El Legado de Ardlingtown [Libre]

Tampoco tardó mucho en darse cuenta de que el peso innecesario en su dedo anular había desaparecido. No dijo mucho, su cabeza más bien preocupada por el hechizo que mantenía sometido a Hugo.

¿Hugo? Miró a su alrededor, consternada. La alimaña se había esfumado de su lado y una sensación de incertidumbre la invadió. ¿Acaso aquello era otro juego de aquel lugar? Se giró sobre si misma, buscando  con preocupación. Avanzó unos pasos, la oscuridad aunque inefectiva contra sus ojos podría haber afectado a su compañero en el estado de bicho en el que se encontraba.  Sus pasos hacían eco tras ella misma.  El sonido se transfería de manera errática tras ella, a su lado, al frente... No tenía sentido. Pero nada de aquello lo había tenido desde el momento que bajaron a aquel lugar.

Su siguiente paso de pronto enfocó el sonido fácilmente reconocible de... su pie aplastando algo relativamente frágil, algo crujiente y viscoso. Los ojos de la vampiresa se abrieron de manera urgente ante la asociación de sonidos y...

Tragó saliva.  Apartó su pie con sumo cuidado, su estómago inundado de un sentimiento de culpa. No podía ser... La vida de Hugo no podía acabar de una manera tan... No. Ni siquiera quería pensarlo. Descaminó el paso y con el corazón latiendo con fuerza en su pecho se atrevió a mirar bajo sus pies.

-¿Hu...Hugo?- dijo vacilante.- No.. no.. no. no por favor... - Se inclinó ante la visión de la cucaracha. Sus vísceras esparcidas por el suelo. Los ojos de Caoimhe  llenos de incredulidad.-

-Mmmm... ¿Qué haces?- La voz reconocible del tigre a su lado la sobresaltó. Caoimhe respiró profundo y se enderezó fingiendo demencia ante lo que acababa de pasar. - Aww... ¿Ibas a llorar?- dijo el tigre, alcanzando los pasos de pronto azorados de Caoimhe-  Estoy seguro que vi un poco de pena en tu cara... - Su alegría incontenible. Casi podía escucharse un leve ronroneo gutural en su garganta. - Perdí el hueso de tu biusa, pero en su lugar te he traído tu licencia de bodas. Así formalizamos tu amor con ese... bueno, engendro.

Caoimhe alzó su mano mostrando a Hugo que el anillo había desaparecido de su dedo. Aprovechó también para cerrarla después en un puño dejando alzados tan solo su dedo índice y corazón en un un gesto ofensivo.

Hugo sonrió.

-Vas a tener que esperar, quizás a  una de tus siguientes 8 vidas para asistir a una de mis bodas- dijo y agarró la licencia mientras la examinaba.El papel del pergamino algo tosco. La caligrafía oscura y firmada de manera concienzuda aquí y allá certificando una boda en la que el nombre de Beetlesoup  marcado en tinta rojiza aparecía en uno de los lados. Al otro, un borrón ilegible indicaba que de hecho en algún momento otro nombre se había unido a aquel monstruo. Quizás de manera voluntaria.

El recuerdo del olor nauseabundo de Beetlesoup la devolvió a la nueva sala donde se hallaban e intentó apartarlo de si misma.

-Estúpido lugar... y estúpido juego...  Es la última vez que..- Caoimhe recorría la nueva sala investigando sus opciones después de intentar forzar la puerta vacía frente a ella misma.  

La sala era oscura pero la luz ténue de unas velas posicionadas de manera estratégica mantenía un halo casi lúgubre en una estancia que claramente estaba decorada para un evento nupcial. El altar principal estaba cubierto de un terciopelo oscuro roido en varias de sus esquinas y sobre el mismo un púlpito que Caoimhe entendió llevaba en la misma posición bastante tiempo.

Su colgante no encajaba en los recodos de la sala que quizás accionasen la puerta que la ayudaría a continuar.  Cruzó los brazos y se acercó de nuevo al altar.

-Estoy seguro que puedo deshacerme de esa puerta con mis garras. Tan solo espera unos minutos y verás...- Los pelos de la nuca del tigre se habían enervado de la manera característica en la que solían hacerlo cuando estaba a punto de dejarse poseer por su ira. La vampiresa dudaba que fuese tan fácil.

Caoimhe jugueteó con una de las rosas oscuras que adornaban el lugar, pensativa.

-Espera...- dijo a Hugo casi en un susurro. Alzó la vista.- Quizás... de hecho hemos llegado demasiado pronto- dijo su teoría cobrando sentido en su cabeza.

-No se... Keeva... me da a mi que este lugar ha estado así desde hace tiempo. ¿Has visto las telarañas? Creo que hace mucho que el propósito inicial de esta decoración paso a mejor vida..- agarró una de las cortinas que casi se desprendieron con la rigidez del paso del tiempo. Jugueteó con algunos borlones en la parte baja del terciopelo de la misma- ... E incluso aún más que pasaron de moda- El tigre hizo un gesto de disgusto y la dejó caer.

-No... pero entonces... ¿Por qué Beetlesoup quiere casarse? Está claro que alguien que ya está casado no tiene la imperiosa necesidad de seguir necesitando casarse de nuevo...- Hugo le dedicó una mirada significativa- Oligan Tingeal no cuenta... ya vimos que él estaba tan solo intentando sacar tajada de los materiales que su padre donaba cada vez que...

Caoimhe guardó la licencia en su bolso y caminó de vuelta a donde habían llegado.

-¿Dónde vas ahora?- dijo  Hugo, frustrado pero siguiéndola.

-Claramente no hacia delante- dijo Caoimhe frustrada. Quizás aquello fuese de hecho muy similar a las bodas de Oligan Tingeal. Tan solo necesitaba encontrar el motivo por el que ninguna de ellas había sido lo suficientemente buena como para  atarle... los pantalones.

La sala en la que se instauró luego de caminar un rato  era más pequeña, Una mujer con cuerpo traslucido la miró de manera poco impresionada mientras leía un pergamino vacío de palabras.  Apenas alzó la cabeza para  dar a entender que había notado su presencia y  cuando Caoimhe hizo amago de preguntar qué hacía allí y quién era, la mujer carraspeó.

-Los trajes de los novios están ahí...  Elige uno... creo que a estas alturas cualquiera vale y... bueno.. espero que elijas bien.- El cabello blanquecido en un moño alto se agitó a la par que la papada arrugada de la mujer antes de que la atención de la misma se volviese al pergamino en blanco.

Hugo había estado analizando un estante con ropajes antiguos que Caoimhe había ignorado, más preocupada por la acción que aquella nueva sala ponía frente a ella.

-Pffff.- dijo el hombre tigre, moviendo de aquí a allá algunos trajes con gesto alarmado en sus fauces- Mucho dinero.. pero poco estilo. ¿ Alguien les ha hablado alguna vez de una tela que no sea... mmm terciopelo negro?- Hizo un gesto con su mano izquierda- Tú eliges. Yo creo que no sabría escoger el mejor entre todo lo peor...-

-Genial... - dijo la vampiresa y suspiró a punto de tomar la decisión.


Off-

Retrocedo a la casilla 18 para buscar los trajes de los novios. Tiro rol de dados para ver cual elijo basándome en la descripción de la casilla de Cohen.

Edito: Consigo el traje por lo que en el siguiente post rolearé cuál elijo desde la casilla 20 tal como indican las instrucciones.

Botín:

　¿Dónde me había metido? El monito contraatacó a mi contraataque de preguntas con más preguntas, sumergiéndonos en una vorágine de palabras que ponía a prueba la rapidez de mi cerebro acelerado con magia.

　—Yo solo sé que no sé —continué respondiendo—. Algunas tienen bocas, pero son tímidas y se esconden. No suelen comer, pero algunas comen rocas o gente o gente de roca o roca de gente, y son como una piedra en el zapato. También hay en el agua grande, pero no saben nadar y están en el fondo. Y sí, algunos son gente que se hizo de roca, pero la mayoría nace así, ya siendo caradura.

　Pude tomarme un respiro cuando Koru se distrajo, pero fue solo por un momento. La tormenta verbal continuaba.

　—Dudo que tenga amigos —dije—; es terco como una roca y tiene corazón de piedra. O quizás sí esté triste, pero las estatuillas fingen para no desilusionar a quienes los tienen en un pedestal… No, ya, la gente los alaban porque saben que estarían tristes sin halagos.

　Y todo se derrumbó, pero no dentro de mí. Mi cuerpo se fortaleció con magia y Xana se cubrió con una barrera de luceros sólidos tras dar un respingo, preparándonos para sobrevivir otra vez a una muerte inevitable.

　Pero esta vez no morimos. La puerta sí terminó sin vida, pero jamás la tuvo para empezar, y carecer de vida cierra muchas puertas en la vida, por lo que toca salir por las ventanas… Ya ni sé qué digo. Lo único seguro es que es imposible sacar la casa por la ventana, excepto si es una casa pequeña por una ventana más grande que ella, pero es más difícil si la casa pequeña intenta matarlos a todos, algo bien sabido por Xana.

　Luego de semejante desastre, pudimos avanzar por el nuevo camino que se reveló ante nosotros, aunque lo de «nuevo» es relativo; el camino era más viejo que yo.

　Entonces sentí lo mismo que sentía al finalizar alguna aventura o trabajo꞉ mi bolsa de aeros aumentó su peso. Miré su interior y noté que la cantidad de monedas había aumentado. «¿Eh? ¿Ya llegué al final de esta aventura, acaso?», me pregunté, extrañado. «Bueno, a colmillo regalado no se le ve el caballo», pensé encogiéndome de hombros, ante la mirada de curiosidad de Xana que no podía leerme la mente.

　—De pronto tengo más monedas que antes —le expliqué, sacándola de su incomprensión, y obtuve de ella una respuesta interesante, profunda y reveladora.

　—Al fin, gente —dije con un ligero alivio al llegar a una sala tan fea como las demás pero llena de objetos igual de feos y con más seres vivos. Xana y yo no llevábamos mucho tiempo sin ver a otras personas, pero había empezado a sospechar que nos habíamos perdido y nos dirigíamos a la salida con nuestro premio de consolación apareciendo mágicamente en mi bolsita—. Bueno, ¿y ahora qué?

　—¡A enviar regalos! —ordenó una… un… algo envuelto de vendajes amarillos, una criatura indescriptible (porque nadie querría describir eso)—. No hay tiempo que perder, la boda se celebrará pronto más que pronto pronto.

　Instintivamente me alejé un paso cuando se acercó un paso. Dio otro paso hacia mí y me alejé un paso a la misma distancia y a la misma velocidad que esa cosa. Se acercó con dos más y me alejé con dos idénticos.

　—A trabajar entonces —accedí, dirigiéndome hacia un montón de basura mientras rodeaba a la cosa que llamaré Venditas, el amarillista que habla azul—. ¿A dónde…?

　Venditas, el amarillista que habla azul señaló a dónde enviar la basura acumulada. Asentí y me apresuré en la noble labor. Xana se colocó a mi lado y me susurró algo importante, pero no diré qué fue porque… bueno, no le debo explicaciones a los metiches. ¿Qué tanto interés en lo que decimos en nuestra intimidad?

　Seguimos trabajando, metiendo a la fuerza la basura por una trampilla más pequeña de lo que debería, mientras que yo observaba a los demás para enterarme de toda su vida. «¿Ese es mi caballo feo volador o es otro?», cavilé observando al thestral. «No, yo dejé al mío atrás. ¿Entonces hay otra persona con un gusto terrible como el mío?». Miré a la persona-cucaracha, suponiendo que sería la dueña, o tal vez otra mascota de la misma persona del caballo feo volador.

　Bueno, ahora es momento de una escena retrospectiva.

　Había una vez… truz.

　Fin de la escena retrospectiva.

　—Me pregunto qué habrá dentro de estas cosas —murmuré mientras sostenía uno de los paquetes—. No quiero juzgar un libro por su portada, pero esto no tiene buena pinta…

　Y decidí desenvolverlo. Curiosamente, era la portada de un libro, y solo eso, la portada y nada más. «Las 50 maneras de usar a los gomejos en tus noches solitarias», decía el título, acompañado con un dibujo de un gomejo con lencería.

　—¡No abras los regalos! —chilló Venditas, el amarillista que habla de azul—. ¡No abras los regalos! —repitió y se abalanzó sobre mí.

　Reaccioné enseguida. Salté, potenciado con magia, hacia la pared. Gracias a mis botas, mis pies se engancharon a la superficie vertical.^[1] Sonreí con alivio. Una sonrisa que desapareció cuando vi a Venditas, el amarillista que habla de azul trepar la pared.

　—¡Gente, y cucaracha, y thestral, terminemos rápido con el envío! —supliqué a los demás en la sala.

　Salté hacia el techo, envolví la portada extraña y la arrojé a la trampilla. La criatura aceleró y llegó hasta el techo. Seguí moviéndome, saltando de una pared a otra, a veces cambiando de curso en pleno salto.^[2]

　Xana, sin saber si reír o preocuparse, obedeció y se dedicó a lanzar los paquetes hacia la trampilla, sin detenerse a observar las formas, texturas y solidez variadas y extrañas de cada regalo. Ni siquiera en que algunos parecían moverse por sí solos.

Aquello no podía estar pasando. Había vivido muchas cosas en su vida, pero cada estancia de la maldita tumba de ese humano resultaba más desquiciante aún que la anterior. Golems de piedra, fuego, sala de espinas y ahora todo un osario en el que única persona viva aparte de él y quienes habían llegado primero no parecía advertir nada inusual en manipularlos para crear… invitados a una boda.

Ahuecando ambas manos, juntó las yemas de los dedos escondiendo en el lugar nariz y boca, antes de descender lentamente y colocarlas a la altura de sus labios. Si bien era cierto que los peligros que había pasado resultaban poco temibles, su continua sucesión era todo un fastidio. Al menos había perdido al chiquillo enemigo del silencio.

Rauca noirë… pensó irritado. Hasta que, por supuesto, las cosas llegaron a empeorar. Si algo podía resultar más nefasto que la necesidad de unir los restos de los dioses sabía qué cantidad de muertos, ello era hacerlo junto a un condenado vampiro. Su parte más oscura componía a pleno pulmón una oda a la sangre, espoleando la rabia grabada más profundamente a cada paso que se internaba en ese laberinto cuyo sentido parecía radicar en la inexistencia de éste. Quería escuchar cómo su espada hendía a ese ser, un nuevo favor al resto de razas que caminaban bajo el sol. El segundo sujeto, carente de éter lo trataba con familiaridad. Criatura aún más problemática que su acompañante.

La simpatía por tales demonios, la debilidad al tolerarlos era todo cuanto necesitaban para expandirse como la peste. Para su propia frustración, carecía de demasiada información como para emprender cualquier tipo de violencia. Su granate al cuello brillaba, indicándole la tarea que no emprendía, y su ira se trasladó a la fuerza de sus dedos agarrando uno de los huesos.

Alejándose de esa pareja, movió sus ojos grises hacia la izquierda. Apenas podía creer que se acordase de la sanadora, mas en ese preciso momento, no podía sino reconocer que Fera habría recompuesto cada pedazo en un tiempo irrisoriamente corto.

De modo que, suspirando con el menor sonido posible, se puso manos a la obra, sin dejar de prestar atención de la manera menos directa posible a su enemigo. Fiarse de un ser como ése, o de quienes escogían caminar a su lado, sería un suicidio.

Tuvo cierta fortuna, al hallar un pie casi compuesto por completo, y calculando entre cinco y seis pies de altura, lo colocó en el lado opuesto a una de las calaveras, lejos del revoltijo de piezas óseas. Había batallado y sufrido heridas en tantas ocasiones, que pocas partes del cuerpo quedaban lejos de su conocimiento. No obstante, cuando había colocado casi las dos piernas y aproximadamente un tercio del torso, comprendió de la más dura manera que los estudios de medicina debían de resultar agotadores. Aún con el detallismo y la minuciosidad de sus trabajos y lecturas relacionadas con el pasado, sumado a las leyendas y rumores, dudaba poner en algún futuro cercano su buena memoria a la erudición de los galenos.

Mi reprimenda asertiva no pareció tener demasiado éxito, pero Koru seguía siendo Koru y dando vueltas y hablando rápido. En alguna de esas vueltas me pareció que me hablaba, y tras mi derrota en convencer de nada a esa mujer decidí que mejor sería intentar responderle que seguir peleándome con esa mujer.

- No sé si somos amigos, seguramente él te diría que no, pero ya hemos luchado juntos antes contra gente mala, es bueno en lo que hace. Lo que pochó a esa seguramente fuera un arquista, o algo parecido.- No sabía bien lo que estaba diciendo, pero todo sería por intentarlo.- El agua grande está bien, pero para ir al agua grande se necesita un barco y gente que sabe manejarlo.- Luego me hice el loco ante su pregunta de llevar pinchos, porque por una parte el mono me recordaba a Kira, pero por la otra, me parecía que la bio estaba mucho más centrada para su poca edad, además de que con los consejos que la dimos en el festival, solo podía alegrarme de que se hubiera convertido en la persona compasiva y responsable que vi en la torre del Heckshold. Así que sería mejor no dar consejos a niños sobre el uso de armas, por mucho que "golpear a los degenrados para que no puedan hacer daño a otros" saliera sorprendentemente bien.- No guardes bichos que se mueven en árboles, se irán, aunque se muevan raro, siguen pudiendo escaparse. Y las redondillas están bien, pero no se comen, solo brillan, se las puedes cambiar a gente por comida de verdad. El bicocho está bien, aprovecha cuando te den.- Ahora echaba de menos comer bizcocho, una pena que no pudiera hacerlo sin que mi cuerpo lo fuese a expulsar de forma violenta por donde había entrado, pero si me cruzaba después con Rauko debería ver si tenía una buisa que poder comerme con sabor a bizcocho.- Y conozco pelosoles, pero no esa que dices, aunque si la veo la diré que la buscas.

Tenía la impresión de que a esa última pregunta ya le había respondido antes, pero con lo que hablaba me costaba horrores seguirle, así que tampoco podía estar seguro. De todas formas, luego se fue a por la novia muerta, a seguir acribillándola a preguntas. Y no sé que logró, pero al final se fue a demostrar estar loca a un lugar distinto. Y uno confiaría en que con eso podríamos movernos, pero entonces volvió a aparecer la vieja loca que nos quería vender cosas.

- ¡25 aeros! ¡Nuevos talismanes por 25 aeros!

Me quedé anonadado, me había vendido una piedra mágica que había decidido apagarse de forma sospechosa y ahora me pedía más dinero por darme una nueva. Me sentía bastante insultado por la osadía, así que opté por la solución más simple, darme la vuelta sin decir nada y marcharme de allí.

Al llegar a la siguiente sala vi a Eberus con un tío raro con un aspecto sospechosamente cariñoso, y al otro lado a Reike, Rauko y Xana metiendo regalos por un agujero. No quería saber que estaba pasando, pero igual ayudar a gente que me caía bien a hacer lo que fuese que estuvieran haciendo era mejor que acercarse a lo que fuese que estaba sucediendo entre el brujo y el tío raro.

- Voy a asumir que tenéis que meter regalos para poder seguir. Pues confiemos en que con uno más se pueda hacer más rápido.

Y me puse a meter regalos por el sitio por donde Reike los iba empujando con su magia, que no sabía si iba a ser muy eficiente, pero si al menos podía aligerar el atasco que tenía montado, igual podíamos salir antes.

Ni mi persuasión, el pensamiento práctico de Corlys, ni la verbosidad de Koru sirvieron para calmar al cadáver de la novia. La mujer histérica gritaba y agitaba los papeles. El escenario caótico era insoportable, no deseaba permanecer un minuto más en esa sala.

Zagreus, esta cosa parece que se apagó. - señaló Dante mientras agitaba el talismán que llevaba cargado al cuello. Su brillo mágico se había disipado, no sabíamos si era causa de los gritos de aquella novia cadavérica o si era por alguna artimaña de la anciana que mágicamente se escuchaba su voz a las afuera en el pasillo.

No pienso gastar ni un solo aero más en sus baratijas inservibles. Avancemos mientras el caos continúa. - dije procurando aprovechar el bullicio para deslizarme hacia una puerta sin custodiar.

El mono no comprendía la situación y todo para él era un juego. Era atorrante y por alguna extraña razón, no parecía querer despegarse de mi. Prácticamente en todas las salas que iba estaba esa bestia peluda.

A ver mono, eres el ser más enervante que he conocido en mi vida. - cuestionaba si el niño sería capaz de entender mis palabras. -  Sin duda tienes el superpoder de hacer que la gente pierda la paciencia. Primero, no entiendo lo que dices o a quien te refieres. Te llamas Koru, ¿qué te cuesta utilizar el nombre de los demás también? ¿O prefieres que te llame enano pulgoso?, o que te llame bestia de - ¡Kwah! - el graznido de Kvasir interrumpió mis palabras. Cada vez subía más el tono a causa de la irritación. Agradecía al cuervo que me permitía no perder la compostura. No era propio de mi dejarme llevar por la cólera o por cualquier emoción. Ese mono…

Tras respirar mirando hacia el pequeño Koru que apenas me llegaba por la cintura. - Intento entender quién es pelosol, que es un arquista y un todo dientes. - era frustrante intentar hablar con alguien con tan poca atención. Dante puso su mano sobre mi hombro, no tenía mucho sentido intentar hablar con el mono. Debíamos continuar si queríamos hacernos con el legado o al menos salir de aquella pesadilla.

Al llegar a la siguiente estancia, una habitación amplia que se preparaba para lo que parecía ser una boda. No entendía quién se iba a casar, pero asumía que la novia histérica tendría algo que que ver en aquel desenlace.

Ay por el amor de dios, por mi Pantoja y por todos los santos. - gritaba alterado en una voz un tanto afeminada, un sujeto con pintas extravagantes que caminaba errático por toda la estancia. - El vestido, mi alma, que nos hace falta el vestido. - Exclamaba lo que entendí se trataba del organizador de los preparativos de la boda.

Pero Fabrizzio, ya viene un vestido en camino, podemos conseguir otro, pero no será barato. - dijo la mujer moribunda estresada por la angustia de aquel sujeto estrambótico.

Corazón, no pienso gastar ni un solo aero de mi bolsillo. Resuelve o tu cuello será otra vez cortado.

Me senté en uno de los largos asientos de madera luego de presenciar tal acto llamativo, parece que no podríamos avanzar sin antes celebrar aquella boda. Dante por su lado, prefirió acercarse para satisfacer su curiosidad. Odiaba tener que interactuar, pero la necesidad de conocer quién se casaba resultaba intrigante.

Observaba a los alrededores, viendo como otros invitados se reunían. Incluso el mono nuevamente hacía acto de presencia ¿Qué condena estaba pagando para vivir tal castigo?

Listo, resolví el tema de los trajes de la boda, pronto podremos celebrar el circo para avanzar. - dijo el humano mientras lo observaba con curiosidad. - Solo tuve que pagar, no pretendo quedarme esperando que los demás resuelvan los problemas. Además, creo que Sir Chinchin necesita un traje de gala para la ocasión.

No sabía si bromeaba, ni siquiera sabía si Dante tenía la capacidad de hacer un chiste. Lo más seguro era que fuera real y ya todo estaba perdido. La razón parecía que se había esfumado de aquellas catacumbas y solo quedaba convivir en aquel manicomio.

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Off
No compro el talismán, por lo que intentaré llegar a la casilla 30 en los 3 turnos que me quedan.

Pago el traje que falta -25 aeros.

Por alguna razón su elección pareció agradar a Hugo quien  le dedicó media sonrisa antes de salir de la sala de vuelta a la estancia principal, o iglesia improvisada. Las manos de Caoimhe comprobaban el tacto de aquel traje, mohoso y algo deshilachado por los puños mientras caminaba.

Si le sorprendió encontrar la sala que antes estaba vacía llena de personas lo disimuló lo suficientemente bien como para aparentar que de hecho era aquello lo que estaba esperando desde un principio. El gentío había comenzado a agolparse aquí y allá en las sillas menudas y medio rotas, rodeando el altar principal que aún contenía las flores que Caoimhe había estado inspeccionando tiempo antes.

Aminoró su paso al comenzar a identificar a las personas que allí se habían reunido. Hugo a su lado sonreía aquí y allá al conjunto de esqueletos que parecían componer el grosso de los invitados. En una ocasión alzó la mano en dirección a alguien en particular con sus fauces que a menudo mostraban enfado curvadas en un intento de sonrisa afable.

-¿Qué haces, botarate?- dijo la mujer usando la mano que tenía libre para bajar la zarpa de su acompañante e interrumpir el saludo efusivo en el que el y uno de los esqueletos se habían fundido- Deja de llamar la atención de... - Caoimhe miró a su alrededor y sus ojos se posaron en la presencia de un alguien en particular, su voz algo afectada por aquella presencia- todo el mundo.  Por lo que a nosotros respecta esto puede ser una trampa y estamos a punto de convertirnos en cualquier otro bicho insignificante que el tal beetlesoup crea pertinente-

Hugo bajó la mano azorado pero se mantuvo saludando de manera oculta a la mayoría de  esqueletos que por algún motivo parecían reconocerle. Caminó unos pasos tras Caoimhe, sus  saludos haciendose cada vez más personales hasta hacer un bailecito  cómplice con uno de los esqueletos sentados en una de las primeras filas. El hombre le devolvió el saludo de una manera tan efusiva que una de sus costillas salió despedida y cayó a los pies de Caoimhe.

Esta paró su caminar, la agarró entre sus manos y golpeó con una fuerza moderada el hombro de Hugo.  Este sonrió de manera tīmida y fingió que había sentido un dolor exponencial de manera exagerada ante el golpe, claramente inapreciable de Caoimhe en su flanco.  Agarró después la costilla.

-Además lo que me frustra es que actúas como si los conocieses...- añadió la chica en un susurro, su mirada siguiendo a según que figuras aquí y allá.


-Ah pero.. quizás lo haga. ¿O es que acaso no te gustaría que fuese simpatico y efusivo contigo si alguna vez nos cruzamos cuando tu cuerpo esté en avanzado estado de inanición y.. decadencia. Más aún digo...- Hugo dijo aquello y se alejó de la chica a sabiendas que aquello la molestaría de sobremanera, aprovechando su despiste para acercarse al hombre que había perdido una costilla y  devolvérsela.


-Imbecil...- dijo la vampiresa casi en un susurro mientras se giraba camino altar principal. Una figura parcialmente conocida conversaba con Zagreus. El primero mostrando un traje blanquecino algo roto y casi tan desataviado como el que ella portaba en sus manos. Supuso que era la contrapartida del que ella había obtenido.

- Sir Chinchin... que nombre tan...- dijo rescatando las palabras del hombre mientras se ayudaba a si misma de su mano para agarrar el traje que Dante daba a Zagreus, de pronto sumamente interesada en los encajes deshilachados de uno de los puños. Emitió una risa camuflada de burla.- adorable.Tranquilo, lindo... si te disgusta mucho el traje que tus amigos han escogido... puedo prestarte el mío- Hizo el amago de acariciar a la chinchilla pero recordó que conociendo a su dueño tendría veneno en los dientes así que se apartó de manera sutil.

Hugo la alcanzó de pronto y se posicionó entre la figura de Dante y Zagreus y ella misma. Observó a ambos hombres y luego al pájaro. Sus hombros se tensaron y su gesto pasó al propio de alguien listo para atacar. Se acercó a Caoimhe y le dijo algo en el oído.

La vampiresa miró de soslayo a Dante durante un segundo, después al cuervo y por último a Zagreus, evitando el contacto con sus ojos.Después sonrió de manera altiva pero genuina.

-Posiblemente...- contestó a Hugo en un susurro. Este cruzó los brazos, molesto.