El Legado de Ardlingtown [Libre]

No tenía la menor idea de cómo había ocurrido, pero de algún modo, esa criatura había conseguido seguirle.

El derrumbe que se produjo tras de sí le llevó a pensar en un primer momento que ese chiquillo habría resultado herido. Al no escuchar nada, ni lograr ver su pequeño cuerpo entre los escombros, suspiró con cierto alivio. Si volvía sobre sus pasos, si salía de esa necrópolis, sería lo mejor para el muchacho.

Hasta que, de otro de los rincones de la nueva estancia, su inconfundible voz llegó a los oídos del elfo, que compuso un rostro de incredulidad. ¿Cómo…?

-¡PELONOCHE!- subió el tono como si se reencontrase con un amigo en el más pacífico campo. Nou se llevó las puntas de los dedos de la mano izquierda a la frente, acariciándola un instante a fin de serenarse. Cargar con esa criatura no estaba para nada entre sus planes.

Raudo, el monito se acercó a él y comenzó sus disparos verbales inmisericordes. Los ojos grises del espadachín, lejos de atenderle, pasearon por la nueva estancia, centrándose en las grandes moles pétreas que dominaban el ornato de la misma.

-¿Tú rompiste las piedras? ¿Haces cosas de arquista? Conocí a un pelosol que sí podía. ¿Tú puedes? ¿Eran piedras malas? Yo resbalicé alguna vez escalando, pero no me pasó nada porque lo hago muy bien. ¿Hay piedras que quieres tirar a la gente? ¿Piedras resbalosas con boca que escupen? Yo no he visto ninguna. Si lo hacen tendría que pegarles con mi palo, por malas, pero no muy fuerte. Si las rompo ¿haría dos piedras malas? No quiero eso- dijo frunciendo el ceño- ¿qué son esas?- señaló a las grandes rocas humanoides. Y antes de que Nou pudiese siquiera agarrarlo, el inconsciente crío corrió hacia ellas.

Ni siquiera, por culpa de éste, había podido darse cuenta de como el granate que colgaba de su cuello adquiría los signos de advertencia. Hasta que su atención volvió al lugar, y espada en mano, clavó sus ojos grises en las figuras que habían llegado. Por supuesto, entendiendo el mensaje, no había duda alguna.

Un maldito vampiro.

Ajeno a todo, Echó un rápido vistazo al monito, quien trataba de pinchar con el dedo a uno de los golems, riéndose y saltando de uno a otro, intentándolo después con el palo de metal.

-¡KORU, VUELVE!- ordenó el elfo, girando su arma sobre su muñeca, sin perder de vista al único enemigo que para él allí existía. Su mente trabajó deprisa, y no tardó en recordar a uno de ellos, encajándolo en un lugar muy diferente a aquel. Y su piedra no había reaccionado. Sombrío, dedujo sin dificultad que tenía que tratarse del otro. Uno con una apariencia claramente reconocible.

La palabra necesaria para aumentar su defensa mágica bailó en su lengua, olvidada momentáneamente por el movimiento de una de las bestias de roca.

¿Qué trampa había accionado el temerario niño? Masculló. Fueron las palabras del engendro las que espolearon su soberbia.

-Demasiada arrogancia para alguien de tu maldita especie- enunció sin elevar el tono más que el engendro, sin perder de vista a sus principales oponentes, cuyo movimiento resonaba con la fuerza de árboles cayendo.

Los ojos de Hugo se abrieron como platos al escuchar las palabras de la bruja, como si hubiese pensado que las suyas propias hubiesen caído en saco roto y por lo tanto era ajeno a cualquier posible respuesta. Tampoco le gustó el apelativo cariñoso. Aquel nombre era usado de manera bastante a regañadientes por la propia Caoimhe, y el que alguien más se sintiese con la valía de usarlo lo frustraba y molestaba a partes iguales.

Pero.. la vampiresa parecía ser reacia a la animadversión hacia la tal Reike, por lo que Hugo tuvo que morderse la lengua y explorar los alrededores de la sala mientras Caoimhe y Reike se presentaban de manera oficial.

Aquello no duró mucho, por supuesto. La aparente calma que les rodeaba se vio interrumpida por la inminente desactivación de lo que sea que mantenía 'dormidos' a los golems. Reike fue lo suficientemente rápida como para deshacerse de los primeros ataques y salir airosa.  Caoimhe no desenvainó a Moonsoon.

Tan solo tomó a Hugo unos segundos en aparecer de la nada y hacer añicos al primer golem [1] a base de una estocada certera.  Su visión, sin embargo se enfocó en las señales de Reike hacia lo que parecía un pequeño botín escondido. De manera grácil se agachó esquivando un ataque parcial del último golem aún en pie y el sonido de la piedra hecha añicos indicó que de nuevo, su acompañante había realizado el trabajo sucio por ella misma.

El color característico del dinero sobresalía de una bolsa rudimentarias con un cierre rojizo. Una pequeña figurilla completaba el 'tesoro' de aquella sala. Caoimhe no perdió mucho tiempo en decidir que agarrar, y se aseguró de llevarse ambos objetos con ella.

Reike, por lo tanto se le había adelantado. Aunque no lo suficiente como para temer que fuese a avanzar mucho más lejos que la propia vampiresa.

Una puerta algo desmejorada se alzaba frente a ambas. Las instrucciones claras de su apertura parecían simples, pero Caoimhe podía concentrarse bien poco con el olor a podredumbre y animales que traía aquel lugar consigo.  Sacó un pequeño pañuelo de su   bolsillo y se tapó la boca y nariz con el intenso olor a lavanda del mismo.

- ¿Ves? No tengo nada que compensar, bruja - dijo Hugo con sonrisa socarrona mostrando su mano con las garras aún sin retraer.

Las opciones eran interesantes. Quizás en algún otro momento Caoimhe hubiese analizado con más detalle la idea de complicar el avance de la bruja a su lado. Pero aquel botín acababa de darle ventaja y esperaba mantenerla lo suficiente como para seguir avanzando en aquel juego. Al parecer el camino hasta el legado hacia aquella vieja loca no era tan improvisado como había pensado. Por otro lado, aquella mujer podría estar mintiéndole. Su incapacidad de trazar el éter nunca le había parecido tan molesta como en aquel momento.

.. Y aún así Reike necesitaba también una alida. Un posible favor que quizás podía ser el comienzo de... un precioso préstamo.

Estaba segura que el resto de personas a las que había dejado atrás avanzaban de manera rápida, por lo que no tenía mucho tiempo que perder.

-Tras de ti, - dijo finalmente la vampiresa mientras observaba como la mano de la bruja se posicionaba en el lugar exacto.

Se acercó con algo de recelo y con una  sincronización de sus movimientos que no estaba planeada, ambas sintieron el frío de aquella puerta en las palmas de sus manos a la vez.

Tan solo quedaba esperar, y en la cabeza de Caoimhe, la sangre de Reike comenzaba a parecer un pago bastante adecuando para aquella acción generosa por su parte.


off:

[1] Rabia: Puedo retraer y extender mis garras hasta alcanzar la longitud de una espada corta a mi voluntad. Las uso, pues, como armas de manera habilidosa en la batalla.

Funcionó.

La puerta de madera algo gastada cedió ante las manos de Reike y la vampiresa. Caoimhe la retiró de manera refleja en el momento exacto en el que hubo el espacio suficiente como para escabullirse entre sus hojas. No pudo evitar recordar una escena algo similar hacía algunos meses en el que su propia sangre había sido llave para abrir otra puerta, bastante distinta y en un ambiente quizás algo más misterioso.

Hugo la siguió y ambos dedicaron unos minutos a despedirse de Reike quien parecía tomar un camino distinto al de ambos.

-Nos vemos al final del túnel, bruja. Asegúrate que sigues la luz hasta el final- le dijo Hugo mientras elaboraba una reverencia un tanto exagerada.

Caoimhe estaba sumida en el pasillo oscuro frente a ella pero musitó en voz algo apagada un:

-Suerte en tu camino-

El silencio era casi completo. Tan solo los pasos de su compañero tras ella indicaban que ambos tenían el mismo objetivo.

-¿Te imaginas que nos perdemos?- dijo el hombre tigre. -Estos pasadizos tienen pinta de no acabar nunca, y tienes muchas habilidades pero la orientación nunca ha sido tu fuert..

-Shhh¿Oyes eso?- dijo Caoimhe de pronto.

-No.¿Qué?- añadió Hugo parándose en seco.

-A tí diciendo verdades.. yo tampoco lo oía. Quería asegurarme-

El tigre sonrió mientras puso los ojos en blancos y dio un pequeño empujoncito a Caoimhe quien perdió el equilibrio durante un segundo y le devolvió la acción con una consecuencia nula aparte de que el hombre cruzase sus brazos, divertido.

-Tan solo lo decía porque quizás tendríamos que buscar una manera de que pueda encontrarte si por un casual nos separa...

Por mucho que molestase a Caoimhe su acompañante tenía razón. Sus manos revolvieron de manera rápida en uno de sus bolsillos y de él sacó una pequeña brújula.

-Asegúrate de que llevas esto sobre ti en todo momento. Está ligada a mi de una manera peculiar. Después de quejarte tanto de todo el esfuerzo que te costó interactuar con 'ese vampiro' y como 'no ibas a hacer mas de recadero si no te explicaba al menos a que te exponías y... bueno hacerte con el anillo, al menos ahora podremos usarlo de manera adecuada.

-¿Cuál de ellos?- Dijo Hugo aún sin agarrar la brújula que Caoimhe le tendía.

-¿Mmm?- dijo la chica algo distraída mientras giraba hasta la sala donde al fin se iban a detener-

-Cual de los anillos es el que esta ligado a ese artefacto. Se ve que últimamente te has aficionado a las joyas. - Hugo frenó en seco su discurso y agarró la mano de Caoimhe con ojos inmensos de sorpresa- Caoimhe Syraz. ¿Te has prometido y no me lo has contado?

-¿Pero qué estas hablando, ridículo?- dijo la vampiresa mirándolo con recelo como si su amigo acabase de sufrir un golpe fuerte- ¿Por qué iba a hacer algo tan estú...?

Pero ahí estaba. En su dedo anular. Oro amarillo con un tríptico de diamantes pesados en una silueta que recordaba a un corazón. La vampiresa reaccionó de manera inmediata intentando deshacerse de aquella joya en su mano para analizarla con detenimiento.

Estaba segura que no había comprado aquel anillo. Estaba mucho más segura que no se había prometido con nadie. Y esperaba de manera casi urgente que si en algún momento de su vida ese dedo en particular fuese a estar adornado con un anillo con ese significado, la persona que se lo regalase la conociese un poco mejor como para evitar aquella... aberración.

Pero el objeto del demonio no quería salir de su dedo.

-No te quedes ahí parado- dijo Caoimhe tras intentar sacar el anillo de varias maneras - ¿Es que no vas a ayudarme?

- Estoy en shock...- dijo Hugo acercándose de manera recelosa- Quién sea que te haya regalado ese anillo tiene que tener mucho valor. Extremadamente buen humor... y mucha. Mucha paciencia.- dijo girando el anillo con sus garras e intentando deshacerlo de su dedo de manera poco exitosa- Mmmm no parece que quiera moverse no. ¿Habéis estipulado una fecha?- Hugo dejó de ayudarla entre divertido y algo confuso. Tanteándola.

-Por las rastas de Axel, No estoy prometida. Claramente no se cómo ha llegado esto a mi dedo... y te juro que como no me ayudes a quitármelo voy a drenar toda tu sangre y guardarla en frasquitos de viaje para analizar todos y cada uno de tus miedos y asegurarme que los realizo a la perfección.

-Podría ser peor- dijo Hugo, mirando cono Caoimhe desistía, en su hazaña y cruzaba los brazos, intentando ocultar aquel objeto demoníaco.

-¿Cómo?- dijo molesta.

-Ese anillo podría estar ahí por decisión propia y no como parte de un 'juego'- añadió.

Caoimhe no dijo nada pero se alejó de Hugo.

-Tan solo te pido que no elijas que lleve naranja. Ya sabes que me hace ver gordo.- Se tapó la cara al notar como Caoimhe sacaba los colmillo.- Vale.. vale... lo llevaré si te pones así.

La vieja amargada nos llamó ratas, y quizás no la faltaba razón, pero yo fui levemente menos tacaño que Rauko y me llevé el premio por 36 aeros. Cogí la estatua sin saber si realmente iba a servir de algo o no, pero al menos se notaba contundente al peso así que a una mala seguramente pudiera mandar al suelo a alguien con un golpe bien dado. Saludé a Rauko y Xana antes de marcharme de nuevo por los caminos.

- Bueno, que os sea leve el laberinto, y que no volvamos a encontrarnos a la señora extraña esa.

Y seguí deambulando por pasillos hasta que di de nuevo con otra sala, que no tenía gran cosa, salvo una pared con unos huecos para meter la mano, que se intuía que debían abrir la puerta al otro lado, o activar una trampa. Una pena que no pudiera duplicarme, o que no estuviese dispuesto a gastar el extraño objeto ese para algo tan simple, sobre todo cuando aún no había completado la venganza contra esa guerrera metálica. Lo bueno fue que Eberus apareció por la puerta también.

- Hombre, parece que volvemos a encontrarnos. Se ve que hay que meter la mano para poder cruzar, pero deben ser dos personas. Bueno, eso o pagar aeros por llevarte esa poción.- Señalé al cartel en la pared.- Pero no soy partidario de dar dinero por algo donde se supone que queremos ganarlo, ¿qué te parece?

Mis ganas de engordar los bolsillos de los especuladores que debían haber montado todo esto, y entre los que no dudaba que debía encontrarse esa vieja perturbadora, hicieron que me animara a meter la mano en el lugar correspondiente. Y si era una trampa, solo me quedaba confiar en que lo que me hiciera fuese menor que mi capacidad para regenerarme.