La Recolección De Guld [Libre][Noche]

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Nada, nada. – respondió Dante ante mis señalamientos mientras procuraba mantenerse tras los árboles.

Ignoré la conducta extraña del humano mientras volvía para monitorear la extracción del jarabe del Guldtrad, al llegar al árbol me senté en la base del tronco junto al cubo que esperaba llenarse con el preciado líquido dulce. El piso en aquella área estaba seco gracias a la protección de la copa dorada de hojas que daba cobijo de la tenue lluvia que seguía cayendo. Ya sin preocuparme de dañar mis prendas por el barro, con suma paciencia esperé.

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El humano seguía oculto entre los árboles cercano a la zona asignada a Zagreus, pero procurando que su vecina no se percatara de su presencia y que el vampiro no se convirtiera en un dolor de cabeza haciendo preguntas.

¿Se puede saber qué estás haciendo? – – comentó en código el ave picoteando la rama donde se posaba.

Está ahí, Ava… - dijo el humano soltando un leve suspiro mientras se asomaba cautelosamente tras el tronco para evaluar los pasos de la mujer bestia.

Bueno, es justo lo que querías, ¿no?, qué suerte tienes. Al final tu “corazonada” era cierta. – dijo el cuervo en forma sarcástica.

La última vez que nos vimos me comporté como un idiota, seguro que ni se acuerda de mí. Ella es tan – Pues sí que eres idiota, te enamoraste a primera vista- el pájaro lo interrumpió. – Es que entiende K, no es solo que sea bella – el pájaro confirmó su comentario añadiendo – Sí, que sea un cuervo la vuelve hermosa, pero eso me da miedo, ¿te gusta por qué sea un cuervo? Porque yo soy un cuervo… y si es así… pensé que éramos amigos, porque entiende Dante, yo solo te veo como un amigo y no me van esas cosas, tú sabes… - ¡Calla, déjame terminas! – Kwah – Ella es bella, y también es justa, es todo lo que las hermanas del convento querrían, alguien puro y de gran moral.

Sí que eres un idiota, ahora te da miedo verla porque se dará cuenta de la gran verdad, solo eres un discapacitado traumado….

¡Hey! - le gritó el humano, irritado por las inseguridades que avivaba su compañero.

Necesito un plan, no puedo dejar que me vea con Zagreus, digamos que ese sujeto da miedo y lo que menos quiero es que se aleje. Ya tú sabes qué hacer, pero para que el vampiro no piense que estamos tramando algo trae información de todos. ¡Munin! (1) – Ordenó el humano para que el ave desprendiera sus alas y explorara la zona, recolectando la mayor información de todos los participantes.

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Pasaron varios minutos mientras reflexionaba algunas ideas que deambulaban por mi mente, el goteo del árbol era leve, pero constante, absorto en mis pensamientos, ignoraba la discusión de Dante y Kvasir tras los árboles.

Me levanté y vi un gran huargo cerca de nuestra posición, me resultaba llamativo que cuidara de la cubeta, por lo que deduje que se trataba de un hombre lobo. Vi con recelo como de su árbol se drenaba un hilo grueso de jarabe, dejando en evidencia que mi árbol gotero resultaba un fiasco, ya que un cálculo simple concluía que el pulgoso tendría al menos el doble de lo que ya había extraído.

Me alivió el hecho de que Dante no se percatara de tal situación, porque se hubiese burlado del rendimiento obtenido hasta los momentos. Entre mi enojo, empecé a maquinar una opción para no quedarme atrás, pero mientras pensaba una estrategia, un llamado me sacó de mi concentración.

Ptsss, ptss – se escuchó desde las sombras – no te alarmes, soy Magnus, un experto en estos bosques, pero ahora me dedico a otras cosas.

Con cautela me acerqué en silencio, acompañado de Dante, que también había sido captado por el llamado del sujeto extraño.

La suerte no te sonríe, tu árbol no es de los mejores, te lo digo yo qué sé. Si te soy sincero, de momento van de último… - en mi cara el enojo se hacía evidente ante los señalamientos del sujeto que si bien eran verdad incomodaban.

Pero tranquilo, esto no es solo una recolecta normal, siempre el espíritu competitivo termina haciendo que la verdadera naturaleza de las personas aparezca… Y ahora te ofrezco mi ayuda. Digamos que me gusta ver el juego ahora como un simple espectador, y de momento, si bien apenas inicia, está aburrido – dijo mientras una sonrisa macabra recorría su rostro acentuando las cicatrices de riñas pasadas.

Termina de hablar…

Te propongo robar un poco de jarabe al resto. Yo voy, me hago con unos cuantos centímetros de los otros recolectores y te lo traigo, así de fácil. Tengo ya unos años haciendo esto, así que sé cómo no me van a atrapar, y tranquilo, nadie debe saber que fuiste tú. Al final, lo que yo quiero es que la discordia reine, y quien sabe, quizás con el peor árbol igual puedas ganar. Tú luces como un sujeto que le agrada ganar…

¿Y por qué tanta amabilidad?, ¿Qué pides a cambio? – mencioné escéptico ante la oferta.

Nada, como mencioné, lo hago por amor al juego – dijo riéndose.

No Zagreus, no es la forma – dijo Dante desde su moralidad extraña y discutible, influenciada por su infancia empapada de religión.

No te estaba consultado, debemos ganar esto, porque aún no veo nada de lo que prometiste y no soy tonto, sé que me engañas. Haremos las cosas a mi manera, y espero que puedas colaborar esta vez… Magnus, adelante, estaré esperando.

El humano se resignó ante los comentarios del vampiro y mientras volvía su posición anterior se percató de una carne olorosa en el suelo lodoso. Con extrañeza la observó y le comentó su descubrimiento a Zagreus.

Nero había sido muy amable en brindarme su ayuda, acercarme al árbol vecino me había beneficiado y había podido orinar tranquilamente.

La cosa se complicó, o mejor dicho eso me pasaba por curiosa y avara. Ya había descubierto un peculiar escudo pero la leve mención de diamantes en el barro despertaron demasiada curiosidad en mí como para negarme. Pensando que hallaría alguna piedra recogí lo que había chocado con la punta de mi bota.

Apenas lo saqué de la tierra un hedor a muerto me revolvió las entrañas. Olía peor que la mierda. No bastando con eso, a pesar de la escasa iluminación por la niebla se escuchó aquella advertencia, que evidentemente no iba para mí pero que seguramente ese trozo de carne proveniente del propio averno tenía que ver.

- Tch... Bueno será mejor hacer casos a las voces de alrededor. Tampoco es como que me guste estar lo que sea que sea esto. No quiero vomitar sobre el jarabe. - Me dije a mi misma mientras avanzaba a mi puesto. Pensé en lanzarla allí mismo, pero consideré mejor las cosas y para no dejar más tiempo a mi vecino esperando fui a mi debido árbol.

- De nuevo muchas gracias por la ayuda, colega. - Dije una vez llegué lo bastante cerca de él como para dirigirle la palabra antes de regresar a mi puesto. - Probaré suerte a ver si el jarabe coopera un poco. Hablamos al rato. - Finalicé, aunque la razón inicial era poder lanzar la carne, valiéndome de la fuerza de mis brazos y ver si lograba por lo menos sobrevolar algún árbol.  

Con escudo colgado en mi espalda revisé el balde y cambié de posición la herramienta con la esperanza de que clavándola en otro sitio funcionara, luego de ello tomé la maldita carne y cerrando los ojos para "mayor concentración" hice lo draconicamente posible para aventarla lejos de mí y su repugnante olor. Tal vez haber cerrado los ojos no había sido la mejor de las ideas pero era un modo de justificar el "si no lo veo, no exixte".   

De vez en cuando, en mi búsqueda de diamantes volvía para ver cómo caía el jarabe. Me animaba ver cómo ese líquido espeso caía en el recipiente, e inevitablemente me hacía mover mi cola de izquierda a derecha, dando algunos brinquitos con mis patas delanteras. Una particularidad de estar en mi forma de lobo era que mis emociones eran un poco más efusivas, haciendo un poco más notorio cómo me sentía.

Fue en ese momento cuando algo pasó por mi cabeza. - Ah, cierto, los diamantes. - Me dije en mis adentros para volver a la búsqueda de esos diamantes. Caminaba despacio y olfateaba un poco. Y fue cuando tras escarbar un poco algo brillante aparecía frente a sus ojos. (1) Tras escarbar un poco más y sacar de entre la tierra y el lodo logré encontrar un diamante. Aquello me alegró, haciendo que diese algunos brinquitos, dando también algunos ladridos que denostaban mi alegría, con un aullido fuerte al final para coronar la celebración.

La algarabía que tenía de haber encontrado aquella piedra preciosa me mantuvo ajeno de lo demás por algunos momentos. No lo podía evitar, sentía que en ese momento todo me estaba saliendo bien. El artefacto de nombre impronunciable estaba trabajando muy bien, por lo que no veía la necesidad de cambiar su posición, encontré un escudo que luego de este trabajo podría vender a un buen precio, y también me encontré un diamante. Realmente nada podía salirme mal. O eso creía yo. Ya que mientras celebraba, no me di cuenta que alguien había violado mi recipiente contenedor de jarabe (2).

Tomé el diamante con mi hocico y me encaminé hacia el recipiente, dejándolo al lado de mis pertenencias. Eso es algo que no olvidaría por nada del mundo. Luego de eso me acerqué para ver cómo aquel líquido dorado caía por el artefacto de nombre extraño. No podía quitarme de la cabeza que este trabajo estaba resultando muy fácil, sobre todo teniendo en cuenta que lo que habían dicho esas personas, diciendo que había grandes peligros. - ¿Y si esos hombres estaban exagerando? - Me preguntaba con una clara cara confundida en su rostro canino.

OFF:

―Eso, eso... no pares ―susurraba Kellanved con su rostro lleno de satisfacción. El jarabe brotaba como si se tratase de una cascada. Miró de reojo a sus vecinos y notó que, claramente, estos se encontraban recolectando menos. Soltó un soplido de orgullo ante tal espectaculo. Claro, no había ningún merito en la recolecta del dragón, pero aún así, ser mejor que cualquier otra raza siempre sería motivo de orgullo.
¿Quizás su Guldverktyg estaba tocado por la magia? Eso quiso pensar, cuando justo en ese momento pudo oír maldecir a uno de sus vecinos. ¡Ja! Pobre idiota, que no sabía recolectar bien. Espera, ¿qué era ese olor?
―¡Joder! Esto huele peor que la mierda humana ―fue lo primero que dijo, mientras se daba cuenta que un pedazo de carne putrefacta había caído, de manera misteriosa cerca de él.

―¿Secreto? Pues, puaj... ―empujó la carne fetida hacia un lado, aunque aun dentro de su perimetro―. Debes cantarle al árbol, como si se tratara de un bebé. ―mintió. ¡No tenía puñetera idea de cómo lo había logrado! Pero, en cambio, si aquel hombre tenía algo que ver con la putrefacción que había aparecido junto a él, entonces lo pagaría caro. Le sonrió al hombre, como si fuera todo un ser sociable y amigable.
―Mi nombre es Kellanved, ¿y el tuyo? ¿Sabes de dónde ha aparecido esta mierda, digo, carne en descomposición? ―preguntó, intentando ser sociable. Su Guldverktyg aun continuaba llenándose, poco a poco. Por ahí escuchaba otras voces interactuar, y a otros muchos hacer otras cosas. ¿De qué trataría todo eso? Le causó curiosidad, aunque primero averiguaría más sobre sus vecinos.