El Legado de Ardlingtown [Libre]

Teníamos aquel extraño talismán que mi compañero humano guardó entre sus ropajes negros. Parecía ser una simple baratija, pero al percatarme que el puesto de la vieja resultaba ser una parada obligatoria para todos los participantes, se reforzaba la idea de que en realidad se trataría de un objeto que quizás podría ser útil… O que aquella anciana tenía la mejor estrategia de mercadeo del continente.

El ambiente festivo no parecía ser congruente con el desafío que estábamos por enfrentar. La memoria del difunto Ardlingtown había sido reducida a una búsqueda del tesoro. Un legado comercializado y prostituido entre el pueblo, haciendo que personas de todo Aerandir se reunieran esperando obtener el botín. Por ello, un grupo variopinto se formaba en la entrada a las catacumbas.

La intención de no resaltar pareció fracasar cuando la voz ronca de un anciano llamó por mi nombre. Intercambié miradas con el viejo conocido, pero justo cuando pretendía devolverle el saludo, un sujeto acompañado por lo que parecía ser un Garghaos (1), interrumpió dando evidencia que se había confundido con nosotros o sencillamente pretendía colarse en el grupo de aventureros que nos formábamos cerca del anunciador.

Resulta que el señor “pasar desapercibidos” falló por sus pintorescos amigos. - dijo Dante sarcásticamente en voz baja a mis espaldas. Ambos nos retiramos las capuchas.

Irritado por su comentario y agobiado por la dinámica social que se estaba generando, aproveché las palabras del anunciante que declaraba el inicio de una nueva ronda de búsqueda dentro de la mazmorra. El escándalo de los participantes era abrumador, sobre todo los diálogos de un pequeño mono parlanchín. Alejarme era una obligación.

Tras el inicio de la competición, varios salieron a gran velocidad, recorriendo las estancias iluminadas por las antorchas sin detenerse. Nuestro plan era diferente, actuar con cautela, sin adelantarnos de manera impertinente, ni retrasarnos al punto de no tener la oportunidad de competir.

Kvasir empezó a picotear el hombro de Dante dando un mensaje que el humano podría traducir fácilmente.

¿Qué dice el cuervo? - pregunté.

Nada importante, solo tiene mie- un mal presentimiento de todo. - corrigió Dante para no exponer la poca valentía de su emplumado amigo.

Llegamos a una estancia separada de los pasillos estrechos, a lo lejos veíamos como algunos con paso rápido ganaban ventaja. Si bien era una competencia a ver quien llegaba al tesoro de primero, el ingenio y una buena estrategia servirán más que unos pies veloces.

Kwah - graznó el ave mientras aleteaba en el hombro del humano.

Hmm. Veo que también estás aquí Cohen y …. Peter, qué curioso. - dije con un sentimiento de extrañeza profundo al ver las espaldas del vampiro que conversaba con el humano. La experiencia de un déjà vu o un vacío me abrumó. La última vez que había visto al alquimista había sido en Zelirica, pero todo resultaba confuso. Incluso el estatus actual de Lannet, el guardia de Sacrestic Ville había estado rodeado de rumores y acusaciones que sería importante confirmar de cara al futuro de la villa.

Dante reconoció al alquimista que en el pasado lo había proporcionado diferentes venenos y elixires. Y como de costumbre, su rechazo sabiendo que era un vampiro resultaba notorio. Sin embargo, al percatarse de la pequeña criatura que tenía su acompañante en sus manos, una pequeña mueca de alivio se dibujó en su rostro.

Oh, una chinchilla, qué mascota tan - su comentario fue silenciado cuando otro roedor subió por su bota. El animal regordete no subiría más, pues la agilidad no parecía ser su fuerte. El humano lo tomó y lo levantó del suelo acariciando su pelaje. Kvasir, presa del miedo de aquel pequeño animal se escondía detrás del capuchón del humano que consentía la chinchilla rascando su lomo con los fríos dedos mecánicos de su mano izquierda.

Mi cara de decepción era evidente. Detenernos en algo tan insignificante como un roedor desubicado en unas catacumbas era la menor de nuestras preocupaciones. - Hmm…

El humano posó sus ojos filosos sobre mí. - Si en alguna estancia debo decidir entre tu vida o la de este pequeño amigo, créeme que lo salvaré a él.

Caminé sin caer en las confrontaciones de mi compañero, no dudaba de sus palabras, lo único que propiciaba un atisbo de estima o empatía en el humano eran los animales. - Adiós, seguro nos veremos más adelante. - indique a la pareja que se quedaba rezagada discutiendo el destino de su chinchilla.

Quizás deberíamos ponerle nombre a nuestro pequeño amigo. - comentó en voz baja Dante a su ave mientras recorríamos el siguiente pasadizo.

Recobrando el valor para posarse sobre el hombro Dante, Kvasir el cuervo indicó - ¿En serio tenemos que detenernos con todos los animales con los que te topas? - en su lenguaje de picoteos que dirigió esta vez al costado del cráneo del humano.  Recalcando así su incomodidad con la nueva adquisición del grupo.

Mientras me adentraba en el agujero donde se suponía que íbamos a encontrar un gran tesoro, o más probablemente perdiésemos el tiempo para que unos mercaderes con más dinero del que podían contar se echasen unas risas, me crucé con Eberus y Zagreus, a los que saludé brevemente antes de continuar el camino. Pero entonces fui interceptado por un niño bestia al que ya había visto antes. Y siendo que desde ese intento de robo junto a Vincent, Eberus y otra bruja, el mono ya mostró ser al menos tan peligroso como los ladrones, decidí que mejor sería hacerle caso hasta que encontrase algo más entretenido.

- Si, se podría decir que somos amigos de ellos, al menos yo. Y no somos gente mala, aunque no sé a que pelosol pequeña te refieres, hay muchas. Si me das más detalles te puedo decir si la encuentro.- Intenté recordar sus preguntas para responder a las que entendí, y confiar en que él tampoco fuese capaz de recordar cuantas había hecho para no tener que intentar descifrar que eran el resto.- El mar está bien, pero el bosque es mejor, hay más manzanas.- Y sobre todo, no había que sobrevivir a base de sangre de sardina, esa fue una experiencia terrible, que sin embargo no dejaba de repetir.- Pero no te preocupes, puedes darle las manzanas a ellos, yo no puedo comerlas.- No sabía si había tenido ya esa conversación mientras divagábamos sobre el color de mi pelo, pero era mejor no pensar mucho en esa experiencia.- Bueno, cuídense y a ver si encontramos algo por aquí.

Fui avanzando por el laberinto junto a Eberus y su compañera, pues parecíamos haber tomado el mismo rumbo, y resultó ir siendo un camino bastante tranquilo. Se podía ver a gente con problemas, pero no estaba yo como para salirme del rumbo o seguramente acabaría perdido, y eso no sonaba especialmente bien. Avanzando vi a Rauko y Xana encendiendo una luz brillante con mucho movimiento de dudosa utilidad pero que innegablemente añadía espectacularidad, pero antes de decirle nada tropecé con una vasija y al caer y romperse vi que algo brillaba por dentro.

- Ya que estamos todos aquí, y que igual es mejor si no nos ponemos a pelear porque sería una pérdida de tiempo, incluso para Rauko y Xana, que claramente nos darían una paliza, y nos repartimos estos aeros como gente civilizada.

¿Una sala vacía…?

Con cautela, y tras tomar de su bolsa de viaje lo necesario para encender una pequeña antorcha, siguió los pasos por inercia con los que comenzaba su incursión en cada una de las docenas de tumbas y ruinas que había hollado a lo largo y ancho del continente. Esperaba trampas, problemas, fieras, engendros, acertijos, pruebas… Pero por algún motivo, no llegó al mismo lugar que otros que entraron en la profundidad antes que él.

No. Su sala estaba vacía. Sus dedos rozaron con extremo cuidado cada losa con un perfil menos homogéneo. Resultaba impensable que no existiera una salida y gracias al pequeño volumen de la estancia no tardó en hallarla. Iluminó la abertura colocando la antorcha en el frío suelo, calculando que, por fortuna, a pesar de su altura, resultaba suficiente para que el elfo pasase al siguiente punto de aquel osario.

Pero se había equivocado. Y blandió su espada con velocidad, cuando pequeño y veloz pasó a su lado. No acertó. Solo cuando sus ojos se acostumbraron en dos segundos a la extraña silueta. No alcanzaba siquiera los cuatro pies y medio y un palo de metal golpeaba rítmicamente. De espaldas más tiempo que el lógico ante un desconocido, Nou no estaba preparado para la extrema juventud, ni para los grandes ojos del chico-mono. Se preguntó cómo había entrado, qué demonios le había llevado allí.

Entonces, los ojos del chiquillo-bestia enfocaron en él, quién alzó la ceja izquierda, al tiempo que la punta de su espada ya apuntaba al suelo. No parecía peligroso.
No obstante, en un abrir y cerrar de ojos, esa cosa se plantó ante él, y subiendo y bajando ambos brazos, lanzó al elfo un diluvio de preguntas como nunca hubo escuchado en sus casi nueve décadas de vida.

-¿Quién eres? Yo Koru, del bosque. ¿Por qué llevas una cosa pinchada de gente mala? ¿Eres gente mala? ¿Tienes amigos gente mala? ¿Qué haces aquí? Me dijeron que hay redondillas, pero no las comas, saben a asco duro. Hay gente rara que las cambia por cosas ricas. ¿Te gustan las manzanas? ¿Tienes? ¿Escuchas mejor con esas orejas? Yo conocí a una pelosol bonita, como un dibujo. Dos-se corrigió frunciendo el ceno antes de su mirada volviese a clavarse en un ojiplático Nou- también pelosoles malos que quisieron pegarme. ¿Tú quisiste? Eso no se puede. Hay que ser buena gente. Así te dan cosas, como bizcocho y frutapelosas. Hay un agujero – señaló - ¿Sabes qué hay? ¿Vamos? ¿Conoces arquistas? Yo tuve ojosdesol. Los tuyos son de color raro. Ojosdenube. ¿Sabes por qué llueve? Es agua que no sabe mal, como el agua grande. ¿Fuiste amigo de alguna tortuga? Muerden y no hablan.

El espadachín parpadeó, tratando de seguir inútilmente el hilo de la ¿conversación? De esa criatura. Cortó su verborrea de la única forma que se le ocurrió, tras tratar de interrumpirle en tres ocasiones. Posó su mano libre sobre la cabeza del chico.

-Tenemos que salir de aquí, Koru. Yo no soy gente mala, pero no sé qué otras personas o trampas puede haber en este lugar. No deberías haber venido.

El mayor de ambos torció el gesto. Dejarlo allí le parecía abandonarlo a su suerte, y el camino de regreso ya no era una opción.

-Sígueme- ordenó colándose por el hueco a la sala siguiente.

Avanzó de manera apresurada dejando atrás a la muchedumbre. Sus pasos no fueron fáciles pues la mayoría de personas que habían aceptado aquel reto comenzaban a moverse según el azar los había mandado y a esparcirse en pasillos y recovecos que no coincidían en un principio con una lógica aparente.  Hugo a su lado parecía inspeccionar el talismán que acababan de adquirir y no estaba muy seguro de la función del mismo.Movía el pequeño objeto de un lado a otro de sus manos como si aquello fuese a activarlo de manera repentina. De cuando en cuando enarcaba una ceja y cuando se rezagaba tomaba con prisa los 3 o 4 pasos que lo separaba con la vampiresa para asegurarse que siempre iba delante de ella. Aquella actitud sobreprotectora había frustrado en los primeros años a Caoimhe. Ahora, la vampiresa se limitaba a asegurarse que él no se perdía del objetivo.

-Estoy nervioso. ¿Estás nerviosa? Imagínate que salimos de aquí con un botín cuantioso... No sabes lo que voy a disfrutar reformando la casa que tienes en mente... Claramente el color no pega mucho con tus ojos... con ninguno de ellos- se apresuró a añadir- pero podríamos plantar narcisos en el jardín. Sí... son bastante débiles, delicados y caprichosos... pero sin duda son una buena opción si queremos que el vecindario se muera de envidia al visualizar como...-

La cantina de Hugo se vio acallada cuando alcanzaron una sala con varios golems de piedra. Para sorpresa de Caoimhe no estaba sola en aquel lugar. La bruja con la que había coincidido un par de veces estaba ahora compartiendo estancia con ella misma. La observó por un segundo, analizando sus siguientes movimientos pero algo tímida.


- Ja...-dijo Hugo en un intento de susurrar bastante poco eficaz teniendo en cuenta su voz gutural grave y el eco de la sala-Su talismán es más pequeño- enarcó una ceja a Caoimhe y de pronto se sintió orgulloso de algo que la vampiresa no llegó a comprender.

Se apresuró a presentarse antes de que Hugo llenase el silencio con palabrería vacía. Aquella era justo la razón por la que no solía llevarlo consigo en ninguna de sus misiones.

-Creo que seguimos coincidiendo en lugares bastante poco comunes... Además si mi conocimiento de Beltrexus no me falla... diría que tenemos más cosas en común de lo que aparentamos- dijo la vampiresa.- Soy Caoimhe- dijo de manera afable.

No tuvo tiempo para nada más. Un crujido salió de tres golems situados en el centro de la sala.La bruja a su lado se concentró durante unos instantes preparada para un ataque inminente. Hugo hizo lo mismo, cambiando de pronto su semblante afable a un gesto cauteloso y casi agazapado entre las figuras de piedra y Caoimhe.




Off:

Casilla: 5
Botín: 225 aeros
Talismán: Talismán del Citrino: Una vez durante el juego, sumarás 3 casillas al resultado de tu dado de tu próxima tirada.Estatuas: 0

Eberus parecía demasiado concentrado en pensar como conseguir el tesoro, porque me respondió que debíamos colaborar, pero no se dio cuenta de que le estaba ofreciendo monedas de las que habían aparecido en la vasija rota. Pero tampoco le iba a insistir en que cogiera el dinero, así que me guardé mi parte y la que le había ofrecido.

- Eso es. Así que mejor movámonos briosos, no creo que nos convenga pasar aquí más tiempo del necesario.

Seguimos avanzando por los pasillos, pero debía admitir, que viendo los sonidos que se escuchaban de zonas cercanas, debíamos estar teniendo el viaje más tranquilo de los posibles. No es que me fuera a quejar, pero no me gustaba esa sensación, la calma siempre precedía a la tormenta, y al destino le gustaba que cualquier suerte que pudiera tener explotara en mi cara enérgicamente. En una bifurcación perdí a Eberus y entré en una sala junto a los dos elfos de abrumador poder. Y parecía todo muy normal, si no fuera porque estaba la anciana sospechosa, pero esta vez en vez de talismanes tenía una estatua rara en la mano.

- ¿Cómo has llegado tú hasta aquí?

- 25 aeros.

- ¿Qué?

- Nada, era la costumbre. Compren la estatua, se necesita para encontrar el tesoro.

- Vale, dame una.

- Nada de dame una, sólo tengo esta. La subastaré. Y no os bastará con esa, hacen falta tres. Competid por ella.

- No tengo ninguna intención de enfrentarme a él.

- ¡No! Con aeros. Se subasta. ¡20 aeros!

Suspiré resignado y saqué mi bolsa para revisar como de boyante iba, tras evaluar lo que me iba a permitir pagar por una estatua que ni siquiera me aseguraba el tesoro y encima necesitaba por triplicado, hice mi puja con la impresión de que no importaba nada, esa señora iba a encontrar la forma de estafarnos a todos los presentes, varias veces. Seguro que si no había conseguido ya el tesoro es porque la merecía más la pena ir desvalijando a los buscadores.

　Avanzábamos sin miedo al éxito, atravesando la oscuridad abrigados por el cálido resplandor de una bola de Xana. Aun así, nada impidió que el grupo se disolviera, que sus miembros se perdieran en senderos desconocidos y cayéramos en pruebas distintas que esperaban devorarnos en sus obstáculos.

　Corlys, Xana, miniRauko disfrazado de gomejo (al que seguiré llamando Raujo hasta que consiguiera un mejor nombre) y yo nos mantuvimos juntos. Los lazos afianzados en el glorioso día… Digo, noche, que de día Corlys habría muerto. Los lazos afianzados en la gloriosa noche del torneo de música eran irrompibles, algo con los que no contaban los otros dos compañeros y rivales que manifestaron deseos de una alianza ahora perdida en el pasado.

　Como era de esperarse, sucedió algo inesperado: nos reencontramos con la señora 25Æ, y en un sitio al que ella no debería haber llegado tan rápido. ¿Magia bachatamanística? ¿Magia del gnomo de Reike? ¿Magia del señor Ivan Pyro? ¿Magia del guion? Sea cual fuese la naturaleza de su poder, ella dejó eso de lado para explicarnos sus intenciones de estafarnos. Debíamos competir para conseguir una estatua misteriosa en su posesión y que supuestamente era necesaria para conseguir el tesoro ArdillaToon.

　—¡No, con aeros! —había especificado ella, por lo que llevé una mano a mi bolsita de aeros e imbuí de éter las monedas para usarlas como proyectiles explosivos en nuestra competición a muerte—. Se subasta. ¡20 aeros! —añadió la anciana, aclarando lo que quería.

　«Ah, mucho mejor», comprendí, aliviado. «Luchar contra Xana nunca es bueno para la salud».

　Miré a Corlys, sopesando las posibilidades. ¿Cuántos aeros estaría él dispuesto a ofrecer, considerando su cara de vendedor de hermanas?

　—Gracias por sus patéticas ofertas, tacaños ingratos —dijo la anciana, atrayendo mi atención.

　Raujo estaba a su lado, inerte como siempre, pero en una postura distinta, con las manos levantadas sosteniendo una pequeña pila de monedas.

　—¿Cuándo llegó hasta ahí? —pregunté, volviéndome hacia Xana.

　Ella, igual de extrañada que yo, se miró el cinto, luego a Raujo, finalmente a mí y, teniendo su gran oportunidad para hablar, decidió resignarse al sinsentido de la vida y se encogió de hombros.

Todo estaba resultando bien, incluso demasiado tranquilo para lo que los rumores contaban de aquellas catacumbas. Avanzaba con paso firme al frente, Dante un tanto mas disperso, me seguía unos cuantos metros detrás cuidando de su nuevo animal. El humano murmuraba con su cuervo, pretendiendo que no lo escuchara, pero sí lo hacía. Los pasillos estaban tan silenciosos que incluso los ruidos más tenues resonaban en los ecos de aquellas paredes empedradas.

Esto es raro… - susurré. No había rastro de los que iban más avanzados ni de los que nos seguían el paso. Esperaba poder escuchar algún que otro grito, el estruendo de alguna trampa o batalla, incluso los diálogos del mono parlanchín. Sin embargo, solo oía a Dante.

Hay que cuidar a este pequeño amigo, seguro estará asustado… - comentaba el humano mientras acariciaba al roedor. - Deberíamos ponerle un nombre, quizás Pelusa o Jinete del Apocalipsis Portador de la Hambruna… No, no quizás eso es demasiado… - el hombre apretaba con cuidado las mejillas gordas de la chinchilla. - Tiene apariencia de la realeza, y seguro tiene lo que a ti te falta, valor. - El cuervo se mostraba irritado con las idioteces de Dante, incluso si fuese posible, cualquiera habría dicho que  el ave estaba volteando los ojos en señal de desaprobación y fastidio.

¡Ya sé! - dijo levantando la voz - teniendo en cuenta que es un caballero - ¿Kwah? -  le pondré Sir Chinchin. - la pequeña chinchilla se mostraba orgullosa con su nuevo titulo en las manos de aquel humano.

Sin embargo, la alegría del humano al bautizar el peludo animal se detuvo cuando se topó con mi mano abierta tocando su pecho para frenarlo. Habíamos llegado a una sala amplia que parecía un camino alternativo en aquel laberintico desafío, sin embargo, lo  más llamativo no era lo grande de esta nueva habitación...

Dante entendió que debía prestar atención, ya que delante había una nueva amenaza. Algunos escombros del suelo se movían tomando forma. Armando así tres golems de piedra de gran tamaño. Su tarea era sencilla, evitar el paso de cualquier incauto que intentara atravesar aquella sala.

Regresarnos no era una opción, Dante levantó la manga de su brazo izquierdo, mostrando así su prótesis mecánica y su ballesta montada. Yo avancé un par de pasos estirando también mi brazo dispuesto a generar un arma de sangre que fuese lo suficientemente contundente como para enfrentar aquellos guardianes que se dirigían a nuestra posición.

Podemos intentar destruirlos o crear una distracción para - me detuve al percatarme que por el camino que habíamos venido una pareja peculiar hacía acto de presencia. Un elfo y el pequeño mono formaban un equipo particular.

No tenía intenciones de formar una alianza con aquellos dos, menos tratándose de un desafío donde ellos supondrían ser contrincantes.

Ustedes traten de no morir y procuren no estorbar. - señalé sin apartar los ojos de la amenaza que se aproximaba con pasos lentos y pesados.