Y el padre, Velgor? No se lo había dicho. Iba a ser una sorpresa que le diría cuando todo esto acabase.

-¿Gardian eres tú?- creyó ver a lo lejos a uno de sus compañeros correr entre los pasillos del palacio, parecía estar huyendo de todo el mundo. -¡Gardian espera!-

Sin dudarlo dos veces, ella sola, fue corriendo tras el hermano de Frea. No lo había visto desde la Ruta Roja, era un milagro que hubiera sobrevivido al derrumbamiento. Aunque sabía que iba a ser peligroso decidió correr; siempre sería mejor que soportar la mirada acusadora de los demás.

_____________________

Después del ruido de los cristales y de la charla de los intrusos se escuchó un único aplauso y nada más. Era el aplauso del hombre que estaba sentado en el trono y tenía una corona en la cabeza. Esas dos únicas cosas le indicaban que era el Rey. El Rey de Lunargenta. Solo por llevar una corona y sentarse en una silla ya era considerado el Rey de Lunargenta. Sonaba tan gracioso como ver a esos dos payasos entrar en la enorme sale. La primera era la chica que rompió la primera y tercera copa. Ella entró por la ventana como si fuera un vulgar gato en busca de una raspa de pescado. El otro, el chico que rompió la copa de Bono, fue un poco más civilizado y entró por la puerta. Ambos dos merecían un aplauso. De verdad, un fuerte y gran aplauso.  ¿Falso Rey? Era un buen apodo y muy gráfico, donde iba a parar.

Quien rompió la cuarta copa entró en el mismo momento en que el Falso Rey aplaudía. Lo hizo por una ventana, igual que Alanna, pero sin llegar a romperla. La ventana estaba entreabierta y él era lo suficientemente pequeño para poder entrar por un cualquier hueco.

La entrada del pequeño hombre zarigüeya manchado de sangre y empuñando una rama como si fuera una espada hizo que el Falso Rey se levantase del trono y aplaudiese con más fuerza.

-¡Magnífico!- felicitó a los futuros muertos- vosotros habéis descubierto lo que es obvio para cualquier ser con ojos y cabeza para pensar- dejó de aplaudir.  Todos los criados miraron con miedo al hombre con la corona en la cabeza. Ellos sabían lo que él iba a decir.- me he divertido mucho con vosotros pero es hora de que muráis. Sabéis demasiado y habéis llegado demasiado lejos. No voy a permitir que salgáis de aquí.

Cogió una de las copas de vino que quedaban sobre la bandeja de plata. La copa de LA REINA. Removió el líquido, susurró “MATARLOS” y se bebió el contenido.

_____________________

En el grupo de los mercenarios estaba la mejor pieza con la que jugaba el Rey. En una partida de ajedrez, ella sería LA REINA. Una luchadora osada, peligrosa, maestra del engaño y de las artes de combate. Sabía pelear con la espada y también con la ballesta. En el guión de su vida planeó hace tiempo ser un heroína pero se convirtió en villana por vicisitudes del destino.

La chica se echó para atrás la capucha que le cubría el rostro con el fin de mostrar quién era. Eltrant el mercenario conocía a ese rostro. Ella había sido quien la había contratado para que matase al Falso Rey. Hont también la conocía, esa chica era que le daba los trozos más grandes de comida y no le pedía que hiciera ninguna acrobacia a cambio. ¿Y Alanna? Por supuesto, ella era quien más sabía de la chica. Entre todos los hombres y mujeres que se encontraban en la amplia habitación, solo Alanna sabía que el nombre verdadero de la chica era Elise Delteria. O, al menos, lo fue.

Toda la piel de la chica estaba teñida de esa ligera luz verde; significaba que el Falso Rey y la poseía. Tenía que cumplir con todas sus órdenes. “Mata a Alanna. Mata a Eltrant. Mata Hont. Pero sobre todo, mata a Alanna” sonaba en la cabeza de la chica una y otra vez y ella no podía hacer nada para hacer que las voces callasen.

_____________________


¿Y ese era quién mató a Bono? Un simple humano con una espada. No, eso era una broma, tenía que haber algo más. ¡Un truco! Sí, eso sería un truco. Un mal truco de magia como aquellos que hacían los trileros en el puerto para ganarse unas pocas monedas. Tenía que ser eso. No podía ser otra cosa. Eso era una mala treta.

El Arlequín se quitó su sombrero de bufón e hizo una burda imitación de una reverencia ante el asesino de Bono.

-Me pido ese- señaló al asesino de Bono a medida que mostraba toda una colección de cuchillos arrojadizos que guardaba entre los descosidos de su traje de bufón.

El Arlequín estaba dispuesto a resolver el truco del aquel infame impostor. ¿Qué sabría un espadachín de bromas y engaños? Él no era nadie. Mentira. Sí era alguien. Era un impostor. Y los impostores eran castigados con la muerte. O mejor, eran castigados con la broma asesina.

_____________________

* Alanna Delteria: En el siguiente turno te enfrentarás contra Elise Delteria. Estoy seguro que sabes quién es y toda la historia que le rodea. Se misericordiosa con Ely, no es consciente de sus actos.
* Eltrant Tale: Tú enemigo principal será el Arlequín. He oído que eres aficionado a leer comics y que tú preferido es Batman. Aquí tienes a tu Joker.
Arlequín:
* Ambos: El peligro no acaba con vuestros enemigos principales. Todos los mercenarios del Rey van a ir a por vosotros. La escolta privada, los mejores guerreros de toda la quest. El Falso Rey no os lo dejará fácil. Son sus copas puede controlar, y creadme que lo hará, a todos sus sirvientes para que ataquen cuando menos os lo esperéis. Es la batalla final. Haced que sea interesante. Podéis utilizar a Hont si lo veis necesario. Al finalizar vuestro lanzaréis la Voluntad de los Dioses por ver cómo de efectivos son vuestros ataques. No podréis usar los personajes: Merodie, Gardian, Fre y Falso Rey. Los demás están a vuestra entra disposición. Que os divirtáis si es que no morís en el intento.
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Mensaje  Alanna Delteria Sáb Jul 30 2016, 19:12

No lo conocía, solo lo había oído hablar dos minutos, y ya sabía que el falso rey le caía mal, mal fatal. En serio, ¿qué tipo de persona aplaude a quien intenta matarlo? Tanto ego tenía, porque ella estaba dispuesta a bajárselo a hostias. Negó con la cabeza intentando calmarse, lanzarse contra él no serviría de nada, tenía a todo su maldito séquito de personas verdes bajo su poder.

Al menos Eltrant estaba ahí, sorprendido, herido, pero vivo, llevaba desde el derrumbamiento sin saber de él, y el verle allí, de pie, erguido contra el culpable de todo y tan tranquilo como siempre la tranquilizaba mucho. Le sonrió ante el comentario del cambio de pelo, orgullosa, era la prueba de que había sobrevivido.

Volvió a girar la cabeza hacia el tipo de la corona, que seguía sonriendo, pronto le borraría esa sonrisa de la cara, si algo había aprendido la chica en sus años de experiencia combatiendo era que, aquel que intentaba controlar a otros para que hicieran su voluntad, era porque no tenía poder ni valor para hacerlo por si mismo. Y al mirar a ese tipo tan altanero, las palabras rata, cobarde, y cerdo, llegaban a la mente de la chica, lo que no sabía el falso rey era que ella se enfrentaba a seres tan despreciables como él a diario, y por muy malherida que la dejasen, allí seguía de pie, para enfrentar al siguiente idiota, esta vez, el idiota era él.

La chica cortó la cuerda y calló junto a la biga haciendo que los cristales rebotasen con su caía, ella, con duras botas de fuerte cuero en tierra y una mano en la madera, calló sin herirse y se alzó volviendo a apuntar al tipo con su espada mientras este daba su orden a el primero de sus secuaces.

Alanna giró la cabeza al notar el movimiento, alguien se retiraba la capucha, y lo que vio, la dejó sin aliento. El tiempo se detuvo, el aire dejó de soplar, la oscuridad se cernió sobre el cuarto por un instante iluminando únicamente a dos personas en la sala, Alanna y Elise, separadas por varios metros, y una inmensa losa que pesaba sobre ambas y las distanciaba más que cualquier separación física.

El tiempo volvió a correr, los ojos de la mayor de las Delteria se abrieron como platos mientras, negando con la cabeza, y susurrando "no, no, no" se mantenía en el sitio sin ser capaz de moverse. La sorpresa era tal que no podía, aun entender lo que sucedía. Ella no podía estar allí, estaba muerta, ella misma había visto la tumba en el helado norte, había cavado buscando su cuerpo hasta que sus manos habían sangrado y su cuerpo se había congelado, había llorado por ella hasta que sus ojos se habían quedado sin lágrimas, y entonces había seguido llorando sin poder llorar, penando por quien era más importante para ella y ya no estaba.

Elise estaba muerta, no podía ser esa chica de largos cabellos castaños que le devolvía una mirada hueca, ¿acaso el tipo había sido capaz de desenterrar un cadáver? No, no podía ser eso no tenía sentido, si pudiera dominar a los muertos habría usado a los aldeanos que él mismo había asesinado, pero usaba personas, personas vivas, por lo que Elise... Elise debía estar viva.

- No puede ser....- murmuró tapándose la boca con su mano vendada, mientras una lágrima se resbalaba por su mejilla.

La había encontrado, la había encontrado por fin, tras años de buscar, tras creerla muerta, la tenía frente a ella, viva. Más y más lágrimas comenzaron a descender por el rostro herido de Alanna aclarando sus ojos castaños volviéndolos del color de la miel. Sin embargo, la orden del tipo había sido clara, mátalos, Elise debía acabar con ellos. No podía permitirlo, acababa de encontrarla, no iba a dejar que la matase, no cuando por fin se habían reencontrado.

Alzó la espada y se secó los ojos justo a tiempo de detener uno de los golpes de su hermana. Que se había lanzado contra ella como si fuera la única persona en el cuarto, siguiendo las órdenes del rey falso. Quería llamarla, hacer que la reconociera, quería hablar con ella y hacerla despertar, pero la voz no le salía, se encontraba con ella, cara a cara por fin, pero esos ojos estaban tan huecos y su piel rosada tan verduzca que no podía acabar de reconocer a Ely, a su hermanita, en esa chica de aspecto mortecino, al menos, sabía Alanna, no era un cadáver, y si la despertaba podría volver a ver a su hermana, a su verdadera hermana, con esa sonrisa traviesa y esos ojos brillantes.

Las espadas de las hermanas se separaron con fuerza, mandándolas a la una lejos de la otra, momento que un criado aprovechó para subir a la espalda de la guardia que, viendo la rapidez con la que Elise se acercaba a ella, dispuesta a matar, no tuvo reparo en golpear contra la pared a su atacante, que golpeó su cabeza con el pico del marco de una ventana abierta, probablemente por la que entró Hont, y caer al suelo con la cabeza sangrando.

Alanna tuvo el tiempo justo para bloquear un nuevo ataque de Elise, que, de frente, casi la apuñala en el vientre, no, no podía permitir eso, no solo porque por fin se habían encontrado si no porque, sabía que, si Elise descubría que era ella quien había sesgado la vida de Alanna, no se lo perdonaría jamás.

- ¡Elise, despierta!- pidió Alanna a su rival.- Por favor, Elise, no hagas esto, tu no eres así.- dijo mientras se deshacía del peso de la chica.

La batalla las hacía moverse por toda la habitación, como el juego del gato y el ratón, en el que uno corre y el otro lo persigue, pero esta vez, la gata era la que corría esperando que el ratón la siguiera. Estaban ya lejos de los cristales rotos de su entrada, y alejados también de la mayoría de sirvientes algunos de los cuales se atrevían a lanzarse contra ellas pero la misma ELise, demasiado centrada en su objetivo, era quien los despachaba con un sencillo corte.

¿Cuando había aprendido su hermanita a luchar así? No lo sabía, no le importaba, al fin y al cabo, era ella la mayor, la que había defendido a Elise desde que era pequeña, y eso no iba a cambiar ahora, la había salvado de niña, no había podido salvarla cuando la pensó muerta a pesar de sus constantes intentos, pero eso iba a cambiar, no iba a permitir que volvieran a alejarla de ella, no iba a dejar que Elise volviera a separarse de su lado, iba a cuidarla como no pudo hacer, iba a salvarla como fue incapaz en su momento, le acababan de dar la oportunidad de cambiar el pasado, y no iba a desaprovecharla.

Lanzó una estocada rompiendo el cuero que ataba la ballesta de su hermana a la espalda de esta y recibió, a cambio, un golpe en el costado, que fue detenido por su coraza de cuero, por poco. Alanna lanzó una nueva estocada, no quería herirla, solo iba a lograr que se deshiciera de su arma, no iba a pelear con Elise, no podía, cada estocada que debía detener le rompía un poco ese corazón que había empezado a sellarse al verla viva.

Alanna soportó dos golpes más, que no llegaron más que a rozarla, uno en la mejilla, que le dejó una pequeña herida sangrante en el pómulo, otro en el brazo con el que manejaba la espada, ese fue el que le permitió despojar a la chica de su arma. Voló de la mano de Elise a la de la hermana mayor, que, sin pensarlo dos veces, la tiró por la ventana y pisó en el camino, la ballesta, rompiéndola.

La pequeña de las Delteria se lanzó contra ella, rabiosa, intentando poner sus manos en el cuello de su hermana. Alanna, dejando caer la espada, la cogió por las muñecas y se tiró al suelo, sobre Elise, intentando inmovilizarla. Debía lograr que la escuchase.

-Elise, para, mírame, soy yo, ¿No me reconoces?, Ely, por favor.- Le pidió a su hermana sin reconocer el brillo en sus ojos, haciendo que los suyos se cubrieran de lágrimas.- Ely, por favor, despierta, no puedes dejarme otra vez, no ahora, no cuando por fin volvemos a vernos. Pensaba que estabas muerta, creí que había llegado tarde, cuando pensé que habías muerto, morí contigo. Por favor, no me mates de nuevo, ya moriste una vez, morimos juntas, no volvamos a morir. Por favor. Ely... ELy, vuelve, te echo de menos... Ely...- sollozó dejando caer la cabeza contra el pecho de su hermana, soltándole los brazos, abrazándola.- Despierta...- sollozó empapando el pecho de Elise, el corazón de Elise, con sus lágrimas.
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Tyr Sáb Jul 30 2016, 19:12

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Mensaje  Eltrant Tale Sáb Jul 30 2016, 21:21

Respiró profundamente mientras contaba a los enemigos a los que se debían de enfrentar, no lo iban a tener fácil, pero estaban allí, frente al que había causado todo aquel destrozo, todas aquellas muertes; no iba a rendirse tan fácilmente.

A la grandilocuencia desproporcionada de aquel tipo había que unirle un extraño sentido del espectáculo que Eltrant solo había encontrado en hombres como él, hombres que se pensaban poderosos, que creían que eran intocables, pero el mercenario sabía mejor que nadie que, si algo sangra, puede morir.

Después del pequeño discurso que el castaño ya se había habituado a escuchar de casi un sinfín de situaciones como aquella, el rey encomendó a su última línea de defensa, a los hombres ataviados en negro que tenía protegiéndole, hiciesen lo que todos en aquella habitación esperaban de ellos, que matasen a los intrusos.

Y como peones obedientes estos avanzaron, armas en mano, hacía los tres personajes que habían osado encarar al rey falso; incluido un individuo encapuchado, uno que el mercenario descubrió que conocía cuando este reveló su cara, la mujer encapuchada que le había contratado servía al mismo hombre por el que, supuestamente, le iban a pagar por matar.

Frunció el ceño, no, no era la misma persona que le había visitado en su oficina en Lunargenta, tampoco se parecía en nada a la que se había cruzado hacía apenas unas horas en los pasillos del baluarte, no, aquella mujer tenía la mirada perdida, vacía, como si fuese una marioneta de color verdoso que el hombre del trono movía a su voluntad.

Pero eso no fue lo que más le sorprendió, la voz de Alanna, rota, llego hasta sus oídos, un sutil “No puede ser” y unos ojos enrojecidos por unas repentinas lagrimas que comenzaron a descender por las mejillas de su amiga desvelaron al mercenario que aquella persona, la chica misteriosa, era una persona importante para la guarda.

Apretó los dientes y preparó su espada mirando fijamente al arlequín que había decidido tenerle como a él contrincante, temblaba, no estaba acostumbrado a temblar, a sentir aquello, no era miedo, no por su vida ¿Era por las heridas que ocultaban sus vendajes? ¿Había llegado al límite de sus fuerzas? ¿El odio casi irracional que estaba empezando a sentir por el hombre que había sentado al trono tendría algo que ver? ¿O era simplemente ira? No, era distinto, miró a Alanna una última vez antes de que esta se enzarzase en lo que parecía ser un combate a muerte contra la chica misteriosa y se giró a tiempo para deflactar las afiladas hojas que el bufón blandía con una agilidad ofensiva.

-No, no, no, no. – El bufón se carcajeó mientras ambos intercambiaban golpes, engarzándose en un baile de metal en el cual Eltrant tenía las de perder – No te distraigas con ella, tú eres mío, tú, sí, solo mío mentiroso, no has matado a Bono no, no, no. Los mentirosos deben ser castigados – Otra risa desquiciante, el mercenario masculló un par de insultos y acometió contra su trastornado oponente, quien saltó por encima de su cabeza y una vez estuvo tras él, le lanzó varios cuchillos de un tamaño más pequeño a los que este esgrimía; aun consiguiendo evitar la mayoría de estos, uno de ellos acabó alojado en el pecho del castaño, afortunadamente, el puñal no estaba lo suficientemente afilado como para atravesar por completo la pesada pancha de metal que ocultaba bajo la ropa, y aunque le hirió, no fue nada que no tuviese ya en otras partes de su cuerpo, gritando un insulto se extrajo el cuchillo de su pecho y volvió a cargar contra él.

No fue el acero del arlequín el que su espada encontró, sino el de otro de los mercenarios de negro que trató de detenerle mientras el payaso le rodeaba con un ligero movimiento de pies – ¡Apártate de mí! – Bufó golpeando con su mano libre a su nuevo oponente en la cara, desequilibrándolo el tiempo suficiente como para poder incrustarle su pesada espada en el rostro.

Buscó con la mirada a Alanna, seguía combatiendo, al mismo tiempo que por lo que pudo ver el mercenario, hablaba con su rival, trataba de convencerla de algo que el mercenario no podía oír donde se encontraba, aunque era más bien un monologó, pues Eltrant no vio responder a la chica misteriosa ni una sola vez.

Tensó la mandíbula y se dirigió hacia las mujeres, sin embargo, la risa del veloz arlequín volvió a aparecer tras él, chasqueando la lengua detuvo uno de los cuchillos del payaso con su espada y tomó al hombre por la muñeca, deteniendo el puñal que habia estado escasos centímetros de entrar en su cuerpo a la altura de su estómago - ¿Sigues distraído? ¡No puedes distraerte! No mientras yo siga aq… - Antes de que acabase la frase Eltrant le propinó un cabezazo que hizo que retrocediera un par de pasos y se llevase la mano hasta la nariz, de dónde comenzó a manar sangre, enseguida volvió a reír. – Mentiroso y tramposo. ¡Mentiroso y tramposo! – Entornó los ojos y evitó la nueva tanda de cuchillos arrojadizos que el payaso lanzó, siendo solo alcanzado por dos de ellos, sin tiempo a quitárselos lanzó varias estocadas toscas pero fuertes, intentando acabar con su contrincante de un solo golpe. – Cuchillos, cuchillos ¿Cuántos resistirás? Cuchillos, cuchillos, tu amiga, lo está pasando fatal – Gritando con furia, se abalanzó contra el payaso, que no paraba de reír – Cuchillos, cuchillos, mucho más no vas aguantar, cuchillos, cuchillos, ¿Cómo pretendes escapar? – Mientras evitaba el acero del mercenario entonando aquella melodía, se encargaba de lanzar más y más puñales que si bien las heridas que provocaban no eran ni profundas, ni graves, estaban empezando a agotarle.

¡Cállate! – El acero de los dos hombres volvieron a chocar, lo cual fue un alivio incluso para sus aliados, los cuales habían sido también alcanzado por alguno de los puñales que el bufón extraía de sendas correas de cuero que llevaba atadas a las piernas. - ¿Ya se te han acabado? – Preguntó el mercenario usando toda la fuerza que tenía en sus brazos, de forma que el acróbata no pudo sino saltar magistralmente hacia atrás para evitar ser partido en dos.

Tomó aire aprovechando el escueto segundo de ventaja que acababa de ganar y esquivó la maza de otro de los soldados de élite del rey que buscaba su cabeza, tras intercambiar varios golpes con él, acabó abatiéndolo, aunque esto le costó la placa pectoral con la que cubría su pecho, la cual acabó en el suelo, doblada de una forma extraña como si de un trozo de mineral de hierro oxidado se tratase.

Retrocedió, cada soldado personal del impostor que miraba divertido como luchaban estaba mejor entrenado y mentalizado que él, mucho más, él no era más que un granjero sin recuerdos, sin entrenamiento, lo único que sabía de esgrima era que la punta de su espada cortaba, cayó de rodillas, y allí estaba, enfrentándose a una jauría de soldados profesionales, a un déspota sin sentimientos.

Volvió a incorporarse cuando contempló al payaso emerger de detrás de varios soldados y saltar sobre él - ¿Cansado? ¡El mentiroso se ha cansado! – Las carcajadas del payaso volvieron a resonar en el interior de su cabeza – Tú amiga es graciosa, muy graciosa, quizás le haga mi ayudante, mi secuaz del humor – Eltrant arqueó una ceja y desvió la mirada momentáneamente para ver que estaba haciendo Alanna que había captado la atención del desquiciado con el que se batía a muerte.

La guarda se había encargado de desarmar a su oponente y ahora forcejaba con ella en el suelo, mientras trataba de mantenerla quieta, sin parar de hablarle, con lágrimas en los ojos, tratando de que la joven desconocida entrase en razón, de que saliese del trance.

Maldijo a los dioses, a todos ellos; A los elficos, a los humanos, a las leyendas acerca de los dragones ancestrales y a quienes fuesen los dioses en los que creían los cibernéticos, y corrió.

Dio la espalda al bufón, ignoró a los demás soldados y obvió la existencia del rey, pasó junto al pequeño hombre bestia que parecía estar luchando en el bando del pueblo y cargó en dirección a la guarda, aun cuando sintió como un cuchillo acababa alojado en uno de sus omóplatos, obligándole a caer de rodillas para levantarse de inmediato sin perder un ápice de voluntad, a pocos metros de él Alanna estaba totalmente desprotegida, abierta a cualquier golpe, a cualquier estocada, a cualquier flecha.

- ¡ALANNA! – Su voz rebotó en el amplio salón del trono, haciendo que el nombre de la guarda sonase dos, y hasta tres veces.  

Era un granjero sin recuerdos, un mercenario alcohólico, una brújula que no era capaz de señalar al norte, el último recurso de una aldea oprimida, era muchas cosas, pero en aquel momento, en aquel momento era un escudo.

Off:Habilidad de Nivel 1: Salvaguarda.


Última edición por Eltrant Tale el Sáb Jul 30 2016, 22:02, editado 3 veces
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Tyr Sáb Jul 30 2016, 21:23

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Mensaje  Sigel Sáb Ago 06 2016, 22:09

Había veces que el respeto no era suficiente. Hacía falta un “algo” más para que la gente obedeciera sin protestar las órdenes de quien estaba en el poder. Nadie obedece a un hombre por el mero hecho de llevar corona y poder sentarse en un amplio trono. Debía existir ese “algo” que pusiera al hombre con la corona en la cabeza a un nivel superior al resto. El Falso Rey vio el “algo” en los ojos del elfo que le curó las manos cuando le estalló la copa de cristal y también lo vio en los ojos de la sirvienta que seguía a cuatro patas como un perro bajo sus rodillas recogiendo los últimos trozos de cristal antes de que los chafase. Si lo pensaba bien, el “algo” estaba en los ojos de cada uno de los miembros de sala. Todos con la única excepción de la rata que luchaba como si se creyera ser un hombre y de los maleducados chillones que osaron desafiarle. En los ojos de estos tres imbéciles no existe el “algo” que hacía diferenciar a al Rey de los súbditos; en sus ojos no había ni una pizca de terror.

El Falso Rey tenía sentimientos contrapuestos en referencia al trío Sinmiedo. Por un lado los odiaba y merecían la muerte. Nadie podía faltar el respeto al Rey y él, dentro de lo cabe, era un Rey. Quien se atrevía a hacerlo acababa muerto con una soga en el cuello.  Más Cuelliflojos. Pero, por otro lado, se divertía al verlos. Se sentía orgulloso a la vez que emocionado al verlos pelear. Era un espectáculo y sería hipócrita decir que le disgustaba verlo.  ¿Cómo era posible que algo que odiase tanto le estuviera gustando? El Falso Rey se preguntó si era así cómo se sentían estas extrañas personas que se agredían a ellos mismos para sentir placer.

-¿Te gusta?- preguntó el Falso Rey a la chica que limpiaba el suelo donde pisaba- a mí sí me gusta y todavía me gustará más cuando los tres mueran-.

_____________________

Que no puediera hablar no significaba que no puediera reconcer nada de lo que veía. Ella era su hermana Alanna, claro que lo que sabía. Ella misma fue quien personalmente escribió la carta que la hizo venir. La reconoció aun con el pelo cortado desde el primer momento en que entró por la ventana. Igual como reconoció la sangre roja que le caía de la mejilla de su hermana. ¿Cuántas veces, de niñas, se habían hecho sangre jugando con los palos como si fueran espadas? Demasiadas, aunque por aquel entonces los cortes eran solo superficiales. Los mayores golpes y los cortes más profundos, la niña Alanna se los hizo en los momentos en que defendió a Elise de los muchos males que habían en el orfanato.

Otra cosa que reconoció fue el dolor mental que su hermana había tenido que pensar cuando murió, cuando ambas murieron sin estar muertas. Si hubiera podido llorar con su hermana lo hubiera hecho en ese mismo instante. La hubiera cogido en una abrazo apretándola fuerte a la vez que le daría puñetazos en la espalda solo para desahogarse y culpar a su hermana por haber recibido sus golpes y los de ella a la vez.

Pero nada de lo que reconocía ni nada de lo que deseaba poder hacer podía hacerlo en verdad. El conjuro de las copas de vino estaba en su máximo apogeo. El cuerpo de la joven se teñía de un brillo verde grisáceo al igual que la mano izquierda de Alanna (también reconoció el verde de la mano de su hermana). Elise no era más que una marioneta dirigida por unos hilos invisibles. En su cabeza solo había una orden que reinaba ante todas las cosas que pudiera reconocer. “Mátala”.

Escupió a la cara de su hermana mientras ella la cogía e hizo todo el esfuerzo que pudo con tal de soltarse de su amarre. Su hermana era más fuerte, siempre fue más fuerte, pero también más cobarde. Escupió una segunda vez mientras que, mentalmente, la orden de matarla se hacía cada vez más y más fuerte.

_____________________

No tenía la espada de madera con la que siempre luchaba, esta vez, tenía que conformarse con una simple rama que había cogido de los jardines de atrás. La empuñaba como si fuera una espada pero, a la hora de utilizarla, lo hacía como si fuera un garrote. Con ese estilo de pelea tan peculiar a la vez que infantil ya había derribado a dos de los sirvientes del Falso Rey. Saltaba de cabeza en cabeza y ¡zas! De un solo golpe quedaban inconscientes. El último al ser derribado era un hombre castaño que vestía con una elegante camisa blanca que quedo manchada de unas gotas de sangre. ¿Estaría muerto? Hont se arrodilló unos segundos y apoyó  su oreja izquierda en el vientre del hombre. ¡Todavía respiraba! Eso estaba bien, Hont no quería matar a nadie. Solo darles una buena tunda por malos.

Un hombre, uno de los grandes malos que vestían de negro y capa verde, quiso ir a por el hombre zarigüeya aprovechando que estaba en el suelo en un momento que el creyó que era su punto débil.  Se equivocó. Se equivocó mucho pues los héroes como Hont no tenían ni un solo punto débil. Nada más lo vio, corrió hacia él, pasó entre sus rodillas aprovechando su pequeño tamaño y le pegó a estas un golpe seco para hacerlo caer. ¡Otro menos!

Alanna también tenía un buen combate. Había cogido a una chica de las malas y estaba hablando con ella. Quizás Alanna le estaría diciendo lo mal que se comportaba para después darle la tunda. El otro chico, el nuevo amigo que todavía no sabía su nombre, empezó luchando contra un payaso pero luego se corrió hacia el lugar donde estaba Alanna agarrándola en un fuerte abrazo para protegerla de un malo que luchaba con una ballesta. Los ballesteros eran los peores. Hont se fijó que la espada de su amigo estaba manchada de sangre y que debía de hacerle mucho daño.

_____________________

Una parte suya, la parte que era en realidad una marioneta quiso reír ante lo irónico que usaba aquello. Después de hacer toda la inútil fuerza que pudo para intentar soltarse, un hombre que parecía ser aliado de su hermana, la coge y la aparta de ella. Por suerte para Elise, pudo controlar esa risa y también pudo mirar con un gesto de asco y rencor hacia el Falso Rey mientras este sí que se reía como un cerdo.

Cogió las dos espadas del suelo, la suya con una mano y la de su hermana con la otra, y se puso en pie todo lo firme que pudo después del combate que habían tenido. “Mátala”. Volvió a sonar en su cabeza más fuerte que nunca. Esa orden le estaba empezando a producir migraña.

_____________________
* Alanna Delteria: Las palabras no han funcionado, al menos no de la forma que esperabas. Tendrás que probar otra cosa. La marca que te has hecho en la mejilla es bastante más grave de lo que piensas en un momento. No se te curará en un día ni tampoco en dos. Hasta tres temas (sin contar éste) se podrá ver la cicatriz de la herida que te acabas de hacer.
* Eltrant Tale: Has salvado a Alanna de la muerte inminente de un ballestero pero esto ha hecho que la libres de Elise. Deberás seguir protegiendo a Alanna. No solo de los ballesteros y de Elise, también del Arlequín y de los otros sirvientes del Falso Rey. Por el momento, seré benevolente contigo, la herida de tu espalda no será más impedimento que el que tú consideres.
* Ambos: Podéis utilizar a Hont si lo veis necesario. Al finalizar vuestro lanzaréis la Voluntad de los Dioses por ver cómo de efectivos son vuestros ataques. No podréis usar los personajes: Merodie, Gardian, Frea y Falso Rey. Los demás están a vuestra entra disposición. Que os divirtáis si es que no morís en el intento.
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Mensaje  Alanna Delteria Dom Ago 07 2016, 12:16

Alanna seguía abrazando a su hermana mientras esta forcejeaba para zafarse de su agarre. La mayor de las Delteria luchaba con lágrimas en la cara porque su hermana despertase, pero, cuando fue a hablar nuevamente, recibió un escupitajo, y otro, y otro, y comenzó a molestarse.

Entendía que su hermana había sido siempre una chiquilla a la que le había gustado llamar la atención, que había sido de corazón débil y se había dejado cuidar porque, al final, le gustaba sentirse una niña, ser el centro de atención, pero que tras todo ese tiempo separadas, tras todo lo que Alanna había pasado por encontrarla, su hermana no fuera ni siquiera capaz de luchar contra el control que el brujo ejercía sobre ella, le fastidiaba.

Al final, siempre era Alanna la que la sacaba de los embrollos, pero Elise ya era mayor, era una adulta, debería ser capaz de salir por si misma. Alanna, sin soltar el agarre retiró la cabeza dispuesta a golpear la de su hermana con fuerza, al fin y al cabo, ella siempre había sido más fuerte que Elise, si no la hacía reaccionar, al menos la dejaría dormida. Pero un grito le advirtió de que algo sucedía.

Giró la cabeza, como acto reflejo, preocupada por el mercenario que acudió a ella con rapidez. De un salto, la abrazó y salieron rodando por el suelo. La Gata no sabía que había sucedido, ni porque Eltrant la había sacado del lado de Elise de ese modo. Pero lo entendió al ver la cara furibunda de su hermana y, al ver que ella misma se había agarrado a la camisa hecha jirones del mercenario vio que estaba temblando, había estado demasiado cerca, demasiado cerca de darle al rey de falsa corona lo que él quería, espectáculo, Eltrant la había salvado de algo más que de unas cuantas heridas, la había salvado de ser el títere del idiota de las copas.

- Gracias... ¿Estás bien?- musitó, agradecida y algo preocupada, aun con una lágrima resbalando por su mejilla, más tranquila ahora que se había alejado de Elise.

Se limpió la cara con una de sus magas, intentando que esto la calmase y vio acercarse a Elise con dos espadas en las manos y a un payaso disfrazado, ese tipo era el que había estado luchando contra Eltrant. La Guardia apretó los dientes, estaban en un buen aprieto. Miró nerviosa hacia todos lados, intentando encontrar algo que le fuera útil y vio, tras ella, una de esas pesadas cortinas de color vino.

Notando un ligero pinchazo en la mejilla, en la herida que tenía, se levantó del suelo y tiró con fuerza de la tela que cayó deprisa cubriendo a Elise y golpeando al Arlequín. Habían ganado algo de tiempo, el suficiente al menos para levantarse. Enredada en la cortina, Elise había perdido las espadas, y luchaba para librarse de la tela en la que se había enredado.

Alanna se levantó y apartó las espadas, alejandolas todo lo posible de Elise, pero asegurándose de que, si necesitaba defenderse de la pequeña Ely, las tendría cerca. Se acercó a su hermana y le giró la cara de un bofetón, dejándole la mejilla roja.

- Elise, haz el favor, ya no eres una niña pequeña, por los dioses, si hasta me has apuntado con una espada, si puedes hacer eso, puedes conseguir que el idiota ese deje de controlarte, compórtate como la adulta que eres, ¿o vas a permitir que decidan por ti? Si de niña no dejabas ni que madre te escogiera los vestidos y tenías 3 años. Es ridículo que te dejes guiar por un capullo semejante.-
Protestó Alanna con aires de enfado antes de agacharse nuevamente y acariciar la mejilla de una fuirosa.

Elise no paraba de moverse, parecía que intentaba morder a Alanna para arrancarle la mano, pero de nada serviría, la guardia era fuerte, y ella se mantenía atada por la cortina, quería mirar a Eltrant, saber que seguía bien, pero no podía apartar la atención de su hermana, en ese momento, era Elise quien necesitaba de su atención, era a ella a quien debía despertar.

- Ely, puedes librarte de esto, yo se que puedes, eres tu la que tenía carácter de sobra para asustar a cualquiera que se metiera contigo, eras una quejica.- sonrió con dulzura mientras los ojos se le volvían a encharcar.- pelea, demuestrales que nadie decide por ti, demuéstraselo como me lo demostrabas a mi.- sin perder el gesto tierno, se quitó la venda que cubría su mano y acariciando, nuevamente, la mejilla de su hermana, con la mano de un verde mortecino, demostrando que si se intentaba, la voluntad tenía más poder que cualquier magia, vio girar el mandala blanco con la palabra "VALOR" escrita en un extraño idioma antiguo que se iluminaba poco a poco.
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Mensaje  Tyr Dom Ago 07 2016, 12:16

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Mensaje  Eltrant Tale Lun Ago 08 2016, 21:47

-No, espera… espera - La guarda se soltó de su abrazo apenas segundos después de que la segunda saeta que iba dirigida a su amiga impactase en su espalda, aturdido cayó de rodillas, Alanna estaba demasiado preocupada por la chica misteriosa como para prestarle atención en aquel momento, solo le hizo una pregunta, a la que el mercenario respondió afirmativamente con un gruñido; Pero daba igual, estaba a salvo por ahora, ayudado por su fiel espada el castaño se volvió a levantar, otra vez.

- ¿Sigues sin morirte? – Una siniestra sonrisa cruzo el rostro del arlequín – Bien, bien, interesante…  – Pasándose un puñal de una mano a otra hizo una seña a uno de los ballesteros para que volviese a atacar a Alanna, el hombre obedeció inmediatamente y apretó el gatillo de su arma, lanzando una flecha a una velocidad vertiginosa a través del salón, la cual quedó reducida a dos trozos de madera cuando se encontró con la espada del mercenario – Me pregunto… ¿Cómo vas a matarme cuando tienes que cargar con ella? - Eltrant miró a su amiga, que seguía tratando de hacer entrar en razón a la chica de color verduzco, no tenia que cargar con ella, pero tampoco iba a permitir que la matasen – Eres gracioso – Dijo el bufón – ¡Empiezas a parecer un alfiletero! – El payaso comenzó a reír, a lo que Eltrant respondió de forma similar, dejando escapar una ligera carcajada. - …Tienes razón.

Todos los ojos estaban posados en la guarda, guardas, ballesteros, los del falso rey, salvando al pequeño grupo de soldados que trataba de apresar al hombre bestia, todo los demás estaban frente a él.

Apretando los dientes extrajo las saetas y los puñales que tenía anclados a diferentes partes de su cuerpo, no le quedaba ninguna pieza de su armadura sin romper, lo único que tenía a su favor, era que su capa había hecho las veces de vendaje, y se había pegado a sus heridas gracias a la sangre – Mira que bueno soy, ¡Te dejo tiempo para que te cures! – Eltrant hizo caso omiso a las palabras del arlequín y dejó caer la última saeta al suelo, que tintineó levemente en el suelo de mármol impoluto, manchándolo de sangre. - ¿Ya? Me estaba empezando a asustar, temía que te quedases sin espacio en tu cuerpo para mis puñales – Miró a la guarda – Aunque claro, no voy a matarte directamente, vamos a jugar un poco ¿Vale? A ver cuánto tardo en darle.

A aquella última palabra la siguió otro de sus cuchillos arrojadizos, Eltrant deflactó el puñal que iba dirigido a su amiga y avanzó un par de pasos, para encontrarse con uno de los soldados del rey que, al parecer, se había cansado de esperar y quería acabar rápidamente con un combate que se estaba prologando demasiado.  Tras intercambiar un par de estocadas con este consiguió amputarle una de las piernas, lo que hizo que se precipitase contra el suelo entre gritos de dolor y sangre.  

Otra saeta surcó el aire buscando la cabeza de la guarda, lo que encontró en cambio fue, una vez más, la espada del mercenario.

-No, puedo… no – Cayó de rodillas y escupió sangre a un lado, un soldado que portaba un enorme martillo lo alzó, dispuesto a aplastar la cabeza del mercenario, apretando los dientes tomó el cuchillo que yacía dentro de su bota y se lo clavó rápidamente al soldado de negro en las pantorrillas, el cual, a causa del dolor, dejó caer su pesada arma, la cual le aplastó el pie. - ¡Yo también se lanzar cuchillos! – Sin levantarse de dónde estaba arrojó el pequeño puñal contra uno del ballestero, que, distraído mientras recargaba su arma, no vio venir el objeto que se alojó justo en mitad de su pecho.

Carcajeándose por el espectáculo el bufón atacó al mercenario portando un puñal en cada mano, Eltrant chaqueó la lengua y, frunciendo el ceño retrocedió, manteniendo siempre cierta distancia entre él y el bufón, aquel tipo era simplemente demasiado rápido para él - ¿Huyes? ¿¡Huyes?! – Dijo alzando la voz - ¡¿Me tienes miedo?! – El séptimo Tale sonrió mientras bloqueaba ambas espadas - ¿Miedo? – Negó con la cabeza – Ni esa zarigüeya de ahí te tiene miedo - El arlequín entornó los ojos y trató de zafarse del ataque de Eltrant, pero este, gritando y haciendo acopio de todas sus fuerzas empujó al bufón.

Era un hecho evidente que en aquel lugar todos eran más diestros que él, no le quedaba más remedio que hacer lo que mejor se le daba, recibir golpes y contratacar con fuerza.

- ¡No me subestimes! – Atacar sin cuartel era la única forma que no se le escapase, de que no saltase por encima de él o, grácilmente, retrocediese hasta ocultarse tras los demás soldados, no podía permitirse descansar un solo segundo - ¡Matad a la chica! ¡Matadla! – Riendo a carcajadas desvió todos los cortes de Eltrant, ninguno llegó - ¡Tú! ¡El del palo! – Trató de llamar la atención del pequeño hombre bestia que blandía el garrote a la vez que se aseguraba de no recibir ningún corte más del arlequín; el número de enemigos a los que la zarigüeya había dejado fuera de combate eran los suficientes como para confiar en que podría ser de ayuda, no podía hacer otra cosa - ¡¡No dejes que ninguno de estos bastardos se acerque a Alanna!! – Vociferó clavando la espada a otro soldado de élite. - ¡Ni uno!

Esperaba que fuese suficiente, tenía la corazonada de que no lo seria, la risa trastornada del excéntrico arlequín estaba metida en lo más profundo su cabeza, como un cincel que perforaba su cerebro, cada pensamiento, cada acción que realizaba estaba envilecida por la risa de aquel hombre.

Siguió arremetiendo sin piedad, su rival no paraba de reír, le estaba volviendo loco, lentamente, cada risotada que daba, más enfurecido se encontraba. - ¡Para! – Trató de cortar al payaso por la mitad – ¡De una! – Esta vez usó un tajo en diagonal, el arlequín lo esquivo sin ningún problema - ¡Vez! – Con esta última palabra trató de ensartar a su oponente, atravesarlo y clavarlo contra la pared, acallarlo de una vez por todas, pero como ya estaba acostumbrado a ver, el payaso evitó la punta de su espada y se posicionó a su lado - …Eres lento – Susurró el payaso mientras la hoja del último puñal que empuñaba penetraba lenta y dolorosamente en el vientre del mercenario. - ¿Cuántos cortes más podrás resistir? ¿Siete? ¿Diez? ¡Me muerto por saberlo!

Gritando de dolor, Eltrant agarró con su mano libre la muñeca con la que blandía la espada el payaso, de forma que este no pudo extraerla de la herida, ni alejarse del castaño, le había atrapado - ¡Resiste esto! – Chilló dirigiendo su espada directamente al cuello del bufón, que, incapaz de soltarse veía con impotencia como la hoja del mercenario se acercaba peligrosamente hasta su cuello.*

*Off:Habilidad de Nivel 2: Karma.
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Tyr Lun Ago 08 2016, 21:48

El miembro 'Eltrant Tale' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses


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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Sigel Sáb Ago 13 2016, 11:04

“No es un cuchillo para cortar el pan. Lo que tienes sobre las manos es una espada.” A medida que corría entre los pasillos de la mansión persiguiendo a Gardian no podía evitar recordar cada una de las lecciones que Frea le hubo enseñado.

Tantos muertos tirados en el suelo… tanta sangre fuera del cuerpo… tanto dolor…. Era mejor no pensar en eso. Tenía que mantenerse fría y firme. Igual que Frea. Ella no dudó cuando cogió la antorcha y quemó el muñeco de paja vestido con el uniforme de la guardia aun sabiendo lo peligroso que sería si un guardia, en su ronda nocturna, les hubiera visto (cosa que por poco ocurrió de verdad).

“Si tienes que disparar con un arco. No te preocupes de apuntar bien. Preocúpate de tensar la flecha de forma que no te saques un ojo al lanzarla.”Merodie jamás hubo ni siquiera intentado disparar con un arco, pero, aun así, se sabía todas las lecciones y las repetía una y otra vez cada vez que veía a alguien disparar.

Jamás se imaginó que hubiera recordado precisamente esa lección al ver a un hombre vestido de negro y verde con un arco, seguramente el arma con el que antes hubiera luchado, en su cabeza semidecapitada.

La sangre estaba tan caliente como un bollo recién salido del horno. Esa comparación que ella misma se hizo fue la causante de que, cada vez que pensase en un bollo, le entrasen ganas de vomitar. Sin duda, esa imagen de muerto recién matado le iba a causar grandes pesadillas.

-¡Gardian por favor!-suplicó más por temor a estar sola con los muertos que por querer ir con él.

Gardian no contestó. Siguió corriendo y solo paraba si uno de los malos se ponía en su camino. Entonces lo mataba. Rápido y cruel; esas eran las dos palabras que se le ocurría a Merodie cada vez que veía como Gardian mataba a alguien.

_____________________

¿Les salvarían o les matarían? Esa era la pregunta que residía en la mente de cada uno de los sirvientes del Falso Rey. Sus ojos estaban repletos de esperanza y temor por partes iguales. Esos dos héroes y medio (el pequeño hombre zarigüeya no podía ser definido como un héroe entero) eran los causantes de la esperanza y del temor. Sí, eran héroes, y los héroes tenían como deber rescatar a las inocentes víctimas de los malvados opresores. En teoría, ese era el deber que los dos héroes y medio tenían que cumplir. Sin embargo, en la práctica, la cosa era diferente. Los sirvientes, que no dejaban de ser inocentes víctimas, formaban parte del grupo de los villanos. Habían servido al Falso Rey, dado de comer y beber, curado sus heridas, barrido por donde pasaba e incluso le habían hecho la cama antes de dormir.

Después de todo esto, no era sorpresa ver a algunos de estos sirvientes yendo a combatir contra los dos héroes y medio con una escoba o un plumero en la mano. Cualquier cosa con tal de hacer frente al temor que sentían. Otros, sin embargo, eran más fieles a la esperanza y, siempre que podían, ponían una zancadilla a uno de los guardias del Falso Rey para que cayese al suelo antes de ir a combatir.

La esperanza superó al temor en el mismo momento en que la cabeza del Arlequín, uno de los mejores soldados de la falsa escolta real, recorría en solitario el suelo tiñendo un rastro de tinta roja a su paso. Al instante otra copa de vino estalló. Esta vez, nadie se preocupó por recoger los cristales. El Falso Rey tampoco ordenó nada. Sus sirvientes pensaron que, al fin, se había derrumbado. Estaba pálido, como si hubiera visto un fantasma. Se había vuelto a sentar y se acomodaba en el sillón sin decir nada.

“Está esperando su muerte.” Pensaron casi al unísono los sirvientes. Los esperanzadores y los temerosos.

_____________________

La palabra era valor. Su palabra y la de su hermana. Valor era lo que sentía cada vez que empuñaba una espada, cada vez que disparaba con ballesta y cada vez que llevaba la contraria a alguien que le superaba en tamaño y edad. Valor fue lo que sintió cuando dio esquinazo al grupo de mercenarios el día anterior con tal de ver el nefasto espectáculo de la plaza de la aldea. Los guardias les llamaban Cuelliflojos, ellos siempre tan graciosos; Elise les llamaba valerosos.

Tenía que ser esa palabra, valor, y no otra la que apareciese en la mano de Alanna teñida de verde grisáceo. Elise vio esa palabra como si fuera la primera vez que le hubo visto en toda su vida. Aunque, tal vez, en ese arcaico idioma sería la quinta o sexta vez que leía la palabra valor.

Tenía que pelear. Esa era la única solución para escapar al embrujo de la copa de vino. Tenía que ser consciente de todo el valor que tenía y usarlo a su voluntad. Apretó los dientes, aun bajó el control del hechizo pudo hacerlo, y se concentró en un único objetivo: Salir de ahí.

Todo se volvió oscuro. Oscuro pero no negro. Había una serie de puntos brillantes, seguramente procedentes de las lamparas de la habitación del trono. Bien pensado, era similar a cerrar los ojos. La única diferencia es que estos puntos de brillantes no tenían un tono rojizo como tendría a esperar, sino que tenían un tono verdazio.

Lo cierto era que se sentía bien en la oscuridad de puntos verdes. Todo estaba tan tranquilo y sosegado que le daba igual que pasase fuera de esa oscuridad de puntos verdes. Allí estaba bien. Allí se quería quedar. El Falso Rey no le podía ordenar nada mientras estuviese en la oscuridad de puntos verdes. Estaría a salvo. Se acabó matar a inocentes, se acabó la copa de vino y se acabó tener que pelear contra su propia hermana. Ya no tendría que hacer nada de lo que no quisiera hacer. A partir de ese momento, estaría por fin sola, sin nadie que tuviera que defenderla ni nadie de ser consciente de su vida. Solo oscuridad y puntos verdes.

Alanna ya no daría más su vida por ella.


_____________________

Uno a uno, todos los hombres y mujeres que luchaban a su favor morían a manos de esos tres estúpidos. Incluso, la chica, la REINA de su metafórico ajedrez se había dejado de luchar y se había quedado completamente inmóvil como si fuera una estatua. La última vez que sintió algo parecido a lo que sentía al ver a la chica quieta fue cuando Gardian escapó de su copa vino o cuando la zorra que mató a Flecha Negra escapó de su agarre.

Muerto el Arlequín, muerto la mitad de su escolta y paralizada Elise, solo quedaba él por morir. La chica del pelo corto o el chico que había matado a la inmensa mayoría de sus soldados irían a por él. Con solo un tajo de su espada bajarían el telón de la obra del Falso Rey. La función acabaría en ese instante y el actor, consciente del desgraciado desenlace, esperaba paciente el final.

_____________________

Aun muerta, tenía una mano apoyada en su vientre sangrante protegiendo aquello que más quería aunque también estuviera muerto. Un puñal se había clavado repetidas veces en su barriga. “Si os cogen no gritéis, eso les hace disfrutar de la tortura.” Fue la última lección de Frea recordó. Por desgracia para ella, no la supo cumplir y cada vez que ese puñal se clavaba en su vientre ella lloraba y chillaba con todas sus fuerzas hasta que ya no pudo más. Luego, ese mismo puñal le desgarró el cuello. La imagen que quedó de su cuerpo fallecido fue muy similar al cadáver de ese arquero que vio minutos antes con la única diferencia de que a él lo habían matado rápido y al instante mientras que a ella le habían hecho sufrir matando primero al bebe.

Cuando las puertas del salón del trono se abrieron, lo único que se vio al otro lado fue el cadáver de la mujer. El asesino no estaba ahí ni había ningún rastro de sangre que pudiera guiar a nadie hacia el punto donde la mataron. Hacia el punto donde los mataron. Bebe y mujer.

_____________________

* Alanna Delteria: Elise se ha quedado entrance. No está muerta ni tampoco está viva. Aun no. Está en un limbo mental, muy similar al que tú viviste cuando estuviste bajo el embrujo de la copa de vino. La diferencia es que Elise está cansada de luchar. Necesita descansar y estará en esa zona de relax durante unos minutos. Mientras, será tú deber protegerla.
* Eltrant Tale: Has vuelto a salvar a Alanna, has matado a algunos guardias y has acabado con el Arlequín. Pero, ¿te has salvado a ti? Estás muy herido y has perdido mucha sangre durante el combate, durante todos los combates. Necesitas curar las heridas y para ello puedes usar al elfo que tenía el Falso Rey a su servicio. Él te ayudará a curarte si le convences de ello.
* Ambos: Es vuestra elección matar o perdonar al Falso Rey y a su séquito de siervos. Cuando toméis la decisión veréis cómo se abren las puertas del gran salón mostrando el cadáver de Merodie. Por lo visto, los problemas no acaban con el Falso Rey. Podéis utilizar a Hont si lo veis necesario. No podréis usar los personajes: Gardian, Frea, alcalde e hijo del alcalde. Los demás están a vuestra entra disposición.
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Alanna Delteria Sáb Ago 13 2016, 12:41

Cuando llega la noche, todo el mundo espera a que la luna salga e ilumine el cielo, todo el mundo, por oscuro que sea su mundo, necesita un atisbo de luz, por ínfimo que sea, durante mucho tiempo, la luz de Alanna habían sido sus personas más queridas. Su padre, de niña, era su héroe, pero la cosa no había acabado bien, su hermana, cuando nació, fue una pequeña llamita que la ató a la vida cuando, por primera vez, la tomo del dedo, la mayor de las Delteria aun no había olvidado que ella había sido la primera en lograr sacar una risa de la pequeña bebé de pelo rubio, ni la frase que su madre, cansada por el poco tiempo había pasado tras el parto, le dijo en ese entonces "Eso es que te quiere más que a nosotros, se nota que seréis inseparables". Eltrant había sido otra de esas luces que se mantenían desde su infancia, siempre un compañeros de aventura y de batalla, siempre un amigo con quien contar, y ella había intentado ser la luz del chico cuando este perdió la memoria.

Fuera como fuere, la vida de las personas siempre esta plagada de luces, y la guardia veía, en ese momento, como las luces de Elise parecían desaparecer poco a poco mientras la que era su hermana dejaba de pelear y caía en sus brazos como dormida. El corazón de Alanna se detuvo un momento, pensando que había vuelto a perderla, hasta que sintió que la chica dormitaba en el mismo extraño trance que ella había sufrido cuando fue dominada por el falso rey.

La abrazó con fuerza al tiempo que escuchó romperse un nuevo cristal con sonido de campanillas y el golpe de algo contra el suelo la hacía levantar una cara llorosa, con una fea herida sangrante y de ojos rojos por el llanto y el cansancio. El Arlequín había caído al suelo y un Eltrant, cansado y malherido se presentaba frente a ella espada en mano. Alanna vio la sangre gotear desde el cuerpo del chico y, sin soltar a su hermana abrió los ojos con miedo, miedo a perder a otra persona.

- ¡Eltrant!- gritó preocupada.

Dejó a su hermana entre las cortinas y se levantó tomando las dos espadas dispuesta a acudir junto al mercenario cuando vio acercarse a otro de los que peleaban a favor del monarca de pacotilla, chasqueando la lengua, sabiendo la dirección que iba a tomar el hombre de las dagas, Elise, una Elise. Con la rabia en los ojos, Alana fue directa a por el tipo, evitando que, en su carrera, se acercase a la joven dormida. Le golpeó en el costado, atravesando el brazo del tipo de lado a lado golpeando con todo el peso de su cuerpo y toda su velocidad para detener al tipo.

Desarmado y malherido, no tuvo más remedio que retroceder. Pocos quedaban ya dispuestos a seguir al rey, y ninguno parecía dispuesto a seguir arriesgándose por una persona que no les consideraba más que piezas de su juego macabro. Sin intención de volver a alzar las espadas, se acercó a Eltrant y le pasó un brazo por la cintura para ayudarlo a llegar hasta donde se encontraba Elise, para, así, poder defenderlos a ambos si se daba el caso.

- Lo siento, ha sido por culpa mía.- se disculpó, cabizbaja, ante el mercenario, sabiendo que su obsesión por salvar a su hermana había hecho que el mercenario se viera obligado a arriesgarse más de lo que habría debido.- Ahora me toca protegerte a mi.- le sonrió aun sintiéndose culpable, mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente, dejándole una pequeña marca de sangre por sus dedos manchados.

Abrazó, nuevamente a su hermana, y miró con asco al hombre que se sentaba en su trono, mientras acunaba, con sus manos ensangrentadas, el cuerpo dormido de Elise, que parecía volverse frío a cada momento. Hont, cumpliendo las anteriores ordenes de Eltrant, se mantenía cerca atizando con su vara el aire, deshaciéndose de los pocos que quedaban y pisoteando a quienes, aun vivos, ya no podían moverse, bien por falta de capacidad o de voluntad.

Alanna, desde su posición sentada, retiró el pelo de Elise para verle la cara y, tras esto, observó a los criados, inocentes víctimas del rey que, sin experiencia y bajo amenaza, no habían sido capaces de enfrentarlo. Pero Elise si, la carta, que Eltrant también estuviera ahí, no podía ser simple coincidencia. Era ella la que les había hecho acudir, ella, aun bajo amenaza, se había enfrentado al idiota con corona de baratija.

- Esperáis que os salvemos, ¿verdad?- preguntó con una sonrisa cansada.- Lleváis saben los dioses cuanto tiempo teniendo miedo, estáis cansados, tristes, y exhaustos, pero, sobretodo, hartos, hartos de ese tipo, que ha jugado con vosotros, hartos de sus ordenes, que no os han traído más que muerte y dolor. Nosotros os hemos abierto el camino, pero es vuestro el honor y el deber de cruzarlo.- empezó a decir con decisión.- Os ha tratado como meros peones de un juego en el que no queríais participar, ha jugado con vosotros como quien coge un juego de naipes y no le importa que las cartas de mellen o rompan, os ha utilizado y ha pensado que no ibais a hacer nada, es más, lo sigue creyendo.- Dijo mirando con sorna al tipo del trono que los observaba con aires de partida perdida.- Teníais miedo, lo se, pero entre vosotros alguien nos avisó, alguien superó ese miedo, y tomó valor de la esperanza para avisarnos, ese alguien ha salvado más vidas de las que podéis imaginar, y es vuestro turno de salvar otras tantas. Es vuestro momento, podéis derrotarlo, no esperéis que lleguen héroes o ayuda divina, es vuestro turno, os toca a vosotros ser héroes, sed vuestros propios héroes.- animó a los presentes que, poco antes, la habían estado mirando como si estuviera loca, pero que ahora reflejaban orgullo, esperanza, ira y decisión en sus rostros.

Un grito, un único grito hizo reaccionar a todos, que tomaron lo que tenían más a mano para, como una torva encendida, ir contra el falso soberano, sin intención alguna de tener piedad. El primero dudó un solo instante, pero pronto le asestaron el primer golpe al rey, ya sin corona. El hombre herido al que Alanna había rechazado en su ataque contra Elise se levantó también, tomando su arma. Alanna, abrazó con más fuerza a su hermana y cogió una de las espadas roperas que tenía junto a ella, pero el ataque no fue en su dirección.

Con el brazo sano, el herido corrió como alma que llevaba al diablo hacia la torva que golpeaba al malvado y, sin dudar, sin temblor alguno en su mano, sin intención de detenerse ni de alargar más el sufrimiento del pueblo, se abrió paso entre sirvientes y campesinos y apuñaló al falso rey clavándole la espada en el pecho, atravesándolo de parte a parte, sin dejar asomo de duda, estaba, por fin, muerto.

************************************************************************************************************************************************
*Elise*

Oscuridad y pequeños puntos verdes de luz, la palabra valor resonando en su mente y sus párpados cansados que se negaban a abrirse. Esos puntos de luz, de pronto, comenzaron a adquirir diferentes colores, rojos, azules, amarillos, blancos, rosas. En ese pozo blanco, Elise no pudo más que abrir los ojos y contemplar el espectáculo que se abría ante ella.

Una hermosa lluvia de colores que bañaba su cuerpo, difuso y sombrío, pintando cada parte que tocaban con un tono diferente, logrando que, con cada mota su piel fría se volviera cálida, la reconfortara y apaciguara, hasta que, de pronto, la oscuridad total plagó el lugar, una oscuridad que se vio, de pronto, ofuscada por un haz azul que la envolvía de forma maternal, acunando la, mesándole los cabellos y dándole palabras de ánimo.

Elise, sintiéndose, nuevamente, una niña, se dejó arrullar por esa luz azul que le traía paz al tiempo que una voz se abría paso entre su estado comatoso. "Esperáis que os salvemos, ¿Verdad?" Empezó a decir esa voz que hacía que su pecho se sintiera cálido. Había empezado la revuelta, esa voz suave y dulce había prendido el fuego en muchos corazones con sus palabras, y, extrañamente, la hacían sentirse orgullosa. Como si fuera ella quien los hubiera animado, como si fueran sus palabras y no las de esa voz amable y cálida.

"¿Hermana?" pensó sintiendo un ligero beso en la coronilla.

La oscuridad volvió, de pronto, y cientos de imágenes comenzaron a sucederse en su mente, cientos de fotogramas de los momentos pasados, las risas, los lloros, la soledad, solo una cosa las unía, y no era su propia presencia, si no una esencia que, durante todo ese tiempo, la había mantenido fuerte, de pie, ya la amase o le tuviera celos, ya estuviera abrazándola o escuchara su voz en un soplo de viento, su hermana mayor había estado para ella.

La había buscado, había salido herida, y había muerto cuando la creyó muerta. Una nueva escena apareció frente a Elise, su hermana, abrazándola mientras ella se encontraba en ese extraño trance, cuando casi la mata, y una sola frase pronunciada con infinita dulzura y dolor "Cuando moriste, morí contigo. No vuelvas a dejarme sola." La hizo entender.

No era que ella necesitase a su hermana, era que su hermana la necesitaba también, se necesitaban la una a la otra más que el aire para respirar, más que el agua, eran el latir del corazón en su propio pecho y en el contrario, eran un suspiro que indicaba que se echaban de menos, eran las caras opuestas de una moneda y el mismo soplo de brisa, el todo y la nada. Se llevasen bien, o mal, no importaba, se querían, se necesitaban.
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Eltrant Tale Sáb Ago 13 2016, 19:07

Sonrió con satisfacción cuando vio como la cabeza del arlequín se separaba de su cuerpo, congelada en una expresión de incredulidad. Ya estaba, había acabado con él, otro de los luchadores de élite del impostor estaba muerto a sus pies, otro como Bono.

Miró hacia abajo, aún tenía la daga del payaso alojada en su vientre ¿La extraía? En aquel instante estaba haciendo de tapón, sacar la hoja de su abdomen era desangrarse en pocos minutos, era convertirse en el sueño húmedo de cualquier vampiro, ¿Pero que iba a hacer? ¿Pelear con un puñal alojado en sus intestinos?

Sin pensarlo mucho más sacó la daga y la dejó caer al suelo, para presionar enseguida con fuerza sobre aquella herida con su mano libre, en un insignificante esfuerzo por mantener el máximo posible de sangre dentro de él.

- ¿Quién es el siguiente? ¡Vamos! ¿¡A cuántos más voy a tener que matar!? ¡Alegradme el día! –  Escupió a un lado la sangre que se empezaba a acumular en su boca y luchó contra la incesante necesidad de caer de bruces contra el suelo, su visión parecía difuminarse y volver a centrarse por voluntad, de forma intermitente, como un candelabro que se negaba a apagarse en mitad de una tempestad.

Resoplando acaloradamente, estudió a los pocos soldados que quedaban vivos a su alrededor, unos dejaron caer las armas al suelo al mismo tiempo que se apartaban un poco del mercenario, otros parecían más que dispuestos a seguir luchando hasta la muerte por el impostor, no le extrañaba aquella decisión, al fin y al cabo, estaba malherido, no podría mantener el ritmo durante mucho tiempo más.

La chica misteriosa se había quedado inmovilizada, como si de una estatua se tratase se bloqueó a mitad de su combate con Alanna, quien la había cargado hasta un lugar seguro, suspiró aliviado al saber que seguía de una pieza y se giró para bloquear con su espada la escoba con la que un sirviente, por algún motivo, le atacó.

Cortando el palo por la mitad con su espada, aun herido no le fue muy complicado apartar a la mujer con un simple empujón en el pecho, dejando la silueta de su mano ensangrentada en el camisón blanco de la chica – No malgastes tu vida por alguien que no lo haría por ti – Advirtió en el mismo instante en el que Alanna, su compañera, se acercaba por la espalda y le sujetaba sin avisar, apartándolo del grupo de soldados que poco a poco iban deponiendo sus armas.

Se dejó llevar, arrastrando su espada por el suelo, hasta el mismo sitio dónde la chica misteriosa estaba fuera de combate, dónde la guarda pensó que estaría seguro, momento en el que, esta, se agachó frente a él y se disculpó por lo que había hecho. - ¿Tú culpa? – Murmuró soltando su arma junto a él, sintió como si se hubiese quitado de encima varias toneladas de peso, tomo aire, quizás fuese porque había dejado de pelear, pero el dolor de sus heridas había aumentado levemente – No es tú culpa, tonta – Le golpeó levemente en la frente, imitando el gesto que ella acababa de hacer. – Tú eres… - Antes de que pudiese finalizar la frase Alanna ya había afirmado que ahora era ella quien iba a protegerle a él, por lo que aun dolorido se limitó a dedicarle una sonrisa, la más genuina que recordaba haber esbozado hasta el momento – A por ellos, gata – Le dijo acomodándose en su asiento, presionando la herida que tenía en el vientre con ambas manos.

Y entonces vino el discurso, Alanna solía dar muchos de aquellos discursos, palabras que llenaron de esperanza los corazones de los presentes, que les dieron fuerzas para luchar contra sus miedos, para enfrentarse contra el tirano que estaba sentado en el trono.

Si hubiese podido aplaudir, lo habría hecho, pero le pesaban los parpados, demasiado, apenas podía levantarse a pelear, no podía hacer nada, solo mirar.

Sin embargo no iba a hacer falta que se levantase, la reacción de los presentes cuando la guarda terminó de hablar lo arregló todo, los gritos y el sonido del metal, varias frases y adjetivos que describían a la guarda se repetían en el salón del trono como si de consignas se tratasen “Gata”, “Rompedora de cadenas”, “Libertadora”, “Heroína”, gracias a ella los aldeanos acababan de decidir que eran dueños de su propio destino, y como dueños de su propio destino los sirvientes del impostor se abalanzaron contra su señor, todos, hasta sus soldados.

No pasó ni un minuto hasta que una espada atravesó el corazón de falso rey. Se acabó.

Suspirando, desde su posición entre las cortinas, miró como todos festejaban, como alzaban los brazos y vociferaban el nombre de la mujer que les había dado fuerza para liberarles, el pequeño hombre bestia se acercó a dónde estaba él y de forma hiperactiva, empezó a hablar con el mercenario acerca de los “tipos buenos” y los “tipos malos”.

Mientras tanto, un elfo, uno que portaba unas vestimentas tan blancas como los demás se agachó junto al mercenario - ¿Ne…necesitas ayuda? – Eltrant arqueó una ceja - ¿Tu qué opinas? – Murmuró, con una pequeña sonrisa en su rostro, el elfo agacho la cabeza, quizás ligeramente avergonzado por la pregunta y comenzó a aplicar su magia curativa en las heridas más graves del mercenario – Esto es más bien… un parche, no puedo hacer mucho más, lo siento – Indicó, el mercenario asintió con la cabeza a la vez que se concentraba en la calidez que las manos del hombre desprendían.

Las puertas se abrieron, como había hecho él momentos antes, lentas, ruidosas, atrajeron la atención de todos los presentes, incluida la del mercenario.

Pero no había nadie tras ellas, al menos, nadie vivo. El cadáver de una mujer fue lo único que vieron todos cuando ambos portalones estuvieron abiertos de par en par, no había nada más, solo un sanguinolento cuerpo en mitad del pasillo.

Frunciendo el ceño se incorporó a duras penas – Espera… - El elfo susurró asustado, había visto mucha muerte aquel día, pero seguía sorprendiéndose con cada cadáver que veía - ¿Me has parcheado? – El mercenario recupero su espada del suelo y limpió la sangre que cubría la hoja con su capa, la cual dejó caer justo después – Sí…sí, pero has perdido mucha sangre, no deberías… lo que he hecho es temporal, no deberías moverte mucho – Eltrant sonrió al elfo y miró a Alanna para asentir con su cabeza, que estaba aún abrazando a la chica que le había contratado – Gracias – Dijo caminando en dirección al cadáver.

Puede que la principal razón por la que estaba en aquella aldea estuviese muerta, pero algo le decía que aquello no había terminado del todo.
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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Sigel Dom Ago 14 2016, 19:24

Jaque mate. Esas fueron las palabras que resonaron en su cabeza en el mismo momento en el que el acero de la espada perforó su pecho.

De su boca, que apenas se podía mover, salió un líquido mezcla que era una mezcla de saliva y sangre. Si no le hubieran derrotado, si nadie hubiera cantado el jaque mate, sus sirvientes correrían para limpiarle la baba de la boca. Ahora, solo le miraban con asco y vergüenza.

Lentamente, el actor que interpretaba al un rey falso, giró su cabeza hacia la mesita donde estaban las copas de vino con las que controlaba a sus esbirros. Quedaba una única copa en pie, la de la muchacha de los mercenarios que le hacían de escolta real. Pero poco iba a durar, ya se podía ver alguna que otra grieta en el fino cristal de la copa.

Intentó reír de desesperación aun con la boca llena de sangre y saliva, pero el sonido que consiguió escapar de su boca se escuchó era más parecido un llanto que a una risa.

-Moriréis….- las palabras sonaban entrecontardas- todos…morieréis…- le costaba hablar, le costaba respirar y le costaba vivir.- esto… aun… no…ha…TERMINADO-.

El actor murió y la corona que posaba sobre su cabeza calló al suelo.

_____________________

Saltó, saltó, saltó y volvió a saltar de la alegría. El malo de la corona estaba muerto. Y, en cierto modo, él había ayudado a matarlo. ¡Gracias a él murió un gran malo! Era maravilloso. Tenía ganas de contarselo a todo el mundo. Si veía a uno de los pequeños malitos, estos que solo cumplían ordenes y se quedaban quietos cada vez que veía a Alanna o a Eltrant combatir, le contaba cómo, heróicamente, había ayudado a matar a los grandes malos.

-Tus jefes están muertos, a ti te perdonamos porque eres débil y no nos has atacado. Nosotros solo nos peleamos con los malos de verdad.-

Esa y otras muchas frases fueron las que decía Hont sin parar.  Ni siquiera, cuando recordó al la chica sin voz encerrada en lo más alto dejó de orgullecerse de sus heroicidades. Primero lo primero. Ahora estaba hablando con los pequeños malitos, luego se preocuparía de rescatar a al ruiseñor.Tampoco es que, en lo alto de la torre más alta, hubiera algún peligro que le pudiera hacer daño a la chica.

_____________________


No tenía que gritar. Si lo hacía él disfrutaría con lo que le estaba haciendo. No tenía que suplicar ninguna clase de perdón. Si lo hacía lo más seguro es que la siguiente puñalada fuera más fuerte y menos letal que la siguiente. Tenía que pensar en sus hijos. Por culpa del tipo que tenía delante, sus hijos se habían quedado sin padre. No iba a dejar que también se quedasen si madre.

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Sin voz ella gritaba. Sin lágrimas ella lloraba. La chica que se había enfrentado en canciones contra las aves más bellas, se apena en un duro silencio a que alguien fuera a rescatarla. Ella deseaba que fuera Gardian quien la salvase, para eso le amaba. Aunque, a estas alturas, ya le daba igual qué nombre tuviera su salvador. Solo quería salir de ahí.

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* Alanna Delteria: Elise seguirá catatónica por un turno más. Puedes relatar qué ve ella en su estado y las acciones que piensa hacer pero no se podrá despertar. Serás tú quien tengas que cuidar de ella y protegerla mientras no se despierta. Después de las palabras del Falso Rey decidirás investigar el cadáver de Merodie. Puedes tomártelo como una venganza personal por lo que le han hecho (he hecho) a tu hermana.
* Eltrant Tale: La historia no acaba con el Falso Rey, lo sabes muy bien. ¿Recuerdas el acertijo del libro? Llegó la hora de resolverlo. Hont te puede ayudar hacerlo. Al haber estado preso durante largas semanas conoce a todos los presos del palacio.
* Ambos: Se acabó la ñoñería y el shippeo, hora de separarse de nuevo. No hay que ser un genio para deducir que cada uno de vosotros irá a separar a una mujer diferente.Podéis utilizar a Hont si lo veis necesario. No podréis usar los personajes: Gardian, Frea, alcalde e hijo del alcalde. Los demás están a vuestra entra disposición.

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El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]  - Página 3 Empty Re: El precio a pagar [Quest][Alanna Delteria - Eltrant Tale]

Mensaje  Alanna Delteria Miér Ago 17 2016, 09:50

-Eltrant, no deberías moverte tanto, si has perdido tanta sangre como dice, podría ser peligroso.- medio regañó, preocupada, al mercenario, cuando este se levantó.

Ocupada como estaba con los cuidados de Elise, Alanna aun no se había preocupado por mirar las puertas que acababan de abrirse, sin embargo, cuando Eltrant inició su andanza, ella no pudo más que dejar a Elise un instante, tumbada en la cómoda y cálida cama que le brindaban las cortinas en las que seguía enredada y seguir al chico. Los aldeanos y siervos, ya cada cual a lo suyo, parecían seguir celebrando su victoria justo cuando la guardia, finalmente, fijó su mirada en el cuerpo que abría esa carnicería que llamaban pasillo.

Merodie, con ojos abiertos y llorosos, empapada de su propia sangre, con la tripa hecha jirones y lágrimas que habían caído por sus ojos y se mantenían intactas en su cara, como si la hubieran detenido en el tiempo, en ese sufrimiento eterno. Una Merodie que había intentado ser valiente y, sin escuchar su orden de permanecer escondida, había ido a explorar por si sola el lugar. Para ella, esa chica había sido el símbolo del futuro de la aldea, joven, y embarazada, se le notaba por la ligera forma que tomaba su corsé, a algo redonda, habría sido la imagen que cualquier artista habría querido retratar para simbolizar los nuevos vientos.

Alanna corrió hacia el cuerpo, muda de asombro, aun sin creer que fuera ella, no era posible, apartó el pelo de la cara ensangrentada y limpió un poco la sangre con la manga de su camisa, siendo suave, temerosa de que, aun viva, pudiera hacerle más daño, pero no sirvió de nada el cuidado, era Merodie, y estaba muerta. Le cerró los ojos con sumo cuidado y tomando la chaqueta, probablemente de otro cuerpo, que se encontraba tirada en el suelo, la tapó con ella. El cuerpo de la chica era lo bastante pequeño como para que esa chaqueta, de una persona corpulenta y adinerada, por lo que podía decir por los acabados, le cubriera de la cabeza a la cintura.

- Lo siento Merodie, tu merecías algo mejor.-
dijo en un susurro, guardándose para ella el valor que había visto en los ojos de la chica mientras luchaban con el arquero.

De pronto, un respro hondo débil se escuchópor encima de las conversaciones y las lágrimas de quien había conocido a Merodie, haciendo alzar la cabeza a quienes se encontraban en la sala, cierto, ellos estaban encerrados con los últimos restos que quedaban del ejercito del rey falso, si los "malos" estaban allí, con ellos, en el momento en que Merodie había muerto, quería decir que, o bien había sido un traidor, o bien había un asesino entre las filas del pueblo. Gardian se le vino rápidamente a la cabeza, el traidor, si era él, no dañaría a su hermana solo por dañarla, ¿no?, pero... ¿y si no lo era? Debía encontrar a Frea, y debía hacerlo rápido. Pero la respiración siguió, con unas palabras que no dejaban más que malos presagios.

Alanna, furiosa y nerviosa por los últimos sucesos, preocupada por Frea y por que le podría pasar a su hermana si seguía en ese estado durmiente, temiendo que acabasen ambas como Merodie, y ansiosa por terminar ya un juego que parecía no acabar, tomo una pesada espada del suelo, un mandoble, y se acercó rápidamente al cadaver del rey falso. Pero alguien se le adelantó, una joven alta de cabellos negros y, con rabia, clavó una espada directamente en el cráneo,Alanna escuchó y sintió cada crack de los huesos del muerto como si fueran una canción de libertad.

- El único muerto aquí eres tu, y los muertos, no hablan.-
murmuró la chica de pelo negro entre dientes sacando el mandoble de su nueva funda y dándole una patada al cuerpo, asegurándose de que ya no volvería a decir nada.

Cansada, y aliviada por no haber tenido que ser ella la que acabase con su ataque de ira, se acercó nuevamente al mercenario, no podía dejar que las cosas se quedasen así, si había un asesino suelto debía detenerlo antes de que matase a nadie más, ya se había derramado demasiada sangre en esa pequeña aldea de Vulwulfar. Lo miró con un suspiro mientras los demás presentes se acercaban al cadaver del farsante esperando asegurarse que había quedado sin vida.

- He de ir a buscar a Frea, puede estar en apuros, y tu debes descansar.-
le dijo con tranquilidad y una media sonrisa, para no preocupar al chico.
- Efectivamente... necesitará una transfusión cuando volvamos...- dijo tímidamente el elfo pasando por su lado, antes de acudir junto a Elise, para comprobar su pulso.
- ¿Ves? haz caso al doctor.- bromeó en un intento de mejorar su animo, esperando que su preocupación no nublase su juicio.- Toma, me lo diste una vez, aunque no te acuerdes, para que viera que no estaba sola, ahora es mi amuleto de buena suerte.- dijo sacándose el colgante en forma de media luna que le entregó el mercenario tiempo atrás, en las tierras frías.- quédatelo hasta que vuelva, para que te recuerde que no debes moverte en exceso.- sonrió un poco.- y cuando nos reencontremos y haya acabado toda esta locura, me lo devuelves, así que tienes que cuidarlo bien.- le sonrió dándole el colgante, y cerrando la mano del chico entre las suyas.- Volveré pronto.- prometió.

Fue directa hasta Elise y, cortando la cortina, la usó para poder llevar a su hermana en la espalda, hizo un nudo con la tela justo sobre su propio pecho y en su cintura, y, con el peso de su hermana a cuestas, llamó a Hont haciéndole prometer que cuidaría de Eltrant, ya bastante herido estaba, esperaba que, al terminar todo, su sangre valiera para el chico. El hombre zarigüella, que por fin había dejado de acosar a los pobres que solo habían sido víctimas del miedo, asintió al pedido de Alanna que comenzó a salir del cuarto espada en mano.

- Espera, sola y con tu hermana a cuestas no podrás hacer nada, iremos contigo.- dijo el mismo que había asestado el golpe en el pecho del rey, acompañado por la misma mujer alta, bastante más que Alanna, y de pelo negro que había roto la cabeza del cadaver, instantes antes.
-Sabemos luchar y os debemos a ti, a tu amigo y a esa zarigüella endemoniada nuestra libertad, lo menos que podemos hacer es ayudarte.- dijo la chica, haciendo asentir a Alanna antes de salir de la estancia.

Giraron la primera esquina y un rastro de sangre, gotas en forma lineal, se movía, fresca, entre los cuerpos, y por encima de algunos, parecía que el asesino no había sido capaz de cubrir bien sus huellas. Una mano enfrente suya la detuvo, la chica de pelo negro la miraba seria.

- Chica, la fuerza no es lo tuyo, contigo llevando a esta, vamos a tardar siglos.- Alanna frunció el ceño.- No te preocupes, no digo que la dejes atrás, pero nos retrasas.
- ¿Y que sugieres?- dijo con un ligero mohín.
- Yo la llevo, a penas estoy herido y soy el más fuerte de tres, no me costará aunque tengamos que pelear.- La guardia retrocedió, reticente, ante la propuesta del hombre.- te prometo que la cuidaré con mi vida.- promesas, el código de caballería y el de la guar´dia dictaba que eran tan valiosas como la vida misma, si creía en lo que hacía, debía confiar en las promesas.
- Está bien.- suspiró desatando a Ely cuidadosamente y pasándola a la espalda del chico.- gracias em...- no sabía sus nombres.
- Soy Red y ella Maggy.- se presentó el tipo.- cuando pasamos las pruebas para ser guardias de Lunargenta nos destinaron aquí, y llegó ese gilipollas...
- Red, basta, hay cosas que hacer, luego ya le contaremos lo que nos pregunte la mercenaria.- regañó Maggy al chico.
- Soy Alanna, y.... si, creo que cuando esto acabe, necesitaremos hablar largo y tendido.- dijo con una ligera sonrisa, aun ocultando la preocupación por Frea.
- Ese rastro solo puede ser de la chica que había muerta en la puerta, es demasiado fresco, a ella no la mataron en una lucha, la asesinaron a sangre fría.- afirmó Red, centrándose en el trabajo, mientras caminaban siguiendo el rastro de sangre del pasillo.
- Si todos los que seguíamos al rey, digo... al falso rey, estábamos en el cuarto, y ella no luchaba, quiere decir que hay un asesino entre las filas del pueblo.- supuso Maggy mientras cada palabra que decía sonaba como un respiro de alivio, el hablar en pasado parecía ser algo que la hacía bastante feliz, y a la Gata no le extrañaba nada que la joven se sintiera de ese modo.
- Eso he supuesto yo también, Merodie debía haber estado escondida, no estaba allí antes de que entrara Eltrant a la sala, porque hasta que yo irrumpí, estuvo conmigo, peleando contra un arquero.- explicó Alanna con una mano puesta en la espalda de Elise mientras seguían andando.
- Vaya, derrotasteis a Flecha negra, vaya nena, te había subestimado, aunque debí suponer que no serías tan poca cosa como pareces si te atreves a entrar por la ventana de la forma que lo hiciese.- afirmó Maggy, la muerte del timador había puesto de buen humor a todos los que no estaban felices con él.
- En ese caso, ahora que ha muerto el cabrón ese y podemos volver a hacer nuestro trabajo, hay que pararlo, para eso nos hicimos guardias, ¿verdad?- Sonrió Red a su compañera, que le devolvió la sonrisa, entusiasmada. Alanna sonrió a su vez, en ese momento, era como estar en Lunargenta.
- Vamos, no podemos perder más tiempo.- dijo sin olvidar su propósito, encontrar a Frea antes que el asesino.
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