Palos y Runas [Carpintería + Arcanos]

Después de estas últimas aventuras y demasiadas ocasiones seguidas cerca de la muerte me había dado cuenta de que necesitaba mejorar mi equipo. Quería haber podido mejorar lo suficiente en mis habilidades como para que lo que me hiciera no se estuviera cayendo a cachos como mi lanza, pero suponía que algo cutre era mejor que nada, así que me puse manos a la obra.

Lo primero fue hacerme un escudo, aunque igual llamar escudo a eso era mucho decir, era más como si cogieras la mesa de un antro y le pusieras un mango, o quizás como la tapa de uno de esos cubos donde se tiraban los desechos. En cualquier caso, parecía que al menos podría detener algún golpe, dudaba que fuera a aguantar mucho, pero todo lo que hiciera era algo que no me iba a golpear a mi, así que me valía.

También me preparé un par de equipos para poder llevarme en el cinturón y hacer algún trabajo decente en madera o cosas arcanas aunque tuviera que ser en medio del campo. Y aunque no sabía si le daría mucho uso, preparé un laúd bien afinado, que no es como si supiera tocarlo, pero al menos sabía que iba a llevar un objeto creado por mi que no parecía una ruina, y si la situación se complicaba mucho siempre se lo podía estampar a alguien en la cabeza.

Y viendo que con la madera que había comprado todavía quedaba bastante material me decanté por prepararme un trineo, que después de que en mi último viaje al norte todo lo que había hecho se había complicado inesperadamente, un vehículo para poder huir por la nieve me parecía algo práctico.

Estaba aprovechando el paso por esta aldea para montar mi puesto y poder prepararme un equipo para cuando surgiera la necesidad. Y es que tras hacerme una versión mejor de mi kit de materiales para poder hacer apaños en madera en cualquier lugar, me estaba preparando unas trampas, tanto de red como de líquido nauseabundo. Y es que en un trabajo como el mío, que solía implicar tener que capturar a gente, tener herramientas a mano para poder hacerlo parecía algo útil. Entre tanto apareció un elfo de aspecto peculiar y preguntas aun más peculiares.

- ¿Que si yo qué?- Aunque al ver que sacaba los restos de un laúd supuse que se refería a si sabía como hacer instrumentos como aquel.- Ah vale, supongo que preguntas que si puedo arreglarte ese laúd. En ese caso sí, déjame un momento y te lo dejaré como nuevo. Y si, puedo aplicarle también ese encantamiento.- Especialmente cuando estaban tan dispuestos a pagar por ello como parecía estar el elfo.

Cogí los restos de su instrumento para poder inspeccionarlos, y una vez me quedó claro cual debía ser el resultado final, cogí mis herramientas y la madera necesaria y me puse a cortar y lijar para dejar las formas adecuadas, y entonces proceder a unir las partes y colocar las cuerdas para que quedasen bien afinadas. Y es que al menos con la práctica había aprendido como debían sonar, aunque luego fuera incapaz de tocar ni la canción más sencilla. Cuando ya conseguí un resultado que me convencía, cogí mi tinta, apropiadamente preparada de antemano, porque dudaba que mucha gente se me fuera a acercar si supieran que tenía que echarle un chorro de sangre a la mezcla para compensar la repulsión que los vampiros causábamos en el éter. Tras la colocación de las runas y que se activara el encantamiento, le tendí el instrumento a mi cliente.

- Bien, esto serán... 80 aeros.- Comenté tras mirar el tablón de los precios. Aunque tras pensar en lo que me había gastado en los materiales me empecé a plantear si no tendrían que hacer algo para obtener beneficio de que me vinieran a comprar. Porque no ser como los buitres de mi familia estaba bien, pero igual dejarlo regalado tampoco había sido mi mejor idea.

Estaba siendo una noche tranquila, probablemente demasiado, apenas un par de pedidos de herramientas por parte de campesinos. Y es que lo malo de ser un vampiro era que tenía que montar mi puesto cuando ya había caído la noche, y la mayoría de la gente ya había tenido tiempo de hacer sus compras antes y solo quería volverse a su casa. Pero como tampoco tenía más opciones tendría que apañarme con lo que tenía. También era una pena lo escaso que iba de presupuesto últimamente, pues normalmente podía aprovechar la calma para practicar, pero eso requería fondos para comprar más madera, y no estaba para permitirme esos gastos.

Aunque una voz conocida me hizo pensar que esa noche iba a cambiar mi suerte, o al menos iba a estar un rato entretenido. No había visto a Elian desde el extraño trabajo de la ropa interior, y era cierto que desde entonces había tenido tiempo de mejorar bastante, aunque seguía orgulloso de esa catapulta improvisada.

- Si, creo que ya me quedan obras más finas que esa catapulta. Aunque viendo lo que teníamos de base tampoco me quejo del resultado. Algún día conseguiré crear una que sirva para más de un solo uso.- Le vi como inspeccionaba un laúd y asentí cuando me pidió permiso para probarlo.- Puedo enseñarte a hacerlos. De hecho, me siento honrado que la primera persona a quien vaya a enseñar nada sea un compañero creador de catapultas disfuncionales como tú. Además, estos instrumentos son muy prácticos, suenan muy bien y son resistentes para cuando la situación lo requiere. Aunque espero que de la parte musical puedas encargarte sólo, mis únicos conocimientos son comprobar que estén bien afinados.

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Las últimas aventuras me habían dejado claro que necesitaba mejorar mi equipo antes de que se me rompiera en el peor momento. Si tuviera más fondos me hubiera gustado ir a comprar armadura para Teufel y para mi, pero actualmente mi economía no estaba tan holgada como para poder permitírmelo. Si incluso había tenido que ir a buscar carpinteros a los que cambiar la madera de mi escudo y lanza por madera de mejor calidad, y menor cantidad, con la que completar el material para los nuevos porque no me llegaba con el que me había comprado. Por ser positivo, la parte metálica había aguantado bien el paso del tiempo, y simplemente necesitaba cambiar la madera, de lo cual me podía encargar yo.

Estaba en medio de la plaza, con mi puesto montado mientras lijaba la nueva asta de mi lanza y confiaba en que alguien que quisiera comprar algo apareciera para poder financiarme al menos la madera para mis próximas obras, pero lo único que se me acercó fue la nutria.

- ¿A mi no me vas a hacer nada?

- Está complicado. No quieres armas de madera, y creo que una armadura con esto sería un poco desastre.

- ¿Y alguna cosa arcana de esas?

- No creo que pueda aplicar arcanos sobre alguien, y aún pudiendo seguiría sin parecerme buena idea. Ya te haré algo cuando te consigamos una armadura o así.

- ¿Vas a aceptar entonces mi plan de asaltar a alguien y conseguirla?

- Eeeeeh... Me da que no. Aunque esperaba que hubieras encontrado algún trabajo para nosotros.

La mujer nutria se limitó a darme unas palmadas en la espalda y se volvió para seguir deambulando por el pueblo, mientras que yo, con cada vez menos esperanzas de conseguir vender nada, me centré de nuevo en terminar esta nueva lanza y escudo, a ver si con un aspecto menos zarrapastroso nos salían más ofertas.

　Por algún motivo que no vale la pena detallar, estaba volando en mi caballo feo volador sobre un sitio no tan feo, cuando de pronto sentí la urgencia de hacer algo productivo con mi vida. Eché una mirada al pueblo que sobrevolaba, sin saber con exactitud qué buscaba. Entonces vi a alguien que se me hizo familiar, aunque no había ningún anciano hombre-sapo cerca. Así que salté al vacío, di varias volteretas en el aire por mero placer, generé una biusa, intenté comerla, se me resbaló y la perdí en el aire y, notando que el suelo ya estaba cerca, me fundí en el éter y mi cuerpo perdió su tangibilidad.

　Atravesé el techo de la modesta tiendita de Corlys, descendí sobre este y decidí colocarme donde él estaba, ocupando el mismo espacio en la misma postura, por simple capricho.

　–Hola, colega –dije, divertido.

　El hechizo estaba por deshacerse. No tuve ánimos de averiguar qué sucedería si me materializaba estando dentro de otra persona. Me separé y levité hasta la entrada de su tiendita. La magia terminó. Mis pies tocaron tierra. Y una biusa cayó en mi cabeza, sobresaltándome, pero no lo suficiente para impedirme reaccionar y atraparla.

　–¿Qué tal tu día? ¿Quieres una biusa? –le pregunté a Corlys, mostrándole una sonrisa perezosa. Y le entregué la biusa porque, evidentemente, nadie se negaría sin importar la situación.

　Eché un vistazo a la tiendita, los materiales, la madera, la modestia. No necesité más para saber de qué trabajaba.

　–Ya veo –dije, asintiendo con la cabeza–, debí saber que tenías madera de carpintero. –Miré a Corlys–. Oye, ¿quieres que te enseñe un truquito de carpintería? –le pregunté–. Porque no lo haré. En vez de eso, te enseñaré algo de arcanos, porque arcanos nunca sobra en ningún negocio.

　Y sin más, me puse en la enseñanza que nadie me pidió pero que seguramente él necesitaba.

Estaba tranquilamente en mi taller, si es que se le podía llamar taller al improvisado campamento que me montaba en el mercado donde llegara, cuando mi techo fue atravesado por Rauko. Y aunque el hecho de que el techo siguiera entero, y el que me estaba atravesando a mi sin que explotara ni nada, me sorprendieran al principio pronto recordé que en compañía de Rauko el hacer una extraña aparición en forma etérea era lo más normal que podía esperar.

- Yo también me alegro de verte.- Cogí la biusa que me entregaba y la guardé para cuando no estuviese cubierto de serrín, porque una biusa merecía comerse en condiciones.- Y una biusa siempre es bien recibida.

Entonces se ofreció a enseñarme algo de carpintería, lamentablemente resultó ser una trampa para enseñarme un encantamiento, pero afortunadamente para mi, los encantamientos también me venían bien, y mi nivel era bastante lamentable, así que era un aporte apreciado.

- Pues no te falta razón, los arcanos siempre están bien.- Aunque era una pena que no fuese algo carpintero, le había cogido vicio a trabajar madera.

Y como si aparecía Rauko las cosas no podían quedarse así de sencillas, se abrió un portal en mi tienda y se personó también Zelas, que tras solicitar una buisa a Rauko, como debería hacer cualquier persona de bien conocera de ellas, me hizo una petición tan extraña como fascinante. Ya la idea de crear algo así me emocionaba por lo excéntrico, pero además me ofrecía una madera extraña que había conseguido en el campamento de los ni-niños. Que es cierto que parecía un escombro, pero yo tenía una similar y me daba la impresión que me permitiría hacer grandes cosas con ella si conseguía más material.

- Ante una petición tan desconcertante no puedo sino aceptar. En cuanto Rauko termine de explicarme como hacer ese encantamiento me pondré con tu gansidra de los pasadizos secretos.

Y eso mismo hice. Cuando acabé mi lección busqué madera de la mejor calidad entre mis reservas y me puse a esculpir la forma mientras iba pensando en como haría los mecanismos para abrir esas puertas, aunque seguramente los toques finales debería hacerlos en el lugar de colocación, para terminar de empalmar las aperturas de pasadizos.

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Francamente todo era muy confuso, cosa que tenía sentido luego beber unos cuantos barriles de vino, la verdad había perdido la cuenta.

Como sea, allí estaba, haciendo trazos en un pergamino sumamente inspirada. - Verás, quiero algo que me sirva, pero no quiero pedírselo al perro porque seguro me dirá que no, pero tu eres mi compadre y sé que no te negarás... hip... - Decía, no le permitía ver mi magnifico dibujo, no hasta finalizarlo. - ¿Cuántas patas tiene un lobo? - Fue una pregunta al aire que era más bien para mí misma. - Bueno yo que sé... un dragón tiene dos penes, eso sí lo recuerdo. Pero Meleis creo que es virgo...- Volví a explicar.

Terminé mi obra de arte y la doblé, pues primero había que hablar de dinero por lo que saqué mi bolsita de aeros de entre mis pechos, el lugar más seguro del mundo.

Pedí otra ronda y esta vez le extendí el papel con la bolsita. - Quiero eso... y uno bonito. uno donde pueda amarrar al perro y al dragón. Mi bebé será el guía porque se ve pachoncito y tierno. Y ese pájaro de ahí... no lo sé... seguro servirá de algo. Parece una urraca pero es un cuervo. - Explicaba con suma seriedad. - Esa soy yo con un látigo, y esa de atrás es Ryra, no le digas que le quiero dar como cajón que no cierra. En fin... ¿puedes hacerlo? ¿no? - Lo miré con determinación, en este puno no esperaba un no por respuesta.

Suponía que acabar en una taberna con Meraxes nunca podía ser una experiencia normal, pero lo de que se pusiera a hacerme una petición que no iba a aceptarle Gaegel no me lo esperaba, y menos algo para lo que iba a necesitar un dibujo. Cuando me lo enseñó fue capaz de sorprenderme. Intentaba procesar el pedido porque me costaba seguir su objetivo, excepto la parte de reventarse a Ryra. Pero con un poco de tiempo, y quizás después de serenarme un poco de la bebida terminé de hilar, menos que pintaba el pájaro en todo eso, esperaba que no fuera importante.

- Descuida, te prepararé un buen trineo con el que dejar a tu gomejo torturando a Gaegel y a tu hermano, y que puedas desplazarte mientras el único esfuerzo que haces sea dar como cajón que no cierra a Ryra.- Me quedé pensando en que lo que estaba diciendo no tenía ningún sentido, pero era el pedido de una amiga, y uno no podía negarse, aunque fuese en perjuicio directo de otro.- Ah, y también puedo no decirla a Ryra lo que quieres hacerla.

Mientras la dragona se seguía bebiendo hasta el agua de los floreros, me levanté y fui hacia el tabernero.

- Oye, ¿me dejas sacarme una mesa para montar una carpintería fuera?- Noté su mirada juzgándome y ninguna intención de ir a permitirlo.- Venga hombre. Que tienes el mobiliario más bien ruinoso, si me dejas te lo arreglo.

Y tras farfullar varios improperios, me dejó hacer lo que quisiera, así que me saqué una mesa y un par de sillas a la calle, preparé mis herramientas y la madera necesaria y me puse a construir un buen trineo, al que le fui añadiendo las modificaciones que pedía Meraxes para poder explotar a familiares y amigos como bestias de carga. Una vez obtenido el resultado esperado, volví a entrar con el trineo en brazos y avancé hasta la mesa donde seguía la dragona, en un estado aún peor que el anterior.

- Aquí tienes tu trineo. Aunque si Gaegel pregunta, no me dijiste para que lo querías.- También podría negar haberlo hecho yo, pero con el tiempo había desarrollado un orgullo de carpintero que no me dejaba pasar por anónimo lo que consideraba un buen trabajo.

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Una noche lluviosa y nada que hacer era siempre buenas razones para montar mi puesto en algún sitio cubierto del primer puesto que encontrase para así poder sacar algo con lo que financiarme algún agujero donde meterme durante el día. E igual no había sido la noche más productiva, pero después de arreglar unas mesas y sillas a los taberneros y hacerles una puerta reforzada y un arcón con doble fondo que prefería no saber en que serían empleados a una pareja me había sacado suficiente como para permitirme alguna posada medio decente un par de días.

Mientras iba puliendo unas tablas con las que pensaba prepararme un nuevo y mejorado escudo y esperaba a que apareciera algún cliente más, vi una figura conocida acercarse a mi tenderete. Y es que uno podía encontrar muchos elfos vagando por el mundo, pero a este vagabundo mojado ya lo había encontrado antes, y a un amigo no se le negaba refugio, aunque fuese uno tan improvisado como el mío.

- Por supuesto. Otro par de manos nunca viene mal, y estaría feo dejar a un compañero bajo la lluvia. Así que bienvenido a mi humilde... lo que sea esto

Su segunda petición no fue sorprendente a pesar de lo inesperada, de hecho, me preguntaba porque no se me habría ocurrido a mi antes después del curioso espectáculo de ver al joven dragón volando ebrio. Así que saqué mi tintero, esta vez con la mezcla ya preparada para que ningún aldeano empezase a mirarme raro por echarle mi sangre a la mezcla, y cogí el colgante.

- Si, me parece un buen regalo. Que no sé si él lo apreciará, pero sus padres seguro que sí.- Pinté la runa sobre el colgante que me había pasado Elian.- Y bueno, por el buen servicio que me han hecho las botas que me hiciste en la casa de la señora inquietante te dejaré una rebaja.

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Las islas eran muy diferente a su hogar, y las gentes que por allí habitaban también lo eran. Las costumbres, la forma de hablar, ni que decir que, aunque la raza que habitaba en aquellas tierras tenía un manejo del éter alto, no se parecían en nada a los dragones.

Erika se sentía desubicada, pero no por ello estaba mal. Su curiosidad era alimentada por las nuevas experiencias, algo que no creía que vería en su vida. No se arrepentía de viajar con Frosk. Si algo perturbaba su mente era la incapacidad que tenía de defenderse frente a los problemas que encontraba en el camino, siendo siempre rescatada, auxiliada o directamente dejada en un segundo plano por Frosk y Bluto.

Después de lo ocurrido en la misión suicida, fueron a parar la aldea más cercana al Acantilado de la Muerte. Frosk descansaba en la posada del lugar, custodiado por su inseparable guardián de metal. Y Erika, por su parte, decidió explorar el lugar por su cuenta.

Allí, entre la gente, vio un rostro familiar. Uno de los integrantes de aquella misión suicida. Su corazón se sintió aliviado al ver que había salido con vida, y si él lo había conseguido, quizás los demás también. Eran muy fuertes, todos y cada uno de ellos, la dragona confiaba plenamente en aquellos guerreros.

-¡Hola, señor Corlys!-Se acercó al hombre, entusiasmada.-¡Me alegra ver que está bien! Soy Erika, ¿Me recuerda? La amiga de la rana antipática y ególatra.-Se puso las manos tras la espalda, examinando con curiosidad al hombre para ver si presentaba algún tipo de herida o secuela de la misión. El trío liderado por Frosk fue incapacitado en combate, en medio de toda la destrucción que se estaba produciendo, ninguno de los tres recordaba mucho cómo sucedió. Por suerte, lograron escapar cuando las cosas parecieron calmarse.-¡Tengo algo que le pertenece!-Con prisa, rebuscó entre su zurrón para sacar el colgante que este le dio en la playa de la isla donde sucedió la misión.-¡Me fue muy útil para traer a mis amigos de vuelta, muchas gracias!-Dicho colgante contenía una runa que hacia que su transformación no destruyera sus ropas.

Acto seguido, desvió su mirada hacia los trastos que portaba el hombre. Parecían utensilios de trabajo, además de mucho material sin transformar y en su estado más puro.

-Con todo ese material, sería buena idea fabricarle un escudo más eficiente a Frosk. El suyo se rompió durante la misión...

Tras haber acabado la misión suicida, y haber sido abandonado por el sucio Zelas, poco me quedaba por hacer en esas islas, pero antes de marcharme tenía que asegurarme de proveerme de suministros para el viaje. Pero mientras deambulaba en busca de todo lo que necesitaba me crucé con la niña dragona que iba con la rana. Era bueno saber que habían conseguido escapar todos, y un poco menos bueno el que se nos hubiera olvidado ir a buscarles cuando acabó todo. Pero diremos que la situación fue muy caótica y no pensaremos en que habíamos olvidado a unos compañeros igual que Zelas hizo con nosotros.

- Si, me acuerdo. Me alegro de que sigáis todos vivos, por nuestra parte creo que también conseguimos irnos todos. Aunque fue todo un poco confuso al final.- No iba a entrar en que nuestro líder nos dejó vendidos, porque una cosa es que quisiera partirle una silla en la espalda a ese capullo y otro que quisiera hacer mala sangre a Erika.

Después me entregó el colgante que la había dado, y cuando la iba a decir que no hacía falta, me pidió también un escudo para su compañero anfibio. Así que empecé a otear en busca de un buen lugar donde poder instalarme para poder preparárselo.

- Muy bien, ahora le prepararé un escudo de la mejor calidad que pueda para tu amigo. Aunque espero que tengas aeros, que al menos hay que compensar lo que cuesta la madera.- Y un ínfimo beneficio para mi, porque si no luego no me podía ni financiar mi propio equipo, y también había salido bastante mal parado de la aventura.- Dame un momento para prepararme el taller y me pongo al trabajo.

Saqué unos trípodes y una tabla para ponerme sobre ella y empezar a cortar los tablones de la medida adecuada para el escudo. Fui trabajando brioso, aunque aproveché una pausa para volver a coger el colgante de la dragona y, ahora que tenía más tiempo que en la isla, ponerme a dibujarle unas runas más permanentes que las que la hice la vez anterior.

- Voy a tardar un poco más en hacer el escudo. Pero entre tanto te puedes quedar esto. Considéralo un regalo porque hayamos podido volver todos enteros.- La respondí mientras la lanzaba el colgante de vuelta.

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