El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Finalmente el joven había decidido encaramarse al tejado, no sin un poco de esfuerzo por su parte. Había visto gente más ágil en mi vida, eso seguro. Me acomodé un poco, sentándome cruzando las piernas. Desde aquella posición era mucho más sencillo observar los rasgos del muchacho. Parecía elfo, pero parte de sus orejas estaba tapada por el pelo. Y sus ojos… Hice ademán de acercarme un poco, curiosa, como un animalillo cuando huele algo rico.
-Oh, ¿son violeta? Nunca había visto ese color de ojos… -Susurré.
Se había presentado como Anders. Tampoco es que los nombres tuvieran ningún significado la primera vez que te encuentras con alguien. A la gente solía darle más confianza que le dijesen uno, cuando en realidad no tenía ni por qué ser el real. De todas formas sería útil en caso de que nos volviésemos a encontrar en el futuro. Ponerle nombre a una cara hace que sea más nítida y definida en medio de una multitud, de otra forma podría quedarse perdida entre toda la maraña de personas.
- No, no estaba durmiendo… Tan solo… Pensando. - Le observé mientras comía del cuenco que había traído. Era un chico… Peculiar. Tras su siguiente frase solté una pequeña carcajada. - ¿cuántos hombres bestia alados has visto en tu vida que se hayan quedado dormidos en pleno vuelo? -Volví a reír. Hacía mucho que no me reía tanto. -¿Es siquiera posible? Me refiero… Debe ser como si tú te duermes mientras corres. A mi nunca me ha sucedido algo así.
Lo siguiente ya fue demasiado para mi, apenas podía aguantar la risa, pero se le veía tan entusiasmado pensando en planes para matar a alguien sin usar armas que me tapé la boca con una mano y seguí escuchándole.
- Sí… Me refería a que estás comiendo eso muy alegremente, pero que es posible que haya sido envenenado. - Suspiré y me dejé caer de espaldas de nuevo.
No parecía un chico peligroso así que decidí simplemente relajarme y disfrutar de su compañía mientras siguiera por allí. De hecho… Podría pedirle que me llevase a visitar algún puesto no envenenado… No, nunca haría algo como aquello, por mucha hambre que me estuviese entrando. Era más seguro aquel tejado. Quedarme sola en medio de una multitud era una sensación que me aterraba. Sobretodo porque por mi estatura quedaba a la altura de los ombligos de la gente.
- ¿Qué te ha traído aquí, Anders? ¿He de suponer que solo has venido por la comida y la bebida? - Le sonreí lo mejor que pude.
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Interactúo de nuevo con Anders.
-Oh, ¿son violeta? Nunca había visto ese color de ojos… -Susurré.
Se había presentado como Anders. Tampoco es que los nombres tuvieran ningún significado la primera vez que te encuentras con alguien. A la gente solía darle más confianza que le dijesen uno, cuando en realidad no tenía ni por qué ser el real. De todas formas sería útil en caso de que nos volviésemos a encontrar en el futuro. Ponerle nombre a una cara hace que sea más nítida y definida en medio de una multitud, de otra forma podría quedarse perdida entre toda la maraña de personas.
- No, no estaba durmiendo… Tan solo… Pensando. - Le observé mientras comía del cuenco que había traído. Era un chico… Peculiar. Tras su siguiente frase solté una pequeña carcajada. - ¿cuántos hombres bestia alados has visto en tu vida que se hayan quedado dormidos en pleno vuelo? -Volví a reír. Hacía mucho que no me reía tanto. -¿Es siquiera posible? Me refiero… Debe ser como si tú te duermes mientras corres. A mi nunca me ha sucedido algo así.
Lo siguiente ya fue demasiado para mi, apenas podía aguantar la risa, pero se le veía tan entusiasmado pensando en planes para matar a alguien sin usar armas que me tapé la boca con una mano y seguí escuchándole.
- Sí… Me refería a que estás comiendo eso muy alegremente, pero que es posible que haya sido envenenado. - Suspiré y me dejé caer de espaldas de nuevo.
No parecía un chico peligroso así que decidí simplemente relajarme y disfrutar de su compañía mientras siguiera por allí. De hecho… Podría pedirle que me llevase a visitar algún puesto no envenenado… No, nunca haría algo como aquello, por mucha hambre que me estuviese entrando. Era más seguro aquel tejado. Quedarme sola en medio de una multitud era una sensación que me aterraba. Sobretodo porque por mi estatura quedaba a la altura de los ombligos de la gente.
- ¿Qué te ha traído aquí, Anders? ¿He de suponer que solo has venido por la comida y la bebida? - Le sonreí lo mejor que pude.
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Irinnil Fawkes
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El lugar estaba animado pero algo ensombrecia el ánimo de la elfa que por primera vez en su vida no pensaba en buscar el conocimiento que tanto amaba, su bebida se había acabado así que se acercó a la tienda comió un bocado de no supo que pero que estaba muy rico cuando un, ¿podía decir humano? Hablaba mas animado y la deshubico que no supiera de la alianza entre razas para los extraños y que una mujer con un atavío que le pareció incómodo secundaba su postura. Muy bien de ahí podía entender por qué los humanos cometían los mismos errores al parecer.-El día de la Alianza, es historia básica, o al menos eso pensaba hasta que les oí.
Dijo ella mientras se acercaba al par, ahora que lo pensaba, para los elfos y otras razas longevas seguro era más fácil transmitir ese conocimiento, tal vez debería volverse trovadores e ir por ahí donde la llevarán sus pies a dar a conocer sus historias y eso..... Fantaseo de nuevo llendoce por las ramas y se puso algo colorada por el lapsus de distracción. - Lo siento, cajita de la nada, Aradia un placer. -Cómo señal de paz hizo una leve inclinación al presentarse, - De la invasión que resultó la alianza sus vestigios son los hombres bestia, que se unieron al final para poder expulsar a las criaturas que venían con el fin de destruirlo todo a su paso. Y podría decirse el lapsus dónde los elfos y brujos se unieron con los demás a pelear al parecer sin fricciones. Algo raro de imaginar hoy día.
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INTERACCIÓN CON SANGO Y NAHIR
Dijo ella mientras se acercaba al par, ahora que lo pensaba, para los elfos y otras razas longevas seguro era más fácil transmitir ese conocimiento, tal vez debería volverse trovadores e ir por ahí donde la llevarán sus pies a dar a conocer sus historias y eso..... Fantaseo de nuevo llendoce por las ramas y se puso algo colorada por el lapsus de distracción. - Lo siento, cajita de la nada, Aradia un placer. -Cómo señal de paz hizo una leve inclinación al presentarse, - De la invasión que resultó la alianza sus vestigios son los hombres bestia, que se unieron al final para poder expulsar a las criaturas que venían con el fin de destruirlo todo a su paso. Y podría decirse el lapsus dónde los elfos y brujos se unieron con los demás a pelear al parecer sin fricciones. Algo raro de imaginar hoy día.
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Aradia Hazelmere
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Gaia había hecho un gran trabajo con la prima de Go´el.
Los tratamientos que el doctor le estaba aplicando a la bruja parecían dar sus frutos, lentamente y con resultados muy sutiles, pero resultados al fin y al cabo. Por ejemplo, su extraña obsesión con los zapatos se había reducido a un cierto tipo, ahora Luna no miraba continuamente los pies de la gente... o al menos el galeno creía que así era.
Recordemos que nuestro buen doctor no entiende de mentiras y por ello rara vez las descubre. Aunque, ¿Porque debería dudar de los avances de Gaia? Según el dragón humanoide, sus métodos curativos eran infalibles... hasta que fallaban, claro. Pero los fallos no eran un problema en sí, según palabras de Go´el "los fallos son solo los pasos previos para la perfección de la técnica"
Oromë se giró una vez más sobre la silla de su montura y tío y sobrina sonrieron y saludaron al mismo tiempo a la mujer, que ahora era morena, como un cetrero los hubiera amaestrado para que reaccionaran una señal concreta.
-Ilobaren, -Go´el llamó a su sobrina cuando la jefa de salud de ciudad Lagarto dejó de mirarlos. -recuerda que si tu amatxo, tiene un ataque tienes que darle la ampolla que hicimos en casa.
Cada frase dicha por el médico de la ciudad de los indeseables, estaba impregnada de... si, sentimientos, de cariño.
Aquel rubio apático y normalmente carente de sentimientos estaba demostrando, emociones por algo más que no fuera ciencia y medicina. Aunque claro, aquel hecho no sorprendía a Oromë y Sena parecía tenerlo asimilado desde el primer momento en que le presentaron al dragón.
-Tranquilo Osaba, -Respondió la niña vampiro con una sonrisa inocente y segura. -mama estará bien.
El rubio amplio la sonrisa, mostrando una hilera de dientes y estiró el brazo para acariciar el pelo de Sena.
Al llegar al punto de control donde los monjes confiscaban las armas, Go´el y Sena se situaron uno a cada lado de Oromë, pero un paso más atrás de ella. La vieron pasar y luego llegó su turno. Igual que antes y como si el cetrero hubiera tocado de nuevo el silbato, tío y sobrina levantaron los brazos y mostraron a los monjes que poseían arma u armadura alguna.
Lo más seguro es que Sena hubiera escuchado la conversación que el rubio tuvo con Gali y que la joven decidiera imitar al galeno. Por otro lado el doctor de Lagarto había tomado la decisión más lógica (según él) que se podía tomar. "¿Para qué llevar algo que no te van a dejar usar?" Preguntó en su momento al hombre de turbante que siempre le acompañaba, pero que en esta ocasión había decidido quedarse a cargo de la tienda. "Es una pérdida de tiempo y un malgaste de energía, llevar puesto algo que no te será útil." Esa fue la frase que concluyó la conversación y la razón por la que hoy el doctor Go´el no portaba defensa u arma con la que atacar a un posible agresor.
En cuanto el monje tras la mesa les dio el pase a la pareja, la vampiresa dio una pequeña carrera hasta alcanzar la mano de Oromë y Go´el recortó la distancia situándose en el lado libre de la ahora, pálida y morena jefa de salud pública de ciudad Lagarto.
El extraño trio familiar no tardó demasiado en toparse con alguien que parecía conocer a uno de los integrantes del grupo.
-Por el poco lustre de tu pelaje y a juzgar por la pérdida de color alrededor del hocico y las patas. -Expuso Go´el examinando al hombre-bestia que se había parado frente a Oromë. -Puedo percibir que has pasado ya el punto álgido de tu vida. Ve con cuidado, tu raza tiene un periodo corto de vida y a partir de cierta edad los perros grandes suelen padecer problemas de cadera.
Entonces el rubio hizo algo que rara vez hace, sonrió con una amabilidad que destilaba veneno por todos lados.
-Cuando empieces a notar los achaques de la edad, puedes venir a visitarme, soy el boticario de ciudad Lagarto y tengo unos remedios que te ayudaran a aliviar los dolores. -El rubio se pasó la mano por la cabellera y se echó el brillante y sedoso pelo hacia detrás. -O puedes ir ahora, en caso de que ya sufras algún dolor. Tengo un ayudante en la tienda que te atenderá como se merece alguien de tu edad.
Go´el dejó de hablar y se quedó mirando con aquella sonrisa viperina al hombre-perro hasta que este fue tras saludar a Matthew.
______________
Off: Interactuó con Oromë y Asher.
Traductor dragón - lengua común:
Osaba= Tío.
ilobaren= Sobrina.
Amatxo = Mama.
Los tratamientos que el doctor le estaba aplicando a la bruja parecían dar sus frutos, lentamente y con resultados muy sutiles, pero resultados al fin y al cabo. Por ejemplo, su extraña obsesión con los zapatos se había reducido a un cierto tipo, ahora Luna no miraba continuamente los pies de la gente... o al menos el galeno creía que así era.
Recordemos que nuestro buen doctor no entiende de mentiras y por ello rara vez las descubre. Aunque, ¿Porque debería dudar de los avances de Gaia? Según el dragón humanoide, sus métodos curativos eran infalibles... hasta que fallaban, claro. Pero los fallos no eran un problema en sí, según palabras de Go´el "los fallos son solo los pasos previos para la perfección de la técnica"
Oromë se giró una vez más sobre la silla de su montura y tío y sobrina sonrieron y saludaron al mismo tiempo a la mujer, que ahora era morena, como un cetrero los hubiera amaestrado para que reaccionaran una señal concreta.
-Ilobaren, -Go´el llamó a su sobrina cuando la jefa de salud de ciudad Lagarto dejó de mirarlos. -recuerda que si tu amatxo, tiene un ataque tienes que darle la ampolla que hicimos en casa.
Cada frase dicha por el médico de la ciudad de los indeseables, estaba impregnada de... si, sentimientos, de cariño.
Aquel rubio apático y normalmente carente de sentimientos estaba demostrando, emociones por algo más que no fuera ciencia y medicina. Aunque claro, aquel hecho no sorprendía a Oromë y Sena parecía tenerlo asimilado desde el primer momento en que le presentaron al dragón.
-Tranquilo Osaba, -Respondió la niña vampiro con una sonrisa inocente y segura. -mama estará bien.
El rubio amplio la sonrisa, mostrando una hilera de dientes y estiró el brazo para acariciar el pelo de Sena.
Al llegar al punto de control donde los monjes confiscaban las armas, Go´el y Sena se situaron uno a cada lado de Oromë, pero un paso más atrás de ella. La vieron pasar y luego llegó su turno. Igual que antes y como si el cetrero hubiera tocado de nuevo el silbato, tío y sobrina levantaron los brazos y mostraron a los monjes que poseían arma u armadura alguna.
Lo más seguro es que Sena hubiera escuchado la conversación que el rubio tuvo con Gali y que la joven decidiera imitar al galeno. Por otro lado el doctor de Lagarto había tomado la decisión más lógica (según él) que se podía tomar. "¿Para qué llevar algo que no te van a dejar usar?" Preguntó en su momento al hombre de turbante que siempre le acompañaba, pero que en esta ocasión había decidido quedarse a cargo de la tienda. "Es una pérdida de tiempo y un malgaste de energía, llevar puesto algo que no te será útil." Esa fue la frase que concluyó la conversación y la razón por la que hoy el doctor Go´el no portaba defensa u arma con la que atacar a un posible agresor.
En cuanto el monje tras la mesa les dio el pase a la pareja, la vampiresa dio una pequeña carrera hasta alcanzar la mano de Oromë y Go´el recortó la distancia situándose en el lado libre de la ahora, pálida y morena jefa de salud pública de ciudad Lagarto.
El extraño trio familiar no tardó demasiado en toparse con alguien que parecía conocer a uno de los integrantes del grupo.
-Por el poco lustre de tu pelaje y a juzgar por la pérdida de color alrededor del hocico y las patas. -Expuso Go´el examinando al hombre-bestia que se había parado frente a Oromë. -Puedo percibir que has pasado ya el punto álgido de tu vida. Ve con cuidado, tu raza tiene un periodo corto de vida y a partir de cierta edad los perros grandes suelen padecer problemas de cadera.
Entonces el rubio hizo algo que rara vez hace, sonrió con una amabilidad que destilaba veneno por todos lados.
-Cuando empieces a notar los achaques de la edad, puedes venir a visitarme, soy el boticario de ciudad Lagarto y tengo unos remedios que te ayudaran a aliviar los dolores. -El rubio se pasó la mano por la cabellera y se echó el brillante y sedoso pelo hacia detrás. -O puedes ir ahora, en caso de que ya sufras algún dolor. Tengo un ayudante en la tienda que te atenderá como se merece alguien de tu edad.
Go´el dejó de hablar y se quedó mirando con aquella sonrisa viperina al hombre-perro hasta que este fue tras saludar a Matthew.
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Off: Interactuó con Oromë y Asher.
Traductor dragón - lengua común:
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ilobaren= Sobrina.
Amatxo = Mama.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El primer rostro conocido en llegar fue el de Alward.
- ¡Alward! – dijo ofreciéndole la mano como saludo.
Sonrió al mercenario. Hacía tiempo que no lo veía, era una suerte verlo de una pieza; sabía lo común que era para el hombre meterse en tantos líos como él mismo.
- ¡No te preocupes! – Lyn negó con la cabeza, riendo. - ¡Cuento con ello! – Agregó al oír la advertencia del Stelliazo, sabiendo que el único que podía recibir el fatídico golpe en la cara era Eltrant.
La pregunta que le hizo Alward le hizo dibujar una sonrisa algo forzada y a negar con la cabeza.
- Peor de lo que me debería, mejor de lo que esperaba. – dijo con la misma expresión. - ¿Qué tal la armadura que te hice? – Preguntó cambiando de tema de forma algo evidente. - ¿Aguanta bien? – Agregó. – Puedes pasarte por el taller a que te la repare cuando quieras, todo gratis. – Sonriendo, ahora de forma más genuina, le dio una palmada al hombre en el brazo. - ¿Vienes solo? - Preguntó al final, mirando tras el mercenario y esperando ver a alguno de sus compañeros de trabajo.
La siguiente pareja de personas que conocía fueron, contra todo pronóstico, Asher y Syl.
- ¡Hola Asher! – Lyn se adelantó a él y saludó a la pareja. - ¡Syl! ¡Me gusta mucho tu capa! ¿Te lo he dicho? ¿Puedo tocarla? Bueno, ahora no, pero cuando pueda tocarla digo. Parece suave. – dijo la ojiazul prácticamente en un segundo, acercándose rápidamente al gato.
- ¿Otra vez? – Eltrant, entretanto, se llevó la mano hasta la cara y continuando la broma del lobo dejando que este se apoyase sobre él. Pesaba bastante más de lo que parecía, y parecía un lobo de más de dos metros con corona. – Mira que les dije que usasen carromatos. Con tres viajes debería haber bastado. – Sonrió a Asher y lo zarandeó de forma amistosa. – ¡Pero claro, nadie hace caso a los consejos de Elran Tail! – Aseveró mirándole, ampliando la sonrisa.
- ¡Por supuesto que le he torturado! – dijo Lyn irrumpiendo en la conversación, tras dejarle a Syl espacio personal. - ¡Deberías haberle visto quitarse la armadura! Ha sido un espectáculo. – dijo esbozando un gesto de complicidad.
Suspirando, Eltrant se giró hacia Sevna y se encogió de hombros. No había pasado por alto el tono de voz que Asher había adoptado con el Stelliazo ¿Habían tenido problemas? Por lo que recordaba la última vez que habían estado juntos en una misma habitación había sido la noche en la que habían… lidiado con Roiland.
A decir verdad, había pasado más tiempo del que parecía.
- ¿Qué os trae por aquí? ¿Asuntos oficiales de Centinela? – Preguntó Eltrant sonriendo a su amigo, ajustándose el guantelete mágico de su muñeca derecha instintivamente, el cual, sin los protectores de metal, parecía más bien un brazalete ligeramente más largo. – Tengo una sensación… rara. Como si fuese a pasar algo. – Le dijo al lobo en voz algo más baja perdiendo momentáneamente la sonrisa, quizás estuviese siendo paranoico, pero probablemente Asher fuese de las pocas personas que comprenderían lo que quería decir con aquello.
Volvió a recordar, involuntariamente, lo que había sucedido en Dundarak. Tenía suerte de contar con él.
- Eso son gases. – Cortó Lyn, llevando la mano hasta uno de los frascos que pendía de su cinturón y descorchándolo casualmente. La vampiresa, debido a su estado, no podía tocar la comida que tenían en aquel lugar para los presentes; no parecía importarle demasiado de todas formas.
Momentos después, la solemne voz de Níniel captó la atención del exmercenario. Por supuesto, la elfa no iba sola, sino acompañada por Catherine, quien al parecer estaba buscando la carne cuyo olor parecía impregnar la plazoleta.
- Níniel, Catherine. – dijo levantando la mano derecha, saludando a la pareja. – Me alegro de veros. – Agregó a continuación, asintiendo a la frase que acababa de decir esta. Habían vivido muchas cosas juntos ¿Cuántas veces le había cerrado Níniel las heridas? ¿Y borrado las cicatrices? Por mucho que lo intentase no conocía a ninguna sacerdotisa mejor. - ¿Disfrutando de la noche? – Se apartó a un lado y dejó espacio en aquel banco improvisado para que los presentes se pusiesen cómodos si querían.
Si lo pensaba detenidamente no era tan raro el imaginar el motivo por el que podía estar allí Níniel. Eventos como aquel debían de atraer la atención de gente importante de todos los estamentos y cargos y, Níniel, era alguien significativa tanto como sacerdotisa de Sandorai como en la Logia de Dundarak.
- ¡Buena pregunta! – Exclamó Lyn, acercándose a Catherine. – Creo que en aquella carpa. – Señaló a una que tenía motivos ligeramente azulados. Cerró los ojos e inspiró con algo de fuerza. – Sí, me parece que el olor viene de allí. – Mencionó tan sonriente como siempre.
Off: Interactuo con Alward, Asher, Syl, Níniel y Catherine :'D
- ¡Alward! – dijo ofreciéndole la mano como saludo.
Sonrió al mercenario. Hacía tiempo que no lo veía, era una suerte verlo de una pieza; sabía lo común que era para el hombre meterse en tantos líos como él mismo.
- ¡No te preocupes! – Lyn negó con la cabeza, riendo. - ¡Cuento con ello! – Agregó al oír la advertencia del Stelliazo, sabiendo que el único que podía recibir el fatídico golpe en la cara era Eltrant.
La pregunta que le hizo Alward le hizo dibujar una sonrisa algo forzada y a negar con la cabeza.
- Peor de lo que me debería, mejor de lo que esperaba. – dijo con la misma expresión. - ¿Qué tal la armadura que te hice? – Preguntó cambiando de tema de forma algo evidente. - ¿Aguanta bien? – Agregó. – Puedes pasarte por el taller a que te la repare cuando quieras, todo gratis. – Sonriendo, ahora de forma más genuina, le dio una palmada al hombre en el brazo. - ¿Vienes solo? - Preguntó al final, mirando tras el mercenario y esperando ver a alguno de sus compañeros de trabajo.
La siguiente pareja de personas que conocía fueron, contra todo pronóstico, Asher y Syl.
- ¡Hola Asher! – Lyn se adelantó a él y saludó a la pareja. - ¡Syl! ¡Me gusta mucho tu capa! ¿Te lo he dicho? ¿Puedo tocarla? Bueno, ahora no, pero cuando pueda tocarla digo. Parece suave. – dijo la ojiazul prácticamente en un segundo, acercándose rápidamente al gato.
- ¿Otra vez? – Eltrant, entretanto, se llevó la mano hasta la cara y continuando la broma del lobo dejando que este se apoyase sobre él. Pesaba bastante más de lo que parecía, y parecía un lobo de más de dos metros con corona. – Mira que les dije que usasen carromatos. Con tres viajes debería haber bastado. – Sonrió a Asher y lo zarandeó de forma amistosa. – ¡Pero claro, nadie hace caso a los consejos de Elran Tail! – Aseveró mirándole, ampliando la sonrisa.
- ¡Por supuesto que le he torturado! – dijo Lyn irrumpiendo en la conversación, tras dejarle a Syl espacio personal. - ¡Deberías haberle visto quitarse la armadura! Ha sido un espectáculo. – dijo esbozando un gesto de complicidad.
Suspirando, Eltrant se giró hacia Sevna y se encogió de hombros. No había pasado por alto el tono de voz que Asher había adoptado con el Stelliazo ¿Habían tenido problemas? Por lo que recordaba la última vez que habían estado juntos en una misma habitación había sido la noche en la que habían… lidiado con Roiland.
A decir verdad, había pasado más tiempo del que parecía.
- ¿Qué os trae por aquí? ¿Asuntos oficiales de Centinela? – Preguntó Eltrant sonriendo a su amigo, ajustándose el guantelete mágico de su muñeca derecha instintivamente, el cual, sin los protectores de metal, parecía más bien un brazalete ligeramente más largo. – Tengo una sensación… rara. Como si fuese a pasar algo. – Le dijo al lobo en voz algo más baja perdiendo momentáneamente la sonrisa, quizás estuviese siendo paranoico, pero probablemente Asher fuese de las pocas personas que comprenderían lo que quería decir con aquello.
Volvió a recordar, involuntariamente, lo que había sucedido en Dundarak. Tenía suerte de contar con él.
- Eso son gases. – Cortó Lyn, llevando la mano hasta uno de los frascos que pendía de su cinturón y descorchándolo casualmente. La vampiresa, debido a su estado, no podía tocar la comida que tenían en aquel lugar para los presentes; no parecía importarle demasiado de todas formas.
Momentos después, la solemne voz de Níniel captó la atención del exmercenario. Por supuesto, la elfa no iba sola, sino acompañada por Catherine, quien al parecer estaba buscando la carne cuyo olor parecía impregnar la plazoleta.
- Níniel, Catherine. – dijo levantando la mano derecha, saludando a la pareja. – Me alegro de veros. – Agregó a continuación, asintiendo a la frase que acababa de decir esta. Habían vivido muchas cosas juntos ¿Cuántas veces le había cerrado Níniel las heridas? ¿Y borrado las cicatrices? Por mucho que lo intentase no conocía a ninguna sacerdotisa mejor. - ¿Disfrutando de la noche? – Se apartó a un lado y dejó espacio en aquel banco improvisado para que los presentes se pusiesen cómodos si querían.
Si lo pensaba detenidamente no era tan raro el imaginar el motivo por el que podía estar allí Níniel. Eventos como aquel debían de atraer la atención de gente importante de todos los estamentos y cargos y, Níniel, era alguien significativa tanto como sacerdotisa de Sandorai como en la Logia de Dundarak.
- ¡Buena pregunta! – Exclamó Lyn, acercándose a Catherine. – Creo que en aquella carpa. – Señaló a una que tenía motivos ligeramente azulados. Cerró los ojos e inspiró con algo de fuerza. – Sí, me parece que el olor viene de allí. – Mencionó tan sonriente como siempre.
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Off: Interactuo con Alward, Asher, Syl, Níniel y Catherine :'D
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
La fila de hombres y mujeres llega hasta los campamentos. Merrigan se pone la mano en la frente para hacer sombra y que la luz de las antorchas no le deslumbre, mira hacia el lugar donde deben estar las escaleras que suben al altar. Retira la mano y baja la cabeza. No ha conseguido ver las escaleras. La fila es inmensa. Puedo reconocer a las tropas de todas las razas de Aerandir. Algunos van a caballo, otros andando y los dragones volando. Suben al altar en grupos de cinco personas. Rinden una reverencia a los monjes del altar y les entregan las armas en un gesto de paz.
Merrigan me explicó la razón. Hace 150 años, se firmó La Alianza entre los hombres. La guerra finalizó. El altar de las espadas gigantes es el lugar donde se llegó a la paz. La gente de Aerandir entrega sus armas a los monjes que custodian el lugar como recordatorio de aquel día. Acabada la noche, los monjes devolverán las armas a sus pertenecientes. Los guerreros no pueden tocar las armas mientras estén en el altar. Merrigan se encargó de explicármelo, despacio, para que pudiera entenderlo.
La conversación que tuvimos, un par de días antes, duró más:
—Nunca he ido — le dije con tono de disculpa. Por conforme hablaba Merrigan, parecía que La Alianza es importante.
—Yo tampoco he ido y tengo tantas preguntas como tú. Cuando subamos arriba, ¿crees que nos pondrán grilletes antimagia? Sería justo, así las personas mágicas no podrían utilizar sus armas naturales. Pero también hay que pensar que los grilletes son un artilugio de guerra y no creo que los monjes sean capaces de encadenar a nadie. ¿Y qué hay de mis instrumentos de música? Se supone que tengo que tocar unas piezas después de subir al altar, pero utilizo los instrumentos para canalizar mis habilidades mágicas, son algo así como los báculos para un brujo. Debería dejarlos, pero no puedo hacerlo.
Merrigan hablaba mientras preparaba las maletas para el viaje. Estaba nerviosa e ilusionada.
—La historia la conozco por las canciones y sabes tan bien que yo que no son fuentes fiables. Cada poeta añade nuevos detalles a la historia, detalles que nunca existieron, pero nos ayudan a que las canciones sean más fantásticas y tengan mejores rimas. Por ejemplo, la historia del cometa. ¿Es real? Los pregoneros dicen que sí lo es. Que haya regresado al cielo es la razón por la que volvemos a La Plaza de La Alianza. ¿Y qué hay de cierto en la estrofa que decía que los gigantes ayudaron a construir las estatuas del lugar? — se encogió de hombros —. Si vemos gigantes en la zona, sabremos que es cierto; si no los vemos, nunca lo sabremos.
Las tropas van subiendo al altar. Alcanzamos a ver las escaleras que antes no veíamos. Merrigan tararea las canciones que cantará después. Repasa las letras mentalmente y añade los detalles que nunca existieron. No diré nada acerca de los gigantes porque no hemos visto ninguno en el camino.
Llegamos al altar. Los monjes nos hacen una reverencia. Merrigan la contesta, siguiendo el protocolo de los humanos. Coge la falda de su vestido y la levanta a la vez que se inclina. Es una dama en un baile. Yo bajo la cabeza lentamente delante de los monjes. No poseo casa ni protocolos que me digan cómo he de reverenciarme, por lo que decido hacerlo de la manera más simple.
—Buenas noches, hermanos elfos — dice uno de los monjes dragones.
Merrigan coge mi mano y me da un pequeño tirón avisándome que, según su protocolo, soy yo el que ha de contestar a los monjes.
—Buenas noches.
Merrigan me da otro tirón. Debería haber dicho “buenas noches, hermanos dragones” aunque los dragones no sean nuestros hermanos.
—Les entregamos nuestras armas.
Llevamos los arcos en la mano, el mío y el de Merrigan. Los cuchillos y el hacha en una bolsa, La espada de Ivor en su vaina y las flechas en los carcajes. Le damos todo a los dragones. Merrigan hace ademán de desatar el arpa, la llevo colgando de la espalda. Los dragones niegan con un gesto con las manos.
—¿A qué casa pertenecéis? Por los colores de vuestros atuendos, no parecéis de Sandoria. ¿Vulwulfar?
—Lunargenta — responde Merrigan.
—Ningún sitio — respondo yo.
—Lunargenta los dos — contesta el monje.
Deposita nuestros objetos en una mesita decorada con manteles con los escudos y colores de Lunargenta. Armas de elfos en el lugar donde deben estar los humanos.
Bajamos del altar. Vamos al campamento donde Merrigan tiene que trabajar. Se une a un grupo de otros músicos. El señor humano los contrató con la intención de compartir la música de los humanos al resto de las razas. Merrigan es la única elfa del grupo.
En las grandes agrupaciones, es cuando más fuera de lugar me siento. Merrigan está acostumbrada, ha vivido entre humanos. Yo no soy de ningún sitio.
Merrigan me explicó la razón. Hace 150 años, se firmó La Alianza entre los hombres. La guerra finalizó. El altar de las espadas gigantes es el lugar donde se llegó a la paz. La gente de Aerandir entrega sus armas a los monjes que custodian el lugar como recordatorio de aquel día. Acabada la noche, los monjes devolverán las armas a sus pertenecientes. Los guerreros no pueden tocar las armas mientras estén en el altar. Merrigan se encargó de explicármelo, despacio, para que pudiera entenderlo.
La conversación que tuvimos, un par de días antes, duró más:
—Nunca he ido — le dije con tono de disculpa. Por conforme hablaba Merrigan, parecía que La Alianza es importante.
—Yo tampoco he ido y tengo tantas preguntas como tú. Cuando subamos arriba, ¿crees que nos pondrán grilletes antimagia? Sería justo, así las personas mágicas no podrían utilizar sus armas naturales. Pero también hay que pensar que los grilletes son un artilugio de guerra y no creo que los monjes sean capaces de encadenar a nadie. ¿Y qué hay de mis instrumentos de música? Se supone que tengo que tocar unas piezas después de subir al altar, pero utilizo los instrumentos para canalizar mis habilidades mágicas, son algo así como los báculos para un brujo. Debería dejarlos, pero no puedo hacerlo.
Merrigan hablaba mientras preparaba las maletas para el viaje. Estaba nerviosa e ilusionada.
—La historia la conozco por las canciones y sabes tan bien que yo que no son fuentes fiables. Cada poeta añade nuevos detalles a la historia, detalles que nunca existieron, pero nos ayudan a que las canciones sean más fantásticas y tengan mejores rimas. Por ejemplo, la historia del cometa. ¿Es real? Los pregoneros dicen que sí lo es. Que haya regresado al cielo es la razón por la que volvemos a La Plaza de La Alianza. ¿Y qué hay de cierto en la estrofa que decía que los gigantes ayudaron a construir las estatuas del lugar? — se encogió de hombros —. Si vemos gigantes en la zona, sabremos que es cierto; si no los vemos, nunca lo sabremos.
Las tropas van subiendo al altar. Alcanzamos a ver las escaleras que antes no veíamos. Merrigan tararea las canciones que cantará después. Repasa las letras mentalmente y añade los detalles que nunca existieron. No diré nada acerca de los gigantes porque no hemos visto ninguno en el camino.
Llegamos al altar. Los monjes nos hacen una reverencia. Merrigan la contesta, siguiendo el protocolo de los humanos. Coge la falda de su vestido y la levanta a la vez que se inclina. Es una dama en un baile. Yo bajo la cabeza lentamente delante de los monjes. No poseo casa ni protocolos que me digan cómo he de reverenciarme, por lo que decido hacerlo de la manera más simple.
—Buenas noches, hermanos elfos — dice uno de los monjes dragones.
Merrigan coge mi mano y me da un pequeño tirón avisándome que, según su protocolo, soy yo el que ha de contestar a los monjes.
—Buenas noches.
Merrigan me da otro tirón. Debería haber dicho “buenas noches, hermanos dragones” aunque los dragones no sean nuestros hermanos.
—Les entregamos nuestras armas.
Llevamos los arcos en la mano, el mío y el de Merrigan. Los cuchillos y el hacha en una bolsa, La espada de Ivor en su vaina y las flechas en los carcajes. Le damos todo a los dragones. Merrigan hace ademán de desatar el arpa, la llevo colgando de la espalda. Los dragones niegan con un gesto con las manos.
—¿A qué casa pertenecéis? Por los colores de vuestros atuendos, no parecéis de Sandoria. ¿Vulwulfar?
—Lunargenta — responde Merrigan.
—Ningún sitio — respondo yo.
—Lunargenta los dos — contesta el monje.
Deposita nuestros objetos en una mesita decorada con manteles con los escudos y colores de Lunargenta. Armas de elfos en el lugar donde deben estar los humanos.
Bajamos del altar. Vamos al campamento donde Merrigan tiene que trabajar. Se une a un grupo de otros músicos. El señor humano los contrató con la intención de compartir la música de los humanos al resto de las razas. Merrigan es la única elfa del grupo.
En las grandes agrupaciones, es cuando más fuera de lugar me siento. Merrigan está acostumbrada, ha vivido entre humanos. Yo no soy de ningún sitio.
Sarez
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
-Es bastante suave. Y ligera.- afirmó Syl. -Me recuerda un poco a lo que haces tú con la sombras.- añadió. ¿Se estaba esforzando por socializar? Era adorable. Parecía haberle cogido algo de cariño a la vampiresa, aunque era dificil de ver para alguien que no conociese sus "gestos". Luego, Eltrant me preguntó si estaba allí como Centinela.
-No, al parecer tengo que jubilarme. Es terrible.- dije, fingiendo pésame. -Un lunático de los de Ciudad Cenizas me ha dicho que estoy viejo y mi raza vive poco. Parece que mi abuelo fue una excepción, llegó a los 97 años. Igual que el resto de ancianos de Áruent.- reí. -Me hago vieeeejo, Elt. Ayuda.- continué, aún apoyándome sobre el humano.
En cierta forma, era algo triste. Si esos eran los médicos que tenían en ese sitio, se iban a quedar sin población en menos de una década. Pero bueno, era mejor así. No podía esperar que la escoria de turno tuviese acceso a más de lo que merecía. Dejé la actuación y me recompuse, examinando al humano. Aún llevaba el guantelete. Bien, era previsor.
-Si fuese a apostar, diría que los dragones harán algo.- dije. -Pero... veremos. Incluso sin armas, hay mucha gente aquí que puede dar problemas. Tu incluido.- aseguré. Era un alivio ver a alguien que me apoyaría en prácticamente cualquier situación. Poco después, llegó otra persona de confianza: Niniel Thenidiel.
-Le doy menos de diez horas a esos pactos.- sonreí. Sin embargo, me puse algo más serio para lo siguiente. -Prepárate para cualquier cosa. Si las cosas se mueven, mejor que estemos listos y cerca.- Con la sacerdotisa cerca, cualquiera de nosotros podía enfrentarse a lo que fuese necesario. Tranquilizaba un tanto, a decir verdad.
-No me arriesgaría a comer nada.- aportó Syl. Aunque quizás fuese tarde para algunos. -Si no comparten su comida contigo el resto del año, no puedes confiar en que cuando sí la ofrezcan no esconda nada.- añadió. Ya habíamos cenado antes de venir, de todas formas, por lo que no tenía pensado tocar nada.
-Elt, ¿vienes un segundo?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza a una zona más vacía de gente. No es que quisiera mantener secretos, o algo por el estilo, pero nunca se sabía quien podía estar escuchando. Cuando hablé, fue poco más que un susurro a su oído. -Los Nómadas están cerca. Si ocurre algo, quédate cerca. Tengo a Eclipse, puedo darte la copia de luz. No durará mucho, pero puede hacer una diferencia.- expliqué. No dudaba de que sabría usar bien el arma, al menos, su parte física. No era muy distinta en tamaño y peso a Recuerdo, después de todo. -Sé que no estás indefenso, pero ve con cuidado.-
Le di una palmada en el hombro, y volvimos al grupo.
-Disculpad.- dije, haciendo un gesto con la mano. Estaba seguro de que se lo haría saber a Lyn de alguna forma. Si tenía la oportunidad, avisaría a Niniel luego. No podía dejarla expuesta tampoco. -¿Queréis acercaros a alguna de las tiendas?- Algunas de las cercanas al altar donde exponían las armas, por ejemplo. No iba a negar que era un botín considerable. Sin embargo, algo sobre la idea se volvió amargo en cuanto lo pensé. -¿Quizás por ahí?- sugerí, haciendo un gesto a una más en el lateral. Buen punto de vista, apartado, pero casi todo era visible. Más cercano al bosque, y a la posición de los Nómadas, prácticamente al extremo de la plaza.
Interactuo con Eltrant, Niniel y acompañantes. Breve mención a Go'el
-No, al parecer tengo que jubilarme. Es terrible.- dije, fingiendo pésame. -Un lunático de los de Ciudad Cenizas me ha dicho que estoy viejo y mi raza vive poco. Parece que mi abuelo fue una excepción, llegó a los 97 años. Igual que el resto de ancianos de Áruent.- reí. -Me hago vieeeejo, Elt. Ayuda.- continué, aún apoyándome sobre el humano.
En cierta forma, era algo triste. Si esos eran los médicos que tenían en ese sitio, se iban a quedar sin población en menos de una década. Pero bueno, era mejor así. No podía esperar que la escoria de turno tuviese acceso a más de lo que merecía. Dejé la actuación y me recompuse, examinando al humano. Aún llevaba el guantelete. Bien, era previsor.
-Si fuese a apostar, diría que los dragones harán algo.- dije. -Pero... veremos. Incluso sin armas, hay mucha gente aquí que puede dar problemas. Tu incluido.- aseguré. Era un alivio ver a alguien que me apoyaría en prácticamente cualquier situación. Poco después, llegó otra persona de confianza: Niniel Thenidiel.
-Le doy menos de diez horas a esos pactos.- sonreí. Sin embargo, me puse algo más serio para lo siguiente. -Prepárate para cualquier cosa. Si las cosas se mueven, mejor que estemos listos y cerca.- Con la sacerdotisa cerca, cualquiera de nosotros podía enfrentarse a lo que fuese necesario. Tranquilizaba un tanto, a decir verdad.
-No me arriesgaría a comer nada.- aportó Syl. Aunque quizás fuese tarde para algunos. -Si no comparten su comida contigo el resto del año, no puedes confiar en que cuando sí la ofrezcan no esconda nada.- añadió. Ya habíamos cenado antes de venir, de todas formas, por lo que no tenía pensado tocar nada.
-Elt, ¿vienes un segundo?- pregunté, haciendo un gesto con la cabeza a una zona más vacía de gente. No es que quisiera mantener secretos, o algo por el estilo, pero nunca se sabía quien podía estar escuchando. Cuando hablé, fue poco más que un susurro a su oído. -Los Nómadas están cerca. Si ocurre algo, quédate cerca. Tengo a Eclipse, puedo darte la copia de luz. No durará mucho, pero puede hacer una diferencia.- expliqué. No dudaba de que sabría usar bien el arma, al menos, su parte física. No era muy distinta en tamaño y peso a Recuerdo, después de todo. -Sé que no estás indefenso, pero ve con cuidado.-
Le di una palmada en el hombro, y volvimos al grupo.
-Disculpad.- dije, haciendo un gesto con la mano. Estaba seguro de que se lo haría saber a Lyn de alguna forma. Si tenía la oportunidad, avisaría a Niniel luego. No podía dejarla expuesta tampoco. -¿Queréis acercaros a alguna de las tiendas?- Algunas de las cercanas al altar donde exponían las armas, por ejemplo. No iba a negar que era un botín considerable. Sin embargo, algo sobre la idea se volvió amargo en cuanto lo pensé. -¿Quizás por ahí?- sugerí, haciendo un gesto a una más en el lateral. Buen punto de vista, apartado, pero casi todo era visible. Más cercano al bosque, y a la posición de los Nómadas, prácticamente al extremo de la plaza.
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Asher Daregan
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
-Entonces… ¿dejo aquí mis armas?- preguntó la elfa, confundida. El monje asintió. –Pero… sabéis que… ¿soy una elfa cierto?- asintieron otra vez, confundiendo aún más a Valyria. ¿Nadie les había dicho a esos pobres monjes de clausura que la magia existía? Puede que fuera algún tipo de acto simbólico. O puede que estuvieran en medio de un megacírculo antimagia de proporciones titánicas. Valyria escarbo un poco el suelo con la bota, como si fuera a encontrar una gigantesca línea ley arcana fosforescente. Obviamente, no ocurrió, y se sintió un poco triste por ello.
Así que dio sus armas como una buena chica y entro. No tenía ningún motivo especial para estar allí, la verdad, simplemente… había tenido curiosidad, nunca había estado en ese tipo de... fiesta/tregua. Lo consideraba una buena manera de conocer a gente que de otra manera jamás conocería. Puede que brujos. O algún vampiro. O un brujpiro. ¿vampujo? Sonaba a licor. No estaba segura de que eso existiera, pero era la ocasión perfecta de preguntar a los expertos. La duda era si los expertos serían los brujos, o los vampiros.
Así que Valyria dio un paseo aquí y alla, picoteando un poco de comida, sin estar muy segura de dónde ir. Es decir, empezar una charla con “me alegro de que no nos estemos matando” sonaba muy violento. Además, los brujos costaban de distinguir de entre los humanos. No había encontrado ni uno aun. ¿No podían tener tentáculos, o un halo brillante o algo?
Fue entonces cuando casi fue derribada por un hombre que se abría paso entre la multitud, que choco contra más de la mitad de su cuerpo y la mando volando. Indignante, doloroso, la elfa se quedó en el suelo el suficiente tiempo como para que unas cuantas personas la ayudaran a levantarse, pero no estaba allí en el suelo tirada por dolor, o porque se hubiera roto algo. No, estaba allí porque al chocar se le había pasado cierta frase de taberna por la cabeza.
Y estaba bastante segura de que no se alegraba de verla, sino que llevaba una daga en el bolsillo. Una que no parecía abultar en absoluto. Soltó un gruñido, mientras agradecía a la gente que la había levantado prácticamente a pulso, un hombre toro y un tipo que lucía humano al menos. ¿Dagas invisibles? Puede que estuviera soñando. O puede que fueran a cargarse a alguien…
Y por supuesto que tendría que comprobarlo… pero allí había mucha gente, y ella sin armas no era demasiado competente así que tendría que buscar a alguien que la ayudara. Como Esponjosa, o, aún mejor, a alguien que parecía ver por entre la multitud. Bueno, más bien por encima, porque el condenado estaba en un tejado. ¿Qué diablos?
-Pssss, psss, Anders.- dijo todo lo bajo que pudo mientras se hacía oír, que, teniendo en cuenta se había metido encima de un maldito tejado, era más bien un susurro a grito pelado. –Creo que tenemos un pequeño problema. Psss, ¡una situación! ¿Quieres apuntarte?- sonaba...abstracto, pero no iba a gritar "dagas invisibles" y crear un pánico, o peor, atraer a alguien con una y acabar apuñalada.
Así que dio sus armas como una buena chica y entro. No tenía ningún motivo especial para estar allí, la verdad, simplemente… había tenido curiosidad, nunca había estado en ese tipo de... fiesta/tregua. Lo consideraba una buena manera de conocer a gente que de otra manera jamás conocería. Puede que brujos. O algún vampiro. O un brujpiro. ¿vampujo? Sonaba a licor. No estaba segura de que eso existiera, pero era la ocasión perfecta de preguntar a los expertos. La duda era si los expertos serían los brujos, o los vampiros.
Así que Valyria dio un paseo aquí y alla, picoteando un poco de comida, sin estar muy segura de dónde ir. Es decir, empezar una charla con “me alegro de que no nos estemos matando” sonaba muy violento. Además, los brujos costaban de distinguir de entre los humanos. No había encontrado ni uno aun. ¿No podían tener tentáculos, o un halo brillante o algo?
Fue entonces cuando casi fue derribada por un hombre que se abría paso entre la multitud, que choco contra más de la mitad de su cuerpo y la mando volando. Indignante, doloroso, la elfa se quedó en el suelo el suficiente tiempo como para que unas cuantas personas la ayudaran a levantarse, pero no estaba allí en el suelo tirada por dolor, o porque se hubiera roto algo. No, estaba allí porque al chocar se le había pasado cierta frase de taberna por la cabeza.
Y estaba bastante segura de que no se alegraba de verla, sino que llevaba una daga en el bolsillo. Una que no parecía abultar en absoluto. Soltó un gruñido, mientras agradecía a la gente que la había levantado prácticamente a pulso, un hombre toro y un tipo que lucía humano al menos. ¿Dagas invisibles? Puede que estuviera soñando. O puede que fueran a cargarse a alguien…
Y por supuesto que tendría que comprobarlo… pero allí había mucha gente, y ella sin armas no era demasiado competente así que tendría que buscar a alguien que la ayudara. Como Esponjosa, o, aún mejor, a alguien que parecía ver por entre la multitud. Bueno, más bien por encima, porque el condenado estaba en un tejado. ¿Qué diablos?
-Pssss, psss, Anders.- dijo todo lo bajo que pudo mientras se hacía oír, que, teniendo en cuenta se había metido encima de un maldito tejado, era más bien un susurro a grito pelado. –Creo que tenemos un pequeño problema. Psss, ¡una situación! ¿Quieres apuntarte?- sonaba...abstracto, pero no iba a gritar "dagas invisibles" y crear un pánico, o peor, atraer a alguien con una y acabar apuñalada.
Valyria
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
...
La Comitiva de Baslodia fue de las primeras en llegar a la Plaza de la Alianza, por lo que tuve la suerte de observar el lugar antes de que la multitud lo cubriese por completo. Lo primero que pensé al contemplar aquellas gigantescas esculturas desde la distancia fue en las excepcionales vistas que proporcionaría sus cumbres y sentí la fuerte tentación de escalar alguna de ellas, aunque probablemente ese comportamiento resultaría de lo más inapropiado en un evento cómo ése.
Volviendo a la realidad, contemplé cómo Esther Gila, la comandante que me había invitado a formar parte de su comitiva, se quejaba ante uno de esos monjes dragones al pedirle su espada. Todos los que la conocíamos sabíamos del profundo apego de la guerrera por Santuario y del esfuerzo que le suponía desprenderse de ella, pero tras hacerlo, todos seguimos sus órdenes y su ejemplo.
Ámbar, la preciada daga que Zowin me había dado pocos días antes de morir, quedó sepultada bajo la gran montaña de armas de poco valor, bajo la mesa destinada a las armas de Baslodia.
Pasado el control, me acerqué hasta una de aquellas altas columnas en cuanto me fue posible, dispuesto a contemplarla de cerca, quedando fascinado por sus relieves, dejándome entretenido por un rato. ¡Era una pena no poder escalarlas!
Con el paso del tiempo, las comitivas llegaban y las armas de todas las personas que entraban en el lugar eran debidamente confiscadas. Desde la distancia contemplaba esa escena: tantas armas de valor amontonadas y distribuidas a lo largo de todas aquellas mesas. Una sonrisa pícara apareció en mis labios y mi mente, de forma instintiva, comenzó a maquinar un plan. ¿Habría alguna forma de hacerme con algunas de ellas?
Mientras meditaba sobre el asunto, me acerqué hacia la tienda de campaña de los Gila de Baslodia. Bebí una cerveza con mis compañeros de viaje y ayudé a servir algunos cuencos de comida a las personas que a nosotros se acercaban.
Un grupo de infantes de hombres bestias se acercó hasta la tienda. Uno de ellos tenía mal carácter, era realmente feroz y le dije que se parecía a Eugene Lasbon, una leyenda de Baslodia, mientras le cedía su cuenco de comida. Ante sus caras de extrañeza, llevé el grupo aparte y les narré, de forma despreocupada y divertida, las gloriosas aventuras del héroe baslodiano, ganando la atención de aquellos críos con caras de diversos animales mientras disfrutaban de la comida.
Al acabar la historia y tras despedirme de los críos, jarra de cerveza en mano, caminé sin rumbo por el recinto ya plagado de viajeros y miembros de diversas comitivas, todos ellos desprovistos de sus armas y armaduras. Sobre nosotros, aquella gran estrella que brillaba tanto en el firmamento durante los últimos días, que parecía acompañarnos en tan importante evento.
A unos metros de mí, distinguí a una mujer joven que miraba el cielo con gran atención, cómo si el firmamento le interesara mucho más que a la mayoría de las personas ahí congregadas.
- Bonita estrella, ¿verdad?- comenté, colocándome a su lado- Aunque parece que va a caer encima de nosotros en cualquier momento.
Volviendo a la realidad, contemplé cómo Esther Gila, la comandante que me había invitado a formar parte de su comitiva, se quejaba ante uno de esos monjes dragones al pedirle su espada. Todos los que la conocíamos sabíamos del profundo apego de la guerrera por Santuario y del esfuerzo que le suponía desprenderse de ella, pero tras hacerlo, todos seguimos sus órdenes y su ejemplo.
Ámbar, la preciada daga que Zowin me había dado pocos días antes de morir, quedó sepultada bajo la gran montaña de armas de poco valor, bajo la mesa destinada a las armas de Baslodia.
Pasado el control, me acerqué hasta una de aquellas altas columnas en cuanto me fue posible, dispuesto a contemplarla de cerca, quedando fascinado por sus relieves, dejándome entretenido por un rato. ¡Era una pena no poder escalarlas!
Con el paso del tiempo, las comitivas llegaban y las armas de todas las personas que entraban en el lugar eran debidamente confiscadas. Desde la distancia contemplaba esa escena: tantas armas de valor amontonadas y distribuidas a lo largo de todas aquellas mesas. Una sonrisa pícara apareció en mis labios y mi mente, de forma instintiva, comenzó a maquinar un plan. ¿Habría alguna forma de hacerme con algunas de ellas?
Mientras meditaba sobre el asunto, me acerqué hacia la tienda de campaña de los Gila de Baslodia. Bebí una cerveza con mis compañeros de viaje y ayudé a servir algunos cuencos de comida a las personas que a nosotros se acercaban.
Un grupo de infantes de hombres bestias se acercó hasta la tienda. Uno de ellos tenía mal carácter, era realmente feroz y le dije que se parecía a Eugene Lasbon, una leyenda de Baslodia, mientras le cedía su cuenco de comida. Ante sus caras de extrañeza, llevé el grupo aparte y les narré, de forma despreocupada y divertida, las gloriosas aventuras del héroe baslodiano, ganando la atención de aquellos críos con caras de diversos animales mientras disfrutaban de la comida.
Al acabar la historia y tras despedirme de los críos, jarra de cerveza en mano, caminé sin rumbo por el recinto ya plagado de viajeros y miembros de diversas comitivas, todos ellos desprovistos de sus armas y armaduras. Sobre nosotros, aquella gran estrella que brillaba tanto en el firmamento durante los últimos días, que parecía acompañarnos en tan importante evento.
A unos metros de mí, distinguí a una mujer joven que miraba el cielo con gran atención, cómo si el firmamento le interesara mucho más que a la mayoría de las personas ahí congregadas.
- Bonita estrella, ¿verdad?- comenté, colocándome a su lado- Aunque parece que va a caer encima de nosotros en cualquier momento.
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- Hablo con Astralia -
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Última edición por Eden el Dom Sep 08 2019, 22:56, editado 1 vez
Eden
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
El día de la Alianza… desde hacía casi una semana no se hablaba de otra cosa en la ciudad, bueno, de eso y de la extraña y brillante estrella que surcaba el cielo dejando una estela a su paso.
- Pero… ¿en qué consiste esa celebración? - preguntó una mañana a la tabernera, mientras desayunaba en la barra. - Verás Ava, hace mucho tiempo estas tierras se vieron asoladas por un terrible peligro venido de otro mundo, la Tierra. - empezó a explicarle la mujer, sin descuidar sus quehaceres.
- Fueron tiempos difíciles, con ataques, secuestros y batallas prácticamente a diario. - continuó la humana, bajo la atenta mirada de la cuerva y también de la de Mirane, que escuchaba con interés desde un rincón cercano.
- Al principio cada raza luchaba por su cuenta, defendiendo únicamente el territorio que les pertenecía y a su gente, pero no tardaron en verse superados por los hombres de metal, así que, en vista de que no podían vencer al enemigo sin colaborar, decidieron reunirse y firmar una alianza. - sin hacer caso a su plato, la Midgardiana no perdió detalle del relato de la señora, ¿por qué no había oído hablar de eso antes?
- Esto ocurrió hace 150 años a la orilla del Tymer, y aunque sirvió para expulsar a los invasores, el paso del tiempo y las nuevas rencillas entre los aliados hizo que el acuerdo cayese en el olvido… hasta ahora que Minne ha vuelto a aparecer. - concluyó, dejando a la joven con un sinfín de dudas.
- ¿Minne? ¿Quién es Minne? - preguntó de inmediato. - Minne no es una persona, es la estrella que tiene en vilo a toda la ciudad, estuvo presente cuando se firmó la alianza hace más de un siglo y precisamente ahora que se cumple el aniversario ha regresado… todos creen que su llegada anuncia algo grande, por eso este año muchos acudirán a la celebración. - le aclaró, consiguiendo que la curiosidad de su huésped al respecto solo aumentase.
- Nadia tenía razón. - pensó la muchacha al ver la enorme cola que el evento había provocado. Cientos de personas venidas de todos los rincones de Aerandir se agolpaban en los alrededores de la Plaza de la Alianza, pero antes de unirse a los festejos debían pasar por el altar de los monjes dragón.
- ¡Alto! - le llamó la atención uno de ellos en cuanto la vio. - No puede pasar así, tiene que entregar su arma y armadura antes de seguir. - añadió al ver la confusión en el rostro de la morena. - ¿Q…qué? - consiguió formular Ava, sorprendida ante tal petición. - Son las reglas, cualquier elemento que pueda ser usado para la guerra debe quedarse aquí, bajo nuestra custodia. - oír tamaña tontería hizo que la expresión de la cuerva la traicionase, mostrando su desagrado, gesto que al extraño no pareció gustarle, quizá porque llevaba ya bastante rato aguantando las quejas de los invitados.
- ¿Pero qué estupidez es esa? - se preguntó mentalmente la Midgardiana, apartándose de la cola abruptamente. - ¿Por qué me obligan a entregar mis cosas? ¡Es absurdo! - masculló, mientras avanzaba hacia una zona más tranquila y se sentaba. - Su idea de seguridad es una ilusión, ¿qué van a hacer con los brujos? ¿y los dragones? - empezó a hablar sola, cruzándose de brazos.
- ¿Acaso pueden inhibir sus poderes, o controlar la fuerza de un hombre bestia? ¡Tonterías! No importa que les quiten las armas, si quieren pelear se agarrarán a golpes. - siguió por lo bajo, replanteándose si valía la pena acudir a tal evento.
Pero toda aquella retahíla de protestas era mera fachada, lo que de verdad la molestaba era que la obligasen a desprenderse de su armadura, a quedar expuesta después de todo por lo que había pasado a causa de su físico.
La cazadora necesitó varios minutos para calmarse, luego comenzó a pensar fríamente en lo que debía hacer, si rendirse a las exigencias de los monjes o volver a la ciudad. - Habrá mucha gente, puede… puede que nadie se fije en mí. - susurró, sin apartar sus dorados ojos del desfile de asistentes que seguía llegando al lugar.
Y así terminó decantándose por la primera opción, descolgando a Segadora de su espalda y tomándose su tiempo para desabrochar y retirar cada una de las piezas que conformaba su atuendo. Bajo éste solo llevaba una sencilla muda de ropa, una holgada camisa blanca ceñida a su figura gracias a un corsé, un par de brazales de cuero y un pantalón oscuro.
- No… no pi…pierda de vista mis cosas. - dijo al volver frente al dragón. - ¿Midgar? - le preguntó éste, algo sorprendido porque hubiese vuelto. Ava asintió con la cabeza en respuesta y esperó hasta que el individuo colocó sus pertenencias en la mesa correspondiente, una vez segura de dónde encontrarlas, se mezcló con la multitud.
Una vez dentro de la zona en que tenía lugar la celebración, la morena pudo reconocer un par de rostros a lo lejos, los de Nahir y Mefisto, pero ambos estaban hablando con otras personas y sin ánimo de interrumpirlos, prefirió dar un paseo por entre las tiendas que representaban a las diferentes razas.
- ¿Buscas a alguien o estás sola? - le preguntó una voz suave y aniñada. La cuerva se volteó a ver de quién se trataba, pero no esperaba que su cuerpo reaccionase como lo hizo ante la presencia de aquella chica. El aroma que desprendía la puso en tensión casi al instante, con lo que adoptó una postura defensiva a pesar la inofensiva apariencia de la recién llegada.
Su instinto animal se había hecho con el control, probablemente porque se sentía desprotegida sin su armadura, pero dado el ambiente que se buscaba en la fiesta, hizo cuanto pudo para recomponerse y relajarse.
- Perdón, no quería asustarte. - se disculpó la pequeña, que no debía tener más de 10 años. - Me llamo Daphne. - se presentó, sonriendo y mostrando con ello unos brillantes y afilados colmillos. Era una vampira, eso lo explicaba todo, el olor que la rodeaba, la respuesta que había provocado en la muchacha, esa sensación de estar ante un peligro…
- Ho…hola, yo… yo soy Ava. - tartamudeó, reprendiéndose mentalmente una vez más por su problemilla de comunicación.
- ¿Quieres tomar algo? - le ofreció, señalando una mesa cercana en que había varios vasos y algunas botellas. La mujer bestia miró extrañada a la niña hasta que comprendió lo que pasaba, se había detenido ante una de las tiendas, la de los moradores de Sacrestic Ville, y Daphne era la encargada de atender a los invitados.
- Tranquila, tenemos otras cosas aparte de sangre. - aseguró, mientras se acercaba a las bebidas. - ¿Cerveza? ¿Vino? ¿O prefieres un zumo? - preguntó, sin perder el ánimo. - Un… un zumo estará bien. - respondió la joven, aceptando la hospitalidad de aquella chica.
- Aquí tienes. - dijo al entregarle el recipiente, y sin añadir nada más, se quedó esperando a que su visitante probase el contenido. - ¿Está bueno? - quiso saber poco después. - Sí, gracias. - contestó Ava, que tras dar un primer sorbo solo para comprobar que no la había engañado, pudo disfrutar del afrutado sabor del líquido con mucha más tranquilidad.
- Me alegro. - la sonrisa de la rubia se ensanchó durante unos segundos, pero luego fue desapareciendo poco a poco. - Sabes… a la gente no solemos gustarles, ni siquiera en un día como hoy en que se supone que debemos estar unidos… - susurró, y justo en ese instante la Midgardiana se dio cuenta de que gran parte de los invitados mantenía las distancias con aquella tienda en particular.
- Tú has sido la primera en acercarte… aunque puede que sea porque te sientes igual que nosotros. - continuó hablando, cada vez más bajo. - ¿Sentirme como vosotros? ¿por qué? - preguntó con curiosidad la alada. - Bueno, por lo del origen de tu raza, los primeros hombres bestia fueron obra de los terrestres, de sus experimentos… - se explicó, y debió ver algo en su rostro ya que de inmediato se arrepintió de haber abierto la boca.
- Lo siento, supongo que al contarte la historia olvidaron esa parte. - se excusó, bajando la vista al suelo. Tenía sentido que aquella raza omitiese la parte más dolorosa de su pasado, que quisiesen borrarla de su memoria para siempre.
- No… no te preocupes. - se obligó a decir la cazadora, justo antes de terminar su zumo.
- Parece que fue ayer cuando se firmó la Alianza, aún recuerdo cómo brillaba Minne aquella noche. - rompió el silencio la vampira, con la vista puesta en el cielo. - ¿Cómo? ¿Tú… tú estuviste presente? - se atrevió a formular, bastante sorprendida. - Pues claro, no te dejes engañar por mi apariencia, tengo más de 300 años, he visto muchas cosas. - respondió con total naturalidad.
- No me mires así por favor… cada vez que revelo mi edad la gente empieza a compadecerse de mí, sé que nunca creceré, que nunca llegaré a ser una mujer… físicamente vivo congelada en el momento en que me transformaron… pero está bien, lo he superado. - pidió al ver la lástima en los ambarinos ojos de la cuerva. - Si te quedas un rato más te contaré todo lo que sucedió entonces, ¿trato hecho? - propuso, esperando ganar algo de compañía y demostrar al resto de presentes que podían acercarse sin miedo.
- ¡Bien! Entonces iré a por bebidas para las dos y algo de comida para ti. - exclamó Daphne en cuanto la morena aceptó su invitación con un gesto afirmativo de cabeza.
Dado su carácter Ava no se acerca de momento a nadie pero si alguien está interesado en hablar con ella adelante ^^
- Pero… ¿en qué consiste esa celebración? - preguntó una mañana a la tabernera, mientras desayunaba en la barra. - Verás Ava, hace mucho tiempo estas tierras se vieron asoladas por un terrible peligro venido de otro mundo, la Tierra. - empezó a explicarle la mujer, sin descuidar sus quehaceres.
- Fueron tiempos difíciles, con ataques, secuestros y batallas prácticamente a diario. - continuó la humana, bajo la atenta mirada de la cuerva y también de la de Mirane, que escuchaba con interés desde un rincón cercano.
- Al principio cada raza luchaba por su cuenta, defendiendo únicamente el territorio que les pertenecía y a su gente, pero no tardaron en verse superados por los hombres de metal, así que, en vista de que no podían vencer al enemigo sin colaborar, decidieron reunirse y firmar una alianza. - sin hacer caso a su plato, la Midgardiana no perdió detalle del relato de la señora, ¿por qué no había oído hablar de eso antes?
- Esto ocurrió hace 150 años a la orilla del Tymer, y aunque sirvió para expulsar a los invasores, el paso del tiempo y las nuevas rencillas entre los aliados hizo que el acuerdo cayese en el olvido… hasta ahora que Minne ha vuelto a aparecer. - concluyó, dejando a la joven con un sinfín de dudas.
- ¿Minne? ¿Quién es Minne? - preguntó de inmediato. - Minne no es una persona, es la estrella que tiene en vilo a toda la ciudad, estuvo presente cuando se firmó la alianza hace más de un siglo y precisamente ahora que se cumple el aniversario ha regresado… todos creen que su llegada anuncia algo grande, por eso este año muchos acudirán a la celebración. - le aclaró, consiguiendo que la curiosidad de su huésped al respecto solo aumentase.
- Nadia tenía razón. - pensó la muchacha al ver la enorme cola que el evento había provocado. Cientos de personas venidas de todos los rincones de Aerandir se agolpaban en los alrededores de la Plaza de la Alianza, pero antes de unirse a los festejos debían pasar por el altar de los monjes dragón.
- ¡Alto! - le llamó la atención uno de ellos en cuanto la vio. - No puede pasar así, tiene que entregar su arma y armadura antes de seguir. - añadió al ver la confusión en el rostro de la morena. - ¿Q…qué? - consiguió formular Ava, sorprendida ante tal petición. - Son las reglas, cualquier elemento que pueda ser usado para la guerra debe quedarse aquí, bajo nuestra custodia. - oír tamaña tontería hizo que la expresión de la cuerva la traicionase, mostrando su desagrado, gesto que al extraño no pareció gustarle, quizá porque llevaba ya bastante rato aguantando las quejas de los invitados.
- ¿Pero qué estupidez es esa? - se preguntó mentalmente la Midgardiana, apartándose de la cola abruptamente. - ¿Por qué me obligan a entregar mis cosas? ¡Es absurdo! - masculló, mientras avanzaba hacia una zona más tranquila y se sentaba. - Su idea de seguridad es una ilusión, ¿qué van a hacer con los brujos? ¿y los dragones? - empezó a hablar sola, cruzándose de brazos.
- ¿Acaso pueden inhibir sus poderes, o controlar la fuerza de un hombre bestia? ¡Tonterías! No importa que les quiten las armas, si quieren pelear se agarrarán a golpes. - siguió por lo bajo, replanteándose si valía la pena acudir a tal evento.
Pero toda aquella retahíla de protestas era mera fachada, lo que de verdad la molestaba era que la obligasen a desprenderse de su armadura, a quedar expuesta después de todo por lo que había pasado a causa de su físico.
La cazadora necesitó varios minutos para calmarse, luego comenzó a pensar fríamente en lo que debía hacer, si rendirse a las exigencias de los monjes o volver a la ciudad. - Habrá mucha gente, puede… puede que nadie se fije en mí. - susurró, sin apartar sus dorados ojos del desfile de asistentes que seguía llegando al lugar.
Y así terminó decantándose por la primera opción, descolgando a Segadora de su espalda y tomándose su tiempo para desabrochar y retirar cada una de las piezas que conformaba su atuendo. Bajo éste solo llevaba una sencilla muda de ropa, una holgada camisa blanca ceñida a su figura gracias a un corsé, un par de brazales de cuero y un pantalón oscuro.
- No… no pi…pierda de vista mis cosas. - dijo al volver frente al dragón. - ¿Midgar? - le preguntó éste, algo sorprendido porque hubiese vuelto. Ava asintió con la cabeza en respuesta y esperó hasta que el individuo colocó sus pertenencias en la mesa correspondiente, una vez segura de dónde encontrarlas, se mezcló con la multitud.
Una vez dentro de la zona en que tenía lugar la celebración, la morena pudo reconocer un par de rostros a lo lejos, los de Nahir y Mefisto, pero ambos estaban hablando con otras personas y sin ánimo de interrumpirlos, prefirió dar un paseo por entre las tiendas que representaban a las diferentes razas.
- ¿Buscas a alguien o estás sola? - le preguntó una voz suave y aniñada. La cuerva se volteó a ver de quién se trataba, pero no esperaba que su cuerpo reaccionase como lo hizo ante la presencia de aquella chica. El aroma que desprendía la puso en tensión casi al instante, con lo que adoptó una postura defensiva a pesar la inofensiva apariencia de la recién llegada.
Su instinto animal se había hecho con el control, probablemente porque se sentía desprotegida sin su armadura, pero dado el ambiente que se buscaba en la fiesta, hizo cuanto pudo para recomponerse y relajarse.
- Perdón, no quería asustarte. - se disculpó la pequeña, que no debía tener más de 10 años. - Me llamo Daphne. - se presentó, sonriendo y mostrando con ello unos brillantes y afilados colmillos. Era una vampira, eso lo explicaba todo, el olor que la rodeaba, la respuesta que había provocado en la muchacha, esa sensación de estar ante un peligro…
- Ho…hola, yo… yo soy Ava. - tartamudeó, reprendiéndose mentalmente una vez más por su problemilla de comunicación.
- ¿Quieres tomar algo? - le ofreció, señalando una mesa cercana en que había varios vasos y algunas botellas. La mujer bestia miró extrañada a la niña hasta que comprendió lo que pasaba, se había detenido ante una de las tiendas, la de los moradores de Sacrestic Ville, y Daphne era la encargada de atender a los invitados.
- Tranquila, tenemos otras cosas aparte de sangre. - aseguró, mientras se acercaba a las bebidas. - ¿Cerveza? ¿Vino? ¿O prefieres un zumo? - preguntó, sin perder el ánimo. - Un… un zumo estará bien. - respondió la joven, aceptando la hospitalidad de aquella chica.
- Aquí tienes. - dijo al entregarle el recipiente, y sin añadir nada más, se quedó esperando a que su visitante probase el contenido. - ¿Está bueno? - quiso saber poco después. - Sí, gracias. - contestó Ava, que tras dar un primer sorbo solo para comprobar que no la había engañado, pudo disfrutar del afrutado sabor del líquido con mucha más tranquilidad.
- Me alegro. - la sonrisa de la rubia se ensanchó durante unos segundos, pero luego fue desapareciendo poco a poco. - Sabes… a la gente no solemos gustarles, ni siquiera en un día como hoy en que se supone que debemos estar unidos… - susurró, y justo en ese instante la Midgardiana se dio cuenta de que gran parte de los invitados mantenía las distancias con aquella tienda en particular.
- Tú has sido la primera en acercarte… aunque puede que sea porque te sientes igual que nosotros. - continuó hablando, cada vez más bajo. - ¿Sentirme como vosotros? ¿por qué? - preguntó con curiosidad la alada. - Bueno, por lo del origen de tu raza, los primeros hombres bestia fueron obra de los terrestres, de sus experimentos… - se explicó, y debió ver algo en su rostro ya que de inmediato se arrepintió de haber abierto la boca.
- Lo siento, supongo que al contarte la historia olvidaron esa parte. - se excusó, bajando la vista al suelo. Tenía sentido que aquella raza omitiese la parte más dolorosa de su pasado, que quisiesen borrarla de su memoria para siempre.
- No… no te preocupes. - se obligó a decir la cazadora, justo antes de terminar su zumo.
- Parece que fue ayer cuando se firmó la Alianza, aún recuerdo cómo brillaba Minne aquella noche. - rompió el silencio la vampira, con la vista puesta en el cielo. - ¿Cómo? ¿Tú… tú estuviste presente? - se atrevió a formular, bastante sorprendida. - Pues claro, no te dejes engañar por mi apariencia, tengo más de 300 años, he visto muchas cosas. - respondió con total naturalidad.
- No me mires así por favor… cada vez que revelo mi edad la gente empieza a compadecerse de mí, sé que nunca creceré, que nunca llegaré a ser una mujer… físicamente vivo congelada en el momento en que me transformaron… pero está bien, lo he superado. - pidió al ver la lástima en los ambarinos ojos de la cuerva. - Si te quedas un rato más te contaré todo lo que sucedió entonces, ¿trato hecho? - propuso, esperando ganar algo de compañía y demostrar al resto de presentes que podían acercarse sin miedo.
- ¡Bien! Entonces iré a por bebidas para las dos y algo de comida para ti. - exclamó Daphne en cuanto la morena aceptó su invitación con un gesto afirmativo de cabeza.
Dado su carácter Ava no se acerca de momento a nadie pero si alguien está interesado en hablar con ella adelante ^^
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Daphne
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Ava Kenrith
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Una vez que Eltrant le ofreció su mano, la estrechó con una amplia sonrisa. El Sevna dejó soltar una pequeña risa tras el comentario de Lyn. Siempre les habían parecido a agradable, y sin duda se podía ver que eran seres carentes de toda malicia. Quedaban muy pocos así.
-La armadura va genial-Asintió-Aunque, por desgracia también me han obligado a dejarla en la entrada junto a mis armas...-Torció un poco el gesto mientras dibujaba una falsa sonrisa. Era lo que había que pagar para poder entrar ahí al fin y al cabo-Pero, tranquilo. Hiciste un buen trabajo-Le posó una mano sobre el hombro y le dio un par de suaves golpes amistosos.
Eltrant preguntó por sus amigos; los Stellazios.
-Sí, están por ahí-Asintió, confirmando las sospechas del ex-mercenario-Iba a ir con ellos, pero te vi y tenía que saludarte, hace tiempo que no teníamos una charla como era debido.-Tras eso, el Sevna se acordó de algo. Busco en su zurrón.-Por cierto, tengo algo de decirte...-Finalmente, encontró aquello que buscaba; la insignia de la Guardia, se la mostró orgulloso a Eltrant-¡Al final conseguí entrar en la Guardia!-Su sonrisa era amplia-"Sir Sevna" a su servicio-Hizo una breve reverencia con un tono bromista tanto al castaño como a la ojiazul.
Guardó la insignia y, justo en ese momento llegó Asher y su inseparable compañero; Syl. Sabía y conocía que al hombre-bestia no le agradaba mucho la Guardia, había tenido suerte el haber mencionado aquello antes de su llegada, aunque quien sabe, quizás de algo se habría enterado.
Al desanimado, y por ende, tenso e incómodo saludo del hombre perro, el Sevna asintió levemente.
-Asher-Fue lo único que dijo.
Era un día para estar relajados y en un ambiente festivo, pero por más que se esforzaba, la relación entre ellos dos se había convertido en un curioso tira y afloja. Una lástima. El ser aliados de verdad les beneficiaría más que el hecho de estar a veces enfrentados y otras en una fugaz tregua.
Tras eso, llegaron otras dos mujeres. No las conocía, pero ellas parecían sí conocer a los otros cuatro integrantes del repentino grupo que se había formado. Alward ni siquiera fue saludado. En primera instancia, observó a todos los presentes con parsimonia y aparente serenidad. Pero, luego de eso se acercó a Eltrant para despedirse, no sería buena idea hacer esperar a los suyos, y además, ya poco pintaba allí.
-Eltrant-Le ofreció la mano-Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse y ambos sigamos de una pieza-Esbozó una sonrisa. Luego, se dirigió a la ojiazul-Y Lyn, ¡Espero que no le hagas meterse en muchos líos!-Le guiñó un ojo-Recuerda lo de los jarrazos en la cara-Señaló con disimulo al señor calvo al que Lyn quería antes importunar. Soltó una corta risa. Acto seguido, se dirigió a Asher y Syl, con un tono más serio-Espero que la próxima vez que nos volvamos a ver sea en el mismo bando-Asintió como si fuera una corta reverencia. Ahora, se dirigió a las dos mujeres que casi acababan de llegar-Mis señoras, me disculpo-Esta vez si hizo una reverencia más formal, con un tono que la acompañaba.
Tras eso, finalmente se fue.
Tenía hambre, y estaba sediento. Sería mejor encontrar a sus amigos antes de que acabaran con todas las reservas del lugar.
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Off: Interactúo con Eltrant, Asher, Niniel y acompañantes
-La armadura va genial-Asintió-Aunque, por desgracia también me han obligado a dejarla en la entrada junto a mis armas...-Torció un poco el gesto mientras dibujaba una falsa sonrisa. Era lo que había que pagar para poder entrar ahí al fin y al cabo-Pero, tranquilo. Hiciste un buen trabajo-Le posó una mano sobre el hombro y le dio un par de suaves golpes amistosos.
Eltrant preguntó por sus amigos; los Stellazios.
-Sí, están por ahí-Asintió, confirmando las sospechas del ex-mercenario-Iba a ir con ellos, pero te vi y tenía que saludarte, hace tiempo que no teníamos una charla como era debido.-Tras eso, el Sevna se acordó de algo. Busco en su zurrón.-Por cierto, tengo algo de decirte...-Finalmente, encontró aquello que buscaba; la insignia de la Guardia, se la mostró orgulloso a Eltrant-¡Al final conseguí entrar en la Guardia!-Su sonrisa era amplia-"Sir Sevna" a su servicio-Hizo una breve reverencia con un tono bromista tanto al castaño como a la ojiazul.
Guardó la insignia y, justo en ese momento llegó Asher y su inseparable compañero; Syl. Sabía y conocía que al hombre-bestia no le agradaba mucho la Guardia, había tenido suerte el haber mencionado aquello antes de su llegada, aunque quien sabe, quizás de algo se habría enterado.
Al desanimado, y por ende, tenso e incómodo saludo del hombre perro, el Sevna asintió levemente.
-Asher-Fue lo único que dijo.
Era un día para estar relajados y en un ambiente festivo, pero por más que se esforzaba, la relación entre ellos dos se había convertido en un curioso tira y afloja. Una lástima. El ser aliados de verdad les beneficiaría más que el hecho de estar a veces enfrentados y otras en una fugaz tregua.
Tras eso, llegaron otras dos mujeres. No las conocía, pero ellas parecían sí conocer a los otros cuatro integrantes del repentino grupo que se había formado. Alward ni siquiera fue saludado. En primera instancia, observó a todos los presentes con parsimonia y aparente serenidad. Pero, luego de eso se acercó a Eltrant para despedirse, no sería buena idea hacer esperar a los suyos, y además, ya poco pintaba allí.
-Eltrant-Le ofreció la mano-Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse y ambos sigamos de una pieza-Esbozó una sonrisa. Luego, se dirigió a la ojiazul-Y Lyn, ¡Espero que no le hagas meterse en muchos líos!-Le guiñó un ojo-Recuerda lo de los jarrazos en la cara-Señaló con disimulo al señor calvo al que Lyn quería antes importunar. Soltó una corta risa. Acto seguido, se dirigió a Asher y Syl, con un tono más serio-Espero que la próxima vez que nos volvamos a ver sea en el mismo bando-Asintió como si fuera una corta reverencia. Ahora, se dirigió a las dos mujeres que casi acababan de llegar-Mis señoras, me disculpo-Esta vez si hizo una reverencia más formal, con un tono que la acompañaba.
Tras eso, finalmente se fue.
Tenía hambre, y estaba sediento. Sería mejor encontrar a sus amigos antes de que acabaran con todas las reservas del lugar.
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Alward Sevna
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Aunque Amit insistió en decir que su martillo era una herramienta de trabajo y no un arma, la mentira no le sirvió de mucho, le quitaron eso y toda su mochila con sus pociones y demás artilugios. No es como si el Mausu estuviera en ese Evento buscando pelea, sus motivos eran bastante más prácticos: Todo su equipo estaba agarrado a su cinturón, por lo que cuando lo entregó se quedó sin nada que le sujete los holgados pantalones ¡Ese sí era un problema!
El ratón había asistido como representante de su tribu, los Mausu eran una sub-raza relativamente nueva, no llevaban tantas generaciones existiendo así que nunca había ido a una de esas reuniones de La Alianza. Tenían curiosidad por saber qué hacían, cómo se comportaban las demás razas, y sí era posible entablar algún tipo de relación con ellas, quizás de esa manera podrían mejorar el modo en que los Mausu vivían.
En un primer momento se quedó bastante deslumbrado, los imponentes monumentos que coronaban la parte central de la plaza eran en verdad para quedarse congelado. Amit estuvo de pie varios minutos, con la boca abierta mirando hacía arriba tanto como se lo permitía el cuello, luego el olor de la comida lo sacó de su asombro ¡La comida humana era muy buena! Fue corriendo hacía donde estaba el banquete y las bebidas, se subió a la mesa y corrió por la barra, tirándo en el proceso algunas de las bebidas y platos.
Se sentó finalmente en la punta y comenzó a masticar un trozo de pan con estofado, dejando las patas colgando del borde, balanceándose.
Casi se le cae la comida de la boca cuando vio pasar a una Mujer-Insecto gigante ¡Era impresionante! Nunca había visto nada parecido. La forma de su cuerpo, las antenas, las alas ¿Como hacía para hablar? Amit quería acercarse y preguntarle todo eso, pero otro Hombre-Bestia se le adelantó. Las acciones del Ser mitad rana causó unos segundos de silencio, pero casi enseguida el Mausu se empezó a reír a carcajadas.
-Tchik, tchik, tchik - Su risa era muy nasal y chillona - Esto es como “La rana por la boca muere” jajaja tchik - Saltó de la barra y fue corriendo hacía los dos personajes - Eso es intentar tragar más de lo que puedes - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza - ¿Que no ves que tiene como dos veces tu tamaño? -
Había que admitir que la lengua de ese Hombre-sapo era bastante interesante, Amit se la quedó mirando y hasta se tentó de tocarla, pero no parecía ser muy educado el andar tocando a la gente sin su consentimiento.
-¿Tenías mucha hambre, Hombre-Rana? - Hizo el amague de buscar en la bolsa que llevaba siempre en su cinturón... Cierto, se lo habían quitado - Malvados monjes dragones - Murmuró algunos insultos en idioma Mausu - Me quitaron mis insectos ¡Y eran de los más sabrosos! Que injusticia, este festival es muy injusto, sí, sí, sí, muy injusto - Ya había empezado a hablar por su cuenta - En cualquier caso, no puedes ir comiéndote a los invitados, está es una celebración pacifica - Intentaba explicar lo que era evidente - Busquemos insectos que sí puedan comerse, Tchik, eso es mucha mejor idea -
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1º Subrayado: Pasa corriendo por arriba de la mesa donde están sentados charlando Sango, Nahir y Aradia
2º Subrayado: Interactuo con Ruru y Frosk
El ratón había asistido como representante de su tribu, los Mausu eran una sub-raza relativamente nueva, no llevaban tantas generaciones existiendo así que nunca había ido a una de esas reuniones de La Alianza. Tenían curiosidad por saber qué hacían, cómo se comportaban las demás razas, y sí era posible entablar algún tipo de relación con ellas, quizás de esa manera podrían mejorar el modo en que los Mausu vivían.
En un primer momento se quedó bastante deslumbrado, los imponentes monumentos que coronaban la parte central de la plaza eran en verdad para quedarse congelado. Amit estuvo de pie varios minutos, con la boca abierta mirando hacía arriba tanto como se lo permitía el cuello, luego el olor de la comida lo sacó de su asombro ¡La comida humana era muy buena! Fue corriendo hacía donde estaba el banquete y las bebidas, se subió a la mesa y corrió por la barra, tirándo en el proceso algunas de las bebidas y platos.
Se sentó finalmente en la punta y comenzó a masticar un trozo de pan con estofado, dejando las patas colgando del borde, balanceándose.
Casi se le cae la comida de la boca cuando vio pasar a una Mujer-Insecto gigante ¡Era impresionante! Nunca había visto nada parecido. La forma de su cuerpo, las antenas, las alas ¿Como hacía para hablar? Amit quería acercarse y preguntarle todo eso, pero otro Hombre-Bestia se le adelantó. Las acciones del Ser mitad rana causó unos segundos de silencio, pero casi enseguida el Mausu se empezó a reír a carcajadas.
-Tchik, tchik, tchik - Su risa era muy nasal y chillona - Esto es como “La rana por la boca muere” jajaja tchik - Saltó de la barra y fue corriendo hacía los dos personajes - Eso es intentar tragar más de lo que puedes - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza - ¿Que no ves que tiene como dos veces tu tamaño? -
Había que admitir que la lengua de ese Hombre-sapo era bastante interesante, Amit se la quedó mirando y hasta se tentó de tocarla, pero no parecía ser muy educado el andar tocando a la gente sin su consentimiento.
-¿Tenías mucha hambre, Hombre-Rana? - Hizo el amague de buscar en la bolsa que llevaba siempre en su cinturón... Cierto, se lo habían quitado - Malvados monjes dragones - Murmuró algunos insultos en idioma Mausu - Me quitaron mis insectos ¡Y eran de los más sabrosos! Que injusticia, este festival es muy injusto, sí, sí, sí, muy injusto - Ya había empezado a hablar por su cuenta - En cualquier caso, no puedes ir comiéndote a los invitados, está es una celebración pacifica - Intentaba explicar lo que era evidente - Busquemos insectos que sí puedan comerse, Tchik, eso es mucha mejor idea -
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Amit'tek
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Absolutamente todo le daba vueltas al hombre rana. Se puso sentado en el suelo e intentó recobrar el equilibrio de sus ojos. El mareo que le había causado ese choque lo había dejado muy aturdido.
-...Croac...-Recogió la lengua hasta tenerla más cerca, aunque no del todo, puesto que aún seguía con la boca abierta y dicho músculo se deslizaba hasta reposar en la tierra
Alguien se acercó; pudo vislumbrar del todo que era la mariposa gigante cuando apenas la tuvo a un palmo de distancia. Desde cerca, aquella majestuosa criatura era mucho más imponente y realmente "Gigante" en el sentido estricto de la palabra en comparación a las demás mariposas que había cazado durante toda su vida.
La mujer insecto dijo algo, o más bien canturreó soltando una especie de sonido que a los oídos de Frosk resultaba hermoso. El anfibio se ruborizó mientras miraba perplejo hacia arriba, aún con la lengua en el suelo.
Otro ser vino. Esta vez era un hombre ratón. Ya parecía que Frosk iba recuperándose poco a poco, pero aún le dolía todo el contorno de su cara.
Finalmente, el hombre rana recogió su lengua.
Ante la pregunta del ratón, Frosk asintió levemente. No había comido desde hacía casi un día entero. Cualquier manjar le parecería delicioso... Bueno, cualquier manjar no exactamente. Bluto apareció con una bandeja repleta de verduras y se la ofreció a su amigo.
-Señor Frosk, he conseguido comida
El anfibio echó la vista hacia arriba, al bio-cibernético, ¿Habría encontrado insectos? Muy animado, se puso en pie y dio un par de saltos pequeños.
-¡A ver, a ver! ¡Croac!
El ser de metal bajó un poco más la bandeja para que Frosk pudiese ver su contenido. Toda la emoción de este se disipó en cuanto vio que se trataban de hojas y comida verde que para nada le agradaba.
-¿¡Qué clase de comida es esta!?-Le señaló, recriminándole el haberse presentado con eso mientras entrecerraba los ojos
-Ya le he dicho que tiene que llevar una dieta equilibrada-Miró al anfibio, tranquilo-Aparte de insectos, debe de comer alguna que otra verdura, señor Frosk
-¡Te he dicho mil veces que no me gustan las verduras, croac!-Dijo dando pequeños saltitos aparentemente molesto
Acto seguido, el bio miró a los otros dos seres que se habían acercado a mirar la escena. Una era la bella mariposa que Frosk había intentado comerse, y el otro un inesperado ratón que salió desde una de las mesas.
-¿Les apetece comer, señora Mariposa?-Le ofreció la bandeja-¿Señor Ratón?-Ahora, la bandeja iba hacia Amit-Si no me equivoco, este tipo de comida les vendría bien también a ustedes. Según los datos que poseo, se benefician más de estos nutrientes que de cualquier otro
-¡Deja de decir palabras raras, croac!-De nuevo, le señaló con una mirada recriminatoria-¡Quiero insectos!-Agarró a Amit del hombro y lo arrastró-¡Vamos, señor Ratón!-Dijo con energía mientras se le hinchaba el saco vocal-¡Vayamos a recuperar sus insectos!
Mientras Frosk se llevaba al roedor hacia ningún sitio específico, más empujado por su entusiasmo que por su lógica, Bluto se quedó un poco rezagado junto a la mujer mariposa, a la cual miró de reojo.
-Le ruego que nos disculpe-Inclinó su tronco a modo de disculpa-Pero lleva casi un día sin comer. Ha sido muy amable al no ponerse echa una furia-Se inclinó de nuevo, de forma respetuosa. Acto seguido dejó la bandeja que portaba en el suelo y miró hacia la dirección en la que se encaminaban los hombres rana y ratón-¿Usted sabe dónde podrían haber más insectos? Si es así, le pido que nos acompañe. Nos podría ser de gran ayuda.-Asintió, como reafirmándose en sus propias palabras.
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-...Croac...-Recogió la lengua hasta tenerla más cerca, aunque no del todo, puesto que aún seguía con la boca abierta y dicho músculo se deslizaba hasta reposar en la tierra
Alguien se acercó; pudo vislumbrar del todo que era la mariposa gigante cuando apenas la tuvo a un palmo de distancia. Desde cerca, aquella majestuosa criatura era mucho más imponente y realmente "Gigante" en el sentido estricto de la palabra en comparación a las demás mariposas que había cazado durante toda su vida.
La mujer insecto dijo algo, o más bien canturreó soltando una especie de sonido que a los oídos de Frosk resultaba hermoso. El anfibio se ruborizó mientras miraba perplejo hacia arriba, aún con la lengua en el suelo.
Otro ser vino. Esta vez era un hombre ratón. Ya parecía que Frosk iba recuperándose poco a poco, pero aún le dolía todo el contorno de su cara.
Finalmente, el hombre rana recogió su lengua.
Ante la pregunta del ratón, Frosk asintió levemente. No había comido desde hacía casi un día entero. Cualquier manjar le parecería delicioso... Bueno, cualquier manjar no exactamente. Bluto apareció con una bandeja repleta de verduras y se la ofreció a su amigo.
-Señor Frosk, he conseguido comida
El anfibio echó la vista hacia arriba, al bio-cibernético, ¿Habría encontrado insectos? Muy animado, se puso en pie y dio un par de saltos pequeños.
-¡A ver, a ver! ¡Croac!
El ser de metal bajó un poco más la bandeja para que Frosk pudiese ver su contenido. Toda la emoción de este se disipó en cuanto vio que se trataban de hojas y comida verde que para nada le agradaba.
-¿¡Qué clase de comida es esta!?-Le señaló, recriminándole el haberse presentado con eso mientras entrecerraba los ojos
-Ya le he dicho que tiene que llevar una dieta equilibrada-Miró al anfibio, tranquilo-Aparte de insectos, debe de comer alguna que otra verdura, señor Frosk
-¡Te he dicho mil veces que no me gustan las verduras, croac!-Dijo dando pequeños saltitos aparentemente molesto
Acto seguido, el bio miró a los otros dos seres que se habían acercado a mirar la escena. Una era la bella mariposa que Frosk había intentado comerse, y el otro un inesperado ratón que salió desde una de las mesas.
-¿Les apetece comer, señora Mariposa?-Le ofreció la bandeja-¿Señor Ratón?-Ahora, la bandeja iba hacia Amit-Si no me equivoco, este tipo de comida les vendría bien también a ustedes. Según los datos que poseo, se benefician más de estos nutrientes que de cualquier otro
-¡Deja de decir palabras raras, croac!-De nuevo, le señaló con una mirada recriminatoria-¡Quiero insectos!-Agarró a Amit del hombro y lo arrastró-¡Vamos, señor Ratón!-Dijo con energía mientras se le hinchaba el saco vocal-¡Vayamos a recuperar sus insectos!
Mientras Frosk se llevaba al roedor hacia ningún sitio específico, más empujado por su entusiasmo que por su lógica, Bluto se quedó un poco rezagado junto a la mujer mariposa, a la cual miró de reojo.
-Le ruego que nos disculpe-Inclinó su tronco a modo de disculpa-Pero lleva casi un día sin comer. Ha sido muy amable al no ponerse echa una furia-Se inclinó de nuevo, de forma respetuosa. Acto seguido dejó la bandeja que portaba en el suelo y miró hacia la dirección en la que se encaminaban los hombres rana y ratón-¿Usted sabe dónde podrían haber más insectos? Si es así, le pido que nos acompañe. Nos podría ser de gran ayuda.-Asintió, como reafirmándose en sus propias palabras.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Con las puntas de los dedos rozó su bolsa, tocó las cuatro puntas del libro que llevaba por encima de la tela y siguió el camino, de vez en cuando se aseguraba de que siguiera ahí, por algún motivo era algo que la reconfortaba; puede que una parte de ella se sintiera como en casa mientras llevara un libro, tal vez no cualquier libro...pero bastaba.
Y pensando en eso, ni siquiera sabía qué había sido de su padre, si lo pensaba podía notar cierto hormigueo en las manos, podía notar cómo algo le subía desde el estómago hacia arriba, pero se relajó y pronto vio todo lo que tenía delante. Era como una fiesta, celebración, algo por el estilo, pudo recordar rápidamente sus recuerdos celebrando los cumpleaños y aclaró su mente, centrándose en lo que tenía delante antes de pensar en algo triste.
No sabía muy bien cómo había llegado hasta allí, pero había leído sobre el tema, ''El Día de la Alianza'' se llamaba...si se concentraba en mirar todo, podía ver gente de todo tipo, aunque en la entrada estaban esperando distintas personas, algunos para entrar, otros para curiosear...y los guardias, si así podían llamarse, tenían un ''aura'' extraña, pero no dudó ningún momento en acercarse más, hasta que los tuvo lo suficientemente cerca como para preguntar quién era, no fue hasta entonces cuando se dio cuenta de que era una especie de altar, había un montón de armas por allí, tiradas algunas y otras colocadas a propósito, armaduras también:
-¿Nombre? -Estaba completamente segura de que eran dragones, una sensación nueva le recorrió el cuerpo, ''Gente nueva'' pensó, ''...razas que nunca he visto'', y al momento se dio cuenta de que aquello había sido buena idea, tal vez podría pasarlo bien allí, ¿pasarlo bien? Llevaba mucho tiempo sin hacer eso.
-Astralia Salwey -La miraban como si pudieran ver a través de ella, seguramente buscando algo, no pensaba que pudiera parecer peligrosa, en ningún sentido.
-Debe dejar toda arma antes de entrar -No se les escapaba nada, no era una chica peligrosa, sólo llevaba una daga, y tampoco es que la hubiera utilizado alguna vez contra alguien.
Se echó un poco la capa hacia atrás y desabrochó el cordón de la parte de delante, sacó la daga del hueco de su cinturón y la envolvió. Así, la daga envuelta en su capa se la entregó a los guardias, dragones, lo que fueran, y éstos la colocaron junto a las demás, no sin antes observar la forma rectangular que sobresalía en su bolsa.
-¿Qué es eso?
-Un libro -Respondió, seca, era consciente de que parecía raro que llevara un libro encima, pero jamás o muy pocas veces se quitaba la capa así que nunca tenía que lidiar con eso.
-¿Un libro? -Habló uno de ellos, incrédulo, casi podía notar una pizca de desconfianza.
Pero ella decidió que no era necesaria más discusión, así que pensando que jamás había hecho nada parecido, desató la bolsa del cinturón y se la entregó tal cual. Ellos aceptaron el gesto y hicieron un ademán para dejarla pasar, ya no eran necesarias más palabras...excepto:
-Si es la primera vez que celebra este día, sin duda lo apreciará.
Una vez dentro de una especie de plaza, donde había cantidad y variedad de gente que nunca había visto, contempló diferentes tiendas donde la gente se sentaba, bebía y comía. No pudo evitar preguntarse si había que pagar por algo, tal vez todavía era demasiado inocente para esas cosas a pesar de su edad; pero después de todo nunca había estado en una fiesta.
Pudo contemplar las esculturas, hermosas a su manera, además de la gente, había visto por ahí algunas...orejas, más grandes de lo normal, ¿elfos? Una alegría la invadió y por un momento se sintió demasiado excitada, emocionada, todo lo que había leído durante años, allí estaba, toda una mezcla de razas celebrando algo, sin armas, ni armaduras, despojados de todo lo que tenía que ver con la guerra...parecía, viendo a todos así, que la paz entre todos podía ser posible. Pero hasta ella sabía que todo se debía a ese día, nada más.
Tuvo el valor de acercarse a una de las tiendas, allí contempló a un grupo que se agrandaba poco a poco conforme llegaba gente, sin darse cuenta les sonreía aunque ninguno le prestaba atención, estaba allí parada con su vestido rojo y el pelo suelto, sonriendo, no parecía que pudiera encajar con todo aquello.
Agudizando el olfato podía notar el olor a alcohol, aunque no era muy difícil darse cuenta de que casi todos bebían, se divertían bastante, deseó por un momento poder divertirse así pero lo cierto es que muy pocas veces había probado el alcohol.
-¿Ocurre algo? -Alguien se acercó a ella, la sonrisa se le borró al momento y se sobresaltó, no esperaba que nadie le hablara.
-Eh...-Observó al hombre, tenía los ojos parecidos a los de un gato y no pudo evitar sonreír levemente al ver que tenía la cola de éste mismo-, no, todo bien.
-Pareces embobada -Señaló hacia el grupo que ella había estado mirando- ¿Conoces a alguien?
-No -Ni medio segundo tardó en responder.
-¿Necesitas algo? -¿Por qué la tuteaba? No se conocían de nada, ¿era así como se trataba la gente en todos lados?
-¿Una bebida? -Soltó sin más, el chico sonrió y en su sonrisa pudo notar algo aún más felino que su cuerpo.
Minutos después regresó el joven con dos jarras de cerveza, después de darle las gracias probó un sorbo y casi se ahoga, pero a la segunda vez lo tomó mejor, era amarga, casi se preguntó cómo podían tomar eso...pero terminó por gustarle el regusto que le dejaba en la boca:
-No creo haberte visto por aquí antes -Ambos tomaron asiento y colocaron las cervezas sobre la mesa, podía oírse un alboroto tan grande alrededor que tenían que subir el tono.
-Nunca he estado aquí -Sonrió y notó cierto calor en las mejillas, sabía que era a causa del alcohol pero no creía poder embriagarse con una.
-Me alegro de haberte visto -Esta vez él sonrió más y pudo notar sus caninos más largos de lo normal, rozó con la punta de la lengua los suyos propios y se dijo a sí misma que eran demasiado largos.
Estuvieron un rato hablando, el hombre gato se llamaba Tristán pero poco después perdió el interés en ella al captar por el rabillo del ojo a una mujer que se parecía bastante a un tigre. La muchacha ni siquiera le dio importancia, casi agradeció que la dejara sola, así que no tardó en salir fuera de la tienda y observó el cielo, no era la única, también pudo ver a otra mujer que lo hacía pero no supo leer qué significaba para ella el mirar las estrellas.
Para ella significaba todo, su padre, su infancia, su familia,..se apenaba de no haber tenido la oportunidad de conocer a su madre, pero pronto la sacó de su ensimismamiento otro hombre:
-Bonita estrella, ¿verdad? -Le dijo acercándose a ella- Aunque parece que va a caer encima de nosotros en cualquier momento.
-¿Caerse? -Ella no pudo evitar reírse, una risa que sonó dulce y sincera después de muchísimo tiempo, tal vez era producto de la cerveza pero se sintió bien porque alguien le hablara y no tuviera el ''aspecto'' de querer irse con todo el mundo- No creo que fuese posible, ¿pero sabes qué? -Dejó de mirar el cielo y miró al joven, parecía humano- He leído sobre gente que ha encontrado trozos que pueden ser de origen espacial, ¿trozos de estrellas? Nadie lo sabe pero me gustaría encontrar algo así -Sonrió después de soltar algo que ella consideraba interesante y observó la cerveza en su mano, se preguntó si a él le afectaría tanto como a ella. Pero claro, no todo el mundo se habría abstenido tanto como ella de todo- Soy Astralia.
-----------------------------------------------------------
OFF: Respuesta a Eden.
Y pensando en eso, ni siquiera sabía qué había sido de su padre, si lo pensaba podía notar cierto hormigueo en las manos, podía notar cómo algo le subía desde el estómago hacia arriba, pero se relajó y pronto vio todo lo que tenía delante. Era como una fiesta, celebración, algo por el estilo, pudo recordar rápidamente sus recuerdos celebrando los cumpleaños y aclaró su mente, centrándose en lo que tenía delante antes de pensar en algo triste.
No sabía muy bien cómo había llegado hasta allí, pero había leído sobre el tema, ''El Día de la Alianza'' se llamaba...si se concentraba en mirar todo, podía ver gente de todo tipo, aunque en la entrada estaban esperando distintas personas, algunos para entrar, otros para curiosear...y los guardias, si así podían llamarse, tenían un ''aura'' extraña, pero no dudó ningún momento en acercarse más, hasta que los tuvo lo suficientemente cerca como para preguntar quién era, no fue hasta entonces cuando se dio cuenta de que era una especie de altar, había un montón de armas por allí, tiradas algunas y otras colocadas a propósito, armaduras también:
-¿Nombre? -Estaba completamente segura de que eran dragones, una sensación nueva le recorrió el cuerpo, ''Gente nueva'' pensó, ''...razas que nunca he visto'', y al momento se dio cuenta de que aquello había sido buena idea, tal vez podría pasarlo bien allí, ¿pasarlo bien? Llevaba mucho tiempo sin hacer eso.
-Astralia Salwey -La miraban como si pudieran ver a través de ella, seguramente buscando algo, no pensaba que pudiera parecer peligrosa, en ningún sentido.
-Debe dejar toda arma antes de entrar -No se les escapaba nada, no era una chica peligrosa, sólo llevaba una daga, y tampoco es que la hubiera utilizado alguna vez contra alguien.
Se echó un poco la capa hacia atrás y desabrochó el cordón de la parte de delante, sacó la daga del hueco de su cinturón y la envolvió. Así, la daga envuelta en su capa se la entregó a los guardias, dragones, lo que fueran, y éstos la colocaron junto a las demás, no sin antes observar la forma rectangular que sobresalía en su bolsa.
-¿Qué es eso?
-Un libro -Respondió, seca, era consciente de que parecía raro que llevara un libro encima, pero jamás o muy pocas veces se quitaba la capa así que nunca tenía que lidiar con eso.
-¿Un libro? -Habló uno de ellos, incrédulo, casi podía notar una pizca de desconfianza.
Pero ella decidió que no era necesaria más discusión, así que pensando que jamás había hecho nada parecido, desató la bolsa del cinturón y se la entregó tal cual. Ellos aceptaron el gesto y hicieron un ademán para dejarla pasar, ya no eran necesarias más palabras...excepto:
-Si es la primera vez que celebra este día, sin duda lo apreciará.
Una vez dentro de una especie de plaza, donde había cantidad y variedad de gente que nunca había visto, contempló diferentes tiendas donde la gente se sentaba, bebía y comía. No pudo evitar preguntarse si había que pagar por algo, tal vez todavía era demasiado inocente para esas cosas a pesar de su edad; pero después de todo nunca había estado en una fiesta.
Pudo contemplar las esculturas, hermosas a su manera, además de la gente, había visto por ahí algunas...orejas, más grandes de lo normal, ¿elfos? Una alegría la invadió y por un momento se sintió demasiado excitada, emocionada, todo lo que había leído durante años, allí estaba, toda una mezcla de razas celebrando algo, sin armas, ni armaduras, despojados de todo lo que tenía que ver con la guerra...parecía, viendo a todos así, que la paz entre todos podía ser posible. Pero hasta ella sabía que todo se debía a ese día, nada más.
Tuvo el valor de acercarse a una de las tiendas, allí contempló a un grupo que se agrandaba poco a poco conforme llegaba gente, sin darse cuenta les sonreía aunque ninguno le prestaba atención, estaba allí parada con su vestido rojo y el pelo suelto, sonriendo, no parecía que pudiera encajar con todo aquello.
Agudizando el olfato podía notar el olor a alcohol, aunque no era muy difícil darse cuenta de que casi todos bebían, se divertían bastante, deseó por un momento poder divertirse así pero lo cierto es que muy pocas veces había probado el alcohol.
-¿Ocurre algo? -Alguien se acercó a ella, la sonrisa se le borró al momento y se sobresaltó, no esperaba que nadie le hablara.
-Eh...-Observó al hombre, tenía los ojos parecidos a los de un gato y no pudo evitar sonreír levemente al ver que tenía la cola de éste mismo-, no, todo bien.
-Pareces embobada -Señaló hacia el grupo que ella había estado mirando- ¿Conoces a alguien?
-No -Ni medio segundo tardó en responder.
-¿Necesitas algo? -¿Por qué la tuteaba? No se conocían de nada, ¿era así como se trataba la gente en todos lados?
-¿Una bebida? -Soltó sin más, el chico sonrió y en su sonrisa pudo notar algo aún más felino que su cuerpo.
Minutos después regresó el joven con dos jarras de cerveza, después de darle las gracias probó un sorbo y casi se ahoga, pero a la segunda vez lo tomó mejor, era amarga, casi se preguntó cómo podían tomar eso...pero terminó por gustarle el regusto que le dejaba en la boca:
-No creo haberte visto por aquí antes -Ambos tomaron asiento y colocaron las cervezas sobre la mesa, podía oírse un alboroto tan grande alrededor que tenían que subir el tono.
-Nunca he estado aquí -Sonrió y notó cierto calor en las mejillas, sabía que era a causa del alcohol pero no creía poder embriagarse con una.
-Me alegro de haberte visto -Esta vez él sonrió más y pudo notar sus caninos más largos de lo normal, rozó con la punta de la lengua los suyos propios y se dijo a sí misma que eran demasiado largos.
Estuvieron un rato hablando, el hombre gato se llamaba Tristán pero poco después perdió el interés en ella al captar por el rabillo del ojo a una mujer que se parecía bastante a un tigre. La muchacha ni siquiera le dio importancia, casi agradeció que la dejara sola, así que no tardó en salir fuera de la tienda y observó el cielo, no era la única, también pudo ver a otra mujer que lo hacía pero no supo leer qué significaba para ella el mirar las estrellas.
Para ella significaba todo, su padre, su infancia, su familia,..se apenaba de no haber tenido la oportunidad de conocer a su madre, pero pronto la sacó de su ensimismamiento otro hombre:
-Bonita estrella, ¿verdad? -Le dijo acercándose a ella- Aunque parece que va a caer encima de nosotros en cualquier momento.
-¿Caerse? -Ella no pudo evitar reírse, una risa que sonó dulce y sincera después de muchísimo tiempo, tal vez era producto de la cerveza pero se sintió bien porque alguien le hablara y no tuviera el ''aspecto'' de querer irse con todo el mundo- No creo que fuese posible, ¿pero sabes qué? -Dejó de mirar el cielo y miró al joven, parecía humano- He leído sobre gente que ha encontrado trozos que pueden ser de origen espacial, ¿trozos de estrellas? Nadie lo sabe pero me gustaría encontrar algo así -Sonrió después de soltar algo que ella consideraba interesante y observó la cerveza en su mano, se preguntó si a él le afectaría tanto como a ella. Pero claro, no todo el mundo se habría abstenido tanto como ella de todo- Soy Astralia.
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Astralia
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
“Dejar las armas y armaduras en la entrada”
Parecía ser una propuesta sencilla, y de hecho la mayoría de los orgánicos podían cumplirla sin mayores inconvenientes, Uriel y Sophi incluidos, quienes luego de quejarse un poco finalmente accedieron a dejar sus cosas. Sin embargo en mi caso [ANALIZANDO] era un poco más complejo que eso.
-Mis manos... Podrían considerarse armas ¿Correcto? - Luego señalé mi cuerpo - Y mi cuerpo es mi armadura, además de un arma también - El Monje Dragón no parecía entender lo que le estaba explicando - Mire - Levanté mis manos y dejé que salieran las herramientas - No puedo mostrarle mi cuerpo, podría salir herido sí lo intentara -
-Y no por su pudor, sino porque literalmente es una antorcha viviente - Aclaró Sophi, lo decía con una media sonrisa, no sabía si eso significaba que estaba contenta u otro tipo de emoción.
-En ese caso... - El dragón parecía no estar muy seguro de qué hacer.
-¿Debería quedarme aquí esperando con el resto de las armas? - Intenté ayudarlo a decidir.
-No seas ridícula ¿Quién va a cuidar de Uriel si te quedas aquí? - Ciertamente la Vampiro no era lo suficientemente responsable como para hacerse cargo de un niño tan pequeño. Así que asentí y miré al Monje.
-Creo que tendré que pasar de todos modos, pero no debes preocuparte, no le haré daño a nadie ¿Sí? - Aclarado el asunto, pasamos finalmente a la zona donde se desarrollaba la festividad.
Era una situación interesante para todos los orgánicos presentes, aunque para Sophi y para mi tenía un simbolismo extra: Ambas habíamos estado vivas cuando el último enfrentamiento entre los humanos de la tierra y las razas de Aerandir había ocurrido. Aunque la Vampiro era muy pequeña en ese momento, y yo estaba encerrada en un depósito, por lo que no teníamos muchos datos al respecto.
-Es interesante todo esto - Dijo Sophitia luego de guardar silencio durante un rato - Digo, hablan de algo que fue como un acontecimiento histórico, pero fue también parte de nuestras vidas - Puso las manos en los bolsillos y pateó una piedra - En fin... Creo que voy a ir a beber un rato. Disfruten del paseo - [ANALIZANDO] Parecía ser que la festividad no le había caído bien.
Bajé la vista hasta encontrarme con la mirada de Uriel.
-Seguro quieres visitar todos los puestos de comida ¿Cierto? - Sonreí de modo mecánico - ¿Hay algo más que desees hacer? -
No había nada que me interesara, tampoco sentía rechazo por ninguna de las actividades en particular, así que dejar que Uri decidiera parecía ser lo más lógico.
__________________
-Interactuo con Uriel y dejo suelta a Sophitia por si alguien se quiere acercar también Va a estar bebiendo en cualquier sitio próximo
Parecía ser una propuesta sencilla, y de hecho la mayoría de los orgánicos podían cumplirla sin mayores inconvenientes, Uriel y Sophi incluidos, quienes luego de quejarse un poco finalmente accedieron a dejar sus cosas. Sin embargo en mi caso [ANALIZANDO] era un poco más complejo que eso.
-Mis manos... Podrían considerarse armas ¿Correcto? - Luego señalé mi cuerpo - Y mi cuerpo es mi armadura, además de un arma también - El Monje Dragón no parecía entender lo que le estaba explicando - Mire - Levanté mis manos y dejé que salieran las herramientas - No puedo mostrarle mi cuerpo, podría salir herido sí lo intentara -
-Y no por su pudor, sino porque literalmente es una antorcha viviente - Aclaró Sophi, lo decía con una media sonrisa, no sabía si eso significaba que estaba contenta u otro tipo de emoción.
-En ese caso... - El dragón parecía no estar muy seguro de qué hacer.
-¿Debería quedarme aquí esperando con el resto de las armas? - Intenté ayudarlo a decidir.
-No seas ridícula ¿Quién va a cuidar de Uriel si te quedas aquí? - Ciertamente la Vampiro no era lo suficientemente responsable como para hacerse cargo de un niño tan pequeño. Así que asentí y miré al Monje.
-Creo que tendré que pasar de todos modos, pero no debes preocuparte, no le haré daño a nadie ¿Sí? - Aclarado el asunto, pasamos finalmente a la zona donde se desarrollaba la festividad.
Era una situación interesante para todos los orgánicos presentes, aunque para Sophi y para mi tenía un simbolismo extra: Ambas habíamos estado vivas cuando el último enfrentamiento entre los humanos de la tierra y las razas de Aerandir había ocurrido. Aunque la Vampiro era muy pequeña en ese momento, y yo estaba encerrada en un depósito, por lo que no teníamos muchos datos al respecto.
-Es interesante todo esto - Dijo Sophitia luego de guardar silencio durante un rato - Digo, hablan de algo que fue como un acontecimiento histórico, pero fue también parte de nuestras vidas - Puso las manos en los bolsillos y pateó una piedra - En fin... Creo que voy a ir a beber un rato. Disfruten del paseo - [ANALIZANDO] Parecía ser que la festividad no le había caído bien.
Bajé la vista hasta encontrarme con la mirada de Uriel.
-Seguro quieres visitar todos los puestos de comida ¿Cierto? - Sonreí de modo mecánico - ¿Hay algo más que desees hacer? -
No había nada que me interesara, tampoco sentía rechazo por ninguna de las actividades en particular, así que dejar que Uri decidiera parecía ser lo más lógico.
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Zöe
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Seguía enfadada por lo de su daga. No solo era su única daga, sino que encima era un regalo. Sam se enfadaría mucho si se enteraba de que la había perdido, ¡una chica como ella no podía ir por la vida desarmada! Y la verdad, le creía, porque se había autocalificado como un mal hombre. Pero le había dado la daga, así que no debía ser tan malo.
Pero refunfuñar no le había impedido agenciarse una copa de vino. Y una pata de algún tipo de ave. ¿Faisán? No estaba segura, nunca lo había probado. La vampira lamio la salsa de la pata cual piruleta, mirando a su alrededor. Con la de la gente que conocía en la ciudad y ninguno parecía estar allí, maldita sea. Le dio un mordisquito a la ave, apreciando la salsa e intentando adivinar qué diablos llevaba y, más importante, como repetirla.
Y entonces la vio. Una elfa. No una cualquiera, cierta en concreto. –Aradiiiiiaaaa.- se acercó a la elfa, dándole un abrazo algo incómodo, puesto que estaba intentando no mancharla de salsa y de vino, así que más bien pareció un golpe de pecho. Y estaba con gente, pero no los conocía, así que se quedaban sin abrazo. Pero los saludaría al menos, no había sido criada en un establo. –Buenas, soy Alisha.- y luego siguió a lo suyo de inmediato. –Hey hey Ari, estaba buscando unos cazavampiros, pero mira que he encontrado.- Agitó la copa, derramando unas pocas gotas en el suelo. –Y es del bueno. No del de las mejores tabernas como prometí, pero oye, ¡es gratis! Y hay un montón de diferentes… Y hay uno de limón… tenemos que probarlos todos, somos… Embajadoras…culinarias, exacto. Debemos catar los platos de todas las razas… los vinos al menos.- puede que hubiera bebido alguna copa antes de encontrarse con la elfa. Presuntamente. -Hey psss psss, ¿quiénes son tus amigos? ¿Se apuntan?- susurró un poco más fuerte de lo estrictamente necesario.
Pero refunfuñar no le había impedido agenciarse una copa de vino. Y una pata de algún tipo de ave. ¿Faisán? No estaba segura, nunca lo había probado. La vampira lamio la salsa de la pata cual piruleta, mirando a su alrededor. Con la de la gente que conocía en la ciudad y ninguno parecía estar allí, maldita sea. Le dio un mordisquito a la ave, apreciando la salsa e intentando adivinar qué diablos llevaba y, más importante, como repetirla.
Y entonces la vio. Una elfa. No una cualquiera, cierta en concreto. –Aradiiiiiaaaa.- se acercó a la elfa, dándole un abrazo algo incómodo, puesto que estaba intentando no mancharla de salsa y de vino, así que más bien pareció un golpe de pecho. Y estaba con gente, pero no los conocía, así que se quedaban sin abrazo. Pero los saludaría al menos, no había sido criada en un establo. –Buenas, soy Alisha.- y luego siguió a lo suyo de inmediato. –Hey hey Ari, estaba buscando unos cazavampiros, pero mira que he encontrado.- Agitó la copa, derramando unas pocas gotas en el suelo. –Y es del bueno. No del de las mejores tabernas como prometí, pero oye, ¡es gratis! Y hay un montón de diferentes… Y hay uno de limón… tenemos que probarlos todos, somos… Embajadoras…culinarias, exacto. Debemos catar los platos de todas las razas… los vinos al menos.- puede que hubiera bebido alguna copa antes de encontrarse con la elfa. Presuntamente. -Hey psss psss, ¿quiénes son tus amigos? ¿Se apuntan?- susurró un poco más fuerte de lo estrictamente necesario.
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Interactuó con Aradia y de pasada con Sango y Nahir, en caso que quieran unirse en una ruta gastronómica con tour de cazavampiros (?)Alisha Lessard
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
–¿Eso no pasó hace más de cien años? –preguntó Artyhom.
Demian se encogió de hombros.
–Sí, hace mucho, p-pero aún es importante –respondió–. Además, no todos los días se ve eso.
El chico apuntó al cielo, allí donde la verde estela del cometa mostraba todo su esplendor. Debía reconocerlo, jamás había visto algo así. Había leído alguna vez sobre esas estrellas que aparecían con cola y luego se marchaban, mas se las imaginaba distintas. Más pequeñas, con una cola más acotada y brillante, como si alargaran una estrella normal.
Fue entonces que llegó donde los guardias.
–¿Mis armas y armaduras? –dijo levantando una ceja.
Durante sus aventuras había recolectado equipamiento muy poderoso, arriesgarse a perderlo no le hacía ninguna gracia. Miró a los hombres y mujeres a cargo del asunto y al menos parecían tomarse las cosas en serio. Ordenaban todo con cuidado y dedicación.
La vida de monasterio no era tan distinta a su propio entrenamiento, pensó. Aquellos monjes tenían tareas y se las tomaban en serio, tal y como él solía hacer en el templo donde había crecido.
"Un asesino no comete errores, ni aunque esté lavando sus calzoncillos" había dicho su maestro en algún punto distante del pasado. En ese entonces Demian se había reído, pero aún recordaba las enseñanzas.
–Bien... –dijo pesadamente, entregando primero su daga corrupta–. Cuidado donde ponen eso, que no se clave con nada –advirtió.
A continuación entregó sus dagas negras. El monje no dijo nada, pero era evidente que no se esperaba que un chico de su edad portara tantas armas peligrosas. Demian recién estaba comenzando.
–Cuidado que algunas de estas pueden tener veneno –dijo de manera relajada al entregar sus cuchillos arrojadizos, tomándolos de la punta con cuidado para que el monje sólo tocara su mango.
Lo siguiente fue quitar la ilusión sobre su armadura ligera. Antes lucía como un chico cualquiera, con ropas sencillas, pero ahora de pronto se veían diseños arcanos y finas terminaciones. Se la quitó poco a poco, pero lo extraño es que, bajo ella, ahora lucía una cota de malla. También se la retiró, entregándola a un confuso monje, sólo que en esta ocasión había debajo una estructura de placas. Por supuesto, luego vino una armadura de cuero, unos escudos aferrados con cinturones, una armadura hecha de caparazones de tortuga, una especie de armadura que parecía hecha de piel humana seca (en esta el monje ya parecía realmente consternado), una armadura de lo que parecían escamas de dragón y un jubón reforzado.
Demian entregaba todo esto con una expresión totalmente seria.
–Oh, falta algo más –dijo.
Metió su mano en lo que parecía una camisa ligera (a estas alturas costaba saber si era real o no) y extrajo de allí un mazo de guerra. Medía casi metro y medio y tenía una enorme cabeza con puntas.
–¿Qué? un chico debe estar preparado para todo hoy en día –comentó.
Lo siguiente fue entregar dos espadas, un arco con cien flechas en un carcaj, una especie de cuchilla doble con dientes como de tiburón, una lanza de tres metros que sacó de sus botas, una cadena con cuchillas, una vara de dos metros, un mandoble con runas y una estrella del alba.
–Trátelas con cuidado, por favor –dijo con la primera sonrisa del día.
Se giró para continuar, revelando que en su espalda había ahora una una enorme alabarda. El monje dudó si decir algo o no. Demian se giró y la entregó.
–Cierto, cierto, lo había olvidado –dijo.
Satisfecho con la expresión en el rostro del monje, caminó para entrar a la plaza del evento. En tanto, la enorme cantidad de cosas que habían quedado sobre la mesa se diluían, como polvo al viento, para dejar sólo las dagas y los cuchillos arrojadizos, junto a su armadura ligera.
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(*) Por ahora sólo entro, pero ya más adelante interactúo con la gente. Cualquiera es libre de interactuar con Demian, si lo desea.
Demian
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Escuchar que no estaba durmiendo ayudó a sacarme la incomodidad que me traía esa posibilidad de encima.
Quizás era una impresión que me daba por el tamaño, pero lucía rápida. Al menos, no parecía haberse acercado midiendo sus movimientos, tan solo lo hizo, como si no le trajera ni pizca de ansiedad estar sobre un tejado, no lucía preocupada de resbalones ni nada del estilo. La verdad, el techo se sentía y seguramente, era estable, pero...
—Cero —respondí sonriendo y apenas aguantando atrás mi propia risa, contagiado por la ajena—, pero si hubieses sido uno, ya tendría uno en la lista. En mi defensa no fue lo primero que pensé, solo lo que encontré más probable —añadí cruzándome de brazos, considerando su pregunta. Era cierto que probablemente no fuese posible, no lo que era dormir dormirse—. Su... supongo que si llevan mucho volando y se cansan podrían desmayarse durante pleno vuelo —dije viendo al cielo y poniéndome la mano sobre la cabeza. Si estaban cansados se detendrían a descansar.
Después de proceder a descargar todo el potencial creativo para matar que tenía le vi la cara, todavía tapándome mi propia boca con la mano. No pasaron muchos segundos de verla y notar pequeños espasmos que me di cuenta de que estaba luchando para no burlarse. Sonreí y asentí con la cabeza, intentando aprobar que lo hiciera antes de que me ganasen mis propias ganas y tuviera que voltear a otro lado, riéndome también.
—Ya veo —ladeé la cabeza sin prestar atención real al significado de lo que decía. Cuando se recostó de nuevo del tejado me iba a llevar un trozo de comida a la boca, y fue que resonó el "es posible que haya sido envenenado". Abrí los ojos viendo la comida, incluso yo había dicho algo similar, aunque lo había dejado en el alcohol.
...
Terminé de llevármelo a la boca y seguí comiendo, viendo al frente. No creía realmente que estuviese envenenado; pero de estarlo, en mi entendimiento, ya sería tarde, por todo lo que había comido. No me quedaba mucha más opción que ser positivo y creer por mi propio bien que no iba a morirme así.
Vi de reojo a la chica, no se me había pasado por alto el comentario sobre mis ojos, pero haber saltado desde el principio a eso me había dado pena.
—Uhm... —me encogí de hombros—. No sé, la verdad. Ha habido muchos rumores últimamente sobre eso —dije apuntando al cielo—, también tenía curiosidad de ver la plaza, nunca había venido, y como extra siempre es relajante y agradable ver a nadie matándose por asuntos triviales como razas. Hay cosas más importantes por las que pelear.
Sonreí, alzando el cuenco.
—La comida envenenada, por ejemplo —bromeé bajándolo de nuevo a mis piernas.
Pensando en las cosas que había dicho hasta el momento, eché la cabeza atrás analizando por encima. Era bastante raro que Irinnil hubiese venido a un lugar que era explícitamente público y que por dar acceso a todas las razas, tendría demasiada gente como para no esperar haberse encontrado a nadie.
Ciertamente, en un tejado se encontraría muchas personas; pero seguía sin dejar de sonar algo contraproducente. Definitivamente no estaba aquí por la comida tampoco. Socializar y comer parecía ser la idea detrás de todo esto, más allá de conmemorar el día, claro está.
—¿Y tú por qué viniste, Iri? ¿Te puedo decir Iri? ¿No tienes hambre? No pareces haber comido nada —dije tomando el otro cuenco, estirándome con cuidado para alcanzarlo y ponérselo más cerca—. Mira, la comida no está envenenada —tomé un pedacito del segundo cuenco y me lo lleve a la boca, masticando un poco antes de tragar—. ...O si está envenenada, me voy a morir en un rato —sonreí, haciendo un ademán con la mano—, ¿te parece esperar un rato? si no me pasa nada, significa que es seguro comer. No soy particularmente resistente tampoco, así que debería caer como una roca ante cualquier veneno. O...o podríamos salir de la plaza y buscar algo de comida por allí y volvemos.
Finalmente suspiré, dejando el cuenco a un lado e imitándola, dejándome caer de espaldas.
—Oh, sí, antes de que se me olvide —volteé a verla—, si, son violeta, o parecido al menos. ¿Estás segura de qué no habías visto este color antes? No es que me moleste... pero si me hubieran dejado elegir, hubiese elegido verdes, como los tuyos. Son más bonitos.
Pasado poco tiempo, empecé a escuchar mi nombre. Levanté mi tronco extrañado, volteando a los lados y buscando la fuente del sonido. Reconocía esa voz, ¿era...?
—¡Valyria! —exclamé tras haber gateado a un extremo del tejado, asomándome con cierto cuidado—. ¿Qué ta...
La sonrisa de mi cara se transformó lentamente en una mueca preocupada cuando dijo "pequeño problema", nunca eran pequeños. Chasqueé la lengua, adiós día de paz. Gruñi en voz baja y asentí a la elfa, volteando atrás para ver a Irinnil.
—Irinnil —O Iri, en caso de que me permitiese decirle así—, una amiga está aquí. Parece que pasó algo, ¿quieres venir? Si prefieres quedarte, luego de atender eso puedo buscar yo comida afuera y la traigo para que cenes algo —propuse sonriendo, mientras empezaba a acomodarme para ver como demonios bajaba del tejado, eso no me lo había planteado hasta el momento.
Me di vuelta con cuidado, bajando primero las piernas para colgarme lentamente y ver mi golem abajo. Lo suavicé un poco e intente que tuviese forma de sillón, o algo parecido, y me deje caer sobre el mismo, reteniendo algo del impacto de la caída.
Quizás era una impresión que me daba por el tamaño, pero lucía rápida. Al menos, no parecía haberse acercado midiendo sus movimientos, tan solo lo hizo, como si no le trajera ni pizca de ansiedad estar sobre un tejado, no lucía preocupada de resbalones ni nada del estilo. La verdad, el techo se sentía y seguramente, era estable, pero...
—Cero —respondí sonriendo y apenas aguantando atrás mi propia risa, contagiado por la ajena—, pero si hubieses sido uno, ya tendría uno en la lista. En mi defensa no fue lo primero que pensé, solo lo que encontré más probable —añadí cruzándome de brazos, considerando su pregunta. Era cierto que probablemente no fuese posible, no lo que era dormir dormirse—. Su... supongo que si llevan mucho volando y se cansan podrían desmayarse durante pleno vuelo —dije viendo al cielo y poniéndome la mano sobre la cabeza. Si estaban cansados se detendrían a descansar.
Después de proceder a descargar todo el potencial creativo para matar que tenía le vi la cara, todavía tapándome mi propia boca con la mano. No pasaron muchos segundos de verla y notar pequeños espasmos que me di cuenta de que estaba luchando para no burlarse. Sonreí y asentí con la cabeza, intentando aprobar que lo hiciera antes de que me ganasen mis propias ganas y tuviera que voltear a otro lado, riéndome también.
—Ya veo —ladeé la cabeza sin prestar atención real al significado de lo que decía. Cuando se recostó de nuevo del tejado me iba a llevar un trozo de comida a la boca, y fue que resonó el "es posible que haya sido envenenado". Abrí los ojos viendo la comida, incluso yo había dicho algo similar, aunque lo había dejado en el alcohol.
...
Terminé de llevármelo a la boca y seguí comiendo, viendo al frente. No creía realmente que estuviese envenenado; pero de estarlo, en mi entendimiento, ya sería tarde, por todo lo que había comido. No me quedaba mucha más opción que ser positivo y creer por mi propio bien que no iba a morirme así.
Vi de reojo a la chica, no se me había pasado por alto el comentario sobre mis ojos, pero haber saltado desde el principio a eso me había dado pena.
—Uhm... —me encogí de hombros—. No sé, la verdad. Ha habido muchos rumores últimamente sobre eso —dije apuntando al cielo—, también tenía curiosidad de ver la plaza, nunca había venido, y como extra siempre es relajante y agradable ver a nadie matándose por asuntos triviales como razas. Hay cosas más importantes por las que pelear.
Sonreí, alzando el cuenco.
—La comida envenenada, por ejemplo —bromeé bajándolo de nuevo a mis piernas.
Pensando en las cosas que había dicho hasta el momento, eché la cabeza atrás analizando por encima. Era bastante raro que Irinnil hubiese venido a un lugar que era explícitamente público y que por dar acceso a todas las razas, tendría demasiada gente como para no esperar haberse encontrado a nadie.
Ciertamente, en un tejado se encontraría muchas personas; pero seguía sin dejar de sonar algo contraproducente. Definitivamente no estaba aquí por la comida tampoco. Socializar y comer parecía ser la idea detrás de todo esto, más allá de conmemorar el día, claro está.
—¿Y tú por qué viniste, Iri? ¿Te puedo decir Iri? ¿No tienes hambre? No pareces haber comido nada —dije tomando el otro cuenco, estirándome con cuidado para alcanzarlo y ponérselo más cerca—. Mira, la comida no está envenenada —tomé un pedacito del segundo cuenco y me lo lleve a la boca, masticando un poco antes de tragar—. ...O si está envenenada, me voy a morir en un rato —sonreí, haciendo un ademán con la mano—, ¿te parece esperar un rato? si no me pasa nada, significa que es seguro comer. No soy particularmente resistente tampoco, así que debería caer como una roca ante cualquier veneno. O...o podríamos salir de la plaza y buscar algo de comida por allí y volvemos.
Finalmente suspiré, dejando el cuenco a un lado e imitándola, dejándome caer de espaldas.
—Oh, sí, antes de que se me olvide —volteé a verla—, si, son violeta, o parecido al menos. ¿Estás segura de qué no habías visto este color antes? No es que me moleste... pero si me hubieran dejado elegir, hubiese elegido verdes, como los tuyos. Son más bonitos.
Pasado poco tiempo, empecé a escuchar mi nombre. Levanté mi tronco extrañado, volteando a los lados y buscando la fuente del sonido. Reconocía esa voz, ¿era...?
—¡Valyria! —exclamé tras haber gateado a un extremo del tejado, asomándome con cierto cuidado—. ¿Qué ta...
La sonrisa de mi cara se transformó lentamente en una mueca preocupada cuando dijo "pequeño problema", nunca eran pequeños. Chasqueé la lengua, adiós día de paz. Gruñi en voz baja y asentí a la elfa, volteando atrás para ver a Irinnil.
—Irinnil —O Iri, en caso de que me permitiese decirle así—, una amiga está aquí. Parece que pasó algo, ¿quieres venir? Si prefieres quedarte, luego de atender eso puedo buscar yo comida afuera y la traigo para que cenes algo —propuse sonriendo, mientras empezaba a acomodarme para ver como demonios bajaba del tejado, eso no me lo había planteado hasta el momento.
Me di vuelta con cuidado, bajando primero las piernas para colgarme lentamente y ver mi golem abajo. Lo suavicé un poco e intente que tuviese forma de sillón, o algo parecido, y me deje caer sobre el mismo, reteniendo algo del impacto de la caída.
_____________________________
Interactúo más con Irinnil, y con Valyria.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
-Te dije que llegaríamos pronto. -Me reprochaba mi hija caminando por el sendero que conducía al monumento de la alianza.
La primera vez que vivos la extraña estrella estábamos en el desierto de Rokilant. Hacía tiempo que vagamos por el continente sin hacer otra cosa que vivir el día a día, empujadas por el afán de curiosidad perseguimos la cola de Minne, del nombre de la estrella no nos enteramos hasta que paramos en un asentamiento. Fue en aquel conjunto de casas donde nos enteramos del resto de la historia y de la trayectoria de la estrella, también fue ahí donde envié la carta de rigor escribiendo mi posición y mi futuro destino. Lo no hubiera esperado fue, que cuando paramos en la siguiente ciudad se me acercó un muchachito con una carta.
En su interior venia estipulada la hora exacta a la que llegaría la mujer al lugar de encuentro, sus acompañantes y la cantidad de kilómetros que recorrería, también había un par de anotaciones diciendo que el viaje se podía adelantar si encontraba algún modo más rápido de viaje.
-Deja de poner cara de rancia Vey. -Le contesté mientras nos acercábamos al lugar donde un monje solitario esperaba tras una mesa. -No pasa nada por llegar pronto. Además así descanso del viaje y...
-Y te buscas una elfa con la que pasar el rato.
El sol del atardecer tornaba el brillo rubio de la joven en destellos cobrizos, la lagartija hablaba mientras se quitaba el peto y cedía su carcaj y su arco al monje.
-¡Vey! -Levanté la voz dejando la espada junto a las cosas de la adolescente y miré de reojo al monje. -Deja de molestar a tu madre.
La chiquilla me sacó la lengua y al mismo tiempo me agarró del brazo, comenzando a caminar junto a mí hacia el centro del monumento.
-Ha, pero no lo niegas. -En respuesta a aquello ahora era yo la que le sacaba la lengua. -Anda, vamos a comer algo... picaflor.
Su última palabra obtuvo como regalo un golpe rápido en la cabeza, seguido de la risa de ambas.
Las dos comimos tranquilamente hasta que cayó la noche, momento en el cual abandonamos la mesa y regresamos a la entrada del evento para encontrarnos con un Uriel pegado a una tranquila Zoë y una Sophitia que se alejaba ya de ellos.
Lavey echó a correr al verlos y yo levanté la mano dando un silbido para llamar su atención.
-¡FIF...! -Vey dejó aquel apodo a medio camino y rectifico al llegar junto a la vampiresa. -¡Sophi! -Concluyó sonriendo contenta de oreja a oreja. -¿A dónde vas? -Pregunto curiosa y prosiguió sin dejar hablar a la pelirroja. -Va, da igual. Voy a donde vayas, contigo siempre es divertido.
La dragoncilla estaba tan alegre por ver a su amiga, que se olvidó de la molestia que esta tenía por el contacto repentino y la abrazó rápidamente, tuvo estirar los brazos y ponerse de puntillas para poder pasarle los brazos por los hombros, pero el esfuerzo valió la pena. Duró menos de lo que a Lavey le hubiera gustado, pero se conformó.
Era increíble como la rubia había entablado un lazo tan fuerte con la compañera de Zoë ¿Qué clase de historias habrían compartido para eso?
-Zoë, Uriel. -Saludé alegre acercándome a la pareja y sonriendo de pasada a Sophitia. -Perdón por no esperaros fuera, pero llegamos muy pronto. No os lo vais a creer, -Dije después de la presentación.- pero han montado un puesto de bebidas que tiene de todo. De to-do. -Enfatice moviendo los brazos. -Hay unos vasos con unas mezclas raras de noseque para bios y un concentrado de uvas con sangre que dicen es 100% legal. Y hasta han traído un par de barriles con aguardiente de Dundarak.
Mientras hablaba, pasó por detrás de la pareja una centauro de mirada curiosa y un elfo de porte elegante. Sin prenderlo, sonreí con picardía al verlos. Sin duda el día de la Alianza sería un recuerdo memorable.
______________
Off: Interactúo con Zoë y Uri.
La primera vez que vivos la extraña estrella estábamos en el desierto de Rokilant. Hacía tiempo que vagamos por el continente sin hacer otra cosa que vivir el día a día, empujadas por el afán de curiosidad perseguimos la cola de Minne, del nombre de la estrella no nos enteramos hasta que paramos en un asentamiento. Fue en aquel conjunto de casas donde nos enteramos del resto de la historia y de la trayectoria de la estrella, también fue ahí donde envié la carta de rigor escribiendo mi posición y mi futuro destino. Lo no hubiera esperado fue, que cuando paramos en la siguiente ciudad se me acercó un muchachito con una carta.
En su interior venia estipulada la hora exacta a la que llegaría la mujer al lugar de encuentro, sus acompañantes y la cantidad de kilómetros que recorrería, también había un par de anotaciones diciendo que el viaje se podía adelantar si encontraba algún modo más rápido de viaje.
-Deja de poner cara de rancia Vey. -Le contesté mientras nos acercábamos al lugar donde un monje solitario esperaba tras una mesa. -No pasa nada por llegar pronto. Además así descanso del viaje y...
-Y te buscas una elfa con la que pasar el rato.
El sol del atardecer tornaba el brillo rubio de la joven en destellos cobrizos, la lagartija hablaba mientras se quitaba el peto y cedía su carcaj y su arco al monje.
-¡Vey! -Levanté la voz dejando la espada junto a las cosas de la adolescente y miré de reojo al monje. -Deja de molestar a tu madre.
La chiquilla me sacó la lengua y al mismo tiempo me agarró del brazo, comenzando a caminar junto a mí hacia el centro del monumento.
-Ha, pero no lo niegas. -En respuesta a aquello ahora era yo la que le sacaba la lengua. -Anda, vamos a comer algo... picaflor.
Su última palabra obtuvo como regalo un golpe rápido en la cabeza, seguido de la risa de ambas.
Las dos comimos tranquilamente hasta que cayó la noche, momento en el cual abandonamos la mesa y regresamos a la entrada del evento para encontrarnos con un Uriel pegado a una tranquila Zoë y una Sophitia que se alejaba ya de ellos.
Lavey echó a correr al verlos y yo levanté la mano dando un silbido para llamar su atención.
-¡FIF...! -Vey dejó aquel apodo a medio camino y rectifico al llegar junto a la vampiresa. -¡Sophi! -Concluyó sonriendo contenta de oreja a oreja. -¿A dónde vas? -Pregunto curiosa y prosiguió sin dejar hablar a la pelirroja. -Va, da igual. Voy a donde vayas, contigo siempre es divertido.
La dragoncilla estaba tan alegre por ver a su amiga, que se olvidó de la molestia que esta tenía por el contacto repentino y la abrazó rápidamente, tuvo estirar los brazos y ponerse de puntillas para poder pasarle los brazos por los hombros, pero el esfuerzo valió la pena. Duró menos de lo que a Lavey le hubiera gustado, pero se conformó.
Era increíble como la rubia había entablado un lazo tan fuerte con la compañera de Zoë ¿Qué clase de historias habrían compartido para eso?
-Zoë, Uriel. -Saludé alegre acercándome a la pareja y sonriendo de pasada a Sophitia. -Perdón por no esperaros fuera, pero llegamos muy pronto. No os lo vais a creer, -Dije después de la presentación.- pero han montado un puesto de bebidas que tiene de todo. De to-do. -Enfatice moviendo los brazos. -Hay unos vasos con unas mezclas raras de noseque para bios y un concentrado de uvas con sangre que dicen es 100% legal. Y hasta han traído un par de barriles con aguardiente de Dundarak.
Mientras hablaba, pasó por detrás de la pareja una centauro de mirada curiosa y un elfo de porte elegante. Sin prenderlo, sonreí con picardía al verlos. Sin duda el día de la Alianza sería un recuerdo memorable.
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Off: Interactúo con Zoë y Uri.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Esperando pacientemente que la rana se recompusiera, Ruru siguió arrodillada observándole en silencio. Un suave cosquilleo en su exoesqueleto se extendió por la palma de su mano cuando la rana recuperó su lengua, un poco de la membrana del exoesqueleto fue arrancada en el proceso. No tuvo tiempo de notarlo siquiera, sus antenas se movieron un poco antes que su cabeza al escuchar el ruido de una estridente y aguda risa viniendo de al lado. Ruru miró en silencio al nuevo desconocido; Un hombre ratón que se reía abiertamente del hombre-rana. debía ser un adulto a pesar de su estatura, alegre y animado. Ruru lo pensó por unos segundo, luego murmuró con resignación e ironía
Todos los depredadores de las mariposas están en un solo sitio…...Solo faltan arañas
Ruru recordó entonces al brujo de nombre Gerrit, aquel que en su corazón sigue llamando “araña”. Recordando sus intenciones cargadas de veneno y su mirada la mujer no pudo salvo esbozar una ligera sonrisa. Estos dos personajes eran hasta entrañables cuando lo sopesaba con un verdadero depredador. Suspirando, observó cómo el hombre-ratón que no debía medir mucho más de un metro avanzaba hacia ellos, incomodo por la ausencia de su cinto; A Ruru tampoco la dejaron pasar sin entregar su bolsa a pesar de que solo portaba miel, pan y unas pocas herramientas de higienes y belleza especiales para una mujer-mariposa. Ruru contuvo un escalofrío cuando comenzaron a hablar devorar insectos, no es como si ella fuera un insecto totalmente pero la cercanía era mucha, le seguía perturbando un poco cuando veía la actitud déspota hacía estos por naturaleza. Recuperando su compostura, la mariposa se puso de pie el ver que el adolescente parecía haberse recuperado.
¿Un bio?
Una tercera figura se aproximó a ellos, otro hombre, pero esta vez un bio. En sus manos portaba una bandeja con verduras ¡Había fruta también! Ruru se preguntó si tendrían néctar y frutas que pudiera comer en los puestos al ver las pequeñas frutitas puestas pulcramente. Había caminado bastante para llegar hasta ahí ¡Tenía bastante hambre! Y sus mariposas también, aunque quedaron atrás para evitar alguna clase de revuelo. El dulce aroma afrutado le reabrió el apetito. Mientras escuchaba la voz molesta del hombre rana proclamando que encontraría insectos que pudieran comerse, rápidamente escribió en una nota.
“Gracias por traernos comida, supongo que puedo pero desgraciadamente los considero mis aliados; No puedo dárselos como comida”
Con un gesto educado, tomó de la bandeja una pequeña fresa y la mordió. Podía llamar a sus mariposas y estas vendrían sin ningún problema, eran listas y no temían a las personas o caían por algo como la hipnotizarte luz del os farolillos, probablemente se adaptaban al o que buscaban pero no tenía intenciones de traerlas; Eran sus amigas, aliadas y compañeras de combate, no las daría para comida ni aunque el hombre-rana se lo pidiera de rodillas. Hablando del adolescente de metro-veinte.....Comenzó a seguir al hombre-ratón sin dudarlo un segundo, con una amplia sonrisa. Ruru no pudo evitar preocuparse.
“.......”
*suspiro*
entre suspiros, le dio un mordisco a la fresa y los siguió en completo silencio, sentía que no podía abandonar a su suerte a la pequeña rana ¡Si era capaz de intentar cazar a una mariposa que duplica su tamaño ya se veía venir que sería lo siguiente! El ratón era pequeño pero por la forma en que hablaba se notaba que era un adulto, no estaba especialmente preocupado por él pero ese hombre-rana……
Me hace acordar a los niños de mi colmena, no puedo dejarlo de lado…..
Y así, por alguna extraña razón; La presa se terminó volviendo la niñera del depredador.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
- Aina-agla êl- ellen, dú bel arë- dijo, más para ella misma que para el resto, y se vió sumergida en la inmensidad de una fila que parecía acabar en una explanada.
Hacía tanto que la elfa no hablaba en su lengua natal que las palabras alabando la grandiosidad de la luz que cruzaba la oscuridad del cielo sonaron extrañas en sus labios. Se alegró sin embargo que aquella luz en medio de la incipiente oscuridad la hubiese distraido de semejante comitiva a la que había decidido seguir aquella tarde. Los bosques que habían pasado hasta llegar al lugar adecuado le habían contado historias de viajeros extraños que llegaron con lo que los vientos del norte llamaban: el cometa. Eilydh había obviado las historias en sus oídos pues sabía que el bosque, como cualquier ser de los que se había rodeado en los últimos días sabía mentir. La única diferencia considerable entre el bosque y aquella comitiva de ciudad lagarto era que el primero les aventajaba en más de cientos de años de experiencia.
Frente a ella una Helena un tanto divertida parecía lanzarle a Eilydh una advertencia muda a medida que depositaba sus armas y armaduras con uno de aquellos monjes que custodiaban las puertas al mismísimo infierno. O al menos así lo imaginó la elfa en primera instancia debido a aquel requerimiento casi insultante. Por ella mejor le hubiese pedido que se desnudase frente a la multitud. Le hubiese dolido lo mismo, pero estaba en minoría, y no quería causar una escena en aquel lugar tan solemne. Al fin y al cabo, aunque en el exilio, la elfa seguía respetando sus costumbres elfas de honorabilidad a algo sagrado y solemne. Aunque no creyese en nada que implicase aquel evento.
Se apartó un poco de su grupo, intentando camuflarse con las hojas mismas de los arboles cercanos en un intento de pasar desapercibida. Uno de los monjes la siguió, apresurado como si temiese que se fuese a escapar.
-Armas- dijo el hombre posicionando una mano frente a él, esperando que la elfa soltase lo que tuviese.
Eilydh hizo una mueca, como si murmurase y repitiese las palabras del monje de manera exagerada, se llevó la mano a su muslo derecho y puso su daga en la mano del hombre. Sacó de su cubierta su sable más nuevo, que aún así era uno de los más antiguos que había pasado por sus manos) y antes de volverlo a guardar y entregarselo al monje emitió un suspiro sonoro de inconformismo.
Le dirigió una sonrisa que decia: Gracias por nada y comenzó a avanzar antes de que se . diese cuenta de que la mano que le quedaba libre al monje le oprimía el hombro:
-Y armadura- dijo de nuevo mirando de arriba a abajo a Eilydh.
Ella puso sus ojos en blanco. Pero decidió no tentar a la suerte y obedecer.
-Necesito cambiarme entonces- dijo simplemente y se dirigió a un lugar apartado que habían dispuesto para el cambio de posible armadura pesada.
Rebuscó en su pequeña maleta y sacó un vestido de seda y terciopelo con el color azul vivo de su clan de elfos, el mismo que llevaba el día que escapó de sandorai hacía meses y el que no había vuelto a usar desde entonces.
Se sintió liviana en comparación con la armadura que acababa de quitarse, pero sintió como todo pesaba a medida que avanzaba a reunirse con sus acompañantes después de dejar su armadura con el monje "invitándole" a tener buen cuidado con ella.
Lo cierto era que para cuando quiso darse cuenta, el grupo de aquellos indeseables ya se había esparcido por aquel lugar extraño; Eilydh conocía poco a la mayoría de los presentes y tan solo tenía una tarea que realizar por encima de todas las demás: Ignorar deliberadamente a Helena.
Por lo tanto, pensó que aprovecharía aquel evento para conocer un poco más al tal Owens. Al fin y al cabo los... negocios que estaban planeando en el futuro iban a requerir mucho tiempo juntos. Qué mejor que empezar desde pronto.Eilydh había visto como el hombre posaba su mirada de cuando en cuando en la chica que había cabalgado a su lado. No le era dificil entender el porqué de la gravitación de la mirada de aquel estafador sobre la chica en cuestión: Era bonita, y los ojos de un coleccionista de mujeres no pueden evitar hacer de trabajo, placer. O justo lo opuesto. Eilydh no le dió la mayor importancia y decidió dejar las medias tintas para personas con menos que perder que ella misma.
-"El cielo se abrió en la noche, y de las mismas llamas que tiznaban la oscuridad nació el bosque, y los arroyos, y las gotas de rocío sobre las plantas. Y el hombre pensó que aquel lugar era bueno para hospedarse. Tanto que hizo la promesa eterna de protegerlos y cuidar cualquier elemento que le daba cobijo, y así nacieron los elfos "- recitó Eilydh a medida que llegaba al lado de Matt owens Como si contase una historia antigua y solemne.- O al menos, así lo contaba mi septa, cuando vivía en Sandorai.- dijo la elfa, jugueteando con un hilo suelto de su túnica- ¿Soy yo, o todo esto de la paz entre especies me parece una utopía un tanto... infantil?- dijo casi susurrando al hombre.
---------------------
Interactúo con Eyre y Matt Owens.
Hacía tanto que la elfa no hablaba en su lengua natal que las palabras alabando la grandiosidad de la luz que cruzaba la oscuridad del cielo sonaron extrañas en sus labios. Se alegró sin embargo que aquella luz en medio de la incipiente oscuridad la hubiese distraido de semejante comitiva a la que había decidido seguir aquella tarde. Los bosques que habían pasado hasta llegar al lugar adecuado le habían contado historias de viajeros extraños que llegaron con lo que los vientos del norte llamaban: el cometa. Eilydh había obviado las historias en sus oídos pues sabía que el bosque, como cualquier ser de los que se había rodeado en los últimos días sabía mentir. La única diferencia considerable entre el bosque y aquella comitiva de ciudad lagarto era que el primero les aventajaba en más de cientos de años de experiencia.
Frente a ella una Helena un tanto divertida parecía lanzarle a Eilydh una advertencia muda a medida que depositaba sus armas y armaduras con uno de aquellos monjes que custodiaban las puertas al mismísimo infierno. O al menos así lo imaginó la elfa en primera instancia debido a aquel requerimiento casi insultante. Por ella mejor le hubiese pedido que se desnudase frente a la multitud. Le hubiese dolido lo mismo, pero estaba en minoría, y no quería causar una escena en aquel lugar tan solemne. Al fin y al cabo, aunque en el exilio, la elfa seguía respetando sus costumbres elfas de honorabilidad a algo sagrado y solemne. Aunque no creyese en nada que implicase aquel evento.
Se apartó un poco de su grupo, intentando camuflarse con las hojas mismas de los arboles cercanos en un intento de pasar desapercibida. Uno de los monjes la siguió, apresurado como si temiese que se fuese a escapar.
-Armas- dijo el hombre posicionando una mano frente a él, esperando que la elfa soltase lo que tuviese.
Eilydh hizo una mueca, como si murmurase y repitiese las palabras del monje de manera exagerada, se llevó la mano a su muslo derecho y puso su daga en la mano del hombre. Sacó de su cubierta su sable más nuevo, que aún así era uno de los más antiguos que había pasado por sus manos) y antes de volverlo a guardar y entregarselo al monje emitió un suspiro sonoro de inconformismo.
Le dirigió una sonrisa que decia: Gracias por nada y comenzó a avanzar antes de que se . diese cuenta de que la mano que le quedaba libre al monje le oprimía el hombro:
-Y armadura- dijo de nuevo mirando de arriba a abajo a Eilydh.
Ella puso sus ojos en blanco. Pero decidió no tentar a la suerte y obedecer.
-Necesito cambiarme entonces- dijo simplemente y se dirigió a un lugar apartado que habían dispuesto para el cambio de posible armadura pesada.
Rebuscó en su pequeña maleta y sacó un vestido de seda y terciopelo con el color azul vivo de su clan de elfos, el mismo que llevaba el día que escapó de sandorai hacía meses y el que no había vuelto a usar desde entonces.
Se sintió liviana en comparación con la armadura que acababa de quitarse, pero sintió como todo pesaba a medida que avanzaba a reunirse con sus acompañantes después de dejar su armadura con el monje "invitándole" a tener buen cuidado con ella.
Lo cierto era que para cuando quiso darse cuenta, el grupo de aquellos indeseables ya se había esparcido por aquel lugar extraño; Eilydh conocía poco a la mayoría de los presentes y tan solo tenía una tarea que realizar por encima de todas las demás: Ignorar deliberadamente a Helena.
Por lo tanto, pensó que aprovecharía aquel evento para conocer un poco más al tal Owens. Al fin y al cabo los... negocios que estaban planeando en el futuro iban a requerir mucho tiempo juntos. Qué mejor que empezar desde pronto.Eilydh había visto como el hombre posaba su mirada de cuando en cuando en la chica que había cabalgado a su lado. No le era dificil entender el porqué de la gravitación de la mirada de aquel estafador sobre la chica en cuestión: Era bonita, y los ojos de un coleccionista de mujeres no pueden evitar hacer de trabajo, placer. O justo lo opuesto. Eilydh no le dió la mayor importancia y decidió dejar las medias tintas para personas con menos que perder que ella misma.
-"El cielo se abrió en la noche, y de las mismas llamas que tiznaban la oscuridad nació el bosque, y los arroyos, y las gotas de rocío sobre las plantas. Y el hombre pensó que aquel lugar era bueno para hospedarse. Tanto que hizo la promesa eterna de protegerlos y cuidar cualquier elemento que le daba cobijo, y así nacieron los elfos "- recitó Eilydh a medida que llegaba al lado de Matt owens Como si contase una historia antigua y solemne.- O al menos, así lo contaba mi septa, cuando vivía en Sandorai.- dijo la elfa, jugueteando con un hilo suelto de su túnica- ¿Soy yo, o todo esto de la paz entre especies me parece una utopía un tanto... infantil?- dijo casi susurrando al hombre.
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- Vestido de Eilydh:
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
La pregunta procedía de la mujer de velo negro que se había girado hacia él. La vestimenta negra que llevaba favorecía y realzaba la curvatura de su cadera y el hecho de que sólo se hubiera quitado el velo para mostrar su boca... Ben la encontró realmente... interesante. Previamente ella había contestado con algo que se esperaba pero que no quería oír, realmente Sango esperaba que alguien le contara otras cosas. Sango se giró para mirar directamente al velo negro y contestar a su pregunta pero una elfa se acababa de unir a la conversación.
- Pues parece ser que no es historia tan básica... O es que igual no la recuerdo.- Sango se rascó la cabeza.- En cualquier caso- señaló a su alrededor- esto es impresionante.-
A continuación, la elfa se presentó y compartió brevemente lo que ella conocía de la historia. Mientras hablaba, Sango destacó su piel pálida y sus grandes ojos. Sin duda, los elfos eran personas hechas para destacar, ya fuera por belleza, inteligencia, destreza... o una combinación de todas ellas. Se giró de nuevo hacia la mujer del velo.
- Es precisamente eso. Hay algo que a mi no me acaba de encajar del todo.- Miró al resto mientras hablaba.- Si damos por supuesto que todo aquello pasó, que pasó porque tenemos este gigantesco monumento, ¿por qué no- de repente un ser pasó corriendo a toda velocidad y Sango se quedó con la boca abierta mientras seguía con la mirada a aquello. Hizo un gesto con las palmas hacia arriba, una mezcla entre incredulidad y pregunta al resto sobre si sabían lo que había pasado.
- Lo que os quería decir... Bueno, a ver, yo he vivido la mayor parte de mi vida en la península de Verisar y nunca había oído de este lugar, tampoco he oído sobre la invasión, y si lo he hecho, no me acuerdo.- Se quedó pensativo unos instantes.- Que nos reunamos todas las razas, joder, es maravilloso, pero, ¿por qué dejamos de hacerlo? Bueno, no nosotros, claro, nuestros antepasados. Es innegable que el que estemos todos juntos sin pelear, bebiendo y compartiendo comida es... ¡la hostia! y con perdón.- Hizo otra pausa para mirar a su contertulios y detuvo sus ojos durante más tiempo en el velo negro.- Entonces, quiero haceros otra pregunta, ¿por qué esta tradición, este festejo, ha caído en el olvido? Incluso podría preguntar, ¿quién se ha encargado de que esto caiga en el olvido?- Apuró el contenido de la jarra.- Incluso hay algo más que ronda mi mente... ¿es una casualidad que esa maldita estrella haya aparecido en el cielo de la noche a la mañana o es una consecuencia de los actos de alguien?-
Sango había lanzado unas cuantas preguntas al aire y esperaba que alguien se atreviera a especular como él lo había hecho. Hizo un gesto con la mano libre, que se la llevó a la cabeza.
- Se me olvidaba lo más importante, os pido disculpas a todos, soy Sango y es un gusto hablar con todos vosotros.- Hizo una ligera reverencia.
Lo que más le importaba en aquel momento, a parte de que le respondieran, era que no le juzgaran como un maniático conspiranoico como los que se podía encontrar por algunos lugares.
------------
Interactuo con Nahir, Aradia Hazelmere y cualquiera que se quiera incorporar a la conversación, por supuesto.
Lo flipo con la carrera de Amit'tek
- Pues parece ser que no es historia tan básica... O es que igual no la recuerdo.- Sango se rascó la cabeza.- En cualquier caso- señaló a su alrededor- esto es impresionante.-
A continuación, la elfa se presentó y compartió brevemente lo que ella conocía de la historia. Mientras hablaba, Sango destacó su piel pálida y sus grandes ojos. Sin duda, los elfos eran personas hechas para destacar, ya fuera por belleza, inteligencia, destreza... o una combinación de todas ellas. Se giró de nuevo hacia la mujer del velo.
- Es precisamente eso. Hay algo que a mi no me acaba de encajar del todo.- Miró al resto mientras hablaba.- Si damos por supuesto que todo aquello pasó, que pasó porque tenemos este gigantesco monumento, ¿por qué no- de repente un ser pasó corriendo a toda velocidad y Sango se quedó con la boca abierta mientras seguía con la mirada a aquello. Hizo un gesto con las palmas hacia arriba, una mezcla entre incredulidad y pregunta al resto sobre si sabían lo que había pasado.
- Lo que os quería decir... Bueno, a ver, yo he vivido la mayor parte de mi vida en la península de Verisar y nunca había oído de este lugar, tampoco he oído sobre la invasión, y si lo he hecho, no me acuerdo.- Se quedó pensativo unos instantes.- Que nos reunamos todas las razas, joder, es maravilloso, pero, ¿por qué dejamos de hacerlo? Bueno, no nosotros, claro, nuestros antepasados. Es innegable que el que estemos todos juntos sin pelear, bebiendo y compartiendo comida es... ¡la hostia! y con perdón.- Hizo otra pausa para mirar a su contertulios y detuvo sus ojos durante más tiempo en el velo negro.- Entonces, quiero haceros otra pregunta, ¿por qué esta tradición, este festejo, ha caído en el olvido? Incluso podría preguntar, ¿quién se ha encargado de que esto caiga en el olvido?- Apuró el contenido de la jarra.- Incluso hay algo más que ronda mi mente... ¿es una casualidad que esa maldita estrella haya aparecido en el cielo de la noche a la mañana o es una consecuencia de los actos de alguien?-
Sango había lanzado unas cuantas preguntas al aire y esperaba que alguien se atreviera a especular como él lo había hecho. Hizo un gesto con la mano libre, que se la llevó a la cabeza.
- Se me olvidaba lo más importante, os pido disculpas a todos, soy Sango y es un gusto hablar con todos vosotros.- Hizo una ligera reverencia.
Lo que más le importaba en aquel momento, a parte de que le respondieran, era que no le juzgaran como un maniático conspiranoico como los que se podía encontrar por algunos lugares.
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Comenzaba a sentirme cómoda con la compañía, tan solo me preguntaba cuánto tiempo duraría aquello. No había venido con la intención de conocer gente nueva, socializar o algo tan natural como aquello. Pero las cosas habían salido así y no había mucho que pudiera hacer al respecto.
- Puedes llamarme Iri si quieres… -Miré hacia otro lado. -No hay ninguna razón de peso para haber venido aquí, si lo miras fríamente puedes o pasar la noche a la intemperie con la posibilidad de que te atraquen unos bandidos o pasar la noche en una fiesta en la que está prohibido portar armas. -Le miré de nuevo. -Lo mire como lo mire me parece la opción más razonable.
Me ofreció de nuevo comida, no tenía mucha hambre en el momento en que llegué a la ciudad, pero verle comer me estaba abriendo el apetito. Iba a aceptar su propuesta pero lo pensé mejor en el último momento. Era lo suficientemente autónoma como para poder procurarme mi propia comida en un festejo en el que se regala.
- Nadie me había dicho que mis ojos son bonitos hasta ahora… -Me sonrojé un poco y miré en otra dirección.
Algo llamó la atención de Anders y por lo tanto la mía propia. Alguien llamado Valyria. Seguramente habría venido acompañado y se habría perdido u olvidado de la otra persona. Suele pasar algo así, cada uno se va por un lado o se pausa más tiempo del debido en uno de los puestos y termina perdiéndose. Seguí recostada, sin prestarle mucha atención a lo que estaban diciendo, al menos hasta que me habló a mi directamente.
¿Por qué me ofrecía ir con él? Apenas nos acabábamos de conocer. Si es que el término conocer se aplica a ver a alguien durante unos minutos y saber cómo dicen que se llaman. Que no el nombre real… No tenía nada mejor que hacer, pero ir con aquel muchacho y su amiga podría ser peor que quedarme en el tejado haciendo nada. O podría ser que fueran a vivir una de las aventuras más divertidas que se ha visto en todo el continente y yo me la pierda por simple pereza y desazón.
Agh. Odio cuando me pasa eso, darle mil vueltas a todas y cada una de las cuestiones. Ese tipo de dudas eran mucho más sencillas de resolver antes… Cada una motivada por un tipo de aventuras, cada una llevada por una causa distinta, dejándose ir. Las cosas habían cambiado de forma definitiva así que tendría que aprender a vivir con ello.
Me puse en pie después de suspirar. - Espérame, iré con vosotros. -Me acerqué al borde del tejado y me dejé caer hasta la repisa de la ventana del primer piso. Tras un pequeño salto recubierto de magia estaba de nuevo en la calle principal.
En ese momento todavía no sabía quien era la persona que había llamado a Anders. Esperaba que fuese él quien nos presentara, también esperaba que me informasen de qué era lo que había osado perturbar mi contemplación tejadil.
Me quedé al lado de Anders un poco inquieta por la cantidad de gente que atiborraba las calles.
- Si me pierdo ya sabes dónde encontrarme. -Señalé hacia los tejados y le sonreí con calidez.
------ Puedes llamarme Iri si quieres… -Miré hacia otro lado. -No hay ninguna razón de peso para haber venido aquí, si lo miras fríamente puedes o pasar la noche a la intemperie con la posibilidad de que te atraquen unos bandidos o pasar la noche en una fiesta en la que está prohibido portar armas. -Le miré de nuevo. -Lo mire como lo mire me parece la opción más razonable.
Me ofreció de nuevo comida, no tenía mucha hambre en el momento en que llegué a la ciudad, pero verle comer me estaba abriendo el apetito. Iba a aceptar su propuesta pero lo pensé mejor en el último momento. Era lo suficientemente autónoma como para poder procurarme mi propia comida en un festejo en el que se regala.
- Nadie me había dicho que mis ojos son bonitos hasta ahora… -Me sonrojé un poco y miré en otra dirección.
Algo llamó la atención de Anders y por lo tanto la mía propia. Alguien llamado Valyria. Seguramente habría venido acompañado y se habría perdido u olvidado de la otra persona. Suele pasar algo así, cada uno se va por un lado o se pausa más tiempo del debido en uno de los puestos y termina perdiéndose. Seguí recostada, sin prestarle mucha atención a lo que estaban diciendo, al menos hasta que me habló a mi directamente.
¿Por qué me ofrecía ir con él? Apenas nos acabábamos de conocer. Si es que el término conocer se aplica a ver a alguien durante unos minutos y saber cómo dicen que se llaman. Que no el nombre real… No tenía nada mejor que hacer, pero ir con aquel muchacho y su amiga podría ser peor que quedarme en el tejado haciendo nada. O podría ser que fueran a vivir una de las aventuras más divertidas que se ha visto en todo el continente y yo me la pierda por simple pereza y desazón.
Agh. Odio cuando me pasa eso, darle mil vueltas a todas y cada una de las cuestiones. Ese tipo de dudas eran mucho más sencillas de resolver antes… Cada una motivada por un tipo de aventuras, cada una llevada por una causa distinta, dejándose ir. Las cosas habían cambiado de forma definitiva así que tendría que aprender a vivir con ello.
Me puse en pie después de suspirar. - Espérame, iré con vosotros. -Me acerqué al borde del tejado y me dejé caer hasta la repisa de la ventana del primer piso. Tras un pequeño salto recubierto de magia estaba de nuevo en la calle principal.
En ese momento todavía no sabía quien era la persona que había llamado a Anders. Esperaba que fuese él quien nos presentara, también esperaba que me informasen de qué era lo que había osado perturbar mi contemplación tejadil.
Me quedé al lado de Anders un poco inquieta por la cantidad de gente que atiborraba las calles.
- Si me pierdo ya sabes dónde encontrarme. -Señalé hacia los tejados y le sonreí con calidez.
Interactúo con Anders y con... Valyria, más o menos.
Irinnil Fawkes
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
...
La reacción de la mujer no pudo ser más divertida. Rió de forma natural, a carcajada limpia, haciéndome sentir algo estúpido por mi comentario. Aunque oírla me hizo sonreír y escuché atentamente su teoría sobre "trozos de estrellas" que, al parecer sí pueden caerse. Justo después pasó a presentarse. Su nombre era Astralia.
- Yo soy Eden- dije sonriente, antes de alzar de nuevo la vista hasta la brillante estrella del firmamento- Bueno Astralia, nunca vi un trozo de estrella, pero si cae alguno del cielo esta noche, correré hacia él para regalártelo...- le dije, antes de volver a mirarla y fruncir el ceño para preguntarle- ... Aunque, ¿para qué quieres tú un trozo de estrella? Supongo que si existen, serán llamativos y brillantes, un objeto casi único, de un extraordinario valor...
Mientras le hablaba a Astralia pensaba en qué mercados podría comerciar yo un objeto cómo ése. Quizás pudiera venderlo a un caprichoso y adinerado rey o a algún acaudalado y poderoso brujo de Beltrexus... Aunque mover un objeto cómo ése, debía ser complicado. Idea que me hizo recordar otras viejas historias, que comencé a relatar a la joven.
- Mi padre trabajaba cómo minero en Baslodia. De pequeño me contaba algunas historias de la mina. Me dijo que, a veces, uno de los mineros encontraba una gema mientras trabajaba. Si el minero conseguía hacerla pasar desapercibida el resto de la jornada, la podía vender a algún... "comerciante" de la ciudad después del trabajo. Ya sabes, de forma discreta.
Miré a la mujer divertido, contando una historia cruel que por desgracia había sido mi día a día desde que tenía recuerdos y había conseguido desdramatizarla por completo: La historia de una ciudad empobrecida como Baslodia, dónde habían vivido largas épocas de hambrunas y grandes necesidades.
Para continuar, no pude evitar ponerme algo serio y la sonrisa desapareció de mis labios, al recordar a mi difunto padre, que durante años, tuvo que soportar las condiciones de aquel mísero trabajo que prácticamente terminó arrebatándole la vida.
- Pero la mayoría de las veces el minero no tenía tanta suerte: algún compañero veía cómo obtenía la joya y le asaltaba de forma feroz, con intención de arrebatársela, para quedársela para sí y muchos de esos enfrentamientos acababan en muerte... Otros acudían a venderla al hombre equivocado, que en lugar de monedas, le pagaba con un rápido corte en la garganta. Lo que puede hacer el más común y necesitado de los hombres por una gema minúscula de pequeño valor. ¡Imagina lo que serían capaz de hacer por un "trozo de estrella"! ¡Ya no sé si te la daría!
Tras acabar mi historia, miré a la chica y de nuevo fui consciente de dónde me encontraba y las razones que nos habían llevado hasta allí. Y ahí estaba yo contando historias tristes de mineros cuándo se supone que debería estar comiendo y bebiendo todo tipo de exquisiteces y viviendo gratas experiencias.
- Después de una triste historia, siempre me siento realmente hambriento. ¿Te gustaría acompañarme a comer algo? Prometo ser una divertida compañía, de ahora en adelante...
- Yo soy Eden- dije sonriente, antes de alzar de nuevo la vista hasta la brillante estrella del firmamento- Bueno Astralia, nunca vi un trozo de estrella, pero si cae alguno del cielo esta noche, correré hacia él para regalártelo...- le dije, antes de volver a mirarla y fruncir el ceño para preguntarle- ... Aunque, ¿para qué quieres tú un trozo de estrella? Supongo que si existen, serán llamativos y brillantes, un objeto casi único, de un extraordinario valor...
Mientras le hablaba a Astralia pensaba en qué mercados podría comerciar yo un objeto cómo ése. Quizás pudiera venderlo a un caprichoso y adinerado rey o a algún acaudalado y poderoso brujo de Beltrexus... Aunque mover un objeto cómo ése, debía ser complicado. Idea que me hizo recordar otras viejas historias, que comencé a relatar a la joven.
- Mi padre trabajaba cómo minero en Baslodia. De pequeño me contaba algunas historias de la mina. Me dijo que, a veces, uno de los mineros encontraba una gema mientras trabajaba. Si el minero conseguía hacerla pasar desapercibida el resto de la jornada, la podía vender a algún... "comerciante" de la ciudad después del trabajo. Ya sabes, de forma discreta.
Miré a la mujer divertido, contando una historia cruel que por desgracia había sido mi día a día desde que tenía recuerdos y había conseguido desdramatizarla por completo: La historia de una ciudad empobrecida como Baslodia, dónde habían vivido largas épocas de hambrunas y grandes necesidades.
Para continuar, no pude evitar ponerme algo serio y la sonrisa desapareció de mis labios, al recordar a mi difunto padre, que durante años, tuvo que soportar las condiciones de aquel mísero trabajo que prácticamente terminó arrebatándole la vida.
- Pero la mayoría de las veces el minero no tenía tanta suerte: algún compañero veía cómo obtenía la joya y le asaltaba de forma feroz, con intención de arrebatársela, para quedársela para sí y muchos de esos enfrentamientos acababan en muerte... Otros acudían a venderla al hombre equivocado, que en lugar de monedas, le pagaba con un rápido corte en la garganta. Lo que puede hacer el más común y necesitado de los hombres por una gema minúscula de pequeño valor. ¡Imagina lo que serían capaz de hacer por un "trozo de estrella"! ¡Ya no sé si te la daría!
Tras acabar mi historia, miré a la chica y de nuevo fui consciente de dónde me encontraba y las razones que nos habían llevado hasta allí. Y ahí estaba yo contando historias tristes de mineros cuándo se supone que debería estar comiendo y bebiendo todo tipo de exquisiteces y viviendo gratas experiencias.
- Después de una triste historia, siempre me siento realmente hambriento. ¿Te gustaría acompañarme a comer algo? Prometo ser una divertida compañía, de ahora en adelante...
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Sigo hablando con Astralia
...
Eden
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
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Los dioses habían hablado, siete lunas antes del Día de la Alianza, habían colocado en Nana la melodía de la duda, melodía que había tarareado hasta incluso una luna antes del evento. Aquella noche durmió, como hacía semanas que no dormía. Cuando las primeras luces del día advirtieron su pronta partida de Ulmer, la loba decidió que iría sola.
-¿Cómo vas a ir sola? ¿Estás tonta?
Alec se opuso encarecidamente, sentado en la mesa del gran salón, dio un golpe sobre la mesa.
-Es algo que tengo que hacer sola, Alec. -Explicó la líder mientras Rose le daba los últimos retoques al vestido.
Esta vez la bruja había optado por una tela suave y fina, de color púrpura oscuro que degradaba hasta el negro en la parte más baja del vestido, un diseño cómodo para el viaje a pie que le esperaba a la loba hasta su destino en lo más profundo de los bosques de los Reinos del Este. Lugar que podía resultar peligroso por los pocos integrantes de La Manada que parecían seguir con vida.
-A mi tampoco me hace gracia, Alec, pero por una vez tiene razón.
La defendió su amiga Rose, asomando por encima del hombro de la loba y de sus anteojos para coser. Un largo suspiro de resignación salió de los labios del rubio, que desistió en llevar la contraria a la líder.
Tenía medio día de camino hasta el lugar del encuentro, por lo que Rose cargó a su amiga con lo indispensable en una pequeña bolsa de piel que colgó Nana de su hombro antes de colocarse un velo del mismo color que su vestido sobre la cabeza, lo suficientemente bajo para cubrir los ambarinos ojos que podían delatarla en el camino.
-Que tus dioses estén contigo, Nana.
La bendijo Rose desde la puerta junto a Alec, quien entre murmullos de enfado se pudo distinguir una despedida.
El viaje fue bastante ameno, sus pies descalzos habían olvidado cómo se sentían las raíces de los grandes árboles del este bajo sus plantas, el olor a tierra húmeda y el sonido del bosque. Caminó durante horas hasta que una caravana de dragones que bajaba desde Dundarak paró para invitarla a subir.
-¿Vas a la plaza de la Alianza? -Preguntó el conductor del carromato parando a sus caballos.
-Eso parece.
Respondió la loba dedicándole una amble sonrisa.
-Puedes subir si quieres.
Nana asintió y subió a la parte trasera del carromato, junto a varias personas, algunas de las cuales parecían rezagados del camino, peregrinos como lo era ella. Sus pies descalzos los delataban.
Se mantuvo en silencio durante todo el viaje para no ser delatada, simplemente se dedicaba a observar a los demás, y a responder algunas preguntas con frases cortas. Cuando llegaron, ofreció una moneda de plata al conductor del carro por las molestias.
Abarrotado, más que un día de mercado invernal en Lunargenta. Todas las razas de Aerandir en el limes de los reinos del Este. Alzó la vista apartando levemente el velo que aún cubría su pelo azabache y sus ojos, allí en un claro más allá de los confines del bosque, se alzaban monumentales espadas de piedra corroídas por el tiempo. No pudo disimular su gesto de sorpresa al verlas allí, impasibles después de 150 años.
Caminó siguiendo la fluencia de gente hasta lo que parecía un altar cerca de las espadas.
-Señora, las armas.
Bajó la mirada que había mantenido puesta sobre aquellas monumentales armas, al parecer un sacerdote exigía con impaciencia las armas.
-Pues como no me arranque los colmillos … -Respondió con su característico aire sarcástico sonriendo de medio lado, sonrisa en la que no pudo disimular uno de aquellos enormes colmillos, anchos y fuertes, característicos de su raza.
El monje realizó un aspaviento con la mano para despachar a la loba, que sin más se adentró junto a la multitud al evento.
La música le inundó por completo y hace que una sonrisa relajada se asome de sus labios. En un descuido la tela resbaló por su cabellera posándose sobre sus hombros mientras caminaba dispersa entre la gente. Sus ojos la delataron, corriéndose rápidamente un murmullo entre los monjes de Dundarak que aún recogían las armas de los visitantes.
-… Nana de Ulmer.
Al escuchar los rumores, la loba volvió a colocarse torpemente el velo sobre la cabeza. Demasiado tarde.
No interactúo con nadie, pero sentiros libres de molestar a Nana.
Nana
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Re: El Día de La Alianza, Aniversario 10 años [Evento Social]
Bastó con el comentario de Yorha para llamar la atención de Mefisto, que se acercó a nosotros sacudiendo su mano teatralmente y vociferando sandeces en el camino, llamando la atención de todas las personas en la cercanía. La elfa se avergonzó todavía más, e incluso podría decir que noté un leve rubor en sus mejillas, un gesto que me tomó desprevenido de su parte. Quién diría que hasta tú puedes ser bonita, condenada.
—Pedirle a toda Aerandir que abandone sus armas por una noche es un acto terrorista en sí. — respondí a la pregunta del elfo con una carcajada. No podía negar que me estaba divirtiendo. — No sé muy bien qué decirte. Quiero apostar por lo segundo, pero ya sabes lo que dicen. "Si algo parece muy bueno para ser verdad, no lo es".
Conversé por un largo rato con mis elfos preferidos. Compartimos historias sobre nuestras aventuras, reímos y nos atiborramos de alcohol hasta más no poder. Para el momento en que me levanté ya me pesaban las piernas y me tambaleaba como un hombre cojo. Disfruté de la conversación, pero llegado a un punto empezamos a perder tópicos para la charla, por lo que opté por retirarme.
—¡Hip! Mierda. Maldito hipo. En fin, va siendo hora de que me retire. La noche es joven, y quiero ver a qué puedo hincarle el diente antes de que salga el sol. — guiñé el ojo— Les deseo suerte. — hice una torpe reverencia y me marché.
Di una vuelta rápida por la plaza, para estirar las piernas y "sudar la borrachera". En el camino me crucé con dos personajes ya conocidos: Demian, a quien saludé de forma monótona, y Ruru, a quien distinguí en la cercanía por su grotesca apariencia. Me alegré de que estuviera bien, e incluso pensé en acercarme a saludarla, de no ser porque algo más cautivó mi atención: la burda comitiva de Ciudad Lagarto, cuyo grueso destacaba por componerse de mercenarios, estafadores, prostitutas, saqueadores... en fin, la clase de personas que comparten mi oficio, y que reconocería con tan solo echar una ojeada. Esta particular originalidad me atrajo desde el primer momento, y fue lo que me impulsó a aproximarme entre tambaleos.
—Con que eres uno de esos reyes a los que les gusta hacer las cosas al revés. — me dirigí al virrey con la falta de decoro y serenidad con la que le hablaría a una fulana. Poco me importaba si interrumpía alguna conversación. — "Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca". Sin embargo, aquí estás, acompañado de las amistades que formaste con los que deberían ser tus enemigos. ¡Já! Ciudad Lagarto debe de ser una ciudad maravillosa, si así es su comitiva. — sonreí ampliamente — Soy Tatsuya. Un placer. — hice una amplia reverencia ante toda la cofradía y me volví a la mujer morena que había visto antes. — Wow. Mírate. Te ves demasiado decente para estar aquí, aunque no pongo en duda que podrías arrancarme el brazo dada la oportunidad. Hay algo... feroz en ti, aunque trates de ocultarlo.
—Pedirle a toda Aerandir que abandone sus armas por una noche es un acto terrorista en sí. — respondí a la pregunta del elfo con una carcajada. No podía negar que me estaba divirtiendo. — No sé muy bien qué decirte. Quiero apostar por lo segundo, pero ya sabes lo que dicen. "Si algo parece muy bueno para ser verdad, no lo es".
Conversé por un largo rato con mis elfos preferidos. Compartimos historias sobre nuestras aventuras, reímos y nos atiborramos de alcohol hasta más no poder. Para el momento en que me levanté ya me pesaban las piernas y me tambaleaba como un hombre cojo. Disfruté de la conversación, pero llegado a un punto empezamos a perder tópicos para la charla, por lo que opté por retirarme.
—¡Hip! Mierda. Maldito hipo. En fin, va siendo hora de que me retire. La noche es joven, y quiero ver a qué puedo hincarle el diente antes de que salga el sol. — guiñé el ojo— Les deseo suerte. — hice una torpe reverencia y me marché.
Di una vuelta rápida por la plaza, para estirar las piernas y "sudar la borrachera". En el camino me crucé con dos personajes ya conocidos: Demian, a quien saludé de forma monótona, y Ruru, a quien distinguí en la cercanía por su grotesca apariencia. Me alegré de que estuviera bien, e incluso pensé en acercarme a saludarla, de no ser porque algo más cautivó mi atención: la burda comitiva de Ciudad Lagarto, cuyo grueso destacaba por componerse de mercenarios, estafadores, prostitutas, saqueadores... en fin, la clase de personas que comparten mi oficio, y que reconocería con tan solo echar una ojeada. Esta particular originalidad me atrajo desde el primer momento, y fue lo que me impulsó a aproximarme entre tambaleos.
—Con que eres uno de esos reyes a los que les gusta hacer las cosas al revés. — me dirigí al virrey con la falta de decoro y serenidad con la que le hablaría a una fulana. Poco me importaba si interrumpía alguna conversación. — "Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca". Sin embargo, aquí estás, acompañado de las amistades que formaste con los que deberían ser tus enemigos. ¡Já! Ciudad Lagarto debe de ser una ciudad maravillosa, si así es su comitiva. — sonreí ampliamente — Soy Tatsuya. Un placer. — hice una amplia reverencia ante toda la cofradía y me volví a la mujer morena que había visto antes. — Wow. Mírate. Te ves demasiado decente para estar aquí, aunque no pongo en duda que podrías arrancarme el brazo dada la oportunidad. Hay algo... feroz en ti, aunque trates de ocultarlo.
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Interactúo con Matthew, Oromë, y el resto de la comitiva de ciudad Lagarto que se encontrase en el sitio.Tatsuya Suō
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